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Los Archivos Históricos Provinciales

EDUARDO GÓMEZ-LLERA GARCÍA-NAVA

1. ANTECEDENTES

1.1. Separación de Poderes y Administraciones

Los archivos son un problema físico desde el siglo xix. La preocupación


por el papel, según sus orígenes y por su cantidad, es algo que surge, entre
otras, por estas dos razones: la separación de poderes y la proliferación ad-
ministrativa que acompaña al Estado liberal. Hasta dicho siglo, los fondos
hacendísticos, judiciales, gubernativos, municipales y provinciales —o, al me-
nos, los de una Comunidad de Ciudad y Tierra o sus equivalentes— depen-
dían de una misma autoridad o de sus delegados, el corregidor o intendente,
el teniente de corregidor, alcalde mayor, etc. No obstante, debía darse en mu-
chos casos una determinada independencia formal en la radicación de los
papeles, consecuencia de la diversa localización física de cada uno de los or-
ganismos que esas autoridades regían.
Más alejados de este núcleo principal, pero en ocasiones conexos con él
por coincidencia en una misma persona del cargo de escribano del concejo y
del número, se encontraba el volumen de protocolos notariales, Se produci-
rían casos —que creemos bastante frecuentes— de localización del depósito
de protocolos en locales del corregimiento.
Consolidada la definitiva separación de Poderes y Administraciones en-
tre 182(1 y 1840, los fondos documentales siguen una disgregación paralela,
en cuanto sirven de antecedente a la autoridad jurídico-administrativa ejerci-
da por cada uno de los nuevos órganos. De este modo se distribuyen entre
Gobierno Civil-Jefatura Política, Intendencia-Administración de Hacienda,
Ayuntamiento, Diputación (anexa en ocasiones a la Jefatura Política), Juzga-
dos Municipales, de Primera Instancia e Instrucción o, desde 1 892, Audien-
cias Provinciales. Las Territoriales, con la excepción de las formadas ex novo
en 1834, como Albacete y Burgos, podían contar, ya con anterioridad, con
fondos y locales separados de archivo.
El protocolo notarial, muy crecido desde la Pragmática de 1503, tendrá
que esperar a la Ley del Notariado de 1892 para agruparse en los colegios y
0 15, pp. 251-278. Editorial ConipJutense. Madrid, 1994.
Cnadernosdel-JistoriaModern4 a
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distritos, una vez amortizadas las numerosas escribanías de los pueblos en


que desde fechas muy tempranas radicaban.
Vemos, pues, que desde el primer tercio del siglo xix la acumulación y pro-
ducción de fondos archivísticos en las provincias parte de cinco orígenes: Ad-
ministración Local, Administración de Justicia, Hacienda Pública, Organismos
gubernativos-administrativos (Gobierno Civil, Jefaturas y Delegaciones del Go-
bierno Central, otras Administraciones periféricas...) y Registros y Notarías.
Antes de entrar en explicaciones más detalladas, tenemos que decir que
este trabajo se ha elaborado en base a los propios inventarios del Archivo
Histórico Provincial de Segovia, a la legislación recogida desde la Novísima
Recopilación hasta ahora; así como el artículo de Olga Gallego Domínguez,
<Los Archivos Históricos Provinciales», publicado en Los Archivos y/a Inves-
tigación. Ciclo de Conferencias en homenaje a Carmen Pedrosa, en Avila, octu-
bre-noviembre de 1987, editado por la Junta de Castilla y León; y a la po-
nencia «Redes y sistemas de archivos» presentada en el Congreso de
ANABAD en La Coruña, 1988, conjuntamente por María Jesús Alvarez-Co-
ca González y el autor de este articulo, y publicada en el Boletín de ANA-
lIAD, núm. XXXVIII, 1-2, de enero-junio de 1988.

1.2. Régimen de los fondos documentales en la Edad Moderna

1.2.1. Fe Publica. Notariado yprotocolo notarial

Lo que persiguen las instituciones de la Escribanía y el Notariado, como


posteriormente los Registros, es el mantenimiento y garantía de la Fe Pública
y, en su caso, la seguridad y publicidad de los negocios jurídicos frente a ter-
ceros: todo aquello que queda protegido por la firma de un notario, escribano
o registrador es verdad y puede ser conocido, en el caso de Registros Públi-
cos, por todos los sujetos jurídicos. La escritura, acta o registro redactados an-
te los fedatarios constituyen documentos públicos y solemnes, pruebas de la
mayor contundencia que solamente pueden ser atacadas demostrando la nuli-
dad del acto de inscripción, bien sea por falsedad, error o conocimiento insu-
ficiente por parte del fedatario, o por carecer de los requisitos formales preci-
sos. Ninguna otra prueba prevalece contra el documento solemne y público.
La protección de la fe queda patente en la legislación (Fuero de Soria,
Partidas, Fuero Real, Ordenanzas Reales y Ordenamientos de Cortes, Ins-
trucciones Reales, Nueva y Novísima Recopilación...) que la contempla des-
de muchos puntos de vista; por ejemplo:
a) En lo que atañe a escribanos:
—La Pragmática de 1503, en Alcalá, especifica las formalidades que
debe seguir el escribano en caso de no conocer a alguno de los otorgantes
(no formalizar la escritura si el desconocido no aporta dos testigos).
—En las Cortes de Toledo, en 1525, y en Segovia, en 1532, se pide que
los escribanos signen los originales o registros de las escrituras que ante ellos
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se redacten y los conserven cosidos. El conjunto de registros originales,


como es sabido, integra el protocolo notarial.
— Los Reyes Católicos, en 1480, y Felipe II, en ratificación posterior de
1566, disponen que las escrituras de contratos, obligaciones y testamentos
pasen ante los escribanos reales y públicos del número de los pueblos. Feli-
pe II, además, en el citado acto de ratificación, extiende el mandamiento a las
escrituras de mayorazgos y vínculos.
— El mismo acto de ratificación de 1566, en Madrid, recuerda que está
vedado dar fe de contrato ni acto judicial o extrajudicial al escribano que no
sea escribano real ni haya sido examinado en el Consejo Real como escriba-
no del numero.
b) En lo que afecta puramente a los protocolos se nos presenta:
— Las Partidas identifican como registro que debiera protocolizarse una
nota más extensa de lo que en principio podía creerse, puesto que en compa-
ración con la escritura primera bacía fe. No se trataba, pues, de un simple
apunte.
— La citada Pragmática de 1503 no deja duda de que el registro era re-
dactado «por extenso», que era, en términos claros, el original.
— El protocolo, antes de la Pragmática de Toledo de 1502, se traspasaba
por cada escribano a su sucesor, pero cabía que se deslizara a otro escribano
o simple poseedor a quien el primero quería favorecer con el producto de la
obtención de copias. Y podía darse el hecho que los herederos del escribano
se negaran a entregarlo. Por tales complicaciones los otorgantes solían obte-
ner inicialmente más de una copia.
Pero a partir de 1502 queda especificado sin ninguna duda que la trans-
misión debe hacerse al sucesor en el oficio y mediante inventario. Si no existe
tal sucesor, el protocolo habrá de pasar a los escribanos de concejo.
Por similar camino discurre otra Pragmática de 1603, en que se establece
que las escrituras de escribanos reales se traspasarán, cuando mueran, al su-
cesor en el oficio o a la persona que se nombrare, si ha fallecido en la Corte;
y si el fallecido residiera en su oficio a más de cinco leguas de ella, sus proto-
colos se transferirán, por este orden, al escribano del concejo, al de número o
a las justicias.
Felipe II, en las Cortes de Madrid de 1583, ordena a los corregidores
que cumplan lo dispuesto en las leyes sobre guarda de registros y protocolos.
Carlos III crea en Madrid el primer archivo de protocolos, en 1764, con
el nombre de «Archivo General de Escrituras Públicas».
A pesar de todo, el almacenamiento en distintos locales —muchas veces
locales de los municipios, lo que ha llevado a éstos a entender que los volú-
menes de escrituras eran de su pertenencia—, los accidentes, la ampliación o
amortización de escribanías, los largos períodos sin residirse, etc., motivaron
que los documentos se perdieran o deterioran ocasionalmente.
c) Sobre lo enumerado, la Novísima, como precipitado de toda la legis-
lación previa de utilidad y perdurabilidad demostrada, recoge múltiples dis-
posiciones sobre el papel sellado, modo y formalidades de obtención de co-
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pias, depósito en los pueblos de copias de escrituras si alguien lo solicita,


obligación de escriturar determinados negocios jurídicos y disposiciones de
voluntad...
d) El último tramo de legislación notarial lo cubren las disposiciones
sobre la materia que siguen o complementan a la Ley de Ordenación del No-
tariado de 1862.
El criterio fijado por ella era la conservación de protocolos en las Au-
diencias, formando un Archivo General de Escrituras Públicas que había de
recoger las de la demarcación de dichos tribunales con más de veinticinco
años. Téngase en cuenta que por esas fechas sólo estaban creadas las quince
Territoriales, por lo que podemos imaginar los voluminosisimos fondos que
hubiera tenido que absorber cada una; lo que sumado a las dificultades de
transpone y a la ambigiiedad y provisionalidad de la legislación orgánica ju-
dicial convertían la previsión de la Ley de 1862 en impracticable. Tan ambi-
cioso plan, además, se abandona en el Decreto de 8 de enero de 1869, que
sustituye la idea por la de un archivo de protocolos en cada distrito —circuns-
cripción de un Juzgado de Primera Instancia e Instrucción—, criterio que ha
prevalecido hasta hoy, en términos generales, y que ordena la traslación al ar-
chivo general del distrito notarial, coincidente con el judicial, de las escritu-
ras de más de treinta años; término que se rebaja después a veinticinco. El
notario archivero, al frente de cada distrito, almacena así lo superior a esos
años, y cada notario, en su notaría, lo que quede por debajo. Desde 1869,
pues, y en adelante, sin variación hasta 1931, tenemos las escrituras reunidas
en las cabezas de distrito.

1.2.2. Los ArcAdvos judiciales

¿Qué ocurre, entre tanto, con estos archivos?

Sabemos que las respectivas Chancillerías y Audiencias del Antiguo Ré-


gimen conservan su propia documentación. Pero en el Real Decreto de De-
marcación de Audiencias de 1834, a que antes hacíamos referencia, se deci-
de la existencia de quince Audiencias Territoriales, de las que trece son
remodelación de tribunales previamente en pie (Barcelona, La Coruña, Cá-
ceres, Palma de Mallorca, Las Palmas, Oviedo, Sevilla y Zaragoza suceden a
las Audiencias preexistentes; Granada y Valladolid, a las dos Chancillerías;
Madrid, a la Sala de Alcaldes de Casa y Corte; y Pamplona, al Consejo de
Navarra y Cámara de Comptos) y dos, Burgos y Albacete, se crean de nuevo.
En 1812 había brotado el primer intento de establecer nueva planta y demar-
cación de audiencias, pero el fenómeno de la guerra y, a continuación, el Ma-
nifiesto de Valencia, en 4 de mayo de 1814, volatilizaron cualquier propósito
en este sentido, con lo que hay que esperar a la muerte de Fernando VII para
la introducción de reformas efectivas en la Justicia: el citado decreto de De-
marcación, el de creación del Tribunal Supremo, en el mismo 1834, y, ya en
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1835, las Ordenanzas para las Audiencias y el Reglamento Provisional para


la Administración de Justicia. Ordenaba éste los jueces letrados, los Juzgados
de Primera Instancia y las Audiencias Territoriales; las Ordenanzas comple-
taban la organización de éstas y, por lo que nos puede interesar, preveían la
dotación de un archivero.
En virtud del ordenamiento expuesto, observamos ya asentadas las quin-
ce Audiencias y los Juzgados de Primera Instancia e Instrucción, aunque aún
no recibieran tal nombre, en todas las provincias.
La Ley Provisional Orgánica del Poder Judicial de 1870, que perduró
hasta bien entrado 1980, a pesar de su provisionalidad y a través de abun-
dantes reformas, repite la necesidad de un archivero en cada Audiencia. En
el aspecto orgánico planteaba unos tribunales colegiados, los Tribunales de
Partido, con competencia criminal sobre delitos sujetos a pena correccional
(de los castigados con pena aflictiva, superior en duración, conocían las quin-
ce Audiencias), que no eran sino el antecedente de las Audiencias Provincia-
les. Por cuestiones presupuestarias nunca se pusieron en movimiento los Tri-
bunales de Partido; pero la Ley Adicional a la Orgánica del Poder Judicial,
de 1882, dispone en su lugar la creación de las Audiencias de lo Criminal,
que debían ascender a noventa y cinco en todo el territorio nacional y que re-
cibieron extraoficialmente el poco solemne titulo de «audiencias de perro
chico», quizá por su competencia penal disminuida. Már tarde, el Real De-
creto de 1892 las dejaba reducidas a una por provincia, de donde se hacen
acreedoras al nombre aún en vigor de Audiencias Provinciales. Su competen-
cia se extiende al conocimiento de todo tipo de delitos en su demarcación,
funcionando como Salas de lo Criminal de la respectiva Audiencia Territo-
rial constituidas en cada provincia y sin que quepa sobre sus asuntos, en con-
secuencia, intervención alguna de las Territoriales en apelación: al margen de
considerarse como una extensión de ellas, la fase de plenario del enjuicia-
miento criminal se concibe en instancia única, por garantía jurídica. Lógica-
mente, quedaban a salvo los recursos de casación y revisión ante el Supremo.
Constituidas las Audiencias Provinciales, contamos, pues, con dos tipos
de tribunales colegiados, unos de carácter marcadamente civil, las Territoria-
les, y otros exclusivamente penales, las Provinciales; y, junto a ellas, los Juz-
gados de Primera Instancia e Instrucción, de carácter mixto por conocer de
asuntos civiles e instruir la fase sumarial del proceso criminal. No entramos
en los órganos cambiantes de la Justicia municipal, porque su documenta-
ción es de menor profundidad.
Solamente las Audiencias Territoriales, como vemos, habían pensado en
sus archivos, no obstante lo cual cada organismo judicial se manejaba con el
suyo sin previsión legal y sometía la documentación a los expurgos periódi-
cos que ordenara el Ministerio de Justicia, basándose en criterios puramente
jurídicos.
En el estudio de las instituciones jurísdíccionales son inevitables los di-
versos volúmenes de Crónica de la Codificación española, editados por el Mi-
nisterio de Justicia, Comisión General de Codificación, y dedicados mono-
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gráficamente a la Codificación Civil, Penal, de Enjuiciamiento Civil, Enjui-


ciamiento Criminal y Organización Judicial. De ellos, aunque antes no se ha-
yan citado, ha salido buena parte de los datos aquí proporcionados.
En el artículo aludido páginas atrás, Olga Gallego nos da noticia de que
en el corto período entre 1847 y 1850 ven la luz una serie de disposiciones
dirigidas a los fondos judiciales: en 1847, por ejemplo, se crean las Juntas de
Archivos en las provincias, con el fin de hacerse cargo de la documentación
judicial y de los protocolos notariales. El experimento, por desgracia, no lle-
ga muy lejos, porque en 1851 se suprimen las Direccions Subalternas de Ar-
chivos y las Juntas Consultivas de provincia y partido.
En realidad, sólo en 1947, en el Decreto de 24 de julio, sobre Ordena-
ción de los Archivos y Bibliotecas y del Tesoro Histórico Documental y Bi-
bliográfico, se plasma la relación entre la organización judicial y los archivos
provinciales. Su artículo 34 habla claramente de la transferencia de los pape-
les de Audiencias y Juzgados a los archivos regionales, de Chancillerías y
provinciales. Esta disposición, sin embargo, se ha cumplido aún menos, si ca-
be, que la previsión de transferencias de la Administración periférica a los
Archivos Históricos Provinciales, sancionada en decreto de creación del Ar-
chivo de Alcalá de Henares, que veremos poco más adelante.

1.2.3. Los Archivos gubernativos y administrativos

En principio se identificaban con los de los corregimientos. Consumada


la separación de los poderes del Estado y el escalonamiento administrativo
entre los niveles central, provincial y municipal, los fondos suelen disgregar-
se... o perderse.
Lo puramente gubernativo e histórico queda habitualmente en manos de
los ayuntamientos de la capital de la provincia o de las poblaciones que lo
eran de alguna comunidad de villa y tierra o sus equivalentes (merindades,
adelantamientos, provincias en el sentido y contenido que se les da en la
Edad Moderna, cabezas de extensos señoríos...). Algo, sólo algo, pudo acabar
en los Gobiernos Civiles. Las Diputaciones vienen a heredar todo el volu-
men de Beneficencia provincial, que, a su vez, parte de la Desamortización
de obras pías a fines del xviu y de la de bienes de Beneficencia en 1855. Lo
jurisdiccional encarnado en el Alcalde Mayor o el Teniente de Corregidor se
iba, como vimos, a los archivos de Juzgados. La documentación fiscal, en ma-
nos de la Intendencia, inicia el archivo de las Administraciones o Delegacio-
nes de Hacienda. Olga Gallego trae a colación unos archivos de provincia
que identificó con los del Corregimiento.
¿Qué preocupaciones, traducidas en legislación, se suscitan en torno a
los documentos de lo que a partir de 1834 va a tomar cuerpo como Adminis-
tración periférica, en terminología actual? Es indudable que, después de los
intentos de regulación por Carlos III en el Antiguo Régimen, los primeros
desvelos estatales por los archivos surgen en torno a 1840-50. Ya hemos re-
Los Archivos Históricos Provinciales 257

visado las Juntas Provinciales de 1847. Más tarde, en 1852, según nos dice
Olga Gallego, aparece un proyecto para la Organización de las Bibliotecas y
los Archivos Provinciales, que albergaba el deseo de agrupar en un único de-
pósito los fondos de Diputaciones, Ayuntamientos (de la capital de provin-
cia, suponemos) y centros municipales y provinciales de Instrucción Pública.
Su ambiciosa amplitud fue la causa de que no llegara a buen fin, aunque los
archivos de Hacienda mitigaron en parte, como comprobaremos, la inquie-
tud que habían promovido esos grandes y fracasados centros.
Comenzado el siglo xx, proyectos e informes inciden frecuentemente en
la acuciante necesidad de archivos provinciales, bien como depósitos judicia-
les, registrales y de la Administración Local, bien como archivos generales
para toda procedencia. A pesar de tan temprano inicio, la concepción de los
archivos provinciales como centro de recogida de fondos gubernativos crista-
lizará muy tarde, en concreto en el decreto de creación del Archivo General
de la Administración de Alcalá de Henares, en 1969.
Siempre con la excepción de la Administración fiscal, que había dado ya
pasos mucho más largos.

1.2.4. La Administración de Hacienda

Los organismos de la Hacienda Pública, aun constituyendo una manifes-


tación de la Administración central general, son desde el primer momento
más diligentes que cualesquiera otros en la custodia de sus documentos. Tal
vez por la insoslayable asistencia de un archivo en que se registren los dere-
chos de la Administración y de los administrados —sobre todo los de aqué-
lla— en el cúmulo de gestiones de la recaudación tributaria. El interés del Fis-
co no puede fiarse de la memoria de los funcionarios, especialmene en
procedimientos tan complejos y extendidos a toda o casi toda la población.
La trama de ingresos y gastos públicos tiene que estar registrada milimétrica-
mente para que al Estado no se le escape una peseta, a no ser que él mismo
se permita el lujo de malbaratarla. Por ello surge ese interesado cuidado,
dentro del desbarajuste medio, del aparato fiscal en ordenar y hacer asequi-
bles sus papeles.
En la Hacienda, además del ansia recaudatoria, ha incidido otro factor,
previamente aludido: el proceso de Desamortización, que convirtió al Estado
en receptor de multitud de papeles —por dos vías— y productor de otro buen
volumen de ellos en los trámites de valoración y venta judicial a los particula-
res. Recibió muchos documentos por estos dos cauces:
a) Porque centralizó abundantes papeles como prueba del carácter y
naturaleza de los bienes que se podrían desamortizar (como lo ocurrido en la
Desamortización civil de 1855, en que se cargó a los Ayuntamientos la prue-
ba de que los bienes, en su caso, y para dejarlos a salvo de la nacionalización,
eran de uso común: La ley de 1855 engrosaba las subastas con los propios y
comunes no aprovechados directamente por el común de los vecinos).
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b) Porque en los institutos desamortizados radicaban infinidad de do-


cumentos sobre el patrimonio, bienes y derechos de que eran titulares.
Fue la Desamortización la que desencadenó el temor por la pérdida de los ar-
chivos y documentos recibidos por Hacienda y, de rechazo, la creación de los
grandes archivos y bibliotecas con fines de investigación, así como las medidas
para manejar y cuidar ese legado patrimonial. Los mediados del siglo xix, la déca-
da 1840-50 de que antes hablábamos, son los protagonistas iniciales de la toma
dc responsabilidad del Estado hacia documentos e impresos históricos, son los
que asisten a la formulación de abundantes medidas reglamentarias al respecto.
Como referencia mínima para tomar el camino un poco antes, tenemos
que advertir que en 1766 se separan los Corregimientos de las Intendencias,
dejando para éstas los asuntos de Hacienda y Guerra. Vuelven a unirse en al-
gún momento del xix, pero por poco tiempo y con distintos nombres. Con lo
cual las futuras Delegaciones de Hacienda heredarán sus papeles, pasando
por las Administraciones Económicas y las Administraciones de Hacienda,
organismos previos a las Delegaciones, y engrosando lo que cada una de
estas oficinas a su vez produjera.
En el campo de la gestión de la Desamortización, las creadas Contadu-
rías Provinciales de Amortización se ven desbordadas de documentos que de
momento son absorbidos por los llamados archivos de conventuales, radica-
dos en las mismas oficinas de las Administraciones Económicas. Es sabido
que desde esos archivos se operó un trasvase y centralización de documentos
en la Academia de la Historia y que, transformados en sección de «Clero» y
sus derivados («Sigilografía» y «Códices y Cartularios»), fue el fondo de ori-
gen del Archivo Histórico Nacional, creado en 1866.
Pero no todos los papeles pasaron a la Real Academia, según nos comen-
ta Olga Gallego y según hemos podido comprobar personalmente. Ya en
1845 el Ministerio de Hacienda se refiere en una instrucción provisional a
los archivos de sus oficinas de provincia, y una serie de disposiciones de
1852 y 1853 se proponen enderezar en lo posible tales archivos. Como el re-
sultado no es satisfactorio, en 1854 aprueba el mismo Ministerio una nueva
instrucción para el régimen y gobierno de los Archivos Generales de Hacien-
da Pública en las provincias.
En 1881 las Administraciones de Hacienda son elevadas a Delegaciones
y sus archivos suplen la carencia de archivos históricos de provincia al recibir
la documentación de instituciones desaparecidas e incorporadas a la nación.
Esto último, en cuanto se incumplen disposiciones de 1850. 1898 y 1917
que ordenan el traslado a Madrid de los fondos de institutos desamortizados.
En 1888 el Ministerio de Hacienda requiere para la ordenación y gestión
de sus archivos de Delegaciones al Cuerpo de Archiveros.

1.2.5. Archivos de la Administración Local


Solían estar a principios del siglo pasado en manos no muy competentes.
Desde las diversas leyes de Administración Local que configuran municipios
Los Archivos Históricos Provinciales 259

y provincias bajo los principios liberales (leyes de 1812, 1823, 1840 y 1845)
los secretarios de las corporaciones han recibido generalmente el cargo de
ellos, mostrando mayor cuidado que el que se les prestaba en momentos an-
teriores. Su esmero se dirigía preferentemente a los fondos administrativos,
con lo que los históricos dormitaban en estado cataléptico y constituían tal
problema para las propias corporaciones que se les abrían los cielos cuando
podían servirse de un archivo histórico provincial en que depositarIos.
Esos fondos antiguos que conservaban en principio con reducido interés,
por lo que respecta a los Ayuntamientos, eran los de la gobernación de la
provincia, comunidad, merindad y concejo —con el contenido que el Antiguo
Régimen daba a esas personificaciones jurídicas—; y, por lo que toca a las Di-
putaciones, los de las instituciones de Beneficencia cuyos activos se habían
convertido en Bienes Nacionales.

2. CREACION DE LOS ARCHIVOS


HISTORICOS PROVINCIALES

Con las cinco fuentes originarias de documentos hasta ahora comentadas


se alcanza el segundo tercio del siglo xx, momento en que aparecen efectiva-
mente los Archivos Históricos Provinciales.
El Decreto de 12 de noviembre de 1931, en sus artículos 22 y 8.0, instau-
ra al fin dichos centros, desligados de los colegios notariales y los notarios en
todo lo que a investigación y tratamiento técnico archivístico se refiere y su-
jetos a los fedatarios públicos en lo concerniente a obtención de copias lega-
les del protocolo y trámites de índole o consecuencias jurídicas.
Pero el decreto de 1931, que imaginaba los Archivos Históricos Provin-
ciales o los Archivos Históricos de Protocolos como centro de conservación
del fondo de fe pública de las capitales de provincia que, respectivamente,
coincidieran con capital de distrito —en cada uno de los cuales existe un
notario archivero— o de colegio notarial, olvidaba los archivos de escrituras
de poblaciones que no reunieran esas circunstancias, las que contando con
una o más notarías no figuraban como cabeza de provincia. No preveía esos
casos y, por tanto, nadie sabía qué hacer con ellos. Para compensar, sin em-
bargo, decidía el manejo de los grandes archivos judiciales —Audiencias y
Tribunal Supremo— por los facultativos archiveros.
El siguiente decreto sobre protocolos es el de 2 de mayo de 1945, cuya
principal virtud y defecto son precisamente el contar con la existencia de
protocolo en las localidades cabeza de distrito aunque no lo fueran de la pro-
vincia; y el dar una regulación ambigua a tales casos, una solución doble que
dificulta la recogida: los protocolos de esas poblaciones capital de distrito
notarial, pero no de provincia, para empezar, deben depositarse en edificios
que proporcione el ayuntamiento, bajo el cuidado del notario archivero,
mientras no alcancen los cien años; y, tras ellos, habrán de transferirse bien a
archivos comarcales o locales, sí se crean, bien a los Archivos Históricos
260 Eduardo Gómez-Llera García-Nava

Provinciales si dicha creación no se produce o si las condiciones dc conser-


vación en los centros locales o comarcales no resultan convincentes. Ahora
bien, ¿quién determina lo que son buenas o malas condiciones?, ¿quién con-
vence al ayuntamiento de que un cuarto o almacén facilitado para el amonto-
namiento de escrituras en los primeros cien años no puede perpetuarse como
archivo local ni pasar por un archivo digno?, ¿quién actúa, llevándose las es-
crituras al Archivo Histórico Provincial cuando el municipio manifiesta su
propósito, verdadero o falso, real o imaginario, de crear un archivo local o
comarcal, de forma inminente o pausada, y, bajo la protección del decreto de
1945, radicar en él el protocolo? Son numerosísimas las ocasiones en que, de
forma más o menos directa, se ve obligada a intervenir la Dirección General
de los Registros para salvar escollos. Y suele decidirse la custodia en los Ar-
chivos Históricos Provinciales. Una excepción es el reparto comarcal actual
de protocolos en Cataluña, que ha supuesto la atomización de los fondos no-
tariales. Pero de este error no vamos a hablar aquí.
En el proceso de formación de los Archivos Históricos Provinciales vol-
vemos a incidir en el Decreto sobre el Tesoro Documental y Bibliográfico de
1947, en cuanto los designa como depósito final de papeles de Audiencias y
Juzgados, aunque sea norma que se ha cumplido muy poco por las razones
que después veremos. También encuadrable en el mismo proceso de consti-
tución es la Orden de 14 de diciembre de 1957, que estableció la transferen-
cia a los mismos archivos de los antiguos libros de la Contaduria y Registro
de Hipotecas, precendente del Registro de la Propiedad. Finalmente, señala-
mos como integrador de las funciones de los archivos provinciales el Decreto
914/69, de 8 de mayo, de creación del Archivo General de Alcalá de Hena-
res, por cuanto dispone que los Históricos Provinciales cumplan en el ámbito
periférico la misma función que el Archivo de Alcalá ejerce hacia la Admi-
nistración central: los papeles de Gobierno Civil, Delegaciones de Ministe-
nos, Jefaturas regionales..., etc., deben culminar en los Archivos Históricos
de cada provincia. De todas maneras conviene advertir que la Administra-
ción periférica, con la excepción de los Gobiernos Civiles, las Delegaciones
de Hacienda y algunas jefaturas más, no se desarrolla cumplidamente hasta
los años sesenta. También queda para más adelante el análisis del grado de
efectividad y cumplimiento de esta norma.

3. LOS ARCHIVOS HISTORICOS PROVINCIALES


BAJO LA LEGISLACION POSTERIOR A 1978
Y EN EL ESTADO DE LAS AUTONOMíAS

No pensamos entrar en una exposición al detalle de la legislación corres-


pondiente, que fue objeto de una ponencia que presentamos en el Congreso
de ANABAD en La Coruña, en 1988, conjuntamente con María Jesús Alva-
rez-Coca, bajo el título «Redes y sistemas de archivos: legislación, órganos,
centros y recursos>’. Sólo se enumeran las disposiciones que han hecho cam-
Los Archivos Históricos Provinciales 261

biar el panorama anterior: Constitución Española de 1978, artículo 149.1;


Estatutos de Autonomía respectivos, Reales Decretos de transferencia de
funciones a las Comunidades en materia de Cultura, y Convenios de transfe-
rencia de gestión en materia de Archivos de titularidad estatal. Junto a estas
disposiciones definitorias del campo de competencia estatal o autonómico
son interesantes la Ley 16/85 de Patrimonio Histórico Español, de 25 de ju-
nio, y las Sentencias del Tribunal Constitucional 103/1988, de 8 de junio,
sobre recurso de inconstitucionalidad interpuesto por la Presidencia del Go-
bierno contra la Ley de Archivos de Andalucía, y 17/199 1, de 31 de enero,
sobre recurso de inconstitucionalidad interpuesto por diversos organismos
de las Comunidades Autónomas de Cataluña, País Vasco y Galicia contra la
citada Ley de Patrimonio Histórico Español.
Como nos estamos moviendo en el campo de los Archivos Históricos
Provinciales, tenemos que corroborar que todos, excepto los del País Vasco,
han sido transferidos exclusivamente en cuanto a su gestión a las Comunida-
des Autónomas. Faltan por celebrarse convenios con Euskadi (por lo que,
como se advierte, no se han transferido los correspondientes Históricos ni el
Archivo de Protocolos de Oñate), Madrid (a pesar de ello, su Archivo Histó-
rico de Protocolos está gestionado por la Autonomía madrileña) y Navarra,
que carece de Archivo Histórico Provincial o de Protocolos anteriormente
servido por archiveros del Estado.
La Ley de Patrimonio Histórico Español fija en su disposición transitoria
segunda el desarrollo reglamentario de la Ley por el Consejo de Ministros
respecto a los archivos de titularidad estatal; disposición que ha sido impug-
nada ante el Tribunal Constitucional por las Comunidades enunciadas en an-
terior párrafo y que ha dado lugar a la citada sentencia 17/1991, en que se
reafirma la plena capacidad del Estado para establecer por reglamento el ré-
gimen, funcionamiento y personal de dichos archivos.
Por otro lado, la sentencia, también del Tribunal Constitucional, sobre la
Ley de Archivos de Andalucía estima que a pesar de quedar declarados mu-
chos documentos como Patrimonio Documental andaluz, competen a la ac-
ción estatal —y, en lo que les atañe, la Junta de Andalucía se debe inhibir— la
protección y el tratamiento de los que están conservados en archivos o cen-
tros de titularidad central.
Como los Archivos Históricos Provinciales pertenecen a dicha titulan-
dad, se encuentran afectados por esas normas o resoluciones. El Gobierno
debe dictar cl nuevo Reglamento de Archivos, que tiene que abarcar los cam-
pos reservados a su decisión —funcionamiento, régimen y personal—, y apli-
carlo a los documentos que permanecen conservados o reunidos en sus cen-
tros.
Los Archivos Históricos Provinciales, así pues, se veran regulados por el
futuro reglamento del Estado. La gestión, dentro de los términos de cada
convenio y —no se olvide— aplicando la legislación y regulación administrati-
va estatal, corresponde a las Comunidades Autónomas. Ocurre que las Auto-
nomías no se conforman cómodamente con estos términos y, si por un lado
262 Eduardo Gómez-Llera García-Nava

estiman que debe dárseles por vía de cortesía lo que no tienen por adscripción
legal, por otro aspiran a la transferencia total, de la propia titularidad, dc todos
los Archivos Históricos Provinciales y de los Reinos, en cuanto han recogido y
recogen documentación central; y si no, al menos, la gestión de los grandes Ar-
chivos nacionales (Simancas, Indias y Corona de Aragón). Dado el nivel de
transacciones a que nos tiene acostumbrados el Estado en materia de Cultura
hacia los organismos autonómicos, no sería de extrañar que la primera línea de
las próximas condescendencias fueran los archivos, bibliotecas y museos. Sobre
bibliotecas y museos el asunto puede ser visto desde otro ángulo, porque un li-
bro en circulación no es patrimonio ni resguardo específico de la actuación ad-
ministrativa de nadie, ni el hallazgo arqueológico en un determinado suelo tiene
por qué estar ligado al Estado. Pero un documento emanado de la actividad de
la Administración central o del Poder Judicial, que puede ser necesario en cual-
quier momento para un trámite o estudio posterior, debe quedar a todas luces
ligado a la Administración productora. Lo contrario equivaldría a considerar
correcto que cualquier individuo, una vez obtenidos los documentos acreditati-
vos de su personalidad o sus derechos —ONI, certificaciones de registros, libro
de familia, testamento que hubiere otorgado, títulos de propiedad de sus bienes,
resguardos de pago de sus tributos, etc.—, los cediera a otra persona para su cus-
todia indefinida. Si el Estado regalara la propiedad de los Archivos Históricos
Provinciales y de los Reinos se vería, a continuación, teniendo que optar por
una de estas tres posibilidades: crear un nuevo archivo estatal en cada provincia
al que conducir los documentos inactivos de sus organismos periféricos —Go-
bierno Civil, Agencias de Hacienda Pública, órganos gestores de competencias
no transferidas a las Autonomías— y de los tribunales de demarcación com-
prendida en la provincia; llevarse esos fondos documentales a Madrid; o des-
truirlos.
¿Sería una política lógica?
Una comisión de constitucionalistas ha estudiado el caso y ha estimado el
error manifiesto que suponen las transferencias en gestión de archivos estatales;
ha recomendado que no se efectúen transmisiones de titularidad de los mismos;
y ha sugerido que la gestión de la Chancillería de Granada, como archivo que
excede del interés de una sola Comunidad, debe retornar al Estado.
En estos días el Ministerio de Cultura ultima la tramitación del proyecto de
Reglamento de Archivos. Su tratamiento, por sí solo, requeriría una ponencia o
un estudio separado. Esperemos que vea la luz, y en el deseable grado de efecti-
vidad y salud, para comentarlo.

4. EL ARCHIVO HISTORICO PROVINCIAL TEORICO


Y EL ARCHIVO HISTORICO PROVINCIAL TIPO

4.1. En puro planteamiento ideal un Archivo Histórico Provincial


debería constituir un depósito en que se recogieran y trataran:
Todos los protocolos notariales de la provincia.

Los Archivos Históricos Provinciales 263

— Los libros de los Registros y Contadurías de Hipotecas y los libros de


las oficinas registrales, cuando se tuviera la seguridad de que no abarcan ins-
cripciones en vigor (para lo cual tendrían que transcurrir períodos muy dila-
tados de tiempo, superiores al plazo centenario de espera de los protocolos).
— Toda la documentación judicial de Primera Instancia e Instrucción y
de las Audiencias Provincial y Territorial, allí donde ésta exista y no coincida
con un archivo de mayor grado o especificidad (p.ej., los de Chancillería).
También acogería los fondos de Magistratura de Trabajo y Tribunal Tutelar
de Menores, o los órganos continuadores de su actividad.
— La documentación de las Delegaciones Provinciales del Estado y del
Gobierno Civil, con la excepción de los papeles delicados o confidenciales
por su trasfondo (por lo general, de tipo policial).
— Los documentos de organismos desaparecidos: AISS (Sindicato verti-
cal), Jefatura Provincial del Movimiento con sus diversas ramas (Sección Fe-
menina de FET y JONS, Juventudes...), etc.
-~ Depósitos y donaciones: están previstos en los Convenios de Transfe-
rencia de Gestión y en muchas regulaciones autonómicas de archivos los de-
pósitos en los Históricos Provinciales de fondos documentales de los servi-
cios o delegaciones provinciales autonomícas. Del mismo modo previene
gran parte de la regulación jurídica de archivos las entregas en depósito de
documentos de personas físicas o jurídicas privadas, así como las donaciones
y legados de colecciones o documentos concretos.
4.2. Por desgracia el planteamiento anterior no se da sino sobre el pa-
pel, porque los Archivos Provinciales quedan faltos de una gran parte de esa
documentación utópica:
— En un buen número de centros no se han incorporado los protocolos
de las grandes localidades de la provincia; en otros casos, y sin tratarse de
poblaciones crecidas, han permanecido algunos protocolos centenarios en
los locales que el ayuntamiento prestó al notario del distrito, confundidos
por error con el fondo municipal; existen también Comunidades que han es-
tablecido redes comarcales en que se recoge —y desperdiga— la documenta-
ción notarial; también, como último factor, el paso de los años ha extraviado
o deteriorado bastantes volúmenes.
— Las Contadurías de Hipotecas han solido perder a través del tiempo
los libros iniciales de «toma de razón» del siglo xviii. No es extraña tampoco
la pérdida global del Registro de Hipotecas de un distrito (como ha ocurrido
en Cuéllar).
— Las remesas de fondos de Delegaciones han sido caóticas, de tal modo
que sólo las de las oficinas del INE, sobre censos de 1970 y 1981, y las de las
Delegaciones de Hacienda se han llevado a cabo con relativa uniformidad.
Lo demás carece de todo rigor y la falta de entregas a su debido tiempo de-
termina que muchos de los documentos emanados de o recibidos por la Ad-
ministración periférica del Estado en la etapa franquista hayan pasado, por
estar en el momento de las transferencias aún depositados en las propias ofi-
cinas, a los archivos de las Comunidades Autónomas, como una manifesta-
264 Eduardo Gómez-Llera García-Nava

ción más de los servicios transmitidos. Es cierto que la culpa, casi siempre,
la ha tenido la falta de previsión del Ministerio de Cultura, manifiesta en la
escasez de espacio de los locales destinados a Archivos Históricos Provin-
ciales.
— Los fondos judiciales apenas se han recibido en los archivos. No se
sabe por qué los tribunales y juzgados han cumplido tan sobre ascuas el
Decreto de 24 de julio de 1947 —comentado páginas atrás—, aunque sos-
pechamos que el citado decreto se entrecruza con las particulares disposi-
ciones sobre expurgo del Ministerio de Justicia y con el carácter secreto de
buena parte de las actuaciones judiciales. Los jueces y secretarios de tribu-
nales, siempre estrictos a la hora de aplicar el ordenamiento, han identifi-
cado traslado al archivo histórico con puesta a disposición de los investiga-
dores o fisgoneo por el propio archivero. Y para no dar pábulo a instancias
tan indiscretas, hasta ahora han preferido esperar y aplicar los mandatos de
eliminación documental que, de vez en cuando, instrumentaba el Ministe-
rio de Justicia. Es cierto que dicha tendencia comienza a cambiar.
— En cuanto a organismos desaparecidos, todos sabemos que la estruc-
tura del Movimiento Nacional o los Sindicatos verticales originaron unos
papeles que, muy mermados en abundantes ocasiones, pasaron a los Ar-
chivos Históricos Provinciales a la muerte de Franco.
Con respecto al Movimiento, parece que la orden de recogida sólo
afectó a los de Sección Femenina y, aún así, muchos se perdieron o sc que-
maron. Los expedientes personales, como ejemplo, en Segovia, no han sido
vistos por ningún lado, y todo hace sospechar que los dc funcionarios jubi-
lados se destruyeron, mientras que los del personal activo se entregaron al
propio personal, a cada titular del expediente en concreto.
La AISS (Asociación Institucional de Servicios Socioprofesionales,
nombre de los Sindicatos tras disolverse como tales) ha planteado un pro-
blema diferente. Contaba en las provincias, aparte de la representación
global en ellas, con una serie de delegaciones comarcales o locales. Falta
de espacio y falta de transporte fácil hicieron que esa documentación sólo
sc transfiriera a los archivos en mínima parte.
— El acopio de fondos particulares o los depósitos de documentación
de instituciones y órganos no estatales son de lo más variopinto. Es necesa-
rio cultivar, para estas recogidas, buenas relaciones en la provincia y bruju-
lear por los ayuntamientos. Así se hace frecuente que todo o parte del fon-
do de algunos entes locales quede depositado en el Archivo Histórico
Provincial.
Los fondos de oficinas de la Administración delegada de la Comuni-
dad Autónoma se ingresan o no en el archivo, según las Comunidades, se-
gún las provincias y según el tenor de cada jefe de delegación o servicio.
En Castilla y León el contacto, por lo general, es fluido.
Los Archivos Históricos Provinciales 265

5. EXAMEN DE LAS PRINCIPALES COLECCIONES


DOCUMENTALES

5.1. Protocolos

Se suelen indicar en los primeros años del siglo xvi, coincidiendo con
las Pragmáticas de 1502 y 1503, aunque aparezcan esporádicamente volú-
menes anteriores recogidos en archivos. También pueden salir a la luz, en-
tre los protocolos —no en las capitales, pero si en las escribanías desamor-
tizadas de los pueblos—, cuadernos de los «fieles de fechos».
El contenido de los protocolos es, de forma predominante, de carácter
escriturario, con tipología de escrituras muy repetida: poderes, obligacio-
nes, pagos, fianzas, arrendamientos, compraventas, dotes, arras, capitula-
ciones, censos, reconocimientos de censo, constitución de obras pías, fun-
daciones y memorias, cartas de aprendizaje, testamentos, codicilos,
inventarios, cuentas, particiones, cartas de perdón, compra y venta de es-
clavos, transacciones y renuncias de derechos, ordenanzas de gremios y
corporaciones, nombramientos de oficiales, cartas de compañía, etc.
Forma de acta revisten otros documentos: informaciones en aclaracion
de sucesos o derechos, requerimientos de actuación de un órgano, ejecu-
ciones de bienes, tomas de posesión, actuaciones de gestión de la Hacien-
da Pública o del Concejo, del órgano judicial concejil, etc. La razón de ser
de estas modalidades documentales entre los papeles del Protocolo estriba
en la reunión de todas las facultades y poderes en unos mismos funciona-
rios, tantas veces explicado.
Un tercer grupo de la tipología de los protocolos lo constituyen los do-
cumentos incorporados a un expediente, solicitud o declaración que se so-
lemniza por escritura pública, es decir, los documentos presentados al
notario para acompañar al instrumento que se redactará ante él. En tal su-
puesto se incluyen provisiones y cédulas, documentos eclesiásticos, trazas
de un edificio u objeto artístico mueble, diseño de piezas o elementos de
construcción, documentos de tipo privado no solemnes (cartas, árboles ge-
nealógicos...), etc.
Los temas abordados por los documentos notariales son variadísimos.
En general, como registran todo género de negocios jurídicos privados,
conforman una base fundamental para el estudio de la Historia del Dere-
cho. En segundo lugar, todo lo que afecta a pagos de salarios, costes de
productos, rentas de la tierra, inversión en contratos de crédito, valor de la
tierra, los inmuebles y los muebles o semovientes, intereses de capitales,
pago de impuestos..., etc., es un buen depósito de datos para la Historia so-
cial y económica. La Historia del Arte se puede nutrir de los muchos con-
tratos sobre realización de obras y objetos artísticos. Las obligaciones con-
traídas y las disposiciones de voluntad (testamentos, capitulaciones,
dotes...) celebrados por personas de un cierto relieve aportan segura infor-
mación en aspectos biográficos y genealógicos.
266 Eduardo Gómez-Llera García-Nava

5.2. Contadurías de Hipotecas

Existen normas de Carlos 1 y Felipe 11(1539 y 1558) sobre el registro de


todos los censos en cada ciudad o villa cabeza de jurisdicción. Felipe V lo
reitera en 1713, ampliando los registros alas compraventas.
Carlos III, por Pragmática dada en El Pardo en 31 de enero de 1768, ini-
cia el Oficio de Hipotecas a cargo de los escribanos del ayuntamiento, con la
finalidad de evitar la transacción fraudulenta y sin evicción de propiedades
inmuebles cargadas con censos, hipotecas, vínculos y todo tipo de graváme-
nes. Toman la razón los escribanos del ayuntamiento cabeza de partido y la
toman separadamente por pueblos. Los libros resultantes, llamados conse-
cuentemente «de toma de razón», tienen el especial valor de registrar fre-
cuentes contratos anteriores a las Pragmáticas de escribanías de 1502 y 1503
y cuya matriz protocolizada, por tanto, se ha perdido. Los libros posteriores,
los del Registro de Hipotecas, que se cierran en 1862, sólo son expresivos en
cuanto dan la pista para algunas investigaciones sobre inmuebles concretos al
reseñar la fecha y escribano ante quien se otorga la escritura de transmisión o
gravamen de dichos inmuebles.

5.3. Fondos de las Administraciones públicas

De todos ellos, los papeles de Hacienda son los que nos han llegado en
mejor estado y abundancia, dando base a múltiples estudios de tipo socioe-
conómico: distribuciones de renta y de riqueza, cargas impositivas, inicio de
la empresa con el sistema de crédito bancario, producción agraria, iniciativa
económica privada, inversión estatal en cada provincia... Los impuestos de
Rústica y Urbana, Industrial, Utilidades, Consumos, Sucesiones, Transmisio-
nes y Derechos Reales, Lujo y otros tributos indirectos especiales, Patrimo-
nio y Renta, etc., son pilares fundamentales en este campo de investigación.
La documentación de Hacienda suele agrupar también, en mayor o menor
escala, fondos de Desamortización.
Hubiera sido la documentación de mayor importancia por contenido y
antigúedad, si no hubiera sufrido enormes menguas, la de los Gobiernos Ci-
viles. En ella podría tomarse, a lo largo de los siglos xix y xx, el pulso político
de la provincia. Pero precisamente por el carácter muy politizado de sus atri-
buciones y por la íntima conexión con actuaciones policiales, los papeles de
Gobiernos Civiles han sufrido fáciles deslizamiento hacia no se sabe dónde.
¿Expurgos y destrucciones?, ¿conservación reservada?, ¿entrega a órganos
superiores? Sólo en su faceta de controladores de la Administración Local y
de las asociaciones privadas los Gobiernos Civiles han aparecido como órga-
nos más administrativos que políticos y, en consecuencia, de mayor diafani-
dad en sus archivos.
Los fondos de Educación han escapado prácticamente de las manos de
los Históricos Provinciales, porque su núcleo más antiguo solía pertenecer a
Los Archivos Históricos Provinciales 267

las Escuelas Normales o de Magisterio, que actuaron como verdaderas dele-


gaciones del Ministerio correspondiente hasta la creación administrativa de
estos órganos periféricos. A través de la adscripción de las Escuelas de Pro-
fesorado de EGB a las Universidades y de la constitución de éstas como or-
ganismos autónomos, los archivos de magisterio, con todo su significado, han
escapado del radio de los Históricos Provinciales y han resultado incluidos
en los universitarios.
Hemos dicho que la mayoría de las delegaciones provinciales se instau-
van en los años sesenta. Antes funcionaban diversas jefaturas y representacio-
nes de servicios descentralizados (Jefatura Nacional de Carreteras, Servicios
de Caza y Pesca, Servicio Forestal, Confederaciones Hidrográficas, Jefatura
o Comisaría de Abastos, Servicio Nacional de Cereales...) que después se
reunen en delegaciones concretas de Ministerios (MOPU, Agricultura, etc.),
al paso que se inician las delegaciones de organismos autónomos (IRYDA,
ICONA, SENPA, INEM, SEREM, INE, IMAC...). Ante tal panorama se ve
que es prácticamente inabarcable todo lo que cabe en la Administración. Or-
ganismos que se han entrecruzado (como ejemplo, la sanidad rural, antes de-
pendiente de Gobernación y después unida a Sanidad y Consumo, donde sus
papeles pueden encontrarse, por ejemplo, con lo procedente de Abasteci-
mientos y Transportes), organismos nuevos y organismos refundidos ofrecen
una visión que llega desde las Comisiones de Monumentos o Juntas de Bene-
ficencia hasta las Delegaciones de Trabajo o Industria.
Dada la confusión es difícil que los Archivos Históricos Provinciales ha-
yan recibido entregas coherentes. Y, para colmo, acaban de pasar muchas de
las representaciones del Estado, por transferencia dc competencias, a ejercer
bajo las Comunidades Autónomas las mismas funciones que cumplían antes
bajo el propio Estado.
En su momento hablamos de los organismos suprimidos, y poco más hay
que añadir. Además de MSS y Sección Femenina, que ya hemos citado, se
han producido otros casos de desaparición, pero en unas ocasiones las ofici-
nas suprimidas se han considerado sujetas a la transferencia total al Archivo
Histórico y en otras, al hallar continuación su competencia en otro órgano
que les sucede, su documentación se ha estimado base de la Administración
sucesiva y, como tal, se ha transmitido a los organismos herederos de su acti-
vidad. Es imposible hacer, así, un cuadro completo. Por añadidura, las solu-
ciones han sido distintas en cada provincia.

5.4. Fondosjudicíales

Se debían recoger en los Archivos Históricos Provinciales, en virtud de


las disposiciones citadas en otro lado, los fondos de Juzgados de Primera
Instancia e Instrucción, Magistraturas de Trabajo, Juzgados Municipales o de
Distrito de la capital de la provincia, Fiscalía y Audiencia Provincial o Terri-
torial allí donde la haya y no exista un archivo superior. Debe recordarse que
268 Eduardo Gómez-Llera García-Nava

las Audiencias suelen conservar documentación de elecciones, ya que un ma-


gistrado preside la Junta Electoral provincial.
No obstante, y en parte por circunstancias apuntadas ya, los trasvases de
documentos de la Administración de Justicia a los Archivos Históricos Pro-
vinciales se han producido con cuentagotas. Los treinta años de prescripción
han actuado de forma exagerada y se ha permitido alargarlos a los ciento se-
senta años de existencia que han cumplido los Juzgados sin soltar un solo pa-
pel a los archivos. El secreto sumarial ha hecho el resto, y es de temer que la
protección del derecho al honor y a la intimidad —en los papeles judiciales,
tanto en lo civil como en lo criminal, aparecen muchas verdades, muchas
bajezas y muchos enredos— completen esa restricción de transferencia a los
archivos, sobre todo si un reglamento adecuado sobre ellos no sale adelante.
Hoy, quizá por la sola razón práctica de carencia de espacio, parece que los
Juzgados y Audiencias inician un cambio de actitud. Todo lo que haya salido
a la vista en un juicio público no tiene por que merecer una posterior opaci-
dad. Pero una vez en los archivos hay que ser muy cuidadoso con los fondos
que rozan la imagen e intimidad privada —en un sumario, secreto, se ve in-
vestigado no sólo el presunto responsable, sino un entorno más o menos am-
plio— y determinar con absoluta certidumbre si las condiciones que fija la
Ley de Patrimonio para su consulta se cumplen. Los plazos que ésta estable-
ce parecen, a pesar de todo, cortos, especialmente cortos cuanto mas peque-
ña sea la provincia o ciudad de origen.
Tenemos que hacer constar que en los archivos se estarán recibiendo hoy
los fondos judiciales de hace cuarenta años. Dada la distribución de compe-
tencias que entre los organismos de la Justicia existía en aquel momento,
concluiremos que de los Juzgados de Primera Instancia e Instrucción llega-
rán sumarios y recursos contra sentencias de los órganos de justicia munici-
pal, así como expedientes dc procesos civiles de mayor y menor cuantía, y de
jurisdicción voluntaria. De las Audiencias Provinciales se remitirán los pro-
cedimientos criminales, en fase de plenario, por delitos. De las Audiencias
Territoriales podrán recibirse apelaciones civiles y recursos contencioso-ad-
ministrativos. Las Magistraturas de Trabajo enviarán los expedientes de pro-
cedimientos laborales en reclamaciones sobre contratos de trabajo o por
conflictos colectivos, las acciones judiciales planteadas en las relaciones en-
tre las Mutualidades laborales y sus asociados o las de la Seguridad Social y
sus beneficiarios. Finalmente, la Justicia municipal, si es que en el archivo se
recoge algo de ella, contendrá actos de conciliación, juicios de cognición y
verbales civiles y juicios verbales de faltas.

5.5. Depósitos y donaciones

Es recomendable seguir una política de acercamiento hacia fondos priva-


dos. En las provincias pequeñas no son abundantes los de empresas y, en
cambio, son relativamente frecuentes los de algún miembro de la nobleza en-
Los Archivos Históricos Provinciales 269

raizado en la provincia, los de algún linaje destacado en ella. También habría


que hacer figurar en este apartado, aunque no suelen llegar a grandes volú-
menes, las colecciones privadas formadas por simple afición. Su contenido,
casi por propia naturaleza, es muy fragmentario.
Los artistas y los fotógrafos acopian habitualmente una cantidad aprecia-
ble de dibujos o fotografías. Siempre resulta dudoso qué tipo de centro debe
ser el terminal de esta especie documental, porque depende en gran manera
del contenido de los dibujos y fotos. Quizá una colección de contenido etno-
lógico y, en todo caso, una serie de dibujos artísticos quepan en un museo.
Una colección de fotografías de los edificios de una ciudad o de sus persona-
jes más destacados, o de los actos públicos celebrados en ella en un período
dado, por el contrario, encuentran mejor acomodo en un archivo. En todo
caso, no está dc más una actuación rápida por cualquiera de los tres órganos
dedicados a la conservación del Patrimonio —archivos, bibliotecas o mu-
seos— en situaciones de riesgo para esas colecciones, sean del carácter que
sean.
Existen dos archivos provinciales que se han movido especialmente para
la recogida de este tipo de fondos: Soria y Tarragona. Veremos después lo
ocurrido en Segovia.

6. LOS FONDOS DEL ARCHIVO HISTORICO


PROVINCIAL DE SEGOVIA

El archivo de Segovia participa, en grandes rasgos, del cuadro general de


fondos expuesto, aunque con ciertas especificidades.

6.1. Protocolo

Reúne dentro de la normalidad 10.515 protocolos notariales centena-


rios, que arrancan de 1503 y provienen de las notarías de Segovia, Cuéllar,
Sepúlveda, Santa María de Nieva y Riaza. Ya se sabe que dichas notarías ha-
bían absorbido, a su vez, lo creado por las antiguas escribanías en poblacio-
nes menores y más numerosas: Ayllón, Aguilafuente, Carbonero el Mayor,
Cantalejo, Coca, Fuentidueña, Fuentepelayo, El Espinar, Maderuelo, Otero
de Herreros, Pedraza, Mozoncillo, San Ildefonso, Villacastín, etc., hasta un
total de 91 pueblos.

6.2. Fondojudicial

Es una excepción en los archivos la aparición de documentación judicial


tan antigua. Está constituido por 4.400 cajas de procesos y pleitos, testamen-
tarías, reclamaciones de mayorazgos, etc., todo ello ante el alcalde mayor o el
270 Eduardo Gómez-Llera García-Nava

teniente de corregidor. Entre ese mismo número de legajos también se en-


cuentran parte de los expedientes de ventas de Bienes Nacionales —la otra
fracción radica en «Hacienda»— más los expedientes de Montes y Plantíos a
raíz de la Ordenanza de 1748 y un buen acopio de materias diversas —alum-
brado, orden público, policía dc calles, abastos..., etc.—. Se inicia la sección en
iso6yacabaen 1919.
En el último año han comenzado a llevarse a cabo nuevas remesas de la
Audiencia Provincial, en concreto de las elecciones entre 1976 y 1980 y de
expedientes de procesos criminales desde los primeros años del siglo xx. No
se pueden dar datos seguros porque la transferencia no se ha completado
aun.

6.3. Hacienda

La Delegación de Hacienda hizo una remisión de documentación antigua


en el año 1985 y, después, efectuó la mayor entrega en el 91. Entre una y otra
suman casi tres mil legajos y unos ocho mil libros. De los legajos, los poco
más dc cien de la primera entrega contienen documentación entre el siglo xv
y el xix, con noticias parciales sobre rentas del Antiguo Régimen, oficios, Ca-
sa de Moneda, pañeros, lanas, Cabildo y conventos..., etc., y con inventarios,
a veces muy escuetos, de los bienes desamortizados. Los libros se inician en
los primeros años del xix.
Se puede decir que «Hacienda» es la entrega de fondos más completa de
toda la Administración.
Como una parte de esta sección figura el Catastro del Marqués de la En-
senada, algo más de mil seiscientos libros que agrupan, con los de Segovia,
pueblos que en este momento pertenecen a Soria, Toledo, Burgos, Madrid y
Valladolid.

6.4. Contadurías de Hipotecas

Contamos con los libros de «toma de razón» de Segovia y con los Regis-
tros de Hipotecas de Segovia, Sepúlveda, Santa Maria la Real de Nieva y Ria-
za, estos últimos muy fragmentados. El Registro de Hipotecas de Cuéllar ha
desaparecido del mapa.

6.5. Junta de Beneficencia

Son 130 legajos de documentación que pasó por este organismo, contro-
lado por el Gobierno Civil, referente a los bienes de fundaciones, obras pías,
pósitos píos e instituciones de Beneficencia general que tras las desamortiza-
Los Archivos Históricos Provinciales 271

clones de 1797, 1836 y 1855 integraron la categoría de Bienes Nacionales.


Reúne documentos comprendidos entre los siglos xv y xix.

6.6. Gobierno Civil

Partiendo de la desaparición masiva de sus fondos y de un cierto volu-


men que no es que no se nos haya dejado ver, sino que, nos consta, ni siquie-
ra se ha querido reconocer que existe para mantenerlo en mayor silencio, el
Gobierno Civil de Segovia ha decidido unas transferencias sectoriales: los
presupuestos de la Administración Local y un grupo de legajos varios con
datos muy difusos, que incluyen hasta relaciones de excombatientes. Poco
más, y todavía no identificado en gran parte, pues dado el precedente de que-
mas o destrucciones anteriores la única remesa seria se aceptó sin relación de
entrega.

6.7. Trabajo

Esta Delegación Provincial se ha desprendido de todo su archivo, incluso


de documentación de los años ochenta. Lo que nos ha entregado no parece
ser un archivo intermedio, pues jamás ha solicitado para trámite posterior ni
un solo papel de la documentación transferida.
Versa sobre inspección y sanciones, conflictos colectivos, accidentes labo-
rales, emigración, movimientos interiores y otros varios asuntos de menor
entidad.
Suma algo más de ochocientos legajos.

6.8. Estadística

Integran este fondo los Censos de Población y Vivienda de 1970, en casi


cuatrocientas carpetas.

6.9. Agricultura

Actualmente fraccionada entre los Servicios Territoriales de Agricultura


y de Medio Ambiente, la antigua representación de dicho Ministerio en Se-
govia ha transmitido al Archivo unos guiones de emisiones radiofónicas que
protagonizaba Extensión Agraria en los años setenta, sobre técnicas y apro-
vechamiento de cultivos, y algunas unidades, no muchas, de documentación
de la secretaria de la Delegacion.
Por otro lado, Medio Ambiente, continuador del ICONA en las compe-
tencias que de este organismo autónomo pasaron a las Comunidades, intenta
272 Eduardo Gómez-Llera García-Nava

transferir, sin acabar de realizarlo por ahora, un buen volumen del fondo de
Montes, Caza y Pesca.

6.10. Organismos suprimidos después de 197 5-Sección Femenina


del Movimiento y AISS

Ya hemos hecho referencia a la alarmante desaparición de los expedien-


tes personales del Movimiento Nacional, al menos en Sección Femenina. Si
se pretendía escamotear antecedentes, las ocultaciones o destrucciones se
han perpetrado con absurda ingenuidad, pues las nóminas de pago a perso-
nal perduran y, por añadidura, desde años muy tempranos (1943, aunque sin
total continuidad en los inicios).
El resto es tan heterogéneo que resulta difícil de exponer: corresponden-
cia, contabilidad, control del Servicio Social ferienino, instrucciones, juntas
de mandos, ayuda del hogar, Escuela del Hogar, albergues, acción divulgado-
ra, notas de prensa, asambleas, asociaciones, cursos, concursos, Escuelas del
Movimiento, Colegio Menor, cátedras de la Sección Femenina y de Depor-
tes, Coros y Danzas, partituras populares, federaciones deportivas provincia-
les, etc.
Pasan de los sesenta legajos y transcurren entre 1943 y 197’?.
El Sindicato vertical —o como se le llamaba en su tiempo por exclusión,
«Sindicatos»— se transformó al cerrarse el periodo de la Dictadura en Aso-
ciación Institucional de Servicios Socioprofesionales (AISS). Desaparecida
definitivamente en 1978, su fondo abarca a veces documentación bastante
inconcreta —ingentes cantidades de correspondencia y papeles sobre activi-
dades de mero ornato: recepciones, encuentros, visitas, celebraciones, efemé-
rides, partes, memorias...— y, en otras ocasiones, cuestiones sustantivas, como
convenios colectivos, conciliaciones, funcionamiento de cooperativas, activi-
dades de las Obras Sindicales, formación profesional, contabilidad, informes
jurídicos, económicos y sociales..., en fin, documentación que puede dar una
perspectiva, con los necesarios retoques, dado el contenido político favora-
ble al Régimen de los sindicatos «nacionales», de la España del «Desarrollis-
mo».

6.11. Fondos familiares

Los representan el archivo del Conde de Velarde, con unos cuarenta le-
gajos, recibido en el Archivo Provincial por donación al Estado en 1984, y
una mínima documentación —dos legajos—, poco hilada, de la familia Arias
Dávila, que el Ministerio de Cultura adquirió en 1983 de un particular dedi-
cado al comercio de documentos.
Tanto uno como otro fondo, pero, como es lógico, en mayor grado el de
Velarde por su tamaño, constituyen un punto de apoyo en investigaciones ge-
Los Archivos Históricos Provinciales 273

nealógicas o sobre bienes inmuebles cuya identificación parta de su carácter


de vinculados a estas familias o sometidos a cargas en favor de ellas. También
son pauta para seguir el paso de determinados institutos píos o benéficos.

6.12. Depósitos

Se trata de pequeños testimonios documentales dados al Archivo en esa


figura jurídica extraña que la reglamentación administrativa llama «depósito»,
pero que desde el punto de vista del Derecho de obligaciones nada tiene de
tal. En fin, en ese depósito atípico están recogidos dos documentos: las Orde-
nanzas de la Comunidad de Regantes de Aldealengua de Pedraza y una eje-
cutoria de Navares de las Cuevas. Son de interés si se coordina su estudio
con el de otros fondos del Archivo, como el Catastro o el Judicial.

BJBLIOGRAÉIA SOBRE Aac¡-nvos Histowcos PROVINCIALES

1. Sobre Archivos Históricos Provinciales en general:

AGUIRRE, Francisco Javier: «Potenciación y salvaguardia de los Archivos Mu-


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II. Sobre archivos de una región

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III. Sobre Archivos Históricos Provinciales concretos

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un archivo personal: La correspondencia de Joaquín Costa conservada
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IV. Archivos extranjeros

TAMBA, Giorgio: La societa dei notai di Bologna, Roma, Ministero per i Beni
Culturalí eAmbicntali, 1988.

LEGISLACION OUE AFECTA A LOS ARChivos HístoRícos NACIONALES

— Decreto de 12 de noviembre de 1931, sobre régimen y denominación de los


Archivos Históricos de Protocolos y Archivos Históricos Provinciales.
— Decreto de 2 de marzo ¿le 1945, por el que se reorganiza la sección históri-
ca en los Archivos de Protocolos.
— Decreto 914/1969, de 8 de mayo, de creación del Archivo General de la
Administración Civil, en Alcalá de Henares.
— Ley 16/1985, de 26 dejunio, de Patrimonio Histórico Español
— Estatutos de Autonomía:
País Vasco, Ley Orgánica 4/1979, de 18 dc diciembre; Cataluña, Ley Orgáni-
ca 4/1979, de 18 de diciembre; Galicia, Ley Orgánica 1/1981, de 6 de
abril; Andalucía, Ley Orgánica 6/1981, de 30 de diciembre; Asturias, Ley
Orgánica 7/1981, de 30 de diciembre; Cantabria, Ley Orgánica 8/1981,
de 30 de diciembre; La Rioja, Ley Orgánica 3/1982, de 9 de junio; Mur-
cia, Ley Orgánica 4/1982, de 9 de junio; Valencia, Ley Orgánica 5/1982,
de 1 dc julio; Aragón, Ley Orgánica 8/1982, de 10 de agosto; Castilla-La
Mancha, Ley Orgánica 9/1982, de 10 de agosto; Navarra, Ley Orgánica
13/1982, de 10 de agosto; Extremadura, Ley Orgánica 1/1983, de 25 de
febrero; Baleares, Ley Orgánica 3/1983, de 25 de febrero; Castilla y León,
Ley Orgánica 4/1983, de 25 de febrero.
— Reales Decretos de transfrtencia:
Real Decreto 1010/1981, de 27 de febrero, sobre traspaso de funciones y
servicios del Ministerio de Cultura a la Generalidad de Cataluña; Real De-
creto 2434/1982, de 24 de junio, id íd. a Galicia; Real Decreto 3019/
1983, de 21 dc septiembre, id. id. a Castilla y León; Real Decreto 3023/
278 Eduardo Gómez-Llera García-Nava

1983, de 13 de octubre, id ida La Rioja;Real Decreto 3031/1983, de 21


de septiembre, id. id. a Murcia; Real Decreto 3039/1983, de 21 dc sep-
tiembre, íd. id a Extremadura; Real Decreto 3040/1983, de 5 de octubre,
id id. a Baleares; Real Decreto 3065/1983, de 5 de octubre, íd. id. a Ara-
gón; Real Decreto 3066/1983, de 13 de octubre, íd id. a Valencia, Real
Decreto 3149/1983, de 5 de octubre, id. íd a Asturias; Real Decreto
3296/1983, de 5 de octubre, id. u a Ci’asálla-La Mancha; Real Decreto
3355/1983, de 28 de diciembre, id id. a Canarias; Real Decreto 3547/
1983, de 28 de diciembre, id. ida Cantabria; Real Decreto 864/1984, de
29 de febrero, iii. id a Andalucía; Real Decreto 680/1985, de 9 de abril,
u ida Madric4 Real Decreto 335/1986, de 24 de enero, itt ida Navarra.
— Resoluciones de la Secretaría General Técnica del Ministerio de Cultura, por
las que se publican los c’onvenios de traspaso de gestión de los archivo de titu-
laridad estatal del citado Ministerio a las Comunidades Autónomas:
A la Generalidad de c’ataluña, Resolución de 1 6 de abril de 1982; a las Co-
munidades Autónomas de Andalucía, Baleares, Canarias; Cantabria, Casti-
lla-La Mancha, Murcia, La Rioja y Valencia, Resoluciones dc 14 dc diciem-
bre de 1984; a la Comunidad de Castilla y León, Resolución de 9 de junio
de 1986; a la Comunidad de Aragón, Resolución de 11 de julio de 1986;
al Principado de Asturias; Resolución de 10 de enero de 1989; a la Comu-
nidad de Extremadura, Resolución de 9 de mayo dc 1989; a la Comuni-
dad de Galicia, Resolución de 14 de diciembre de 1989.

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