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1. ANTECEDENTES
visado las Juntas Provinciales de 1847. Más tarde, en 1852, según nos dice
Olga Gallego, aparece un proyecto para la Organización de las Bibliotecas y
los Archivos Provinciales, que albergaba el deseo de agrupar en un único de-
pósito los fondos de Diputaciones, Ayuntamientos (de la capital de provin-
cia, suponemos) y centros municipales y provinciales de Instrucción Pública.
Su ambiciosa amplitud fue la causa de que no llegara a buen fin, aunque los
archivos de Hacienda mitigaron en parte, como comprobaremos, la inquie-
tud que habían promovido esos grandes y fracasados centros.
Comenzado el siglo xx, proyectos e informes inciden frecuentemente en
la acuciante necesidad de archivos provinciales, bien como depósitos judicia-
les, registrales y de la Administración Local, bien como archivos generales
para toda procedencia. A pesar de tan temprano inicio, la concepción de los
archivos provinciales como centro de recogida de fondos gubernativos crista-
lizará muy tarde, en concreto en el decreto de creación del Archivo General
de la Administración de Alcalá de Henares, en 1969.
Siempre con la excepción de la Administración fiscal, que había dado ya
pasos mucho más largos.
y provincias bajo los principios liberales (leyes de 1812, 1823, 1840 y 1845)
los secretarios de las corporaciones han recibido generalmente el cargo de
ellos, mostrando mayor cuidado que el que se les prestaba en momentos an-
teriores. Su esmero se dirigía preferentemente a los fondos administrativos,
con lo que los históricos dormitaban en estado cataléptico y constituían tal
problema para las propias corporaciones que se les abrían los cielos cuando
podían servirse de un archivo histórico provincial en que depositarIos.
Esos fondos antiguos que conservaban en principio con reducido interés,
por lo que respecta a los Ayuntamientos, eran los de la gobernación de la
provincia, comunidad, merindad y concejo —con el contenido que el Antiguo
Régimen daba a esas personificaciones jurídicas—; y, por lo que toca a las Di-
putaciones, los de las instituciones de Beneficencia cuyos activos se habían
convertido en Bienes Nacionales.
estiman que debe dárseles por vía de cortesía lo que no tienen por adscripción
legal, por otro aspiran a la transferencia total, de la propia titularidad, dc todos
los Archivos Históricos Provinciales y de los Reinos, en cuanto han recogido y
recogen documentación central; y si no, al menos, la gestión de los grandes Ar-
chivos nacionales (Simancas, Indias y Corona de Aragón). Dado el nivel de
transacciones a que nos tiene acostumbrados el Estado en materia de Cultura
hacia los organismos autonómicos, no sería de extrañar que la primera línea de
las próximas condescendencias fueran los archivos, bibliotecas y museos. Sobre
bibliotecas y museos el asunto puede ser visto desde otro ángulo, porque un li-
bro en circulación no es patrimonio ni resguardo específico de la actuación ad-
ministrativa de nadie, ni el hallazgo arqueológico en un determinado suelo tiene
por qué estar ligado al Estado. Pero un documento emanado de la actividad de
la Administración central o del Poder Judicial, que puede ser necesario en cual-
quier momento para un trámite o estudio posterior, debe quedar a todas luces
ligado a la Administración productora. Lo contrario equivaldría a considerar
correcto que cualquier individuo, una vez obtenidos los documentos acreditati-
vos de su personalidad o sus derechos —ONI, certificaciones de registros, libro
de familia, testamento que hubiere otorgado, títulos de propiedad de sus bienes,
resguardos de pago de sus tributos, etc.—, los cediera a otra persona para su cus-
todia indefinida. Si el Estado regalara la propiedad de los Archivos Históricos
Provinciales y de los Reinos se vería, a continuación, teniendo que optar por
una de estas tres posibilidades: crear un nuevo archivo estatal en cada provincia
al que conducir los documentos inactivos de sus organismos periféricos —Go-
bierno Civil, Agencias de Hacienda Pública, órganos gestores de competencias
no transferidas a las Autonomías— y de los tribunales de demarcación com-
prendida en la provincia; llevarse esos fondos documentales a Madrid; o des-
truirlos.
¿Sería una política lógica?
Una comisión de constitucionalistas ha estudiado el caso y ha estimado el
error manifiesto que suponen las transferencias en gestión de archivos estatales;
ha recomendado que no se efectúen transmisiones de titularidad de los mismos;
y ha sugerido que la gestión de la Chancillería de Granada, como archivo que
excede del interés de una sola Comunidad, debe retornar al Estado.
En estos días el Ministerio de Cultura ultima la tramitación del proyecto de
Reglamento de Archivos. Su tratamiento, por sí solo, requeriría una ponencia o
un estudio separado. Esperemos que vea la luz, y en el deseable grado de efecti-
vidad y salud, para comentarlo.
ción más de los servicios transmitidos. Es cierto que la culpa, casi siempre,
la ha tenido la falta de previsión del Ministerio de Cultura, manifiesta en la
escasez de espacio de los locales destinados a Archivos Históricos Provin-
ciales.
— Los fondos judiciales apenas se han recibido en los archivos. No se
sabe por qué los tribunales y juzgados han cumplido tan sobre ascuas el
Decreto de 24 de julio de 1947 —comentado páginas atrás—, aunque sos-
pechamos que el citado decreto se entrecruza con las particulares disposi-
ciones sobre expurgo del Ministerio de Justicia y con el carácter secreto de
buena parte de las actuaciones judiciales. Los jueces y secretarios de tribu-
nales, siempre estrictos a la hora de aplicar el ordenamiento, han identifi-
cado traslado al archivo histórico con puesta a disposición de los investiga-
dores o fisgoneo por el propio archivero. Y para no dar pábulo a instancias
tan indiscretas, hasta ahora han preferido esperar y aplicar los mandatos de
eliminación documental que, de vez en cuando, instrumentaba el Ministe-
rio de Justicia. Es cierto que dicha tendencia comienza a cambiar.
— En cuanto a organismos desaparecidos, todos sabemos que la estruc-
tura del Movimiento Nacional o los Sindicatos verticales originaron unos
papeles que, muy mermados en abundantes ocasiones, pasaron a los Ar-
chivos Históricos Provinciales a la muerte de Franco.
Con respecto al Movimiento, parece que la orden de recogida sólo
afectó a los de Sección Femenina y, aún así, muchos se perdieron o sc que-
maron. Los expedientes personales, como ejemplo, en Segovia, no han sido
vistos por ningún lado, y todo hace sospechar que los dc funcionarios jubi-
lados se destruyeron, mientras que los del personal activo se entregaron al
propio personal, a cada titular del expediente en concreto.
La AISS (Asociación Institucional de Servicios Socioprofesionales,
nombre de los Sindicatos tras disolverse como tales) ha planteado un pro-
blema diferente. Contaba en las provincias, aparte de la representación
global en ellas, con una serie de delegaciones comarcales o locales. Falta
de espacio y falta de transporte fácil hicieron que esa documentación sólo
sc transfiriera a los archivos en mínima parte.
— El acopio de fondos particulares o los depósitos de documentación
de instituciones y órganos no estatales son de lo más variopinto. Es necesa-
rio cultivar, para estas recogidas, buenas relaciones en la provincia y bruju-
lear por los ayuntamientos. Así se hace frecuente que todo o parte del fon-
do de algunos entes locales quede depositado en el Archivo Histórico
Provincial.
Los fondos de oficinas de la Administración delegada de la Comuni-
dad Autónoma se ingresan o no en el archivo, según las Comunidades, se-
gún las provincias y según el tenor de cada jefe de delegación o servicio.
En Castilla y León el contacto, por lo general, es fluido.
Los Archivos Históricos Provinciales 265
5.1. Protocolos
Se suelen indicar en los primeros años del siglo xvi, coincidiendo con
las Pragmáticas de 1502 y 1503, aunque aparezcan esporádicamente volú-
menes anteriores recogidos en archivos. También pueden salir a la luz, en-
tre los protocolos —no en las capitales, pero si en las escribanías desamor-
tizadas de los pueblos—, cuadernos de los «fieles de fechos».
El contenido de los protocolos es, de forma predominante, de carácter
escriturario, con tipología de escrituras muy repetida: poderes, obligacio-
nes, pagos, fianzas, arrendamientos, compraventas, dotes, arras, capitula-
ciones, censos, reconocimientos de censo, constitución de obras pías, fun-
daciones y memorias, cartas de aprendizaje, testamentos, codicilos,
inventarios, cuentas, particiones, cartas de perdón, compra y venta de es-
clavos, transacciones y renuncias de derechos, ordenanzas de gremios y
corporaciones, nombramientos de oficiales, cartas de compañía, etc.
Forma de acta revisten otros documentos: informaciones en aclaracion
de sucesos o derechos, requerimientos de actuación de un órgano, ejecu-
ciones de bienes, tomas de posesión, actuaciones de gestión de la Hacien-
da Pública o del Concejo, del órgano judicial concejil, etc. La razón de ser
de estas modalidades documentales entre los papeles del Protocolo estriba
en la reunión de todas las facultades y poderes en unos mismos funciona-
rios, tantas veces explicado.
Un tercer grupo de la tipología de los protocolos lo constituyen los do-
cumentos incorporados a un expediente, solicitud o declaración que se so-
lemniza por escritura pública, es decir, los documentos presentados al
notario para acompañar al instrumento que se redactará ante él. En tal su-
puesto se incluyen provisiones y cédulas, documentos eclesiásticos, trazas
de un edificio u objeto artístico mueble, diseño de piezas o elementos de
construcción, documentos de tipo privado no solemnes (cartas, árboles ge-
nealógicos...), etc.
Los temas abordados por los documentos notariales son variadísimos.
En general, como registran todo género de negocios jurídicos privados,
conforman una base fundamental para el estudio de la Historia del Dere-
cho. En segundo lugar, todo lo que afecta a pagos de salarios, costes de
productos, rentas de la tierra, inversión en contratos de crédito, valor de la
tierra, los inmuebles y los muebles o semovientes, intereses de capitales,
pago de impuestos..., etc., es un buen depósito de datos para la Historia so-
cial y económica. La Historia del Arte se puede nutrir de los muchos con-
tratos sobre realización de obras y objetos artísticos. Las obligaciones con-
traídas y las disposiciones de voluntad (testamentos, capitulaciones,
dotes...) celebrados por personas de un cierto relieve aportan segura infor-
mación en aspectos biográficos y genealógicos.
266 Eduardo Gómez-Llera García-Nava
De todos ellos, los papeles de Hacienda son los que nos han llegado en
mejor estado y abundancia, dando base a múltiples estudios de tipo socioe-
conómico: distribuciones de renta y de riqueza, cargas impositivas, inicio de
la empresa con el sistema de crédito bancario, producción agraria, iniciativa
económica privada, inversión estatal en cada provincia... Los impuestos de
Rústica y Urbana, Industrial, Utilidades, Consumos, Sucesiones, Transmisio-
nes y Derechos Reales, Lujo y otros tributos indirectos especiales, Patrimo-
nio y Renta, etc., son pilares fundamentales en este campo de investigación.
La documentación de Hacienda suele agrupar también, en mayor o menor
escala, fondos de Desamortización.
Hubiera sido la documentación de mayor importancia por contenido y
antigúedad, si no hubiera sufrido enormes menguas, la de los Gobiernos Ci-
viles. En ella podría tomarse, a lo largo de los siglos xix y xx, el pulso político
de la provincia. Pero precisamente por el carácter muy politizado de sus atri-
buciones y por la íntima conexión con actuaciones policiales, los papeles de
Gobiernos Civiles han sufrido fáciles deslizamiento hacia no se sabe dónde.
¿Expurgos y destrucciones?, ¿conservación reservada?, ¿entrega a órganos
superiores? Sólo en su faceta de controladores de la Administración Local y
de las asociaciones privadas los Gobiernos Civiles han aparecido como órga-
nos más administrativos que políticos y, en consecuencia, de mayor diafani-
dad en sus archivos.
Los fondos de Educación han escapado prácticamente de las manos de
los Históricos Provinciales, porque su núcleo más antiguo solía pertenecer a
Los Archivos Históricos Provinciales 267
5.4. Fondosjudicíales
6.1. Protocolo
6.2. Fondojudicial
6.3. Hacienda
Contamos con los libros de «toma de razón» de Segovia y con los Regis-
tros de Hipotecas de Segovia, Sepúlveda, Santa Maria la Real de Nieva y Ria-
za, estos últimos muy fragmentados. El Registro de Hipotecas de Cuéllar ha
desaparecido del mapa.
Son 130 legajos de documentación que pasó por este organismo, contro-
lado por el Gobierno Civil, referente a los bienes de fundaciones, obras pías,
pósitos píos e instituciones de Beneficencia general que tras las desamortiza-
Los Archivos Históricos Provinciales 271
6.7. Trabajo
6.8. Estadística
6.9. Agricultura
transferir, sin acabar de realizarlo por ahora, un buen volumen del fondo de
Montes, Caza y Pesca.
Los representan el archivo del Conde de Velarde, con unos cuarenta le-
gajos, recibido en el Archivo Provincial por donación al Estado en 1984, y
una mínima documentación —dos legajos—, poco hilada, de la familia Arias
Dávila, que el Ministerio de Cultura adquirió en 1983 de un particular dedi-
cado al comercio de documentos.
Tanto uno como otro fondo, pero, como es lógico, en mayor grado el de
Velarde por su tamaño, constituyen un punto de apoyo en investigaciones ge-
Los Archivos Históricos Provinciales 273
6.12. Depósitos
TAMBA, Giorgio: La societa dei notai di Bologna, Roma, Ministero per i Beni
Culturalí eAmbicntali, 1988.