Loreley El Jaber - Un País Malsano - La Conquista Del Espacio
Loreley El Jaber - Un País Malsano - La Conquista Del Espacio
Loreley El Jaber - Un País Malsano - La Conquista Del Espacio
ISBN 978-950-845-263-4
1. Relatos de Viajes. 2. Crónicas. I. Título A mis padres, Luisa Moita y Bruno El Jaber
CDD 910.4
A Fernando Cerolini
Biblioteca: Ensayos críticos
Ilustración de tapa: Daniel García
6 7
Agradecimientos
8 9
damental para este libro. Por último, y en esta línea, a la Acade- aventuré en la relación discurso-imagen en los relatos de viaje
mia Nacional de la Historia, fuente de encuentro de muchos do- del siglo XVI. Le agradezco a través suyo a la Biblioteca Nacio-
cumentos claves de la presente investigación. nal del Maestro y a su Directora, Lic. Graciela Perrone, que me
Por otro lado, a Cristina Iglesia, mi directora de tesis. Ella permitieron entregarme al descubrimiento de esa edición que
fue la primera que me alentó cuando le confesé mi interés por parecía inhallable.
trabajar las crónicas de la conquista del Río de la Plata, y quien A todos los que buscaron, fotocopiaron y enviaron material
me acompañó en el largo y difícil camino de abordar un objeto para este libro. A Fernando Degiovanni, amigo y lazarillo en
de estudio como el elegido. Con ella descubrí la literatura colo- Middletown, que me ha enviado y me sigue enviando textos cla-
nial argentina y compartí muchos años de investigación, mu- ves para mi investigación, a Mariano Siskind, a Ezequiel de
chas lecturas e intereses. Con ella festejé cada imagen y cada Rosso, a Mónica Kircheimer, a Alejandra Uslenghi, a Gonzalo
documento hallados como joyas encontradas en medio de un Aguilar, a Pablo Ansolabehere, a Patricio Fontana, a Claudia
viaje solitario. Por todo esto, gracias. Roman, a Sandra Gasparini, a Beatriz Colombi. Sin la bibliogra-
Agradezco a todos los que leyeron versiones, fragmentos y fía que cada uno de ellos sugirió, prestó, buscó y me alcanzó
capítulos de este libro. A Alejandra Laera, que leyó la introduc- este libro no hubiera sido posible.
ción y el capítulo 3, por sus estimulantes consejos. A Gonzalo A mis colegas y amigos Ezequiel De Rosso, Cynthia Edul,
Aguilar que leyó el capítulo 4 e hizo interesantes reflexiones, Alejandra Laera, Graciela Batticuore, Claudia Torre, Valeria
algunas de las cuales aún siguen resonando. A José Emilio Buru- Abusamra, Leonora Djament, Clara Di Frangia y Mariano Sis-
cúa que leyó el mismo capítulo, por la cordial predisposición y kind, gracias por estar, por escuchar, por leer y sugerir, pero
por las sugerencias productivas que realizó. A Marta Kollmann, sobre todo por ofrecer la palabra justa cuando la confianza
quien desde el campo de la geografía cultural, brindó su riguro- flaqueaba.
sa lectura del capítulo 3. A Beatriz Sarlo por sus atinadas apre- Fuera del ámbito académico, les agradezco a Soledad Núñez
ciaciones sobre el caso de Ruy Díaz de Guzmán, correspondien- y a Paola Neira por su compañía; a Andrea Boschet por las
te al capítulo 1. A Serge Gruzinski por sus palabras sobre el largas y muchas horas que dedicó en ayudarme con el trabajo
análisis del mapa de Díaz de Guzmán, lo que hoy forma parte técnico sobre las imágenes; a Laura Salles y a Pablo Ceroli-
del capítulo 4. A Sergio Serulnikov por sus comentarios sobre el ni, quienes desinteresadamente se sometieron a la odisea de
capítulo 2. A María Jesús Benítes por sus acertadas opiniones fotografiar estas rarezas iconográficas en bibliotecas nacio-
sobre la introducción. A Beatriz Colombi y a Leonardo Funes, nales; a Carolina Prieto y Alejandra Aisenberg, amigas sin
quienes, luego de la lectura de la tesis, con gentileza me ofre- cuya presencia en ciertos momentos la vida se hubiera espe-
cieron sus comentarios y recomendaciones, los cuales fueron sado aún más.
valiosos a la hora de la reescritura. A todos les agradezco. Sus A mis hermanas, Paula y Yamila El Jaber, que me han acom-
aportes recorren las páginas de este libro. pañado en todo lo que me ha pasado en el transcurso de tantos
A Martín Paz, gracias a quien pude ver la crónica de Ulrico años. Gracias por cada uno de los brindis a medida que la inves-
Schmidl publicada en Nüremberg en 1599 y base de análisis del tigación avanzaba y el libro crecía, por alentarme a seguir cuan-
capítulo 4. A él le debo ese increíble hallazgo, por el cual me do las cosas retrocedían.
10 11
A mis sobrinos Kalya Danilewicz y Simón Polack, alegrías Introducción
cotidianas irremplazables, y a Manuel Cerolini, que apareció
con su sonrisa hace unos años en mi vida.
A Fernando Cerolini, mi compañero, por cada uno de sus
inmensos abrazos, por darle pimienta y dulzura a mis días.
Este libro está dedicado especialmente a mis padres, Luisa
Moita y Bruno El Jaber. Por todo.
12 13
nada de esto sucedería. Ningún Atahualpa, ningún príncipe, Debido a la importancia y particularidad que tal arco reviste
ninguna Sierra del Plata serían finalmente hallados ni descu- en este territorio y en su relato, esta investigación se dedica
biertos y, por lo tanto, ningún hombre que se dirigiera al Río de al análisis de aquellos textos producidos durante los siglos XVI
la Plata podría alguna vez emular a aquel conquistador enri- y XVII por hombres de armas que, sin responder a un pedido o
quecido. Esta realidad se va descubriendo poco a poco. El fraca- mandato oficial, toman la pluma para narrar su experiencia
so económico de las expediciones que parten de la metrópoli en este espacio. El corpus está compuesto por: los Comenta-
entre 1530 y 1570 así lo demuestran. A la falta de metales que rios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, narrados por el escribano
caracteriza a este territorio, habrá que sumarle la hostilidad Pero Hernández y publicados en Valladolid en 1555; Derrotero
del terreno a descubrir y conquistar, la ausencia o escasez de y viaje a España y las Indias, título con el que es conocida la
alimentos, la pobreza, el padecimiento, la muerte; y la suerte obra del alemán Ulrico Schmidl, editada por primera vez en
final de Pedro de Mendoza y Álvar Núñez Cabeza de Vaca, al Baviera en 1567; y La Argentina de Ruy Díaz de Guzmán, la
mando de las dos empresas más importantes enviadas desde única crónica de un mestizo, elaborada en 1612 y considerada
España para la conquista del Río de la Plata,1 son los claros por su autor como los primeros “Anales de las Provincias del
ejemplos de que el sueño de ser Pizarro o Almagro nunca deja Río de la Plata”.
de ser eso: un sueño. La realidad golpea los ojos de los españo- En todos los casos los cronistas comparten un imaginario
les. Tal es así que para 1570, cuando Su Majestad decide enviar europeo conquistador que dirige sus impresiones, sus decepcio-
a Juan Ortiz de Zárate a esta parte de América, las circunstan- nes y su discurso. Ese imaginario, si bien es común, asimismo
cias que rodean este emprendimiento se vuelven cada vez más posee singularidades, las cuales se establecen en función de cada
dificultosas,2 ya que no sólo cuesta conseguir inversores que se autor, de las condiciones de enunciación y de esperada recep-
arriesguen en la aventura sino que además, como confiesa el ción que caracteriza a cada texto, y del cargo desempañado y el
clérigo Martín González, no se hallan “soldados y gente que tiempo transcurrido en estas tierras. Así, a pesar de narrar una
quiera yr por la mala fama que ha cobrado aquella tierra, que experiencia de conquista compartida, lo particular se impone:
en mentándola, escupen…” (Memorial de Martín González, 3 de el Adelantado de las Provincias del Río de la Plata, Álvar Núñez
mayo de 1575, en Fitte 1980: 235).3 Cabeza de Vaca, no es el soldado alemán Ulrico Schmidl y éste,
La gente “escupe” porque hay una realidad que se ha desen- por cierto, no es el mestizo Díaz de Guzmán. Reconstruir esas
mascarado: el Río de la Plata, en principio espacio promisorio, diferencias ha sido una elección clave en el abordaje aquí desa-
cuya riqueza declaraba su nombre, devela su verdad y deviene, rrollado y uno de los desafíos a la hora de enfrentar estas tex-
así, suelo maldecido. tualidades, lo que generó un trabajo de rastreo histórico-docu-
Este libro pone el foco tanto en quienes miran extasiados el mental que terminó ampliando y complejizando el conjunto de
tesoro del Perú como en aquellos que escupen desanimados, textos inicial. De este modo, forman parte del material de aná-
porque en esa brecha, entre el sueño del oro y el desaliento, lisis las crónicas antedichas junto con escritos en su mayoría
se construye un arco que evidencia el efecto que la tierra –la olvidados o desconocidos: la carta de Luis Ramírez (1528), la
real vs. la imaginada– produce en los soldados y gobernadores “Instrucción que el Adelantado don Pedro de Mendoza dejó a
que se dirigen al Río de la Plata y en las crónicas que realizan. nombre de Juan de Ayolas, cuando se embarcó con destino a
14 15
España” (1537), “La relación que dejó Domingo Martínez de Ira- nistas refieren, ilustran, reconocen, y de la cual se lamentan
la en Buenos Aires al tiempo que la despobló” (1541), la “Pro- una y otra vez.
banza de méritos y servicios de Ruy Díaz de Guzmán” (1605), la
“Relación general de Álvar Núñez Cabeza de Vaca…” (1545), la
“Relación de las cosas sucedidas en el Río de la Plata por Pero La relevancia del espacio: práctica, posesión y discurso
Hernández” (1545) y todas las probanzas judiciales que se reali-
zaron en torno al juicio que tuvo que afrontar Cabeza de Vaca al La dimensión espacial es relevante en todo proceso político-
regresar a España, entre otras. Asimismo, se trabaja con dife- ideológico; tal como lo señala Edward Soja: “no existe una rea-
rentes representaciones iconográficas y cartográficas que acom- lidad social no espacializada, no hay un proceso social no espa-
pañan los relatos y que son claves en la lectura crítica realiza- cial, aun en la realidad de la abstracción pura, en la ideología,
da: la serie de grabados de la edición latina del relato de Schmidl, hay una dimensión espacial” (Soja 1996: 16). 4
publicada por Levinus Hulsius en Nüremberg en 1599, y el mapa Desde esta perspectiva, la conquista de América no es una
que realizó el propio Díaz de Guzmán como parte de sus “Ana- excepción; como sabemos, el proyecto colonial que la sostiene
les”. Estos documentos y representaciones han sido el medio a establece una conexión imperativa entre el espacio conquistado
través del cual se ha procurado dar cuenta –en la medida de lo y las diversas modalidades de posesión y conocimiento que se
posible– del universo cultural que se cierne sobre la escritura y ejercen sobre él. El discurso que construye el imperio conquis-
la recepción de todas y cada una de estas crónicas. tador, y que luego intentarán continuar quienes se dirigen al
El recorrido por la inmensa red que entreteje cada uno de Nuevo Mundo, ensaya distintas estrategias espaciales que pre-
los relatos de Ulrico Schmidl, Álvar Núñez Cabeza de Vaca y tenden abarcar esta conexión y responder al objetivo territorial
Ruy Díaz de Guzmán ha sido una aventura tan particular como que propició el viaje y que, por extensión, es concebido como
la que ellos mismos relataron. Quizás el deseo primordial de referente central del escrito. De todos modos, más allá de ese
este libro sea el de ofrecer un espacio de reflexión crítico-litera- lugar referencial, el espacio en sí mismo significa, pauta, deter-
rio sobre las olvidadas crónicas del Río de la Plata; un modo de mina e incluso elabora convenciones o las destruye; esa signifi-
volver a tomar la “piedra” colonial, como alguna vez la llamó cación está basada en el hecho de que “la actividad en el espacio
Ricardo Rojas, y demostrar su compleja riqueza. está restringida por ese espacio”, es decir, “el espacio ‘decide’
Este libro busca, entonces, producir una lectura que no sólo qué actividad puede ocurrir, pero incluso (...) comanda los cuer-
intente reconstruir ese complejo universo cultural antes men- pos, prescribiendo o proscribiendo actitudes, rutas, distancias a
cionado, sino que esté especialmente atenta a la diferencia que ser cubiertas” (Lefebvre 2001: 55). Si bien esto es verdad, tam-
el Río de la Plata establece con otros puntos del continente bién hay que tener en cuenta que para el europeo que “produ-
americano. Por eso aquí se aborda la relación espacio-discurso- ce” este espacio, que vive sus consignas y prohibiciones, que
imagen, con el objeto de indagar sus modos de coexistencia, sus acata sus prescripciones o las transgrede, no hay sentido fuera
configuraciones y determinaciones, sus preceptos y torsiones del parámetro colonial metropolitano. El espacio adquiere tal
porque trabajar sobre todos ellos es uno de los modos de otor- sentido si es reproducible, lo posee en la puesta en discurso del
garle entidad a una espacialidad rioplatense que los propios cro- recorrido practicado e impuesto. El lenguaje ocupa, por lo tan-
16 17
to, un lugar que no es suplementario a la acción efectiva lleva- bargo, existe un espacio, que podría llamarse natural, que está
da a cabo sobre las tierras a conquistar, sino parte integral de la allí antes de la aparición de estos nuevos actores-conquistado-
misma.5 Esta coexistencia entre espacio y discurso liga la signi- res-escribientes. Pero esa “preexistencia del espacio” no funcio-
ficación que ofrece la presencia textual de un lugar o un paisa- na aisladamente, sino que convive con lo que podríamos deno-
je, con el tipo de posesión llevado a cabo sobre cada uno de minar una “preexistencia del sujeto” que viaja y recorre y con
ellos. una existencia in situ de quien lleva a cabo la práctica territo-
La narración del nuevo territorio y de las diversas activida- rial. Entonces, si bien el espacio existe como realidad material,
des infringidas sobre él se halla indefectiblemente marcada por esa materialidad se halla atravesada por una multiplicidad de
el bagaje cultural que porta quien articula el enunciado, así planos, los cuales son atravesados a su vez por procesos socia-
como por los condicionamientos que el propio espacio establece les, culturales y políticos diferenciados.
sobre aquél. De ahí que no sea sólo el verbo ni la mano que lo La espacialidad, concebida en su complejo entramado, posi-
escribe los que delinean la figura espacial que se trasladará al bilita el abordaje de esa interesante e intrincada multiplicidad
relato, el ojo del cronista conquistador recorre la tierra nueva, recién señalada. Por eso proponemos partir desde aquí y conce-
cuyas propias características dirigen el tipo de experimentación bir el espacio no como un simple medio físico o un puro medio
que luego será fijada en el papel. La representación ofrecida de producción, sino como una representación cultural cuyo or-
sólo será decodificable en tanto dé cuenta de una compartida den es reflejo de la práctica social ejercida sobre el mismo, y
“orientación mental”, en tanto reproduzca una política común cuyos movimientos a través de él, una vez textualizados, per-
de conquista espacial. Por eso, en las derivas visuales del cro- miten alcanzar una comprensión más amplia no sólo de las con-
nista, en sus detenciones y en la historia que establece el modo ductas de la vida social, sino también de la biografía de quien
de mirar, se observa la construcción (o aplicación) de una “lógi- las lleva a cabo y de la historia que tales desplazamientos cons-
ca de la visualización” (Lefebvre 2001: 98; King 1997: 134-144) truyen. Así, los movimientos efectivamente emprendidos en/
que –articulada por una ideología que alcanza al viaje, al viaje- sobre la nueva tierra son concebidos en su eficacia significante
ro conquistador o al terreno mismo practicado– es la que deter- –ya sea por los propios hombres de armas que accionan sobre el
mina finalmente el recorrido de la representación realizada. Pero terreno, ya sea por quienes se colocan en el lugar de observado-
esa lógica no es unilateral, es decir, su nivel de aplicabilidad a res de tales emprendimientos– en función del objetivo ideológi-
veces se resiente; en ocasiones, como sucede en el Río de la co que los dirige, son interpretados en términos de su funciona-
Plata, el ojo no está preparado para ver aquello que se le ofre- lidad estratégica; de este modo, pueden ser entendidos como
ce, o el recorrido que impone la nueva tierra descubierta se prácticas discursivas en las cuales los significados están corpo-
halla en clara tensión con aquella “orientación” esperada. reizados, inscriptos y reinscriptos simultáneamente. Esta es-
Los condicionamientos individuales, ideológicos y culturales critura de palimpsesto que el espacio inscribe en los cuerpos de
que porta el sujeto europeo y que inciden en sus modos de mi- quienes lo transitan, que los conquistadores escriben sobre el
rar, de poseer y de representar el nuevo espacio descubierto, territorio que pretenden dominar, que los cronistas ilustran a
permitirían pensar que ha desaparecido la posibilidad de una través de las diversas y reiteradas representaciones que ofre-
visión o concepción objetiva del terreno conquistado. Sin em- cen, da cuenta de la red de relaciones que caracteriza al espacio
18 19
(y a sus diversos actores) en su devenir. Es esta escritura mar- descubrimiento y colonización– sino también a aquél que pre-
cada por los incesantes recorridos, itinerarios y redes; hecha tende poner en palabras este proceso. Las dificultades empíri-
palabra en la crónica que pretende reproducir la práctica en sí; cas que vive el europeo en esta tierra se complejizan aún más a
escritura que se escribe con el cuerpo y también con la pluma, la hora de trasladar esa experiencia al papel. En el Río de la
cuya existencia se ve determinada por la historia de ese cuerpo, Plata no hay modo de protegerse del impacto que produce lo
por su biografía; es esta escritura, que caracteriza también a nuevo porque no hay nociones o categorías dentro de las cuales
las crónicas rioplatenses, el recorrido elegido, el eje de este incluir este “desvío” del modelo. En las crónicas rioplatenses,
libro. en cada texto, para cada uno de sus autores, el espacio surge y
supone un problema ideológico, estructural y retórico. ¿Cómo
dar cuenta de una conquista infructuosa? ¿Cómo referir un es-
El Río de la Plata: distopía, relato y desaliento pacio que corroe aquellos elementos en los que se sostiene la
heroicidad del conquistador? ¿Cómo elaborar una narración ve-
Comenzar por el lugar que posee la espacialidad en la con- rídica que, dadas las características de esta tierra, sea asimis-
quista y en su relato, permite dimensionar la importancia dis- mo legible del otro lado del océano? ¿Qué lugar otorgarle a la
cursiva, política y estructural que adquirirá en los textos que esperada riqueza propia del discurso colonial, por su valor eco-
tengan que referir un espacio tan alejado de aquel creado y re- nómico y simbólico, una vez que se ha alcanzado y recorrido
creado por el imaginario europeo conquistador. El Río de la Pla- este espacio, una vez que se han explorado sus posibilidades?
ta no provee los productos esperados por quienes se encaminan ¿Qué tradición seguir, qué modelo narrativo puede ser funcio-
a su encuentro, ya que no sólo no hay en él metal precioso a nal para llevar a cabo la representación de una tierra que está
extraer, sino que tampoco hay suficientes alimentos disponi- fuera del esperado horizonte de expectativas y que no se cansa
bles, ni agua con que saciar la sed. El suelo parece resistirse a de confirmarlo?
satisfacer las demandas de los recién llegados, resistencia que El Río de la Plata crea, así, un relato nuevo fundado en un
se ve duplicada en las constantes dificultades que atraviesan espacio distópico por excelencia, crea la escritura de la de-
los españoles a la hora de transitar o de fundar su recorrido. cepción, una escritura que, a diferencia de otras crónicas de
Ciénagas, inundaciones, una naturaleza salvaje e inhóspita, Indias, dice la negatividad sin omisiones ni enmascaramien-
accidentes naturales que impiden la exploración, junto a reite- tos, dice lo que falta en esta tierra, lo que no se encuentra,
rados ataques indígenas a la armada española, son algunas de profiere el hambre, la sed, la equivocación reiterada de los
las características centrales que marcan el viaje de conquista y recorridos, la ausencia de metales, de riquezas, de maravi-
exploración de esta tierra. llas: dice el desaliento. El fracaso de los objetivos económi-
La distinción que caracteriza al Río de la Plata no afecta cos y simbólicos en el Río de la Plata no es un dato adicional
solamente al imaginario identitario del conquistador que llega ni circunstancial, no responde a la coyuntura de una expedi-
a este lugar –quien esperaba hallar aquí el terreno fértil donde ción, a la suerte de un viaje, de un viajero o de un cronista.
poner en acción las lecturas maravillosas de héroes que alcan- La decepción, articuladora de este tipo de discurso, no res-
zaban la fama, la gloria y el poder mediante sus acciones de ponde tampoco a un naufragio, a un cautiverio o a una re-
20 21
vuelta, es decir no deriva de un acontecimiento fortuito del Notas
que se desprende un evento trágico o anecdótico que podría
ser narrado y consumido. En los textos que aquí trabajamos,
el espacio del Río de la Plata –y todo lo que se liga a su acon- 1
Sobre las características de la expedición de Mendoza, ver Groussac
tecer– es la condición misma de posibilidad del relato, es tan- 1932; sobre la expedición y el gobierno de Cabeza de Vaca, ver de Gandía
to el que propicia la escritura, como el que decide y moldea el 1932 y Fitte 1980.
2
acontecimiento a narrar, el que le confiere estatuto al dis- Para mayor información sobre la expedición de Ortiz de Zárate, ver de
Gandía 1932: Fitte 1980 y Zavala 1977.
curso y a su portador. 3
El subrayado es mío.
La novedad de lo experimentado coloca a los cronistas ante 4
A menos que se indique lo contrario, todas las traducciones son mías.
desafíos narrativos, de decodificación y legibilidad. Esa misma 5
Sobre el rol fundante y performativo del discurso en este contexto, ver
novedad, que hace a la materia a relatar, es la que a su vez Lienhard 1990 y Gregory 1998.
exige incursionar en nuevos modos de decir. Pero la crónica
rioplatense no aborda solamente este aspecto creador, sino que
trabaja en una doble vertiente, entre la tradición que espera
leerse y lo nuevo que exige ser dicho. La escritura de la decep-
ción lo dice todo, desde el sueño al desaliento, desde el ruego y
el lamento a la condena y creación, y en esa “totalidad” a la que
aspira también intenta sostener motivos de identificación entre
autores y lectores; por eso, más allá de sus particularidades,
también habrá héroes, habrá territorialidad, conquista, habrá
combates e incluso riquezas, aunque sean minúsculas, aunque
sean pocas, aunque una y otra vez sean inhallables y persistan
en su realidad mítica.
Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Ulrico Schmidl y Ruy Díaz de
Guzmán derivan entre lo nuevo decepcionante, y raras veces
maravilloso, y lo esperado o esperable ya codificado, sus plumas
oscilan entre un espacio y otro. Este trabajo busca comprender
esos vaivenes que no sólo marcan la narración, sino que en
ocasiones, incluso, determinan el ritmo de la historia de este
espacio.
22 23
Capítulo 1
Escribir la decepción
[envíame] alguna perla o joya sy ovieredes avido para mi que saveis que no
tengo que comer en españa, sy no es la hacienda que tengo que vender, y
toda mi esperanza es en dios en vos, por eso mira pues os dexo por hijo y con
cargo tan honrrado que no me olvides, pues me voy con seis llagas, quatro
en la cabeza y una en la pierna y otra en la mano que no me dexa escrevir
ni aun fyrmar (Mendoza [1537] 1941, 2: 190). 1
24 25
Sy entraredes tan adentro que os encontreis con Almagro o con pizarro, so, alguna joya que posibilite equilibrar los trabajos y las penu-
procura de hazeros su amigo (...) Y si Diego de Almagro quisiere daros por rias vividas? Pedro de Mendoza apela, por lo menos, a no morir
que le renuncie la governacion que ay tengo desta costa y de las yslas ciento
de hambre; las compensaciones han decrecido considerablemente
y cincuenta mil ducados como dio a pedro de Alvarado porque se bolbiese a
su tierra, y aun que no sean sy no cien mill, hazedlo sy no vieredes que ay respecto de lo esperado al zarpar con la armada más importan-
otra cosa que sea mas en mi provecho no dexandome morir de hambre (...) te que se dirigiera al Río de la Plata. En la disminución ya co-
y si dios os diere alguna joya o alguna piedra no dexeis de enbiarmela mienza a perfilarse el trastrocamiento que ocasiona la expe-
porque tenga algun remedio de mis trabajos y de mis llagas (191). riencia vivida en esta tierra. Y es ese cambio el que dirige el
tono de la instrucción, el que la personaliza y por ende recrude-
Finalizando la instrucción, el Adelantado redobla la apuesta, ce a medida que avanza la narración, a medida que se extiende
sobre el fin se corrige, se retracta y enuncia el remate: el tiempo de espera de Ayolas sin que éste regrese, a medida
que las llagas lo aquejan y lo imposibilitan en sus movimientos,
y aunque arriba digo que la contratación que aveis de hazer con Almagro o
a medida que finaliza el escrito y con él sus funciones.
pizarro que sea de las dozientas leguas que tengo de governación en la mar
del Sur o de las yslas, digo que lo hagais por todo el Río de la plata tambien
Esta instrucción marca una línea que seguirá el resto de las
y sea por todo lo que mas pudieredes (191). crónicas sobre la conquista del Río de la Plata: desde el cruce en-
tre lo legal y lo personal hasta la desilusión, la realidad puesta en
La desesperada instrucción del 21 de abril de 1537 nunca discurso de lo no encontrado, pasando asimismo por el deseo, casi
llega a hacerse efectiva. Ayolas muere en una emboscada indí- lloroso, de confiar aún en la existencia de alguna piedra perdida,
gena, sin llegar a retornar al puerto desde el que lo esperaba su alguna joya, alguna leyenda. En este sentido la “Instrucción” es el
mentor; Pedro de Mendoza muere también en altamar antes de texto que condensa los motivos fundantes de la escritura de la
llegar a España. Esta instrucción es el primer escrito de la de- decepción, por eso se verá amplificado o recreado por las crónicas
cepción, el primer texto que enuncia la pobreza del retorno, el que lo sucedan; texto en el que el fracaso económico, que deriva
derrumbe de las expectativas del Adelantado frente a una tierra de una empresa colectiva, se torna individual; donde el cuerpo
de la que parte postrado, enfermo, sin riquezas y con la muerte adquiere una relevancia nueva en su acontecer en el espacio, en
rondándolo.2 Antes de partir, Pedro de Mendoza aún cree que su recorrido, en su aventura conquistadora y en su padecimiento
quizás su “hijo” encuentre el bien preciado, la joya que la tierra casi infinito; donde las relaciones sociales también se ven trasto-
les ha escamoteado; antes de embarcarse, el conquistador tam- cadas y personalizadas; donde el oro, su hallazgo o su pérdida, rige
bién sospecha que quizás la tierra continúe ocultando sus ri- el enunciado, el destino final, el retorno y también la muerte.
quezas, entonces apela al valor de un bien incuestionable: le-
guas y leguas podrían ser vendidas al único postor que pueda
verse interesado por ellas. La decepción marca el escrito del 1. Cuando la novedad espacial se hace carne en el cuerpo
escribano, quien reproduce por medio de la letra legal el ruego La crónica de Ulrico Schmidl (1567)
personal de un hombre que implora “no me olvides”.
¿Cómo se compensa el fracaso de una conquista, de una ex- Después de la conquista de Perú y de México, en medio de
pedición, de una aventura personal, de una vida? ¿Habrá, aca- una segunda ola expansionista en el imperio de Carlos V y de
26 27
una creciente y nueva fiebre del oro, Ulrico Schmidl de Strau- tivas europeas sobre el Río de la Plata y su paulatina reconfigu-
bing parte junto a don Pedro de Mendoza y su expedición rum- ración.
bo al Río de la Plata.3 Esa fiebre del oro se desata el mismo Las preguntas que surgen al leer esta crónica –¿cómo se
año de su embarque, 1534, en que salen más de ochenta y seis narra la frustración?, ¿cómo se dice la falta, el vacío?– no son
navíos en dirección a América, el número más grande desde el privativas de la relación de Schmidl, se adelantan en la carta de
descubrimiento, y en el que se registra el mayor volumen de Ramírez, en la instrucción de Mendoza, incluso en los Comen-
oro llegado a España. Pero, como sabemos, ese volumen que tarios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Pero dado que en este
propicia el viaje, esa fiebre que impulsa a este alemán hacia el caso la crónica no está dirigida a una autoridad real, aquí la
Nuevo y prometedor Mundo no llegará a concretarse en este materia misma del relato se ve marcada por otro tipo de cues-
territorio. tiones: cómo se escribe un texto atractivo de una experiencia
En 1554, luego de haber pasado casi veinte años como solda- de conquista como esta, qué se le puede regalar a los lectores
do al servicio de la Corona española en el Río de la Plata, Ulrico europeos de una vivencia de veinte años entre el hambre, la
decide volver a su país natal, Alemania. Su retorno no se debe ausencia de metales y la inhallable maravilla. Esta última pre-
al quiebre de los ideales que dibujaron la partida, sino a cues- gunta resulta crucial, en especial si se tiene en cuenta que las
tiones personales: su hermano Tomás le pide que vuelva a Ale- publicaciones de la crónica de Schmidl durante los siglos XVI y
mania y él responde a este ruego de inmediato. El viaje de re- XVII se realizan en el marco de colecciones de relatos de viajes
greso tendrá las vicisitudes aventureras que ya venían exitosas para la época. De este modo, la primera publicación
caracterizando a sus desplazamientos. A punto de embarcarse forma parte de la serie de viajes que edita Sigmund Feyerabend
rumbo a su país desde Cádiz, pierde todas sus pertenencias en desde Frankfurt en 1567; y en el resto de las ediciones, este
la nave que había contratado para volver, salvando su vida por texto también integra proyectos editoriales mayores, como el
milagro. Ulrico Schmidl retorna, entonces, sin beneficios eco- de Jean Theodor de Bry en 1597 y 1599 y el de Levinus Hulsius
nómicos que representen, aunque fuera medianamente, su en 1599, 1602 y 1612. 5
amplia experiencia americana. Sin embargo, no son estas cues- Al observar los títulos que se le otorgan al relato de Ulrico
tiones las principales directrices que marcarán el tono del rela- en cada edición, la pregunta recientemente articulada adquiere
to que escribirá posteriormente. Trece años después de su re- mayor relieve. El desafío al que se enfrenta el cronista es toma-
torno, en 1567, Ulrico publica su crónica sobre su experiencia do por los distintos editores, quienes, como su narrador solda-
vivida en el Río de la Plata desde 1534 hasta 1553.4 En ella, do, le buscan un atractivo a esta historia de hambre y padeci-
cuenta todos los acontecimientos relativos a la conquista de esta miento. Así, el título de la primera edición de 1567 es:
tierra, describe todas las tribus encontradas, los recorridos efec-
tuados, los combates llevados a cabo, las rencillas por el poder Otra parte de esta historia universal de navegaciones. Verídicas descrip-
que ha presenciado. El relato de Ulrico no sólo es el único rela- ciones de varias navegaciones, como también de muchas partes desconoci-
das, islas, reinos y ciudades... también de muchos peligros, peleas y escara-
to desde la perspectiva de un soldado, o como él dice “del común
muzas entre ellos y los nuestros, tanto por tierra como por mar, ocurridos de
de la gente”, y el único que recorre tan amplio período de tiem- una manera extraordinaria, así como de la naturaleza y costumbres horrible-
po, también es el único texto que narra paso a paso las expecta- mente singulares de los antropófagos, que nunca han sido descriptas en
28 29
otras historias o crónicas, bien registradas y anotadas para utilidad pública. originalidad. Así, Feyerabend apela en primera instancia a todo
Por Ulrich Schmidel de Straubing (Cóccaro y Kirbus 1984: 12).6 artilugio para atraer al lector: “partes desconocidas”, “muchos
peligros, peleas y escaramuzas”, “ocurridos de manera extraor-
En la segunda foliatura de esta edición se registra la narra- dinaria”, “costumbres horriblemente singulares de los antropó-
ción de Schmidl con el siguiente título: fagos”; de Bry focaliza la novedad del texto que publica como
parte de su colección en el hecho de que narra “lo que no se ha
Verídica e interesante descripción de algunos países andinos e islas, que
hecho mención todavía en ninguna crónica”, destacando asimis-
no han sido mencionadas anteriormente en ninguna crónica, explorados
por la primera vez en el viaje de navegación de Ulrich Schmidl de Straubing mo el rol fundacional de las acciones llevadas a cabo (“las explo-
con mucho peligro, y descriptos por el mismo con mucho esmero (13). 7 raciones” geográficas efectivamente realizadas), el aspecto aven-
turero de quien las realizó (“con grandes peligros”) y la
La edición de de Bry, tanto la alemana como la latina, elige discursividad del relato en sí mismo. Hulsius, por último, diri-
el siguiente título: ge la atención del lector hacia el tiempo vivido y el recorrido
efectuado en el Nuevo Mundo, así como también hacia los pade-
Parte VII. América. Descripción verídica e interesante de algunos países cimientos del cronista y los “extraños y maravillosos países”
e islas de importancia, de que no se ha hecho mención todavía en ninguna visitados por éste, además de los aportes particulares de su edi-
crónica, y cuyas exploraciones han sido llevadas a cabo por primera vez en
ción, como las láminas y el mapa que la acompañan. Es intere-
el viaje de navegación de Ulrico Schmidt de Straubing, con grandes peli-
gros, y que han sido descriptos y explicados por él con toda diligencia (13). 8
sante esta estrategia de venta en el siglo XVI en el marco de
colecciones de viajes. De ahí que no sólo haya que reparar en la
La contemporánea edición de Hulsius (1597-1599) –trabaja- posible existencia de un régimen o patrón a seguir con el objeto
da en profundidad en el capítulo 4– posee el título: de captar el interés del lector, sino también en los cambios que
pudieron haberse efectuado sobre tal molde. Si los padecimien-
Historias verdaderas de una maravillosa navegación que Ulrich Schmi- tos del soldado cronista son efecto directo de lo relatado en su
del, natural de Straubing, hizo, desde 1534 hasta 1554, a América, al Nuevo historia y las peleas son parte constante e integral de una cró-
Mundo, a Brasil y al Río de la Plata. Lo que padeció durante esos diecinueve nica de la conquista, ¿en qué consiste lo maravilloso del relato
años y los extraños y maravillosos países y pueblos que vio, todo descripto de Schmidl? ¿Dónde puede observarse lo extraordinario? Feye-
por el propio Schmidl...... (14).9
rabend lo coloca del lado de lo “horrible”, en la antropofagia
indígena, pero también del lado de lo “increíble”, en la grandio-
Como puede observarse, todos los títulos elaborados por los
sidad de los combates vividos por el cronista y por él mismo
editores remiten a una historia “verídica”, única, nunca antes
narrados; Hulsius lo ubica en el espacio, es la geografía, son los
contada, sobre un espacio explorado por primera vez por su au-
países, las islas, los reinos, las ciudades, las “maravillosas”. En-
tor; recalcan los padecimientos y peligros vividos por el cronis-
tramos aquí en disonancia con el propio narrador: ¿Qué hay de
ta, se detienen en el aspecto extraordinario, maravilloso, de
“maravilloso” en este espacio, en esta geografía, en esta natu-
esta historia que, ante todo, es concebida como un relato de
raleza? La crónica de Ulrico se pretende verídica en tanto fuen-
viaje.10 Desde esta óptica, la particularidad de este texto es su
te directa de una experiencia vivida por el propio cronista, sol-
30 31
dado de la expedición de don Pedro de Mendoza con la que parte el peligro y el padecimiento sin vuelta ni recompensa es la aven-
y de la tripulación y de la armada de Álvar Núñez Cabeza de tura que emprende Ulrico a la hora de relatar su experiencia
Vaca, de Juan de Ayolas y Domingo de Irala; la crónica de Ulrico en el Río de la Plata. Pero esta aventura en el marco de un
es el relato de una experiencia signada por el peligro y el padeci- viaje de conquista, realizada por un alemán mercenario ligado
miento, en este sentido todo un relato de aventuras con el que a la Casa Bancaria Welser,11 es, sin lugar a dudas, atípica, preci-
espera toparse el lector y a cuyo imaginario apelan los editores; samente por su falta de recompensa. La cuestión es aún más
la de Ulrico Schmidl es la historia de la conquista de un espacio compleja si se tiene en cuenta que la narración del fracaso eco-
que rompe con la fiebre del oro que moviliza su encuentro y, por nómico –base constitutiva de la escritura deceptiva– no es aquí
ende, si posee alguna maravilla no es, desde ninguna perspecti- incidental a la materia del relato, ni corolario de un éxito final,
va, propia de la particularidad espacial del Río de la Plata. ni marco de una aventura fantástica mayor, sino base misma de
La distopía no puede adelantarse en el título, por eso los la historia narrada. 12
editores de estas colecciones de viajes convierten la experien- Dotado de descripciones geográficas, temporales, históricas y
cia infructuosa en aventura única e irrepetible y a veces tuer- etnográficas, el relato de esta tierra rioplatense descripta como
cen el vacío, viendo en el padecimiento que produce la falta, la vacua (sin oro, ni plata, ni metal precioso, ni alimento) se pleni-
novedad del relato. Si fue así, si pudiera pensarse de ese modo, fica de sentido. El hambre –que recorre el texto, la historia, la
quizás Hulsius, uno de los grandes propagadores de esta cróni- acción misma– lleva al cronista a extremar el realismo de su
ca, sea o haya sido un adelantado en ver que lo nuevo del Río de relato. El hambre pide un tono hiper-realista y conforma, de este
la Plata es lo que no se ofrece, no se halla, no se alcanza; lo que modo, el marco a partir del cual se abrirán paso todos los suce-
se ve y experimenta es el suelo que lleva a Mendoza a enunciar sos y episodios a narrar. En este contexto surgen, aunque parez-
su ruego lastimoso de moribundo fracasado, el mismo que lleva ca una contradicción, la relación de las Amazonas y de la Ciudad
a Schmidl a proferir maldiciones sobre las características de de los Césares; mujeres, oro y mitos que, una vez dentro de la
esta tierra. La maravilla ha comenzado a trocar, como gran parte lógica del relato de conquista, adquieren una existencia de he-
del imaginario una vez transitado el Río de la Plata; si existe cho. Si bien la presencia de este tipo de leyendas puede deberse a
algún aspecto fuera de lo ordinario que “maravilla” los ojos del que la audiencia alemana de este período demandaba “temas exó-
europeo, si puede concebirse la existencia de una novedad liga- ticos y licenciosos” (Bolaños 2002: 232),13 Schmidl no desanda este
da al territorio rioplatense que sea narrada en esta crónica, interés pero tampoco lo convierte en aspecto reglar de su escri-
ésta se hallaría en los resquebrajamientos que este espacio pro- tura. El espacio rioplatense, la historia de conquista allí vivida
duce dentro del imaginario fabuloso y mercantil que porta el entre 1534 y 1554, marcan el recorrido de la narración y su ma-
europeo. Quizás en este aspecto radique lo “moderno” de esta teria. Las directrices de la crónica están determinadas en el in-
crónica y de su éxito de publicación, es decir, que lo que podría- terior mismo del texto, y gran parte de lo que puede leerse como
mos llamar la “demanda del público lector” de estos relatos de respuesta a la demanda del público lector, como estrategia deli-
viaje, en el marco de las colecciones de Feyerabend, de Bry y berada del cronista, también admite ser leído simplemente como
Hulsius, es el aspecto verídico de una aventura irrepetible que, el modo de satisfacer el propio deseo/gusto que Schmidl –tam-
desde esta perspectiva, no impide la narración de la falta. Decir bién lector y alemán– poseía por tales temas.
32 33
Vociferar el hambre El alimento se ha convertido en una empresa conquistadora
por la que hay que pelear, caminar, embestir y navegar; empre-
En Verídica descripción... o Derrotero y viaje a España y las sa que, como tal, impone el cuerpo como elemento central de
Indias, como es conocido su texto,14 Ulrico Schmidl refiere los su lógica de funcionamiento. La supervivencia es la respuesta a
desplazamientos rumbo al Río de la Plata y en especial dentro una acción efectiva que lleva a cabo el hambriento conquistador
de él, los cuales generalmente estaban dirigidos hacia el en- sobre y contra el espacio conquistado; por eso, como aclara en
cuentro del oro o el hallazgo del lugar aurífero de leyenda; pero su instrucción el capitán Juan de Ayolas, “si alguno de los hom-
su crónica no sólo narra esto, también cuenta la reconfigura- bres de guerra] quería más [que las ocho onzas y media de pan
ción del móvil del viaje que genera este espacio en particular. y harina estipuladas para cada uno] que se lo buscara” (44). La
La necesidad de comida, su búsqueda desesperada e imperiosa, ración asegura la vida, el apetito deriva en empresa personal.
establece los recorridos y tuerce muchas veces los itinerarios La comida establece, entonces, las acciones de conjunto y las
prefijados. La realidad rioplatense, junto con la hostilidad de su individuales, así como también decide los recorridos. Cuenta
naturaleza, marcan un nuevo rumbo a la acción bélica, a la prác- Ulrico que cuando Pedro de Mendoza juzgó que él ya no podía
tica espacial y al discurso que las relata. Ulrico especifica los mantener a su gente, ordenó que se hicieran cuatro berganti-
alimentos de cada una de las comunidades indígenas porque de nes que navegaran
ello depende la suerte de los europeos y de su avance conquis-
tador. Los querandíes, el primer pueblo indígena descripto, po- aguas arriba por el Paraná para buscar los indios para que nosotros pudié-
seen carne y pescado que les ofrecen a los españoles diariamen- ramos lograr comida y bastimento. Pero cuando estos indios nos hubieron
divisado, huyeron todos ante nosotros y no pudieron hacernos mayor bella-
te. El combate que se produce con ellos se debe a la falta de
quería como la de quemar y destruir los alimentos (....), así nosotros no
retribución alimenticia en la que incurren una sola vez. Gana- tuvimos nada que comer ni mucho ni poco pues se le daba a cada uno tres
da la contienda, esta cuestión vuelve a ponerse en primer plano medias onzas de pan en bizcocho en cada día. En este viaje murieron de
dado que los españoles que permanecen en este sitio deben so- hambre la mitad de nuestra gente. Así tuvimos que regresar, porque nada
brevivir de alguna manera. El narrador hace hincapié en el modo pudimos lograr en este viaje y estuvimos en andanzas por dos meses (42).
de sustento de los que se quedan allí, porque de él dependerá su
destino final. Así, la tierra conquistada se desmerece frente a la El hambre, la carencia o la provisión de bastimentos, no
nueva significación de la comida, la cual termina marcando el sólo determinan los asentamientos o retiradas, sino que tam-
tipo de incursión en la tierra nueva. bién regulan los tiempos del viaje. Al respecto señala Ulrico
que “si el susodicho viaje [hacia los timbúes] hubiere durado
Allí (...) dejamos unos cien hombres de nuestra gente; pues hay buenas diez días más, no se hubiere salvado ninguno de nosotros de
aguas de pesca en ese paraje, también hicimos pescar con las redes de ellos hambre. Así de los cuatrocientos hombres han muerto en este
para que sacaran peces a fin de mantener la gente, pues no se daba más de seis viaje cincuenta” (46). Del mismo modo también cuenta que se
medias onzas de harina de grano todos los días y tras el tercer día se agregaba
quedan entre los indios de esta última tribu por el lapso de
un pescado a su comida. Y la pesca duró dos meses y quien quería comer un
pescado tenía que andar las cuatro leguas de camino en su busca (40).
tres años porque “nos dieron de comer pescado y carne en di-
vina abundancia” (46).
34 35
El espacio se hace carne en el cuerpo y el cronista reproduce, Decirlo todo
a pesar del fuerte ingrediente descriptivo que impera en su rela-
to, el padecimiento de los hombres, el suyo propio. En la especi- El hambre, la sed y la naturaleza hostil constituyen los ele-
ficación constante del alimento se lee, casi inevitablemente, la mentos que dirigen la acción del cuerpo del europeo por el Río
resignificación que éste posee dentro del compendio que ofrece de la Plata y, por ende, la narración de esta crónica que sigue
el cronista de aquello que caracteriza a cada grupo indígena. De esos pasos. Así, vemos a los españoles avanzar, retroceder, deam-
este modo, luego de esos tres años de “divina abundancia” (sin- bular, regresar indefectiblemente de un modo dificultoso. La
tagma utilizado sólo dos veces en todo el relato), los capitanes espacialidad se hace cargo del relato, del cuerpo del europeo, de
deciden navegar por el río Paraná hasta el río Paraguay para su acontecer, de su devenir, y no al revés. Como si no hubiera
continuar el recorrido exploratorio; sin embargo, lo que en ver- modo de revertir mediante la escritura una realidad diversa,
dad determinará ese camino será la tribu que encuentren allí y como si el discurso de este espacio no permitiera la elisión, la
el sustento que ésta pueda proveer. De ahí que, en tanto la lista metáfora o el ciframiento, se dice una y otra vez la derrota, así
alimenticia propia de los carios es extensa (trigo, mandioca, ba- como se sostiene empírica y discursivamente la creencia en el
tatas, mandioca-poropí, mandioca-pepirá, entre otras), también oro, en el enriquecimiento, en la leyenda. Aunque la figura de
lo será la consecuente incursión territorial que el viajero avala Pizarro y su aventura exitosa se delineen cada vez más en su
de acuerdo con cada elemento del listado que saborea. realidad fantasmal, los hombres de guerra y sus capitanes si-
Lamentablemente la boca parece ir perdiendo la posibilidad guen hasta último momento, aún luego de veinte años de en-
de disfrutar de la variedad, lo que se observa en el casi único tradas frustradas, creyendo en la posibilidad futura de concre-
alimento que poseen algunas tribus (pescado y carne), en la re- tar el sueño imaginado. Pero a pesar de él, la imposición del
petición de la supervivencia a base de una vegetación y una sufrimiento corporal hace mella en estas figuras y en sus men-
fauna que tampoco ayuda, en la reiteración de la escasez de tes. Así, la crónica fluctúa entre el sueño y la privación; sin
comida o de su desesperante ausencia. embargo el tono lo da la falta y no el deseo, en ella se dibuja la
El narrador sufre, el español sufre y ese sufrimiento, que manco- particularidad espacial rioplatense, la marca del conquistador,
muna, por el que se conduele también el lector, es el que “legitima” aventurero y guerrero que resiste en esta tierra. Aún más, la
que el narrador tilde de “bellaquería” el modo de defensa indígena falta (de oro, de metales preciosos, de alimento, de agua) es la
frente a la avanzada europea. La veracidad, tan pregonada por los directriz del relato, la que motiva la acción bélica, conquistado-
editores, puede ser palpada por el lector alemán precisamente por el ra, territorial y alimenticia y, por ende, la que dirige el discurso
tipo de discurso que ejercita el cronista. Ulrico no deja de referir la que la reproduce.
marca que el vacío imprime en el europeo (“[hasta] los zapatos y El vacío es motor de la acción real y discursiva, sin llegar en
cueros, todo tuvo que ser comido”, 41), en ningún momento deja de ningún momento a detener el movimiento que encauza y esta-
mencionar el itinerario, la antesala del viaje, la tribu, sus costum- blece. De este modo, el decir la falta es un elemento clave del
bres, sus peculiaridades, así como no olvida abrir bien la boca cuando discurso de la acción; por tanto, callar, elidir, resulta imposible
la ocasión lo amerita, cuando el fracaso se vuelve tangible, y enton- en la estructura significante practicada dado que la enunciación
ces ruega, maldice, denuncia, se lamenta y vocifera. del vacío degradante y desesperanzador se convierte en parte
36 37
central, casi identitaria, del sujeto que cuenta lo vivido, en marca las tipologías, el orden léxico, tan practicado por el cronista;
fundante de la veracidad de su narración. resiente las jerarquías; corroe las estructuras sociales diferen-
Delineada por los sucesos que otorgan la tierra, por el tono ciadoras y, por sobre todo, perturba las distancias identificato-
que ésta le imprime al viajero y a su texto, la crónica de Ulrico rias del yo y el otro.
Schmidl se convierte en un relato completo de los hechos acae-
cidos en el Río de la Plata; relato en el que, para retomar las Fue tal la pena y el desastre del hambre que no bastaron ni ratas ni
palabras de Cristina Iglesia, “no hay nada que ocultar” (1987: ratones, víboras ni otras sabandijas; también los zapatos y cueros, todo tuvo
que ser comido. Sucedió que tres españoles habían hurtado un caballo y se
22). Precisamente, en esa “nada” ocultable se percibe el deseo,
lo comieron a escondidas (...). Aconteció en la misma noche por parte de
la desesperación, el fastidio, el horror. Sí, el vacío es por defini- otros españoles que ellos han cortado los muslos y unos pedazos de carne
ción motor activo del sujeto, pero también generador del sufri- del cuerpo y los han llevado a su alojamiento y comido. También ha ocurrido
miento y de la maldición. En ese “decirlo todo”, el generalmen- entonces que un español se ha comido su propio hermano que estaba muer-
te impasible narrador alemán, predominante descriptor, una vez to (41).
transitada y conocida la tierra, una vez avanzada la escritura,
desata su lengua y profiere: “tampoco he visto en mi vida un El listado gradativo de esta descripción es perturbador: de
país más malsano que éste” (92). La frase, dicha en relación a la las ratas al cuero, de allí al caballo y por último a los humanos.
tierra de los siberis, se vuelve extensible al Río de la Plata. La La carencia impulsa a los españoles a la decadente asimilación:
“malsanidad”, que es el modo en que se percibe la tierra que el cristiano se ha convertido en antropófago. La conversión co-
pisa y recorre, es, en principio, empírica, productora del padeci- loca al sujeto colonial ante los límites de su discurso; ni des-
miento constante y de la decepción ante la falta de metal pre- cripción ni relato, sólo el enunciado sucinto de la barbarización.
cioso; pero no sólo eso, también se traslada a la escritura, tam- Como puede observarse, no hay articulación de la diferencia
bién llega a ser discursiva. Desde esta perspectiva, el carácter que pueda sostenerse basada en una inversión de roles que re-
malsano de este país produce asimismo el quiebre de gran par- siente el propio proceso de subjetivación del europeo.
te de los estereotipos definitorios del discurso colonial que se El problema de la identidad –tan trabajado por la crítica post-
pretenden mimar. El Río de la Plata pone en escena la dificul- colonial en tanto cuestionamiento del marco, del espacio de re-
tad de traducir o transmitir una realidad o una experiencia dis- presentación y de la imagen en confrontación con su diferencia–
ruptiva a través de una fijeza nominativa ya presignificada des- salta a la vista. El espacio familiar del Otro, esencial parte en el
de la metrópoli. Esto crea una crisis en la representación que proceso de identificación del yo, se ve resentido en su propia cons-
algunas veces se deriva en una crisis del sujeto y del objeto. titución. La familiaridad de ese Otro está lógicamente ligada a
Si el fracaso ya se halla fuera del estereotipo esperable, la un tipo de sobrediscurso o sobreescritura, como la llamaría Lien-
degradación que produce el hambre escapa incluso a todo hori- hard, que conforma la imagen del Otro que Europa quiere y ne-
zonte de expectativas, va decididamente más allá de todo imagi- cesita leer. La escena esbozada por este cronista pone en juego
nario. Sólo el mal parece caber como posibilidad ante lo inexpli- el problema de la mirada, de ver al yo como otro y, por lo tanto,
cable, y el cronista ensaya causas para entender/abordar una de su representación. El objeto de la mirada constituye, sin lu-
“malsanidad” que afecta incluso su discurso. El hambre resiste gar a dudas, un referente problemático para el lenguaje del cro-
38 39
nista, en tanto la enunciación de esta escena reescribe la ficción manda de identificación que pesa sobre el sujeto del enunciado y
del Otro esperable y circunscribe el relato del yo fuera del espa- la enunciación. La sobredeterminación desde el afuera que, se-
cio ya prácticamente institucionalizado que le cabía en el repar- gún Bhabha, caracteriza al sujeto colonial, se halla fuertemente
to. Aquí, y en esto reside su realidad disruptiva, el sujeto colonial equiparada por la determinación del adentro que ahora también
es acción y parte del proceso de degradación, no su mero observa- lo define. ¿Cómo representar al sujeto en el orden diferenciador
dor. La puesta en discurso de este episodio, por más escueta que de la otredad si los límites se han desdibujado? La escena apenas
sea, pone en escena la imposibilidad de representar al sujeto co- referida permite observar no a un yo colonialista y a un otro
lonial según los parámetros de cierta tradición que ofrece una colonizado, sino “la perturbadora distancia intermedia” (Bhabha
visión totalizante y plena del objeto de su mirada. Como bien 2002: 66) que afecta tanto a uno como a otro. En este sentido, si
señala Bhabha: se creía que la cuestión de la identidad estaba dada a partir de la
asunción de una imagen determinada, la situación experimenta-
(...) cada vez que tiene lugar el encuentro con la identidad, en el punto en da y su puesta en narración parecen demostrar que, cuando es
que algo excede el marco de la imagen, elude el ojo, evacua el yo como sitio ella la que dirige el enunciado, esa imagen se resiente. Ulrico
de identidad y autonomía y, sobre todo, deja una huella resistente, una
repara en la capacidad interrogativa que genera el episodio y
mancha del sujeto, un signo de resistencia. Ya no estamos enfrentados con
un problema ontológico del ser sino con la estrategia discursiva del momen- recalca que existe una realidad espacial que funciona como causa
to de la interrogación, un momento en el cual la demanda de identificación y explicación del hecho acontecido. De este modo la crónica no
se vuelve, de modo primario, una respuesta a otras preguntas de la signifi- sólo se reinstala en el tópico geográfico y recoloca el orden del
cación y el deseo, la cultura y la política (2002: 71). discurso en su cauce, sino que pretende desviar el foco del aspec-
to moral en el que podría inscribirse. Aunque este viraje no logre
El momento de la interrogación aquí aludido supone un pro- anular la incidencia del hecho de conversión, sí permite recons-
ceso de cuestionamiento que desanda la fijeza discursiva colo- tituir las polaridades para poder volver a ver la otredad en rela-
nial establecida desde España. De ahí que el narrador/descrip- ción con la cual se articula el yo y, por lo tanto, la diferencia
tor del episodio de inversión apele a la especificación del lugar necesaria que posibilita la narración.
de origen de aquellos que han franqueado la distancia identita- El suelo es el gran culpable, el generador constante de esce-
ria. Ahora el grupo de pertenencia tan repetitivamente sosteni- nas que encuentran su lugar en la crónica: caminatas fatigosas,
do a lo largo de la crónica no funciona como tal, la dualidad navegaciones difíciles, naufragios, hambre. La tierra produce
nosotros –los europeos civilizados– vs. ellos –los indígenas sal- aventura y, a medida que avanza el relato, va recrudeciendo las
vajes– no es funcional a la acción mencionada. Los que han circunstancias que rodean a los protagonistas. Así, no sólo sus-
incurrido en la antropofagia fueron una y otra vez españoles y trae el alimento sino también el agua, la bebida comienza a
no alemanes. La especificación se vuelve necesaria no sólo para escasear y a ser también regulado su consumo. La recompensa
permitir que se siga sosteniendo el relato, sino también para que se esperaba al iniciar el viaje ha comenzado su propio pro-
posibilitar la lectura del mismo.15 ceso de conversión degradante: “Uno [ya] no se preocupaba ni
Un hombre se ha comido a su hermano. Sin juicio ni lamento, por oro ni plata ni por comida ni por otros bienes más, sino por
este relato condensado dificulta la posibilidad de sostener la de- el agua” (115). Sin líquido no hay camino, recorrido ni derrote-
40 41
ro. Hacia el final, la marca geográfica productora de escenas tica del espacio que determina la configuración visual e ideoló-
dignas de poseer un lugar en el texto, algunas de ellas verdade- gica del cuerpo.
ros espectáculos, llega a su punto máximo. En el camino de
regreso a su patria, una vez que Ulrico ya ha “viajado muchas
leguas y andado en idas y vueltas”, una vez que se repite el 2. Cuando la traición es española
hambre, el solo sustento basado en miel, raíces y cardos, una La escritura de la rebelión interna
vez pasados casi veinte años en los que ha vivido reiteradamen- Los Comentarios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca (1555)
te un mismo episodio, este cronista ya no tiene palabras para
transmitir su experiencia y dice: En 1537, diez años después de haber zarpado hacia la Florida
junto a Pánfilo de Narváez, Álvar Núñez Cabeza de Vaca regre-
ya no teníamos qué comer, así nuestro alimento en mayor parte no era otra sa a España.16 En ese camino, luego de haber sobrevivido al
cosa que miel; también aquellos, los que teníamos con nosotros, estaban naufragio, al hambre, a la falta de ropas y a la vida entre in-
muy enfermos, pues vosotros debéis saber y pensar entre vosotros mismos
dios, 17 Cabeza de Vaca oye la historia de otro infortunio: las
lo que en un viaje tan largo y mala vida llevada, uno debe experimentar en
cuanto al comer y beber y al descansadero… (134). noticias del Río de la Plata y el desastre de Pedro de Mendoza.
De vuelta a España, luego de una experiencia única y “mila-
La interpelación al lector aquí tiene valor de sentencia. El grosa”, Álvar Núñez escribe una Probanza en la que intenta
saber del lector es un deber de reflexión sobre la experiencia demostrar los servicios que él y su familia han venido realizan-
sobrellevada por los europeos a lo largo de su recorrido por el do en favor de la Casa Real.18 Es de suponer que con este escrito
territorio americano. Ulrico dice “vosotros debéis saber y pen- Álvar Núñez pretende el futuro Adelantazgo de La Florida, pero
sar” porque recae en el lector, en el destinatario del relato, la ese cargo ya había sido otorgado a Hernando de Soto el 20 de
posibilidad de otorgarle tanto a él como a sus compañeros de abril de 1537, es decir cuando Álvar Núñez estaba partiendo de
travesía la tan esperada heroificación que la tierra una y otra México rumbo a España. Así la tierra, protagonista de las tris-
vez les ha negado. Ulrico dice “vosotros debéis saber y pensar” tes noticias que poco tiempo antes llegaran a sus oídos, se con-
porque hay algo del orden de lo experimentado que, quizás prác- vertiría en la recompensa material y efectiva que el rey le ha-
ticamente por primera vez, pone en evidencia la dificultad de ría al ofrecerle la Gobernación del Río de la Plata; tierra que,
transmitir lo vivido. Desde el momento en que el sujeto euro- para aquel entonces, entre 1530 y 1540, parece brindar una cla-
peo se ve interpelado en su propia identidad y/o identificación ra promesa de beneficio a quienes se embarquen en la empresa
por una tierra que lo des-ubica, su enunciación quiebra o fuerza de su descubrimiento.
el estereotipo generando así un discurso Otro que lo trasciende Lo que oye en el barco no es información menor, el desastre
pero que no deja de ser referido, haciéndose un lugar en la cró- de Pedro de Mendoza reclama acción pronta, hay que socorrer
nica, llegando a dirigir, incluso, la materia del relato. a los españoles en el Río de la Plata, quienes, abandonados y
Espacio y cuerpo poseen una incidencia marcada en la for- muriendo de hambre, esperan el rescate de Su Majestad; tales
mación de este sujeto y de su narrativa. Se construye de este lamentables noticias son, asimismo, condición de posibilidad de
modo una poética del cuerpo que contiene al espacio y una poé- su nuevo cargo. En 1541 se dirige al Río de la Plata, luego de
42 43
firmar una capitulación en la que se establecen los gastos y las mala conducta en oficio, que realiza el procurador del Consejo
recompensas que atañen a la empresa de conquista que lidera. de Indias, Juan de Villalobos; 2) la acción criminal por el mismo
Pero su viaje hacia esta parte de América no tendrá, nueva- Villalobos contra dos de los enemigos de Cabeza de Vaca, oficia-
mente, los beneficios esperados. El camino se complejiza, el les reales del Río de la Plata, Alonso Cabrera y Garci Venegas,
despoblamiento del puerto de Buenos Aires dificulta el acceso al por agresiones contra el gobernador; 3) el caso contra Cabeza
lugar del socorro; aún más, su llegada produce desavenencias de Vaca por Martín de Orduña, quien alega ser el heredero de
entre los capitanes y oficiales, sus intentos por ordenar la si- Juan de Ayolas y por lo tanto reclama los derechos de soberanía
tuación caótica que presencia generan fuertes enconos en su sobre el Río de la Plata; 4) el juicio de Villalobos y Cabeza de
contra, los que terminan dirigiendo su destino final. El Adelan- Vaca contra el notario público del Río de la Plata, Martín de
tado enviado por la autoridad real es mandado de regreso a Es- Orúe, por ofensas contra Cabeza de Vaca y contra el rey.
paña, engrillado, acusado de traición, con documentos incrimi- Los cargos criminales establecidos por el fiscal del Consejo
natorios firmados por la mayoría de los españoles residentes en contra Cabeza de Vaca el 20 de febrero de 1546, están principal-
tierra rioplatense. Esta vez Álvar Núñez no es el sobreviviente mente relacionados con:
de una aventura singular, sino el gobernador depuesto por los
propios oficiales a quienes iba a auxiliar. Los regresos, el de el abuso y la destrucción de las poblaciones indígenas, asimismo se le
1537 desde la Florida y el de 1545 desde el Río de la Plata, ya no imputaba el robo a los habitantes de las Islas Canarias en el viaje al Río
de la Plata y el saqueo de dos barcos mercantes en las Islas de Cabo
tienen punto de comparación; el derrumbe de la empresa eco-
Verde, también se lo inculpaba del abandono sobre la marcha de trece
nómica y personal salta a la vista en los grillos que lleva en su cristianos cuando se dirigían desde Santa Catalina hacia Asunción. Villa-
cuerpo y en la cantidad de papeles que lo incriminan. Se segui- lobos además le atribuía el hecho de haber prohibido –a todos excepto a
rá un pleito legal que durará casi ocho años, en el que será sí mismo y a sus sirvientes– cualquier actividad de comercio con los
incriminado, luego absuelto, pero en el proceso deberá apelar a indios. Cabeza de Vaca también fue acusado de confiscar la propiedad de
sus hombres sin compensarlos, interferir en contratos privados, confis-
todas las herramientas posibles para salvar su nombre y recu-
car la propiedad de los muertos, fallar en traer adecuados suministros al
perar la gloria que el Río de la Plata y la experiencia allí vivida Paraguay, aumentando su propio escudo de armas en vez del escudo del
le fueron quitando día tras día. rey, proclamarse a sí mismo rey, “¡Yo soy el príncipe y el dueño de esta
tierra!”, interferir en las regulaciones reales sobre impuestos en su pro-
pia ventaja, y prohibirle a los oficiales reales comunicarse con el empe-
El juicio rador (Adorno y Pautz 1999: 396). 19
En el pleito entablado contra Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Durante la primavera y el verano de 1546, cuando Cabeza de
el Consejo de Indias presenta treinta y cuatro cargos en su con- Vaca ya no estaba encarcelado pero vivía bajo arresto domicilia-
tra, los cuales conducen al acusado a una dura sentencia que rio en Madrid, él ofrece testimonio en su defensa. El procedi-
finalmente resulta anulada. Más allá de esta resolución final, miento seguido consiste en el otorgamiento de ciento veinte
hay que destacar que la gobernación de Cabeza de Vaca no ge- días para preparar sus probanzas, las cuales son presentadas
neró un juicio sino, en verdad, cuatro: 1) la acción criminal por durante el transcurso de ese año y tomadas en diversos lugares
44 45
del reino: Córdoba, Écija, Jaén, Antequera, Baeza, Cádiz, Arjo- pudiera entablarse en su contra por personas que alegaran ha-
nilla, Linares, Jerés, San Lúcar de Barrameda, etc. ber sido dañadas durante el curso de su gobernación.
El 18 de marzo de 1551, Cabeza de Vaca es encontrado culpa- En 1552, las principales obligaciones establecidas en la sen-
ble y condenado a ser desprovisto de todos los títulos que le tencia son descartadas, a partir de lo cual Cabeza de Vaca per-
habían sido conferidos, proscrito para siempre de las Indias, manece en la corte en busca del reembolso por su patrimonio
desterrado a la colonia penal de Orán por cinco años, donde perdido en el Río de la Plata. Según Rolena Adorno, “su respeta-
serviría al emperador con sus armas y caballo a su propio costo ble status social” y “la influencia personal que parece haber ejer-
y sería responsable de los cargos por daños que reclamara quien cido localmente en Jerez de la Frontera y en la corte” se colo-
hubiera sufrido alguna pérdida durante su gobierno. La senten- can en primer plano por sobre su actuación en el Río de la Plata,
cia, firmada en Valladolid por seis consejeros de Indias, posee de ahí que le sea concedida la remuneración que se le adeuda-
una cláusula en la que recalca “el perpetuo destierro de las In- ba, lo que significaría una defensa exitosa de/en su nombre. A
dias bajo pena de muerte”. Cabeza de Vaca inmediatamente ape- diferencia de esta postura, el resto de los críticos que trabaja-
la. El 6 de abril de 1546 su abogado presenta la apelación, el 11 ron la obra de Álvar Núñez reconocen la recompensa pero la
de abril pide ser relevado de la detención en la corte para poder consideran una “reducida pensión” de doce mil maravedíes “que
defenderse a sí mismo y buscar justicia. Aunque esto le es otor- Núñez había solicitado para aliviar su pobreza y para alcanzar
gado mediante el pago de un bono ese mismo día, el Consejo de alguna atención médica” (Pupo-Walker 1992: 40; Bishop 1933:
Indias, reunido en Valladolid el 15 de mayo de 1551, le niega su 290). En esta línea trabajan las declaraciones del escribano del
petición de que la sentencia sea levantada. imputado, quien aclara que si bien Álvar Núñez quedó libre de
El 22 de noviembre de 1551, Cabeza de Vaca le solicita a la cargos, “le quitaron la gobernación (…) sin haberle dado recom-
corte de Valladolid que reabra su caso. El 25 de noviembre el pensa de lo mucho que gastó en el servicio que hizo en la ir a
Consejo de Indias accede. Cabeza de Vaca vuelve a tomar pro- socorrer y descubrir” (Cabeza de Vaca 1985: 227).20 Sin culpa ni
banzas, las cuales en verdad no agregan nueva información, beneficios, la imagen de Cabeza de Vaca se sostendrá en los
más allá del “estigma” que sufre en su ciudad natal y la actual escritos de sus aliados en el reclamo de una retribución que
destitución de sí mismo y de su esposa. Estos nuevos datos tie- aún no se le ha dado.
nen su peso en la futura revocación del dictamen.
Un tiempo después de la disposición de marzo de 1551, el 23
de agosto de 1552, los cargos que recaen sobre Cabeza de Vaca Dos en uno: dos relatos, una misma figura
son ampliamente reducidos. Su perpetuo destierro de las Indias
es tan sólo circunscripto al Río de la Plata, y él resulta relevado En 1555, una vez zanjados los problemas legales que lo acu-
de la obligación de pasar cinco años cumpliendo deberes milita- ciaban, una vez recibida la autorización real pertinente, Álvar
res en Orán. Pero la sentencia de 1551 sigue en pie en lo que Núñez publica en Valladolid La relación y comentarios del go-
concierne a la privación de sus títulos de gobernador y Adelan- bernador Álvar Núñez cabeza de vaca de lo acaecido en las dos
tado del Río de la Plata, su responsabilidad por los costos de la jornadas que hizo a las Indias. La primera edición de la expe-
corte y, más significativamente, de cualquier pleito civil que riencia vivida por Álvar Núñez en el Río de la Plata es publica-
46 47
da en forma conjunta con la relación de su experiencia en la to, recibe de hecho la cédula real que así se lo permite y dedica
Florida, la cual ya había sido publicada con anterioridad en su libro al infante Don Carlos, lo que, para estudiosos como
1542. 21 Desde el comienzo del segundo relato, así como en el Rolena Adorno, estaría dando cuenta de su relación con la cor-
proemio o dedicatoria que posee el libro, dirigido al infante te, así como de las gracias y el alivio por la salvación de su buen
don Carlos, el Adelantado explicita que este último texto lo nombre. 25
tiene como protagonista pero no como autor. La figura de Pero Más allá de las deducciones que pueden realizarse a partir
Hernández, su escribano, es la que aparece como quien res- de la dedicatoria que posee el libro, lo cierto es que diez años
ponde a un “encargo” del propio Álvar Núñez, la que toma la después del comienzo del pleito, cuando se han acallado las vo-
pluma y realiza los trazos que ésta delinea: “estos Comenta- ces que apoyan e incriminan a Álvar Núñez, él decide que esta
rios (que con gran diligencia y verdad escribió Pero Hernán- historia –que “ensombreció” su nombre por un largo período–
dez, secretario del Adelantamiento y gobernación a quien yo vuelva a ser oída.
los encargué)”. 22 La explicitada distinción de autoría entre un La publicación conjunta, Naufragios y Comentarios, es refe-
texto y otro, así como la diferente decisión editorial que los rida de este modo:
caracteriza (publicación independiente, publicación conjunta)
marcan, desde el comienzo, una línea claramente distintiva [los segundos] van juntos con mis primeros sucesos porque la variedad de
entre una experiencia y otra. Aún más, la distancia que media las cosas que en una parte y en la otra se tractan, y la de mis acontecimien-
tos, detenga a V.A. con algun gusto en esta lección. Que cierto no hay cosa
entre los hechos acaecidos en su primera experiencia en In-
que mas deleyte a los lectores que las variedades de las cosas y tiempos y las
dias y su publicación –1537-1542– se amplifica en lo que res- bueltas de la fortuna, las quales, aunque al tiempo que se experimentan no
pecta a la última vivencia en estas tierras –1545-1555. Entre son gustosas, quando las traemos a la memoria y leemos, son agradables
su llegada a España y la publicación de los Comentarios, título (Serrano y Sanz 1906, 5: 148).
que posee el relato de la experiencia del Adelantado en el Río
de la Plata, median diez años, media un largo proceso legal, La “lección” que se deriva de “las vueltas de la fortuna” es la
años de prisión, condena, alegatos, y muchos escritos: la Rela- explicación que ofrece Álvar Núñez a su dedicado; lección que
ción que escribe el propio gobernador en la que da cuenta de adelanta en esa visión “agradable” del infortunio, una vez que
todas sus acciones en el Río de la Plata ([1545] 1906), la Rela- el tiempo ha transcurrido entre el acontecimiento y su crónica.
ción de Hernández sobre lo acaecido allí ([1545] 1906), las car- Pero no habrá memoria agradable alguna en los Comentarios.
tas de soldados que esgrime el gobernador como pruebas de su La visión edulcorada declarada en el proemio se disuelve al co-
accionar, 23 y las probanzas, con gran cantidad de testigos, que menzar la lectura del texto. La lección parece ser otra, es otra,
responden a un interrogatorio extenso sobre cada una de las por eso la conversión positiva del infortunio no encuentra lugar
acciones llevadas a cabo por Álvar Núñez Cabeza de Vaca y por en el relato.
el resto de los capitanes y oficiales de esta Gobernación, prin- Son precisamente estas cuestiones, esta decisión editorial,
cipalmente durante el período 1541-1545.24 estas declaraciones consignadas en el proemio, las que impo-
Una vez reestablecido su nombre, con una condena práctica- nen otro tipo de lectura, las que impiden leer la publicación
mente anulada, Álvar Núñez decide publicar este texto conjun- conjunta o bien como simple dato adicional, o bien como simple
48 49
respuesta a lo señalado en la cédula real, según la cual “un dato popular desde hacía más de diez años. Otorgamiento que,
libro y el otro eran todo una misma cosa”. El yo que recorre el por otra parte, para el momento de la escritura y publicación de
primer texto, que se construye como base del mismo, desapare- esta crónica, ya debía ser previsible ante el triste fin de las
ce en el segundo relato, narrado en tercera persona por el es- expediciones que se sucedieron luego del regreso de Cabeza de
cribano. El “hijo del Sol”, el “hombre de los milagros”, el que Vaca en 1545.26
tuvo la “gracia divina” de sobrevivir y sanar, es el único yo que El nombre no ha recuperado completamente su gloria, aun-
existe en este libro. Hernández apela, entonces, a la construc- que la pena haya sido disminuida, aunque el infante don Carlos
ción heroica de este hombre que fue elaborada mediante la na- sea la persona a quien se dedica este libro, aunque su relación
rración en primera persona de una aventura que, desde toda con la corte haya mejorado. Su buen nombre, su honra, en vin-
perspectiva, debe haber sido atractiva para el lector español del culación directa con su palabra, con el valor de verdad y de legi-
siglo XVI. La base de la crónica siguiente es, ahora sí, de acuer- timación de la misma, sigue en discusión, por lo menos ante los
do con la lógica de la publicación, la historia de la traición a ese ojos del propio protagonista que asiste desde su lugar en la cor-
héroe indiscutido, cuya experiencia en el camino y en la super- te a la oficialización de un cargo que le pertenecía, al respaldo
vivencia, que recalca el autor, ya ha sido sobradamente demos- legal de una figura “funesta”, y que decide que se vuelva a po-
trada en el relato anterior. La incidencia del tipo de construc- ner en discurso su historia, su versión de los hechos. Los Co-
ción de la figura de Álvar Núñez que se lleva a cabo en los mentarios, su contenido, así como la elección narrativa del mis-
Naufragios sobrevuela la configuración del personaje del gober- mo, 27 deben ser leídos en este contexto, en función de estos
nador que realiza el escribano. datos, en diálogo con estos escritos porque el propio texto no
Sin embargo, la razón de la publicación de este texto no pa- deja en ningún momento de establecer relación con todos y cada
rece sostenerse si el “buen nombre” de Álvar Núñez ya ha recu- uno de ellos. Los Comentarios siguen, de hecho, el proceso de
perado la gloria pasada. Por otro lado, la estrecha relación que los documentos previos, reescriben las relaciones hechas ante
existe –a nivel de contenido– entre este escrito y las relaciones el Consejo de Indias, dicen y vuelven a decir el engaño, la trai-
efectuadas por Cabeza de Vaca y Pero Hernández al llegar a ción, suavizan el caos que pintan los testigos sobre la marcha y
España en 1545, vuelven a poner en evidencia un claro intento la inminencia de los acontecimientos, pero por sobre todo con-
por limpiar o, si se quiere, por terminar de limpiar un nombre tinúan la línea de la defensa.
manchado. Además, no debe olvidarse que, luego del proceso
legal que se le sigue por traidor a Su Majestad, luego de años de
defensa, de escritos, alegatos y testigos, el rey le concede a Álvar Núñez Cabeza de Vaca: el nuevo Mesías
Domingo Martínez de Irala, el enemigo mayor del gobernador,
quien lo envía engrillado a España, quien lo incrimina con car- “Después que Dios nuestro Señor fue servido de sacar a Ál-
tas y probanzas, quien se queda a cargo del poder, la Goberna- var Núñez Cabeza de Vaca del cautiverio y trabajos que tuvo
ción oficial de las provincias del Río de la Plata. La Real Cédula diez años en la Florida”, Su Majestad “mandó que se tomase
de Gobernación es recibida por Irala en julio de 1555, carta en asiento y capitulación con Álvar Núñez Cabeza de Vaca” para
la que el rey legaliza el rol que éste venía asumiendo por man- que fuese a socorrer a los españoles de la armada de Pedro de
50 51
Mendoza. Así comienzan los Comentarios: con Dios de su lado, en la provincia” (105-6). La habilidad táctica que se desprende
Álvar Núñez logra sobrevivir a lo inimaginable en la Florida; de este doble cometido continúa abonando a la figura del gober-
ante la súplica de las personas del Río de la Plata y el mandato nador que se pretende construir, al poner en evidencia el doble
del rey, “el dicho Cabeza de Vaca se ofreció de los ir a socorrer”. servicio al rey, ya que cumple su mandato de socorro y al mis-
Una vez establecidas las condiciones de la capitulación28 y la mo tiempo descubre nueva tierra. La crónica, igualmente, hará
razón principal del viaje, la mano de Dios vuelve a entrar en hincapié en las dificultades del camino y de su recorrido, así
escena, favoreciendo nuevamente, y como no podía ser de otro como en la osadía de quien decidió entrar al espacio rioplatense
modo, a su siervo fiel. En la isla de Cabo Verde, “isla viciosa y de ese modo. Y tal bravura volverá a tener un aspecto milagro-
muy enferma”, en la que pierde la vida la mayoría que en ella so, increíble.
desembarca, Álvar Núñez y su armada pasan veinticinco días
sin que la muerte alcance a ninguno de ellos, de lo cual “se Caminando por la tierra y provincia, aportó a ellos un cristiano español
espantaron los de la tierra, y lo tuvieron por gran maravilla” que venía de la ciudad de la Ascensión a saber de la venida del gobernador,
y llevar el aviso de ello a los cristianos y gente que en la ciudad estaban;
(101). Luego, cuando emprenden nuevamente la marcha, gra-
porque, según la necesidad y deseo que tenían de verlo a él y su gente por
cias al canto de un grillo que había introducido un soldado, evi- ser socorridos, no podían creer que fuesen a hacerles tan gran beneficio
tan ahogarse cuatrocientos hombres y treinta caballos, “otro hasta que lo viesen por vista de ojos (119).
milagro que Dios hizo por nosotros” (101). Una vez establecido
el favor divino que tiene siempre como destinatario al Adelan- Esta vez la maravilla no es resultado de un favor divino
tado, y por extensión a su gente, el narrador elige retomar el sino producto directo de una sabia decisión y de una alta capa-
hilo principal, la clave de construcción de la figura central de su cidad táctica de quien está en el mando. Tan alta que el soco-
relato: el móvil del viaje. Álvar Núñez Cabeza de Vaca no se rro efectivamente realizado es, desde todo punto de vista, im-
dirige rumbo al Río de la Plata con otro afán que el de socorrer pensado por los españoles residentes en la Asunción, quienes
a los españoles, cuya supervivencia depende, según el texto, del “jamás creyeron ni pensaron que pudieran ser socorridos, ansí
arribo de este salvador que envía la Corona. Como un Mesías, por respecto de ser peligroso y tan dificultoso el camino, y no
entonces, Álvar Núñez luchará contra los obstáculos del cami- se haber hallado ni descubierto, ni tener ninguna noticia de
no para llevar a cabo su misión de salvamento y llegará, contra él, como porque el puerto de Buenos Aires, por do tenían algu-
viento y marea, aunque todo tienda a impedírselo. Así, sabido na esperanza de ser socorridos, lo habían despoblado” (121).
que el puerto de Buenos Aires había sido despoblado, que por La llegada de Álvar Núñez, el carácter increíble de la misma, 29
esta razón Juan de Ayolas había sido muerto por los payaguaes que merece ser vista por los propios ojos de los socorridos, va
y que el resto de la gente se hallaba en Asunción, el gobernador acompañada en esta crónica por la gran “fama” que corre por
decide “buscar camino por la Tierra Firme desde la isla [de San- tierra de indios sobre “los buenos tratamientos que les hacía
ta Catalina], para poder entrar por él [a la ciudad de Asunción y el gobernador y muchas dádivas que les daba” (120). Tal es la
al puerto de Buenos Aires]” y de ese modo no sólo “descubrir fama que, cuando el gobernador y su gente se iban acercando,
aquella tierra que no se había visto ni descubierto”, sino tam- “les limpiaban los caminos por donde habían de pasar” y los
bién “socorrer más brevemente a la gente española que estaba “indios y las mujeres viejas y niños se ponían en orden, como
52 53
en procesión, esperando su venida” (121). La figura de Cabeza Majestad” (124). En este sentido, la crónica reproduce lo que se
de Vaca a esta altura es, digamos, excesiva, excesivamente lee por detrás de las declaraciones de los testigos de las proban-
habilidosa, excesivamente bondadosa, excesivamente religio- zas, es decir, que el tipo de tratamiento que le dio Álvar Núñez
sa y justa. La imagen elegida de la “procesión” es elocuente en a los naturales respondía finalmente a su capacidad de gobier-
este sentido y toda la crónica seguirá alimentando esta ima- no, al lograr la paz y el sosiego entre cristianos e indios, pero
gen del exceso, la cual está articulada en cuatro ejes: a) los también daba cuenta de la fidelidad a las leyes establecidas por
buenos tratamientos a los indios; b) la habilidad conquistadora la Corona, particularmente a las Ordenanzas sobre el buen tra-
del Adelantado; c) la capacidad táctica en el manejo del gobier- tamiento de los indios de 1526 y al Requerimiento, que formaba
no; d) la fidelidad inquebrantable al rey y a sus leyes. Lógica- parte de las capitulaciones.31 Lo que resulta interesante es que,
mente, cada uno de estos ejes se halla estrechamente relacio- a pesar de las elocuentes inferencias que se desprenden de las
nado con los treinta y cuatro cargos que el Adelantado tenía declaraciones positivas vertidas sobre el Adelantado, el cronis-
en su contra cuando regresa a España. La línea de la defensa ta opta por continuar trazando la escena, se entusiasma y am-
que continúa y cierra la crónica de 1555 se hace evidente, no plía. De este modo, señala que debido al buen tratamiento “co-
sólo como respuesta y refutación a las acusaciones presenta- rría la fama [del gobernador] por la tierra y provincia, y todos
das, sino como reescritura de las pruebas que la defensa pre- los naturales perdían el temor y venían a ver y traer todo lo
sentó en descargo del imputado, ampliando información en al- que tenían” (109), y que por el pago de lo que les ofrecían dejaba
gunos casos, omitiéndola en otros. a los indios “tan alegres y contentos, que de placer bailaban y
De este modo, en los escritos legales, testigos como el pro- cantaban por todo el pueblo” (110). El exceso ha vuelto a escena
pio Hernández aseveran que “Álvar Núñez procuró siempre te- y ahora el escribano nos ofrece una suerte de visión idílica,
ner paz con los dichos yndios e de les hacer buenas obras e paradisíaca, en la que los indios bailan ante la llegada del go-
tratamientos”, asimismo declara que los “yndios estavan con el bernador, limpian el camino que ha de pisar, lo reciben “con
dicho Álvar Núñez Cabeza de Vaca muy bien e le querían bien y mucho placer” y le ofrecen tal cantidad de bastimentos “que lo
estava bien quisto de todos por los buenos tratamientos que les dejaban sobrado por los caminos” (114). En este paraíso que co-
hacía e dádivas que les daba e por no consentir que fuesen mal- manda/crea Álvar Núñez, sólo puede haber lugar para la abun-
tratados ni agraviados” (Serrano y Sanz 1906, 6: 267-268). En dancia, para el placer y el baile; todos ellos muestras palpables
aserciones como éstas, Pero Hernández resume el buen trato del reconocimiento de la autoridad.
que el gobernador tenía con los indios. Esta misma línea siguen Tanto esta actitud por parte del gobernador como esta recep-
otros testigos que aseguran haber visto cómo Álvar Núñez pa- ción por parte de los indios responden a intereses marcados:
gaba por los bastimentos y les daba rescates a los naturales de Cabeza de Vaca sabe que la paz y el buen tratamiento son nece-
la región.30 Afirmaciones que se extienden a todo lo largo de la sarios no sólo debido al respeto a las leyes dictadas en la metró-
crónica, siempre estrechamente ligadas a “la pacificación y so- poli sino también y principalmente “porque si se rompiera con
siego de los naturales de dicha provincia” y al seguimiento es- los indios, y no se pusiera remedio, todos los españoles que es-
tricto de lo establecido por el rey sobre el tratamiento de los taban en la provincia no se pudieran sustentar ni vivir en ella,
indios, según consta en “los capítulos de la carta acordada de Su y la habían de desamparar forzosamente” (137). Esta clara ex-
54 55
plicación pone nuevamente en escena a un Álvar Núñez real en combate por alimento sin táctica ni estrategia, haciéndole la
que apela tanto a su experiencia en tierra de indios para soste- “guerra y todo el daño que podían” (201). Y aunque esto suceda
ner su vida y la de su gente, como a su contrato con el rey para una sola vez en todo el texto (lo que resulta esperable), Hernán-
ganar más tierra y no desamparar ninguna. dez pondrá el acento en la rebeldía indígena y en la lucha por la
Que quede claro entonces, el buen tratamiento a los indios ase- supervivencia que explica el accionar español; por suerte, la fal-
gura la supervivencia; el muy buen tratamiento puede proveer ta de sujeción del subalterno en el contexto de recepción impe-
abundancia. Por eso mismo el abastecimiento de la gente de gue- rial del siglo XVI tiene un castigo unánimemente justificado, a él
rra es otro de los elementos que corre en favor del Adelantado: apela el narrador, así como a la falta de lógica de esta actitud
indígena frente a los justos y buenos tratamientos que estos ha-
en todo el tiempo de la navegación el gobernador daba de comer ansí a los bían recibido de parte del gobernador.
españoles como a los indios, e iban tan proveídos y hartos, que era gran
cosa de ver, y grande la abundancia de las pesquerías y caza que mataban,
que lo dejaban sobrado (…). Iba toda la gente en este viaje tan gorda y rescia
que parescía que salían entonces de España (167-8). El relato que no desea oírse
En los Comentarios, incluso la tierra es alcanzada por el exce- La habilidad y capacidad de Álvar Núñez Cabeza de Vaca en
so: da, ofrece y vuelve a ofrecer en demasía; la hipérbole se dise- el manejo del gobierno se ve reforzada por las alianzas estable-
mina a lo largo del texto y le permite decir al narrador que ésta, cidas con los naturales de la región, en especial con los guara-
la tierra donde él se halla, Asunción, era la “más fértil tierra del níes, fieles vasallos que proveen alimento, que ofician de guías
mundo” (116).32 Aún más, en líneas generales, la tierra deja de en el camino, de acompañantes en las entradas de descubri-
ser la causa única y directa de la decepción y el padecimiento; miento y en los combates efectuados. Por eso, gran parte de las
así, si faltan los bastimentos, si no son suficientes –de tal mane- luchas contra determinadas tribus están vinculadas a la defen-
ra que españoles e indios cristianizados sufren la escasez– esto sa de estos indios aliados, como la que sucede contra los agaces.
se deberá al “desorden que en lo gastar había habido y tenido” Las escenas de enfrentamiento bélico con los naturales de la
(195). Pero si hay hambre, ausencia absoluta, entonces la razón región que atentan contra los vasallos de Su Majestad, españo-
será el mal desempeño de los enemigos, no casualmente el ma- les o guaraníes, finalizan en la conversión de los rebeldes, quie-
yor sufrimiento por la falta de bastimentos se producirá en el nes se someten al gobernador “rogándole” que los reciba. Y éste
puerto de Buenos Aires, aquel que despuebla Irala. La ecuación lo hace, como se destaca,
parece ser clara: con un buen manejo de los naturales, con el
con todo buen amor y les dio por respuesta que era contento de los rescebir
pago correspondiente de las provisiones que ofrecen y con paz y
por vasallos de Su Majestad y por amigos de los cristianos, con tanto que
sosiego, no hay hambre posible. Sin embargo, y como se observa- guardasen las condiciones de la paz y no la rompiesen como otras veces lo
rá avanzado el texto, cuando los naturales reconocen la carta habían hecho, con apercebimiento que los tendrían por enemigos capitales
que tienen a su favor, la simpleza de la ecuación del Adelantado y les harían la guerra; y de esta manera se asentó la paz y quedaron por
cae y lo que era ventaja y evidencia clara de un buen gobierno amigos de los españoles y de los naturales guaraníes, y de allí en adelante
derivará en dependencia desesperada por parte de los españoles, los mandó favorecer y socorrer de mantenimientos (127).
56 57
La paz tiene sus condiciones; el carácter de las acciones de
Álvar Núñez para con los españoles e indígenas, es decir para Y oido esto por el gobernador, y tomada información de ello, mandó
con todos aquellos que están bajo su mando, responde a un mis- llamar los religiosos y clérigos, y a los oficiales de Su Majestad y a los
capitanes, a los cuales dio cuenta de lo que los agaces habían hecho en
mo objetivo: la ejemplaridad. De este modo, se ataca a los aga-
rompimiento de las paces, y les rogó, y de parte de Su Majestad les mandó,
ces por haber roto la paz que previamente habían establecido. que diesen su parecer (como Su Majestad lo mandó, que lo tomase, y con él
El castigo es reparador y efectivo, los indios reconocen su error hiciese lo que conviniese), firmándolo todos ellos de sus nombres y mano, y
y ruegan reestablecer el pacto previo de sujeción. La misma siendo conformes a una cosa, hiciese lo que ellos le aconsejasen; y platicado
línea siguen las –por cierto pocas– escenas de ataque contra los el negocio entre todos ellos, y muy bien mirado, fueron de acuerdo y le
dieron por parecer que les hiciese la guerra a fuego y a sangre, por casti-
indígenas. La “pena de muerte corporal” que se efectúa sobre
garlos de los males y daños que de continuo hacían en la tierra; y siendo
Aracare, indio principal, es la única de esta envergadura en todo éste su parecer, estando conformes, lo firmaron de sus nombres. Y para
el texto, la cual se ejecuta una vez que el narrador pone en más justificación de sus delitos, el gobernador mandó hacer proceso contra
evidencia que éste se mostraba como “enemigo capital de los ellos; y hecho, lo mandó juntar y acumular con otros cuatro procesos que
cristianos y de los indios que eran amigos” (152). El rebelde, habían hecho contra ellos (142).
que los sale “a matar con mano armada, levantando y apellidan-
do todos sus parientes y amigos para ello” (152), es ejecutado Reunión de todos los oficiales, de todos los religiosos, decisión
por consenso general. Entonces, o muerte ejemplarizadora o conjunta de las acciones a seguir, firma del consenso en el ata-
guerra justa; como dice Cabeza de Vaca en su Relación de 1545, que, escritura legal justificadora: estos son los pasos de un pro-
“Sy no les hiciera la guerra [a esta gente indómita] nunca binie- ceso repetido; proceso que, en su reiteración, hará hincapié en el
ran a la obediencia de Su Majestad”; aún más, “por el castigo consenso general, en la firma de todos los presentes en la deci-
que (…) se hizo todas las otras generaciones se sosegaron é no sión tomada y en las escrituras que así lo avalan. Esta serie de
hosaron de ay adelante hacernos daño” (1906, 6: 25; 54). En la pasos, siempre efectuados en orden, siempre realizados en su
crónica, la acción bélica o la muerte encuentran su justificación conjunto, son mencionados en forma constante en la crónica, por
en la enseñanza que tales actos tienen para los otros y en el un lado porque responden a un respeto detallado de los requeri-
beneficio que luego tendrá para los españoles y, por ende, para mientos legales establecidos por el rey, por el otro porque preci-
Su Majestad.33 samente esa repetición pone al desnudo la injuria de la que fue
En tanto texto de defensa, entonces, los Comentarios recu- víctima Álvar Núñez. Cómo recibirá, entonces, el lector los di-
rrirán una y otra vez, en un alto grado reiterativo que tal vez chos de Irala y su gente, cómo reaccionará a las voces que tildan
no tenga otro relato, no sólo a la justificación de las acciones a Cabeza de Vaca de “tirano”, cómo a las que profesan que su
llevadas a cabo en tierra rioplatense, sino también a la aclara- prisión se efectúa en nombre de la fidelidad al rey. “¡Libertad,
ción constante del procedimiento efectuado previamente a cual- libertad; viva el rey!”, es el grito que mancomuna a los que apre-
quier acción realizada por Álvar Núñez, sea ataque, sea alian- san, el que, en confrontación con el proceso mencionado, resulta
za, sea descubrimiento de la tierra, sea abandono de la misma, irrisorio o, mejor, falso. La estrategia es efectiva, al menos elo-
sea castigo, sea recompensa. La decisión de ir contra los “trai- cuente, y el escribano Hernández continúa reproduciendo las
dores agaces” constituye, en este sentido, un buen ejemplo: voces de los difamadores: “vámosle a matar a ese tirano, que nos
58 59
quería matar y destruir” (213). Hernández muestra no sólo la Así establecida, la representación de los que infaman y apre-
“ira y el furor de la gente” sino también el carácter maleable de san, de los nuevos hombres en el poder será una y otra vez de
la misma, pero asimismo pone en evidencia, quizás a su pesar, la un alto nivel de cálculo y manejo de las prodigalidades de la
gran habilidad de Irala en el manejo de la soldadesca, ya que el tierra. Se confiscan todas las escrituras que se realizaron du-
argumento que levanta al pueblo contra Álvar Núñez es que éste rante el gobierno de Álvar Núñez (ellos dirán por falsas, los
había ordenado “tomarles a todos sus haciendas y tenerlos por otros por verdaderas), se deshacen todas las determinaciones
esclavos” (213). El robo de las haciendas enciende la furia popu- establecidas por él, se vuelve al tiempo anterior a su llegada.
lar, ya lo mencionan los propios soldados cuando se pronuncian Como si el idilio, la edad de oro, hubiese sido la previa a su
en contra del dictamen del gobernador que prohíbe la cobranza aparición, Irala retomará sus propios dictámenes anteriores.
de deudas. Maleables o no, los argumentos que esgrime Irala, a De este modo,
través de un “libelo infamatorio”, como intenta demostrarse a lo
largo de todo el relato, son creíbles a los ojos del común de la [da licencia] abiertamente a todos sus amigos y valedores y criados para
gente que ha visto que sus “ganancias” fueron poco a poco dismi- que fuesen por los pueblos y los lugares de los indios y les tomasen las
mujeres y las hijas, y las hamacas y otras cosas que tenían, por fuerza, y sin
nuyendo desde el arribo de Álvar Núñez al Río de la Plata. Hay
pagárselo (…) y decíanles a los cristianos que ya ellos tenían libertad, que
que tener en cuenta, en este sentido, los principales dictámenes hiciesen lo que quisiesen (217-8).
realizados por el Adelantado al llegar a Asunción: la prohibición
de la cobranza de deudas debidas a Su Majestad, la prohibición de La libertad es anarquía y ésta es perjudicial desde todo punto
sacar a ningún indio de su tierra –lo que disminuye claramente de vista para la Corona. Este es el argumento que sostendrá la
la cantidad de mano de obra a su favor– y, en la misma línea, la crónica; las consecuencias, claras: la tierra comienza a despo-
prohibición de vender, contratar o trocar indias libres por escla- blarse, los indios se apartan del lugar, perdiendo la doctrina cris-
vas. Como concluye Hernández en su relato: de esto quedaron tiana que habían adoptado, y los españoles deciden desertar.
“los españoles muy quejosos y desesperados, y por esta causa le Imposible volver atrás en el tiempo, Álvar Núñez está preso,
querían algunos mal, y dende entonces fue aborrecido de los más acusado del delito de traición al rey. Su presencia o su ausencia
de ellos” (209). determinan claramente la paz o el desasosiego, la concordia o
Solo contra todos, prohibida la alianza en su favor, castiga- la enemistad y el mal. Por eso, a pesar de lo imaginado, una vez
dos quienes pretenden hacer justicia en su nombre, Álvar Núñez que Irala toma el mando por pedido popular, no se restablece la
enfrenta los castigos, la prisión, la celda, la degradación de su calma perdida. Los Comentarios hacen hincapié precisamente
cargo, la pérdida. Así nos lo muestra su escribano: la víctima de en el nuevo contexto que genera el encarcelamiento: una vez
un desenfreno por el poder pelea contra todo solo, casi abando- preso Cabeza de Vaca, el Río de la Plata se convierte en el esce-
nado. Intentarán matarlo, envenenarlo, hacerlo desaparecer, nario de una contienda permanente entre bandos; como dice
intentarán todo contra él pero no podrán. El héroe se levanta Alonso Riquelme de Guzmán, “la tierra está muy alborotada
de entre los escombros para decir su verdad, una verdad que entre nosotros, porque unos se van desesperados y los que que-
dirá por boca propia y ajena a lo largo de diez años. Esta es la damos nos deseamos unos a otros matar” (“Probanza de Xeréz
imagen que construirá el final de los Comentarios. de la Frontera” 1545. En Serrano y Sanz 1906, 6: 294).
60 61
Desde el apresamiento del gobernador, los tradicionales pro- ta. Es decir, la crónica de Hernández dice que el enemigo no es el
tagonistas han cambiado, ahora los indios sólo aparecen en la otro, pero también, y principalmente, dice algo mucho más difícil
crónica como víctimas directas de los ultrajes que ejercen sobre de leer y decodificar, algo de lo que Cabeza de Vaca es tan sólo un
ellos el nuevo gobernador Domingo Martínez de Irala y su gen- exponente, ni su causa ni su explicación, sino la muestra más
te. Con estos últimos no se puede dialogar ni razonar, no hay aprehensible de un conflicto que lo excede. Los Comentarios na-
modo de leerles las leyes establecidas por Su Majestad como rran efectivamente el fracaso evidente de la traslación de los
solía hacerse con los naturales del lugar. La paz –anteriormen- modelos del Viejo Mundo en el Nuevo, narran el caos, la rebe-
te concertada con todas y cada una de las tribus– resulta impo- lión, la falta de moral y religión, narran un mundo habitado por
sible con estos hombres que, desde la perspectiva del narrador, españoles que, claramente, no es España. En este sentido, en-
sólo saben de violencia, ilegalidad e infamia. En el juego del tonces, esta crónica plantea un dilema en la esfera de su recep-
poder, las piezas, los movimientos, son cada vez más claros, ción: o se lee la traición pregonada por Irala y su gente –lo que
pero absolutamente opuestos a lo esperable. Éste es el mensaje entraría dentro de una lógica legal conocida, lo que de hecho
de la crónica: el enemigo no es el otro, no es el indio, el enemi- encuadra plenamente en ese circuito de escritos, alegatos y deli-
go está entre nosotros. Este es el clamor de Hernández, de Ál- tos– o se lee su contracara, sostenida por Álvar Núñez y su gen-
var Núñez, de Juan de Salazar, de Pedro Estopiñán Cabeza de te, traición compleja por la que no opta ni el Consejo de Indias ni
Vaca, de Alonso Riquelme de Guzmán, y de todos aquellos que Su Majestad. La elocuencia de los testigos, las probanzas, las
optaron por alinearse del lado del gobernador depuesto. cartas y las relaciones de Adelantado y escribano no parecen ser
suficientes frente a la cantidad de escritos que también esgrimen
los otros. Pero si estos últimos alegan traición al rey, delito fácil-
Narrar el caos mente decodificable, Álvar Núñez y sus defensores ponen en pa-
labras otro tipo de ultrajes que leerán como violaciones a la mo-
Si la experiencia vivida en el Río de la Plata ofreció como ral, al decoro, a la religión, así como a las Leyes de Burgos de
saldo la pérdida de beneficios económicos y simbólicos, un largo 1512 y a las Ordenanzas de 1526. Cuenta Pero Hernández en su
pleito legal de defensa y autojustificación, los Comentarios que “Relación”:
relatan tal vivencia serán, como se ha visto, el intento escritura-
rio por revertir esa imagen, el último escrito que presenta Álvar Domingo de Yrala tenya muchas mujeres de la dicha generación, her-
Núñez, esta vez más allá de lo legal, esta vez al público general, manas e primas hermanas e otras parientas, teniendo acceso carnal con
ellas, celándolas como si fueran sus mujeres legitimas, por cuya cabsa hizo
en busca de una conmutación pública de la pena, en procura de
malos tratamientos a muchas personas.
un reconocimiento más amplio de su figura, de su nombre, de su
accionar. Sin embargo, este texto no sólo surge como respuesta a Estando en misa Domingo de Yrala un dia de fiesta, en presencia suya
un final inimaginable en el momento de la capitulación que le e de todo el pueblo, un criado suyo que se dice Juan Vizcayno comenzo a
ofrece el rey en 1541, también pretende poner las cosas en su meter las manos entre las tetas a las yndias, y un Baltasar de Sevilla se lo
lugar y, por sobre todo, desprender de la figura del Adelantado el rreprehendio (…) [por lo que] lo amenazo jurando a Dios que se lo habia de
pagar porque lo avia afrentado.
peso de responsabilidad del revés acontecido en el Río de la Pla-
62 63
Francisco Alvarez, vecino de Talavera, comunero, [quien] ahorcó una robos, su codicia, sus mentiras. Y si esa era la realidad del Río
yndia suya e la echo muerta en la rribera del rrio junto a su casa de Domin- de la Plata durante el período en el que Álvar Núñez fue gober-
go de Yrala, e no lo castigo por ello, antes quito una yndia a un servidor
nador, no es en ella en la que “confían” las autoridades de la
vasallo de Su Majestad e se la dio. (Hernández [1545] 1906, 6: 319, 352 y
355). Corona cuando el gobernador llega a España, ni aún al año si-
guiente, ni al posterior. ¿Demasiado complejo aceptar la falta
Por su parte, Cabeza de Vaca también refiere en su “Rela- de ley, el olvido del rey, la distancia de los preceptos de la igle-
ción” el escandaloso caso de fray Bernardo de Armenta y fray sia que pregonan todos y cada uno de los escritos de la defensa
Alonso, quienes del cuestionado Adelantado? Esta pregunta que sobrevuela la
Relación del escribano de 1545, se reitera en su texto posterior.
traían consigo dentro de su casa e monasterio mas cantidad de treinta La crónica de 1555 vuelve a poner en evidencia que ante la
mujeres, hijas de los naturales, mozas de doze hasta veinte años, tan ence- barbarización de los españoles, ante la pérdida absoluta de los
rradas como sy fueran sus mugeres, y por celos que tubieron de un yndio valores que estos “infamadores” pusieron en evidencia, aún per-
principal que truxeron del rrio Piquiri lo molieron á palos, é si no se soltara
siste un blasón inexpugnable que lucha con las armas, la letra y
le querian cortar el miembro, é amenazaron muchos cristianos por celos de
las yndias ([1545] 1906, 6: 39-40).
su fe por la España real, religiosa y legal. Álvar Núñez Cabeza
de Vaca no es sólo el protagonista de una conquista, el injusta-
El mismo Adelantado decide suavizar estos enunciados en su mente impugnado por una traición que no cometió, es también
texto de 1555 o, por lo menos, su escribano opta por alivianar la y principalmente –de acuerdo con el tipo de construcción que se
pluma. Vender indias libres por esclavas, meterles las manos lleva a cabo a lo largo de todos los escritos en su nombre– el
“entre las tetas”, amenazar con cortarle el miembro a un indio último representante y defensor de la civilización en el Río de
por celos, ahorcar a una india, tirarla al río y luego reemplazar- la Plata. España puede redimirse de los que perpetran ultrajes
la por otra, amancebamiento a granel, demasiados detalles que y oprobios, de los frailes desesperadamente celosos de sus dece-
barbarizan al español de un modo patente. Enunciados como nas de mujeres, de los abusadores, de los ilegales, y Álvar Núñez
estos se reiteran en los escritos legales, los que resultan, qui- es la figura que se ofrece para tal loable acción.
zás, demasiado reales para la crónica posterior. El proceso legal En 1555, cuando el proceso legal ya había terminado, cuando
ha finalizado pero la defensa sigue incólume; por eso, que no se el fárrago de escritos y apelaciones había sido cerrado, Cabeza
lea vehemencia en la crónica del escribano porque la palabra de Vaca encarga la escritura de esta crónica a su escribano.
puede perder, de ese modo, la garantía de verdad que busca. Ni Hernández escribe, entonces, con la letra legitimada que ese
primera persona ni fulgor en la palabra, ni “teta” para tocar ni cargo alguna vez le confirió, la última palabra, la última ima-
“miembro” a cortar, un relato “limpio”, en tercera persona, que gen, el relieve completo de una figura que pretende revertir lo
recurre a la distancia enunciativa para enfatizar la legitimidad funesto. La hipérbole y el exceso se aúnan a lo largo de todos
de aquello que se relata. los Comentarios para reescribir el final del nuevo redentor, tam-
Tamizada, matizada, la crónica refiere igualmente, a su modo, bién injustamente negado, vituperado, sacrificado.
los ultrajes, los desmanes de los traidores, su ambición, sus
64 65
3. Cuando la diferencia está en el origen na manuscrita, de 1612.36 Siete años antes, Ruy Díaz de Guz-
Memoria, historia y autobiografía mán realiza en la Plata, provincia de Charcas, su “Probanza de
en la crónica de Ruy Díaz de Guzmán (1612) méritos y servicios”. En este texto de 1605, Guzmán refiere fren-
te a una serie de testigos cada una de las acciones que ha reali-
A comienzos del siglo XVII ya existe una imagen común so- zado y cada uno de los servicios que ha brindado en el Río de la
bre el Río de la Plata. Las cartas, poemas, relaciones y crónicas Plata en beneficio de la Corona. Este escrito de carácter legal
que relatan la serie de expediciones fracasadas, el hambre, el es la antesala de su crónica, no sólo por una cuestión temporal,
caos, las rebeliones y el alto grado de mestizaje llevado a cabo, sino principalmente por la materia, el tono y las razones esgri-
alimentan esta visión de la tierra rioplatense como aquella que midas que lo componen.
parece poseer un mal que presagia la derrota.34 Pero los textos En principio, vale tener en cuenta que las relaciones de ser-
sobre la conquista de este espacio no acaban en la historia co- vicio eran
nocida de hambre y decepciones, también cuentan –algunos más
insistentemente– las acciones territoriales efectuadas por los informes que se daban a la Corona generalmente con la mira de obtener el
españoles y, en función de ellas, el provecho que éstas suponían reconocimiento de las misiones cumplidas y recompensas en forma de pen-
siones y de otras distinciones que solían conferir las remotas autoridades
para la Corona y para el rey. La crónica del mestizo Ruy Díaz de
reales; estos documentos eran de ordinario escuetas constancias militares
Guzmán pone el foco precisamente en este aspecto provechoso sobre los hechos de los informantes, con frecuencia expresadas con simpli-
o, al menos, parte de allí.35 Su texto pretende por primera vez cidad y realismo por hombres cuyo instintivo medio de expresarse era la
salir de la ecuación malhadada que mide el resultado por sobre acción (Leonard 1996: 69).
la acción, desviarse de la imagen de las manos vacías con que
regresan o mueren los conquistadores que se dirigieron al Río En su aspecto informativo, esta clase de textos seguía una
de la Plata y enfocarse en los hombres que lucharon por la con- estructura discursiva, generalmente sin grandes variantes, res-
quista de esta tierra, en cada uno de sus combates por ganar petando de este modo el esquema burocrático que lo generó y
más terreno, en sus penurias pero también en su incansable en el que se sostenía. Lo que llama la atención es que, a pesar
búsqueda de metales, en sus constantes entradas en tierra rio- de esto, la Probanza de Díaz de Guzmán no se adscribe comple-
platense; es decir, su relato intenta desandar el camino del olvi- tamente a la construcción general de este tipo de documentos.
do que impuso el fracaso económico, un camino que afectó tan- Si bien guarda las características formales y legales estatuidas
to a los hombres de su familia como a él. en cuanto a las relaciones de servicio, por otro lado escapa a
ciertas características básicas dado que no es una “escueta cons-
tancia militar” que expresa las acciones atribuibles al sujeto
La elocuencia de los hechos que enuncia; aún más, ni siquiera se limita a informar sobre los
hechos militares que sólo lo tienen a él como protagonista. Ruy
El interés de Díaz de Guzmán por contar la historia de las Díaz amplía el yo enunciativo del informante y alinea detrás
acciones olvidadas de estos hombres perdidos en medio de pa- suyo a quienes tienen el derecho de reclamar pero ya están
decimientos y miseria, no comienza con su crónica, La Argenti- muertos. En su adscripción identitaria con la sangre europea
66 67
de su padre, Ruy Díaz resulta un derivado natural de su genea- ca que está realizando. El ocultamiento de la rama materna se
logía paterna y, desde ahí, se coloca en el lugar legítimo que le explica en el intento por dejar de lado cualquier elemento que
corresponde para reclamar su herencia. Por eso expresa al co- ponga en evidencia la construcción de la legitimidad pregonada.
mienzo: “digo que yo e mis padres y abuelos emos servido a su En detrimento de esta línea sanguínea, el declarante apela a la
magestad en estos Reynos y hecho en ellos notables y señala- especificación de la ascendencia española, única desarrollada
dos servicios de los quales a Resultado mucho acrescentamien- con tal minuciosidad a lo largo del documento. De todos modos,
to a vuestra corona Real de que no avemos sido condinamente anticipándose a la posibilidad de que la simple enunciación de
Remunerados hasta agora” (Díaz de Guzmán [1605] 1914: 375). ambos nombres (de madre y padre) pudiera generar alguna duda
La legitimidad resulta un tema reiterado en este documen- en cuanto a su raigambre, Ruy Díaz explicita: “saben que soy
to, particularmente en lo que se refiere a su origen y al de su hijo legítimo”. A esta especificación le sigue el cuadro genealó-
padre: gico antes mencionado, luego las acciones militares de Domin-
go de Irala, su abuelo, de Alonso Riquelme de Guzmán, su pa-
mi padre fue hijo legítimo de Ruy Díaz de Guzmán y de doña violante ponze dre, de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, su tío abuelo, y las propias,
de león, su mujer, vecinos y naturales de la ciudad de Xerez de la frontera junto con las miserias padecidas, las prisiones soportadas y la
en los reinos de castilla y el dicho Ruy Díaz de Guzmán mi abuelo fue hijo
ausencia de beneficios y reconocimientos merecidos.
legitimo de Alonso Riquelme caballero de la orden de calatrava y de doña
brianda de guzmán su mujer y la dicha doña violante ponce de león mi En Los últimos cruzados, Enrique de Gandía comenta:
abuela fue hija legitima de don estropo ponce de león comentador de la
orden del señor santiago.... (376) [en las probanzas de méritos y servicios] aquellos pobres conquistadores no
decían ni una brizna de todo lo que habían andado y de todo lo que habían
sufrido. Insistían, a veces, sobre el pormenor de haberse hallado presentes
Si bien esta historia genealógica es parte de una fórmula
en una fundación, creyendo que el dato podía traerles algún beneficio, y
discursiva practicada en este tipo de documentos judiciales, en olvidaban los viajes penosísimos, las penurias infinitas, los combates y las
este caso su funcionalidad se amplía. Aquí parece que a medida enfermedades (1942: 121).
que se va hacia atrás en el tiempo, el prestigio de los hombres
se engrandece; por eso Ruy Díaz invoca su linaje, relata esta Decididamente en el momento en que de Gandía realiza esta
genealogía y recuerda que su nombre ya fue legitimado en el afirmación no está pensando en la Probanza de Ruy Díaz, la
pasado en los reinos de Castilla. Ruy Díaz de Guzmán no es cual, si bien no trabaja sobre la exageración, no se priva de
aquel nacido en Xeréz de la Frontera aunque posea el mismo relatar momentos de infortunio tanto propios como de todos los
nombre, sin embargo este dato le permite apelar a la tradición hombres de su familia. En el tono más desprovisto de ornato
del legado familiar y construirse explícitamente en la línea pa- posible, Ruy Díaz apela a la palabra y al buen uso de la misma,
terna que le da origen al nominarlo. poniendo en evidencia, de este modo, un manejo discursivo
En cuanto a la herencia materna, indígena y mestiza, ésta mucho más acorde con características narrativas que judicia-
no figura en el documento, sólo aparece el nombre de su ma- les, lo que puede observarse claramente en la dimensión argu-
dre, doña Úrsula de Irala –nombre que ha perdido toda identifi- mentativa y persuasiva que ejercita.
cación indígena– porque es forzoso en la elaboración genealógi-
68 69
…el dicho capitan melgarejo metio a el dicho mi padre en una mazmorra con conciencia retributiva a comienzos del siglo XVII y de boca de
fuertes prisiones en que le tuvo catorze meses, e después lo enbio desterra- un mestizo resulta impactante. Si bien el carácter original de la
do a un presidio e casa fuerte donde padeció muchas necesidades y miserias
probanza es lograr un rédito económico por las acciones de gue-
dos años hasta que (…) fue puesto en libertad por los vecinos de la dicha
ciudad Reconsciendole por su capitan e lugar teniente de governador el rra y apropiación de tierras realizadas, esta relación de servi-
qual oficio administro con mucha paz y justicia en vuestro rreal servicio por cios en particular posee un tono más propio de un litigante que
tiempo de quatro años (…). El capitan alonso Riquelme de guzman (…) murio exige la parte correspondiente al intercambio pactado que la de
ya viejo en la dicha ciudad [real] dexando su muger e hijos muy pobres e sin un fiel vasallo a su majestad real. Y, probablemente, así debió
ningún rremedio después de haber servido a su majestad en las dichas
parecerle al rey, quien habrá visto en este particular documen-
provincias cuarenta e quatro años a su costa ([1605] 1914: 380-381).
to una posible y futura ola de pedidos remunerativos de la in-
mensa cantidad de mestizos que poblaban por aquel entonces
El “proceso de occidentalización” (Gruzinski 2000) que carac-
este territorio; una ola de pedidos que, por otra parte, podría
teriza a este cronista se observa tanto en su identificación con
descomponer las jerarquías sociales con las que los españoles
lo español, como, y por ende, en la apropiación de esquemas,
se identificaban, lo que resultaba tan perturbador como el tipo
sistemas e imaginarios propios del país del que se considera
de sujetos declarantes para quienes no había lugar dentro de la
parte. De ahí que Ruy Díaz no sólo se apropie de un lugar de
antigua estructura social colonial. 38
enunciación europeo sino también de todas las estrategias a las
La “Probanza de méritos y servicios” y La Argentina no pue-
que este tipo de sujetos apelarían en pos de sus objetivos: el
den leerse aisladamente, no sólo las une la figura de Ruy Díaz,
reclamo económico, acción tan cara a los conquistadores, es una
sino también todos los hombres detrás y delante de él. Si se
muestra clara de este proceso. Pero el mimetismo no alcanza,
tiene en cuenta que no hay documento que demuestre el reco-
el desvío se produce inevitablemente en el forzamiento por re-
nocimiento económico pedido, entonces, puede pensarse su cró-
producir esquemas del Viejo Mundo en el Nuevo. Quizás uno de
nica, su obra histórica, como el producto del fracaso del objeti-
los modos o de los aspectos de ese desvío sea el hecho de que la
vo buscado con la probanza.39 En este sentido, la escritura de su
probanza de Ruy Díaz de Guzmán, más que una simple constan-
libro pretendería resarcir –mucho más monumentalmente– el
cia de acciones militares, parece una denuncia narrativa que
objetivo frustrado. En esta oportunidad, Ruy Díaz toma la plu-
pone en evidencia la conciencia pecuniaria de este sujeto:
ma para escribir una historia orgánica en la que pondrá en evi-
hago prestación de más de los servicios referidos de mi Padre y abuelo,
dencia el lugar incuestionable de su linaje en el relato de la
hermanos e deudos que an hecho a su magestad en estos reynos e provin- conquista de este territorio, revalidando de este modo, y por
cias en las cuales ellos y yo avemos poblado a nuestra costa doze ciudades este nuevo medio, su reclamo de derechos y reconocimientos.
con sumo acrescentamiento de vuestra rreal corona y en grande aumento Sin embargo, el libro no sólo quedará trunco sino que no verá la
de vuestro rreal patrimonio (...) sin que ninguna cosa de todo lo rreferido luz hasta el siglo XIX;40 y su autor, Díaz de Guzmán, será poste-
mis abuelos, padres ni yo ayamos sido Remunerados en cosa alguna (386).
riormente destituido de su cargo militar por afrentar al rey y a
la Corona con acciones conquistadoras sin rédito ni beneficio
Es evidente que la cuestión económica tiene especial signifi-
para Su Majestad.41 Por supuesto, en 1612 este cronista no sabe
cación en el Río de la Plata,37 pero también es cierto que esta
que su obra será llamada La Argentina manuscrita ni que seis
70 71
años después vivirá un revés profesional que lo colocará en ese jetiviza al reparar en el enunciador, en los protagonistas de esta
lugar impreciso que él no reconoce como propio pero que, a los historia, en los acontecimientos de este relato. Recordemos: Ruy
ojos de los hijos de España, es el que, como mestizo, indefecti- Díaz de Guzmán es hijo de Alonso Riquelme de Guzmán y de
blemente ocupa. doña Úrsula de Irala, nieto de Domingo de Irala y de la india
Leonor, sobrino nieto de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, bisnieto
de Pedro de Vera. Esta marca de ascendencia será crucial en su
Escribir la historia de la patria, escribirse vida, en su historia y en su escritura. Y, de hecho, si bien el libro
se autoproclama eminentemente histórico, lo que se observa en
En 1612 Ruy Díaz de Guzmán escribe en Charcas La Argenti- la adscripción genérica que establece el propio cronista al catalo-
na,42 obra que pretende saldar un vacío escriturario, contar lo que garlo como los “anales del descubrimiento, población y conquista
hasta entonces nadie había contado: la historia del descubrimien- de las Provincias del Río de la Plata”, igualmente esto no deses-
to y conquista de las provincias del Río de la Plata. Porque “aun- tima la fuerte impronta personal que el relator y su familia po-
que el discurso de largos años suele causar las mas veces en la seerán en la narración ofrecida. Sin figura avalatoria de lo enun-
memoria de los hombres, mudanzas y olvido”, es necesario –sos- ciado (no ha recibido mandato real alguno reclamando una acción
tiene el narrador– que se le dé el espacio que se merece a la histo- ligada a la letra), intentando dar cuenta de las reglas impuestas
ria “de nuestros españoles, que con valor y suerte emprendieron por la Corona, y con la marca deslegitimadora de su origen mes-
aquel descubrimiento, población y conquista” (29), ya que aunque tizo, Ruy Díaz apela a su linaje –es decir a la genealogía de con-
lo hicieron “en tierra miserable y pobre”, “más de cuatro mil espa- quistadores españoles que lo componen como sujeto– porque ésta
ñoles (…) acabaron sus vidas (…) con las mayores miserias, ham- será la única puerta de entrada a la narración. La Argentina no
bres y guerras, de cuantas se han padecido en las Indias no que- es, por lo tanto, sólo la reconstrucción de la historia de numero-
dando de ellos más memoria que una fama común y confusa” (31). sos hombres que acabaron sus vidas en esta tierra, no es sólo el
En el comienzo, más precisamente en la dedicatoria y en el pró- producto fiel obligado “que cada uno debe a su misma patria”, es
logo, ya quedan establecidos los objetivos del texto: recuperar la también la construcción de un yo y un nombre, cuyo origen exige
memoria; aún más, revertir el fracaso que pende sobre la ima- un proceso validatorio que funcione como sostén narrativo. Des-
gen de estos hombres. Si el propósito se liga al hecho de que de allí debe leerse el estilo implementado para narrar esa histo-
“hasta ahora [no ha] habido quien por sus escritos nos dejase ria. El aspecto testimonial, propio de la escritura de conquista,
alguna noticia de las cosas sucedidas en 82 años, que hace co- se ve en este caso sobredimensionado, tanto por ser la aplicación
menzó esta conquista” (31), si el objetivo convierte a ese texto en de un requerimiento formal implementado por la Corona, la mí-
inaugural, en la primera historia orgánica de la conquista del mesis de un tipo de escritura legitimada desde la metrópoli, como
Río de la Plata, de todos modos en la dedicatoria Ruy Díaz pone por ser también “la pista de la relación del escritor con su propio
en juego otras cuestiones que movilizan la escritura. Su biogra- pasado” (Starobinsky 1974). El testimonio certifica a nivel del
fía entra en escena, su origen, su ascendencia; la historia fami- referente y a nivel del enunciador, inscribe el texto en una tradi-
liar, personal y territorial se unen, se confunden y el objetivo del ción testamentaria y, así, dicha inscripción estilística pretende
cronista que pretende recuperar el pasado se resignifica, se sub- validar el papel legítimo que se autoadjudica como testigo fiel de
72 73
lo narrado. En Ruy Díaz ya se ve la marca fundante, el germen En función de la estructura en la que se conforma esta
de lo que Sylvia Molloy definirá como característica intrínseca crónica, y en función del objetivo histórico textual, aquí el
del autobiógrafo hispanoamericano: esa vocación testimonial de acento no recae directamente sobre el yo sino sobre el suce-
quien se concibe a sí mismo como “el único testigo de una época so que –directa o indirectamente– lo alcanza. Pero si bien
concluida que sólo vive en su relato” (1996: 216). ese discurso puro del sujeto no tiene asidero, en la dedicato-
En el marco del testimonio histórico de la conquista riopla- ria al Duque de Medina y Sidonia, Don Alonso Pérez de Guz-
tense que ofrece el cronista, no parece haber lugar para el mán, el relato ofrece a cambio un retrato genealógico como
discurso privativo del yo, mucho más si se tiene en cuenta que autopresentación. Resulta una suerte de exigencia discursiva,
en el siglo XVII aún no se ha producido el desplazamiento de impuesta por el destinatario a quien se le dedica y ofrece el
la historia pública hacia la historia privada (Gusdorf 1991: 11). libro, incurrir en un rápido bosquejo explicativo que ilustre quién
Por otro lado, en función de la ambivalencia cultural que lo es ese yo que enuncia. El cronista quiere asegurarse la lectura,
caracteriza en tanto mestizo, Ruy Díaz no puede incurrir en el en el contrato implícito con el lector real el retrato es necesa-
relato puramente personal, anecdótico e íntimo; no debe ha- rio, así como también resulta necesario que ese yo luego se
cerlo. En el intento por conformar un nombre autolegitimado, eclipse en favor de la narración histórica. Ruy Díaz asume en-
dicha incursión no parece tener cabida. El relato del yo es un tonces el papel impersonal de historiador, le otorga al aconteci-
derivado de la biografía de sus antepasados; se crea así un as- miento una relevancia primaria, haciendo recaer, secundaria-
pecto autobiográfico derivativo de un sujeto o de un conjunto mente, sobre la personalidad del protagonista de dicho suceso
de ellos que en el marco imperial ya poseen un lugar legaliza- el mérito de las acciones en las que se vio implicado. Pero, dado
do incluso en la escritura.43 De este modo, mediante esta auto- que el acontecimiento a narrar, la conquista del Río de la Plata,
biografía genealógica que crea, el narrador postula las carac- es efectuado en su totalidad por el linaje que conforma ese yo
terísticas y acciones de su estirpe y el prestigio de los hombres ampliado, la imparcialidad se resiente y el narrador nunca llega
de su familia que, por derivación, lo engrandecen y legitiman. totalmente a desaparecer.
La historia que escribe comienza de hecho con la empresa
conquistadora que su bisabuelo, Pedro de Vera, llevó a cabo en
las Indias y finaliza con la figura de su padre encarnando un Moldear el acontecimiento
papel pacifista y justiciero, lo que da lugar en el relato a la
entrada de Juan de Garay. El yo es esa genealogía ilustre que Al abordar un texto como La Argentina el lector se en-
ostenta y, así, la historia de la patria deviene su historia. En frenta a un tipo de representación particular del sujeto colo-
este contexto, la crónica no refleja un autor referencial sino nial que enuncia, la cual se halla marcada por una escisión –
que el autor se crea a sí mismo, es decir, crea un yo que no propia del problema de identidad en este caso– determinante
existiría sin ese texto. El yo es, entonces, ese libro que escribe, del lugar social de enunciación, del lugar genealógico ocupa-
y el condicionamiento ontológico que lo cuestiona –en tanto do en relación con el linaje familiar, del lugar de pertenencia
mestizo– como sujeto narrador legítimo es el elemento produc- dentro de la estructura colonial en la que pretende erigirse
tor de la escritura del-desde el yo. como sujeto.
74 75
La crítica contemporánea ha definido al sujeto colonial no cuales no poseen aspecto de hazaña alguno; sin contar con el
de acuerdo a quién es sino en función de cómo ve (Adorno 1988). protagonismo que le otorga a éste en la historia de una conquis-
Esta concepción, observable en gran parte de la literatura colo- ta en la que fue más bien una figura deslucida, en especial en
nial, merece ciertos ajustes si se repara en la figura del mesti- comparación con el resto de los hombres de la familia. En esta
zo, cuya visión –por más imperialista que sea o aspire a ser– no línea, la muerte de Juan de Ayolas y el apresamiento del Ade-
llega a subsanar una falta clara en su lugar de pertenencia cul- lantado son dos sucesos difíciles de narrar para este cronista
tural. El espacio borderline de esta figura en la estructura colo- porque ambos ponen en evidencia el enfrentamiento entre dos
nial obliga a actores como Ruy Díaz a trabajar desde el lenguaje figuras de su linaje, dos figuras claves en su historia: Cabeza de
(europeo del padre) y a elaborar discursos que no son otra cosa Vaca y Domingo de Irala. Ruy Díaz apelará en ambos casos a
que la escritura de su identidad. Aquí la identidad no está dada, matizar los cargos que pesan sobre su abuelo, uno de los nom-
hay que construirla; en esa creación, en esa legitimación dis- bres más invocados en el libro. Así, si para Álvar Núñez la muerte
cursiva que se pretende alcanzar a través de la escritura, se de Ayolas es pura responsabilidad de Irala, Ruy Díaz ofrecerá
juega el tipo de acontecimiento a narrar. una visión diferente. Según su versión, este último despuebla
En el caso de La Argentina no existe suceso alguno ligado a el puerto, por un lado, porque cumple la orden del propio Ayolas
los indígenas, es decir a la rama materna del narrador, que de irse si al cabo de seis meses si él y su tripulación no regresa-
merezca ser llevado a la escritura, a menos que ofrezca un in- ban; por el otro, por el hambre padecida. Con respecto al episo-
grediente más a la visión española del salvaje natural, esencial- dio de Cabeza de Vaca, la actitud de Irala es nuevamente positi-
mente traidor y cruel. En estos casos el relato se vuelve excesi- va. De acuerdo con el nieto relator, éste no actuó en el
vamente esquemático, la fijeza de las polaridades pone en encarcelamiento del Adelantado en primer lugar debido a que
evidencia la mimética hispanidad de la pluma que representa no se hallaba en Asunción en ese momento y en segundo lugar
así al Otro. En el texto de Ruy Díaz tanto los acontecimientos ya que no podía ir contra la voluntad del pueblo. Aún más, se-
como la visión desde la cual se los presenta están tamizados por gún Ruy Díaz, hacia el final: “Fue muy sensible al maestre de
el tipo de inscripción familiar que poseen. Lo interesante resi- campo este suceso, y mucho más por no estar en su mano el
de en las torsiones que ese tamiz genera. En la recopilación y remedio, por hallarse en la obligación de los más principales
en la selección de los sucesos dignos de narrar, que conjugan la capitanes” (162). Respetuoso de las leyes, de los cargos, de las
experiencia del narrador y de los suyos, se modifica el significa- órdenes del superior, sensible a la suerte de los suyos, Ruy Díaz
do del suceso en sí. De hecho, la narración no sólo “resignifica crea una imagen de Irala que sólo vive en su relato.
lo que ya se ha pre-significado en el plano del obrar humano” Claramente, el narrador no puede adscribir tan sólo al per-
(Ricoeur 1995, 1: 154) sino que también le otorga sentido a su- sonaje de su tío abuelo, Álvar Núñez, porque si bien éste porta
cesos que, en el marco histórico en el que inscribe la obra, no un cargo que lo legaliza y legitima desde un principio, asimismo
se hallan significativamente connotados. De este modo, el na- ha sido cuestionado por las autoridades reales. Por otro lado, si
rrador deforma la biografía de su padre y de otros conquistado- el objetivo es lograr que el alegato no sea individual sino fami-
res de su familia. Le otorga un lugar heroico a acciones milita- liar y que se sostenga por completo, el cronista debe reacomo-
res en las que Alonso Riquelme de Guzmán se vio envuelto, las dar los sucesos y reconstruir el lugar de Irala y de Riquelme de
76 77
Guzmán. Desde esta perspectiva, Ruy Díaz apela a la palabra ta americana, adopta estrategias identificables con la barbarie;
para darle el significado preciso al acontecimiento. Es esta par- la propia soldadesca entra en el terreno de la traición –atribui-
ticular postulación de sentido la que determina los hechos que ble original y casi exclusivamente a los indios– en forma recu-
se eligen, los detalles que se resaltan o se descartan. Los suce- rrente; los conquistadores sufren las penurias de los castigos
sos, que mediante el discurso adquirirán la trascendencia bus- de sus pares; el narrador mismo convierte personajes familia-
cada al convertirse en acontecimientos históricos, serán la ma- res en verdaderos héroes y, como vimos, entronca a su familia
teria prima de la experiencia a contar, el a priori necesario para en el relato de la historia. Sin embargo, a pesar de estos reaco-
significar el relato de este sujeto mestizo. modos o adaptaciones, se intenta continuar con cierto imagina-
La Argentina es un texto marcado por una evidente línea rio que permita reinstalar la diferencia. Por eso cuando Ruy
significante, demarcada a su vez por las expectativas de lectura Díaz se refiere a los indígenas puede recurrir al esquema mani-
de narrador y destinatario. Por eso en esta crónica no hay res- queo eurocentrista, pero cuando de mestizos se trata, el proce-
quicio para lo íntimo, el yo aparece resumido en su familia y so mimético ya aludido se resiente. Entonces, si cuando debe
linaje, relata desde un punto de vista claro de español y con- referir la historia de su origen, dice que a su padre “le fue forzo-
quistador, obtura toda significación a su raigambre materna y so sentar casa”, elidiendo de este modo todo el trasfondo que
desaparece de la narración toda visión condescendiente con el lleva a Alonso Riquelme a casarse con la hija mestiza de Irala,44
indígena. Esta estricta sujeción a las reglas de la palabra escri- cuando debe referirse explícitamente al grupo social al que per-
ta europea permite ser leída, también, como mero remedo de tenece, el silencio no alcanza, los reacomodos no sirven. En
una identidad fuertemente significada por el mestizaje. No hay este caso, la marca en el orillo aflora y lo hace en aquellos tra-
estructura verbal que sostenga completamente a un sujeto cuyo mos en los que no se puede reproducir la pluma de otros espa-
origen cuestiona ciertos preceptos ideológicos propios del ámbi- ñoles, porque son estos precisamente los que definieron a los
to al que dice pertenecer. hijos de la mezcla como “la canalla argentina” (del Barco Cente-
nera 1602). Esta realidad de origen adquiere un espacio inevita-
ble en la escritura. Por más omisión, selección y adopción, cuan-
Desvíos, resquicios, torsiones do describe a sus congéneres se define a sí mismo y señala: “son
comúnmente buenos soldados, de gran valor y ánimo, inclina-
A diferencia de otros cronistas, españoles y mestizos inclu- dos a la guerra, diestros en el manejo de todo tipo de armas (...)
so, Ruy Díaz de Guzmán no traspone nunca los límites del terri- y sobre todo muy obedientes y leales servidores de S.M.” (137).
torio donde ha nacido, por lo tanto el modelo inmediato que Asimismo, al referir el cruce inter-racial enuncia:
posee, el que le proveen los españoles conquistadores en el Río
de la Plata, es ya un modelo adulterado, adaptado e interpreta- voluntariamente los caciques le ofrecieron a él [Irala], y a los demás capita-
do de acuerdo con la pérdida de las referencias que significó nes sus hijas y hermanas, para que les sirviesen, estimando por este medio
tener con ellos dependencia y afinidad (…); y en efecto sucedió que los
para estos europeos la conquista de este espacio tan particular.
españoles tuvieron en las indias que les dieron, muchos hijos e hijas, que
Domingo Martínez de Irala, el epítome del conquistador heroi- criaron en buena doctrina y educación, tanto que S.M. ha sido servido hon-
co, a quien –según su nieto– se le debe gran parte de la conquis- rarlos con oficios y cargos, y aun con encomiendas de aquella provincia, y
78 79
ellos han servido a S.M. con mucha fidelidad en sus personas y haciendas, todos los visos de una narración ficcional que dramatiza la vi-
de que ha resultado gran aumento a la real Corona, porque al día de hoy ha vencia de la mezcla y responde a los parámetros preconcebidos
llegado en tanto el multiplico, que han salido de esta ciudad (…) ocho colo-
del Otro desde la metrópoli. 47 El segundo relato narra el suceso
nias de pobladores (137).
de una mujer extraviada, la mal-donada, que por motus propio
y acicateada por el hambre, deja el fortín y se adentra en tierra
En esta última cita resuena nuevamente la Probanza de Ruy
de indios en busca de alimentos. En su peripecia hacia la barba-
Díaz: el servicio fiel y económico que, en este caso, todos los
mestizos han hecho al rey, junto con el gran provecho que esto rie ayuda a parir a una leona, que será luego su salvadora ante
la condena a muerte fuera del fortín que le ha sido impuesta
le ha acarreado a Su Majestad, en especial si se tiene en cuenta
por los españoles.
la cantidad de mestizos que pueblan la Asunción. Este es el
mensaje. Y si la descripción que elabora Ruy Díaz del mestizaje El episodio de la Maldonada inscribe el texto en otra vertien-
te. La tradicional historia de Andrócles y el león, recogida por
y de su producto es una versión edulcorada del proceso, asimis-
Aulio Gelio en sus Noches áticas, aparece como trasfondo de esta
mo no hay que perder de vista que, de algún modo, resulta con-
veniente tanto para él como para la Corona; es decir, ofrece la anécdota, así como también resuenan en este relato los libros de
caballería.48 El aspecto maravilloso y poderoso de la naturaleza
descripción que Su Majestad desearía leer, según la cual, por
por sobre el supuesto mundo civilizado entra en escena y alegori-
sobre todo, el cruce genera beneficios. Pero esta visión no se
adscribe directamente a la realidad histórica, en especial si te- za la historia. Así, se conforma un nuevo estatuto de aconteci-
miento digno de narración, el cual evidencia un resquebrajamien-
nemos en cuenta las rebeliones de mestizos que se llevan a
to de la auto-postulada identidad del sujeto relator. El suceso de
cabo en este territorio y el efecto que éstas producen en escri-
tores del momento, como el contemporáneo Centenera. 45 La esta mujer que libremente elige la barbarie, el cual hace hinca-
pié en la humanidad de las fieras en contraposición a la ferocidad
empiria de los “anales de la conquista y descubrimiento de las
de la condena de los españoles,49 establece una dinámica referen-
provincias del Río de la Plata” que promete en el primer capítu-
lo, empieza a ceder terreno en favor del sujeto que (se) escribe. cial que cuestiona la correspondencia entre raza y civilización,
sostenida a lo largo de toda la narración. La ruptura del pacto
Si bien en este texto el yo se halla subsumido en el relato del
preestablecido por los hombres blancos la produce esta mujer al
acontecimiento histórico que refiere, existen igualmente bre-
ves resquicios en los que la biografía del narrador se cuela en la reinstalar –mediante su elección y su cuerpo– la problemática
del cruce de mundos; la reconvención final del capitán Ruiz Ga-
elaboración y resignificación de los sucesos, a pesar del sistema
lán y el rebautismo del personaje, que lleva a cabo el narrador,
retórico utilizado. En esta línea se inscriben no sólo las instan-
cias en la que se refiere a los mestizos o al mestizaje propia- problematizan la naturalizada división esquemática de los Otros
que se ostenta desde un principio: “Esta mujer yo conocí y la
mente dicho, sino también los relatos de Lucía Miranda y La
llamaban la Maldonada, que más bien se la podía llamar Biendo-
Maldonada. El primero de ellos, entendido por algunos como la
primera ficción del Río de la Plata, es un relato de cautiverio nada, pues por este suceso se ve no haber merecido el castigo al
que la expusieron, pues la necesidad había sido causa de que
que reafirma el rol del indígena traidor, desacralizador de la
desamparase a los suyos y se metiese entre aquellos bárbaros”
pureza blanca de la mujer cautiva. El suceso relatado, “imposi-
ble en tiempos de Caboto”, según Enrique de Gandía,46 tiene (117). A pesar de las palabras –“suyos” y “bárbaros”– que el cro-
80 81
nista utiliza para determinar los bandos, la “crueldad casi inaudi- medida– su carácter meramente formal. La historia de Ruy Díaz
ta” –como el propio Ruy Díaz la describe– de los españoles contra no es producto de un pedido del rey ni de una casa real en par-
esta mujer, también blanca y española, copa la narración, dejan- ticular ni del duque a quien dedica este libro. Esto nos permiti-
do a un lado la dificultosa asimilación del cruce electivo, sean ría suponer que no existe una efectiva determinación discursi-
cuales fueren las razones que lo originaron. va en cuanto a la materia y los tópicos que esperan leerse. Sin
En el marco de una historia en la que la identidad del narrador embargo el cronista apela a una “retórica descriptiva común”,
se halla totalmente comprometida, los sucesos relatados –que de- probablemente dada a partir de una paulatina estandarización
vienen oportunamente acontecimientos conformadores de la tra- de lo describible (Altuna 2002). La falta de un contrato legal
ma personal– adquieren un valor existencial. En la medida en que establecido desde la metrópoli reclamando la relación necesa-
el cronista está implicado directamente en aquello que cuenta, el ria sobre el espacio en cuestión conquistado, exige que el autor
acontecimiento histórico propiamente dicho (suceso efectivamen- responda a las reglas y fórmulas discursivas esperables y al
te acaecido) desaparece y el episodio ficcional de la Maldonada de- mismo tiempo obliga a éste a dedicarse a la ardua tarea de jus-
viene hecho histórico en función de la estructura ideológica que el tificar la acción que lleva a cabo mediante la pluma sin aval
texto pregona. Por eso, éste es el relato de un aprendizaje y de alguno. Esta tarea de justificación pretende sostenerse en el
una conversión; por eso, finalmente ésta es la historia de una mujer contenido del libro, en el relato de una historia que sólo él pue-
“con dones”, de una mujer “donada”, que termina con la cristiana de relatar en su total dimensión.
aceptación española de la mala acción cometida y con el reconoci- Por eso, la marca personal que posee esta crónica podrá ob-
miento de la enseñanza dada por la fiera; por eso, y porque no servarse desde la primera página en la elección que el narrador
podía ser de otro modo, hacia el final la mujer es piadosa y justa- realiza, ya que ofrece su texto al señor en cuya casa sirvió fiel-
mente liberada. mente Alonso Riquelme de Guzmán como secretario. En la lógi-
ca discursiva implementada, la cual recurre a la amplificatio
como recurso clave en la construcción del yo y de su carácter
El ojo real único, el señor de su padre es por traslación legítima su señor y
él, como su progenitor, le será servidor nuevamente a través de
La Argentina aparece precedida de una “dedicatoria” al du- la escritura. En este caso, el Otro institucional no legitima por
que de Medina y Sidonia y de un “prólogo y argumento al benig- su sola aparición al sujeto que escribe, mucho menos cuando
no lector”, es decir que el libro iba a ser enviado a esta ilustre dicha aparición no parte de un acuerdo previo que genere el
figura y puesto al alcance de otros lectores.50 Este doble desti- relato. Aquí la escritura del yo no se ve legitimada por la ilustre
natario constituye un aspecto recurrente en las crónicas de In- figura de la dedicatoria, aunque pretenda lograr ese efecto.
dias desde el siglo XV en adelante. Si bien la apertura textual Si en el contexto en el que se produce este libro, escribir era
con la dedicatoria real es una fórmula estipulada por el manda- una forma de obtener legitimación, ésta sólo podía llevarse a
to que genera la escritura o que la permite, cuando la incursión cabo si las circunstancias que rodeaban la escritura se enmarca-
en esta actividad no responde a dichas exigencias establecidas ban en un estricto proceso de legalidad. Como éste no es el caso
por la Corona, la apelación a ciertas fórmulas pierde –en alguna pero sí el objetivo, la figura del destinatario, la efectividad de la
82 83
lectura, se convierte en una condición necesaria como refracción ideológico que impregna el texto, establece una conexión direc-
concordante con la imagen que el sujeto colonial que escribe ofrece ta entre la memoria propia y la memoria de los conquistadores
de sí mismo. De ahí que el yo de un cronista como Ruy Díaz de su familia injustamente olvidados. Al apropiarse de esta últi-
emerja en el relato ante la necesidad de elaborar un discurso ma, la memoria del yo se expande y se vuelve más poderosa.51
identitario que posibilite que el destinatario –sobresignificado El autor sabe, basado en el contrato que no posee o precisa-
desde el afuera en tanto legítimo representante del espacio im- mente por dicha carencia, que la figura del destinatario es la
perial– pose su mirada sobre él. El problema del sujeto de la clave o la fase decisiva en el drama de la identidad y de la auto-
mirada, del ojo del lector, recae sobre la construcción narrativa definición. Quizás en esta línea deba leerse la apelación al otro
ofrecida y deriva en el problema del objeto de la mirada colonial. lector, ajeno al marco imperial de enunciación y recepción; lec-
¿Cómo sostener con el ojo un discurso que es elaborado por un tor ante el cual los hechos de la historia ofrecida adquieren la
cronista cuyo origen mestizo lo coloca en un lugar inestable en relevancia esperada y el contenido del libro logra así una fideli-
el marco de recepción? ¿Cómo oír/mirar/leer un sujeto constan- dad a la verdad que se ve sostenida en la amplitud de fuentes
temente objetivado en los relatos previos, en tanto fruto de la consultadas por el único relator oriundo del Río de la Plata. La
pérdida de la escala de valores morales fuertemente sostenida concepción documentalista de la escritura vira. Si bien no hay
desde la metrópoli y resentida en Asunción ante el avasallante textos legales presentes en la obra, la crónica ofrece un com-
mestizaje allí producido? pendio de relatos orales que sobrevuelan la narración constan-
Aunque el autor apela a un condicionamiento enunciativo temente. El testimonio, la voluntad informativa, se afirma en
ideológico-cultural que posibilite su reconocimiento como espa- las fuentes referidas por este sujeto-memoria de la tierra con-
ñol por parte del lector, la identificación se resiente constante- quistada. En el permanente proceso de autoconformación im-
mente. El vacío interlocutorio es una posibilidad, existe como plementado en este discurso, incluso la oralidad llega a adqui-
probabilidad acechante. Sobreviene así la crisis de este sujeto rir visos de escritura fidedigna.
colonial, delineada por la huella de la resistencia que podría Sin embargo su testimonio no llega a gozar nunca de autori-
otorgar el otro del discurso, el que posee el poder de cuestionar dad definitiva, el cronista es el único testigo de aquello que re-
la significación cultural de Ruy Díaz de Guzmán en tanto sujeto lata, el único referente de la fuente consultada, el último bas-
legible. tión de una genealogía catapultada en el olvido. La Argentina
Este cronista escribe la experiencia histórica personal para es dicha por un memorialista que expande su nombre a través
un español, y al narrar y conformar el acontecimiento de su de la historia de la conquista de la que dice su patria (que, por
patria, se inscribe como sujeto y no sólo como objeto de estu- cierto, no es España) y, así, convierte su obra en una tarea de
dio, como viene siendo entendido en tanto mestizo en los infor- justificación personal.
mes reales. El yo se construye como sujeto descriptible, narra- La tierra es el cuerpo; la sangre, el habla; el territorio, la
ble para un otro. Este proceso de subjetivación puede verse en materia del relato. Estos tres elementos que moldean al mesti-
la concepción de memorialista que adopta el autor de La Argen- zo como sujeto son precisamente los que, a los ojos del destina-
tina. Este memorator concibe al acontecimiento como elemen- tario, lo cuestionan. Esta tensión dada en la base de la situa-
to constitutivo de la trama que ofrece, y en el afán histórico e ción comunicativa moldea la existencia del yo en el discurso de
84 85
la historia en la que se reconoce. Por eso el narrador apela al Notas
lenguaje europeo, porque en su adquisición y puesta en prácti-
ca éste resulta –o por lo menos pretende ser– un instrumento
1
al servicio de su autodefinición. Así, este sujeto colonial mesti- En este libro se respetarán la estructura y la ortografía originales de
los escritos consultados.
zo intenta convertirse en un ser para el otro a través del discur- 2
La carta de Luis Ramírez, fechada el 10 de julio de 1528, es, fáctica-
so que ejercita, y al poner en juego la lengua española –que él mente hablando, el primer documento que da cuenta de la realidad vivida
también concibe como la única inteligible y decodificable– dirá en esta parte de América. Sin embargo, a pesar de ser la primera carta en
asimismo al yo cuya boca articula el enunciado. relatar el hambre en el Río de la Plata, considero que no puede ser concebi-
da dentro del repertorio de textos que ensayan y practican la “escritura de
la decepción”. En esta misiva, si bien la tierra presenta obstáculos que
generan padecimiento, ante todo sigue siendo considerada productiva; es
decir, continúa siendo representada de acuerdo con los parámetros tradi-
cionales que rigen el imaginario hispano-conquistador sobre América, lo
que se observa en aquellos enunciados que ponen el énfasis en la sanidad y
riqueza del terreno rioplatense. De hecho, en este texto el oro rige el modo
de representación espacial; tal es así que, si la cantidad de metal precioso
enviado a la metrópoli no es abundante, esto no significa que el Río de la
Plata no lo posea en demasía, sino que los españoles deciden mandar pocas
muestras para que los indios de la región no crean que ellos tienen “codicia
de su metal”. El argumento empleado por Ramírez es claro y la estrategia
parece serlo aún más. La carta refuerza la idea preconcebida sobre el Río de
la Plata, lo que la distancia del tipo de escritos –como la “Instrucción”– que
aquí se analizan (En Documentos históricos y geográficos relativos a la
conquista y colonización rioplatense. 1941, 1: 91-106).
3
Ulrico Schmidl nació entre 1500 y 1510 en una familia de patricios
burgueses, portadora de un blasón otorgado por Federico III, la cual le cedió
varios prefectos a la ciudad de Straubing, en Baviera. Durante su juventud,
se trasladó a Amberes en calidad de dependiente de comercio. Desde allí, en
1534, con una edad aproximada de 25 años, se alistó como soldado volunta-
rio con el propósito de dirigirse al Nuevo Mundo. En el mismo año llegó a
Cádiz y el 1º de septiembre salió de San Lúcar con la expedición de don
Pedro de Mendoza rumbo al Río de la Plata. Su estadía tuvo una duración de
aproximadamente veinte años, desde 1534 hasta 1553 cuando, por razones
familiares, solicitó permiso para su retorno. Finalmente llegó a su patria el
26 de enero de 1554. Al regresar, se produjo la muerte de su hermano
Tomás, de quien heredaría una considerable fortuna. Posteriormente asu-
mió el cargo de consejero de su ciudad de origen, Straubing, en 1558. Pero
nuevos sucesos alterarían su vida, en especial ante la reforma de Lutero.
En ese período y en esa coyuntura, Ulrico decidió adoptar el protestantis-
86 87
mo, por lo cual fue desterrado en 1562 de su país natal ante su abierta Staubingen, mit grosser gefahr erkundigt, und von ihm selver auffs,
declaración como reformista. Finalmente buscó refugio en la ciudad de fleissigst beschrieben und dargethan (Cóccaro y Kirbus 1984: 13).
8
Regensburg en donde tomó carta de ciudadanía, donde probablemente es- La edición de de Bry poseía un título muy similar a la anterior (Ver
cribió su crónica, y donde murió alrededor de 1580 (Ziebell 2002; Mitre nota 7).
9
1903; Sanabria Fernández 1974). En la cuarta parte de la colección de Hulsius, el título en alemán era:
4
En su estudio de la obra de Schmidl, Zinka Ziebel se pregunta atinada- Warhafftgen Historien einer Vunderbahren Schiffart welche Ulrich Schmiedel
mente cuál habrá sido la razón por la que recién luego de trece años de von Straubingen von anno 1534 bis 1554 in Americann oder Neuen Welt bey
regresar de su aventura en el Río de la Plata, Schmidl se haya decidido a Brasilia und Rio della Plata gethan…. (Cóccaro y Kirbus 1984: 14).
10
explorar los sucesos allí vividos y publicarlos. Según la autora, algunos Para abordar la relación entre el relato de viaje y el cronista colonial,
indicios encontrados en los manuscritos llevan a suponer que Schmidl “ini- ver Altuna 2004.
11
ció la escritura de su libro ya en la época en que vivía en Straubing y que su Schmidl formó parte de uno de los dos navíos de la expedición de Pedro
conversión al protestantismo es la responsable del encuentro tardío y for- de Mendoza, el cual estaba a cargo de la Casa Bancaria Welser de Augsbur-
tuito con un editor como Feyerabend, interesado en relatos de viaje que go. Esta casa exploraba minas de plata en Santo Domingo desde 1525; en
uniesen las dos prerrogativas: una aventura en tierras lejanas y una salva- 1528 recibió la concesión de Carlos V para participar de la exploración de
ción, dirigida al público reformado. Basta mencionar que Feyerabend publi- Venezuela. Es probable que su participación en la conquista del Río de la
ca el relato de Schmidl junto con el de Staden para corroborar tal aserción” Plata haya tenido la intención de descubrir nuevos recursos mineros. Al
(Ziebell 2002: 269). respecto, ver Ziebell 2002.; Sanabria Fernández 1974; López 1985; Arcinie-
5
El texto de Schmidl fue publicado por primera vez en 1567 por el editor gas 1943.
12
Sigmund Feyerabend. Aparece como primer texto adicional de la segunda En este sentido, las diferencias con los Naufragios de Álvar Núñez
edición de Weltbuch (la primera era de 1533), de Sebastián Franck de Word. Cabeza de Vaca son claras. Si la expedición de Pánfilo de Narváez es consi-
La primera edición autónoma es de 1597, cuando Theodor de Bry incluye el derada un fracaso, si el rol conquistador del propio Cabeza de Vaca es con-
texto como séptima parte de su colección Grands Voyages. El éxito editorial cebido en la misma línea, la aventura final que éste protagoniza –la cual
de Schmidl está relacionado en parte con el éxito de toda la colección, sien- sólo es posible gracias al naufragio padecido–, junto con el cargo de gober-
do publicado cinco veces como parte de la misma; entre las ediciones más nador del Río de la Plata que le otorga el rey a su regreso, revierten el
representativas cabe destacar la de 1597 en alemán y la de 1599 en latín. resultado inicial. El hombre padeciente se convierte en héroe sobrevivien-
También Levino Hulsio (o Levinus Hulsius, como se conoce su nombre te, “sanador” y religioso; el cargo de tesorero real que posee en la expedi-
latinizado), editor calvinista de los Países Bajos refugiado en Nüremberg, ción con la que parte a La Florida es superado posteriormente por el de
publicó el libro cuatro veces (1599, 1602 y 1612, en alemán, y 1599, en latín) Adelantado de la Provincias del Río de la Plata. Decididamente, en este
dentro de su serie 26 Schiffahrten (Ziebell 2002; Cóccaro y Kirbus 1984). caso, el fracaso se convierte en éxito.
6 13
La primera edición de la obra de Schmidl se publica en una colección de Como Bolaños, Joel Lefebvre también trabaja el gusto por el exotis-
viajes en dos volúmenes o partes. Este título corresponde a la segunda mo en la Alemania del siglo XVI en su análisis sobre la obra de Schmidl
parte donde se realiza explícita mención a la obra de Schmidl. Abreviado, el (Lefebvre 1987: 99-114).
14
título original es el siguiente: Ander theil dieses Welt-/buchs von Schif-/ Del texto de Schmidl existen tres códices: el de la Biblioteca de Muni-
fahrten./ Warhafftige Be-/ schreibunge aller/ und mancherley sorgfeltigen ch, el de la Biblioteca de Sttugart y el de la Biblioteca de Hamburgo.
Schif-/farten, auch viler unbekanten erfundnten Landdtschafften, Insu-/ Durante el siglo XIX, se descubrió que los dos primeros eran los más
len, Konigreichen, und Stedten… Durch Ulrich Schmidel von Sataubingen fidedignos. Valentín Langmantel publicó el de Munich en 1889 y Johannes
(Cóccaro y Kirbus 1984: 12). Mondschein el de Sttugart en 1893. Las distintas traducciones al español
7
El título original era: Warhafftige und liebliche Beschreibung etlicher siguieron uno u otro manuscrito. La primera versión castellana, que tra-
furnemen Indianischen Landtschafften und Insulen, die vormals in keiner bajó directamente con estos códices alemanes, fue la de Samuel Lafone
Chronicken gedacht, und erstlich in der Schiffart Ulrici Schmidts von Quevedo que reprodujo el texto de Munich, la cual fue publicada en 1903
88 89
por la Biblioteca de la Junta de Historia y Numismática Americana. La otros, que murió en Valladolid entre 1556 y 1559 como consecuencia de una
segunda traducción fue la de Edmundo Wernicke, quien publicó en 1938 enfermedad (Adorno y Pautz 1999: 293-413; Bishop 1933; Pupo-Walker 1992;
la versión más fiel al códice original de Sttugart, el cual fue considerado el de Gandía 1935: 95-129).
17
manuscrito original de la crónica luego de extensas investigaciones filoló- Sobre su experiencia en La Florida junto a la expedición de Pánfilo de
gicas. Su edición llevó como título Derrotero y viaje a España y las Indias, Narváez, ver Adorno 2004.
18
y así se conoce el relato de Schmidl desde esa época. En este trabajo se Rolena Adorno descubre que, tan pronto como arriba a España en
seguirá la traducción de Wernicke, editada por Espasa-Calpe en Argenti- agosto de 1537, Cabeza de Vaca le otorga poderes a su primo Pedro Estopi-
na, la cual cuenta con prólogo de Enrique de Gandía: Ulrico Schmidl [1944] ñán Cabeza de Vaca para organizar esta probanza, cuya preparación, auto-
1980. Todas las citas de esta crónica responden a esta edición. De aquí en rizada en Jerez de la Frontera el 31 de octubre de 1537, testifica el propósito
más tan sólo se consignará número de página. de Cabeza de Vaca de “presionar en su pleito en la corte como digno candi-
15
Esta diferencia no sólo lo alcanza a él, también incluye a todos aque- dato para otra cita real para la exploración y conquista en las Indias” (Ador-
llos alemanes que se embarcaron junto a Schmidl rumbo al Río de la Plata. no y Pautz 1999, 1: 295).
19
Recordemos que Ulrico no es el único extranjero que se dirige a esta tierra, Los datos sobre el juicio aportados por Adorno y Pautz fueron a su vez
con él parten “decenas de neerlandeses, flamencos y austriacos, en suma, cotejados y ampliados a través del análisis realizado de los documentos
alemanes todos” (Sanabria Fernández 1974: 33). La experiencia individual relativos a este proceso legal.
20
se vuelve, entonces, plural y, de este modo, aún más fácilmente expansible Todas las citas relativas a esta crónica responden a la siguiente edi-
hacia el lector. Según este relato, el origen aúna en la diferencia porque, a ción: Núñez Cabeza de Vaca 1985. De aquí en más sólo se consignará núme-
pesar del hambre, los alemanes comparten la concepción de que existen ro de página.
21
límites infranqueables. Al regresar de la Florida, publica una relación que envía desde Améri-
16
Álvar Núñez Cabeza de Vaca nació entre 1485 y 1500 en Jeréz de la ca, escrita por él, editada en Zamora en 1542. El título de esta primera
Frontera. Fue el tercer hijo de Francisco de Vera y Doña Teresa de Zorita. edición es La relacion que dio Álvar Núñez Cabeza de Vaca de lo acaescido
Sirvió a cuatro duques de Medina y Sidonia entre 1503 y 1527. Durante este en las Indias en la armada donde iva por governador Panphilo de Narváez
período, Cabeza de Vaca se desempeñó militarmente en Italia, en la batalla desde el año de veinte y siete hasta el año de treinta y seis que bolvio a
de Rabena de 1512, en la recuperación del Alcázar de Sevilla en 1520, en la Sevilla con tres de su compañía (Impresa por Agustín de Paz y Juan Picardo
captura de Tordesillas y en el combate de Villamar, en la batalla del Puente para Juan Pedro Musetti, Zamora, 1542).
22
de la Reina en Navarra, en la primera de las guerras ocasionadas por la La dedicatoria del libro al infante don Carlos es reproducida en forma
rivalidad de Carlos I de España y Francisco I de Francia, entre otras. El completa por Serrano y Sanz (1906, 5: 147-155).
23
reconocimiento de su actividad militar en Italia y Andalucía contribuyeron Entre los documentos inéditos que publica Serrano y Sanz en el tomo VI de
a que se le otorgara el cargo de tesorero real en la expedición de 1527, su Colección, ofrece la “Información hecha en Xerez á pedimento de Cabeza de
comandada por Pánfilo de Narváez, con la que partió a las Indias, a las Vaca para verificar ciertas cartas” (1906, 6: 283-306). Las cartas en cuestión son
tierras del Río de las Palmas y la Florida. Luego de la desastrosa experiencia dos: una pertenece a Pedro de Fuentes, la otra a Alonso Riquelme de Guzmán.
allí vivida, siendo uno de los pocos sobrevivientes de esta expedición, obtu- Luego de la confirmación de los testigos, estos escritos pasan a funcionar como
vo la capitulación de las provincias del Río de la Plata, con el objeto de que pruebas legales, de hecho presentadas en la defensa del gobernador.
24
fuera a socorrer a los hombres de la armada de Pedro de Mendoza. La “Provanza hecha por parte de Albar Nuñez Cabeza de Baca para el
experiencia en el Río de la Plata tampoco resultó ser muy favorable. Acusa- pleyto que sigue con el fiscal de S.M. sobre los cargos y acusaciones que le
do de traición al rey, fue enviado en 1545 preso a España. Luego tuvo un tiene puestos” (Serrano y Sanz 1906, 6: 99-169). Esta Probanza se realizó en
largo pleito legal que duró alrededor de ocho años. Finalmente en 1552 su la ciudad de Jeréz de la Frontera el 28 de julio de 1546. Estaba compuesta de
sentencia fue ampliamente reducida. Para ese momento ya estaba traba- un extenso interrogatorio de 76 preguntas, formuladas por los letrados que
jando en la corte, como abogado de la ciudad de Jeréz de la Frontera. Sobre el gobernador autorizaba en su nombre. Las preguntas recorrían todos los
sus años finales, algunos documentos señalan que vivió en su ciudad natal; dichos de Álvar Núñez en su Relación sobre cada una de las acciones llevadas
90 91
26
a cabo en el Río de la Plata. Una serie de testigos respondieron a este interro- Los historiadores que investigaron este período señalan que la Corona
gatorio y corroboraron las afirmaciones del destituido gobernador, añadien- se vio obligada a otorgar este cargo a Irala más por razones de apremio que
do algunos de ellos información pertinente al caso. La extensa probanza que por inclinación a recompensar su comportamiento. Es que a los fracasos de
se llevó a cabo en la ciudad natal de Álvar Núñez no fue la única, pero todas Pedro de Mendoza y Cabeza de Vaca hubo que sumarle el de Diego de
siguieron en líneas generales esta estructura legal: presentación de los tes- Sanabria, quien en 1549 heredó el adelantazgo que su padre, Juan de Sa-
tigos y respuesta a las preguntas del interrogatorio antedicho. Se conocen nabria, había obtenido en 1547 y que no pudo hacer efectivo por morir a
otras probanzas presentadas por Álvar Núñez Cabeza de Vaca, además de la fines de 1548 durante los preparativos. Frente a los contratiempos que
ya mencionada. Entre ellas: la “Provanza hecha en la Villa de Madrid por retrasaban la partida de la expedición de Sanabria, el rey designa a Alanís
Álvar Núñez Cabeza de Vaca para el pleito que sigue con el fiscal de S.M. de Paz como gobernador interino de la provincia y juez de residencia, pero
sobre los cargos y acusaciones que le tiene puestos”, fechada el 26 de junio de nuevas contrariedades imposibilitaron igualmente este viaje. Por fin el 10
1546 (Serrano y Sanz 1906, 6: 213-281); “Dos Provanzas hechas en la Villa de de abril de 1550, parte de la expedición de Sanabria abandona el puerto de
Santiponce en la ciudad de Sevilla por Álvar Nuñez Cabeza de Vaca para el San Lúcar de Barrameda a bordo de la nave San Miguel y de dos carabelas.
pleito que sigue contra el fiscal de S.M. sobre los cargos y acusaciones que le Era ésta una flota menor que se adelantaba al grueso de la armada. Una
tiene puestos”, fechadas el 20 de julio de 1546 y el 7 de agosto de 1546 nueva serie de incidentes se sucedieron durante el viaje; entre ellos, uno de
respectivamente (Serrano y Sanz 1906, 6: 171-212). los principales fue la pérdida de embarcaciones, situación ante la cual los
25
Según Adorno: “El proemio de 1555 revela un gran acuerdo sobre españoles se quedaron sin medios de movilidad para trasladarse hasta el
Cabeza de Vaca después de la conclusión de su carrera en las Indias y Río de la Plata. Por esto, los expedicionarios se vieron forzados a residir en
ofrece un mayor entendimiento de su punto de vista después de su apre- los poblados de la costa brasileña a la espera de una ocasión que les permi-
samiento, su juicio, y la revocación de su sentencia en lo referente a su tiese seguir hasta Asunción. Por otro lado, la suerte corrida por Diego de
gobierno del Río de la Plata. (…) Si bien en 1542 Cabeza de Vaca hizo un Sanabria no sería mayor. Éste, que se había quedado en España para com-
desesperado ruego por un reconocimiento real de sus servicios, aquí él pletar los preparativos que faltaban, finalmente pudo lanzarse al mar, pero
ofrece sinceras gracias y revela su creencia irresistible en la salvación de al hacerlo extravió el rumbo y derivó hacia el Caribe, naufragando en la isla
su buen nombre. En tanto declaración personal, este proemio ofrece evi- Santa Margarita (Fitte 1980; de Gandía 1932; Zavala 1977).
27
dencia sustancial para rebatir el lugar común de que Cabeza de Vaca En su Historia de la Literatura Argentina, Ricardo Rojas intenta de-
terminó su vida bajo el completo peso del fracaso” (1999, 1: 403). Como mostrar que fue Pero Hernández “el verdadero autor de este segundo li-
puede observarse, la autora se basa en este proemio para contradecir la bro”. Se basa para esto en el análisis de la Relación que realiza el escribano
afirmación reiterada por la crítica sobre el pobre y desastroso final de en 1545 y la que efectúa Álvar Núñez el mismo año y también en la explícita
Cabeza de Vaca (cfr. Bishop 1933; Pastor 1983; Pupo-Walker 1989). El declaración que se lee en lo alto del volumen de Valladolid, en la parte
proemio es bien significativo en este sentido, sin embargo, también es correspondiente a los Comentarios: “Scriptos por Pero Hernández scrivano
verdad que, como tal, responde a una retórica común que define a la y secretario de la provincia”. Asimismo, Rojas señala una estrecha influen-
dedicatoria real, propia de la España del siglo XVI. Del mismo modo, aun cia de la Relación del gobernador en el texto de 1555 (1960, 3: 101-113). Los
cuando se considere un poco excesiva esa alabanza al infante, ese exceso argumentos de Rojas no son, a pesar de todos sus esfuerzos, lo suficiente-
no necesariamente responde a la “sincera gratitud” del enunciador sino, mente convincentes. El estrecho vinculo, por él mismo consignado, podría
probablemente, al efecto que espera lograr en el dedicado. Este proemio también poner en evidencia la no autoría de la crónica, en especial dado que
es significativo porque él mismo propone que la resolución de esa instan- al realizar un trabajo de cotejo textual, resulta más evidente la relación con
cia intermedia entre gloria y fracaso la posee el lector don Carlos y el el documento escrito por Álvar Núñez que con el realizado por el propio
resto de los lectores que se “deleitarán” con las aventuras, los trabajos y escribano. De todos modos, tampoco estos son argumentos que desanden
peligros; es decir, es él, son ellos, los que poseerán la última palabra en el completamente su hipótesis. Resulta en verdad complejo poder determinar
“juicio” a la acción emprendida por Cabeza de Vaca; con eso en vista se efectivamente la autoría del texto. Pero, de acuerdo con el proemio que lo
crea el texto y el proemio. antecede, este relato es producto de un encargo que realiza Cabeza de Vaca
92 93
para relatar “los grandes peligros y trabajos” que pasó en tierra rioplatense. Como puede observarse, en el interrogatorio se pretende dejar en claro
En función de la figura del destinatario y del afán didáctico y legitimador cuál fue el accionar de Álvar Núñez hacia los naturales de la región y ese
que busca alcanzar Álvar Núñez con este libro, la mano del único vivo y leal tipo de respuestas que se repiten serán algunas de las pruebas que presen-
aliado resulta más efectiva para mostrar las penurias experimentadas que te la defensa.
31
la suya propia. Por otro lado, y más allá de lo declarado en la dedicatoria, la Para un análisis sobre Álvar Núñez Cabeza de Vaca en vinculación con
elección de una mirada en tercera persona podría estar directamente rela- el cuerpo de leyes ligados a la España imperial, ver Rabasa 2000: 1-84.
32
cionada con la materia que trata este libro y las controversias que el accio- Resulta particular el hecho de que en este tipo de construcción la
nar de este Adelantado generó. Desde esta perspectiva, la opción del discur- buena característica de la tierra esté directamente vinculada con el alimen-
so legal en boca del escribano-testigo le daría una validez al relato del to; en lo que respecta a sus características naturales, tal aspecto positivo se
acontecimiento que, con un velo de objetividad, mostraría la verdadera derrumba ante las inmensas aguas que dificultan el recorrido, que impiden
traición que se llevó a cabo en el Río de la Plata. Así, el acontecimiento las entradas de descubrimiento. Ahí la tierra aparece marcada por el “he-
hablaría por sí mismo. Igualmente, dado que Pero Hernández también se dor”, es una tierra “emponzoñada”, que enferma, que posee males natura-
vio afectado por la acción de Irala y su gente, en su texto el suceso, quizás les que son, en verdad, “un tormento intolerable”. Estos aspectos son traba-
de un modo inevitable, perderá ese carácter objetivo-individual para fun- jados en el capítulo 3 donde se analiza la representación del espacio del Río
cionar en todo momento a favor del “injustamente enjuiciado” Álvar Núñez. de la Plata.
28 33
Como se menciona al comienzo de los Comentarios, la capitulación se Cabe mencionar en este sentido la existencia de un pasaje que fue
efectuó una vez que Cabeza de Vaca se ofreció a ir a socorrer a los españo- omitido en la crónica, pero que trabaja en la misma línea semántica, sólo
les en el Río de la Plata; entonces se estableció –como se especifica en la que esta vez es aplicada a una mujer indígena. Juliana, natural de la tierra,
crónica– que él “gastaría en la jornada y socorro que así había de hacer, en había envenenado a un cristiano, Nuño de Cabrera, por celos. Como esta
caballos, armas, ropas y bastimentos y otras cosas, ocho mil ducados, y por mujer “a todas las otras yndias que syrbian a los cristianos les dezia que ella
la capitulación y asiento que con Su Majestad tomó, le hizo merced de la sola hera la baliente que avia muerto a su marido”, Cabeza de Vaca le
gobernación y de la capitanía general de aquella tierra y provincia, con levanta un proceso y le pide a su alcalde que haga justicia “porque demas de
título de adelantado de ella; y asimismo le hizo merced del dozavo de todo lo merecerlo convino para quitar el atrevimiento que no se atrebiesen a se-
que en la tierra y provincia se hobiese y lo que en ella entrase y saliese” (99- mejantes casos” (Núñez Cabeza de Vaca [1545] 1906, 6: 27). Es interesante
100). Es decir que en la capitulación hecha el 18 de marzo de 1540, Carlos I la omisión de este pasaje en la crónica, porque si bien en el relato la men-
concedía a Cabeza de Vaca la gobernación del Río de la Plata con las mismas ción de la posible traición de las indígenas cristianizadas acecha como posi-
prerrogativas y territorios que antes se le habían encomendado a Pedro de bilidad, como sucede con las agaces que le dan aviso a su pueblo del momen-
Mendoza (Pupo-Walker 1992: 35). to preciso de ataque a los españoles, la enunciación de un posible
29
La mayoría de los escritos que se producen durante el pleito legal que levantamiento de las mujeres indígenas podría acarrear un desastroso fi-
el Consejo de Indias sigue contra Álvar Núñez Cabeza de Vaca, mencionan nal, dada la cantidad que tienen los españoles. Además, la omisión responde
la llegada del Adelantado a Asunción del mismo modo en que se lo hace en al tipo de represalia tomada contra Juliana (por cierto, única indígena que
la crónica. Así, por ejemplo, Juan de Salazar atestigua que vio “como toda la posee nombre en todos los escritos legales relacionados con Cabeza de Vaca),
gente o la mayor parte de ella se alegro mucho con la yda del dicho Álvar ya que, si bien el “merecimiento del castigo” a ojos del gobernador se basa
Núñez e se maravillava como el dicho Álvar Núñez había podido pasar por en el delito de traición, de todos modos no deja de poner en evidencia el
la tierra donde avia pasado, e averla dexado en tanta paz como todos decian tratamiento establecido contra la india. Si bien la ejemplaridad es hilo con-
que la avia dexado, por ser tan largo camino y fragoso y no aver pasado por ductor de gran parte de este tipo de declaraciones, la ausencia de escenas
alli jamas cristianos, ni tener noticia que se pudiese horadar aquella tie- como ésta en el texto de 1555 intenta evitar cualquier enunciado que per-
rra…” (Serrano y Sanz 1906, 6: 223-224). mita una doble lectura (al respecto ver El Jaber 2008).
30 34
Las declaraciones de los testigos se hallan en las probanzas levantadas Son muchos los textos que durante el siglo XVI abonan esta imagen.
a pedido de Cabeza de Vaca. Al respecto ver Serrano y Sanz 1906, 6. Entre ellos, el Romance Elegíaco del fraile Luis de Miranda quien confiesa que
94 95
36
“trabajos, hambres y afanes/ Nunca nos faltó en la tierra,/Y así nos hizo la Se conoce la obra de Ruy Díaz de Guzmán como La Argentina manus-
guerra/ La cruel”; la carta que Juan de Bernalte Cabeza de Vaca le envía a su crita por ser inédita y para diferenciarla de La Argentina de Martín del
hermano el 13 de junio de 1540, señalando que la del Río de la Plata es una Barco Centenera publicada en 1602, pero el códice original llevaba escrita
“tierra enferma”; la carta de Gerónimo Ochoa de Eizaguirre al Consejo de la palabra Argentina como título. Por esta razón nos referiremos a este
Indias en marzo de 1545, que la llama “tierra que del sol no es alumbrada”, etc. texto como La Argentina simplemente.
35 37
Ruy Díaz de Guzmán era hijo de Alonso Riquelme de Guzmán, quien Tal vez uno de los escritos donde esta cuestión se ve muy claramente
llegó al Río de la Plata con la expedición de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, y sea la carta de Isabel de Guevara a la princesa gobernadora doña Juana
de doña Úrsula de Irala, hija de Domingo de Irala y de la india Leonor. (Asunción, 2 de julio de 1556). Allí, ella, quien arriba al Río de la Plata con la
Radicados sus padres en Asunción, es muy probable que haya nacido en expedición de don Pedro de Mendoza, expone todos los trabajos y las penu-
esta ciudad, aunque no se posee información certera al respecto. Su vida rias vividas por las mujeres en el descubrimiento y conquista de esta tierra,
fue la de un soldado, la de un militar, fundando pueblos en el Paraguay y en y finaliza su carta haciendo el reclamo que considera merecido para ella y
la Argentina, guerreando contra los indios rebeldes, desempeñando cargos para su marido: “E querido escrevir y traer á la memoria de V.A. para hazerle
municipales y residiendo tanto en Asunción, en Buenos Aires, en Santiago saber la yngratitud que conmigo se a usado en esta tierra, porque al presen-
del Estero, como en Salta y en la ciudad de la Plata (Alto Perú). La mayor te se repartió por la mayor parte de los que ay en ella, Ansi de los antiguos
parte de la información de su biografía se posee a través de la “Probanza de como de los modernos, sin que de mí y de mis trabajos se tuviese ninguna
méritos y servicios” que se realizó en la Plata en 1605. Allí se especifican sus memoria (…). Mucho me quisiera hallar libre, para me yr a presentar delante
acciones militares en la guerra de los indios rebeldes, en la jornada de de V.A., con los servicios que a S.M. e hecho y los agravios que agora se me
reducción de los pueblos virayaras, en la pacificación de los indios del río hazen (…). A que suplico mande me sea dado mi repartimiento perpétuo, y en
Paraná y en otras entradas que realizó junto al general Ruy Díaz Melgare- gratificación de mis servicios mande que sea proveido mi marido de algun
jo. También se menciona que en la famosa revuelta santafecina de los pri- cargo, conforme a la calidad de su persona; pues él, de su parte, por sus
meros criollos, él acudió a las órdenes de Martín de Irala, su tío, a defender servicios lo merece” (Busaniche 1959: 40-42. El subrayado es mío).
38
el estandarte real. En 1582, pasa del Plata a Tucumán, reside en Santiago Sobre la cuestión del mestizaje y la visión española de este nuevo
del Estero durante el gobierno de Lerma y se encamina a la fundación de la sujeto dentro de la estructura social, ver Konetzke 1961; Salas 1960 y Car-
ciudad de Salta como capitán en la campaña contra los indios enemigos del dozo 1959.
39
valle y como alguacil y alférez real de esta ciudad. En 1584, se dirige desde Ni en la exhaustiva exhumación de escritos relacionados con Díaz de
Tucumán hasta Asunción, junto con el gobernador Juan de Torres Navarre- Guzmán que realiza Paul Groussac, ni en las colecciones de documentos
te, quien le manda socorrer la Ciudad Real, salvándola de un ataque de los ligadas a la conquista del Río de la Plata y del Paraguay se halla escrito
caciques rebeldes. Acompaña al general don Antonio de Añasco en su gue- alguno que certifique la entrega de la remuneración solicitada.
40
rra contra los niguaras. En 1589, junto al mismo general, va en auxilio del La obra constaba originalmente de cuatro libros, pero se conservan
capitán Lestón y sus portugueses, cercados por indios rebeldes. El Adelan- sólo tres de ellos. Con respecto al cuarto, que alcanzaría hasta el siglo XVII,
tado Juan Torres de Vera y Aragón lo nombra luego su lugarteniente. Entre no se sabe si llegó a ser escrito o si simplemente se perdió.
41
las numerosas entradas, guerras y defensas, se menciona en la Probanza A pesar de los avales que posee su declaración de servicios, existe un
que en 1593 gasta la mayoría de su hacienda en la expedición a la provincia hecho que finalmente lo destituye de su cargo y le quita el lugar que tan
de los noaras y en la fundación de la ciudad de Santiago de Xerez y que, a lo trabajosamente elaboró para sí Ruy Díaz de Guzmán. El cuestionamiento
largo de seis años, padece trabajos excesivos en esta campaña. Durante su real sobre su acción militar surge con la fundación que éste realiza de la
residencia en la Plata, donde está fechada la dedicatoria de su crónica, debe ciudad de Santiago de Xérez en 1593, de la cual se da cuenta en la Probanza.
haber escrito o concluido su libro. Ruy Díaz fallece en Asunción, en junio de Lo que se le cuestiona –una vez que se conocen estos sucesos en la metró-
1629, donde desempeñaba el cargo de alcalde ordinario de primer voto (Ro- poli, es decir, entre 1616 y 1619– es el hecho de que éste funda dicha ciudad
jas 1960, 3: 224-228; de Gandía 1950 y 1942; Groussac 1914: IX-LIII; Queve- y luego busca el aval del rey en un momento en el que no se podían sacar
do 1981). requerimientos de la Hacienda Real. Por esta razón se lo retira del lugar y
96 97
se le prohíbe cualquier tipo de fundación, impidiéndosele posteriormente asentar casa, tomando estado de matrimonio con doña Úrsula de Irala” (28).
su entrada en la provincia de los Chiriguanas donde se hallaba la mencio- Ese fozamiento alude a la obligación de casarse con una hija de Domingo de Irala
nada ciudad. El virrey del Perú –en una carta al rey, fechada en Lima el 27 para salvar su vida, pues estaba condenado a muerte por conspiración contra el
de marzo de 1619– condena abiertamente la actitud de Ruy Díaz al definirlo capitán general. Doña Úrsula de Irala era hija de Domingo de Irala y de una
como un conquistador que “intenta semejantes entradas en confianza de india guaraní llamada Leonor, hija, a su vez, de uno de los caciques principales.
que V.M. las ha de proseguir a su costa”. Como puede observarse por el En el capítulo XIX, Libro II, Ruy Díaz relata este episodio.
45
drástico resultado final, es la cuestión económica la que lo guía, la que lo Los mestizos son descriptos en diversas crónicas como rebeldes, ban-
“pierde” y, a su vez, paradójicamente, la que más lo acerca y lo distancia de das que hostigan los pueblos de blancos y las reducciones; como bien señala
la línea española, europea, con la que se identifica. (Los documentos men- Cristina Iglesia “desde la ilegitimidad y la marginalidad que los condena,
cionados se encuentran en Groussac 1914: 442-458.) reaccionan con levantamientos e incursiones que amenazan el complejo
42
El códice original de la obra de Díaz de Guzmán se halla perdido; hasta ordenamiento social de la colonia” (Iglesia 1987: 39). Ruy Díaz no refiere
la fecha, las copias conocidas de su crónica fueron trazadas durante la ninguno de los levantamientos que diez años antes Centenera describe así:
época colonial. La variedad de manuscritos existentes es mencionada por “…en esto en Sancta Fe gran melonada/ se junta de mestizos, y escribieron/
los jesuitas Pedro Lozano y José Guevara en el siglo XVIII y en el XIX por a Tucumán, al Abrego, diciendo/ lo que entre ellos andaban mal urdiendo./
el deán Funes y Pedro de Angelis. Este último conoció la existencia de seis Noticia los mancebos han tenido/ de aquellas provisiones con que vino/
ejemplares manuscritos, de los que sólo pudo consultar tres. Según el nom- Valero a Cotagaita, cuando ha sido/ despalmada su mula en el camino./ Pues
bre de sus poseedores, estos códices se llaman: el del Dr. Segurola, el del Dr. esto, y otras cosas que han sabido,/ les mueven a emprender un desatino,/
Nadal y Campos y el del Dr. Ibarbaz, que había sido del Dr. Leiva, quien lo tan fuera de razón y tan tirano,/ urdido de un juicio muy liviano./(...) ‘Servi-
anotó. De estos manuscritos existen actualmente dos copias en la Bibliote- cio al gran virrey’, dicen, ‘haremos/ en prender a Garay malo y avieso/ y
ca Nacional de Buenos Aires; otras dos en la de Río de Janeiro; dos copias en libres de este caso quedaremos,/ si al virrey le enviamos presto preso’./ (...)
la de Asunción y una copia en el Museo Británico. En casa de Venialvo se juntaron/ con cotas, arcabuces, morriones:/ a la
En cuanto a las ediciones de La Argentina, hay que mencionar que la gente plebeya convocaron/ con sus fingidas causas y razones. /Su maldito
primera la hizo Pedro de Angelis en 1836 como parte de su Colección de designio confirmaron/ vencidos de livianas pretensiones...”. (del Barco Cen-
obras y documentos relativos a la historia antigua y moderna de las Pro- tenera 1998: 313-314). La omisión de esta rebelión en la crónica de Ruy
vincias del Río de la Plata. La segunda edición se realizó en Asunción en Díaz no debe leerse como producto de un desconocimiento histórico. Este
1845. El mismo año la publicó también la Revista de Buenos Aires. Mariano tipo de levantamientos comienza a producirse alrededor de 1570 y, de he-
A. Pelliza la editó en Buenos Aires en 1881; luego Lajouane la reeditó en cho, como se ha señalado en la biografía de este autor, Ruy Díaz actúa
1910 y Paul Groussac lanzó su edición crítica en 1914. Posteriormente, fue militarmente en uno de ellos, en contra de la rebelión de los santafesinos,
Enrique de Gandía, quien se dedicó extensamente a la figura de Díaz de es decir, a favor de la autoridad real.
46
Guzmán y a su obra, el que realizó varias ediciones críticas de esta crónica: En su Introducción a La Argentina, de Gandía sostiene que “historia-
en 1943, 1944 y 1974. En sus ediciones, este historiador adoptó el texto del dores como Eduardo Madero, primero, José Toribio Medina, después, pro-
códice de Asunción del Paraguay por considerarlo el más fiel al original. baron fácilmente que en la expedición de Caboto no embarcó ninguna mu-
Aquí se seguirá la última edición crítica de de Gandía: Ruy Díaz de Guzmán. jer, por lo cual la tragedia referida por Díaz de Guzmán nunca se realizó en
1974. La Argentina. Buenos Aires: Librería Huemul. De aquí en más sólo se el incendio y muertes de Sancti Spiritus. La Argentina habría creado la
consignará número de página. primera novela de nuestra literatura (…). Hemos sostenido en otros estu-
43
En cuanto a la posibilidad de pensar una autobiografía, o un aspecto dios que esta historia (…) pudo haber ocurrido en el fuerte de Corpus Chris-
autobiográfico antes del siglo XVIII, seguimos al respecto la teorización que ti, muy próximo al anterior, en 1536, con la expedición de Mendoza, en la
realiza Alessandro Cassol (2000). cual hubo muchas mujeres” (Díaz de Guzmán 1974: 22).
44 47
Cuenta Ruy Díaz en la dedicatoria que, una vez que Cabeza de Vaca fue Para un análisis minucioso del relato de Lucía Miranda que escribe
enviado a España, su padre se quedó en esta provincia, en la cual “le fue forzoso Díaz de Guzmán y de la cautiva blanca, ver Iglesia 1987; 1992: 557-569.
98 99
48
En su estudio sobre los escritos autobiográficos de los soldados espa- Capítulo 2
ñoles del Siglo de Oro, Alessandro Cassol menciona como una de las carac-
El desafío de narrar el Río de la Plata
terísticas de este tipo de textos la inclusión de una técnica asimilada duran-
te la lectura de novelas, en particular el “gusto por la anécdota que
interrumpe la secuencia de los hechos narrados” (como sucede en este
caso) y la descripción física y moral de personajes significativos en la narra-
ción, entre otros aspectos. Si bien este autor se dedica al estudio de textos
de españoles, de todos modos el análisis que ofrece de la composición dis-
cursiva, más precisamente narrativa, de este tipo de relatos escritos por
soldados, pone en evidencia una estrecha correlación entre estos y la cróni-
ca aquí estudiada (Cassol 2000: 15-51).
49
“Cuando Francisco Ruiz Galán la vió ordenó a que fuese echada a las
fieras, para que la despedazasen y comiesen; y puesto en ejecución su man-
dato, llevaron a la pobre mujer, la ataron muy bien a un árbol, y la dejaron
como una legua fuera del pueblo, donde acudieron aquella noche a la presa
gran número de fieras para devorarla, y entre ellas vino la leona a quien esta
mujer había ayudado en su parto, y habiéndola conocido, la defendió de las
demás que allí estaban, y que querían despedazarla. Quedándose en su com- Las reglas de la escritura
pañía, la guardó aquella noche, el otro día y la noche siguiente, hasta que al
tercero fueron allí unos soldados por orden de su capitán a ver el efecto que Son numerosas las ordenanzas, decretos o cédulas reales que
había surtido dejar allí aquella mujer; y hallándola viva, y la leona a sus pies
durante el período colonial español determinaban qué debía
con sus dos leoncillos (...), quedaron admirados del instinto y humanidad de
aquella fiera. Desatada la mujer por los soldados la llevaron consigo, quedan-
escribirse sobre América, cómo debía narrarse el Nuevo Mun-
do la leona dando muy fieros bramidos, mostrando sentimiento y soledad de do. Decretos que establecían fórmulas estilísticas,1 cédulas o
su bienhechora, y haciendo ver por otra parte su real ánimo y gratitud, y la instrucciones en las que se especificaban las materias de las
humanidad que no tuvieron los hombres” (116-117). cuales se solicitaba información, como ser aspectos físicos del
50
Si bien la crónica de Guzmán aparece precedida de una dedicatoria al terreno, especificación de distancias, reconocimiento de zonas
duque de Medina y Sidonia, se ignora si el códice principal fue remitido a
de peligro, características de los grupos indígenas, tipos de ali-
este destinatario, así como se ignora si otra copia fue enviada a España para
su publicación o a Lima, donde la imprenta ya existía. (Recordemos que en mento a los que se tiene acceso, acciones bélicas principalmen-
este período aún no se había introducido la imprenta ni en Paraguay, ni en te exitosas, etc (Altuna 2002). La escritura se encuentra, por
Buenos Aires ni en Córdoba). tanto, sujeta al control del Estado, el cual produce una norma
51
El concepto de “memoria expandida” es trabajado en otro contexto por discursiva, caracterizada por una minuciosa red de regulacio-
Sylvia Molloy (1996: 212-246).
nes (Ordenanzas) y cuestionarios (Instrucción y memoria). En
esta línea, y como puede suponerse, las modificaciones en la
información demandada variaban según los cambios que se pro-
ducían en la propia política colonial. Durante este período y en
este contexto, el enunciado es, entonces, el resultado directo
del vínculo entre la letra y la ley, entre la palabra escrita y el
100 101
poder colonial.2 Desde esta perspectiva, es el marco mismo en Consejo de Indias, la Corona, España los que establecen las
el que surge la escritura de/sobre el Nuevo Mundo el que des- pautas y la materia escrituraria a seguir en lo que respecta a
tierra la existencia del “ojo desnudo” por el que clamaba Mon- los viajes de conquista y descubrimiento; tales reglas también
taigne;3 el texto en sí mismo, en su materialidad, es el que media se elaboran sobre la marcha de la producción discursiva, o sea,
entre el ojo y el objeto y produce ese velo ideológico que empa- las reglas del decir se hallan a su vez determinadas por el aden-
ña o, mejor dicho, acomoda la lente. tro, por el discurso mismo que impone sus tonos, regula sus
Pero la normativa del discurso colonial no produce, a pesar modos, sus tiempos, así como por el sujeto que escribe, por su
de todos los intentos regulatorios, una textualidad homogénea biografía, quien opta por el silencio o por el comentario, por la
y uniforme. Esa uniformidad buscada no es más que un anhelo narración in extenso o por el listado descriptivo, por la anula-
con claros y pragmáticos objetivos territoriales que apunta al ción del yo o por su puesta en evidencia. Al sistema normativo
informe y deja de lado todo aquello que lo supera en su confor- que define a la sociedad española colonial y a sus procedimien-
mación discursiva. Esa homogeneidad que dictan los intereses tos de control, deben sumársele las propias restricciones de
imperiales se quiebra constantemente. A pesar de la unión ge- cada sujeto en función del objeto de su discurso, de su destina-
nérica e ideológica que en líneas generales los articula, la cró- tario, del objetivo buscado detrás de esa obra, en función de su
nica de Bernal Díaz del Castillo no es la crónica del Inca Gar- propia historia y de aquella que escribe.
cilaso, así como la crónica de Álvar Núñez Cabeza de Vaca no En el Río de la Plata, las diferencias consideradas en el
es la de Ulrico Schmidl. El informe, la descripción que lo ca- primer capítulo entre Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Ulrico
racteriza, se halla presente en todos ellos; sin embargo, la di- Schmidl y Ruy Díaz de Guzmán son más que elocuentes al
ferencia sigue actuando tanto en el plano del decir, en la selec- respecto. La narración que cada uno de ellos construye no
ción misma, como en las vicisitudes elegidas para formar parte desoye las pautas establecidas por la Corona. Todos preten-
del relato. La diferencia es, en suma, de orden narrativa, dado den construir un relato legible, todos ellos buscan distintos
que es precisamente la idea de narración la que no es tenida objetivos con sus respectivos textos, pero asimismo todos
en cuenta en las regulaciones, así como en cierta línea crítica pretenden alcanzar una legitimidad o legitimación particu-
que no deja de leer estos textos en clave meramente informa- lar. Por lo tanto, si bien las representaciones puestas en
tiva. La crónica apela a la descripción pero la excede. Ese ex- juego son ideológicamente significativas, asimismo habrá va-
ceso, funcional a un objetivo intra y/o extra textual, según riaciones, desvíos en los tópicos ejercitados, incluso crea-
cuál sea el caso, radica en la inclusión (por cierto ineludible) ciones propias del espacio y de la vivencia particular. La
de la categoría misma de sujeto, junto con todas las circuns- experiencia y el espacio donde ésta se lleva a cabo son los
tancias que rodean la situación de escritura; categoría que debe motores centrales del quiebre del discurso unificante; res-
ser ampliada a su vez en función de los avatares del viaje em- quebrajamiento que se produce aun cuando haya regulari-
prendido y de las características propias del espacio conquista- dades en el discurso, aun cuando exista una ineludible mar-
do (el caso de las dos crónicas de Álvar Núñez Cabeza de Vaca ca política colonialista que los identifica y aúna en su rol de
es paradigmático en este sentido). Así, las reglas del decir no conquistadores-cronistas.
sólo están determinadas por el afuera, de tal modo que son el
102 103
Motivos y tópicos en las crónicas La base de este tipo de discurso se funda en una colisión de
del Río de la Plata: entre la tradición y lo nuevo bandos: dos fuerzas enemigas luchan por la posesión de un po-
der que debe leerse en términos territoriales. El espacio resul-
1. El discurso militar ta clave no sólo como campo de batalla sino también, y princi-
palmente en este contexto de conquista, como el componente
Lo nuevo, el Otro, el oro, la tierra y la narración de la con- que genera la contienda. Los sujetos que emprenden la lucha,
quista de cada uno de estos elementos conforman las pautas unos y otros, españoles e indígenas, incursionan, cada uno des-
básicas en las que podrían resumirse las directrices de la retó- de sus propias prácticas y códigos culturales, en un tipo de en-
rica establecida desde la metrópoli. Sin embargo, de todos estos frentamiento que los define. El lugar ocupado en el transcurso
componentes, es el discurso territorial el que abarca los diver- y en el final del combate será aquel que posibilite u obture la
sos aspectos –tanto económicos, políticos, sociales como cultu- confirmación de cada sujeto en su identidad previa a la batalla.
rales– que caracterizan a la vivencia en la nueva tierra y por Las convenciones del discurso militar ligan directamente te-
ende al texto que dará cuenta de ella. El discurso territorial, de rritorialidad, combate, ascendencia personal, posesiones, guerre-
adquisición y posesión del terreno americano, confluye en la ros, héroes y hazañas. El aspecto militar, los medios para llevar
crónica de conquista con otro discurso que lo completa y ali- a cabo la batalla, los resultados esperados y/u obtenidos, junto
menta, el cual sostiene, de hecho, la posibilidad misma de la con los sujetos que representan esta clase de acción, son los ele-
existencia y el poder de la tierra en el relato: el discurso mili- mentos que sirven de base para toda convención sobre el tema
tar. Este es uno de los discursos más representativos del géne- bélico; por eso mismo son generalmente incluidos en las cróni-
ro, en el que confluyen la ideología imperial y el ansia personal; cas como tópicos de un tipo de discurso consustancial al objetivo
donde la gloria, el oro, la Corona y Dios convergen convirtién- del viaje en sí. Sin embargo, su inclusión en la historia a contar
dose en propulsores de la acción que contará el cronista. René no responde a la reproducción de un modelo multifuncional, cada
Jara y Nicholas Spadaccini señalan, en esta línea, que “las tem- uno de estos motivos puede verse trascendido en la puesta en
pranas crónicas, y la épica en general, no tenían un interés práctica que lleva a cabo cada narrador. De este modo las cróni-
antropológico; seguían en vez las convenciones del discurso cas trabajan sobre esta doble vertiente: entre las convenciones
militar, del mismo modo en que trataban la apropiación de lu- que esperan leerse y las condiciones que establecen el modo y el
gares geográficos a través de medios militares” (1989: 15). Si tiempo del relato para dar cuenta del enfrentamiento bélico en
bien las crónicas posteriores comienzan a verse cada vez más cada caso particular. En este sentido, puede sostenerse que este
interesadas por aquello que concierne exclusivamente a las par- tipo de discurso es una convención continuamente ejercitada, al
ticularidades de las nuevas tribus descubiertas, esto no sucede mismo tiempo que se ve readaptada a la particularidad espacial y
en desmérito del lugar que ocupa el discurso militar en todas subjetiva que caracteriza a cada texto.
ellas; aún más, muchas veces ese interés de corte antropológi- El combate es matriz productora de tópicos y discursos; es
co encuentra su modo de manifestarse gracias a una acción de un motivo imposible de desplazar, no sólo por establecer una
tipo territorial que posibilita el acceso a un grupo indígena en ligazón directa con la épica en general, sino también por ser la
especial, a un ritual preciso, a determinadas costumbres. evidencia clara del trasfondo histórico e ideológico de esta clase
104 105
de crónica, es decir un motivo intrínseco a la política que creó leas, ataques y defensas, luchas cuerpo a cuerpo y victorias a
al género. En el combate se sostiene la empresa de conquista, granel, pero también habrá disidencias, motines, guerras in-
la empresa territorial, la acción del soldado, su lugar en esa ternas; habrá estructuras que seguir, géneros que continuar
nueva tierra, sus ansias económicas y jerárquicas, pero tam- practicando y nuevos modelos establecidos por las característi-
bién su esfuerzo por confirmar su imaginario. En la narración cas particulares de la experiencia vivida en este espacio; así,
de la batalla, el cronista reproduce el relato que desea leerse, la habrá héroes y traidores, pero de ambos bandos; habrá épica y
legitimación de la empresa a la que se ha abocado y, de este también padecimiento.
modo, se posiciona, gana la primera contienda, rubrica la pri-
mera victoria.
Así, si el motivo de la lucha figura como parte de los requisi- El combate
tos imperiales en función de la cantidad de territorio ganado,
asimismo este tópico se ve recreado en ciertos espacios, como De todas las crónicas de la conquista del Río de la Plata,
el rioplatense, que ya recrearon con anterioridad los elementos Derrotero y viaje a España y las Indias de Ulrico Schmidl quizás
configuradores del imaginario mercantil. sea la que más ampliamente dé cuenta del tópico del combate.
El combate es para los soldados y conquistadores un tipo de El hecho de que esté escrita por un soldado y que no esté dirigi-
existencia social que los mancomuna. Esta unión existencial e da a una autoridad real, son dos elementos que de algún modo
identitaria será practicada tanto empírica como discursivamen- explican la preponderancia y el particular modo en que se abor-
te, aunque los grados de esa unidad y el botín obtenido en cada da este tema en el relato. El primer enfrentamiento que narra
enfrentamiento vuelvan a poner en evidencia las diferencias este cronista no se debe a la búsqueda de apropiación del terre-
dentro de cada grupo y atenten contra esa unión. En el Río de la no o a su ganancia. En este caso, el primer relato de combate
Plata el enfrentamiento es un motivo que se lleva a cabo no posee un móvil que responde tanto a la pobreza del espacio des-
sólo entre fuerzas opuestas sino también entre iguales. La re- cubierto como a la violación o desacato a una función previa-
belión es otra forma de lucha que se desarrolla en este territo- mente asignada al indígena, en tanto siervo, vasallo y provee-
rio y que evidencia las diferencias que se elaboran sobre la dor. Como hemos visto en el capítulo anterior, la razón de este
marcha de los acontecimientos vividos en el espacio conquista- ataque es la falta cometida por parte de los querandíes al inte-
do, no previamente a él. rrumpir la provisión de comida al fuerte español. La contienda
En una tierra donde es necesario volver a buscar modos entre los dos grupos, entre trescientos soldados y treinta caba-
mediante los cuales decir una realidad insospechada, tópicos llos “bien pertrechados” contra cuatro mil indios, es referido
como la batalla y la heroicidad del guerrero, que en general se brevemente:
hallan juntos, se ven inevitablemente redireccionados, aunque
no anulados. Su presencia es trabajada en cada crónica, por un Y cuando nosotros quisimos atacarlos, se defendieron ellos de tal mane-
lado en función de las posesiones que provee el Río de la Plata, ra que ese día tuvimos que hacer bastante con ellos; (también) habían dado
muerte a nuestro capitán don Diego Mendoza y junto con él a seis hidalgos
por el otro en función de las circunstancias particulares que
de a caballo; también mataron a tiros alrededor de veinte infantes nuestros
afectan a la producción de cada texto. De este modo, habrá pe- y por el lado de los indios sucumbieron alrededor de 1000 hombres; más
106 107
bien más que menos; y [se han] defendido muy valientemente contra noso- está ahí con una función aseverativa, más bien verosimilizado-
tros, como bien lo hemos experimentado (Schmidl 1980: 39). ra; aún más, si se quiere, verificable en cada uno de los arcos de
mano, en cada flecha con su punta filosa, en cada bola de pie-
A esta narración sucinta de la contienda, le sigue una des- dra, en cada dardo. De este modo, el relato del combate está
cripción minuciosa del tipo de armas de esta tribu: “tienen para construido tanto por esa narración de la contienda, como por
arma unos arcos de mano y dardos; éstos son hechos como me- esa recopilación de información sobre los medios de lucha de
dias lanzas y adelante en la punta tienen un filo hecho de pe- los querandíes, pero también por la elisión de las armas espa-
dernal. Y también tienen una bola de piedra y colocada en ella ñolas que, “junto con Dios”, posibilitan la victoria.
un largo cordel…” (39). Esta especificación resulta clave dentro A medida que avanza el texto la lógica de combate se va
del discurso militar porque sirve como explicación de las bajas ampliando y las alianzas, que practican tan reiteradamente los
del bando conquistador (“con la bola se ha dado muerte a nues- indios, comienzan a ser ejercitadas también por los españoles.
tro sobredicho capitán y sus hidalgos (…); también a nuestros El último enfrentamiento de grandes dimensiones tanto en el
infantes se los ha muerto con los susodichos dardos”) y de la terreno rioplatense como en el relato, es aquel entablado por y
dificultosa batalla (“se han defendido muy valientemente con- contra los indios carios. Esta tribu, nunca del todo confiable,
tra nosotros”). Pero al conocer la victoria final (“Dios el Todopo- hace y deshace las paces con los españoles una y otra vez: “Cuánto
deroso nos dio su gracia divina que nosotros vencimos a los durará tal paz con los Carios, no puedo decir a vosotros; esta
sobredichos Querandís y ocupamos su lugar”, 40), la informa- guerra ha durado un año y medio seguido, que no estuvimos
ción otorgada sobre las armas cobra nueva significación porque seguros de estos Carios” (105). La duración y el sostén de la
es colocada en paridad a la “gracia divina” que concretó el éxito lucha por parte de este grupo de indios coloca al español contra
del grupo europeo. Es decir, por un lado un gran número de un rival digno, estratégico, que presenta batalla reiteradamen-
hombres y un tipo particular de armamento; por el otro, Dios, te, que arma estrategias, hace alianzas y traiciona en función
el Todopoderoso; así, el resultado del combate es evidente, es- de sus intereses; un rival que construye fuertes y fosos para
perable y, a su vez, providencial. Sin embargo, la presencia de guarecerse del atacante, que destruye el camino, quita todo ali-
la mano de Dios jugando a su favor no llega a desmerecer, como mento, envía a sus mujeres e hijos lejos de su región para evi-
podría pensarse, el valor de los soldados en el campo de batalla. tar el cautiverio y la probable transacción posterior; un rival
Los españoles pelean contra un conjunto de hombres que los que se escuda y ampara en la tierra que conoce, que cerca al
supera ampliamente en número, con armas efectivas que des- enemigo audaz, hábilmente. La superioridad de los carios es
conocen, en un territorio que pisan por primera vez y, aún así, evidente; en la narración Ulrico no puede falsear los datos y en
ganan. La escena construida de este modo parece ficcional, la su intento por construir un discurso fidedigno, asume el rol de
novela de caballería, de aventuras, el relato heroico del guerre- testigo y, a pesar de comenzar el relato con la acometida feroz
ro triunfador se hace lugar en la crónica; sin embargo, en ver- de los cristianos matando a “hombres, mujeres y niños”, confie-
dad, la diferencia la da el listado: ahí están las armas, unas tras sa que los europeos “no pudimos ganar nada excepto por trai-
otras, y en ese reducto descriptivo (casi de interés antropológi- ción” (101). Contra los carios, la lógica grandilocuente de la vic-
co) se quiebra la aparente artificiosidad de la escena. El dato toria europea que rige el relato del combate entra en declive
108 109
dentro de la crónica. Esta vez el soldado realiza confesiones razón por la cual el cronista tan sólo dice una vez la verdad de
como ésta; ingresa así en el texto una línea del yo, del guerrero la supervivencia del europeo.
que conoce el arte de la batalla, que continuará en el marco de El caso del enfrentamiento contra los carios es paradigmáti-
esta lucha, pero que en general no volverá a ser practicada de co porque pone en evidencia la lucha por los tres elementos que
este modo en el resto de los enfrentamientos referidos. La lógi- definen la escala de valores de las posesiones en el Río de la
ca del combate entra en declive porque la traición, “que es indí- Plata: alimentos, cautivos, tierras. El orden de la tríada puede
gena”, ya no es privativa del Otro, porque contra este enemigo variar pero la existencia de cada posesión se hallará indefecti-
digno y superior, todo lo vale; porque la “superioridad del espa- blemente presente en todas las crónicas rioplatenses. La marca
ñol”, que acomete, penetra y mata “a mucha gente”, cae como ineludible que conforma esa tríada se impone en el relato de
imagen y concepción frente a la astuta táctica empleada por este espacio porque, ante la falta de oro, son precisamente es-
este grupo indígena. En este proceso único que entabla esta tos tres elementos los que constituyen la base del discurso eco-
única tribu, no es la ferocidad lo que los vuelve difícilmente nómico en este territorio y, por eso mismo, los generadores
vencibles sino las estrategias implementadas y esto era, supues- principales de la acción bélica.4 De este modo se observa cómo
tamente, patrimonio del europeo, no del enemigo. Se produce en el Río de la Plata se redefine el concepto de valor, o mejor,
así un trastocamiento en el propio imaginario del soldado que cómo el espacio propiamente dicho, con sus carencias y posesio-
guerrea, lo que posibilita la confesión antedicha y el siguiente nes, es el que establece tal redefinición. En estas crónicas la
remate: “Yo creo que si en ese tiempo lo hubiere sido sin los tierra ganada en combate adquiere un valor equiparable a la
arcabuces, ninguno de nosotros se hubiere salvado” (104). Este cantidad de cuerpos cautivados que conforman el botín de la
enunciado que coloca las cosas en su lugar –al explicar la victo- batalla. La lógica del cautiverio, de la encomienda y de la terri-
ria, no en función de la gracia divina ni de la heroicidad de los torialidad, tan propias del discurso colonial, se practican tam-
soldados guerreros, sino de acuerdo con el eficaz y letal arma- bién aquí, pero en el cuerpo y en el terreno conquistado se jue-
mento que ellos sí poseen– se formula una sola vez; matizado ga una funcionalidad nueva. La batalla no es sólo un idioma
por el “yo creo” que lo posibilita, ese enunciado que preanuncia conocido, un enunciado decodificable, es asimismo un motivo
el éxito en la contienda contra los carios, que predice asimismo practicado que puede ser reconducido en función de los intere-
el triunfo generalizado del cristiano, es dicho solamente por el ses del bando y de cada soldado.
soldado alemán cuyo texto no está dirigido a una autoridad real. Las condiciones de enunciación y producción de cada uno de
El único poder tangible que posee el español, con el que cuenta los textos sobre el Río de la Plata son las que determinan la
a la hora de presentar batalla o de responder militarmente a las incidencia de este tópico y la rearticulación de esta tríada. Es
fuerzas del enemigo, no es el número, ni el saber que puede claro que en lo que respecta a este espacio, los alimentos son
adquirir sobre el terreno, ni el conocimiento de las tribus y de siempre un elemento que regla la escritura, el hilo conductor
sus respectivas tácticas guerreras (que por cierto varían, como de la entrada territorial por excelencia, y si esto es así en parte
el propio cronista lo va especificando), sino tan sólo el arcabuz. se debe a que su puesta en discurso reproduce la nueva lógica
Ese “yo creo”, esa opinión que coloca al europeo como un sujeto interna que se construye en el lugar del padecimiento y del
de guerra apoyado en un arma y no en una táctica, es quizás la hambre. Es decir, la escritura encuentra una regla interna que
110 111
no es en principio narrativa sino experiencial, o mejor dicho, su pedido de vasallaje “con tanto que guardasen las condiciones
que deviene parámetro discursivo una vez que se impuso como de la paz y no la rompiesen como otras veces lo habían hecho,
tal en el plano de la acción misma. Esta presencia del alimento, con apercibimiento que los tendrían por enemigos capitales y
o de su falta, encontrará su lugar en el relato, e incluso su les harían la guerra” (127). En el caso de este gobernador, la
manera de desarrollarse dentro de él, de acuerdo con las condi- guerra es un enunciado, es un apercibimiento, es una acción
ciones en las que en cada caso se articule el enunciado. De ahí evitable, es en principio meramente discursiva. A diferencia del
que si para Ulrico los cautivos y los alimentos funcionan como soldado Ulrico declarando que “en esta tierra no hicimos otra
elementos claves que pueden detentar el poder del soldado ale- cosa que guerrear”, el Adelantado Cabeza de Vaca ostenta la paz
mán, para el Adelantado Cabeza de Vaca no serán precisamente que él mismo, con su acción y su palabra, logra concertar. El
éstas las posesiones configuradoras de su discurso. En el caso aspecto conciliador, respetuoso y fiel a Dios y a Su Majestad
de Álvar Núñez, los cuerpos, el concepto mismo de botín, las que caracteriza a su figura, es leída por el único soldado cronis-
tierras, adquieren otra funcionalidad en la crónica que escribe ta como falta de valentía, de conocimiento en el arte de la gue-
su escribano. Debido a las circunstancias que rodean la escritu- rra y en el manejo de la soldadesca. Sea cual fuere la razón, lo
ra de este texto, el discurso del combate no es el más practica- interesante es el tipo de conciencia narrativa que rige el discur-
do; incluso podría decirse que es un motivo concientemente elu- so del escribano. En esta crónica que es una nueva defensa que
dido, prácticamente un tópico en cierta medida forzado. busca exonerar completamente al Adelantado, el combate es,
Ineludible por definición, Pero Hernández le hace espacio en su generalmente y en su gran mayoría, defensa y no ataque. La
relato pero de un modo escaso, casi oblicuo. En su intento por acción bélica del bando español es producto de un ataque previo
construir la figura del injustamente condenado Álvar Núñez, el contra éste o contra sus indios vasallos. En este contexto Álvar
relato del combate entra de forma incidental en la crónica. El Núñez, junto con su gente y sus aliados guaraníes, atacan a los
Adelantado es aquel que logra concertar la paz, no quien gene- indios guaycurúes, quienes anteriormente habían atacado a la
ra el enfrentamiento. Para Cabeza de Vaca, o al menos para la tribu cristianizada y expresamente habían desconocido la “debi-
construcción que de él se realiza para el destinatario real, la da obediencia” a Su Majestad, así como los requerimientos del
batalla no es un valor en sí mismo; en la conciliación de las gobernador porque “se apartasen de la guerra que les hacían a
partes y en la cristianización y vasallaje del indio se encuentra los indios guaraníes” (131). Los españoles atacan porque des-
su poder, su grandiosidad. Por eso mismo, la primera mención oyen los pedidos y continúan la afrenta poniéndose en armas
a un encuentro bélico entre españoles e indígenas no tendrá contra los cristianos y expresando su deseo de “rebelión”. La
como resultado otra lucha, por el contrario, “una vez informado ferocidad y el poderío de los guaycurúes se fundan en un gran
el gobernador del caso, procuró sosegar y pacificar los indios, y conocimiento y práctica de la guerra, pero también en un es-
recogió los frailes, y puso paz entre ellos, y les encargó a los tricto código bélico que establece jerarquías que sólo podrán
frailes tuviesen cargo de doctrinar los indios” (Núñez Cabeza de ser quebrantadas mediante la lucha. El combate encumbra o
Vaca 1985: 103). La “pacificación y sosiego de los naturales” es catapulta. La escala social y el poder son establecidos por el
claramente el objetivo. Esto explica que, ante la traición de los resultado del enfrentamiento: “tienen por costumbre que si al-
feroces agaces, Álvar Núñez no tome represalia sino que acepte guno los venciese, se les darían por esclavos” (139). La batalla
112 113
es el valor que establece los lineamientos inamovibles con los buscar bastimentos. En la instrucción que se reproduce en la
que todos los naturales de la región comulgan. Por eso, cuando crónica, ordena el Adelantado:
los españoles llegaron, con aliados y arcabuces, para vengarse
por la muerte de algunos de los suyos, los guaycurúes redobla- pediréis a los indios a do vais que os den de los mantenimientos que tuvie-
ron la apuesta y ren para sustentar las gentes que lleváis, ofreciéndoles la paga y rogándo-
selo con amorosas palabras; y si no os lo quieren dar, requerírselo heis una,
y dos, y tres veces, y más, cuantas de derecho pudiéredes y debiéredes, y
arrojaron a los españoles los tizones de fuego que traían en las manos, y
ofreciéndole primero la paga; y si todavía no os lo quisieren dar, tomarlo
volvieron corriendo a sus casas, y tomaron sus arcos y flechas, y volvieron
heis por fuerza; y si os lo defendieren con mano armada, hacerle heis la
contra el gobernador y su gente con tanto ímpetu y braveza, que parescía
guerra, porque el hambre en que quedamos no sufre otra cosa (199).
que no los tenían en nada (…). Y visto esto por el gobernador (…) mandó
echar los pretales de los cascabeles a los caballos, y puesta la gente en
orden, arremetieron contra los enemigos (…), el gobernador delante en su Una y otra vez, se debe decirles, prevenirles y volver a de-
caballo, tropellando cuantos hallaba delante; y como vieron los indios ene- cir, aunque ellos no quieran “dar lugar a que [se] les dijese
migos los caballos, que nunca los habían visto, fue tanto el espanto que alguna cosa de las que les querían hablar” (201). Este predomi-
tomaron de ellos, que huyeron para los montes (138). nio del discurso coloca nuevamente la acción corporal, el en-
frentamiento explícito, en el lugar proyectivo de la adverten-
Si en el caso de Ulrico es la existencia de los arcabuces lo cia, del castigo producto del desacato. Por otro lado, esta
que posibilita la victoria contra los incansables carios, en el caso preeminencia de la palabra no sólo se debe al respeto de las
de Álvar Núñez es la presencia de los caballos lo que permite la leyes e instrucciones reales que pretende poner en evidencia
huida de los “muy valientes” guaycurúes. Pero lo llamativo de el escribano narrador, 5 sino también al hecho de que el trata-
la escena, en boca del escribano, es la impresión, probablemen- miento del indio es una cuestión clave en los cargos que pesan
te certera, de que “no los tenían en nada”; esa apreciación es sobre el gobernador. Por eso en esta última defensa, las conta-
desmentida frente a los pertrechos del español, no frente a su das veces en que aparece el combate, lo hace o bien como con-
bravura. En el caso de Ulrico, el posicionamiento en favor de secuencia de una embestida indígena previa, es decir como
Irala hará que gran parte de las batallas lideradas por éste sean contra-ataque, como venganza frente a una acción elocuente
más tácticas que otras, aunque, igualmente, la estrategia no que desoye las paces o alianzas ya establecidas o desconoce las
sea suficiente frente a la de los indígenas. En el caso de Cabeza jerarquías que la ideología imperial impone; o bien como úni-
de Vaca, su intento por colocarse en un lugar ligado más fuerte- co modo de sostener la vida. El combate es en los Comentarios
mente a la ley y al buen manejo de los súbditos que a sus pro- siempre una última opción, un forzamiento de las circunstan-
pias destrezas militares, explican que la entrada en combate cias. Sin embargo, esto no significa que la batalla tan sólo sea
sea concebida como la última opción frente a un abanico de po- un motivo dentro de la retórica estatal establecida desde la
sibilidades, todas ellas discursivas, que pueden, que deben en- metrópoli de la que hay que dar cuenta, ésta es también el
tablarse previamente. Así, por ejemplo, sólo frente al hambre medio a través del cual se pone en evidencia la falsedad de los
más atroz y ante una muerte segura, el capitán general envía a cargos que incriminan a Cabeza de Vaca. El enfrentamiento
Gonzalo de Mendoza y a sus hombres a los pueblos de indios a bélico en sí mismo no es tan ampliamente practicado en la
114 115
escritura de esta crónica, como lo son las circunstancias que los Payaguaes, que en aquella ocasión señoreaban todo aquel río”
llevaron a él. (Díaz de Guzmán 1974: 77). El relato es de un despliegue militar
único, compuesto por un conjunto de imágenes bélicas que lo
Y visto que no aprovechaba nada [al decirles que se sosegasen y guarda- convierten en un memorable enfrentamiento: los indios se divi-
sen la paz que con él habían asentado], el gobernador mandó hacer infor- den en tres escuadras acometiendo a los navíos que iban a vela,
mación contra los dichos indios; y habida, con el parecer de los oficiales de
ante esto Caboto asesta “las culebrinas que llevaba, y teniendo al
Su Majestad y los clérigos, fueron dados y pronunciados por enemigos, para
poderles hacer la guerra (207). enemigo a tiro de cañón, hizo disparar a las escuadras de ca-
noas”, siendo en su mayoría “hundidas y trastornadas de los ti-
La palabra oral y escrita, que se le reitera al Otro, la palabra ros”; asimismo, “acercándose mas a los enemigos, y peleando los
de la consulta, previa a la acción, es el medio utilizado para españoles con ellos con sus arcabuces y ballestas, y los indios con
legitimar y legalizar la necesidad de la embestida y de la lucha. su flechería, vinieron casi a las manos, y llegando a los costados
Legalización que, a su vez, se refuerza –ante el ojo real– por las de los navíos, con sus picas y otras armas, mataron gran canti-
razones que llevan a la acción bélica, generalmente bastimen- dad de indios” (77). La victoria española es indiscutida, perdiendo
tos que son necesarios para sobrevivir o tierras que es imperio- sólo dos soldados que fueron presos y cautivos. La narración de
so conquistar. En el caso de Álvar Núñez, a diferencia de Ulri- la batalla que realiza Ruy Díaz es diferente a las anteriores, aquí
co, los cautivos no entran como opción en la lógica del combate el cronista narra la historia que debe haber sabido por otros tes-
y éste es, precisamente, uno de los puntos centrales de disiden- tigos del suceso. El relato usado por Ruy Díaz adquiere sin em-
cia con Irala, un elemento más que abonará a la defensa del bargo, o quizás por eso mismo, otra relevancia. La lucha es por
impugnado. primera vez vivenciable porque, ante todo, es corporal. Unos y
Como se ha visto, las condiciones de enunciación, de publica- otros se embisten cuerpo a cuerpo, afloran las picas, los arcabu-
ción y de escritura de los textos establecen las directrices y el ces, las ballestas frente a las flechas, pero también surge la es-
modo de trabajo narrativo sobre el tópico analizado. En el caso trategia militar a la hora de responder a la lucha. La verosimili-
de Ruy Díaz, la marca que determina el tipo de tratamiento so- tud de la escena es parte de la construcción del narrador que no
bre este motivo está dada, por un lado por su condición de mili- fue testigo pero pretende aparentar serlo en función de la obra
tar, pero principalmente por el objetivo que él mismo enuncia en histórica que se ha propuesto escribir. La corporeidad del comba-
el prólogo de su obra: escribir los “anales del descubrimiento, te, algo tan propio de su lógica, que en otros cronistas se reduce
población y conquista de las Provincias del Río de la Plata”. De a un aspecto matemático, numérico (resumido en la cantidad de
este modo, el combate, parte constitutiva de la “población y con- muertos de un bando y del otro), aquí adquiere otra dimensión.
quista”, estará directamente relacionado con las diversas entra- El tiempo narrativo del combate es trabajado como un continuo
das en la tierra a descubrir. La narración de la entrada de Sebas- constante, marcado por el reiterado uso del gerundio (acome-
tián Caboto al Río de la Plata resulta ilustrativa en este sentido. tiendo, teniendo, acercándose, peleando) que logra el efecto de
El cronista refiere el itinerario de Caboto hasta llegar al río Pa- una sucesiva puesta en escena. Esta misma estructura será uti-
raguay, el cual navega hasta un paraje en el que “un día le aco- lizada para la muerte de don Nuño de Lara en manos del cacique
metieron mas de trescientas canoas de los indios Agaces, que son Mangoré. El episodio de Caboto y los agaces es paralelo a la his-
116 117
toria de Lucía Miranda, aunque en esta última la fiereza de los Mendoza, lo asaltaron, lo hirieron “con una pica que le atravesó
indios sea mayor y la heroicidad del capitán verdaderamente gran- una ingle”. Los indios “los apretaron tan reciamente que a no
diosa. Pero sin perder de vista el particular montaje que se rea- remediarlo Dios sin ninguna duda ganaran aquel día el Fuer-
liza de las imágenes bélicas, aquí este aspecto visual, casi fílmi- te”, pero justamente en ese momento, antes de que perecieran
co, que ya se observaba en el episodio de Caboto, aparece todos allí, arribaron dos bergantines que comenzaron a dispa-
nuevamente: Nuño de Lara sale a la plaza “con su espada y rode- rar la artillería y “saltando en tierra con demasiada determina-
la por entre aquella gran turba de enemigos, hiriendo y matando ción, tomando los capitanes la vanguardia, y peleando cara a
muchos de ellos”; entre tanto, al ser visto por los caciques e in- cara con el enemigo (…) fueron hiriendo y matando a cuantos
dios es atacado “con dardos y lanzas”, “todo su cuerpo estaba har- encontraban, de manera que los pusieron en desordenada hui-
pado y bañado en sangre”, pero “desangrado, sin poder remediar da, mostrando en esta ocasión los soldados el valor de sus per-
nada”, le da una gran cuchillada a Mangoré, derribando al caci- sonas” (121-122).
que en tierra” (82). Si bien puede pensarse que el tono narrativo En el texto de Ruy Díaz los combates son, sin lugar a dudas,
responde a la ficcionalidad del episodio de la cautiva Lucía Mi- relatados en términos de hazañas, porque es en el fragor de la
randa, esta presunción se desbarata no sólo cuando se repara en lucha donde el español muestra “el valor de su persona”. Por
que el narrador lo concibe como un hecho real sucedido en 1532, esto mismo los episodios de enfrentamiento bélico son verdade-
sino también y principalmente cuando entramos en cualquier otro ras batallas en las que el ojo del relator va guiando el ojo del
momento de enfrentamiento narrado en La Argentina. lector. El tiempo de la narración nuevamente es anecdótico, casi
Tomemos, por ejemplo, lo sucedido al capitán Antonio de novelesco, justamente en ese momento llegan los bergantines,
Mendoza en el fuerte de Corpus Christi. Víctima de la venganza precisamente en ese instante los refuerzos salvan la vida de los
de los indios comarcanos, los españoles caen en el ardid elucu- cristianos y, como era de esperarse, les permiten la victoria fren-
brado por los naturales de la región. Así se cuenta la escena: te a más de dos mil indios. El “entretanto”, tan propio del relato
de acción y aventura, es aquí utilizado al máximo. El aspecto
de tal manera supieron hacer su negocio, y con tanto disimulo, que el capi- fílmico antes mencionado lo ofrece el juego de planos, de lo gene-
tán se vio forzado a darles 50 soldados que fuesen con ellos a cargo de su ral a lo particular, de la batalla en el bosque al fuerte, de allí al
alférez Alonso Suarez de Figueroa, el cual habiendo salido, fue caminando
mar por donde llegan los bergantines y así siguiendo. El foco
con buen orden hasta ponerse a vista del pueblo de los indios (…), y entran-
do por un bosque adentro que antes del pueblo estaba, sintiendo ruido y era narrativo va variando, de la distancia de los bandos enfrentados
la gente emboscada que los estaba aguardando, y acometiéndoles por las en la contienda a la minucia del cuerpo en combate, a la ingle
espaldas, les atacaron tan furiosamente, que sacándolos a lo raso, les die- atravesada del capitán, al rocío de flechas de los indígenas y al
ron tan gran rociada de flechería (121). salto seguro de los salvadores, a sus pies apoyándose en la tie-
rra. En el detalle del cuerpo se produce un efecto de realidad, de
Podían verse heridos de un bando y de otro, pero de repente narratividad, que muchos no pueden leer en este tipo de cróni-
llegaron nuevos escuadrones, más de dos mil indios se suma- cas. Ruy Díaz relata el combate y en esa narración episódica, que
ron a escena; la victoria ya era segura, ante ella decidieron posee todos los ingredientes necesarios para atraer la atención
avanzar y cercar el fuerte, esta vez fueron detrás del capitán del lector, ofrece por primera vez el espectáculo de la guerra.
118 119
El aspecto épico que caracteriza a todos los hombres en ba- tantes) no son percibidos aisladamente por los cronistas, sino
talla dentro de La Argentina se debe tanto a la profesión de que adquieren sentido una vez puestos en relación con “los ele-
quien narra, que conoce los datos verosímiles de la pelea cuer- mentos centrales que articulan las expectativas expresadas por
po a cuerpo, como al objetivo que él mismo enuncia desde el el modelo imaginario en su doble aspecto: fabuloso y mercantil”
principio: recuperar la memoria individual de aquellos españo- (1989: 125). Si en ese modelo de doble aspecto se articula la
les que en la conquista del Río de la Plata esperaron salir “ricos representación de lo percibido, si el discurso económico funcio-
y aprovechados”, pero “antes acabaron los más de ellos sus vi- na como “fuerza estructurante”, 6 incluso configuradora de lo
das miserablemente” (139). Ruy Díaz pretende escribir el relato fabuloso, entonces cuál es el lugar de ciertos tópicos en las cró-
heroico de todos y cada uno de los conquistadores olvidados; un nicas del Río de la Plata, es decir, en un espacio donde ese ima-
relato que, en función de la lógica desde la cual es concebido, ginario no puede ponerse fácilmente en práctica. La fábula y el
afecta por igual a Antonio de Mendoza como a su propia familia. ansia de posesión siguen presentes, aun cuando el oro no sea
La grandiosidad es parte del estilo narrativo a la hora de narrar hallado en las dimensiones deseadas, aun cuando los objetos
la escaramuza. Si la vida de estos hombres quedó en el campo poseídos sean otros. La dinámica de la guerra contra el enemi-
de batalla, si no hay recuerdo de ellos, si tan sólo queda la mise- go común que impide la posesión, literal-territorial y simbólica-
ria del suelo en el que lucharon, entonces es en el correr de la evangélica o religiosa, halla un lugar importante en estos tex-
pluma donde se debate la posibilidad, única y simbólica (aunque tos. La historia de la conquista funciona como foco narrativo y
se pretenda efectiva), de vivir el reconocimiento del héroe. Ruy es esa historia la que determinará los tiempos del relato. La
Díaz apela a una teoría o arte del combate basada en la valen- guerra contra el indígena, las alianzas realizadas para sostener
tía, la voluntad y el carácter moral del guerrero que muere en el poder o ganar la batalla, la pelea cuerpo a cuerpo en sus
campo de batalla, que lucha y continúa aunque se esté desan- diferentes estadios, son los pasos que marcan un ritmo narrati-
grando. Si esas características remiten al héroe épico, ficcio- vo que reproduce una dinámica a través de la cual se pone en
nal, al aspecto siempre victorioso del que pelea, el cronista agre- juego el readaptado modelo imaginario. En el tópico del comba-
ga una particularidad que tensiona ese aspecto general y casi te se juega el poder, la capacidad militar del hombre civilizado y
ficticio al que recurre en la construcción de los personajes: la los valores que motivan la lucha. La representación de la gue-
miseria, el hambre, el olvido. El Río de la Plata entra en escena rra con el Otro –salvaje, traidor e infiel– no es sólo el resultado
y vuelve a nivelar la balanza; así, en este contexto, el destino de una ideología imperialista que lo concibe como tal, sino tam-
final del héroe no reconocido funciona como anclaje real de la bién productora o reproductora de una relación social y jerár-
escena, historizándola. quica en la que el europeo desea verse; relación que se liga a su
vez con el aspecto fabuloso de la ficción; que, incluso para algu-
nos, deriva de la ficción misma.
El héroe Irving Leonard analiza en Los libros del conquistador la in-
fluencia de las lecturas de novelas de caballería en la conforma-
En Re-Discovering Colonial Writing, Jara y Spadaccini sos- ción misma del imaginario de fama y poder que caracteriza al
tienen que el territorio y sus componentes (flora, fauna y habi- español que se dirige al Nuevo Mundo (1996). En estas crónicas
120 121
se ve, a través del combate y no mediante el tesoro, el modo en relato: la veracidad histórica que prometen los anales. La reali-
que entran en escena los elementos que conformaban tal ima- dad rioplatense es la única marca que pretende instalar las di-
ginario: el lugar del héroe, de la hazaña que logra este guerre- ferencias entre realidad y ficción (aunque no siempre lo logre),
ro, los valores individuales que posee y que le permiten superar ya que en su intento por otorgarle a los conquistadores del Río
los mayores obstáculos, la aceptación estoica de todo tipo de de la Plata el lugar merecido, el cronista produce un nivel de
desventuras y su exaltado sentido del honor. Si los sueños de igualación insospechado y, por cierto, imposible. Caboto, Nuño
fortuna se diluyen día a día en el Río de la Plata, no sucede lo de Lara, Antonio Mendoza o Alonso Riquelme de Guzmán, todos
mismo con los deseos de fama. Las posibilidades de la aventura los guerreros olvidados poseen el mismo lugar heroico en el
y lo novelesco encuentran un lugar propicio de producción en discurso bélico que construye el cronista. Las jerarquías milita-
este espacio que incrementa los obstáculos y redimensiona así res y narrativas se ven desdibujadas por tal intento de recono-
la probabilidad de glorificación del guerrero. cimiento merecido; esta ruptura de un esquema funcional a la
Si bien en la crónica del soldado alemán la lucha casi siem- lógica de conquista que pretende historiar, vuelve a poner en
pre finaliza en victoria, ese éxito muchas veces se halla acom- evidencia el artificio de la obra, del enunciado y de la propia
pañado de confesiones que no necesariamente abonan a la he- figura del relator que se concibe como español neto y profunda-
roicidad del guerrero, que incluso ponen en tela de juicio los mente fiel a la ideología de conquista imperial que enarbola.
valores inquebrantables del honorable caballero. Ese cuestio- En su análisis del nivel de influencia de las lecturas de fic-
namiento de los valores que también ejercita Álvar Núñez (aun- ción en los textos escritos por soldados o conquistadores, Leo-
que por otras razones), impide asimismo en su crónica el traba- nard señala, en lo que respecta a los mestizos, que las crónicas
jo sostenido de la figura del héroe, por lo menos a través del o novelas históricas de tema nacional formaban parte del gusto
tópico del combate. Por todo esto, es en La Argentina de Ruy de los descendientes de los conquistadores, junto con las nove-
Díaz de Guzmán, con sus particulares relatos bélicos, donde las de aventuras, las gestas patrióticas y las novelas de caballe-
mejor puede observarse la confluencia entre realidad y ficción, ría (1996: 109). Del conjunto de textos analizados, el de Ruy
el cruce de esa doble vertiente que dirige el discurso y alcanza, Díaz es el que se halla más impregnado por este tipo de lectu-
incluso, a su narrador. ras. El sistema de igualación antes mencionado pone en eviden-
En La Argentina la grandeza del guerrero se relaciona direc- cia la creencia, derivada de esta clase de obras, de que el solda-
tamente con los objetivos, también grandilocuentes, de la obra do y el conquistador “no importa cuán bajo sea su origen, podía
que se escribe, los cuales a su vez se vinculan con el origen del aspirar a las mayores retribuciones de riqueza y a los más ele-
cronista. El mestizo Ruy Díaz toma la pluma, como lo haría vados sitiales del poder” (43). Ante esto, desconocer a quienes
cualquier hijo de la península, y crea la historia victoriosa espa- hicieron posible la conquista del Río de la Plata es, para este
ñola que desea leerse. Los estereotipos del indio traidor y del cronista, inconcebible, dado que es la lógica espacial la que es-
español esencialmente héroe guerrero trabajan en la misma taría determinando el lugar que se les adjudicará a estos hom-
línea. Sin embargo, es precisamente ese aspecto estereotípico bres y no su desempeño individual.
el que des-realiza en numerosas ocasiones las escenas relata- La incidencia de las obras de ficción puede observarse tanto
das. La falta de matiz juega en contra del objetivo mismo del en las historias de lucha como en el hecho, ya mencionado, de
122 123
que los episodios referidos en su crónica están basados, en su posibilidad de que el aspecto heroico se manifieste; aún más, la
mayoría, en los relatos orales de otros españoles, también lec- heroicidad del protagonista se pone de relieve tanto en su pelea
tores de este tipo de textos, únicos testigos de la acción de con- constante por la vida, como en su intento incesante por conti-
quista mencionada en la narración. Mediación tras mediación, nuar los valores diferenciales y civilizatorios que lo definen. La
de boca en boca, en el aspecto “fabuloso” del relato bélico se humanidad que impone el espacio y que imprime su huella en
ponen en evidencia las lecturas y los deseos de lo que finalmen- estos hombres, convive a su vez con los parámetros que definen
te no fue, a pesar de la heroicidad de la escena y del relato el imaginario europeo, los cuales no desaparecen del todo al
hiperbólico de la “justa victoria”. El maniqueísmo al que es so- enfrentarse a una nueva realidad. Los conquistadores del Río
metido el combate una vez puesto en discurso es, de algún modo, de la Plata ponen en escena una suerte de humanidad heroica
necesario para poder crear el tipo de espectáculo propio del va- que es resultado de la conjunción ineludible entre sujeto, espa-
leroso guerrero, es decir aquel que responde a los ideales del cio e imaginario.
carácter español. La lucha es la escena reiteradamente contada en las cróni-
Sin embargo, como aclara Leonard, es verdad que con esta cas del Río de la Plata, es el referente continuamente narrado,
ambición de poder y de posición social corrían parejas la codicia un tópico que se disemina y que articula todos los relatos: la
y el ansia inmoderada de poseer una riqueza material, repre- lucha contra el Otro, la lucha por la vida, la lucha por la con-
sentada por el oro y las piedras preciosas. Este ansia no será quista, la lucha por el alimento. En la amplificación de esta
retratada como tal en La Argentina porque no tiene lugar den- escena, el cronista termina ofreciendo la imagen de un conquis-
tro del espectáculo que aquí se pretende historiar; así, ni ansia tador que ante todo batalla, aunque no halle lo esperado, por-
ni codicia reglando los recorridos, las acciones, el discurso, tan que es allí, precisamente, donde se perfila y consolida la identi-
sólo lucha, estoicismo, fuerza, valores, ideales, es decir, las ra- dad de esa figura, en donde se vuelve decible, legible.
zones morales y argumentativas que sostienen el cuento del
triunfo militar.
La historia del héroe español sólo la puede decir aquel que La guerra interna
no ha sido testigo y que quiere ser escuchado; para el resto, el
proyecto épico de la acción heroica no tiene asidero en sus es- La relación entre el combate y la tierra es fundamental; de
critos porque no encontró lugar donde manifestarse en la pro- hecho, como hemos visto, las posesiones propias del terreno y
pia experiencia. En el Río de la Plata el concepto mismo de el territorio mismo se constituyen en los móviles indiscutidos
heroicidad se ve trastocado, así como cambian las posesiones y de la acción bélica entre españoles e indígenas. El acto de com-
sus valores. El arquetipo del guerrero heroico que se construye bate es ante todo un acto político, el cual se ve representado
a partir de la conquista del botín no es el que entra en juego, el tanto a través del espacio que se pretende ganar y por el cual se
héroe aquí es el que sobrevive, el que sostiene la lucha, el que pelea, como mediante los bandos que configura. La ideología
puede vivir para contarlo, es el que apuesta, sufre y también es imperial que sostiene la acción guerrera del español establece,
el que gana tierras, cuerpos y alimentos. En estas crónicas la por inclusión o por exclusión, quién es el enemigo. Pero si esa
humanidad –que define a estos conquistadores– no obtura la configuración del Otro responde a un modelo previo ya estatui-
124 125
do desde la Corona (e incluso reiteradamente practicado por rencilla personal entre dos jefes en disputa. De acuerdo con la
diversas crónicas de conquista), existen asimismo otros enemi- concepción de unos y otros, el apresamiento de Álvar Núñez
gos fuera de aquel modelo, los cuales no dan cuenta de una por parte de Irala y su gente debe ser concebido como un acon-
diferencia radical de raza, lengua y religión, enemigos que son tecimiento político. Se comprende este suceso de este modo
pares, que son semejantes. En el Río de la Plata la unión, que porque en la politización del hecho se juega la posibilidad de
estaría dada por la “legítima” guerra de conquista, ya no es su- entablar un pleito contra esa figura y legitimar así la acción
ficiente; a pesar de que existen combates que la reproducen, cometida en contra del Adelantado, pero también se pone en
afloran también variantes que responden a divergencias produ- juego la posibilidad del propio prisionero de demostrar su ino-
cidas dentro del espacio conquistado y en función de los nuevos cencia. La crónica de Hernández contará los avatares y sufri-
o renovados parámetros por él producidos. Las diferencias in- mientos de la prisión de Cabeza de Vaca; los documentos lega-
ternas en el bando conquistador generan dos nuevos contrin- les presentados por éste en el juicio contribuirán a la versión
cantes, cuya distinción está marcada por la fidelidad a uno u del complot en su contra; es decir, serán pruebas constantes,
otro jefe: Álvar Núñez Cabeza de Vaca o Domingo Martínez de presentadas durante años, para abonar y certificar la visión que
Irala. En aquello que distingue y constituye a cada grupo sigue el propio damnificado tiene del suceso que lo tuvo como prota-
presente la significación política, es decir, es ella la que produ- gonista.
ce la oposición entre unos y otros, la cual, por cierto, no tendrá Desde la óptica de Cabeza de Vaca o de sus fieles seguidores
que ver con la adopción o el rechazo a una ideología de conquis- como Pero Hernández, lo que se produjo fue ante todo una
ta con la cual todos los europeos concuerdan. El choque entre conspiración que derivó finalmente en rebelión. Cuenta el es-
españoles tiene otras razones. Una vez fuera Álvar Núñez y sus cribano que una vez que apresaron al Adelantado “llamándolo
seguidores del Río de la Plata, Irala queda a cargo de los solda- tirano y poniéndole las ballestas a los pechos”, “se produjo una
dos, es elegido por el común de la gente Capitán General, nom- gran revuelta” porque al ver preso al gobernador de aquella
bramiento que es oficializado luego por el rey. El enfrentamien- manera el factor Pedro Dorantes y los demás dijeron: “¿que-
to tiene su explicación en acciones del Adelantado, prohibiciones réis hacernos a nosotros traidores contra el rey, prendiendo a
y dictámenes que van en contra de los intereses –principalmen- su gobernador?; y echaron mano a las espadas” (211). El en-
te económicos– de algunos oficiales reales y soldados. Si bien frentamiento, que aparenta ser de las dimensiones de los com-
los Comentarios, como las otras crónicas, comentan esas cau- bates tradicionales, no llega a esos términos; sí se produce un
sas, sólo la defensa de Cabeza de Vaca relata el ardid entablado motín pero “como estaban cerca de las casas de los oficiales,
contra él al nombrarlo y acusarlo de “traidor al rey” y de “tira- los unos de ellos se metieron con el gobernador en las casas de
no” por querer “tomarles [a los soldados] sus haciendas y casas Garci-Venegas, y los otros quedaron a la puerta, diciéndoles
y indias, y darlas y repartirlas entre los que venían con él de la que ellos los habían engañado” (211). Puerta de por medio, el
entrada perdidos” (210- 211). Estos cargos de traidor y tirano, bando opositor amenaza: “que si soltasen al gobernador, que
que según Cabeza de Vaca son falsos, no sugieren que el acto los haría a todos cuartos, y a ellos les cortaría las cabezas”;
cometido contra el Adelantado, su encarcelamiento y envío pos- propone: “que partirían con ellos la hacienda y indias y ropa
terior a España, deba ser entendido como el resultado de una del gobernador”, y finalmente arremete, entra y le echa los
126 127
grillos a Álvar Núñez. La revuelta comienza por Cabeza de El enfrentamiento interno, entre pares, se produce por un
Vaca y continúa por sus oficiales, a quienes también se los aparato conspirativo que se sostiene hasta el final; hay muertos
apresa, se les da “puñaladas”, “empujones” y se los echa “de y heridos porque el bando enemigo amenaza, prohíbe, castiga.
cabeza en el cepo”. La rebelión no llega a producir combate, El cuerpo del Otro, que también es español, es degradado; esa
por lo menos no en los términos a los que el lector viene habi- humillación se lee no sólo en la amenaza constante al apresado
tuado a través del relato de la lucha contra el indígena. Aquí gobernador “que le habían de dar puñaladas y cortar la cabeza”,
tan sólo se pone en escena un choque de espadas y cuerpos sino también en la tortura a la que son sometidos los enemigos:
que no pasa a mayores; tomados de sorpresa, los que apoyan a “dieron tormentos muy crueles (…) muchos quedaron lisiados
Irala atacan, no encuentran mayor resistencia, y vencen. El de las piernas y brazos” (220). La alevosía con que se trata al
cuerpo entra en escena pero no tanto en función de la lucha enemigo es –en especial en esta crónica– mayor cuando se re-
sino especialmente del escarnio y la humillación de un trata- fiere al connacional que cuando se relaciona con el indio. Esta
miento injusto que llevan a cabo los rebeldes hacia quienes diferencia que marca Hernández debe leerse en función de la
clamaban por la libertad del gobernador: figura que pretende construir de Álvar Núñez, siempre respe-
tuoso del Otro y de la ley, y de acuerdo con la imagen que busca
comenzaron a molestar a los que se mostraban pesantes de la prisión, echán- transmitir de Irala, el tirano traidor, demonio infamante.
doles prisiones y quitándoles sus haciendas y mantenimientos, y fatigándo- Como puede imaginarse, la perspectiva dada por el escribano
los con otros malos tratamientos; y a los que se retraían por las iglesias, por
del Adelantado no condice con la visión que ofrecen las otras cró-
que no los prendiesen, ponían guardias por que no los diesen de comer, y
ponían pena sobre ello, y a otros les tiraban las armas y los traían aperrea- nicas. El soldado Schmidl, fiel partidario de Irala, no menciona
dos y corridos, y decían públicamente que a los que mostrasen pesalles de la los episodios antes señalados, no refiere los conflictos que se pro-
prisión que los habían de destruir (214). dujeron durante la prisión de Cabeza de Vaca sino los que antece-
dieron y sucedieron a tal suceso. Como la prisión del capitán y su
Lógicamente esta es la visión que ofrece el portavoz del Ade- gente es el resultado de un acuerdo general entre la gente de
lantado, quien decide poner el foco, otra vez, no en la destreza y guerra (que Ulrico confirma y basándose en eso sostiene la “legi-
el poder militar, sino en la traicionera estrategia que posibilita timidad” del encarcelamiento), el narrador tan sólo menciona:
el éxito del enemigo. Sin embargo, la oposición de bandos no
tarda en hacerse lugar, los “alborotos y escándalos entre las cuando el común o la gente de guerra vio (…) que él no quería moderarse,
gentes” producen la creación de una población constantemente celebraron nobles y villanos un consejo y asamblea, que ellos querían pren-
der al capitán general y enviarlo a Su Cesárea Majestad y hacerla saber
armada y en posición de guerra “por el temor de la gente que se
cómo él se había portado con la gente y cómo él no podía gobernar al país
levantaba cada día de nuevo contra ellos” (214). Es claro: (Schmidl 1980: 94).
había muchas pasiones y pendencias por los bandos que entre ellos había,
La decisión común es llevada a la acción. Así, con los cuatro
unos diciendo que los oficiales y sus amigos habían sido traidores y hecho
gran maldad en lo prender, y que habían dado ocasión que se perdiese toda señores por parte del rey y doscientos soldados “nosotros he-
la tierra (…) y los otros defendían al contrario; y sobre esto se mataron e mos prendido de improviso al ‘señor’ Álvar Núñez Cabeza de
hirieron y mancaron muchos españoles unos a otros ( 215). Vaca (…) [a quien] hemos tenido preso en la cárcel (…) durante
128 129
todo un año, hasta que se aparejó un buque que es una carabela En la visión del soldado, es Cabeza de Vaca el responsable del
y hemos enviado dentro de ella a él” (95). A este enunciado, motín inicial y de la contienda posterior, el único y total respon-
marcado por una aparente consecución lógica y no por la cons- sable del caos que se sucede luego. Su visión fuertemente “iralis-
piración, se reducen las páginas y páginas escritas por el escri- ta” responde a esta concepción, asimismo es su cargo dentro de
bano Hernández. la estructura de combate lo que posibilita (o le posibilita) proferir
En la crónica de Ulrico los enfrentamientos comienzan an- sentencias de culpabilidad como ésta. Desde su óptica de soldado,
tes de la prisión, cuando luego de la entrada realizada por Her- el enfrentamiento con armas, cuerpo a cuerpo, el batirse día y
nando de Ribera, el capitán general lo toma preso, les quita a noche “entre nosotros” es una lucha por fidelidades a cierta polí-
los soldados todo lo que habían traído de tierra adentro y ame- tica de intereses que los afecta a todos individualmente. A pesar
naza con “colgar de un árbol a nuestro capitán” (91). Este episo- de la referencia a Su Majestad, pareciera que éste no es más que
dio es el generador del primer enfrentamiento entre españoles una figura que se menciona, a la que se remite, casi una fórmula
relatado en este texto: “cuando nosotros (…) supimos esto, hici- discursiva, y que ese guerrear constante a lo largo de dos años
mos un gran motín con otros buenos amigos que teníamos en no tiene que ver precisamente con una traición al rey sino a
tierra contra nuestro capitán Álvar Núñez Cabeza de Vaca” (91). todos y a cada uno de los soldados. La individualidad que se des-
La revuelta es efectiva, no sólo le salva la vida a Ribera y posi- prende de lo señalado no es más que la evidencia de la ruptura
bilita la devolución de todo lo que se les “había quitado y roba- que se produce con el conflicto interno. Es decir, si el combate
do” a los soldados, sino que también pone en evidencia el poder como forma social es unificador en acción e identidad, esto se
de la unión de la gente de guerra ya que “cuando él [Cabeza de debe a sus propias condiciones de posibilidad y a la existencia de
Vaca] ha visto nuestra ira (…) nos rogó que [nos] quedáramos un enemigo reconocido y reconocible por todos en su diferencia;
sosegados” (91). La guerra entre españoles no vuelve a produ- con la rebelión, la unión se quiebra, el enemigo no se distingue y
cirse una vez arrestado Cabeza de Vaca sino luego de su parti- la noción misma de grupo se ve resentida.
da. En Derrotero y viaje…, una vez elegido Irala como aquel que En la crónica de Schmidl, es precisamente la presencia de
los mantendría dentro de la justicia y gobernaría la tierra, co- los carios, hábiles guerreros que comienzan a ver el debilita-
mienza verdaderamente un período de lucha y enfrentamiento miento de la armada española, la razón de la restitución de los
constante entre los seguidores del nuevo gobernador a cargo y roles identitarios. Frente al plan de esta nación indígena de
los partidarios del ya ausente Adelantado. aprovechar las peleas y los problemas y “matar a nosotros los
cristianos y echarnos fuera del país” (96), los bandos vuelven a
Después que hubimos enviado nuestro capitán general Álvar Núñez agruparse, el oponente en la batalla nuevamente es aquél esta-
Cabeza de Vaca a España, nosotros los cristianos estuvimos los unos contra blecido por la tradición y el europeo deviene “buen amigo”, ante
los otros y no nos concedimos nada bueno el uno al otro y nos batimos día y
todo compañero de lucha. Dentro de la acción y del discurso, los
noche los unos contra los otros y guerreábamos entre nosotros que el dia-
blo gobernaba en ese tiempo entre nosotros, que ninguno estuvo seguro carios no hacen más que volver a colocar las cosas en su lugar y
del otro. Tal guerra llevamos durante dos años enteros a causa de Álvar permitir (o “forzar” como dice Ulrico) una unión que se creía
Núñez Cabeza de Vaca (96). perdida con la rencilla interna, una paz necesaria para la victo-
ria deseada contra el común y general enemigo.
130 131
El relato de la guerra interna posee su propio modo y tiempo ralizadora, ya que, según Ruy Díaz, serán “la mucha prudencia
narrativo, los que, de alguna manera, se hallan regulados por y buen celo del general” los que pondrán remedio a las disensio-
el lugar que ocupa cada uno de los cronistas dentro de la arma- nes. El choque entre españoles como tal, sea quien fuere la
da o frente a Su Majestad. Así, si en los Comentarios este tipo figura atacada, halla lugar en la crónica porque en el final siem-
de contienda tiene más espacio en el relato (lo que se explica en pre es Irala el que resuelve el conflicto. 7
función de la denuncia de traición que se pretende argumen- La prisión del Adelantado es la única escena en la que las
tar), y en Derrotero y viaje el combate interno es primero mo- armas están presentes: los que lo apresan “tomando armas se
tín justificado y luego lucha derivada de la única culpabilidad fueron una mañana a su casa”, el Adelantado “se armó de su cota
del Adelantado, (lo que evidencia el partido por el que comulga y celada” y tomó “una espada y rodela” cuando supo lo que suce-
el soldado), en La Argentina el relato del conflicto entre espa- día; cuando dijo “Antes moriré hecho pedazos que permitir tal
ñoles encuentra nuevas vertientes. traición”, “todos le acometieron”, “cargaron sobre él a estocadas
Dentro de la propia lógica narrativa utilizada para dar cuen- y golpes”, y uno de ellos “con una ballesta armada, y poniéndola
ta de una batalla, lo primero que llama la atención es que a la al pecho del Adelantado, le dijo: Ríndase, o le atravieso con esta
hora de relatar la rebelión, Ruy Díaz no apela a ninguna de las jara” (161). Las armas, el cuerpo, la lucha, la defensa, el ataque,
marcas grandilocuentes utilizadas para narrar la guerra con el la violencia física y discursiva entran en escena al relatar este
indígena. Del siguiente modo cuenta los enfrentamientos pro- episodio. Luego, se disolverá completamente, no habrá lugar para
ducidos durante el tiempo en que Cabeza de Vaca estuvo en la hazaña del héroe, ni siquiera en el caso de Álvar Núñez, ni
prisión: siquiera mediante las palabras que profiere, tan propias de valio-
sos y honorables caballeros, tan representativas de personajes
[en ese período] algunos amigos suyos intentaron sacarle de ella (…) y novelescos. Cabeza de Vaca termina rendido frente a la jara que
estando ya para ponerse en práctica, fue descubierto por los oficiales rea- amenaza su vida, entregando sin pelea sus armas y diciendo “ha-
les, y como estos en todo tenían autoridad en la República, proveyeron de
gan de mi lo que quisieren”. Ni hazaña, ni héroe que muere lu-
remedio, e hicieron que el general castigase a los motores de este negocio
(Díaz de Guzmán 1974:164). chando por sus ideales o por los valores que representa su perso-
na, ni relato explícito de la batalla, tan sólo la asunción de un rol
La colisión se reduce a un castigo que no se narra; y, aunque de mártir que no lo salva y la mención de diferencias o “motores”
luego se especifica la existencia de una “violenta determina- que serían luego resueltos o disueltos por la “acostumbrada pru-
ción” contra todo aquel que pretendiese sacar de prisión al Ade- dencia de Irala”. Si esta figura “pacificadora” –que, en su cons-
lantado, nuevamente esta violencia no pasa de ser una adver- trucción, imposibilita o coarta la relación de combates internos–
tencia. A pesar de la relación sanguínea con el prisionero, el en algún momento ataca, esto sucederá ante un motín en su
cronista no cuenta “los motores de este negocio” de liberación contra. Oficiado por el Adelantado antes de partir, el capitán Sa-
del preso, ni los modos de castigo que se ejercieron sobre ellos, lazar, líder del alzamiento, no respeta el pedido de obediencia y
tan sólo apunta que de todo esto resultaron “muchas diferen- el requerimiento de “no turbar la paz de la República”, ya que
cias y discordias entre los principales”. En la ligazón que lo posee un poder que secretamente le había dejado Álvar Núñez
emparienta con Irala debe leerse esta decisión narrativa gene- para que en su nombre gobernase la provincia. La reacción de
132 133
Irala ante la actitud de este capitán esta vez sí es relatada en los elementos centrales en las crónicas del continente sur. En
detalle, su determinación es la de “asestar cuatro cañones de Discurso narrativo de la conquista de América, Beatriz Pastor
Artillería a la casa [de Salazar], y con ellos la batió, y derribó señala que el discurso de los textos del sur no es un discurso
toda la pared de la frente, por donde sin resistencia entró con sus que continúa linealmente el discurso narrativo del fracaso que
soldados, a tiempo que los que estaban dentro, la habían desam- caracteriza a las crónicas del norte, sino que más bien en este
parado” (167). La prudencia, valor de Irala tan reiterado en la caso se trata “de la prolongación de aquel discurso narrativo
crónica, no encuentra lugar en esta escena de cañones destru- en un nuevo discurso desmitificador”, el cual parte de la con-
yendo la casa en la que se refugia el apoderado de Cabeza de ciencia del fracaso para articularse en torno a la rebelión y
Vaca; sin embargo, en la lógica del texto, las armas contra Sala- constituye “la fase final de un mismo proceso de liquidación de
zar son una muestra más de su habilidad como jefe, porque al los modelos de percepción y representación de la realidad de
enviar también a este capitán rumbo a España, las sediciones y América y de su conquista, formulados por el discurso mitifi-
los bandos desaparecen. En el texto de Ruy Díaz, la lucha inter- cador que ejemplificaban los textos de Colón y Cortés” (1983:
na –que es abstractamente referida o mencionada como ataque 389). Al trabajar sobre todo el continente sudamericano, su
inevitable, obligado, sin defensa– es funcional al proceso de lim- lectura produce una serie de generalizaciones que no necesa-
pieza de la figura de Irala que pretende hacer este cronista. El riamente pueden observarse en todas las crónicas del Río de
combate entre españoles es referido a grandes trazos, falseado la Plata. De hecho, la autora se centra en el Perú y los diver-
en otros, pero en líneas generales es uno de los momentos cla- sos levantamientos que allí se producen. En el Río de la Plata
ve que delinea los rasgos centrales de los conquistadores de los la guerra interna y su puesta en narración guarda cierta parti-
que este sujeto deriva. De hecho, aquí el proceso Álvar Núñez cularidad que la distancia de las características narrativas que
vs. Irala no se continúa o cierra con el ataque de los carios, sino refiere Pastor. En principio, como se ha planteado al comienzo
con el final de los hombres enviados a España, con los desastro- del capítulo, la presencia del tópico del combate no es inciden-
sos acontecimientos generales de estas personas, con la suerte tal en estos textos; es un motivo que posibilita la producción
vivida por ellos al llegar. Aquí muere Cabeza de Vaca en el tex- de otros temas y materias muy establecidos, pero a la vez es,
to, en la realidad y en la historia del Río de la Plata. El relato de antes que nada, la representación de una acción que une ideo-
la guerra interna es el relato del proceso de la caída del Adelan- lógicamente, que produce una vinculación interna, a nivel tex-
tado, una de las figuras prominentes de la genealogía del cro- tual entre los protagonistas de la acción bélica, y una externa,
nista, pero también es la historia del ascenso del futuro gober- entre autor y lector. En este sentido, las crónicas rioplatenses
nador. En ese doble juego de poderes perdidos, arrebatados y/o están continuando un motivo muy tradicional para el español,
ganados, debe leerse su particular puesta en discurso. el cual puede aparecer reestructurado en función del tipo de
espacio en el que se genera la lucha, aunque no liquidado en
*** su concepción territorial y política (de ocupación y conquista
de la tierra). Si bien es evidente que en estos textos el modelo
El tópico de la rebelión, que ha formado parte del discurso de la acción épica no encuentra fácilmente lugar, tampoco está,
sobre la conquista de América, ha sido trabajado como uno de como de hecho sucede en Ruy Díaz, completamente cancelado.
134 135
Aunque no sea la reproducción mimética del tipo de enfrenta- la estructura de bandos previa; en el de Ruy Díaz, terminada la
miento bélico del discurso mitificador previo, de todos modos historia, junto con la figura central del conflicto, el cronista
la representación de la batalla contra el infiel que impide los retoma la narración de conquista del territorio prometida en el
objetivos económicos del conquistador está presente en todos título y en el prólogo.
los relatos de este corpus. Si bien en algunos casos, como en el del soldado alemán, la
En estas crónicas el tópico de la guerra interna se abre paso incidencia de la revuelta no determina una nueva articulación
a través del episodio de la muerte de Ayolas, el cual funciona del discurso y de su materia, de todos modos establece una marca
como disparador del envío del nuevo Adelantado y el posterior diferenciadora. La enunciación del conflicto interno obliga a
alzamiento que se produce contra él. Evidentemente en los Co- tomar posición y el soldado explicita su bando; una vez enuncia-
mentarios, una crónica que, en su objetivo de defensa de Cabe- dos sus pareceres respecto de modos de mando y tipo de domi-
za de Vaca, se concibe como el último discurso que pondrá en nación y conquista, Ulrico se posiciona en otro lugar, hace va-
evidencia la traición de un par español y oficial, la narración de ler su escalafón de soldado y desde ahí establece alianzas que,
la revuelta adquiere una significación única, articula el discur- como puede imaginarse, un español no puede decir. Referir el
so –como propone Pastor para todas las crónicas de este conti- motín y sostener la legitimidad, prácticamente incuestionable,
nente–; aún más, lo significa. Pero el relato de la guerra inter- del mismo, es la condición de posibilidad de enunciados como
na que caracteriza a este texto, en el resto de los casos está éstos:
acotado temporal y discursivamente. Aunque todos los cronis-
tas dan cuenta de estos episodios, su influencia en la narración Y este Juan Ramallo no quiere estar sometido al rey de Portugal o a su
no está dada tan sólo por el tipo de levantamiento que se produ- lugarteniente del rey en este concepto, pues él dice y declara que él ha
estado cuarenta años en esta tierra en Las Indias y la ha habitado y la ha
jo particularmente en este espacio. Sea que pensemos en Her-
ganado, ¿por qué no ha de gobernar él la tierra como cualquier otro? (135).
nán Cortés, Gonzalo Pizarro o Lope de Aguirre, el conflicto in-
terno como tal es un fantasma que corroe la mente de los …muchas veces uno hace más de lo que le ha mandado su Superioridad,
conquistadores, y esto se observa en el Río de la Plata en lo que para que él quede señoreando (…). Yo creo que si su Cesárea Majestad en
sucede con Pedro de Mendoza y la muerte de Juan de Osorio.8 propia persona hubiere tomado preso a este susodicho Gonzalo Pizarro, le
Por eso mismo, su presencia es ineludible y su puesta en dis- hubiere perdonado la vida, porque a uno le duele cuando se instituye dueño
sobre los bienes de otro, pues esta tierra del Perú ante Dios y el Mundo
curso es tan significativa, por un lado porque forma parte de los
había sido de Gonzalo Pizarro; pues sus hermanos, el marqués y Hernando
reveses de un sistema difícil de trasladar fuera de España, por Pizarro y Gonzalo Pizarro han hallado y ganado para ellos la rica tierra del
el otro porque el motín adquiere características de aconteci- Perú (122).
miento. Es decir, la rebelión se produce y con ella trastabillan
modelos de reconocimiento, identidad y representación, ante Aquí Ulrico establece alianzas pero esto no significa que ads-
ello se enfrentan todos los cronistas a la hora de dar cuenta de criba a toda rebelión. Cabe destacar en este sentido su visión
este suceso. Sin embargo, en las crónicas rioplatenses en las negativa del levantamiento de Diego de Abreu, a quien considera
que la narración continúa después de la guerra entre españo- un traidor “que se alzó con la tierra (…) se fortificó en la ciudad y
les, ese quiebre se “normaliza”: en el caso de Ulrico se retoma no quiso entregar la ciudad a nuestro capitán Domingo Martínez
136 137
de Irala y no reconocerlo (…) como su capitán general” (127). Abreu mos sabido, le hubiéramos atado las cuatro patas a nuestro capitán y lo
sostiene la guerra por dos años, “haciendo todo el daño que pu- hubiéramos llevado al Perú; pero los grandes señores son malos y bellacos;
donde pueden despojar a los pobres peones de lo suyo, lo hacen (123).
diere hacer a nuestra gente”.9 Ulrico no se alía con Abreu no sólo
por su pertenencia al bando de Irala, sino principalmente por
La lógica de la posesión, tan propia del discurso propagado
cuánto lo afecta este alzamiento directamente a él, en tanto sol-
por el poder imperial, sigue funcionando aquí, a tal punto que la
dado del grupo atacado. Entonces, si existe alianza con los rebel-
mayoría de los combates internos responden a ella. El poder que
des al poder imperial, si se ofrece una visión positiva de Pizarro
se articula en función del oro obtenido, de la tierra conquistada,
y Ramallo, esto se explica en el texto en función del sujeto que
de los cuerpos adquiridos o del cargo que se desempeña, es el
enuncia y de sus propios intereses; en este sentido, no es casual
principal motor de la rebelión. La reiterada práctica del cautive-
que este tipo de declaraciones sólo se lean en esta crónica.10
rio y la encomienda –dos formas de la posesión legalizadas y sos-
El lugar que ocupa el cronista en la estructura de poder es
tenidas empírica y discursivamente– reproducen asimismo un
tanto la llave que posibilita enunciados en favor de la rebelión,
fuerte condicionamiento ideológico que alcanza a todos los euro-
como la razón que explica que ni siquiera con el admirado Irala
peos por igual. Como puede observarse a través de los momentos
exista incondicionalidad. La paridad racial, religiosa o ideológi-
citados del texto de Ulrico, el cuestionamiento parte de la lógica
ca resulta insuficiente frente a la diferencia de escalafón que va
del repartimiento, la cual reproduce la relación jerárquica de
en perjuicio del poder individual, sea Irala o el rey de Portugal
vasallaje sobre la que se articula la política colonial. Igualmente,
quien atente contra esta propiedad privada. Por eso, ante la
hay que tener en cuenta que esto se lleva a cabo hacia el final del
carta que el licenciado Gazca le envía a Irala anunciándole que
viaje y frente a la rica tierra del Perú; es decir, se cuestiona al
“bajo pena de vida por parte de su Cesárea Majestad, no avanza-
representante del poder en tanto obturador de una posibilidad,
ra con la gente (…) pues el gobernador desconfiaba que nosotros
probablemente la última, de enriquecimiento deseada. En la ló-
hiciésemos una rebelión en el país y con los otros que se habían
gica igualitaria que propone Ulrico, cada cual tiene lo que se
escapado y huido a los bosques y sierras hiciésemos una alianza
merece en función de su accionar sobre la tierra conquistada.
entre nosotros”, Ulrico retruca: “esto hubiere sucedido también
Ese es el argumento que a sus ojos legitima la rebelión entabla-
si nos hubiéramos reunido; y nosotros habríamos echado fuera
da contra Cabeza de Vaca. Es decir, la gente de guerra se opone a
de la tierra al gobernador” (123). Este episodio es elocuente, el
él no porque se levante contra una estructura jerárquica, dentro
cronista confirma la probable revuelta imaginada por el autor
de la cual ellos ocupan el último escalón, sino por la deficiencia
de la carta y avanza en esta línea al poner al desnudo las conse-
de su desempeño como capitán general:
cuencias posibles de continuar despojando a los soldados de su
botín, precisamente a aquellos que sostienen con su accionar la
La gente de guerra no estaba bien con el capitán general, pues era un
conquista de ese territorio: hombre que en toda su vida había ni gobernado ni tenido un mando.
Así hizo el gobernador un convenio con nuestro capitán y le hizo un Si él hubiere muerto ya en ese tiempo, no se hubiere perdido mucho con
buen regalo, que nuestro capitán quedó bien contento y salvó su vida; pero esto, pues él se portó de tal modo con la gente de guerra, que nosotros no
nosotros no sabíamos nada de semejante proceder; si por acaso lo hubiéra- dijimos mucha cosa buena de él (92).
138 139
Por supuesto, desde la óptica del Adelantado, este tipo de 2. El discurso esperable/esperado: los Otros
conspiración es un cuestionamiento a acciones regladas por
Su Majestad y por lo tanto es ella, son sus componentes, los Elena Altuna señala que hay una “retórica más o menos fija”
que deben ser enjuiciados, no él. En el resto de los textos y en las crónicas de conquista, la cual es establecida desde la
cartas que relatan este episodio, se retoma la concepción polí- metrópoli sobre los tópicos a documentar (2002). Esa fijeza que
tica imperial y se sostiene la acción cometida contra Álvar analiza Altuna es también parte sustancial de la teoría del dis-
Núñez basada en el delito de “traidor al rey”. En el caso del curso colonial elaborada por Homi Bhabha, quien concibe la fi-
discurso de las crónicas del Río de la Plata, y de acuerdo con lo jeza como “signo de la diferencia cultural/ histórica/ racial” pro-
que en ellas se relata, aquella relación de vasallaje a la que se pia del discurso del colonialismo y, a su vez, como un modo
debe ser fiel, es pregonada por ambos bandos, los dos enarbo- paradójico de representación que “connota rigidez y un orden
lan la bandera que certifica tal relación en el cargo de traición inmutable así como desorden, degeneración y repetición demó-
al rey que se imputan unos a otros. El vínculo con la metrópoli nica” (2002: 91). Su abordaje del estereotipo, estrategia central
es funcional a los intereses del sujeto colonizador por eso nun- de este tipo de discurso, se basa en la concepción ambivalente
ca se quiebra del todo; el reconocimiento de la autoridad se que lo define: “es una forma de conocimiento e identificación
sostiene, aunque sea discursivamente, como se observa en los que vacila entre lo que siempre está en su lugar, ya conocido, y
papeles incriminatorios con los que soldados y oficiales envían algo que debe ser repetido ansiosamente” (91).
a Cabeza de Vaca a España y el largo tiempo de disputa legal Desde el aspecto rígido que lo caracteriza, el estereotipo del
que estos generan. Otro puede ser concebido también como “una particular forma fi-
La complejidad del tópico de la rebelión está dada por las jada del sujeto colonial que facilita las relaciones coloniales, e ins-
características enunciativas de cada cronista; la coyuntura de- tala una forma discursiva de oposición racial y cultural en los tér-
termina en cada caso la incidencia de este motivo, el tipo de minos en que se ejerce el poder colonial” (104). Esta visión ideológica
tratamiento, la posibilidad de formular determinada clase de de la otredad en el marco del discurso colonial explica la fijeza
enunciados. Esto genera una serie de matices diferenciales que generalmente aplicable a la representación del Otro, pero no cier-
atentan contra toda generalización porque, en verdad, no hay tas torsiones efectuadas a la hora de poner en discurso esta figura.
una empírica cancelación de la estructura de vasallaje, ni la Porque al incluir al conquistador-cronista y a los procesos de sub-
rebelión funciona como base articuladora de todo el discurso, ni jetivación que afectan al discurso que éste produce, las determi-
se produce una liquidación completa de los modelos previos. En naciones ideológicas que explican la uniformidad representativa
el Río de la Plata hay combate, guerra interna, hay héroes, no alcanzan. Si la representación del Otro, siguiendo la perspecti-
vencedores y vencidos, fracaso, decepción y naturaleza, pero va lacaniana adoptada por Bhabha, es más fiel a la lógica de la
también hay ficción, los objetivos míticos siguen funcionando fantasía construida sobre ese Otro que al “objeto” en sí mismo,
(aunque adquieran otro significado), la maravilla y el Otro en- entonces el modo de dar cuenta de ese sujeto Otro es por defini-
cuentran su lugar en la escena, el estereotipo colonial continúa ción ambivalente, dado que responde tanto a estos procesos de
siendo alimentado; si bien en algunos casos es redireccionado, subjetivación como a los procesos políticos de identificación que
sigue estando indefectiblemente presente. rigen ciertas representaciones. Lo interesante es que la ambiva-
140 141
lencia no se acaba aquí, la variabilidad se acentúa si se suma el Lóbulos, ombligos, rodillas, grosores. El Otro es, ante todo,
aspecto espacial como nuevo articulador del estereotipo. En el Río un cuerpo para este viajero, un cuerpo que se viste o desnuda,
de la Plata el cuerpo del Otro es diferencia a partir de la cual se que se embellece o afea, que come o apenas subsiste. Pero el
construye o confirma la identidad del sujeto colonizador; es el que poder del narrador colonial no finaliza en la descripción. El cuer-
posibilita la fantasía, pero es también otra cosa. La diferencia está po del Otro es también aquello que se gana o se pierde, es bo-
dada en el nuevo valor que adquiere ese cuerpo en este espacio, tín, es sujeto de trabajo, es cantidad enunciadora de diferen-
como móvil del combate, como botín, como elemento configurador cias. En Derrotero y viaje… las vertientes económica, política y
de poderes y jerarquías. El cuerpo del Otro obtiene un nuevo sig- personal, que influyen en la representación del indígena, convi-
nificado y, a través de él, su puesta en narración se complejiza, ven a lo largo de todo el texto sin anularse en ningún momento.
porque esa novedad convive con el sentido político previamente El hecho de que el cuerpo posea distintas funciones en el dis-
estipulado y con la subjetividad que los deseos de los narradores curso colonial que se elabora no significa que una vez estableci-
imprimen a la representación. De este modo, el lugar que ocupa (o da la encomienda, una vez que el narrador ya tiene su propio
pretende ocupar) el sujeto-cronista dentro de esta estructura eco- grupo de indios, su descripción varíe. Su representación res-
nómica, política y cultural será aquél que determinará la forma ponde a una estructura que se adscribe a su vez a un imagina-
encontrada de abordar la representación del indio. rio, y esto, por lo menos en el caso del cronista alemán, es prác-
En el caso de Ulrico, el Otro es un objeto a describir cuyo ticamente inmodificable. Por eso, o se mantiene esa estructura
cuerpo ocupa uno de los primeros lugares a la hora de referir o se acentúan algunos aspectos que la conforman, de tal modo
los elementos que caracterizan a esta figura. El narrador se que ningún componente deje de tener función a la hora de na-
detiene en su estructura corporal, así como en sus costumbres, rrar/describir al Otro. En la escena del encuentro y la vivencia
hábitos, armas, creencias y, por supuesto, alimentos: con los jarayes se pone en evidencia un acento particular, el
cual responde a la influencia que ejerce el lector, a la colección
Vinimos a una nación que se llama Chanás Salvajes; son hombres bajos en la que se edita el libro y al autor. Ese acento responde tam-
y gentes gruesas y no tienen otra cosa para comer que carne y miel (51). bién a una fantasía compartida, en principio independiente del
objeto en sí, que Ulrico particulariza. La minuciosidad necesa-
Los hombres [curemaguás] tienen un agujerito sobre la nariz, por ahí
riamente se incrementa cuando el género del sujeto descripto
meten ellos una pluma de papagayo para embellecimiento; las mujeres son
pintadas con largas rayas azules bajo los ojos, esto perdura por la eternidad; entra en escena, es decir, cuando se habla de las mujeres jara-
las mujeres tienen cubiertas sus partes desde el ombligo hasta la rodilla con yes y de su baile. En estos casos se observa que “la estrategia
un paño de algodón (53). del deseo colonial es poner en escena el drama de la identidad”
en el punto en que ese sujeto deseado y poseído revela al yo. En
Los [hombres] Surucusis tienen pendiente del lóbulo de las orejas un la fantasía colectiva que encarna y enuncia Schmidl se eviden-
disquito redondo de madera del tamaño de una buena ficha de tablero; las
cia una forma de poder ligada a la identidad y a la autoridad.
mujeres tienen una piedra gris de cristal en el labio hacia fuera, es gruesa
y larga más o menos como un dedo; las mujeres son muy lindas y no tienen
Aquí se ve, retomando a Bhabha, cómo el estereotipo es “el
nada tapado en su cuerpo y andan desnudas (…) y ellos tienen trigo turco, punto primario de la subjetivación en el discurso colonial” (2002:
mandioca, maní, batatas y otras raíces más… (80).11 100), así como se observa también su aspecto simplificador en
142 143
tanto forma fijada de representación que codifica la percepción En función de las condiciones de enunciación de este texto,
misma del soldado, el éxtasis frente a los cuerpos danzantes. no es casual que se destaque una costumbre indígena en parti-
Ulrico dice, confiesa: “no he de escribir más acerca de estas cular: el ofrecimiento de las mujeres como alianza y firma del
cosas” (108), y “cuando uno de nosotros los cristianos las ve pacto, de la paz concertada entre naciones diversas. De acuerdo
bailar [a las mujeres jarayes], uno ante esto se olvida de cerrar con los cargos que pesan sobre el Adelantado, y como él mismo
la boca” (85). En estas afirmaciones, el silencio de la palabra no se ve obligado a aclarar, estas mujeres son recibidas por Cabeza
dicha, de la boca abierta e impresionada, vuelve a poner en fun- de Vaca “para tener seguro de ellos [los aperúes] (…) y también
cionamiento una lógica reconocida/reconocible: el silencio po- para que no se enojasen, creyendo que, pues no los tomaba, no
see una elocuencia que trasluce el deseo compartido y repite, los admitía” (146). El tratamiento posterior que recibirán tales
así, la figuración europea del cuerpo indígena femenino y el sujetos es llevado a cabo por los religiosos, quienes les enseña-
accionar del sujeto colonizador sobre él. rán la doctrina cristiana y los pondrán “en buenos usos y cos-
Los Comentarios no ahondan profusamente en la representa- tumbres”. En este relato, estas mujeres adquieren corporeidad
ción del Otro; su cuerpo aparece prácticamente desdibujado. Ante cuando son otros, y no el gobernador y su gente, los que se
una minucia corporal casi inexistente, Pero Hernández se detie- apropian de ellas. Sucede que por definición, para el Adelantado
ne tan sólo en algunas costumbres de las tribus halladas, una vez y de acuerdo con las cartas de Su Majestad que posee y exhibe,
que la paz se ha concertado o que la obediencia al sistema de la posesión de estos cuerpos es siempre ilegal y violenta, es
vasallaje está en proceso. De este modo se relata, por ejemplo, el ante todo inmoral. Por eso el descalabro producido por los frai-
nomadismo de los indios aperúes debido a la reiterada falta de les, que desoyen sus dictámenes y huyen hacia Brasil con trein-
alimentos, porque ese hábito impide una fuerte y sostenida evan- ta y cinco indias que llevan por la fuerza, es duramente senten-
gelización; o se cuenta la costumbre de los guaycurúes de asar ciado por Álvar Núñez, quien entabla un proceso legal contra
en barbacoa la carne de los animales cazados, hábito cuyo espa- ellos por haber cometido el grave delito de proceder en contra
cio en la crónica se explica ya que es precisamente mediante esa del rey.
carne de venados y puercos monteses como esta tribu profesa El aspecto fuertemente legalista de este texto condiciona el
semanalmente obediencia a Su Majestad alimentando a sus súb- tipo de aparición del indígena en escena. Aquí, el cuerpo del
ditos. En líneas generales, el dato etno y antropológico es más indígena es la representación de una estructura y de una lógica
incidental en este relato que en otros. Su aparición responde a la de vasallaje que reiteradamente el gobernador Cabeza de Vaca
lógica textual, no reproduce un itinerario o la impresión del via- enuncia y aclara. En la repetición de la paz concertada y la obe-
jero o su propia experiencia, sino que sirve habitualmente de diencia firmada por el Otro se confirma la política colonialista
apoyatura a la argumentación elaborada por el narrador. Esto que define al propio Adelantado, se desanda su cuestionada fide-
mismo sucede con los guaycurúes, cuya descripción física (“son lidad a la Corona, de tal modo que en la presentación somera e
muy grandes y muy ligeros, son muy valientes y de grandes fuer- incidental del indígena se evidencia el “correcto” y esperado ejer-
zas”, 139), se explica por la victoria que los españoles tuvieron al cicio del poder colonial trasladado al discurso; es decir, en ese
entablar combate contra ellos, a quienes “ninguna nación los cuerpo de aquel que ante todo es vasallo está inscripta la econo-
venció si no fueron españoles”. mía de la dominación. La diferencia del Otro se diluye, el deta-
144 145
lle descriptivo de cada tribu no halla lugar en el texto porque es son los mismos que los que poseen otro nombre, mientras que
sobre la homogeneidad del subalterno sobre la que trabaja el los quis son los chiquis, aunque la nominación varíe. Ruy Díaz
narrador, y sobre la cual se sostiene la propia identidad del na- repone una información, probablemente manejada por los na-
rrador y la del gran protagonista de su relato. turales de la región, y desconocida por los conquistadores; su
La crónica de Ruy Díaz ofrece una diferencia que se asemeja origen mestizo funciona como aporte en lo que a estas especifi-
en cierto sentido a la de Ulrico, aunque en este caso el dato se caciones concierne. En el conocimiento interno que se detenta
vea incrementado. El conocimiento de la tierra que describe y del indígena se basa el tipo de discurso que se emplea para dar
en la que ha nacido le ofrece un saber que lo distingue, el cual, cuenta de él, dejándose de lado el exotismo, el erotismo y la
en lo que al indígena se refiere, se ve acrecentado en informa- posesión presente en las otras crónicas. Aquí la descripción es-
ción no aportada por anteriores cronistas. Ruy Díaz especifica pacial se acompaña indefectiblemente del priorizado dato an-
que el Río Grande, ubicado a 60 leguas del de la Plata, posee tropológico:
ambas riberas pobladas con más de “20.000 indios guaraníes,
que los de aquella tierra llaman Arechanes, no porque en las siguiendo el Paraguay arriba, a la misma mano, hay algunas naciones de
costumbres y lenguajes se diferencien de los demás de esta na- gente muy bárbara, que llaman Mahomas, Calcinas y Mogolas, y otras más
arriba que se dicen Guaycurúes, muy belicosas, las cuales no siembran ni
ción, sino porque traen el cabello revuelto y encrespado para
cogen ningún fruto de semilla, de que se puedan sustentar, sino de caza y
arriba”. Asimismo aclara que “es gente muy dispuesta y corpu- pesca (59).
lenta, y ordinariamente tienen guerra con los indios Charrúas
del Río de la Plata, y con otros de tierra adentro, que llaman Su visión política no queda completamente fuera de la repre-
Guayanaes, aunque este nombre dan a todos los que no son sentación del indígena; su adscripción ideológica, siempre en
guaraníes, puesto que tengan otros propios” (44). El lenguaje, juego, aparece también cuando de este sujeto se trata:
los nombres de las tribus y sus costumbres, incluso aquellas
nominativas, son marcas del modo en que entra el Otro en este De esta ciudad arriba hay algunas naciones de indios, y aunque tienen
relato. En la diferenciación única de naciones que sólo puede diferentes lenguas, son de la misma manera y costumbres que los Queran-
ofrecer este cronista mestizo, el narrador construye un mapa díes, enemigos mortales de los españoles, y todas las veces que pueden
ejercitar sus traiciones no lo dejan de hacer (55).
etnográfico de los habitantes del terreno: “Iguazú, que significa
río grande, viene de las espaldas de la Cananea, y corre dos-
cientas leguas por gran suma de naciones de indios: los prime- La Argentina pone en evidencia tanto las diferencias que
permiten el reconocimiento de la diversidad, así como la simili-
ros y más altos son todos Guaraníes, y bajando por el sur, entra
tud que los aúna, concentrada en la visión maniquea del indio
por los pueblos de los que llaman Chobas, Múnuz y Quis o Chi-
quis” (49). El espacio geográfico está invariablemente habitado, traidor, infiel, enemigo, que se resiste al sometimiento, al va-
sallaje, que pelea duramente; actitud que legitima, a los ojos
múltiplemente poseído, y este es un aspecto a remarcar ya que,
del narrador, el castigo emprendido contra ellos “por la indómi-
a pesar de su visión ideológica española, a la hora de dar cuenta
del territorio refiere un espacio poblado por diversos tipos de ta fiereza de esta gente y porque de otra forma, crecerían en
soberbia y atrevimiento” (234).
tribus.12 Para este autor, los guaraníes llamados arechanes no
146 147
En general, la crónica se maneja de este modo a la hora de rrespondencia personal: una alianza familiar que sostiene
representar al Otro; su cuerpo entra en el texto, así como in- al libro, a su autor y a la posibilidad misma de su lectura.
gresan también su medio de vida o ciertas costumbres en parti- Por eso, en su intento por anular todo conflicto, en la repre-
cular, en tanto pueden ilustrar la diferencia cultural entre ellos sentación del Otro que se lleva a cabo en La Argentina sólo
y nosotros: “los demás indios de esta jurisdicción (…) todas las entra en escena lo funcional; por eso el dato, el plus infor-
veces que se les muere un pariente se cortan una coyuntura del mativo, la costumbre que marca la diferencia; por eso tam-
dedo de la mano, de manera que muchos de ellos están sin de- bién, el casamiento interracial como “concertación electiva”
dos por la cantidad de deudos que se les han muerto” (57). Y si que responde “a la muy dispuesta voluntad” de los hombres
bien la ideología domina el discurso, el origen y la historia de de la familia.
Ruy Díaz de Guzmán también inciden fuertemente en el tipo de
representación ofrecida.
A la luz de esta ambivalencia significante (tan propia del 3. El discurso del padecimiento
estereotipo, diría Bhabha, aunque no esté pensando en los
cronistas mestizos) es que debe leerse el episodio histórico El intento por seguir practicando ciertos tópicos en espacios
que lo involucra tan personalmente: el casamiento forzado que no posibilitan su simple traslación, como sucede en el Río
de Alonso Riquelme de Guzmán con la hija mestiza de Irala, de la Plata, responde a la necesidad de dar cuenta de modelos
doña Úrsula. Como bien lo refiere el cronista, su padre acep- de legibilidad que conformen (y reconfirmen) la identidad del
ta el trato propuesto por Irala para salvar su vida, ya que se sujeto en tanto europeo conquistador. Aquí, la continuación de
hallaba condenado a muerte por conspirar contra él. 13 Este tales estereotipos o de ciertos motivos que se desea escribir o
episodio vincular posibilita el fin de aquellos tumultos y “la se espera leer es, de algún modo, parte del desafío que genera
concordia que convenía, con verdadera paz y tranquilidad” un espacio decepcionante como éste. Gustavo Verdesio especifi-
(189). El remate de que, mediante este “acuerdo”, Irala lo- ca el reto ante el que se enfrentan los cronistas: “encontrar un
gra la estabilidad, justifica –por lo menos dentro del texto y compromiso entre los requerimientos por la legitimación de su
de acuerdo con la argumentación sostenida en él– la acción discurso y las nuevas realidades que no cuadraban con los mo-
cometida. El cronista toma aquí una total distancia del for- delos imaginarios forjados por la episteme europea de los siglos
zamiento real establecido por Irala y, de este modo, de la XVI y XVII” (2001: 45). Pero cuando la ruptura respecto de tal
lógica económica, transaccional, que alcanza a su propia episteme no la produce un sujeto, un objeto o un nombre sino
madre, a su cuerpo como objeto de trueque y, por lo tanto, a una realidad que lleva a la empresa que define al conquistador
su origen. En este caso, y como sucede con otros episodios al fracaso, el desafío es más complejo. En estos textos, en fun-
de este calibre, el narrador opta por su abuelo, se alista en ción de la existencia y el manejo de una tradición escrituraria,
su bando, abandona a su padre conspirador y sigue la óptica fundadora de mecanismos para referir lo desconocido, a la que
del gobernante en mando, quien actúa en favor del rey. Si la estos sujetos recurren, el desafío no es nominativo; en estos
adopción de una política colonialista se corresponde con un relatos, para estos cronistas, debido a los cambios profundos
tipo de discurso, aquí tal adscripción supone además una co- que produce la realidad rioplatense, el desafío es principalmen-
148 149
te narrativo. Aquí no hay verificación del imaginario ni identifi- Ante el fracaso económico que puede llegar a entender el
cación de lo esperado, aquí hay una negatividad que produce europeo frente a un sujeto que regresa sin oro ni metales pre-
torsiones necesarias sobre tópicos practicados; aquí hay un es- ciosos, la incursión en este tipo de discurso posibilita un nuevo
pacio, fuera del imaginario, que trabaja sobre el sujeto afectan- tipo de empatía con el lector europeo que aquellas manos va-
do su posición en la estructura de poder predeterminada y, a su cías parecían impedir. De este modo, la ausencia que delata ese
vez, o quizás por eso mismo, creando un nuevo lugar para él. vacío resulta discursivamente productiva. El cronista utiliza el
Aquí hay un yo cuyo cuerpo se hunde en los pliegues de un lenguaje como el medio que posibilitará la traducción de una
espacio que no da lo esperado; hay un sujeto que dice su cuerpo experiencia disímil y en esa traducción la presencia del pathos
hundido, que maldice, que se lamenta una y otra vez; hay un en su amplitud semántica entra en juego. 14 El yo, el cuerpo del
hombre que reclama porque nunca olvida el objetivo de con- europeo en combate contra el indio y contra la naturaleza, el
quista que propulsó el viaje, esa experiencia y su escritura. En hambre, la antropofagia, el derrotero en busca de alimento y de
este sentido, el discurso sobre el Río de la Plata no se limita a poder, el deseo del hallazgo del oro cada vez más utópico, el
reencauzar una retórica que responde a mecanismos cognitivos desencuentro, la rebelión, el apresamiento, el sufrimiento de
establecidos por la sociedad europea. El Río de la Plata estable- algunos, el malestar de otros, la conmiseración general por el
ce desde el comienzo una distancia respecto del tradicional modo cruento final a manos de los “infieles”, la muerte, la supervi-
de referir la novedad espacial; las crónicas que relatan la histo- vencia y, de vez en cuando, el placer. La desilusión que dibujan
ria de su conquista no disfrazan la ausencia, dicen “no”, gritan estas escenas surge del choque entre visión empírica e imagi-
el vacío, escriben la decepción. Esta nueva incursión discursiva nario. La experiencia del sujeto europeo en el Río de la Plata,
cuestiona el estatuto predominantemente asertivo del relato conforma, entonces, el discurso del pathos, el cual constituye la
histórico, según el cual “el hecho histórico está lingüísticamen- correspondencia retórica a esta realidad espacial. Tal correspon-
te ligado a un privilegio del ser: se cuenta lo que ha sido, no lo dencia logra así no trasladar el fracaso, el móvil que produjo el
que no ha sido o lo que ha sido dudoso” (Barthes 1987: 163-187). desencanto, sino ubicarlo como propiedad intrínseca de su agente
“El discurso histórico no conoce la negación”, dice Barthes; generador –la tierra rioplatense– y no de quien lo practica. El
frente a afirmaciones como ésta, en las crónicas rioplatenses espacio y la vivencia particular que éste genera conforman la
lo que se observa es la creación de una clase de discurso donde nueva aventura del conquistador-viajero. Este tipo de narra-
el “no” tiene lugar; aún más, donde aquello que “no ha sido” es ción supone un reto no sólo porque el cronista deba referir una
uno de los principales fundamentos del relato. Pero las crea- realidad no imaginada, sino también porque debe apelar a nue-
ciones que produce esta textualidad rioplatense no acaban aquí, vas configuraciones discursivas para poder dar cuenta de esa
la puesta en narración de la negatividad posibilita el surgi- creación. Es decir, es el relato propiamente dicho el que final-
miento y la práctica de otro tipo de discurso, que parte del mente construye lo vivido en aventura narrable y, por ende, en
espacio, ancla en el cuerpo y deriva en la percepción del sujeto materia de la crónica; es el narrador de cada uno de estos tex-
que narra. El Río de la Plata se imprime en la piel del conquis- tos el que escribe la representación del yo europeo en medio de
tador que lo vive y relata, generando así un modo singular: el la naturaleza hostil, el que crea el “no”, el que narra el deseo,
discurso del padecimiento. el llanto, el que readapta la escala de valores según los elemen-
150 151
tos que provee este espacio y sostiene, con necesarias reconfi- co también hay explicaciones editoriales, y en el de Cabeza de
guraciones, el objetivo conquistador con el que se identifica y al Vaca a su vez aquellas determinadas por los tiempos judiciales.
que nunca renuncia.15 En este caso, es obra de lo acontecido y Especialmente en estos dos últimos casos, 17 entran en juego
de las expectativas que se tienen sobre lo que se escribe, el asimismo los momentos adecuados de publicación, ya sea en
hecho de que cada cronista construya una imagen de sí mismo, función de la historia del protagonista, ya sea en función de la
de que cada uno pueda “adueñarse” de su vivencia. productividad (de la persona que escribe o del mercado edito-
Pero ¿cómo logra cada sujeto apoderarse de una experiencia rial) de la puesta en circulación del escrito. Estas cuestiones
que parece ser propia de un espacio, es decir, cómo despojarla representan el afuera, el libro como objeto, la publicación de la
de su carácter abstracto y plural y, con base en lo particular, historia de un sujeto europeo, de un viajero conquistador, la
personalizarla? Aún más, ¿cómo consigue producir tal subjeti- circulación del relato y su posible decodificación/aceptación en
vación, sin establecer una diferencia radical entre cada texto y el mercado español y alemán respectivamente. Si la particula-
sin que el aspecto ideológico-territorial que los unía se quiebre? ridad del Río de la Plata ya puede comenzar a leerse en el tiem-
El desafío señalado cada vez es más complejo. A la hora de na- po esperado por cada autor para publicar su crónica (tiempo
rrar, el cronista debe lograr un equilibrio entre el yo y el espa- probablemente necesario de maduración del público lector, acos-
cio que le da lugar a esa expansión subjetiva sin anular el hilo tumbrado a la aventura más extraordinaria o a la conquista
que une a los diversos europeos que vivieron una experiencia más exitosa), esta singularidad se hace evidente, en verdad, en
semejante, ni romper esa diferencia esencial que distingue a el plano interior del relato. Esto puede observarse no solamen-
un texto de otro. te, como vimos, en lo que concierne a la materia narrativa, a
Para poder dar cuenta de esta difícil tensión, observable en los moldeamientos, conversiones o creaciones efectivas, sino
cada texto sobre el Río de la Plata, no sólo hay que reparar en también en el tiempo del enunciado. En las crónicas rioplaten-
la biografía de cada cronista sino también en el tiempo. En cada ses este tiempo está gobernado por el espacio y por la relevan-
crónica pueden verse dos modos del manejo temporal que evi- cia que éste posee en el orden representacional. De este modo,
dencian el duro equilibrio que buscan los cronistas: el tiempo si la experiencia del europeo está, en gran medida, determina-
del relato, referencial, el tiempo de la anécdota, de la narración da aquí por las características espaciales, entonces su puesta
y el tiempo material, el hiato temporal entre vivencia y textua- en discurso reproducirá el mismo tipo de articulación. Asimis-
lización, entre experiencia y enunciación.16 mo, si la importancia del espacio ya forma parte de una tradi-
Álvar Núñez regresa a España en 1545 y le encarga a su ción narrativa colonial y del relato de viaje, en este caso se
escribano la redacción y publicación de los Comentarios en 1555, adopta esta perspectiva en la reproducción espacial y temporal
Ulrico vuelve a Alemania en 1554 y publica su crónica en 1567, de la travesía territorial, pero se la adapta en función de las
Ruy Díaz nunca sale del territorio americano, sin embargo re- peculiaridades del Río de la Plata. Por lo tanto, el detenerse en
dacta sus Anales en 1612, siete años después de declarar sus la descripción de tal o cual tribu dependerá del tiempo transcu-
servicios y de no recibir respuesta económica a sus reclamos. rrido entre ellos, y a su vez la extensión de ese período estará
Existen diversas explicaciones biográficas que establecen las determinada por las características territoriales y alimenticias
razones de esta distancia temporal, así como en el caso de Ulri- que la nación indígena y el lugar que ésta habita puedan pro-
152 153
veerle al europeo. El hecho de que la espacialidad establezca etapa en la que reaparece la detención. Ulrico sólo menciona la
los tiempos del relato no se observa solamente en la descrip- espera por treinta días “hasta que se hubieren aprestado los
ción minuciosa de una costumbre indígena singular o de un ex- barcos” (42); luego vendrá nuevamente la acción bélica, esta
traño animal hallado, sino también en el orden narrativo; es vez acometida por los indígenas.
decir, no sólo incide en el tiempo del encuentro con el Otro, El tiempo del combate, acelerado por definición, permite re-
sino también fuera de este ámbito. tomar el hilo narrativo y reinstalar la anécdota dentro del pla-
El tiempo del hambre es por definición lento, detenido, en no mayor de la historia de la conquista de este territorio, el
ese acompasado ritmo se construye la anécdota; la “gran esca- cual tiende a perderse de vista suplantado por la pena del pade-
sez”, como la llama Ulrico, impone la descripción y la minucio- cer. La ideología colonialista entra en escena en estos relatos y
sidad encuentra lugar en la escena. El hambre produce relato, en su composición, pero las dificultades y las circunstancias que
anécdota mórbida, lamentable imagen de españoles comiendo rodean el objetivo de conquista adquieren una relevancia inusi-
la carne que tienen a su alcance; la narración, signada por “la tada. En las crónicas sobre el Río de la Plata, así como sucede
pena y el desastre”, combina detención y aceleramiento, el pa- con el hambre, con la geografía o con las tribus, lo incidental
thos encuentra su espacio en la crónica e impone un tiempo deja de serlo; y si bien se mantiene una lógica política que sos-
“digerible”. Relatado el episodio más funesto, la Historia entra tiene la narración (e impone, de hecho, la reproducción de algu-
en juego: la distancia se impone, el narrador enuncia la fecha nos tópicos y una determinada representación de ciertos suje-
en la que sucedió este hecho y el lugar donde se llevó a cabo, el tos), la espacialidad establece una lógica textual que regula
cronista se aleja del cuadro, retorna al lugar físico y geográfico tiempos y materia narrativa. El espacio es anécdota en sí mis-
desde donde escribe, deja de lado el compromiso afectivo con el mo; es objeto que múltiplemente se ofrece para ser descripto,
dolor del hambre y pasa al relato de la acción. cuya particularidad impone la descripción y la narración de los
Derrotero y viaje… pone ejemplarmente en escena este reco- efectos que produce en el conquistador y en su imaginario; y es
rrido: de la antropofagia a las órdenes y disposiciones de Pedro también sujeto, en tanto acciona sobre el relato, discursiva y
de Mendoza para lograr bastimentos con que mantener a su estructuralmente.
gente; de la desesperación degradante del hambre, de la que se
conduele el narrador, a la “necesaria y justa” batalla emprendi-
da por la supervivencia; es decir, de la aceptación del desastre a
la lucha contra el espacio que lo impone. El tiempo del hambre
se detiene como antesala a la acción posterior, generalmente
entablada contra el indio poseedor de alimentos, potenciando el
efecto de movimiento que continúa luego de la desazón. Sin
embargo, esa reacción frente a la nada que oprime vuelve a
desaparecer con la “gran penuria y escasez” que le sigue al frus-
trado combate. El tiempo se expande, su elasticidad abarca todo
un mes en el que permanecen en la ciudad de Buenos Aires,
154 155
y abarcando los relatos del período, Jitrik señala que “lo económico posee
Notas
una fuerza estructurante de tal índole que no sólo filtra sus objetos a través
del discurso, no sólo hace actuar una ideología que sale de ella sino que
1 también modela esos objetos, les da forma y alcance, les prevé y determina
En 1575, Felipe II promulgó un decreto que establecía para este tipo de
un desarrollo” (1992: 75-76. El subrayado es mío).
documentos “un estilo breve, claro, sustancial y decente, sin generalidades, 7
Tanto en el caso de la rebelión contra Cabeza de Vaca como en el caso
y usando las palabras que con más propiedad puedan dar a entender la
del levantamiento de Nuflo de Chavez contra Irala, es esta última figura la
intención de quien las escribe” (Recopilación de las leyes de los reynos de
que logra que “aquellos tumultos [tengan] el fin y concordia que convenía,
las Indias, citado por González Echevarría 1990: 95-96).
2 con verdadera paz y tranquilidad, en que fue S.M. bien servido con gran
Son varios los críticos e historiadores que refieren este tipo de rela-
aplauso del celo, y cristiandad de Domingo de Irala” (189).
ción. Para abordar este lazo entre letra y ley, ver González Echevarría 8
Ulrico Schmidl relata este episodio: “don Pedro de Mendoza hizo que su
1990; Altuna 2002 y Jara y Spadaccini 1989.
3 propio hermano jurado que se llamaba Juan de Osorio nos gobernara en su
En su artículo “Montaigne and The Indies”, Tom Conley analiza el
lugar, pues él estaba siempre enfermo, descaecido y tullido. Entonces el
concepto de experiencia y de su representación en los textos de Montaigne.
susodicho Juan Osorio fue calumniado y delatado ante su hermano jurado
Allí reproduce esta cita: “Es difícil, en verdad imposible, ser capaz de repre-
don Pedro Mendoza como que él pensaba amotinarse junto con la gente
sentar correctamente los sitios y lugares remarcables, sus situaciones y
contra él. Por esto ordenó don Pedro Mendoza a otros cuatro capitanes
distancia sin haberlos visto con el ojo desnudo: el cual es el más certero de
llamados Juan Ayolas y Juan Salazar, Jorge Juján y Lázaro Salvago que a
todos los conocimientos, como todo el mundo puede juzgar y bien entender”
susodicho Juan Osorio se le matara a puñal o se le diere muerte y se le
(1989: 240. El resaltado es mío).
4 tendiere en medio de la plaza por traidor y [que fuere] pregonado y ordena-
Decimos principales porque si bien la mayoría de los combates respon-
do bajo pena de vida que nadie se moviere pero si ocurriere que alguien
den al deseo, la necesidad o la adquisición de esos tres elementos o de
quisiere protestar a favor del susodicho Juan Osorio, entonces se le haría
alguno de ellos en particular, existen asimismo emprendimientos territo-
igual cosa. Se le ha dado la muerte injustamente, (…) fue un recto y buen
riales en busca del oro. Los metales preciosos no desaparecen completa-
militar y siempre ha tratado muy bien a los peones” (36). Ruy Díaz de
mente de escena; de este modo, los elementos que componen la tríada
Guzmán también refiere esta historia, haciendo hincapié en el respeto que
antedicha conviven con el móvil articulador por excelencia, aunque esa
el calumniado tenía por la autoridad, al dejarse prender diciendo “hágase lo
convivencia no sea constante ni equilibrada. El oro sigue presente, incluso
que S.S. manda, que yo estoy pronto a obedecerle”, y señala el maltrato de
cuando ya no hay combate que responda a su búsqueda; sigue presente en
los apresores, quienes “de improviso le dieron de puñaladas, de que cayó
cada uno de los mitos que se relatan. La riqueza supuesta que define a cada
muerto sin poderse confesar”. Ruy Díaz asimismo recalca la injusticia del
uno de los espacios míticos –como El Dorado o La Ciudad de los Césares– es
trato y de la muerte final, a causa de “algunos envidiosos [que] le malquis-
lo que permite que encuentren un lugar en las crónicas. El hecho de que
taron con don Pedro” (100).
esa abundancia no sea hallada no produce, como en el caso de otros tópicos, 9
Todo sucede cuando Irala realiza su entrada en el Perú. Durante su
una necesaria redefinición del motivo. En el capítulo 3 se analizan particu-
ausencia, los oficiales y la gente de guerra deciden realizar la elección del
larmente estos espacios míticos en las crónicas del Río de la Plata.
5 nuevo capitán, en la que gana Diego de Abreu. Luego se produce la rebelión
Cabe destacar al respecto un capítulo de Las ordenanzas sobre el buen
contra Irala, que con tanto detalle refiere Schmidl.
tratamiento de los Indios de 1526 en el cual se pone en evidencia esta 10
No es casual porque Ruy Díaz de Guzmán no podría realizar este tipo de
referida primacía del discurso: “Mandamos que lleve el dicho requerimien-
enunciados. Sobre su imagen de mestizo pesa la desconfianza de los alza-
to… y que se lo notifique y hagan entender particularmente por los dichos
mientos de aquellos que lo igualan en origen. Por eso mismo, tales afirmacio-
intérpretes una y dos y más veces cuantas pareciere…. Y fueren necesarias
nes atentarían contra su propia intención de ser concebido como español.
para que lo entiendan” (Morales Padrón 1979: 377). 11
6 En su libro, Ulrico nombra diferentes pueblos indígenas que va cono-
En su análisis de los textos de Colón, Noé Jitrik analiza los diversos
ciendo a lo largo de su viaje de exploración. Entre ellos, los guaraníes, a
modos de la presencia del oro y su influencia en el discurso. En esta línea,
156 157
17
quienes también se los llamaba carios, familia de la que derivan los chiri- Se abordan principalmente estos dos casos porque Cabeza de Vaca
guanos, los curemaguáes y los mbayas; los guaycurúes, de quienes derivan publica su texto, conjuntamente con los Naufragios, en España, en 1555, y
los payaguáes, y a su vez de estos últimos los agaces; los chaná-timbúes, Schmidl publica el suyo en el marco de una colección de viajes, en Alema-
chanás y beguás, timbúes y carcaraes, corondas, quiloazas y mocoretáes; nia, en 1567. La crónica de Ruy Díaz no llega a publicarse hasta comienzos
los xarayes o jarayes, pueblo andino muy mentada en esta crónica, etc. del siglo XIX, por eso queda fuera de esta argumentación que liga texto y
12
Esta presencia indígena se halla también inscripta en el mapa que este mercado.
cronista elabora. La segunda parte del capítulo IV está dedicada al análisis
de la imagen cartográfica que forma parte de la crónica de Ruy Díaz de
Guzmán.
13
El texto también informa que lo acaecido al padre del cronista, tam-
bién le sucedió a Francisco Ortiz de Vergara, Pedro de Segura y Gonzalo
de Mendoza, quienes se casaron con doña Marina, Ginebra e Isabel res-
pectivamente, todas hijas de Irala. El casamiento del primero se efectuó
junto con el de Riquelme de Guzmán en 1552, el de los dos últimos un año
después.
14
Entendemos aquí el pathos como todo lo que se siente o experimenta:
estado del alma, tristeza, pasión, padecimiento y enfermedad.
15
Este último aspecto quizá sea la marca diferencial con otras crónicas
como los Naufragios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, ya que si en este
texto el espacio experimentado produce una serie de vicisitudes fuera del
plan prefijado, son precisamente esas nuevas circunstancias, que signan el
atormentado peregrinar del protagonista, las que producen en él y en el
resto de los sobrevivientes un olvido casi total del objetivo original: el viaje
de conquista. Por otro lado, la conversión que la vida entre indios produce
en Cabeza de Vaca, observable en su actitud final, en ese cuidado textual
por establecer una diferencia entre “nosotros [que] sanábamos los enfer-
mos y ellos [que] mataban los que estaban sanos”, entre “los que no tenía-
mos codicia de ninguna cosa” y aquellos “que no tenían otro fin sino robar
todo cuanto hallaban”, pone nuevamente en evidencia una torsión en los
fines ideológicos, pero sobre todo revela, como señala Sylvia Molloy, “una
innegable transformación personal”. Esta torsión y transformación no se
produce en ninguno de los textos analizados. Quizás, la explicitación del
objetivo del viaje, su constante presencia, deba ser leída no sólo como lo que
refuerza la productividad diferencial de esta experiencia y de su relato, sino
también como el anclaje referencial necesario para que la narración y pu-
blicación de este tipo de historias pueda llevarse a cabo. (Para un análisis
más detenido sobre estas cuestiones en los Naufragios, ver Pranzetti 1993:
57-73; Molloy 1993: 219-241).
16
Para un análisis de la distancia que existe entre el pasado y su repre-
sentación, ver Ricoeur 1995 y Chartier 2000: 55-69.
158 159
Capítulo 3
Espacio y representación
160 161
Foucault propone la constitución de otra historia basada en el objeto de estudio privilegiado de una disciplina sino una herra-
eje espacio/conocimiento/poder (1986; 1980). Para él aún “hay mienta de análisis social. El espacio es, entonces, simultánea-
una historia que permanece sin escribir, la de los espacios –que mente objetivo y subjetivo, material y metafórico, medio y re-
es al mismo tiempo la de los poderes– desde las grandes estra- sultado de la vida social, de sus producciones, de la práctica allí
tegias de la geopolítica hasta las pequeñas tácticas del hábitat” ejercida. 3 Pero no es sólo eso, a esta concepción plural debemos
(1980a: 149). agregar el discurso de la experiencia incidental e integralmente
La propuesta foucaultiana sirvió de piedra de toque de teori- vivida en él que, asimismo, lo construye y constituye. 4
zaciones sobre el espacio, como la elaborada e inaugurada por La visión del espacio aquí esbozada permite abordar la pro-
Henri Lefebvre. Su lectura, insoslayable para cualquier aproxi- blemática de la espacialidad en los textos de Álvar Núñez Cabe-
mación al estudio de la espacialidad, pone el énfasis en la diver- za de Vaca, Ulrico Schmidl y Ruy Díaz de Guzmán en relación
sidad que caracteriza al espacio. Así se dedica a tres campos: el directa con las diversas prácticas de percepción, concepción, vi-
físico, el mental y el social, es decir, el espacio lógico-epistemo- vencia y narración del Río de la Plata. El espacio real, natural,
lógico, el espacio de la práctica social y el espacio ocupado por y el espacio social, producido diferencialmente por quienes lo
los fenómenos sensoriales, incluyendo productos de la imagina- habitaban y por quienes arriban a él, junto con el espacio men-
ción tales como proyectos y proyecciones, símbolos y utopías tal que los viajeros habían preconcebido o elucubrado, constitu-
(2001: 12). Esta tríada conceptual, que será luego retomada como yen la compleja red que dirigirá el tipo de representación espa-
base y fundamento de la trialéctica elaborada por Edward Soja,2 cial que los cronistas llevarán a cabo en cada uno de sus textos.
“contribuye en diferentes formas a la producción del espacio de
acuerdo con sus cualidades y atributos, de acuerdo con la socie-
dad o el modo de producción en cuestión, y de acuerdo con el 2. El espacio rioplatense
período histórico” (Lefebvre 2001: 46). Esta combinación de lo
percibido, lo concebido y lo vivido posee una estrecha conexión Si el espacio no sólo es “un medio de producción sino tam-
con el sujeto que experimenta ese espacio. En su cuerpo se vi- bién de control, y además de dominación y poder” (Lefebvre
vencia la ligazón entre lo histórico, lo social y lo mental. La 2001: 27); para la Corona y para España, es la escritura de ese
realidad material y la práctica espacial afectan la subjetividad, espacio el medio a través del cual dicha dominación y poder se
la conciencia, la sociabilidad; tal es así que la visión imaginaria efectiviza, se legitima y legaliza. De este modo, el discurso del
proyectada sobre el espacio material incide en el tipo de percep- suelo y de los caminos marcados en él es el principal certificado
ción y en el modo de llevarla a cabo, generando así una imagen de la acción ejercida sobre ese territorio. Así, el lenguaje, me-
irremediablemente en tensión entre empiria e idea, o bien una diante el cual la tierra rioplatense y sus recorridos se convier-
imagen en la que la geografía imaginada tiende a convertirse ten en materia representable y legible, es articulado por el cro-
en geografía real. Las combinaciones posibles se diversifican nista europeo, quien al ponerlo en práctica elabora una
sea cual fuere el foco desde el cual se observa la tríada. Lo concepción diferencial del terreno, en tanto lo concibe ya no
cierto es que Lefebvre trasciende la lógica dicotómica y elabora sólo como objeto de exploración sino también de lectura e in-
un aparato teórico y conceptual en donde el espacio no es un terpretación. Este espacio es, entonces, leído-producido discur-
162 163
sivamente como área natural (sin la acción ejercida por los su- maravillas buscadas pero –debido al fracaso reiterado del ha-
jetos indígenas que, en tanto no europeos, son objetivados) y llazgo– ahondan en las dificultades para encontrar el oro, en los
como tal es ideado; su imagen está directamente ligada al as- itinerarios trazados en la tierra conquistada, en las prácticas
pecto económico, de acuerdo con los bienes que podrá ofrecer a inauguradas en ella y en las condenas sobre los que no saben
sus conquistadores; su materialidad física, vinculada a la aven- leer el territorio ni los cambios que éste ha producido en los
tura de la búsqueda de dichos bienes. Pero, dado que en el caso sujetos coloniales. Frente a la falta, las crónicas rioplatenses
del Río de la Plata la materialidad atenta contra tal función, el ponen en primer plano el valor del cuerpo en el espacio, sus
espacio ya no es el simple catalizador de un discurso ideológico nuevas funciones y sus derivaciones: el cuerpo como agente,
sobre tierras conquistadas, sino el agente que interviene natu- sujeto y actante, como objeto de disputa, exponente de la expe-
ralmente en la modificación de texturas espaciales preexisten- riencia, y la pluma como la portadora del testimonio de tal cam-
tes. Las crónicas del Río de la Plata no son, por lo tanto, relatos bio de perspectiva.
en los que el espacio es entendido meramente como referente u
objeto descripto, sino la narración de una práctica espacial otra
que lucha por hacerse un lugar en la historia literaria de la 3. El Río de la Plata y sus representaciones espaciales
representación del Nuevo Mundo; son la textualización de los
imaginarios territoriales forzados a continuar los parámetros ¿Es que había aquí, en Buenos Aires, algo que
ver?, ¿qué interés podía tener esta tierra incul-
de un paradigma más acorde con la imaginación ficcional que
ta, sin oro o plata, sin la exuberante vegetación
con la facticidad de la experiencia vivida. Los cronistas deben o el mar azul de otras regiones que reemplaza-
resolver una dificultad inicial que subyace a la génesis de sus ban la falta de “cultura” con belleza natural?
relatos: la crisis que surge entre la realidad del espacio mate- Graciela Silvestri
rial, la imposibilidad de lograr una coincidencia entre éste y el
espacio imaginado y la necesidad de crear lugares que resulten
En esta ocasión, Silvestri reproduce sintéticamente el cues-
atractivos para el europeo, de tal modo de continuar con el pa-
radigma que las tierras rioplatenses y su práctica exigen desha- tionamiento histórico-cultural del paisaje rioplatense de acuer-
do con las convenciones estéticas y retóricas del espacio ameri-
cer. El texto es, entonces, la puesta en discurso de la combina-
cano con las que contaban los cronistas (2003: 49). Ese “algo
ción entre lo real encontrado y aquello concebido, imaginado e
ideologizado; es la narración de esa confluencia en permanente que ver”, formulado en la pregunta asertivamente como vacío y
que extenderemos más allá de Buenos Aires hacia el Río de la
tensión.
Plata, es precisamente aquello que configura un tipo de percep-
A pesar de la brecha que se produce entre imaginario y em-
piria, siempre hay lugar –aun en el Río de la Plata– para las ción y de narración que caracteriza a las crónicas rioplatenses.
Si la mirada, como medio y sujeto, es central a la constitución
“imaginaciones geográficas”, para esas productivas configura-
del relato de viaje, su lugar parece adquirir aquí una relevancia
ciones que permiten “moldear y usar el espacio creativamente”
(Harvey 1975: 23-4), o bien para capitalizar sus carencias, o bien inusitada. En efecto, hay “algo que ver”, pero ese algo no es el
mar azul, ni la naturaleza exuberante, ni la riqueza desmedida.
para elaborar sus aportes. De hecho, los relatos narran las
164 165
En tanto eso que se ofrece a la vista no condice con las repre- torial que desanda la imagen ideada desde Europa sino que, por
sentaciones estético-culturales esperables –o por lo menos ya el contrario, la describen, la narran y la colocan en primer pla-
codificadas–, ese “algo que ver” o esa pertinencia de ver eso no. Aún más, las tierras con que se enfrentan devienen causa y
otro y de otorgarle un lugar en el discurso debe sustentarse en consecuencia de la conquista, de sus resultados y de la incur-
la escritura. Es decir: si la experiencia conquistadora de por sí sión en la escritura. El espacio se convierte, así, en el principal
es infructuosa, si el espacio abona a ese resultado, el cronista protagonista de la narrativa colonial rioplatense, el referente
narrador debe crear un aparato escriturario que sostenga la ineludible, el prisma a partir del cual se articula la experiencia
pertinencia de convertir aquello, que desde el inicio es concebi- y, por lo tanto, la narración de la conquista de esta región. Des-
do como vacío, en objeto representable. Esto no supone, sin de esta perspectiva, no resulta extraño entonces que todos los
embargo, un proceso de conversión positivo de la negatividad, cronistas que relatan su experiencia en el Río de la Plata en-
ya que no hay recreación del lugar ni ficcionalización al respec- cuentren “algo que ver”: pantanos, bosques vírgenes intransita-
to, sino un sostén discursivo de una representación alejada de bles, cataratas de agua que impiden el paso, ríos desbordados,
los parámetros bosquejados por el imaginario europeo-conquis- animales monstruosos y millones de insectos junto a una tierra
tador. Es notorio, en este sentido, cómo las prerrogativas esti- yerma, vaciada de alimentos y, principalmente, de riquezas.
puladas en las Ordenanzas e Instrucciones Reales elaboradas
desde la Corona mantienen su lugar reglado en este tipo de
textos. Notorio porque, como se ha visto en el capítulo ante- El saber de la tierra
rior, las dificultades para dar cuenta de tales requerimientos se
vuelven desafíos constantes para los cronistas, para éstos en Una vez mediada por la palabra, la imagen espacial se ve
particular, que en ocasiones se desvían de ellas apelando a la delineada por códigos discursivos que atienden tanto a las ex-
reelaboración de tópicos que no resultan fácilmente traslada- pectativas del cronista como a las del lector. Es en función de
bles al Río de la Plata. El respeto por las demandas discursivas estos parámetros que la belleza misma –en tanto paradigma
establecidas desde España se vislumbra en el modo en el que perceptivo y narrativo– cede su lugar en la crónica en pos de la
los relatos responden a las cuestiones geográficas que caracte- productividad que tal o cual representación espacial pueda ofre-
rizan al nuevo espacio descubierto: cantidades, distancias, pro- cerle al relato de la peripecia. Estas imágenes, aparentemente
ductividades, obstáculos, ganancias y peligros. La tierra es des- “fuera de interés”, abonan a la verosimilitud del relato y favore-
cripta en toda su dimensión sin obliterar datos negativos que la cen la sobredimensión heroica del europeo que percibe este es-
ilustren en su completud. La negatividad del territorio descu- pacio, lo transita, lo posee y lo traslada al papel. Sí hay algo que
bierto lleva a los cronistas a elaborar un tipo de discurso geo- ver, pero el objeto nuevo en este caso desplaza el interés mera-
gráfico, cuya particularidad reside tanto en el ofrecimiento de mente estético del mar azul y otras bellezas. El cuadro a ilus-
un espacio por definición negativo –anti-estético, anti-utópico, trar, más acorde con las representaciones iconográficas medie-
anti-económico– como en la conformación de un lugar central vales y renacentistas de monstruosidades y excentricidades, deja
otorgado al espacio descubierto. Este aspecto paradojal es una de lado ciertos paradigmas ya no funcionales para enfatizar en
marca en esta clase de relatos que no niegan una realidad terri- los imaginarios dicotómicos compartidos y en el interés ideoló-
166 167
gico que aúna a cronistas y destinatarios en una lógica de con- representación ofrecida. Cuenta el escribano de Álvar Núñez
quista que los hace a todos partícipes. El interés económico se Cabeza de Vaca:
mantiene incólume a pesar del suelo con el que se topan. De
hecho, en la tierras, en los fragmentos de territorio que cada todo el día habían caminado por ciénagas con grandísimo trabajo, en tal
representación ofrece, se pone en evidencia no sólo la cantidad manera, que en poniendo el pie zahondaban hasta la rodilla, y luego metían
el otro y con mucha premia lo sacaban; y estaba el cieno tan caliente, y
de espacio conquistado sino que, de algún modo, se cuantifica el
hervía con la fuerza del Sol tanto, que les abrasaba las piernas y les hacía
poder alcanzado o logrado en medio de un terreno hostil. La llagas en ellas, de que pasaban mucho dolor (....). venido el día comenzaron
lucha por el espacio, por la conquista territorial, se escenifica a caminar, y dieron luego en otras ciénagas, de las cuales no pensaron salir,
en cada combate relatado. La ganancia, el rédito, va cambiando según el aspereza y dificultad que en ellas hallaron, que demás de abrasar-
de posición, va virando su cariz y, ya que no hay riquezas que les las piernas, porque metiendo el pie se hundían hasta la cinta y no lo
podían tornar a sacar (186).
repartir a manos llenas, el viajero conquistador se encarga de
ofrecer en su texto espacio para representar con diversidad. Así,
En el sufrimiento experimentado en las ciénagas también se
el Río de la Plata, que aparecía como el gran culpable, llega a
detiene Ulrico Schmidl. El cuerpo hundido en la tierra es parte
convertirse en la única fuente que sostiene la experiencia, la
jerarquía y, por ende, en el único saber en el que se asienta la de una experiencia que configura el tipo de peripecia vivida por
el viajero y necesariamente narrada en su relato. Los sobrevi-
narración.
vientes ven el espacio que poseyeron sus cuerpos –y que quiso
Si bien el conocimiento del terreno se obtiene a medida que
se marcha sobre él, la escritura –mediada por el tiempo– ofrece una y otra vez poseerlos– como el principal obstáculo para la
travesía, pero también como el principal articulador de su figu-
un compendio de los desconocimientos y de la paulatina adqui-
ra de viajeros, de incansables caminantes. Estos espacios de
sición de saberes ligados a la tierra recorrida y a los elementos
que la conforman. De este modo, el capital que ofrece el viajero padecimiento vividos por los europeos –habitualmente descrip-
tos en el tránsito hacia el lugar de la riqueza– resultan una
a su lector es un saber único sólo transmisible por el fiel expe-
suerte de paso obligado para una fortuna que finalmente les
rimentador de aquello que se cuenta. La crónica deviene así
relato de aprendizaje sobre un conocimiento de la tierra nueva resulta esquiva. Sin embargo, y aquí retornamos a esa imagen
paradojal del principio, no deja de ser referida en las crónicas.
que no sólo puede ser útil y provechoso para la Corona, sino
Lo que se ofrece a la vista y a la experimentación directa corpo-
también para la propia imagen que estos narradores pretenden
elaborar de sí mismos. ral es la antítesis de la transitabilidad, del éxito del camino y,
desde ya, lo que destierra toda belleza. Aquello que hay que ver
Relato antropológico, etnológico, topológico, autobiográfico,
es indefectiblemente lo que vale la pena leer, se escribe enton-
la crónica ensaya diversos modos y tópicos que genera el espa-
cio transitado. Se describe lo que se ofrece a la vista, lo que ces la puesta en juego del cuerpo en la práctica espacial. Sin
corporeidad, el espacio se convierte en un objeto abstracto im-
marca los recorridos, los combates por tierras, por alimentos y
posible de asir desde el afuera de la tierra americana, imposible
cautivos. La percepción del espacio se halla indefectiblemente
ligada al tipo de práctica llevada a cabo sobre él; es decir, es la de transmitir desde allí. La crónica es un relato de viaje que
hace del tránsito y del desplazamiento su razón de ser; como
acción realizada por los europeos lo que determina el tipo de
168 169
una suerte de guía de exploración, el relato especifica los reco- ción recibida, que los reenvía hacia otro lugar y así al punto de
rridos, los obstáculos a transitar y los padecimientos a sufrir partida. La circularidad del recorrido en el caso de la búsque-
para poder llegar a alcanzar la meta ansiada. Las imágenes se da del oro de las amazonas, por citar sólo un ejemplo ilustrati-
hallan, por lo tanto, generalmente ligadas a la utilidad que pue- vo, es bien descripta por Ulrico Schmidl. Cuenta este cronista
da ofrecer su puesta en discurso. Así, en su descripción geográ- que estando en medio de los jarayes, su capitán Hernando Ri-
fica, Ruy Díaz de Guzmán señala: bera le preguntó al rey de esta tribu por sus riquezas. Al res-
ponderle éste que habían sido conseguidas en los combates
La Divina Providencia proveyó de un Riachuelo, que tiene la ciudad por entablados con las amazonas, los españoles deciden partir ha-
la parte de abajo como una milla, tan acomodado y seguro, que metidos cia ellas, para lo cual le piden a dicho rey que les conceda
dentro de él los navíos, no siendo muy grandes, pueden estar sin amarrar
algunos indios para que, entre otras cosas, les “enseñaran el
con tanta seguridad como si estuvieran en una caja. (53)
camino. Entonces él estuvo dispuesto, pero declaró que toda
la tierra estaba llena de agua y que no era el tiempo de mar-
El Riachuelo aparece aquí en tanto “accidente ubicado en la
costa ‘rasa, llana, desabrigada’ (....), [cuya] pequeña rada, no el char ahora tierra adentro, pero nosotros no quisimos creerlo
y le pedimos los indios” (Schmidl 1980: 87). Así llegan a la na-
amplio Plata, permitía el anclaje seguro de las naves” (Silvestri
ción de los siberis y siguen camino “entre el agua hasta la
2003: 49). Esta característica marca el tipo de descripción privi-
legiada, la cual destierra todo aspecto estético en favor de la cinta y la rodilla día y noche”, sin alimento y sin sosiego “por
las moscas chicas que no podíamos dormir” (88). Al saber por
funcionalidad del objeto descripto.
estos indios que el camino continuaba en semejantes condicio-
La utilidad dirige el tono y la materia del discurso espacial;
de este modo, las imágenes ligadas al terreno recorrido que, nes y que se encontrarían con la peligrosa nación de los ortue-
ses, y ante la sugerencia de que emprendieran el regreso, el
en su mayoría, pueblan este tipo de textos reproducen la lógi-
cronista aclara que “nosotros no quisimos hacer esto”. Pasan,
ca ideológica de conquista territorial. Por eso, las representa-
ciones espaciales que elaboran las crónicas rioplatenses son el por tanto, tantas penurias en este último pueblo indígena que
terminan regresando al lugar donde se hallaba la tribu de los
resultado de derroteros exploratorios. Se narra el tránsito, la
jarayes con la mitad de la gente “enferma a la muerte a causa
senda; el combate mismo con las diversas tribus debe ser leído
en gran medida como el intento por el acceso a una ciudad, a del agua y la escasez que hemos experimentado en este viaje,
pues durante treinta días y noches tuvimos que beber el agua
una comunidad donde se cree que se encontrará el tan precia-
asquerosa” (90). La desconfianza otorgada a la relación dada
do oro. De un pueblo a otro, de una ciudad a otra, en medio de
caminos vírgenes inaugurados por ellos, las imágenes ligadas por los indígenas se corresponde con la necesidad de confiar
en ellos para llegar al destino deseado. Esta tensionante con-
a este espacio son, quizás casi inevitablemente, imágenes de
tradicción rige gran parte del tipo de práctica espacial realiza-
traslados frustrados. Como una suerte de juego infinito, y en
medio de la dependencia que poseen respecto de los indios y da por los europeos en este espacio. El encuentro del metal
precioso genera la marcha pero no dibuja el recorrido. En esta
de su conocimiento de la tierra, los españoles deambulan de
línea, la relación de Pero Hernández muestra a un grupo de
un lado a otro, su itinerario es determinado por la última rela-
conquistadores literalmente sin rumbo:
170 171
en qué tantos días se podría llegar donde estaban los indios que tenían oro deciden emprender la retirada. Los alimentos establecen des-
y plata (...) a lo cual el indio respondió (...) que por allí no sabían ni tenían víos inevitables, así como el terreno impone sus propios rum-
noticia que hubiese tal camino (...) y visto por los cristianos que el principal
bos. Beatriz Pastor señala que
había negado el camino con tan buenas cautelas y razones, pareciéndoles a
ellos, por lo que de la tierra habían visto y andado, que podía ser ansí
verdad, lo creyeron y le rogaron que les mandase guiar a los pueblos de los a medida que los objetivos míticos se tornan, en el contacto con la dura
guaraníes (Núñez Cabeza de Vaca 1985: 188). realidad, más y más improbables, la dirección del movimiento de explora-
ción se desintegra (...). El conquistador y sus hombres recorren la tierra
siguiendo la dirección que marcan sus necesidades más inmediatas y sin
Esta no es la única vez que los indios dicen desconocer el dejar en ellas más huellas que las que dejaban los hombres (...) [que] se
camino, incluso en medio del trayecto el guía puede declararse perdían para no reaparecer nunca más. Y, del mismo modo que no hay
incompetente: “comenzó a desatinar la guía, diciéndoles que, ocupación, no hay conquista (1983: 286-7).
como había tanto tiempo que no había andado el camino, lo des-
conocía y no sabía por dónde había de guiar” (193). Aún más, Esa desintegración del movimiento exploratorio aquí aludi-
algunos indios, como el principal Aracare, saben que tienen un da no destierra del imaginario la posibilidad del encuentro del
arma en el conocimiento territorial que profesan, así amena- metal precioso, el cual se halla –más allá de la concreción de
zan y sublevan a los suyos diciéndoles públicamente “que no su efectivo hallazgo– presente a lo largo de todo el relato, pero
fuesen con ellos a les enseñar el camino de las poblaciones de la tampoco impide completamente la conquista. Si bien no se lo-
tierra”, de tal modo que “al cabo de las cuatro jornadas se vol- gra el tipo de ocupación que anteriores expedicionarios habían
vieron, dejándolos desamparados y perdidos en la tierra, y en efectuado, la creación de caminos, su tránsito, la generación
muy gran peligro, por lo cual les fue forzoso volverse, visto que de límites y el traspaso de fronteras, establecen asimismo un
todos los indios y las guías se habían vuelto” (150). Sin ellos no tipo de posesión fundacional que condice con las característi-
pueden continuar con su empresa de conquista y colonización, cas particulares de esta realidad espacial. Se dejan huellas que
sin ellos les es “forzoso” interrumpir el paso, la exploración; sin perduran tanto como lo permite el suelo, se ocupa el espacio
ellos no parece haber itinerario posible pero con ellos, el cami- más propicio, se vuelve a transitar el camino más oportuno y
no en sí tampoco es seguro, efectivo. se despuebla el lugar más perjudicial. Desde esta perspectiva,
Los españoles, a expensas de posibles traiciones, apelando a el tipo de ocupación es el de la continua exploración y no nece-
un saber muy somero de la tierra y sumidos en la fe de sus saria y únicamente el del asentamiento, aunque éste también
impresiones, se hallan sometidos a un recorrido azaroso que no exista como práctica. La conquista del espacio rioplatense a
logran desentrañar. El movimiento pierde toda certeza, a pesar través de su tránsito es el modo de posesión que parece impo-
del propósito económico que incentiva la meta geográfica. Tal nerse. El espacio se ocupa en el acto exploratorio que realizan
objetivo también se ve desdibujado frente al hambre que los los conquistadores una y otra vez durante su viaje, acto a par-
aqueja y los enferma; la búsqueda de alimentos, su encuentro o tir del cual se descubre y/o construye el camino hacia el futu-
su ausencia, establece el nuevo derrotero. Recordemos que ante ro destino más promisorio, en cuya búsqueda permanente se
la llegada al pueblo de lo ortueses, como bien lo escribe Ulrico, embarcan.
y ante el hambre que sufren indios y españoles, estos últimos
172 173
Entre la belleza y el horror la cabeza, la vista se pierden ante la impetuosidad de este acci-
dente. El paisaje, como naturaleza contemplada, como imagen
Las crónicas rioplatenses se hallan plagadas de esta clase de que conecta inescindiblemente forma percibida y sentido,5 se
representaciones, las cuales conviven, a su vez, con otras imá- ha colado por fin en la crónica; la utilidad, la descripción geo-
genes espaciales que no responden al aspecto ideológico utilita- gráfica de alcances y leguas, aparece como marco de un desa-
rio/funcional ya trabajado. Éste es el caso de las cataratas, na- rrollo discursivo que devela una mirada gozosa. El mestizo Ruy
turaleza en bruto que deslumbra: Díaz de Guzmán se aventura en este tipo de descripción otor-
gándole de este modo un sentido nuevo a la geografía que se le
está aquel estraño Salto, que entiendo ser la más maravillosa obra de natu- presenta. Este novedoso viraje descriptivo responde, por un lado,
raleza que hay: porque la furia y velocidad con que cae todo el cuerpo de agua a su objetivo de escritura y, por el otro, a su intento por validar
de este rio, son mas de 200 estados por once canales, haciendo las aguas un
un espacio que le dio origen ante los ojos desengañados de un
humo espesísimo en la región del aire, de los vapores que causan sus despe-
ñaderos por los canales que digo. De aquí abajo es imposible ponerse a nave- lector real que asocia el Río de la Plata con las representacio-
gar con tantos batientes que hace con grandes remolinos y borbollones, que nes ofrecidas por otras expediciones, más acordes con los ejem-
se levantan como nevados cerros. Cae toda el agua de este Salto en una como plos anteriores que con este tipo de percepción espacial que
caja guarnecida de duras rocas y peñas, en que se estrecha todo el río en un podríamos catalogar asimismo de extraña. Tal es así que si com-
tiro de flecha, tomando por lo alto del Salto mas de dos leguas de ancho, de
paramos con la crónica de Álvar Núñez donde también hay una
donde se reparte en estos canales, que no hay ojos ni cabeza humana que
puedan mirar sin desvanecerse, y perder la vista. Oyese el ruido de este salto
descripción de este salto, es claro que en este caso la mirada
ocho leguas, y se ve el humo y vapor de estas caídas mas de seis leguas como cambia:
una nube blanquísima (Díaz de Guzmán 1974: 49-50).
E yendo por el dicho río de Iguazu abajo era la corriente de él tan
Aparentemente, la magnificencia de este accidente natural grande, que corrían las canoas por él con mucha furia; y esto causólo que
muy cerca de donde se embarcó da el río un salto por unas peñas abajo muy
impone un nuevo tipo de descripción. El cronista da cuenta de
altas, y da el agua en lo bajo de la tierra tan grande golpe, que de muy lejos
una “maravilla” que, por ser una de las pocas –si no la única– se oye; y la espuma del agua, como cae con tanta fuerza, sube en alto dos
ligada al espacio rioplatense, merece un abordaje diferente a lo lanzas más, por manera que fue necesario salir de las canoas y sacallas del
largo de la narración. El agua posee “furia”, se convierte en agua y llevarlas por tierra hasta pasar el salto, y a fuerza de brazos las
“humo” al tocar el aire, sus remolinos se levantan “como neva- llevaron más de media legua, en que se pasaron muy grandes trabajos
(Núñez Cabeza de Vaca 1985: 117).
dos cerros”. La descripción poética que ofrece Ruy Díaz abarca
todos los sentidos que se ven embriagados ante semejante ima-
La descripción aquí apunta a ilustrar lo trabajoso del tránsi-
gen. Esta es la idea que pretende transmitirle al lector, éste es
el sentido estético que su mirar le ofrece: presenciar la caída to por esta tierra; la furia esta vez ha perdido su dimensión
poética. La imagen natural se halla subsumida en la imaginería
del agua, el devenir de este “extraño Salto” es un espectáculo
de la prueba del héroe. Como las ciénagas, las cataratas no pro-
para el cual “no hay ojos ni cabeza que puedan mirar sin desva-
necerse, y perder la vista”. El narrador ofrece un cuadro em- ducen otro sentido fuera de la constitución de la figura del con-
quistador por la que aboga el discurso de esta crónica. Así, la
briagador en el que la pérdida esta vez es metafórica: los ojos,
174 175
geografía se estetiza o pierde su efecto significante en este sen- otorga al espacio es más el de la supervivencia que el del esteti-
tido, en función de los ojos que se depositen en ella, del punto cismo, más el de la acción sobre el terreno plagado de obstácu-
de vista que ofrezcan, del objetivo existente detrás de la pala- los que el de la percepción extasiada del mismo; con peligro de
bra. El espacio es la posibilidad de victimizar y al mismo tiempo pérdida o muerte, parece no haber paisaje posible. Precisamen-
ensalzar una figura denostada y calumniada en el Río de la Pla- te por eso Ruy Díaz puede leer de un modo distinto, para él sí la
ta. En los Comentarios el espacio rioplatense destruye la ima- contemplación se cierne como posibilidad porque no transita el
gen de Álvar Núñez, su reputación, su jerarquía, su fortuna, y espectáculo que describe, porque no hay apuesta corporal en la
es a él al que acudirá su escribano para salvarlo. El caso de La geografía en la que su ojo deriva y se pierde.
Argentina de Ruy Díaz de Guzmán es inevitablemente diferente Si el paisaje en los siglos XV y XVI “emergió como una idea,
porque en esta crónica el espacio no destruye ni reconstruye, o mejor aún, como una forma de ver el mundo externo”, si este
es razón de posibilidad de la escritura misma; en la demostra- concepto se hallaba a su vez “estrechamente vinculado con la
ción de la importancia de esas tierras conquistadas se asienta apropiación práctica del espacio” (Cosgrove 1997: 325), enton-
la correspondiente relevancia de la historia que lo caracteriza ces la crónica de Ruy Díaz de Guzmán es la única que construye
y, por lo tanto, de quien la narra. Esta diferencia que distingue paisaje, discursiva y gráficamente. Su mapa pone en evidencia,
a este cronista mestizo es la base que explica por qué es él el en este sentido, la apropiación espacial que su ojo y su mano
único que puede ofrecerle al lector cierto tipo de representa- captaron, reprodujeron. Evidentemente hay algo que ver, la
ción espacial, ausente en las otras crónicas. cuestión no reside solamente en quién lo ve o cómo lo hace sino
La visión que ofrecen del Río de la Plata los narradores eu- en cuáles son los fines detrás de esa imagen que arroba al ojo
ropeos es la de un lugar que impone sus propios recorridos y del viajero o del que mira como si fuera tal. Desde esta perspec-
modos de posesión, en el que los hombres se hallan perdidos, tiva, el paisaje no se reduce a su dimensión estética; aún más,
en el que fundan caminos sin derroteros demarcados ni felices esta contemplación, esta posibilidad de observación, se encuen-
arribos, en el que andan a la deriva, habitualmente expuestos tra indisociablemente unida a la dimensión política e ideológica
al hambre, la sed, la fatiga y la muerte. Entonces, ante la pérdi- que es la que determina finalmente los sentidos que se vincu-
da espacial y sus funestas consecuencias –las cuales se ciernen lan a la forma (Ver Cosgrove y Daniels 1988).
como fantasmas en cada emprendimiento de conquista territo- Sea cual fuere la perspectiva elegida, e incluso a pesar de quien
rial que estos sujetos realizan– ¿qué tipo de visión contemplati- intente dejar de lado una realidad espacial inconveniente negán-
va del espacio pueden experimentar y ofrecer? ¿Acaso deba leer- dola o matizándola, al hacer un análisis de las crónicas puede
se desde aquí la capacidad perceptiva de Ruy Díaz, un mestizo observarse que el cuadro más representativo que componen se
que, por más que reniegue de su condición, conoce la tierra de elabora en función de directrices más ligadas al plano moral que
la que es oriundo y da fe de ello en el mapa que elabora e inclu- al estético. El Río de la Plata es el escenario donde monstruosa-
ye en su libro? Si esto fuera así, podría decirse que se necesita mente habita el mal, una suerte de pantano que impide el paso,
de un particular y profundo conocimiento del terreno para po- lo dificulta y, muchas veces, prácticamente imposibilita la llega-
der parar y percibir estéticamente la tierra que se recorre. Es da de la “civilización”. Así, el imperativo ideológico-político deli-
decir: con peligro de pérdida o de muerte, el sentido que se le nea la representación de la naturaleza rioplatense, la cual, una
176 177
vez descripta por el europeo, no logra siquiera ofrecer la “dimen- 4. Prácticas espaciales
sión moral” tan propia del paisaje, aquélla que establece “cómo El caso Álvar Núñez Cabeza de Vaca
el mundo debería ser, o más adecuadamente, cómo debería apa- vs. Domingo Martínez de Irala
rentar ser” (Cosgrove 1989: 104). Desde esta perspectiva, el Río
de la Plata que construyen las crónicas de Schmidl y Álvar Núñez Álvar Núñez: un conquistador a pie
es por definición el contra-espacio, el anti-ejemplo del deber y/o
de la apariencia: murciélagos, vampiros, malas sabandijas, hor- Una vez pasados diez años en medio de los indios de la Flori-
migas grandes que muerden, rayas que hieren, víboras de un da, una vez logrado el regreso a España, Álvar Núñez Cabeza
tamaño imposible de abarcar, ballenas que hacen gran daño en el de Vaca es nombrado Adelantado y Capitán General de las pro-
mar, bichos como pulgas que entran en la carne y se convierten vincias del Río de la Plata. El objetivo primero de este viaje es,
en gusanos, y horrorosos yacarés.6 Las características del suelo, como se ha visto, socorrer a los hombres anclados en este terri-
del territorio, sus razones climáticas, sus accidentes naturales, torio. Para accionar con celeridad, Cabeza de Vaca decide “bus-
su fauna, construyen un marco donde el paraíso está claramente car camino por la Tierra Firme”. A pesar de las opiniones adver-
desterrado como posibilidad. Así los españoles vivirán allí una sas a esta arriesgada estrategia territorial, decide entrar a este
experiencia en la que el cuerpo está comprometido por completo espacio a pie. Evidentemente, y así parece creerlo Cabeza de
sin escisión alguna posible: ojos, manos, dedos, pies, muslos, len- Vaca, no hay modos de leer y practicar estas tierras nuevas si
gua, todo puede ser acechado, comido, cercenado u olvidado. Los no es caminándolas, es decir, si no es apelando a un tipo de
hombres que llegan a esta tierra, los que pelean por un territo- acción ya probada y efectiva en la que asentarse. La caminata
rio a conquistar y colonizar, viven aquí un calvario que recrea- es la vía –quizás la única, teniendo en cuenta su experiencia
rán en cada una de las narraciones. Martirologio heroico, las anterior– para poder descubrir, conquistar y explorar el espa-
representaciones espaciales elaboradas sostienen esta imagen, cio. Pero además, la experiencia de la caminata es la que posi-
la crean y la reproducen porque desde ella se sostiene la escritu- bilita la narración de ciertas acciones heroicas que se ven obs-
ra, su incursión, su legitimidad y, por lo tanto, la figura que la taculizadas en el resto de los episodios de la crónica. Esto se
traza. explica en el hecho de que, frente a la lucha de escrituras que
No es grato a la vista lo que hay para ver, no es grato lo que pone en escena los Comentarios al constituirse en la última
hay para contar, lo que se ofrece para leer, pero su narración se refutación a los pliegos incriminatorios contra el gobernador,
impone; es el medio de abarcar un espacio que se percibe cons- sólo la práctica del espacio permite la aventura, convirtiéndose
tantemente como resistente al tránsito y a la posesión del euro- en el resquicio narrativo a través del cual el texto respira de
peo; es el medio, quizás el único, de reconstruir una imagen tanta argumentación. Cabeza de Vaca arremete, entonces, con
completa de quien en pos de una conquista que legitima y desde ímpetu y con agallas contra el espacio rioplatense y, a medida
la cual acciona, hace camino, lo padece, y puede –si no debe, que lo transita, inaugura sendas, deja su marca. Los Comenta-
siguiendo esta lógica– relatarlo. rios consagran el privilegio del recorrido, atraviesan una canti-
dad de lugares que exceden a la representación de lo visto.7 Se
produce así un quiebre entre lo que se recorre, lo que se con-
178 179
templa y lo que se narra respecto a ese recorrido y a aquella dependen de la relación indígena que es la que determina el
contemplación. Sin embargo, no se pretende saldar esa ruptu- descubrimiento de la tierra. La palabra del Otro determina la
ra; por el contrario, el texto la pone en evidencia, es una mues- certeza o equivocación de la vía a seguir, pero su alcance no
tra clara de que éste también es el relato de un viajero, más acaba aquí. La acción bélica no se circunscribe en estos textos
aún, de un creador de itinerarios. Álvar Núñez acciona sobre solamente a la conquista territorial, se amplía una vez estable-
este espacio y es la escritura, que fija y reitera esa imagen, la cidas las alianzas necesarias y pertinentes con los distintos pue-
conquista material y simbólica. blos indígenas. De este modo, la práctica territorial propia del
A lo largo del recorrido emprendido, los españoles padecen conquistador se ve en cierta forma desdibujada frente a las alian-
todo tipo de experiencias: caminan a través de ríos y de pasos, zas emprendidas. Así, si los indígenas entablan amistad con los
afrontan el hambre y sufren la sed. españoles no es sólo para proveerles alimentos sino también
con el objeto de encontrar aliados en las guerras contra las tri-
A 1 día del mes de enero del año del Señor de 1542, que el gobernador y bus enemigas.8 El combate se convierte en uno de los elemen-
su gente partió de los pueblos de los indios, fue caminando por tierras de tos de trueque, en un valor intercambiable; la osadía y la des-
montañas y cañaverales muy espesos, donde la gente pasó harto trabajo,
treza, junto con las armas que portan los europeos, más que
porque hasta los cinco días del mes no hallaron poblado alguno; y además
del trabajo, pasaron mucha hambre y se sostuvo con mucho trabajo, abriendo posibilitar una mayor conquista, aseguran la alianza y, por lo
caminos por los cañaverales (113). tanto, la subsistencia. De este modo, la acción emprendida so-
bre el espacio no sólo se halla determinada por la relación indí-
Los inconvenientes del camino son innumerables ya que no sólo gena o por el encuentro efectivo de bastimentos, sino incluso
es dificultoso recorrerlos sino que incluso hay que construirlos: por las propias necesidades territoriales de aquellos a quienes
se pretende conquistar.
comenzamos a caminar, llevando delante con la guía hasta veinte hombres Claramente, la puesta en narración del Río de la Plata, de sus
que iban abriendo el camino, porque cuanto más íbamos por él lo hallába- recorridos, sus imposiciones e incertidumbres, es el modo –que
mos más cerrado de árboles y yerbas muy altas y espesas, y de esta causa se
encuentra el escribano– de trocar en el imaginario de la Corona
caminaba por la tierra con muy gran trabajo (192).
el lugar negativo que se le ha adjudicado a Álvar Núñez. Su tex-
tualización pretende, por tanto, poner en evidencia el intento
Las dificultades no acaban aquí. Como puede verse en el re-
desmedido de posesión, el esfuerzo constante de adquisición de
lato de Hernández, se avanza, se retrocede y se vuelve a avan-
tierras y bienes, de concertación de alianzas; en suma, la fideli-
zar sobre la misma senda. Si bien existe un itinerario previo,
dad a una política de conquista a la que narrador y protagonista
éste es un esbozo muy provisorio no sólo por estar determinado
adscriben. Así, se escribe el Río de la Plata que imposibilita el
por los poblados que poseen alimentos, sino también por verse
acceso directo del conquistador y colonizador, se escribe y se vuel-
constantemente acicateado por nuevas tierras que esperan ser
ve a narrar el intento constante de acción sobre el nuevo terreno
descubiertas. A los inesperados incentivos que promueve el tra-
porque en esos relatos de lucha entre hombre y espacio se sus-
yecto, debe agregarse el desconocimiento del terreno a reco-
tenta el tipo de figura que se pretende construir, se consolida la
rrer. En verdad, y en cuanto a caminos se trata, los españoles
heroicidad del Adelantado.
180 181
Cabeza de Vaca e Irala: caos o integración de regreso a España, a un evidente proceso de barbarización.
No deja de recalcar en sus escritos el horror en el que han
El relato de aventura que se construye no se limita a la prác- incursionado, el caos que han establecido, la hispanidad que evi-
tica espacial sino también social, legal, e incluso jurídica. Una dencian haber perdido. Razones más que suficientes para des-
vez asentado en Asunción, Álvar Núñez debe lidiar con una rea- estimar la palabra, sin dudas ya concebida como injuria, que
lidad caótica, alejada de la religión y de las normas. Cabeza de pesa sobre su nombre y su figura.
Vaca realiza este viaje con el fin de pacificar la región, de resti- Es precisamente frente a hombres portadores de tal desor-
tuir el orden perdido. Por eso, con el objeto de reimplantar la den que el Adelantado declara:
rígida escala de valores del Viejo Mundo, decide dictar una serie
de ordenanzas que pretenden reencauzar la vida de estos hom- yo puse diligencia en apartarlos de tan grabe pecado y ofensa de Dios, y lo
bres.9 Entre ellas, la principal prohíbe a los españoles llevarse a cometí a un clérigo que con los interpretes delante el escribano examinase
los parentescos, y desta manera aparté e quité muchas mugeres, de que se
las indígenas en la prosecución del viaje, así como elegirlas libre-
agrabiaron y me tomaron entre sy gran odio (29).
mente sin la autorización del Adelantado. En el bando que pro-
mulga en Asunción el 5 de abril de 1542, Álvar Núñez ordena que
El importante lugar adjudicado al cuerpo de las indígenas
“ninguna persona pueda thener ni tenga en su casa ni fuera della
trasciende la ruptura de la escala moral cristiana desde la que
dos hermanas, ni madre e hija, ni primas hermanas por el peli- enuncia Cabeza de Vaca y pone en evidencia la relevancia que
gro de las conciencias, y las personas que las tubieren las apar-
su posesión supone, tanto para el horrorizado gobernador como
ten o quiten de sus casas y conversación dentro de seys días...”
para el resto de los europeos que se las apropian.
(De Gandía 1932: 32). Este dictamen le vale la enemistad de gran Las crónicas de Schmidl, Álvar Núñez y Díaz de Guzmán
parte de los cristianos de Asunción, quienes finalmente optan
demuestran en qué medida la llegada a este nuevo espacio exi-
por el liberal Domingo de Irala, anterior gobernador de la re-
gió una redefinición del concepto de botín, riqueza y logro, ge-
gión, como el mandatario digno y legítimo. En su “Relación ge- nerando un viraje radical en el accionar y pensar de los espa-
neral”, Cabeza de Vaca refiere la razón de tal ordenanza, así como
ñoles. Ante la ausencia de metales, los cautivos, principalmente
la causa originaria del encono entablado contra él:
las cautivas, conformaban el rédito económico y social (Iglesia
1995: 46-53). La cantidad poseída determinaba el status, la ex-
[los conquistadores asunceños] tenían acceso carnal con madre e hija, dos
hermanas, tías e sobrinas y otras parientas, y las yndias libres cristianas
tensión de camino recorrido, el número de tierras conquista-
vendían trocaban y cambiaban unos con otros como sy fueran esclavos, y das, pero también la proporción de sembradío cosechado; sus
especialmente el dicho Domingo de Yrala lo hizo, e otorgó cartas de benta cuerpos representaban los combates ganados, la hombría de su
ante escribano, de las yndias libres que bendió, e demás desto estaban poseedor, así como la fuerza de trabajo sobre sus tierras. Si
amancebados cada uno con treynta y quarenta y cinquenta mugeres (Núñez este espacio presenta esta realidad non sancta, por el alto nivel
Cabeza de Vaca [1545] 1906, 6: 29).
de mestizaje que supone la excesiva cantidad de mujeres que
cada español posee, es porque su práctica redefinió la escala de
En el fragor de la disputa por la verdad, Álvar Núñez somete
valores traída desde España.
a Irala y a sus hombres, es decir a quienes lo envían engrillado
182 183
“Dios está en el cielo, el rey está lejos, aquí mando yo”, pare- entre unos y otros, la magnitud de dicha posesión es la forma
ce ser la nueva divisa de los conquistadores, según Ruggiero de mantener la distinción jerárquica entre los mismos españo-
Romano (1978). Contra esta divisa atenta el Adelantado, contra les. Si la dominación se ejerce por la supremacía que se produ-
una práctica estatuida por el propio espacio entre lo que éste ce en el momento de la asunción de la desigualdad, como señala
provee y el imaginario portado por el conquistador. La aplica- Homi Bhabha, la ausencia de indios e indias a repartir para
ción de su ordenanza va en contra de esta adquisición, tal vez cada conquistador impide la puesta en práctica de este sistema.
por eso nunca se puso en práctica, porque en sí misma eviden- ¿Cómo sostener la autoridad sin el objeto que permite instau-
ciaba la lucha de diferentes órdenes en pugna. De hecho, una rar la diferencia?
vez apresado Álvar Núñez por traición, una vez enviado de vuelta Si bien, luego del apresamiento de Álvar Núñez, Domingo
a España, Pero Hernández relata el permiso que otorga Irala de Irala es elegido por “el común de la gente” como gobernador
para restituir el orden quebrantado por la carta del rey (en la (por cierto, el primero que asume su función de mandatario
que exige un buen tratamiento hacia los naturales) y por los como respuesta al pedido popular en este territorio), esto no
papeles dictados por el gobernador. Si bien los Comentarios pre- sólo se debe a lo antes señalado sino principalmente a un tipo
tenden demonizar a Irala, en verdad lo que ponen en evidencia de experiencia y práctica en la tierra conquistada que le vale a
es la ruptura de un tipo de práctica socio-económica que fuera los ojos de sus soldados el lugar jerárquico otorgado y mereci-
de España, por lo menos en esta parte del continente conquista- do. La percepción de Ulrico sobre la validez de quienes ocupan
do, no puede llevarse a cabo. Por eso mismo, la gran crítica del los lugares de autoridad se deriva del tipo de manejo del poder
único soldado cronista, Ulrico Schmidl, se basará principalmen- del que hace uso cada uno. Así, por ejemplo, señala que
te en el “ultraje”, el “robo” que el gobernador, en nombre de Su
Majestad, realiza contra sus cosas, sus “descubrimientos”. Para cuando el susodicho señor Álvar Núñez Cabeza de Vaca fue enviado fuera
un europeo como Schmidl, “el quijotismo de la aventura”, pro- del país, nosotros los cristianos tuvimos que elegir e instituir a alguien que
debía mantenernos dentro de la justicia y gobernar a la tierra mientras
pio de los conquistadores españoles (Picón Salas 1992: 62), no
tanto Su Cesárea Majestad dispusiese y estuviere lejos. En esto el común
posee la raigambre que para su superior. En tanto alemán, la eligió y nos pareció conveniente que eligiéramos a uno de nombre de Do-
empresa comercial, el ideal económico, una vez concebido so- mingo de Irala, que también antes había gobernado la tierra (...); la gente se
bre la base de las provisiones que otorga el Río de la Plata, no llevaba muy bien con el susodicho Domingo de Irala y la mayor parte de la
puede ser reemplazado por ninguna aventura posible. gente estaba muy contenta con él (Schmidl 1980: 95).
El Río de la Plata impone una serie de operaciones simbóli-
cas para poder remitirse a un imaginario social (conquistador) En contraposición a esta visión positiva, Schmidl relata el
común. Esas operaciones están vinculadas –entre otras– con descontento de los soldados con el Adelantado “pues era un hom-
las mujeres indígenas, de ahí que la ordenanza de Cabeza de bre que en toda su vida había ni gobernado ni tenido un man-
Vaca ponga al desnudo el proceso de simbología, la metaforiza- do”, y porque
ción, la realidad de la ausencia de oro y plata. La contra-orden
él no hablaba a la gente y se ha portado de tan impropia manera entre la
de Irala pretende restituir la significación otorgada a los cauti-
gente; pues un capitán o un señor que quiere gobernar un país, debe dar en
vos. Poseer cuerpos es un modo de reinstalar las divergencias
184 185
todo tiempo una buena atención al grande como al chico y ejercer su justi- miedos frente a la imposibilidad de concretar el ideal de riqueza.
cia y mostrarse benévolo para con el más modesto como con el más elevado; Irala crea un tópico imborrable porque parte de las provisiones del
todo eso no ocurrió en él, sino que él quiso seguir a su soberbia y orgullosa
espacio natural y material para construirlo. Por eso, cuando de-
cabeza (92-94).
termina despoblar el puerto de Buenos Aires –debido al hambre
que están sufriendo sus hombres y al desamparo en el que se ha-
Ulrico realiza una clara lectura y en ella especifica cuáles
llan sumidos frente a las tribus enemigas– y parte hacia Asunción,
son para él las acciones válidas desde el punto de vista del sol-
dado. El reconocimiento de Irala como el sostén de justicia y decide poner a disposición de todo aquél que arribe a este desolado
lugar un texto escrito por él. Irala deja una carta enterrada en la
gobierno se basa en el tipo de ejercicio gubernamental ante-
que, por un lado, les advierte a los futuros expedicionarios de los
riormente llevado a cabo en esta tierra. Es en este sentido que
hay que tener en cuenta que Irala es quien, de algún modo, peligros de permanecer en esta zona y, por el otro, los tienta con
los dones del futuro destino:
descubre el modo de elaborar las operaciones simbólicas ante-
dichas, es quien funda la unión interracial, quien valida este
Primeramente han de saber que en el Paraguay (...) [hay] al presente
tipo de proceso de cautiverio diferencial: quatrocientos hombres; thenemos de paz como vasallos de Su Majestad los
yndios guaranys, siquyer caryos, que biven treinta leguas al derredor de
Pero antes que los atacaramos, ordenó nuestro capitán que no matára- aquel puerto, los cuales sirven a los cristianos, asy con sus personas como
mos ni mujeres ni niños, sino que las cautiváramos, así que nosotros cum- con sus mugeres, en todas las cosas del servicio necesarias, y an dado para
plimos su orden y cautivamos mujeres y niños y matamos los hombres que el servycio de los xpianos setecientas mugeres para que les syrvan en sus
pudimos alcanzar (104). casas y en las rrocas, por el trabajo de las quales y porque Dios ha sido
servydo dello, principalmente, se tiene tanta abundancia de mantenimien-
Tierra y cuerpo se convierten en distintos significantes para tos que no solo ay para la gente que ally rreside, mas para mas de otros tres
un mismo significado. De ahí que las crónicas que refieran el mill hombres enzima. (Martínez de Irala [1541] 1898: 262-263)
186 187
El traslado de Irala genera el despoblamiento del puerto y ci- gobernador le otorga a las uniones efectuadas con mujeres indí-
menta el recorrido colonizador hacia Asunción. Según Assadourian, genas y al interés que demuestra por lograr este tipo de vínculo
el viraje de base de operaciones se debe a dos circunstancias que (lo que queda ilustrado en el caso de Alonso Riquelme de Guz-
atañen a los intereses de los conquistadores: mán, obligado a casarse con su hija mestiza Leonor para salvar
su vida). Mediante estas uniones, se logra la paz con diversos
por un lado, en la medida en que la empresa giraba en torno de la obtención pueblos por el “cuñadazgo” establecido,10 así como al mismo tiem-
del oro, Asunción estaba inmejorablemente situada por su presunta proxi- po se pone en cuestión una diferencia cultural que funcionaba
midad a la Sierra del Plata; por el otro, Paraguay ofrecerá un filón nuevo
como sostén de la autoridad colonial. El Capitán elegido por la
que, aunque no previsto en la primera fase del proceso como sustituto de la
explotación minera, canalizará hacia otros rumbos la ambición española: la gente de guerra, con la práctica que ejercita y fomenta, pone en
importancia del extendido sustrato indio como fuente principal de mano de crisis, de algún modo, el sistema que, a su vez como gobernador
obra.(...) Entretanto la ciudad paraguaya se constituirá en el núcleo de una del Río de la Plata, representa.
sociedad de características singulares, cuyo aislamiento es propicio para la
aparición de formas culturales autóctonas y de un ritmo avasallante de
mestizaje (1992: 24).
Enarbolar la acción y sostener la pluma
Evidentemente, la leyenda continúa, el Río de la Plata sigue
Si bien la preexistencia del espacio rioplatense y sus carac-
ligado al mito. La Sierra del Plata aún espera su explorador e
terísticas determinan el tipo de acción y la clase de discurso
Irala se traslada aparentemente en su búsqueda, aunque la car-
emprendidos por estos sujetos coloniales, los condicionamien-
ta dejada no haga ninguna mención explícita al respecto. Du-
tos no acaban aquí. La práctica que estos hombres llevan a cabo
rante el período de reciente traslado, primer asentamiento y
difiere de acuerdo con su biografía, con la historia que portan y
afincamiento en Asunción, el mito pasa a un segundo plano.
con la que construyen mediante la acción y la palabra. Así, la
Irala ha cambiado el punto de mira, así ofrece “componentes”
productividad física, ideológica o textual de dicha práctica se
tangibles, “materiales” afectivo-económicos, sujetos objetivados
hallará condicionada por el tipo de relación que se entable en-
como parte del contexto motivador de la acción humana sobre
tre una historia y otra. El espacio físico se ve, por lo tanto,
el terreno en cuestión. En este sentido, los indígenas no sólo
constantemente transformado por las biografías de estos hom-
sostienen con su presencia la figura de autoridad, es decir posi-
bres, las cuales terminan de formarse, empíricamente hablan-
bilitan la puesta en práctica de una escala jerárquica funcional
do, por y en el lugar específico a conquistar.11 El fin de la expe-
e identitaria, sino que también, mediante su trabajo, determi-
riencia se produce con el término del viaje, el cual muchas veces
nan la supervivencia de sus captores.
se constituye en condición de posibilidad del escrito a producir.
Hay que destacar que Irala es un gran poseedor de estos
Precisamente la biografía de estos hombres incide en forma
sujetos. La adquisición de cautivos indios y de concubinas in-
considerable sobre la percepción, la vivencia y el imaginario
dias pone en evidencia su poder, su clase y su saber. Pero, si
espacial que caracteriza al conquistador, así como sobre la na-
bien tal práctica adquisitiva es común a la “raza de los conquis-
rración de la tierra hallada, sobre el tipo de representación a
tadores”, la gran diferencia radica en la legitimidad que este
ofrecer.
188 189
El espacio provee, entonces, una imagen de los cuerpos de La propuesta de este gobernador supone una “práctica de la
estos biografiados y las crónicas proporcionan, a su vez, una ima- libertad” que reinstala las diferencias de acuerdo con normas
gen re-construida de sus acciones; en esa “reconstrucción” se vis- que, en gran parte, derivan de las características de esta tierra.
lumbra la nueva clave operativa que nos ofrece la escritura. Es- Irala conoce este territorio y explota dicho saber mediante la
tas “narrativas de lugar”, como las define Nicholas Entrikin (1997), práctica de un espacio que, a fuerza de acción constante y coti-
son textualizaciones de la experiencia del sujeto protagonista, diana, percibe como suyo y del cual se apropia. En el Río de la
son la combinación de lo afectivo con lo cognitivo, o mejor, son la Plata, el poder lo detenta quien sostiene su práctica, quien pue-
puesta en discurso de tal combinación; textos que despliegan la de develar el nuevo sistema de valores y jerarquías en función
tensión “entre lo subjetivo y lo objetivo” sin pretender resolver- de los “bienes” que el terreno produce. Quizás desde ahí deba
la,12 dado que, muchas veces, en esa exposición reside la eficacia leerse el tipo de relación que entabla con la escritura, o por lo
del relato. menos esa es la propuesta de algunos de sus historiadores:
Sin embargo, en lo que a escritos respecta, Irala no es au-
tor de crónica alguna. Su figura es objeto de representación El adelantado Cabeza de Vaca, jerezano, y el capitán Irala, guipuzcoano,
obligatoria para quien pretenda dar cuenta de la historia del eran tipos representativos de cada uno de los grupos y los jefes de sus
bandos. Depuesto y embarcado para España el primero con sus partidarios
Río de la Plata. Si este conquistador posee un rol jerárquico,
más alborotadores, entre los cuales se encontrara el escribano Pero Her-
incluso a nivel discursivo, ya sea como enemigo o como elegi- nández, era humano y lógico que confiaran al papel sus quejas y cargos, si
do líder, esto se debe en gran medida a la confluencia lograda no para recuperar el poder, al menos para explicar su pérdida. Irala, vence-
entre el ejercicio del poder y el territorio en cuestión. Su im- dor, dueño de la situación, fuerte con el apoyo de sus compañeros, sosteni-
portancia deriva de la lograda conjunción de espacio material, do por los Oficiales Reales, vale decir por el Consejo de Indias, no necesita-
ba asentar en memoriales sus méritos, ni refutar las acusaciones de sus
poder socio-económico y saber de la tierra, el trípode que sos-
contrarios, que sus superiores no tomaban en cuenta (del Valle Lersundi y
tiene el lugar que ocupa entre los habitantes del Río de la Pla- Lafuente Machain 1932: 17).
ta. Irala elabora tácticas y estrategias que se despliegan en el
espacio: desplazamientos, despoblamientos, fundaciones, con- Ni crónica, ni memoria; el hombre reiteradamente al mando
trol de territorios, divisiones, dominios, etc. Elabora incluso de la soldadesca no incurre en este tipo de escritos. Sin retorno
un nuevo mito basado en la seudo-práctica de la libertad. Con al país de origen, Irala no recrea sus experiencias de viajero, no
el objeto de hacer de las relaciones sexuales formas de sociabi- apela al recuerdo de una vivencia pasada que pretende validar
lidad con los pueblos indígenas que les provean ventajas, Irala mediante la palabra una vez transcurridos los hechos a relatar,
construye una imagen de libertad absoluta que permite ideali- tampoco pretende un cargo –que por otro lado ya posee–, ni
zar un espacio que de por sí era imposible convertir en leyen- busca redimir su imagen ante los otros y principalmente ante
da. Si los ideales constructores de espacios imaginarios esta- la Corona. El discurso no funciona en su caso como sostén de
ban ligados estrechamente a la riqueza, el Río de la Plata era una experiencia pasada, los ritmos impuestos por la tierra a
precisamente el espacio del anti-mito. Irala aporta un canal de conquistar marcan un accionar constante que impide el reposo
vehiculización al afán conquistador, construye un “paraíso” de la escritura. Irala es gobernador hasta su muerte. Una y
donde no lo hay.
190 191
otra vez es elegido, se ha ganado en diversas ocasiones un lugar Vistos los trabajos excesivos delos conquistadores desta provincia y el
entre los suyos (españoles e indios), sustentado en su experien- poco probecho dello y como los indios no tienen otra cosa con que poder
servir sino solamente sus personas (…) por el bien dellos rreparti la tierra
cia y en su accionar como líder y gobernante; un lugar sosteni-
en trezientas y veynte o mas ombres para que les ayudasen a sobrellevar
do por “el común de la gente” que lo encumbra más allá de lo sus trabajos y todos los dichos indios que asi se rrepartieron serian asta
que cualquier papel podría hacerlo; un lugar que finalmente veinte mil (…) [Lo hice] por dar a los conquistadores algún alivio por estar
será confirmado por las altas autoridades de la metrópoli.13 Rei- viejos y cansados. Mi parecer sería que su magestad mandase que todos los
teradamente Irala opta por ser agente activo de un proceso ideo- dichos rrepartimientos (…) [fuesen] perpetuos y los indios rrescibirian grand
veneficio porque si esto no se haze me paresce que (…) en esta tierra no se
lógico y territorial que lo significa como conquistador y capitán.
puede vivir (Martínez de Irala [1556a] 1941: 485).
La escritura en su caso está circunscripta principalmente al rol
informativo-testimonial, lo que se evidencia en el hecho de que
Domingo Martínez de Irala pone por escrito una realidad
se produce en el escenario de los acontecimientos y sobre la
espacial contundente: la encomienda es el único “alivio”, la úni-
marcha de los mismos como un aspecto funcional o complemen-
ca retribución explícita a una vida de “trabajos excesivos” sin
tario a la acción emprendida. En esta línea deben leerse: a) las
“provecho”. Pero sus palabras no parecen haber sido oídas. Como
cartas con las que envía preso a Álvar Núñez a España, b) la
lo había hecho en cartas previas, en las que pedía socorro y
carta que deja enterrada en el puerto de Buenos Aires antes de
bastimentos, en las que culpaba a Su Majestad del abandono en
despoblarlo, c) la carta enviada a Carlos V el 1º de marzo de 1545
que los había dejado, aquí también pide, sugiere, aunque ya no
y d) la que dirige al Consejo de Indias el 24 de julio de 1555, luego
ruega. En esa culpa declarada y ostensible (“si Vuestra Mages-
de haber recibido la Real Cédula que le concede la gobernación
tad ubiese sido servido de mandar socorrer esta tierra, la gente
legítima. Cada uno de estos textos relatan sus acciones, sus des-
que viniese no pereciese de ambre” [1545] 1904: 8), Irala esta-
cubrimientos, los obstáculos con los que se ha enfrentado, los
blece una clara distancia respecto de las autoridades españolas
padecimientos, las características del terreno y de los pueblos
que se acrecienta con los años; distancia que es producto del
que lo integran, sus temores, sus necesidades y, desde ya, el fati-
lugar jerárquico una y otra vez ganado entre los hombres bajo
goso camino emprendido y por realizar en busca del metal ansia-
su mando, del ejercicio prácticamente autónomo realizado en
do. Estos escritos, que refieren con minuciosidad el espacio reco-
esta tierra, del hambre y el desamparo sufridos.
rrido, el constante y casi perpetuo tránsito efectuado y la conquista
En su testamento, más allá de lo esperable en cuanto al
ya alcanzada o por lograr en el futuro, no hacen más que solidifi-
pedido de misas, deudas a pagar y repartición de la heren-
car su reputación ante el destinatario imperial al que siempre se
cia, Irala vuelve a reclamar y así se evidencia nuevamente
dirigen.
el trastrocamiento que deriva de la pertenencia entablada
Alrededor de 1556, cerca de su muerte y una vez oficializado
con el espacio conquistado. En este último texto, el gober-
en su cargo, Irala escribe una Relación poco conocida. Allí la
nador de las Provincias del Río de la Plata pretende legiti-
información se cruza con las opiniones del gobernador frente a
mar el mestizaje. Esta intención, que en el contexto de re-
una realidad desalentadora que él conoce como nadie; en este
cepción español podría concebirse como descabellada, es, por
texto, Irala propone y explicita sus pareceres:
el contrario, la marca escrituraria más explícita del tipo de
192 193
confluencia establecida entre el espacio, el conquistador y 5. Espacios míticos, espacios utópicos
las prácticas llevadas a cabo en esta tierra. La puesta en
discurso de tal pretensión evidencia también la necesidad,
no sólo de una retribución económica para todos y cada uno La geografía explorada no es sólo etnográfica o
topográfica, sino también imaginativa.
de aquellos a los que considera sus hijos, sino también de
Jás Elsner y Joan-Pau Rubiés
alcanzar la legitimidad racial que este padre espera y re-
quiere para ellos. En tanto hábil conquistador, Irala sabe, Más allá de los aspectos personales que rodean o determi-
porque ha manejado el poder por años, que para sus hijos nan diversos tipos de prácticas, más allá de las particularidades
mestizos (es decir, para todos los que son mentados como representacionales que cada espacio del continente conquista-
tales en su testamento) tal reconocimiento fuera del Río de do establece, las crónicas generalmente presentan, en algún
la Plata, e incluso dentro en su contacto con españoles, es momento, configuraciones espaciales que más que mimar la
necesario. Como si se hubiera adelantado en el tiempo, qui- materialidad geográfica con la que los europeos se encuentran,
zá previendo el gran problema que significarán más adelan- buscan prolongar un imaginario previamente fijado, textualiza-
te los mestizos en la realidad social de este territorio, Irala do, que alcanza al viaje, al viajero y a su escritura.
apela en su testamento a su poder y buen nombre para legi- En su texto, de boca del escribano Pero Hernández, Álvar
timar una mezcla que lo significa. Núñez señala que, en busca del metal precioso, dieron con unas
sierras que se hallaban en el medio del río, las cuales “están
De España a Asunción, de la Florida a la península y luego peladas, no crían yerbas ni árbol ninguno, y son bermejas”, por
al Río de la Plata, desde la tierra conquistada o desde la me- lo cual afirma:
trópoli, ambas figuras –Álvar Núñez Cabeza de Vaca y Domin-
go Martínez de Irala– presentan su biografía y elaboran modos creemos que tienen mucho metal, porque la otra tierra que está fuera del
de sustentar las acciones desarrolladas, o bien valiéndose de río, en la comarca y parajes de la tierra, es muy montuosa, de grandes
la experiencia previa o bien de aquélla que se va forjando en la árboles y de mucha yerba; y porque las sierras que están en el río no tienen
práctica misma. Sea cual fuere la opción, lo que puede obser- nada de esto, paresce señal que tienen mucho metal, y ansí, donde lo hay,
no crían árbol ni yerba (176-177).
varse es que tanto uno como otro poseen diversas posiciones
en el proceso de transferencia o creación de sentido a la hora
La presunción del narrador es extraña ya que esta referen-
de construir-practicar-representar este espacio; es decir, am-
cia ligada a la vegetación no ha sido –ni será en el caso de las
bos lo convierten en un objeto político multi-referencial, en
sierras mentadas– marca determinante de ningún hallazgo
síntoma de un pensamiento estratégico y/o combativo. Álvar
metalífero. En la construcción discursiva, el vacío (“estas sie-
Núñez e Irala: diversos modos de desplegar sobre la tierra o
rras no tienen nada de esto”, “están peladas”) no establece la
sobre el papel una particular territorialidad del espacio por la
carencia sino que anuncia la riqueza de los montes encontra-
que cada uno aboga.
dos.14 Como en una suerte de espejismo, lo que estas sierras no
poseen es reflejo de lo que en verdad poseen; como en una espe-
194 195
cie de mala lectura, lo que se ofrece a la vista debe ser interpre- inteligible para un lugar imaginario desbordante de oro que
tado en función de su opuesto. No hay ni puede haber en este existirá indefectiblemente en todas y cada una de las crónicas
espacio, si seguimos la estrategia narrativa aquí implementa- rioplatenses; meta única –y por lo tanto ineludible– en la que
da, lectura literal del territorio explorado cuando de riquezas habrá de sostenerse el discurso y, por extensión, la acción que
se trata. Lo que se observa no es lo que parece sino, indefecti- éste reproduce y significa.
blemente, otra cosa. En la dialéctica entre materialidad e ima-
ginario, el ojo del europeo se ve acicateado por una veta nueva
que obliga a ir más allá del fundamento visual como sostén de La búsqueda del espacio ideal
lo narrado o descripto y que convierte, de este modo, al espacio
rioplatense en mensaje cifrado. La interpretación se impone y El hambre, la ausencia de metales preciosos, el desaliento,
la lectura en clave que ofrece el cronista devela el misterio oculto no destierran de los relatos del Río de la Plata la presencia de
detrás de la geografía.15 El vacío no destierra, entonces, la capa- espacios míticos ligados al encuentro de la riqueza. Por el con-
cidad de enriquecimiento ni de exploración; por el contrario, al trario, y como muy acertadamente sostiene Joan-Pau Rubiés,
ser refuncionalizado en la narración, llega incluso a asegurar la “lo que es maravilloso en América (…) es la espectacular clari-
creencia del conquistador y de la gente de guerra. El vacío, pro- dad con la que historia y mito, trágicamente, co-existen” (1999:
pio del Río de la Plata, es el puntapié para continuar la futura 100). Esta coexistencia no sólo es un aspecto fundamental de la
expedición o, por lo menos, la razón en la que se sustenta el identidad cultural americana, sino también un elemento cen-
relato de lo que finalmente no será explorado.16 tral del tipo de relato que se realiza sobre tierras distópicas,
A la geografía real se le suma la simbología esperada, que es donde las características espaciales no abonan a la realidad del
aplicada a la tierra descubierta y a sus accidentes, para respon- mito sino que, en alguna medida, la contradicen. Sin embargo,
der al ansia económica que determina el viaje y el permanente la retórica imperial de éxito en el marco de la conquista –aun-
recorrido exploratorio. El discurso del viaje de conquista crea que no pueda ser completamente ejercitada– deja sus marcas
así una geografía imaginativa –basada en lo que se supone ofre- en los textos, que son configuradoras de una lógica que regula
cerá América, lo que se anhela hallar allí– que convive con el el viaje y su narración.
espacio efectivamente hallado y practicado. En el caso del Río Una vez que Europa crea esos espacios maravillosos de la
de la Plata, a diferencia de Perú o de México, el engranaje en- ganancia y el exceso, acordes con las fabulosas expectativas de
tre uno y otro espacio, entre una y otra geografía es más com- enriquecimiento, sólo parece haber lugar para la sobre-escritu-
plejo. El fracaso de la empresa económica y mercantil dificulta ra. Contar y volver a contar esos mitos se mantiene como una
el tipo de combinatoria, colocando mayor peso en uno que en especie de imperativo para los cronistas, más allá de la expe-
otro polo. El espacio imaginado se convierte en uno de los prin- riencia fáctica vivenciada. De ahí que la isla de las Amazonas, la
cipales rectores del derrotero y de la exploración, su no en- Sierra del Plata, el Dorado y la Ciudad de los Césares estén
cuentro no sólo estimula y acrecienta la búsqueda, sino que presentes en los relatos rioplatenses, no sólo como espacios
también confirma y magnifica su existencia. Como sucede con representacionales en sí mismos sino como generadores del
las sierras vistas por Álvar Núñez, el espacio real es el marco desplazamiento hacia la adquisición del oro tan anhelado que,
196 197
en su definición, cada uno de ellos posee en abundancia. El pri- que lo fue para los exploradores la acción propiamente dicha de
mero de ellos, el mito de las amazonas, combina el relato clási- conquista de semejante maravilla.
co y el deseo lucrativo.17 Estas mujeres, que habitan solas en La representación de los espacios míticos en estas crónicas
una isla y son guerreras por naturaleza, poseen tanta cantidad se halla circunscripta, precisamente, al desplazamiento. Este
de oro y plata que, según dice la leyenda, “incluso los asientos y puro suceder de la acción territorial en pos de un mito que re-
servicios de sus casas eran de dicho metal” (de Gandía 1929: sulta finalmente inalcanzable es parte de la realidad de estos
83). El segundo mito, las Sierras de la Plata, como su nombre lo españoles, de su vinculación con el espacio que transitan. Por
indica, tienen mucha riqueza y sobrado metal, los indios cons- eso en la descripción de este recorrido frustrado, lo que se des-
tantemente dan noticia de esta historia mítica y del rey Blanco, taca es que los caminos de acceso al espacio de leyenda se ha-
los cuales se hallan hacia el Occidente desconocido, custodiados llan siempre plagados de obstáculos que impiden o complican el
por un Dragón invencible. El tercero es el mito del Dorado, el recorrido. Los europeos se encaminan hacia el encuentro del
cual remite a una región o ciudad desconocida, extremadamen- espacio utópico reiteradamente y, si bien nunca logran hallarlo,
te rica, compuesta por minas, sepulcros y templos del Sol; habi- tampoco desmienten su existencia o cuestionan su realidad. 22
tualmente aparece ubicado en una laguna que llaman el Dora- Como lo señala Nadia Minerva: “en el contacto con la literatura
do, porque en medio hay unas islas en que hay yacimientos de de viaje, la geografía utópica deja de ser imaginaria para deve-
oro.18 Por último, la Ciudad de los Césares, otra leyenda que se nir en real y la utopía cesa de ser pura ficción para devenir
sostiene en la existencia de tanta riqueza que maravilla; ilu- verosímil” (2001: 203). De este modo, si bien las características
sión que genera la expedición del Capitán Francisco César, nú- fútiles del espacio conquistado imponen ciertas refuncionaliza-
cleo original de la historia de esta ciudad encantada.19 ciones, como se ha visto anteriormente, los relatos no anulan
Espacio y riqueza se aúnan en la construcción del mito, el las estructuras discursivas previas de una retórica y de una
cual, por definición, necesita un espacio donde configurarse.20 poética reconocible para los españoles en la metrópoli y fuera
En estos casos, la isla, la sierra, la ciudad o la laguna son preci- de ella. De ahí que el desencuentro permanente de estos espa-
samente las que poseen el exceso deseado. La especificación cios –necesarios ingredientes configuradores de una lógica de
geográfica de accidente natural no sólo retrotrae la historia de poder estratificadora y significante– no establezca la palpable
la leyenda a un tiempo primigenio y a una tierra que, en su confirmación de su inexistencia; por el contrario, “en vez de
origen, posee aquellos tesoros aún no descubiertos, sino que desaparecer ante la realidad del territorio conquistado, [el mito]
también permite asir el mito en sí. Es decir: la regularidad y el renace, crece y se transforma” (Ainsa 1998: 45). Ulrico Schmidl
conocimiento de este tipo de accidentes geográficos posibilita relata las dificultades del acceso a la isla de las amazonas, a la
imaginar su acceso, regular el recorrido hacia él, proyectar su que finalmente nunca llega; Ruy Díaz de Guzmán refiere la no-
conquista y, por otro lado, circunscribe el deseo del oro en un ticia de esas tierras de mujeres que se asemejan a aquellas “de
marco deducible geográfica e ideológicamente.21 Y aunque aque- Scitas antiguos que refieren los escritores” (178), (dato que, más
llo a representar en el Río de la Plata no sea necesariamente lo que poner en duda su realidad, la confirma ante sus ojos), 23 e
esperado, la inclusión de estos mitos en los relatos, la narra- incluso ubica en su mapa el lugar que ocupan en el espacio
ción de su búsqueda, resulta insoslayable, del mismo modo en americano. Asimismo este cronista da cuenta de la existencia
198 199
de la laguna del Dorado y, si bien especifica su ubicación geo- de la isla no parece obturar la posibilidad del encuentro ansia-
gráfica “entre el Brasil, Marañón y cabeceras del Río de la Pla- do. El derrotero y viaje hacia el espacio mítico es aquí una aven-
ta” (177), esto no determina igualmente su encuentro. El aspec- tura heroica que no tiene recompensa alguna, el gran tesoro se
to inaccesible de estos espacios posibilita precisamente su limita a contadas planchas de oro que obtienen de las naciones
supervivencia en el imaginario europeo conquistador. La ideali- de jarayes y ortueses, botín mísero que, además, será decomi-
zación se acrecienta, los relatos del oro mítico se amplían de sado por Cabeza de Vaca. Ruy Díaz de Guzmán también mencio-
boca en boca, su rasgo inasible fomenta su existencia, la cual, na la leyenda, reproduce el aspecto guerrero y corporal de las
paradójicamente, deja de ser verosímil para convertirse en ve- amazonas: “Confirmóse esta noticia [la de la tierra de las ama-
rídica. Aislados, impenetrables y casi invisibles: estos son los zonas] con la que adquirió el capitán Orellana en la jornada que
elementos estructurantes y esenciales del arquetipo mítico (Ain- hizo con Gonzalo Pizarro á la Canela, bajando por el Marañón,
sa 1998: 168), éstas son las características que confirman el tipo donde le dieron relación de esta jente y de sus pueblos” (178).
de representación ofrecida de estos espacios y, por lo tanto, la Pero a pesar de la confirmación, el cronista no puede dejar de
clase de aventura que engendran. referir que “dudando el general a qué parte había de tomar,
Ulrico Schmidl cuenta que marchan rumbo a las amazonas. resolvió volver al poniente a buscar ciertos pueblos de indios
En cuanto a ellas, el relato de este cronista se mantiene, en que decían tenían plata y oro” (178). El retorno al punto de par-
principio, en el orden de lo esperado ya que reproduce la leyen- tida, como sucede con la expedición de Ribera, o el cambio de
da femenina afincada entre los europeos: recorrido, como le sucede a Orellana, marcan un mismo desti-
no de acción sobre este tipo de espacios, el cual también alcan-
[las amazonas tienen] un solo pecho y vienen a sus maridos tres o cuatro zará a la expedición de Irala.
veces en el año y si ella se embaraza por el hombre y es varoncito, lo manda A pesar de todos los fracasos ligados al encuentro de los mi-
ella a casa del marido, pero si es niñita, la guardan con ellas y le queman el
tos, Irala se dirige hacia la provincia del Dorado. La ubicación
pecho derecho para que éste no pueda crecer; el porqué le queman el pecho
es para que puedan usar sus armas, los arcos contra sus enemigos; pues aparentemente parece ser dato certero,
ellas hacen la guerra contra sus enemigos y son mujeres guerreras. (Tam-
bién) viven estas mujeres amazonas en una isla y está rodeada la isla en pero habiendo acudido tanto las lluvias anegaron toda aquella tierra, ya
todo derredor por río y es una isla grande. Si se quiere viajar hacia allá, hay de las vertientes del Perú, ya de las de aquellos ríos, por cuya causa y
que llegarse a ella en canoas. (También) en esta isla las amazonas no tienen viendo que se les aniquilaron ó murieron los caballos, y más de mil qui-
ni oro ni plata, sino en Tierra Firme, que es en la tierra donde viven los nientos amigos de los indios que trajeron de la Asunción y de los que de
maridos; allí tienen gran riqueza y es una gran nación (87). nuevo habían adquirido, padeciendo los mayores trabajos y miserias que
hasta aquí nunca pasaron los españoles en las Indias, con tantas enferme-
dades que les resultaron, de que murieron no pocos: determinaron dar la
La especificación de que la riqueza se halla entre los hom-
vuelta a sus embarcaciones, con tanta dificultad que no fue poca felicidad
bres diverge respecto de los anteriores relatos sobre este pue- haber llegado á ellas según la inundación de toda aquella tierra, causa de
blo femenino. La existencia del metal precioso en tierra firme tanta perdición, por lo que llamaron a ésta la Mala entrada (Díaz de Guz-
posibilita la entrada del europeo; en ese marco se inscribe la mán 1974: 197).
expedición que se emprende hacia ellas y, así, la inaccesibilidad
200 201
La exploración y el recorrido que realiza Irala vuelven a po- que imposibilita el acceso: una isla rodeada de agua, sierras
ner en escena, a pesar de su infructuoso final, la incuestionable accesibles sólo a la vista, terreno cenagoso, inundado, que im-
centralidad del espacio mítico en el imaginario y en el accionar posibilita el tránsito e impone la retirada. Se vuelve porque no
de los conquistadores. Sin embargo, no es sólo ese lugar clave se puede “hacer la entrada” esperada, se relata el emprendi-
el que establece la presencia de este episodio en la crónica, los miento porque se ansía la conquista futura, se maldice una y
padecimientos sin igual vividos en la expedición determinan otra vez por el aspecto escurridizo del tesoro que impone el
también su importancia en el relato, por un lado porque el co- territorio que se les presenta y que estructura, finalmente, el
mandante de la misma es el abuelo del cronista, por el otro mito que da origen al viaje. Pero, pese a los fracasos y muertes,
porque tales sufrimientos permiten configurar el tipo de aven- la expectativa del botín justifica los riesgos, la aventura, su
tura que éste emprende; aventura única que es caracterizada narración; el prodigio que les está predestinado no es imposi-
en su particularidad, dado que lo experimentado en la marcha ble, hay indicios reales del precioso metal que recogen los con-
hacia la conquista del Dorado “nunca [lo] pasaron los españoles quistadores en pequeñas entradas, hay un vértigo sostenido por
en las Indias” (el subrayado es mío). los tesoros de Moctezuma y Atahualpa que permiten la propa-
Como puede observarse, el viaje y el espacio viajado son los gación y el mantenimiento intemporal del mito.
elementos que estructuran y condicionan la forma del conte- El sostén de estos espacios, de su búsqueda a lo largo del
nido utópico. 24 De este modo, el difícil camino lleno de obstá- tiempo y de los escritos, por un lado da cuenta de un tipo de
culos y peligros devela la naturaleza iniciática del itinerario estructura narrativa ya legitimada tiempo atrás, por el otro les
emprendido por el viajero. Dado que en este caso el recorrido ofrece a estos cronistas la posibilidad de encontrar un medio de
posee indefectiblemente un final frustrado, el camino trazado seguir poniendo en funcionamiento modelos y esquemas fami-
constituye aquí la vía de conformación del sujeto-conquistador liares que son, sin lugar a dudas, identitarios.
en la crónica y no el pasaje hacia una adquisición heroica que Si la ausencia es signo de presencia, como en el caso de las
se logra una vez alcanzada la ganancia, una vez encontrado el sierras vistas por Álvar Núñez, si el no hallazgo acrecienta las
mito ansiado. Sin embargo, a pesar del lugar que adquiere el virtudes de la maravilla, el espacio real abona, entonces, con sus
conquistador en el transcurso del viaje de conquista y en la características, sean cuales fueran, a un tipo de discurso que no
necesidad de sostener la búsqueda del espacio maravilloso, el se sostiene fácticamente en la experiencia. Aún más, el encuen-
fracaso territorial y económico establece una marca en el re- tro con esa ciudad, esa isla o esa laguna de leyenda no determina
lato de conquista. su lugar en la crónica, los espacios míticos existen previamente
Por eso, la entrada de Irala es, por definición, “Mala”, maldi- al viaje y, por lo tanto, se inscriben en el texto con anterioridad a
ta, equivocada, pero también distintiva. El relato de la marcha su confección. Ya sea porque fueron creados, recreados o “descu-
en busca de la leyenda conforma un discurso trágico en el que biertos” por otros viajeros, ya sea porque explícitamente fueron
la fatalidad marca el destino del héroe a pesar de todos los in- construidos por otros textos, esa discursividad expansiva, oral o
tentos que éste realice por contrariarlo. La marca diferencial escrita, que les da existencia, es precisamente a la que se apela,
reside en que el sino fatídico no lo detenta quien se dirige cami- la que se fomenta y en la que se sostiene la palabra y la acción
no al botín sino el espacio que lo esconde. La tierra es la razón propiamente dicha. El carácter escurridizo del mito es otra vía
202 203
en la que se sostiene el lugar central del conquistador y de la Perseguir el camino del oro
ideología que lo conforma: el espacio de la utopía es tierra virgen
a la espera del descubrimiento, la cual establecerá la riqueza del
viajero y así el éxito de la empresa. Por eso, desterrar de la ima- Esa creencia ferviente en la existencia del tesoro escondido
ginación y del texto la posibilidad del hallazgo de metal precioso se alimenta tanto de las riquezas ya encontradas en otras partes
a bocanadas, es poner en evidencia una ruptura entre lo real y lo de América, como de las historias que validan esta esperanza y
imaginario, entre lo que es y lo que debería ser la tierra a con- que redireccionan el itinerario conquistador. El Río de la Plata
quistar. La ruptura de este imaginario, que sostiene el viaje y el se halla relacionado, desde el principio, con el mito del oro enri-
recorrido exploratorio constante, permitiría poner en cuestión la quecedor y esto se ve ejemplarmente en el recorrido que realiza
acción de los españoles y del imperio español en este territorio, la expedición de Sebastián Caboto. Hay que tener en cuenta que
así como convertiría al espacio rioplatense prácticamente en ob- el rey firma capitulaciones con él y con Diego García de Moguer
jeto irrepresentable. El fracaso absoluto no sólo es imposible de para una expedición a las Molucas, que contaba con el apoyo fi-
imaginar para los que arriban a esta parte del continente con- nanciero de mercaderes españoles e italianos interesados en el
quistado, sino también imposible de reproducir de uno y otro comercio de las especies. A pesar de hallarse establecido el itine-
lado del océano. rario, los navegantes deciden modificarlo con el objeto de redes-
La supervivencia del mito posibilita el relato de la expe- cubrir la zona del Plata. Este viraje, que ignora el compromiso
riencia del hambre y del padecimiento; las miserias otorga- contraído con la Corona y con los financistas privados, es genera-
das por el espacio viajado se ligan con las virtudes que es- do por el encuentro de Caboto y García de Moguer con los sobre-
conde, lo que posibilita sostener la imagen de lo Otro vivientes de la expedición de Solís, quienes habían quedado en
elucubrada desde la metrópoli. En esa combinatoria se sos- las costas uruguayas y brasileñas a causa del naufragio de una de
tiene la representación espacial, es ella precisamente la que sus embarcaciones. Los rumores deslumbrantes de los náufra-
posibilita este tipo de relatos. Las Amazonas, el Dorado, la gos sobre los imperios del rey Blanco, la Sierra del Plata y el lago
Sierra de la Plata y la Ciudad de los Césares son espacios donde dormía el Sol encienden la imaginación de los recién llega-
que, a diferencia de la otra realidad decepcionante narrada, dos. Son precisamente los relatos que atestiguan estos hombres
resultan verdaderamente legibles en tanto confirman el de- los que llevan a los nuevos expedicionarios a cambiar el rumbo y
seo europeo. Así los cronistas continúan narrando estos mi- perseguir el camino del oro (ver Assadourian 1992).25 Enrique
tos, representándolos, porque en ellos se reafirma una pers- Montes y Melchor Ramírez, los náufragos abandonados de la ar-
pectiva común, una clase de percepción y de estructura mada de Solís, les cuentan a todos los tripulantes la historia de
arquetípica; porque son ellos los que permiten sostener la Alejo García y de los demás aventureros que llegaron a la Sierra
aventura y hacer del conquistador un buscador creyente e de la Plata, así como también relatan la historia del rey Blanco y
incansable, un hombre que no flaquea y se empeña denoda- de los habitantes de las Sierras que llevaban coronas de plata en
damente en la búsqueda del oro ansiado en el que nunca la cabeza y planchas de oro colgadas al cuello (Carta de Luis Ra-
deja de creer. mírez, 10 de julio de 1528. Documentos históricos y geográficos
1941: 94-95). Enrique Montes, el más entusiasmado, no se cansa
204 205
de repetir que: “había tanta plata e oro en el río de Solís que que asegura quien lo pregona. Una vez puesto en juego el “len-
todos serían ricos, e que tan rico sería el paje como el marinero guaje de las maravillas” (Rubiés 1999: 77), el rumor se expan-
(...) e de alegría que tenía el dicho Enrique Montes cuando decía de y así el mito se va propagando de acuerdo con la distancia y
aquello e mostrando dichas cuentas de oro, lloraba...” (Declara- la dificultad de acceso a ese espacio ideal, pero también de
ción de Antón Falcón de Colibia en el interrogatorio de Caboto. acuerdo con sus potencialidades. La intensidad hiperbólica de
Medina 1908, 2: 382). En ese encuentro con los sobrevivientes, la maravilla alcanza a la leyenda en sí misma, condenada a
en ese relato promisorio y en ese llanto ideal se cifran las razo- existir en perpetuo crecimiento. En este caso en particular,
nes que determinan un recorrido territorial particular. Eviden- por otro lado, los sujetos que portan el relato del oro, quienes
temente es el relato de una práctica (o no-práctica aún) lo que “confirman” la inmensa cantidad existente de este metal, son
produce el viaje y decide el itinerario, es decir, es el discurso de náufragos de la armada de Solís; es decir, son hombres cuya
quienes han recorrido el terreno (aunque el resultado de tal trán- palabra se halla acreditada en su experiencia conquistadora,
sito no haya sido efectivo) el que significa el espacio a los ojos de lo que fomenta de este modo el carácter verídico de lo enun-
los futuros exploradores. De rumor apetecible a enunciado pro- ciado. Sin embargo, su discurso no sólo se encuentra legitima-
metedor, el espacio del Río de la Plata es un producto enunciati- do por el capitán al que responden, descubridor del río que
vo en primera instancia, que significará pluralmente una vez lleva su nombre, sino también por las muestras de oro y plata
percibido, degustado y representado diversamente mediante la que exponen como pruebas de sus afirmaciones. Las pocas co-
palabra. ronas que muestran, junto con la confirmación otorgada por
Pero la promesa nunca se concreta y el rumor nunca llega parte de los indígenas, 26 aseguran el sostén del relato mítico
a confirmarse: tanto Caboto como Diego García, antiguo com- que finalmente es el que produce la emoción del náufrago y
pañero de Solís que también sigue la historia de la sierra en- decide la dirección del viaje. El mito se convierte en utopía
cantada, no tienen éxito y regresan a España vencidos por la igualadora (“había tanta plata e oro en el río de Solís que todos
naturaleza salvaje y desalentados por el desastre de Corpus serían ricos, e que tan rico sería el paje como el marinero”), y
Christi. Aun a pesar del fracaso de tales emprendimientos, el por eso también es tan ansiado su encuentro; su abundancia
valor del nombre del mito se extiende y acrecienta. Esto se ve intrínseca es enunciada abarcativamente, aunque resulte in-
en los esfuerzos que comienza a realizar Portugal por llegar a descriptible en su minuciosidad: es “tanta la plata y el oro…”.
las minas de la Sierra del Plata y en el envío que efectúa Espa- El relato del espacio utópico que porta el náufrago se vuelve,
ña de otra expedición, esta vez al mando de don Pedro de Men- entonces, hiperbólico y la desmedida que lo caracteriza gene-
doza. El mito, que tanta incidencia posee en el imaginario, ra el desborde del narrador. Enrique Montes llora ante lo que
conserva su efecto deslumbrante. El rumor del oro comienza a sería la confirmación del deseo, su correspondencia directa con
rodar, a conformar su poder, a partir de un sostenido trabajo lo imaginado; llora porque entre las “cuentas de oro” que mues-
de ampliación y credibilidad. Lo que constituye el mito, lo que tra y la cantidad de metal que dice, no sólo se validaría su
le otorga ese aspecto maravilloso que aúna lo imaginado, lo empobrecida y padeciente experiencia, sino que también el Río
deseado y lo prometido, no es el reconocimiento de lo inusual de la Plata dejaría de lado su diferencia y daría cuenta, final-
sino ese “certero exceso” (Greenblat 1991: 76) que lo define y mente, de lo que los europeos esperaban de él.
206 207
El oro, objeto imposible de asir en su totalidad, el que en Notas
general es referido sólo sinecdóquicamente, en el que se es-
tructura la utopía geográfica rioplatense, es, en su definición
1
excesiva, producto de una ideología muy clara que alcanza tan- En el ámbito de la geografía cultural, autores como Edward Soja, David
to a la práctica como al discurso. Como se ha visto en este ru- Harvey o Derek Gregory sostienen esta postura al llamar la atención sobre
la importancia que, desde el siglo XIX, ha tenido el recurso histórico como
mor expansivo y agigantado, el desborde –en su más amplia
herramienta básica y como dispositivo exclusivo de análisis político-social.
connotación– es parte constitutiva del espacio del Río de la Pla- La obra de Michel Foucault adelanta las denuncias de estos geógrafos al
ta y de cualquier relato ligado a él. mostrar la relación de la temática del espacio con el saber y el poder. La
apuesta de Foucault y sus seguidores es la de una historia que acaba des-
bordando la temporalidad como forma privilegiada de relación entre acon-
tecimientos. Esta posición, que prioriza el espacio por sobre el tiempo, se
sostiene en el hecho de que todo intento de trazar la historia de los poderes-
saberes remite inevitablemente a la escritura de los espacios (ver Soja
1990; Harvey 1989; Gregory 1998).
2
La concepción ontológica, epistemológica y teórica de la espacialidad, la
historicidad y la sociabilidad en tanto dimensiones interconectadas de la
vida humana, es uno de los argumentos centrales de Lefebvre retomados
por Soja. Él elabora el término “trialéctica” con el objeto de describir un
modo de razonamiento dialéctico que es más inherentemente espacial. Esta
trialéctica de la espacialidad, del pensamiento y de la imaginación espacial
responde a los tres tipos de espacios elaborados por Lefebvre (ver Soja
1996).
3
Frente a esta amplitud conceptual, el espacio mental ya no puede ser
concebido como único eje de análisis porque incluso los textos trascienden
esta dimensión unilateral al dar cuenta de tal simultaneidad. Lo que resulta
interesante, en este sentido, es que quienes intentan abordar esta proble-
mática espacial en relación a la literatura apelan generalmente a un tipo de
definición excesivamente abarcadora –y por tanto unificante–, en la que la
metaforización es el método elegido de abordaje. El problema surge al en-
frentarse al discurso efectivo de determinado tipo de relatos que constru-
yen prácticas, códigos y estrategias espaciales que los distinguen y definen
en su particularidad. La afirmación de Michel de Certeau, según la cual
“todo relato es un relato de viaje, una práctica espacial”, parte de una con-
cepción abstracta y mental del espacio que, en su afán homogeneizador,
deja de lado la realidad empírica de un espacio social, un espacio conceptual
y otro experiencial. ¿A qué práctica espacial está haciendo remisión de Cer-
teau? La especificación se dilata como el género ampliamente inclusivo al
que hace mención. Viaje real o imaginado, geografía encontrada, practica-
208 209
da o supuesta; así, en la generalización casi silogística del enunciado profe- zación dada a las indias para visitar a sus padres en sus pueblos, de la
rido, la práctica se unifica espacial y temporalmente, los desplazamientos se recomendación de que los españoles no tomasen “a los indios carios los
aúnan y pierden su distinción significante (de Certeau 1988: 115-130). esclavos que ellos hiciesen, para evitar que se dedicaran a ese comercio”,
4
En este sentido, cabe destacar que, si bien Lefebvre reconoce los cam- Álvar Núñez también realiza una serie de actos llamados “de justicia”. En-
bios que se producen sobre el espacio natural, no incluye en su historia del tre ellos cabe mencionar el que pronunció contra la india que había matado
conocimiento espacial el valor del discurso y de la escritura. Abocado a a su amo con yerbas, la cual fue “hecha cuartos” y los cien azotes que
fundamentar la preeminencia de la producción del espacio por sobre su mandó dar a un tal Bernardo de Castañeda, quien cierta vez había penetra-
lectura, deja de lado la dimensión del lenguaje, sin ver el discurso de esa do en la casa de un indio “a media noche, e por fuerza delante del propio
realidad social que pretende historiar como práctica ejercida sobre el espa- indio anduvo a los brazos con su mujer para echarse con ella” (De Gandía
cio a través de la letra. 1932: 32-34).
10
Otros teóricos sobre la espacialidad, como Yi-Fu Tuan, amplían la pers- Como señala Bartomeu Meliá, “fue característico del proceso colonial
pectiva de análisis al considerar al discurso y a la palabra escrita como paraguayo el modo de unión de los ‘cristianos’ con las mujeres de los Guara-
elementos integrales en la construcción de lugares y de espacios (ver Tuan ní, lo que muy pronto, ya en el mismo siglo XVI, daba lugar a justificaciones
1991). ideológicas contrapuestas; se hablaba de ‘cuñadazgo’, como si entre ‘cristia-
5
Sobre esta conexión y la noción de paisaje, ver Aliata y Silvestri 2001. nos’ e indios se hubiera sistematizado una relación de verdadero parentes-
6
Las diferencias de percepción y representación espacial entre las cró- co” (1981: 157-167).
11
nicas de los europeos y la del mestizo Ruy Díaz de Guzmán evidencian que Sobre la relación entre espacio y biografía, ver Pred 1986.
12
el espacio subyuga o repele en función del uso y/o provecho que se haya Entrikin hace hincapié en la tensión básica que existe entre el sentido
obtenido de él o que pretenda obtenerse a posteriori. La experiencia vivida, del lugar existencial, relativamente subjetivo, y la concepción naturalista
los réditos alcanzados, las condiciones de enunciación y las biografías de de lugar, relativamente objetiva. Esta polaridad definitoria será una de las
cada uno de estos sujetos determinan finalmente la opción elegida, es decir características de las narrativas de lugar, las cuales se edifican sobre la base
el tipo de imagen cultural que se ofrecerá al lector. de las tensiones “entre lo subjetivo y lo objetivo y entre los agentes indivi-
7
Sobre la distinción geográfica entre espacio y lugar, ver Tuan 1983; duales y las circunstancias dentro de las cuales esos agentes actúan” (1997:
Arias y Meléndez 2002: 13-23. 309).
8 13
“La amistad de los guaraníes estaba muy lejos de ser desinteresada, Antes de la llegada de Álvar Núñez, la soldadesca lo coloca de común
pues aunque ellos proporcionaban provisiones e indios a los conquistado- acuerdo en el rol de mando; luego del apresamiento del Adelantado, ocupa
res, exigían a su vez que éstos los ayudaran en las guerras con las tribus este cargo nuevamente por elección y pedido popular. Ante la revuelta
enemigas de ellos” (Peña 1904a: 4). que se realiza contra Irala, y que él mismo comenta en su carta al Consejo
9
Con el propósito de poner un poco de orden en aquel caos, Cabeza de de Indias, decide renunciar a la gobernación en 1548. A partir de este
Vaca promulgó una serie de bandos que establecían: a) que ningún español hecho, comienza a ver que, quienes estaban a cargo, hacían guerra contra
pudiera tener indias parientas entre sí; b) que nadie saliera de la ciudad sin los que no lo debían y se manejaban sin conservar ni haber “otros yntere-
licencia; c) que ninguno pudiera “rescatar gato ni papagayo sin licencia de ses mas que el servycio de sus personas”. La mala administración de Gon-
su señoría so pena quel que lo rescatare lo pierda y esté tres días de cabeza zalo de Mendoza y la tiranía de Diego de Abreu llevan a los oficiales y a la
en el cepo si no fuera hidalgo, y si lo fuere questé encarcelado seys días en gente de guerra a acordar el retorno de Irala como gobernador para que
su posada”; d) que ninguna persona fuera “osado de andar de noche por el “administrase y tuviese justicia y fue asi que yo fuy requerido por todos
pueblo después de tocada la prima... por evitar los hurtos que de noche se generalmente que me encargase del dicho cargo de governación y admi-
pueden hazer”; y e) que ninguna persona fuera “osado de comprar ni con- nistración de justicia, poniendome delante al servicio de Dios Nuestro
tratar armas algunas de ninguna condición con ninguna persona de los Señor y de Vuestra Alteza atento lo qual y vista la necesidad grande que
nuevamente venidos”. Más allá de dar cuenta del establecimiento de “Esta- avia yo acete el dicho cargo” (1939: 499-509). Finalmente, para el momen-
tutos y ordenanzas acerca de lo que han de hazer las lenguas”, de la autori- to de redacción de su carta del 24 de julio de 1555, Irala recibe la Real
210 211
Cédula de Gobernación que el rey le envía, legalizando de este modo el rol rios, el mapa construye la historia del viaje que relata representando a la
que venía asumiendo. vez una superficie real y un espacio mítico (Rojas Mix 1992: 40-64). Esa
14
¿Se referirá acaso Álvar Núñez a las Sierras de la Plata? Si bien no hay ambivalencia que caracteriza a la cartografía del momento responde, a la
mención alguna al respecto, dado que el mito tiene lugar en este espacio y vez, a una concepción geográfica en conexión directa con la orientación
en el resto de las crónicas, es probable que así sea. político-ideológica del período de conquista. Si la maravilla se convierte,
15
El Adelantado ve lo que los otros no ven, esta visión en demasía, que según Stephen Greenblat, en la figura central de todo el sistema de repre-
excede al accidente geográfico, es acorde con el objetivo del texto que busca sentación verbal y visual, filosófico y estético, intelectual y emocional du-
encumbrar la figura de Cabeza de Vaca. Este aspecto que lo caracteriza y rante la tardía Edad Media y el Renacimiento, su lugar en el relato y en la
distingue remite a su vivencia, también distintiva, en la Florida y narrada carta geográfica es necesario como elemento articulador de un sistema de
en los Naufragios. Su capacidad excepcional allí relatada se corresponde representación reconocible y perceptible. La ambivalencia antes señalada
aquí con otra excepcionalidad que no se vincula con las creencias religiosas es, precisamente, definitoria de la maravilla ya que ésta “llama la atención
o las necesidades que impone la supervivencia, sino con su experiencia, sobre el problema de la credibilidad, al mismo tiempo que insiste en su
aquello que precisamente se pone en cuestión por la soldadesca. Aún más, innegable existencia” (Greenblat 1991: 20).
22
ver lo que nadie ve, o mejor, saber ver lo que se halla por detrás de lo Para muchos, esa creencia ferviente se basa en las escrituras –reli-
evidente, es aquello que determina este episodio pero también el mensaje giosas, clásicas y mitológicas– previas. De este modo, las tierras de Ofir y
alegórico que pretende ofrecer la crónica. Tarsis son reales –y por eso se marchará en su búsqueda– porque “la
16
Cuenta Pero Hernández que “por no llevar aparejo de mineros ni incuestionable autenticidad atribuida a las sagradas escrituras permitió
fundidores, ni las herramientas que eran menester para catar y buscar la [el surgimiento de] las hipótesis menos probables que pueda imaginarse”
tierra, y por la gran enfermedad que dio en la gente, no hizo el gobernador (Sánchez 1994: 189-240). Lo mismo sucede con el mito de las amazonas. Si
buscar el metal, y también lo dejó para cuando otra vez volviese por allí tanto el aristócrata educado como el soldado común vivían en una cultura
porque estas sierras caen cerca del puerto de los Reyes, tomándolas por la que creía en la realidad histórica y contemporánea de las amazonas, esto
tierra” (177). En el resto de la crónica no vuelve a hacerse mención a estas se debía a la estrecha interrelación entre la literatura medieval española
sierras, ni al intento por volver a ellas con los elementos necesarios. y las fuentes clásicas que relataban esta leyenda (March y Passman 1994;
17
March y Passman reconstruyen la historia del mito de las amazonas Dathorne 1994).
23
desde la antigüedad clásica, pasando por la literatura española medieval Ruy Díaz alude aquí a la tradición clásica y al aspecto escriturario que
hasta los relatos de viaje y conquista (1994: 285-338). rodea este mito. Recordemos que las amazonas fue un tema antiguo, des-
18
Para un análisis de este mito, ver de Gandía 1929; Lummis 1917: 179- cripto por primera vez por Herodoto. Las Amazonas (del griego a, privación,
193; Sánchez 1994: 339-378 y Mahn-Lot 1987: 410-416. y mazos, teta) eran originarias del Cáucaso y habitaban las márgenes del
19
Sobre esta ciudad de leyenda, ver de Gandía 1933. Termodonte, cerca de Trebisonda, en el Asia Menor. Este mito, que en los
20
En cuanto a la diferencia entre mito y utopía, se retoman aquí los tiempos clásicos fue materia de poetas, artistas y mitógrafos, perdura du-
postulados de Fernando Ainsa (1998). Para los conceptos de mito y utopía rante la Edad Media y se extiende con las primeras noticias del descubri-
respectivamente, ver Mircea Eliade 1968; Barthes 1980 y Servier 1969, miento de las Indias. Una vez llegado al Nuevo Mundo, las islas Femenina y
entre otros. Masculina de los mapas medievales se transforman en islas de Carib y de
21
Este marco se halla estructurado, desde los portulanos de fines de la Matinino, una habitada por caribes, la otra por amazonas, exactamente
Edad Media, en relación a una concepción particular de la geografía en igual que en las costas del Termodonte donde, según las fábulas clásicas,
tanto viaje, fábula y epopeya heroica. El mapamundi anuncia las maravi- caribes y amazonas vivían en relativa vecindad. Las amazonas, vistas por la
llas, las riquezas, las esperanzas pero también los peligros del mundo. Las fantasía de Colón, revelaban los mismos hábitos que las mencionadas por
cartas geográficas realizadas en el siglo XVI permiten ver cómo esa carto- Herodoto: se relacionaban una vez al año con los hombres, en primavera,
grafía maravillosa se traslada a América. Junto a leyendas significativas, sólo con el fin de perpetuar la raza; guardaban para sí las niñas que daban
monstruos fabulosos, nombres de ríos, sitios geográficos reales e imagina- a luz y entregaban los niños a los padres. Pedro Mártir de Anglería también
212 213
abona esta leyenda al divulgar en sus cartas y Décadas la existencia de las Capítulo 4
amazonas en las Antillas, agregándoles detalles de erudición –como la su-
El Río de la Plata en imágenes
puesta mutilación de un seno– que pronto repetirían los mismos conquista-
dores, como lo hacen estos cronistas. (Para un acercamiento a la relación
entre este mito y las crónicas de conquista, ver March y Passman 1994;
Leonard 1996: 59-67).
24
Para un análisis del tipo de condicionamientos entre forma y conteni-
do del mensaje o proyecto utópico, ver Fortunati 2001: 7-10 y 71-81.
25
Cabe destacar ciertas diferencias entre los historiadores en lo que a
este episodio respecta. Enrique de Gandía, por ejemplo, sostiene que Se-
bastián Gaboto (originalmente Sebastiano Caboto) firmó la capitulación
para ir a las Molucas sólo con el fin de conseguir del emperador los elemen-
tos necesarios para el viaje, pero su idea fue siempre la de remontar el río
de Solís, donde se creía que existían grandes riquezas. Esta afirmación se
basa en el estudio de José Toribio Medina sobre la figura de Caboto. Si bien
la presunción de Medina no es retomada por los historiadores contemporá-
neos, es interesante traerla a colación para dimensionar el lugar que ocupa
el relato del oro en el emprendimiento del viaje en sí (de Gandía 1929; Palabra e imagen
Toribio Medina 1908).
26
El relato indígena no pierde credibilidad en este contexto porque se Las imágenes transmiten significados diferen-
halla enmarcado por otro relato, generalmente europeo, que es el que aporta tes a los de las palabras, aún cuando pretenden
el dato mítico y valida su existencia. Las palabras de los naturales de la ser la mera traducción de un mensaje verbal.
región funcionan como un elemento más corroborador de lo ya conocido y Bernardette Bucher
divulgado por otros expedicionarios, adquiriendo de este modo un valor
suplementario que hasta el momento no poseían.
Hasta aquí se ha trabajado el discurso de y sobre el Río de la
Plata, los tópicos construidos y continuados, los problemas re-
presentacionales con los que se enfrentaron los cronistas a la
hora de poner en palabras la realidad disruptiva con la que se
toparon. Sin embargo, no fue sólo la escritura el vehículo utili-
zado para mostrarle a Europa estas nuevas tierras descubier-
tas. La imagen también cumplió un rol importante, en ocasio-
nes central, al ilustrar las dificultades de ver lo nuevo e intentar
representarlo y al poner en evidencia, quizás más elocuente-
mente, la incidencia de los imaginarios en el momento de ele-
gir la escena, de delinear las figuras, de componer el cuadro.
Pero la relación entre palabra e imagen no fue privativa de las
crónicas rioplatenses; de hecho, el primer texto ligado a la con-
214 215
quista y al descubrimiento de América ya poseía una ilustración Europa ya que se comienza a utilizar la técnica de la impresión en
que lo acompañaba. cobre, hecho que marcará los inicios del libro ilustrado como gé-
nero.1 Existen asimismo motivos de orden histórico que explican
el florecimiento posterior de esta práctica: por un lado la escasez
inicial de noticias sobre el descubrimiento, por el otro el temor de
las autoridades españolas y portuguesas de que se divulgara de-
masiada información sobre las nuevas tierras antes de que sus
respectivas coronas afianzaran su dominio sobre ellas (Alegría
1978). Sea nos inclinemos por razones de orden histórico o artísti-
co, lo cierto es que, si bien existen representaciones tempranas,
como las de Hans Burgkmair para un libro para Maximiliano I
(1516-1519) y la serie de dibujos de las maravillas naturales y arti-
ficiales del Nuevo Mundo que realiza Gonzalo Fernández de Ovie-
do (1535), la mayoría de las imágenes que conforman la tradición
icónica americana se produce durante la segunda mitad del siglo
XVI. Entre ellas, cabe mencionar los grabados que ilustran la des-
cripción del Perú de Pedro Cieza de León (1553), aquellos que acom-
pañan el relato de las aventuras vividas por Hans Staden, cautivo
de los tupinambás de Brasil (1557), las imágenes de indios ameri-
canos que ilustran las obras del franciscano André Thevet (1557-
1. “Insula hyspana”. Grabado de la edición latina
1575), los diecisiete grabados de plantas y actividades indígenas de
de la Carta de Colón (Basilea 1493). Girolamo Benzoni (1565), las representaciones de la obra de Jean
de Léry (1578), y los dibujos de los sujetos americanos que Jac-
Este grabado es la representación gráfica más antigua del Nue- ques le Moyne y John White (1580) realizan con relativa lealtad a
vo Mundo y del indio americano y, por tanto, considerada “la pie- lo que observan en su calidad de testigos.2 Esta tradición de ilus-
dra angular de la épica visual de la conquista y colonización de traciones sobre América, que se desarrolla a lo largo del siglo XVI,
América” (López Baralt 1990: 71). Si bien Insula Hyspana data de está altamente alimentada por los trece tomos de los Grands Vo-
fines del siglo XV, habrá que esperar hasta avanzado el XVI para yages que Jean Theodore de Bry y su familia publican entre 1590
que la práctica iconográfica americana, que acompaña los relatos y 1634. Pero también, aunque menos conocidas, por las veintiséis
de viaje y exploración, se acreciente y consolide. La elaboración partes que componen la colección de relatos de viaje que edita
de la imagen gráfica del Nuevo Mundo fue lenta en un principio Levinus Hulsius entre 1598 y 1660.
porque el medio –el grabado en madera o xilografía– limitaba tan- Este rápido listado de viajeros, conquistadores, editores y
to la cantidad como la calidad de las ilustraciones. A partir de la artistas dedicados a ilustrar textos de exploración y descubri-
segunda mitad del siglo XVI, el grabado se hace más abundante en miento muestra el auge de la imagen y su importancia como
216 217
complemento de la palabra. Las diferencias en este tipo de re- iconográficas que se elaboran. Pero todas ellas, de uno u otro
presentaciones están más bien ligadas al contexto de produc- modo, son ilustraciones de una obra escrita que relata el en-
ción de las ilustraciones sobre el espacio descubierto y al lugar cuentro con lo nuevo. Desde esta perspectiva, la interrelación
ocupado por el dibujante en el viaje, si es que le cupo alguno. entre palabra e imagen no puede ser concebida como un ele-
Estos aspectos cambian el punto de mira y las características mento más en el análisis de los relatos de viaje sino, por el
del grabado o dibujo a ofrecer. La relevancia de la imagen de contrario, y como podrá observarse, como uno de los ingredien-
corte etnográfico, que busca alcanzar un valor “documental”, es tes esenciales de las crónicas sobre América.
observable, por ejemplo, en aquellos que responden a una mi- Es evidente que las prácticas culturales a las que apela el
sión oficial; mientras que el fuerte ingrediente narrativo, ale- sujeto europeo no acaban en la legitimada letra; en pos de dar
górico o mitológico es practicado principalmente, si tenemos en cuenta de esa amplitud semántica, que los propios textos ofre-
cuenta la importancia de los Grands Voyages de de Bry, por aque- cen y que el listado elaborado evidencia, se aborda aquí la ima-
llos ilustradores de crónicas que relatan un viaje que ellos mis- gen que forma parte del relato sobre el Río de la Plata. La idea
mos no realizaron. Gonzalo Fernández de Oviedo es cronista es analizar aquellas crónicas de la conquista rioplatense que
oficial de Carlos V e ilustrador, la imagen funciona en su texto a ofrecen una doble vertiente representativa, tanto iconográfica
la par de la palabra, como complemento –si no suplemento– de como verbal: Derrotero y viaje a España y las Indias de Ulrico
la incapacidad expresiva del lenguaje para dar cuenta de la no- Schmidl y La Argentina de Ruy Díaz de Guzmán. Las imágenes
vedad que, por momentos, resulta difícil de asimilar o encua- son diferentes: por un lado está el mapa confeccionado por el
drar en los parámetros discursivos que el cronista posee.3 El propio cronista mestizo, el cual se lleva a cabo en el territorio
caso del artesano realizador de la Insula Hyspana, como el de que la imagen ilustra; por el otro, los grabados que se agregan
muchos ilustradores, es otro. Sin haber conocido el nuevo espa- a la obra de un viajero como Ulrico, editados por Levinus Hul-
cio descubierto, con la Carta de Colón en sus manos y con las sius en Alemania. Desde esta parte de América se cartografía el
herramientas gráficas que tiene, elabora un grabado elocuente Río de la Plata para España, desde Nüremberg se ilustra la ex-
(real e imaginario) de América. Como señala López Baralt, periencia americana de un soldado alemán para el público euro-
peo. ¿Qué valor poseen estos grabados en el conjunto de la obra
el uso indiscriminado del grabado –producto de artesanos que nunca pusie- de la que forman parte, cuál es su función en estas crónicas,
ron un pie en el Nuevo Mundo– es evidente. La figura de la Insula Hyspana qué aspecto o episodio recortan, cómo funciona el texto en la
muestra una galera en nada adecuada para un viaje transatlántico: el gra-
confección de la representación iconográfica o cartográfica y
bado había sido usado antes para ilustrar relatos de viajes por el Mediterrá-
neo, y sólo sufrió ligeras modificaciones para adaptarse al nuevo contexto viceversa, por qué el autor o editor optó por determinada ima-
(1990: 73). gen para un momento específico y por qué decidió delinearla de
ese modo? Estos son algunos de los interrogantes que recorren
Claramente, con el texto frente a sus ojos –e incluso más el análisis aquí desarrollado. La propuesta entonces no es ahon-
allá de él– el artista alegoriza, traslada y compone la escena. dar en el valor mimético de las ilustraciones, sino examinar los
Esta distinción entre quien ilustra en presencia y quien lo hace principios básicos que las componen, para poder leerlas como
en ausencia es sustancial en cuanto al tipo de representaciones un sistema con coherencia interna, con sus respectivos fines,
218 219
condicionamientos y valores. En suma, el objetivo es poner el la misma crónica, en la misma lengua y durante el mismo año de
foco en la representación visual que se elige llevar a cabo en 1599. Arana señala que la colección de viajes de Hulsius se publi-
función del texto que acompaña, ilustra, complementa o que, có a imitación de la de de Bry, empleando incluso colaboradores
azarosa o deliberadamente, excede. que el primero había utilizado, como el mismo Arthus.8 La co-
nexión con de Bry es asimismo sostenida por el biógrafo de Hul-
sius, quien afirma que este último sigue los pasos de su compa-
Primera Parte triota y sostiene incluso cierto lazo de amistad entre los editores.
La crónica de Ulrico Schmidl Por otro lado, el conocimiento de la obra de de Bry se hace evi-
y las ilustraciones de Hulsius dente en el prólogo mismo. Pero allí Hulsius busca diferenciar el
texto que publica de la edición inmediatamente anterior de su
1. La edición de Levinus Hulsius4 contemporáneo. En el prólogo a la Vera historia admirandae cuius
dam navigationis, quam Huldericus Schmidl, Straubingensis, ab
En 1599 se edita en Nüremberg la crónica de Ulrico Schmidl Anno 1534 usque ad annum 1554, in American vel novum Mun-
en alemán y latín, relato que constituye la cuarta parte de la dum, iuxta Brasiliam & Rio della Plata...., Levinus Hulsius hace
Colección de veintiséis viajes a diferentes partes del mundo… constar que realiza esta publicación por haber llegado a sus ma-
publicada por Levinus Hulsius.5 Esta es la segunda traducción nos un ejemplar de la Relación de este autor que supone original
latina del relato del soldado alemán, la primera la realizó el por tener el retrato de Schmidl. Es interesante la observación de
profesor Gothard Arthus, también en 1599, para la colección de este editor para quien el grabado representando al soldado y cro-
viajes de de Bry. 6 nista es la marca prácticamente incuestionable de la veracidad
En su estudio bibliográfico sobre la obra de Schmidl, Enri- del relato que ha hallado.9 El aporte de esta edición está basado,
que Arana detalla las características de cada edición de esta entonces, en una cuestión clave: la nueva documentación, cuyo
crónica y, en lo que concierne a la de de Bry, menciona que carácter verídico es subrayado por el editor, que funcionará como
posee “una lámina representando un puerto con la ciudad a la punto de referencia incuestionable de la historia “vera” que él
derecha del lector” (Arana 1931). Bernadette Bucher también publica.10 Las diferencias con el libro de de Bry no acaban aquí;
hace referencia a las ilustraciones de la obra de de Bry y especi- esta publicación posee, además, no cuatro sino dieciocho graba-
fica que el relato de Schmidl, el cual abre la parte séptima de dos, no imágenes fantásticas sino representaciones iconográficas
los Grands Voyages, se halla acompañado por cuatro grabados que intentan seguir el texto que acompañan, incorporando un
que “son pura fantasía, en parte inspiradas en cuadros previos sesgo etnográfico ausente en la edición previa. Y junto a ellas, se
de la colección de de Bry”;7 en estas imágenes, aclara además, suma también un mapa de América en dos hojas: la primera com-
“la etnografía es completamente descartada en favor de anécdo- prende la parte septentrional de nuestro continente hasta el pa-
tas simples sobre las relaciones entre los indios y los conquista- ralelo 23º 30’, y la segunda la parte meridional alcanzando hasta
dores españoles” (Bucher 1981: 19). el paralelo 54.11
La edición ilustrada de de Bry es conocida por Hulsius y clara- Si bien en el prólogo de esta publicación se señala la impor-
mente ejerce su influencia en el tipo de libro que éste publica de tancia que posee el retrato de Schmidl, en líneas generales el
220 221
conjunto de ilustraciones que componen su edición no son men- rable, qué parámetro discursivo utilizar para poder otorgarle el
cionadas en el mismo nivel que el aporte documental de la Re- nivel de legibilidad necesario), una de las preguntas que surge
lación hallada y a partir de la cual se realiza la traducción. Esta al imaginarse un conjunto de ilustraciones de este relato es
diferenciación puede explicarse debido al carácter ilustrativo cómo abordar esta cuestión desde la imagen y en 1599, es decir
con el que se las concibe;12 pero, contrariamente a lo imaginado treinta y dos años después de la primera edición de 1567. Esta
por el editor, esas imágenes, entendidas como suplemento del vez el ilustrador no es el propio cronista, no puede remitirse a
relato ofrecido, se convertirían posteriormente en la contribu- lo que ha visto y tratar de ser lo más fiel posible a lo que sus
ción sustancial de su publicación. El descubrimiento de diver- ojos han captado, esta vez lo que ve el dibujante es la palabra
sos códices de la crónica de Schmidl durante el siglo XIX colo- del que ha mirado y de quien reproduce a través de la letra lo
can a esta traducción en un segundo lugar13 y, así, el aspecto que ha experimentado física y visualmente. En este caso, quien
casi circunstancial de los grabados adquiere una centralidad que elabora los grabados libera su imaginación pero, por sobre to-
singulariza la versión publicada por Hulsius, convirtiéndola en das las cosas, se basa en el texto que posee frente a sí. Media-
la única que ofrece un amplio compendio iconográfico sobre el ción tras mediación, la mímesis esperada del objeto/sujeto ame-
Río de la Plata, sobre la historia y los avatares de su conquista. ricano se quiebra inevitablemente en su aparente “fidelidad
representativa” llegando incluso, a veces, a desvanecerse.
En esta publicación, editor y artesano deciden realizar un
2. Una imagen para el lector europeo evidente recorte: sólo quince capítulos poseerán una represen-
tación iconográfica y sólo una de ellas narrará el hambre. El
En Derrotero y viaje a España y las Indias Ulrico Schmidl resto no dará cuenta del padecimiento, del cautiverio, de la
ofrece especificaciones geográficas y etnográficas relativas al muerte por inanición, ni tampoco del derrotero. En la serie no
territorio que recorre, así como relata acontecimientos históri- hay proceso sino resultados; tal vez por eso la mayoría de los
cos que abarcan un amplio período temporal, desde su llegada grabados ponen en escena la grandiosidad del enfrentamiento
junto a Pedro de Mendoza hasta su regreso a Alemania. Tal entre indígenas y europeos.
como vimos, existe una nota común que caracteriza y particula- Ernst Gombrich señala que quien “desea representar una cosa
riza la vivencia en el Río de la Plata, que marca una huella real (o imaginada) no empieza abriendo los ojos y mirando, sino
explícita en el recorrido efectuado y en la narración del mismo: tomando colores y formas y construyendo la imagen requerida”
el hambre. Los padecimientos vividos por los europeos, las ra- (2003: 332). Evidentemente la ilustración del combate responde a
zones de los combates, los asentamientos o las retiradas se ex- ese requerimiento que dirige la elección del artista, mucho más si
plican, en gran medida, por esa carencia que los debilita, los la lucha representada inscribe y reinscribe los bandos en confron-
mata y, por sobre todas las cosas, los limita en su accionar. Si tación y sus respectivas funciones, cristalizando la imagen del grupo
una de las preguntas rectoras de nuestro primer acercamiento victorioso y vencedor en el que se encuentra el soldado-cronista,
a esta crónica se derivaba del desafío que entablaba este cronis- el ilustrador y, por extensión, el lector europeo que requiere esa
ta frente a la materia de su relato (cómo narrar el hambre de- codificada representación. De este modo puede pensarse entonces
trás del cual se inscribe el derrumbe de todo estereotipo espe- que, si en el texto escrito por Ulrico la victoria se encuentra en
222 223
parte desdibujada –ya sea por las constantes apelaciones a la ayu- pesar de que no logran apresar a ninguno de los enemigos y de
da divina que fue en su auxilio, ya sea por la declarada importan- que cuentan con escasos bastimentos para sobrevivir.
cia que tuvieron los arcabuces en el resultado final de gran parte
de las contiendas, o por las condiciones físicas de los sujetos y de
la tierra en sí– los grabados de combates que componen la edición
de Hulsius conforman el otro texto de esta crónica, un relato acor-
de con la superioridad y heroicidad esperada de los conquistadores
europeos. Es decir, más acorde con el imaginario victorioso de
conquista que el propio cronista poseía a la hora de zarpar y que
va perdiendo, en alguna medida, a lo largo de su experiencia, que
con la reconversión de tal imaginario que elige narrar y del que,
de hecho, da constantemente cuenta. Sin embargo, la divergencia
entre uno y otro acercamiento no es de contenido, no hay imáge-
nes fabulosas elucubradas por el ilustrador en función de lo que le
inspira el texto. Aquí cada grabado posee la inscripción explícita
del capítulo al que hace referencia y donde el lector encontrará
esa escena o descripción aludida en el grabado. Aún más, en lo que
respecta a las ilustraciones de lucha, todas responden a una bata-
lla, efectivamente realizada y narrada en la crónica, en la que
finalmente los españoles ganaron. Si hasta aquí la corresponden-
cia texto-imagen parece ser directa y lineal, la diferencia se abre
2. “Batalla con los querandíes”.Ulrico Schmidl, Vera historia admirandae
paso en función de los estereotipos ideológicos y visuales que diri- cuius dam navigationis quam ttuldericus Strawbingensis, ab Anno 1534
gen la representación. La distinción en este caso particular está usque ad annum 1554, in American vel novum Mundum, iuxta Brasiliam
impresa en la selección y en los detalles del combate, en su refe- & Rio della Plata... (Edición de Leuinus Hulsius, Nüremberg, 1599).
rencia u omisión, más precisamente en los motores del enfrenta-
miento, pero también en la dimensión que se le otorga a cada uno Como puede observarse, la imagen muestra a dos indígenas
de ellos. Vayamos caso por caso. con arcos y flechas que observan (¿comentan?) la lucha que se
Con excepción de las primeras dos imágenes que correspon- está efectuando a lo lejos. Desde “lo alto”, estos dos querandíes
den a retratos del cronista y del escudo que figura en el final, conforman el marco de la lucha; como una suerte de presentado-
realizadas por otro ilustrador,14 de las quince imágenes de la edi- res, extienden su brazo hacia la escena en la que debiera posarse
ción de Hulsius con las que contamos, siete representan comba- el ojo y que “ofrecen” como espectáculo digno de retrato. Obser-
tes. La primera ilustración responde al capítulo ocho y a la lucha vadores y, a su vez, futuros actores en la batalla (quizás también
entre españoles y querandíes. El combate con esta valiente tribu combatientes que a distancia traman la estrategia conveniente y
–ya estudiado en los capítulos anteriores– termina en victoria, a buscan el flanco débil), este dúo, junto a la gran cantidad de in-
224 225
dios representados en el grabado, ofrecen aparentemente una ra una cadena de significados que se adquieren en la experien-
visión de los indígenas más bien vencedora, victoriosa. Pero esta cia de la conquista misma y que sólo posee, por ende, el solda-
percepción, que permite la imagen de combate, decae frente a la do. La falta de mujeres y niños tiene un sentido proyectivo: es
agresión representada por los europeos a caballo y con sus res- escasez, posible hambre, breve asentamiento. Por otro lado,
pectivas armas. Ante ellos, ante esta presencia elocuente, pierde como la imagen ilustra una batalla que será victoriosa, es difícil
eficacia tanto la numerosa cantidad de hombres del bando ene- –si no imposible– deducir que todos aquellos que sobrevivan
migo como la ordenada táctica militar con la que se los represen- terminarán escapando y que los españoles no podrán apresar a
ta. Frente a la destreza en el manejo del fusil y de los arcabuces, ninguno. Esta especificación, que sí repone la crónica, le otorga
frente a la lucha cuerpo a cuerpo y con el caballo, se destierra otro rumbo a la escena narrada y, así, teniendo en cuenta el
toda posibilidad de desventaja por parte de los españoles. Ante lugar de botín de guerra que poseían los cautivos y su función
ellos, nos dice el grabado, o por lo menos ése parece ser el men- de manutención de los europeos, el saldo del enfrentamiento
saje, sólo cabe la muerte o la huida. Éste es, precisamente, el bélico, que en primera instancia resultaba más que positivo,
relato que narrarán las imágenes que inaugura este grabado y comienza a declinar.
que compone lo que llamaremos la serie bélica. Lo que resulta interesante al confrontar texto e imagen es
Los aspectos negativos de esta victoria no son representa- que el ilustrador haya optado precisamente por el capítulo ocho
dos. Si la ilustración se propone acrecentar la visión positiva como punto de referencia para la ilustración. El encuentro con
del accionar conquistador europeo sobre el territorio rioplaten- la tribu de los querandíes se relata en el capítulo anterior, en el
se y sus habitantes, el combate como núcleo narrativo, como que se ofrecen características generales de estos indígenas, desde
causa y fin, se convierte en el motivo ideal. El resto, los resul- su buena y servicial actitud inicial para con los europeos, hasta
tados posteriores a la victoria, los elementos o las circunstan- su nomadismo, sus mujeres y sus alimentos. Hacia el final del
cias que pueden revertir la dicotomía vencedores-vencidos, no capítulo siete, Ulrico relata el hecho que constituye la razón
son abordados por el ilustrador y, de algún modo, no son siquie- del ataque, el cual será narrado posteriormente.
ra legibles para el lector europeo, aunque el propio Ulrico no
deje de explicitarlos. En esta línea, cabe destacar que en la se- Los susodichos Querandís nos han traído diariamente al real durante
rie bélica en general se evidencia una falta clara de mujeres y catorce días su escasez en pescado y carne y sólo fallaron un día en que no
nos trajeron que comer. Entonces nuestro general don Pedro Mendoza
niños indígenas, lo que podría explicarse, por lo menos en lo
envió enseguida un alcalde de nombre Juan Pavón y con él dos peones (...).
que respecta a esta ilustración en particular, debido a una ads- Cuando él llegó donde aquellos estaban, se condujo de un modo tal con los
cripción clara y fiel a lo señalado por el narrador: “habían hecho indios que ellos, el alcalde y los dos peones, fueron bien apaleados; y des-
huir sus mujeres e hijos antes de que nosotros los ataca[ra]mos” pués dejaron volver los cristianos al real. Cuando el susodicho alcalde tornó
(40). Sin embargo, esta ausencia no tiene significación alguna al real, metió tanto alboroto que el capitán [dispuso se] (...) diere muerte y
cautivara o apresara a los sobredichos querandís (38-39).
para el lector o ilustrador europeo en tanto se mantiene dentro
de los parámetros previsibles y ampliamente compartidos de la
lógica masculina del combate. Pero, como el propio Ulrico lo Lo curioso de esta omisión no se debe al aspecto casi injustifica-
do del ataque sino a la razón que lo genera: la falta de alimentos y el
comenta, esta falta debe leerse en otros términos ya que dispa-
226 227
hecho de que los indios no les provean bastimentos durante un solo
día. El hambre motiva la visita de Pavón, su comportamiento y la
posterior lucha. La enunciación de esta circunstancia que provoca
el enfrentamiento con los querandíes humaniza a los españoles,
pone en evidencia sus necesidades, el nivel de dependencia al que
están sujetos, los debilita. Por eso, de esta causa no hay marca
alguna en la imagen, los padecimientos de hecho se desdibujan –
cuando no desaparecen– frente a la victoria que supone vencer ante
“cuatro mil indios”. Las contadas figuras de europeos frente a la
voluminosa masa indígena acrecientan el valor de los primeros,
potencian su heroísmo y resignifican el victorioso resultado final.
La siguiente imagen de la serie bélica corresponde al capítu-
lo once, el cual se halla precedido por el relato del hambre y la
antropofagia entre cristianos. Este episodio, narrado previamen-
te, poseerá la única ilustración de la serie total que dará cuenta
del sufrimiento vivido por los europeos. Siguiendo a de Bry y a 4. “El hambre” (Huisius 1599).
su impactante imagen de la antropofagia entre cristianos, Hul-
sius también muestra a los españoles comiendo carne humana La relación con las representaciones iconográficas de de Bry es
de sus propios hermanos muertos. explícita en este caso. En ambos grabados hay tres hombres muertos
que están colgados, mientras otros tres se dedican a la tarea de cor-
tar la carne de los cuerpos de sus compañeros ya sin vida. La diferen-
cia que ofrece Hulsius, más allá del agregado de la matanza de ani-
males en el fuerte, está dada principalmente por el anclaje espacial
que puede observarse en lo alto y lo bajo del grabado. Mientras que
en un caso el contexto geográfico “explica” la escena, en el caso del
grabado de de Bry esas carpas de campaña “orientalizadas” no esta-
blecen una referencia espacial específica y envían al lector a su vez
hacia lejanas tierras exóticas. En las ilustraciones de de Bry, lo que
queda claro es que el centro de la imagen está puesto en esos hom-
bres que cuecen, cortan y comen carne humana, lo que está colocado
en primer plano es que esos hombres, todos ellos, son españoles.
Ahora bien, más allá de las similitudes o diferencias que existen
3. “Petrus Manchossa Tribus Furibus Justiciam Administrat”.
Jean Théodore de Bry, Historia Americae sive novi orbi,
entre una y otra representación, más allá del evidente diálogo que
Pars VII (Frankfurt 1590-1634). entablan ambas obras, en el caso de la edición de Hulsius esta ima-
228 229
gen no sólo da cuenta del hambre. En el conjunto total, este grabado En la ilustración, la desmesura del ataque indígena se
adquiere una significación mayor como prolegómeno del inmediata- halla representada por la diversidad en la composición de
mente posterior. Es decir, es una suerte de marco al enfrentamiento los bandos. Nuevamente, ante una gran cantidad de hom-
que se elige representar luego. El combate del capítulo once adquie- bres que componen la fuerza enemiga, unos pocos europeos
re nuevos sentidos: al hambre padecida le sigue el asedio y el ataque mantienen la lucha hasta el fin. La imagen reproduce am-
indígena. Así, el oportunismo del Otro se incrementa y el saldo final pliamente tal aspecto violento, ya que a los veintitrés mil
de esta lucha adquiere visos heroicos, casi ficcionales. mentados se suma la quema de los barcos, la exhibición de
Es la falta de alimentos precisamente lo que mantiene reuni- los cuerpos colgando de sus horcas y la aparente devasta-
dos a los europeos durante un mes en la ciudad de Buenos Aires ción. Pero como en un relato bíblico, a pesar de que su idea
y lo que los debilita frente al enemigo. “En este tiempo en que “era darnos muerte a todos nosotros”, “Dios el Todopodero-
estuvimos reunidos, vinieron los indios contra nuestro asiento so no les concedió tanta gracia” (43). La fidelidad divina obra
de Buenos Aires con gran poder e ímpetu hasta veintitrés mil en favor del cristiano y en contra del infiel, como era de
hombres y eran en conjunto cuatro naciones” (42). Es esta bata- esperarse; de este modo, “aunque quemaron nuestro lugar”,
lla, por sobre todo desigual en lo que respecta a los grupos con- la victoria no estuvo de su lado. Cuando los europeos des-
frontados y a las fuerzas que detentan cada uno de ellos, otra de cargan la artillería, los otros se retiran dejando “en paz a
las escenas elegidas por el editor. nosotros los cristianos”. El ilustrador no elige representar
la huida pavorosa ante la artillería pesada de los europeos
porque ésta no contribuye al ideario conquistador que se
busca alimentar con el conjunto de grabados. En un in cres-
cendo evidente, de cuatro mil a veintitrés mil, la serie va
construyendo una imagen dicotómica claramente legible y
ya muy codificada desde Europa, así como va elaborando un
lugar de heroicidad, sostenido no en “la gracia divina” ni en
el pavor que produce el arma potente empleada (que, por
otro lado, aquí, en el marco de la representación icónica,
resulta aleatoria), sino en la destreza y la habilidad del hom-
bre europeo en la lucha contra el Otro. El conquistador cum-
ple así su destino de guerrero que afronta con entereza y
habilidad las batallas, sean cuales fueren las condiciones en
que éstas se establezcan.
La tercera imagen, que corresponde al capítulo veintiuno,
pone en escena, ahora sí, el ataque directo, fructífero y eficien-
te de los españoles.
5. “El sitio de Buenos Aires” (Hulsius 1599).
230 231
en esta imagen. Si bien los indios defienden el lugar “muy va-
lientemente por dos días”, terminan rindiéndose, pidiendo per-
dón y ofreciendo, tanto al capitán como a la gente de guerra,
comida y mujeres. Esta vez el rédito es positivo por donde se lo
mire, la victoria es incuestionable, la superioridad táctica y es-
tratégica indiscutida y el saldo final responde, sin forzamiento
alguno, al imaginario conquistador elaborado desde el Viejo
Mundo: a su total disposición, los vencidos se dispusieron a ha-
cer “todo cuanto nosotros quisiéramos” (el subrayado es mío).
La cuarta imagen, que ilustra el capítulo veinticinco, es la
única ilustración de lucha no victoriosa porque, en rigor, no re-
presenta un combate ni un ataque entre bandos enemigos sino
una emboscada. Su inclusión se explica no sólo por la importan-
cia del acontecimiento al que hace referencia, la muerte de Ayo-
las, sino también por la connotación que ofrece del indígena.
6. “La ciudad y la pelea de Lambaré” (Hulsius 1599).
con sus cuarenta mil hombres de pelea con arcos y flechas y dijeron a nues-
tro capitán general Juan Ayolas que nos volviéramos de nuevo a nuestros
bergantines o nuestros barcos, y ellos nos proveerían de bastimentos y tam-
bién de lo que nosotros necesitáramos y que nos alejáramos de allí; sino ellos
serían nuestros enemigos. Pero (...) ya que nosotros no quisimos hacer esto,
tomaron ellos sus arcos y nos recibieron (...) Cuando estuvimos cerca de
ellos, hicimos estallar entonces nuestros arcabuces. Cuando ellos oyeron
nuestras armas y vieron que su gente caía al suelo y no veía ni bala ni flecha
alguna, sino un agujero en el cuerpo, no pudieron permanecer y huyeron y
caían los unos sobre los otros como los perros y se fueron a su pueblo (56-57).
232 233
Como puede observarse, en el centro de la imagen hay un gen de deslealtad destierra la posibilidad de la victoria, deja de
grupo de españoles acicateados y muertos por las flechas de los lado la representación del combate y pone sobre el tapete la
indígenas, rodeados por un cantidad importante de indios que “ferocidad mal habida” del infiel. El plan, cuando lo hay, es plan
aparecen por doquier, por detrás de los arbustos, saliendo de de traición, emboscada, muerte y animalidad. Como “perros
sus asentamientos, todos en actitud de guerra, todos atacando hambrientos” atacaron a sus víctimas desprevenidas y confia-
sin medida al grupo casi minúsculo de los desvalidos cristianos. das pero, por sobre todas las cosas, en desigualdad de condicio-
nes, débiles y sin armamento. La muerte de Ayolas, tan lamen-
tada por el cronista, acontecimiento crucial en la historia del
Río de la Plata, se merecía desde ya un lugar en la representa-
ción iconográfica ofrecida; la muerte de “nuestro capitán” posi-
bilita la imagen demonizada del indio, ilustración requerida en
algún momento de la serie.
El grabado siguiente también trabaja el motivo de la trai-
ción indígena.
resultó que los sobredichos Naperus y Payaguás se convinieron entre sí, las
dos generaciones e hicieron un contrato o sea alianza entre ellos, que iban
a dar muerte a nuestro capitán Juan de Ayolas. (...) Así cuando nuestro
capitán (...) por no haber sido prevenido ni haber recelado de ellos, estuvo
a las tres jornadas entre los Naperus y los Payaguas en un gran matorral y
bosque, ellos han realizado allá su plan y estuvieron ocultos a uno y otro
lado del camino donde debía pasar el pobre Juan Ayolas (...). Ahí atropella-
ron ellos (...) como perros hambrientos a los cristianos y los mataron, que
ninguno se salvó (64).
234 235
Correspondiente al capítulo veintiocho, aquí se relata el pe- realizada sea efectiva. El trueque, hombres por comida, es la
dido de Zaique Limy, principal de los timbúes, amigo de los cris- base del parlamento del hermano de Zaique Limy y, muy proba-
tianos. Éste envía a su hermano Suelaba para solicitarle al ca- blemente, la razón que lleva al capitán a ofrecer no seis, como lo
pitán que pide Suelaba, sino cincuenta hombres para ir hacia su pueblo.
Aunque el hambre, que es en gran medida el móvil de la acción
le diere seis cristianos que tuvieren sus arcabuces, pues él tenía intención también bélica, no aparece representada en las ilustraciones de
de llevar su hogar con sus amigos a nosotros y (...) como él tenía miedo de combate propiamente dichas, en ésta en particular encuentra por
sus amigos los Timbús, por esto pedía los seis cristianos a nuestro capitán
primera vez lugar donde manifestarse.
para que él trajere con más seguridad sus trastos caseros, mujer e hijos y lo
que ahí tuviere menester. (..) El se ofreció en grande a nuestro capitán, que
él pensaba traernos comida y que cuanto nosotros creyéramos necesario,
eso lo haría (68).
236 237
Ulrico ironiza y señala que los indios les “bendijeron la comida La capacidad bélica en este caso ha sobrepasado lo narrado
de tal modo”… En esta última cena, con el beso de Judas cercano en ilustraciones anteriores. Ni ayuda divina, ni circunstancias
y rondando, los infieles traidores acometen sobre un grupo de favorables, en esta oportunidad la victoria es resultado de pura
“confiados apóstoles de la civilización”. estrategia militar: 1º) detenerse y acampar en un gran bos-
La sexta imagen de la serie corresponde al capítulo cuarenta que, 2º) marchar contra los indios, 3º) sitiar las empalizadas y
y dos e ilustra, en este caso, la victoria contra los carios. Luego los fosos donde pretenden guarecerse, 4º) hacer grandes rode-
de combatirlos durante tres horas, éstos huyen hasta un lugar las o paveses con los cueros de los venados y antas, 5º) realizar
fortificado llamado “La Frontera”. El triunfo es devastador, la un nuevo ataque contra los tres sitios, 6º) llevar a cabo la ma-
alianza entre cristianos y yapirus les permite salir vencedores, tanza total para lograr así la victoria. La hazaña del héroe
matar alrededor de dos mil hombres frente a diez españoles. El contra lo inesperado o desmedido se quiebra aquí frente a la
grabado representa la huida desesperada de los indios hacia la estrategia y la alianza con la nación yapirú. La fuerza del eu-
fortificación que no los ampara. La frontera es traspasada, no ropeo se ve en la imagen y se aprehende en el texto. El héroe
hay límites físicos para los españoles, dice la imagen, a no ser es aquí, por sobre todo, guerrero y ése es el aspecto que en-
el límite corrosivo y restrictivo del hambre y la sed que relata grandece el ilustrador: su habilidad, su capacidad, su sobredi-
el cronista.15 mensionada fuerza, observable en la huida desesperada y en
la matanza sin piedad de “hombres, mujeres y niños”. Pero el
grabado no muestra esta vez la traición indígena porque no
está dirigida hacia el español sino hacia sus congéneres. Es
precisamente el relato de un cario que viene a comunicarles
cómo se puede ganar el lugar lo que posibilita el éxito de la
contienda. Ante esta evidencia, la supuesta estrategia relata-
da y representada en la imagen no resulta tan efectiva. La
victoria final es condición de ese relato de otro Judas que, al
no dirigir sus acciones contra el nosotros del texto, ya no po-
see ni la connotación religiosa ni la negatividad imaginable.
En tanto propiciadora del triunfo, la delación del indio no es
juzgada y, por ende, resulta innecesaria en la ilustración. Así,
este hecho, crucial según Ulrico, omitido en la ilustración que
representa al desafiante español, permite una vez más conti-
nuar en el carácter gradativo, siempre positivo y prometedor,
del europeo conquistador. Por eso el último grabado de la se-
rie, basado en el capítulo cuarenta y siete y en el ataque entre
españoles y carios contra mayáguenos, muestra nuevamente
11. “Asalto de la Frontera” (Hulsius 1599). a un mismo vencedor.
238 239
3. La fábula de América
240 241
ción: el asentamiento (momentáneo o prolongado) o la retirada En esta imagen aparece el pescado, principal alimento de
y la reanudación inmediata del viaje. El caso de los chanás sal- esta tribu, y una mujer cociéndolo en el fuego, quien se lo ofre-
vajes es un buen ejemplo. Cuenta Ulrico que después de nave- ce a los otros dos sujetos que componen la escena. La cocina de
gar río arriba por el Paraná, llegan a este pueblo. Luego de la comida aparece representada en el centro de la ilustración,
describir físicamente a los hombres como bajos y gruesos y de junto a la mujer timbú de pie que, de algún modo, la señala con
señalar la desnudez que los caracteriza, especifica que “no tie- uno de sus brazos. Ulrico comenta que estos indios suelen co-
nen otra cosa para comer que carne y miel” (51). Es precisa- mer carne y pescado y que en toda su vida no han comido otra
mente esta posesión, que se muestra escasa, lo que lleva a que cosa. La simplicidad del alimento que caracteriza a estos indios
el narrador y su gente no permanezcan “más de una noche [en- contrasta con la segunda ilustración.
tre estos indios] pues ellos no tenían nada que comer” (51).
En la serie bélica trabajada la comida sólo aparece una vez y como
el elemento que posibilita la traición al europeo. Su falta de repre-
sentación en esta serie puede explicarse en función de la relevancia
que posee la acción guerrera en sí misma o en función de la narrati-
vidad de las escenas elegidas para ilustrar. El alimento recupera ese
lugar que le adjudica una y otra vez el texto en los grabados que
describen determinadas tribus indígenas. El ilustrador elige tres gru-
pos en los que se detiene el narrador, de los cuales se trabajarán aquí
dos.16 El primero de estos grabados ilustra a los timbúes.
242 243
avestruces, ovejas indias, conejos, gallinas y gansos y otras saban- cuenta, en este sentido, que para 1599, de Bry mediante, ya
dijas”, además de la “divina abundancia [de] miel” que poseen (54). existen una serie de convenciones (ideológicas e iconográficas)
En el grabado, los alimentos aparecen en primer plano, desperdi- sobre América que este editor respeta y repite. La particulari-
gados sobre la tierra, la fauna descripta por el cronista aparece dad rioplatense que Ulrico ejercita a través de su pluma, que
representada como telón de fondo, parte del escenario natural en explica el pobre rédito alcanzado en el viaje, en la que se sostie-
el que viven estos indios. La mujer aquí representada ofrece fru- ne la relevancia misma de la historia que escribe, está clara-
tos al hombre que la acompaña, tiene una canasta repleta de és- mente fuera de ese parámetro que funciona tan aceitadamente
tos, mientras los animales “corretean” o “posan” en segundo pla- en el imaginario europeo. Si, además, la singularidad espacial
no, componiendo así el cuadro esperado, casi ideal. Las imágenes atenta contra la convención aventurera, mítica y, principalmen-
representan entonces un espacio dador por excelencia, sus muje- te, económica que define al viaje de conquista y exploración,
res ofrecen alimentos, las tribus poseen abundancia y/o diversi- ésta pierde, entonces, toda posibilidad de ocupar un lugar en la
dad. La imagen edénica del Nuevo Mundo, creada por Europa so- escena. El Río de la Plata es, entonces y más allá de lo que el
bre la base de sus mitos previos, se reproduce una vez más aquí. propio texto que ilustra profiere, el marco espacial donde suce-
Pero el ilustrador no falsea el texto, representa lo señalado por el de la acción que coloca a los españoles como protagonistas. Esta
cronista casi fielmente. La recreación reside en la selección y en acción dramática por ellos ejercida no es significada en función
la composición que lleva a cabo. Las ilustraciones que dan cuenta del espacio que representa sino de quienes lo experimentan. Es
de descripciones precisas remiten a pueblos indígenas con alimen- decir, dado que en estos grabados el espacio pierde su categoría
tos, con quienes, de hecho, los europeos se quedan y donde asien- de objeto representable en su particularidad, el sentido de la
tan por tiempo prolongado. La imagen que representa la excep- ilustración no lo da él mismo, relegado ahora a simple escena-
ción a la experiencia constante de hambre y padecimiento es la rio, sino el recorte homogeneizador que se ejerce sobre él.
elegida por el editor. La visión europea de América entra en juego En la americanización unificadora del Río de la Plata la ima-
en la selección ofrecida, desandando en este caso la problemática gen adquiere valor en función de su eficacia en el contexto de
que el propio texto plantea en su completud. Es decir, estas des- acción alemán; la legibilidad está ahora garantizada: en la serie
cripciones elegidas no establecen, a diferencia de la mayoría que bélica el combate se resuelve en victoria, en los retratos indíge-
pueblan la crónica, problema alguno. Ellas forman parte de los nas el alimento se ofrece en abundancia. La crónica de Ulrico
escasos instantes en los que Ulrico no maldice sino que agradece, deja de ser el relato de un “país malsano” para pasar a conver-
en los que “Dios el Todopoderoso [les dio] su gracia divina” al po- tirse, desde estas imágenes que lo ilustran, en la historia de
nerles estas naciones en su camino. Son esos breves momentos una tierra que confirma el mito. 17
los que rescata y recalca el ilustrador, construyendo así una histo-
ria disímil a la decepcionante que relata el soldado alemán, pero
también más acorde con el mito americano de la abundancia y, por 4. El observador
ende, más eficaz en su naturaleza prototípica.
Estas imágenes que se ofrecen a la vista socavan la especifi- En su estudio sobre la perspectiva, Panofsky reproduce una
cidad de lo vivido por Schmidl en esta tierra. Hay que tener en famosa afirmación de Durero: “lo primero es el ojo, lo segundo el
244 245
objeto visto, lo tercero la distancia intermedia” (1995: 51). Según de lectura y en función de aquello que experimenta el viajero y
Panofsky, la historia de la perspectiva puede ser concebida “como que, de algún modo, se encuentra fuera de parámetro.
un triunfo del distanciante y objetivante sentido de la realidad, o Si el cronista es el primer lector de esa imagen americana,
como un triunfo de la voluntad de poder humana por anular las entonces es él quien, con su mirada inaugural, cuestiona el ni-
distancias; o bien como la consolidación y sistematización del mundo vel de visibilidad de ese objeto y luego el nivel de legibilidad de
externo; o, finalmente, como la expansión de la esfera del yo” (1995: esa representación; cuestionamientos que, muchas veces, el ilus-
51). Es en relación con esta ambivalencia que quienes reflexiona- trador duplica o reproduce. Quizás por eso, en este contexto
ron teóricamente sobre el arte comenzaron a preguntarse principalmente, lo primero sea inspeccionar los ojos que ven,
sus estructuras, sus alcances y límites, la historia previa que
si la construcción perspectiva del cuadro debía regirse por la posición efectiva establece o determina su capacidad visual.
del observador (....) o si, por el contrario, era el observador quien debía colo-
carse idealmente en la posición correspondiente a la estructura perspectiva
del cuadro y, en este último caso, debía cuestionarse por el lugar más idóneo
en el campo de la imagen para disponer el punto de vista (1995: 52). El ojo en el cuerpo ajeno
Las reflexiones de Panofsky y Durero sobre la perspectiva En Deconstructing America, Peter Mason sostiene que América
en el ámbito del arte pictórico nos permiten repensar cuestio- no es vista a través de los ojos europeos, sino que es construida me-
nes que resultan claves, discursiva e iconográficamente hablan- diante imágenes europeas de los propios Otros reprimidos y proyec-
do, para el campo que nos ocupa. Desde dónde se ve, se observa tados de Europa, es decir, que la visión europea de América ya había
lo otro, al Otro, cuál es la distancia que media entre el ojo del sido atravesada por preconceptos elaborados y arraigados en y por el
observador que reproduce textual o gráficamente aquello que Viejo Mundo (1990: 7-8. Ver también al respecto O’Gorman 1984;
se le presenta a la vista, cuál es la posición efectiva del mismo, Rabasa 1993). Roger Bartra avanza en esta línea en relación con el
quién determina o establece la “idoneidad” del punto de vista indígena al afirmar que “la cultura europea generó una idea del hom-
ejercitado, qué resulta finalmente imperante: el mundo exter- bre salvaje mucho antes de la gran expansión colonial, idea modera-
no sistematizado o la expansión del yo, o, en todo caso, cómo se da en forma independiente del contacto con grupos humanos extra-
produce y dónde se observa la tensión resultante entre ambos. ños de otros continentes” (1998: 12-13). De este modo, los hombres
En el ámbito colonial, la distancia, los límites que la estruc- salvajes resultan una suerte de invención europea que obedece esen-
turan, están fuertemente impregnados por condicionamientos cialmente a la naturaleza interna de la cultura occidental. El encuen-
ideológicos y culturales, marcados por la figura del destinatario tro con el Nuevo Mundo sirve, entonces, como “punto de articulación
al que se le ofrecerá ese escrito y/o esa imagen y, por ende, por de las demandas del logos unificador europeo con la proyección ex-
el nivel de decodificación que se pretende alcanzar con una u terna de las fantasías, los miedos y los deseos europeos” (Mason 1990:
otra representación. Estas dos directrices, que derivan final- 41). De ser así, como estos estudios lo demuestran, existiría cierta
mente de la figura madre del lector, establecen las tensiones fijeza en la representación del Otro, abonada por estereotipos ideoló-
ligadas al mundo de la representación, las cuales se producen gicos y visuales construidos por ese logos unificador. Por otro lado,
entre los objetos a dar cuenta de acuerdo con las expectativas en lo que a materia iconográfica se refiere, hay que agregar también
246 247
que el reducido conjunto de imágenes con el que contaban los graba- En estos fragmentos de imágenes bélicas, los indígenas apa-
dores de este tipo de libros para estas representaciones es indicativo recen desnudos, carentes de pelo, en contadas ocasiones con
del bajo índice de detallada información que era transmitida al Viejo alguna que otra pluma en la cabeza, 18 pero en líneas genera-
Mundo sobre las diferentes regiones del continente americano y sus les en posición de ataque, siempre indefectiblemente con sus
habitantes (Mason 1998: 17). arcos y flechas, ya sea que estén huyendo, ya sea que se ha-
El ilustrador de esta edición apela a ese molde plural y funcio- llen en medio de una lucha armada. En esta serie, estos suje-
nal, observable en ese restringido repertorio de ilustraciones que tos son, por definición, esa masa que se mueve, esa masa
poseían los dibujantes de este período. Esto es claro en el modo uniforme que es claramente lo otro del europeo, sin la vesti-
elegido para representar a los indígenas. En la serie ya analiza- menta que a éste lo caracteriza, sin el caballo sobre el que
da, los grabados no apuntan a establecer otra diferencia que no monta y sin las armas que porta, pero conservando siempre
sea cuantitativa, no hay marca corporal distintiva entre tribus, el aspecto salvaje que lo distingue. Y si en la primera ilustra-
ni territorial ni alimenticia. El indio funciona como tipo composi- ción vista aparecen dos indígenas en primer plano “presen-
tivo de un bando, generalmente opositor, al que representa; su tando”, “invitando” al espectáculo del combate que se ofrece,
imagen se define, entonces, en función de una uniformidad dis- éstos en su individualidad guardan las mismas característi-
tintiva que le permite al lector reconocerlo fácilmente. cas del grupo al que pertenecen. 19 Ellos son el recorte de una
escena de la que deben participar, a la que se dirigen con sus
manos, sus arcos y su mirada; el cuerpo mismo está de sosla-
yo a los ojos del espectador, así como ellos están a un costado
de la escena central.
El molde que se aplica para los querandíes es trasladable
a los demás pueblos. La fijeza representacional posibilita
una variabilidad nominativa que responde a su vez a una
uniformidad de raza y género. La imagen modélica del indí-
gena, observable en los cuatro recortes de diferentes tri-
bus, es funcional a los parámetros estructurales de la lógica
de combate, que son los que finalmente dirigirán la repre-
sentación. Así, si la posición del indio respecto del bando
europeo varía de enemigos a aliados, no habrá marca distin-
tiva de tal viraje en el orden representativo de los sujetos,
sólo cambiará su posición en el cuadro, a su lado o frente a
ellos.
Pero esos estereotipos visuales sobre el sujeto americano
aparentemente tan fijos comienzan a mostrar sus grietas. Uno
15. Fragmentos de imágenes de batalla. de los resquebrajamientos de ese molde multifuncional se pro-
248 249
duce en la primera imagen en la que se representa a una tribu
en particular, en este caso los timbúes (ver ilustración 13). La
interrelación texto-imagen es directa. El narrador los describe
del siguiente modo:
(...) llevan en ambos lados de las narices una pequeña estrellita que está
hecha de una piedra blanca y azul y son gentes grandes y garbosas de
cuerpo (...), las mujeres son toscas y están siempre rasguñadas y ensan-
grentadas debajo de los ojos. (...) También tienen canoas de las que allá 16. Detalles de indio e india timbú.
fuera en Alemania se llaman barquillas (45).
so”, “tiene en el labio un pequeño agujerito” en el que introdu-
ce “un cristal que es de un largo como de dos jemes y grueso
El ilustrador reproduce cada uno de los datos que el cronista
como un canuto de pluma” (54) de color amarillo, llamado “pa-
otorga: la tosquedad de los cuerpos y su aspecto garboso junto
raboe”. En la ilustración de los carios la particularidad la posee
con el alimento, en primer plano; y en segundo, las canoas que
nuevamente el hombre.
los caracteriza, con sus hombres remando.
En el retrato que se elabora de los timbúes aparece por
primera vez el detalle. La estrellita en la mejilla del hom-
bre es uno de ellos, el singular rostro de las mujeres y sus
cuerpos grandes, es otro. El artista, de todos modos, realiza
sus propios agregados: la falda que cubre a las indígenas, el
arma que porta el hombre y la mujer que cocina y ofrece el
alimento. Sin embargo, estos elementos no uniforman la
imagen. Es decir, el aspecto singular, que posibilita la des-
cripción propia del retrato, es remarcado lingüísticamente
en el grabado mismo como un modo más de establecer la
distinción. La palabra “timbús” se halla en lo alto de la ima-
gen como anclaje explícito de la tribu que se está descri-
biendo. Lo mismo sucederá con los carios y los jarayes, es
decir, con las otras dos imágenes que remiten a grupos de-
terminados de indígenas, con sus respectivas característi-
cas que los diferencian a unos de otros. La heterogeneidad,
que eluden las escenas narrativas de combate, es la línea
abordada en estos retratos.
El timbú de la estrella y la timbú tosca y gruesa se diferen-
cian del cario ya que, si bien éste también posee un cuerpo “grue- 17. Retrato de indio cario.
250 251
Si en el retrato timbú, la mujer pierde esa singularidad de estar
“rasguñada y ensangrentada bajo los ojos”, guarda igualmente su
aspecto tosco que la caracteriza. En el grabado de los carios el aspec-
to distintivo le cabe a la figura masculina, no sólo por el “paraboe”
que tiene en su mentón sino también por el tipo de representación
libre que ha realizado el ilustrador a la hora de describirlo. Su cabeza
aparece cubierta por un tupido pelo rizado, lo que contrasta con esos
seres casi amorfos de la serie bélica. El aspecto del hombre con cabe-
llo, atravesado por flechas, con un arco en una mano y tres flechas en
la otra, conforman el “decorado” salvaje que lo caracteriza en la ima-
gen, lo distingue e individualiza.20 El tipo común desaparece en el
retrato. Claramente el timbú y el cario se diferencian entre sí, siem-
pre en el ámbito alto de su cabeza y de su cara.
Pero esta imagen plantea una tensión entre narración y descrip-
ción que ya se esbozaba en la anterior. Si el retrato de los timbúes
posee a su vez esa breve y lateral escena de cocina y ofrecimiento de
comida, la imagen de los carios apela a una conocida escena narrati-
va (ver ilustración 14). La mujer indígena no aparece esta vez de
frente, sino de costado, su cara se halla fuera del ojo del espectador,
su cuerpo ya no posee tela que lo cubra, su desnudez esta vez es total,
y de ella se describe su larga cabellera que también ayuda a obturar
la visión de su rostro. La mujer posee en su mano un fruto que le
ofrece al hombre que se halla a su lado. Ya mencionamos la línea
edénica a la que remite la abundancia que enmarca a estas dos figu-
ras. Sin embargo esa línea existe como tal en función de esta escena
representada en primer plano. La mujer, con un canasto con frutos,
le ofrece a ese hombre, que parece ser el único, uno de ellos. Adán y
Eva están en el paraíso antes de cometer el acto de desobediencia al
mandato divino. El imaginario europeo, que ubica el paraíso bíblico
en el Nuevo Mundo, está fuertemente inscripto en este grabado. La
remisión a Durero –específicamente a la serie de “La caída del hom-
bre”, desde los dibujos de 1496-1497, pasando por el “Adán y Eva” de
1504 y terminando en la “Pequeña pasión” de 1510-1511– y al “Adán y 18. “La caída del hombre”. Alberto Durero (1496-1497).
Eva” de de Bry es clara.21
252 253
20. “La caída del hombre” (“Pequeña Pasión”). Alberto Durero (1510).
19. “La caída del hombre” (“Adán y Eva”). Alberto Durero (1504).
254 255
Sin ser una traslación directa –ya que, por un lado Durero
traduce el ideal clásico de belleza masculina, Apolo, y el femeni-
no, Venus, a las figuras cristianas de Adán y Eva; y por el otro,
la línea estética seguida por de Bry no es continuada en este
grabado–, estas imágenes se hallan en el horizonte representa-
cional de este artista, en especial la de su contemporáneo. La
ligazón con él puede verse principalmente en la concepción que
este último inaugura al “inscribir la existencia del indio ameri-
cano y de las tierras recientemente descubiertas dentro de un
esquema bíblico de origen común del hombre” y al convertir al
indígena americano en un adamita (Bucher 1981: 53). Desde
esta perspectiva, y a diferencia del grabado de de Bry, resulta
interesante destacar los esfuerzos del ilustrador de la edición
de Hulsius por representar a un indígena, porque el paraíso sea
América, lo que puede verse en la fauna elegida para acompa-
ñar la escena (característica del lugar y presente incluso en
otros grabados, como el avestruz y el anta por ejemplo) y en los
detalles que definen a este hombre cario y lo distinguen de cual-
quier otro sujeto.
Si la crónica de Ulrico habla de las ventajas de vivir entre
los integrantes de esta tribu, el grabador recoge estos aspec-
tos positivos y, a partir de ellos, crea el cuadro. Sin embargo,
Schmidl también menciona una característica central de este
grupo, que claramente ha sido dejada de lado: los carios “han
comido carne humana” (55), principalmente de sus enemigos.
La antropofagia es un dato inexistente en la representación;
en tanto símbolo paradigmático del salvajismo y la barbarie,
no puede tener cabida en la imagen del edén americano. Adán
y Eva son carios, son antropófagos, pero el artista los elige
para representar este papel porque su abundancia excepcional
(“divina” como la adjetiva el narrador) así lo posibilitan. Esta
particularidad del cario –que sí repone el texto– se distiende
21. “Adán y Eva en América”. en el marco global de la ilustración que reproduce y adapta la
Jean Théodore de Bry, Grand Voyages, Parte I (Frankfurt 1590). escena bíblica.
256 257
Si, siguiendo a Gombrich, existen “al menos dos requisitos En la descripción textual de esta tribu se especifica que “los
para que una imagen fija sea legible desde el punto de vista de hombres tienen una ancha piedra azul de cristal en los labios
los movimientos expresivos”, que éstos conduzcan “a configura- como una ficha de tablero”, también que “están pintados de color
ciones que puedan comprenderse fácilmente” y que se encuen- azul desde arriba hasta las rodillas” y que “las mujeres están
tren “en contextos que sean suficientemente inequívocos para pintadas en otra linda manera desde los senos hasta las partes
ser interpretados” (1991: 76), entonces podemos decir que am- en color azul, muy bien hecho” (84). En cuanto a los adornos que
bos requisitos están puestos en juego en la historia que aquí se recorren sus físicos, el cronista afirma que “un pintor allá afuera
narra. Evidentemente en este caso, el artista opera con imáge- tendría que esforzarse para pintar esto”. El ilustrador toma el
nes conceptuales que articulan la representación de lo particu- desafío implementado por el narrador y pone en danza su arte.
lar y lo universal y que, desde tal articulación, posibilitan el Los cuerpos de estas figuras aparecen dibujados primitivamente
placer del reconocimiento del lector. pero guardando la belleza de la que habla Ulrico.
Con la imagen de los jarayes, el detalle del retrato se ha vuelto La jaraye tatuada que es aquí representada recuerda a la
más específico. Si en el caso del cario, la relevancia de su cabeza “Virginis Pictae Icon” de de Bry, publicada en Francfurt en 1590.
salvaje en la representación ofrecida dejaba a un lado las caracte-
rísticas de su cuerpo; aquí, la desnudez del hombre y de la mujer
indígena se hallan de frente al espectador, sus pieles adornadas
son una muestra de los dibujos que subyugaron al cronista.
258 259
Si bien en este caso esta mujer es una guerrera que “posee especificando, hasta que dicha singularidad cede paso a la asi-
la nobleza idealizada de las representaciones clasicistas de dei- milación, llegando a ser sometida finalmente a un alto y evi-
dades griegas” (Subirats 1994: 232), su encrespada y larga cabe- dente proceso de europeización. La reducción de lo otro a lo
llera, su ademán lleno de sensualidad y al mismo tiempo de mismo, que Mason califica como “el escándalo de la episteme
firmeza, junto con el detalle del dibujo que cubre y embellece del siglo XVI” (1990: 20), es una de las estrategias representa-
su cuerpo establecen el diálogo entre ambas representaciones cionales que da cuenta de que los observadores europeos de
femeninas. Evidentemente, para el momento de elaboración y América no conseguían ir más allá de sus propios códigos de
publicación de estos grabados, existe en Alemania una imagen referencia. 22 Si bien esto puede verse en diferentes textos e
estetizada de la mujer indígena ya establecida. imágenes, también hay que destacar que ese proceso de asimi-
La extrañeza de lo diferente es acomodada a un registro estéti- lación no es directo ni restrictivo; es decir, lo distintivo conti-
co-cultural decodificable, lo que se observa en la representación núa siendo representado, aunque sea fuertemente erosiona-
que se realiza del hombre jaraye. Su bigote europeo, los rasgos de do, y esa presencia habla de una resistencia a ese proceso total
su rostro, del que desaparece aquella “ancha piedra azul” en sus de asimilación. La representación del Otro se ve tensionada,
labios, su cuerpo débil, ya no fornido y fibroso, muestran un retra- entonces, entre la repetición asimilativa y la marca resistente
to que lo diferencia de las otras figuras masculinas vistas. que imprime la novedad. De este modo, el exceso inconmen-
Si comparamos al indio de las escenas de combate, con el surable que produce el Otro en su individualidad es reacomo-
timbú, el cario y el jaraye, vemos cómo su corporalidad se va dado según los cánones referenciales que posibilitan finalmente
su representación decodificable. Pero, a pesar de eso, no hay
que perder de vista que el sujeto ilustrado seguirá siendo un
indígena, lo que puede observarse en los elementos que lo iden-
tifican como tal: las plumas en su cabeza, 23 las flechas, su des-
nudez y los dibujos que la cubren; es decir, existe una diferen-
cia ineludible que en la ilustración de los jarayes se pone en
evidencia en el contraste que se establece entre el indio y los
europeos que se hallan detrás (ver imagen 22).
Nuevamente dos planos, esta vez no en tensión sino comple-
mentarios, amalgamados. En primer lugar la pareja tatuada, de
la que resalta la figura femenina más centrada en el cuadro, con
su desnudez completa frente al espectador, sus senos limpios de
dibujos, su mirada casi desafiante; en segundo, un encuentro entre
europeos y jarayes, el festín, y en medio, o como parte de él, el
famoso baile de las mujeres de esta tribu. Esta imagen guarda
una estrecha relación con otra de las amazonas, publicada por
24. Retratos de indios timbú, cario y jaraye.
Hulsius para la parte quinta de su colección (Nüremberg, 1598).
260 261
25. “Amazonas”. Edición latina de Levinus Hulsius del Relato de Sir
Walter Raleigh a Guiana 1594-1597 (Nüremberg 1599).
262 263
la representación y el tipo establecido. El desafío de ver se-
mejante danza es tomado por el ilustrador y ofrecido al lec-
tor que, sin haber experimentado estos movimientos corpo-
rales directamente, esta vez podrá observar aquello en lo que
vale la pena reparar, aunque aquí la boca no quede abierta ni
se genere el impacto que dice haberle producido al que estu-
vo ahí, frente a ellas.
El baile consiste en una danza de encuentro entre hombres
y mujeres jarayes. Prácticamente de frente al español y al rey
de la tribu, se lleva a cabo el espectáculo.
264 265
espectador, haciendo remisión (por cierto difícil de eludir) a jos, su collar, sus pulseras y la piedra que adorna su mentón.
la confesión del cronista sobre estas indígenas que lo obnu- Su cuerpo –más cerca del espectador que el del hombre, más
bilan. El deseo que explicita el soldado cronista por estas centrado en la imagen que el de él– se halla demarcado tanto
mujeres es retomado aquí en la constante y buena disposi- por los tatuajes que el ojo europeo recorre, como por la posi-
ción de la india jaraye hacia el europeo ante el que se colo- ción de su mano, que señala otro de los elementos que compo-
ca, aparentemente para –en principio– danzarle. nen su atavío. Su cuerpo, levemente en torsión hacia el lugar
ocupado por el hombre, demuestra una gracilidad y coquetería
que se suman al desafío indócil que respira su mirada. Si se la
compara con la primera imagen de la india timbú, mientras en
ese caso su rostro se mueve hacia la figura masculina que se
encuentra a su lado, aquí sus ojos realizan la torsión completa
que su torso no reproduce. En pose para el espectador que re-
trata y para el lector que observa, su mirada se dirige pene-
trante al hombre que se encuentra a su lado, pero el desafío o
la impetuosidad que evidencia establece la tímida respuesta que
ofrecen los pequeños ojos de su compañero.
266 267
mira el alimento que se halla sobre la manta; a su vez, los mú- El monstruo, el espécimen
sicos miran al rey que no los mira; el español de pie, detrás del
principal, observa la danza y, por tanto, no dirige sus ojos hacia El descubrimiento de América tuvo una influencia dual,
el compañero que le habla de frente. Sólo existe un encuentro dado que, al mismo tiempo que favorecía el desarrollo de la
completo corporal y visual representado, el baile de los jarayes. fantasía mítica y monstruosa, contribuía también a su des-
En él se genera una total disposición entre hombres y mujeres, trucción después de siglos de vida. Pensado en estos térmi-
la cual puede observarse, incluso, en la pequeña escena de la nos, “el descubrimiento de América significó, de alguna ma-
india sentada y cubierta con una manta que se halla a la espera nera, la profanación del mito” (Pizarro Gómez y Rojas Mix
del hombre que se dirige hacia ella. 1999: 23). Los descubridores y cronistas se topaban con esa
dualidad y sus textos tendían a reproducir esa tensión entre
lo que se les presentaba ante sus ojos y lo que deseaban ver.
Derrotero y viaje… no es una excepción, esta crónica también
pone en escena este deseo, permitiendo de este modo que lo
mítico y/o monstruoso ingrese en ella. Su hallazgo exige ese
espacio discursivo que, aunque breve, establece una marca
distintiva. Lo monstruoso natural se le “revela” repentina-
mente al conquistador europeo y, por extensión, también al
lector:
31. Detalle de la imagen 22.
Cuando estuvimos entre estos Mocoretás, encontramos por casualidad
en tierra una gran serpiente disforme; ésta era larga como de veinte y cinco
La estrecha comunión que evidencia este baile da cuenta tam-
pies y tan grande como un hombre en la grosura y era salpicada de negro y
bién de una paridad representacional que no se reproduce en el amarillo. Así la matamos de un tiro de arcabuz. Cuando los indios la vieron,
retrato de los jarayes en primer plano. Si bien allí la belleza de la se admiraron mucho de la serpiente porque nunca jamás habían visto tan
figura central femenina también posee rasgos europeos –lo que grande serpiente tan grande; y esta serpiente ha hecho mucho mal a los
nos retrotrae nuevamente a los criterios y los valores estéticos indios, pues cuando querían bañarse, estaba esta serpiente en el río y pega-
ba su cola alrededor del indio y lo tiraba abajo del agua y lo comía, de modo
en juego– la corporalidad de la mujer tatuada se recorta casi del
que los indios no sabían cómo podía suceder que esta serpiente ha comido
grabado, adquiriendo una relevancia que la distingue no sólo de muchos indios. (…) yo mismo he medido tal serpiente a lo largo y a lo ancho,
su compañero sino también del resto de los sujetos que compo- así que yo bien lo sé (50).
nen el grabado. El interés se lo provocan estas mujeres a Ulrico,
lo mismo pudo sucederle al ilustrador y, por extensión lógica y En este caso la inmensa serpiente descripta, con su ape-
evidente, lo mismo le acontecerá al lector. Pero además la im- tito humano arrollador, que hace desmanes entre la tribu
portancia de este recorte ahonda en la imagen que se quiere ofre- de los mocoretás, responde al arquetipo fabuloso esperado.
cer de América; si la ilustración anterior era el paraíso, ésta pone Lo curioso es que, a pesar de que la diferencia del Río de la
en escena las bondades de la tierra rioplatense.
268 269
Plata no permite continuar ampliamente con los estereoti- sorprenden de la serpiente “nunca jamás” vista antes y des-
pos discursivos y representativos ideados desde el afuera, cubren, gracias a la acción del arcabuz, la resolución del
Ulrico ve y encuentra –o dice ver y encontrar– un espéci- enigma de la muerte de muchos de los suyos. Este misterio
men extraordinario, digno de enunciado, que trabaja en la que devela el extranjero vuelve a llamar la atención sobre
línea que el propio espacio que representa desanda. El mons- qué se mira y cómo se lo hace. La aparición discursiva e
truo aquí presente existe como tal, menciona el narrador, y iconográfica de este monstruo responde a explícitos reque-
se esfuerza en confirmar una realidad extraña e insospecha- rimientos europeos que convierten a América en el escena-
da. Está claro, la maravilla en toda su expresión, sea cual rio privilegiado para lo exótico, lo que explica, a su vez, la
fuere el modo en que se manifiesta, llama la atención sobre inexistencia de esta serpiente gigantesca en el imaginario
el problema de la credibilidad al mismo tiempo que insiste indígena. Es decir, dado que la producción de lo exótico ma-
en su certeza, exige la puesta en juego de la experiencia. ravilloso es concomitante a su descubrimiento y dado que
Por eso, el desafío del cronista, basado en la vivencia direc- “lo exótico nunca está en casa” (Mason 1998: 148), por lo
ta y palpable, no se funda solamente en el acto de la visión, tanto sólo puede ser visto, descubierto y representado por
como sucede en otras crónicas frente a sucesos similares, aquellos que son ajenos al espacio natural de la serpiente
sino que principalmente se sostiene en el acto mismo de hallada.
medición realizado: “yo mismo he medido tal serpiente a lo Además, el hecho de detenerse en este espécimen de la
largo y a lo ancho, así que yo bien lo sé”. Al final del episo- fauna fabulosa americana les permite, tanto al cronista como
dio narrado, con el desafío escrito de Schmidl, el lector co- al ilustrador, re-producir las relaciones sociales que, de acuer-
rrobora que el largo y el grosor de la serpiente mencionados do con las características del territorio y tal como lo vimos,
en la descripción no son datos ofrecidos a golpe de ojo, sino estaban trastocadas. El relato aquí ilustrado pone en escena
productos de la medición minuciosa efectuada sobre el ani- una estructura ideológica conocida –difícil de poner en prác-
mal. El conocimiento de Ulrico se sustenta en su discurso, tica en la narración de la conquista del Río de la Plata–, se-
así como el acto empírico “constata” lo que a simple vista gún la cual los europeos descubren el monstruo que azotaba
pertenece más al orden de lo imaginario que de lo racional. la tribu; develan, de este modo, la inexplicable muerte de
El “saber” de Ulrico se sostiene, principalmente, en el he- muchos mocoretás; matan al inmenso y feroz animal y lo-
cho de haber visto aquello que los naturales del lugar no gran, así, liberar a los indios y por primera vez ser ellos los
habían visto, en haber medido a un animal de fábula. Esta que ofrecen alimento. Este episodio permite realizar los aco-
particularidad sólo experimentada por el cronista se explica modamientos necesarios, no en relación con la extrañeza de
en el hecho de que la maravilla, ese “componente casi inevi- la serpiente en sí, sino en lo que concierne a las relaciones
table del discurso del descubrimiento”, como lo define Green- de poder entabladas entre indios y españoles. Es desde esta
blat, posibilita “un reconocimiento instintivo de la diferen- perspectiva que hay que pensar esta única ilustración mons-
cia” (1991: 73). Por eso, esta maravilla que regala el espacio truosa y maravillosa de la serie total.
natural rioplatense es sólo vista por los europeos y descono-
cida por los propios habitantes del lugar. Los indígenas se
270 271
para describir la dimensión fuera de lo común que convierte a la
víbora en monstruo: “tan grande serpiente tan grande”. A un sin-
tagma como éste, le corresponde una imagen del mismo calibre.
Esta clase de ilustración del espacio rioplatense, más precisa-
mente del Nuevo Mundo, pone de relieve ciertos aspectos de la
representación europea sobre lo Otro. De este modo, si la víbora
se vuelve más monstruosa en su imagen duplicada, porque llama
la atención sobre la cantidad posible (y, por ende, acechante) de
esta especie, mucho más lo será si se halla acompañada de algún
otro ser que complete el ideario fabuloso zoológico. Dos parecen
ser las serpientes inmensas y feroces, y peculiar es el ave repre-
sentada. A simple vista de dos cabezas, el artista representa dos
avestruces juntos (¿unidos?) por su plumaje. La indeterminación
de la imagen de este animal permite establecer, una vez más, la
asociación directa con lo extraordinario, principalmente posibili-
tada por la comparación que se establece con el otro avestruz
colocado en el escenario, el cual, al ser representado solo y a
32. “La serpiente de los mocoretás” (Hulsius 1599). corta distancia, funciona como una suerte de figura referencial.
272 273
Sin embargo no todo acaba aquí. La fauna rioplatense guarda La tierra descubierta ofrece monstruos pero también ani-
otras sorpresas, también existen las “ovejas indias (...) tan gran- males aprovechables y funcionales que pueden ocupar un espa-
des como un pequeño mulo”, las cuales son utilizadas por los in- cio en la narración y a los que el ilustrador decide otorgarle un
dios para llevar sus alimentos o para cabalgar sobre ellas cuando lugar prototípico a nivel de la imagen: este “mulo” será el único
están enfermos. Sólo “caseras y ariscas”, como en principio se las animal que caracterice al Río de la Plata fuera del mito, de lo
califica, aunque desde ninguna perspectiva feroces o maravillosas, monstruoso y de la maravilla. Un animal que tanto en esta ilus-
su aspecto dúctil y su funcionalidad destierran lo monstruoso y, de tración como en el retrato de Ulrico (ver imagen 37) es mostra-
hecho, posibilitan la analogía: “estas ovejas son tan grandes como do bajo el poder del hombre; es decir, la naturaleza que repre-
un pequeño mulo romo” (107). Como un anta,24 como un mulo, senta se ve, en un caso, sujetada por el indio; en el otro, ya
como una oveja, en esa triple asociación analógica se basa el ilus- dominada por el europeo.
trador para representar un animal como éste, que nunca ha visto El ojo del artista y el del cronista se hallan invariablemente
y cuya novedad el propio narrador no sabe cómo referir. coloreados y conformados por sus propias creencias y conoci-
mientos. El narrador relata lo que puede decir de lo vivido, el
ilustrador representa lo que conjetura se ha visto ahí afuera, y
el lector ensaya modos de digerir esa tensión entre la fauna
fabulosa que espera encontrar y aquella novedosa que en ver-
dad halla. La edición de Hulsius ofrece por primera y única vez
el arco completo que abre la serpiente gigantesca y cierra el
mulo/anta/oveja.
274 275
ción que a la decepción propiamente dicha. La aventura se cir- Esta primera imagen representa al barco de Gonzalo Mendoza,
cunscribe al orden de lo esperado y es el traslado en las embar- quien debido a las órdenes de Irala se dirige hacia Santa Catalina
caciones el marco previsible para este tipo de episodios. Por en busca de bastimentos para la hambrienta armada española. La
eso, si el viaje marítimo es el único tipo de desplazamiento pre- nave atraviesa una gran tempestad que la deja hecha “cien mil
sente en la imagen sobre el Río de la Plata, esto es porque se pedazos” y por la cual se ahogan varios hombres y se salvan otros,
puede comparar con el realizado hacia Cádiz, o hacia cualquier entre ellos Ulrico, sostenido sobre el mástil. La tragedia vivida
punto geográfico. Es decir, el recorrido espacial tradicional es trae como consecuencia un cambio en el tipo de recorrido territo-
la marca representacional elegida por el ilustrador y no así el rial, luego del naufragio tienen que andar “a pie las cien leguas de
tipo de recorrido fundado en tierra rioplatense y minuciosamente camino”. A la supervivencia a la tempestad y al naufragio ahora se
descripto y narrado en Derrotero y viaje a España y las Indias. suma la caminata con la ropa mojada y sin manutención alguna,
salvo las frutas que hallan en los montes. La catástrofe se ha con-
vertido en odisea. Pero no es esta última la escena elegida. El
ilustrador no opta por el penoso camino transitado por Ulrico y
sus compañeros sino, como era de esperar, por la imaginable y
efectista tragedia vivida en el mar.
La segunda representación de este orden da cuenta de una
escena similar.
276 277
Aquí el naufragio sucede frente al puerto de Cádiz, en el via- 6. El mosaico completo
je de regreso de Schmidl hacia su país natal. Las divergencias
entre las ilustraciones las dan, por un lado, los pormenores de Hasta aquí se ha realizado un recorrido personal en la lectura
la escena narrada, por el otro, el marco espacial de cada una de de las imágenes, agrupando láminas y siguiendo series temáticas.
ellas: el Nuevo y el Viejo Mundo respectivamente. En cuanto a Pero lo cierto es que las ilustraciones de la edición de Hulsius de
las características del episodio a ilustrar, en la primera imagen 1599 componen en sí mismas una serie general con un orden de-
Ulrico padece la tormenta, la pérdida del barco, la fuerza del río terminado.27 Encabezada por el doble retrato de Ulrico, ya presen-
y sus consecuencias; en la segunda, llega a salvarse del naufra- te en el manuscrito original, la serie iconográfica dibuja una línea
gio. La diferencia de perspectiva –de protagonista a espectador de sentido que recorren las diversas representaciones.
de la escena que refiere– es central tanto en el orden textual
como en el iconográfico. La impetuosidad del agua que destru-
ye el todo “en cien mil pedazos” es la marca significante que
recorre la anterior ilustración. La tranquilidad del mar en el
segundo grabado se explica por el tipo de naufragio allí repre-
sentado. La destrucción del navío que iba a llevar a Schmidl
hasta destino se debe a que el capitán navegó hacia la lumbre
que se había hecho en Cádiz creyendo que era la “linterna del
almirante”, por esto “chocó con fuerza contra las rocas que es-
taban o yacían en el mar”. Al ir contra éstas, su barco se destru-
yó en “cien mil pedazos”, las “gentes y cargas fueron a pique (...)
y se ahogaron veintidós personas” (142). Las distintas embarca-
ciones que se dirigían a la ciudad española hallan su lugar en la
imagen, amarradas a la costa. Asimismo el fuego realizado tam-
bién forma parte del grabado y las pérdidas sufridas aparecen
en primer plano.
Una vez más el ilustrador elige prácticamente los únicos dos
momentos que narran estas escenas ya codificadas,26 las cuales
37. “Retrato de Ulrico Schmidl y portada de la edición latina” (Hulsius 1599).
en el marco de la colección de la que forman parte pueden con-
cebirse como espectaculares aventuras de atracción. Y así el
lector ve los riesgos imaginados, “presencia” la experiencia su- Al abrir el libro, nos encontramos con dos retratos de
Schmidl. Ambos representan a un soldado con espada y lan-
frida y lee cómodamente el significado esperado en el aconteci-
za, uno parado sobre un yaguareté, el otro montado sobre
miento que seleccionaron para él.
una llama de la región andina. El primero de ellos trabaja
con mayores simbologías, lo que se observa no sólo en el
278 279
hecho de hallarse de pie sobre el animal, sino también en el lector al embarcarse en la aventura dual de la palabra y la
escudo de armas de la familia Schmidl que acompaña al sol- representación iconográfica; esfuerzo por el intento de mante-
dado héroe. En el segundo, que trabaja la tensión entre el ner una línea significativa coherente entre el resto de los gra-
retrato y el estereotipo, Ulrico es acompañado por dos indí- bados y el retrato ofrecido en el comienzo.
genas. Uno de ellos posee su arco y flecha, una lanza y un Al observar la serie completa, de acuerdo con el orden esti-
ave, aparentemente un loro; el otro porta además el arma pulado por el editor, se observa en qué medida el combate fun-
paradigmática del europeo, el rifle que sostiene sobre su ciona como la escena narrativa que eminentemente adquiere la
hombro. Los indios, el que lleva el arma y el que tira del función de enmarcar la historia que componen estos grabados.
animal, que tiene a su vez la lanza del europeo, parecen Es la lucha entre nosotros y ellos lo que posibilita la incursión
estar a expensas del caballero, como una suerte de vasallos en la representación iconográfica del Otro, lo que enmarca la
puestos a su disposición. Las diferencias entre unos y otros descripción de los animales y también del naufragio. La serie
están dadas por la vestimenta, el armamento y la pose, pero narra un relato que se condice con el mensaje que enuncian los
también por el espacio que ocupan dentro de la composi- retratos del soldado cronista, de ahí las omisiones, el recorte y
ción. El cronista se distingue no sólo por los elementos men- las elecciones de escenas, episodios, capítulos. El ilustrador y el
cionados sino por el lugar jerárquico que se le adjudica en editor reproducen su propia experiencia de lectura del texto
el grabado. En el centro, sobre una “oveja india”, Ulrico se hacia el afuera. No necesitan imaginar lo que le sucederá a
encuentra físicamente por encima de los indígenas que lo quien se embarque en la tarea de leer esta historia, ellos mis-
acompañan en el recorrido, quienes se hallan de pie y, por mos han transitado la crónica, los padecimientos del narrador,
ende, por debajo de él. su carencia de fortuna al regresar.
El texto comienza con una descripción que representa al En el orden de sus propias expectativas, ilustrador y editor
soldado cronista y protagonista del relato, el mismo que en la buscan cubrir ejes constantemente vaciados en la narración y
página anterior logra vencer al feroz animal y se para sobre agregar aquellos nuevos que serán apetitosos para el lector
él, el que en ambas imágenes lleva la lanza, siempre en alto, europeo. La victoria, el mito y lo monstruoso se abrirán paso
como su cabeza y su mirada. El aspecto victorioso, sea por las en el libro. El aspecto fuertemente geográfico y etnográfico será
armas y su porte, sea por la sumisión que transmiten los indí- subsumido a un par de ilustraciones y principalmente suplanta-
genas que lo “escoltan” en el camino, se observa en ambos do por la imagen de lo conocido que permite, al fin de cuentas,
retratos. A través de ellos, de estas imágenes que Hulsius de- interpretar lo nuevo. La novedad que porta el texto de Ulrico,
cide mantener como apertura de la serie ilustrada, se preten- por lo menos en parte, no se pierde y el placer experimentado
de transmitir un mensaje claro: ésta es la historia de un gue- con las indias, único confesado por el cronista en esta tierra, se
rrero heroico que sostiene como emblema la victoria sobre el ve acrecentado en la serie que diviniza lo inimaginable.
espacio conquistado, metonímicamente representado por los Al recorrer los grabados en su orden y composición original
animales y los habitantes americanos. Este parece ser “el es- se percibe el trazado de un relato lineal que provoca en el es-
fuerzo de sentido” –como lo llamaría Gombrich– que imprime pectador un efecto de expansión. El combate parece ser uno
la imagen. Esfuerzo por la disidencia a la que se enfrentará el solo, amplio y, por lo tanto, grandioso; los padecimientos, pro-
280 281
pios de los accidentes naturales que conlleva un viaje de estas bre de armas que nunca llega a trasponer los límites del conti-
características; y los indígenas, más y más belicosos en canti- nente en el que nace.
dad y acción. La hipérbole es necesaria no sólo para la existen- En el transcurso de las primeras páginas de su texto, más
cia de la maravilla, sino también para la funcionalidad de la precisamente hacia el final del capítulo cuarto, Ruy Díaz
serie que opera por fidelidad a un imaginario y a una conven- hace referencia explícita a la imagen cartográfica que ha
ción que asegure la lectura y que reproduzca el deseo que Euro- realizado y que le ofrece, junto con este “humilde y pequeño
pa bosquejó sobre América. libro”, al duque de Medina-Sidonia, Conde de Niebla y Mar-
Retomando las palabras de Aristóteles, “disfrutamos contem- qués de Gibraleón. El mapa, al que remite en su crónica y
plando estas representaciones porque, al mirarlas, aprendemos que posee un lugar físico en su libro, 28 fue durante algún
y deducimos lo que es cada una” (1989: 135). Ése es el disfrute tiempo una realidad meramente discursiva. El hecho de no
al que apela este conjunto de ilustraciones: el placer del reco- haber sido encontrado entre los manuscritos de su obra hizo
nocimiento del yo y del Otro, el que se desprende al ver repre- que la explicitación de su existencia fuera sobrevolada por
sentado el poder europeo que marca territorio, el goce de reco- avisados lectores, omitida en las ediciones posteriores y pau-
rrer el imaginario a través de un código que permite ver y latinamente olvidado.
comprender el significado de un acontecimiento del que el lec- Recién hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX, de mano
tor, aunque físicamente fuera, también forma parte, en el que, de historiadores y cartógrafos, comienza a otorgársele un lu-
por origen y adscripción, se incluye. gar de estudio a esta carta. En 1894, Estanislao S. Zeballos
publica una reproducción parcial del mapa, en el que se basará
*** para su alegato sobre la cuestión de límites con Brasil. En 1903,
Félix Outes reproduce la parte costanera de esta imagen car-
Segunda Parte tográfica. Unos años después, en 1905, Daniel García Acevedo
El espacio del Río de la Plata: realiza el primer estudio bibliográfico-crítico de esta represen-
imagen cartográfica y discurso en el siglo XVII tación, en el cual confirma la autoría de Ruy Díaz y donde
publica una reproducción completa de la misma. Posteriormen-
1. El mapa de Ruy Díaz de Guzmán te, en 1914, gracias a la intervención de Paul Groussac, vuel-
ve a ponerse en circulación el mapa junto con los abordajes y
En 1612 Ruy Díaz de Guzmán escribe La Argentina y, al ha- lecturas que hasta entonces se habían realizado sobre él. En
cerlo, elabora la primera historia orgánica de la conquista rio- los Anales de la Biblioteca Groussac ahonda en ciertas hipóte-
platense escrita por un mestizo y el único libro del conjunto de sis relacionadas con la vinculación entre la crónica y la carta,
relatos de la conquista del Río de la Plata que posee un mapa de intentando leer conjuntamente ambas textualidades.29 En 1936,
este territorio confeccionado por el propio cronista. Pero este durante la primera conferencia argentina de coordinación car-
mapa no se distingue tan sólo por ser el primero de la región, tográfica, Guillermo Furlong refiere y clasifica la imagen en
es también el primero elaborado por un mestizo, el primer mapa cuestión como “el primer mapa del Río de la Plata”. En los
de un espacio conquistado y por conquistar que realiza un hom- sucesivos estudios que realiza sobre cartografía colonial rio-
282 283
platense hace constante referencia al aporte significativo de 2. Una carta de presentación
esta representación y discute con quienes cuestionaron la au-
toría del cronista mestizo.30 Enrique de Gandía, estudioso de la El mapa de La Argentina no sólo representa un modo de
figura de Díaz de Guzmán, de su obra y del período señalado, ver y de ser visto, también supone un modo de presentarse
comenta la existencia del mapa pero no se atiene a su análisis. y de exhibirse. Las circunstancias en las cuales esta repre-
Lo cierto es que salvo estos contados casos, ningún otro histo- sentación cartográfica fue realizada, el modo en que preten-
riador o geógrafo volvió a publicar esta carta completa ni se de ser vista y la función reservada para la misma, determi-
dedicó a su estudio. nan su confección. Al contexto político y cultural de
En el ámbito literario, el olvido o la desatención de esta producción de esta imagen debe sumársele la perspectiva
representación también ha sido una marca común. En su ideológica específica de su productor, junto con las caracte-
documentado tomo “Los Coloniales”, Ricardo Rojas exhuma rísticas del receptor al que se le enviará el libro y la finali-
gran cantidad de fuentes históricas que resultan producti- dad esperada o esperable a cumplirse a través de tal produc-
vas a la hora de emprender el análisis crítico de esta obra, to. Ante estas determinaciones propias del mundo social, del
pero no hace mención alguna al mapa ni a los estudios rea- que también forma parte la cartografía, la concepción de la
lizados sobre él. Lo mismo sucede con la crítica contempo- carta como entidad autónoma cuyo objetivo reside en la
ránea que prescinde del mismo a la hora de abordar La Ar- transparencia y la mímesis del objeto representado, resulta
gentina. Sea cual fuere la razón de tal omisión, de todos difícil de asir conceptualmente hablando. En tanto sistemas
modos no puede desconocerse que este mapa forma parte culturales (Harley 1992: 231-247), los mapas están sujetos a
del libro y es explicitado como objeto de referencia; no pue- un conjunto de convenciones; lo que es representado y el
de dejarse de lado el hecho de que este cronista haya decidi- modo elegido de hacerlo dependen de una serie de contin-
do construir un mapa, ni una imagen alegórica ni ilustrati- gencias que también son determinantes del significado atri-
va, sino una representación cartográfica claramente buido a la imagen en cuestión. En este sentido, las eleccio-
significativa en el contexto de producción y de recepción de nes sobre qué representar y qué dejar de lado son algunos
esta crónica. de los aspectos que permiten concebir a la cartografía como
Desde esta perspectiva, y teniendo en cuenta la relevan- una construcción (King 1996). La inclusión de este tipo de
cia que la inscripción visual y discursiva de esta carta tiene imagen garantiza un status de realidad o importancia, mien-
en el cuerpo de La Argentina, el mapa no parece ser simple- tras que la exclusión de la misma niega la existencia o de-
mente un texto paralelo en el que es posible reparar sino clara la prescindencia de tal objeto y/o sujeto. La realidad
parte integrante de la historia que se pretende escribir. Por que nos da esta clase de representación está influenciada,
eso, su inclusión como parte del relato exige que sea tenido entonces, por las limitaciones técnicas y por las estrategias
en cuenta al realizar cualquier tipo de acercamiento a esta deliberadas del cartógrafo. De ahí que, siguiendo a Geoff
obra. King, el mapa inevitablemente “distorsiona” la realidad 31 al
ser el resultado de la imposición de los propios mapas cultu-
rales del cartógrafo. Por eso, a la hora de dar cuenta de esta
284 285
clase de representaciones, “texto es ciertamente mejor me-
táfora (…) que espejo de la naturaleza” (Harley 1992: 238).
La paridad entre texto e imagen cartográfica no sólo se basa
en esta cuestión sino también en el sistema convencional de
signos empleado; es decir, los mapas tienen el carácter de
ser textuales en tanto poseen palabras asociadas con ellos,
emplean su propia sintaxis, funcionan como una forma de
escritura y están discursivamente embebidos dentro de con-
textos más amplios de acción social y poder (Pickles 1992).
Desde esta perspectiva, la representación cartográfica ad-
quiere un relieve que excede (pero no niega) el marco mi-
mético objetivo en el que general y unilateralmente se ins-
cribe, para pasar a poseer “cualidades narrativas” que sólo
serán reconocidas una vez redescubierta la historia y la an-
tropología de la imagen. De este modo, verla como simple
reflejo de un espacio en forma pasiva es desconocer el pro-
ceso de construcción de significado y de interpretación del
territorio que su confección supone. De hecho, si compara-
mos el mapa de 1599 de la edición de Hulsius, elaborado por
un cartógrafo europeo para una publicación latina en Ale-
mania, con el de 1612 realizado por Ruy Díaz de Guzmán
para su crónica, las diferencias son elocuentes. El bagaje
cultural que rodea el tipo de representación en uno y otro
caso atraviesa las elecciones y las inscripciones, lo que se
evidencia en los dibujos ilustrativos de seres imaginarios
que acompañan al primero y en la tosquedad y simpleza que
caracterizan al segundo.
286 287
nuestros españoles”. La fuerte y explícita vinculación con una
rama familiar europea en la que se incluye se evidencia, como
se ha visto en el primer capítulo, en la reconstrucción genealó-
gica paterna así como en el uso de una retórica de vasallaje
identificatoria con esa línea. Escribir un texto en función de los
intereses de su señor y construir un mapa que posea un rol
específico para la conquista y la colonización de territorios nue-
vos, son las dos decisiones de este cronista que, mediante su
obra, apela a distintos sistemas significantes para demostrar y
corroborar, desde diversos ángulos, una pertenencia que la san-
gre cuestiona.
Guiado por el imperioso deseo de reconocerse parte del or-
den civilizatorio occidental, acude a la cartografía, opta por una
práctica que en el contexto de producción de La Argentina se
halla directamente ligada al imperio; es decir, elabora un ins-
trumento que fue usado “para legitimar la realidad de la con-
quista”, como “comunicador de un mensaje imperial”, en el que
se sostuvo “la ejecución directa del poder territorial” (Harley
1992: 282). Así, apelando al ejercicio de un discurso que esta-
blezca mancomunidad con su receptor, Díaz de Guzmán cons-
truye un instrumento de poder geográfico y territorial impreg-
39. Primer mapa del Río de la Plata. nado de una fuerte visión imperialista; es decir, recurre a las
Ruy Díaz de Guzmán, La Argentina manuscrita, (1612). prácticas europeas de propiedad sobre el territorio explotando
todos los sentidos que éstas puedan otorgarle.
A las convenciones que articulan y atraviesan estas diversas Pero ante la visión negativa que se posee de los mestizos en
representaciones debe sumársele el objetivo que lleva a esa con- España, este cronista refuerza los lazos con el bando español y,
fección, la historia de vida del hacedor y sus respectivos condi- dado que la marca está inevitablemente presente, realiza esfuer-
cionamientos a la hora de emprender el trazo. En este caso, zos denodados por dejar de lado esa negatividad con que se asocia
ésta no es una imagen que elabora un gran explorador, ni el su origen. Ruy Díaz debe fundamentar y legitimar la presencia y
resultado de una aventura territorial, ni el encargo de una au- creación de este mapa, debe darle un carácter único, otorgarle
toridad real. Éste es el mapa de un mestizo y ésta es la marca una función de uso claramente decodificable, debe –y éste parece
distintiva, la diferencia insoslayable. ser el objetivo primero de la incursión en la experiencia carto-
En la dedicatoria al Duque de Medina y Sidonia, el autor gráfica– ofrecer la prueba irrefutable de su soberanía sobre este
esboza su ascendencia y ofrece este libro cuya materia trata “de territorio. Por eso este mapa es particular, porque no sólo afir-
288 289
ma, como cualquier otro, la existencia de estas tierras, de sus ción y situación de pueblos hispanos y habitantes indígenas, que bien puede
exploraciones, de sus recorridos y de sus habitantes, sino tam- decirse que es el primer mapa del Río de la Plata. Es inferior al de Gaboto,
y aún al de del Cano en la configuración topográfica, pero su riqueza topo-
bién y principalmente de su productor. En tanto las aventuras de
nímica es enorme (1936: 182).
conquista de sus parientes lo heroifican a los ojos de este narra-
dor, la producción de este estilo de imagen, junto al gesto monu-
Mediante esta primera representación, Ruy Díaz declara la
mental de escribir “los anales del descubrimiento, población y
existencia del Río de la Plata pero también, inevitablemente, de
conquista de las Provincias del Río de la Plata”, lo encumbran ya sus habitantes. En un doble efecto, y fiel a la dualidad que lo
no sólo como español sino claramente como conquistador.
define, incluye a los seres originarios de este espacio. Los indíge-
Luego de las acciones militares que ha llevado a cabo contra
nas poseen su lugar en la imagen, las tierras que ocupan se ha-
los pueblos indígenas y de los afanes desesperados por conti- llan demarcadas por la inscripción gráfica del nombre de la tribu
nuar la conquista de los espacios inexplorados, la representa-
o de su asentamiento pero no son representadas, como habitual-
ción que ofrece Ruy Díaz es la muestra cartográfica más clara
mente sucede en el mapa colonial occidental, mediante espacios
de su sentimiento de pertenencia, la mayor evidencia de empa- libres, “vaciados de habitantes y de sentidos” (King 1996: 145).32
tía para con aquellos que considera los suyos. Díaz de Guzmán
Ruy Díaz se aboca a la producción de un objeto ligado a la
ya no es tan sólo un descendiente de una ilustre genealogía de
conquista y a Europa, al mismo tiempo que ofrece un amplio
españoles, con la imagen que confecciona pone en juego una espectro toponímico indígena que afirma la presencia de un es-
carta de presentación ideológica con la que busca “europeizar-
pacio (ocupado y practicado) preexistente a la producción euro-
se” frente a los otros, más allá de la sangre o el parentesco.
pea. Sin embargo, no puede desconocerse que esos nombres
En la carta elaborada por el autor se lee la práctica del espa- indígenas están inscriptos en un marco político-cultural clara-
cio que le dio origen en cada recorrido sugerido, la adscripción
mente identificable con el imperio español, lo que obliga a re-
religiosa en cada símbolo cristiano que demuestra los alcances
funcionalizar las lecturas y rever los objetivos de tales inclusio-
de la conquista espiritual, el afán de poder detrás o delante de nes en el mapa.
esta construcción, su ideología en la perspectiva ejercitada: su
En este sentido, Díaz de Guzmán no sólo ofrece el texto de la
autobiografía.
historia de la conquista del Río de la Plata y su primera repre-
sentación cartográfica, sino también un mapeado claro de los al-
cances de la conquista en este territorio. Mientras en el relato
3. Radiografía de una conquista
cuenta las expediciones y los avatares sufridos por los españoles
Territorio, nombre y utilidad en pueblos de indios, en el mapa pone en evidencia los espacios,
ya no vacíos, pero posible y posteriormente vaciados. Díaz de
Guillermo Furlong se refiere al mapa atribuido a Díaz de
Guzmán produce una carta de una “gran riqueza toponímica” por-
Guzmán y comenta: que es a través de tal diversidad nominativa y de la ubicación en
que se halla cada una de esas naciones indígenas, que puede ofre-
Tosco en su forma, fantástico en su delineación general, contiene este
mapa del Río de la Plata tantos detalles, tantos pormenores en la enumera-
cer a su señor un futuro uso imperial de estas tierras.
290 291
Gran parte de los pueblos indígenas poseen un nombre que apa- les para una futura incursión eficaz: “río poblado”, “tierra de
rece especificado en la imagen, de este modo el receptor del libro lagunas”, “arenas gordas”, “valle muy poblado de indios”, “el
leerá en el texto las características de cada grupo particular y podrá gran río Paraná, innavegable”, “tierra no sabida”.
reconstruir los itinerarios a trazar de acuerdo con la peligrosidad o
docilidad de los proveedores de tierras, mujeres y alimentos.
Si nos detenemos en el estudio de las cualidades narrativas
de este mapa, observamos que se especifican los poblados indí-
genas y sus ubicaciones espaciales –“pueblos xarayes”, “Yndios
guxarapos”, “querandís”, “pueblo matara”, “pueblo de los indios
del paraguarani”– así como se detallan las características fun-
cionales de algunos de éstos: “gente puyguara, labradores”, “gua-
ycurúes, que no labran”. También se da cuenta de rasgos físicos
que los distinguen entre sí, desproveyéndolos de su nominación
original: “pueblo de los indios frentones”, “región de gigantes”,
“enanos, pueblos”. Ruy Díaz apela a la óptica del receptor y, por
un lado, advierte: “poblado de gente bárbara”, “Río de los pates,
indios bárbaros”, “guaycuruz gente belicosa”; por el otro, infor-
ma los alcances de la conquista territorial y humana ya realiza-
dos: “reduzion de yndios”, “pueblo de los gurrare, esclavos”, “es-
clavos bárbaros”.
292 293
enemigos, sino también la de ofrecer ciertos datos acordes con probables o supuestos– se intenta persuadir sobre las ventajas
el imperativo conquistador de adquisición de riquezas: “el río del terreno y sus recorridos, reproduciendo por este medio la
Pepiry donde hay oro”.33 hegemonía del Viejo Mundo en la que se incluye como cartógrafo
En Geographical imaginations, Derek Gregory señala que “el amateur. Incursiona en los diversos modos del lenguaje del espa-
espacio histórico de los conquistadores blancos emergió a través cio, construye una imagen y –a través de ella– narra la historia
del lenguaje. Pero el lenguaje que se colocó en una circulación de los alcances territoriales logrados, así como despliega un aba-
cultural no fue el lenguaje del diccionario, por el contrario, fue el nico de recorridos que aún pueden realizarse. De este modo, no
lenguaje de la nominación, el lenguaje del viaje. Lo nombrado sólo pretende producir un mapa lo más acabado posible que tras-
representó una orientación mental, una intención de viaje” (1994: cienda la fijeza que relata la historia de la conquista ya efectua-
172). Desde esta perspectiva, nombrar un espacio susceptible de da, sino que también posea una nueva función, un rol performa-
ser explorado, conquistado y leído supone transformarlo en obje- tivo del terreno aún por conquistar.34
to de conocimiento, así como permite articular una idea de él. Es en este sentido, precisamente, que ciertas inscripciones
Este mapa en particular elabora un argumento tangible que sos- fabulosas hallan su lugar y pasan a formar parte de este mapa.
tiene la legitimidad pregonada de quien se adjudica la acción de Si bien, de acuerdo con los estudios realizados, en aquella épo-
nombrar. El lenguaje del viaje presente en la carta se halla prin- ca ciertas leyendas eran consideradas efectivas verdades que
cipalmente atravesado por una línea ideológica que impregna la solían ser señaladas por cartógrafos y exploradores, la especifi-
letra y la imagen. Esta expresión de ideología se hace evidente cación de la leyenda de la Ciudad de los Césares resulta llama-
en la intención detrás de la construcción de esta carta y en el uso tiva dado que, hasta la fecha de confección del libro, la expedi-
otorgado para ella. Por eso, y de acuerdo con la ruptura de la ción destinada a descubrir dicho lugar había sido un verdadero
concepción de reflejo pasivo, puede decirse que –sin dejar de lado fracaso. La imposibilidad del hallazgo de este espacio en el que
el intento por ofrecer un producto verificable– la representación confluyen las riquezas no supone para Ruy Díaz la negación de
del territorio que bosqueja Ruy Díaz deviene otra cosa. Su mapa esta ciudad en el mapa.
puede ser concebido como una suerte de mapa de persuasión.
Pickles define a la cartografía persuasiva como aquélla en la que
“el objetivo o efecto es cambiar o en alguna medida influenciar la
opinión del lector, en contraste con la mayoría de la cartografía
que busca ser (predominantemente) objetiva” (1992: 197). Si bien
estas aspiraciones suelen pensarse en forma opuesta, es eviden-
te que para muchos de los productores de este tipo de represen-
taciones la pretensión de objetividad (y practicidad) resulta capi-
tal como puerta de entrada para la persuasión buscada. Este
mestizo apela a ambas, poniendo el foco alternativa, aunque prin-
cipalmente, en la segunda. Ruy Díaz de Guzmán elabora, o pre-
tende hacerlo, un mapa en el que –a partir de datos precisos, 42. Detalle del mapa de Ruy Díaz de Guzmán (1612).
294 295
Si bien modalizada por el condicional que establece la duda, generar riqueza de estas singulares colonias, Ruy Díaz ofrece
Ruy Díaz no se atreve a dejarla de lado y apunta: “Los Césares un vehículo para la concreción de los ideales conformadores
si los [h]ay”. Teniendo en cuenta el fuerte arraigo de esta leyen- del imaginario conquistador.
da en el imaginario conquistador, Díaz de Guzmán decide ser
fiel a los códigos identificables para el receptor y apela al poder
de la imaginación por sobre la experiencia geográfica; así es 4. La recompensa de la tierra,
como recurre al lugar de la leyenda, pone entre paréntesis su el reclamo escrito en la imagen
real existencia, pero lo ubica. Si se necesita del mito para fo-
mentar la incursión europea, Ruy Díaz no parece estar dispues- En el contexto histórico-político de conquista y colonización,
to a ir en contra de eso, por el contrario, esta ciudad puede ser y aún más allá de éste, incurrir en la cartografía es exhibir
entendida como uno de los pocos señuelos del distópico Río de poder y conocimiento, es un modo de poner en funcionamiento
la Plata. La ubicación de la nueva Sevilla en el espacio que él un saber, en este caso empírico, que detenta explícitamente el
produce le provee también al territorio y a su cartógrafo un productor de la imagen. La posesión de ese saber único le otor-
status que dejaría de lado, aunque sea momentáneamente, la ga a este cronista un lugar que lo distingue y eleva del estrato
marca deceptiva inicial con la que se ha identificado esta tierra. que posee en tanto mestizo. Si bien el hecho de que una de las
Como puede verse, es posible reconstruir el relato del mapa, o estrategias constantes de la funcionalidad del mapa (y del tex-
más bien, el mapa narra y su elocuencia lo explicita: ante la to) resida en la demostración de su hispanidad, esto no conlleva
falta de certeros encuentros de la maravilla, la persistencia de igualmente a la anulación –por cierto utópica– de su origen
mitos y fábulas permite crear significados inteligibles y hacer mestizo. Ruy Díaz parece encontrar el modo de hacer reditua-
negociable la tierra conquistada. ble la marca que lo distingue. Como si hubiera un modo de capi-
La historia de este autor y la confección persuasiva de esta talizar aquello que en la presentación se desea neutralizar, Ruy
carta constituyen un caso particular debido a las característi- Díaz vuelve funcional la diferencia y, a partir de ella, encuentra
cas físicas del terreno en cuestión. Ante las “deficiencias” y un plus de sentido que le otorga autoridad a la hora de crear la
complejidades de la tierra rioplatense y frente a la imposibili- imagen cartográfica.
dad de concretar la conquista utópica o productiva esperada, En el afán del emprendimiento conquistador y colonizador
los efectos de persuasión sobre las “ventajas” posibles pueden resulta crucial el conocimiento del territorio, de sus acciden-
verse claramente cuestionados. Ruy Díaz no desconoce estas tes, de las diferentes opciones de recorridos, del asentamiento
circunstancias. Guiado por su afán de veracidad, el cronista no de comunidades indígenas enemigas que pueden obturar el ob-
anula la experiencia marcada por la falta de éxito, por el con- jetivo de exploración y conquista. Díaz de Guzmán sabe que
trario, la relata. Su puesta en discurso –en diálogo permanen- un español en su tierra necesita de la presencia indígena por-
te con la representación cartográfica que la acompaña– redi- que es sólo a través de ella que puede entrar en el terreno,
mensiona las posibilidades futuras del mapa y de las conquistas acceder a sus riquezas y conquistarlo. Esta dependencia –que
venideras. Al producir un instrumento que puede funcionar incidentalmente invierte las relaciones de fuerza y domina-
como vía para aumentar el poder imperial y su habilidad para ción, que trastoca la escala de poder civilizatoria– podría ser
296 297
quebrada con el buen funcionamiento de este mapa, a través
del cual se evitaría tener que confiar en los indígenas, se po-
dría lograr una conquista del territorio más eficaz y se conse-
guiría que el poder y el saber fueran conjuntamente patrimo-
nio de los españoles.
El mapa realizado posee una discursividad política cuya
significación debe ser decodificada por el receptor. Díaz de
Guzmán apela, entonces, a dicha dimensión simbólica y, me-
diante la imagen, le ofrece a su señor una prueba aparente-
mente irrefutable. Así como el texto no es el “humilde y pe-
queño libro” que dice ser en el comienzo, sino una historia
que se pretende orgánica y completa del Río de la Plata; del
mismo modo, el mapa no es una simple “demostración” de lo
enunciado en el principio de la crónica, a pesar de ser ésa la
caracterización que se ofrece de él: “[mi interés fue] hacer
una demostración de lo que contienen aquellas provincias,
costa de mar y ríos, de que trato en el discurso de este libro,
como en su descripción se contiene” (66). La carta no es prin-
cipalmente una demostración o ilustración de lo señalado en
43. Fragmento del mapa de Ruy Díaz de Guzmán (1612).
el cuerpo del texto, sino la exhibición de un conocimiento y,
por lo tanto, de un poder sobre el espacio conquistado; es el
Existen algunos pueblos como los guaraníes, cuyos nombres
intento de confirmación de la identidad pregonada, junto con
aparecen encerrados en un círculo, representando probablemen-
la carga ideológica que ésta conlleva. Aún más, el mapa in-
te, de este modo, el carácter de esclavos que los identifica y dis-
serto en La Argentina le otorga autoridad al discurso en tan-
tingue. El otro dibujo es una suerte de edificación (“largos edifi-
to pone en funcionamiento un saber que no sólo deriva del
cios” los llama Latorre) que incluye a gran parte de las reducciones
recorrido del Río de la Plata y de su efectiva conquista, sino
de indios, los que en su mayoría aparecen especificados en los
que es inherente a esta tierra. El haber nacido en el espacio
primeros cuatro capítulos del texto. Por último, y en contadas
a representar le provee a este nuevo cartógrafo un conoci-
ocasiones, pueden verse unos montículos aislados para ilustrar a
miento que determinará la configuración de la imagen que
otros grupos de naturales como los matara, los quis, los jarayes,
lleve a cabo, la cual será la puesta en práctica de un saber
etc. Asimismo existen otras tribus que no poseen imagen alguna.
redituable para los fines de la Corona.
Aunque no hay rasgos comunes y aglutinadores en todos los
Se destaca, en este sentido, la utilización de ciertos dibujos
pueblos que aparecen representados iconográficamente del mis-
en el mapa que acompañan la nominación y/o descripción de
mo modo, a partir de la funcionalidad que, de acuerdo con la
naciones indígenas.
298 299
lectura aquí propuesta, posee el mapa, pueden realizarse cier- marca española y, por otro, son también –o por lo menos eso
tas deducciones. En este sentido, la elección de cada uno de podría pensarse– el legado que sus antepasados le han brindado
estos dibujos representativos estaría simbolizando el tipo de y que la tierra, no la Corona o el rey, le ofrece a él como recom-
adquisición u ocupación territorial realizada, en vías de lograr- pensa.35
se o aún no alcanzada, según cuál sea el caso. Los diversos ti- El espacio bosquejado hasta la minuciosidad no resulta ser,
pos de símbolos o la ausencia de los mismos –junto con la canti- entonces y solamente, una imagen detallada de recorridos, es
dad de iglesias y la cercanía de éstas respecto de cada uno de los también un mapa de propiedad del cual es –ahora sí– legítimo
poblados– significarían, siguiendo esta línea, los distintos al- heredero. El territorio descripto a través del verbo y del pincel,
cances de la conquista, su efectividad o sus puntos en cuestión. conquistado en primera instancia por sus antepasados, es deri-
Por eso es interesante que, aún en los pueblos cuya representa- vativamente suyo.
ción gráfica pretenda dar cuenta del arraigo de la conquista
material y espiritual, el cartógrafo apele a la letra y especifique
ciertas características naturales (como la belicosidad en el caso 5. La escritura cartográfica de Ruy Díaz de Guzmán
de los guaycurúes) que podrían ocasionar una rebelión o que
cuestionarían la verdadera conversión de esta gente. En el principio, la tierra, su imagen
Ya sea que leamos la letra, la imagen o ambas, es evidente
que este cronista pretende prestar servicios necesarios y nunca En “El mapa atribuido a Díaz de Guzmán”, Paul Groussac
antes ofrecidos a la Corona. Prefigurando a los viajeros del si- reproduce el mapa completo y, a partir de un estudio del mis-
glo XVIII o a los geógrafos del XIX, Ruy Díaz posee y transmite mo, deduce que éste fue confeccionado entre 1606 y 1608, es
datos e información directamente explotables para las autori- decir, cuatro o seis años antes de la escritura del texto. 36 A par-
dades coloniales, con la diferencia de que éste es un viajero tir de esta deducción, establece una ligazón entre texto e ima-
mestizo en su propia tierra y de que la información geográfica, gen y, desde esta perspectiva, sostiene:
topográfica y toponímica que ofrece sólo es accesible, en su es-
pecificidad, a los sujetos naturales del Río de la Plata. (...) todos los nombres geográficos de la descripción figuran en el mapa, el
Recordemos que Ruy Díaz de Guzmán emprende la aventura cual, además, contiene muchos otros que faltan en aquélla. Esto, por lo
tanto, nos indica que en el caso de comprobarse la correlación de ambos
textual y gráfica de este territorio luego de una probanza frus-
documentos, habrá de admitirse, como era de prever, que el texto se adaptó
trada y de un severo cuestionamiento real sobre su accionar a la carta, y no viceversa: en otros términos, que el mapa existía y el autor
militar. En este contexto, el lugar de subalternidad ejercitado lo tenía a la vista al empezar su descripción (1914: 474).
desde la dedicatoria no sólo resulta necesario sino, incluso, im-
prescindible para la propia constitución del libro y para la legi- Esta hipótesis, elaborada a partir del estudio de la topo-
timidad de la imagen que forma parte de él. Díaz de Guzmán nimia presente en el libro, pondría en evidencia la falsa
apela a las marcas retóricas del discurso del vasallo así como a función demostrativa que el cronista le otorga a la repre-
la cartografía y a su nivel persuasivo para demostrar que estas sentación cartográfica. En este sentido, la idea de que el
tierras son, por un lado, aquéllas que en parte aún esperan la autor la “tenía a la vista al empezar la descripción” supone
300 301
una interrelación entre ambas textualidades que excede el [el caudaloso Río Pipirí] donde es fama muy notoria haber mucha gente
nivel complementario en el que a simple vista se inscribe que posee oro en cantidad, que trae este río entre sus menudas arenas (48).
302 303
gún otro cronista o cartógrafo podría ofrecer: reconstruye el poseer una función avalada por el Viejo Mundo y sin pertenecer
Río de la Plata a partir del tipo de uso que los europeos podrían a él, puede brindar lo que nunca antes fue ofrecido. Semejante
darle. Produce y reproduce un espacio legible para que sea prac- meta narrativa se explica en el carácter mestizo del cronista, el
ticado del modo más conveniente de acuerdo con la representa- cual lo obliga a otorgar un objeto que, en su distinción, adquie-
ción aportada. ra valor. A partir de tal concepción, el texto de Ruy Díaz de
La labor empírica de medición de leguas, millas y ubicación Guzmán le transmitirá a su señor español la siguiente senten-
geográfica en el mapa y en la crónica da cuenta no sólo de una cia: cuanto menor sea la mediación, mayor será la eficacia que
descripción objetiva, sino también de un intento de racionalizar pueda producir el espacio en cuestión. Ahora el mapa se ha vuelto
el espacio, traducirlo y hacerlo inteligible. Esto se ve en las valuable teórica y prácticamente, ahora es la carta que sostiene
lecturas que el cronista realiza de su mapa: “En esto diré lo que la escritura.
contiene sobre mano izquierda a la parte del sur, tomando la
costa del Río de la Plata, arriba en esta forma...” (52). Ruy Díaz
coloca la imagen que él mismo confeccionó en diversas posicio- Y entonces fue el relato
nes y traslada esas lecturas al texto logrando así orientar al
destinatario. Pero estas directrices que se otorgan no sólo mar- Una vez inserto el mapa y realizada la textualización del
can recorridos, también sugieren modos de abordaje, predeter- mismo en los capítulos ya mencionados, la perspectiva históri-
minan la clase de incursión en la tierra. ca afirmada desde el comienzo como intención de escritura (“to-
El mapa verbal que construyen estos primeros cuatro capí- mando la pluma para escribir estos anales”) comenzará a co-
tulos establece –junto con la representación cartográfica en sí– brar la relevancia esperada. Ya sea porque el terreno fue
el tipo de discurso y de tono a implementar en el libro. Al enun- explorado en su multiplicidad, ya sea porque se necesitaba de la
ciado geográfico-descriptivo propio de las crónicas se agregará definición y delimitación de ese espacio para construir la histo-
el aspecto performativo, que ya estaba esbozado en la imagen y ria a relatar, o porque resultaba capital demostrar un saber que
que aparece inscripto en el objetivo del relato. La productividad lo distinguiera y que funcionara como aval distintivo de su dis-
del espacio conquistado no parece radicar simplemente en el curso; lo cierto es que luego de la construcción del mapa verbal
objeto a representar sino en el sujeto que lleva a cabo dicha y efectivo, la narración gana terreno. Sólo cuando los modos de
representación porque es él quien “construye” –textual y gráfi- producir beneficiosamente esta tierra ya fueron sugeridos, Ruy
camente– tal funcionalidad. Díaz se abandona al relato de la historia y a la seducción que le
Ruy Díaz incursiona en la escritura y en su poder, sostenido genera tal emprendimiento.
en la convicción de que, si la historia de la patria es el compen- Cuando el cronista se ve absorbido por el ímpetu narrativo
dio de su historia familiar, la única voz legitimada para narrar- que genera el acontecimiento a referir, la presencia del aspecto
la es la suya. Narrar “la epopeya que nadie narró antes” (Iglesia espacial se explica en tanto principal elemento discursivo que
1987: 31) y recuperar la memoria absoluta de la historia de la pone en evidencia los alcances y dimensiones de la conquista
patria es la razón de la obra y de su autor, porque sólo quien se realizada. En líneas generales, la descripción geográfica del re-
adjudica el rol de llevar a cabo semejante empresa es quien, sin corrido de los españoles sólo parece agregarse al relato históri-
304 305
co cuando el acontecimiento de alcance territorial así lo requie- (...), de manera que la carabela quedó montada sobre la peña, abierta por
re, es decir cuando se trata de una exploración, una fundación o los costados, por lo que entraba tanta agua que no se pudo agotar diligencia
alguna sin haber cesado la furiosa tormenta, hasta que viendose sin otro
un descubrimiento. Pero también encuentra su lugar en el re-
remedio, determinaron desamparar el navío y salir a tierra con peligro del
lato cuando esto posibilita algún tipo de beneficio para el con- río, o de ser ahogados, o después en tierra cojidos de los indios Charrúas de
quistador (en su engrandecimiento heroico a través de la cruza- aquella tierra, jente cruel y bárbara (185-6).
da por esta tierra), o bien para el propio narrador (en su
vinculación con esos héroes que forman parte de su familia). De La odisea paterna no acaba aquí. Como buen relato de aven-
este modo, cuando cuenta la entrada de Irala al Perú señala: turas, con lo que tienen a mano (mástil, tablas, maderas y ba-
tel) construyen una balsa para atravesar el río y alcanzar la
habiendo caminado 60 leguas, llegaron a un paraje, donde se juntan dos tierra; una vez en la costa, caminan durante la noche en busca
ríos que hacen el del Paraguay, y habiendo entrado por el de la derecha, que
del bergantín, atraviesan lagunas a nado y luego la parte sur de
viene de la parte del Brasil, hallaron que traia poco agua, con que retroce-
dieron y entraron por el de la izquierda, que corre de hacia el norte, por el
la tormenta los alcanza, desencallando la carabela y arrojándo-
cual navegaron dos dias, hasta llegar a un paraje en que se divide en mu- la “a la costa hecha pedazos”. Las vicisitudes del padecimiento
chos riachos y anegadizos. Dieron vuelta...(177). vivido por su padre necesitan de un marco espacial que ubique
el lugar donde sucede la acción y que convierta a ese escenario
El recorrido geográfico continúa en el relato, el tipo de em- de furia natural en causa y explicación de la trágica, pero final-
prendimiento conquistador de Irala lo exige, el resultado nega- mente heroica, experiencia narrada. Del mismo modo, en la
tivo final de esta entrada lo requiere.37 jornada de descubrimiento que Pedro de Mendoza mandó a ha-
Como puede observarse, la figura protagonista y/o el evento cer a Ayolas y a Irala, se comenta:
realizado o en vías de llevarse a cabo son los elementos que
finalmente parecen determinar el tipo de inscripción que en salieron a su jornada, navegaron muchas leguas, padeciendo grandes tra-
cada caso poseerá el aspecto geográfico. Así, habrá sucesos en bajos y necesidades, hasta que llegaron donde se juntan los ríos Paraguay y
Paraná; y tocando en los mismos bajíos que Gaboto, dieron vuelta y embo-
esta crónica que convierten a la dimensión espacial en un com-
caron por el del Paraguay con los remos en la manos, y a la sirga, camina-
ponente narrativo más, cuya especificación significaría una di- ron de noche y de día con deseo de llegar a algunos pueblos donde pudiesen
lación improductiva a los efectos del relato y de su acontecer. hallar refrigerio de alimentos (112).
En ellos, el aspecto geográfico –aunque ineludiblemente pre-
sente– pierde, por lo menos en estos casos, la minuciosidad que La aventura de Irala, como la de Riquelme, continúa: luego
lo caracterizaba. La peripecia gana la partida y la narración no de encontrarse con los agaces, de pelear con ellos, matarlos y
cede terreno. Esto puede verse, por ejemplo, en uno de los peri- lograr su retirada, se encuentra con los guaraníes, quienes le
plos de Alonso Riquelme, cuyo recorrido es comentado breve- dan noticia de otras tribus que poseen metales. Así es como
mente y en función del hecho que se va relatar: “caminando por sus jornadas, llegaron al puerto que llaman
Nuestra Señora de la Candelaria, en donde Juan de Ayolas man-
Tomaron el canal que va a Maldonado, en donde aquella noche les so-
dó desembarcar y tomar tierra” (112). Evidentemente, en el
brevino una gran tormenta, que dio con la carabela en una cubierta laja
marco del acontecimiento a referir, clave para explicar la visión
306 307
que se ofrece de Irala, ya no se señala la extensión ni la latitud, reparado en las características de este río y de este puerto y en
ahora simplemente se acota “navegaron muchas leguas”, ya no las dificultades que tendrán que enfrentar las embarcaciones
se describe en detalle el recorrido, sino que llanamente se co- que se encaminen hacia él. Quienes viven esta experiencia son
menta “Y caminando por sus jornadas, llegaron al puerto”. La “extranjeros” que desconocen esta información, a esta altura
simplificación permite que el eje del relato no se diversifique y crucial, y por lo tanto son los que padecen. Los datos provistos
así la historia de Domingo de Irala o de Alonso Riquelme de en los primeros capítulos permitirán que sean los sujetos los
Guzmán posea la incidencia que debe tener en los anales del que establezcan el recorrido y no la tierra y sus accidentes los
Río de la Plata. que demarquen el itinerario.
El conocimiento geográfico no es sólo la clave de los primeros Al relato de aventuras se suma, entonces, la guía del cronis-
cuatro capítulos y de la confección del mapa, sino también la ta (que aquí se auto-instituye en viajero, o mejor, salvando el
clave de lectura que permite aprehender los recorridos y dibujar anacronismo, en baqueano). El itinerario siempre está presen-
los itinerarios. Si bien es esperable y lógico suponer que en todo te, ya sea en el relato histórico fundacional, en la experiencia
capítulo en que se narre un viaje, un desplazamiento, una pobla- cotidiana de conquista, en la caminata exploratoria. Pero ese
ción o un descubrimiento las marcas geográficas estarán indefec- recorrido, que puede tener o no especificidad geográfica, gene-
tiblemente presentes, en La Argentina la presencia de la confi- ralmente parece ser el resultado de una lectura espacial previa.
guración geográfica adquiere un lugar mayor: o bien contextualiza Las marcas “a la derecha”, “a la izquierda”, “más arriba”, “hacia
la historia; o bien especifica detalladamente el recorrido que hace abajo” no sólo señalan una dirección sino que ponen en eviden-
al acontecimiento, lo sitúa; o bien “crea” sucesos dignos de ser cia la lectura a la que remiten. Ausentes en las otras crónicas,
relatados. Así se explica que cuando se refiere el despoblamiento donde la especificidad se caracteriza por la cantidad de leguas y
del puerto de Buenos Aires, el narrador le ofrezca un lugar en su los nombres de los ríos y ciudades atravesados o por alcanzar;
crónica a lo acaecido a los navegantes que vienen desde Italia aquí esas marcas reenvían al mapa que se ofrece en un princi-
hacia el Río de la Plata y desde allí se dirigen a Asunción: pio para aclarar cuál es ese lugar señalado al norte o ese río
que se tomó hacia la izquierda. El lector no posee el conoci-
así mismo otros nobles italianos (...) y otros extranjeros, que todos llegaron miento territorial que detenta este cronista y conquistador del
a este puerto con no poco peligro, porque al entrar en el Riachuelo, tocó el Río de la Plata, por lo tanto necesita de la imagen cartográfica
navío con un banco que estaba a la entrada, y se abrio con perdida de gran
como anclaje para poder dibujar el camino realizado por los es-
parte de lo que traían, salvándose toda la jente, la cual con la que existía en
el fuerte, padecieron igual necesidad y penuria... (133). pañoles y dimensionar así los alcances obtenidos, los avances y
los retrocesos.
La historia de esta escena, en apariencia intrascendente, que Dado que la espacialidad ocupa tal lugar en el relato, como
el cronista se detiene a contar se remonta al comienzo del tex- fuente, dato objetivo y sostén verídico de lo narrado, lo que
to, es decir, a las características del puerto que genera pérdi- surge como interrogante es cómo será puesta en juego cuando
das, produce padecimiento y marca un nuevo rumbo en el itine- se traten espacios de leyenda que nunca fueron hallados.
rario. El desconocimiento de este accidente geográfico convierte La historia de la Ciudad de los Césares, por ejemplo, se abre
en suceso lo que podría ser un viaje más. Los lectores ya han paso en el texto a partir de las palabras del capitán González
308 309
Sánchez Garzón, quien certifica haberla visto, y de las crónicas ubicación (y existencia) geográfica ya apuntada en el mapa: “Los
de anteriores viajeros que sostienen haberla conocido. En este Césares si los [h]ay”.
caso la historia del itinerario llevado a cabo guarda aparente Por momentos, es el relato el que complementa al mapa y
similitud con la generalidad anteriormente mencionada, en tanto no al revés, como podría suponerse. La funcionalidad de la ima-
se inscribe en el marco del relato histórico del descubrimiento gen en el discurso pareciera estar sujeta al tipo de aconteci-
de César y sus compañeros. Sin embargo, el aspecto geográfico miento a relatar; su injerencia en los anales, en la figura del
vuelve a ocupar un lugar, aunque diferente. Esta vez, quizás la cronista, en el libro que le dedica a su señor y en la clase de
única, el cronista pone en duda la certeza de lo percibido, rela- recepción esperada determinan el lugar que se le adjudicará a
tiviza la información en base a sus conocimientos prácticos del la dimensión espacial. De este modo, el narrador se desplaza
terreno: constantemente de la configuración geográfica del espacio físi-
co a la configuración cronológica, histórica y política del Río de
salieron de aquel sitio, de donde caminaron por muchas regiones y comar- la Plata, pero ese desplazamiento no implica en ningún mo-
cas de indios de diferentes lenguas y costumbres; hasta que vinieron a mento el completo abandono del primer tipo de configuración
subir una cordillera altísima y áspera, de la cual mirando el hemisferio,
con que se elige abrir el libro. La apertura textual y cartográfi-
vieron á una parte el mar del norte, y á la otra el del sur; aunque á esto no
me he podido persuadir por la distancia que hay de un mar al otro, porque ca por la que opta Ruy Díaz establece un relato particular, úni-
tomando por lo mas angosto, podrá ser el rincón del Estrecho de Magalla- co, que ofrecerá lo que hasta entonces nadie había ofrecido. Esta
nes, en que hay de la boca una parte del norte á la otra del mar del sur mas no es la historia de una tierra miserable, aunque se relaten los
de cien leguas; por lo que entiendo fue engaño de unos grandes lagos, que infortunios sufridos por los españoles; esta es la historia de una
por noticia se sabe que caen á la parte del norte, que mirando de lo alto, les
tierra significada por las acciones que en ella se han llevado a
pareció ser el mismo mar... (92. El subrayado es mío).
cabo, historia que requiere de un conocimiento y una explicita-
ción geográfica que permita conceptualizar el tipo de emprendi-
En este momento de la crónica, el cuestionamiento radica
miento que reiteradamente uno y otro español fue ejerciendo.
en el relato de la percepción geográfica obtenida por los descu-
Si lo que sucedió a “nuestros españoles” en el Río de la Plata,
bridores, desconocedores de las características del territorio y
fue que “de donde pensaron salir muchos ricos y aprovechados”,
de sus accidentes, y leído como “engaño” que es preciso aclarar.
“antes acabaron los mas de ellos sus vidas miserablemente”, La
El yo del “geógrafo” ocupa un lugar en el relato, vuelve a mar-
Argentina otorga un reconocimiento del proceso, de la marca
car su saber provechoso y distintivo.
en la tierra, de los movimientos realizados, y no del resultado.
A partir de la interrelación texto-mapa, puede pensarse que
Su texto busca así obtener un lugar merecido en el territorio y
la inserción de esta ciudad de leyenda en la carta establece su
en su historia, un lugar que, como en la Probanza, también es
lugar en el relato. En este caso Ruy Díaz retoma la representa-
por definición expansivo: lo abarca a él y a los fundadores del
ción cartográfica y señala la posible ubicación de una ciudad
espacio en el que nace, es decir a toda su familia. El mapa, en
mítica que, de ser encontrada, hará provechosa la expedición;
este sentido, no es una imagen más, es la muestra gráfica del
describe el itinerario trazado y, al alertar sobre los datos erró-
reconocimiento merecido que aún no han obtenido; el relato, la
neos, reproduce y aclara el condicionamiento de su efectiva
prueba discursiva de la relevancia de tales acciones y de los
310 311
sujetos que las ejercieron: un modo de restituir “la honra y el vancia central al espacio y a la espacialidad, no sólo como ma-
acrecentamiento” perdidos en “lo ínfimo de las miserias e infor- teria del relato sino también, y principalmente, como condicio-
tunios”, aunque permanentemente buscados en cada una de las nador de una clase de discurso distintivo; escritura que, ade-
conquistas logradas, en cada suceso emprendido. más de trabajar en la interrelación entre lenguaje y espacio, se
ve a su vez determinada por la existencia de una representa-
ción cartográfica que marca gran parte de la direccionalidad del
Escritura cartográfica relato. En suma, el espacio –en su amplia concepción– es aquí
eje rector de la crónica en su composición. 39 La escritura carto-
En las crónicas rioplatenses el espacio es una realidad de- gráfica en este caso es un tipo de práctica que, mediante la ex-
cepcionante que a su vez resulta imposible dejar de referir, es hibición discursiva y visual del espacio rioplatense, pretende
la causa que quiebra el sueño ideado por los europeos desde el presentar a uno de los productos genuinos del Río de la Plata
otro lado del mar. Pero para Ruy Díaz el Río de la Plata posee como un fruto que, a través del saber que muestra y ofrenda, se
un sentido nuevo, ya que no es concebido ni como el lugar del vuelve (puede volverse) representativamente ventajoso, proyec-
enriquecimiento, ni como el campo donde se desarrollará la tivamente aprovechable. La escritura cartográfica no es aquí
ansiada aventura heroica. Estas tierras son para él tanto su un fin, es la llave para acceder a la identidad deseada; el mapa
lugar de origen, como la única referencia territorial que posee, que la caracteriza, el sello personal del cronista, de su obra,
el único bagaje que porta y que lo distingue. quizás también su firma.
A pesar de la visión española que este cronista adopta, asi-
mismo afirma y le recuerda al representante de la Corona que,
reiteramos, “esta gobernación es una de las mayores, que Su
Majestad tiene y posee en las Indias” (41). Es en la extensión en
lo que repara el cronista, es esta característica “casi única” la
que recalca. En la cantidad de tierras se basa la recompensa del
Río de la Plata, parece aclarar Ruy Díaz. Desde esta perspecti-
va, la incidencia de la cuestión espacial no se circunscribe sola-
mente a la descripción del comienzo del texto; si se tiene en
cuenta el lugar que ocupa el espacio en la escritura de la cróni-
ca, sus diversas representaciones, la internalización de estrate-
gias espaciales como hojas de ruta, especificaciones topográfi-
cas y toponímicas, itinerarios realizados y recorridos a llevar a
cabo, junto con la relevancia que tiene el mapa en el proceso
escriturario, se puede observar en qué medida Díaz de Guzmán
incursiona en un tipo de narración particular, crea una escritu-
ra cartográfica.38 La escritura que ejercita le otorga una rele-
312 313
Notas 1603, se mudó a Francfurt, probablemente por las ventajas que como libre-
ro le ofrecía esta ciudad y por la cercanía con de Bry. Su muerte se produjo
en 1606. El resto de las publicaciones, posteriores a esta fecha, fueron
1
Hacia fines del siglo XVI se dejaron de usar casi por completo los llevadas a cabo por su viuda y sucesores, algunas de ellas en conjunción con
grabados en madera, dando paso a la calcografía, que duraría dos siglos. La de Bry (Sobre Levinus Hulsius y su colección, ver Asher 1839).
5
adopción del grabado en cobre triunfó porque desempeñaría en lo sucesivo, La Colección de veintiséis viajes a diferentes partes del mundo etc.
gracias a las imágenes, un papel similar en la difusión de los textos al que le etc. Nurnberg, Francfort y Hanover, 1598-1660, tenía como título original:
había tocado al libro impreso más de un siglo antes. (Sobre la historia del Sammlung von 26 Schiffahrten in verschiedene fremde Lander durch
libro ilustrado, ver Febvre y Martin 2005: 91-110; López-Baralt 1990: 51- Lev. Hulsium und einige andere aus dem Hollandischem ins Deutsche
116). übersetzt undd mit allerhand Ammerkungen versehen. Esta colección,
2
Para un mayor estudio de todas las ilustraciones realizadas durante como su título lo indica, constó de veintiséis partes, de las cuales la cuarta
este período, ver Sturtevant 1976: 417-454. estuvo dedicada a la publicación de la crónica de Ulrico por Brasil y el Río
3
Sobre los dibujos de la Historia general y natural de las Indias de de la Plata, editada en 1599, 1602, 1612 y en latín en 1599. (Para conocer
Oviedo, ver Myers 1993: 183-213. toda la colección de relatos de Hulsius, ver Asher 1839).
4
Levinus Hulsius nació en Ghent, Alemania, alrededor del año 1546. A Es interesante destacar que la mayoría de las obras publicadas eran
temprana edad evidenció grandes habilidades para el estudio de lenguas y ilustradas. La Parte IV aquí analizada no constituye, por ende, una excep-
de matemática en las universidades de su país. En su madurez, adscribió a ción, sino que resulta parte sustancial de un claro proyecto editorial.
6
los principios del protestantismo enseñado en Alemania por Lutero y se De Bry realiza una primera edición de esta crónica en alemán en 1597;
convirtió en uno de los miembros más activos de la Reforma de la iglesia. dos años después, en 1599, publica la primera traducción al latín. Hulsius,
Un decreto del monarca español, en ese momento señor también de los por su parte, reedita la versión alemana en Nüremberg en 1602 y en Fran-
Países Bajos, proscribió a todos aquellos que adherían a los nuevos princi- cfort en 1612.
7
pios y los forzó a dejar su país y sus posesiones. Hulsius se estableció, En el minucioso apéndice que ofrece la obra de Bernardette Bucher, en
entonces, en Nüremberg alrededor del año 1590. Esta ciudad tenía en ese el que se detallan todas las imágenes que ilustran las trece partes de los
momento considerable importancia tanto desde un punto de vista científico Grand Voyages, se especifican los grabados que acompañan el relato de
como comercial; alrededor de treinta libreros y editores florecieron bajo la Schmidl: portada: Canibalismo Tupinambá; culto de la maraca; 1) Hambre
protección de la Universidad de Altdorf, situada en las cercanías de Nürem- entre los españoles y canibalismo: los caballos son apaleados hasta morir y
berg. Así fue como Hulsius encontró pronto un empleo rentable. Primero comidos; los hombres que han sido colgados son despedazados sobre la
aprovechó sus conocimientos lingüísticos, enseñando francés e italiano y horca, hervidos y comidos; 2) Emboscada indígena; en primer plano los
posteriormente se convirtió en notario público. En 1594 comenzó el comer- españoles queman a los indios vivos en retribución; 3) Recepción de los
cio de libros publicando tanto sus propios textos como los de otros autores. españoles por el rey de los “Scherves” (Jarayes), probablemente el Guarago
Su primera obra fue el Diccionnaire Francais-allemand et allemand-fran- de Paraguay (Bucher 1981: 182). Como puede verse por esta descripción,
cais, que hasta ese momento no existía en Alemania, y que Hulsius compiló los grabados de la obra de de Bry, que en este caso ilustran la crónica de
y publicó en 1596. Luego siguieron sus gramáticas y diccionarios italianos Schmidl, contribuyen a “desparramar por Europa la famosa leyenda negra”
que fueron frecuentemente reimpresos. En 1594, publicó su obra Instru- de España y sus conquistadores. Por eso mismo, ciertos estudios, como el de
mentos matemáticos, a la cual le sucederían diversos textos sobre esta Eduardo Subirats, analizarán la iconografía de la colección de de Bry en
materia. En 1598 fue inducido por el auge de la publicación de su compa- relación directa con la obra de Las Casas. (Al respecto, ver Subirats 1994).
8
triota de Bry, establecido en Francfurt, a emprender la traducción de na- Esa estrecha relación entre las colecciones se puede observar en el estu-
rraciones de viajes que aparecían en diferentes partes del mundo, particu- dio crítico de Asher, en el cual se realiza un listado de las obras que componen
larmente en Holanda e Inglaterra. Con el objeto de recoger material para la Colección de Hulsius y asimismo se especifica a qué parte de los Grand
estas publicaciones, en enero de 1600 viajó a estos países. A su regreso, en Voyages de de Bry corresponde cada una de ellas. (Ver Asher 1839: 3-6).
314 315
9 14
De hecho será esa versión la que servirá de base para las traducciones En el prólogo Hulsius aclara que el manuscrito original que llegó a sus
posteriores, como la primera traducción al español que realizó el Dr. An- manos llevaba consigo el retrato del autor junto al escudo de armas del
drea Gonzalez de Barcia publicada en Madrid en 1737 en su Colección de obispo de Bamberg, con lo cual estos dos grabados formaban parte del texto
Historiadores Primitivos de las Indias Occidentales. Es esta misma ver- antes de que Hulsius lo tuviera ante sí.
15
sión la que luego es reproducida por Pedro de Angelis en 1836 en su Colec- Para un análisis pormenorizado sobre esta imagen y sobre la frontera
ción de Obras y Documentos Relativos a la Historia Antigua y Moderna de en el Río de la Plata durante los siglos XVI y XVII, ver El Jaber 2008.
16
las Provincias del Río de la Plata. El grabado del tercer pueblo indígena, los jarayes, será analizado en
10
En el estudio de esta crónica que realiza Edmundo Wernicke para la los puntos siguientes.
17
edición de la Universidad Nacional del Litoral en 1938, éste especifica que De todas las ilustraciones de la edición de Hulsius, sólo hay una que
las aseveraciones de Hulsius carecen de toda probabilidad de ser ciertas y aparentemente no representa esto: la de la antropofagia cristiana. Pero,
aclara que las traducciones castellanas realizadas sobre el texto de Hulsius como vimos anteriormente, esta ilustración dentro del sistema adquiere
“guardan forzosamente los errores y defectos de tal versión”, llegando in- otra significación. De todos modos, cabe destacar que el hambre represen-
cluso a presentar a Schmidl entregando en persona las cartas de Irala a tado en la edición de Hulsius no hace hincapié, como sí sucede en de Bry, en
Carlos V (Wernicke en Schmidl 1938: 22-23). la decadencia del europeo sino en la heroicidad del conquistador sobrevi-
11
Arana afirma que “son rarísimos los ejemplares que presentan com- viente que construye denodadamente el texto de Schmidl.
18
pleta la serie”. En la Argentina existe un ejemplar original de esta edición En lo que a líneas iconográficas se refiere, la tradición europea me-
que en la Biblioteca Nacional del Maestro que cuenta con las dieciocho dieval representaba al salvaje cubierto de pelos (Penhos 2005; Bartra 1998).
láminas y con los dos mapas. La excepcionalidad de esta edición se debe a Pero el mito del hombre salvaje comienza a resquebrajarse ante la reali-
que las otras ediciones de la crónica carecen de alguna de las imágenes. Así, dad de los sujetos reales de América, que no eran peludos ni monstruosos.
la edición que publica la Biblioteca de la Junta de Historia y Numismática Bartra especifica que, “a pesar de toda la imaginería medieval que los
Americana en 1903, con notas de Bartolomé Mitre y traducción de Lafone colonizadores de América traían en sus cabezas –pobladas de paraísos
Quevedo, cuenta con las imágenes de la edición de Hulsius pero sólo con perdidos, sirenas, amazonas y gigantes–, la realidad cotidiana de su convi-
uno de los mapas, faltándole el correspondiente a la región de Brasil. Del vencia con los hombres y las mujeres del Nuevo Mundo se iba imponien-
mismo modo, el ejemplar que posee el Museo Británico cuenta con dieciséis do” (1998: 150). Quizás debido a esta imposición paulatina, los pelos des-
de las dieciocho láminas originales y nuevamente con un solo mapa (Arana aparecen de las representaciones corporales, como de hecho sucede en la
1931; Domínguez 1891). En la segunda parte de este capítulo se reproduci- edición de Hulsius.
rá el mapa de América del Sur. Otra de las tradiciones ligadas al indígena lo muestra de torso musculo-
12
Es elocuente, en este sentido, que en los ejemplares de esta edición so, piel oscura, con un faldellín y un tocado de plumas. Esta imagen provie-
no se mencione el nombre del/los ilustrador/es, como si quisiera dejarse ne de las primeras representaciones de los habitantes de América que de
en claro que estas representaciones son simplemente acompañantes ico- Bry y su taller contribuyeron a difundir, las cuales “tuvieron un papel rele-
nográficos del texto que se publica. Tal función aparece explicitada en el vante en la conformación de estereotipos visuales” (Penhos 2005: 85). Si
título que le coloca Hulsius a su publicación, en el que se aclara que ésta bien esta tradición está en plena formación en el momento de elaboración y
se halla “acrecentada por un mapa imprescindible y adornada con ilus- edición de estos grabados, es evidente que ya forma parte del horizonte de
traciones y otras explicaciones de Levinus Hulsius” (el subrayado es este ilustrador. En líneas generales, gran parte de estos elementos, con
mío). distintas variaciones según la tribu que se esté ilustrando, se observan en
13
Vale la pena recordar, como se ha señalado en el primer capítulo, que los retratos de los indígenas aquí ofrecidos.
19
en las últimas décadas del siglo XIX se descubren distintos códices de esta La representación de estos dos hombres, fuera del grupo de pertenen-
crónica, entre ellos el de Sttugart publicado por Johannes Mondschein en cia, no aporta detalle diferencial alguno, salvo una diferencia en el color de
1893, que es seguido por Edmundo Wernicke a partir de 1928, y considerado la piel que no parece tener relevancia en el conjunto compositivo de la
por éste el manuscrito original del relato de Schmidl. imagen.
316 317
20
Esta particularidad de portar un puñado de flechas, que caracteriza a 3) Batalla con los Querandí- (Cap. VIII), 4) El hambre (Cap. IX), 5) El sitio
este cario pero que se repetirá en la representación de varios indígenas a lo de Buenos Aires (Cap. XI), 6) Los Timbúes, Buena Esperanza y Corpus
largo de estos grabados, puede tener diversos significados. En principio, Christi (Cap. XIII), 7) La serpiente de los Mocoretás (Cap. XVII), 8) Los
hay que tener en cuenta que, desde La Eneida de Virgilio, las flechas repre- Carios (Cap. XX), 9) La ciudad y pelea de Lambaré (Cap. XXI), 10) Los
sentan la guerra. Por otro lado, el símbolo heráldico de Fernando de Aragón Payaguá y Naperú (Cap. XXV), 11) Asalto de Corpus Christi (Cap. XXVIII),
era un haz de flechas. Posiblemente este conjunto de flechas repetidamen- 12) Naufragio de Schmidl en 1538 (Cap. XXX), 13) Los Schernes (Jarayes)
te representado pueda remitir tanto a la belicosidad del indio americano (Cap. XXXVI), 14) Asalto de la Frontera (Cap. XLII), 15) Pacos o Llamas
como a la conquista –también belicosa– de la Corona española sobre estos (Cap. XLIV), 16) Pelea con los Mayáguenos (Cap. XLVII), 17) Naufragio
sujetos y sus tierras. Agradezco a Gonzalo Aguilar por llamarme la atención cerca de Cádiz (Cap. LIV), 18) Escudo de armas del obispo de Bamberg.
28
sobre este motivo que se repite en estos grabados. En el final del capítulo IV, luego de que el narrador menciona al cau-
21
Sobre estas representaciones, ver Panofsky 2005; Strauss 1973; Bar- daloso río “que llaman de las Amazonas”, opta por proponerle al lector que
trum 1995; Bucher 1990: 3-26. dirija sus ojos hacia el mapa que “aquí pongo en este lugar” (66).
22 29
Esta problemática fue en principio abordada por Michel de Certeau en Paul Groussac dedica un tomo de los Anales de la Biblioteca al estudio
La escritura de la historia (1985: 225-259). Mason retoma luego esta cues- de la figura de Díaz de Guzmán y de su obra, allí reproduce el mapa y
tión en Deconstructing America y allí postula: “Como estructura de la alte- escribe el artículo “El mapa atribuido a Díaz de Guzmán”, en el que retoma
ridad, la asimilación es un proceso por el cual la otredad del otro es elimina- presupuestos analizados por García Acevedo y amplía otros (como ser la
da y el otro es reducido a lo mismo. La asimilación trabaja en ambos sentidos, fecha de confección de la carta) que tienden a establecer una ligazón entre
lo que implica que, si los indios son asimilados a los europeos o los europeos el texto y el mapa (1914).
30
a los indios, es posible en cualquier caso reducir lo otro a lo familiar, a lo Entre los que cuestionan a Ruy Díaz como productor del mapa se halla
propio. Esta es una estrategia ego-céntrica. (...). Aunque la asimilación el geógrafo Germán Latorre, cuya teoría Furlong refuta (Al respecto ver
puede proceder en ambas direcciones, la asimetría entre indios y europeos Latorre 1916: 15-28). En cuanto a la sostenida argumentación que afirma la
explica la falta de un balance en la economía de la asimilación [ya que] autoría del cronista mestizo, ver Furlong 1938; 1958: 17-33.
31
frente a los amplios ejemplos que abundan de indios que por necesidad King especifica que la noción de “distorsión” está malinterpretada,
adoptaron los valores de sus conquistadores, hay pocos ejemplos de su re- dado que sugiere la posibilidad de alguna clase de representación pura de la
verso” (1990: 163-164). que se estaría desviando. De todos modos, a lo que él apunta es a desandar
23
Para un estudio sobre la importancia de los ornatos de plumas en las cierta visión de la cartografía que tiende a ver el mapa “como un canal de
diversas representaciones del amerindio durante el siglo XVI, ver Mason comunicación para que cierta información sea transmitida de un lugar a
1998: 16-41. otro”, en donde los datos existen “para ser tomados del mundo real (...) y
24
Según Asher, la palabra “amida” que figura en la ilustración es un para que luego sean decodificados por quien use el mapa”. Esta visión del
error del copista y quiere significar, en verdad, “anta” (1839). La inscripción mapa como reflejo de un mundo mutable en una forma pasiva es con la que
que posee el grabado dice, entonces, “animal de carga o anta”. disiente King. Para él, “el mapa no sólo no es pasivo sino que tampoco es un
25
Este tipo de grabados ilustran la parte sexta de su colección. Asimismo reflejo. Los mapas pueden ser muy persuasivos en numerosas formas: pue-
hay que tener en cuenta que existían imágenes de este tipo en los libros de den construir relaciones, uniones, divisiones con importantes implicancias”,
viaje publicados en el momento, como la Storia del Mondo Nuovo (1565) de pueden expresar lazos políticos, ideológicos y/o culturales (1996: 18-20).
32
Girolamo Benzoni que edita e ilustra de Bry reiteradamente desde 1594 En Mapping Reality, Geoff King señala que una de las características
hasta su muerte. del mapa colonial occidental es que extingue otras dimensiones de la reali-
26
Sobre el tópico del naufragio en los relatos de los siglos XVI y XVII, dad en un acto de violenta apropiación, de ahí la negación de la presencia
principalmente portugueses, ver Lanciani 1979. indígena a través de espacios vacíos. La tierra libre, vaciada de habitantes y
27
Las ilustraciones que componen la edición de Hulsius poseen el si- de sentidos, funciona como promesa de más fácil acceso y genera una ma-
guiente orden: 1) Retrato de Ulrico Schmidl, 2) Portada de la edición latina, yor motivación. Según King, aún cuando la presencia indígena fuera consi-
318 319
derada, estos sujetos no eran concebidos poseedores del espacio ocupado, lado, hay que tener en cuenta que es a través de esta funcionalidad que su
dado que las nociones occidentales de uso de la tierra no eran aplicadas por mapa de amateur puede tener alguna posibilidad como prueba de fiel ads-
tales naciones americanas. De esto se deduce que sus prácticas eran consi- cripción al bando español y a su política expansionista.
35
deradas ineficientes y primordialmente inválidas (1996: 145-6). En El pensamiento mestizo, Serge Gruzinski analiza los diversos me-
33
Es interesante, en este sentido, la primera función que tuvo el mapa y dios y dinámicas miméticas de occidentalización que recaen/llevan a cabo
la crucial importancia de dicha especificación de riquezas. Según García los indígenas a través de sus producciones, basándose en la hipótesis de que
Acevedo, quien primero hizo conocer la existencia del mapa fue el Dr. Esta- “la conquista española convierte al indígena en uno de los protagonistas de
nislao S. Zeballos en su Alegato de la República Argentina sobre la cuestión la reproducción” (2000: 109). A partir de estas sugestivas postulaciones,
de límites con el Brasil en el territorio de Misiones de 1894. Allí Zeballos sería interesante pensar cómo se daría este proceso en los sujetos mestizos
sostuvo que “Ruy Díaz de Guzmán empezó a levantar el primer mapa de y en qué medida sus obras lo re-producirían. En este sentido, a partir del
esta gobernación en 1593” y que “este antiguo mapa es de un extraordina- texto escrito por Ruy Díaz de Guzmán, de la unilateralidad del discurso de
rio valor como probanza”. Con esta imagen como prueba de sus alegatos, en este mestizo identificado como español, del tipo de tratamiento y descrip-
determinado momento declaró: “Han pretendido los escritores brasileños ción del rol desempeñado por el indígena en la conquista de tierras, así
que el río Pepiry o Pequiry, el quid de la cuestión en debate, no era conocido como de la producción y funcionalidad del mapa, podría pensarse que Ruy
antes de la fundación de la vasta confederación de los jesuitas en estas Díaz es un representante prototípico de este proceso mimético. El objetivo
regiones; pero el error queda demostrado por dicho mapa, cuyas leyendas último de adquisición de riquezas, ostensiblemente observable en la pro-
enseñan que en el primer siglo del descubrimiento y conquista de la Gober- banza y en la fundación desautorizada de la ciudad de Xérez, tal vez sea la
nación del Río de la Plata, de 1527 a 1593, el río Pepiry o Pequiry era muestra más acabada de su occidentalización. Pero el nivel de construcción
conocido y frecuentado por sus minas de oro. Por eso en la confluencia del de cierto lugar de enunciación, funcional al objetivo buscado, pondría en
Uruguay y del Pepiry se lee en el mapa: ‘El río Pepiry donde hay oro’...”. evidencia, de algún modo, el aspecto “artificial” de la reproducción ejercita-
(García Acevedo 1905: 10). da. Consciente del destino fatal que, de acuerdo con su visión, aúna a gran
34
Paul Groussac compara el mapa de Ruy Díaz con otras representacio- parte de los conquistadores de este espacio, Ruy Díaz busca escapar al
nes cartográficas, como la de Ortelius por ejemplo, ante las cuales la de este designio trágico común a través de sus producciones: “Suele á veces ser á
cronista resulta un bosquejo improvisado. Más allá de las cuestiones “defi- los hombres tan adversos los sucesos en los que emprenden; que enten-
cientes” marcadas por Groussac y de los errores que se detiene a enumerar diendo salir de ellos con honra, y acrescentamiento, vienen á dar en lo
y argumentar, la adjetivación que utiliza para calificar la carta requiere de ínfimo de las miserias é infortunios. De esta manera sucedió á nuestros
un análisis particular. Catalogar el mapa de Ruy Díaz de “adefesio” supone españoles en la conquista del Rio de la Plata, de donde pensaron salir mu-
manejarse con criterios estéticos. La cuestión está en develar si esta ima- chos ricos y aprovechados, y fue tan al contrario, que no ha habido alguno
gen pretende ser vista desde esa perspectiva. Ruy Díaz elige realizar un que hubiese vuelto remediado á su patria, antes acabaron los mas de ellos
mapa, el que –si bien mantiene la verdad empírica de ciertas ilustraciones sus vidas miserablemente...” (139). Quizás la mayor ironía para este cronis-
presentes en crónicas– no es propiamente un dibujo. Esta diferencia es un ta sea que su final (sin el reconocimiento esperado) trágicamente lo en-
punto clave a tener en cuenta, dado que incursiona en una materia propia cumbra como español y conquistador, su destino de “sucesos adversos” es lo
del europeo y, aún más, del colonizador. Ruy Díaz construye una imagen que lo iguala y equipara a cualquier hombre de aquella rama a la que
que no fue construida como simple complemento de la palabra, más bien sostiene pertenecer.
36
parece haber sido producida para ser practicada. El objetivo del mapa no es El primero que intenta determinar la fecha de la imagen de Díaz de
agradar a la vista (no posee, por eso mismo, ni ornamento ni adorno algu- Guzmán es Daniel García Acevedo. En su estudio cartográfico, este inves-
no) sino ofrecer un medio de reconocimiento del terreno, otorgar un saber tigador sostiene que el mapa fue realizado después de 1605 y antes de
productivo que los conquistadores no poseen a priori para un fin imperial. 1607. Para tal deducción se basa en la presencia o la ausencia de ciertas
Más que ofrecer una representación visual lo más acabada posible, el mapa ciudades en el mapa, cuyas fundaciones fueron realizadas o bien antes o
se pretende útil instrumento de conquista para su destinatario. Por otro bien después de ese lapso temporal. Las ciudades analizadas son San Luis,
320 321
Caazapá, San Ignacio Guazú y Juty. También coteja la inscripción en el Ya sea por el tipo de corpus que trabaja este crítico (las obras del Rena-
mapa de la Ciudad de los Césares y la fecha de realización de tal expedi- cimiento francés), ya sea por las diferencias intrínsecas entre éstas y la
ción. Evidentemente Paul Groussac conoce este estudio y lo toma como crónica de conquista aquí abordada, lo cierto es que existen elementos que
punto de referencia, aunque establece, con respecto a éste, una variación Conley considera constitutivos de esta clase de escritura que en el caso de
temporal mínima. Díaz de Guzmán y de su relato no entran en juego. Ni autor propiamente
37
Como vimos en el capítulo anterior, Irala realiza esta entrada hacia los dicho, ni autoridad, ni experto, ni sujeto autónomo y mucho menos sujeto
confines del Perú con el objeto de descubrir “aquella tierra, de que tenía la nacional de la geografía mapeada. El yo del texto de Ruy Díaz, deslizado a
noticia de haber mucha riqueza” (175). El fracaso de este emprendimiento través de la presentación de la historia familiar que también lo hace y
territorial se debe principalmente a que la misión finaliza abortándose por define, es “un ser paradójico” pero la conflictividad de relaciones que en sí
amotinamientos de los propios españoles. Los soldados terminan exigién- mismo pone en evidencia se relaciona con la mezcla de la que deriva, no con
dole a Irala la vuelta a Asunción, dado que no podían entrar al Perú por la otra cosa. Es esta base distintiva respecto de otras obras europeas la que
cantidad de rebeliones que se sucedían en esa tierra. Ante su negativa, la imprime una marca nueva y reconfiguradora. Por esta razón, por las disi-
soldadesca le niega obediencia y elige como capitán a Gonzalo de Mendoza. dencias ligadas a la existencia, operatividad o relevancia de unos u otros
Esta entrada es el prolegómeno de la “destitución” de Irala de su cargo. elementos, se redefine aquí el concepto de escritura cartográfica para el
La especificación del recorrido emprendido por este conquistador es Río de la Plata y para este texto en particular.
39
clave, entonces, porque, según el relato de su familiar, el resultado final de En este sentido, este relato establecería una vinculación con La Rela-
la empresa no se explica por algún tipo de falla en el itinerario, por un ción de la Jornada de Cíbola escrita por Pedro de Castañeda de Nájera en
desconocimiento del terreno o por las características de la geografía que 1563. En su estudio sobre esta obra, Maureen Ahern señala que entre los
impide el paso, sino por razones ajenas al espacio y a la figura que lo tran- dos segmentos de la acción histórica que allí se narra, se insertan ocho
sita, más bien ligadas a rencillas internas entre los españoles, cansados y capítulos que, por su carácter toponímico, geográfico y etnográfico, consti-
ávidos de oro y de poder. tuyen “un itinerario singular que se convierte en el eje narrativo de La
38
Tom Conley elabora el concepto de escritura cartográfica en referen- Relación” (1999: 51-60). A pesar de este vínculo estructural y funcional del
cia a aquellas obras que poseen una importante presencia del espacio en el espacio en la composición de este texto, existen diferencias entre uno y otro
lenguaje, en las que “el discurso se hace visible o bien es organizado de relato, las cuales se producen, por un lado, en función de la “lucha” entre
acuerdo con categorías de extensión y volumen que comparten íntima ana- “texto y terreno”, en el desafío que la tierra le imprime al lenguaje, el cual
logía no sólo con las artes gráficas y visuales sino también con diseños existe en La Relación sostenido en la realidad de viajero, de extranjero, de
proyectivos y expansivos que ligan la cartografía a la expansión y a la con- testigo que asume el narrador; por el otro, en el lugar central que termina
quista” (1996: 4). Conley especifica que estos textos utilizan estrategias ocupando el texto de Castañeda en el espectro discursivo sobre las explora-
espaciales, propias de los libros de navegación, de los isolarios, mapas y ciones que se realizaron al norte de la Nueva España. Tal lugar es explicado
cosmografías. En ellos, la figura del yo (“the self”) que articula el discurso y por Ahern del siguiente modo: “la carta que Coronado escribió a Mendoza el
el argumento espacial está producida por un sujeto “que está reglado por 20 de abril de 1541 en la que comentó la ruta a Quivira nunca llegó a
leyes de clasificación o ideología, las cuales permiten verlo no sólo como un México; el mapa que Coronado adjuntó para el Virrey jamás apareció; por lo
autor, una autoridad, un experto cosmógrafo o topógrafo, sino también tanto el informe de Castañeda, como testigo ocular, había de quedar en
como un ser paradójico dividido entre la representación de las relaciones lugar del mapa y la carta desaparecidos a la espera de que la Corona auto-
conflictivas que está produciendo –incluyendo las relaciones de patronazgo rizara otra expedición para poblar Quivira. Así es que en la frontera norte
y práctica en las cuales las obras son elaboradas/concebidas– y la composi- de Nueva España, la relación precede al mapa, adjudicándose la función
ción natural del medio impreso, simultáneamente aurático y visual” (5). Así normativa de establecer un orden espacial que resuelva la articulación del
es como pueden observarse dentro de este género a creadores “que están territorio recorrido y su alteridad” (56).
identificados con sujetos nacionales y colectivos ligados a las geografías que Evidentemente, la desaparición (azarosa) del mapa le imprime a este
ellos están mapeando y describiendo” (6). texto una función, un recorrido y un acontecer narrativo que se diferencia
322 323
del llevado a cabo en el relato de nuestro cronista, no sólo porque el mapa Coda:
de Ruy Díaz existe y marca su relevancia en el libro y en el discurso, sino
Cuerpo de mujer:
porque en este caso la obra misma es concebida a partir de la doble vertien-
te textual y cartográfica, lo que le imprime un sesgo distintivo. entre lo visible y lo tangible
***
324 325
La crónica de Cabeza de Vaca es un relato marcado por la cor- la carta y se la daba por detrás del otro. Traía ella esta carta, que era medio
poralidad. En los Comentarios, el itinerario realizado por el Ade- pliego de papel delgado, muy arrollada sutilmente, y cubierta con un poco
de cera negra, metida en lo[s] hueco[s] de los dedos del pie hasta el pulgar,
lantado es materia central de la historia narrada; allí, la política
y venía atada con dos hilos de algodón negro, y de esta manera metía y
implementada sobre los indígenas es la defensa contra las acusa- sacaba todas las cartas y el papel que había menester (217). 1
ciones que pesan sobre él, pero asimismo el argumento capital en
el que se sostiene la diferencia con Irala. En una crónica donde los En ese pie, plagado de cera negra, en cada uno de esos de-
cuerpos adquieren tal relevancia, los de las indias de los diversos dos, de esos huecos, se esconde el mensaje. El narrador y el
pueblos del Río de la Plata no entran en escena si no es en rela- gobernador miran la habilidad de la mujer para hacer de su
ción a esa política antedicha, es decir como objetos tomados por cuerpo el escondite más certero de la palabra escrita y legíti-
frailes contra su voluntad, como trofeos coleccionados y exhibidos ma del bando del hombre engrillado. El azoramiento frente a
por los conquistadores del bando enemigo, como aquellos lugares la acción de la india se observa en la capacidad para enrollar
físicos y aprehensibles donde se inscriben la decadencia española “sutilmente” el pliego de papel, pero también para no ser des-
y el caos. En este marco, el cuerpo de Álvar Núñez, en tanto re- cubierta. En ese pie, donde se lleva la carta, se condensa una
presentación física del rey, de España y de su religión, es único, concepción del Otro que no es traidor y que retribuye –explíci-
diferente y, por lo tanto, venerado, así como es también hacia el tamente mediante su cuerpo– una filiación hasta entonces des-
final –y esto se explica en función del objetivo del texto– el lugar conocida. Porque esta mujer debe someterse a un rito de aus-
físico donde se ejerce la violencia. Enfermo, con grillos en los pies, cultación verdaderamente invasivo para poder acceder a la
en una celda oscura y tan húmeda que incluso “nacía la yerba prisión de Cabeza de Vaca:
debajo de la cama”, la prisión que padece Cabeza de Vaca vuelve a
poner en primer plano el cuerpo del ahora destituido Adelantado. la india que le traía una carta cada tercer noche, y llevaba otra, pasando por
El hombre padece y el relato repara en los avatares de ese sufri- todos los guardas, desnudándola en cueros, catándole la boca y los oídos, y
miento, el cual se halla potenciado por una completa falta de con- trasquilándola porque no la llevase entre los cabellos, y catándola todo lo
posible, que por ser cosa vergonzosa no lo señalo, pasaba la india por todos
tacto con el exterior, aislamiento que resguardan “más de ciento
en cueros.
cincuenta” enemigos “armados con todas sus armas”. Sin embar-
go, a pesar de esta reforzada guardia, “cada noche o tercera no-
Las manos de los enemigos “hurgan”, “trasquilan”, “catan todo
che” una india le lleva de cenar y, al ingresar en la estrecha celda,
lo posible”. Desnuda, ella repite cada tercera noche este ritual
se sienta “a la par de la cama del gobernador” y le entrega una
vejatorio para poder llegar hasta la cama del gobernador, alzar
carta escrita por sus seguidores que relata los movimientos fuera
su pie y mostrar la escritura que éste porta. Aún más, ante la
del encierro, que pide directivas. El Adelantado responde y ella
sospecha de los guardias, éstos deciden buscar “cuatro mancebos
vuelve a oficiar de mensajera. El diálogo entre Álvar Núñez y los
de entre ellos para que se envolviesen con la india”, pero “no
suyos es posible gracias a esta mujer sin nombre:
pudieron saber ningún secreto de ella, durando el trato y conver-
sación once meses” (217). Es decir, al ritual de entrada se suma
y ella se sentaba [a la] par de la cama del gobernador, como la pieza era
chica; y sentada, se comenzaba a rascar el pie, y así, rascándose se quitaba el de salida: los once meses con los cuatro mancebos. Lo impor-
326 327
tante, en lo que hace hincapié la crónica, es que no pudieron La diferencia está en los sentidos practicados, porque basán-
sacar nada de ella. De este modo, el cuerpo de la india se politiza dose en ellos se limpia un nombre o se ensucia otro: la mirada
en su fidelidad infranqueable, en el silencio y en el ultraje. Esa versus el tacto. En la (supuesta) ausencia de deseo, se pretende
politización se lee en la puesta en juego de una intimidad corpo- establecer una diferencia radical que enaltece al prisionero por-
ral que es cedida por propia voluntad para hacer el bien al injus- que le restituye esa identidad perdida en los grillos y en la hu-
tamente encarcelado, como si la mujer hubiera elegido un bando medad de la celda. En la soledad de la prisión, Álvar Núñez ve
y accionara en función de una adscripción ideológica precisa. Pero una mujer que se acerca, un pie que se desnuda, pero tan sólo
al mismo tiempo los mancebos, que no es uno sino que son cua- lee la carta resguardada por su piel. Nada más. Pero Hernán-
tro, y el tiempo para extraer información, que no es breve sino dez dice que Cabeza de Vaca no ve ni los senos, ni las piernas, ni
que se extiende por once meses, muestran que la razón primera la figura sin vestimenta que lo visita en la celda; en su lectura
que orienta la decisión de “envolverse con la india” termina sien- utilitaria y funcional, el cuerpo de la india es ante todo un cuer-
do suplantada por otros placeres. Al mismo tiempo, en ese cuer- po aliado y, por lo tanto, según esta concepción, alejado de todo
po desnudo, sentado “a la par de la cama del gobernador”, casi erotismo, de toda sexualidad.
pegado al del hombre preso (“porque la pieza era chica”), se palpa Si esa corporalidad de la indígena se ve, desde la perspectiva
un deseo hasta entonces desconocido en esta crónica. La corpo- del escribano, ocluida por el signo escrito –siendo la carta aque-
ralidad de esa mujer “en cueros” se distingue y, de este modo, llo que la significa y no su desnudez– la visión del enemigo es
establece un acercamiento con el prisionero que obliga a cerrar otra: para él la india es ante todo materia tangible. Pero ese
el episodio, a clausurarlo como resguardo. Dos cuerpos, ambos aspecto táctil, que el otro bando ejercita, guarda una significa-
violentados por los “malvados enemigos”, se acercan, se unen a ción mayor: es deseo y es, a su vez, la confirmación del poder y
través de una carta en la que –como no podía ser de otra mane- el control que se tiene (o se pretende tener) sobre ese cuerpo
ra– Cabeza de Vaca pide mesura contra acciones en su favor que físico que se pasea frente a los hombres de Irala y que, al mis-
podrían perjudicar aún más la conquista ya efectuada. La defen- mo tiempo, puede ser traidor. “El tacto es político” también (Syn-
sa ya está planteada, y si se puede adivinar la mirada de Álvar not 1993: 169), ese “hurgar” y “catar” hasta lo indecible repro-
Núñez frente a esa femenina fidelidad inquebrantable, el escri- duce una posición jerárquica y una política sobre los cuerpos
bano narrador se encargará de omitirla para desviar el foco de lo que delata a su vez una ideología colonialista con la que la ma-
personal y ponerlo en lo social, cultural y religioso. Por eso el yoría de los conquistadores comulga, aunque sean los modos
capítulo siguiente comenzará con las acciones nuevas avaladas sostenidos por un grupo y otro lo que aquí esté en debate.
por Irala en la que se legaliza el permiso de tomar “las mujeres y En la crónica de Cabeza de Vaca hay tan sólo un pie que cifra
las hijas” por fuerza, sin pago ni retribución alguno. Tanto en el un sujeto, un pie escrito que reproduce la entrega de una mu-
caso de aquélla desnuda con su pie escrito, como en el de las jer, no a un hombre sino a una causa. El cuerpo habla o calla;
tomadas por la fuerza para ayuda y favorecimiento de los cristia- son los sentidos que pesan sobre él los que determinarán ese
nos, el cuerpo de la indígena pierde todo carácter privado y de- discurso o ese silencio. Una “ética” del comportamiento con el
viene cuerpo plural, social, ya sea represente un grupo político u físico del Otro se ensaya en este texto, 2 una “ética” que reescri-
otro. be La Argentina de Díaz de Guzmán al avalar la violencia sobre
328 329
el indígena por su “esencia traidora”, la cual atenta contra el mo entra en escena y la india adquiere ese aspecto ya ejercita-
objetivo imperial de conquista. Escritura o reescritura, esa “éti- do y esperable. La visión masculina salta a la vista, la aprecia-
ca” depende de los diversos móviles que generan la narración. ción personal del cuerpo físico de la indígena se cruza con la
Así, mientras en el caso de Cabeza de Vaca los cargos que pesan concepción social que se ha construido sobre él, aquella que
sobre él y las leyes establecidas por la Corona lo obligan a mos- caracteriza al grupo al que pertenece este soldado, el bando
trarse cuidadoso con el Otro, en un vínculo necesario de fideli- enemigo de Cabeza de Vaca, el que ritualizaba hurgar en la mujer
dad recíproca; en el caso de Díaz de Guzmán, su condición de aliada. Así, a la hora de dar cuenta de ellas, el narrador apela a
mestizo establece una lógica representacional tajantemente di- un alto grado de especificidad. El cronista reproduce el camino
cotómica, como si en la visión condenatoria del Otro se demos- de un ojo sediento que se relame en el detalle de un labio deco-
trara su afiliación sanguínea e ideológica.3 rado con piedras de colores, en la pintura que se dibuja bajo sus
Ni pie, ni huecos, ni lugares donde dejar marca. El cuerpo ojos, que cubre la piel “desde los senos hasta las partes”. Si bien
de la indígena prácticamente no halla lugar en la crónica de la minucia descriptiva del cuerpo indígena femenino, que re-
Díaz de Guzmán. Sólo en un momento ofrece una descripción presentó artísticamente el ilustrador de la edición de Hulsius,
corporal de estos sujetos femeninos y esto se produce cuando responde en un principio al objetivo informativo, al dato, deriva
relata las costumbres de los jarayes: finalmente hacia el ámbito de lo personal. El universo de la
excepción y de lo singular, es decir Ulrico Schmidl en su aven-
Las mujeres de estos indios se labran la cara, brazos y pechos, punzán- tura rioplatense, se abre paso ostensiblemente en el relato. El
dose las carnes con unas espinas, y poniéndose en las cisuras ciertos colo- detalle rompe el esquema previo generalizado; de este modo, la
res, que hacen mil labores vistosas y diversas pinturas en forma de camisas
mujer de la tribu de los mocoretás es fea frente a la belleza de
y jubones con sus mangas y cuellos; con cuyos dibujos, como ellas son
blancas y las pintas negras y azules, parecen bien (176). las surucusis o las mbayas, así como las naperus no son tan
lindas como las corcoquis. La mirada del cronista puede recono-
Pero la descripción de los tatuajes de estas indias responde cer y detenerse en las diferencias que existen entre los cuerpos
más a la especificación de un dato etnográfico que a otra cosa. que observa debido a la existencia (o a la creación) de una esca-
La cara, los brazos y los pechos, toda esa piel pintada figurando la intra-espacial hasta entonces desconocida. 4
camisas y jubones es una curiosidad que responde a una cos- Si la necesidad vivida en el Río de la Plata produce una serie
tumbre desconocida y que, en líneas generales, “parece bien”. de torsiones en los parámetros culturales traídos desde Espa-
Como si en el detenimiento del ojo en ese espacio corporal aje- ña, lo mismo sucede con los criterios estéticos que rigen la apre-
no pudiera leerse una fractura cultural poco redituable para la ciación visual de este europeo. Por eso, a medida que avanza el
lectura esperada, Díaz de Guzmán ofrece un único paneo gene- relato, y con él el tiempo vivido en este territorio, el parámetro
ral y una apreciación distante sobre un cuerpo que “limpia” la estético parece flexibilizarse, la percepción es más condescen-
desnudez al pintarse de color. diente, la belleza más fácilmente encontrable. Esta mutación
En Derrotero y viaje a España y las Indias de Ulrico Schmidl del ojo del conquistador nunca llega a ser total. De ahí que,
hay mucha más corporalidad de la que ofrecen los otros cronis- cuando descubre a las jarayes y esa pintura que las cubre “tan
tas. Ninguna ética dirige el enunciado. En este texto el erotis- bien hecha”, no sólo dirá, como vimos, que “un pintor afuera
330 331
tendría que esforzarse para pintar esto” (por un lado por la ha- destinatario del texto ansía leer, también existe algún aspecto
bilidad y detalle que conlleva, por el otro por su novedad), sino del mismo orden que no guarda semejante comunión, un acon-
también que “son bellas mujeres a su manera”. Ese “a su mane- tecimiento vivido que se ha vuelto personal, íntimo incluso, que
ra” evidencia una particularidad –que es la que caracteriza a el autor elige no compartir aunque el lector (devenido ahora en
este tipo de belleza– que atenta contra el estereotipo estético voyeur) lo desee. Ulrico dice lo esperado y luego calla (“yo no
de lo femenino. Estas mujeres con su piel dibujada son, de un quiero mayormente contar de estas cosas en esta vez”), sonríe
modo diferente al que podrá imaginar el lector, “bellas”. El ojo gozoso. En el espacio de la distopía, Ulrico se yergue sobre su
acomodado puede ver y reproducir esa distinción, así como pue- condición de poder y de género, se muestra heroico con su “bo-
de recalcar que esos cuerpos son de mujeres y que, de un modo tín” y enuncia henchido una experiencia en tierra rioplatense
u otro, son lindas y, por tanto, deseables. Así, a pesar de la que, esta vez, lo diferencia positivamente: “Quien quiere verlo,
diferencia, se observa la presencia de un sistema representa- que marche hacia adentro, quien no quiere creerlo” (108).
cional que apunta a una estructura de reconocimiento social, Los senos, los pies, los tatuajes, los ojos. En las crónicas de
cultural e ideológico entre autor y lector. Es decir, en ese deta- la conquista del Río de la Plata, el relato del cuerpo femenino
lle diferencial, en ese dibujo, en ese ombligo, en esa visión de es un relato personal, que es a su vez social y político; en el
una corporalidad que es –eminente o deseosamente– táctil, el detenimiento o en su generalidad se sostiene una identidad so-
cronista se mancomuna con el lector. Schmidl enuncia el deseo cio-ideológica que define al yo del cronista que ve y toca –real o
compartido, se une al alemán que recorre su libro, pero a su simbólicamente– cada una de esas deseadas partes.
vez se diferencia de él porque concreta el sueño. Ulrico explici-
ta que estas mujeres “placen al marido y a otros buenos compa-
ñeros”, confiesa que son “grandes amantes y afectuosas y muy
ardientes de cuerpo, según mi parecer”. Estos comentarios,
hechos en relación a las jarayes y mbayas respectivamente, dejan
de lado la relevancia del aspecto estético –aunque se mencione,
como es de imaginar, que ambas son “muy lindas”– y ponen el
acento en la experiencia táctil.
El ojo, pero también la mano, interrelación de pieles y de
sentidos. Se produce, entonces, un encuentro que tiene lugar a
nivel corporal pero que se realiza como acontecimiento cuando
el lenguaje lo inscribe y lo dispone como evento del sentido.5
Quizás ésta también sea una de las razones que propiciaron el
alto nivel de éxito editorial de este relato, porque allí el cronis-
ta inscribe explícitamente el deseo europeo sobre el cuerpo del
Otro. Sin embargo, si ese deseo representa aquello del orden de
lo real que conjuntamente el narrador quiere transmitir y el
332 333
Notas Bibliografía
1. Textos Primarios
1
Este episodio, más breve y condensado, es relatado por primera vez por
Cabeza de Vaca en su Relación general de 1545 (capítulo CVII) y expandido
años después en los Comentarios.
CENTENERA, Martín del Barco. [1602] 1998. Argentina y Con-
2
Una “ética” que deja de lado acciones violentas –ausentes en la crónica, quista del Río de la Plata. Estudio preliminar, edición y no-
pero confesadas en las probanzas judiciales– ejercidas sobre el cuerpo de tas de Silvia Tieffemberg. Buenos Aires: Instituto de Litera-
mujeres traidoras y asesinas, como es el caso de la india Juliana que fue tura Hispanoamericana, Facultad de Filosofía y Letras,
mencionado en el primer capítulo. Recordemos que esta mujer, luego de Universidad de Buenos Aires.
envenenar a Nuño de Cabrera “por celos”, intentó incentivar a todas las
— 1910. La Argentina. En Colección de Obras y documentos
otras indias a que siguieran su ejemplo. Tengamos presente también que
Cabeza de Vaca le levanta, entonces, un proceso y le pide a su alcalde que relativos a la historia antigua y moderna de las Provincias
haga justicia “porque demás de merecerlo” era conveniente para el resto de del Río de la Plata. Vol. 2. Ed. Pedro de Angelis. Buenos Ai-
las cautivas “no se atreviesen a semejantes casos”. Una vez efectuado el res: Editorial J. Lajouane.
castigo, Álvar Núñez excluye esta escena y deja ingresar en su relato la DÍAZ DE GUZMÁN, Ruy. [1612] 1980. Anales del Descubrimien-
contracara de Juliana, la india aliada (como la que porta la carta), es decir la
to, Población y Conquista del Río de la Plata. Ed. Roberto
mujer indígena ya aleccionada (Núñez Cabeza de Vaca [1545] 1906, 6: 27).
3
No es casual, en este sentido, que sea este relato el que inaugure el
Quevedo, Miguel A. Guerin, et al. Asunción: Ediciones Co-
motivo de la cautiva blanca; es decir, en consonancia directa con la adscrip- muneros.
ción racial e ideológica que el autor pregona, el cuerpo femenino, objeto de — 1974. La Argentina. Ed. Enrique de Gandía. Buenos Aires:
deseo y placer, es por definición el de una mujer blanca y civilizada, Lucía Huemul.
Miranda, y el deseo es, previsiblemente, el de un indígena, Mangoré, por — 1945. La Argentina. Ed. Enrique de Gandía. Buenos Aires:
eso “desordenado” y desmedido, salvaje. La indígena del relato, negada en
Espasa Calpe.
su corporalidad frente a lo que genera exclusivamente el cuerpo de la cau-
tiva, es la mujer celosa que delata a la joven deseada y causa su muerte. — 1966-1967. “Dos Relaciones Inéditas de Ruy Díaz de Guzman”.
4
En “El botín del cronista” Cristina Iglesia analiza por primera vez la Filología 12: 25-76.
mirada del conquistador, particularmente la de Ulrico Schmidl, sobre estos — [1605] 1914. “Probanza de méritos y servicios de Ruy Díaz de
cuerpos de mujeres indígenas y aborda el proceso de “estetización” que el Guzmán”. En Anales de la biblioteca. Ed.Paul Groussac. Vol
cronista produce sobre ellos. Para una lectura más amplia de los modos de
9. Buenos Aires: Imprenta y Casa Editora Coni hnos. 375-
aparición de estos cuerpos femeninos en la crónica, ver Iglesia 1987: 46-53.
En cuanto al lugar que ocupan las mujeres en la Asunción de los siglos
441.
XVI y XVII y los cambios en los parámetros estéticos culturales practicados Documentos históricos y geográficos relativos a la conquista y
por los europeos, ver El Jaber 2001. colonización rioplatense. 1941. Vols. 1 y 2. Buenos Aires: Ta-
5
En torno a la constitución de la singularidad en y por el lenguaje, ver la lleres S.A. Casa Jacobo Peuser. Comisión oficial del IV cen-
Lógica del sentido de Deleuze (en Giorgi y Rodríguez 2007). tenario de la primera fundación de Buenos Aires 1536-1936.
GARAY, Blas. 1899. Colección de documentos relativos a la His-
toria de América y particularmente a la Historia del Para-
guay. Vol. 1. Asunción: Talleres Nacionales de H. Graus.
334 335
HERNÁNDEZ, Pero. [1545] 1906. “Relación de las cosas sucedi- colonización rioplatense. Vol. 2. Buenos Aires: Talleres S.A.
das en el Río de la Plata por Pero Hernández. Año 1545”. En Casa Jacobo Peuser. Comisión oficial del IV centenario de la
Colección de libros y documentos referentes a la Historia de primera fundación de Buenos Aires 1536-1936. 190-192.
América. Ed. Manuel Serrano y Sanz. Vol. 6. Madrid: Libre- NUÑEZ CABEZA DE VACA, Álvar. 1992. Los Naufragios. Ed.
ría General de Victoriano Suárez. 308-358. Enrique Pupo-Walker. Madrid: Editorial Castalia.
MARTÍNEZ DE IRALA, Domingo. [1556a ca.] 1941. “Relación — [1555] 1986. Relación de los Naufragios y Comentarios de
escrita por el gobernador Domingo Martínez de Irala, al Álvar Núñez Cabeza de Vaca. En Colección de libros y docu-
marqués de Mondejar, Luis Hurtado de Mendoza, presidente mentos referentes a la historia de América. Ed. Manuel Se-
del Consejo Real de las Indias”. En Documentos históricos y rrano y Sanz. Vols. 5-6. Madrid: Librería General de Victo-
geográficos relativos a la conquista y colonización rioplaten- riano Suárez.
se. Vol. 2. Buenos Aires: Talleres S.A. Casa Jacobo Peuser. — 1985. Naufragios y Comentarios. Madrid: Espasa-Calpe.
Comisión oficial del IV centenario de la primera fundación — [1545] 1906. “Relación general que yo, Álvar Núñez Cabeza
de Buenos Aires 1536-1936. 481-485. de Vaca, Adelantado y Gobernador general de la provincia
— [1556b] 1939. “Testamento, 13 de marzo de 1556”. En El Go- del rrio de la Plata, por merced de Su Majestad, hago para le
bernador Domingo Martínez de Irala. Ed. R. Lafuente Machain. ynformar, y á los señores de su RReal Consejo de Indias, de
Buenos Aires: Librería y Editorial La Facultad, Bernabé y Cía. las cosas subcedidas en la dicha provincia dende que por su
Biblioteca de la Sociedad de Historia Argentina. 547-565. mandato partí destos reynos a socorrer y conquistar la dicha
— [1555] 1939. “Carta al Consejo de Indias, 24 de julio de 1555”. provincia”. En Colección de libros y documentos referentes a
En El Gobernador Domingo Martínez de Irala. Ed. R. La- la Historia de América. Ed. Manuel Serrano y Sanz. Vol. 6.
fuente Machain. Buenos Aires: Librería y Editorial La Fa- Madrid: Librería General de Victoriano Suárez. 1-98.
cultad, Bernabé y Cía. Biblioteca de la Sociedad de Historia SCHMIDL, Ulrico. [1567] 1980. Derrotero y viaje a España y las
Argentina. 499-546. Indias. Traducción de Edmundo Wernicke. Prólogo de Enri-
— [1545] 1904. “Carta de Domingo Martínez de Irala, Asunción, que de Gandía. Buenos Aires: Espasa-Calpe.
1 de marzo de 1545”. En Una carta inédita de Irala. Ed. Enri- — 1938. Derrotero y viaje a España y las Indias. Traducción de
que Peña. Buenos Aires: Imprenta, Litografía y Encuaderna- Edmundo Wernicke. Prólogo de Josué Gollan H. Santa Fe:
ción de Jacobo Peuser. 1-14. Instituto Social, Universidad Nacional del Litoral.
— [1541] 1898. “La relacion que dexo domingo miñz de yrala en — [1836] 1910. Viaje al Río de la Plata y Paraguay. En Colección
buenos ayres al tpo q. la despoblo”. En Boletín del Instituto de Obras y documentos relativos a la historia antigua y mo-
Geográfico Argentino. Ed. E. S. Zeballos. Vol. 19. Buenos Ai- derna de las Provincias del Río de la Plata. Vol. 2. Ed. Pedro
res: Imprenta “La Buenos Aires”. 262-263. de Angelis. Buenos Aires: Editorial J. Lajouane.
MENDOZA, Pedro de. [1537] 1941. “Instrucción que el adelan- — 1903. Viaje al Río de la Plata (1534-1554). Notas Bibliográfi-
tado don Pedro de Mendoza dejó a nombre de Juan de Ayo- cas y biográficas de Bartolomé Mitre. Prólogo, traducción y
las, cuando se embarcó con destino a España”. En Documen- anotaciones de Samuel Lafone Quevedo. Buenos Aires: Ca-
tos históricos y geográficos relativos a la conquista y baut y Cía. Editora, Librería del Colegio.
336 337
— 1891. The Conquest of River Plate (1535-1555). Voyage of Ulrich — 1988. “El sujeto colonial y la construcción cultural de la alte-
Schmidt to the Rivers La Plata and Paraguai. Vol. I. Introduc- ridad”. Revista de Crítica Literaria Latinoamericana 14 (28):
ción y Notas de Luis L. Domínguez. Traducción The Hakluyt 55-68.
Society. Londres: The Hakluyt Society. — 1987a. “Sobre el lenguaje pictórico y la tipología cultural en
— 1599. Vera historia admirandae cuius dam navigationis, quam la crónica andina”. Revista Chungará 18: 101-143.
Huldericus Schmidl, Straubingensis, ab Anno 1534 usque ad — 1987b. “La ciudad letrada y los discursos coloniales”. Hispa-
annum 1554, in American vel novum Mundum, iuxta Brasiliam mérica 16 (48): 3-24.
& Rio della Plata... Ed. Levino Hulsio. Nüremberg. AHERN, Maurren. 1999. “La narración cartográfica en La Rela-
SERRANO Y SANZ, Manuel. 1906. Colección de libros y docu- ción de la Jornada de Cíbola”. En Literatura de viajes. El
mentos referentes a la Historia de América. Vols. 5-6. Ma- Viejo Mundo y el Nuevo. Coord. Salvador García Castañeda.
drid: Librería General de Victoriano Suárez. Madrid: Editorial Castalia y The Ohio State University. 51-
60.
AINSA, Fernando. 1998. De la Edad de Oro a El Dorado. Géne-
2. Bibliografía general sis del discurso utópico americano. México: Fondo de Cultu-
ra Económica.
ADORNO, Rolena y Pautz, Patrick Charles. 1999. Álvar Núñez ALEGRÍA, Ricardo. 1978. Las primeras representaciones gráfi-
Cabeza de Vaca. His Account, His Life, and the Expedition of cas del indio americano (1493-1523). San Juan: Centro de
Pánfilo de Narváez. Vol. 1. Lincoln y Londres: University of Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe.
Nebraska Press. ALIATA, Fernando y Silvestri, Graciela. 2001. El paisaje como
ADORNO, Rolena. 2004. “La prole de Cabeza de Vaca: el legado cifra de armonía. Relaciones entre cultura y naturaleza a tra-
multicentenario de una de las primeras jornadas europeas vés de la mirada paisajística. Buenos Aires: Nueva Visión.
en América del Norte”. Revista de Crítica Literaria Latinoa- ALTUNA, Elena. 2004. “Introducción: Relatos de viajes y Viaje-
mericana 30 (60): 251-268. ros coloniales por las Américas”. Revista de Crítica Literaria
— 1995. “Textos imborrables: Posiciones simultáneas del suje- Latinoamericana 30 (60): 9-23.
to colonial”. Revista de Crítica Literaria Latinoamericana 31 — 2002. El discurso colonialista de los caminantes. Siglos XVII-
(41): 33-49. XVIII. Berkeley: Centro de Estudios Literarios “Antonio Cor-
— 1993. “Discurso jurídico, discurso literario: el reto de leer en nejo Polar” y Latinoamericana Editores.
el siglo XX los escritos del XVI”. Memorias, Jornadas Andi- — 2001. “Contra toda mudanza: descripción y memoria de ‘lo
nas de Literatura Latino Americana: 15-25. notable’ en textos coloniales del siglo XVI”. En El discurso
—1991a. “Todorov y de Certeau: La alteridad y la contempla- del otro, Tópicos del Seminario 5: 135-164.
ción del sujeto”. Revista de Crítica Literaria Latinoamerica- — 2000. “Viajes Coloniales. Perú, Siglo XVII”. Andes 11: 27-50.
na 33: 51-58. — 1994. “Textualidades coloniales: Periodización y delimitación
— 1991b. “The Negotiation of fear in Cabeza de Vaca’s Naufra- del área”, en Actas del Coloquio Internacional “Letras Colo-
gios”. Representations 33: 163-199. niales Hispanoamericanas. Literatura y Cultura en el mun-
338 339
do colonial hispanoamericano”. Córdoba: Asociación Amigos BARNES, Trevor J. and Duncan, James S. (comp.). 1992. Writing
de la Literatura Latinoamericana en Buenos Aires. 9-66. Worlds. Discourse, Text and Metaphor in the Representation
ANDERMANN, Jens. 2002. “Antropofagia: Testimonios y silen- of Landscape. Londres: Routledge.
cios”. Revista Iberoamericana 198: 79-89. BARTHES, Roland. 1996. El grado cero de la escritura. Traduc-
— 2000. Mapas de poder. Una arqueología del espacio argentino. ción de Nicolás Rosa. Madrid: Siglo XXI.
Rosario: Beatriz Viterbo Editora. — 1994. El susurro del lenguaje. Traducción de C. Fernández
ARANA, Enrique (Hijo). 1931. Ulrich Schmidel. Primer histo- Medrano. Barcelona: Paidós.
riador del Río de la Plata. Notas históricas y bibliográficas. — 1980. Mitologías. Traducción de Héctor Schmucler. Madrid:
Buenos Aires: Imprenta de la Universidad. Siglo XXI.
ARCINIEGAS, Germán. 1943. Germans in the Conquest of BARTRA, Roger. 1998. El salvaje en el espejo. México: Universi-
America. A Sixteenth Century Venture. Traducción de An- dad Nacional Autónoma de México, Ediciones Era.
gel Flores. Nueva York: The Macmillan Company. BARTRUM, Giulia. 1995. German Renaissance Prints 1490-1550.
ARIAS, Santa y Meléndez, Mariselle (edits.). 2002. “Space and Londres: British Museum Press.
the Rhetorics of Power in Colonial Spanish America: An BHABHA, Homi K. 2002. El lugar de la cultura. Traducción de
Introduction”. En Mapping Colonial Spanish America. Places César Aira. Buenos Aires: Manantial.
and Commonplaces of Identity, Culture, and Experience. BENITES, María Jesús. 2008. Con la lanza y con la pluma. La
Lewisburg: Bucknell University Press. 13-23. escritura de Pedro Sarmiento de Gamboa. San Miguel de
ASHCROFT, Bill, Griffiths, Gareth and Tiffin, Helen. 2001. Post- Tucumán: Instituto Interdisciplinario de Estudios Latinoa-
Colonial Studies Reader. Londres y Nueva York: Routledge. mericanos, Universidad Nacional de Tucumán.
ASHER, A. 1839. Bibliographical Essay on the Collection of Voyages BERGER, John. 2000. Modos de ver. Traducción de Justo G. Be-
and Travels, edited and publisher by Levinus Hulsius and his ramendi. Barcelona: Editorial Gustavo Pili S.A.
successors at Nuremberg and Francfort from Anno 1598 to 1660. BERNARD, Carmen y Gruzinski, Serge. 1996. Historia del
Londres y Berlin: A. Asher. Nuevo Mundo. Del descubrimiento a la conquista. La expe-
ASSADOURIAN, C. S., Beato, G., Chiaramonte, J. C. 1992. His- riencia europea, 1492-1550. México: Fondo de Cultura Eco-
toria Argentina. De la conquista a la independencia. Vol. 2. nómica.
Buenos Aires: Paidós. BERNARD, Carmen (comp.). 1998. Descubrimiento, conquista y
ASSADOURIAN, Carlos S. 1992. “La Conquista”. En C.S. Assa- colonización de América a quinientos años. México: Fondo
dourian, G. Beato y J.C. Chiaramonte, Historia Argentina. de Cultura Económica.
De la conquista a la independencia. Vol. 2. Buenos Aires: Pai- BISHOP, Morris. 1933. The Odyssey of Cabeza de Vaca. Nueva
dós. 13.114. York y Londres: The Century Co.
AUGÉ, Marc. 1995. Los “no lugares”. Espacios del anonimato. BOLAÑOS, Álvaro Félix. 2002. “The Requirements of a Memoir:
Una antropología de la sobremodernidad. Barcelona: Gedisa. Ulrico Schmidel’s Account of the Conquest of the River Plate
BACHELARD, Gastón. 1990. La poética del espacio. México: (1536-54)”. Colonial Latin American Review 11 (2): 231-250.
Fondo de Cultura Económica. BOLAÑOS, Alvaro Félix y Verdesio, Gustavo (edit.). 2002.
340 341
Colonialism Past and Present. Reading and Writing about di Milano, Pubblicazioni Della Faculta di Lettere e Filosofia.
C o l o n i a l L a t i n A m e r i c a To d a y. N u e v a Yo r k : S t a t e CASTRO-KLAREN, Sara. 1999. “Mímesis en los trópicos: El cuer-
University of New York Press. po en Vespucci y Léry”. En Literatura de viajes. El Viejo
BUCHER, Bernardette. 1981. Icon and Conquest: A Structural Mundo y el Nuevo. Coord. Salvador García Castañeda. Ma-
Analysis of the Illustrations of de Bry’s Great Voyages. drid: Editorial Castalia y The Ohio State University. 31-38.
Traducción de Basia Miller Gulati. Chicago: University of CEARD, Jean y Margolin, Jean-Claude. 1987. Voyager à la
Chicago Press. Renaissance. París: Centre d’Études Supérieures de la
— 1990. “Al oeste del Edén: la semiótica de la conquista, re- Renaissance, Éditions Maisonneuve et Larose.
construcción del ícono y política estructural”. En La icono- CEVALLOS-CANDAU, Francisco Javier, Cole, Jeffrey A., Scott,
grafía política del Nuevo Mundo. Edit. Mercedes López Ba- Nina M. y Suárez-Araúz, Nicomedes. 1994. Coded Encounters.
ralt. San Juan: Editorial de la Universidad de Puerto Rico. Writing, Gender and Ethnicity in Colonial Latin America.
3-26. Amherst: University of Massachusetts Press.
BURUCÚA, José Emilio. 2006. Historia y ambivalencia. Ensa- CLASSEN, Albrecht. 1993. “Ulrich Schmidel in the Brazilian
yos sobre arte. Buenos Aires: Editorial Biblos. Jungle: A Sixteenth-Century Travel Account”. En Archiv für
— 2001. Corderos y elefantes. La sacralidad y la risa en la mo- das Studium der Neueren Sprachen und Literaturen: 230 (2):
dernidad clásica –siglos XV a XVII. Buenos Aires: Universi- Erich Schmidt Verlag. 241-260.
dad de Buenos Aires, Miño y Dávila editores. CÓCCARO, Nicolás y Kirbus, Federico. 1984. Utz Schmidl, su
BUSANICHE, José Luis. 1959. Estampas del pasado. Buenos vida, sus viajes, su obra. Buenos Aires: Ediciones Tres Tiem-
Aires: Librería Hachette S.A. pos.
CAILLET-BOIS, Julio. 1958. “La literatura colonial”. En Histo- COHEN, Ralph. 1987. “History and genre”. MLN 102 (2): 203-
ria de la literatura argentina de Rafael Arrieta. Vol. I. Bue- 218.
nos Aires: Peuser. COLOMBI, Beatriz. 2004. Viaje intelectual. Migraciones y des-
CAMACHO DELGADO, José Manuel. 1999. “Ulrico Schmidel y plazamientos en América Latina (1880-1915). Rosario: Bea-
Mujica Lainez. Cronistas de la fundación de Buenos Aires”. triz Viterbo Editora.
Revista Hispánica Moderna 52 (1): 125-134. CONLEY, Tom. 1996. The Self-Made Map. Cartographic Writing
CAMPRA, Rosalba. 1996. “Crónica de un encubrimiento: La in Early Modern France. Minneapolis & Londres: University
Argentina de Martín del Barco Centenera”. En Atípicos en la of Minnesota Press.
literatura latinoamericana. Comp. Noé Jitrik. Buenos Aires: CORDIVIOLA, Alfredo. 2005. Un mundo singular. Imaginação,
Instituto de Literatura Hispanoamericana, Facultad de Filo- memória e conflito na literatura hispano-americana do secu-
sofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. 373-393. lo XVI. Recife: Universidade Federal de Pernambuco.
CARDOZO, Efraín. 1959. El Paraguay colonial. Las raíces de la COSGROVE, Denis. 1997. “Prospect, Perspective and the Evo-
nacionalidad. Buenos Aires-Asunción: Ediciones Nizza. lution of the Landscape Idea”. En Reading Human Geogra-
CASSOL, Alessandro. 2000. Vita e scrittura. Autobiografie di phy. The Poetics and Politics of Inquiry. Edits. Trevor Bar-
soldati spagnoli del Siglo de Oro. Milán: Universitá degli Studi nes y Derek Gregory. Londres: Arnold Press. 324-342.
342 343
— 1989. “Power and Place in the Venetian Territories”. En The DE GANDÍA, Enrique. 1962. Historia de la conquista del Río de
Power of Place. Bringing together Geographical and Sociolo- la Plata y del Paraguay. Buenos Aires: Librería de A. García
gical Imaginations. Edits. John A. Agnew y James S. Dun- Santos.
can. Londres: Unwin Hyman. 104-123. — 1942. Los últimos cruzados. Buenos Aires: Institución Cultu-
COSGROVE, Denis y Daniels, Stephen (ed.). 1988. The ral Española.
Iconography of Landscape. Essays on the Symbolic — 1936. Luis de Miranda, primer poeta del Río de la Plata. Bue-
Representation, Design and Use of Past Environments. nos Aires: Librería y Editorial “La Facultad”.
Cambridge: Cambridge University Press. — 1935. De la torre del oro a las Indias. Buenos Aires: Talleres
CHARTIER, Roger. 2005. Inscribir y borrar. Cultura escrita y Rosso.
literatura (Siglos XI-XVIII). Traducción de Víctor Goldstein. — 1933. La Ciudad encantada de los Césares. Buenos Aires:
Buenos Aires: Editorial Katz. Talleres Gráficos Argentinos.
— 2000a. Entre poder y placer. Cultura escrita y literatura en la — 1932. Indios y conquistadores en el Paraguay. Buenos Aires:
edad moderna. Traducción de Maribel García Sanchez, Ale- Librería García Santos.
jandro Pescador, Horacio Pons y María Condor. Madrid: Cá- — 1929. Historia crítica de los mitos de la conquista americana.
tedra. Buenos Aires-Madrid: Juan Roldán y Cía. Editores.
— 2000b. El juego de las reglas: lecturas. Traducción de Mirta DELEUZE, Giles. 1989. Lógica del sentido. Barcelona: Paidós.
Rosenberg y Cristina Sardoy. Buenos Aires: Fondo de Cultu- DEL VALLE LERSUNDI, F. y Lafuente Machain, R. 1932. Ira-
ra Económica. la. Algunos documentos inéditos relativos al Gobernador Do-
— 1999. El mundo como representación. Historia cultural: en- mingo Martínez de Irala, a sus padres y hermanas. Madrid:
tre práctica y representación. Traducción Claudia Ferrari. Tip. Olózaga.
Barcelona: Gedisa. DE MORA, Carmen. 1992. Las siete ciudades de Cíbola. Textos
CHIAPELLI, Fredi. 1976. First Images of America. The Impact y testimonies sobre la expedición de Vázquez Coronado. Sevi-
of the New World on the Old. Berkeley, Los Angeles y Lon- lla: Ediciones Alfar.
dres: University of California Press. 2 Vols. DERRIDA, Jacques. 1985. The Ear of the Other. Otobiography,
DATHORNE, O.R. 1994. Imagining the World. Mythical Belief Transference, Translation. Nueva York: Schoken Books.
versus Reality in Global Encounters. Wesport & Londres: DÍAZ DEL CASTILLO, Bernal. 1992. Historia verdadera de la
Bergin & Garvey. conquista de la Nueva España. Barcelona: Planeta.
DE CERTEAU, Michel. 1986. Heterologies. Discourse on the DIFRIERI, Horacio A. 1981. Geohistoria de una metrópoli. Bue-
Other. Traducción de Brian Massumi. Minneapolis & Lon- nos Aires: Universidad de Buenos Aires.
dres: University of Minnesota Press. DOMÍNGUEZ, Luis L. 1891. “Introduction and Bibliography”.
— 1985. La escritura de la historia. Traducción de Jorge López En The Conquest of The River Plate (1535-1555), Voyage of
Moctezuma. México: Universidad Iberoamericana. Ulrich Schmidt to the Rivers La Plata and Paraguai. Lon-
— 1984. The practice of everyday life. Traducción de Steven Rendall. dres: The Hakluyt Society. xiii-xlvi.
Berkeley, Los Angeles, Londres: University of California Press. DUCHET, Michèle... [et al.]. 1987. L’Amérique de Théodore de
344 345
Bry. Une collection de voyages protestante du XVIe siècle: nalidad y figuras fundamentales de los movimientos que pone
quatre études d’iconographie. Paris: Edicions du Centre na- en escena”. Humboldt 141: 10-13.
tional de la recherche scientifique, Difussion, Presses du FEBVRE, Lucien y Martin, Henri-Jean. 2005. La aparición del
CNRS. libro. Traducción de Agustín Millares Carlo. México: Fondo
DUNCAN, J. 1988. “(Re)reading the Landscape”. Environment de Cultura Económica.
and Planning D, Society and Space 6 (2): 117-126. FITTE, Ernesto J. 1980. Hambre y desnudeces en la conquista
ELIADE, Mircea. 1968. Mito y realidad. Barcelona: Labor/Pun- del Río de la Plata. Buenos Aires: Academia Nacional de la
to Omega. Historia.
EL JABER, Loreley. 2008. “Fronteras en movimiento. Historia FORTUNATI, Vita. 2001. “Introduzioni” y “Scrittura di viaggio
de una dinámica (Siglos XVI y XVII)”. En Fronteras escritas. e scrittura utopica. Tra realtà e finzione”. En El Viaje y la
Cruces, desvíos y pasajes en la literatura argentina. Comps. Utopía. Edits. Vita Fortunati y Oscar Steimberg. Buenos Ai-
Graciela Batticuore, Loreley EL Jaber y Alejandra Laera. res: Editorial Atuel. 7-10 y 71-81.
Rosario: Beatriz Viterbo Editora. 23-52. FOSTER, David William. 1991. “Ulrico Schmidel: Relatos de la
— 2005. “Ulrico Schmidl: el afán de nombrar”. En Sesgos, cesu- conquista del Río de la Plata y Paraguay 1534-1554”. Chas-
ras y métodos. Coord. Noé Jitrik. Buenos Aires: Eudeba. 141- qui. Revista de Literatura Latinoamericana 20 (2): 73-77.
149. FOUCAULT, Michel. 2002. Historia de la sexualidad. Vol. 1 y 2.
— 2001. “Asunción: el Paraíso de Mahoma o la Sodoma del Pla- Traducción de Ulises Guiñazú. Buenos Aires: Siglo XXI Edi-
ta”. Latin American Literary Review 29 (58): 101-112. tores.
— 2000. “Grietas en el espacio conquistador (Una lectura sobre — 1999. El orden del discurso. Traducción de Alberto González
los Comentarios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca)”. En Lectu- Troyano. Barcelona: Tusquets.
ras críticas de textos hispánicos. Vol. 2 “Estudios de literatu- — 1986. “Of Other Spaces”. Diacritics 16 (1): 22-27.
ra española Siglo de Oro”. Edits. Melchora Romanos y Flo- — 1980a. “Questions on Geography”. en Power/Knowledge:
rencia Calvo. Buenos Aires: Eudeba. 373-380. Selected Interviews and Other Writings, 1972-1977 by Michel
ELSNER, Jans y Rubiés, Joan-Pau (edit.). 1999. Voyages and Foucault. Edit. C. Gordon. Herts: Harvest Press. 63-77.
Visions. Towards a Cultural History of Travel. Londres: — 1980b. “The Eye of Power: Conversation with J-P Barou and
Reaktion Books. M. Perrot”. En Power/Knowledge: Selected Interviews and
ELLIOT, J.H. 1984. El viejo mundo y el nuevo (1492-1650). Ma- Other Writings, 1972-1977 by Michel Foucault, edit. C. Gor-
drid: Alianza. don. Herts: Harvest Press. 146-165.
ENTRIKIN, J. Nicholas. 1997. “The Betweenness of Place”. En FURLONG, Guillermo P. 1958. “La cartografía rioplatense y sus
Reading Human Geography. The Poetics and Politics of artífices 1515-1955”. Historia 4 (13): 17-33.
Inquiry. Edits. Trevor Barnes y Derek Gregory. London: — 1938. “Cartografía colonial”. Historia de la Nación Argenti-
Arnold. 299-314. na. Vol. 4. Buenos Aires.
ETTE, Omar. 2004. “Los caminos del deseo. Coreografías en la — 1936. “Cartografía colonial rioplatense”. Primera conferen-
literatura de viajes: un ensayo acerca de su multidimensio- cia argentina de coordinación cartográfica. Sociedad argenti-
346 347
na de estudios geográficos. Buenos Aires: Imprenta y Casa GROUSSAC, Paul. 1914. Anales de la Biblioteca. Vol. 9. Buenos
Editora Coni Hnos. Aires: Imprenta y Casa Editora Coni Hnos.
GARCÍA ACEVEDO, Daniel. 1905. Contribución al estudio de la — 1912. Anales de la Biblioteca. Vol. 8. Buenos Aires: Imprenta
cartografía de los países del Río de la Plata. Montevideo: Imp. y Casa Editora Coni Hnos.
“El siglo ilustrado”, De Turenne, Varzi y Cía. GRUZINSKI, Serge. 2000. El pensamiento mestizo. Barcelona:
GAYLE, Rubin. 1986. “El tráfico de mujeres: notas sobre la “eco- Paidós.
nomía política” del sexo”. Nueva Antropología 8 (30): 95-145. GUERIN, Miguel. 1993. “El relato de viaje americano y la rede-
GIORGI, Gabriel y Rodríguez, Fermín. 2007. Ensayos sobre bio- finición sociocultural de la ecumene europea”. Dispositio 17
política. Excesos de vida. Buenos Aires: Paidós. (42): 1-19.
GLANTZ, Margo (comp.) 1993. Notas y comentarios sobre Álvar —. 1990. “Discurso histórico y discurso ficcional en La Argenti-
Núñez Cabeza de Vaca. México: Editorial Grijalbo. na de Ruy Díaz de Guzmán”. Río de la Plata (Centro de Estu-
— 1992. Borrones y Borradores. Reflexiones sobre el ejercicio de dios de Literaturas y Civilizaciones del Río de la Plata. CEL-
la escritura (Ensayos de literatura colonial, de Bernal Díaz CIRP) 11-12: 67-76.
del Castillo a Sor Juana). México: Universidad Nacional Au- GUSDORF, Georges. 1991. “Condiciones y límites de la auto-
tónoma de México, Ediciones del Equilibrista. biografía”. Anthropos 29: 9-18.
GOMBRICH, Ernst. 2003. Arte e ilusión. Estudio sobre la psico- GUTIÉRREZ, Juan María. 1912. “Estudio sobre La Argentina y
logía de la representación pictórica. Madrid: Debate. conquista del Río de la Plata y sobre su autor don Martín del
— 1991. La imagen y el ojo. Nuevos estudios sobre la psicolo- Barco Centenera”. En La Argentina de Martín del Barco Cen-
gía de la representación pictórica. Traducción de Alfonso tenera. Buenos Aires: Edición de la Junta de Historia y Nu-
López Lago y Remigio Gómez Díaz. Madrid: Alianza Edito- mismática Americana, Peuser. 3-270.
rial. HAMON, Philippe. 1991. Introducción al análisis de lo descripti-
GONZÁLEZ ECHEVARRÍA, Roberto. 1990. Mito y archivo. Una vo. Traducción de Nicolás Bratosevich. Buenos Aires: Edicial.
teoría de la narrativa latinoamericana. México: Fondo de Cul- HARLEY, J.B. 1992. “Deconstructing the Map”. En Writing
tura Económica. Worlds. Discourse, Text and Metaphor in the Representation
GRAFTON, Anthony. 1995. New Worlds, Ancient Texts.The Power of Landscape. Edits. Trevor Barnes y James Duncan. Lon-
of Tradition and the Shock of Discovery. Cambridge: Har- dres: Routledge. 231-247.
vard University Press. HARVEY, David. 1989.The Condition of Postmodernity. Oxford:
GREENBLATT, Stephen (edit.). 1993. New World Encounters. Blackwell.
Berkeley, Los Angeles y Londres: University of California — 1975. Social Justice and the City. Maryland: The John Hop-
Press. kins University Press.
— 1991. Marvelous Possessions. The Wonder of the New World. IGLESIA, Cristina. 1995. “El botín del cronista. Cuerpos de mu-
Chicago: University of Chicago Press. jeres en las crónicas de conquista del Río de la Plata”. Mora.
GREGORY, Derek. 1998. Geographical Imaginations. Cambridge Revista del Área Interdisciplinaria de Estudios de la mujer
y Oxford: Blackwell. 1: 46-53.
348 349
— 1992. “La mujer cautiva: cuerpo, mito y frontera”. En Histo- LANCIANI, Giulia. 1979. Os relatos de naufrágios na literatura
ria de las mujeres. Vol. 3. direc. Georges Duby y Michelle portuguesa dos séculos XVI y XVII. Traducción de Manuel
Perrot. Madrid: Taurus. 557-569. Simoðes. Portugal: Instituto de Cultura Portuguesa.
IGLESIA, Cristina y Schvartzman, Julio. 1987. Cautivas y mi- LATORRE, Germán. 1916. “Primitiva cartografía del Río de la
sioneros. Mitos blancos de la conquista. Buenos Aires: Edito- Plata en el Archivo de Indias”, en La cartografía colonial ame-
rial Catálogos. ricana. (Cartas geográficas más antiguas referentes al Nuevo
JARA, René y Spadaccini, Nicholas. 1989. 1492-1992: Re- Mundo contenidas en el Archivo General de Indias de Sevi-
Discovering Colonial Writing. Minneapolis: University of lla). Sevilla: Est. Tip. De la Guía Oficial. 15-28.
Minnesota Press. LEFEBVRE, Henri. 2001. The Production of Space. Traducción
JITRIK, Noé. 1992. Historia de una mirada. El signo de la cruz de Donald Nicholson-Smith. Oxford y Cambridge: Blackwell.
en las escrituras de Colón. México: Universidad Nacional LEFEBVRE, Joel. 1987. “Un allemand dans la Ruée vers l’Or:
Autónoma de México, Ediciones del Equilibrista. Le journal de voyage d’Ulrich Schmidel en Amérique du Sud
KAMEN, Henry. 1984. Una sociedad conflictiva. España 1469- (1534-1554)”. En Voyager à la Renaissance. Edits. Jean Ceard
1714. Madrid: Editorial Alianza. y Jean-Claude Margolin. Paris: Centre d’Études Supérieures
KING, Anthony D. 1997. “The Politics of Vision“. En de la Renaissance, Éditions Maisonneuve et Larose. 99-114.
Understanding Ordinary Landscapes. Edits. Paul Groth and LEONARD, Irving A. 1996. Los libros del conquistador. México:
Todd W. Bressi. New Haven y Londres: Yale University Fondo de Cultura Económica.
Press. 134-144. LIENHARD, Martín. 1990. La voz y su huella. Escritura y con-
KING, Geoff. 1996. Mapping Reality. An Exploration of Cultural flicto étnico-social en América Latina (1492-1988). La Haba-
Cartographies. Londres: Macmillan Press. na: Casa de las Américas.
KIRKPATRICK, F. A. 1940. Los conquistadores españoles. Bue- LÓPEZ-BARALT, Mercedes. 1990. “La iconografía política del
nos Aires: Espasa-Calpe. Nuevo Mundo: el mito fundacional en las imágenes católica,
KONETZKE. “La legislación española y el mestizaje en Améri- protestante y nativa”. En La iconografía política del Nuevo
ca”. En El mestizaje en la historia de Ibero-América. México: Mundo. San Juan: Editorial de la Universidad de Puerto Rico.
Instituto Iberoamricano de Geografía e Historia. 59-64. 51-116.
LAFAYE, Jacques. 1964. Los conquistadores. Figuras y escritu- LÓPEZ, Lorenzo. 1985. Alemanes en América. Madrid: Historia
ras. México: Fondo de Cultura Económica. 16.
LAFUENTE MACHAIN, Ricardo de. 1943. La Asunción de an- LORANDI, Ana María. 2002. Ni ley, ni rey, ni hombre virtuoso.
taño. Buenos Aires: Emecé. Guerra y sociedad en el virreinato del Perú. Siglos XVI y
— 1942. Alonso Riquelme de Guzmán. Buenos Aires: Los capi- XVII. Barcelona: Gedisa.
tanes de acero. LUMMIS, Ch. F. 1917. Los exploradores españoles del siglo XVI.
— 1939. El gobernador Domingo Martínez de Irala. Buenos Ai- Traducción Arturo Cuyás. Barcelona: Casa Editora Araluce.
res: Librería y Editorial “La Facultad”, Bernabé y Cía., Bi- MAGRASSI, Guillermo. 2010. Los aborígenes de la Argentina. En-
blioteca de la Sociedad de Historia Argentina. sayo socio-histórico-cultural. Buenos Aires: Editorial Galerna.
350 351
MANH-LOT, Marianne. 1987. “Voyages d’exploration en — 1992c. “The darker side of the Renaissance: Colonization and
Amerique Espagnole: Le mythe de ‘El Dorado’”. En Voyager the Discontinuity of the classical tradition”. Renaissance
à La Renaissance. Edits. Jean Cerrad y Jean-Claude Margolin. Quarterly 45 (4): 808-828.
Paris: Centre D’Études Supérieures de la Renaissance, — 1982. “Cartas, crónicas y relaciones del descubrimiento y la
Éditions Maisonneuve et Larose. 410-416. conquista”. En Historia de la Literatura Hispanoamericana.
MARCH, Kathleen N. y Passman, Kristina M. 1994. “The Amazon Coord. Luis Iñigo Madrigal. Vol. I. Madrid: Cátedra. 57-116.
Myth and Latin America”. En The Classical Tradition and the MINERVA, Nadia. 2001. “Viaggi verso utopia, viaggi in utopia.
Americas. Vol. I. Edits. Wolfang Haase y Meyer Reinhold. Berlin- Dinamica del movimento e della stasi”. En El viaje y la uto-
Nueva York: Walter de Gruyter. 285-338. pía. Comps. Vita Fortunati y Oscar Steimberg. Buenos Ai-
MASON, Peter. 1998. Infelicities. Representations of the Exotic. res: Editorial Atuel.
Baltimore & Londres: The John Hopkins University Press. MOLLOY, Sylvia. 1996. Acto de Presencia. La escritura auto-
— 1990. Deconstructing America. Representations of the Other. biográfica en Hispanoamérica. México: Fondo de Cultura Eco-
Londres y Nueva York: Routledge. nómica.
MEDINA, José Toribio. 1908. El veneciano Sebastián Caboto al — 1993. “Alteridad y reconocimiento en Los Naufragios de Ál-
servicio de España. Y especialmente de su proyectado viaje a var Núñez Cabeza de Vaca”. En Notas y comentarios sobre
las Molucas por el Estrecho de Magallanes y al reconocimien- Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Comp. Margo Glantz. México:
to de la costa del Continente hasta la Gobernación de Pedra- Editorial Grijalbo. 219-241.
rias Dávila. 2 Vols. Santiago de Chile: Imprenta Universita- MONTELEONE, Jorge. 1999. El Relato de Viaje. De Sarmiento
ria. a Umberto Eco. Buenos Aires: El Ateneo.
MELIÁ, Bartomeu. 1981. “La entrada en el Paraguay de los otros MOORE, Henrietta. 1986. Space, Text and Gender: An
karaí”. En Contribuções à antropologia em homenagem a Anthropological Study of the Marakwet of Kenya. Cambridge:
Egon Schaden. São Paulo. 157-167. Cambridge University Press.
MIGNOLO, Walter D. 2008. “El pensamiento des-colonial, des- MORALES PADRÓN, Francisco. 1979. Teoría y leyes de la con-
prendimiento y apertura: un manifiesto”. Telar 6 (5): 7-38. quista. Madrid: Ediciones Cultura Hispánica del Centro Ibe-
— 2001. The Darker Side of the Renaissance. Literacy, roamericano de Cooperación.
Territoriality and Colonization. Ann Arbor: The University MORAÑA, Mabel, Dussel, Enrique y Jáuregui, Carlos (edits.).
of Michigan Press. 2008. Coloniality at Large. Latin America and the Postcolonial
— 1992a. “On the Colonization of Amerindian Languages and Debate. Durhan y Londres: Duke University Press.
Memories: Renaissance Theories of Writing and the MYERS, Kathleen. 1993. “The Representation of New World
Discontinuity of the Classical Tradition”. Comparative Studies Phenomena. Visual Epistemology and Gonzalo Fernández de
in Society and History 34 (2): 301-331. Oviedo’s Illustrations”. En Early Images of the Americas.
— 1992b “Semiosis colonial: La dialéctica entre representacio- Edits. Jerry M. Williams y Robert E. Lewis. Tucson & Lon-
nes fracturadas y hermenéuticas pluritópicas”. Foro Hispá- dres: The University of Arizona Press. 183-213.
nico. Revista Hispánica de los Países Bajos 4: 11-26. NELSON, William. 1973. Fact or Fiction. The Dilemma of the
352 353
Renaissance Storyteller. Cambridge: Harvard University PERILLI, Carmen (comp.). 1999. Las Colonias del Nuevo Mun-
Press. do. Discursos Imperiales. San Miguel de Tucumán: Insti-
O’GORMAN, Edmundo. 1984. La invención de América. Investiga- tuto Interdisciplinario de Estudios Latinoamericanos, Fa-
ción acerca de la estructura histórica del Nuevo Mundo y del cultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de
sentido de su devenir. México: Fondo de Cultura Económica. Tucumán.
— 1972. Cuatro historiadores de Indias. México: Sep/Setentas. PICKLES, John. 1992. “Texts, Hermeneutics and Propaganda
ORTIZ, Renato. 1996. Otro territorio. Ensayos sobre el mundo Maps”. En Writing Worlds. Discourse, Text and Metaphor in
contemporáneo. Traducción de Ada Solari. Buenos Aires: the Representation of Landscape. Comps. Trevor J. Barnes y
Universidad Nacional de Quilmes. James S. Duncan. Londres: Routledge. 193-230.
OUTES, Félix F. 1903. “El puerto de los Palos”. Historia. Bue- PICÓN-SALAS, Mariano. 1992. De la Conquista a la Indepen-
nos Aires: Cabaut & Cía. dencia. México: Fondo de Cultura Económica.
PAGDEN, Anthony. 1993. European Encounters with the New PIZARRO GÓMEZ, Francisco Javier y Rojas Mix, Miguel. 1999.
World from Renaissance to Romanticism. New Haven y Lon- “Mitos y monstruos del imaginario americano como laberin-
dres: Yale University Press. to de la identidad”. En Laberintos e Nós: imagem ibérica em
— 1988. La caída del hombre natural. Traducción de Belén Urru- terras da América. Edits. Neide Marcondes y Manoel Bello-
tia Domínguez. Madrid: Alianza. to. Sao Paulo: Universidade Estadual Paulista.
— 2001. Peoples and Empires. A Short History of European PRATT, Mary Louis. 1986. “Fieldwork in Common Places”. En
Migration, Exploration and Conquest, from Greece to the Writing Culture. The Poetics and Politics of Ethnography.
Present. Nueva York: Modern Library Edition. Edits. James Clifford and George Marcus. California:
PANOFSKY, Erwin. 2005. The Life and Art of Albrecht Dürer. University of California Press. 27-50.
Princeton y Oxford: Princeton University Press. — 1997. Ojos imperiales. Literatura de viajes y transcultura-
— 1995. La perspectiva como forma simbólica. Traducción de ción. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes.
Virginia Careaga. Barcelona: Tusquets Editora. PRANZETTI, Luisa. 1993. “El naufragio como metáfora”. En
PARRY, John H. 1993. Europa y la expansión del mundo 1415- Notas y comentarios sobre Álvar Núñez Cabeza de Vaca.
1715. México: Fondo de Cultura Económica. Comp. Margo Glantz. México: Editorial Grijalbo. 57-73.
PASTOR, Beatriz. 1983. Discurso narrativo de la conquista de PRED, Allan. 1986. Place, Practice and Structure. Social and
América. La Habana: Casa de las Américas. Spatial Transformation in Southern Sweden: 1750-1850.
PENHOS, Marta. 2005. Ver, conocer, dominar. Imágenes de Suda- Cambridge: Polity Press.
mérica a fines del Siglo XVIII. Buenos Aires: Siglo XXI. PRIETO, Martín. 2006. Breve Historia de la Literatura Argenti-
PEÑA, Enrique. 1904a. La despoblación de Buenos Aires en 1541. na. Buenos Aires: Taurus.
Buenos Aires: Imprenta, Litografía y Encuadernación de Ja- PUPO-WALKER, Enrique. 1992. “Sección Introductoria”. En
cobo Peuser. Naufragios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Madrid: Edito-
— 1904b. Una carta inédita de Irala. Buenos Aires: Imprenta, rial Castalia.17-58.
Litografía y Encuadernación de Jacobo Peuser. — 1982a. La vocación literaria del pensamiento histórico en
354 355
América. Desarrollo de la prosa de ficción: Siglos XVI, XVII, SALAS, Alberto. 1960. Crónica florida del mestizaje de las In-
XVIII, XIX. Madrid: Gredos. dias. Siglo XVI. Buenos Aires: Losada.
— 1982b. Historia, creación y profecía en los textos del Inca Gar- SALVIONI, Amanda. 2004. “El desencantamiento del Nuevo Mun-
cilaso de la Vega. Madrid: José Porrúa Turanzas Editores. do. Viaje de un mercante florentino al país de la pobreza (Ga-
QUEVEDO, Roberto. 1981. “Ruy Díaz de Guzmán y el Tucumán”. leoto Cei, 1539-1553)”. Revista de Crítica Literaria Latinoa-
En Historia Paraguaya. Vol. 18. Asunción. 53-68. mericana 30 (60): 167-187.
RABASA, José. 2000. Writing Violence on the Northern Frontier. SANABRIA FERNÁNDEZ, Hernando. 1974. Ulrico Schmidl. El
The Historiography of Sixteenth-Century New Mexico and alemán de la aventura española. La Paz-Cochabamba: Edito-
Florida and the Legacy of Conquest. Durham y Londres: Duke rial Los amigos del libro.
University Press. SÁNCHEZ, Jean-Pierre. 1994. “El Dorado and the Myth of the
— 1993. Inventing America. Spanish Historiography and the Golden Fleece”. En The Classical Tradition and the Ameri-
Formation of Eurocentrism. Norman: University of cas. Edits. Wolfang Haase y Meyer Reinhold. Vol. I. Berlin-
Oklahoma Press. Nueva York: Walter de Gruyter. 339-378.
Revista Iberoamericana 61 (170-171). Pittsburgh. Enero-Junio — 1994. “Myths and Legends in the Old World and European
1995. Expansionism in the American Continent”. En The Classical
Revista Iberoamericana 61 (172-173). Pittsburgh. Julio-Diciem- Tradition and the Americas. Edits. Wolfang Haase y Meyer
bre 1995. Reinhold. Vol. I. Berlin-Nueva York: Walter de Gruyter. 189-
RICOEUR, Paul. 1995. Tiempo y narración. Configuración del 240.
tiempo en el relato histórico. Vol. I. Traducción de Agustín SCOTT, Joan W. 1990. “El género: Una categoría útil para el
Neira. Madrid: Siglo XXI. análisis histórico”. En Historia y Género: las mujeres en la
ROJAS, Ricardo. 1960. Historia de la Literatura Argentina. Vol. Europa Moderna y contemporánea. Edits. James S. Amelang
3 “Los Coloniales”. Buenos Aires: Ed. Kraft. y Mary Nash. Valencia: Ediciones Alfons El Magnanim, Ins-
ROJAS MIX, Miguel. 1992. América Imaginaria. Barcelona: Edi- titució Valenciana D’Estudio. 23-56.
torial Lumen. SENNET, Richard. 1991. La conciencia del ojo. Traducción de
ROMANO, Ruggiero. 1978. Los Conquistadores. Traducción de Miguel Martínez Lage. Barcelona: Versal.
Liliana Ponce. Buenos Aires: Huemul. SERVIER, Jean. 1969. Historia de la utopía. Caracas: Monte
ROSENBLAT, Ángel. 1969. La primera visión de América y otros Avila Editores.
estudios. Caracas: Publicaciones del Ministerio de Educación. SIMMEL, George. 2002. Sobre la aventura. Ensayos filosóficos.
RUBIÉS, Joan-Pau. 1999. “Futility in the New World: Narratives of Traducción de Gustau Muñoz y Salvador Mas. Barcelona:
Travel in Sixteenth-Century America”. En Voyages and Visions. Ediciones Península.
Towards a Cultural History of Travel. Edits. Jás Elsner y Joan- SILVESTRI, Graciela. 2003. El color del río. Historia cultural
Pau Rubiés. Londres: Reaktion Books. 74-100. del paisaje del Riachuelo. Buenos Aires: Prometeo y la Uni-
SAID, Edward W. 1989. “Representing the Colonized: versidad Nacional de Quilmes.
Anthropology’s Interlocutors”. Critical Inquiry 15 (2): 205-225. SMITH, Jonathan. 1993. “The Lie that Blinds. Destabilizing the
356 357
Text of Landscape”. En Place/ Culture/ Representation. Edits. TUAN, Yi-Fu. 1983. Espaço e Lugar. A perspectiva da Experien-
James Duncan y David Ley. Londres y Nueva York: cia. Traducción de Lívia de Oliveira. Sao Paulo: Difel.
Routledge. 78-92. — 1991. “Language and the Making of Place: A Narrative Des-
SOJA, Edward. 1996. Thirdspace. Journeys to Los Angeles and criptive Approach”. Annals of the Association of American
Other Real-and-Imagined Places. Cambridge-Oxford: Blackwel. Geographers 81: 684-696.
— 1990. Postmodern Geographies: The Reassertion of Space in VERDESIO, Gustavo. 2001. Forgotten Conquests. Rereading New
Critical Social Theory. Londres: Verso. World History from the Margins. Philadelphia: Temple Uni-
STAROBINSKY, Jean. 1974. La relación crítica (Psicoanálisis y versity Press.
literatura). Madrid: Editorial Taurus. VIÑAS, David. 1982. Indios, ejército y frontera. Buenos Aires:
STRAUSS, Walter L. (comp.). 1973. The Complete Engravings, Siglo XXI.
Etchings & Drypoints of Albrecht Dürer. Nueva York: Dover Vitulli, Juan y Solodkow, David (comps.). 2009. Poéticas de lo
Publications. criollo. La transformación del concepto “criollo” en las letras
STURTEVANT, William C. 1976. “First Visual Images of Native hispanoamericanas (siglo XVI al XIX). Buenos Aires: Corre-
America”. En First Images of America. The Impact of the New gidor.
World on the Old. Vol. I. Ed. Fredi Chiapelli. Berkeley, Los WILLIAMS, Jerry y Lewis, Robert. 1993. Early Images of the
Angeles, Londres: University of California Press. 417-454. Americas. Transfer and Invention. Tucson: University of Ari-
SUBIRATS, Eduardo. 1994. La conquista del Nuevo Mundo y la zona Press.
conciencia moderna. Barcelona: Anaya & Mario Muchnik. WILLIAMS, Raymond. 2001. El Campo y la Ciudad. Traducción
SYNNOTT, Anthony. 1993. The Body Social. Symbolism, Self de Alcira Bixio. Buenos Aires: Paidós.
and Society. Londres y Nueva York: Routledge. ZAVALA, Silvio. 1977. Orígenes de la colonización en el Río de
TANDETER, Enrique (dir.). 2000. Nueva Historia Argentina. Vol. 2 la Plata. México: El Colegio Nacional.
“La Sociedad Colonial”. Buenos Aires: Editorial Sudamericana. ZAMORA, Margarita. 1993. “Gender and Discovery”. En Reading
TARRAGÓ, Myriam (dir.). 2002. Nueva Historia Argentina. Vol. Columbus. Berkeley: University of California Press. 152-179.
1 “Los pueblos originarios y la conquista”. Buenos Aires: Edi- — 1987. “Historicity and Literariness: Problems in the Litera-
torial Sudamericana. ry Criticism of Spanish American Colonial Texts”. MLN 102
TIEFFEMBERG, Silvia. 1996. “Disputas y debates en torno a (2): 334-346.
un poema: La Argentina de Barco Centenera”. En Atípicos ZEA, Leopoldo (comp.). 1993. Sentido y proyección de la con-
en la literatura latinoamericana. Comp. Noé Jitrik. Buenos quista. México: Fondo de Cultura Económica.
Aires: Instituto de Literatura Hispanoamericana, Facultad ZEBALLOS, Estanislao S. 1984. Alegato de la República Argen-
de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. 365-372. tina sobre la cuestión de límites con el Brasil en el Territorio
— 1989. “Isabel de Guevara o la construcción del yo femenino”. de Misiones. Washington.
Filología 24 (1-2): 287-300. ZIEBELL, Zinka. 2002. Terra de canibais. Porto Alegre: Editora
TODOROV, Tzvetan. 1992. La conquista de América. El proble- da Universidade Federal do Rio Grande do Sul.
ma del otro. Madrid: Siglo XXI.
358 359
Ilustraciones 19. “La caída del hombre” (“Adán y Eva”). Alberto Durero (1504).
Reproducido en Walter L. Strauss (1973) ...254
20. “La caída del hombre” (“Pequeña Pasión”). Alberto Durero
1. “Insula Hyspana”. Grabado de la edición latina de la Car- (1510). Reproducido en Giulia Bartrum (1995) ...255
ta de Colón (Basilea 1493). Reproducido en Ricardo Alegría 21. “Adán y Eva en América”. Jean Théodore de Bry, Grands
(1978) ...216 Voyages, Parte I (Frankfurt 1590). Reproducido en Michèle
2. “Batalla con los querandíes”. Ulrico Schmidl, Vera historia ad- Duchet (1987) ...256
mirandae cuius dam navigationis, quam Huldericus Schmidl, 22. “Los jarayes” (Hulsius 1599) ...258
Straubingensis, ab Anno 1534 usque ad annum 1554, in American 23. “Virginis Pictae Icon”. Jean Théodore de Bry, Grands
vel novum Mundum, iuxta Brasiliam & Rio della Plata... (Edición Voyages, Parte I (Frankfurt, 1590). Reproducido en Eduardo
de Levinus Hulsius, Nüremberg, 1599) ...225 Subirats (1994) ...259
Todas las imágenes donde se indique “(Hulsius 1599)” son repro- 24. Retratos de indio timbú, cario y jaraye ...260
ducidas por gentileza de la Biblioteca Nacional del Maestro. 25. “Amazonas”. Edición latina del Relato de Sir Walter Raleigh a
3. “Petrus Manchossa Tribus Furibus Justiciam Administrat”. Guiana 1594-1597 (Nüremberg 1599). Levinus Hulsius, Sammlung
Jean Théodore de Bry, Historia Americae sive novi orbi, Pars von 26 Schiffahrten in verschiedene fremde Lander durch Lev.
VII (Frankfurt 1590-1634). Reproducido en Michèle Duchet Hulsium und einige andere aus dem Hollandischem ins Deutsche
(1987) ...228 übersetzt undd mit allerhand Ammerkungen versehen. Pars V.
4. “El hambre” (Hulsius 1599) ...229 Reproducido en www.diariodelacamaraoscura.blogspot.com ...262
5. “El sitio de Buenos Aires” (Hulsius 1599) ...230 26. Fragmento de la imagen 22 ...263
6. “La ciudad y pelea de Lambaré” (Hulsius 1599) ...232 27. Detalle de la imagen 22 ...264
7. “Los payaguá y naperú” (Hulsius 1599) ...233 28. Detalle de la imagen 22 ...265
8. Fragmento de la imagen 7 ...234 29. Retratos de mujeres timbú, cario y jaraye ...266
9. “Asalto de Corpus Christi” (Hulsius 1599) ...235 30. Detalle de los rostros y las miradas de los jarayes ...267
10. Fragmento de la imagen 9 ...237 31. Detalle de la imagen 22 ...268
11. “Asalto de la Frontera” (Hulsius 1599) ...238 32. “La serpiente de los mocoretás” (Hulsius 1599) ...272
12. “Pelea con los mayáguenos” (Hulsius 1599) ...240 33. Detalle de la imagen 32 ...273
13. “Los timbúes, Buena Esperanza y Corpus Christi” (Hulsius 34. “Pacos o Llamas” (Hulsius 1599) ...274
1599) ...242 35. “Naufragio de Schmidl en 1538” (Hulsius 1599) ...276
14. “Los carios” (Hulsius 1599) ...243 36. “Naufragio cerca de Cádiz” (Hulsius 1599) ...277
15. Fragmentos de imágenes de batalla ...248 37. “Retrato de Ulrico Schmidl y portada de la edición latina”
16. Detalles de indio e india timbú ...251 (Hulsius 1599) ...279
17. Retrato de indio cario ...251 38. Mapa de América. Parte Meridional hasta el paralelo 54 (Hul-
18. “La caída del hombre”. Alberto Durero (1496-1497). Repro- sius 1599) ...287
ducido en Giulia Bartrum (1995) ...253 39. Primer mapa del Río de la Plata. Ruy Díaz de Guzmán, La
360 361
Argentina manuscrita (1612). Reproducido en Paul Groussac en Índice
los Anales de la Biblioteca, Tomo 9 (Buenos Aires: Coni Hnos.,1914).
Todas las imágenes de este mapa son reproducidas por gentileza
de la Hemeroteca de la Facultad de Filosofía y Letras de la Uni- Agradecimientos ...9
versidad de Buenos Aires ...288
40. Detalles del Mapa de Ruy Díaz de Guzmán (1612) ...292 Introducción ...13
41. Detalles del Mapa de Ruy Díaz de Guzmán (1612) ...293 De tierra promisoria a suelo maldecido ...13
42. Detalle del Mapa de Ruy Díaz de Guzmán (1612) ...295 La relevancia del espacio: práctica, posesión y discurso ...17
43. Fragmento del Mapa de Ruy Díaz de Guzmán (1612) ...299 El Río de la Plata: distopía, relato y desaliento ...20
Notas ...23
362 363
Capítulo 2: El desafío de narrar el Río de la Plata ...101 3. La fábula de América ...241
Las reglas de la escritura ...101 4. El observador ...245
Motivos y tópicos en las crónicas del Río de la Plata: El ojo en el cuerpo ajeno ...247
entre la tradición y lo nuevo ...104 El monstruo, el espécimen ...269
1. El discurso militar ...104 5. En medio del viaje, la catástrofe ...275
El combate ...107 6. El mosaico completo ...279
El héroe ...120 Segunda Parte:
La guerra interna ...125 El espacio del Río de la Plata:
2. El discurso esperable/esperado: los Otros ...141 imagen cartográfica y discurso en el siglo XVII ...282
3. El discurso del padecimiento ...149 1. El mapa de Ruy Díaz de Guzmán ...282
Notas ...156 2. Una carta de presentación ...285
3. Radiografía de una conquista. Territorio, nombre
Capítulo 3: Espacio y representación ...161 y utilidad ...290
1. La espacialidad. Una aproximación teórica ...161 4. La recompensa de la tierra,
2. El espacio rioplatense ...163 el reclamo escrito en la imagen ...297
3. El Río de la Plata y sus representaciones espaciales ...165 5. La escritura cartográfica de Ruy Díaz de Guzmán ...301
El saber de la tierra ...167 En el principio, la tierra, su imagen ...301
Entre la belleza y el horror ...174 Y entonces fue el relato ...305
4. Prácticas espaciales. El caso Álvar Núñez Escritura cartográfica ...312
Cabeza de Vaca vs. Domingo Martínez de Irala ...179 Notas ...314
Álvar Núñez: un conquistador a pie ...179
Cabeza de Vaca e Irala: caos o integración ...182 Coda: Cuerpo de mujer:
Enarbolar la acción y sostener la pluma ...189 entre lo visible y lo tangible ...325
5. Espacios míticos, espacios utópicos ...195 Notas ...334
La búsqueda del espacio ideal ...197
Perseguir el camino del oro ...205 Bibliografía ...335
Notas ...209
Ilustraciones ...360
Capítulo 4: El Río de la Plata en imágenes ...215
Palabra e imagen ...215
Primera Parte: La crónica
de Ulrico Schmidl y las ilustraciones de Hulsius ...220
1. La edición de Levinus Hulsius ...220
2. Una imagen para el lector europeo ...222
364 365
366 367
368