Tratado Sobre Melquisedec

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Tratado sobre Melquisedec, el Rey del mundo.

Tratado sobre Melquisedec, el Rey del mundo.

Melquisedec es el Rey del mundo, de él se habla en la biblia hebreos 7,1-10:


Jesús, sacerdote como Melquisedec:
7
1 Este Melquisedec fue rey de Salem y sacerdote del Dios altísimo. Cuando Abraham
regresaba de la batalla en la que había derrotado a los reyes, Melquisedec salió a su
encuentro y lo bendijo; 2 entonces Abraham le entregó la décima parte de todo lo que
había ganado en la batalla. El nombre Melquisedec quiere decir, en primer lugar, “rey de
justicia”; y como era de Salem, que quiere decir “paz”, significa también “rey de paz”. 3
Nada se sabe de su padre, de su madre o de sus antepasados; ni tampoco se habla de su
nacimiento o de su muerte; y así, a semejanza del Hijo de Dios, es sacerdote para siempre.

4 Ahora bien, fijaos en lo importante que sería Melquisedec, que nuestro propio
antepasado Abraham le entregó la décima parte del botín arrebatado a los reyes en la
batalla. 5 Según la ley de Moisés, los sacerdotes, descendientes de Leví, tienen el derecho
de recibir del pueblo el diezmo de todo, a pesar de tratarse de sus parientes y descender de
Abraham lo mismo que ellos. 6 Pero Melquisedec, aun sin ser descendiente de Leví, le
tomó aquella décima parte a Abraham, que había recibido las promesas de Dios. Y
Melquisedec bendijo a Abraham; 7 y nadie puede negar que el que bendice es superior al
bendecido. 8 Aquí, en esta vida, los que reciben la décima parte son hombres mortales;
pero la Escritura habla de Melquisedec como de uno que todavía vive. 9 Y se puede decir
que los sacerdotes, que descienden de Leví y que ahora reciben el diezmo, dieron también
el diezmo a Melquisedec al dárselo Abraham. 10 Porque, en cierto sentido, cuando
Melquisedec salió al encuentro de Abraham, este ya llevaba en su cuerpo a sus
descendientes, que aún no habían nacido.

Melquisedec es un ser enigmático, ya que de él se dice: “Nada se sabe de su padre, de su


madre o de sus antepasados; ni tampoco se habla de su nacimiento o de su muerte; y así, a
semejanza del Hijo de Dios, es sacerdote para siempre”.

Para entender esta cuestión hay que aludir al termino sanscrito Anupadaka, que literalmente
significa “sin padres”, se podría entender como huérfano, pero no es este el significado:
“Algunos autores orientalistas piensan que ANUPADAKA, es decir, el Buddha de
Contemplación (por ser en sí mismo el Padre-Madre, el Complemento Glorioso de
cualquier Bodhisattva Terrenal) no tiene Padre-Madre. Tal concepto me parece
equivocado, porque cualquier Buddha de Contemplación, cualquier PADRE-MADRE
(complemento glorioso del Bodhisattva), obviamente ha sido emanado del Eterno Padre
Cósmico Común (eso hay que saberlo entender) y de la Divina Madre Inmanifestada, la
Inmanifestada Prakriti.

El Eterno Padre Cósmico Común es dual, es el Padre-Madre. De él emana, a su vez, el


Buddha de Contemplación, el Padre-Madre particular de cualquier Bodhisattva, y esto lo
deben ustedes entender...

Así pues, no pienso que Anupadaka, el Padre-Madre, sea huérfano. Pienso que el Padre-
Madre Interior de cada uno de nos emana del Eterno Padre-Madre Cósmico Común,
coesencial con el Espacio Abstracto Absoluto. Así pues, me permito disentir con algunos
autores sobre el término “Anupadaka”, o sea del Buddha de Contemplación desprovisto de
Padre y Madre, por ser él, en sí mismo, el Padre y Madre de un Bodhisattva. Realmente
Anupadaka es algo más que todo eso, es aquel Buddha de Contemplación que ha emanado
del Eterno Padre Cósmico Común.

Las siete mentes y las siete verdades. Samael Aun Weor.

Del TODO-INCOGNOSCIBLE o CERO RADICAL, emana, al comenzar una manifestación


o universo, la Mónada Pitagórica, el Verbo, el Archi-Mago o Hierofante, el UNO-ÚNICO;
el AUNAD-AD Buddhista, el AIN-SUPH, EN SOPH o PNEUMA-EIKON CALDEO, el
RUACH ELOHIM o Divino Espíritu del Señor flotando sobre las aguas Genesíacas, el
existente por sí mismo, ANUPADAKA, o Manú-Swayambu-Narayana, ario.

Las tres montañas. Samael Aun Weor.

Debemos entender por los textos citados que Melquisedec es un Ser inmortal, que reina
sobre nuestra tierra y sobre él dice la biblia gnóstica o Pistis Sophia, que es el “Receptor de
la Luz” y quien lleva la luz al “Tesoro de la Luz”. Nuestra reflexión al respecto nos dice
que Melquisedec siendo un “sacerdote por siempre” y como rey o guía de la humanidad, él
se sitúa en la región de Anupadaka: “Así pues, no pienso que Anupadaka, el Padre-Madre,
sea huérfano. Pienso que el Padre-Madre Interior de cada uno de nos emana del Eterno
Padre-Madre Cósmico Común, coesencial con el Espacio Abstracto Absoluto”. Por lo que
Melquisedec se encuentra entre la región de lo manifestado y lo inmanifestado, en AIN-
SUPH, coesencial entre Eterno Padre-Madre Cósmico Común y el Espacio Abstracto
Absoluto. Y por ello es su sacerdocio trasladar la luz de los que se auto-realizan hasta el
tesoro de la Luz que es la morada del propio Ser del Ser.
No tener genealogía o ser ingenito en esta tierra, significa haber alcanzado el estado de
Anupadaka, que va más allá del propio tattwa-akasha:

“El grado anterior a ese mundo de Anupadaka es el principio extraordinario de la


potencia que se halla en el dominio del espacio, tiempo y causalidad, y es denominada
Akasha Tattwa. (La morada de Atman-Buddhi-Manas)”.
El Misterio del Aureo Florecer. Samael Aun Weor.

Nuestro Rey Melquisedec, nos cobra un diezmo a todos aquellos que han obtenido la Gran
Obra y han vencido todas las batallas sobre sí mismo. De ese modo se convierte uno en
sacerdote de la orden de Melquisedec, lo que equivale a trabajar para cooperar en este
sacerdocio que trata de llevar a toda alma que busca la Luz, a la morada de su Padre y que
en perfecto equilibrio pueda situarse entre el Ser inmanifestado o Ain Soph y el Padre
Cósmico Común. El pago del diezmo equivale a salirse de la rueda del samsara, y tal
fortuna solo se compensa pagando el diezmo de procurar salvar a todos los que aún siguen
atados a la rueda del samsara.

Por lo que el Rey Melquisedec y sus sacerdotes no tienen ataduras ni ligamentos sobre esta
tierra del samsara; trascendiendo todo el reino de lo manifestado, de lo terrenal. Y sin
embargo siguen estos sacerdotes asistiendo y ayudando a todas las almas anhelantes de la
Luz de Cristo.

Dice el Pistis Sophia, que “IEU” es el dispensador de luz, y según el M. Huiracocha (Dr.
Kurm Heller) en su libro “Iglesia Gnóstica” el Maestro Jesús llamaba a su padre con el
mantra “IEU”. Así “IEU” es padre de todos, el Padre Cósmico Común. El Dispensador de
luz y Melquisedec como receptor de luz, son el Padre cósmico común y el Rey del mundo o
guía de la humanidad que recibe y transporta de nuevo la luz de los que concluyen la Gran
Obra de regreso al Padre.

Loa a todos los trabajadores de la Gran Obra.

La orden de Melquisedec dentro del “anima mundis”.

La orden de Melquisedec dentro del “anima mundis”.

En filosofía se explica lo que es el “Anima Mundis”, es decir aquello que anima o vivifica y
mueve el mundo, según las indicaciones de Platón:

Por tanto, es de resaltar que: este mundo es, de hecho, un ser viviente dotado con alma e
inteligencia [...] una entidad única y tangible que contiene, a su vez, a todos los seres
vivientes del universo, los cuales por naturaleza propia están todos
interconectados. Platon, Timeo.

Entre la simbología arquetípica de los hebreos, Abraham es el padre de toda la progenie del
pueblo de Israel:

Génesis 26:4

Y multiplicaré tu simiente como las estrellas del cielo, y daré a tu simiente todas estas
tierras; y todas las gentes de la tierra serán benditas en tu simiente. (Reina Valera)

Abraham es arquetípicamente el Padre de una progenie, de sucesivas generaciones que


serán bendecidas “en tu simiente”; aquí se nos dice que todos aquellos que trabajan en su
“tierra filosofal”, con su sal, mercurio y azufre, serán bendecidos por la gracia misma del
Padre. Por otro lado, Abraham representara en Anima Mundis que cita Platón. Pues la
simiente de Abraham se multiplicará como las estrellas de cielo manifestándose el
arquetipo como: un ser viviente dotado con alma e inteligencia [...] una entidad única y
tangible que contiene, a su vez, a todos los seres vivientes del universo.
Ante la grandeza de Abraham se presenta el Rey del Mundo Melquisedec, quien lo bendice
y a quien Abraham le paga un diezmo de sus conquistas o logras obtenidas en sus batallas:

Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, salió al encuentro de
Abraham cuando éste regresaba de la matanza de los reyes, y lo bendijo. 2Abraham le
entregó el diezmo de todos los despojos, cuyo nombre significa primeramente rey de
justicia, y luego también rey de Salem, esto es, rey de paz,3sin padre, sin madre, sin
genealogía, no teniendo principio de días ni fin de vida, siendo hecho semejante al Hijo de
Dios, permanece sacerdote a perpetuidad. … hebreos 7:1,2,3.

El Rey del Mundo, y rey de la justicia y de la paz, bendice a Abraham el ánima del mundo
renovando en el pacto de salvación:

Y Melquisedec, rey de Salem, sacando pan y vino, como era sacerdote del Dios Altísimo,
bendijo a Abraham diciendo: «Bendito Abrabam del Dios Altísimo, el dueño de los cielos y
tierra» Gen 14, 18-19.

Melquisedec como figura representa el sacerdocio eterno: permanece sacerdote a


perpetuidad. Y como sacerdote del Altísimo, es decir del Dios supremo, bendice a
Abraham. Por tanto, Abraham como Melquisedec, forman parte del “Anima Mundis”,
siendo el primero el progenitor del pueblo de Israel, el pueblo elegido por Dios siendo
“bendecidos por la simiente” de su progenitor, lo que significa que el pueblo de Israel es
formado por aquellos que cuidan y bendicen su simiente, mediante la alquimia sexual;
mientras Melquisedec rey y guía de la humanidad y de todos los pueblos de la tierra,
siempre bendecirá a quienes buscan al Padre interior profundo, esencia misma del Anima
Mundis, recordemos : este mundo es, de hecho, un ser viviente dotado con alma e
inteligencia [...] una entidad única y tangible que contiene, a su vez, a todos los seres
vivientes del universo, los cuales por naturaleza propia están todos interconectados
(Platón).
Anima Munidis

Melquisedec: “siendo hecho semejante al Hijo de Dios”, no es propiamente el hijo de Dios,


entendiendo como hijo de Dios a Cristo:
Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: antes que Abraham naciera, yo soy. (juan
8:58)

Es según el salmo mesiánico del Rey David, por el cual Jesús es declarado “sacerdote
según la orden de Melquisedec”:
Jehová da dominio al rey

Salmo de David.

110 Jehová dijo a mi Señor:


Siéntate a mi diestra,
Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.

2 Jehová enviará desde Sion la vara de tu poder;


Domina en medio de tus enemigos.

3 Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder,


En la hermosura de la santidad.
Desde el seno de la aurora
Tienes tú el rocío de tu juventud.

4 Juró Jehová, y no se arrepentirá:


Tú eres sacerdote para siempre
Según el orden de Melquisedec.

5 El Señor está a tu diestra;


Quebrantará a los reyes en el día de su ira.

6 Juzgará entre las naciones,


Las llenará de cadáveres;
Quebrantará las cabezas en muchas tierras.

7 Del arroyo beberá en el camino,


Por lo cual levantará la cabeza.
(Salmos 110Reina-Valera 1960. RVR1960).

Cristo Rey sosteniendo el Anima Mundis

El Rey David fue un prototipo, aun no maduro de la realeza de Cristo quien fue Rey de
Reyes y por tanto el máximo exponente como guía de la humanidad representada en el
pueblo de Israel. Jesús que desciende del linaje del Rey David, asume el sacerdocio de la
orden de Melquisedec, que es superior a los sacerdotes hebreos de la tribu de Levi,
descendientes estos de Aarón el hermano de Moisés, quienes eran los únicos custodios del
“arca de la alianza”.

El Anima Mundi nos contiene a todos Abraham, Melquisedec, el Rey David, Jesús, y todos
los elegidos como pueblo de Dios; “los cuales por naturaleza propia están todos
interconectados”. Siendo la grandeza de la naturaleza divina la unidad; unidad impersonal,
despojada de todo incluyendo el yo o el ego. La Naturaleza del Anima Mundis es
impersonal trasciende los limititos del ego o yo, y se percibe como una presencia
insondable ajena a lo temporal; el Anima Mundis o naturaleza divina se constata en una
presencia inmutable, fuerza de todas las fuerzas, que atiende al presente, es inquebrantable,
espontanea, siempre renovada, seria y segura como la misma muerte, no tiene palabras
exactas ni símbolos que puedan transmitir su presencia.

La orden del Rey Melquisedec es perenne, todos sus sacerdotes comparten un propósito
despertar a la humanidad, despertar en la presencia única, uní-total, dar testimonio de la
presencia del Ser, y con ello participar y hacer partícipe de la naturaleza divina o su Anima
mundi, como se constata en la referencia de Melquisedec: sin padre, sin madre, sin
genealogía, no teniendo principio de días ni fin de vida, siendo hecho semejante al Hijo de
Dios.

Semejantes al Hijo de Dios son todos aquellos que han concluido la Gran Obra y son
cristificados, cumpliendo el requisito para pertenecer a la sagrada orden del Rey
Melquisedec.
RELATOS SOBRE LOS MISTERIOS DEL REY DEL MUNDO
(MELCHISEDECH)
Existen en la tierra ciertas escuelas que emplean el aspecto oscuro de la magia
amentiana. La única, más cerca de Europa, se encuentra en las regiones balcánicas, y
es un factor perturbador en la atmósfera del mundo. Existe otra escuela, pero de
carácter constructivo, muy al Norte del desierto de Mongolia. Es una escuela
amentiana de magia blanca, que emplea la energía determinativa de la Naturaleza;
está en Asia, donde reside un gran Ser, llamado Rey del Norte, aunque el título
verdadero debiera ser Rey de las Latitudes Norteñas. Ossendowski, el viajero, ha
escrito acerca de este Ser, al que ha llamado Rey del Mundo, en su obra: Bestias,
Hombres y Dioses.

La entrada a este lugar secreto está guardada por un gran elemental, cuya presión mental y
mirada son suficientes para aterrorizar a una mente no entrenada. Amenti era la esfera
neptuniana sumergida, en donde los egipcios y griegos tenían que realizar acciones
heroicas. Los griegos llamaban a esa región Hades; pero no era como algunos creen un
infierno mitológico, sino una esfera en la cual se adquirían ciertas clases definidas de
experiencia.

¡Deteneos! -Murmuró mi guía mongol un día que atravesábamos el llano cerca de Tzagan
Luk- Y se bajó del camello al tiempo que tapándose la cara con las manos en actitud de
orar, comenzó a repetir la frase: OM MANI PADME HUNG. ¿Que sucede dije? ¿No
habéis visto? como nuestros camellos movían las orejas espantados, cómo los caballos en la
llanura quedaban inmóviles y atentos, y cómo los carneros y el ganado se echaban al suelo
¿No observasteis que los pájaros dejaron de volar, las marmotas de correr y los perros de
ladrar? El aire vibraba dulcemente y traía de lejos la música de una canción que penetraba
hasta el corazón de los hombres, de las bestias y de las aves. La tierra y el cielo contenían el
aliento. El viento cesaba de soplar; el sol detenía su carrera. En un momento como aquél, el
lobo que se aproximaba a hurtadillas a los carneros hace alto en su marcha solapada; el
rebaño de antílopes, amedrentado, retiene su ímpetu peculiar; se le cae de las manos; El
armiño rapaz cesa de arrastrarse detrás de la confiada perdiz. Todos los seres vivos,
transidos de miedo, involuntariamente sienten la necesidad de orar, aguardando su destino.
Esto era lo que entonces ocurría, lo que sucede siempre que el Rey del Mundo, en su
palacio subterráneo, reza inquiriendo el porvenir de los pueblos de la tierra.

Así habló el mongol, pastor simple e inculto, y así nos lo cuenta Ferdinando Ossendowski,
ilustre sabio, escritor polaco, de pluma ágil y colorista, y un observador perspicaz, cuyos
méritos científicos garantizan la exactitud de cuanto relata.

Ese Rey del Mundo tiene su reino en Agharti, y se extiende a través de todos los accesos
subterráneos del mundo entero. Un lama llamado Gelong, favorito del príncipe Chultun
Beyh, y el príncipe mismo, le hicieron a F. Ossendowski la siguiente descripción del reino
subterráneo.

Hace mas de seis mil años, un hombre santo desapareció con toda una tribu en el interior de
la tierra y nunca ha reaparecido en la superficie de ella. Muchos hombres, sin embargo, han
visitado después ese reino misterioso: Sakya Muni, Nadur, Gheghen, Paspa, Baber y otros.
Nadie sabe dónde se encuentra situado. Dicen unos que en Afganistán otros que en la india.
Todos sus miembros están protegidos contra el mal, y el crimen no existe en el interior de
sus fronteras. La ciencia se ha desarrollado en la tranquilidad y nadie vive amenazado de
destrucción. El pueblo subterráneo ha llegado al colmo de la sabiduría. Ahora es un gran
reino que cuenta con millones de súbditos regidos por el Rey del Mundo. Este conoce todas
las fuerzas de la naturaleza, lee en todas las almas humanas y en el gran libro del destino.
Invisible reina sobre ochocientos millones de hombres que están dispuestos a ejecutar sus
órdenes.

Las cavernas profundas están iluminadas con un resplandor particular que permite el
crecimiento de cereales y otros vegetales y duran las gentes una larga vida sin
enfermedades. Allí existen numerosos pueblos e incontables tribus. La capital de Agharti
está rodeada de villas en las que habitan los grandes sacerdotes y los sabios. Recuerda a
Lhassa, donde el palacio del Dalai Lama, el Potala, se halla en la cima de un monte cubierto
de templos y monasterios. El trono del Rey del Mundo se alza entre dos millones de dioses
escarpados. Estos son los santos panditas. El palacio mismo se halla circundado por la
residencia de los Goros (Grandes Sacerdotes del Rey del Mundo) quienes poseen las
fuerzas visibles o invisibles de la tierra, del infierno y del cielo, y pueden disponer a su
antojo de la vida y de la muerte de los hombres.

Si nuestra loca humanidad emprendiera la guerra contra ellos, serían capaces de hacer saltar
la corteza de nuestro planeta transforman- do la superficie de este en desiertos. Pueden
sacar los mares cambiar los continentes en océanos y convertir las montañas en arenales. A
su mando los árboles, las hierbas y las zarzas empiezan a retoñar: los hombres resucitan. En
extraños carros, que nosotros no conocemos recorren a toda velocidad los estrechos pasillos
del interior de nuestro planeta.

El bienaventurado Sakya Muni encontró en la cima de un monte unas tablas de piedra con
letreros que sólo logró descifrar a edad muy avanzada, y penetró luego en el reino de
Agharti del que trajo las migajas del saber sagrado que pudo retener en la memoria. Allí en
palacios maravillosos de cristal, moran los jefes invisibles de los fieles. Los santos panditas
estudian el mundo y sus fuerzas. A veces, los más sabios de ellos se reúnen y envían
delegados a los sitios donde jamás llegó la mirada de los hombres. Los panditas más altos,
con una mano en los ojos y la otra en la base del cráneo de los sacerdotes más jóvenes, les
adormecen profundamente, lavan sus cuerpos con infusiones de plantas, les inmunizan
contra el dolor, les hacen tan duros como la piedra, les envuelven en bandas mágicas y se
ponen a rezar al Dios poderoso. Los jóvenes petrificados acostados, con los ojos abiertos y
los oídos atentos, ven y oyen y se acuerdan de todo.

Enseguida un Goro se acerca y clava en ellos una mirada penetrante. Lentamente los
cuerpos se levantan de la tierra y desaparecen. El Goro sigue sentado, con los ojos fijos en
el sitio al que los envió. Unos hilos invisibles les sujetan a su voluntad y algunos de ellos
viajan por las estrellas, asisten a los acontecimientos y observan los pueblos desconocidos,
sus costumbres y condiciones. Escuchan las conversaciones, leen los libros y se percatan de
las dichas y las miserias, de la santidad y los pecados, de la piedad y del vicio... Los hay
que se mezclan a la llama, ven la criatura del fuego, ardiente y feroz, combaten sin tregua,
derriten y machacan los metales en las entrañas de los planetas, hacen hervir el agua de los
geyseres y fuentes termales, funden las rocas y derraman sus materias en fusión sobre la
superficie de la tierra y los oficios de las montañas. Otros se lanzan en busca de los seres
del aire, infinitamente pequeños, evanescentes y transparentes, empapándose en sus
misterios y descubriendo el objeto de su existencia.

Algunos se deslizan hasta los abismos del mar y estudian el reino de las útiles criaturas del
agua que transportar y esparcen el calor saludable por toda la tierra, rugiendo los vientos,
las olas las tempestades. En el monasterio de Erdeni Dru vivió antaño Pandita Hutuktu, que
estuvo en Agharti. Al morir, habló del tiempo en que moró por voluntad del Goro, en una
estrella roja del Este, y de cuando voló por el océano cubierto de hielos y vagó entre las
llamas ondulantes que arden en las profundidades de la tierra.

El Rey del Mundo dirige el trabajo de los Panditas y Goros de Agharti. A veces acude a la
caverna del templo, donde reposa el cuerpo embalsamado de su antecesor, en un féretro de
piedra negra. Esta caverna está siempre oscura, pero cuando el Rey del Mundo entra en
ella, en los muros surgen rayas de fuego, y de la cubierta del féretro surgen lenguas de
llamas. El Goro mayor se mantiene junto a él, tapadas la cabeza y la cara, con las manos
cruzadas sobre el pecho. El Goro no se quita nunca el velo del rostro, porque su cabeza es
una calavera de ojos chispeantes y lengua expedita. Comulga con las almas de los difuntos.

El Rey del Mundo habla largo rato, luego se aproxima al féretro extendiendo la mano. Las
llamas brillan más intensamente, las rayas de fuego de las paredes se extinguen y
reaparecen entrelazándose, formando signos misteriosos del alfabeto vatannan. Del
sarcófago empiezan a salir banderolas transparentes de luz apenas visible. Son los
pensamientos de los antecesores. Pronto el Rey del Mundo se ve rodeado de una aureola de
aquella luz y las letras de fuego escriben, escriben sin cesar en las paredes los deseos y las
órdenes de Dios. En aquel instante, el Rey del Mundo está en relación con las ideas de
todos los que dirigen los destinos de la humanidad; reyes, zares, jefes guerreros, grandes
sacerdotes, sabios, hombres poderosos. Conoce sus interiores y sus planes. Si agradan a
Dios, el Rey del Mundo los favorecerá con su ayuda sobrenatural, si desagradan a Dios, el
Rey provocará su fracaso. Esta facultad la posee Agharti por la creencia misteriosa de
«Om», vocablo con el que principian todas nuestras plegarias. «Om» es el nombre de un
antiguo santo, el primero de los goros que vivió hace trescientos mil años. Fue el primer
hombre que conoció a Dios, el primero que enseñó a la humanidad a creer, esperar y luchar
contra el mal. Entonces Dios le otorgó poder absoluto sobre las fuerzas que gobiernan el
mundo visible.

Después de su coloquio con su antecesor, el Rey del Mundo reúne el Supremo Consejo de
Dios, juzga las naciones y los pensamientos de los grandes hombres y les ayuda o les
anonada. Enseguida el Rey del Mundo entra en el templo, y a solas reza y medita. El fuego
brota del altar, y poco a poco se propaga en todos los altares próximos, y a través de la
llama ardiente se vislumbra cada vez más claro el rostro de Dios. El Rey del Mundo
participa respetuosamente a Dios las decisiones del Consejo, y recibe en cambio las
instrucciones inescrutables del Omnipotente. Cuando abandona el templo, el Rey del
Mundo exhala un resplandor divino.

¿Realidad o ficción mística? - ¿Ha visto alguien al Rey del Mundo?, Preguntó F.
Ossendowski. -Sí -contestó el lama- Durante las fiestas solemnes del primitivo budismo, en
Siam y las indias, el Rey del Mundo se apareció cinco veces. Ocupaba una carroza
magnífica tirada por elefantes blancos, engalanados con finísimas telas encajadas de oro y
pedrería. El Rey vestía un manto blanco y llevaba a la cabeza la tiara roja, de la que
pendían hilos de brillantes que le tapaban la cara. Bendecía al pueblo con una bola de oro
rematada por un áureo cordero. Los ciegos recobraron la vista, los sordos oyeron, los
impedidos echaron a andar y los muertos se incorporaban en sus tumbas, por doquier fijaba
la mirada el Rey del Mundo. También se apareció en Erdeni Dzu, y visitó igualmente, el
antiguo monasterio de Sakkai y Narabanchi Kure.

¿Cuántas personas han ido a Agharti? -Muchas, pero todas guardan el secreto de lo que
vieron. Cuando los Oletos destruyeron Lhassa uno de sus destacamentos, recorriendo las
montañas del Sudoeste, llegó a Agharti. Aprendieron algunas ciencias misteriosas y las
trajeron a la superficie de la tierra. He aquí por qué los Oletos y los Kalmucos son tan
hábiles magos y adivinos. Ciertas tribus negras del Este se internaron también en Agharti y
allí estuvieron varios siglos. Más tarde fueron expulsados del reino y regresaron a la faz del
planeta poseedores del misterio de los augurios según los naipes, las hierbas y las líneas de
la mano. De esas tribus proceden los gitanos. Allá en el Norte de Asia, existe una tribu en
vías de desaparecer, que residió en el maravilloso Agharti. Los miembros de ella saben
llamar a las almas de los muertos cuando flotan en el aire.

La vez que el Rey del Mundo se apareció a los lamas del monasterio de Narabanchi
Kure, hizo la siguiente profecía.

«Cada día más se olvidarán los hombres de sus almas y se ocuparán de sus cuerpos. La
corrupción más grande reinará en la tierra. Los hombres se asemejarán a animales feroces,
sedientos de sangre de sus hermanos. La Media Luna se borrará y sus adeptos se sumirán
en la mendicidad y en la guerra perpetua. Sus conquistadores serán heridos por el sol, pero
no subirán dos veces; les sucederá la peor de las desgracias y acabarán entre insultos a los
ojos de los demás pueblos. Las coronas de los reyes, grandes y pequeños, caerán; uno, dos,
tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho... Habrá una guerra terrible entre todos los pueblos. Los
océanos enrojecerán... La tierra y el fondo de los mares se cubrirán de esqueletos, se
fraccionarán los reinos, morirán naciones enteras... el hambre, la enfermedad, los crímenes
desconocidos de las leyes... cuando el mundo no habrá contemplado aún. Entonces vendrán
los enemigos de Dios y del Espíritu Divino que residen en el hombre. Quienes cojan la
mano de otro, perecerán también. Los olvidados, los perseguidos se sublevarán y llamarán
la atención del mundo entero. Habrá nieblas y tempestades. Las montañas peladas se
cubrirán de bosques. Temblará la tierra... Millones de hombres cambiarán las cadenas de la
esclavitud y las humillaciones por el hambre, las enfermedades y la muerte. Los antiguos
caminos se llenarán de multitudes que irán de un sitio a otro. Las ciudades mejores y más
hermosas perecerán por el fuego. Una, dos, tres... El padre luchará con el hijo, el hermano
con el hermano, la madre con la hija. El vicio, el crimen, la destrucción de los cuerpos y de
las almas imperarán sin frenos... Se dispersarán las familias... Desaparecerán la fidelidad y
el amor. De diez mil hombres, uno sólo sobrevivirá... un loco, desnudo, hambriento y sin
fuerzas que no sabrá construirse una casa, ni proporcionarse alimento... Aullará como un
lobo furioso, devorará cadáveres, morderá su propia carne y desafiará airado a Dios. Se
despoblará la tierra. Dios le dejará de su mano. Entonces surgirá un pueblo hasta ahora
desconocido que, con puño fuerte, arrancará las malas hierbas de la locura y el vicio, y
conducirá a los que hayan permanecido fieles al espíritu del hombre a la batalla contra el
mal. Fundará una nueva vida en la tierra purificada por la muerte de las naciones. Dentro de
cincuenta años no habrá más que tres grandes reinos nuevos que vivirán felices durante
setenta y un años. Enseguida vendrán dieciocho años de guerra y cataclismos… Luego los
pueblos de Agharti saldrán de sus cavernas subterráneas y aparecerán en la superficie de la
tierra...»

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