Mesa Redonda Correspondencia 2

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MESA REDONDA

Experiencias en torno a la organización e investigación en Archivos Personales

AGRADECIMIENTOS
Agradecimiento a Noelia García y a Jaqueline Vasallo que han tenido la gentileza y la
generosidad de invitarme a participar de esta mesa.
Desde luego, esto me honra, pero me ha generado no poca expectativa y no poco pudor
dada mi escasa o más bien nula formación en archivística.
Todo lo que les voy a contar es un absoluto atrevimiento legitimado acaso por cierta forma
de la pasión.

Dicho esto, me gustaría dividir mi exposición en tres partes:


- En la primera parte quisiera contarles cómo me topé con el fondo documental Juan
Filloy, cómo estaba compuesto y qué pude hacer con él a nivel archivístico.
- En la segunda parte, me gustaría contarles qué preguntas me inspiró ese fondo
documental y qué respuestas (siempre parciales, fragmentarias, provisorias) he
podido dar a esos interrogantes; y
- En la tercera parte quisiera esbozar lo que todavía me parece que se puede hacer
con ese y otros fondos documentales y bibliográficos vinculados a la figura de Juan
Filloy.

PRIMERA PARTE
¿Cómo me topé con el Fondo Documental Juan Filloy?
En el año 2000, a pocos meses del fallecimiento de Juan Filloy (el 15 de julio) postulé a
una Beca de Extensión de la UNC que felizmente obtuve y desarrollé en el período
siguiente, es decir, durante el año 2001.
La idea, el proyecto de esa beca, era armar un cd rom con datos biográficos y bibliográficos
de Juan Filloy para poner a disposición de algunas escuelas secundarias, cosa que
finalmente jamás ocurrió: el cd-rom se hizo pero por diversos motivos jamás llegó a
distribuirse.
En el índice de ese cd-rom yo había considerado incluir: datos bio-bibliográficos; una
antología de textos literarios publicados; un relevamiento de artículos periodísticos y

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eventualmente también académicos sobre su obra literaria; algunos testimonios de personas


que lo habían conocido y algunas cartas de su correspondencia personal.
Yo sabía, por rumores, que las cartas estaban en el Archivo Histórico Municipal de Río
Cuarto institución a la cual el propio Juan Filloy las había donado. Cuando me acerqué al
Archivo, Carlos Mayol Laférrere que entonces era su director me advirtió que
efectivamente las cartas estaban allí desde el año 1988 pero que nunca se habían ordenado,
clasificado ni inventariado y que por lo tanto no estaban para consulta.
Le propuse una suerte de contraprestación de servicios: yo clasificaba y ordenaba y él me
dejaba consultar el fondo a mis anchas. Y eso fue lo que ocurrió. Para esto habían
transcurrido 6 de los 12 meses que tenía de beca.
Los meses siguientes los pasé hundida en las cartas, facturas y manuscritos de Filloy, por
un lado; y estudiando de los apuntes y manuales que generosamente mi amiga Inés Farías
me facilitó (eso, sin contar sus consejos y lecciones desinteresadas) para encarar la tarea a
la que me había comprometido y que se me presentaba como enorme.
Por un lado, por mi incompetencia específicamente archivística.
Pero, por otro, por el volumen del material con que me encontré:
- una veintena de biblioratos y cajas que contenían cartas (mayormente recibidas)
fechadas entre 1920 y 1988;
- facturas, recibos y otros papeles comerciales;
- originales de obras (pocos) manuscritos o mecanografiados
- y hasta una colección de fotografías estereoscópicas.

¿Qué pude hacer a nivel archivístico con esa enorme cantidad de documentos?
En principio clasificarlos y ordenarlos de la siguiente manera:
SOPORTE TIPO DOCUMENTAL
- Familiar (correspondencia con hermanos, medio
hermanos, sobrinos)
- Personal/Literaria
Correspondencia - Con editores
enviada/recibida - Comercial (viajes, gastos médicos, gastos
domésticos, etc.)
- Institucional (Rotary, SADE, Bibliotecas
Populares, Museo Municipal de Bellas Artes)

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- Cuaderno Record (poemas, notas periodísticas)


- Los premios de la virtud (1919)
Papel Originales de Obras - Fragmentos Periplo (1931)
- Estafen (1932)
- Conferencia sobre Debussy (1943)
- “Carbunclo” (1955) y “Zoraida” (1955)
- Borradores desconocidos (sin fecha)

- Cheque y estafa
- Sobre prescripción de la acción penal
Escritos vinculados - Defensa de cuatreros (como asesor letrado)
a actividad judicial - Violación a secreto de sumario
- Pedido de libertad condicional (1931)
- Discurso de jubilación (1964)

Vidrio 42 Fotografías
estereoscópicas

En este punto debo decir dos cosas:


La primera es que lamentablemente nunca pude completar el trabajo propiamente
archivístico con ese fondo documental. Pude extraer los documentos de los biblioratos y
clasificarlos y ordenarlos mínimamente aunque no a todas las series. Quedó pendiente la
tarea de inventariarlos y describirlos y de disponerlos adecuadamente en cajas.
La segunda es que la clasificación que acabo de mostrarles no es estrictamente la que un
eventual investigador podría encontrar en el AHMRC sino la que los documentos,
digitalizados muy caseramente, han acabado por tener en mi computadora y con arreglo a
mis propias necesidades de investigación.

SEGUNDA PARTE
Dicho esto paso ahora a la segunda parte de mi exposición y a contarles, entonces, en qué
han consistido esas investigaciones o mejor, cuáles han sido las preguntas que me ha
inspirado ese fondo documental en los largos años que llevo intimando con él.
La primera de esas preguntas era ¿cómo hacer ingresar esos documentos que tanto me
seducían en una investigación sobre la obra estrictamente literaria de Juan Filloy? ¿Era
pertinente considerar los documentos en relación a la obra? ¿Y considerar los documentos

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como parte de la obra? En este punto recuerdo haber recurrido a Foucault, a sus propias
preguntas en aquella célebre conferencia de 1963 titulada “¿Qué es un autor?”
“… supongamos que se trata de un autor: ¿acaso todo lo que ha escrito o dicho
forma parte de su obra? Problema a la vez teórico y técnico. Cuando se
emprende la publicación de, por ejemplo, las obras de Nietszche, ¿dónde hay
que detenerse? Hay que publicarlo todo, naturalmente, pero, ¿qué quiere decir
ese ‘todo’? ¿Todo lo que Nietszche mismo publicó? Por supuesto. ¿Los
borradores de sus obras? Evidentemente. ¿Los proyectos de aforismos? ¿Lo
tachado también? ¿Las notas al pie de sus cuadernos? Sí. Pero cuando en el
interior de un cuaderno lleno de aforismos, se encuentra una referencia, la
indicación de un encuentro o una dirección, una cuenta de lavandería: ¿es obra
o no? ¿Y por qué no?” (Foucault, 2002-2005)

Haciendo el trabajo de clasificación y ordenación a que me refería encontré una vez una
cuenta de lavandería que data del primer viaje que Filloy hizo a Europa y Oriente Medio en
1930. La cuenta está fechada en Paris el 20 de marzo de ese año. En ella consta que Filloy
hizo lavar dos camisas, dos calzoncillos, una tricota, dos cuellos de palomita y un par de
calcetines entre otras prendas. Me pareció que esa cuenta de lavandería podía ser leída en
relación a Periplo que Filloy escribe en ese mismo viaje. 1 También en relación a los textos
que producen otros escritores argentinos que entre fines del siglo XIX y el primer
Centenario hicieron del viaje a Europa, y a Paris en particular, un viaje consagratorio, un
viaje que confirmaba su pertenencia de clase (alta) y a menudo sus vocaciones de escritor.
Filloy que carecía de la primera (la pertenencia a una clase acomodada) casi no habla de
Paris en su libro, como si no hubiera estado en esa ciudad a la que Lucio V. Mansilla iba a
comprar ropa y donde él había tenido que mandar a lavar lo que ya llevaba en su valija.
Henchida e hinchada de sentido, esa cuenta de lavandería
No me atrevo a decir que esa cuenta de lavandería forma parte de la obra de Juan Filloy. No
me atrevo a decir que pueda ser publicada junto con (o al mismo nivel que) Estafen, o
Balumba, o Vil & Vil o Chirolas por citar también alguno de sus inéditos. Pero sí que podía
ser puesta a dialogar con la obra.
Desde entonces mis esfuerzos han ido en esa dirección.

1
También las 42 fotografías estereoscópicas que Filloy habría tomado durante su primer viaje a Europa
pueden ser leídas en relación con ese libro. Así lo hice en “Imágenes de Filloy/ imaginario de Europa”, una
ponencia presentada en el “II Congreso Internacional de Patrimonio Cultural”, organizado por el Centro
Cultural Canadá-Córdoba, el Museo Histórico de la UNC y el Museo de Antropología de la UNC. Córdoba, 6
al 9 mayo de 2004.

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Desde luego, por mi formación profesional, me he interesado menos por las cuentas de
lavandería y de otro tipo (las hay hasta de plomeros y pintores) que por la correspondencia
personal/literaria que es acaso la más voluminosa. Habría varias cosas para decir a este
respecto:
- En principio, que si el intercambio epistolar es una práctica habitual entre escritores
e intelectuales de todas las épocas, en el caso de Filloy ese intercambio se ve
aumentado por razones que son más o menos conocidas: el escritor eligió editar sus
obras en forma privada y asumió personalmente la distribución de las mismas a
través del correo postal. A vuelta de correo, Filloy recibía desde notas de
agradecimiento estrictamente formales hasta extensas lecturas críticas, a veces
de lectores muy entrenados.
- El volumen de la correspondencia (que es mayormente correspondencia recibida),
va variando, entonces, con el ritmo de publicación que Filloy sostiene o abandona.
Como ustedes sabrán, el escritor salió al ruedo literario, por así decirlo, en la década
del 30 durante la cual publicó casi un libro por año –entre 1931 y 1939 da a la
edición Periplo, Estafen, Balumba, Op Oloop, Aquende, Caterva y Finesse– para
después mantener un silencio editorial de casi 30 años. Antes y después de la
década del ’30 el volumen de cartas decrece y solo vuelve a aumentar hacia los ’70
cuando pasa por el mercado editorial porteño con las ediciones que Paidós hace de
Op Oloop (1967), Estafen (1968) y La Potra (1973) y cuando obtiene el Gran
Premio de Honor de la SADE (1971), es elegido vicepresidente de esa institución
(1971-1972) y profusamente homenajeado por sus ochenta años (1974).
- Mi interés, como el de casi todos los estudiosos de la obra de Filloy (en esto no soy
en absoluto original) ha recaído sobre la primera etapa de su producción literaria y,
en consecuencia, sobre la correspondencia que va del 1929 a 1939.
Esas cartas me han interpelado y me han obligado a interpelarme e interpelar la obra desde
otros lugares. Esas preguntas, acuciantes, punzantes, han sido y siguen siendo básicamente
dos:
- La primera es cómo fue leído Juan Filloy. Porque las cartas dejan leer eso que los
estudiosos de la literatura solemos eludir por difícil y escurridizo: las

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investigaciones en recepción, la lectura no de la obra sino de las lecturas que otros


hicieron de la obra. A este respecto me gustaría contarles tres cosas
o Hay lecturas que son especialísimas por las especiales competencias del
lector. Es el caso de Bernardo Canal Feijoó (escritor santiagueño, 1897-
1982) con quien Filloy mantuvo una nutrida y prolongada correspondencia
entre 1932 y 19822. A mi juicio él es uno de los lectores más lúcidos que
tiene Filloy en la década del ’30: cuando todo el mundo celebró la
provocación que suponía Estafen –una novela que iba contra el sistema
judicial, que promovía el anarquismo y hacía un elogio de la estafa– Canal
Feijóo advirtió una debilidad no menor: el personaje que defendía esas ideas
poco ortodoxas moría al final (lamento arruinarles la sorpresa a quienes no
conocen la novela y tenían alguna intención de leerla): “La muerte del
Estafador restablece el orden estúpido del mundo, en la perspectiva de su
novela; de modo que en su aparente tragicidad, esa muerte equivale al beso
final de las viejas películas. No dudo que usted era dueño de matar, como
juez y como novelista a su personaje. Pero un profundo sentido de la justicia
profana y evolutiva protesta en el alma del lector. Si hubiese una conciencia
literaria rigurosa en los lectores, se habría hecho una gran protesta pública
contra la muerte de el Estafador como se hizo a la muerte de Sacco y
Vanzetti, por ejemplo”
o Hay lecturas que, creo, son especiales por las particularidades (discursivas,
ideológicas) del texto que las originó. Es el caso de Balumba, un libro
publicado en 1933 (el tercero de Filloy, el primero de poemas), que reunía
una serie de poemas prostibularios, muy atrevidos para la época y que
suscitaron lecturas tanto celebratorias como reprobatorias en las cuales lo

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Debo decir que en algún momento estuve tentada de separar esta correspondencia de la serie
“correspondencia recibida” que está ordenaba cronológica y alfabéticamente, es decir por año y por emisor.
No es solo el caso de Bernardo Canal Feijóo: también con otros intelectuales, escritores, artistas o simples
lectores Filloy mantiene una correspondencia abundante y sostenida en el tiempo. Por ejemplo con Artemio
Arán, Enrique Amorim, Delio Panizza, Eduardo Montes y Bradley, Emilio Pizarro, Deodoro Roca o Alfredo
Martínez Howard. El criterio, sin embargo, era poco convincente y, en cualquier caso poco archivístico:
¿cuántas debían ser cartas? ¿cuánto el tiempo que se escribieron Filloy y su interlocutor? ¿o cuánta la
importancia de este último (Deodoro Roca) para decidir ese desglose de la serie? Preferí dejar confiado este
trayecto de un potencial investigador (que también ha sido el mío como señalaré enseguida) a una también
potencial (pero ojalá que no improbable) catalogación y descripción de los documentos

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que estaba en juego no era siempre (no era casi nunca) un juicio literario. Un
poco eso es lo que quise mostrar en la selección de cartas que hice en Un
escritor en tres tiempos. Correspondencia en torno a Balumba.
o Al margen de estos casos puntuales (lectores puntuales, libros puntuales)
hay una pregunta que estas cartas me siguen formulando. Si como decía
Bajtín, los investigadores en ciencias humanas debemos vérnoslas con textos
que tienen voz, estas cartas me gritan insistentemente estas preguntas:
 ¿qué sistema de lecturas estaban vigentes en determinado/s
momento/s en nuestro país (o en el interior de nuestro país) para una
determinada clase social que detenta saberes específicos y puede ser
definida como ilustrada?
 ¿Qué se leía y de qué modo?
 ¿Cómo se decían o discursivizaban esas lecturas privadas, que no
pasan por los suplementos culturales y las revistas especializadas?
¿Cómo era leída y dicha la lectura de la literatura?
De estas preguntas, complejas, desafiantes, solo he podido responder
tímida y parcialmente a la última y a propósito de la década del ’30. En
esa década, en efecto, hay una particular inclinación a hablar de los
personajes como si fueran personas reales con las cuales el lector intima
y a referir al libro con metáforas gastronómicas: Estafen “se saborea
como una copa de buen licor” (Mario César Gras, Gualeguaychú,
08.06.34); “el libro [otra vez Estafen] es de aquellos que se devoran”
(Benjamin Castellano, Córdoba, 31.01.33); después de leer Balumba
Grinfeld se siente “como aquellos que habiéndoles dado a chupar un
chupete largo de caramelo, después se lo quitan…” (Grinfeld, 11.05.34);
Miranda Sá espera gustar de Balumba “como un manjar exótico”
(10.03.34)
- La segunda pregunta ha sido qué red de relaciones construyó Juan Filloy. Mi última
hipótesis en este sentido es que, al menos en la década del ’30, Filloy lidera una red
de relaciones fuertemente legitimantes, pero que se teje por fuera de los centros de

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consagración literaria cuya sede es Buenos Aires. Esta ha sido, o viene siendo, una
de las formulaciones más contundentes de mi tesis doctoral.
Pero, si debo ser sincera, en mi investigación, las preguntas que imperan (por demandas
del marco teórico-metodológico que vengo empleando) son otras. Entre ellas, la más
importante ha sido: ¿qué opciones discursivas y no discursivas hizo Juan Filloy para
posicionarse en el campo intelectual y literario de los años ‘30 siendo que sus recursos
(culturales, sociales y simbólicos) de partida eran más bien desfavorables (esto es: era
hijo de padres analfabetos, inmigrantes y tenía pocas posibilidades de acceder a los
lugares de legitimación?).
- A las opciones discursivas he debido buscarlas desde luego en sus textos literarios.
Una de las más eficaces, creo, ha sido la de construir personajes y narradores con un
alto nivel de erudición. En este sentido, una de mis hipótesis más fuertes es que,
teniendo poco, Filloy tendió a impactar con mucho.
- Ahora bien, esta tendencia se verifica también en sus opciones no discursivas y a
estas sí he podido leerlas en su correspondencia. Particularmente en la que sostuvo
con los Hermanos Ferrari, la imprenta porteña con la que publicó sus primeros siete
libros. Para no extenderme, me referiré solo a dos cartas que me parecen muy
significativas a este respecto.
o En una, la primera que les dirige a los Ferrari el 22 de octubre de 1931,
Filloy les expone su plan editorial: “Deseo iniciar a la brevedad posible la
publicación de varios volúmenes literarios, con lapso de cuatro meses entre
uno y otro, en edición privada, fuera de venta”. (No hace falta decir que el
escritor no pudo mantener ese frenético ritmo editorial. En cualquier caso
consiguió sostener uno menos ambicioso pero no menos admirable: un libro
por año).
o La segunda carta es del 29 de octubre (probablemente) de 1932 ya que se
refiere a Estafen que salió publicado a fines de ese año. En el tercer párrafo,
Filloy indicaba: “Deseo, especialmente, que [el] volumen no tenga menos de
trescientas páginas, a cuyo efecto, si es necesario, puede disminuirse uno o
dos renglones cada página.”

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Como se ve, estas opciones confirman la tendencia del escritor a impactar con mucho:
publicando muchos libros en poco tiempo y muchos libros que fueran además voluminosos.
Si ello es coherente con las opciones que el escritor hizo a nivel discursivo (construir
personajes que saben mucho, narradores que manejan muchos géneros y registros, etc.) a
las opciones no discursivas no he podido leerlas sino en otros discursos y esos discursos
son sus cartas, recibidas y enviadas.

TERCERA PARTE
En la tercera parte de mi exposición (y para finalizar), quiero contarles lo que queda por
hacer con este y otros fondos documentales… O lo que a mí me gustaría hacer con este y
otros fondos documentales vinculados a Juan Filloy. Hay dos proyectos que me inquietan:
- El primero trae aquella pregunta de Foucault en “Qué es un autor”: ¿hasta dónde
llega la obra de un escritor? ¿Abarca los borradores? “¿Lo tachado también?”, se
pregunta Foucault. ¿Y los pretextos (en el sentido de los textos previos al texto),
pregunto yo? Adentro del ejemplar mecanografiado de Estafen que se conserva en
el AHMRC y que en rigor de verdad tiene pocas enmiendas encontré una hoja de la
Acción Franciscana de Río Cuarto con un artículo sobre la limosna que Filloy
subrayó y que luego empleó en la novela. También en esa novela empleó sus
argumentos sobre la estafa con cheque que, como les conté al comienzo de mi
exposición, han quedado separados en otra serie documental, la de los escritos
vinculados a su actividad judicial. Hay un campo disciplinar que se ocupa de estas
cuestiones relativas al modo de producción de los textos por parte de un escritor (las
enmiendas, las tachaduras, las correcciones, las sucesivas versiones, los accidentes
del texto, etc.). Se trata de la genética textual. Filloy es una muy buena oportunidad
para hacer investigaciones desde esa perspectiva, menos por lo que hay en el
AHMRC que por lo que conserva la familia y que alguna vez tuve la maravillosa
oportunidad también de ordenar y clasificar junto a Monique.
- Con el material del otro proyecto que a veces me quita el sueño no he intimado aun:
parte de la biblioteca de Filloy (la narrativa) se conserva en el Centro Cultural
Trapalanda de Río Cuarto. Sé que los volúmenes que leyó están llenos de
anotaciones, llenos de marginalias. Un día me gustaría indagar no ya en los modos

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como Filloy escribió (cartas o novelas, poemas o ensayos), sino del modo como
leyó. Se trataría de leer sus lecturas. Se trataría para mí de seguir leyendo, de seguir
indagando en papeles ajenos que ya son también un poco míos.
Para terminar y para volver no a los proyectos futuros sino a lo ya (aunque siempre
parcialmente realizado), quisiera leerles un fragmento de un texto que en estos días
me acercó Noelia y que refiere a la correspondencia de escritores. Dice Giselle
Martins Venancio (que así se llama la autora del texto en cuestión):
“el ‘mundo de las letras’ se caracteriza por la práctica de la escritura y el
intercambio de billetes, cartas y textos. En sus apartados de correo, los intelectuales
no solo reciben frecuentemente correspondencia que se refiere a su vida privada y/o
cotidiana, sino también cartas de carácter profesional: informaciones sobre libros y
revistas científicas, sobre congresos y encuentros profesionales. Pero no son
solamente cartas lo que los intelectuales reciben. A menudo también una clase de
correspondencia específica: presentes de papel. El correo no trae solo cartas sino
también regalos: libros y textos enviados por otros intelectuales para su lectura y
opinión” (Martins Venancio, 2002: 448)
La correspondencia de Filloy deja leer ese tráfico secreto y no tan secreto de libros,
revistas, recortes de diarios y diarios completos, dibujos, invitaciones, proyectos,
elogios, críticas, agradecimientos, recomendaciones, consejos, tarjetas personales,
direcciones, ideas, fotos y a veces, también, cámaras de fotos y hasta bicicletas de
niños y escarpines de bebé.

Bibliografía
Bajtín, Mijail (1995) “El problema del texto en la lingüística, la filología y otras ciencias
humana”, en Estética de la creación verbal. Buenos Aires, Siglo XXI. Págs.
de Olmos, Candelaria (2006) Filloy en tres tiempos. Correspondencia en torno a Balumba.
Córdoba, Alción.
---- “Prólogo” a Eduardo Montes i Bradley. El amigo de Juan Filloy
Foucault, Michel [1969] (2000-2005) “¿Qué es un autor?”, disponible en
elseminario.com.ar. Fecha de la consulta: 16.08.15
Martins Venancio, Giselle (2002) “Presentes de papel: cultura escrita y sociabilidad en la
correspondencia de Oliveira Vianna”, en Sáez, Carlos y Castillo Gómez, Antonio
(Comps.) La correspondencia en la historia. Modelos y prácticas de la escritura
epistolar. Actas del VI Congreso Internacional de Historia de la Cultura Escrita.
Volumen I. Madrid, Biblioteca Literae Calambur. Págs. 447-468.

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