Ritual de Dedicación de Iglesias y Altares

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PONTIFICAL ROMANO

RITUAL DE LA DEDICACIÓN DE
IGLESIAS Y DE ALTARES

RITOS INICIALES

ENTRADA
La entrada en la iglesia que se va a dedicar se hace, teniendo en cuenta los tiempos y lugares, según
alguna de estas dos formas:
- 1ª forma: procesión larga (la asamblea se reune en un lugar aparte y se dirige en procesión a la iglesia).
- 2ª forma: entrada solemne (los fieles se congregan delante de la puerta de la iglesia).

El siguiente esquema sirve tanto para la primera como para la segunda forma, la única diferencia será que
se realiza en lugar aparte o delante de la iglesia que se va a dedicar según la forma que se use. El salmo
que se propone se canta si se usa la primera forma; durante la procesión se canta.

MONICIÓN DE ENTRADA
Queridos hermanos: Jesucristo, nuestro Señor, con su Muerte y Resurrección se
convirtió en el verdadero templo de la alianza, y de esta forma reunió al pueblo santo de
Dios, que es su Iglesia. En ella todos somos templos de Dios edificados como piedras
vivas, para dar al Padre el culto perfecto en Cristo Jesús por el Espíritu Santo.
Desde muy antiguo se le llama «iglesia» al edificio en el cual nos reunimos para
escuchar la Palabra de Dios, para orar, para recibir los sacramentos y celebrar la
Eucaristía.
Esta iglesia, piden las normas litúrgicas, sea hermosa, con una notable belleza y sea
signo claro de las realidades celestes que en ella se celebrarán.
La dedicación de una iglesia significa: consagrarla a Dios, dársela a Él, apartarla como
un lugar de encuentro con Dios, y con los hermanos. Esta dedicación hace de ella un
lugar muy especial, adquiere una dimensión espiritual altísima, digna de respeto,
veneración y cuidado especial.
Hermanos y hermanas, hoy dedicamos esta iglesia a Dios bajo el patrocinio de
___________________________. A partir de hoy y cada año debemos celebrar esta
dedicación, la cual sera para la alabanza de Dios y santificación nuestra.

El obispo deja el báculo, se quita la mitra y saluda al pueblo:

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La gracia y la paz estén con todos ustedes, en la santa Iglesia de Dios.

Y el pueblo contesta:
Y con tu espíritu.

Luego el obispo se dirige al pueblo con estas u otras palabras parecidas:


Llenos de alegría, queridos hermanos, nos hemos reunido para dedicar una nueva
iglesia, con la celebración del sacrificio del Señor. Participemos activamente,
escuchemos con fe la palabra de Dios, para que nuestra comunidad, renacida en la
misma fuente bautismal y alimentada en la misma mesa, crezca para formar un templo
espiritual y, reunida junto al mismo altar, aumente su amor cristiano.

Terminada la monición, el obispo recibe la mitra y el báculo y comienza la procesión hacia la iglesia si se
usa la primera forma. No se llevan cirios ni se quema incienso, sólo ira el cruciferario con los demás
ministros; si se juzga oportuno, se canta la antífona siguiente, con el salmo 121 (sin Gloria al Padre), u
otro canto adecuado. Si se usa la segunda forma se suprime el salmo.

R. Vamos alegres a la casa del Señor.


¡Qué alegría cuando me dijeron:
“vamos a la casa del Señor”!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales Jerusalén. R.

Jerusalén está fundada


como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor. R.

Según la costumbre de Israel,


a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia
en el palacio de David. R.

Desead la paz a Jerusalén:


“vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.” R.

Al llegar a la iglesia (primera forma) o si ya se está ahí (segunda forma), después de las palabras del
obispo, los delegados de quienes edificaron la iglesia (fieles de la parroquia o de la diócesis, donantes,
arquitectos, obreros) hacen entrega del edificio al obispo, presentándole, según las circunstancias, o las
escrituras de posesión del nuevo edificio, o las llaves, o el plano del edificio, o el libro que describe la
marcha de la obra con los nombres de quienes la dirigieron y de los obreros. Uno de los delegados se
dirige brevemente al obispo y a la comunidad, para ilustrar, si es el caso, el significado de la arquitectura
de la iglesia. Luego, el obispo abre las puertas de la iglesia e invita al pueblo a entrar diciendo:

Entren por las puertas del Señor con acción de gracias, por sus atrios con himnos.
Inicia la procesión de entrada en la iglesia sin ciriales, sólo la cruz alta. Se entona un canto apropiado.

El obispo, sin besar el altar, va la cátedra; los presbíteros concelebrantes, los diáconos y ministros van a
sus puestos en el presbiterio. Si hay reliquias de santos se colocan en un lugar adecuado.

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BENDICIÓN Y ASPERSIÓN DEL AGUA

MONICIÓN
Hermanos, ahora el Sr Arzobispo bendecirá el agua con que nos rociará en señal de
penitencia y en memoria de nuestro bautismo y con la que rociará los muros y el altar de
esta nueva iglesia.

Los ministros llevan el agua al obispo, el cual, invita a todos a orar con estas u otras palabras parecidas:
Queridos hermanos, al dedicar a Dios nuestro Señor esta casa, supliquemos que bendiga
esta agua, creatura suya, con la cual seremos rociados, en señal de penitencia y en
recuerdo del bautismo, y con la cual se purificarán los muros y el nuevo altar. Que el
mismo Señor nos ayude con su gracia, para que, dóciles al Espíritu Santo que hemos
recibido, permanezcamos fieles a su Iglesia.

Y todos oran, por unos instantes, en silencio. Luego el obispo continua:


Dios, Padre nuestro, fuente de luz y de vida,
que tanto amas a los hombres
que no sólo los alimentas con solicitud paternal,
sino que los purificas del pecado con el rocío de la caridad
y los guías constantemente a Cristo, su Cabeza;
y así has querido, en tu designio misericordioso,
que los pecadores, al sumergirse en el baño bautismal,
mueran con Cristo y resuciten inocentes,
sean hechos miembros suyos y coherederos del premio eterno;
santifica con tu bendición + esta agua, creatura tuya,
para que, rociada sobre nosotros y sobre los muros de esta iglesia,
sea señal del bautismo,
por el cual, lavados en Cristo,
lleguemos a ser templos de tu Espíritu;
concédenos a nosotros
y a cuantos en esta iglesia celebrarán los divinos misterios
llegar a la celestial Jerusalén.
Por Jesucristo nuestro Señor.

R. Amén.

El obispo, rocía con agua bendita al pueblo y los muros de la iglesia, pasando por la nave de la misma; de
regreso al presbiterio, rocía el altar. Mientras tanto, se canta la antífona siguiente u otro canto adecuado:

He visto el agua que brotaba


del lado derecho del templo, aleluya;
y todos a quienes alcanzó el agua
han sido salvados y dicen:
Aleluya, aleluya.

Después de la aspersión, el obispo regresa a la cátedra y, terminado el canto, dice:

Dios, Padre de misericordia,


esté presente en esta casa de oración
y, con la gracia del Espíritu Santo,
purifique a quienes somos templo vivo para su gloria.

3
R. Amén

Luego se dice el himno Gloria a Dios en el cielo, salvo en tiempos de Adviento y Cuaresma.

Terminado el himno, el obispo, con las manos juntas dice:

COLECTA

Oremos.
Dios todopoderoso y eterno,
derrama tu gracia sobre este lugar
y socorre con tu auxilio a cuantos te invocan,
para que la eficacia salvadora de tu palabra
y de los sacramentos
confirme el corazón de tus fieles.
Por nuestro Señor Jesucristo.

R. Amén.

LITURGIA DE LA PALABRA
Conviene celebrar la proclamación de la Palabra de Dios de la siguiente manera: dos lectores, uno de los
cuales lleva el leccionario de la misa, y un salmista se acercan al obispo. El obispo, de pie y con la mitra
puesta, toma el leccionario, lo muestra al pueblo y dice:

Resuene siempre en esta casa la Palabra de Dios,


para que conozcan el misterio de Cristo
y se realice su salvación dentro de la Iglesia.

R. Amén.

Luego el obispo entrega el leccionario al primer lector. Y los lectores y el salmista se dirigen al ambón,
llevando el leccionario a la vista de todos.

MONICIÓN
En la Palabra de Dios encontraremos muchos pasajes en donde vemos el lugar que
ocupa el templo y el altar de Dios. Estas instituciones eran para el pueblo de Israel
fundamentales para su vida, el lugar del encuentro por excelencia con el mismo Dios,
lugar de su santísima presencia; lugar que por su naturaleza exige ornato, belleza y
dignidad. Hoy para nosotros siguen teniendo el mismo significado. Escuchemos atentos.

PRIMERA LECTURA.
Del libro de Nehemías
8,2-4. 5-6. 8-10.

En aquellos días, Esdras, el sacerdote, trajo el libro de la ley ante la asamblea, formada
por hombres, las mujeres y todos los que tenían uso de razón.

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Era el día primero del mes séptimo, y Esdras leyó desde el amanecer hasta el mediodía,
en la plaza que está junto a la puerta del agua, en presencia de los hombres, las mujeres
y todos los que tenían uso de razón. Todo el mundo estaba atento a la lectura del libro
de la ley.

Esdras estaba de pie sobre un estrado de madera, levantado para la ocasión. Esdras abrió
el libro a la vista del pueblo, pues estaba en un sitio más alto que todos y cuando lo
abrió, el pueblo entero se puso de pie, Esdras bendijo entonces al Señor, el gran Dios, y
todo el pueblo levantando las manos respondió: “¡Amén!”, e inclinándose, se postraron
rostro en tierra. Los levitas leían el libro de la ley de Dios con claridad y explicaban el
sentido, de suerte que el pueblo comprendía la lectura.

Entonces, Nehemías, el gobernador Esdras, el sacerdote y escriba, y los levitas que


instruían a la gente dijeron a todo el pueblo: “Este es un día consagrado al Señor nuestro
Dios. No estén ustedes tristes, ni lloren (por que todos lloraban al escuchar las palabras
de la ley)… Vayan a comer espléndidamente, tomen bebidas dulces y manden algo a los
que nada tienen, pues hoy es un día consagrado al Señor nuestro Dios. No estén tristes,
por que celebrar al Señor es nuestra fuerza”.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 83

R. ¡Que agradable, Señor, es tu morada!

Anhelando los atrios del Señor,


mi alma se ha consumido,
todo mi ser de gozo se estremece,
por causa del Dios vivo. R.

Hasta el gorrión halló una casa;


la golondrina, un nido
en tu altar, Señor de los ejércitos,
rey mío y Dios mío. R.

Felices los que habitan en tu casa


y pueden alabarte de continuo,
protege, Dios, nuestro escudo,
y mira el rostro de tu ungido. R.

Un día en tus atrios vale más


que mil fuera de ellos; yo prefiero
el umbral de la casa de mi Dios,
al lujoso palacio del perverso. R.

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SEGUNDA LETURA (se puede sustituir por la del día, según convenga)
De la primera carta del apóstol San Pedro.
2,4-9.

Hermanos: Acérquense al Señor Jesús, la piedra viva, rechazada por los hombres, pero
escogida y preciosa a los ojos de Dios; por que ustedes también son piedras vivas, que
van entrando en la edificación del templo espiritual, para formar un sacerdocio santo,
destinado a ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios, por medio de Jesucristo.
Tengan presente que está escrito: he aquí que pongo en Sión una piedra angular,
escogida y preciosa; el que crea en ella no quedará defraudado.

Dichosos, pues, ustedes, los que han creído. En cambio, para aquellos que se negaron a
creer vale lo que dice la escritura: La piedra que rechazaron los constructores ha llegado
a ser la piedra angular, y también tropiezo y roca de escándalo. Tropiezan en ella los
que no creen en la Palabra, y en esto se cumple un designio de Dios.

Ustedes, por el contrario, son estirpe elegida, sacerdocio real, nación consagrada a Dios
y pueblo de su propiedad, para que proclame las obras maravillosas de Aquel que los
llamó de las tinieblas a la luz admirable.

Palabra de Dios.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO

R. Aleluya, aleluya.

He elegido y santificado este lugar, dice, el Señor,


para que siempre habite ahí mi nombre.

R. Aleluya.

EVANGELIO
Del Santo Evangelio según San Mateo.
Mt. 16,13-19

En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta
a los discípulos: “¿quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”, ellos le
respondieron: “unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros que Jeremías
o alguno de los profetas”.

Luego les pregunto: “ y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Simón Pedro tomó la
palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha
revelado ningún hombre sino mi Padre que esta en el cielo!”. Y yo te digo a ti que tú
eres Pedro y sobre está piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no
prevalecerán sobre ella.

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Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado
en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.”

Palabra del Señor.

También pueden tomarse las lecturas de la misa «En el aniversario de la dedicación de una iglesia»
leccionario III, pags. 187-188.

Después del Evangelio, el obispo hace la homilía, en la que explica las lecturas y el sentido del rito.

Terminada la homilía, se dice el Credo. En cambio, se omite la oración de los fieles, ya que en su lugar se
cantan las letanías de los santos.

ORACIÓN DE DEDICACIÓN Y UNCIONES

LETANÍAS DE LOS SANTOS

MONICIÓN
En comunión con la Iglesia triunfante y purgante, como Iglesia que peregrina a la patria
celestial, invoquemos el auxilio de los santos, hermanos nuestros, para que por su
intercesión, Dios se digne consagrar con el poder del Espíritu Santo, esta nueva iglesia y
su altar.

Después, el obispo invita al pueblo a orar, con estas u otras palabras parecidas:
Oremos, queridos hermanos, a Dios Padre todopoderoso, quien de los corazones de los
fieles ha hecho para sí templos espirituales, y juntemos nuestras voces con la súplica
fraterna de las santos.

Fuera de los domingos y del tiempo pascual, el diácono o monitor dice:

Pongámonos de rodillas.
E, inmediatamente, el obispo se arrodilla ante su sede; también los demás se arrodillan.

Entonces, se cantan las letanías de los santos, a las que todos responden. En ellas se añadirán, en sus sitios
respectivos, las invocaciones del titular de la iglesia, del patrono del lugar, y, si es el caso, de los santos
cuyas reliquias se van a colocar.

Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.


Cristo, ten piedad. Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
Santa María, madre de Dios, Ruega por nosotros.
San Miguel, Ruega por nosotros.
Santos ángeles de Dios Rueguen por nosotros.
San Juan Bautista, Ruega por nosotros.
San José, Ruega por nosotros.
Santos Pedro y Pablo, Ruega por nosotros.

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San Andrés, Ruega por nosotros.
San Juan, Ruega por nosotros.
Santa María Magdalena, Ruega por nosotros.
San Esteban, Ruega por nosotros.
San Ignacio de Antioquia, Ruega por nosotros.
San Lorenzo, Ruega por nosotros.
San Bernabé de Jesús Méndez Montoya Ruega por nosotros.

Santas Perpetua y Felicidad, Rueguen por nosotros.


Santa Inés, Ruega por nosotros.
San Gregorio, Ruega por nosotros.
San Agustín, Ruega por nosotros.
San Atanacio, Ruega por nosotros.
San Basilio, Ruega por nosotros.
San Martín, Ruega por nosotros.
San Benito, Ruega por nosotros.
Santos Francisco y Domingo, Rueguen por nosotros.
San Francisco Javier, Ruega por nosotros.
San Juan María Vianney, Ruega por nosotros.
Santa Teresa del Niño Jesús, Ruega por nosotros.
Santa Catalina de Siena, Ruega por nosotros.
Santa Teresa de Ávila, Ruega por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, Roguen por nosotros.
Muéstrate propicio, Líbranos, Señor.
De todo mal, Líbranos, Señor.
De todo pecado, Líbranos, Señor.
De la muerte eterna, Líbranos, Señor.
Por tu encarnación Líbranos, Señor.
Por tu muerte y resurrección, Líbranos, Señor.
Por la efusión del Espíritu Santo, Líbranos, Señor.
Nosotros, que somos pecadores, Te rogamos, óyenos.
Para que gobiernes y conserves a tú Iglesia
Te rogamos, óyenos.
Para que asistas al Papa y a todos los miembros del clero, a tu
servicio santo, Te rogamos, óyenos.
Para que concedas paz y concordia a todos los pueblos de la
tierra, Te rogamos, óyenos.
Para que nos fortalezcas y asistas en tu servicio santo.
Te rogamos, óyenos.
Para que consagres esta iglesia Te rogamos, óyenos.
Jesús, hijo de Dios vivo, Te rogamos, óyenos.
Cristo, óyenos, Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos, Cristo, escúchanos.

Acabadas las letanías, el obispo (si está arrodillado, se pone de pie), con las manos extendidas dice:

Te pedimos, Señor,
que, por la intercesión de la Santa Virgen María
y de todos los santos,

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aceptes nuestras súplicas,
para que este lugar que va a ser dedicado a tu nombre
sea casa de salvación y de gracia,
donde el pueblo cristiano,
reunido en la unidad
te adore con espíritu y verdad
y se construya en el amor.
Por Jesucristo nuestro Señor.

R. Amén.

Fuera de los domingos y del tiempo pascual, el diácono o monitor dice:

Pueden levantarse.

Y todos se ponen de pie.

El obispo vuelve a ponerse la mitra.

COLOCACIÓN DE LAS RELIQUIAS


Si se van a colocar debajo del altar algunas reliquias de santos, el obispo va al altar. Un diácono o un
presbítero lleva las reliquias al obispo, quien las coloca en el lugar preparado y un albañil cierra el lugar.
Mientras tanto se puede entonar un canto apropiado.

Si no se colocan las reliquias de los santos, el obispo dice en seguida la oraciòn de dedicación.

ORACIÓN DE DEDICACIÓN

MONICIÓN
Ahora el Sr. Obispo, hará la oración de Dedicación, que es un momento muy
importante, pues se trata de pedirle al Padre Eterno por Cristo en el Espíritu Santo, se
digne santificar esta iglesia y este altar, para que desde aquí, todo el pueblo de Dios
reciba estos torrentes de gracia y de bendición que solo de Él proceden.
Con profundo respeto y silencio, hagamos nuestra esta oración.

El obispo, de pie y sin mitra, junto a la cátedra o junto al altar, dice en voz alta:
Oh Dios, santificador y guía de tu Iglesia,
celebramos tu nombre con alabanzas jubilosas,
porque en este día tu pueblo quiere dedicarte, para siempre
con rito solemne, esta casa de oración,
en la cual te honra con amor,
se instruye con tu palabra,
y se alimenta con tus sacramentos.

Este edificio hace vislumbrar el misterio de la Iglesia,


a la que Cristo santificó con su sangre,
para presentarla ante sí como Esposa llena de gloria,
como Virgen excelsa por la integridad de la fe,

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y Madre fecunda por el poder del Espíritu.
Esla Iglesia santa, la viña elegida de Dios,
cuyos sarmientos llenan el mundo entero,
cuyos renuevos adheridos al tronco,
son atraídos hacia lo alto, al reino de los cielos.

Es la Iglesia feliz, la morada de Dios con los hombres,


el templo santo, construido con piedras vivas,
sobre el cimiento de los Apóstoles,
con Cristo Jesús como suprema piedra angular.

Es la Iglesia excelsa,
la Ciudad colocada sobre la cima de la montaña,
accesible a todos, y a todos patente,
en la cual brilla perenne la antorcha del Cordero
y resuena agradecido el cántico de los bienaventurados.

Te suplicamos, pues, Padre Santo,


que te dignes impregnar con santificación celestial,
esta iglesia y este altar
para que sean siempre lugar santo
y una mesa siempre lista para el sacrificio de Cristo.

Que en este lugar el torrente de tu gracia


lave las manchas de los hombres,
para que tus hijos, Padre, muertos al pecado,
renazcan a la vida nueva.

Que tus fieles reunidos junto a este altar,


celebren el memorial de la Pascua
y se fortalezcan con la palabra, y el cuerpo de Cristo.

Que resuene aquí la alabanza jubilosa


que armoniza las voces de los ángeles y de los hombres
y que suba hasta ti la plegaria por la salvación del mundo.

Que los pobres encuentren aquí misericordia,


los oprimidos alcancen la verdadera libertad,
y todos los hombres sientan la dignidad de ser hijos tuyos,
hasta que lleguen, gozosos, a la Jerusalén celestial.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,


que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios, por los siglos de los siglos.

R. Amén.

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UNCIÓN DEL ALTAR Y DE LOS MUROS DE LA IGLESIA

MONICIÓN
Hemos llegado a un momento muy emotivo y hermoso de nuestro rito de Dedicación; se
trata de ungir el altar y los muros de la iglesia. Ungir, es un gesto litúrgico tomado de la
Biblia; sirve para indicar la elección, consagración y misión de algo o alguien. En este
caso, se trata de consagrar a Dios y solo a él este altar y esta iglesia. Desde hoy en
adelante, son de Dios para santificación de nosotros que somos sus hijos.

El obispo se quita, si es necesario, la casulla y toma un gremial, va al altar con los diáconos y otros
ministros, uno de los cuales lleva el recipiente con el crisma, y procede a la unción del altar y los muros
de la iglesia, tal como se describe más adelante.

Si el obispo quiere asociarse, en la unción de los muros, a algunos de los presbíteros que concelebran con
él el rito sagrado, terminada la unción del altar, les entrega los recipientes con el sagrado crisma y
procede con ellos a realizar las unciones.

El obispo puede encomendar también esta unción de los muros a los presbíteros para que la hagan ellos
solos, en cuyo caso, después de la unción del altar, les hace entrega de los recipientes con el santo crisma.

El obispo, de pie ante el altar, dice en voz alta:


El Señor santifique con su poder
este altar y esta casa que vamos a ungir,
para que expresen con una señal visible
el misterio de Cristo y de la Iglesia.

Luego, vierte el crisma en el medio y en los cuatro ángulos del altar, y es aconsejable que unja también
toda la mesa.

A continuación, unge los muros de la iglesia, signando con el santo crisma las doce o cuatro cruces
adecuadamente distribuidas, con la ayuda, si se juzga oportuno, de dos o cuatro presbíteros.

Si se ha encomendado la unción de los muros a presbíteros, éstos, cuando el obispo ha terminado la


unción del altar, ungen los muros de la iglesia, signando las cruces con el santo crisma.

Mientras tanto, se canta el salmo 83 (sin Gloria al Padre), u otro canto adecuado:

El templo del Señor es santo,


es campo de Dios,
es edificación de Dios.

¡Que deseables son tus moradas,


Señor de los ejércitos!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
se alegran por el Dios vivo. R.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa;


la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío. R.

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Dichosos los que viven en tu casa
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza
al preparar su peregrinación. R.

Cuando atraviesan áridos valles,


los convierten en oasis,
como si la lluvia temprana
los cubriera de bendiciones;
caminan de altura en altura
hasta ver a Dios en Sión. R.

Señor de los ejércitos, escucha mi súplica;


atiéndeme, Dios de Jacob.
Fíjate, ¡oh Dios!, en nuestro Escudo,
mira el rostro de tu Ungido. R.

Un solo día en tu casa


vale más que otros mil,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados. R.

Porque el Señor es sol y escudo,


él da la gracia y la gloria,
el Señor no niega sus bienes
a los de conducta intachable. R.

¡Señor de los ejércitos, dichoso el hombre


que confía en ti!. R.

Terminada la unción del altar y de los muros de la iglesia, el obispo regresa a la cátedra
y se sienta. Los ministros le traen lo necesario para lavarse las manos. Luego, se quita el
gremial y se pone la casulla.

INCENSACIÓN DEL ALTAR Y DE LA IGLESIA

MONICIÓN
Se inciensa solamente lo que es de Dios y para Dios. No sólo de de reverencia, respeto y
dignidad, sino también de ofrenda, donación e inmolación. Esto tiene que ser siempre el
ideal de todo cristiano, ser una ofrenda agradable a Dios y como el incienso de rico y
suave aroma le sea grato a Dios.

Pondremos incienso sobre el altar, para que suba a Dios y para que cada que se celebre
la Eucaristía, está sea agradable a Dios y la acepte como ofrenda de nuestra vida.
Después de incensar el altar, signo de la presencia de Cristo, víctima y sacrificio, se
incensará al Pueblo de Dios y los muros de la iglesia.

Después del rito de la unción, se coloca sobre el altar un brasero para quemar incienso o aromas. El
obispo echa incienso en el brasero o con un pequeño cirio que le entrega el ministro enciende el montón
de incienso, diciendo:

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Suba, Señor, nuestra oración
como incienso en tu presencia
y, así como esta casa se llena de suave olor,
que en tu Iglesia se aspire el aroma de Cristo.

Entonces el obispo echa el incienso a los incensarios e inciensa el altar. Luego, vuelve a la cátedra, es
incensado y se sienta. Los ministros, pasando por la nave de la iglesia, inciensan al pueblo y los muros.

Mientras tanto, se canta una de las antífonas siguientes, con el salmo 137, 1-6 (sin Gloria al Padre), u otro
canto adecuado:

R. El ángel se puso en pie junto al altar,


con un incensario de oro.
O bien:
El humo del incienso
subió a la presencia de Dios de mano del ángel.

Te doy gracias, Señor, de todo corazón;


delante de los ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia tu santuario,
daré gracias a tu nombre. R.

Por tu misericordia y tu lealtad,


porque tu promesa supera tu fama;
cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma. R.

Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra


al escuchar el oráculo de tu boca;
canten los caminos del Señor,
porque la gloria del Señor es grande. R.

ILUMINACIÓN DEL ALTAR Y DE LA IGLESIA

MONICIÓN
Cristo dijo: “Yo soy la luz del mundo, quien me sigue no camina en tinieblas”. Sólo en
Él tenemos la verdadera luz, que nos da calor y alegría en los momentos fríos de la vida.

Terminada la incensación, algunos ministros tapan la mesa del altar con un lienzo impermeable; luego,
cubren el altar con el mantel y lo adornan, según sea oportuno, con flores; colocan adecuadamente los
candelabros y los cirios requeridos para la celebración de la misa y también, si es el caso, la cruz.

Después el diácono se acerca al obispo, el cual, de pie, le entrega un pequeño cirio encendido, diciendo:

Brille en la Iglesia la luz de Cristo


para que todos los hombres lleguen a la plenitud de la verdad.

Luego, el obispo se sienta. El diácono va al altar y enciende los cirios para la celebración de la eucaristía.
Entonces, se hace una iluminación festiva: se encienden todos los cirios, las candelas colocadas donde se
han hecho las unciones y todas las lámparas de la iglesia, en señal de alegría.
Mientras tanto se puede entonar un canto adecuado, preferentemente en honor de Cristo, luz del mundo.

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LITURGIA EUCARÍSTICA
Los diáconos y los ministros preparan el altar como de costumbre. Algunos fieles traen el pan, el vino y el
agua para la eucaristía. El obispo recibe los dones en la cátedra. Mientras se llevan éstos, conviene cantar
un canto adecuado:

Cuando todo está preparado, el obispo va al altar, deja la mitra y lo besa.

La misa continúa como de costumbre, pero no se inciensan los dones ni el altar.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS


Dígnate a aceptar, Señor, las ofrendas que te presenta la Iglesia, exultante de gozo, para
que tu pueblo, reunido en esta santa casa, obtenga por estos misterios la salvación
eterna. Por Jesucristo nuestro Señor.

Se dice el prefacio de la misa para la dedicación de una iglesia o de un altar.

Se dice la plegaria eucarística I o la III.

En las plegarias eucarísticas se hace memoria de la dedicación de la iglesia, con las fórmulas:

(En la plegaria eucarística I)

Acepta Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de tus hijos que, con amor, te
han edificado y ofrecido esta iglesia [en honor de N.]. [Por Cristo nuestro Señor.
Amén.]

(En la plegaria eucarística III)

Después de las palabras y a todo el pueblo redimido por ti, se añade:

Atiende los deseos de esta familia que te consagra esta iglesia: que sea casa de salvación
y de los sacramentos celestiales; resuene aquí el Evangelio de la paz y se celebren los
sagrados misterios, para que tus fieles, fortalecidos con la palabra de la vida y con tu
gracia, en su peregrinación por la ciudad temporal, merezcan llegar a laJerusalén eterna,
en la cual reunirás en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos en el
mundo.
A nuestros hermanos difuntos…

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN


Danos, Señor, por la eucaristía que hemos recibido, un constante y altísimo
conocimientos de ti, para que podamos adorarte siempre en este santo lugar y disfrutar
un día de la gloria con tus santos. Por Jesucristo nuestro Señor.

BENDICIÓN Y DESPEDIDA

El obispo toma la mitra y dice:


El Señor esté con vosotros.

El pueblo contesta
Y con tu espíritu.

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Luego el diácono o monitor, invita al pueblo a recibir la bendición, con estas palabras u otras semejantes:
Inclinen la cabeza para la bendición.

Entonces, el obispo, con las manos extendidas sobre el pueblo, lo bendice diciendo:
El Dios, Señor de cielo y tierra,
que los ha congregado para la dedicación de esta iglesia,
derrame sobre ustedes una copiosa bendición celestial.

R. Amén.

El Obispo:
Y, ya que quiso reunir en su Hijo
a todos sus hijos dispersos por el mundo,
haga de ustedes templo suyo
y morada del Espíritu Santo.

R. Amén.

El Obispo:
Para que así, purificados de todo pecado,
sientan que Dios viene a ustedes
y en ustedes hace su morada,
y puedan alcanzar así la herencia eterna de los santos.

R. Amén.

El Obispo toma en báculo y prosigue:


La bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes.

R. Amén.

Después de la bendición, el diácono despide a los presentes en la forma acostumbrada.

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DEDICACIÓN DE UN ALTAR
RITOS INICIALES
Este rito se sigue en una iglesia ya dedicada donde se ha hecho un altar nuevo que es necesario dedicar.

La procesión irá precedida sólo por la cruz alta, sin incensario ni ciriales. Si hay reliquias de los santos se
llevan en esta misma procesión. Para la procesión se entona un canto apropiado.

Cuando la procesión llega al presbiterio cada uno ocupa su lugar. No se besa el altar. El obispo saluda,
diciendo:
La gracia y la paz estén con todos ustedes, en la santa Iglesia de Dios.

El pueblo contesta:
Y con tu espíritu.

BENDICIÓN Y ASPERSIÓN DEL AGUA

El obispo invita a orar con estas palabras:


Llenos de alegría, queridos hermanos, nos hemos reunido para dedicar un nuevo altar
con la celebración del sacrificio del Señor. Participemos con atención, oyendo con fe la
palabra de Dios, acerquémonos con alegría a la mesa del Señor y levantemos nuestros
corazones hacia la santa esperanza. Al congregarnos junto al mismo altar, nos
acercamos a Cristo, piedra viva, en el cual crecemos para formar un templo santo. Pero
antes dirijamos nuestras súplicas a Dios, para que se digne bendecir esta agua, creatura
suya, con la cual seremos rociados, en señal de penitencia y en recuerdo del bautismo, y
con la cual será purificado este altar.

Luego el obispo continúa:


Dios, Padre nuestro, fuente de luz y de vida,
que tanto amas a los hombres
que no sólo los alimentas con solicitud paternal,
sino que los purificas del pecado con el rocío de la caridad
y los guías constantemente hacia Cristo, su cabeza;
y así has querido, en tu designio misericordioso,
que los pecadores, al sumergirse en el baño bautismal,
mueran con Cristo y resuciten inocentes,
sean hechos miembros suyos y coherederos del premio eterno;
santifica con tu bendición + esta agua, creatura tuya,
para que, rociada sobre nosotros y sobre este nuevo altar,
sea señal del bautismo,
por el cual, lavados en Cristo,
llegamos a ser altar espiritual;
concédenos a nosotros
y a cuantos en este altar celebrarán los divinos misterios
llegar a la celestial Jerusalén.
Por Jesucristo nuestro Señor.

R. Amén.

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El obispo rocía al pueblo y de regreso rocía el altar; mientras tanto se canta un canto apropiado. Después
de la aspersión dice:
Dios, Padre de misericordia,
a quien dedicamos este nuevo altar en la tierra,
perdone nuestros pecados,
y nos conceda ofrecerle eternamente, en su altar del cielo,
el sacrificio de alabanza.

R. Amén.

Se dice el himno Gloria a Dios en el cielo, salvo en Adviento y Cuaresma.

COLECTA

Oremos.
Padre celestial, que quisiste atraer todas las cosas hacia tu Hijo, levantado en el altar de
la cruz, infunde tu gracia celestial sobre quienes te dedicamos este altar, en el que nos
alimentarás paternalmente, cuando nos congreguemos en la unidad, para que, con la
gracia del Espíritu Santo, formemos un pueblo a ti consagrado. Por nuestro Señor
Jesucristo.

LITURGIA DE LA PALABRA
Las lecturas se toman del leccionario III «dedicación de un altar» pags. 238-240.

Después del Evangelio, el obispo hace la homilía, en la que explica las lecturas y el sentido del rito.

Terminada la homilía, se dice el Credo. En cambio, se omite la oración de los fieles, ya que en su lugar se
cantan las letanías de los santos.

ORACIÓN DE DEDICACIÓN Y UNCIONES

LETANÍAS DE LOS SANTOS

Después, el obispo invita al pueblo a orar, con estas u otras palabras parecidas:
Que nuestras plegarias, querido hermanos, suban a Dios Padre todopoderoso, por
Jesucristo, el único Mediador, al cual se hallan asociados todos los santos como
partícipes de su pasión y comensales del banquete del reino celestial.

Fuera de los domingos y del tiempo pascual, el diácono o monitor dice:


Pongámonos de rodillas.

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Entonces, se cantan las letanías de los santos, a las que todos responden. En ellas se añadirán, en sus sitios
respectivos, las invocaciones del titular de la iglesia, del patrono del lugar, y, si es el caso, de los santos
cuyas reliquias se van a colocar.

Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.


Cristo, ten piedad. Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
Santa María, madre de Dios, Ruega por nosotros.
San Miguel, Ruega por nosotros.
Santos ángeles de Dios Rueguen por nosotros.
San Juan Bautista, Ruega por nosotros.
San José, Ruega por nosotros.
Santos Pedro y Pablo, Ruega por nosotros.
San Andrés, Ruega por nosotros.
San Juan, Ruega por nosotros.
Santa María Magdalena, Ruega por nosotros.
San Esteban, Ruega por nosotros.
San Ignacio de Antioquia, Ruega por nosotros.
San Lorenzo, Ruega por nosotros.
San Bernabé de Jesús Méndez Montoya Ruega por nosotros.

Santas Perpetua y Felicidad, Rueguen por nosotros.


Santa Inés, Ruega por nosotros.
San Gregorio, Ruega por nosotros.
San Agustín, Ruega por nosotros.
San Atanacio, Ruega por nosotros.
San Basilio, Ruega por nosotros.
San Martín, Ruega por nosotros.
San Benito, Ruega por nosotros.
Santos Francisco y Domingo, Rueguen por nosotros.
San Francisco Javier, Ruega por nosotros.
San Juan María Vianney, Ruega por nosotros.
Santa Teresa del Niño Jesús, Ruega por nosotros.
Santa Catalina de Siena, Ruega por nosotros.
Santa Teresa de Ávila, Ruega por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, Roguen por nosotros.
Muéstrate propicio, Líbranos, Señor.
De todo mal, Líbranos, Señor.
De todo pecado, Líbranos, Señor.
De la muerte eterna, Líbranos, Señor.
Por tu encarnación Líbranos, Señor.
Por tu muerte y resurrección, Líbranos, Señor.
Por la efusión del Espíritu Santo, Líbranos, Señor.
Nosotros, que somos pecadores, Te rogamos, óyenos.
Para que gobiernes y conserves a tú Iglesia
Te rogamos, óyenos.
Para que asistas al Papa y a todos los miembros del clero, a tu
servicio santo, Te rogamos, óyenos.
Para que concedas paz y concordia a todos los pueblos de la

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tierra, Te rogamos, óyenos.
Para que nos fortalezcas y asistas en tu servicio santo.
Te rogamos, óyenos.
Para que consagres esta iglesia Te rogamos, óyenos.
Jesús, hijo de Dios vivo, Te rogamos, óyenos.
Cristo, óyenos, Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos, Cristo, escúchanos.

Acabadas las letanías, el obispo (si está arrodillado, se pone de pie), con las manos extendidas dice:
Te pedimos, Señor,
que, por la intercesión de la Santa Virgen María
y de todos los santos,
aceptes nuestras súplicas,
para que este altar se realicen
los grandes misterios de la salvación:
que aquí tu pueblo te ofrezca el sacrificio de tu Hijo,
que manifieste tus deseos y súplicas
y aumente su amor y su fe.
Por Jesucristo nuestro Señor.

R. Amén.

Fuera de los domingos y del tiempo pascual, el diácono o monitor dice:

Pueden levantarse.

Y todos se ponen de pie.

El obispo vuelve a ponerse la mitra.

COLOCACIÓN DE LAS RELIQUIAS


Si se van a colocar debajo del altar algunas reliquias de santos, el obispo va al altar. Un diácono o un
presbítero lleva las reliquias al obispo, quien las coloca en el lugar preparado y un albañil cierra el lugar.
Mientras tanto se puede entonar un canto apropiado.

Si no se colocan las reliquias de los santos, el obispo dice en seguida la oraciòn de dedicación.

ORACIÓN DE DEDICACIÓN

Te alabamos, Señor, te bendecimos,


porque en tu inefable designio de amor
determinaste que, superadas las diversas figuras
que en otro tiempo prefiguraban el altar definitivo,
fuese el mismo Cristo quien les diese cumplimiento.

Noé, segundo origen de la raza humana,


calmadas las aguas del diluvio,
construyó un altar y te ofreció un sacrificio

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que tú, Padre, aceptaste como un calmante aroma,
renovando tu alianza de amor con los hombres.

Abraham, nuestro padre en la fe,


sometiéndose de corazón a tu mandato,
levantó un altar,
porque, en aras de tu voluntad,
no te negó a su hijo amado.

También Moisés, mediador de la Ley antigua,


erigió una altar y lo roció con la sangre del cordero,
como un signo profético que anunciaba el ara de la cruz.

Todo ello Cristo, con su misterio pascual,


hizo que pasara de signo a realidad plena;
él, en efecto, sacerdote y víctima,
subió al árbol de la cruz
y se ofreció a ti, Padre, como oblación pura,
para borrar los pecados de todo el mundo
y establecer la nueva y eterna alianza.

Por eso, Señor, te rogamos


que derrames sobre este altar,
construido en el lugar de tu asamblea santa,
la plenitud de tu bendición celestial,
para que sea un ara dedicada para siempre al sacrificio de Cristo
y sea también la mesa del Señor,
donde tu pueblo se alimente en el convite sagrado.

Esta piedra, pulimentada por el trabajo humano,


sea para nosotros signo de Cristo,
de cuyo lado, traspasado en la cruz,
brotó sangre y agua,
inicio de los sacramentos de la Iglesia.

Sea la mesa del banquete gozoso,


a la que acudamos llenos de alegría,
obedientes a la invitación de Cristo, tu Hijo;
y en ella, descargando en ti nuestras preocupaciones e inquietudes,
hallemos un renovado vigor para reemprender nuestro camino.

Sea el lugar de la íntima comunión y paz contigo,


donde, nutridos con el cuerpo y sangre de tu Hijo
e imbuidos de su Espíritu,
crezcamos siempre en tu amor.

Sea fuente de unidad y de concordia


para todos los que formamos tu Iglesia santa;
fuente a la que tus hijos acudan hermanados
para beber en ella el espíritu de mutua caridad.

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Sea el centro de nuestra alabanza y acción de gracias,
hasta que lleguemos jubilosos a la mansión eterna,
donde te ofreceremos el sacrificio de la alabanza perenne,
unidos a Cristo, el sumo Sacerdote y altar vivo.

Que vive y reina contigo


en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios, por los siglos de los siglos.

R. Amén.

UNCIÓN DEL ALTAR

El obispo dice:
El Señor santifique con su poder
este altar que vamos a ungir,
para que exprese con una señal visible
el misterio de Cristo
que se ofreció al Padre por la vida del mundo.

Luego, vierte el crisma en el medio y en los cuatro ángulos del altar, y es aconsejable que unja tambien
toda la mesa. Mientras se hace la unción se entona un canto apropiado.

INCENSACIÓN DEL ALTAR


Después del rito de la unción, se coloca sobre el altar un brasero para quemar incienso o aromas. El
obispo echa incienso en el brasero o con un pequeño cirio que le entrega el ministro enciende el montón
de incienso, diciendo:
Suba, Señor, nuestra oración
como incienso en tu presencia
y, así como esta casa se llena de suave olor,
que en tu Iglesia se aspire el aroma de Cristo.

Entonces el obispo echa el incienso a los incensarios e inciensa el altar. Luego, vuelve a la cátedra, es
incensado y se sienta. Un ministro inciensa al pueblo.

Mientras tanto, se canta una de las antífonas siguientes, con el salmo 137, 1-6 (sin Gloria al Padre), u otro
canto adecuado:

R. El ángel se puso en pie junto al altar,


con un incensario de oro.
O bien:
El humo del incienso
subió a la presencia de Dios de mano del ángel.

Te doy gracias, Señor, de todo corazón;


delante de los ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia tu santuario,
daré gracias a tu nombre. R.

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Por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera tu fama;
cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma. R.

Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra


al escuchar el oráculo de tu boca;
canten los caminos del Señor,
porque la gloria del Señor es grande. R.

REVESTIMIENTO E ILUMINACIÓN DEL ALTAR

Terminada la incensación, algunos ministros tapan la mesa del altar con un lienzo impermeable; luego,
cubren el altar con el mantel y lo adornan, según sea oportuno, con flores; colocan adecuadamente los
candelabros y los cirios requeridos para la celebración de la misa y también, si es el caso, la cruz.

Después el diácono se acerca al obispo, el cual, de pie, le entrega un pequeño cirio encendido, diciendo:
La luz de Cristo ilumine la mesa del altar y que, con ella, brillen los comensales de la
Cena del Señor.
Luego, el obispo se sienta. El diácono va al altar y enciende los cirios para la celebración de la eucaristía.
Entonces, se hace una iluminación festiva: se encienden todas las lámparas alrededor del altars en señal
de alegría.
Mientras tanto se puede entonar un canto adecuado, preferentemente en honor de Cristo, luz del mundo.

LITURGIA EUCARÍSTICA

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS


Que tu Espíritu Santo, Señor, Dios nuestro, descienda sobre el altar, para que santifique
los dones de tu pueblo y purifique con su gracia los corazones de tus fieles. Por
Jesucristo nuestro Señor.

Se dice la plegaria eucarística I o la III, con el siguiente prefacio que es inseparable de la dedicación de un
altar:

PREFACIO

Realmente es justo y necesario,


es nuestro deber y salvación
darte gracias,
siempre y en todo lugar
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo nuestro Señor.

Porque él es el verdadero sacerdote y la verdadera víctima


y nos ordenó celebrar para siempre el memorial

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del sacrificio que él mismo ofreció
en el altar de la cruz.
Por eso tu pueblo ha levantado este altar,
que, jubilosos, Señor, te dedicamos.

Este es, en verdad, el lugar excelso


en el que se ofrece sin cesar, sacramentalmente,
el sacrificio de Cristo,
en el que se tributa a tu nombre la perfecta alabanza
y se realiza nuestra redención.

Aquí se prepara la mesa del Señor,


en la cual, alimentándose del cuerpo de Cristo,
se reúnen tus hijos para formar la Iglesia una y santa.

Aquí los fieles reciben tu Espíritu,


de los manantiales que brotan de Cristo, roca espiritual,
por cuya virtud ellos también
llegan a ser oblación santa y altar vivo.

Por eso nosotros, Señor,


con todos los ángeles y santos,
te alabamos y, llenos de alegría, te cantamos.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN


Concédenos, Padre santo, buscar siempre tu altar, en el que celebramos el misterio del
sacrificio de tu Hijo, para que, unidos en la fe y el amor, mientras nos alimentamos de
Cristo, seamos transformados en Él. Que vive y reina contigo.

Pbro. Lic. Oscar José García García

Coordinador de la pastoral litúrgica

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