El Eterno Monologo de Llo - Evelio Rosero

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«El

Eterno Monólogo de LlO, Poema novelado», fue finalista del concurso


nacional (Colombia) de poesía «AWASCA» fue organizado por el Taller de
Escritores de la Universidad de Nariño. Al declararlo fuera de concurso por
no ajustarse a algunas bases, el jurado destacó su alta calidad recoméndadolo
para su publicación.
Rosero muestra los diversos grados de negatividad en los que se constituye el
yo del individuo colombiano: LLO es sacado a la fuerza de su casa, en la que
había transformado en de continuos ataques para el yo. LLO se muestra
indefensos frente a las fuerzas que los oprimen, fuerzas que los sobrepasan; su
relación con las instituciones sociales o con las convenciones sociales es
violenta y humillante.

Página 2
Evelio Rosero

El eterno monólogo de Llo


(Poema novelado)

ePub r1.0
oronet 17.11.2019

Página 3
Título original: El eterno monólogo de Llo
Evelio Rosero, 1981

Editor digital: oronet
ePub base r2.1

Página 4
Índice
Cubierta
El eterno monólogo de Llo
Primera galería
Segunda galería
Tercera galería
Cuarta galería
Quinta galería
Sexta galería
Séptima galería
Octava galería
Sobre el autor

Página 5
Aquí yace la Historia de LLO, Libro de LLO o La Sonrisa
es Árida. Aquí giran Las Horas Inmóviles de LLO, Viaje a
la Esencia, El Eterno Monólogo de LLO, cuya lectura
debe realizarse en forma lineal, de principio a fin. Es un
único poema novelado, repartido en ocho gaterías
bifurcantes.

Página 6
Yo no soy LLO,
LLO son todos ustedes.

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PRIMERA GALERÍA

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Solo, a la deriva, LLO se ha sentido pajarraco ingrávido. Cuando LLO
asomó por vez primera a la primera ventana de la tierra, una paloma muerta se
dejó caer sobre un planeta y un puñado de arroz sobre la boca de una vieja.
Fue por eso que todos comprendieron y abarcaron a LLO y entonces
acudieron a su grito, a su rostro de recién confundido y le miraron perplejos y
una mujer tarareó la canción de Mambrú y el Abuelo regaló a LLO su perro
predilecto, todo aquello cuando LLO nació.
LLO se hizo dueño de la mejor montaña en el caño pútrido del barrio, la
insuperable montaña, una bandera ondeaba en su cima, era de barro la
bandera, la montaña era como un seno de tierra. “Esta montaña es el sombrero
de la tierra” decía LLO cuando era niño sin saberlo.
Ven con nosotros, Montaña de LLO, une a esta espalda toda tu espalda, tu
espalda sucia y abrupta, edificada en espinas y boñiga, Montaña de LLO,
caminemos sin mirar el desierto de ladrillo que queda atrás, lejos…
El Mar nos llama, LLO. Tú eres el Mar. Yo soy la Calle, silente, vacío,
rectangular.
Años después de que nació, LLO supo de su nacimiento: Aquella mañana
los jardineros descuajaban la reseca raíz del árbol. Uno de ellos dilucidaba la
ciencia en el corazón palpitante, rojo y blanco de la más enorme rana
entreabierta. LLO escuchaba un recalcitrante fragor de tambores en su pecho:
“Estoy vivo como el corazón de la rana” dijo. Un jardinero cantaba solo y
otro se masturbaba escondido contra el grato ramaje de la hierba segada.
Los hombres asomándose a sus ventanas, parecían canarios picoteando
tabaco tras de la jaula, las mujeres enterradas entre una catacumba de alfileres
y de agujas, los cuatro Abuelos Sabios bebiendo chocolate. La Ciudad
repentina y a su lado comenzó a moverse acompasada y frágil como un
enfermo eruptando.
En todos los sitios emergía la risa más inútil, desdentada y sola, carcajada
hacia adentro.

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LLO creciendo solo, a la deriva, transeúnte del éxodo interior, leyendo
cada noche el antiguo mamotreto de una enciclopedia de la fábula,
asombrándose siempre de los siete ratones de juguete que un Juguetero
echaba a zigzaguear entre las piernas escuálidas de las setenta mujeres yendo
a misa de seis; entre ellas la Abuela de LLO y sus cinco esclavas de
Barbacoas.
La risa del negro vendedor de juguetes le sorprendió una vez, era esa risa
como una dentadura de coco que ríe. Entonces LLO decidió corretear con el
eco de una risa parecida entre los parques y museos de cemento: El Mar era
una promesa demasiado triste a lo lejos, el Mar solamente vislumbrado en los
retratos del periódico.
Cuáles eran los secretos de la Puerta. LLO imaginaba los secretos de la
Puerta. Cada puerta fue un árbol. Cuántas puertas, cuántos árboles. Imaginar
un bosque de puertas. ¿Adentro? ¿Afuera? Nunca en el centro. Las
Interrogaciones de la Puerta fueron tantas… LLO decidió sembrar con ellas
un campo de espigas torcidas, torneadas o curvas, meciéndose contra la suave
indagatoria del silencio. LLO trepó sobre sus cuellos, miró de lejos el pozo
hondo que dejan al sembrarlas.

*
Cadencia de una cometa contra el cielo: Incierta mano de niño la guía.
Mujer que orina en cuclillas: Espirales de cálido vapor sobre el granizo.
Así eran las escenas de la Feria que LLO visitaba invariablemente los
domingos de granizo… Quiméricos ciegos en la Calle resoplando flautas de
metal y bamboleando acordeones con sus hábiles dedos truncos. El cojo
semipirata, pierna de junco tambaleante, el abracadabrante saltimbanqui o los
caminantes de invisible puerto, todos ellos cautivaron a LLO, en la trampa
fuerte de sus hechizos y aventuras.
Por último las medias de lana, LLO lo confiesa, echaron escalofríos en las
líneas de su piel; las medias de lana de la Mulata de la Calle que quince años
más tarde mostraría a LLO sus deslucidos calzoncitos rotos de aliento de
albahaca y sus mejores nalgas blancas de talco… Al decir ella “Bébeme”
LLO no diría nada, LLO: Mudo muñeco de cera.
LLO descifraba sin entender las muecas de asco y los mojados chasquidos
de lengua que desde otro extremo de la mesa lanzaba otro niño desconocido

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como él.
Cuando LLO era más niño, para dormirlo llegaban lentos los ratones
verdes en sus tanques metálicos de guerra: Traían a Mambrú encadenado y al
Micifú de la cartilla torturándolo; para dormir a LLO nunca hizo falta la
promesa de un helado; de no dormir LLO saltaban del baúl los ratones verdes
con sus bigotes de lona y sus colas de pólvora serpenteando. “LLO” le decían,
“Duerme o quemamos tus pestañas”. Los ratones usaban cascos, eran muchos
ratones verdes, panzones, con botas y condecorados… Las pulgas de sus
ropas infestaban de peste a la tierra. LLO dormía. LLO creciendo solo, a la
deriva.
Hoy decide dormir nuevamente, crecerá. Acaso finalice como el gato
bueno que se alimenta de ratones verdes, Gato con botas, engañador de
gigantes, que orina oro, que tiene siete vidas de trapo, que puede quemarlas
cuando sea justo y necesario.

*
La Maestra de la Escuela susurraba a su oído: “LLO, cambia de nombre,
busca otro nombre”. El nombre de LLO no gustaba a la Maestra… Pero LLO
comprende que nadie vive con nombres iguales y fue por ello que nunca
jamás cambió de nombre. LLO recuerda a su Maestra: Mujercita agazapada,
delantal oloroso a tiza y blusa transparente de jardines y praderas estampados;
flotaba desde adentro una ola de raíces y de árboles de campo como ropa
limpia en la penumbra de un armario… Más de una noche LLO y sus amigos
soñaron con ella, desvistiéndola en busca del secreto mientras ella recitaba de
memoria el poema tan largo, eterno y prehistórico de la Pobre Viejecita.
LLO aún no acaba de llevar su tarea hasta la Escuela. Recuerda su tarea
de vocales en hilera y jalones como quemones de agua en las orejas.
Las viejas malas y malignas persiguen a LLO: Una de ellas su Abuela,
roja bruja pecosa repartidora de manzanas. La Abuela de LLO está sentada en
la cresta de una ola, o en la tapa de una olla, cocinando rosarios de repollos y
lentejas y espinaca para enterrárselos a LLO entre los más íntimos recodos de
la estrecha garganta. LLO, es por eso, posee el más pérfido recuerdo de la
Abuela católica y romana. Y más de una vez la acechó rencoroso cuando ella
soñadora entretejía rodeada de sus gatos junto al horno de barro en la cocina
donde cinco esclavas negras horneaban almojábanas para la cena.

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Abuela de LLO fue aquella anciana baja del retrato alto. Su joroba
también alta, era vieja todavía pintorrejeada y usó falda con faja y corsé año
1890 en pleno siglo XX. Su abrigo negro y muy negra la mirada. Pupila tan
blanca. En lo profundo del templo rezaba inciensos por su difunto esposo.
LLO guardaba incertidumbres por el tiempo de la Abuela, por su alma de
péndulo: “Péndulo suyo, ¿cuándo estará quieto?”.
Abuela de LLO semejaba el péndulo del reloj Cu-cú que adorna la sala de
los conventos.

*
LLO, recordemos. En el sofá más largo nos esperan nuestros cuatro
Abuelos y a cuatro mustios Abuelos qué se les pregunta, qué se les podría
preguntar si su recuerdo puede trasladarse al sabor de las galletas viejas.
Cilíndricos Abuelos, cilíndricos pedruscos sentados sobre el muro,
septuagenarios que se sienten árbol, no conocen el mar y hablan de la tristeza
marítima. Canas sus cabezas detrás de la ventana. Piden una ventana, sólo
eso, con eso se contentan. “Es igual que tener un alma” dicen. Ruedan juntos
y circulan con las horas, perseverantes, en torno a la periódica quietud.
Adquieren la pose geométrica del diámetro de la espera, enigmáticos, eróticos
imaginadores, soñadores del Enigma: ¿Qué es más grande, el Enano o la
sombra del Enano?
Pequeña es la sombra del Gigante a mediodía…,
Sortilégicos Abuelos, maliciosos, quieren siempre disculparse con
monólogos; comandantes de la antigua carroza de caballos esqueléticos.
Transparentes y simpáticos. Indescifrables. Con ellos LLO deambula entre los
años, pues los une la sangre de una historia parecida., la misma concha
cóncava que se usó como letrina., Los une algo semejante a la mirada o los
ronquidos. Debe ser por eso que LLO y sus Abuelos aguardan juntos y en
silencio la taza del mismo chocolate, juntos confundidos en la desazón de una
escalera, y dudando del mañana porque es mutua la duda que hizo madriguera
en sus palabras.
Complicidades y rupturas no saciaron nunca esa tierra suya de soledades.
LLO les preguntaba siempre pero nadie de los viejos respondía. LLO decidió
responderse a sí mismo, inventando voces y respuestas bajas y quietas, voces
como de palomas agrupadas en la plaza.

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LLO, crecerás solo. Nos miraremos pajarracos ingrávidos. El paisaje
somos los dos. Los dos en busca del pan, de una palabra. Nosotros un ícaro
hacia adentro, Nosotros Faro y Borrasca, Barco y Mar al mismo tiempo.
Nosotros, los Apátridas, anacoretizados.
Terminaremos caminando solos. Estas páginas sin ojos nos abruman. Nos
llamarán por nuestros nombres pero no nos volveremos. Demasiado tarde.
Computadoras confabulándose reducirán nuestras cabezas a la más
insubstancial información.
Hace quinientos años estaríamos cabalgando la desnudez del ilímite
caballo, a la deriva nosotros los Centauros, al campo, al agua, al desierto, a la
nieve, sin que nadie nos retenga por la camisa, arañándonos la espalda para
decimos: “Vuelve, es hora de almorzar”.
No quedan más sueños en la alacena. No hay poesía vetusta ni espacial.
Los libros expiran; finalizan rezagándose detrás, como una procesión de
espejismos; ni siquiera una cerveza o una botella de miel y dos talegas de pan.
La Realidad husmea en casa de LLO, en su habitación de dos ventanas y una
mesa y una cama. Llueve afuera. Tamborileo de granizo… Briznas de
insectos multiformes rebotan en los musgos del alero, sobre el vidrio, sobre el
risco., Tamborileo de granizo, un creciente granizo en movimiento, como eco,
como eco cae, diluviosamente.
LLO se asoma y hace juegos y dibujos con su aliento dilatándose.
Escarchea el pavimento, repiquetea; el granizo tamborilero exhala hálito
pulverizado. Y cuando aflora el agua entre la escarcha de la calle, niños
campesinos peregrinos gritan a LLO que salga a comer el pan del granizo a
manotadas. Cesa el tamborileo de granizo… LLO decide salir a girar por
entre calles y papeles y unicornios edificados en granizo. LLO es el vidente
callejero que sintiéndose admirado (Cien párpados lo miran pero todos los
ojos cerrados), inicia testimonio: Voy a relatar por qué los hombres se
sintieron extraños y echaron a cantar como canarios tras de la jaula. Voy a
relatar de aquel invierno que llenó de mariposas cada casa, del bostezo con
forma de campana que sacudió la boca de los ángeles. Voy a relatar de los
Hombres que se creyeron alondras y volaron; de los que creyéndose libélulas
nadaron en luz, de los que no supieron qué era Ser ni qué era Azul.
LLO, vidente callejero, risueño quiere una moneda para proseguir
relatando la evidencia. Pero nadie mira. Nadie mira su tarro sin monedas,
nadie imagina un poema con forma de libélula.
LLO, vidente callejero, crea mueca de redonda voz. Su maldición es ésta:
Una tarde llegará el Hambre, y llegará burlándose del verbo Ser. Y estará

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lloviendo como ahora, y les dirá: “Qué hubo”. LLO, vidente callejero, ríe.
Inclina su venia, su profética venia a todos los públicos, al público de la
ausencia.

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SEGUNDA GALERÍA

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Amarilla moneda. LLO acudía a la tienda de la esquina para comprar
besos de hielo…, nada como una paleta de agua cuando se tiene hambre.
Echaba a caminar con la paleta y la mirada tranquila aunque a ratos
percatándose de no ser perseguido por las Tías prolíficas consumidoras de la
Biblia que bañaban a LLO en agua bendita o le besaban las mejillas
zarandeándole y turnándose entre risas toda la nostalgia y la inocencia de
LLO. “LLO” decían, “Recita el alfabeto, ponte el vestido color mora con
leche, el corbatín vino tinto y los zapatos de charol, peina los cabellos y
apresúrate que ha llegado la hora santa”. LLO, el obediente. La lectura de la
Biblia, Escala de Jacob, leche y miel, parecía otro cuento de las fábulas y
brujas.
LLO creciendo solo, a la deriva, helecho sin agua, solitario.
Cómico y trágico por la Calle Sola, solo camina el solitario, y sin saber a
dónde ir porque no sabe cómo. Ya hemos vuelto y nos seguimos sintiendo
lejanos…
Bruñida redondez de una moneda, peso inconcebible en la palma de la
mano. Podemos comprar un dulce helado, ir al Circo o al Teatro. ¿Pero soñar
para qué? Soñar cuesta otra moneda: Despertar. El deseo naufraga en la
mirada.
LLO Juglar se confiesa que ha pecado mucho, LLO Juglar rememora el
encuentro de los primeros zapatos, LLO Juglar se arrulla recostándose contra
estáticos ladrillos de una Catedral y en medio de clamores huecos y distantes,
ríos, se hace un ladrillo más.
LLO, eruptemos los dos un suspiro rectilíneo, maternal: Madre de LLO
despierta siempre a medianoche y orina en bacinillas de cristal. Tiene nueve
bacinillas, tuvo diez. LLO escucha entre algodones de su insomnio el ruido de
los cálidos orines gotear, gotear. Después Madre arrastra sus pantuflas sobre
un mundo de patios y zaguanes y pasillos, en busca, tal vez, de un segundo
capítulo a sus sueños. Madre de LLO duerme sola. El Padre ya se ha ido a
través de las paredes al encuentro de un recuerdo en qué posesionarse. Su
recuerdo es tieso y enjuto, manipula la baraja y juega al Solitario, y fuma de
su pipa de brezo.

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Los muebles de la casa están empapelados y cubiertos de revistas y
cosméticos y de cuentas sin pagar, el último libro fue vendido a un vendedor
de sahumerios… Se refleja en el espejo un peine de carey, botones concha de
nácar y un gato de hilo calabrés.
LLO desciende los doce peldaños de una escalera caracol. Entra en la
cocina tan amplia y tan vacía donde solo quedan los fantasmas de las cinco
esclavas de la Abuela y el recuerdo de otra Abuela entredormida y una hilera
de ollas que recuerdan la marimba de bejuco construida por los hombres de la
casa, años atrás. LLO prepara un tinto y lo lleva tintineando en el pocillo
hasta su catre, corrige nuevamente la última de sus páginas y luego entierra su
cabeza suavemente entre las sábanas como un avestruz que tiene miedo.
LLO aprendió a caminar sobre las ruedas pero no quisiera morir rodando
pues a cada instante presiente que en las calles compactas motocicletas le
miran acezantes con sus hocicos metálicos. LLO no aprende a caminar solo,
LLO no sabe caminar… Decidió sentarse a indagar mundos frente a la propia
máquina de su propio espíritu y sin detenerse, sin detener el chorro de luz
inexplicable del espíritu, travieso paralítico, nadie sabe de LLO, pero hoy,
solo, a la deriva, LLO comprende que otros, como él, quisieran confesarse y
rejuntar imágenes, el primer robo, la primera cárcel, una Tabla, una Puerta, la
muerte de Tío Manuel.
LLO desea otro Ser que acobije la oquedad de cada una de sus páginas.
LLO desea un soplo de existencias, movimientos…
Alguien sopla a LLO sus sedimentos, su aliento como de pomas rotas.
Alguien sumerge a LLO entre su sexo: Gruta entibiecida.
Amiga Alguien: Tiesa muñeca de vitrina, eres mi silla de ruedas, ruedo
sobre tí cuando me abruman la evidencia de una tierra redonda, la certeza de
una suma y una resta.

*
El mico diminuto del diminuto saltimbanqui que LLO admiraba en el
circo de herrumbroso acero, la rota guitarra, una mala foto, el primer desnudo
en la revista pornográfica… Qué habría sido de LLO de no existir el
zoológico, el humano zoológico que le enseñó a mirarse en el espejo
sonriéndose con sorna: “Ése soy yo, cadavérico”.
LLO no tiene que ofrecer, aparte de una que otra palabra de estudiado
trastocamiento, paupérrima, lejana, aunque mejor debiéramos perder el

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tiempo contándonos los poros.
El mico diminuto y su amo diminuto retornan a la búsqueda de LLO, lo
toman de la mano como a un ciego, diciéndole quedo: “Vuelve a comenzar”.
Si LLO pudiera saber dónde está para poder encontrarse.

Se llama por su nombre a gritos: ¿AGUA? ¿FUEGO? ¿TIERRA?


¿AIRE?… Mas las aves del bosque ya no vuelan y solo contesta la Nativa
Nadie que se desnuda en el lago y canta: Gira corazón que gira y gira,
melancolía sin razón es cosa vana.

Y las alas de la Razón palpitan.

La Nativa Nadie huele a campo en la mañana, “Hasta mañana” dice ella,


sin saber que ella es la misma mañana… LLO ha escrito una carta para la
Nativa: No te vayas, marchemos los dos y entonces nadie de los dos se irá. Te
fatiga remendar nuestros pantalones o insistir en no volver a cocinar si yo
continúo dejando mis platos sucios; pero es que estoy metido tan al fondo de
mí mismo que olvido apagar la luz y solamente me asomo cada mañana sobre
los arrecifes de la inmovilidad a comprobar si has cambiado desde la última
vez que te vi.
Nativa: Esto solamente para decirte que Sísifo está quieto. Los dos
compartimos un mismo descanso, un mismo techo, nos hemos oído los dos y
hemos también enmudecido. Yo lo he visto dormir a Sísifo. Quiero que
camines en la punta de los pies para no despertar a Sísifo. Yo soy Sísifo, que
habla a tu oído y te llama por tu nombre de milenios, para seguir, para
invitarte a seguir, sencillamente.
Subirás todos los caminos, llegarás y no llegarás. Llegaremos. Querrán
detenerte los mastines de la costumbre, pero algo íntimo y nuestro, con sabor
a sal y naufragio, hará que desdeñes la silla y el descanso.
Sísifo quieto.
Rompí la barcaza de mi sueño para detenerme a buscar. Para invitarte a
seguir, sencillamente para eso.

Dejando la costumbre a un lado, como un zapato inútil, LLO recuesta su


cabeza entre las hojas y nuevamente es el sincero avestruz que tiene miedo.

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Cuando ya no sepa recordar, pobre LLO, cuando ya no entienda los
discursos de los hombres y el código de abejas no retorne a visitar el
recipiente de sus orejas, honorables tímpanos, caracoles de piel endurecidos,
pobre LLO, pobre zapato inútil.
Cuando la mano desconocida corrija sus pasos y su ruta, cuando eso
ocurra, pobre LLO, pobre indefenso; vendrán Juventudes a burlarse de sus
narices.
LLO, no duermas, zapato inútil, insecto paralelepípedo hipotálamo. Tocan
a la puerta, suenan los timbres del Maestro. Dicen los timbres que quieren
sacudirte. Escucha, LLO, y no suenes tan frecuentemente tus narices.
Eres invariablemente el zapatero ambulante, siempre miras los zapatos
transeúntes. Azul boina te distingue, tu rostro es de cuero resquebrajado; tu
corazón de zapatero también es de cuero.
Rota camisa y silbos de esencial cacofonía te pregonan como un
Lustrabotín o Botinero que une suelas con remaches, que cepilla y pinta la
suela de los pasos, la suela de los pasos que expresan los zapatos.
(Un zapato expresa un paso, filosofa LLO zapatero).
Transeúnte se detiene y muestra botas de hebilla. Emprendes zapatero un
veloz y coloriente frotar de bayetilla… La sonrisa y los zapatos brillan.
Transeúnte se embetuna la boca con la risa. Transeúnte y zapatero: La
pareja más inmóvil y expresiva.

LLO zapatero se confiesa que ha pecado mucho de pensamiento palabra


obra y omisión por mi culpa por mi culpa por mi grandísima culpa, amén.
Quién reza. Quién llora. Alguien reza llorando.
Cuando Amiga de LLO echa sus lágrimas, detrás de cada lágrima
verdísimo cocodrilo se asoma y hace un guiño a LLO. Las uñas de la Amiga
son muy largas. LLO las emplea como palillos de limpiar dientes y entonces
la Amiga protesta y bosteza, enfadada. LLO decide contarle Cuentos
Grotescos y Arabescos: Caperucita y los Siete Cíclopes, Hazañas del Gran
Cerdo del Alba, el infalible Cerdo de las pezuñas veloces.
LLO restrega y enjabona la piel blanca de su Amiga, su piel de bombillo
nuevo, y saltan estrellas dolorientas, “Besémonos” dice LLO, que siempre ha
limitado su vida a los círculos de su Amiga, pero es bueno añadir que ellos
crearon su propio idioma y tienen las frentes tatuadas y una colección de

Página 19
nidos. Comparten juntos el mismo disgusto por las cosas, se detestan y por
eso caminan juntos, aunque a ratos Realidad husmea cada uno de sus pasos:
Piensan que se ha de romper la cama donde duermen, que han de salir en
busca de una cama, que no la encuentran. Realidad husmea el escenario de
sus comedias en el parque: Piensan que el espejo no reflejará sus rostros, que
uno de los dos dirá: ¿Mentimos nosotros o el espejo…? LLO y su Amiga son
como dos espejos reflejándose.
Juntos extendieron los brazos hacia el viento, angustiosamente, pues
buscaban un aire de ayer… Enterraron largo los dedos en la arena y se
postraron siempre quietos sobre el campo. No hubo pálpito en la tierra. Sólo
hormigas transcurriendo con la fuerza de su paciencia a través de un círculo
imposible.
No hubo pálpito en la tierra. Sólo una respuesta: Sus corazones que latían
al unísono solitario, al tembloroso y mutuo acento.
Sintieron hambre. No hubo la mano oportuna que extendiera un pedazo de
pan. LLO dijo: “Ríe ahora”. Ella dijo: “¿Reirás…?”.
El cielo era tierra azul que deslizaba en botes azules. Las sandalias de las
nubes daban pasos sin perfume reflejándose en un charco, en un monóculo
caído, vidrio deshojado, en esa risa suya, que LLO y su Amiga decidieron
lanzar al río.
Después enmudecieron: Frío en las mejillas, mucho frío.

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TERCERA GALERÍA

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LAS PIEDRAS LOS LADRILLOS LAS ROCAS LOS PLANCHONES,
el paso de un zapato ancho y duro, las sombras perfilándose. Multitud de
cabezas quieren usar paraguas, multitud de abrigos sin espaldas que cubrir.
LLO estaría atareado aquella tarde y todo aquello lo miraba desde otra
perspectiva, como si mirara un paisaje simple donde todo es tan simple que
los árboles mismos hacen de almohada.
LLO constantemente con sus pies de pasajero, rodillas, boca y mirada,
rostro del que pasa sin volverse nunca, constipado, eterno desconocido.
Leve pesadumbre, como el sueño de la niña núbil, le llega al abordar las
máquinas rectangulares y cuadradas que gotean grasa y lumbre entre los ejes
y las ruedas; hay un zigzagueo como una mecedora muda; LLO, entonces,
guarda una posición incómoda, como de estatua de cera. Su deseo:
DEFINITIVAMENTE DORMIR… Amplio bostezo suspendido entre sus
labios, LLO, reclinado, soñaba despertando: La mañana de cobija azul en la
ventana, los saludos de la gente constipada en el vestíbulo. Ascensores,
azoteas, claraboyas y mercados. Era algo así como la ignota pesadilla fría del
trabajo; LLO indagando titulares de periódicos: CANSANCIO,
CANSANCIO, Contrato sin firma, nostalgia. Cóndor que muere echando
círculos de plumas, los cóndores no duermen porque bajo ellos se mueve la
tierra. Solo LLO sabe que duerme. Solamente nosotros lo sabemos. LLO,
despertemos.

Curiosos como todos, con la gorra negra en la mano, esperaremos a que


pase el funeral del payaso, el deprimente funeral del payaso desconocido.
Sudorosos y negros, relinchando los caballos al pasar, arrastran el féretro
de quien fue rey del reír y ya no es y ya no es… Y pensar que nosotros nunca
volveremos a mirar su rostro de dos rostros: ¡Que se enluten de gris todos los
ojos!, paso a su recuerdo, paso a sus últimos aleteos sonoros de agorero
pájaro. Aún respira y vive, aún respira y vive… Mírenlo posarse en la rama
del sauce a su recuerdo: ¡Su recuerdo es pájaro siniestro con dientes y sin pico
que nos recuerda un príncipe de muecas muerto!

Página 22
Acaba de pasar rodando en la niebla profunda el funeral del payaso, y
nadie quiere comprar, nadie quiere comprar flores para su tumba.

LLO, somos distintos, todo cambia; todo lo que vivió ha muerto, y todo lo
que vive muere. Qué sugiere tu mirada, qué tus pasos. No logras reconocerte
a tí mismo, reconocerse a sí mismo es imposible. Quisieras conocer África y
dormir sobre la otra piel caliente, pero cómo, no conocemos lo nuestro,
tenemos con nosotros una ausencia de quinientos años. LLO, despertemos.
Frente al sol de la ventana, subrepticiamente, una comba de telas húmedas de
humo aletea y obliga a cerrar los párpados… Con nosotros el miedo a la
muerte, el miedo al viaje.
LLO huye hasta el parque de su barrio, donde la música de los columpios
puede ser una promesa, donde existen disueltos rumores volando por los
largos recovecos de una cueva y se mecen silenciosas incendiadas mariposas,
donde ingrávido en diciembre un diablo de cohetes pedalea triciclo de azufre
por el cielo y los chiquillos de la calle deciden quemar un ponqué imaginario
hecho con llantas; en la sombra del columpio una sombra de mujer que se
columpia trae a LLO el último recuerdo de los sueños.
A pasos de agua sucumbe la mole de piedra entre la chispeante mutación
de las efigies. La pezuña felina adquiere vida y el mudo gruñido del animal de
las alas de águila grita; al vaivén de su cola peluda la peluda roca se avaivena.
Rito de siluetas: Un Hipogrifo… Ojo luminoso, torva faz, curvo pico. Eres el
Hipogrifo del mudo himno que aún no conoce su sombra. Aún no danzamos
coléricos al son antepasado de los tambores de cuero y caucho. Cada mañana
confirmas tu presencia frente al espejo, y sacudes de incienso tus axilas. Pero
te destruyes con cal viva de lasciva lejanía, tu razón ha sido condenada a
perpetrar las otras órbitas. Esos labios tuyos aún no paladean la fruta propia.

Con la sinceridad de las hojas de eucalipto, que huelen igual en todas


partes, LLO decide tender sus sábanas al sol de cada patio y echarse a contar
la fábula de una burla espontánea. LLO sacude el plumón de las almohadas y
aplasta en redondo al más serio de los escarabajos que se atreva a salir a la

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palestra mostrando su corpacho filosófico, LLO considera que es preferible
insinuar su sonrisa ciudadana de cuatro caries y un diente postizo, su sonrisa
de lágrimas de cocodrilo, sola y hemisférica, para que no quepa la duda.
Risa de LLO es de ladrillo alargado, la Calle el Eco el Viento la duplican.
Un Amigo de LLO: Se llama Icario ICARO volador que retomó a quemar
sus alas para volar otra vez.
Icario ICARO volador no dejes de volar en mi ciudad, donde hacen falta
fofos globos de colores… Globos con alas y brazos y piernas y cabezas que
repteen hacia el sol.
LLO implora la presencia de Icario ICARO volador, su gran hermano de
infancia. “No volar más”… Ésa era la advertencia paterna… Pero hubo un
deseo ciclópeo de volar, escabullirse entre las nubes de los cerros míticos.
LLO y su Amigo ICARO levantándose hacia el mar. La Playa hizo blanda
su caída, PLAYA: Extensa línea blanca de blandas caracolas donde yace la
carraca de la historia, ha mucho que la planta del Ulises no la hollaba.
ICARIO ícaro volador, LLO: Aún caen vertiginosos hacia el sol… “No volar
más”, advertencia ingenua, paternal.
Cada risa con su boca. Cada caída su significado; por ejemplo, las caídas
bíblicas, los que caemos por una cáscara de banano, LLO no se ha repuesto de
su mítica caída, seguramente ha muerto ahora. De LLO hablarán los hombres
en pasado. LLO Horizontal. Retorceremos sus imágenes, deshilachándolas.
Óyeme: ¿Qué harías tú cuando te hagan tabla? Nada podríamos decirte.
Mírate la mirada. Silencio. Hoy solo quieres… escucharte.

*
Los Signos concibieron Imágenes, las Imágenes reemplazan a los Signos.
LLO, retrocederemos. Nadie quiere sentarse a resolver tu jeroglífico de
Signos y de páginas. Todos quisieran mirarlo descifrándose en el fácil
celuloide, cómodamente sentados, inflando los estómagos, como si miraran
copular una pareja de gorriones. Y todos están ahí sentados, ahí, sobre la
mesa de tus costillas sentados. LLO, recuérdalos. Humean sus pipas, cigarros,
sus ojos trenes de rojo vestidos, silban sus labios carbones mojados crepitan,
y todos están ahí sentados, ahí, sobre la mesa mejor de tus costillas sentados,
sus corbatas ondean, sus desnutridos pájaros, sus loros parlantes al hombro,
ahí, sobre la mesa mejor de tus costillas sentados…, uniformados o de civiles,
Celebérrimos danzarines, la carreta de su lengua es celebérrima, eterna es su

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guerra y perorata y tiemblan sus papadas cuando engullen tu carne de albatros
adulzada y blanca, pobre LLO, tu carne mojada en vino blanco. Todos ahí
sentados, ahí, sobre la mesa mejor de tus costillas. Usan tu quijada para
romper nueces, las nueces rotas que rebotan en el círculo del Orbe… LLO, tu
clavícula es para Ellos como otro juguete que se lanza sobre nubes y
planetas…
Huyeron de ti las palabras, de los cóncavos dientes postizos, y un pulpo te
mira de lejos —con lástima silenciosa—, y el cielo se mira al espejo como
una mujer en mejillas y nalgas azules, LLO pobre, asistes al eterno festín de
los mastines, no invitado, plato a la carta, ALBATROS.
Hoy tendrán que cambiarte de tímpanos. Usar otras piernas y algo más:
Otro radar que supere al cansancio. Tus antenas, tus orejas tiemblan:
Demasiado cálido. En pos del horario correteas, león doméstico, te esperan el
circo, la jaula y los gritos. Lejos la selva y el gamo, lejos la quimérica leona
bañándose desnuda…
Se pregunta LLO: ¿En dónde iré cayendo? Creo que nadie mira mi cabeza
de avestruz y nadie deshilacha el jeroglífico. Quisiera la presencia del Amigo,
su regreso.
Amigo: Empujaremos tu silla de ruedas, encenderemos tu pipa y la estufa
de carbón en la cocina. Es urgente que mostremos el hueco de las manos y la
lástima de una palabra nuestra sin sentido. Miren mis manos. ¿Qué ven? Qué
pueden ver sino mis veinte años. Aplastado bufón. Nos ignoran los satélites,
respiro celuloides, nadie acude. Presencia del Amigo, empújame, emplea tu
bastón y empújame. Trabajaré de Mimo en los Teatros de la Calle y podré
seguir cayendo pero llévame.
Necesario es que no prometa la invención de otra mágica montaña.
Malgasté una tarde en el eterno soliloquio, perseverante a la deriva. Debí
aceptar la invitación de Hitchcock, quería mostrarme su colección de pájaros
histéricos.
Espíritu de LLO: Protégelo. Sacúdelo. Espíritu de LLO: Protege a LLO y
su descendencia. No dejes que sus hijos enmudezcan. Quita el polvo de sus
labios y dales de beber la pronunciación del nombre antiguo.
LLO no tiene de qué hablar, de qué inmutarse. No tiene el utensilio
enciclopédico, o la herramienta.
Que hable Homero, el mítico viejo, que hable el soplador de pompas
sacrílegas; que hablen todos los hombres de la tribu Quiché vestidos de verde,
que hablen los Constructores, los Formadores, los Procuradores, los
Engendradores, que hable el maestro Mago del Alba, Maestro Mago del Día

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(Gran Cerdo del Alba), Gran Tapir del Alba, Dominadores, Poderosos del
Cielo, Espíritus de los Lagos, Espíritus del Mar, los de la Verde Jadeita, los
de la Verde copa. Que hablen todos ellos, envejecieron para eso. LLO, leamos
para olvidarnos del Tiempo. TIEMPO ES UNA ESCALERA DE CARACOL
HACIA ADENTRO…
Dentro del alma tenemos un bosque tenemos dentro del alma un bosque
dentro el riachuelo canta con la música del agua y hay un sendero y hay un
sendero sin comienzo ni fin de hojas muy grises y piedras y guirnaldas dentro
del alma dentro crecen abedules y estoraques y una lluvia de almanaques
canta Es el Tiempo que pasa el tiempo que pasa y pasa dentro muy dentro del
alma donde todo es laberinto donde tenemos al alma del Ser nuestro ese Ser
que sentimos que siente ese Ser como una boca pintada sobre un lienzo
transparente que nos regala al nacimiento un beso y otro beso a la muerte muy
dentro del alma dentro dentro tenemos el delirio tenemos dentro tenemos de
Tiempo Pasado y futuro Tiempo Olvido pero de Tiempo Presente Incendio
tenemos ahí dentro Incendio tenemos un bosque que se quema que se nos
quema dentro que se incendia el bosque dentro muy dentro del alma dentro.

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CUARTA GALERÍA

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Sosteniendo la lámpara en la mano, LLO se percata de la presencia de su
sombra.
Si mueves la luz mueves las sombras. Escribe sin lámpara, a la luz de un
búho de cera nocturno y encendido. Si mueves la luz mueves las sombras. Te
mueves tú mismo, sin moverte. No es posible que escribas “Prisionero”
porque tu prisión tiene ventana y toda tu sombra —con las otras sombras
juntas— ha salido, y si asomas al cristal de la ventana comprenderás que tu
sombra es ancha como toda la llanura. Mueve la luz para moverte. Que te
nieguen al Sol: Al Sol es fácil robarlo.
LLO mueve la luz para moverse. Retuerce su tronco, su árbol, sus cien
llagas de los cien años. Cuántos años vive un hombre como LLO, cuántos
instantes, cuántos siglos no vive. Cuántos instantes no vividos. LLO echará a
rodar como cometa sobre cielos de sangre, sobre la llanura inconmensurable
del Invento seguramente volará… Qué sucedería dentro de mil años, qué
podría suceder si los humanos se atrevieran a toser qué sucedería… A lo
mejor ya no hay nadie para hacerlo, a lo mejor ya no existen los jarabes.
LLO buscador de oficios. Maestro de Escuela, graznador. Guardabosques,
gusano con alas detrás de un escritorio. Poco a poco que deslicen los
graznidos de las pájaras en las sucias orejas de LLO, sucias de cera, sucias de
gritos, de falta de música. LLO nunca supo ese oficio. Gustaba de comer las
nueces; esconder el radio y dormir sin acudir a los llamados de la puerta. Su
sonrisa siempre ha sido árida, mímica, interrogante. Sobre la ignorancia de
una respuesta LLO edificaba sus preguntas, enigmas, sortilegio, adivinanza.
“Qué horas son”, última y fatídica frase inventada por el hombre. LLO
despierta a las siete Come a las siete Corre a las siete Orina a las y media
Duerme a las Es Tiempo y no sueña, dejó de soñar. Soñar es un ejercicio tan
difícil que se olvida…
LLO no grita para no despertar a su mujer a su Amiga o su mitad, su
costilla y su otra fruta, LLO no grita y enmudece en la cobija: Insomnio,
pesadilla, penumbra… LLO no grita.
El Grito encierra su cuerpo de plumas diminutas y vuelve a su posición
fetal, muda golondrina. Arrinconado y frío el Grito sumergido, insondable

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caracol marítimo que se lleva en el bolsillo.
El Grito como una rara piedra, la fotografía de un secreto, íntimo olor del
calzoncito de la novia, dulzaina rota.

Recostado en la Terraza de ladrillo, sintiéndose a veces un ladrillo más.


Los Malabaristas de cuerpos elásticos no acostumbrados a la tierra han
venido a mirarlo pues seguramente quieren burlarse de su torpeza en el
equilibrio. A pesar de todo, la ingenuidad que LLO muestra reconforta a los
Malabaristas y entonces quieren llevarlo con ellos en su circo de amaestrados
elefantes y leones de aliento glacial. Le han puesto una traílla y un letrero
colgante y luminoso sobre el pecho: “Ladrillo rectangular”.
LLO ha narrado muchas fábulas y cuentos al público, y ha mostrado sus
manos, cada una con cinco dedos, diciendo a gritos: “No soy un ladrillo
rectangular. Sólo que a veces, en la terraza, me siento un ladrillo más”.
Nadie quiere creer en él porque su pecho ha sido rotulado y es el rótulo
quien dice la verdad y solamente y nada más que la verdad. Comerciantes de
variedades humanas quisieran vender a LLO, a cualquier precio y por inútil.
Quisieran canjearlo por una resma de hojas o por leña.
Entonces LLO ha mirado el abismo, y ha visto casas de juguete y
estanques refulgentes donde una Lavandera de partidos labios y mejillas
tomatescas golpea la pena blanca de sus ropas contra la cristalina piel del
agua. LLO ha dicho: Descenderé con mis alas de ladrillo. No sé aún cómo
volveré a subir, pero primero tendré que descender.
“Lánzate, ladrillo, lánzate de una vez” vocifera el gran público
impaciente. Gesticulante muchedumbre. También los Equilibristas de
movimientos de gato susurran desde abajo: “Lánzate tranquilo. Después te
enseñaremos a subir”.
Vuela un gorrión para siempre jamás y otro gorrión de madera prosigue
impertérrito en su sitio. La terraza tiene los significados del Devenir, LLO
puede bañarse en las mismas aguas del río las veces que quiera desde la
terraza LLO todo lo contradice porque él es así. Tan alto está que las palomas
de la catedral lo confunden con campanario y hacen nidos en las axilas de sus
brazos; la negra golondrina que vino desde los hielos árticos hace un descanso
raudo encima de sus zapatos. LLO permite que los pájaros habiten en él,
porque él es así.

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…Ese pobre pájaro debe pensar que soy como un árbol cálido.
Equilibristas, Malabaristas de cuerpos elásticos: ¡Mírenme a mí! No poseo
la soga que auxilia y tampoco la vara auxiliar. No llevo el traje blanco ni
tengo la certidumbre de una red esperándome abajo con sus dedos blandos e
innumerables. Recostado en la terraza estoy, sintiéndome un ladrillo más.
Áspero. Estático.
Queréis que yo me evada, mundo trepidante y de vapor, queréis que yo
me evada, y evadirme, ¿por qué? No soy el evadido que alimentó vuestros
espíritus cobardes a través del tiempo y de la historia. Desde aquí todo lo
habito, lo palpo y lo vivo. Superficie lisa y de granito, piel de poros húmedos,
corteza resquebrajada. Eso soy.
La bruma alta no enceguece mis ojos. La niebla sola y densa ofrece para
mí su par de ojos blancos sin pupilas. He de volver si me lanzo al abismo. Un
día cualquiera tendré que subir para volver a caer. Para aprender a matar
tenemos que aprender a renacer.
“Ya, basta, finaliza” exclaman los públicos, “Podrás volver, pero lánzate
ya”. El viento muestra su espalda diáfana, su espalda que todo lo habita. El
viento agita las camisas.
…Si camino hacia abajo tendré un vértigo apático, un giro de tiempo
infinito, un recuerdo que vuelve de improviso: Algo que seguramente olvidé
hacer.

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QUINTA GALERÍA

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Pinté de Ocre un portal verde. Ocre la aldaba, llaves y goznes, pinté con
palabras a mi sombra también de Ocre y Ocre al picaporte. Ocrerienta el alma
tiembla y salta con la disposición de las patas de rana.
A toques de brocha sangraba el Ocre: Clamor viene de Clama, Sediento
de Sed viene. Tañido nace de Campana, esa es la causa del Ocre, gotas Ocres
de sangre.
Toda palabra es bloque de roca (Abracadabra cada palabra una mujer),
táctil soplo, yema suave… Al bello y velludo sexo de la palabra Ocre de Ocre
lo pinté. Desflorada palabra, muy frágil, yo siento que huele a té, LLO siente
que huele a té.
Hoy nos hemos ido juntos por las calles, reconociendo nuestros
semblantes. LLO decía que escribiéramos un poema a la palabra Ocre.
Buscábamos algo. El crudo mosaico de carnes y de huesos caminando, los
cirios de un entierro y dos ojos cerrándose: Eso vimos.
Después aleteamos en mitad de la Calle, como un solo espantapájaros
dimos pasos y aleteos. Tenemos en cada ojo un sombrero, a manera de
anteojos incoherentes. No podemos ver con la certeza del que anda en los
andenes solitarios llevando un portafolios bajo el brazo. Caminamos dando
tumbos, golpeando espaldas, descuajando árboles y casas, demoliendo
despintados edificios de cartulina.
¿Vamos hacia dónde vamos?
Aún sin conocerlos con certeza los miramos a Ustedes y decimos: ¿Por
qué desertaron las Músicas? El Mar se llevó a las Músicas, antiguas
bestezuelas de salvaje ingratitud, las raptó aferrándolas por las trenzas
aflautadas, por la cintura invisible. Dennos la Música última, queremos la
Música última, queremos fingir siempre y exaltarnos bajo su ducha marítima.
Espantapájaros. Aglutinamos al pájaro canoro en nuestras costillas.
Queríamos comprender el secreto de las aves, pero fue imposible resistir el
peso de las plumas en la piel… El secreto se ha esfumado. Empezamos a
reptear… con la última frente nuestra hacia el ocaso. El cielo es un límite
ancho, pálida comba de líneas opacas… Es un límite, pero tú no tienes finales

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cuando ríes, Amiga, cuando echas a reír ante lo inexacto de nuestras frases, de
nuestras palabras giradoras, de nuestros brazos de palo.
No huyas ni delates tu miedo ante este vacío recipiente que hoy te
extendemos. Llénalo, úsalo para beber del agua que cae contra la ventana,
debajo de la lámpara, encima de la almohada que se hace más cálida cuando
duermes.
Eres una isla, toda una isla para mí. Podré poblarte. Aislado te miro, flor
de miradas. Hoy grazno, hoy cacareo, hoy no puedo gesticular otros idiomas,
boy debo extinguirme, hoy mido mi volumen: Torso de sauce, cigarrillo sin
encender. He dejado las riendas del caballo habitual junto a la puerta. Finalizó
la cabalgata sobre tierra. Soy mi propia lámpara. Fumo, escucho, digo, siento
que palpito desde hace veinte años. Hoy he muerto bajo la geometría de un
instante cuadrado: Las paredes de mi tumba oyen, amiga. Cuando las paredes
de mi tumba hablan, sus bocas tienen forma de ventana. Las orejas de las
paredes son aquellos dos retratos que pegaste.
Tú pedaleas el triciclo irreal de los niños, te imagino dirigiendo el globo
de Veme, lo que sucede es que tú duermes sin cerrar los ojos. Y desde aquí te
veo, respiras y te mueves, siento las pisadas tuyas en mi cráneo, en todos mis
abismos. El que te hizo debió lograr olvidarte: Pues hoy supongo que te miras
inconclusa, falta de otra presencia que no sea la tuya. Te ofrezco el límite
verde, el horizonte que se adivina detrás de la bruma, te ofrezco esta isla mía
que llevo aquí conmigo. Contigo crezco, soy cada una de tus pisadas, de tus
preguntas, de tus senderos. Recorro todos tus extremos, y tal vez me extravíe,
y tal vez nunca retorne a la soledad de tu centro.
Quisieron regalarle una invitación a paseo, a subir en los aviones de
juguete, rodeado de niños y de globos por todas partes. LLO no faltará, los
Amigos requieren de un invitado silencioso que ríe cuando todos se lo piden,
que logra la perfección de un rostro plañidero cuando todos se afligen… Que
no habla, pues sus palabras son de un origen convencionalmente inservible.
Contestará que sí a la carta blanca y después tendrá que vestir la camisa
indiferente que se usa para pasar desapercibido. Irá, irá, preparando desde
ahora la careta del asombro. Moverá las piernas a manera de péndulos
ingenuos como si recientemente hubiese aprendido a caminar. Con eso los
amigos reirán un buen rato celebrando la suprema inhabilidad de LLO con sus
zapatos.
¿Cuántas monedas son indispensables para el transporte? Lo ha olvidado.
LLO caminante frágil transitando siempre por el centro de las calles
ciudadano sin ciudad Alguien dice que hay peste de catarro LLO cobarde

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huye como un sueño y echa a correr creyéndose perseguido de la invisible
jauría de miles de hocicos húmedos olfateándolo. Huye a refugiarse
hermetizando ojos y oído LLO cobarde como un sueño inverosímil que
desaparece tan pronto asoma caótico el sol gritando luces…
Ahí estaban todos, esperándole. Edificaron un ternero de metal para
honrar a su recuerdo. Pero luego vio que le olvidaban, sin que les importara
demasiado comenzaron a olvidarlo. Llegó a ellos, les mostró el color de sus
ojos y el ruido de sus palabras. “Tú no eres él” le respondieron. No pudieron,
seguramente no quisieron reconocerlo. Y lograron su propósito, porque LLO
ha comenzado a olvidarse. ¿Quién fue? ¿Quién es? La única esperanza:
Caminar como el pasivo jumento del Tiempo, de vez en cuando una voz, un
rebuzno suyo, para explicar que no necesitan olvidarlo. LLO mismo Se ha
olvidado. Caminante sin dirección, globo desinflado, barco a la deriva,
carraca de la historia abandonada. Y no hay pájaros, no hay conejos ni ratones
que decidan halar de la calabaza donde habita. El mismo, él mismo en su
propia jaula. El Mar puede recogerlo, si quiere. Si la tierra lo desea, ahí está,
esperándola. Si el viento y la tempestad lo llaman: Irá., LLO es de todos y de
él. No tiene por qué detenerse pues fue condenado a seguir. Que ellos pisen
sus huellas y escuchen el eco de su voz. Podrán seguirlo, quien desee
acompañarlo deberá únicamente cerrar los ojos, sordo y pérfido, a despecho
del abismo, tendrá que tensar el arco y apuntar firme a la manzana que anida
en su corazón. Es fácil seguirlo. Sólo habría que buscar la huella de sus pasos
sin dirección ni ruta, el rastro fabulado de muchas migajas de pan, el rastro de
esta hoja que sumergen en tinta los que como LLO tienen miedo y no creen.

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SEXTA GALERÍA

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Que lo empujen todas las manos: Viajar es siempre huir. LLO desea
extraviarse lanzándose a bogar la embarcación de sus dos brazos. LLO
implora: “Palmoteen mi espalda” para ser entonces elevado como hostia
sacrílega y luego trasladado de hombro en hombro a través de todos los
extremos trasladado como fardo inútil sin que nadie se sorprenda al descubrir
su semejanza con el Buda de los ojos pesantezcos y risueños. Tanto desea
marchar que sus zapatos le repudian porque ya sienten los cansancios de
imaginar un viaje que se pospone desde hace cuántos años. Pero LLO sabe de
hombres que habitan al otro lado del Mar y las Palabras y nunca necesitaron
zapatos acostumbrados como estaban a la espina de los montes intrincados a
la llaga del sendero interminable porque dicen esos hombres que Tenemos
pies peripatéticos Somos libres No sedentarios y Sí movibles. Sus idiomas
son los gestos naturales del dolor y la sorpresa, así, para decir “Tenemos
hambre” simulan una mímica de gestos que mastican…
Bajo una regadera improvisada tiembla de frío y tiene el valor de
preguntarse si es lo mismo una cascada y camina por los prados ignorando los
letreros y aún pregunta a quien le escucha si es así la alfombra dura de la
selva y así camina siempre y todo lo que ve lo reemplaza y las vitrinas son
espejos que confirman la belleza de una bruja y ese charco debe ser la laguna
de la Cocha reducida y no se cubre ahora los oídos para escuchar trepidar al
millón de aves agoreras y maléficas que tripulan la nave de las nubes lo que
sucede ciertamente es que LLO desea saber si alguien idéntico a sus sueños lo
llama por su nombre de vez en cuando sólo para llamarlo por su nombre y
sólo eso y nada más.
Comer el legendario plato de lentejas. LLO considera que es el mismo
sabor de las bíblicas lentejas. LLO ha perdido la mejor de sus camisas color
lenteja, en dónde vive su camisa de lentejas, en qué cuerpo habita hoy, en qué
cuerpo.
Tonalidad fría en la bañera: LLO enjabona sus axilas para que no se
oculten las narices de su público. Bombones regalan a LLO en su aniversario
de burgués, árboles enanos para que LLO los siembre en el espacio reducido
de un corazón de caucho, último invento de la ciencia. LLO debe cinco

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cuentas en el Banco. Sobre un banco LLO se sienta y encoge los hombros. No
pierde la esperanza de conocer las playas de África.
Otro Amigo de LLO: Se llama Van. Su Amigo Van se ha cortado una
oreja. Cuentan que Van regaló su oreja a otro Amigo. LLO no se cortaría la
oreja; ¿A quién regalaría su oreja? Quién desea recibir su oreja de regalo.
Quién recibe mi oreja, quién desea escuchar con ella.
LLO desea jugar aguinaldos, o dados y baraja o la jugarreta de los Signos:
Leer sin entender nada. Seguiremos escribiendo sin entender lo que sucede.
LLO es el Pasajero dormido en la estación. Pasajero, jero jero. Pasajero,
acorralado en pesadilla: Voluptuoso caramelo y algodones que lo hunden…
Pasajero jero jero, Pasajero, su equipaje hace de almohada, lleva un legajo de
improperios y su recuerdo es otro viajero que se va que se va que se le va
yendo… Piensa ensa ensa, piensa en el trópico en la selva, nada nada lo
despierta ni los pitos ni las voces ni la cuenta del refresco. Pasajero jero jero,
Pasajero, deseó viajar en tren por vez primera y comer el legendario plato de
lentejas…
De todas las obras del hombre únicamente admira los barcos ideados a
manera de costillas rellenas y flotantes; admira los trenes demasiado terribles
demasiado metálicos la risa que causa un payaso triste a los niños admira esa
mano de la Amiga con sangre por dentro. Mírate las manos, pequeñas
lunarescas, de sus dedos hábiles emergieron todos los barcos y las músicas,
sudor de amor, pan y panela, ciudades de piedra y silencio, obra simple. Tú,
Amiga, ¿de dónde emergiste? …Del vientre del aire, entre la cúspide
invisible.
Dame la fotografía de tus manos, voy a guardarla en el bolsillo para
perderla algún día… Tu fotografía: Pero ¿de qué me sirven esas sombras
inmóviles? ¿Ese mismo e idéntico sitio en la mirada? Seguramente no te
vuelvo a ver, Amiga. Hoy me pregunto por qué nos encontramos, óyeme:
Cuando te alejes yo también me estaré alejando.
Se trata de mi último camino y no quiero llevar vendas en los ojos y no
deseo que otro convaleciente quiera sostenerme. Iré solo, como siempre. Se
trata de mi último paisaje. Quisiera que mi cuerpo, al caer, desparrame el nido
de una grulla inverosímil, que yo tenga la certeza absoluta de que voy a
dormir, dormirme como cada noche, con la certidumbre de encontrar un
sueño indefinible, incorpóreo, eternizante.
Dormiré entre los escombros de una batalla del Medioevo y sin
despertarme pisaré las losas del tiempo, los clamores de los cuerpos
palpitantes y entreabiertos. Y un viejo Fauno me mira a los ojos con lástima

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silenciosa para comprobar que soy uno de los suyos. Después el viejo Fauno,
ojos de luciérnaga, seguirá estrujando las estrellas de sus piojos.
Una libélula pasa y sopla luz, pasa y sopla luz, pasa soplando
circunferencia de luces. A su vuelo resucitan paulatinamente los danzadores
negros tomados de la mano, los danzadores vestidos de blanco que arrojan al
espacio el sudor de sus hechizos. Vinieron con cántaros vacíos y entonces
danzamos tomados de la mano, todas las manos juntas para que no fuéramos a
extraviar la noción de nuestros cuerpos; frente a la hoguera titilante del
espacio horadamos las tumbas femeninas, nosotros los irreverentes, para
irrespetar los inútiles sueños de las mujeres, y el cansancio no fue capaz de
doblegarnos, era el turno del oprobio; continuamos deshojando lápidas, y así
desfloramos muslos y sexos casi impenetrables de telarañas.
Vivíamos de pie, hablábamos con la boca llena, y era por eso que
rodeaban nuestros cuellos con los brazos blandos y delgados de una servilleta.
Distinguimos una pirámide, nada, aparte de eso, ocurrió, solo que
necesitábamos otra esperanza. Entonces fuimos esqueletos que bailaban
copulando entrelazados huesos sonarines manojo de castañuelas agitándose.
Obscenos gesticulamos, gritamos, perjudicamos el silencio de la noche eterna,
y nada hicimos para que indaguen nuestra ausencia.
Hoy empiezo a decaer. Ya no hay luces de libélula. Ésta es la carne
humana siempre trasladándose. Deseos de morder, romper, trenzar los dedos,
confundir los golpes con las áridas palabras… Echarse a rodar sobre las
calles. Viene Alguien con miel entre las manos y dice: Levántate. El polvo
cubre las mejillas, depositan en mi pecho el racimo de mis manos. Mañana
inventaré una palabra, eso haré. Pronunciar una palabra nueva, lucinesca,
encalidecida.
Debajo del paraguas rojo rítmicos los hombros de LLO, multitud de
hombros debajo de paraguas rojos… Los hombres no quieren mojarse la
barba, las mujeres la falda, pero todos desean que les llegue la cuadrada
arquitectura de una carta seca. Seca. Quién no ha esperado una carta, pero un
Cartero nunca usó paraguas. Piensa LLO: De una carta mojada a otra seca hay
el abismo de palabras estropeadas y firmas confusas y fechas. LLO, esta es la
verdad, LLO no piensa… LLO rueda con las ruedas de los circos. Estático
equilibrista sobre la cuerda tensa de los signos.
LLO anuncia el retorno de los círculos. Pregonero absurdo. Ante su
llamado de papeles y de signos huimos todos, Invitación al Cine, hileras de
sombreros y periódicos, hombres y mujeres débilmente recostados contra el
muro, después humildemente sentados paladeando sal o azúcar en paquetes.

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Se apagan todas las luces, nadan en la pantalla sensuales estremecimientos
y corretean sombras a través de laberintos. Alguien deja caer un candelabro.
“Lo lamento” dice. Escucha la silueta de una oreja. Sobre la noche, el
candelabro moribundo echa los póstumos destellos. Suenan lamentos: Es una
mujer húmeda, la desnudan muchas manos confusas. Rueda la mujer sobre la
alfombra. Junto a ella destellos póstumos los echa moribundo candelabro.
Hay un golpe seco. Huyen confusas las manos, respira viva la mujer de los
lamentos, FIN FIN FIN de la Película… Bostezan somnolientos los cineastas.
Giro de papeles en la sala. ¿Encendemos un cigarro? VÁMONOS
VÁMONOS Multitud de VÁMONOS y Etcéteras. Es por eso que LLO no
gusta de los Cines, “Personalmente” dice, “Aunque, después de todo, lo mejor
es sentarse”.
LLO trajinó tanto que tiene cansado el traje, zapatos abollados, roto el
diente y el pantalón. Arrojaron sus células al viento. Su caja de dientes de
juguete aún sigue castañeteando de frío. LLO busca con la mirada a uno solo
que lo mire. Pero todos están sentados mirando El Hombre Invisible. Veinte
años tiene LLO y puede asegurar que ya comenzó a morir. El Tendero de la
Esquina asegura que LLO es infeliz. Lo mismo la Esposa del Tendero. La
Hija del Tendero quiere ser actriz. LLO quiere a la Hija del Tendero. Harían
una Familia de Infelices. Tendrían un perro feliz de comer pan.

*
LLO ha soñado durmiendo con su Amiga, ingenuamente entrelazados en
la letrina de la casa más obscura: ¿Una Granja…? LLO y su Amiga
envolvieron un repentino murciélago en la sábana. Para retirarlo del lecho fue
menester un grito de la Amiga y un atragantarse de saliva en su garganta.
Abajo, en los patios de la Granja, cabezas de niño apretujadas como piedras…
Amiga de LLO pensaba, de seguro, en Drácula Nosferatum (lana de
camero sobre el pecho)… Debió ella resignarse, esa noche, a sucumbir con el
imberbe de mejillas de durazno. Cuando LLO salió a la búsqueda del baño
encontró a su paso la profecía del Cedro: “El último muerto ha sido negro. Ya
el oro expira en las canastas y el río de arena de oro es como una fábula de
ayer”. Por ese sendero de oro pasó LLO, blanco cigarro entre la boca.
Mujeres rubias portaban pan blanco y cubos de azúcar. Gesticulaban todas un
idioma diferente, “Idioma de pato” dijo Alguien. LLO despertó y contó su
pesadilla a una hoja blanca que escuchaba pegada al rodillo de una máquina

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incompleta. LLO, despertemos, debajo del piano contaremos nuestros sueños.
Sentimos hambre. Deseos de orinar tonalidades. Venderemos el piano y los
espectros de la imagen… LLO exhausto. Ya no puede con su espalda: Pesa
demasiado. LLO bosteza la derrota, la bosteza amplio, indefenso a la deriva,
manchas de tinta en cada dedo… Escucha y calla, el barco de LLO sobre las
olas de repollo, vértigo, pompas de jabón, entrecerremos los huecos de la
mirada. Bobuna lágrima nada en las mejillas: REÍR… Sobre la yema redonda
de una piedra de río LLO quisiera sentarse a escribir la etiqueta diaria:
“¿Cómo se hizo esto, eso y aquello?”. Dónde dónde un poema que empuje a
todos en la espalda y sacuda la caspa y salten risas como piojos y cosquillas.
El barco de LLO sobre una carcajada ondulante, fragoroso vértigo. No
permitamos la muerte del Recuerdo, lo despertaremos con buen pellizco en
las caderas… Montaña de LLO: Acompáñanos.
LLO desdeña adivinanzas. No desea que adivinen el secreto de su
tarántula (envuelta en un pañuelo de cristal). LLO, te convido a que
sembremos el árbol de las manzanas marinas, juguemos dominó… Los
clamores huecos y distantes, ríos, nunca jamás podrán alcanzarnos. Seremos
una misma pausa, los dos nos parecemos, pereceremos los dos.
EL ESPESO BARCO en la niebla de su cuarto j ha encallado; rotas las
maderas como vientres que antaño fueron árbol; fecunda el frío marítimo del
libro: Es la playa imaginaria. Hace un clima de frío delgado. Un marinero
grita en idioma amarillo. Exhorta a LLO para que suba. Arrecia el fuego, la
tormenta del aliento definitivo. Las cobijas del catre de LLO, donde LLO
enterraba su cabeza de avestruz, las cobijas son los parches de las velas
derraídas…
LLO, despertemos, llega con nosotros el lento y grisoso moco de la
mañana; rebuzna el burro del Carretero un húmedo rebuzno que empuja
palomas al viento. Hay un grito común en la plazoleta: Es que todo se
desarma, es que todo regresa: Regresa el Carretero a su casa.
Reza una vieja sentada en el ciprés de la carreta. De encintada trenza ella.
Reza con su rosario nuevo. Galleta de guayaba hace jalea de muecas sobre su
boca. En la carreta oscilan los redondos árboles de las ruedas. Ladra un perro
de cola tiesa. Huele a papa mojada. Suena campana. Bajo el árbol redondo de
cada rueda se aplastan las luces de la mañana…
LLO asomándose a la ventana. Sucesión de mañanas en la puerta. Sólo
sabemos que del aire cuelgan los espejos, que en la noche pitan trenes
errabundos, locomotoras que echan hacia atrás su recuerdo paralelo de rieles
vacíos, resortes de humo, imágenes que fueran, fastidio de las cartas sin

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respuesta y los retratos amarillos incendiados todos juntos en calderas… Sólo
sabemos que una isla se sumerge y nunca vuelve, que un Planeta cae y el
rastro de su huella quema el cielo, que los Sabios se preguntan entre sí la
causa, que música y oídos que blasfemias… Nos dijeron que la vejez se
aproxima. ¿En dónde? No la vemos. Esto es vejez: Creciente dolor en la
mandíbula.
Quién exhibe las películas de miedo: Exorcismo, dientes de ajo, momias,
crucifijos… Quién nos asustó desde pequeños. LLO, despertemos. Hay
Alguien que se burla a solas de nosotros. Rezan los Tres Monjes ante ruinas y
santuarios. Cuchillos, arcabuces y cañones. Qué vemos. Qué estamos viendo:
El Hospital. El Hospital es alto y blanco. Enredadera de murallas y milenios
lo evidencian; qué vemos, qué estamos viendo: Sobre el campo blanco de
cadáveres otras semillas descendieron. Hubo un silencio consagrado,
intangible y venerable: Era que otros Hombres habían muerto. Detrás del
silencio continuaba una brisa de semillas: Flores y hojas inclinados en verde
reverencia saludaban la fría protesta de los esqueletos; era que otros Hombres
habían muerto… Zumbaban las abejas en busca de mejores huertas; tras de la
noche el día, en el día repteaban lagartijas, en la noche fulgían las libélulas…
mas con la muerte de los Hombres no sucumbía el grito del silencio, LLO,
despertemos, evidenciemos en el aire las escenas: Llegaron otros Hombres,
como una multitud de voces, a poblar el campo de las anémonas, ese mismo
campo antes blanco de cadáveres donde otros Hombres habían muerto. Y
comenzó a poblarse la tierra de silencio. Y después, (Historia, escalinata de
comienzo interminable), otra vez retornaron los cadáveres a blanquear de
largos y entrecruzados fémures la tierra verde; flores y hojas, inclinados en
verde reverencia, saludan hoy la fría protesta de los esqueletos.
LLO, despertemos. El Hospital es alto, quinientas murallas. Los Enfermos
asoman sus ojos detrás de la persiana, asoman los últimos enfermos de la
guerra, (Silletas sin ruedas y periódicos que envejecen con la noticia), asoman
los enfermos pues quieren distraer sus ojos. En la Calle los próximos
enfermos caminan. Hay una voz que se despide, y otra voz de transeúnte: “De
recuerdos de mi parte”. “Si alguien pudiera ayudarme”. LLO responde: “Me
la paso imaginando cosas”. Deciden llorar los sauces, un niño columpia su
vestido nuevo. LLO, te convido: Descubramos el disfraz de los tatuajes. Tiene
que existir la Monja triste dispuesta a levantar su hábito amarillo.
LLO no cree que perdure más de lo que alcanza un globo volando aunque
a veces LLO es sincero y se pregunta cuándo morirá y entonces siente miedo
y tiemblan sus rodillas y su voz y todo así cuando su Amiga decida cumplir

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con su papel de los consuelos e indulgente prepara la cesta del pan y la botella
de la miel, pliega el mantel cuadriculado (al igual que en las películas) y corre
junto a LLO hacia los montes de neblina. Juntos buscan el mejor árbol, lejos
de la Mujer Antigua, esa Mamá es de risa falsa y tiene con ella un hombre de
felpa que no descansa hasta decir a LLO que en esta Tierra las piedras los
montes y los prados y las copas de los árboles Pertenecen A:
LLO, no escuches eso, despertemos, repartamos la voz que se reparte
desde canasta insondable se reparten nuestras voces… Juguemos a los Signos,
repartamos las Imágenes. Burbujeo de suspiros entre giros yéndose hacia el
sol desde la cueva de un sonoro caracol amarillo; se reparte la mueca que
provoca el tamarindo de una boca, la paloma mensajera, que se reparte una
voz que se reparte, se reparten nuestras voces Se reparten desde canasta
insondable, el insulto de las muecas, lo impalpable… LLO pobre Niño
Monólogo Constante. Muéstrales la lengua, echemos a rodar a las palomas;
nuestro Tío Paralítico jugaba con palomas mensajeras. Las piedras de plumas
desaparecían, colores volando como las tres aves rojiblancas del billar
rodando sobre cielos verdes. Nuestro Tío Paralítico, rey de las Tres Bandas,
murió sobre una mesa de billar, leyendo su testamento y acobijado entre las
faldas de su Amiga, la Mulata. Por entonces LLO no sabía leer; pero la
Mulata de la Calle contaba a LLO los Cuentos de Simbad.
Mulata sola, amamantadora, de ajada teta, común madre del mundo. Al
pensar en la Mulata LLO recuerda la otra Loba de Roma, Remo Romulesca,
de ajada teta, común madre del mundo. Mirarla en misa. Quién no la sigue,
quién no la persigue con firme intención de macerarla a la Mulata que labra
en la semilla, camina ella consumida hacia la misa, su cadencia es eterna…
Mirarla desgarrar sus hábitos cálidos y negros sólo porque un Mundo se la
beba. Tediosa Mulata sola, amamantadora, de ajada teta, común madre del
mundo. Gran Amiga del inválido Tío que jugaba billar sentado en su silla de
llantas de bicicleta…
Dónde vive hoy la Mulata, en dónde termina su piel, su mejor piel —la
piel del sexo— que se expande de sed. Dónde vive mi Tío, dónde su silla
metálica. LLO, despertemos definitivamente. Empuja el viento nuestras
sábanas. Nada hicimos para nacer y sentarnos aquí frente a la máquina
mecanografiándonos la piel y saturándonos con la palabra maciza o delgada o
vacía. Nadie quisiera escuchar nuestro invento: Paralítico romance de una
Mulata y un Tío inexistentes.
Aún no llegan a buscarnos… Ésta es la púber y acosante manifestación de
los silencios; el Futuro parece la certidumbre de un desdén definitivo. Nuestro

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dado alfabético no tiene probabilidades ni azar en estas calles rectilíneas,
desnudas de carne sensible. Hemos visto hoy el retorno de las tardes: Grises
láminas y fotos retornan despacio como un confuso recuerdo sin imágenes.
Caen los pozos y los pasos, escurren tejiendo red de estrechos crucigramas
sobre las mejillas. LLO quisiera mirarse viejo. El humo de su boca ya no
sube. Allá, en lo alto del edificio más alto, LLO aguarda sumido en el rincón
la primera aureola de lluvia que dé aviso a las palomas de la catedral.

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SÉPTIMA GALERÍA

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TODO ES ULTIMO, el último gato maúlla en el último tejado. La última
luna que alumbra al último mastín ladrando. La próxima última lluvia. Se
desgranan las notas de una Sinfonía, pero una mano amarga apaga el radio.
Extraño: Nadie habla. La última tarde se cuela en la última ventana y todos
marchan en la más inútil búsqueda. Lejos caminan, Fugitivos sin éxodo…
LLO sólo puede ver las siluetas en racimo, alejándose. La última boca y el
último vino. LLO implora: “¿Quién quiere danzar conmigo? Quisiera
encender los hornos de la gran panadería universal”. Quisiéramos el último
pan caliente en la última boca fría. Masticaremos las monedas para
comprobar la presencia dolorosa de los dientes. Gritaremos último para
confirmar también la última presencia de los ecos.
Sollozos, acordeones, mandolinas; disco repentino gira en el platillo de la
última radiola. La última estrella boreal guía al último viajero, ¿Hacia dónde
caminan los viajeros sin zapatos ni morral? Nadie quiso invitar a LLO con
ellos, porque pesa demasiado y parece una montaña. (Montaña de LLO,
acompáñalos, une tu espalda a sus espaldas).
LLO hace silencio. Un minuto de silencio por sus imprecaciones. Dice
LLO: “Cómo dejar de ser la estatua quieta de los parques”. Sollozos,
acordeones, mandolinas. A pasos de tiempo se ha visto languidecer. Empieza
a sentirse lánguido. LLO bebe Vino de Borgoña y vé a su sombra en la pared
bebiendo Vino también. LLO se amará con su sombra, LLO con su sombra en
la pared. Continúa bebiendo Vino de Borgoña y vé a su sombra en la pared.
“¿Dónde está Borgoña?”, pregunta su sombra, que está bebiendo también.
LLO bebe Vino de no sé qué…
SOLLOZOS ACORDEONES MANDOLINAS, Calle de las Mandolinas:
¿En dónde renace la Calle? ¿En dónde las Mandolinas trinan? Tan solo nace
el silencio y sólo el silencio trina, como si el silencio fuese la Mandolina
última, la que no se muere en la expirante Calle de las Mandolinas…
MENTIRA, LLO no puede acostumbrarse a la Mentira de la Calle. (… Tan
solo nace el silencio y solo el silencio trina…), LLO no puede acostumbrarse
a la ausencia de la Mandolina, no logra acostumbrarse a las mentiras a la
rotulada mentira de una Calle sin Mandolinas. Y no puede acostumbrarse a la
ausencia de la Amiga. Ella, que dejó de pisar las escaleras porque hacen falta
la huella de sus pies y sus mentiras. Hace falta la certeza de su presencia, su
guitarra y su telar. Ella, que dejó de ser sencillamente ya no es no puede ser
dejó de ser. Ella, como la Calle: Otra Mentira.
Desde entonces LLO convive solo, con un éxodo interior sobre su senda;
puede estrellarse a su antojo, incrustar toda su esencia de un golpe en el pico

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de aquella ave, en la boca del decente párroco que lee: “Vanidad de
Vanidades…”.
Todo esto es como una imprecación obscena: LLO y su colección de
mamarrachos, LLO el monacho; parece Tren trepidante. La fiebre del
lenguaje nos salpica; Mítica Pesadilla; Soñamos los dos con Homero, el de los
pies veloces… A Homero y a LLO los asaltaban los Cuarenta Ladrones
astutos y sagaces, los de la sabia daga… LLO no llevaba sus monedas,
entonces Homero dejó su túnica inconsútil y LLO sus pantalones de dril.
(Cuánto frío hace, LLO; vamos a dormir). Ulises, el de la sabia palabra, no
vino en busca de su Padre. Y sobre el vinoso Ponto se fue nadando el más
viejo de los viejos: Homero. Tiburones no lo perseguían. Su carne, dicen, ya
no es dulce al paladar… (Hace frío, LLO; vamos a dormir entre la cuna de las
calles).
Médicos vendrán en nuestra busca. Querrán enterrarnos a la fuerza en los
Museos. “Una estatua para LLO” pedirán clamoteando sus voces. LLO
responderá: Oídme, ¿sentís mi eco? Puede ser la arboleda acordeonada de mis
sesos… puede ser puede ser… O los dos montes de mis nalgas flacas
disolviendo tenso acuoso pedo.
Médicos rajarán nuestras carnes por un lado, por un flanco, por el centro.
(Y no creemos quede LLO emerjan volando los pájaros. Saldría un tomillo
con forma de intestino).
Imprecación: Burros epilépticos, graznen. Majestuosos cuervos, rebuznen.
Tu sexo: nenúfar negro.

*
LLO anacoretizado. Duerme la siesta quirúrgica: Sueña tanto, su defecto
es terrenal. Sueña: “Terra Ferme”. Hay tres barcos, una fecha: 1492. Los tres
Barcos herrumbrosos cabecean. Trío de cabezas antiguas, trío de perritos
falderos, trío de Barcos. Echan sus quillas ornamentadas contra el suave
colchón de la playa, colchón arenoso, cálido colchón. Un farol extingue la
última luz. Lanza luna blanca su penúltimo cohete de luz blanca. Sobre los
puentes saltan las camisas y los brazos. Acaso Alguien tenía tos, o fiebre de
otro Continente en los ojos; acaso Alguien con deseos de orinar nuevamente
en tierra firme. Los corazones calientes, la nostalgia de la distancia. Cuánto
alivio: Otra voz; voces distintas a sus voces. Distintas a la voz de las olas,

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otras voces. Sobre el cálido colchón arenoso, coito desvencijándose de
armaduras y de Barcos. Acaso la primera pulga llegó.
Despierta, LLO, es hora de abrir los ojos. Los parásitos más verdes
regodean por las calles, uniformados de verde como esos ratones verdes de la
infancia. Verde oliva, verde muerte, LLO no quiere verde que te quiere verde.
NO. LLO dedica su canción al pájaro paquidermódico, chillinesco y feo, que
vuela entre la selva de los árboles de marfil… LLO presiente su presencia de
pájaro paquidermódico ir y venir ir y venir… Sus aletazos hienden el aire
gelatinoso.
LLO: Que la savia de las más leales flores brote de tu pico,
paquidermódico pájaro, enano Feísmo: Eres el mejor de los caballos en el
tablero exiguo de ajedrez. Éstas son las horas inmóviles de LLO. Estático
aguarda en la cafetería. Cafetera: Sirve a LLO un café (Aromoso pocillo de
barro), dale de beber… ¿No ves lo lastimoso de sus yemas amarillas de
nicotina y sus manos que tiemblan, y su lengua que chasquea que parece cien
lenguas a la vez? Cafetera, sírvele otra vez. Convidemos a LLO a un terrón de
tamarindos. Los venden en la Tienda de la Esquina, la de siempre, donde
todos los hombres son iguales cuando compran medio litro de leche…
La palabra Tamarindo hincha vientre redondeado pulposo blandezco la
palabra Tamarindo enCINta da a luz: Pepa negra pulpa agria MUECAS.
En la punta vibráctil de su lengua asoma la saliva. Cada fibra suya es
sensible y recoge rastro de azúcar… (Cuando come tamarindos LLO es otra
vez un niño).
LLO niño mira somnoliento los andenes de las calles tendidas en estrecho
laberinto Dedalesco entre su barrio, los larguísimos andenes poblándose de
tarros de basura, cáscaras de plátano, un roto calzón roto de Tía Mariela, un
botellón de plástico debajo del botiquín, una azalea de seda, un corbatín del
Abuelo inservible… (Inservibles Abuelo y corbatín).
Junto al tarro de basuras, el Abuelo y su retrato aguardan la llegada del
Basurero. Han metido a mi Abuelo, se llevan su retrato, se lo llevan, se llevan
el retrato de mi Abuelo en el carro de basuras, y las medias de Tía Mariela y
uno que otro sapo de trapo, porcelanas de dos perritos sin orejas, ceniceros y
un roto árbol de navidad…

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LLO resuelve intuir conmigo cada inventario: La guillotina de acero
rústico aún no ha desaparecido. Al encuentro del carro de basuras desfilan
pentagramas sin oídos, Caligramas y Cubismos, los hospitales sin enfermos,
las cárceles sin presos, sexo solo, sagrado y negro cóndor, girasoles y espejos,
mujer sin mejillas ni caderas y dos cubos hemisféricos reemplazando cada
una de sus nalgas. Encima del bigote de una foca yace un pájaro… Queso y
nata: Ordeñamos elefantes en el sueño; teñimos el cielo del color que
deseamos. Nuestros cuerpos chocaron voluptuosamente contra el arma: Las
armas vencieron. Cansados de morir todos los días decidimos buscar un Oasis
Efímero: Lo descubrimos aquí cerca, en la esquina, y germinamos en nosotros
mismos como una planta. Fuimos el aire que respiramos, y nada hizo falta
entonces. Pero quemándonos de sed experimentamos la soledad de
preguntamos a nosotros y nosotros responder.
Vislumbramos demasiadas máscaras para desear su compañía, las
borramos del recuerdo, las borramos con ceniza, con papel higiénico.
Hemos visto otra vez al señor K… de las novelas, construyendo preguntas
al silencio. Lo hemos visto con su gabán descolorido, infructuosamente en
busca de un salón de explicaciones a su caso. Seco, ronco, perseverante y alto,
contra la nievosa perspectiva de la aldea, le hemos visto trasponer los ámbitos
del Castillo y luego retirarse a llorar sobre una piedra: Sus dos ayudantes le
han golpeado, su amante ha decidido no volver a copular con él; el Señor K…
volvió conmigo, con LLO, su Amigo. (Pesadumbre es tanta que mutuamente
decidimos invitarnos a fumar tres cigarrillos). Creímos importante llorar
trípticamente pues era la postrera hora inmóvil del encuentro…
Nos hemos juzgado globos de gas elevándonos por sobre el horizonte
cuadrado del futuro; rezongamos. Fuimos ciclópeos charladores, admiramos a
Cleopatra mucho antes de que hirieran su teta dorada los colmillos de la
serpentuna de nácar. Sobre un caracol gigante, de África traído, recostamos
nuestras nalgas y leímos la historia de un Antepasado insensato que murió en
Guerra de Mil Días.
Antepasados de LLO: Mujeres desoladas, Hombres descoloridos, huelen a
cera de rezos aún. No es posible revivirlos nuevamente… ¿Para qué
invocamos el espectro de la Abuela tirana de cinco esclavas negras que
horneaban almojábanas los domingos luego de la misa de seis…? ¿Para qué
los trasladamos a estas páginas?

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Mañana esperaremos la mañana. Esperándola siempre. Tormentas de
granizo edificarán muñecos blancos sobre todas las cabezas. Golondrinas ya
no vuelan: Los chiquillos de la escuela las mataron. Hicieron bien.
Esperaremos de pié frente al umbral de las millones de puertas sembradas en
la Tierra. Día llegará cuando Alguien entorne una puerta, al disimulo.
Recibiremos pedacitos de ponqué de entendimiento. Alguien nos explicará
PORQUE…, Y entenderemos fácilmente, como aquello de que 2 y 2 son 4
Cuatro y dos son seis… Como pago a nuestro tiempo nos sentarán
graciosamente en la ballena. Vendrán a retratarnos. Recibiremos cubos de
azúcar para juguetear con ellos en la punta de la lengua, Después
bostezaremos. Y apaciguando los ojos volveremos a reír sin motivo aparente,
anunciando la llegada de un próximo Espartaco.
IMPRECACIÓN: ¿Tenemos dueño? Dónde está para matarlo. Burbuja de
mis eructos: Irrumpan la Quinta Sinfonía. Anunciamos Carpinteros que se
hacen de aserrín, Lavanderas hechas ropa, fin del final. LLO se ha hecho un
trío de letras: ele ele o. Derrota de LLO, que amó la vida, que amó los ojos,
que amó los pasos del caminante en sus costillas, que horadó palabras en la
ruina de los días rezagados. Hoy muere LLO, hoy los insectos brillan.
Decimos: ¿Hay alguien afuera?… ¿Hace frío afuera. Hay alguien
leyendo? … De pié de pié lo esperaremos. LLO: Despertemos. ¿Qué hacemos
tallando estrellas? ¿Qué escupiendo estrellas contra el cielo? ¿Talladores de
estrellas. Escupidores. Malo. Malo eso, somos mares muertos. Qué hacemos
moldeando mujeres de barro, mujeres alcancía cuyo sexo hace de gruta? No
queremos mujeres alcancía, no hay monedas amarillas. ¿Hacia dónde vamos?
¿Qué nos proponemos?… Siempre escapando entre las ramas del invento.
Pero es que tenemos un zapato rebelde que nos impulsa a otras regiones. Y es
que el otro zapato está de acuerdo. Fue por eso que dimos con Alberto en
Argelia. En esa ciudad-hiena-hocicodecobre, también Alberto contó que no
supo apoyar los pies y descendió sobre calcinantes parrillas. (HUMANISMO,
perrilla escuálida y encinta, lame desde entonces la llaga entreabierta de su
carne).

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OCTAVA GALERÍA

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LLO escribe que escribo, escribimos que LLO escribe, no podemos
asegurar que tenemos alas pero hay algo parecido que nos brota desde el
hígado. Danzamos en las calles, inclinados, (La oreja en el duro pavimento).
Escuchamos el latido de los pasos en la séptima avenida; y no desistimos,
millones de veces muriendo,
Escondidos en la quimérica cabaña, junto al lago, acechamos a los cisnes.
Nadie podrá molestarnos. Ya viejos, el musgo enredará su verde confusión en
nuestras barbas; de tanto mirar los cisnes seremos como otro cisne rosado y
remoto. Un búho nocturno, levemente nos acaricia con sus largas alas de
harina escalofriante… penderemos de sus largas alas ocres sobre el horizonte
cuadrado del futuro, meciéndonos.
A nuestras mesas las vestiremos de frutas… Correrán sigilosamente
suspendidas nuestras copas. Todo gratis, escarbaremos en la Tierra a la
búsqueda de los Tiempos Perdidos. Desenterraremos al pobre de Marcelo,
escondido.
Ellos se cansarán de esperar tanto nuestra muerte, propondrán un brindis a
nuestra causa y harán rueda en torno a nosotros, mirándonos como a momias
recientemente despojadas; nada les diremos para evitar la acusación del
desacato. Dentro de quinientos años saldremos nuevamente a embestimos en
la noche como hipopótamos arcaicos, quebraremos la noche de ese entonces
que será algo así como un gorrito de cristal oscuro que el Mundo lleva puesto
para eludir la jaqueca sideral.
Tendremos hambre, vendrán Ellos en orugas espaciales a nuestro
encuentro, deseando plasmar nuestras esencias en sus filtros, en la extensa
microcinta de sus archivos ambulantes; querrán atraparnos, nos llamarán
desertores, nos estremecerá su furia de rayos invisibles que hacen del aire un
imposible y afilado cubo de hielo. Pero la Esperanza de Mañana tiene que ser
idéntica; navegaremos despacio, intuyendo la trampa múltiple del pulpo, un
sol siempre idéntico será nuestro testigo: Regresaremos con los gestos
retorcidos y resecos, regresaremos a poblar el campo de las anémonas
gigantes; y la fiebre iluminada de la selva flotará nuevamente en nuestros

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ojos; sobre las aguas nuestro barco deslizará su quilla ornamentada, a la
deriva.
Desde luego, sombras nuestras, demacradas, nos buscarán; pero nosotros
no queremos sombras en el cuerpo. Les diremos a las sombras: Traidoras,
malas, delatoras y falsas. Enterraremos cada sombra en el sepulcro de su
noche. Luego el inicio de la marcha: Las manos embolsilladas, silabeando
canciones… No habrán más sombras falsificantes que nos sigan. Mutuamente
aferrados con los dedos y las uñas, —placenteramente minúsculos—,
descenderemos a lo largo de todos los abismos sin necesidad de alas ni
paracaídas. Pintaremos con tormentas y canículas todos los lienzos, al natural.

*
Caminando sin prisa nos esperan la silla y el recuerdo y el monólogo en la
máquina pero nos haremos los de la vista gorda y entonces LLO tendrá
conmigo disculpa suficiente en el bolsillo para sentarnos a beber cerveza en la
cantina desentendiéndonos de este oficio de perrilla escuálida y encinta.
Seremos pluma entre las aves. No admitimos la pastilla amarga que se viste
de azúcar, romperemos las botellas vacías, beberemos las botellas llenas,
(¡Qué danza esta!)., Nos detendremos en la esquina QUIETOS:
Un coche mortuorio deslizará por cada calle, emitiendo ruidos de gozne y
dobles campanillas… Pensaremos que se trata del vendedor de paletas en su
carrito… Luego, al comprobar la irrealidad de las imágenes, continuaremos el
camino y el monólogo con las manos siempre en los bolsillos.
En el parque nos espera nuestro Ángel de la Guarda haciendo eses, (le
dimos de beber). Cuadrado es ese parque. El Ángel tiene alas a base de
poleas. Cuac cuac vocifera el pato rectangular de las plumas metálicas, un
cónico hombre besa a su niña circunferencial, todo Cubismo, todo tan
cómico, pelotón de soldaditos de plomo: ¡Tan Tan Tan Retaplam Tan Plam!,
Cósmico mundo de rompecabezas… En torno a la mesa comen Padres e Hijos
y un Sacerdote bendice la pechuga de un poema con dos patas. Se bebe cristal
pulverizado, llegan asiduos visitantes de cristal y una audiencia pasmada que
no entiende el Crecendo o el Decrecendo se aleja de la sala donde LLO lee
sus palabras-jeroglíficos escritas en cuadernos idénticos: …Siempre las casas
cuadraicas siempre quisieron encuadrecerme desnudo, encuadrecerme
desnudo quieren siempre. La Rana de mi Raza me lo advierte: Que yo huya a
través de las bocas y los ojos que huya rompiendo el matojo de piernas, lejos

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de aquí aunque espinas hieran mi labio lejos iré lejos. Ellas las casas
cuadraicas no podrán encontrarme; irán tras de mí con una caja pero el
águila que recién, fabriqué me ayuda a huir…
Deberán Ustedes asistir al banquete de suprema despedida. LLO enseñará
su caja de dientes de juguete que aún sigue castañeteando de frío.
LLO a menudo lee defecando: Sublime procedimiento. ¿Quién no ha
defecado con un periódico en las manos? RISA DE RIP: Acompáñanos.
(Recordemos a RIP: Hombre que envejece veinte años en las cinco páginas de
un cuento).
Solo, a la deriva, LLO. Necesario escribir sobre LLO, sobre su último
rastro, porque nada sobre él sabremos luego. Las Campanas del Valle tañirán
nuestra partida al unísono. Armaremos nuevamente los morrales y tú
guardarás la pasta dental en tu bolsillo… Pero olvidaremos el único, el mutuo
cepillo de dientes: Tu cepillo.
Escuchemos: De improviso, sensación de una presencia. Alguien hace
lumbre con la yesca de sus yemas y se frota los párpados para iluminarse.
Rostro y rostros, palabras que guardan el sonido del batir de muchas alas de
tela: Pero nunca se estremece una respuesta, nunca un Eco. (Pasa sandalia
perfumada o bota empolvada sobre la sombra redonda de los rostros, todos los
rostros seguidos por sus sombras). Y Alguien huye. Huye en busca del eco, el
eco de todos: El Silencio. Luminosean las aguas sucias. (Indiferencia de
zapatos que caminan). La basura extiende sus alas: Sucia paloma blanca sobre
los andenes. Globuna visión: Burbuja verde salpica un pálido rocío que se
hace pétalo. Infectos mil enanos escurren alados y llevan en la mano mirra
fétida sobre los charcos. La Ciudad erupta. Trepida. Alcantarilla: Nuestros
párpados descienden y destilan la ceguez de una mirada. Palpitamos
pisoteando luces. Somos luces. Cabalgamos sobre cóndores graníticos —sin
percatarnos—. Nadie quiere asomarse ante su abismo, Nadie… Escuchemos:
Rumor de ausencias en la Calle. Nos han exprimido como a sábanas; de un
lado torciendo una Imagen, de otro lado su negativo. A los pies de nuestros
pliegues, entona la mejor canción de los aullidos nuestro perro lanudo y
ovejero. A otro lado lame un gato la palma de una mano. Nos exprimen como
a sábana y escurren goteronas nuestras lágrimas. Somos las sábanas donde
duerme el ronquido de la Historia. Dedos de ceniza encienden la mecha de los
cañones; sobre la sábana de mis espaldas retumba el Universo, hiede a semen
inútil. Millares de culos —recientemente nacidos—, (negros, rosados y sin
talco), se acomodan en nuestros pliegues. Sobre nosotros los ronquidos
treniféricos… Somos trenes, somos rieles: Inseparables Amigos. La Historia

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no quiere ensuciarse de tierra. Somos su sábana, por eso nos exprimen como a
sábana mojada, sábana ancha blanca ya seca Sábana como una.

HOJA BLANCA

Sobre la hoja blanca, (sin ruidos o sin palabras), LLO deposita su rostro
entre las manos. Hemos puesto nuestro rostro entre las manos.
Nos oímos palpitar. Delgado respiro. Solos. Quietos. Ineluctable
existencia, giratoria en nuestros ojos la incorpórea mirada. Pupilas invisibles
buscan reencontrarse en nuestros ojos. Viajaremos en busca de su llama,
aunque al fuego de la tarde huyan nuestros años y huya la savia viajaremos en
busca de la llama, precipitándonos. Viajaremos con la palma de las manos
extendida, cada uña como ejemplo de una pala.

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Se visibiliza el halo, que se bifurca: Las pupilas crecen, crecen las pupilas,
crecen; se ha roto la dimite bóveda del Cosmos: Es el Encuentro. Algo se
contrae por dentro… El humo de una fábrica, la nube de las máquinas.
(Nunca ignoramos la voluta de los desperdicios: Pisamos su vida, hundimos
en su globo todo lo tibio y trepidante de nosotros). Titilan las pupilas como
pompas de brea entre una selva repleta de nocturnos semáforos solitarios,
laberintos e inmóviles piedras edificadas.
Todo se adhiere a nosotros. Todo. Agonizamos siempre. Nunca
agonizaremos.
LLO, despertemos.

*
El Gnomo Monólogo estira sus piernas raquíticas, Nos mira. Me mira de
soslayo, Camina en la punta filosa de sus pies. Ha guiñado su ojo lila, inclina
reverencias aladas, (Siete alas brotan de su hígado), baila palabras de Otro
lado a Uno sobre la hoja. “Qué haces” me increpa, y ríe, y sacude un tenue
erupto que emerge en forma de larva. …Sobre la hoja blanca la larva reptea…
El Gnomo Monólogo ríe de mis Mil y Un rostros espantosos. “Qué
horrible eres” dice, “Todo lo tuyo es horrible”.
Acudo presuroso al teléfono: “Un Gnomo ha escapado del Zoológico”.
“Iremos por él” responden voces de mujeres constipadas. (Paroxismo de
sensual estornudo). Lo cierto es que nunca pensé en la existencia de un
Zoológico. “¿Un Zoológico en la Ciudad?”.
Pero llegan los Guardias más verdes, —los mismos ratones verdes de la
Infancia—, traen a LLO encadenado y al Mambrú de las canciones
torturándolo. Llegan penduleando bolillos de cedro, llegan montando caballos
de blanca herradura, inseparables nocturnos, el sol duplica de sombras su
ejército… Y allanan mi cueva mi baúl de Recuerdos mi retrato y mi libro mi
pozo de nombres y cargan conmigo por horrible por Gnomo…

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EVELIO JOSÉ ROSERO DIAGO (Bogotá, D. C., 20 de marzo de 1958).
Escritor colombiano en 1979, obtuvo su primer reconocimiento literario, el
Premio Nacional de Cuento “Gobernación del Quindío”, por el relato
Ausentes. Tres años después, consiguió en México “El premio
Iberoamericano de Libro de Cuentos Netzahualcóyotl”, así como “El premio
de novela breve La Marcelina”, de Valencia, España, por Papá es santo y
sabio.
Obras: (Poesía) El eterno monólogo de Llo (1981), Las lunas de Chía (2006).
Drama: Ahí Están Pintados (1988). Literatura infantil y juvenil: Cuento para
matar a un perro (y otros cuentos) (1989), Pelea en el parque (1991) El
aprendiz de mago y otros cuentos de miedo (1992), Las esquinas más largas
(1998), Relatos ilustrados La pulga fiel (2002) y Teresita cantaba (2010).
Novelas: la trilogía Primera [Mateo solo (1984), Juliana los mira (1986) y El
incendiado (1988)], Señor que no conoce la luna (1992), Las Muertes de
Fiesta (1995), Plutón (2000), Los almuerzos (2001), Juega el amor (2002), El
hombre que quería escribir una carta (2002), En el Lejero (2003), Los
ejércitos (2007), La carroza de Bolívar (2012), Plegaria por un papa
envenenado (2014) y Toño Ciruelo, (2017)

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