2007-00230 (AS) Falso Poder Inoponibilidad Negocial

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 30

1

TRIBUNAL SUPERIOR DEL DISTRITO JUDICIAL


DE MEDELLÍN
SALA PRIMERA DE DECISIÓN CIVIL

Medellín, catorce de julio de dos mil dieciséis

Procedimiento: Declarativo de nulidad negocial


Radicado: 05001-31-03-017-2007-00230-01
Demandante: Maria Victoria Escobar Bedoya
Demandados: José de Jesús Marín Gómez y otros
Procedencia: Juzgado Cuarto Civil del Circuito de
Descongestión de Medellín
Decisión: Confirma decisión de primera
instancia.

Magistrado Ponente: Martín Agudelo Ramírez

Síntesis:
La falta de poder de quien afirma ser mandatario de un
tercero, no es constitutivo de una causal de nulidad, sea
ésta absoluta o relativa. Las causales de nulidad, son
taxativas y dentro de ellas no se encuentra el fenómeno
al que se hace referencia. El negocio jurídico celebrado
por quien carece de legitimación negocial, es inoponible
al titular del interés o derecho “negociado”, pero no se
encuentra afectado de un vicio que amerite su
declaración de nulidad.

I. OBJETO DE LA DECISIÓN

Decide la Sala el recurso de apelación interpuesto por


la parte demandante en contra de la sentencia proferida el 18 de
agosto de 2015 por el Juzgado Cuarto Civil del Circuito de
Descongestión de Medellín, al interior del procedimiento
declarativo de nulidad negocial adelantado por María Victoria
2

Escobar Bedoya en contra de José de Jesús Marín Gómez y


Gustavo de la Pava.

II. ANTECEDENTES

1. De lo pretendido procesalmente. Mediante


escrito demandatorio cuyo trámite le correspondió inicialmente
conocer al Juzgado Diecisiete Civil del Circuito de Medellín, Maria
Victoria Escobar Bedoya promovió proceso en contra de Gustavo
González de la Pava y José de Jesús Marín Gómez a efectos de
obtener las siguientes declaraciones y condenas: (i) se cancele el
registro correspondiente a la compraventa instrumentalizada en
la Escritura Pública Nro. 3693 de 22 de junio de 2006; (ii) se
declare la “nulidad de la supuesta firma de la señora Clementina
Marín Gómez que aparece plasmada en el poder especial que
sirvió para la fraudulenta venta del bien inmueble identificado
con matrícula inmobiliaria Nro. 001-38396 de la Zona Sur”, (iii)
se oficie a la Fiscalía General de la Nación y finalmente y
finalmente, (iv) se ordene la restitución del bien inmueble antes
relacionado.

Como causa fáctica o fundamento de lo pretendido,


se expuso, en síntesis, las siguientes circunstancias:

(i) Que el día 22 de junio de 2006 los señores


Gustavo González de la Pava y José de Jesús Marín Gómez
celebraron un contrato de compraventa mediante la suscripción
de la Escritura Pública Nro. 3693 de la Notaría Veintinueve del
Círculo Notarial de Medellín. (ii) Que en el referido acto negocial,
el señor Marín Gómez actuó “supuestamente” en calidad de
apoderado de Clementina Marín Gómez – quien se cambió el
nombre y hoy recibe el de María Victoria Escobar Bedoya–; (iii)
Que para legitimarse como representante de la señora María
Victoria Escobar, el señor Marín Gómez utilizó un poder falso,
aparentemente conferido el 16 de junio de 2006 en la Notaría
Cincuenta y Tres del Círculo Notarial de Bogotá; (iv) Que la
3

señora María Victoria Escobar Bedoya, se encuentra


nacionalizada en la ciudad de Amsterdam “en un tiempo superior
a diez años” con lo cual se evidencia la falsedad del poder
auténtico supuestamente conferido a favor del señor Marín
Gómez (cfr. fls. 1-2, c. 1).

2. De las contestaciones a la demanda.


Notificado de la demanda, el codemandado Gustavo González de
la Pava se opuso a lo pretendido mediante la formulación de las
excepciones de fondo o de mérito que denominó
“compensación”; “falta de causa para demandar”, “cobro de lo no
debido”, “buena fe” e “enriquecimiento indebido e injusto”. En la
contestación, el codemandado llamó la atención sobre la suerte
del inmueble sobre el que recayó la enajenación, pues el mismo
fue demolido para realizar sobre él unos apartamentos (cfr. fls.
81-89, c. 1).

Por su parte, el codemandado José de Jesús Marín


Gómez, contestó la demanda por intermedio de curador ad-
litem, quien no formuló oposición ni allanamiento frente a lo
pretendido (cfr. fls. 93-94, c. 1)

3. De la sentencia de primera instancia.


Agotadas las fases respectivas, el Juzgado Cuarto Civil del
Circuito de Descongestión de Medellín, a quien se le ordenó la
remisión del expediente, dictó sentencia por la que desestimó lo
pretendido. De acuerdo con el a-quo, a pesar de que no existe
ninguna duda acerca de la falsedad en el poder que presentó el
señor José de Jesús Marín Gómez para realizar el contrato de
compraventa en nombre y cuenta ajena, tal situación no da lugar
a la nulidad del acto negocial sino a su inoponibilidad; por lo
tanto, anotó, como la demandante no pretendió la inoponibilidad
del acto sino su nulidad, las pretensiones no podían ser acogidas
por la jurisdicción (cfr. fls. 316-324, c. 1).
4

4. Del recurso de apelación. Enterado de lo


determinación adoptada, la demandante decidió apelarla para
indicar que “el solo hecho de la ausencia probada de mi
poderdante – de la señora María Victoria Escobar Bedoya – (…)
constituye una clara causal de nulidad de la Escritura Pública
suscrita” el 22 de junio de 2006, de acuerdo con lo dispuesto en
el artículo 99 del Decreto 960 de 1970 (cfr. fls. 327-330, c. 1).

III. CONSIDERACIONES

a. Presupuestos formales del proceso. En el caso


sub judice, se encuentran reunidos tanto los presupuestos
procesales como los materiales a efectos de resolver
adecuadamente los extremos litigiosos. Igualmente, no se
observa causal alguna de nulidad procesal que invalide lo actuado
en todo o en parte hasta el momento, ni tampoco se han
generado irregularidades que puedan obstar la decisión de fondo.
Del mismo modo, se han dado los presupuestos para el trámite
de segunda instancia y para que esta Sala asuma la competencia
funcional para proferir decisión definitiva.

b. Problemas jurídicos sobre el asunto de fondo


recurrido. Examinados en su orden la sentencia de primera
instancia junto con las razones de inconformidad formuladas en
contra de esa determinación, la Sala propone los siguientes
problemas jurídicos para resolver adecuadamente la alzada: (i)
Cuál es la sanción jurídica negocial que el ordenamiento jurídico
consagra para el evento en que una tercera persona realiza uno o
varios negocios jurídicos en nombre de otra frente a la cual
carece de poder para representarla? ¿Se trata, acaso, de un
supuesto de nulidad negocial o de uno de inoponibilidad? (ii)
Habiendo pretendido el actor una de las referidas causales de
inoperatividad del negocio jurídico – nulidad o inoponibilidad -
¿puede el juez, en uso de sus facultades excepcionales, realizar
una interpretación de la demanda, adecuar la sanción negocial
5

que corresponda y conceder lo pretendido, sin vulnerar la regla


técnica de la congruencia?

c. Fundamentos jurídicos

1. Del contrato y su eficacia. El contrato, definido


legalmente como el “concurso real de las voluntades de dos o
más personas” mediante el cual “una parte se obliga para con
otra a dar, hacer o no hacer alguna cosa” (artículos 1494 y 1495
del Código Civil en adelante C.C), o como el “acuerdo de dos o
más partes para constituir, regular o extinguir entre ellas una
relación jurídica patrimonial” (artículo 870 del Código de
Comercio, en adelante C.Co), aunque más precisamente perfilado
por la doctrina como el negocio jurídico pluripersonal de
contenido patrimonial1 a través del cual las partes instauran entre
sí un precepto, una regla, una norma de autorregulación de
intereses privados, está naturalmente destinado a producir
efectos.

Quienes acuden a la institución contractual tienen


una necesidad jurídica-económica específica por resolver. Por tal
razón el contrato cumple una función jurídica y socioeconómica
determinada pues además de permitir el legítimo ejercicio de la
autonomía privada en el ámbito patrimonial permite la realización
de intercambios de bienes y servicios que, a la postre, posibilitan
la reproducción del sistema socioeconómico. En este sentido, es
evidente que el contrato es un instrumento dirigido a la
producción de alteraciones jurídicas (modifica o extingue
relaciones jurídicas previas y crea situaciones jurídicas antes
inexistentes), con serias repercusiones en el ámbito económico o
patrimonial.

Ahora bien, cuando el contrato cumple los efectos


previstos por las partes y aquellos otros que el ordenamiento le
asigna, el contrato es eficaz. El contrato es eficaz – señala
1
CFR. GÓMEZ VÁSQUEZ, Carlos, Teoría del Contrato, Medellín: Universidad de
Medellín, 2010, p. 31.
6

Massimo Bianca - cuando produce sus efectos jurídicos 2; los


efectos deseados por quienes concurrieron a su celebración y los
asignados directamente por la ley. Por el contrario, es ineficaz
cuando no produce los “efectos que normalmente habría de
producir la disposición de intereses” 3, o lo que es lo mismo
cuando hay “improductividad de [sus] efectos”4.

La ineficacia contractual, comprendida como la


vicisitud que frustra la realización de los efectos jurídicos del
contrato, tiene lugar por un sinnúmero de circunstancias, las que
pueden ser internas o externas al contrato o, vistas desde el
momento mismo del perfeccionamiento del negocio jurídico,
originarias o sobrevinientes 5. Los fenómenos o circunstancias
específicas que determinan la no producción de los efectos del
contrato, son conocidas como causales de ineficacia o más
técnicamente como causales de inoperatividad. Dentro de estas
causales de inoperatividad negocial, se destaca la inexistencia
negocial, la nulidad absoluta o relativa, la ineficacia y la
inoponibilidad.

2. De la nulidad sustancial negocial.


Particularmente, debe indicarse que la nulidad negocial –
absoluta o relativa - es una sanción rigurosa con la que se priva
al contrato de su producción de efectos jurídicos ante el
incumplimiento o desatención de las exigencias normativas
previstas en el ordenamiento. Como bien lo precisa el maestro
Hinestrosa “[L]a nulidad es una sanción que consiste en la
privación al negocio de todos los efectos que está llamado a
producir, mirando tanto al futuro como al pasado, en razón de
que la disposición no reúne los requisitos considerados esenciales

2
BIANCA, Mássimo, Derecho Civil. T. III El contrato. Bogotá: Universidad Externado de
Colombia, segunda edición 2007, .p. 545
3
HINESTROSA, Fernando, Tratado de las obligaciones II. De las fuentes de las
obligaciones: El negocio jurídico. Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2015, p.
680
4
BIANCA, op cit, p. 546.
5
Como causas de ineficacia o inoperatividad originarias se identifica la nulidad absoluta,
la nulidad relativa – o rescisión-, las condiciones suspensivas y resolutorias. Como
causales sobrevinientes, se advierte la resolución y la terminación negocial, incluyendo la
adecuación por la teoría de la imprevisión contractual. Cfr. HINESTROSA, op cit. p, 680.
7

en general y específicamente para la figura correspondiente”6. Es


que todo negocio jurídico y, el contrato es una especie de éste,
debe cumplir una serie de requisitos y exigencias normativas con
las cuales se pretende poner a salvo “un mínimo nivel de
legalidad y de moralidad del ejercicio de la autonomía privada”7.
Por ello, cuando las partes contravienen esas exigencias –
normalmente vinculadas con el interés general, las buenas
costumbres y la licitud de los actos o comportamientos – el
ordenamiento jurídico reacciona mediante la sanción de la
nulidad.

De hecho, es tan fuerte es la reacción del


ordenamiento frente al negocio jurídico irregular, que “el Estado,
por medio del aparato jurisdiccional y de una sentencia, dispone
la privación de todo efecto comenzando por el propio vínculo
negocial y siguiendo con la eliminación de los efectos finales” 8 del
contrato. Dicho en otras palabras, el Estado, con la intervención
de uno de sus agentes jurisdiccionales, dispone la aniquilación
del vínculo jurídico obligacional y exige que las partes retornen al
estado en que se encontraban como si ningún negocio hubiera
celebrado.

Como se advierte, la nulidad negocial tiene lugar solo


mediante el reconocimiento jurisdiccional. Ello quiere decir que
hasta tanto un juez no declare mediante una providencia de
fondo y en firme que el negocio es inválido, el negocio se
presumirá válido, por lo que es posible que produzca todos los
efectos esperados por las partes. Con el reconocimiento judicial
de su invalidez, el vínculo jurídico habrá de aniquilar y las partes
habrán de retornar a las mismas condiciones en las que se
hallaban antes de celebrar el referido negocio.

Precisamente por ello se dice que los efectos de la


sentencia declarativa de nulidad son ex tunc, o retroactivos. En

6
HINESTROSA op cit., p. 708
7
Ibid., 708
8
Ibdid. 708
8

esto es claro el artículo 1746 del C.C. al indicar que “[L]a nulidad
pronunciada en sentencia que tiene la fuerza de cosa juzgada, da
a las partes derecho para ser restituidas al mismo estado en que
se hallarían si no hubiese existido el acto o contrato nulo;
sin perjuicio de lo prevenido sobre el objeto o causa ilícita”, esto
es, con la excepción de las restituciones mutuas a las que ha
lugar cuando el negocio jurídico adolece de nulidad por objeto o
causa ilícitos, en los demás casos el reconocimiento jurisdiccional
de la nulidad impone a las partes quedar en la misma posición en
la que se encontraban antes de haber celebrado el contrato
declarado nulo.

¿Cuáles causales o circunstancias determinan la


invalidez del negocio jurídico? Lo primero que debe indicarse es
que las causales o circunstancias que determinan la nulidad del
negocio jurídico son taxativas y están claramente determinadas
en la ley. Agrupando las causales originarias, el negocio jurídico
adolece de nulidad absoluta cuando el negocio (i) es celebrado
por persona absolutamente incapaz; (ii) contiene objeto o causa
ilícita o (iii) cuando para su celebración se ha omitido la
formalidad determinante para la validez del acto en consideración
a su naturaleza o no en razón a la calidad de la persona que lo
celebra. Por su parte, el negocio jurídico adolece de nulidad
relativa cuando: (i) es celebrado por una persona relativamente
incapaz, (ii) se ha omitido la formalidad para la validez vinculada
con la calidad o estado de las partes o cuando (ii) se ha incurrido
en “otra especie de vicio” distintos a los que han sido señalados
para la nulidad absoluta.

Por fuera de las amplias similitudes y diferencias que


se presentan entre la nulidad absoluta y relativa, importa
destacar que las causales de una y otra modalidad de
inoperatividad del negocio jurídico, los motivos que determinan
una y otra consecuencia vinculada con la privación de los efectos
negociales son taxativos, de manera que ninguna causal distinta
9

a las señaladas pueden ser consideradas para estimar nulo,


inválido un negocio jurídico.

3. De la nulidad formal de la escritura pública. A


la par que la nulidad sustancial o material, el ordenamiento
jurídico patrio consagra igualmente la sanción de nulidad
formal de las escrituras públicas en las que se ha omitido el
cumplimiento de una de las exigencias reclamadas por el Decreto
960 de 1970. Sin embargo, como bien lo ha precisado la Corte
Suprema de Justicia “[U]na cosa es la nulidad formal de las
escrituras públicas reglamentada en el decreto 960 de 1970 y
otra diferente la nulidad absoluta de un acto o contrato por falta
de requisitos para el valor del mismo según su especie y la
calidad o estado de las partes a que se refiere el artículo 1740 y
siguientes del código civil”

Las causales de nulidad sustancial, como quedó


expuesto en precedencia, se encuentran previstas en el artículo
1741 del Código Civil; las que originan la nulidad formal de la
escritura pública hallan soporte concreto en el artículo 99 del
Decreto 960 de 1970, cuya configuración, vale decirlo, solo
afectan el “documento en cuanto instrumento autónomo, es
decir, distinto a la manifestación de voluntad que él incorpora” 9.

Literalmente el artículo 99 del aludido decreto señala:

“Desde el punto de vista formal, son nulas


las escrituras en que se omita el cumplimiento
de los requisitos esenciales en los siguientes
casos:

1. Cuando el Notario actúe fuera de los límites


territoriales del respectivo Círculo Notarial.

2. Cuando faltare la comparecencia ante el


Notario de cualquiera de los otorgantes,
bien sea directamente o por
representación.

9
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. Sala de Casación Civil, Sentencia de 14 de
diciembre de 2015. M.P. Margarita Cabello Blanco. SC17154-2015. Radicación n°
11001 31 03 004 2011 00125 01.
10

3. Cuando los comparecientes no hayan


prestado aprobación al texto del instrumento
extendido.

4. Cuando no aparezcan la fecha y el lugar de la


autorización, la denominación legal del Notario,
los comprobantes de la representación, o los
necesarios para autorizar la cancelación.

5. Cuando no aparezca debidamente establecida


la identificación de los otorgantes o de sus
representantes, o la forma de aquellos o de
cualquier compareciente.

6. Cuando no se hayan consignado los datos y


circunstancias necesarios para determinar los
bienes objeto de las declaraciones.

Sobre estas causales de nulidad, ha señalado la Corte


Suprema de Justicia:

“De conformidad con lo dispuesto por el


Decreto-ley 960 de 1970, en el proceso de
"perfeccionamiento" de una escritura pública, se
distinguen varias etapas sucesivas e
independientes entre sí, cuales son: la
recepción de las declaraciones de los
otorgantes; la extensión de las mismas, es
decir, la incorporación al documento de la
"versión escrita" de lo declarado; el
otorgamiento, o sea, el asentimiento de los
otorgantes al texto que ha sido extendido en el
instrumento; y, por último, la autorización que,
a tenor del artículo 14 del Decreto-ley 960 de
1970, consiste en "la fe que imprime el notario"
al instrumento, lo que realiza luego de verificar
el cumplimiento de los "requisitos pertinentes" y
en atestación pública "de que las declaraciones
han sido realmente emitidas por los
interesados".

Dado que durante el proceso de


"perfeccionamiento" de una escritura pública
puede incurrirse en nulidad, lo que acontece
cuando se omite el "cumplimiento de los
requisitos esenciales", o pueden ocurrir
irregularidades de menor entidad "desde el
punto de vista formal", el Decreto-ley 960 de
1970 dedicó su Título III a la "Invalidez y
Subsanación de los Actos Notariales"

De los primeros, se ocupa en forma específica el


artículo 99 del Decreto en mención, casos en los
cuales se sanciona por el legislador el vicio de
11

que se trate, con la invalidez del acto


notarial en cuestión.

En cuanto a las demás irregularidades, éstas


pueden ser objeto de "Subsanación", enmienda
o corrección, y de ello se ocupan las restantes
normas del Título III del aludido Decreto 960 de
1970, cual acontece cuando a pesar de haberse
cumplido los requisitos esenciales para el
nacimiento de una escritura pública a la vida
jurídica, por una circunstancia ajena a las
partes y atribuible al Notario, éste no la firmó.
En tal hipótesis, quien ocupe el cargo podrá
suscribir con posterioridad el documento para
elevarlo a la categoría de escritura pública,
previa autorización de la Superintendencia de
Notariado y Registro (Art. 100, Decreto-ley 960
de 1970 y Art. 47 del Decreto 2148 de 1983),
(…)”10.

Así pues, aunque el ordenamiento jurídico contempla


dos clases de nulidad, una sustancial y otra formal, una y otra
sanción son diferentes entre sí, pues mientras con la primera se
aniquila el vínculo jurídico que generó la celebración del contrato,
con la segunda se destruye el documento notarial que
corresponde a la escritura pública, sin afectar la declaración de
voluntades de las partes.

4. De la inoponibilidad. Otro de los fenómenos de


inoponibilidad negocial al que debe hacerse referencia
corresponde al de la inoponibilidad. A diferencia de la nulidad, la
inoponibilidad es una forma específica de inoperatividad del
negocio jurídico que torna ineficaz los efectos del contrato pero
solo de manera relativa. El negocio jurídico inoponible existe, es
válido y eficaz entre las partes que lo celebraron, solo que sus
efectos jurídicos no alcanzan o afectan a ciertos terceros. Como
lo indica Aguilar “El negocio jurídico inoponible conserva toda su
validez y eficacia entre las partes, es decir, la eficacia del negocio
jurídico no es total respecto de todas las personas, pues ciertos
terceros pueden desconocerlo como si no existiera” 11.

10
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA, Sentencia de 31 de enero de 1995, Radicación n.
4293.
11
SORIA AGUILAR, Alfredo, La ineficacia del negocio jurídico. Tomado de:
http://www.forseti.pe/revista/derecho-ambiental-y-recursos-naturales/articulo/la-ineficacia-
del-negocio-juridico
12

En este sentido, puede decirse que un negocio


jurídico es oponible a determinada persona cuando la fuerza
vinculante el contrato lo obliga, lo afecta o lo alcanza; por el
contrario, se afirma lo contrario, esto es, que el negocio jurídico
es inoponible, cuando los efectos de él negocio no lo perturban o
afectan o vinculan12. Así pues, el fenómeno de la inoponibilidad
se presenta en “aquellos negocios jurídicos que, a pesar de haber
nacido a la vida jurídica y ser válidos, resultan inoperantes
contra personas que no fueron partes en él, no obstante que
los intereses regulados en ellos tiene que ver con esas personas
pero, como son terceros, contra ellos el negocio es ineficaz”13.

En palabras de Eduardo Zannoni, “no se trata de un


acto válido entre las partes e inválido para ciertos terceros (…);
[pues en él] no está en juego la validez o eficacia estructural del
negocio, sino (…) una ineficacia funcional refleja. El acto válido
no puede ser a la vez, inválido. Pero el acto válido puede incidir
“disfuncionalmente” respecto de intereses legítimos ajenos a los
sujetos que lo otorgaron”14.

Ahora bien, aun cuando el negocio jurídico inoponible


sea existente y válido, el tercero inmune a sus efectos debe
respetar la convención que se ha pactado. Como lo señala
Bohórquez Orduz, “si un negocio no toca los intereses de un
tercero éste no está obligado por él pero sí tiene el deber de
respetar esa relación jurídica, que no le atañe pero que
tampoco puede desconocer”. Ello quiere decir que el
mecanismo de protección adecuado que cuenta el tercero ajeno a
la celebración del negocio es la inoponibilidad como forma de
inoperatividad negocial, para evitar así que los efectos del
negocio jurídico lo alcancen o lo vinculen.

12
BOHORQUEZ ORDUZ, Antonio, De los negocios jurídicos en el derecho privado
colombiano, Bogotá: Ediciones doctrina y ley ltda. p, 149.
13
Ibíd. p. 149
14
ZANNONI, Eduardo, Ineficacia y nulidad de los actos jurídicos, Editorial Astrea, Buenos
Aires, 1986, p. 136
13

Siguiendo algún sector de la doctrina15, el fenómeno


de la inoponibilidad negocial se presenta por una de dos causas
específicas: (i) por falta del presupuesto de legitimación negocial
(inoponibilidad material) y (ii) por la inobservancia de
mecanismos de publicidad (inoponibilidad formal). En el primer
supuesto, vale decir, en la inoponibilidad material, se
asegura que para que un negocio jurídico sea oponible se
requiere que “el negociante sea el titular del interés
disciplinado en el negocio; si el titular del derecho no
participa en el negocio, para él será “res inter alios acta”.
Como ejemplo protagónico de esta causal de inoponibilidad se
cita la venta de cosa ajena, contrato en el cual, siendo válido el
contrato, el mismo resulta inoponible al verdadero dueño. Lo
mismo se predica de los negocios jurídicos celebrados por
quien afirma ser mandatario de quien ciertamente no tiene
poder para obligarlo, bien porque en realidad no se
mandatario del tercero o porque para demostrar
falsamente su condición falsifica un poder. Sobre este
aspecto se volverá más adelante.

En el segundo supuesto, la inoponibilidad formal


viene dada por el incumplimiento o inobservancia de un
mecanismo de publicidad. Es que existen actos que para ser
oponibles a terceros requieren de la inscripción o publicidad en
cierto instrumento o registro para dar conocimiento público o
general de la existencia del acto. Precisando el supuesto,
Bohórquez Orduz señala: “[E]l derecho ideó sistemas para darle
publicidad al negocio de tal suerte que una vez se cumpla la
formalidad se presume que todos los asociados o, por lo menos,
los integrantes de cierta comunidad, conocen lo estipulado. Si no
se inscribe conforme dispone la ley el negocio no extenderá sus
efectos más allá de las partes”16

En ese orden de ideas, en los negocios jurídicos que


requieren de inscripciones o registros para darle publicidad al
15
BOHORQUEZ ORDUZ, Antonio, op cit,.
16
Bohórquez, p. 153.
14

acto o contrato – no para cumplir con una solemnidad


constitutiva del negocio que determina su existencia, ni para
cumplir con la formalidad vinculada con su validez 17 – solo son
oponibles frente a terceros, en la medida en que se cumpla con la
inscripción, deviniendo inoperante en relación con los terceros
cuando ello no acontezca.

5. De las diferencias conceptuales entre la


nulidad y la inoponibilidad. Partiendo de las consideraciones
expuestas en precedencia es posible señalar que la nulidad y la
inoponibilidad negocial son causales autónomas de inoperatividad
del negocio jurídico con marcadas distinciones en cuanto a las
causas que determinan su configuración y los efectos que se
siguen ante su concurrencia. Como bien lo ha precisado nuestra
Corte Suprema de Justicia:

“(…) conceptualmente entre la inoponibilidad y la


invalidez media un gran trecho, en razón de que
mientras que la segunda hace desaparecer el
negocio, la inoponibilidad lo mantiene vivo, aunque
sus efectos no se extienden hacia quien, de otro
modo, sería el llamado por la ley a quedar vinculado
por ellos. De ahí que, en conclusión, no sea de recibo
la afirmación consistente en que donde aparece
“invalidez” se ha debido leer “inoponibilidad” y que el
Tribunal se equivocó gravemente cuando no lo vio de
esa manera”18.

La anterior posición, fue reiterada un año más tarde,


en los siguientes términos:

“Para decirlo en breve, la figura jurídica de la


inoponibilidad (…) no tiene la virtud de destruir el
contrato mismo, porque su fundamento no está en
hallarlo carente de validez; simplemente que los
efectos dimanantes de él no alcanzan al tercero,
ajeno al mismo. Es en esto, justamente, en lo que se
diferencian sustancial y cardinalmente la nulidad y la
inoponibilidad, pues que al paso que en aquélla el
17
No se olvide que en el ordenamiento jurídico se advierte una pluralidad de
formalidades. Formalidades para la existencia del acto; formalidades para la validez del
acto, formalidades probatorias y formalidades para su oponbilidad.
18
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casacion Civil y Agraria, Sentencia de 14 de junio
de 2000. M.P. Dr. Jorge Antonio Castillo Rugeles.
15

contrato se aniquila, en razón de lo cual se mirará en


adelante como si jamás hubiese sido celebrado, en
ésta el contrato subsiste entre las partes. Los
contratantes, pues, seguirán sujetos al vínculo
jurídico que creó el contrato; o sea, que allí seguirá
imperando el postulado de que lo pactado es ley para
las partes contratantes, habida cuenta que sus
relaciones para nada se han alterado con la
declaración de inoponibilidad. Lo que ocurre es que
el tercero se pone a cubierto, con la certeza que
entraña una decisión judicial, de los efectos del
contrato por otros celebrado”19.

Según lo expuesto, las diferencias que gravitan en


torno a la nulidad y a la inoponibilidad negocial son evidentes.
Siendo uno y otro fenómeno causales específicas de ineficacia o
inoperatividad negocial, mediante las cuales se frustra la
producción de los efectos jurídicos del contrato, no por ello puede
señalarse que uno y otro supuesto son idénticos o exactos.
Mientras la nulidad negocial en cualquiera de sus variantes
aniquila por completo el vínculo jurídico creado mediante la
celebración del negocio jurídico, el supuesto de la inoponibilidad
mantiene intacto el vínculo y, por consiguiente, el negocio
jurídico celebrado, solo que los efectos que de él se derivan no
alcanzan, no afectan ni perjudican al tercero. Bajo la
inoponibilidad negocial, el contrato mantiene pues su fuerza
vinculante y produce plenos efectos frente a las partes, frente a
terceros, pero no frente a quienes les resulta inoponible la
convención.

Ahora bien, ante el contrato inoponible, el juez debe


eliminar los efectos jurídicos y económicos de la órbita
patrimonial del tercero inmune a la celebración de tal contrato.
Siguiendo lo pretendido, el juez debe eliminar los efectos que se
deriven del contrato y que alcancen, perjudiquen o perturben al
tercero. Tratándose, por ejemplo, de venta de cosa ajena
inmueble, el juez debe ordenar la cancelación de la inscripción de
la escritura pública constitutiva de la compraventa de la matrícula

19
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casacion Civil y Agraria, Sentencia de 27 de
febrero de 2001. M.P. Dr.: Manuel Ardila Velásquez.
16

inmobiliaria para deshacer los efectos del contrato en relación


con el verdadero propietario. Sin embargo, como el contrato solo
es inoponible, mantendrá su eficacia normativa de cara a los
extremos de la relación jurídica negocial, al punto tal que ellos
podrán solicitar el cumplimiento forzado o la resolución del
contrato, según sea el caso o lo pretendan las partes.

6. De la causal específica de inoperatividad del


negocio jurídico en los eventos en que un tercero celebra
un contrato en nombre de otro de quien afirma tener
poder o facultad de representación, no siendo cierto tal
afirmación, o cuando el poder que aduce es falso. El negocio
jurídico celebrado por quien afirma ser representante de otro
siendo ello falso es inoponible frente a la parte supuestamente
representada. Lo mismo puede decirse en relación con sus
causahabientes. Así lo ha decantado la Sala Civil de la Corte
Suprema de Justicia desde el 1938, siendo reiterada tal posición
en sentencias de 26 de abril de 1995. (M.P. Hector Marin
Naranjo) y 15 de agosto de 2006 (M.P. César Julio Valencia
Copete).

En la segunda de las providencias referidas, la


referida corporación manifestó:

“La falta de poder en quien se dice ser


mandatario de un tercero, no genera la
nulidad del acto o contrato en el cual
intervenga aduciendo tal calidad, ni cualquier
otro vicio cuyo estudio el Juez deba, de
oficio, abordar ab-initio, sino que da lugar a
un fenómeno bien distinto como lo es de la
inoponibilidad del negocio frente al supuesto
mandante, Inoponibilidad que, entonces debió
ser alegada acá por el afectado.

Tal punto lo tiene definido la jurisprudencia de la


Corte desde antaño. En efecto, en sentencia de
agosto 24 de 1.938 dijo esta Corporación;

"...Hasta hoy se había tenido como doctrina


jurídica en Colombia la solución de que la
17

extralimitación de poderes del mandatario vicia los


actos respectivos de nulidad relativa, saneables
por ratificación expresa o tácita del mandante, o
por la prescripción de 4 años, del artículo 1.750
del Código Civil, que es el plazo para demandar las
rescisión de los contratos heridos de nulidad
relativa.

"... Pero esa doctrina debe ser rectificada porque


se basa en una interpretación dislocada del
artículo 2186 del mismo código, cuando habla de
que los actos excesivos del mandatario se pueden
cubrir por la ratificación.

“...En efecto. Es principio legislativo deducido a


contrario sensu del artículo 1.505 del Código Civil,
que lo que una persona ejecuta en nombre de otra
no teniendo poder de ella ni de la ley para
representarla, carece de efectos contra el
representado. Este principio, aún de simple razón
natural, es apenas una de las primera aplicaciones
lógicas de aquel otro consagrado por el artículo
1.502, ibídem, básico de toda la teoría de las
obligaciones, según el cual uno de los cuatro
elementos esenciales para que una persona se
obligue a otra por un acto de declaración de
voluntad, consiste en el consentimiento del
obligado.

"...El consentimiento es pues, condición


indispensable, la primera y la principal de todas,
para que un acto o contrato tenga existencia
jurídica.

"...En el mandato, el consentimiento del mandante


se expresa a través del mandatario, de suerte que
en esta forma los derechos y las obligaciones que
nacen de las convenciones celebradas por éste los
adquiere directamente aquel y lo ligan
personalmente con los terceros con quienes ha
contratado el mandatario, porque el mandatario
obra para tales efectos reemplazando y sirviéndole
de instrumento al mandante...''

Más adelante agrega:

"...Dado que el consentimiento expreso o presunto


del mandante a los actos llevados a cabo en
nombre de este por el mandatario, es lo que crea
el vínculo jurídico del primero ante los terceros y
lo que en esencia singulariza la noción del
18

mandato, Infiérase sin esfuerzo, que las gestiones


del mandatario verificadas con extralimitación de
sus poderes no caben dentro de la citada noción.
Por faltarles a los actos excesivos el
consentimiento del dueño, necesariamente tienen
que desplazarse a otra construcción jurídica,
porque ya no son negocios o gestiones, como los
llama la ley, que el mandante haya confiado al
mandatario. Constituyen con propiedad una
verdadera administración de negocios ajenos sin
mandato, figura que en el lenguaje legal llamase
'agencia oficiosa.'(Artículo 2304, ibídem)..."

Tras desarrollar tal aserto, afirma la Corte que, "...


El agente oficioso solo obliga al Interesado ante
terceros cuando la gestión redunda en provecho
de este, o ha sido ratificada. En los demás
casos, tratase de actos Inoponibles al dueño;
es decir, de actos que en relación con él son
ineficaces o Inexistentes. En manera alguna
nulos, como quiera que la nulidad, aún la
radical, exige siquiera un principio de
existencia del acto jurídico. Mal puede ser
nulo lo que no ha nacido, lo que carece de
vida, así sea aparente ante la ley. El acto
jurídico que se ha creado sin mi
consentimiento ni mi intervención, relativo a
mis bienes, es para mí como si no existiera;
no es un acto nulo de nulidad absoluta, sino
un acto que nadie me puede oponer para que
yo lo cumpla. Siendo para mi ese negocio
concerniente a mi patrimonio res Inter alias acta,
no tengo necesidad de romper el vínculo jurídico
que contra mi pretenda deducírseme, porque no
habiendo vinculo por ausencia total de mi
consentimiento, nada hay que romper.

"...Por esta razón el mandante no está


obligado a demandar la nulidad absoluta,
mucho menos relativa de los negocios
llevados a cabo por el mandatario fuera de
las pautas del respectivo poder. Le basta no
prestarles su consentimiento...".

En sentencia posterior se reafirmó la Corte en


el punto y expresó que "...Solo resta agregar, en
relación con el presente cargo, ya que la sentencia
declara la nulidad de la venta del predio, que, de
conformidad con la doctrina general, consagrada
por la Corte, la acción de nulidad no es el medio
necesario para recuperar los bienes transferidos
19

en virtud de contrato celebrado por los órganos o


representantes de la persona Jurídica,
extralimitando sus poderes, porque se trata de
algo más simple: de un fenómeno de
Inoponibilidad, ya que el ente moral es
absolutamente extraño al acto o contrato...".

No es, pues, que la inoponibilidad sea asimilable a


la inexistencia, puesto que esta última no es una
sanción que se impone al negocio, esto es, que
éste en sí mismo existe o no existe, tanto frente a
las partes, como a terceros, mientras que en
aquella el negocio existe solo que no produce
efectos frente a otros. Lo que se desea poner de
relieve es cómo respecto del representado el
acto que excede los poderes que ha otorgado
no lo afecta. La aptitud vinculante del contrato
solo recae sobre el representante, quien por ende
se legitima para alegar cualquier vicio de los que
la ley sanciona con nulidad relativa, no así el
representado, toda vez que no participó en la
génesis del negocio y quien frente al mismo es un
extraño”. (negrillas y subrayas fuera de texto)20

En ese sentido, es claro que los negocios jurídicos


celebrados por quien se afirma mandatario de una tercera
persona sin tener en realidad esa calidad no son inválidos a la
luz de lo dispuesto en el ordenamiento jurídico, pues ninguna
causal de invalidez de los negocios se presenta; por el contrario,
tales negocios existen y son válidos más no oponibles frente al
referido “mandante” o frente a sus continuadores jurídicos, en el
evento en que haya fallecido.

7. El deber de interpretación de la demanda. Como


bien lo resalta la Corte Suprema de Justicia, “la demanda
constituye el acto de postulación más importante del proceso”,
toda vez que allí se delimitan, tanto la controversia jurídica que
da lugar a la instauración del debate, como los alcances de la
tutela concreta que se reclama a la jurisdicción; todo lo cual, a
su vez, configura el ámbito del derecho de defensa y

20
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casacion Civil, Sentencia de 26 de abril de 1995.
M.P. Hector Marin Naranjo.
20

contradicción de la parte demandada y el campo de decisión del


juzgador21.

Justo en ese contexto, conviene preguntarse por la


posibilidad que tiene el juez para interpretar la demanda en los
eventos en los que el demandante ha deprecado el
reconocimiento, por ejemplo, de una nulidad negocial cuando la
sanción o la causal específica de inoperatividad es de
inoponibilidad negocial. El punto que se encierra en el
interrogante planteado, fue decantado por la Corte Suprema de
Justicia en la sentencia de 15 de agosto de 2006 en la que se
indicó que no es posible efectuar interpretaciones del líbelo
para adecuar lo verdaderamente pretendido pues ello
atentaría gravemente con la regla técnica de la
congruencia.

d. Caso concreto. En el caso sometido a


consideración de la Sala, como se recordará, la demandante
solicitó expresamente la cancelación de la anotación Nro. 18 del
certificado de registro de instrumentos públicos del bien inmueble
identificado con folio de matrícula inmobiliaria Nro, 001-38396 de
la Oficina de Registro e Instrumentos Públicos de Medellín,
contentiva del contrato de compraventa documentado en la
Escritura Pública Nro. 3693 de 22 de junio de 2006 de la Notaría
Veintinueve del Círculo Notarial de Medellín, pidió, igualmente,
“la nulidad de la firma” supuestamente puesta en el poder
falsificado con el cual el señor José de Jesús Marín Gómez realizó
el referido acto de enajenación; todo lo anterior, a efectos de
pedir, en últimas, la restitución del bien inmueble que fuera de su
propiedad.

Pues bien, de acuerdo con las pruebas legalmente


practicadas, no existe duda que el “poder especial” con apoyo en
el cual José de Jesús Marín Gómez realizó la enajenación del bien
inmueble antes señalado en calidad de mandatario de Clementina
21
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, sentencia de 17 de octubre de
2006, MP. Jaime Alberto Arrubal Paucar, exp. C-2316231030021996-01259-01.
21

Marín Gómez - hoy Maria Victoria Escobar-, resultó ser


absolutamente falso. Así se indicó en el dictamen grafológico y
dactiloscópico practicado en el proceso sobre el cual no se
advierten motivos de alguna clase para restar su eficacia
probatoria.

En el aludido dictamen el perito literalmente concluye


que “no existe uniprocedencia, ni maniscritural ni personal entre
las piezas caligráficas y dactiloscópicas objeto de la presente
confrontación”, que “las firmas que sirvieron para sustentar como
auténtico el poder que se discute son falsas” y que “las huellas
digitales confrontadas (…) resultan totalmente contrarias una de
la otra. Por tanto, la notarial, en este caso, es falsa” (cfr. fls. 34-
44, c. 2).

La falsedad del poder con el cual José de Jesús Marín


Gómez supuestamente se legitimó para disponer de los intereses
patrimoniales ajenos, por tanto, es evidente. No obstante, muy a
pesar de que la referida situación, con la cual, además, se
alcanzaron a efectuar alteraciones en el orden práctico, debe
advertirse que ello resulta insuficiente para acceder a las súplicas
de la demanda por las siguientes razones:

a. En primer lugar las pretensiones de la demanda se


advierten totalmente desenfocadas, inapropiadas, si se quiere,
para obtener el efecto jurídico que procuraba obtener la
demandante. En efecto, como acaba de indicarse, la demandante
pidió que se cancelara la anotación del registro del folio de
matrícula del bien inmueble del cual era propietaria, se declarara
la nulidad “de la supuesta firma” consignada en el poder
falsificado para finalmente obtener la restitución del referido
bien. Lo que pasó por alto la demandante, sin embargo, fue
formular como pretensión principal y antecedente de las
anteriores, la de inoponibilidad negocial.
22

Como se sostuvo en las consideraciones previas, los


negocios jurídicos celebrados por quien afirma ser representante
de otro, no siéndolo, configura claramente un fenómeno de
inoponibilidad sustancial frente al tercero por cuenta de quien se
dispusieron los intereses de contenido patrimonial; por tanto,
aunque el negocio celebrado en tales circunstancias, existe y es
válido, resulta del todo inoponible frente a ese tercero por cuyo
nombre se celebró el negocio sin tener legitimación para hacerlo.

Siendo ello así, como en efecto lo es, es claro que la


inoponibilidad negocial era la tutela jurídica concreta que el
ordenamiento jurídico le dispensaba a la actora a fin de obtener
los efectos jurídico – prácticos que intentaba obtener.
Correspondía pues a la actora formular expresa y claramente la
referida pretensión procesal a fin de permitir el legítimo derecho
de defensa de su contradictor y permitir a la jurisdicción disponer
de las órdenes consecuenciales que se pudieran derivar de su
reconocimiento, tales como las cancelaciones de las anotaciones
registrales correspondientes, de las escrituras públicas, de ser el
caso, y de la restitución de los bienes que fueron enajenados.

Por lo mismo, como la demandante no plantó de


manera expresa ni puntual la pretensión de inoponibilidad
negocial, concretamente del contrato de compraventa
instrumentado en la Escritura Pública Nro. 3693 de 22 de junio
de 2006 mediante el cual se realizó la enajenación del bien
inmueble identificado con matrícula inmobiliaria Nro. 001-38396
de la Oficina de Registro de Instrumentos Públicos de Medellín,
Zona Sur, los efectos perseguidos por la demandante no pueden
acogerse, como bien lo dispuso el Juez de primera instancia.

b. En segundo lugar, la demanda resulta tan clara


que ninguna interpretación es posible para deducir algún
pedimento vinculado con el fenómeno de la inoponibilidad
negocial. Si se examina con detenimiento el escrito demandatorio
pronto se advierte que en él no hay oscuridad alguna, confusión
23

o ambigüedad en los pedimentos que impongan a la Sala


emprender un juicio interpretativo para auscultar el verdadero
sentido o querer de la actora.

La claridad del libelo es evidente: en la pretensión


primera se reclama la cancelación del registro correspondiente a
la anotación Nro. 18 del folio de matrícula inmobiliaria Nro. 001-
38396, correspondiente a la compraventa realizada mediante
Escritura Pública Nro. 3693 de 22 de junio de 2006; en la
segunda que se anule “la firma” que aparece plasmada en el
poder especial que sirvió para la enajenación del inmueble; en la
tercera que se oficie a la fiscalía y en la cuarta que se ordene la
restitución del bien inmueble. ¿Qué oscuridad podría existir en los
aludidos pedimentos para ameritar una posible interpretación?
Ninguna.

Las pretensiones son suficientemente claras: cada


una de ellas determina el sentido preciso y concreto que reclama
la demandante. Ninguna duda o confusión existe en relación con
los pedimentos. Ellos son claros. El problema es otro. Que nunca
se formuló la pretensión con apoyo en la cual el ordenamiento
jurídico le habría favorecido para obtener la satisfacción de sus
intereses patrimoniales, como bien se identificó en el literal
anterior.

A propósito, sobre la inviabilidad de interpretar la


demanda cuando la misma es diáfana, ha dicho la Corte Suprema
de Justicia:

“[n]o puede aspirarse a que esa pieza procesal sea


interpretada con el propósito de que de allí se
deduzca una declaración de inoponibilidad en
relación con los actos bilaterales a que se
circunscribe, para que de esa manera afloren
coherentes dichas súplicas con los hechos, pues,
de hacerse, conocida la diferencia evidente entre
la naturaleza de aquélla con la de la nulidad
demandada, un entendimiento tal significaría
mutar las peticiones del mentado libelo, y
acontece que hasta allá no arriman las facultades
que tiene el juez para interpretar tan cardinal
24

pieza procesal, ya que, como lo ha dicho la


Corporación, “esa labor de hermenéutica, dirigida
exclusivamente con la intención de descubrir el
propósito original de quien acude a la jurisdicción,
el juez la podrá adelantar en la medida en que el
escrito inicial de la controversia se lo permita sin
desfigurar la realidad que por sí sola allí se
patentice, es decir, en aquellos eventos en que al
hacerlo no transforme la esencia de lo solicitado ni
de las circunstancias fácticas en que el actor
hubiere fundamentado esas pretensiones; pues,
para expresarlo en sentido contrario, si el
contenido integral de la mentada pieza ostenta
claridad y precisión meridianas o si, en cambio, su
oscuridad y confusión es de tal magnitud que
objetivamente se hace imposible encontrar ese
verdadero horizonte, entonces el fallador no podrá
más que atenerse a la literalidad que le figure
expuesta, con las consiguientes consecuencias
para el accionante”(sentencia 162 de 11 de julio
de 2005, exp.#7725)22.

Así las cosas, en tanto que las pretensiones


incorporadas en la demanda son lo suficientemente claras,
específicas y puntuales, ningún juicio hermenéutico o
interpretativo puede hacerse sobre la demanda para deducir de
ella un reclamo de inoponibilidad negocial; es más, de hacerlo,
sería tanto como desnaturalizar ese acto procesal de parte.

Por lo demás, conviene agregar que interpretar la


demanda para deducir inoponibilidad negocial, constituiría
claramente una afrenta insostenible del derecho de defensa del
legítimo contradictor como quiera que frente a esta específica
pretensión nunca se habría opuesto planteando argumentos
defensivos o esfuerzos defensivos o probatorios, tanto así que el
permitir adoptar una decisión para juzgar una pretensión de la
naturaleza descrita sería configurativo de una trasgresión a la
regla técnica de la congruencia prevista en el artículo 305 del C.
de. P. C. – hoy 281 del Código General del Proceso-.

c. Finalmente, los argumentos de inconformidad


frente a la providencia dictada en primera instancia son, por
22
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, Sentencia de 15 de agosto de 2006,
M.P. César Julio Valencia Copete.
25

completo, inadmisibles. En esencia, al sustentar su recurso de


apelación la demandante sostuvo que ante la evidente falsedad
del poder con el cual se realizó la enajenación del bien inmueble
que fuera de su propiedad, así como la mala fe del tercero
adquirente, quien además, nunca explicó cómo realizó el pagó
del precio acordado, la jurisdicción debe declarar la “nulidad
absoluta” del contrato de compraventa documentado en la
Escritura Pública Nro. 3693 de 22 de junio de 2006 de la Notaría
29 del Círculo Notarial de Medellín, en el cual también se incurre
en las nulidades formales a las que alude el artículo 99 del
Decreto 960 de 1970.

Sobre la alegada nulidad absoluta del contrato de


compraventa, de entrada se advierte la improcedencia de tal
reclamo, pues, como ya se dijo, no existe causal alguna para
declarar la configuración de este fenómeno de inoperatividad
negocial. El negocio no fue celebrado por persona absolutamente
incapaz; no contiene objeto o causa ilícita ni se omitió el
cumplimiento de las formalidades que condicionan la validez
formal del acto. A riesgo de fatigar, la falta de poder de quien
afirma ser mandatario de un tercero, bien porque carece
totalmente de poder o porque lo falsifica, no genera la nulidad
del acto o contrato sino que da lugar al fenómeno de la
inoponibilidad negocial. Por ello, se insiste, no puede concederse
la razón al apelante cuando alega que el juez debe acceder al
reconocimiento de la nulidad absoluta del contrato.

En relación con la nulidad formal de la escritura


pública Nro. 3693 de 22 de junio de 2006 de la Notaría 29 del
Círculo Notarial de Medellín, debe indicarse que este reclamo no
solo debe despacharse desfavorablemente por cuanto esa
acusación solo fue agregada en la sustentación de la apelación,
sin ser planteada o alegada en la instancia anterior en orden a
permitir la legítima contradicción del opositor, sino también
porque, de aceptarse en gracia de discusión el argumento, el
26

mismo habría que desestimarse de fondo, por las razones que en


seguida se anuncian.

En relación con lo primero, conviene anotarse que en


ningún aparte del escrito de demanda se advierte una acusación
vinculada con la nulidad formal del acto notarial en cuestión,
pues en la descripción de los hechos no se hace alusión al tema,
ni en el apartado correspondiente a los fundamentos de derecho
se apela tan siquiera al Decreto 960 de 1970, con apoyo en el
cual ahora se plantea la nulidad. La introducción del referido
argumento al momento de impugnar la decisión de primera
instancia, en palabras de la corte, “exhibe de manera abrupta y
desleal un hecho respecto del cual ésta [los demandados] no
[tuvieron] la oportunidad procesal de contradecirlo ni de
combatirlo”, lo cual compromete no solo el principio de la buena
fe sino también la lealtad procesal que deben presidir el debate
jurisdiccional.

Sobre el modo de actuar del recurrente, resulta


oportuno traer a colación el siguiente pasaje jurisprudencial, que
mutatis mutandi, puede ser considerado para el recurso de
apelación:

“[s]e quebranta "el derecho de defensa si uno de


los litigantes pudiese echar mano en casación de
hechos, extremos o planteamientos no alegados o
formulados en instancia, respecto de los cuales, si
lo hubiesen sido entonces, la contraparte habría
podido defender su causa. Pero promovidos ya
cerrando el proceso, la infirmación de la sentencia
con apoyo en ellos, equivaldría a la pretermisión
de las instancias, de las formas propias del trámite
requerido, con quebranto de la garantía
institucional de no ser condenado sin haber sido
oído y vencido en juicio. La sentencia del ad quem
no puede enjuiciarse, entonces, sino con vista en
los materiales que sirvieron para estructurarlo; no
con materiales distintos, extraños y desconocidos.
Seria lo contrario, un hecho desleal, no solo entre
las partes, sino también respecto del Tribunal
fallador, a quien se le emplazaría a responder en
relación con hechos o planteamientos que no tuvo
ante sus ojos, y aún respecto del fallo mismo, que
tendría que defenderse de armas para él hasta
27

entonces ignoradas” (G. J. t: LXXXIII, página 76;


sentencia 006 de 16 de marzo de 1999,
expediente 5111).

Extensible pues el argumento planteado para la


alzada, es claro que si la demandante pretendía enjuiciar los
hechos descritos en su demanda para adecuarlos dentro de la
nulidad formal a la que alude el Decreto señalado, debía incluir
tal reparo desde el mismo escrito inaugural en orden a permitir el
derecho de contradicción. No obstante, como ello no aconteció,
en la medida en que la demandante solo vino a presentar el
argumento de manera novedosa y sorpresiva, la Sala puede
abstenerse de evaluar la procedencia del argumento a fin de
mantener incólume la lealtad procesal, el principio de la buena fe
y asegurar de paso el respeto íntegro del derecho de
contradicción de los demandados; lo cual redunda, en últimas, en
una sentencia congruente.

No obstante, si se aceptara en discusión la


introducción del argumento planteado por la actora, el mismo
habría que desestimarse de fondo por las siguientes razones:

La recurrente estima que ante la existencia del poder


falso, la Escritura Pública Nro. 3693 de 22 de junio de 2006 de la
Notaría 29 del Círculo Notarial de Medellín adolece de nulidad
formal, de conformidad con lo dispuesto en el numeral 2° del
artículo 99 del Decreto 960 de 1970 a cuyo tenor: “Desde el
punto de vista formal, son nulas las escrituras en que se omita el
cumplimiento de los requisitos esenciales en los siguientes casos:
(..) 2. Cuando faltare la comparecencia ante el Notario de
cualquiera de los otorgantes, bien sea directamente o por
representación”.

Pues bien, aunque el acto de apoderamiento resultó


falso, como se ha sostenido con insistencia, lo cierto es que para
el otorgamiento del acto notarial concurrió tanto el comprador
como el vendedor del bien inmueble, y este último por intermedio
28

de quien adujo ser representante de la titular del derecho real de


dominio, de manera la comparecencia de las aludidos portes
torna contra- fáctico la circunstancia con apoyo en la cual se
predica la nulidad formal de la escritura: que a la notaría no
hubiera comparecido “cualquiera de los otorgantes, bien sea
directamente o por representación”.

La aludida causal de nulidad formal, como se sabe,


tiene lugar cuando el acto notarial se realiza sin la comparecencia
de los otorgantes, siendo ésta necesaria para la elaboración y
validez del respectivo acto notarial. Por consiguiente, como en
este caso los otorgantes concurrieron a la notaría, como bien se
advierte con la firma y huella que depositaron en el acto
escritural correspondiente (cfr. fls. 8-9, c. 1), aunque en realidad
uno de ellos no fuera el representante de la vendedora, no puede
tener configuración la anotada causal de nulidad, pues sin
importar que uno de los comparecientes no estaba legitimado
para representar los intereses ajenos, compareció a la notaría y
fungió como otorgante del acto notarial.

Así las cosas, como en la escritura pública


cuestionada concurrieron los extremos comprador y vendedor,
respectivamente, más allá de la falsificación del poder con el que
el último dijo legitimarse para disponer de negocios ajenos, la
causal de nulidad alegada no puede estructurarse.

Conclusión:

Consecuentemente con lo expuesto, se confirmará la


sentencia proferida el 18 de agosto de 2015 por el Juzgado
Cuarto Civil del Circuito de Descongestión de Medellín, al interior
del procedimiento declarativo de nulidad negocial adelantado por
Maria Victoria Escobar Bedoya en contra de José de Jesús Marín
Gómez y Gustavo de la Pava.
29

De conformidad con lo dispuesto en el artículo 392


numeral 1º del Código de Procedimiento Civil, se condenará en
costas en segunda instancia a la parte demandante. Como
agencias en derecho, se fija la cantidad equivalente a un millón
de pesos ($1.000.000)

IV. DECISIÓN

En mérito de lo expuesto en la parte motiva


precedente, la SALA PRIMERA DE DECISIÓN EN LO CIVIL
DEL TRIBUNAL SUPERIOR DEL DISTRITO JUDICIAL DE
MEDELLÍN, administrando justicia en nombre de la República y
por autoridad de la ley,

FALLA:

Primero: Confirmar la sentencia proferida el 18 de


agosto de 2015 por el Juzgado Cuarto Civil del Circuito de
Descongestión de Medellín, al interior del procedimiento
declarativo de nulidad negocial adelantado por Maria Victoria
Escobar Bedoya en contra de José de Jesús Marín Gómez y
Gustavo de la Pava.

Segundo: Condenar en costas en segunda instancia


a la parte demandante. Como agencias en derecho se fija la
cantidad equivalente a un millón de pesos ($1.000.000).

NOTIFÍQUESE Y CÚMPLASE,

LOS MAGISTRADOS,
30

MARTÍN AGUDELO RAMÍREZ

JOSÉ OMAR BOHÓRQUEZ VIDUEÑAS

RICARDO LEÓN CARVAJAL MARTÍNEZ

Aprobado mediante acta 19 de 2016

También podría gustarte