Dermatitis Atópica
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¿De qué hablamos?
¿Cómo se manifiesta?
¿Cómo se diagnostica?
¿Cómo se trata?
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La dermatitis atópica (DA) o eccema atópico es una enfermedad inflamatoria crónica y recurrente de la
piel que cursa con prurito intenso, sequedad cutánea y lesiones eccematosas. Con frecuencia se asocia a
niveles de IgE elevados en suero y a una historia personal o familiar de enfermedades alérgicas mediadas
por una reacción de hipersensibilidad tipo I (asma y rinoconjuntivitis extrínsecas, alergia a alimentos)
(Eichenfield LF, 2014).
Es una de las enfermedades cutáneas más prevalentes, sobre todo en niños. Según el estudio ISAAC
fase tres, un 0,9%-22,5% de niños de 6-7 años, y un 0,2%-24,6% de adolescentes de 13-14 años la
presentan (Odhiambo JA, 2009). En adultos la prevalencia es menor. A nivel internacional, incluida
España, las prevalencias oscilan entre 2,1% y 4,9% (Barbarot S, 2018). Otros estudios obtienen
prevalencias más elevadas: 7,2% al 10,2% en Estados Unidos, incluso 11% al 14% en países nórdicos
(Silverberg JI, 2017; Weston WL, 2018). La prevalencia aumenta con la edad y es algo más frecuente en
mujeres.
El 60% de niños debutan el primer año de vida y hasta el 85-90% antes de los 5 años, y los síntomas
pueden persistir en la edad adulta hasta en un tercio de pacientes (Silverberg NB, 2017). Puede debutar
en el adulto con más frecuencia de lo que se creía (9% a 24,5%) aunque alguno de estos casos
probablemente tuvieron alguna manifestación en la infancia (Romero-Pérez D, 2017).
Por último, además de las mutaciones en el gen de la filagrina, se han encontrado otras alteraciones en
genes que regulan la función barrera de la piel, la diferenciación de queratinocitos y la respuesta inmune
(Malik K, 2017; Weston WL, 2018).
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¿Cómo se manifiesta?
La DA se presenta con una gran heterogeneidad clínica, pero existen una serie de manifestaciones
comunes como son el prurito (generalmente intenso), le sequedad cutánea, la hiperreactividad de la piel a
diversos estímulos, y la presencia de eccema que puede ser agudo (con pápulas eritematosas, vesículas,
exudación, costras), subagudo, o crónico (con pápulas-placas eritematosas descamativas y/o excoriadas),
pudiendo llegar al engrosamiento cutáneo con liquenificación y fisuración (Weston WL, 2018). Todas las
lesiones pueden dejar hiper o hipopigmentación postinflamatoria. La localización de las lesiones, su
extensión, su curso, su gravedad y la predisposición a sufrir complicaciones va a depender de varios
factores como la edad de inicio, la edad actual, existencia de alteraciones genéticas, presencia de otros
procesos atópicos y la raza.
Formas clínicas de presentación según la edad del paciente (Sánchez Pérez J, 2010; Barbarot S,
2016; Silverberg NB, 2017; Weston WL, 2018)
Los niños de 0 a 2 años presentan brotes de lesiones agudas eritematocostrosas exudativas, muy
pruriginosas, localizadas en regiones extensoras de extremidades, mejillas y cuero cabelludo (costra
láctea). Suele respetarse triángulo nasolabial y área del pañal. El prurito produce rascado con
escoriaciones. Es frecuente la sobreinfección por estafilococo.
Los pacientes entre 2 y 16 años presentan lesiones de eccema subagudo, menos exudativas, con
pápulas pruriginosas, y frecuente aparición de placas liquenificadas y fisuradas. Puede ser el debut de la
enfermedad o continuación de la fase anterior. Afecta a flexuras como fosa antecubital y hueco poplíteo,
muñeca, tobillo, cuello. En la cara se afectan párpados (imagen 1) y zona perioral. Los laterales del cuello
pueden presentar pigmentación reticulada lateral, llamada “cuello sucio atópico”.
Imagen 1
Eccema palpebral en niño
Puede ser continuación de la fase anterior o inicio de la enfermedad. Se manifiesta en forma de lesiones
crónicas no exudativas bastante delimitadas, formando placas eritemato-edematosas, descamativas, con
signos de rascado, y frecuente liquenificación (imagen 2), localizadas en flexuras (imagen 3), manos, pies,
cara y cuello (eccema cabeza-cuello), nuca y tórax. Puede haber lesiones tipo prurigo.
En las 3 fases ocasionalmente se pueden afectar otras zonas del cuerpo si el brote es muy severo, pero
suelen respetarse glúteos, ingles y axilas (si se afecta descartar psoriasis invertido, dermatitis seborreica
y dermatitis alérgica).
Imagen 2
Eccema liquenificado flexural
Imagen 3
Eccema en hueco poplíteo y lesiones de rascado
Variantes clínicas
Existen formas específicas de DA según localización (tabla 1) y formas atípicas con lesiones diferentes al
eccema (tabla 2).
Imagen 4
Eccema de manos y muñecas
Imagen 5
Eccema perioral y queilitis
Superposición de DA y psoriasis.
Lesiones resistentes a tratamiento tópico en
DA psoriasiforme cuero cabelludo y zona del pañal.
Estigmas atópicos
Hallazgos clínicos que aparecen con mayor frecuencia en personas que desarrollan DA, aunque no son
patognomónicos. Se resumen en la tabla 3.
Dermografismo blanco: líneas
blancas que aparecen al friccionar
Palmas y plantas hiperlineales. la piel por vasoconstricción.
Complicaciones infecciosas
Existe propensión a sufrir infecciones cutáneas, que tienden a generalizarse (Weidinger S, 2016).
La sobreinfección por Staphylococcus aureus es muy frecuente. Dado que más del 90% de pacientes
sufren colonización de la piel (Wollenberg A, 2018), para diagnosticarla debe haber empeoramiento de
lesiones, con signos de impetiginización como presencia de exudado purulento, lesiones
vesiculoampollosas y/o costras amarillas (Barbarot S, 2016). A veces el agente causal es
el Streptococcus pyogenes.
La infestación por Sarcoptes scabiei puede causar cuadros más severos, incluso sarna noruega.
Comorbilidades
La DA se asocia a otras patologías (tabla 4), fundamentalmente procesos alérgicos mediados por IgE. Es
más frecuente que aparezcan en pacientes con DA de inicio precoz o con curso crónico persistente
(Romero-Pérez D, 2017).
La asociación de la DA con la enfermedad cardiovascular es controvertida, aunque en la DA severa sí se
ha observado un aumento de la morbilidad cardiovascular por lo que la evaluación del riesgo
cardiovascular es obligada en estos casos (Weston WL, 2018).
Queratoconjuntivitis atópica.
Queratoconjuntivitis vernal (con grandes
papilas en forma de empedrado en la conjuntiva
tarsal superior).
Queratocono.
Patología ocular Catarata subcapsular.
Alopecia areata.
Vitíligo.
Urticaria crónica.
Lupus eritematoso sistémico.
Enfermedades Enfermedad inflamatoria intestinal.
autoinmunes Enfermedad celiaca.
Tras su debut suele tener un curso recurrente durante meses o años. En pacientes con enfermedad leve
puede haber remisión espontánea de lesiones, pero los pacientes con enfermedad moderada-severa van
a requerir tratamiento para eliminarlas. En un 70-90% de niños se resuelve al llegar a la adolescencia.
Son factores de riesgo de persistencia en el adulto el inicio temprano y su severidad. Un 70-80%
presentan formas leves de la enfermedad y menos de un 10% sufrirán formas graves.
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¿Cómo se diagnostica?
El diagnóstico es clínico, dado que no existen biomarcadores específicos. Nos basaremos en la presencia
de síntomas (prurito) y lesiones con morfología y localización característica. La presencia de historia
familiar (70%) o personal de atopia y la existencia de niveles de IgE total elevados (en 70-80% de
pacientes) nos orientar al diagnóstico, pero no lo confirman.
En 1994 el United Kingdon Working Party propone criterios más sencillos (tabla 5), que al igual que los de
Hanifin y Rajka han sido validados por diversos investigadores.
Criterio necesario
En 2003 la American Academy of Dermatology (AAD) propone unos criterios sencillos y aplicables a
cualquier tramo de edad, aunque todavía no están validados (tabla 6).
Prurito.
Curso crónico y recurrente.
Lesiones con morfología típica y patrón de localización específico según
la edad: lesiones en flexuras a cualquier edad, lesiones en cara, cuello y
superficies extensoras en lactantes y niños, y ausencia de lesiones en ingles
y axilas.
Sarna.
Dermatitis seborreica.
Dermatitis de contacto.
Ictiosis.
Linfoma cutáneo de células T.
Psoriasis.
Fotodermatitis.
Inmunodeficiencias.
Eritrodermia por otras causas.
En algunos casos (clínica inespecífica, pacientes que no responden al tratamiento), deberemos realizar
pruebas complementarias para descartar otras patologías o factores agravantes (tabla 7).
Sarna.
Dermatofitosis.
Impétigo.
Dermatosis asociadas a HIV.
Infecciones Candidiasis mucocutánea crónica.
Dermatitis seborreica.
Psoriasis.
Liquen simple crónico.
Ictiosis vulgar.
Dermatitis de contacto (alérgica o irritativa).
Fotodermatitis.
Eccema xerodérmico.
Eccema numular.
Enfermedades cutáneas Toxicodermia por fármacos.
Síndrome de Wiskott-Aldrich.
Síndrome hiper-IgE.
Síndrome de Omenn.
Síndrome IPEX (inmunodeficiencia,
poliendocrinopatía, enteropatía, ligado al X).
Inmunodeficiencias Enfermedad injerto contra huésped.
Lupus eritematoso.
Dermatitis herpetiforme.
Pénfigo.
Enfermedades autoinmunes Dermatomiositis.
Por último, antes de tratar debemos valorar la gravedad. Se han desarrollado varias escalas, siendo las
escalas validadas más utilizadas la EASI, la POEM y la SCORAD (Eichenfield LF, 2014). La última guía
de consenso europea para el tratamiento de la DA (Wollenberg A, 2018) recomienda SCORAD dado que
valora signos objetivos (eritema, edema, exudación, excoriación, liquenificación y sequedad de la piel),
síntomas subjetivos (prurito y alteración del sueño) y extensión de las lesiones. Según la puntuación
alcanzada (máximo 103) se determinará el nivel de gravedad (tabla 9).
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¿Cómo se trata?
El objetivo del tratamiento será reducir los síntomas (prurito, lesiones cutáneas, alteraciones del sueño),
prevenir exacerbaciones y minimizar los riesgos terapéuticos, con el fin de mantener una buena calidad
de vida.
El abordaje de la enfermedad debe ser multifactorial e incluye evitar factores desencadenantes, restaurar
y mantener la barrera cutánea mediante su higiene e hidratación, educar a los pacientes y tratar
farmacológicamente la inflamación (Weston WL, 2018).
Evitación de factores desencadenantes (Wollenberg A, 2018; Weston WL, 2018)
Higiene e hidratación (Schneider L, 2013; Eichenfield LF, 2014; Wollenberg A, 2018; Figueras I, 2018)
Debe realizarse todos los días, tanto en brote de eccema como para prevenirlo. El objetivo es restablecer
la función barrera.
El baño sirve para eliminar descamación, costras, alérgenos e incluso patógenos si hay sobreinfección.
Realizar baños cortos (5-10 minutos) con agua tibia, con esponjas suaves y limpiadores tipo syndet que
tengan pH neutro o ácido, sin fragancias e hipoalergénicos. Algunas guías recomiendan añadir lejía al
agua del baño (Wollenberg A, 2018).
Indicado cuando el tratamiento no farmacológico fracasa. Se pueden utilizar corticoides tópicos (CT) e
inhibidores de la calcineurina (IC). Usar fármacos con potencia suficiente, a dosis suficientes, y aplicados
correctamente. Se pueden utilizar como terapia reactiva (sobre piel con lesiones, en los momentos de
brotes, hasta aclarar lesiones), o como terapia proactiva (de forma preventiva, sobre zonas donde
aparecen lesiones en brotes, aplicadas durante largo tiempo, 1 o 2 veces a la semana, junto con
tratamiento emoliente). Aplicar sobre piel hidratada. La cantidad de producto aplicado sería 0,5 gramos
por cada 2% de superficie corporal (2 palmas de mano de adulto) y equivale a poner crema de un bote de
5 mm de apertura entre la punta del dedo y la articulación interfalángica distal (Wollenberg A, 2018).
1. Corticoides tópicos:
Tratamiento de primera línea. Útiles para tratar lesiones tanto agudas como crónicas, disminuyen además
el prurito. No existe un corticoide de elección. La potencia del corticoide a usar depende de la edad del
paciente (menor potencia cuanto menos edad pequeño) y de la región afecta (en cara, cuello, escroto,
área del pañal y pliegues usar los de potencia baja o moderada y el menor tiempo posible para evitar
atrofia cutánea, en zonas de piel gruesa como palmas y plantas se pueden usar corticoides muy
potentes). Otros factores a tener en cuenta para elegir el corticoide son el grado de xerosis, las
preferencias del paciente y el coste (Eichenfield LF, 2014). La mayoría se aplican 2 veces al día, aunque
con algunos es suficiente una. En brotes agudos se recomienda usar corticoides de moderada o alta
potencia incluso en niños, para lograr un control rápido del brote, pero en tratamientos de mantenimiento
a largo plazo pasar al de menor potencia que controle el proceso, para minimizar efectos secundarios
(Eichenfield LF, 2014). Los corticoides de potencia muy alta no se recomiendan más de 3-4 semanas
seguidas y los de potencia alta no más de 2-3 meses seguidos (Alejandre G, 2010). En tratamiento
proactivo se pueden aplicar con seguridad corticoides de potencia media hasta 40 semanas. En caso de
lesiones agudas, exudativas y erosivas se pueden usar corticoides diluidos en forma wet-wrap hasta un
máximo de 14 días. El tratamiento puede ser oclusivo en zonas de piel gruesa.
Su uso prolongado, sobre todo en zonas de piel fina y con corticoides potentes, puede producir efectos
secundarios locales como atrofia cutánea (con adelgazamiento de la piel, aparición de telangiectasias,
cicatrices espontaneas, equimosis, estrías de distensión), hipertricosis, dermatitis perioral y lesiones
similares a acné rosácea (Wollenberg A, 2018). Muy infrecuentes (sobre todo en adultos) son los efectos
secundarios sistémicos, como supresión del eje hipotálamo-hipofisario, retraso del crecimiento,
hiperglucemia, hipertensión, glaucoma, cataratas.
Betametasona dipropionato 0,05%.
Metilprednisolona aceponato 0,1%.
Fluticasona propionato 0,05%.
Betametasona dipropionato 0,025%.
Diflucortolona valerato 0,1%.
Prednicarbato 0,25%.
Mometasona furoato 0,1%.
Potencia alta Fluocinolona acetónido 0,025%.
Hidrocortisona aceponato 0,127%.
Hidrocortisona butirato
propionato 0,1%.
Clobetasona butirato 0,05%.
Potencia media Flupamesona 0,3%.
Potencia baja Hidrocortisona 1% y 2,5%.
Tacrólimus y pimecrólimus son fármacos tópicos de segunda línea efectivos para tratar lesiones agudas y
crónicas. El pimecrólimus al 1% crema tiene potencia menor que un CT de potencia media y está indicado
en DA leve a moderada, incluso en niños menores de 2 años. El tacrólimus al 0,03% en pomada puede
usarse desde los 2 años y al 0,1% en mayores de 15 años y adultos, para la DA moderada a severa,
siendo la concentración al 1% tan eficaz como los CT de mediana potencia (Eichenfield LF, 2014). Se
aplican 2 veces al día. Se pueden usar con seguridad varios meses, y en terapia proactiva, 2 veces a la
semana, son seguros más de 12 meses. Indicados especialmente para zonas cutáneas sensibles, de piel
fina (cara, pliegues, genitales), o cuando los corticoides han producido atrofia cutánea. También cuando
los CT no son efectivos o se toleran mal, o para reducir la dosis de CT (Eichenfield LF, 2014).
Pueden producir ardor o picor local, incluso empeoramiento pasajero de lesiones (sobre todo en piel con
inflamación aguda), que suele desaparecer en pocos días. No parece demostrado que aumenten el riesgo
de linfoma, cáncer cutáneo, ni de infecciones víricas generalizadas. Se recomienda el uso de
fotoprotección (Wollenberg A, 2018).
Fototerapia
Tratamiento de segunda línea utilizado en pacientes mayores de 10 años con DA moderada o severa que
no se controlan con tratamiento tópico. Se combina con emolientes y/o CT.
Se utilizan UVB de banda estrecha (recomendada en casos de DA en fase crónica) y UVA1 (a dosis
elevadas recomendada para brotes severos). Se administran normalmente 3-5 sesiones a la semana, 6 a
12 semanas (Wollenberg A, 2018), pero puede usarse en adultos como terapia de mantenimiento en
pacientes de curso crónico refractario. La dosis dependerá del fototipo y la dosis mínima eritematógena
del paciente (Sidbury R, 2014).
Fármacos sistémicos
1. Corticoides orales:
Solo usarlos como tratamiento de corta duración para el control rápido de un brote agudo y severo.
Pueden utilizarse en algunos pacientes como puente hasta el inicio u optimización de otros tratamientos
sistémicos o fototerapia (Sidbury R, 2014). Se desaconseja su uso a largo plazo por sus efectos
secundarios. Si se retiran de forma brusca es frecuente un rebrote de lesiones, por lo que se aconseja
descenso lento de dosis hasta su retirada. Evitarlos en lo posible en niños. La dosis inicial
de prednisona será hasta 0,5 mg/kg de peso (hasta 1 mg en guías americanas) no pasando de 60 mg.
2. Ciclosporina A:
Opción de primera línea en la DA refractaria a tratamientos locales o fototerapia para niños y adultos. Se
debe mantener el tratamiento tópico porque mejora los resultados clínicos y reduce la dosis
de ciclosporina necesaria. Se utilizan dosis de 2,5 a 5 mg/kg/día, divididas en 2 tomas diarias. Se puede
iniciar el tratamiento con dosis de 2,5 mg/kg/día y subirla cada 2-4 semanas (tiempo que tarda en
obtenerse la respuesta inicial) hasta controlar la enfermedad, o comenzar con 5 mg/kg/día y una vez
controlado descender dosis cada 2 semanas hasta la mínima clínicamente eficaz (Figueras I, 2018). En
algunos casos puede utilizarse un tratamiento intermitente (por ejemplo solo los fines de semana). La
duración del tratamiento suele ser 3-6 meses y no debe exceder de los 2 años (Wollenberg A, 2018). Los
efectos secundarios más frecuentes son nefrotoxicidad, hipertensión, temblor, hipertricosis, hiperplasia
gingival, cefalea, aumento de infecciones y de riesgo de cáncer cutáneo y linfoma (Sidbury R, 2014).
Vigilar periódicamente la presión arterial y la función renal y valorar posibles interacciones con otros
fármacos. Puede usarse en embarazadas. No combinar con fototerapia.
Indicados cuando la ciclosporina no es efectiva, está contraindicada, o no puede mantenerse por más
tiempo su uso. La tabla 11 muestra sus características principales.
Micofenolato
Azatioprina Metotrexato mofetilo Dupilumab
Niños y Actualmente
Edad Niños y adultos Niños y adultos adultos adultos
Dosis inicial
1-3 mg/día en una de 600 mg
sola toma seguida de
Valorar antes 7,5-25 300 mg cada
actividad de mg/semana vía 500-3.000 2 semanas,
enzima tiopurina oral o mg/día en 2 vía
Dosis metiltransferasa subcutánea tomas subcutánea
Bastante Bastante
Leucopenia, Mielotoxicidad, seguro seguro
hepatotoxicidad, hepatotoxicidad Molestias Conjuntivitis,
síndrome de Interacción con digestivas cefalea,
hipersensibilidad, AINEs, transitorias, reacción local
Efectos molestias cotrimoxazol, leuco y en lugar de
secundarios digestivas penicilinas trombopenia inyección
Teratógeno,
utilizar No datos
Embarazo Categoría D anticoncepción Teratogénico disponibles
Dar
suplementos de Es eficaz para
ácido fólico tratar asma
Realizar grave
Otras Realizar analíticas analíticas (Sastre J,
consideraciones periódicas periódicas 2018)
Alitretinoína: retinoide útil para el eccema de manos del adulto que no responde a CT.
Además de dupilumab (anticuerpo monoclonal contra IL-4 e IL-13), otros fármacos biológicos con
resultados prometedores son nemolizumab (anticuerpo contra el receptor A de IL-
31), tralokinumab y lebrikizumab (anticuerpos contra IL-13).
No existen evidencias definitivas sobre la utilidad de los antihistamínicos en la DA. Los sedativos
(fundamentalmente hidroxicina) podrían ser una buena opción en brotes agudos dado que también
mejoran el sueño. Dentro de los de segunda generación, cetirizina a dosis altas (20-40 mg/día) también
parece mejorar el prurito. Su mayor utilidad sería en casos con componente urticarial asociado, o para
mejorar síntomas alérgicos añadidos. No usar de rutina, sólo cuando el tratamiento emoliente y los
fármacos tópicos no lo controlan (Wollenberg A, 2018).
Aprepitant, antiemético eficaz para el tratamiento del prurito, podría utilizarse en casos refractarios.
Eccema de cabeza y
cuello con
sensibilización Ciclopiroxolamina tópica.
a Malassezia spp. Fluconazol o itraconazol oral.
La mayoría de pacientes con DA pueden ser diagnosticados y tratados en atención primaria. Derivaremos
a atención especializada todos los casos de DA severa y aquellos con DA moderada que consideremos
precisan fototerapia o inmunosupresores sistémicos para su control. También se recomienda valoración
especializada cuando se necesiten pruebas diagnósticas no disponibles en atención primari