Comunión en La Boca y en La Mano

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 40

COMUNIÓN DE RODILLAS Y EN LA BOCA

Card. Ratzinger, libro “El Espíritu de la Liturgia”:

Recibir la Eucaristía nada tiene que ver con la manducación de una cosa, que
este caso sería un cuerpo y su sangre. Lo que tiene lugar es la compenetración
de las personas, el Señor vivo se me entrega, entra en mí y me invita a
entregarme desde Él, de suerte que adquiera validez el “ya no vivo yo, sino
que Cristo vive en mí” (Gal. 2, 20), sólo así la recepción de la comunión es un
acto humano que eleva al hombre y lo transforma.

“Comerlo” significa adorarlo, dejarlo entrar dentro de mí para que mi yo sea


transformado y se abra a la grandeza del “nosotros”, para que todos lleguemos
a hacer en Él una cosa (Gal. 3, 17) de esta suerte, la adoración no está reñida
con la comunión ni se la puede yuxtaponer a ella, la comunión sólo alcanza un
auténtico grado de profundidad en el momento en que haya justificación y
contexto en la adoración.

Ecclesia de Eucharistia, Juan Pablo II:

34. La Eucaristía se manifiesta, pues, como culminación de todos los


Sacramentos, en cuanto lleva a perfección la comunión con Dios Padre,
mediante la identificación con el Hijo Unigénito, por obra del Espíritu Santo.
Un insigne escritor de la tradición bizantina expresó esta verdad con agudeza
de fe: en la Eucaristía, « con preferencia respecto a los otros sacramentos, el
misterio [de la comunión] es tan perfecto que conduce a la cúspide de todos
los bienes: en ella culmina todo deseo humano, porque aquí llegamos a Dios y
Dios se une a nosotros con la unión más perfecta ».(69) Precisamente por eso,
es conveniente cultivar en el ánimo el deseo constante del Sacramento
eucarístico. De aquí ha nacido la práctica de la « comunión espiritual »,
felizmente difundida desde hace siglos en la Iglesia y recomendada por Santos
maestros de vida espiritual. Santa Teresa de Jesús escribió: « Cuando [...] no
comulgáredes y oyéredes misa, podéis comulgar espiritualmente, que es de
grandísimo provecho [...], que es mucho lo que se imprime el amor ansí deste
Señor » (Camino de perfección, c. 35, 1).

36. Precisamente en este sentido, el Catecismo de la Iglesia Católica establece:


« Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento
de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar ». Deseo, por tanto,
reiterar que está vigente, y lo estará siempre en la Iglesia, la norma con la cual
el Concilio de Trento ha concretado la severa exhortación del apóstol Pablo, al
afirmar que, para recibir dignamente la Eucaristía, « debe preceder la
confesión de los pecados, cuando uno es consciente de pecado mortal » )
Discurso a la Sacra Penitenciaría Apostólica y a los penitenciarios de las
Basílicas Patriarcales romanas (30 enero 1981): AAS 73 (1981), 203. Cf.
Conc. Ecum. Tridentino, Ses. XIII, Decretum de ss. Eucharistia, cap. 7 et can.
11: DS 1647, 1661).

42. La salvaguardia y promoción de la comunión eclesial es una tarea de todos


los fieles, que encuentran en la Eucaristía, como sacramento de la unidad de la
Iglesia, un campo de especial aplicación. Más en concreto, este cometido
atañe con particular responsabilidad a los Pastores de la Iglesia, cada uno en el
propio grado y según el propio oficio eclesiástico. Por tanto, la Iglesia ha dado
normas que se orientan a favorecer la participación frecuente y fructuosa de
los fieles en la Mesa eucarística y, al mismo tiempo, a determinar las
condiciones objetivas en las que no debe administrar la comunión. El esmero
en procurar una fiel observancia de dichas normas se convierte en expresión
efectiva de amor hacia la Eucaristía y hacia la Iglesia.

La manera de Comulgar

DE LA SANTÍSIMA EUCARISTÍA (Cann. 897 – 958)

898 Tributen los fieles la máxima veneración a la santísima Eucaristía,


tomando parte activa en la celebración del Sacrificio augustísimo, recibiendo
este sacramento frecuentemente y con mucha devoción, y dándole culto con
suma adoración; los pastores de almas, al exponer la doctrina sobre este
sacramento, inculquen diligentemente a los fieles esta obligación.

843, § 1 “los ministros sagrados no pueden negar los sacramentos a quienes


los pidan de modo oportuno, estén bien dispuestos y no les sea prohibido por
el derecho recibirlos”

846 § 1. En la celebración de los sacramentos, deben observarse fielmente


los libros litúrgicos aprobados por la autoridad competente; por consiguiente
nadie añada, suprima o cambie nada por propia iniciativa.

919 § 1. Quien vaya a recibir la santísima Eucaristía, ha de abstenerse de


tomar cualquier alimento y bebida al menos desde una hora antes de la
sagrada comunión, a excepción sólo del agua y de las medicinas.
§ 2. El sacerdote que celebra la santísima Eucaristía dos o tres veces el
mismo día, puede tomar algo antes de la segunda o tercera Misa, aunque no
medie el tiempo de una hora.

§ 3. Las personas de edad avanzada o enfermas, y asimismo quienes las


cuidan, pueden recibir la santísima Eucaristía aunque hayan tomado algo en la
hora inmediatamente anterior.

925 Adminístrese la sagrada comunión bajo la sola especie del pan o, de


acuerdo con las leyes litúrgicas, bajo las dos especies; en caso de necesidad,
también bajo la sola especie del vino.

929 Al celebrar y administrar la Eucaristía, los sacerdotes y los diáconos


deben vestir los ornamentos sagrados prescritos por las rúbricas.

IGMR #160. Después el sacerdote toma la patena o el copón y se acerca a


quienes van a comulgar, los cuales de ordinario, se acercan procesionalmente.

No está permitido a los fieles tomar por sí mismos el pan consagrado ni el


cáliz sagrado, ni mucho menos pasarlo de mano en mano entre ellos. (Los
dones sagrados les son dados en alimento como signo hermoso de que el
sacerdote como padre de la comunidad alimenta a sus hijos) Los fieles
comulgan estando de rodillas o de pie, “según lo haya determinado la
Conferencia de Obispos”. Cuando comulgan estando de pie, se recomienda
que antes de recibir el Sacramento, hagan la debida reverencia, la cual debe
ser determinada por las mismas normas.

IGMR #161. Si la Comunión se recibe sólo bajo la especie de pan, el


sacerdote, teniendo la Hostia un poco elevada, la muestra a cada uno,
diciendo: El Cuerpo de Cristo. El que comulga responde: Amén, y recibe el
Sacramento, en la boca, “o donde haya sido concedido”, EN LA MANO,
según su deseo. Quien comulga, inmediatamente recibe la sagrada Hostia, la
consume íntegramente.

(Quien opte por comulgar en la mano, sepa que hay una forma correcta: Poner
la mano izquierda, con la palma hacia arriba con los dedos extendidos y
unidos, sobre la mano derecha, también con la palma hacia arriba y con los
dedos extendidos y unidos, como para formar un digno trono.
Una vez que la Hostia consagrada ha sido colocada en la palma izquierda,
tomarla con el pulgar e índice derechos y llevarla a la boca colocando la mano
izquierda debajo de la barbilla, a modo de patena para evitar que partículas
puedan caer al suelo.

Después hay que revisar las manos y dedos para que dado el caso se consuma
cualquier partícula que haya quedado.)

IGMR #245. La Sangre del Señor se puede tomar o bebiendo directamente


del cáliz o por intinción, o con una cánula, o con una cucharilla.

IGMR #285. Para distribuir la sagrada Comunión bajo las dos especies,
prepárese:

a) un cáliz de suficiente capacidad o varios cálices si la Comunión se hace


bebiendo directamente del cáliz, pero previendo siempre prudentemente que al
final de la celebración no quede de la Sangre de Cristo más de lo que es
prudente para ser bebida.

b) Si se hace por intinción, las hostias no sean demasiado delgadas ni


demasiado pequeñas, sino de un espesor mayor que el de costumbre, para que
las hostias mojadas en parte con la Sangre del Señor puedan ser cómodamente
distribuidas.

IGMR #286. Si la Comunión de la Sangre del Señor se hace bebiendo del


cáliz, quien va a comulgar, después de haber recibido el Cuerpo de Cristo,
pasa al ministro del cáliz y permanece de pie ante él. El ministro le dice: La
Sangre de Cristo; quien va a comulgar responde: Amén; y el ministro le
entrega el cáliz, para que lo lleve a la boca el mismo que va a comulgar, con
sus manos. El que va a comulgar bebe un poco del cáliz, lo devuelve al
ministro y se retira; el ministro limpia el borde del cáliz con el purificador.

IGMR #287. Si la Comunión del cáliz se hace por intinción, quien va a


comulgar, teniendo la patena debajo de la boca, se acerca al sacerdote, quien
sostiene el vaso con las sagradas partículas y a cuyo lado se sitúa el ministro
que sostiene el cáliz. El sacerdote toma la Hostia, moja parte de ella en el cáliz
y, mostrándola, dice: El Cuerpo y la Sangre de Cristo; quien va a comulgar
responde: Amén, recibe del sacerdote el Sacramento en la boca, y en seguida
se retira.
Instrucción Redemptionis Sacramentum, Congregación para el culto
divino y la disciplina de los sacramentos:

[88.] Los fieles, habitualmente, reciban la Comunión sacramental de la


Eucaristía en la misma Misa y en el momento prescrito por el mismo rito de la
celebración, esto es, inmediatamente después de la Comunión del sacerdote
celebrante.[172] Corresponde al sacerdote celebrante distribuir la Comunión,
si es el caso, ayudado por otros sacerdotes o diáconos; y este no debe
proseguir la Misa hasta que haya terminado la Comunión de los fieles. Sólo
donde la necesidad lo requiera, los ministros extraordinarios pueden ayudar al
sacerdote celebrante, según las normas del derecho.

[90.] «Los fieles comulgan de rodillas o de pie, según lo establezca la


Conferencia de Obispos», con la confirmación de la Sede Apostólica.

[91.] No es lícito negar la sagrada Comunión a un fiel, por ejemplo, sólo por el
hecho de querer recibir la Eucaristía arrodillado o de pie.

[92.] Aunque todo fiel tiene siempre derecho a elegir si desea recibir la
sagrada Comunión en la boca, si el que va a comulgar quiere recibir en la
mano el Sacramento, en los lugares donde la Conferencia de Obispos lo haya
permitido, con la confirmación de la Sede Apostólica, se le debe administrar la
sagrada hostia. Sin embargo, póngase especial cuidado en que el comulgante
consuma inmediatamente la hostia, delante del ministro, y ninguno se aleje
teniendo en la mano las especies eucarísticas. SI EXISTE PELIGRO DE
PROFANACIÓN, NO SE DISTRIBUYA A LOS FIELES LA COMUNIÓN
EN LA MANO.

[93.] La bandeja para la Comunión de los fieles se debe mantener, para evitar
el peligro de que caiga la hostia sagrada o algún fragmento.

[94.] No está permitido que los fieles tomen la hostia consagrada ni el cáliz
sagrado «por sí mismos, ni mucho menos que se lo pasen entre sí de mano en
mano». En esta materia, además, debe suprimirse el abuso de que los esposos,
en la Misa nupcial, se administren de modo recíproco la sagrada Comunión.

[101.] Para administrar a los fieles laicos la sagrada Comunión bajo las dos
especies, se deben tener en cuenta, convenientemente, las circunstancias,
sobre las que deben juzgar en primer lugar los Obispos diocesanos. Se debe
excluir totalmente cuando exista peligro, incluso pequeño, de profanación de
las sagradas especies. Para una mayor coordinación, es necesario que la
Conferencia de Obispos publique normas, con la aprobación de la Sede
Apostólica, por medio de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina
de los Sacramentos, especialmente lo que se refiere «al modo de distribuir a
los fieles la sagrada Comunión bajo las dos especies y a la extensión de la
facultad».

[104.] No se permita al comulgante mojar por sí mismo la hostia en el cáliz, ni


recibir en la mano la hostia mojada. Por lo que se refiere a la hostia que se
debe mojar, esta debe hacerse de materia válida y estar consagrada; está
absolutamente prohibido el uso de pan no consagrado o de otra materia.

[107.] Según la normativa establecida en los cánones, «quien arroja por tierra
las especies consagradas, o las lleva o retiene con una finalidad sacrílega,
incurre en excomunión latae sententiae reservada a la Sede Apostólica; el
clérigo puede ser castigado además con otra pena, sin excluir la expulsión del
estado clerical». En este caso se debe considerar incluida cualquier acción,
voluntaria y grave, de desprecio a las sagradas especies. De donde si alguno
actúa contra las normas arriba indicadas, por ejemplo, arrojando las sagradas
especies en el lavabo de la sacristía, o en un lugar indigno, o por el suelo,
incurre en las penas establecidas. Además, recuerden todos que al terminar la
distribución de la sagrada Comunión, dentro de la celebración de la Misa, hay
que observar lo que prescribe el Misal Romano, y sobre todo que el sacerdote
o, según las normas, otro ministro, de inmediato debe sumir en el altar,
íntegramente, el vino consagrado que quizá haya quedado; las hostias
consagradas que han sobrado, o las consume el sacerdote en el altar o las lleva
al lugar destinado para la reserva de la Eucaristía.

Padre Jorge Loring, libro “Para Salvarte”:

Cuando vayas a comulgar, acércate al comulgatorio con los brazos cruzados


en actitud respetuosa. Cuando el sacerdote vaya a darte la Sagrada Forma, te
dirá: El Cuerpo de Cristo. Tú le respondes: Amén, y levantas la cabeza, la
echas un poco hacia atrás, abres suficientemente la boca y sacas un poco la
lengua por encima del labio inferior para que te deposite en  ella a Nuestro
Señor. Es dificilísimo dar la comunión a personas que tienen su cabeza
inclinada hacia delante, la boca poco abierta y sin sacar la lengua. Hay peligro
de que se caiga la Sagrada Forma. También puedes comulgar en la mano si el
obispo del lugar lo autoriza. En ese caso pones la mano izquierda como
bandeja y la coges con la derecha (antes se hacía al revés como veremos más
adelante). Tómala inmediatamente antes de retirarte. Después, retírate a tu
puesto.

https://www.corazones.org/doc/comunion_rodillas.htm

Parece razonable suponer que en la Última Cena los apóstoles estaban


sentados alrededor de la mesa cuando Cristo les dio su sagrado Cuerpo y
Sangre. Difícilmente se puede cuestionar que en la Iglesia primitiva los fieles
se ponían de pie para recibir en sus manos la partícula consagrada. El cardenal
Bona de hecho (Rer. Liturg., H, XVII, 8) vacila un poco en cuanto al uso
romano; pero declara que respecto a Oriente no puede haber duda alguna.
Además, él se inclina a la opinión de que desde el principio la misma práctica
prevaleció en Occidente (cf. Bingham, XVI, V). San Dionisio de Alejandría,
escribiendo a uno de los Papas de su época, habla enfáticamente de "uno que
estaba parado cerca de la mesa y extendió su mano para recibir el Alimento
Sagrado" (Eusebio, Hist. Ecl., VII, IX ). La costumbre de colocar la Partícula
Sagrada en la boca, en lugar de en la mano del comulgante, data en Roma
desde el siglo VI, y en Galia desde el siglo IX (Van der Stappen, IV, 227; cf.
San Gregorio, Dail., I, III, c. III). El cambio de actitud en el comulgante puede
quizá haber surgido casi simultáneamente con esto. Se estaba insistiendo en
mayor reverencia; y si es cierto que en algunos lugares cada comulgante subía
los peldaños del altar, y tomaba para sí una porción de la Eucaristía
consagrada (Clemente de Alej., Strom., I, I) se necesitaba urgentemente
alguna reforma.

CONG. PARA EL CULTO DIVINO, NOTIFICACIÓN ACERCA DE LA


COMUNIÓN EN LA MANO (3-ABRIL-1985):

Parece útil llamar la atención sobre los siguientes puntos:

1. La Comunión en la mano debe manifestar, tanto como la Comunión


recibida en la boca, el respeto a la presencia real de Cristo en la Eucaristía.

Por esto se insistirá, tal como lo hacían los Padres de la Iglesia, acerca de la
nobleza que debe tener en sí el gesto del comulgante. Así ocurría con los
recién bautizados del siglo IV, que recibían la consigna de tender las dos
manos haciendo “de la mano izquierda un trono para la mano derecha, puesto
que ésta debe recibir al Rey” (5ª catequesis mistagógica de Jerusalén, n. 21:
PG 33, col. 1125, o también Sources chréet., 126, p. 171; S. Juan Crisóstomo,
Homilía 47: PG 63, col. 898, etc.).

2. De acuerdo igualmente con las enseñanzas de los Padres, se insistirá en el


Amén que pronuncia el fiel, como respuesta a la fórmula del ministro: “El
Cuerpo de Cristo"; este Amén debe ser la afirmación de la fe: (“Cum ergo
petieris, dicit tibi sacerdos ‘Corpus Christi’ et tu dicis ‘Amen’, hoc est
‘verum’; quod confitetur lingua, teneat affectus”) (S. Ambrosio, De
Sacramentis, 4, 25: SC 25 bis, p. 116).

3. El fiel que ha recibido la Eucaristía en su mano, la llevará a la boca, antes


de regresar a su lugar, retirándose lo suficiente para dejar pasar a quien le
sigue, permaneciendo siempre de cara al altar.

4. Es tradición y norma de la Iglesia que el fiel cristiano recibe la Eucaristía,


que es comunión en el Cuerpo de Cristo y en la Iglesia; por esta razón no se ha
de tomar el pan consagrado directamente de la patena o de un cesto, como se
haría con el pan ordinario o con pan simplemente bendito, sino que se
extienden las manos para recibirlo del ministro de la comunión.

5. Se recomendará a todos, y en particular a los niños, la limpieza de las


manos, como signo de respeto hacia la Eucaristía.

6. Conviene ofrecer a los fieles una catequesis del rito, insistiendo sobre los
sentimientos de adoración y la actitud de respeto que merece el sacramento
(cf. Dominicae cenae, n. 11). Se recomendará vigilar para que posibles
fragmentos del pan consagrado no se pierdan (cf. S. Cong. para la Doctrina de
la Fe, 2 de mayo de 1972: Prot. n. 89/71, en Notitiae 1972, p. 227).

7. No se obligará jamás a los fieles a adoptar la práctica de la comunión en la


mano, dejando a cada persona la necesaria libertad para recibir la comunión o
en la mano o en la boca.

Estas normas, así como las que se dan en los documentos de la Sede
Apostólica citados más arriba, tienen como finalidad recordar el deber de
respeto hacia la Eucaristía, independientemente de la forma de recibir la
comunión.
Los pastores de almas han de insistir no solamente sobre las disposiciones
necesarias para una recepción fructuosa de la comunión –que en algunos casos
exige el recurso al sacramento de la penitencia-, sino también sobre la actitud
exterior de respeto que, bien considerado, ha de expresar la fe del cristiano en
la Eucaristía.

Autoridad de la Iglesia para establecer las diversas formas de Comulgar:

IGMR #282. Procuren los sagrados pastores recordar, de la mejor manera


posible, a los fieles que participan en el rito o que intervienen en él, la doctrina
católica sobre las formas de distribución de la sagrada Comunión, según el
Concilio Ecuménico Tridentino. En primer lugar, recuerden a los fieles que la
fe católica enseña que también bajo una sola de las dos especies se recibe a
Cristo todo e íntegro y el verdadero Sacramento; y que, por consiguiente, en lo
tocante a su fruto, no se priva de ninguna gracia necesaria para la salvación a
quienes sólo reciben una de las especies.

Enseñen además, que en la administración de los Sacramentos, dejando intacto


lo que constituye su sustancia, la Iglesia tiene la facultad para determinar o
cambiar aquello que juzgue más conveniente para su veneración o para la
utilidad de quienes los reciben, según la diversidad de las circunstancias,
tiempos y lugares. Y en el mismo sentido, exhorten a los fieles para que se
interesen por participar más intensamente en el sagrado rito, en el cual
resplandece de manera más plena el signo del banquete eucarístico.

*Concilio Ecuménico Tridentino, Sesión XXI, 16 de julio de 1562, Decreto


sobre la Comunión eucarística, capítulos 1-3: la Iglesia ha tenido siempre la
potestad de establecer y aun la de mudar en la dispensación de los
sacramentos, sin tocar empero en el fondo de su esencia, lo que ha juzgado
más apropósito para el respeto debido a los mismos, o para la utilidad de los
que los reciben, según la diversidad de los tiempos, de los lugares, y de las
circunstancias.

CDC 837 § 4. Al Obispo diocesano, en la Iglesia a él confiada y dentro de


los límites de su competencia, le corresponde dar normas obligatorias para
todos sobre materia litúrgica.

ADAPTACIONES QUE CORRESPONDEN A LOS OBISPOS Y A LAS


CONFERENCIAS DE LOS OBISPOS: IGMR #387. El Obispo diocesano,
que debe ser tenido como el gran sacerdote de su grey, de quien deriva y
depende en cierto modo la vida de sus fieles en Cristo, debe fomentar,
conducir y vigilar en su diócesis la vida litúrgica. A él, en esta Instrucción, se
le confía ordenar la disciplina de la concelebración (cfr. núms. 202; 374),
establecer las normas acerca de los que sirven al sacerdote en el altar (cfr. n.
107), acerca de la distribución de la sagrada Comunión bajo las dos especies
(cfr. n. 283), acerca de la construcción y disposición de las iglesias (cfr. n.
291). Y le corresponde a él mismo, en primer lugar, fomentar el espíritu de la
sagrada Liturgia en los presbíteros, diáconos y fieles.

IGMR #390. Corresponde a las Conferencias de Obispos definir las


adaptaciones que se indicarán en esta Institución General y en el Ordinario de
la Misa, y una vez aprobadas las actas por la Sede Apostólica, introducirlas en
el Misa, como son:

— El modo de recibir la sagrada Comunión (cfr. antes núms. 160; 283).

IGMR #397. Obsérvese también el principio según el cual cada una de las
Iglesias particulares debe estar de acuerdo con la Iglesia Universal, no
sólo en la doctrina de la fe y de los signos sacramentales sino también en
los usos universalmente recibidos de la ininterrumpida tradición
apostólica, que deben observarse, no sólo para evitar los errores, sino
también para transmitir la integridad de la fe, porque la ley de la oración
de la Iglesia corresponde a su ley de la fe.

El Rito Romano constituye parte insigne y preciosa del tesoro litúrgico y del
patrimonio de la Iglesia Católica, cuyas riquezas contribuyen al bien de la
Iglesia Universal, de tal manera que su pérdida la perjudicaría gravemente.

Este Rito no sólo conservó en el decurso de los siglos los usos litúrgicos
oriundos de la ciudad de Roma, sino que también de modo profundo, orgánico
y armónico, en sí les dio toda su fuerza a algunos otros que se derivaban de las
costumbres y de la índoles de diversos pueblos y de diversas Iglesias
particulares, ya de Occidente, ya de Oriente, adquiriendo así alguna índole
suprarregional. Y en nuestros tiempos la identidad y la expresión de unidad de
este Rito se encuentra en las ediciones típicas de los libros litúrgicos
publicados por la autoridad del Sumo Pontífice y en los libros litúrgicos
correspondientes a éstos, aprobados por las Conferencias de Obispos para sus
jurisdicciones, y reconocidos oficialmente por la Sede Apostólica.
IGMR #398. La norma establecida por el Concilio Vaticano II para que las
innovaciones en la instauración litúrgica no se hagan a no ser que lo exija una
utilidad real y cierta de la Iglesia, y empleando cautela para que las nuevas
formas en cierto modo crezcan orgánicamente a partir de las formas ya
existentes, debe también aplicarse al trabajo de inculturación del Rito
Romano. La inculturación, además, requiere tiempo abundante para que la
auténtica tradición litúrgica no se contamine apresurada e incautamente.

Finalmente, la investigación de la inculturación de ningún modo pretende que


se creen nuevas familias de ritos, sino atender a las exigencias de una cultura
determinada, pero de tal manera que las adaptaciones introducidas en el Misal
o en otros libros litúrgicos, no sean perjudiciales a la índole bien dispuesta
propia del Rito Romano.

El Canto durante la comunión

IGMR #86. Mientras el sacerdote toma el Sacramento, se inicia el canto de


Comunión, que debe expresar, por la unión de las voces, la unión espiritual de
quienes comulgan, manifestar el gozo del corazón y esclarecer mejor la índole
“comunitaria” de la procesión para recibir la Eucaristía. El canto se prolonga
mientras se distribuye el Sacramento a los fieles.[74] Pero si se ha de tener un
himno después de la Comunión, el canto para la Comunión debe ser terminado
oportunamente.

IGMR #87. Para canto de Comunión puede emplearse la antífona del Gradual
Romano, con su salmo o sin él, o la antífona con el salmo del Graduale
Simplex, o algún otro canto adecuado aprobado por la Conferencia de los
Obispos. Lo canta el coro solo, o el coro con el pueblo, o un cantor con el
pueblo.

Por otra parte, cuando no hay canto, se puede decir la antífona propuesta en el
Misal. La pueden decir los fieles, o sólo algunos de ellos, o un lector, o en
último caso el mismo sacerdote, después de haber comulgado, antes de
distribuir la Comunión a los fieles.

IGMR #88. Terminada la distribución de la Comunión, si resulta oportuno, el


sacerdote y los fieles oran en silencio por algún intervalo de tiempo. Si se
quiere, la asamblea entera también puede cantar un salmo u otro canto de
alabanza o un himno.
LA COMUNIÓN EN LA MANO

La cita de san Cirilo.


http://eccepanisangelorum.blogspot.com/2009/07/la-cita-de-san-
cirilo.html

Una cita atribuida a San Cirilo de Jerusalén es el texto el más a menudo suele
justificar la innovación. Este texto con cuidado ha sido corregido en un
número de las extensiones de propaganda, artículos, y editoriales que tuvieron
la intención de introducir esta práctica. Los ejemplos pueden ser encontrados
en el editorial del Universo de Londres, que ya ha sido citado, también en un
folleto producido por la Sociedad de Verdad Católica de Inglaterra y País de
Gales, y en el folleto Toman y Comen producido por la Federación
[americana] de Comisiones Diocesanas Litúrgicas. El texto completo, sin
embargo, está contenido en el folleto el Cuerpo de Cristo producido por el
Comité de los Obispos de los Estados Unidos contra la Liturgia.

Cuando la cita entera es citada, se ve que el autor expone una creencia


claramente definida y convincentemente argumentada en la naturaleza
esencialmente expiatoria de la Misa y en la realidad llena sustancial de la
presencia de Cristo en la especie sagrada.

Traducción original: "Acercándose por lo tanto, no avance con las palmas de


las manos separadas, ni con los dedos aparte, pero fabrique con la mano
izquierda un trono para la derecha ya que esta mano está a punto de recibir al
Rey. Haciendo un hueco con la palma, reciba el Cuerpo de Cristo, añadiendo
'Amén'. Entonces, con cuidado santificando los ojos por tocándolos con el
Cuerpo santo, tómelo, asegurando que usted no pierde ninguna parte de ello.
Ya que si usted pierde alguna, usted claramente sufriría una pérdida, como si
fuera de uno de sus propios miembros ¿Dígame, si alguien le diera el oro en
polvo, no le tomaría usted con cada cuidado posible, asegurando que usted no
pierde ninguna parte de ello o cerciorándose que no haya alguna pérdida?
¿Entonces no será mucho más cauteloso usted para asegurar que ninguna miga
desaparece del que es más precioso que el oro o piedras preciosas?

“Entonces, después de que usted ha tomado el Cuerpo de Cristo, ha avanzado


sólo para la taza de la Sangre. No estire sus manos, pero dóblese bajo como si
haciendo un acto de reverencia y un acto profundo de veneración. Diga
'Amén', y santifíquese tomando la Sangre de Cristo también. Mientras la
humedad está todavía sobre sus labios, tóquelos con sus manos y santifique
sus ojos, su frente, y todos sus otros órganos sensoriales. Finalmente, espere el
rezo y dé gracias a Dios, que le ha considerado digno de tales misterios. "

San Cirilo comparó untar de los órganos sensoriales con la Sangre del Cordero
inmolado en la Eucaristía, a untar de las jambas de la puerta de los judíos
cautivos en Egipto con la sangre de un cordero matado. Él consideró que tal
como esta práctica protegió a los judíos, entonces untar de los órganos
sensoriales prevendría el mal destructivo de tentación sensorial que entra por
ellos.

Más lejos otro obispo proporciona pruebas de la amplia extensión geográfica


de esta práctica extraña de la primera mitad del quinto siglo. Theodoreto,
obispo de Cyrhus en Siria, que confirma que el exceso de besar las Sagradas
Especies era ya empleado:

“Habría que considerar como durante los misterios sagrados tomamos los
miembros del Esposo, los besamos, los abrazamos y los aplicamos a nuestros
ojos”.

Esto no era ninguna extravagancia aislada. La práctica de besar las Sagradas


Especies, hecho posible por su recepción en la mano y conducir a una teología
deformada de la Verdadera Presencia, que persistió al menos abajo al final del
siglo VIII. Nuestro testimonio procede de San Juan de Damasco [675-749]:

“Déjenos recibir el Cuerpo del crucificado, y la aplicación de ello a nuestros


ojos, nuestros labios, y la frente, dejarnos tomar el carbón Divino ardiente. "

Durante varios siglos la comunidad cristiana mantuvo con naturalidad la


costumbre de recibir el Pan eucarístico en la mano. Hay testimonios
numerosos de diversas zonas de la Iglesia: África, Oriente, España, Roma,
Milán... Como el de Tertuliano, en su tratado sobre la idolatría, en que se
queja de que algunos puedan con la misma mano recibir al Señor y luego
acercarse a los ídolos; él comenta que estas manos "son dignas de ser
cortadas".

Poco a poco, y por diversas razones, cambió la sensibilidad del pueblo


cristiano respecto al modo de comulgar. El paso a recibir el Cuerpo del Señor
en la boca no se hizo por decreto ni uniformemente. En algunos lugares a lo
largo de los siglos VII-VIII ya se empezó a pensar que las mujeres, era mejor
que no recibieran la comunión en la mano directamente, sino que usaran un
paño limpio sobre la misma. Otros lo extendieron pronto también a los
hombres. Y por fin (y no precisamente empezando de Roma) se fue
generalizando la costumbre de depositar la partícula consagrada del Pan
directamente en la boca.

Es apenas sorprendente que, en vista de tales excesos, el Espíritu Santo


debería haber incitado un cambio, p. ej., la colocación del Sacramento Bendito
sobre la lengua, asegurar la reverencia apropiada y el decoro. A mediados del
decimotercero siglo, esto era ya una tradición firmemente establecida que sólo
aquello que había sido consagrado alguna vez debería venir al contacto con el
Sacramento Bendito. San Tomás de Aquino [1225-1274] escribe:

"La distribución del Cuerpo de Cristo pertenece al sacerdote por tres motivos:
Primero, porque, como fue dicho, él consagra en la persona de Cristo. Pero
como Cristo consagró Su Cuerpo en la Cena, también Él lo dio a otros para ser
tomados por ellos. En consecuencia la consagración del Cuerpo de Cristo
pertenece al sacerdote, tan de la misma manera hace la distribución que le
pertenece. En segundo lugar, porque el sacerdote es el intermediario
designado entre Dios y la gente, de ahí como esto le pertenece para ofrecer los
regalos de la gente a Dios, entonces esto le pertenece para entregar los regalos
consagrados a la gente. En tercer lugar, porque de la reverencia hacia este
Sacramento, nada lo toca, sino lo que es consagrado, de ahí que el corporal y
el cáliz son consagrados, y de la misma manera las manos del sacerdote, para
tocar este sacramento. De ahí no es legal para alguien más tocarlo, excepto por
necesidad, por ejemplo, si se cayera sobre la tierra (razón), o sea en algún otro
caso de urgencia. (Summa, III, Q. 82, Art. 13)"

La propaganda a favor de la Comunión en la mano contiene un número de


reclamaciones en el sentido de que la ordenación no confiere ningún privilegio
especial sobre sacerdotes en cuanto al manejo del Sacramento Bendito. Así es
declarado en la revista “Tomen y Comen” esto:

"Mientras, en veces recientes el gran énfasis ha sido colocado sobre la


santidad de las manos del sacerdote, debe ser notado que el ungir las manos en
la ordenación no puede ser unido (conectado) con un privilegio especial de
tocar la Eucaristía." (Contrario a lo afirmado por Santo Tomás) Ungir de las
manos simboliza el ministerio público del sacerdote de servicio a otros. " [!]
(mentalidad netamente protestante)
¿Esto es verdad? Sería interesante tener una fuente citada para este pedazo de
tonterías. Los carteros, doctores, basureros, profesores, barrenderos, y las
fuerzas armadas todos realizan un ministerio público de servicio a otros
¿quizás ellos deberían tener sus manos ungidas?

Juan Pablo II declara:

"Tocar las Sagradas Especies y distribuirlas con sus propias manos es un


privilegio de los ordenados" (Dominicae Cenae,11).

El lamentable retorno de la práctica de la comunión en la mano va también


relacionado con otra "novedad" que se estableció en 1973: que también los
laicos pueden ser llamados en determinadas circunstancias al ministerio de la
distribución de la Eucaristía dentro y fuera de la celebración.

La verdad sobre la Comunión en la mano


https://fsspx.mx/es/la-verdad-sobre-la-comuni%C3%B3n-en-la-mano

La comunión en la mano fue practicada en forma limitada en la Iglesia


primitiva, e institucionalizada y difundida por los arrianos como signo de su
rechazo a reconocer la Divinidad de Jesucristo.

El Papa Sixto I (Papa del año 115 al 125) prohibió a los laicos tocar la
Eucaristía Y lo vasos sagrados con las manos.

Eutiquiano (Papa del año 275 al 283) repitió la prohibición.

Durante la época de persecución sí se permitió que los laicos tocaran la


Eucaristía con sus manos. Sin embargo, en el año 380 el concilio de Zaragoza
prohibió que la Eucaristía fuera tratada normalmente como en tiempos de
persecución.

En el año 416 el Papa Inocencio I le envió una carta a Decencio, obispo de


Gubbio, aclarándole que en el rito de la Misa la Sagrada Comunión se
distribuía solo en la boca ya que tenían la obligación de respetar la Tradición
de la Iglesia de Roma ya que descendía del propio apóstol San Pedro, primer
Papa.
Varios concilios regionales del siglo IX ya establecían como normativo que
los laicos no podían tocar con sus manos el Cuerpo del Señor: así el de Paris
(829), Córdoba (839), Rouen (878), etc. En Roma la modalidad de la
comunión en la boca entró hacia el siglo X (Ordo Romanus X, del año 915).
Además la práctica de la comunión en la mano nunca fue reflejada en las
obras de arte de ningún período, tanto en el Oriente como en el Occidente.

Algunas rúbricas en la Antigua Misa en latín son como sigue:

1. Desde el momento en que el sacerdote pronuncia las palabras de la


Consagración sobre la Sagrada Hostia, conserva el dedo índice y el pulgar
juntos, y cuando eleva el cáliz, vuelve las hojas del misal o abre el sagrario, su
pulgar e índice no se separan, no tocan nada sino la Sagrada Hostia. También
es digno de notar que nunca se deja la Sagrada Hostia sobre el altar para
caminar por las naves de la iglesia (especialmente antes que los dedos hayan
sido purificados), para dar la mano a la gente en una muestra torpe de forzada
familiaridad.

2. Sobre el fin de la Misa, el sacerdote raspa el corporal con la patena, y la


limpia dentro del cáliz para que si hubiera quedado la menor partícula, se
recogiera y consumiera reverentemente.

3. Los dedos del sacerdote se lavan sobre el cáliz con agua y vino, luego de la
Comunión, para ser consumidos reverentemente, para asegurar que la menor
partícula no sea susceptible de profanación. Estas son solo algunas de las
rúbricas incorporadas a la Antigua Misa. Estos no son escrúpulos absurdos,
sino que mostraron que la Iglesia creyó con certeza que en la Misa, el pan y el
vino se convertían verdaderamente en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de
Jesucristo, y que ningún cuidado fue lo suficientemente grande para estar
seguros que Nuestro Señor, en el Santísimo Sacramento, sea tratado con toda
la reverencia y el homenaje que merece Su Majestad. Ahora, cuando se trata
de mostrar reverencia, ¿es posible que estas rúbricas no sean cultivadas?

Una verdadera renovación católica debería, o dejar intactos estos gestos de


reverencia, o aumentarlos. (no eliminarlos o sustituirlos con otros menos
reverentes).

Hace 400 años fue introducida la comunión en la mano en el culto “cristiano”


por hombres cuyos motivos estaban animados por el desafío al catolicismo.
Los protestantes revolucionarios del Siglo XVI (más cortésmente, pero
inmerecidamente llamados protestantes “reformadores”) re-establecieron la
comunión en la mano como un medio de mostrar dos cosas:

1. Que ellos creían que no había tal “transubstanciación” y que el pan usado
para la comunión era solo pan corriente. En otras palabras, que la Presencia
Real de Jesucristo en la Eucaristía era solo una “superstición papista”, y que el
pan es solo pan y cualquiera puede manejarlo.

2. Su creencia en que el ministro de la comunión no es en nada fundamental


diferente de un laico.

Pero es enseñanza católica que el Sacramento del Orden da a un hombre un


poder espiritual, sacramental, que imprime una marca indeleble en su alma y
lo hace fundamentalmente diferente de los laicos. El ministro protestante, por
lo tanto, es solo un hombre ordinario que dirige los himnos, lee las lecciones y
da sermones para mover las convicciones de los creyentes. Él no puede
cambiar el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor, él no
puede bendecir, él no puede perdonar los pecados. Él no puede hacer nada de
lo que un hombre normal no pueda hacer. EL ESTABLECIMIENTO DE LA
COMUNIÓN EN LA MANO POR LOS PROTESTANTES FUE SU
FORMA DE MOSTRAR SU RECHAZO POR LA CREENCIA EN LA
PRESENCIA REAL DE CRISTO EN LA EUCARISTÍA, SU RECHAZO
DEL SACERDOCIO SACRAMENTAL – EN SUMA, DE MOSTRAR SU
RECHAZO POR EL CATOLICISMO EN CONJUNTO. Por ese motivo, la
Comunión en la mano cobró un significado distintivamente anti-católico. Fue
una práctica reconocidamente anti-católica arraigada en la incredulidad en la
Presencia Real de Cristo y en el sacerdocio. Así, si la imitación es la forma
más sincera de la adulación, no es exagerado preguntar ¿por qué nuestros
modernos hombres de iglesia imitan a los autoproclamados infieles que
rechazan la esencia sacramental de las enseñanzas del Catolicismo? Esta es
una pregunta que esos hombres de Iglesia aún deben contestar
satisfactoriamente.

El espíritu ecuménico se convirtió en el principio formativo primario de todo


el rango de las nuevas formas litúrgicas establecidas desde el Concilio. Es por
eso que la nueva liturgia se parece tanto a un servicio protestante.

DESPUÉS DEL VATICANO II, ALGUNOS SACERDOTES


HOLANDESES DE MENTALIDAD ECUMENISTA COMENZARON A
DAR LA COMUNIÓN EN LA MANO, IMITANDO COMO LOS MONOS
LA PRÁCTICA PROTESTANTE. Pero los obispos, más que cumplir con su
deber, lo toleraron. Como los jerarcas de la Iglesia permitieron que el abuso
avanzara sin obstáculos, la práctica se extendió a Alemania, Bélgica y Francia.
Pero si los obispos parecieron indiferentes a este escándalo, los laicos fueron
agraviados. Fue la indignación de gran número de fieles la que apuntó a Paulo
VI para que actuara, quien sondeó a los obispos del mundo sobre la cuestión, y
estos votaron abrumadoramente por conservar la práctica tradicional de recibir
la Santa Comunión solo en la lengua. Debe hacerse notar que en ese entonces,
el abuso estaba limitado a unos pocos países de Europa y no había comenzado
aún en los Estados Unidos.

La Comunión en la mano, que comenzó por desobediencia, no se perpetuó


solamente por el engaño. El espacio no permite dar todos los detalles, pero la
propaganda de los años 70 que se usó para vender la Comunión en la mano a
la gente confiada y vulnerable, fue una campaña de calculadas medias-
verdades que no contaron toda la historia. Un rápido ejemplo se puede
encontrar en los escritos de Monseñor Champlin, de los cuales
proporcionamos a continuación una sinopsis:

1. Dio al lector la falsa impresión que el Vaticano II emitió un mandato para el


abuso cuando en realidad ni siquiera se encuentra insinuado en ningún
documento conciliar.

2. No le mencionó al lector que la práctica fue iniciada por clérigos en desafío


de la ley litúrgica establecida, sino que hizo parecer como si hubiera sido un
pedido de los laicos.

3. No puso en claro a los lectores que los obispos del mundo, cuando fueron
consultados, votaron abrumadoramente en contra de la Comunión en la mano.

4. No mencionó que la permisión fue solo una tolerancia del abuso cuando
éste ya se había instalado en 1969. No fue una luz verde para propagarlo a
otros países, como los Estados Unidos.

INSTRUCCIÓN MEMORIALE DOMINI


la Sagrada Congregación para Culto divino
29 de Mayo de 1969

Sobre el modo de administrar la comunión


Introducción
Parece sumamente conveniente que también los MEC estén enterados sobre la
disciplina de la comunión en la mano que deberán poner en práctica en su
ministerio. Así mismo, conviene que conozcan cómo se aplica esta disciplina
en su propia diócesis.

1. Se ha establecido de nuevo la comunión bajo las dos especies de pan y vino
Al celebrar el memorial del Señor, la Iglesia atestigua por el mismo rito la fe y
la adoración de Cristo, que está presente en el sacrificio y se da como alimento
a los que participan de la mesa eucarística.

Por eso da mucha importancia a que la Eucaristía sea celebrada y participada


de modo más digno y fructuoso, guardando enteramente la tradición que,
mediante cierto desarrollo, llega hasta nosotros y cuyas riquezas han sido
infundidas en el uso y en la vida de la Iglesia. Pues los documentos históricos
demuestran que el modo de celebrar y de sumir la sagrada Eucaristía ha sido
multiforme. También en nuestros tiempos se han introducido en la celebración
de la Eucaristía, no pocas ni leves modificaciones, en cuanto al rito, para que
se acomodase mejor a las necesidades espirituales y psicológicas de los
hombres actuales. Y en la misma disciplina que regula el modo con que los
fueles participan en el divino Sacramento se ha establecido de nuevo, en
ciertas circunstancias, la comunión bajo las dos especies de pan y vino, que en
otros tiempos fue común también el rito latino y poco a poco fue cayendo en
desuso. Situación que se hizo general en tiempos del Concilio de Trento, el
cual la aprobó con doctrina dogmática y la defendió como apropiada a las
condiciones de aquella época.

2. La comunión en la mano para una participación más plena de la celebración


eucarística (X)-muy mal-
Con las reformas indicadas se han hecho más vivos y transparentes el signo
del convite eucarístico y el cumplimiento omnímodo al mandato de Cristo.
Pero, al mismo tiempo, la participación más plena de la celebración
eucarística, significada por la comunión sacramental, ha suscitado en algunas
partes, durante los últimos años, el deseo de volver al uso de depositar el pan
eucarístico en la mano de los fieles, para que ellos mismos, comulgando, lo
introduzcan en su boca.

Más aún, en algunas comunidades y lugares se ha practicado este rito, sin


haber pedido antes la aprobación de la Sede Apostólica, y a veces de
manera que les ha faltado a los fieles la oportuna preparación.
3. La costumbre antigua
Es verdad que, según el uso antiguo en otros tiempos, se permitió a los fieles
tomar en la mano este divino alimento y llevarlo a la boca por sí mismos, y
también, en tiempo antiquísimo, llevar consigo el Santísimo desde el lugar en
que se celebraba el sacrifico, principalmente con el fin de aprovecharse de él
como Viático en el caso de tener que luchar por la confesión de fe.

4. La máxima reverencia y prudencia en distribución de la Eucaristía.


Sin embargo, las normas de la Iglesia y los documentos de los Padres,
manifiestan con abundancia la máxima reverencia y la prudencia suma con
que se trataba a la sagrada Eucaristía. Porque “nadie… como aquella carne sin
adorarla antes”, y, al asumirla, se amonesta a todos: “…tómala, y estate atento
para que no se te pierda nada”. “Porque es el Cuerpo de Cristo”

5. El cuidado de la Eucaristía encomendaba a ministros sagrados o varones


designados
Además, el cuidado y el ministerio del Cuerpo y la Sangre del Señor, se
encomendaban de modo verdaderamente peculiar a ministros sagrados u
hombres designados para eso: “Después que el presidente terminó las preces y
todo el pueblo hizo la aclamación, los que entre nosotros se llaman diáconos,
distribuyen a cada uno de los presentes para que participen de ellos, el pan y el
vino con agua, sobre los que se dieron gracias, y los llevan a los ausentes”.

6. Se introdujo después el modo de la comunión en la lengua


Por eso, el oficio de llevar la Eucaristía a los ausentes fue luego confiado
exclusivamente a los ministros sagrados, para asegurar mejor la reverencia
debida al Cuerpo de Cristo y servir al mismo tiempo a la necesidad de los
fieles. Andando el tiempo, después de estudiar más a fondo la verdad del
misterio eucarístico, su eficacia y la presencia de Cristo en el mismo, bajo
el impulso ya de la reverencia hacia este santísimo sacramento, ya de la
humildad con que debe ser recibido, se introdujo la costumbre de que el
ministro por sí mismo depositase en la lengua de los que recibían la
comunión una partícula del pan consagrado.

7. No menoscaba la dignidad de los que reciben la comunión


Este modo de distribuir a la santa comunión, considerando en su conjunto
el estado actual de la Iglesia, debe ser conservado no solamente porque se
apoya en un uso tradicional de muchos siglos, sino principalmente,
porque significa la reverencia de los fieles cristianos hacia la Eucaristía.
Este uso no quita nada a la dignidad personal de los que se acercan a tan
gran Sacramento, y es parte de aquella preparación que re requiere para
recibir el Cuerpo del Señor del modo más fructuoso. Esta reverencia
significa la comunión no de “pan y bebida común” sino del Cuerpo y la
Sangre del Señor, por la cual “el pueblo de Dios participa en los bienes del
sacrificio pascual, renueve la alianza entre Dios y los hombres sellada de una
vez para siempre con la sangre de Cristo, y prefigura y anticipa en la fe y la
esperanza el banquete escatológico en el reino del Padre”.

Por lo demás, con este modo de obrar, que se ha de considerar ya común, se


garantiza, con mayor eficacia, la distribución de la sagrada comunión con la
reverencia, el decoro y la dignidad que convienen, para alejar todo peligro de
profanación de las especies eucarísticas, en las que “de modo singular el
Cristo total e íntegro, Dios y hombre, se halla presente sustancial y
permanentemente”, y para tener, finalmente, con los mismos fragmentos del
pan consagrado el cuidado diligente que la Iglesia ha recomendado siempre:
“Porque si dejas caer algo, piensa que es como si lo perdieses de tus
propios miembros”.

8. Sigue en vigor el uso de administrar la comunión en la lengua


Por todo lo cual, habiendo pedido algunas Conferencias Episcopales y algunos
Obispos en particular que se permitiese en sus territorios el uso de poner en las
manos de los fieles el pan consagrado, el Sumo Pontífice mandó que se
preguntase a todos y cada uno de los Obispos de la Iglesia latina su parecer
sobre la oportunidad de introducir el rito mencionado. Pues una mutación en
cosa de tanta importancia, que se asienta en una tradición antiquísima y
venerable, además de tocar a la disciplina, también puede traer consigo
peligro, que se teme podrían surgir del nuevo modo de administrar la sagrada
comunión, a saber: el que se llegue a una menor reverencia hacia el
augusto Sacramento del altar o a la profanación del mismo Sacramento o
a la adulteración de la recta doctrina.

9. Consulta a los Obispos


Por consiguiente, fueron propuestas a los Obispos tres cuestiones, a las que,
hasta el día 12 del mes de marzo último, respondieron del modo siguiente:
1. ¿Se ha de acoger el deseo de que, además del modo tradicional, se permita
también el rito de recibir la sagrada comunión en la mano? Placet: 567; Non
placet: 1.233; Placet iuxta modum: 315; Votos inválidos: 20.
2. ¿Place que se hagan antes experimentos de este nuevo rito en pequeñas
comunidades, con el consentimiento del Ordinario del lugar? Placet: 751; Non
placet: 1.215; Votos inválidos: 70.
3. ¿Piensa que los fieles, después de una preparación catequética bien
ordenada, han de recibir de buen grado este nuevo rito? Placet: 835; Non
placet: 1.185; Votos inválidos: 128.

Por las respuestas dadas se ve que la mayor parte de los Obispos estiman
que no se debe cambiar la disciplina vigente; más aún, que el cambio sería
dañoso tanto para la sensibilidad como para el culto espiritual de los
mismos Obispos y de muchos fieles.

10. No se cambia el modo, hace mucho tiempo recibido, de administrar la


comunión
Así, pues, teniendo en cuenta las observaciones y parecer de aquellos a
quienes “el Espíritu Santo ha encargado guardar el rebaño, como
pastores de la Iglesia de Dios”, de acuerdo con la gravedad del asunto y
con el valor de los argumentos aducidos, el Sumo Pontífice ha decidido no
cambiar el modo, hace mucho tiempo recibido, de administrar a los fieles
la sagrada comunión.

En consecuencia, la Sede Apostólica exhorta calurosamente a los Obispos,


sacerdotes y fieles que se conformen diligentemente a la ley vigente y
nuevamente confirmada, tomando en consideración el juicio dado por la
mayor parte del Episcopado católico, la forma empleada por el rito actual de la
sagrada liturgia y también el bien común de la misma Iglesia.

Pero si el uso contrario, es decir, el de poner la santa comunión en las manos,


hubiera arraigado ya en algún lugar, la misma Sede Apostólica, con el fin de
ayudar a las conferencias episcopales a cumplir el oficio pastoral, que con
frecuencia se hace más difícil en las condiciones actuales, confía a las mismas
Conferencias el encargo y el deber de examinar las circunstancias peculiares,
si existen, pero con la condición de prevenir todo peligro de que penetren en
los espíritus la falta de reverencia o falsas opiniones sobre la santísima
Eucaristía, como también de suprimir con todo cuidado otros inconvenientes.

11. Autorización de las Conferencias Episcopales de la comunión en la mano.


Ahora bien, en tales casos, para la debida ordenación del mencionado uso, las
Conferencias Episcopales, previo un prudente estudio, tomarán los oportunos
acuerdos, en votación secreta y por dos tercios de los votos; acuerdos que
luego han de presentar a la Santa Sede para su necesaria confirmación,
remitiendo anexa una exposición precisa de los motivos que han llevado a
tales acuerdos. La Santa Sede ponderará cuidadosamente cada caso, teniendo
en cuenta la unión de las varias Iglesias locales entre sí y la de cada uno con la
Iglesia universal, para promover el bien común y la común edificación, y para
el aumento de la fe y de la piedad, que brota del ejemplo mutuo.

Esta instrucción, compuesta por mandato especial del Sumo Pontífice Pablo
VI, ha sido debidamente aprobada por él mismo, en virtud de su apostólica
autoridad, el día 28 del mes de mayo del año 1969. Él dispuso también que se
notificase a los prelados por medio de los presidentes de las Conferencias
Episcopales.

(El catecismo holandés tuvo que ser corregido por Pablo VI porque pone en
duda la presencia real de nuestro señor Jesucristo en las especies consagradas
y no hacía una Clara distinción entre sacerdocio ministerial y el sacerdocio
común de los fieles lo que se prestaba a malinterpretar y confundir el
sacerdocio común de los fieles con el de los sacerdotes ordenados.)

Así es como fue “impuesta” la comunión en la mano


https://gloria.tv/post/EFhyUCtGXdBV3rHNaPnNkXkk2

Un sacerdote ha realizado el estudio más profundo de cómo se ha concedido la


distribución de la comunión en la mano que Pablo VI y la mayoría de los
obispos rechazaron. Se comenzó con un indulto que era dirigido sólo a
aquellas diócesis donde se cometían abusos. Luego la “moda” se ha extendido.
Pero la recepción de la comunión de rodillas y en boca es ley universal de la
Iglesia, y la forma consuetudinaria actual es sólo el fruto de una concesión.

Don Federico Bortoli es actualmente párroco de la parroquia de Sant’Andrea


Apostolo en Acquaviva, diócesis de San Marino Montefeltro. También es
Canciller del Obispo, Vicario Judicial y asesor eclesiástico de la Unión
Cristiana de Empresarios Ejecutivos. En la Corte Eclesiástica Flaminio de
Bolonia, es el Defensor del Vínculo. El libro La distribución de la comunión
en la mano, es su tesis doctoral en Derecho Canónico. Es sobre este
importante tema que lo hemos entrevistado.

El documento de referencia sobre la distribución de la Sagrada Comunión en


la mano es la Instrucción de la Sagrada Congregación para el Culto Divino
Memoriale Domini (29 de mayo de 1969, en adelante MD), comisionada por
Pablo VI.

1. ¿Puede, en resumen, decirnos por qué nació este documento y qué


información contiene?

El documento nació porque, en los años inmediatamente posteriores al


Vaticano II, el uso de la Comunión en la mano se había extendido en algunos
países. Se trataba evidentemente de un abuso litúrgico, que tenía sus raíces en
aquellos países donde ya se habían registrado problemas doctrinales
relacionados con el misterio de la Sagrada Eucaristía: Bélgica, Holanda,
Francia y Alemania. La Santa Sede, no pudiendo detener este abuso, decidió
consultar a todos los obispos sobre el asunto. Esta decisión de Pablo VI ya nos
permite comprender la importancia del tema. Digo esto porque algunas
personas piensan que se trata de un aspecto marginal y sin importancia.

2. ¿Y qué resultó de esta consulta?

La mayoría de los obispos expresaron su oposición a la introducción de esta


práctica. MD recogió el resultado de la consulta y confirmó que la norma
universal para recibir la Comunión es precisamente recibirla directamente
sobre la lengua, dando hondas argumentaciones. Al mismo tiempo, sin
embargo, permitía a las Conferencias Episcopales de los territorios en los que
ya se había producido el abuso pedir un indulto para la Comunión en la mano,
si su propio episcopado, reunido para votar sobre el asunto, hubiese alcanzado
una mayoría de dos tercios.

3. ¿Confirma MD por lo tanto que las dos modalidades de recibir la


eucaristía no están al mismo nivel?

Absolutamente. En el libro cito integralmente la Instrucción, de la que se


desprende claramente que la disciplina considerada tradicional y universal es
la de la comunión en la boca, porque “se apoya en una tradición centenaria,
pero sobre todo porque expresa y significa el respeto reverente de los fieles
por la Sagrada Eucaristía”. Además, porque “se evita el peligro de profanar las
especies eucarísticas”. El documento no equipara las dos formas. Se
recomienda la comunión en la lengua y se considera la forma más apropiada
de recibir la Eucaristía, mientras que se permite la comunión en la mano,
siempre que se observen ciertas precauciones, como comprobar si quedan
fragmentos en la palma de la mano.
4. El otro aspecto de la Instrucción que usted destaca en su libro es el
hecho que el indulto no debería concederse a quienquiera lo pidiese,
sino sólo a aquellas Conferencias Episcopales en cuyo territorio ya se
habían producido abusos.

Exactamente. La petición sólo se podía hacer donde ya había el abuso de


recibir la Comunión en la mano. En caso contrario, no se podía solicitar
el indulto. ¿Qué pasó, sin embargo? Que al principio se observó este criterio;
luego, casi todas las Diócesis pidieron y obtuvieron el indulto, aunque no
fuera necesario. El Cardenal Knox, que era entonces Prefecto del Culto
Divino, también aceptó las peticiones de otras Conferencias Episcopales. Es
un hecho que el Cardenal no hizo una interpretación correcta del MD.

5. En su libro, usted observa que en enero de 1977, Pablo VI, a través del
Cardenal Villot, pidió al Cardenal Knox que le informara de la situación
relativa a la concesión de los indultos, de la forma en que se aplicaban y
también que verificara si, tras la aplicación del indulto, se habían
producido abusos, profanaciones o si la devoción de los fieles a la
Eucaristía había disminuido. Pero el Cardenal parecía minimizar los
problemas reales…

Los Papas, Pablo VI primero y Juan Pablo II después, habían captado el


problema, gracias también a las indicaciones del cardenal Bafile. A pesar de
ello, el Cardenal Knox continuó su camino, menospreciando lo que el
Cardenal Bafile había destacado claramente. Pablo VI no le pidió a Knox que
evaluara las sugerencias del Cardenal Bafile, sino que pensara en cómo
aplicarlas concretamente. Estas sugerencias eran esencialmente la
suspensión de la concesión de nuevos indultos, la necesidad de recordar
que la práctica de la Comunión en la mano es en todo caso desaconsejada
por la Iglesia y que, cuando el indulto no había sido concedido, también
constituía un abuso.

6. Lo que realmente pasa, sobre todo a partir del artículo publicado por el
P. Annibale Bugnini en el Osservatore Romano (1973), que usted ha
señalado, “es que la nueva práctica es aún mejor, más fiel a la antigua
forma de recibir la Eucaristía…”

La idea del MD era legalizar el abuso donde no era posible derrotarlo,


pero se requería una catequesis según el texto de la Instrucción, una
catequesis que resaltara los méritos de la práctica de recibir la Comunión
en la boca y los riesgos que se corrían con la nueva práctica, en primer
lugar la dispersión de fragmentos. Las catequesis no estaban destinadas a
promover la Comunión en la mano, como ha sucedido en realidad, sino de
alguna manera a disuadirla, aunque sin prohibirla. Todavía hoy se habla
de la comunión en la mano como el mejor camino, fiel a los orígenes y fiel a
la Reforma litúrgica. Un punto fundamental del libro es mostrar que en
cambio Sacrosanctum Concilium no habla de ello en absoluto. Ni los
documentos siguientes hablan de ello, ni el nuevo Misal Romano, sino sólo la
Memorial Domini, que lo trata en términos de indulto. Ciertamente el artículo
de Bugnini daba una dirección, pero era ajena a los textos del Concilio.

7. Después de la MD, no hubo otros documentos explícitos. ¿Actualmente


cuáles son las disposiciones de la Iglesia con respecto a la distribución
de la Comunión?

El documento de Mons. Bialasik, Obispo de la Diócesis de Oruro es


particularmente ilustrativo, y establece claramente que la Comunión en la
boca es la ley universal de la Iglesia, según lo establecido por la MD. Por
lo tanto, la Comunión sobre la lengua es ley universal, mientras que la
Comunión en la mano es un indulto, una excepción. La otra referencia
fundamental, además de la MD, es la Redemptionis Sacramentum, 92, que
habla del derecho de los fieles a recibir la Comunión sobre la lengua y
también de rodillas.

8. Incluso en la catequesis, sobre todo para los niños, sería necesario


enseñar la manera correcta de recibir la Eucaristía, es decir, sobre la
lengua.…

Exactamente. Debe quedar claro que la mejor manera de recibir la Eucaristía


es en la boca y si realmente se quiere recibir la Comunión en la mano, hay que
hacerlo con el mayor cuidado posible. Yo, como párroco, claramente no puedo
prohibirlo, pero puedo desaconsejar, hacer presente los problemas y educar.
Pero también hay que decir que la Redemptionis Sacramentum, 91, afirma que
“si hay peligro de profanación, la Sagrada Comunión no debe ser
distribuida en la mano de los fieles”.

9. Otro aspecto que usted destaca bien es el hecho de que la obtención del
indulto de una Conferencia Episcopal no implica que los Obispos –
individualmente – tengan la obligación de aplicarlo.
Este es otro aspecto fundamental. La obtención del indulto por la Conferencia
Episcopal no implica su aplicación automática en cada diócesis. Es
simplemente el presupuesto que un obispo puede decidir si usar o no el
indulto. En Italia, sin embargo, ha ocurrido lo contrario: se ha pensado que el
indulto concedido a la CEI autorizaba la recepción de la Comunión en la mano
en todas las diócesis de Italia. Pero no es así. Cada obispo puede decidir si
aplicarlo y de qué manera. El Obispo de Oruro, por ejemplo, en enero de 2016
emitió un decreto por el cual prohibía en el territorio de su diócesis el recibir
la Comunión en la mano. Esto podría hacerlo cualquier obispo; de hecho,
estrictamente hablando, sin un decreto del individual obispo que declara
acoger el indulto obtenido por la Conferencia Episcopal, la Comunión en
la mano no es legal. También Monseñor Laise, en Argentina, no aceptó el
indulto. Fue acusado por los otros obispos de no estar en comunión con ellos;
(razones aparentes-Regla 2.1) luego se dirigió a la Santa Sede, que le dio la
razón.

10.Su libro se enriquece con publicaciones inéditas…

Sin duda la principal y más importante novedad del libro es la de dar a


conocer la documentación inédita del Fondo Ghiglione, que describe la
dinámica con la que se introdujo la Comunión en la mano. Se trata de la
correspondencia entre los diversos dicasterios de la Curia romana y de los
informes recibidos por la Santa Sede. La parte más sustancial de estas
comunicaciones se refiere a los escritos del Cardenal Domenico Bafile, que
primero fue Nuncio en Alemania – propio en uno de esos lugares donde el
abuso se ha presentado temprano, dándose cuenta de todos los problemas
involucrados – y luego Prefecto de la Congregación para las Causas de los
Santos. En el libro reproduzco los escritos – enviados a Pablo VI y a Juan
Pablo II – que expresan su preocupación por la difusión de la Comunión en la
mano, los problemas relacionados, y también indican los pasos concretos a
seguir. La mayor preocupación del Cardenal era la dispersión de los
fragmentos, casi inevitable con la Comunión en la mano. Y luego el hecho
de favorecer actitudes irreverentes hacia la Eucaristía, así como el
debilitamiento de la fe en la Presencia Real. Tanto Pablo VI como Juan
Pablo II han dado amplio crédito a los informes de Bafile. Prueba de ello es
que el Santo Pontífice, el 24 de febrero de 1980, publicó la Carta Dominicae
Cenae, en la que hablaba explícitamente de “lamentable falta de respeto a
las especies eucarísticas”, ligada a la práctica de la Comunión en la mano.
Un mes más tarde Juan Pablo II tomó la severa e importante decisión de
suspender la concesión de nuevos indultos, considerando seriamente la
posibilidad de no concederlos más en el futuro, aunque a partir del 3 de abril
de 1985 se reanudó la concesión de nuevos indultos.

“DOMINICAE CENAE, Juan Pablo II: #11. En algunos Países se ha


introducido el uso de la comunión en la mano. Esta práctica ha sido solicitada
por algunas Conferencias Episcopales y ha obtenido la aprobación de la Sede
Apostólica. Sin embargo, llegan voces sobre casos de faltas deplorables de
respeto a las Especies eucarísticas, faltas que gravan no sólo sobre las
personas culpables de tal comportamiento, sino también sobre los Pastores de
la Iglesia, que hayan sido menos vigilantes sobre el comportamiento de los
fieles hacia la Eucaristía. Sucede también que, a veces, no se tiene en cuenta la
libre opción y voluntad de los que, incluso donde ha sido autorizada la
distribución de la comunión en la mano, prefieren atenerse al uso de recibirla
en la boca. Es difícil pues en el contexto de esta Carta, no aludir a los
dolorosos fenómenos antes mencionados. Escribiendo esto no quiero de
ninguna manera referirme a las personas que, recibiendo al Señor Jesús en la
mano, lo hacen con espíritu de profunda reverencia y devoción, en los Países
donde esta praxis ha sido autorizada.

Conviene sin embargo no olvidar el deber primordial de los sacerdotes,


que han sido consagrados en su ordenación para representar a Cristo
Sacerdote: por eso sus manos, como su palabra y su voluntad, se han hecho
instrumento directo de Cristo. Por eso, es decir, como ministros de la sagrada
Eucaristía, éstos tienen sobre las sagradas Especies una responsabilidad
primaria, porque es total: ofrecen el pan y el vino, los consagran, y luego
distribuyen las sagradas Especies a los participantes en la Asamblea. Los
diáconos pueden solamente llevar al altar las ofrendas de los fieles y, una vez
consagradas por el sacerdote, distribuirlas. Por eso cuán elocuente, aunque no
sea primitivo, es en nuestra ordenación latina el rito de la unción de las manos,
como si precisamente a estas manos fuera necesaria una especial gracia y
fuerza del Espíritu Santo.

El tocar las sagradas Especies, su distribución con las propias manos es


un privilegio de los ordenados, que indica una participación activa en el
ministerio de la Eucaristía. Es obvio que la Iglesia puede conceder esa
facultad a personas que no son ni sacerdotes ni diáconos, como son tanto los
acólitos, en preparación para sus futuras ordenaciones, como otros laicos, que
la han recibido por una justa necesidad, pero siempre después de una adecuada
preparación.”
11.Quizás la posibilidad de conceder indultos, aunque Pablo VI había
expresado claramente la enseñanza de la Iglesia sobre el modo de
recibir la Eucaristía y había indicado las limitaciones con las que tales
indultos debían ser concedidos (luego no respetados), ha sido una puerta
abierta.…

De hecho, la posibilidad del indulto ha sido tal vez una debilidad. Hay una
parte del libro en la que hablo del papel de la autoridad eclesiástica, en la que
intento mostrar – pensándolo ahora – que la concesión del indulto ha
permitido llegar a la situación que está ante los ojos de todos. Si se hubiera
acogido sencillamente la oposición de la mayoría de los obispos consultados
sobre la posibilidad de recibir la Comunión en la mano, tal vez las cosas
habrían sido diferentes. (Naturalmente, el clero liberal de otros países
concluyó que si esa rebelión podía ser legalizada en Holanda, podía ser
legalizada en cualquier parte. Ellos imaginaron que si ignoraban la Encíclcia
Memoriale Domini y desafiaban la ley litúrgica definida de la Iglesia, esa
rebelión no sólo sería tolerada, sino eventualmente legalizada. Eso es
exactamente lo que ocurrió, y es por eso que hoy en día tenemos la Comunión
en la mano.) Es necesario tener presente la prioridad de proteger la
Eucaristía de la mejor manera posible de la dispersión de fragmentos y
otras posibles profanaciones claramente facilitadas por el nuevo método
concedido. Juan Pablo II, en su encíclica Ecclesia de Eucharistia, enseñó que
“Al dar a la Eucaristía todo el relieve que merece, y poniendo todo esmero en
no infravalorar ninguna de sus dimensiones o exigencias, somos realmente
conscientes de la magnitud de este don. A ello nos invita una tradición
incesante que, desde los primeros siglos, ha sido testigo de una comunidad
cristiana celosa en custodiar este « tesoro ». Impulsada por el amor, la Iglesia
se preocupa de transmitir a las siguientes generaciones cristianas, sin perder ni
un solo detalle, la fe y la doctrina sobre el Misterio eucarístico. No hay peligro
de exagerar en la consideración de este Misterio, porque « en este Sacramento
se resume todo el misterio de nuestra salvación » (Santo Tomás de Aquino,
Summa theologiae, III, q. 83, a. 4 c.)” (n. 61). Esta afirmación es decisiva.

Luisella Scrosati

Del sumo cuidado con las Sagradas Especies

IGMR #280. Si se cae la Hostia o alguna partícula, recójase con reverencia;


pero si se derrama algo de la Sangre del Señor, lávese con agua el lugar donde
hubiere caído y, después, viértase esta agua en el “sacrarium” (o piscina)
colocado en la sacristía.

IGMR #283. El Obispo diocesano puede establecer para su diócesis las


normas acerca de la Comunión bajo las dos especies, que también han de
observarse en las iglesias de los religiosos y en pequeños grupos. A este
mismo Obispo se da la facultad de permitir la Comunión bajo las dos especies
cuantas veces esto le parezca oportuno al sacerdote, al cual, como pastor
propio le está encomendada la comunidad, con tal de que los fieles estén bien
instruidos y QUE ESTÉ AUSENTE TODO PELIGRO DE
PROFANACIÓN DEL SACRAMENTO, o que el rito se torne más
dificultoso por la multitud de participantes, o por otra causa.

Redemptionis Sacramentum, quejas por abusos en materia litúrgica:

[169.] Cuando se comete un abuso en la celebración de la sagrada Liturgia,


verdaderamente se realiza una falsificación de la liturgia católica. Ha escrito
Santo Tomás: «incurre en el vicio de falsedad quien de parte de la Iglesia
ofrece el culto a Dios, contrariamente a la forma establecida por la autoridad
divina de la Iglesia y su costumbre» (S. TOMÁS DE AQUINO, Summa
Theol., II, 2, q. 93, a. 1).

[183.] De forma muy especial, todos procuren, según sus medios, que el
santísimo sacramento de la Eucaristía sea defendido de toda irreverencia y
deformación, y todos los abusos sean completamente corregidos. Esto, por lo
tanto, es una tarea gravísima para todos y cada uno, y, excluida toda acepción
de personas, todos están obligados a cumplir esta labor.

[184.] Cualquier católico, sea sacerdote, sea diácono, sea fiel laico, tiene
derecho a exponer una queja por un abuso litúrgico, ante el Obispo diocesano
o el Ordinario competente que se le equipara en derecho, o ante la Sede
Apostólica, en virtud del primado del Romano Pontífice.[290] Conviene, sin
embargo, que, en cuanto sea posible, la reclamación o queja sea expuesta
primero al Obispo diocesano. Pero esto se haga siempre con veracidad y
caridad.

La siguiente carta a un obispo fue publicada en Notitiæ, la publicación


oficial de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los
Sacramentos, en su edición Noviembre-Diciembre de 2002 (Nº 436), sobre
el derecho que tienen los fieles a ponerse de rodillas para recibir la Santa
Comunión, como también sobre la ilícita actitud de los sacerdotes que se
la niegan.

Congregatio de Cultu Divino et Disciplina Sacramentorum


Protocolo Nº 1322/02/L
Roma, 1º de Julio de 2002

Su Excelencia:

Esta Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ha


recibido recientemente informes de miembros de la feligresía de su Diócesis a
quienes se les niega la Sagrada Comunión cuando, al acercarse a recibirla, se
ponen de rodillas en lugar de permanecer de pie. Los informes dicen que tal
norma ha sido anunciada a los fieles. Tenemos indicios de que semejante
fenómeno podría estar algo más extendido en la Diócesis, pero a esta
Congregación no le es posible verificar si es así. No obstante, este Dicasterio
tiene la seguridad de que Su Excelencia estará en una posición que le permita
hacer una determinación más fiable sobre el asunto. De todas maneras, las
quejas proporcionan una ocasión a esta Congregación para hacer saber el
criterio que habitualmente se establece sobre esta materia, con el expreso
pedido a Ud. de que lo haga conocer a cualquier sacerdote a quien sea
necesario informarle.

La Congregación está de hecho preocupada por el número de quejas similares


que ha recibido desde varios lugares en los últimos meses, y considera que
cualquier negativa de dar la Sagrada Comunión a un miembro de la feligresía,
fundada en que se encuentra de rodillas para recibirla, es una grave violación a
uno de los derechos más básicos del feligrés cristiano, a saber, el de ser
ayudado por sus Pastores por medio de los Sacramentos (Código de Derecho
Canónico, canon 213).

En vista de la ley que establece que “los ministros sagrados no pueden negar
los sacramentos a quienes los pidan de modo oportuno, estén bien dispuestos y
no les sea prohibido por el derecho recibirlos” (C. Canónico 843, § 1), no debe
negarse la Sagrada Comunión a ningún católico durante la Santa Misa,
excepto en casos que pongan en peligro de grave escándalo a otros creyentes,
como el pecador público o la obstinación en la herejía o el cisma,
públicamente profesado o declarado.
Aún en aquellos países donde esta Congregación ha aprobado la legislación
local que establece el permanecer de pie como la postura para recibir la
Sagrada Comunión, de acuerdo con las adaptaciones permitidas a las
Conferencias Episcopales por la Institución Generalis Missalis Romani n. 160,
§ 2, lo ha hecho con la condición de que a los comulgantes que escojan
arrodillarse no les será negada la Sagrada Comunión.

De hecho, como Su Eminencia el Cardenal Joseph Ratzinger, ha


enfatizado recientemente, la práctica de arrodillarse para recibir la
sagrada comunión tiene en su favor una tradición multisecular, y es un
signo particularmente expresivo de adoración, completamente apropiado
en razón de la verdadera, real y substancial presencia de Nuestro Señor
Jesucristo bajo las especies consagradas.

Dado la importancia de este asunto, la Congregación pide que Su Excelencia


averigüe específicamente si este sacerdote niega de ordinario la Sagrada
Comunión a algún miembro de la feligresía en las circunstancias descriptas
más arriba y, si la queja se verifica, pide también que Ud. le ordene
firmemente, a él y a cualquier otro sacerdote que pueda haber tenido tal
práctica, que se abstengan de actuar así en el futuro.

Los sacerdotes deben entender que la Congregación considerará cualquier


queja futura de esta naturaleza con mucha seriedad, y si ellas se verifican,
actuará disciplinariamente en consonancia con la gravedad del abuso pastoral.

Agradezco a Su Excelencia su atención sobre este asunto y cuento con su


amable colaboración al respecto.

Sinceramente suyo en Cristo.


Jorge A. Cardenal Medina Estévez
Prefecto

+Francesco Pío Tamburrino


Secretario

LO QUE DICEN LOS MÍSTICOS….SOBRE LA COMUNIÓN EN LA


MANO.

Publicado el febrero 28, 2013por pajares95


Emmerich, † 1824
(Estigmatizada)

Considerada la más famosa de los místicos alemanes, Katharina vio a Jesús


distribuir el pan en la boca de los apóstoles.

Teresa Neumann, † 1962


(Estigmatizada)

Ella se alimentó sólo de la Hostia Consagrada por un periodo de 35 años y


también vio a Jesús que distribuía el pan en la boca de los apóstoles.

María Simma de Sonntag, Austria.


Alma sufriente por las almas del Purgatorio y también vidente de ellas.

Al llevar su sufrimiento místicamente, o en oración, ella ha liberado, después


de la década de los sesentas, de cuarenta a cincuenta sacerdotes (incluyendo
obispos). La mayoría de ellos estaban en el Purgatorio debido a que
promovieron la práctica de la Comunión en la mano u otras irreverencias.
María llama a la Comunión en la mano “la obra del diablo”. Ella también
repute a menudo lo que le dicen las ánimas y una de las preocupaciones que
ellas expresan es que la Iglesia desde sus inicios nunca ha estado en tan mala
situación como está ahora.

Sor Anna Ali de Kenya


(Estigmatizada)

Sor Anna conversa con Jesús y sus revelaciones se centran en la devoción


Eucarística. Jesús le ha dicho que la masonería ha acordado abolirlo a Él de la
Santa Misa.

*Anneliese Michel, † 1976

Cuando esta chica de 16 años de una piadosa familia alemana, fue


repentinamente afligida por una posesión demoníaca, el demonio (durante un
exorcismo ordenado por el obispo local) fue obligado a decir lo siguiente: “La
cosa (Hostia Consagrada) no se debe colocar en las manos. Los sacerdotes
deben tener valor. Los laicos no deben distribuirla. Durante la distribución de
esa cosa (Santa Comunión) deben arrodillarse. Por mandato de aquella
(señalando una estatua de la Virgen que estaba cerca) la Comunión en la mano
debe abolirse porque es obra mía. El obispo debe prohibir la Comunión en la
mano, si lo puede lograr”.

*Se puede citar lo siguiente de un Plan Masónico del año 1925:

“¿Cómo se puede lograr que los fieles ya no crean en la presencia real de


Jesús en la Eucaristía?… Primeramente hay que hacer que la gente en todas
partes reciba la Comunión de pie y después colocar la Hostia en sus manos.
Preparados de esta manera llegarán a ver a la Hostia como un símbolo de
convivencia fraterna”.

SACRILEGIO

Es un pecado contra el primer mandamiento de la ley de Dios, que consiste en


profanar o tratar indignamente los sacramentos y las otras acciones litúrgicas,
así como las personas, las cosas, y los lugares consagrados o dedicados a Dios,
o bendecidos.

El sacrilegio constituye un pecado grave, sobre todo cuando es cometido


contra la Eucaristía, pues en este sacramento el Cuerpo de Cristo se nos hace
presente sustancialmente.

Para que haya sacrilegio penalmente imputable ha de haber dolo o intención


de irreverencia o desprecio; es decir, la malicia específica de querer profanar a
una persona, cosa o lugar.

Quien comete el delito penal de arrojar por tierra las especies


consagradas, o las lleva o retiene con una finalidad sacrílega, incurre en
excomunión latae sententiae reservada a la Sede Apostólica; el clérigo
puede ser castigado además con otra pena, sin excluir la dimisión del estado
clerical. (1367)

También quien profana una cosa sagrada, mueble o inmueble, debe ser
castigado con una pena justa.

Cuando el sacrilegio se comete contra un lugar sagrado, destinado al culto o a


la sepultura, y el ordinario del lugar juzga que hay profanación grave con
escándalo de los fieles, puede no permitir el culto mientras la injuria no sea
reparada.
Fuentes: Catecismo de la Iglesia Católica n. 2118, 2120; CIC cc. 1367,
1376, 1211; Responsum circa can. 1367 (3-VII-1999)

PROFANACIÓN

Se habla de profanación en referencia a las especies eucarísticas, para


establecer la pena de excomunión latae sententiae a quien las arroje por tierra,
o las lleve o retenga con una finalidad sacrílega. La remisión de esta pena se
reserva a la Sede Apostólica. Si es un clérigo el que profana, puede ser
castigado además con otra pena, sin excluir la expulsión del estado clerical.

Para evitar al máximo el peligro de profanación, el sagrario en el que se


reserva habitualmente la Santísima Eucaristía debe ser inamovible, hecho
de materia sólida no transparente, y cerrado con seguridad. Canon 938.3

Debe ser castigado con una pena justa –ferendae sententiae– quien profana
una cosa sagrada, es decir, destinada al culto divino por una bendición. La
cosa sagrada puede ser mueble –cáliz, patena, etc. – o inmueble –altar, capilla,
etc.–.

Se da violación o profanación de los lugares sagrados –aquellos que se


destinan al culto divino o a la sepultura mediante la dedicación o bendición–
cuando, con escándalo de los fieles, se cometen en ellos actos gravemente
injuriosos que, a juicio del ordinario del lugar, revisten tal gravedad y son tan
contrarios a la santidad del lugar, que en ellos no se puede ejercer el culto
hasta que se repare la injuria por un rito penitencial a tenor de los libros
litúrgicos.

La profanación se distingue del sacrilegio en que en el segundo se subraya


más el fin de desprecio irreverente y blasfemo, y puede aplicarse también
a las personas.

Fuentes: CIC cc. 1205, 1211, 1367, 1376, 938 §3; Responsum circa can.
1367 (3-VII-1999)

DE LA COSTUMBRE (Cann. 23 – 28)

23 Tiene fuerza de ley tan sólo aquella costumbre que, introducida por una
comunidad de fieles, haya sido aprobada por el legislador, conforme a los
cánones que siguen.
24 § 1. Ninguna costumbre puede alcanzar fuerza de ley si es contraria
al derecho divino.

§ 2. Tampoco puede alcanzar fuerza de ley una costumbre contra ley o


extralegal si no es razonable; la costumbre expresamente reprobada por el
derecho no es razonable.

25 Ninguna costumbre puede alcanzar fuerza de ley sino aquella que es


observada, con intención de introducir derecho, por una comunidad capaz, al
menos, de ser sujeto pasivo de una ley.

26 Exceptuado el caso de que haya sido especialmente aprobada por el


legislador competente, la costumbre contra ley o extralegal sólo alcanza fuerza
de ley si se ha observado legítimamente durante treinta años continuos y
completos; pero, contra la ley canónica que contenga una cláusula por la
que se prohiben futuras costumbres, sólo puede prevalecer una
costumbre centenaria o inmemorial.

27 La costumbre es el mejor intérprete de las leyes.

28 Quedando a salvo lo prescrito en el ⇒ c. 5, la costumbre, tanto contra la


ley como extralegal, se revoca por costumbre o ley contrarias; pero, a no ser
que las cite expresamente, la ley no revoca las costumbres centenarias o
inmemoriales, ni la ley universal revoca las costumbres particulares.

DE LAS OBLIGACIONES Y DERECHOS DE TODOS LOS FIELES


(Cann. 208 – 223)

209 § 1. Los fieles están obligados a observar siempre la comunión con la


Iglesia, incluso en su modo de obrar.

§ 2. Cumplan con gran diligencia los deberes que tienen tanto respecto a la
Iglesia universal, como en relación con la Iglesia particular a la que
pertenecen, según las prescripciones del derecho.

212 § 1. Los fieles, conscientes de su propia responsabilidad, están


obligados a seguir, por obediencia cristiana, todo aquello que los Pastores
sagrados, en cuanto representantes de Cristo, declaran como maestros de la fe
o establecen como rectores de la Iglesia.
§ 2. Los fieles tienen derecho a manifestar a los Pastores de la Iglesia sus
necesidades, principalmente las espirituales, y sus deseos.

§ 3. Tienen el derecho, y a veces incluso el deber, en razón de su propio


conocimiento, competencia y prestigio, de manifestar a los Pastores sagrados
su opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia (y sobre lo que
está mal) y de manifestar a los demás fieles, salvando siempre la integridad de
la fe y de las costumbres, la reverencia hacia los Pastores y habida cuenta de la
utilidad común y de la dignidad de las personas.

221 § 1. Compete a los fieles reclamar legítimamente los derechos que


tienen en la Iglesia, y defenderlos en el fuero eclesiástico competente
conforme a la norma del derecho.

223 § 1. En el ejercicio de sus derechos, tanto individualmente como unidos


en asociaciones, los fieles han de tener en cuenta el bien común de la Iglesia,
así como también los derechos ajenos y sus deberes respecto a otros.

Sobre la Sagrada Comunión en las Iglesias Ortodoxas, palabras del Padre


Khristofor Nersisyan, Monje Ortodoxo residente en México

En la Iglesia Ortodoxa se celebra la Divina Liturgia de San Juan Crisóstomo, y


en la cuaresma y algunas fiestas, la de San Basilio Magno. La forma de
Comulgar es con las dos especies mescladas, utilizando una cucharilla.
Excepcionalmente, en la Liturgia de Santiago Apóstol, en la fiesta del Santo,
se dan las dos especies por separado, el pan por un lado y el vino por otro.
Para prepararse para la comunión los fieles se tienen que preparar con la
recitación de los cánones (cantos divididos en 9 odas –compunción y
arrepentimiento), la abstención de alimentos comienza a la media noche, no se
puede desayunar ni comer nada hasta después de la celebración.

El pan que se ocupa es Pan Leudado. Es pan con levadura, en la Iglesia


Ortodoxa el pan eucarístico no es ázimo (como la hostia) es un pan elaborado
con harina de trigo, agua, sal y levadura, lleva un sello con una cruz que tiene
las abreviaturas ΙΣ ΧΣ ΝΙ ΚΑ Ιησούς Χριστός Νικά (Jesucristo Vence). El
pan eucarístico, se llama Prósforo (Πρόσφορο) significa ofrenda. Es de una
sola pieza, con dos niveles para simbolizar a Cristo con dos naturalezas. La
parte del prósforo que se coloca sobre la patena se llama Cordero y de ahí se
divide en pequeñas partes para que comulguen los fieles. Solamente se puede
consagrar un cordero. En la Liturgia de Santiago se da en la boca.
Originalmente el pan eucarístico debe prepararse con fermento natural (pasta
madre) pero en la actualidad ha entrado en desuso porque le confiere cierta
acidez. Es muy importante el simbolismo de la levadura: Lev. 23,17; Levítico
7, 13; Amós 4, 5; Lucas 13,21; Mateo 13, 33.

En la Iglesia Asiria se da en la mano. Es muy interesante el “proceso”


eucarístico en la Iglesia Asiria, efectivamente la comunión se da en las dos
especies, pero separadas. El fiel que va a tomar la comunión se acerca a un
incensario que humea y se encuentra en el extremo derecho del presbiterio, el
fiel coloca sus dos manos sobre el humo del incienso, para que sus manos se
preparen para recibir al Señor, se acerca al sacerdote para que le del Cuerpo de
Cristo y lo consume e inmediatamente se acerca a un diácono que le da beber
directamente del cáliz y finalmente bebe de otro cáliz con vino disuelto con
agua.

En las Iglesias orientales, como la Copta, y la Siriaca también el pan


eucarístico es con levadura; sin embargo la comunión de da en la boca. Es
importante señalar que en la Iglesia Armenia siempre se ha usado pan ázimo y
vino puro. La comunión se da con las dos especies, directamente en la boca.
Los altares armenios casi siempre están elevados y en consecuencia el
sacerdote da la comunión arrodillado.

Testimonio Ortodoxo

Le platiqué a un sacerdote ortodoxo, que prácticamente en la mayoría de


parroquias se niegan a dar la comunión en la boca, y que en muchos lados,
inclusive, han impuesto como única opción, darla en la mano, le dije que
aparte del riesgo de irreverencia, a la mayoría de católicos nos preocupa que
las partículas caigan al piso, o se pierdan en las manos o en la ropa de quien
comulga en la mano, por un motivo de descuido, me dijo:

“¿Sabes lo que nos pasa a los sacerdotes ortodoxos si una sola partícula de la
comunión que demos, se nos pierde o cae al piso?, nos suspenden sin derecho
a celebrar por 40 días y probablemente recibamos más sanciones, además de
esa. Así de grave es que una sola partícula del Cuerpo del Señor, caiga al piso
o se pierda”

Me dejó muda.
En las liturgias orientales dan la comunión con una cucharita de metal
precioso que se llama “labis” y usan un corporal rojo, que extienden por abajo
del cuello del comulgante, para cuidar que no se pierda ni una sola partícula o
gota del Cuerpo del Señor.

Los que han comulgado del labis, dicen que su boca nunca lo toca en
realidad. Y aún que así fuera, según sé, el uso del labis es porque todos deben
comulgar de un mismo cáliz, y los cristianos de oriente no se andan con cosas,
ellos realmente creen que nada impuro puede haber junto al Cuerpo del Señor,
y no hay ningún riesgo ni de enfermedad ni de contagio, y les ha funcionado
por siglos.

Testimonio de un Mormón
https://www.infocatolica.com/?t=opinion&cod=26901

Madrid cuenta que como apologista de plena dedicación, estaba dando una
conferencia sobre la fe católica, cuando un mormón le preguntó si podría
hablar al final. Durante su conversación, que fue sobre la Eucaristía y el
Santísimo Sacramento del Sagrario, el mormón le señaló: «Sinceramente, yo
tengo la impresión de que la mayoría de los católicos no creen lo que usted
acaba de explicar sobre la Eucaristía». Madrid quedó sorprendido y pensó para
sí mismo: «Como católico creo que yo debería saber mucho mejor que lo que
ese mormón pudiera saber sobre lo que creen los católicos, en especial sobre
algo tan central como la Eucaristía». Pero el mormón siguió diciendo que él
había asistido a varios bodas católicas y a otras misas católicas y le puedo
decir que los católicos que he visto en ellas estoy seguro no parecían creer en
lo que usted acaba de decir sobre la presencia de Jesús en la Eucaristía».

Y él continuó: «He visto católicos yendo a comulgar mascando chicle…


Algunos parecen realmente aburridos. He visto a algunos que se van
saludando por el camino al altar». Y después de recibir la comunión, «parecen
desinteresados e indiferentes».

Lógicamente, Madrid comenzó a sentirse muy incómodo, reconociendo que lo


que le decía el mormón eran casos muy frecuentes y que «la falta de respeto
generalizada a la presencia real de Jesús en el Santísimo Sacramento, es el
resultado directo de la generalizada falta de fe actual, era un verdad
incuestionable.
El mormón repitió su primera observación, diciendo: «No quiero ser
irrespetuoso ni nada por el estilo, pero creo que los católicos no creen en lo
que usted cree sobre este tema». Pero lo que dijo a continuación fue aún peor:
«Si yo creyese lo que usted cree… si yo realmente, de verdad, creyera que allí
esta –de verdad- Dios mismo y no un mero símbolo, yo caería al suelo,
tendido sobre mi rostro y me postraría así ante Él. ¡Yo estaría tan poseído de
reverencia y adoración! Y nunca he visto a ningún católico manifestar este
respeto. Por ello, creo que ustedes no creen lo que dicen creer».

Madrid concluye que el mormón «había manifestado una verdad terrible con
tanta claridad junto con una precisión devastadora que fue lo único en que
pude pensar durante el resto de la conversación».

La «lección de vida» que aprendió consistió en darse cuenta de que los


católicos no siempre edificamos y evangelizamos a los no católicos.
«Podemos, incluso, dar mal ejemplo y desevangelizar, aún sin quererlo,
simplemente a fuerza de nuestra total pereza, y la complacencia y satisfacción
de nosotros mismos, junto a nuestra falta de reverencia por las cosas santas.

Al final de cada capítulo, Madrid añade el texto más apropiado de la Sagrada


Escritura que subraya la «lección» que ha aprendido. En este caso, el texto es:
«Guardemos la gracia, por la cual serviremos agradablemente a Dios con
temor y reverencia» (Heb 12, 28).

Las observaciones del mormón fueron para mí como un despertador. Yo he


escuchado a otras personas fuera de la Iglesia señalar el mismo punto: «Si
vosotros, católicos, creéis lo que decís que creéis…»

Lo que nosotros católicos pretendemos creer es tremendo. La reverencia y el


recogimiento en Misa deberían guardarnos contra la idea de que ella es un
simple ejercicio rutinario del fin de semana.

Francis Phillips

También podría gustarte