Comunión en La Boca y en La Mano
Comunión en La Boca y en La Mano
Comunión en La Boca y en La Mano
Recibir la Eucaristía nada tiene que ver con la manducación de una cosa, que
este caso sería un cuerpo y su sangre. Lo que tiene lugar es la compenetración
de las personas, el Señor vivo se me entrega, entra en mí y me invita a
entregarme desde Él, de suerte que adquiera validez el “ya no vivo yo, sino
que Cristo vive en mí” (Gal. 2, 20), sólo así la recepción de la comunión es un
acto humano que eleva al hombre y lo transforma.
La manera de Comulgar
(Quien opte por comulgar en la mano, sepa que hay una forma correcta: Poner
la mano izquierda, con la palma hacia arriba con los dedos extendidos y
unidos, sobre la mano derecha, también con la palma hacia arriba y con los
dedos extendidos y unidos, como para formar un digno trono.
Una vez que la Hostia consagrada ha sido colocada en la palma izquierda,
tomarla con el pulgar e índice derechos y llevarla a la boca colocando la mano
izquierda debajo de la barbilla, a modo de patena para evitar que partículas
puedan caer al suelo.
Después hay que revisar las manos y dedos para que dado el caso se consuma
cualquier partícula que haya quedado.)
IGMR #285. Para distribuir la sagrada Comunión bajo las dos especies,
prepárese:
[91.] No es lícito negar la sagrada Comunión a un fiel, por ejemplo, sólo por el
hecho de querer recibir la Eucaristía arrodillado o de pie.
[92.] Aunque todo fiel tiene siempre derecho a elegir si desea recibir la
sagrada Comunión en la boca, si el que va a comulgar quiere recibir en la
mano el Sacramento, en los lugares donde la Conferencia de Obispos lo haya
permitido, con la confirmación de la Sede Apostólica, se le debe administrar la
sagrada hostia. Sin embargo, póngase especial cuidado en que el comulgante
consuma inmediatamente la hostia, delante del ministro, y ninguno se aleje
teniendo en la mano las especies eucarísticas. SI EXISTE PELIGRO DE
PROFANACIÓN, NO SE DISTRIBUYA A LOS FIELES LA COMUNIÓN
EN LA MANO.
[93.] La bandeja para la Comunión de los fieles se debe mantener, para evitar
el peligro de que caiga la hostia sagrada o algún fragmento.
[94.] No está permitido que los fieles tomen la hostia consagrada ni el cáliz
sagrado «por sí mismos, ni mucho menos que se lo pasen entre sí de mano en
mano». En esta materia, además, debe suprimirse el abuso de que los esposos,
en la Misa nupcial, se administren de modo recíproco la sagrada Comunión.
[101.] Para administrar a los fieles laicos la sagrada Comunión bajo las dos
especies, se deben tener en cuenta, convenientemente, las circunstancias,
sobre las que deben juzgar en primer lugar los Obispos diocesanos. Se debe
excluir totalmente cuando exista peligro, incluso pequeño, de profanación de
las sagradas especies. Para una mayor coordinación, es necesario que la
Conferencia de Obispos publique normas, con la aprobación de la Sede
Apostólica, por medio de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina
de los Sacramentos, especialmente lo que se refiere «al modo de distribuir a
los fieles la sagrada Comunión bajo las dos especies y a la extensión de la
facultad».
[107.] Según la normativa establecida en los cánones, «quien arroja por tierra
las especies consagradas, o las lleva o retiene con una finalidad sacrílega,
incurre en excomunión latae sententiae reservada a la Sede Apostólica; el
clérigo puede ser castigado además con otra pena, sin excluir la expulsión del
estado clerical». En este caso se debe considerar incluida cualquier acción,
voluntaria y grave, de desprecio a las sagradas especies. De donde si alguno
actúa contra las normas arriba indicadas, por ejemplo, arrojando las sagradas
especies en el lavabo de la sacristía, o en un lugar indigno, o por el suelo,
incurre en las penas establecidas. Además, recuerden todos que al terminar la
distribución de la sagrada Comunión, dentro de la celebración de la Misa, hay
que observar lo que prescribe el Misal Romano, y sobre todo que el sacerdote
o, según las normas, otro ministro, de inmediato debe sumir en el altar,
íntegramente, el vino consagrado que quizá haya quedado; las hostias
consagradas que han sobrado, o las consume el sacerdote en el altar o las lleva
al lugar destinado para la reserva de la Eucaristía.
https://www.corazones.org/doc/comunion_rodillas.htm
Por esto se insistirá, tal como lo hacían los Padres de la Iglesia, acerca de la
nobleza que debe tener en sí el gesto del comulgante. Así ocurría con los
recién bautizados del siglo IV, que recibían la consigna de tender las dos
manos haciendo “de la mano izquierda un trono para la mano derecha, puesto
que ésta debe recibir al Rey” (5ª catequesis mistagógica de Jerusalén, n. 21:
PG 33, col. 1125, o también Sources chréet., 126, p. 171; S. Juan Crisóstomo,
Homilía 47: PG 63, col. 898, etc.).
6. Conviene ofrecer a los fieles una catequesis del rito, insistiendo sobre los
sentimientos de adoración y la actitud de respeto que merece el sacramento
(cf. Dominicae cenae, n. 11). Se recomendará vigilar para que posibles
fragmentos del pan consagrado no se pierdan (cf. S. Cong. para la Doctrina de
la Fe, 2 de mayo de 1972: Prot. n. 89/71, en Notitiae 1972, p. 227).
Estas normas, así como las que se dan en los documentos de la Sede
Apostólica citados más arriba, tienen como finalidad recordar el deber de
respeto hacia la Eucaristía, independientemente de la forma de recibir la
comunión.
Los pastores de almas han de insistir no solamente sobre las disposiciones
necesarias para una recepción fructuosa de la comunión –que en algunos casos
exige el recurso al sacramento de la penitencia-, sino también sobre la actitud
exterior de respeto que, bien considerado, ha de expresar la fe del cristiano en
la Eucaristía.
IGMR #397. Obsérvese también el principio según el cual cada una de las
Iglesias particulares debe estar de acuerdo con la Iglesia Universal, no
sólo en la doctrina de la fe y de los signos sacramentales sino también en
los usos universalmente recibidos de la ininterrumpida tradición
apostólica, que deben observarse, no sólo para evitar los errores, sino
también para transmitir la integridad de la fe, porque la ley de la oración
de la Iglesia corresponde a su ley de la fe.
El Rito Romano constituye parte insigne y preciosa del tesoro litúrgico y del
patrimonio de la Iglesia Católica, cuyas riquezas contribuyen al bien de la
Iglesia Universal, de tal manera que su pérdida la perjudicaría gravemente.
Este Rito no sólo conservó en el decurso de los siglos los usos litúrgicos
oriundos de la ciudad de Roma, sino que también de modo profundo, orgánico
y armónico, en sí les dio toda su fuerza a algunos otros que se derivaban de las
costumbres y de la índoles de diversos pueblos y de diversas Iglesias
particulares, ya de Occidente, ya de Oriente, adquiriendo así alguna índole
suprarregional. Y en nuestros tiempos la identidad y la expresión de unidad de
este Rito se encuentra en las ediciones típicas de los libros litúrgicos
publicados por la autoridad del Sumo Pontífice y en los libros litúrgicos
correspondientes a éstos, aprobados por las Conferencias de Obispos para sus
jurisdicciones, y reconocidos oficialmente por la Sede Apostólica.
IGMR #398. La norma establecida por el Concilio Vaticano II para que las
innovaciones en la instauración litúrgica no se hagan a no ser que lo exija una
utilidad real y cierta de la Iglesia, y empleando cautela para que las nuevas
formas en cierto modo crezcan orgánicamente a partir de las formas ya
existentes, debe también aplicarse al trabajo de inculturación del Rito
Romano. La inculturación, además, requiere tiempo abundante para que la
auténtica tradición litúrgica no se contamine apresurada e incautamente.
IGMR #87. Para canto de Comunión puede emplearse la antífona del Gradual
Romano, con su salmo o sin él, o la antífona con el salmo del Graduale
Simplex, o algún otro canto adecuado aprobado por la Conferencia de los
Obispos. Lo canta el coro solo, o el coro con el pueblo, o un cantor con el
pueblo.
Por otra parte, cuando no hay canto, se puede decir la antífona propuesta en el
Misal. La pueden decir los fieles, o sólo algunos de ellos, o un lector, o en
último caso el mismo sacerdote, después de haber comulgado, antes de
distribuir la Comunión a los fieles.
Una cita atribuida a San Cirilo de Jerusalén es el texto el más a menudo suele
justificar la innovación. Este texto con cuidado ha sido corregido en un
número de las extensiones de propaganda, artículos, y editoriales que tuvieron
la intención de introducir esta práctica. Los ejemplos pueden ser encontrados
en el editorial del Universo de Londres, que ya ha sido citado, también en un
folleto producido por la Sociedad de Verdad Católica de Inglaterra y País de
Gales, y en el folleto Toman y Comen producido por la Federación
[americana] de Comisiones Diocesanas Litúrgicas. El texto completo, sin
embargo, está contenido en el folleto el Cuerpo de Cristo producido por el
Comité de los Obispos de los Estados Unidos contra la Liturgia.
San Cirilo comparó untar de los órganos sensoriales con la Sangre del Cordero
inmolado en la Eucaristía, a untar de las jambas de la puerta de los judíos
cautivos en Egipto con la sangre de un cordero matado. Él consideró que tal
como esta práctica protegió a los judíos, entonces untar de los órganos
sensoriales prevendría el mal destructivo de tentación sensorial que entra por
ellos.
“Habría que considerar como durante los misterios sagrados tomamos los
miembros del Esposo, los besamos, los abrazamos y los aplicamos a nuestros
ojos”.
"La distribución del Cuerpo de Cristo pertenece al sacerdote por tres motivos:
Primero, porque, como fue dicho, él consagra en la persona de Cristo. Pero
como Cristo consagró Su Cuerpo en la Cena, también Él lo dio a otros para ser
tomados por ellos. En consecuencia la consagración del Cuerpo de Cristo
pertenece al sacerdote, tan de la misma manera hace la distribución que le
pertenece. En segundo lugar, porque el sacerdote es el intermediario
designado entre Dios y la gente, de ahí como esto le pertenece para ofrecer los
regalos de la gente a Dios, entonces esto le pertenece para entregar los regalos
consagrados a la gente. En tercer lugar, porque de la reverencia hacia este
Sacramento, nada lo toca, sino lo que es consagrado, de ahí que el corporal y
el cáliz son consagrados, y de la misma manera las manos del sacerdote, para
tocar este sacramento. De ahí no es legal para alguien más tocarlo, excepto por
necesidad, por ejemplo, si se cayera sobre la tierra (razón), o sea en algún otro
caso de urgencia. (Summa, III, Q. 82, Art. 13)"
El Papa Sixto I (Papa del año 115 al 125) prohibió a los laicos tocar la
Eucaristía Y lo vasos sagrados con las manos.
3. Los dedos del sacerdote se lavan sobre el cáliz con agua y vino, luego de la
Comunión, para ser consumidos reverentemente, para asegurar que la menor
partícula no sea susceptible de profanación. Estas son solo algunas de las
rúbricas incorporadas a la Antigua Misa. Estos no son escrúpulos absurdos,
sino que mostraron que la Iglesia creyó con certeza que en la Misa, el pan y el
vino se convertían verdaderamente en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de
Jesucristo, y que ningún cuidado fue lo suficientemente grande para estar
seguros que Nuestro Señor, en el Santísimo Sacramento, sea tratado con toda
la reverencia y el homenaje que merece Su Majestad. Ahora, cuando se trata
de mostrar reverencia, ¿es posible que estas rúbricas no sean cultivadas?
1. Que ellos creían que no había tal “transubstanciación” y que el pan usado
para la comunión era solo pan corriente. En otras palabras, que la Presencia
Real de Jesucristo en la Eucaristía era solo una “superstición papista”, y que el
pan es solo pan y cualquiera puede manejarlo.
3. No puso en claro a los lectores que los obispos del mundo, cuando fueron
consultados, votaron abrumadoramente en contra de la Comunión en la mano.
4. No mencionó que la permisión fue solo una tolerancia del abuso cuando
éste ya se había instalado en 1969. No fue una luz verde para propagarlo a
otros países, como los Estados Unidos.
Por las respuestas dadas se ve que la mayor parte de los Obispos estiman
que no se debe cambiar la disciplina vigente; más aún, que el cambio sería
dañoso tanto para la sensibilidad como para el culto espiritual de los
mismos Obispos y de muchos fieles.
Esta instrucción, compuesta por mandato especial del Sumo Pontífice Pablo
VI, ha sido debidamente aprobada por él mismo, en virtud de su apostólica
autoridad, el día 28 del mes de mayo del año 1969. Él dispuso también que se
notificase a los prelados por medio de los presidentes de las Conferencias
Episcopales.
(El catecismo holandés tuvo que ser corregido por Pablo VI porque pone en
duda la presencia real de nuestro señor Jesucristo en las especies consagradas
y no hacía una Clara distinción entre sacerdocio ministerial y el sacerdocio
común de los fieles lo que se prestaba a malinterpretar y confundir el
sacerdocio común de los fieles con el de los sacerdotes ordenados.)
5. En su libro, usted observa que en enero de 1977, Pablo VI, a través del
Cardenal Villot, pidió al Cardenal Knox que le informara de la situación
relativa a la concesión de los indultos, de la forma en que se aplicaban y
también que verificara si, tras la aplicación del indulto, se habían
producido abusos, profanaciones o si la devoción de los fieles a la
Eucaristía había disminuido. Pero el Cardenal parecía minimizar los
problemas reales…
6. Lo que realmente pasa, sobre todo a partir del artículo publicado por el
P. Annibale Bugnini en el Osservatore Romano (1973), que usted ha
señalado, “es que la nueva práctica es aún mejor, más fiel a la antigua
forma de recibir la Eucaristía…”
9. Otro aspecto que usted destaca bien es el hecho de que la obtención del
indulto de una Conferencia Episcopal no implica que los Obispos –
individualmente – tengan la obligación de aplicarlo.
Este es otro aspecto fundamental. La obtención del indulto por la Conferencia
Episcopal no implica su aplicación automática en cada diócesis. Es
simplemente el presupuesto que un obispo puede decidir si usar o no el
indulto. En Italia, sin embargo, ha ocurrido lo contrario: se ha pensado que el
indulto concedido a la CEI autorizaba la recepción de la Comunión en la mano
en todas las diócesis de Italia. Pero no es así. Cada obispo puede decidir si
aplicarlo y de qué manera. El Obispo de Oruro, por ejemplo, en enero de 2016
emitió un decreto por el cual prohibía en el territorio de su diócesis el recibir
la Comunión en la mano. Esto podría hacerlo cualquier obispo; de hecho,
estrictamente hablando, sin un decreto del individual obispo que declara
acoger el indulto obtenido por la Conferencia Episcopal, la Comunión en
la mano no es legal. También Monseñor Laise, en Argentina, no aceptó el
indulto. Fue acusado por los otros obispos de no estar en comunión con ellos;
(razones aparentes-Regla 2.1) luego se dirigió a la Santa Sede, que le dio la
razón.
De hecho, la posibilidad del indulto ha sido tal vez una debilidad. Hay una
parte del libro en la que hablo del papel de la autoridad eclesiástica, en la que
intento mostrar – pensándolo ahora – que la concesión del indulto ha
permitido llegar a la situación que está ante los ojos de todos. Si se hubiera
acogido sencillamente la oposición de la mayoría de los obispos consultados
sobre la posibilidad de recibir la Comunión en la mano, tal vez las cosas
habrían sido diferentes. (Naturalmente, el clero liberal de otros países
concluyó que si esa rebelión podía ser legalizada en Holanda, podía ser
legalizada en cualquier parte. Ellos imaginaron que si ignoraban la Encíclcia
Memoriale Domini y desafiaban la ley litúrgica definida de la Iglesia, esa
rebelión no sólo sería tolerada, sino eventualmente legalizada. Eso es
exactamente lo que ocurrió, y es por eso que hoy en día tenemos la Comunión
en la mano.) Es necesario tener presente la prioridad de proteger la
Eucaristía de la mejor manera posible de la dispersión de fragmentos y
otras posibles profanaciones claramente facilitadas por el nuevo método
concedido. Juan Pablo II, en su encíclica Ecclesia de Eucharistia, enseñó que
“Al dar a la Eucaristía todo el relieve que merece, y poniendo todo esmero en
no infravalorar ninguna de sus dimensiones o exigencias, somos realmente
conscientes de la magnitud de este don. A ello nos invita una tradición
incesante que, desde los primeros siglos, ha sido testigo de una comunidad
cristiana celosa en custodiar este « tesoro ». Impulsada por el amor, la Iglesia
se preocupa de transmitir a las siguientes generaciones cristianas, sin perder ni
un solo detalle, la fe y la doctrina sobre el Misterio eucarístico. No hay peligro
de exagerar en la consideración de este Misterio, porque « en este Sacramento
se resume todo el misterio de nuestra salvación » (Santo Tomás de Aquino,
Summa theologiae, III, q. 83, a. 4 c.)” (n. 61). Esta afirmación es decisiva.
Luisella Scrosati
[183.] De forma muy especial, todos procuren, según sus medios, que el
santísimo sacramento de la Eucaristía sea defendido de toda irreverencia y
deformación, y todos los abusos sean completamente corregidos. Esto, por lo
tanto, es una tarea gravísima para todos y cada uno, y, excluida toda acepción
de personas, todos están obligados a cumplir esta labor.
[184.] Cualquier católico, sea sacerdote, sea diácono, sea fiel laico, tiene
derecho a exponer una queja por un abuso litúrgico, ante el Obispo diocesano
o el Ordinario competente que se le equipara en derecho, o ante la Sede
Apostólica, en virtud del primado del Romano Pontífice.[290] Conviene, sin
embargo, que, en cuanto sea posible, la reclamación o queja sea expuesta
primero al Obispo diocesano. Pero esto se haga siempre con veracidad y
caridad.
Su Excelencia:
En vista de la ley que establece que “los ministros sagrados no pueden negar
los sacramentos a quienes los pidan de modo oportuno, estén bien dispuestos y
no les sea prohibido por el derecho recibirlos” (C. Canónico 843, § 1), no debe
negarse la Sagrada Comunión a ningún católico durante la Santa Misa,
excepto en casos que pongan en peligro de grave escándalo a otros creyentes,
como el pecador público o la obstinación en la herejía o el cisma,
públicamente profesado o declarado.
Aún en aquellos países donde esta Congregación ha aprobado la legislación
local que establece el permanecer de pie como la postura para recibir la
Sagrada Comunión, de acuerdo con las adaptaciones permitidas a las
Conferencias Episcopales por la Institución Generalis Missalis Romani n. 160,
§ 2, lo ha hecho con la condición de que a los comulgantes que escojan
arrodillarse no les será negada la Sagrada Comunión.
SACRILEGIO
También quien profana una cosa sagrada, mueble o inmueble, debe ser
castigado con una pena justa.
PROFANACIÓN
Debe ser castigado con una pena justa –ferendae sententiae– quien profana
una cosa sagrada, es decir, destinada al culto divino por una bendición. La
cosa sagrada puede ser mueble –cáliz, patena, etc. – o inmueble –altar, capilla,
etc.–.
Fuentes: CIC cc. 1205, 1211, 1367, 1376, 938 §3; Responsum circa can.
1367 (3-VII-1999)
23 Tiene fuerza de ley tan sólo aquella costumbre que, introducida por una
comunidad de fieles, haya sido aprobada por el legislador, conforme a los
cánones que siguen.
24 § 1. Ninguna costumbre puede alcanzar fuerza de ley si es contraria
al derecho divino.
§ 2. Cumplan con gran diligencia los deberes que tienen tanto respecto a la
Iglesia universal, como en relación con la Iglesia particular a la que
pertenecen, según las prescripciones del derecho.
Testimonio Ortodoxo
“¿Sabes lo que nos pasa a los sacerdotes ortodoxos si una sola partícula de la
comunión que demos, se nos pierde o cae al piso?, nos suspenden sin derecho
a celebrar por 40 días y probablemente recibamos más sanciones, además de
esa. Así de grave es que una sola partícula del Cuerpo del Señor, caiga al piso
o se pierda”
Me dejó muda.
En las liturgias orientales dan la comunión con una cucharita de metal
precioso que se llama “labis” y usan un corporal rojo, que extienden por abajo
del cuello del comulgante, para cuidar que no se pierda ni una sola partícula o
gota del Cuerpo del Señor.
Los que han comulgado del labis, dicen que su boca nunca lo toca en
realidad. Y aún que así fuera, según sé, el uso del labis es porque todos deben
comulgar de un mismo cáliz, y los cristianos de oriente no se andan con cosas,
ellos realmente creen que nada impuro puede haber junto al Cuerpo del Señor,
y no hay ningún riesgo ni de enfermedad ni de contagio, y les ha funcionado
por siglos.
Testimonio de un Mormón
https://www.infocatolica.com/?t=opinion&cod=26901
Madrid cuenta que como apologista de plena dedicación, estaba dando una
conferencia sobre la fe católica, cuando un mormón le preguntó si podría
hablar al final. Durante su conversación, que fue sobre la Eucaristía y el
Santísimo Sacramento del Sagrario, el mormón le señaló: «Sinceramente, yo
tengo la impresión de que la mayoría de los católicos no creen lo que usted
acaba de explicar sobre la Eucaristía». Madrid quedó sorprendido y pensó para
sí mismo: «Como católico creo que yo debería saber mucho mejor que lo que
ese mormón pudiera saber sobre lo que creen los católicos, en especial sobre
algo tan central como la Eucaristía». Pero el mormón siguió diciendo que él
había asistido a varios bodas católicas y a otras misas católicas y le puedo
decir que los católicos que he visto en ellas estoy seguro no parecían creer en
lo que usted acaba de decir sobre la presencia de Jesús en la Eucaristía».
Madrid concluye que el mormón «había manifestado una verdad terrible con
tanta claridad junto con una precisión devastadora que fue lo único en que
pude pensar durante el resto de la conversación».
Francis Phillips