Iniciaciones, Paul Sédir

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 276

I

lniciaciones
Prologoy traduccion por Carmelo Rfos

Paul Sedir
Otros tftulos de la coleccion:

Instrucciones Cohen
Lous-Claude de Saint Martin M artm es de
Jean-Baptiste Willermoz P asqually

Iglesia Gnostica
Grupo de Estudios e Ecce Homo
Investigaciones Martinistas Louis-Claude de
y Martinezistas de Espafia Saint Martin

El hombre de deseo
El Martinismo Louis-Claude de
Jean-Louts de Biasi Saint Martin

La Have. Sex puncta Teosofia Reveiada


Jakob Bbhme Jakob Bohme
‘l m d c i a m i e &

Paul Sedlr

Prologo y traduccion de
CARMELO RIOS

G.E.I.M.M.E.
© 2012. Paul Sedir
@ 2012. Editorial Dilema

Director de la coleccion: Diego Cerrato

Queda totalmente prohibida la reproduction total o parcial de esta obra, ni su incorporation a


un sistema informatico, ni su transmision en cualquier forma o medio, ya sea electronico, digi­
tal, mecanico u otros, sin el permiso previo y por escrito del autor.

Maquetacion: T orre, S. L.
Impresion: Reprograficas Malpe, S.A.

Deposito legal: M-19673-2012


ISBN: 978-84-9827-268-0

Impreso en Espana / Printed in Spain


ndice

PROLOGO 7

Capltulo 1. EL ESTADO DE MI ALMA ....................................... 21


Capltulo 2. ANDREAS .................................................................. 24
Capitulo 3. ORIENTAL!8MOS....................................................... 29
Capltulo 4. EL NINO RAQUITICO .............................................. 31
Capitulo 5. PROLETARIOS........................................................... 33
Capltulo 6. EXAMEN DE VEDANTA............................................ 36
Capltulo 7. EL BRAHMAN............................................................ 43
Capltulo 8. El DURACAPALAM .................................................. 50
Capltulo 9. LA EVOCACION BRAHMANICA.............................. 63
Capltulo 10. CONSUELO................................................................ 68
Capltulo 11. EL ESPIRITUALISTA................................................... 72
Capltulo 12. EL MAGNETIZADOR................................................ 79
Capltulo 13. LA UNION DE LOS ESPIRITUALISTAS..................... 83
Capltulo 14. INCERTIDUMBRE ..................................................... 88
Capltulo 15. LA VISION DE LA M ENTE....................................... 92
Capltulo 16. EN PLAISENCE .......................................................... 96
Capltulo 17. EL HOMBRE APEGADOA LA TIERRA..................... 101
Capltulo 18. LA MOMIA ................................................................ 107
Capltulo 19. El PRIMERO DE MAYO ............................................ Ill
Capltulo 20. LOS ENEMIGOS INVISIBLES ................................... 115
Capltulo 21. ELVINEDO................................................................ 121
Capltulo 22. AVALANCHA EN EL HIMALAYA.............................. 127
Capltulo 23. LA PRUEBA................................................................ 134
Capltulo 24. ELTIGRE ................................................................... 139

N1CIACIONES * 5
LA ORACION ......................................... 145
E1PHAP .................................................. 148
LA AVIACION ......................................... 151
ENLACORTE......................................... 158
HACIA LA INICIACION CRISTICA . . . . 163
LA TORRE DE BABEL ESPIRITUALISTA 167
TEOFANES ............................................. 173
LOS COMETAS ...................................... 178
LAINUNDACI6N .................................. 185
EL C H IN O ................................................ 189
LAPIRAMIDE ......................................... 198
ELAVEMARfA......................................... 203
LAVIRGEN............................................. 220
PARABOLAS ........................................... 224
LAHUMILDAD ...................................... 230
EL LOUVRE ........................................... 236
EN COMPIEGNE.................................... 238
NAVI DAI) ................................................ 248
ANTIBES.................................................. 252
T.A BATAT.T.A ..................................................... 255
RESURRECCION .................................... 261
PROLOGO

«Se veian a si mismos como nada


y el mundo los despreciaba,
pero para Dios eran preciosos y amados.
Se mantenian en la humilde verdad.
Vivian en la obediencia simple.
Avanzaban en el amor y la paciencia.»

Tomas de Kempis, La imitation de Cristo

Yvon Le Loup, mas conocido con el pseudonimo de Paul Sedir, vino


al mundo en Dinan (Francia), el 2 de enero de 1871. A lo largo de su vida
desarrollo una sincera y prolifica busqueda trascendental, que le llevo al
encuentro de ocultistas de la talk del doctor Gerard Encause —Papus—
y a mantener una estrecha relacion con otros aristocratas del esoterismo,
como Alfred Hael, Josephin Peladan, Albert Faucheux (Barlet), Victor-
Emile Michelet, Stanislas de Guaita, Georges Descormieres (Phaneg) o En-
manuel Lalande (Marc Haven).
Poseedor de una cultura enciclopedica y de excelente formacion aca-
demica, ocupo un modesto puesto como empleado del Banco de Francia,
que, por otra parte, le permitia una gran disponibilidad de tiempo para de­
dicate a sus investigaciones espirituales. Activo colaborador de las revistas
L ’Initiation y Le Voile d ’Isis, excelente orador, escritor, erudito versado en
metafisica oriental e investigador de lo oculto, a Paul Sedir le debemos
importantes estudios sobre hermetismo, sufismo, druidismo, rosacmcismo,
alquimia, simbologia, kabala y espiritualidad en general. Llego a servir en
altos cargos jerarquicos de varias organizaciones iniciaticas de la epoca,

NICIACIONES * 7
como la Orden Kabalistica de la Rosa+Cruz, la Iglesia Gnostica de Doinel
—donde alcanzo el grado de obispo—, la Hermandad Hermetica de Lu­
xor, la Francmasonerfa en varios de sus ritos, incluyendo el de Memphis-
Misraim, y fue tambien un activo miembro de la Sociedad Alquimica de
Francia creada por Jovillet-Castelot y de la Orden Martinista fundada por
Papus. Parece ser que incluso su pseudonimo lo extrajo de una de las
obras de Louis-Claude de Saint-Martin, y que no es sino una alteration de
la palabra francesa desir (deseo), ese intenso anhelo de comunion con lo
divino que le acompano durante toda su existencia.
Aquellos principios del siglo xx fueron los memorables anos del gran
florecimiento del esoterismo y del ocultismo, de los Salonesde la Rose+Croix
tan de moda en la Belle Epoque, del orientalismo redescubierto por el Mu-
seo Guimet, la pasion por la egiptologia, viva aun desde la epoca napo-
leonica y la Campana de Egipto, del auge de la Teosofia y las asombrosas
revelaciones de m adame Elena Blavastky. Todo ello unido al cosmopoli-
tismo de la Exposition Universal de 1900 y al famoso ambience del Cafe
de la Paix, donde Paul Sedir se rodeaba del tout Paris de los filosofos, in-
telectuales, artistas, poetas, magos y ocultistas de la epoca.
Pero a pesar de su exito como escritor metafisico y de ver reconocidos
sus meritos por el movimiento esoterico y libre-pensador de su epoca,
Paul Sedir llego a sentir un gran vacio en su interior, una sensation de
fracaso espiritual que fue creciendo progresivamente y que le llevo a re-
conducir su busqueda por senderos bien diferentes, al igual que un siglo
antes lo hiciera el propio Louis-Claude de Saint-Martin, cuando en medio
de la lenta y compleja ritualia inspirada por su maestro Martinez de Pas-
qually, detenia los trabajos operativos para preguntarse: yPuede ser esto
necesario para encontrar a Dios?». Y la respuesta, anos despues, la leemos
en uno de sus propios escritos:

«La unica iniciacion que yo busco y anhelo con todas las


fuerza de m i alma es aquella que me perm ita entrar en el cora-
zon de Dios y a Dios entrar en el mio».

Su muda oration, unida quizas a la desesperanza de aquel que ha ca-


vado mucho en el desierto y ha recorrido todos los caminos posibles en

8 • Pan S6dir
busca del agua espiritual, recibio respuesta en la forma tangible de quien
serfa su verdadero guia iluminador: Nizier Anthelme Philippe (1849/1905),
que Papus afectuosamente definia como el Padre de los Pobres, y al que
miles de devotos, deudos morales y materiales, y algunos escasos disdpulos
llamaban LeMaitre Philippe. Ante su presencia, Sedir reconocio haber sen-
tido que su torre de marfil se dermmbaba desde la base. El encuentro di-
recto con un gigante espiritual de la talla de los mas grandes maestros de
Oriente, acaecido un domingo del mes de julio de 1897 en la Gave de Lyon,
en Paris, y en compania de la esposa del doctor Encause, iba a alterar de-
finitivamente su destino. Anos mas tarde, en una de sus obras escribiria:

«Cuando el Maestro aparece es como un sol que se eleva en el


corazon del disctpulo, todas las nubes se disipan, todas las esco-
rias se diluyen, una claridad nueva se esparce sobre el mundo;
olvidamos laspenas, las desesperanzas, las ansiedades... Si elpo-
bre corazon las dirige hacia los radiantes paisajes entrevistos,
sobre los cuales el apacible esplendor de la Eternidad despliega
sus glorias, nada apagado puede ensombrecer la Naturaleza, y
todo, alfin , se consume en admiracion, adoracion y am or..

Sedir tuvo el raro privilegio de un encuentro real, en esta densa di­


mension de conciencia que llamamos mundo, con un verdadero Servidor
Desconocido, con un «enviado del Cielo» confundido entre las masas. Pero,
contrariamente al sueno de no pocos buscadores espirituales, no se trataba
de un guru vestido al estilo hindu, de un asceta cubierto de cenizas, de
mirada perdida, con larga barba y turbante, o de un sabio enigmatico y
distante, poseedor a todas luces de un secreto oculto o el arcano de alguna
ciencia perdida, sino de un simple padre de familia, que fumaba en pipa
casi continuamente y que vivia como un hombre normal, pero a cuyos
pasos florecian los milagros, los hechos prodigiosos, las curaciones es-
pontaneas.. y en cuya presencia se producian las mas extraordinarias
manifestaciones de la Providencia.
Inevitablemente se sintio precipitado hacia ese personaje fuera de lo
comun y hacia la Via Directa que Philippe le mostraba por el unico y sim-

\iC IAC IO \ES • 9


pie camino del amor al projimo y la Imitacion de Cristo. Sedir, poseedor
de una rara inteligencia espiritual y una humildad que rara vez caminan
juntas, supo reconocer en el misterioso desconocido a su guia espiritual
y ya nunca se separarfa de el. Anos mas tarde revelo que en su presente
obra, Iniciaciones, disfrazo literariamente la personalidad extraordinaria
de su Maestro bajo la apariencia del personaje central de la novela. En
uno de sus libros leemos:

"Afirmo que tuve, durante un largoperiodo de mi vida, la fe-


licidad de ver vivir a un hombre que, sin esfuerzo aparente, rea-
lizaba la perfeccion del Evangelio. Aceptaba al pie de la letra las
palabras del Evangelio, teniendopor superficiales las exegesis mo-
dernas. Si nos esforzamos en am ar al projimo como a nosotros
mismos, el Cielo nos revela el sentido oculto de los textos, decia. Se
mostraba poco prodigo en discursos. Emplazaba el amorfraternal
antes que nada, antes que la oracion e incluso antes que la fe. Se-
nalaba el orgullo y el egoismo como los mas grandes obstaculos
para nuestro avance. Ast, este cristiano, este filosofo, este sabio,
era el taumaturgo mas extraordinario; todas las maravillas ope-
radaspor los santos las he visto realizarse, las curaciones inexpli-
cables, los hechos de santidad, los milagros, florectan a su paso».

Este providencial encuentro causo tan honda impresion en su alma y


provoco tan singulares transformaciones en su mente que, como un sin-
cero alquimista, decidio recomenzar la obra espiritual desde el principio.
Dejo atras su pasion por el hermetismo, por las ciencias ocultas, por la
magia y las ceremonias, y abandono su vinculacion con mas de veinte or-
ganizaciones iniciaticas occidentales y otras orientales, para consagrarse
en cuerpo y en alma al servicio del Cristo Siempre Vivo y a la realizacion
del ideal evangelico. Habia percibido con claridad el camino hacia su sueno
secreto y veia por fin abierto el portal hacia el intimo anhelo de toda su
vida.
Evidentemente, sus companeros de busqueda, amantes de los rituales
operativos, de los altos grados iniciaticos, del secretismo, de la magia ce­

10 • Paui S6dr
remonial, de la especulacion intelectual, o mas comprometidos en la lucha
por los derechos sociales, partidarios del liberalismo y adalides de un cre-
ciente anticlericalismo, no quisieron, no supieron o no pudieron compren-
derle. Le tacharon de quietista, cuando, a decir verdad, la vida y la obra
de Paul Sedir, y mas aun la de su Maestro, se encuentran en las antipodas de
una espiritualidad contemplativa, y juzgaron muy severamente su invero-
simil desercion de los medios ocultistas y masonicos de la epoca, que ca-
lificaron de traicion y de “inexplicable desviacion catolicista».
Como en su epoca, aun hoy algunos escritores siguen manifestando
similar incomprension al referirse a este suceso de capital importancia,
que marco para siempre la vida de Paul Sedir y de miles de otros busca-
dores de la verdad, conocidos o desconocidos, visibles o invisibles, lejanos
o cercanos, pasados, presentes y futuros.
Sin embargo, la mayorfa de sus amigos espirituales, incluyendo a buen
numero de los mejores y mas sinceros ocultistas e iniciados de la epoca,
le acompaharon en su singladura espiritual y, tarde o temprano, viajaron
a la ciudad de Lyon para conocer al Maestro. El propio Gerard Encause
escribiria anos mas tarde esta carta a Monsieur Philippe:

«Querido y buen Maestro:


He recibido su carta, que le agradezco,
pues es siempre una alegria el versu tan deseada escritura.
Usted me ha hecho conocery am ar a Cristo,
y por ello le estare eternamente agradecidO“.

Por otra parte, quienes le acusaron de catolicista o le tildaron de «beato


parroquiano», deberian recordar que la doctrina y sobre todo el ejemplo
del Maestro Philippe de Lyon resultaban ser absolutamente incompatibles
con el dogma catolico romano, y menos aun con la actitud habitual del
clero. Cabe recordar, por otra parte, que los autenticos iniciados de Oc-
cidente, los alquimistas, los grandes terapeutas, los hermetistas, los tro-
vadores occitanos, los cataros y los llamados «albigenses», como los rosa-
cruces (a despecho de posteriores «egipciaciones»), eran profundamente
cristianos y catolicos, es decir, universalistas, que se aliaron en su mo­
menta a la Reforma de Lutero, y manifiestamente se opusieron a la iglesia

!!\[CIAC!ONES • 11
de Roma, a la que acusaban abiertamente de haber traicionado al men-
saje de amor, pobreza y compasion de Jesus el Cristo. Que por sus ideas
liberales y verdaderamente cristianas fueron perseguidos y en muchas
ocasiones vilmente asesinados por el monstruoso brazo secular de la Igle-
sia, la Inquisicion. Alexander Sethon, Teofrasto Paracelso, Van Helmot,
Giordano Bruno, Tomas Campanella, Henri Kunrath y Alexandra Gaglios-
tro, entre otros.
Por su parte, el maestro Philippe mostraba el camino hacia la trans-
formacion del corazon por el simple ejemplo (jpor sus hechos los cono-
cereis!) y daba testimonio de la existencia real y de la intercesion directa
del Cielo, tanto en los asuntos de la vida diaria como en los casos mas
desesperados. Pero ese Cielo no era un paraiso inaccesible, perdido en
algun lugar de un universo lejano, regido por un dios caprichoso, autocrata
y antropomorfico, creado a imagen y semejanza de las debilidades huma-
nas, como lo conciben los fanaticos o la ignorante beateria, sino el reino
de la Luz, de la Verdad y de la Vida, presente aqui y ahora, en este mismo
momento en el que existimos, accesible a todo ser humano sin la interce­
sion de otro Sacramento que la mas humilde oracion, sostenida por la
bondad del corazon y el sacrificio del egoismo.
Tampoco creia en la necesidad de intermediario alguno entre la luz
del alma y el Reino de los Cielos, y otro sacerdocio excepto el que ha de
esperarse de un autentico cristiano, pues todo sincero discipulo de Cristo
es un verdadero sacerdote, un secreto agente del Amor Divino.
En sus ensenanzas, ademas, postulaba la existencia de la reencarna-
cion y demostraba la necesidad personal e ineludible de purificarse por
los propios pensamientos, palabras y, sobre todo, por las obras, y liberarse
asi del karma actual o de vidas anteriores —las deudas, en su personal
expresion— para alcanzar la liberation. Postulados totalmente irreconci-
liables con la ortodoxia de la religion oficial, pero no asi con el cristianismo
de los orfgenes, revelado ahora en los textos gnosticos, esenios, cataros,
mandeanos y nestorianos, o los procedentes de los Padres del Desierto y
de las primeras comunidades cristianas de Asia, asi como los Evangelios
apocrifos e incluso los reconocidos por la Iglesia, leidos ahora a la luz del
sencillo mensaje de amor, compasion y don de si mismo.

12 * Paul S6dir
La inexplicable curacion de un enfermo desahuciado a cambio de
unos dias o incluso de unas pocas horas sin hablar mal del projimo. La
redencion de graves errores pasados, cuyas consecuencias eran visibles
en la triste existencia y en la salud fisica y moral de aquellos que se le
acercaban, a cambio de una oration, de la privation de un simple deseo
material, por la renuncia a una querella legal, por el perdon de una deuda,
por el olvido de una ofensa. Tal era la medicina del alm a que Philippe
de Lyon prescribia a los miles de enfermos del cuerpo o del espiritu que,
afligidos, llamaban a su puerta.
Pero a sus discipulos, varios de ellos antiguos militantes de todas las
formas posibles de initiation occidental, a los terapeutas, a los sanadores
y, en fin, a los sinceros buscadores de una real transformation interior, les
exigia sacrificios infinitamente mayores. La Imitation de Cristo no consistia
en huir de lo que nos toca vivir, en separarse de los semejantes, en sen-
tarse a meditar en un rincon del templo, en perderse en un desierto de
arena o de soledad; en olvidarse del mundo viviendo en el corazon de la
selva, en la cima de una montana o entre los muros de un monasterio.
Consistia, sobre todo, en el olvido del miserable yo-mismo, en desaparecer
del lienzo de la propia vida, en la capitulation total del ego, en la rendi­
tion absoluta de la personalidad ante el poder del Alma, aqul y ahora, en
esta vida y con este cuerpo, en el campo de batalla de la vida de cada
dla. En sus propias palabras:

«No busqueis el reposo, buscad la guerra. Buscad a los incre-


dulos. a los malos, a los ignorantes, a los enfermos, y curadlos
dando de vosotros mismos a pesar de todo el esfuerzoy las moles-
tias que eso os causara. Si volveis luego empobrecidos, cansados,
agotados, alcanzados incluso por las dudas debido a sus argu­
m en ts, encerraos en vuestra habitacion y rezad; la fuerza y el
vigor regresaran».

En la medicina suprema del Maestro Philippe, extralda linea a llnea


del Evangelio y de las propias palabras del Divino Reparador, no habla
lugar para ningun metodo de terapia conventional, ni para el magnetismo,

INICIACIONES • 13
la magia o la aplicacion de una ciencia oculta. El camino de la verdadera
y definitiva curacion consistia, fundamentalmente, en el amor al projimo,
que a menudo conllevaba la muerte en vida del propio ego; en la derrota
final del egoismo y el miedo, cuyas tendencias malignas y destructivas
son la causa de todo el sufrimiento individual y colectivo de los seres. Si
se trataba de imitar a Cristo, no era como a un personaje historico, sino
como a una presencia viva. Actuar como Cristo lo harfa —como el Cristo
lo hace— en medio de la vida misma y ser el medio de expresion de Su
Luz y de Su Vida. Y para Philippe y cuantos verdaderamente poseian el
germen de una autentica busqueda trascendental, solo habia un camino.
Esta forma superior de curacion del cuerpo y del alma por un sublime
acto de amor, por un sacrificio personal mas alia de lo humano, que solamente
puede surgir de la propia luz del Espiritu Santo, al igual que a los apostoles
y los discipulos del Maestro de Galilea, les permitio curar a los enfermos,
devolver la vista a los ciegos, hacer caminar a los tullidos y realizar milagros
en nombre del Amigo Secreto, en cuyo misterioso ejercito militaban.
Como el propio Maestro Jesus y sus apostoles, los bienaventurados
seguidores de Philippe de Lyon fueron victimas de la incomprension, del
desprecio y de la ingratitud de aquellos que a menudo habian rescatado
de la miseria material y moral y, como en el pasado, hubieron de soportar
el ataque de las oscuras fuerzas de la ignorancia. Pero el encuentro con el
amor verdadero, tal vez con el mas elevado amor al que un ser humano
le es dado acceder, provoco en ellos una extraordinaria transformacion, es-
tablecio una paz hermetica y una felicidad indefinibles en su corazon, y
les abrio el camino hacia ese anorado Reino de los Cielos que, como nos
dice el evangelista Tomas: «Esta en nosotrosy fuera de nosotros«.
Ni uno solo de sus valientes discipulos, convertidos en genuinos Sol-
dados de Cristo, dio jamas un paso atras en el campo de batalla del sufri­
miento humano y en la lucha por el avance del alma. A tal respecto, el
estudio biografico de los herederos espirituales del Maestro Philippe no
puede dejar de impresionarnos y de conmovernos.
El Maestro Philippe nos enseno que aquello que debe ser anhelosa-
mente deseado y buscado, silenciosa y pacientemente, por encima de todo
y de todas las cosas, es nuestra directa vinculacion con el Reino de Dios, que

1^ • Paui Sedir
no es un lugar, sino el mundo interior del alma, el estado natural del ser,
una dimension de consciencia redimida de la amnesia divina en la que
estamos inmersos, por medio de la compasion incondicional y de la re-
nuncia al egoismo.
Dijo el Maestro del Amor: «Que aquel que quiera seguirme se niegue a
si mismo». Pero <;cual es entonces el metodo, la forma, la «tecnica secreta»
para alcanzar ese estado, para soportar el inconcebible esfuerzo? <;Tal vez
el atroz sufrimiento y las visibles e invisibles consecuencias de tamano sa-
crificio? El Maestro Philippe, en su habitual sencillez, nos responde:

«Es necesario poner el orgullo a lospies y no ser nada,


y el resto nos sera dado por anadidura.»

Con el fin de ayudar a otros a encontrar el camino, en 1920 Paul Sedir


y algunos seguidores fundaron una organization mistica y filantropica de-
nominada Les Amities Spirituelles (Las amistades espirituales), que ha so-
brevivido hasta nuestros dias, cuyo objetivo era el estudio del Evangelio
a la luz de las ensenanzas del Maestro y la difusion de las obras de su
fundador y de otros misticos cristianos. En la actualidad, y seguramente
debido a una necesidad creciente de reencontrar el autentico espiritu del
Cristianismo y un despertar de la consciencia cristica en el corazon de la
humanidad, se ha acrecentado en gran medida el interes por sus obras y
se estan publicando en diferentes idiomas otras tantas sobre el Maestro
Philippe de Lyon, escritas por sus discipulos, devotos y admiradores, sobre
todo los vinculados con el Martinismo; algo muy natural si tenemos en
cuenta que el propio Maestro Philippe anuncio a algunos de sus discipulos
que esta orden de caballeria mistica y cristiana conoceria desviaciones y
grandes tribulaciones, pero que ello no deberfa inquietar a sus iniciados
—la cadena dorada de los servidores desconocidos—, pues el seria el “an­
gel guardian de los martinistas».

Y ahora unas palabras sobre este extraordinario libro:

Iniciaciones fue la obra mas querida de Paul Sedir, o diriamos mejor


su obra maestra, que revive conmovedoramente su propia biografia y la

INICIACIONES * 15
relation con su mentor. Es tambien el libro de cabecera de numerosos
buscadores espirituales y un verdadero codice de referenda para quien
aspire a poseer una verdadera regia de oro que le guie hacia una genuina
vida espiritual. Durante su lectura debe tenerse presente que algunos de
los capitulos fueron escritos poco antes de la Primera Guerra Mundial y
que revelan el caracter profetico de las conversaciones con su Maestro.
Se termino de redactar justo despues de la monstruosa contienda y las
ensenazas y varios relatos de sus paginas estan impregnados de tales dra-
maticos eventos. Unos y otros poseen una profundidad y una claridad
tan exquisitas que resultan dificilmente comparables con cualquier otra
publication similar, y en fin, describen con extrana exactitud hechos des-
conocidos de la historia pasada y futura, y adelantan hipotesis cientificas
que solo recientemente han sido redescubiertas por la ciencia.
El anonimo protagonista expone sus conocimientos, sus dudas y sus
intimas aspiraciones ante la presencia irradiante de la Luz, encarnada en
un servidor desconocido, y recibe como respuesta, en medio de la mas
sublime sencillez, las claves secretas de la existencia humana. Guiado por
dos autenticos iniciados, Andreas y Estela, llegara a conocer al mas grande de
entre los grandes, al Maestro de Maestros, a quien, simbolicamente, llamara
Teofanes.
Paul Sedir entrego su alma al Am ado el dia 3 de febrero de 1926, a
los 55 anos de edad. En sus ultimos dias dijo: «Zo he dicho todo, lo he
escrito todo, nada tengoya que decin. Nos lego una notable y voluminosa
obra espiritual, pero, sobre todo, el bendito texto que el lector sostiene
ahora entre sus manos. Un libro que a nadie puede dejar indiferente, ya
que brota por momentos de un manantial de agua viva, fresca y sanadora,
brillante de luminiscente sabidurfa y acariciada con una redentora brisa
espiritual.
Este libro ha sido el companero espiritual de este servidor durante varias
decadas, y tambien de otros muchos peregrinos de eternidad, a lo largo de
casi un siglo. Un faro que en los momentos de tempestad ha iluminado el
camino hacia la prometida tierra firme de donde vinimos, hacia el hogar per-
dido, hacia ese verdadei'o amor que todos anoramos y buscamos desespe-
radamente. Junto a su lectura nos llega algo sobrenatural, algo que no es de

16 • Paul S6dir
este mundo, una presencia intangible, una bienhechora bendicion, un soplo
del Espiritu o, tal vez, lo quiera Dios, juna Gracia del Cielo!
Para su dificil traduccion, pues el original esta escrito en un frances
culto, poetico y ya en desuso, se ha contado con la edicion francesa ori­
ginal de Les Amities Espirituelles (1924) y con la primera edicion inglesa,
publicada en Londres en 1967 por Regency Press y recientemente por
Aeon Books, que fuera traducida por el conocido autor mistico Mouni
Sadhu (Dymitir Sudoski), en quien causo una muy honda impresion, tal
como relata en varias de sus obras.
Estamos convencidos de que Iniciaciones alcanzara al lector en lo mas
profundo del corazon, con esa misma Luz del Alma que ilumina a todo ser
humano que viene a este mundo, pues, este bendito libro nos devuelve lo
mejor de nosotros mismos, aquello que hace tiempo creiamos perdido: la
firme creencia en el poder del Espiritu y de ese amor que esta en nosotros,
que es nosotros, herencia de nuestro verdadero origen estelar, y nos senala
claramente, sin posibilidad de equivoco, el sendero que lleva, en esta misma
vida, al reencuentro con el Reino de los Cielos.
Durante su lectura, a menudo se tiene la sensacion de haber sentido
pasar el invisible aleteo de un Angel de Dios y, finalmente, se es cons-
ciente de haber recibido una verdadera y perenne iniciacion, pues no se
es la misma persona tras haber leido, desde el corazon, el libro Inicia­
ciones, de Paul Sedir.
Es preciso, sin embargo, advertir al lector: el propio autor y cuantos
conocieron a su Maestro Secreto —pues es su alma inmensa la que flota
a la deriva sobre este libro excepcional— sabian a ciencia muy cierta y
por propia experiencia que por increibles que parezcan las historias, en-
senanzas e inimaginables relatos que contienen estas paginas, no se tra-
taban de simples alegorias novelescas; por muy inverosimiles que nos pa­
rezcan, fueron una experiencia real, vivida por su autor y otros discipulos
en la proximidad del Maestro.
Hecha esta advertencia, no nos queda sino guardar un respetuoso si-
lencio y dar gracias al Divino por haber obrado para que este bendito
libro cayera un dia en nuestras manos y llegara a ser publicado en nuestro
idioma.

INICIACIONES • 17
Humildemente le invito ahora, querido lector, a adentrarse en una ce-
remonia de transformation espiritual. Como si de una initiation se tratase,
permitame que para terminar esta presentation le entregue una llama de
luz viva, a la vez misteriosa Have que abre de par en par el jardin secreto
de nuestro verdadero hogar. jQue resuenen en su corazon y le acompanen
siempre estas salvadoras y redentoras palabras del bienamado Maestro
PhHippe de Lyon!

«Espreciso que creais, absolutamente, en la inmortalidad del alma.


Que Dios no nos ha dejado solos;
que hapuesto en nosotros un alma que esparte de E ly que esta en nosotros.
jAmaos los unos a los otros; el Cielo todo lopuede...!

C armelo Rios

Paui S6dii
In ic ia c k m e s y

Por Paul Sedir

Entre aquellos que vinieron para adorar a Dios durante la fiesta se


*
encontraban algunos griegos. Se acercaron a Felipe, que era de Betsaida,
en Galilea, y le rogaron: «Senor, queremos ver a Jesus». Felipe se lo dijo
a Andres y juntos fueron a decirselo a Jesus. Este les dirigio entonces estas
palabras: «Ha llegado la bora en que sea glonficado el Hijo del Hombre.
En verdad, en verdad os digo, si el grano de trigo no cae en la tierra
y muere, queda el solo, pero, si muere, da m ucho fruto. El que am a su
vida la pierde, y el que odia su vida en este m undo, la guardara para
la vida eterna. /Si alguno quiere servirme, que me siga, y donde yo
este, allt estara tam bien m i servidor. Si alguno me sirve, el Padre le
honrara.
Y ahora m i alma esta turbada. fY q u e voy a decir? /Padre, tibrame de
esta bora! Pero /si he llegado a esta bora para estof Padre, glorifica Tu
Nombre».
Vino entonces una voz del Cielo: «/Le he glorificado y de nuevo le glo-
rificareS.
La gente que estaba a lliy lo oyo decia que habia sido un trueno. Otros
decian: «Le ha hablado un angeU. Jesus respondio: «No ha venido esta voz
por mi, sino por vosotros. Ahora es eljuicio de este mundo; ahora elpnncipe
de este m undo sera arrojadofuera. Yyo, cuando sea levantado de la tieira,
atraere a todos hacia mi». Decia esto para indicar de que muerte iba a
morir.
La gente respondio: «Nosotros sabem ospor la Ley que el Cristo perm a-
nece para siempre (/C6mo dices tu que es preciso que el Hijo del Hombre
sea elevado? /Q uien es ese Hijo del Hombre?».
Jesus les dijo: <Aun porpoco de tiempo esta la L uz entre vosotros. Ca-
m inad mientras tengais Luz para que no os sorprendan las tinieblas; el

INICIACION'ES * 19
que cam ina en tinieblas no sabe a donde va. M ientras tengais la Luz,
creed en la Luz; para que llegueis a ser hijos de la LuZ“.
Dicho esto, Jesus se alejo y se oculto de ellos.

CEvangelio de Juan, 12, 21-36)

20 • PaulSedir
Capitulo 1

EL ESTADO DE Ml ALMA

Acababa de cumplir los cuarenta anos. La atareada existencia de un me­


dico de extrarradio no habia extinguido mis suenos de juventud, hermosa
epoca en la que era capaz de dejarlo todo por un libro raro o por la con-
versacion de un mistico. Mis recuerdos volvian siempre a mi viejo amigo
Desiderius, muerto hacia casi veinte anos, y a los desconocidos que encontre
en su funeral. Y cada noche, cuando la fatiga me lo permitia, prolongaba
mi vigilia ojeando los libros que me dejo en herencia, sobre todo una pe-
quena libreta negra en la que siempre mi mirada se detenia, sin ningun mo-
tivo razonable, sobre los nombres de Andreas y Teofanes.
Un incidente sin importancia vino a romper la monotonia de mis dias.
Mi empleada domestica hizo torpemente una rasgadura en una magnifica
seda bordada que un colono de la familia me habia regalado.
Ese esplendido tablero representaba una rama de melocotonero con
flores rosas, mezcladas con ramilletes de cerezos vestidos de bianco. El
relieve de madera, con hojas, con petalos vaporosos que emergian del
fondo de la tela como una joroba redonda y policroma, las medias-tintas,
las sombras transparentes, las alianzas de colores exquisitos, todo estaba
expresado con la delicadeza simple de un oleo de La Tour. Tres flores ha-
bian sido afectadas por el accidente y, desde hacia quince dias, buscaba
a una bordadora experta para arreglarlas. Desde el Marais me enviaron a
los Epinettes, y de ahi a la escuela profesional de Plaissence A Alii me di-
jeron que cerca del lago Saint-Fargeau habia una especie de anticuario
que vendia toda suerte de objetos curiosos; la mujer de ese artista deberia
poder restaurar mi obra maestra.
Parti, pues, una manana, desde Billancourt, donde vivia, hacia las altu-
ras de Menilmontant. Conocia ese barrio desde hacia mucho. Antano habia1

1 Marais, Epinettes, Plaissence, barrios antiguos de Paris. (N. del T.)

INICIACIONES * 21
visitado frecuentemente a un zapatero alquimista. Sin embargo, tarde mu-
cho en encontrar la calle que buscaba. Pero el paseo fue agradable bajo el
fresco sol de abril. Uno creia estar en el suburbio de alguna subprefectura.
Las Idas de los pequenos jardines hinchaban sus brotes; las hojas nuevas
de las acacias emergian sobre las rejas de las casas anticuadas, a lo Paul de
Kock. Sobre los herbosos adoquines corrfan gmpos de ninos. El organdlo
de Barbarie, tan querido por el corazon del viejo parisino, esparcia sus an­
ticuadas melodias. A medida que la calle ascendia hacia la Porte du Pre,
los zarzales reemplazaban a los muros; se multiplicaban los merenderos, las
casuchas cubiertas de carton embetunado y las partidas de petanca.
Entrando en la calle donde vivia mi anticuario, vi un coche senorial,
parado delante de una casa con un letrero. Era un vehiculo largo, antiguo
y confortable; mi sorpresa fue enorme cuando, al echar una mirada a tra-
ves de la porteria, reconoci la instalacion ambulante que mi venerado pro-
fesor de historia, el doctor B. . se habia constmido para no perder tiempo
en sus clases. Los papeles, las separatas de la Sociedad de Medicina, la
lampara electrica, la pequena maquina de escribir, todo estaba alii.
No queriendo explicar mi presencia, en el caso de que el profesor
apareciera, continue mi camino. El coche estaba estacionado justo delante
del numero al que me dirigia. Decidi volver un cuarto de hora mas tarde.
La calle llevaba a las fortificaciones. Una manada de ovejas desfilaba justo
en ese momento, pastoreada por un hombre y dos magnificos perros, de
la perdida raza de los viejos beaucerons 2. Alguien se detuvo cerca de mi
para observar tambien el trabajo de los buenos animales. Era uno de esos
individuos con los cuales, al primer momento, uno se siente comodo y
confiado; de talk alta, gran porte, perfectamente vestido, cosa muy extrana
en ese barrio y a esa hora; a primera vista parecia distante, aunque con un
gran encanto. Me dijo: qLe gustan tambien a usted los pen'os pastores?».
«Si», le respond!, >me gustan mucho, sobre todo los de Brie». «Como a mi,
sin duda ambos somos viejos pastores.» Y anadio sonriendo: qNo me re-
conoce, doctor? No importa. Yolveremos a vernos». Me saludo y desapa-
recio hacia la barrera sin que pensara siquiera en retenerlo un momento.

2 Region francesa al suroeste de Paris. (TV. del TJ

22 « Paul S6dir
Ese rostro no me era desconocido, ni ese porte, ni esa cabeza, ni, so-
bre todo, esa mirada. Pero idonde le habia conocido? jY que palabras tan
enigmaticas! Cuando pronuncio la palabra pastor sent! una ligera presion
en el pecho, y ahora una oleada de energia me penetra por entero. ,-Que
querria decir todo esto? Pensativo, reemprendi el camino. El vehiculo ha­
bia partido. Una nueva sorpresa me detuvo. Sobre la placa, lei estas pa­
labras:

ANDREAS
Reparador-Anticuario
Reparaciones de cualquier clase

^Andreas, el misterioso firmante de las Cartas, el caballero que conoci


en el entierro de Desiderius? Pero, entonces, <;fue esa misma maiiana
cuando vi al caminante de hace un momento? Era el, el jefe de los here-
deros desconocidos. Si, sus ojos, su estatura; era el, jo bien ese nombre
no era mas que una coincidencia!
Tuve que hacer un esfuerzo para recuperar mi sangre fria. Examine la
casita de ladrillos. Todo en la planta baja era en efecto una tienda de ob-
jetos de segunda mano. Un jardin se extendia detras, hasta la avenida por
donde habian pasado las ovejas. Habian plantado legumbres, y en buen
lugar algunas flores y arbustos exoticos; en un corralillo, polios, una hor-
nacina, un pozo. El techo de la tienda servia de terraza a la unica planta,
edificada detras. A traves de los barrotes de la balaustrada, un perro de
color leonado y plata pasaba su gran cabeza altanera y bigotuda, obser-
vandome. Sobre el techo, una pequena cabana se elevaba como una es-
pecie de observatorio. Me acerque al escaparate. En el interior observe
dos estantes fijos, uno dispuesto como joyero, con abundante surtido de
formones, de limas y de punzones; otro, preparado para la ebanisteria.
En un rincon, herramientas para trabajar la piel. De las traviesas colgaban
toda suerte de tijeras y de gubias de escultor en madera; sobre los estantes,
botes, frascos y barrenos. El revoltijo mas heterogeneo que Balzac hubiera
podido sonar para servir de escenario a un tipo de viejo artesano.

INICIACIONES « 23
Capftulo 2

ANDREAS

Cuando estaba ocupado realizando mi exploration, un hombre se


acerco al umbral de la puerta, vestido con la camisola sin mangas de los
herreros. Su cuello, la amplitud de su torso, el grosor de sus brazos, in-
dicaban un vigor extraordinario; sus musculos eran redondos, como los
de los Tartaros; sin embargo, su rostro era el de un honesto frances, un
poco mdo, como el de un viejo soldado. Solo mas tarde pude leer en el,
al mismo tiempo que su bondad, delicadeza, inteligencia y muchas otras
cosas.
Estaba tan seguro de no ver en el mas que a un trabajador, que le pre-
gunte:
—iEsta el senor Andreas?
—Soy yo —me respondio, sorprendiendome de nuevo y decepcionan-
dome un poco, pues no se parecia en nada al elegante hombre joven que
habia visto antes.
—Vera, le explicare —dije—, tenia en casa este bordado desgarrado,
y me han enviado a usted, pues parece que su esposa es la unica artista
capaz de de reparar esta tragedia.
—Bien, senor, entre. Si tiene algo de tiempo, iquema hojear este album
con estampas? Tengo algo urgente que terminar, vuelvo en cinco minutos
—y el hombre volvio a su forja, tras asestarme una viva y profunda mirada,
muy inesperada.
Comence a pensar que estaba frente a un verdadero coleccionista,
porque en su almacen-taller veia muy hermosos grabados, piezas de alfa-
rerfa exquisitas, verdaderas rarezas. Decidi ganarme la confianza de An­
dreas. Volvi a reunirme con el en el patio, pretextando que preferia estar
al aire libre, bajo ese hermoso sol. El gran perro descendio, giro y se sento
entre su amo y yo.

24 • Paul Sedr
—Quedate tranquilo —le dijo el forjador—, es un amigo. Dele la
mano, senor, a estos perros les gusta ser tratados como a personas —ana-
dio sonriendo.
Y, en efecto, el perro se acerco, olfateo mi mano apoyando su gmesa
y fresca nariz, y volvio a subirse a la terraza.
El almacen donde me reuni con el dueno estaba habilitado para tra-
bajar el hierro. En el rincon mas pintoresco del lugar, el robusto reparador
iba y vema, disponiendo sus malletes y azuzando el fuego. Un gato nos
espiaba por encima de la hoguera; algunos gorriones y petirrojos piaban
desde los arbustos. Arriba, una voz de contralto cantaba en sordina una
vieja aria noble. Gritos de ninos jugando llegaban desde los solares veci-
nos. Toda una atmosfera apacible, alegre y llena de vida.
—iPuedo pensar —me dijo el hombre, con una voz profunda— que
tal vez le interesan todas estas antiguallas? Tengo muchas mas. Mire esto
—era una hoja damasquinada— el secreto de este templado se ha per-
dido; observe, ile parece un buen trabajo? —-y doblo la hoja en circulo;
despues, al dejarla estirarse, recupero su rectitud—. Yo creo que este tem­
plado esta hecho con sebo de buey hirviente.
—Son recetas de abuela —dije.
—Perdoneme, senor; la grasa de buey no posee la misma formula qui-
mica que la grasa de cordero, sus propiedades son diferentes.
Hablaba sin interruption y sin dejar de martillear una pequena pieza
de hierro. Cuando hubo terminado, examino mi sederia.
—Es una pieza muy bella —observo—. Esta viene de Quang-Si, y se siente
la influencia japonesa, pero no importa, rara vez habia visto una tan buena.
iSabe usted como hay que colgarla para que de todo su efecto? <;No?
jPues bien, escuche!: la sombra de esta camelia es gris cuando la luz
del dia le da directamente, y rosa como ahora, con la luz oblicua. La som­
bra de esta ramita horizontal es tambien horizontal, asi que la obra esta
hecha para ser vista con el sol poniente colgada de un muro al Este y con
el espectador sentado en el suelo.
Sorprendido por el remarcable ingenio le hice unas cuantas preguntas
dificiles en materia de bordados y ceramica de Extremo-Oriente. Me dio
los nombres que yo parecia estar buscando, y anadio: mi querido senor,

INICIACIONES • 25
parece estar desafiandome. Es cierto que cree conocerme desde hace poco
tiempo, pero nos entenderemos bien. Mi esposa no podra hacer esta re­
paration por no menos de doscientos francos y necesitara tres semanas.
Voy a hacerle un recibo dando a su tapiz su valor y garantizandole los
riesgos. Por otra parte, aqui esta la artesana.
Una mujer de cierta edad bajaba lentamente la escalera. Era de talk
media, bien vestida, aunque de forma simple, pero muy limpia. Bellos ca-
bellos grises enmarcaban un rostro radiante, aunque marchito. Su encan-
tadora mirada le otorgaba una simpatia inmediata. La forma de mover la
cabeza, de caminar, la elegancia de sus manos, me impresionaron. A cada
instante que pasaba me daba mas cuenta de que se trataba de una gran
dama.
—Estela —dijo el forjador...—, y de repente algo soberanamente dulce
vino en el aire hasta atraparme la garganta. Nunca habia percibido el amor
fluir entre dos amantes como entre aquellos viejos esposos. La vibration
de su profunda voz, la sonrisa de sus ojos, todas las arrugas de un rostro
curtido, como si hubieran recibido las tormentas y las tempestades de la
tierra entera, con toda la actitud de su cuerpo expresaban una ternura in-
decible y la inmutable gravedad de los mas humanos sentimientos.
Mi emotion fue inmediata. No habia duda, tenia ante mi al Andreas y
la Estela de Desiderius. <;Era posible? Un segundo despues retorno mi des-
confianza. Disimule mi turbacion y decidi esperar, pues <;que pruebas con-
cretas tenia, en suma, de la identidad de estos personajes?
—Estela —dijo entonces el forjador—, he aqui un trabajo que te con-
cierne. iEs correcto doscientos francos y tres semanas?
Y la mujer, sonriendo, asintio con algunas palabras. La contemple me-
jor. Sus rasgos, vistos uno a uno, expresaban cualidades opuestas. Su boca
era prudente y buena; la nariz, imperiosa; el menton expresaba voluntad;
el contorno de los pomulos, energia hasta la violencia; la curvatura de los
parpados, la mas noble melancolia; los contornos de la frente y de las sie-
nes eran muy suaves. En la mirada, la feliz luz que brilla en las inocentes
pupilas de los ninos. En suma, dos seres enigmaticos.
Cuando Andreas rechazo la serial que quise ofrecerle, insisti:
—Usted no me conoce —le dije.

26 • Paul S6dir
—<;Asi lo cree? —respondio con una sonrisa, y anadio: «el ciervo llama
al tigre», citando un proverbio de Laos.
—Pero, en fin —exclame, una vez vencida mi desconfianza—, iquien
es usted? iDonde ha aprendido todo lo que sabe? jHa debido vivir mu-
cho tiempo en esos lugares orientales para conocer tantos pequenos
detalles!
—He viajado por alii, en efecto. He traido recuerdos, errores tambien,
y verdades. Asi, por ejemplo, el signo que veo ahi, en vuestra palma de-
recha, quiere decir, segun los adivinos chinos, que usted se entrega a las
ciencias ocultas, y no sin exito. Pero otra marca me indica que posee, por
encima de la mayorfa de los principiantes, una ventaja muy rara...
—iCual es...?
—Si se lo dijera, la perderfa —respondio gravemente— . Usted ha bus-
cado mucho; recuerde que la verdadera Luz viene unicamente de Dios.
Comprendi entonces que aquel hombre sabia, y que estaba tocando
el objetivo mismo de toda mi vida. Habia sacrificado todo en mi busqueda
de lo oculto: la familia, los placeres, la posicion lucrativa. Veinte anos de
investigation me habian llevado frente a un muro. Entre aquellos que ha­
bia tornado como maestros, unos me habian prometido mas de lo que
podian cumplir; otros me habian desanimado por su intolerancia de raza
o de religion. Y otros aun me habian abandonado despiadadamente, o bien
habrian querido que yo partiera a buscar su verdad a un pais lejano. <;No
esta la Verdad por todas partes? Tantos fracasos me habian cansado. iY este
hombre era mi Andreas? <;Y esta mujer? <;Y el transeunte que habia cono-
cido antes? ^Estaba ahora en la buena pista?
Mi interlocutor continuo hablando.
—El fenomeno milagroso no prueba lo cierto, pues <;c6mo discernir si
la fuerza que lo provoca viene de arriba o de abajo? La ciencia tampoco
es una prueba. <;Que cerebro seria capaz de contener todos los arcanos
de la inmensa Naturaleza? <;C6mo juzgar que dosis de saber conviene al
estado espiritual, intelectual o fisico del discipulo, a su pasado, a su futuro,
a su medio, a los seres de los cuales el es el principal responsable, a los
que el sigue? No crea, pues, senor, que yo soy algo. No se nada. No co-
nozco ni siquiera la profundidad de mi ignorancia.

INICIACIONES • 27
—No obstante, <;que hacer para avanzar? —pregunte, buscando mis
palabras, pues todo mi vocabulario tecnico y solemne me parecia fuera
de lugar ante este hombre tan simple. Yo, iniciado en gran numero de
grados ocultos, afiliado a todas las ordenes esotericas europeas que tocan
de cerca o de lejos el iluminismo, alm a mater de no pocas de ellas, que
habia escrito tantos articulos sabios, a quien mis corresponsales extranjeros
llamaban «maestro muy docto», y que acabe por creermelo a fuerza de
oirlo decir. Yo, que habia celebrado ritos magicos y renovado las curacio-
nes paracelsicas, que habia «dado la Luz» a un gran numero de hombres
y mujeres respetuosamente atentos. Yo, que me creia impavido e impasi-
ble, sentia ahora derrumbarse mi torre de marfil desde su base. Estaba
desorientado y me hubiera reprochado a mi mismo otra actitud ante este
desconocido que la mas sincera: el deseo ardiente de llegar a una sintesis,
a algun reposo.
—Le respondere —dijo Andreas— cuando sea tan amable de venir a
almorzar con nosotros. Fijemos una fecha, <;le parece bien?
Acepte sin mas ceremonias y pedi permiso para retirarme. Mis ocupa-
ciones profesionales me impidieron reflexionar sobre todos estos inciden-
tes y, cuando volvi a casa de Andreas, estaba mas indeciso que nunca. La
costumbre de analizar habia obstruido en mi la intuicion. Mas tarde com-
prendi cuanto tiempo habia perdido al no adivinar quien era el descono­
cido de la Avenida Serurier.

28 • Pau1Sedir
Capftulo 3

ORIENTALISMOS

Estela habia dispuesto el almuerzo sobre una pequena mesa en el jar-


din. Mientras esperabamos, Andreas me invito a beber aguardiente con
agua, explicandome que el orujo fabricado con uvas cocidas por la noche
no era nocivo, sobre todo si es destilado varias veces, y que no destmye
las celulas grasas, de las cuales temperamentos como el mio no parecen
estar muy bien provistos. Sin dejar de fumar, mi anfitrion me hacia pre-
guntas.
—He aqui mis interrogantes —le dije— . Hare todo lo posible por re-
sumir. Comencemos por la filosofia budista. Ella proclama que la materia
es indestmctible y eterna, <;por que? <;De donde viene el movimiento que
anima al mundo? <;Debemos seguirlo o alejarnos con pena de el? Y ese
deseo de vivir que llevamos en nosotros, <;quien lo puso ahi? <;Yque inspira
en otros el deseo contrario? Tal como estamos hechos, debemos luchar
contra la poderosa magia de los sentidos por medio de una mente que
obra ella misma en funcion de esas mismas fuerzas que querrfamos des-
tmir. Por otra parte, los arhats imponen al meditante un sendero experi­
mental positivo y analitico. Si, entonces, la extincion de la ignorancia ani-
quila la fuerza sensorial, sera necesario que el discipulo, para escapar del
karma, para no volver a nacer, conserve su consciencia despues de la
muerte; en otras palabras, que haya descubierto, preliminarmente y por
medio de la intuicion, la existencia de un universo invisible que sus racio-
nales meditaciones no pueden demostrarle. El Mahayana enumera los
ocho ramales del camino. Admito que, en el primero, la ciencia, se ha
constatado el vacio del mundo fisico; que el segundo, las cinco prohibi-
ciones, y el tercero, la abstencion de los diez pecados, sean de una evi-
dente moralidad. Pero la practica de las seis virtudes transcendent es, o
cuarto camino, me parecen imposibles, pues, si me hago monje y no po-

INICIAGIONES • 29
seo nada <;c6mo ejercere la caridad? Lleno de egoismo, de vanidad, de
desden, pues me creo mejor que los demas, <;c6mo puedo practicar «e/
am orpor todo lo que existed los budistas Cingaleses, tibetanos, japoneses,
chinos, tartaros, no presentan a quien quiere seguirles sino una larga su-
cesion de sintesis provisionales, de compromisos entre el estado del dis-
cipulo y el ideal hacia el cual se esfuerza. Evidentemente, el dolor es in­
separable de la existencia, pero nadie puede probar que la existencia sea
producida por la ignorancia. Si un placer me deja insensible, ya no es un
placer para mi, pero no por ello deja de existir. En consecuencia, sigue
siendo posible que en el futuro me sienta de nuevo atraido por su encanto.
Si me resisto, privare a ciertas celulas de su desarrollo, y yo, budista, es-
crupuloso por toda forma de existencia, habre matado esas energias. No
pretendo insinuar que deba satisfacer mis pasiones, expreso simplemente
una antitesis de dos de las reglas budistas.
Y ademas, ,;d6nde encontraria hoy, no un maestro, sino una doctrina?
iComo escoger en la docena de sectas japonesas? Los bonzos chinos no
saben ya gran cosa. Y en el Tibet, <;c6mo separar aquello que proviene
del culto Bon-po, de la escuela Yogacharya o del tantrismo de la Kalacha-
kra? Queda el budismo siames, sobre el cual no tengo documentacion.
—Todo eso me parece muy justo —dijo Andreas.
—Tomemos ahora los misterios provenientes en linea directa del brah-
manismo. Admito que el Yoga fue constmido para permitir al espiritu hu-
mano recibir las semillas del mayor numero posible de fuerzas, y esfor-
zarse por agotarlas. Los sistemas especiales para controlar el sonido, la
musica, la optica, el magnetismo, la fuerza muscular, las pasiones, no me
interesan, pues me parece que si se alcanza el Centro de todo ello, se
conquistaran naturalmente todas las dependencias. Solo he estudiado el
Raja-Yoga.
Perdoneme todos estos detalles, quisiera aportarle los elementos para
un diagnostico seguro.

30 • Paul S6dir
Capitulo 4

EL NINO RAQUiTICO

Alguien llamo desde la calle. Andreas fue a ver y volvio a buscarme.


Era una mujer del pueblo que llevaba en sus brazos a un sufriente bebe.
—iVe usted, doctor —me dijo Andreas—, lo que le ocurre a este pe-
queno?
Tras examinarlo, conclui que se trataba de raquitismo por herencia al-
coholica.
—No lo creo —replied Andreas—, debe ser simplemente el apendice
xifoides...
Y, en efecto, la punta de esternon se recurvaba hacia adentro, com-
pletamente blanda.
Tengo aqui algo para los huesos —continuo—, pero no soy medico,
no estoy autorizado a prescribir medicamentos.
—Firmare inmediatamente la receta, si usted quiere.
—Se lo agradezco, doctor, no quiero comprometerle. He aqui la cosa
mas simple que la madre podra hacer tan a menudo como quiera.
Acosto al bebe sobre un sillon y rogo a la madre que pasara el dedo
indice a lo largo de todo el pequeno esternon.
—iSiente algo? —pregunto.
—Si, senor —respondio la mujer—; es como agua fria derramandose
por el medio de mi dedo.
—Eso esta bien. <;Ve usted como se mueve la pequena punta?
En efecto, el caitdago parecia ir y venir hacia delante en pequenas sa-
cudidas.
—jOh, senor, como se lo agradezco! —dijo sollozando la pobre mujer.
—jPero no, no! —dijo Andreas haciendo muecas para divertir al pe­
queno— . Cuando una madre ama a su hijo, el Buen Dios la ayuda. Es a
El a quien hay que dar gracias, es a El a quien hay que pedir... en lugar

IN1CIACI0NES • 31
de parlotear con los vecinos. Haga lo mismo cada vez que el pequeno se
duerma. Vamos, adios, y si esto no funciona, mi amigo el doctor esta aqui.
Cuando estuvimos solos, me dijo:
—Tenia usted razon, es por causa del alcoholismo, solamente que es
mejor que esta mujer no desprecie a su marido. Vamos a la mesa.

32 • Pau!S6dir
Capitulo 5

PROLETARIOS

No tuvimos ni cinco minutos de tranquilidad durante ese almuerzo.


Una fila de visitantes nos interrumpia constantemente. Todos eran obreros
u obreras que acudian a pedir consejo antes de que el silbato de la fabrica
los llamara.
Muy pronto me di cuenta de que si bien entre la elite intelectual o so­
cial Andreas no contaba sino con escasos admiradores, poseia entre las
gentes del pueblo numerosos y fervientes amigos. A menudo su almacen
estaba abarrotado.
Un mal catarro, una herida, una querella con el capataz, una disputa
con el patron, con el sindicato. Andreas parecia estar al corriente de todo.
Conocia las fabricas y a los ingenieros, a los pequenos industriales, a los
mutualistas y a los secretarios de los comites. Hablaba todas las jergas,
comprendia al albanil, al mecanico o al montador, como si hubiera traba-
jado con ellos. Las ideas de todos esos ambientes le eran familiares. Sabia
como llegar al corazon y suavizar las malas intenciones. Desbarataba los
planes de los ambiciosos. Hablaba con todos ellos acerca de sus esposas,
de sus hijos y de las excursiones por el campo. Mas de un ama de casa le
debia el ver volver a su marido, el sabado por la noche, caminando sobre
sus propias piernas y con la paga mas o menos intacta.
—<;C6mo hace usted —le pregunte— para que toda esa gente le escu-
che? Cuando yo estaba en el hospital tenia todos los problemas del mundo
para dejarlos contentos o, mas bien, para no ofenderles. Los mejores eran
los menos maleables; los pequenos granujas hacian cuanto queriamos.
—jAh! Pues es muy sencillo, he vivido con ellos. Usted es un burgues,
mil detalles le delatan. No los siente, lo que le impide comprenderles. Es,
por otra parte, el mismo obstaculo que nos cierra cualquier ambito de la
vida: nopoder salir de si mismo.

INICiACIONES * 33
—No obstante, ^integrarse en una metafisica no es lo mismo que pe-
netrar un estado del alma?
—Tal vez si. Sabe, soy un ignorante en metafisica y psicologia...
Mire a Andreas, creyendo que bromeaba, pero no, no sonreia. Hablaba
en serio. Despues continuo:
—Comprender, conocer, no es lo mismo que percibir o concebir. Es to-
mar con, nacer con, organizar, corporeizar con la ayuda de materiales intelec-
tuales, esteticos, incluso fisicos. Si quiere saber que es un obrero, tendrfa que
hacerse obrero, y sin la idea de poder dejarlo, de esa forma no seria sino
alguien sin clase social. Eso no es facil. A menos que vaya a ver a los obre-
ros, se de cuenta de como piensan, como sienten, sin ideas preconcebidas.
—Si, ,;eso que los profesores particulares llaman observar objetivamente?
—Si usted quiere.
—iMe parece que el inventor real de la cosa fue un tal Abailard?
—iQue importa! Recordemos simplemente que para conocer de forma
plena deberiamos ser capaces de borrarnos de nuestra ecuacion personal
el temperamento, la individualidad. Con meditaciones sistematicas pode-
mos lograrlo en nuestra mente. Los brahmanes lo dicen y los Jesuitas lle-
gan tambien a ello, a su manera. Pero si consideramos que el intelecto se
haya expuesto a continuas modificaciones debidas a las variaciones fisio-
logicas, magneticas, sentimentales, espirituales, nos vemos obligados a
buscar otro organo de conocimiento, mas central, mas elevado. Ese organo
es el corazon. Nada puede ser conocido si no se lo ama preliminarmente.
Y solo obtiene el conocimiento perfecto aquel que es pobre de espiritu,
simple hasta la unidad, empobrecido hasta la desnudez y humilde hasta
considerarse un cero.
—iEl Evangelio encierra, pues, un sistema logico?
—Si, entre mil otras cosas. Pero quedemonos con nuestros obreros.
Sobre todo los parisinos tienen mucho amor propio. Ignoran que ellos
son el terreno fertil en el que florecen los vigorosos arboles y las encan-
tadoras flores. Solo ven que estan muy cerca de la tierra y que todo el
mundo los pisotea desde hace siglos. Sin embargo, todos los terrenos ne-
cesitan de vez en cuando ser arados. Los obreros saben bien que tienen
poca instruccion, poca educacion, pero no les gusta que se lo digan, aun-

3 ^ • Paii S6dir
que sea con una simple mirada. No quieren que se les trate como a parias.
Al primer contacto con un senor, se ponen nerviosos. Estan totalmente
convencidos de que se les desprecia porque no llevan cuello postizo, o
porque se expresan incorrectamente. Lo mismo ocurre con el horror que
sienten por los hospitales. Se imaginan que como no pagan hacen con
ellos experimentos. Preferiran dar su dinero al primer medico que apa-
rezca, cuyas recetas luego no compraran. Su capataz siempre es la bestia
negra del taller, porque es oficialmente un obrero mas poderoso que los
demas; por otra parte, admira al patron y le estimula hacia sus malas ten-
dencias, sobre todo en su gusto por economizar.
—jComo —le interrumpi— es que usted parece criticar el ahorro?
—Atesorar no esta escrito en las leyes del Cielo. Ademas, tambien el
patron comete errores; a menudo esta avido de beneficios, sin piedad;
considera un poco a sus obreros como maquinas. El pequeno patron ol-
vida que el fue tambien uno de esos pequenos obreros de los cuales echa
pestes a diario. La caja fuerte esta instalada en su corazon y juega a ser un
pequeno tirano. Una invencible desconfianza separa ambas castas. Cada
uno esta convencido de que el otro le explota. Los problemas de la direc-
cion agrian a los jefes. Las discordias sindicales mantienen el mal humor
del proletario. El sindicalismo no aporta servicios reales porque es una
caricatura de la fraternidad. Basado sobre la materia, le anima el espiritu
de division y de intriga, y las injusticias abundan. Para que esos grupos
dieran los frutos sociales que cabria esperar, haria falta que sus miembros
pudieran reunirse alrededor de una idea general, jpero cuantos siglos seran
necesarios para infundir en la masa una tendencia del individuo a olvi-
darse de si mismo en beneficio de la colectividad!
— iY por ahora?
—Que se actue lo mejor que se pueda, cada uno en su pequeno terri-
torio. Es excelente ir hacia el pueblo, sin frases, como un amigo. Por otra
parte, si queremos que nuestros superiores vengan a vernos, es necesario
que nosotros descendamos primero hacia nuestros inferiores. Puede usted
estar seguro de que si en una discusion nos abstenemos de los puntos de
vista personales, si dejamos fuera las ideas preconcebidas y le pedimos a
El, el Cielo nos inspirara buenas palabras, pacificadoras y justas.

INOACiONES * 35
Capftulo 6

EXAMEN DE VEDANTA

Con semejante comienzo, el almuerzo termino muy tarde. Tenia algu-


nas citas y debi partir. En mi siguiente visita, fue Estela la que llevo la con-
versacion al terreno metafisico.
Actualmente, mi lugar esta en la primera planta —dijo sonriendo— .
pero me gusta escuchar hablar de esas cosas, aunque sea una ignorante...
O porque... el otro dia critico el budismo, doctor, bajo su punto de vista
iencuentra mejor lugar para usted el brahmanismo?
—No creo que al budismo le afecten mucho mis crfticas, ni tampoco
al brahmanismo las que voy a expresarle. Le ruego me de su opinion.
—Los Vedas dan a entender que el hombre, en miniatura, contiene
representaciones de todo cuanto existe en el Universo. Tanto en uno como
en el otro existe un principio central, un eje, sobre el cual se ordenan con
diferentes multiplicaciones los engranajes de cada una de ambas maqui-
nas. Este eje en el hombre es el Atma, cuspide del inconsciente superior
que lleva aparejada la mente. Parece ser que esta ultima puede aduenarse
de los sucesivos mecanismos del inconsciente. Crecer, profundizar, subli-
mar asi la esfera consciente hasta el Atma, tal es el objetivo que se pro-
ponen los grandes yoghis.
—Todo eso es perfectamente exacto —respondio Andreas— . Usted
sabe que la Gupta Vidya, entre todas las ciencias, posee la original pro-
piedad de complicarse en virtud de la complejidad del intelecto que la
asimila. Sus autenticos manuales, al menos los que lei en las criptas, no
son mas que resumenes, y los mas detallados no cuentan mas que con
una veintena de paginas, hechas con hojas de palma, que por medio de un
curioso proceso se vuelven incormptibles. No son mas que libros de notas,
y el alumno debe descubrir por el mismo la adaptacion personal de cada
regia general. Pero estoy impidiendole continuar con su exposicion, per-

36 • Paul Sedr
doneme, he alcanzado esa edad en la que se ama tener un auditor bene­
volo.
—Estoy seguro de obtener un gran fruto de los recuerdos que tenga
a bien compartir conmigo, pero continuo con mi explication. Creo que
sentire un gran alivio en mi espiritu cuando le haya dado a conocer mis
dudas. He aqui lo que he creido comprender del Raja-Yoga, detengame
si me equivoco.
Cojo una piedra. La sensation de contacto invierte un tiempo infinite­
simal en producirse; el movimiento de respuesta voluntario, por el cual
yo dejo o retiro mi mano, utiliza un tiempo mas o menos igual, alrededor
de treinta y tres milesimas de segundo, segun parece. El yoghi intenta to-
mar consciencia de las dos corrientes y de los fenomenos cerebrales que
se producen en el corto intervalo que acabo de exponerle. Cuando llegue
a discernir conscientemente los nervios a lo largo de los cuales discurre la
sensation y el reflejo, las celulas cerebrales involucradas y las fases de
ideation, tendra practicamente el control sobre su mente, es decir, que la
mente ya no estara unida al cerebro y podra ser transportada a cualquier
punto del cuerpo. El yoghi podra entonces ver con la punta de los dedos,
escuchar con los ojos, y asi todo lo demas. Reiniciara entonces un entre-
namiento similar para las sensaciones hiperfisicas, para los pensamientos,
para los hechos de la memoria, para el principio pensante mismo y, final-
mente, para la notion del yo. Alcanzada entonces la abstraction neutra,
donde se encuentra la cima del consciente, se lanzara a experiencias in-
descriptibles que haran de el un liberado.
—Completamente exacto —me interrumpio Andreas—, al menos se­
gun mis ensayos personales.
—jPues bien! —continue— , he comenzado esos trabajos. He obtenido
un cierto estado informe de la mente, me he acercado a la idea-unica, que
he sentido muy a mi alcance. De golpe, cada vez, una barrera me arrojaba
de nuevo hacia atras.
—Hay un muro.
—Si quiere llamarlo asi. Pero <;es un muro providencial? <;Debo fran-
quearlo o derribarlo? <;Soy yo mismo quien lo ha edificado en mi interior?
iEs un adversario? iEs un amigo?

INICIACIGNES • 37
—No se que decirle, doctor. Tiene que verlo por usted mismo. Puede
demoler ese muro, rodearlo, saltar por encima o excavar por debajo, pero
no intente nada todavia: jespere! Esos ejercicios solo se aplican a algunas
de sus facultades. Comete el mismo error que un atleta novato que desarrolla
sus pectorales o sus biceps, sin pensar en ensanchar sus pulmones o for-
talecer el corazon.
—Si —exclame, contento de haber entrevisto una nueva idea— . Su
punto de vista difiere del brahmanico, pero ^conoce usted entonces un prin-
cipio central mas alia del intelecto que no pertenezca al inconsciente? Los
libros hindues emplazan todos la «luna mental”, por debajo del «sol vital».
—Es exacto en el mundo en que ellos viven, pero nosotros tenemos
otra cosa.
—;Que es, pues?
—Usted ha visto el nombre miles de veces, desde que era un nino...
—Pero ^en que libro?
—En el Evangelio —murmuro suavemente Estela— . Jesus habla sin
cesar de nuestro corazon.
—jNuestro corazon! El corazon es un simbolo, una figura retorica —re-
plique.
—jNo, no! —dijo Andreas con fuerza—. No hay en el Evangelio mas
simbolos que para aquellos que viven en el mundo de las alegorias. iQue
significa una palabra frente a un acto? iQue es un sistema ante los hechos?
iQue es el saber frente al poder? Conocer un fenomeno a fondo exige
que primeramente se lo haya experimentado mil veces.
—iPero lo que acaba usted de decir es el fracaso de la ciencia! <;Ha
agotado usted tantas ciencias? ^Tiene en su mano inconcebibles poderes
de action? Si dice la verdad, todos mis suenos se vienen abajo; solo tengo
que olvidar mis libros, mis jeroglificos, mis cifras, mis esquemas. jHe per-
dido estos veinte anos de estudio! jSoy un naufrago...!
—Doctor, yo tambien he sufrido las dudas —replico Andreas con un
tono afectuoso—; me he desesperado hasta quedarme sin lagrimas y, sin
embargo, debt ser mantenido en pie por el orgullo, por un gran orgullo;
por el orgullo de haber ascendido una pendiente sobre la cual, desde hace
siglos, ningun europeo se habia aventurado. Hoy se que no realice esa

38 • Paul S6dir
accion con mis propias fuerzas. Pero, en aquel tiempo, solo creia en mi
mismo. Las desgracias habian caido sobre mi cabeza sin lograr que me
inclinara. Jamas deje de avanzar. Sobrepase a todos mis condiscipulos y,
de golpe, me senti solo. Mis maestros fueron inmisericordes, «si cae, es
porque es demasiado debil para seguir ascendiendo, y perderemos nues-
tras fuerzas ayudandole» —pensaban—. Habia aprendido tanto, visto tanto,
luchado tanto, resuelto tantos enigmas opuestos, que el bien, a mis ojos,
no se distinguia ya del mal, ni la derecha de la izquierda. <;Existe Dios?
iExiste el diablo? <;Es la Creadon algo ordenado o caotico? Yo mismo,
,;quien soy yo? ^Esclavo o libre? <;En que me convertire? ^Sucumbire? ^Es la
nada lo que me acecha? <Me aguarda la gloriosa eternidad? Repitiendo asi
mis trabajos, mis viajes, mis reflexiones, pase sin respiro del temor a la la-
xitud. Esas filosofias, esas dialecticas, esas teologias, los misterios practicos
que habia experimentado, los venenos, las presencias horribles y maca-
bras, las desesperantes sentencias de aquellos que estaban de vuelta de
cualquier ilusion, ,;que concluir de todo ello? En los extasis iniciaticos habia
percibido la forma de los dioses de la Naturaleza y de la Ciencia. Como
el constructor de puentes de Kipling, ebrio del opio oculto, a veces habia
sorprendido los secretos coloquios de esos seres formidables. De todo
ello me quedaba solo una fatiga infinita. ^En que convertirme? Como los
adeptos de Benares, iserfa preciso volver a pedir a la materia, a pesar de
todo victoriosa, los filtros del olvido?
Seducido por el cariz vivido de estas confesiones, escuchaba con todas
mis fuerzas. Por fin habia encontrado a un hombre que no hablaba de lo
que habia oido, jhabia encontrado a un verdadero experimentador! Co-
menzaba a entrever el final de mi busqueda a ciegas, saboreaba la espe-
ranza, jpor fin el amanecer!
Andreas, apacible, fumando con bondad su larga pipa flamenca, ma-
rron y gris como un bambu de opio, continuo en estos terminos:
—Durante esa crisis interior, tenia ademas el temor por mi seguridad
personal, a pesar de que todo parecia tranquilo alrededor. Sabia de los ren-
cores orientales, terriblemente pacientes y sabiamente maquinados, y yo habia
despertado ciertas desconfianzas. He aqui el porque. Mi buena estrella quiso
que fuera admitido en casi todas las sociedades esotericas musulmanas,

MCIACIONES • 39
hindues y chinas; tantricos shivaitas, brujos Javaneses, bonetes rojos de Bu-
tan, montaneses del Nan-Chan, me habian iniciado en sus magias. Conocia
las lenguas perdidas, los ritos que son murmurados de boca a oreja, los
horribles objetos que solo se consiguen por medio de crimenes, las piedras
o las hierbas raras cuya busqueda precisa meses de peregrinacion. Habia
vivido en retiros perdidos en medio de bosques, habia visto preparar vene-
nos sutiles, filtros irresistibles. Habia acompanado a los intrepidos cazadores
que osan arrancar a las fieras las unas, los dientes o los pelos que el ritual
rechaza si provienen de un animal muerto. En el humo de los holocaustos,
en el barro de sangre derramada jcuantas veces se me aparecieron las mons-
truosas formas de los dioses del otro lado\ Mis suenos fueron a menudo tur-
bados por la mirada maligna e ironica de esos seres, frente a quienes los mas
fuertes o los mas sagaces de los humanos no son mas que pigmeos. Los
habiles evocadores que, gracias a precisos calculos de rectas corresponden-
cias, detienen un segundo a esos titanes y les arrancan una respuesta, suelen
terminar como objetos de burla y a menudo les sirven como juguetes.
Progresivamente pude convencerme de que solo la teoria de la magia
es ciencia exacta; su practica abunda en toda suerte de errores, demasia-
dos elementos permanecen imprecisos. Quien quiere arrancar a la Natu-
raleza sus secretos por la fuerza o por algun otro poder, se arroja a si
mismo en los brazos del destino, y estos combates, si bien aflojan un mo-
mento el tono, solo lo hacen para volverse aun mas inexorables y mas
dolorosos. Para toda maduracion es necesario el tiempo fijado desde el
origen. Si el hombre lleva consigo el deseo de todos los poderes, es por-
que posee las semillas. Pero, demasiado impaciente, los hace crecer con
artificios, y solo obtiene plantas debiles, destinadas a perecer con las pri-
meras rafagas del huracan... Estas conclusiones condenaron, pues, mis tra-
bajos de juventud, me hacia falta algo mas, o bien cerrar los ojos a la evi-
dencia o volver a comenzar desde el principio.
—Estoy muy sorprendido —dije— al ver como me aclara a mi mismo
mi propia situacion. jCuanto esfuerzo he invertido en buscar lejos y en la
oscuridad una verdad tan simple, resplandeciente y proximal
—Todo el mundo hace algo parecido, doctor, consuelese. Debe ser
muy dificil escapar de esa seduccion por el misterio, pues recuerdo que,

40 • Paul S6dir
desde el principio de mi estancia en la India, los adeptos a los que me di-
rigl me previnieron lealmente. Me explicaron el error de buscar a lo lejos
simbolos extranjeros, cuando mi religion natal me los aportaba admirables.
Me afirmaron que nuestro Maestro Eterno, para nosotros, los europeos,
es Cristo, y que la espera de aquellos que se confian a el no se vera de-
fraudada. Asi, guarde esas palabras durante anos en mi memoria, sin «com-
prenderlas». jCuanto nos equivocamos al no intentar vivir olvidandonos
de nosotros mismos, en lo moral y en lo intelectual! Cuando esos brah-
manes me hablaban asi, si hubiera puesto a un lado las ideas preconce-
bidas que ellos querfan hacerme rechazar, esos dos minutos de presencia
de espiritu me habrian hecho ganar anos que ya no volveran. Si, he tenido
la debilidad de lamentar a veces esa perdida.
— iLa debilidad? —pregunte, un poco sorprendido.
—jAsi es! Es una debilidad creer que algo ha sido inutil.
—{Y que piensa usted ahora de las advertencias brahmanicas?
—Las encuentro justas.
—Entonces ,-hay que seguir la propia religion?, ihay que ir a las iglesias
y a la Iglesia?
—Hay que conducirse segun la propia consciencia, despues de ha-
berla iluminado lo mejor posible.
—En efecto, el hombre tenia una consciencia antes de que existiera
toda la organizacion eclesiastica...
Aqui Andreas leyo sin duda mi pensamiento, pues me interrumpio
con una sonrisa:
—Doctor, no nos desviemos, no somos obispos, ni usted ni yo, no te-
nemos porque juzgar a los sacerdotes, ni a su teologia ni a su casuistica.
Si cree en el Cristo siempre vivo, siga su palabra, eso es suficiente.
El acento con el que Andreas pronuncio esas ultimas palabras me pa-
recio extrano. Una inquietud se apodero de mi y repeti casi involuntaria-
mente:
—^El Cristo siempre vivo?
—Comprendi subitamente y con cierto temor las consecuencias ex-
traordinarias que podia tener aquella hipotesis, pues las palabras de An­
dreas me impresionaron por su tono definitivo. No era por ser un orador,

MGIACIOMES * 4
se expresaba de la forma mas simple, pero, tras ese discurso familiar, sin
que siquiera los gestos o la mirada lo evidenciaran, percibi cada vez mas
el resplandor misterioso, muy suave, pero muy poderoso, anunciador fi-
dedigno de la Presencia sobrenatural. Esa dualidad me desconcertaba. No
me atrevi a preguntarle concretamente acerca de las posibles relaciones
con Desiderius o con Teofano; me hubiera mostrado inocente si el hubiera
querido enganarme, o desconfiado, si era sincero. Esperarfa el tiempo en
que se revelaran esas imprecisiones. Me eran dolorosas, pues todo lo que
mas me importaba en la vida estaba en juego en esos dias
Tras una pausa, mi interlocutor continuo, como si se hablara a si
mismo:
—Si, bajo cualquier aspecto en que considere los actos y las palabras
de ese SerDivino, solo puedo sentir piedad por la indecente imagineria y
las tonterias que se han escrito sobre El. Los mismos brahmanes se enco-
gieron de hombros cuando les explique que muchos espiritualistas occi-
dentales creen en la initiation de Jesus entre los esenios, los egipcios o
los lamas; que los espiritistas lo representan como un medium; los mag-
netizadores, literalmente como a un curandero, y los ocultistas, como a un
mago. Todos pretenden estar a Su altura, sin contar con aquellos que se
emplazan por encima de El, porque han llegado dos mil anos mas tarde...
—jAh, si! He oido proferir esa barbaridad al famoso...
—No pronuncie su nombre, doctor, no juzguemos, comparemos so-
lamente —me replied mientras se ponia en pie— . Ya ve usted, aprenda-
mos de ese Cristo la profunda indulgencia: «Padre, perdonales, porque no
saben lo que hacen».

42 • PauiSecE
Capftulo 7

EL BRAHMAN

Dos meses habian transcurrido desde mi primera visita. Desde las pri-
meras semanas, Andreas me habia enviado clientes de su barrio. Aunque
fuera un verdadero viaje, me ocupaba gustoso de sus enfermos; era un
buen pretexto para visitarle.
Entonces, una manana, despues de mi ronda, ascendi hasta su casa.
Al doblar la esquina de su calle me detuve delante de una lavanderia,
cuya patrona habia sido mi paciente. Por supuesto, conocia a toda su tribu
de trabajadoras. Valientes chiquillas de juventud anemica, por causa de la
inspiration de los vapores insipidos de la ropa y el repugnante calor de
las estufas de hierro fundido. Ese pequeno mundo, parlanchin, travieso
pero de espontanea sinceridad, me habia recibido cordialmente. Tenia de-
recho a charlar amigablemente y a cobrar cuatro cuartos de vez en cuando.
Me habian advertido la semana anterior de que se acercaba la fiesta de
las aprendizas. Aquella manana, al subir el arrabal del Temple, habia com-
prado una magnifica sortija —de doble rubi de cristal— de la cual un ven-
dedor ambulante habia tenido a bien deshacerse a favor mio, por la mo-
dica suma de cuarenta y nueve francos, jen vez de veintisiete francos
cincuenta!
Entre asi en la lavanderia y ofreci primero la sortija y, despues, con
permiso de la patrona, el vino bianco. Me asaltaron con preguntas sobre
multiples dolencias y, de paso, me entere de algunas cosas sobre la esposa
del sargento de la policia, del chico del despacho del ayuntamiento, del
barrendero...
—Sabe usted mesie$, su amigo, el mesie Andreas tiene un chino en su
casa. Llego ayer por la noche; jhasta me asuste! Entro aqui y pregunto la3

3 Mesie, monsieur, senor, en jerga popular francesa.

INICIACIONES • 43
direction, ni siquiera habia encendido las luces, no habla bien frances,
pero es un hombre guapo...
—No es chino porque no lleva coleta.
—Pero tiene la cara amarilla.
Y cosas por el estilo.
Hui en cuanto pude y, para no parecer un intruso ante Andreas, fui a
comer donde el vendedor de vino. Despues, sobre las dos, me presente
en casa de Andreas.
Su «chino» era un soberbio hindu con turbante, barbudo, recto como
una columna, visiblemente de la alta casta del Kuru. Tras las debidas pre-
sentaciones, tuvo a bien dejar un poco de lado su triple orgullo de ario,
de aristocrata y de sacerdote, y charlamos sin parar y con bastante libertad.
La cultura inglesa, la arqueologia, la medicina, la astrologia. La epigrafia,
el agnosticismo, el no-dualismo, fueron el pretexto para hacernos el uno
del otro una excelente opinion. De vez en cuando Andreas hacia una ob­
servation y, finalmente, el hindu se puso a elogiar la ciencia de las cien-
cias, el Raja-Yoga. Era un placer escucharle, por otra parte; era disertador
mas que elocuente, pero con una soltura y facilidad tales para encontrar
las palabras, las afortunadas combinaciones de ideas, que uno no se can-
saba de escucharle, de seguir su elocuente desarrollo. Los hechos, las
teorfas, los esquemas se encadenaban, se oponian, volvian a unirse, sin fin.
Era una trama brillante, una composition frondosa, como la inscrita sobre
los muros de los templos, como los relieves esculpidos, enmaranados de
guerreros, de monstruos, de genios, de dioses, de bailarinas, con tal so-
breabundante lujuria que el cerebro del visitante se adormece en una es-
pecie de ensonacion por fases, desde el seno de la cual todo parece po-
sible y facil; todos los misterios, explicables, y todas la utopias, razonables.
Asi escuchaba al brahman, cuando Andreas le interrumpio diciendo:
—Me permitire interrumpir aqui a mi huesped para hacerle una pre-
gunta, y otra despues. Si la memoria no me falla, <;no ordenan sus libros
no emprender jamas una practica de yoga sin haber seguido antes con
exito los dos sistemas de entrenamiento moral, sin los cuales los ejercicios
practicos serian perjudiciales y tal vez mortales para el alumno impru-
dente?

44 * Paul Sedir
—Es justo como usted dice —afirmo el sacerdote.
—Pues bien, ^tendria la amabilidad de darnos los detalles de esa pre­
paration?
—No voy a ensenarle nada, senor, ni tampoco a nuestro honorable
amigo, diciendole que se trata de diez observaciones y de diez purifica-
ciones. He aqui las primeras:
Ahimsa, el no causar dolor alguno ni por el pensamiento, ni por la
palabra, ni por el acto a ningun ser vivo.
Satya, decir siempre la verdad por la inteligencia, la palabra y el acto.
Asteya, la indiferencia hacia las posesiones, sean las que sean, por la
inteligencia, la palabra y el acto.
Brahmacharya, la castidad del cuerpo, de las palabras y de los actos.
Daya, el ejercicio de la bondad hacia todas las criaturas, incluso hacia
los demonios.
Ardyava, la ecuanimidad de humor en la realization de todas las ac-
ciones prescritas y la abstention de todos los actos prohibidos.
Kshama, la virtud de sufrir con paciencia todas las cosas que nos gus-
tan o nos disgustan.
Dhriti, la conservation de la firmeza inquebrantable durante la des-
gracia o la felicidad.
Nithaara, que consiste en alimentarse sanamente, con un volumen
igual a un cuarto de la capacidad del estomago.
Y, finalmente, Sancha, que es la purification del cuerpo por medio
de los ritos religiosos, y la purification del corazon por el discernimiento
entre lo absoluto y lo relativo.
—Digame tambien, le mego —pregunto Andreas—, las diez formulas
de la segunda serie.
—-Aqui estan —continuo el hindu:
Primero, Tapas, la penitencia corporal moderada.
Shantosha, que consiste en estar satisfecho con todo y estar agradecido
de todo a Dios.
Astikeya, que es la adoption de la doctrina vedica sobre el merito y el
demerito.
Dhana, la caridad hacia a las personas que la necesiten.

INICiACIONES • 45
Ishwara-Puja, el debido culto al Senor, segun los ritos.
Siddhanta-Sravana, el conocimiento de la filosofia religiosa.
Kriti, sentirse avergonzado por las faltas religiosas o civicas que se ha-
yan cometido. .
Mathi, seguii con fe y amor las prescripciones de los libros sagrados.
Djapa, recitar las oraciones cotidianas.
Y, finalmente, Vrata, abstenerse de los actos prohibidos por las reglas
del religioso.
—Asi pues —le pregunto Andreas—, <;es solamente cuando un disci-
pulo llega a ser incapaz de faltar a una de estas reglas que es apto para
los trabajos practicos del yoga?
—Si, senor —respondio Nagendra-Nath (ese era el nombre del orien­
tal)— . Tal es la pura doctrina de los antiguos rishis4, pero los innovadores
modernos la olvidan o la mutilan.
—Lo se, joh, brahman! —dijo Andreas—; perdoneme que le haya he-
cho darme tantos detalles, eran utiles para el conocimiento de nuestro
amigo el doctor —y acentuo la palabra nuestro— . En lo que a mi se re-
fiere, descifre el venerable texto en mi juventud, poco antes de cumplir
mis dieciseis anos.. y esa lectura me absorbio completamente, veintiun
dias y veintiuna noches.
La mirada del sacerdote centelleo un segundo entre sus grandes par-
pados mortecinos, pero fue con el simple acento de la cortesia mundana
que pregunto:
—iHa estado usted en mi patria, senor? iQue estados ha visitado?
—Numerosos —respondio Andreas suavemente— , pues buscaba la
piedra que se encuentra en la cabeza del ciervo.
Debo decir aqui que el pueblo hindu atribuye a esa piedra hipotetica
una virtud soberana contra la mordedura de las serpientes, y que una im-
portante fraternidad oculta que otorga a esa piedra un significado simbo-
lico utiliza como su palabra de pase la frase que Andreas acababa de pro-
nunciar.

4 “Conocedor de la verdad», sabios ascetas y videntes a quienes se les atribuyen los


Vedas o »ciencia sagrada».

46 * Paul Sbdir
—jEs verdad! —respondio el brahman, con el mismo aire de indife-
rente cortesia—; tengo en mi hogar una piedra de esas. Tengo tambien una
flauta de siete agujeros para encantar a las cobras.
—Su pais es rico en curiosidades —dijo Andreas. Y se levanto para
coger su pipa, permaneciendo de pie. Y cruzando su pierna derecha sobre
la izquierda, ariadio:
—Asi, uno de sus compatriotas, un anciano que caminaba apoyandose
en una cana de bambu, me dio una v in a 5 cuyo sonido fascina incluso a
las viboras grises. Fue, si recuerdo bien, en el reino de Udh, cerca de Ru-
drapura.
Aqui, Mahendra parecio perder su impasibilidad, pues esa replica de
Andreas no era otra que la frase con la cual los agentes errantes del Agar-
tha se dan a conocer a sus inferiores. No obstante, en razon de mi pre-
sencia, el sacerdote se limito a ponerse tambien en pie y realizo un sa-
ludo.
—Se lo ruego —dijo Andreas volviendo a su silla—, permanezca sen-
tado. Volvamos a nuestros entrenamientos. Me permitire algunas obser-
vaciones que usted comprendera inmediatamente, si quiere olvidarse por
unos minutos de quien es y de quienes fueron sus instructores. He aqui.
En principio, iquien es el hombre que puede vivir aqui abajo sin causar
dolor a ninguna criatura? Esta cerilla sufre cuando la enciendo y sufrira
cuando la apague. Y mi simple respiration sacrifica a miriadas de peque-
nos seres. Expresar la verdad supone que se la conoce. Si conozco la ver­
dad, ipara que quiero el yoga? Ser indiferente a todo es una descortesia
hacia Dios; todo lo que El nos da es precioso, pues no es sino por el
mejor uso que hacemos de todo ello que nos llegan, me atrevo a decir,
otros dones mas nuevos y generosos. <;Ser casto? Si mis padres lo hubieran
sido, mi espiritu chocaria en vano a las puertas de la tierra y esa inaction
forzada serfa para mi un infernal suplicio. ,;Ser bueno con todas las cria-
turas? En principio, solo Uno es bueno, asi que si yo soy bueno, es que
he alcanzado la meta, entonces ya no necesito el Yoga. <;El humor inalte­
rable? Para ello, habria que haber sufrido todas las experiencias. La inicia-

5 Instrumento musical de la India similar a una lira.

INIClACIONES « 47
cion seria inutil; nadie puede permanecer impasible ante el dolor si no lo
ha vivido antes. Otra vez la peticion de principios: iEstar agradecido a
Dios por todo lo que nos envia, incluso los peores sufrimientos? Solamente
el hombre libre es capaz de ello, pero no un alumno-yogui. En cuanto a
las observaciones rituales, se las entrego, pues por el solo hecho de haber
nacido sobre la tierra bendita de Barath 67,los Vedas contienen para usted
toda la verdad.
El hindu saludo y dijo:
—Usted me descubre un horizonte como la cima del monte Mem.
Andreas continuo:
—Si, venerable brahman, vosotros teneis vuestro camino; los chinos,
el suyo, el musulman y tambien el cristiano. Caminamos por los artificios
de la diosa Ilusion. Guardemos cada uno nuestro camino. Usted vuelve de
America y de Londres. Le han colmado de honores, de condecoraciones,
de te y de discursos. Cuando haya vuelto a su ermita, cuando haya hecho
los sacrificios y pagado al templo las multas extraordinarias de las que es
merecedor, usted, sacerdote que habia dejado la tierra sagrada y vivido
entre los mlechas1, los hediondos comedores de vaca, vera como el ultimo
de los jefes de la policia, vestido de color caqui y montado sobre su ca~
ballo australiano, le hara correr de norte a sur del pais si le apetece, 11a-
mandole negro, idiota e idolatra. El anglosajon habia de fraternidad, pero
no la practica. <;No ha visto como los yanquis «civilizados» se comportan
con los caballeros de color? Usted se ha dejado atolondrar; si, atolondrar,
sin que nadie pueda ponerlo en duda, por las bellas e indiscretas damas
de Nueva York, de Boston o de Filadelfia; por las hermosas companeras de
mesa del Carlton. jHa creido que comprendian algo de su metafisica! jEsta
separado de los occidentales por un muro! Perdoneme que le diga estas
cosas tan bruscamente, pero es necesario que se las advierta.
Viendo que el hindu, un poco ofendido, lanzaba su mirada hacia mi:
—iMi amigo? —dijo Andreas—. No se preocupe: se apoya sobre una
muleta de mendigo.

6 La India.
7 Mlechas: «demonios blancos-; forma despectiva de deflnir a la raza blanca o a los
«sin casta». (N. del T.)

48 « Paul SSdir
—jOh! —dijo Nagendra aliviado—; se muy bien que la mas sabia pru-
dencia guia todas sus acciones, tampoco abrigo duda alguna sobre la del
caballero.
Y me hizo una gran reverencia, al igual que a Andreas. Despues co-
menzo un largo discurso en hindi. No comprendi gran cosa. La tarde si-
guiente, por expresa invitation de nuestro anfitrion, volvi a escuchar nue-
vas conversaciones. El y Andreas hablaban frances e ingles «vernaculo».
De vez en cuando captaba algun nombre de un mullah, de un general
mso, o de un jefe musulman. Asi, sin quererlo, aprendi de esos dos hom-
bres muchas mas cosas de las que puedo confesar sobre el mundo asia-
tico. Un viaje del Zar, una mision etnografica japonesa, los apostolados
lazaristas, la construction de una via ferrea, una subida de la bolsa en la
City, y otros eventos aparentemente sin importancia fueron discutidos. Me
mostraron los resortes y verifique una vez mas el viejo aforismo hermetico:
«Todo esta contenido en todo». El esoterismo se reencuentra en circunstan-
cias bien imprevisibles \y cuan sabios eran esos hombres! jQue profundi-
dad de vision!, jque habilidad! Decididamente, Andreas debia de ser el
heroe de mi pequena libreta negra. Habia hecho el camino, despues al-
canzado la cima, parecia haber llegado a los ultimos grados de la iniciacion
—me dije.
Mis posteriores visitas volvieron a sumergirme en la perplejidad.

INiClACIONES * 49
Capftulo 8

EL DURACAPALAM

No eran los nuevos interrogantes los que me turbaban, sino los viejos
enigmas, siempre las viejas contradicciones. Yo se los repetia a Andreas
con una tenacidad enfermiza. El me escuchaba pacientemente y me con-
taba, a modo de respuesta, algunos episodios de su agitada vida. Ahora
bien, en general, esos relatos contenian siempre una palabra que, pare-
ciendo haber sido dicha totalmente al azar, iluminaba uno de los proble-
mas contra cuyas aristas se estrellaban mis cortas logicas.
He aqui una de las mas completas entre esas historias maravillosas. Aqui
habla Andreas. Me la conto durante varias visitas.
—En Paris, antes de partir, habia pactado ciertos acuerdos con corres-
ponsales hindues, y todo estaba previsto para que alii encontrara inme-
diatamente a quien dirigirme.
Una vez desembarcado en un pequeno puerto malabar, debia pasearme
por la ciudad, vestido como un sacerdote shivaita, con cierto amuleto en la
muneca. Apenas habia recorrido el barrio hindu cuando un hombre de baja
casta vino a mi encuentro y se dio a conocer. Me llevo al campo. Alii, un
carruaje ligero me condujo hasta los Ghattes, desde donde comenzamos la
ascension hacia el atardecer. La dificultad del camino no me permitio dis-
frutar del frescor de la noche ni de la serenidad del paisaje. Los abrojos, las
piedras, cierto temor tambien a las fieras y a las serpientes venenosas, ab-
sorbieron toda mi atencion. Poco antes de la aurora llegamos a una especie
de llanura granitica, cubierta de una hierba dura y quemada, de la que so-
bresalian aqui y alia abundantes piedras dispuestas en circulo. El guia se
dirigio hacia una masa rocosa, que se asemejaba mucho a las piedras ele-
vadas de Comualles. Apenas habia tenido tiempo de echar una ojeada sobre
el magnifico amanecer sobre el mar a la derecha, que debi poner mi em-
peno en escalar la boveda que formaban esas piedras. En la cuspide en-

5 0 ® Pau! S6dir
contre una especie de agujero por donde segui a mi guia; despues, un pa-
sillo en pendiente que nos condujo a una suerte de mazmorra donde los
reptiles se arrastraban entre huesos blanquecinos. El hindu silbo para apartar
a las serpientes; tras dar unos pasos, desembocamos en un barranco estre-
cho. Reconozco que me alegro ver un fragmento de cielo azul.
Volvimos a entrar por un nuevo tunel muy estrecho y finalmente sali-
mos al aire libre, viendo ante nosotros el emocionante espectaculo de una
ciudad en ruinas. Los pandits afirman que el Dekkan contiene multitud
de ciudades muertas, destmidas por los cataclismos o las guerras. Mas
tarde supe que esta fue aislada por un terremoto que, apartando las rocas,
cavo todo alrededor un circo de acantilados, cuyas lisas murallas impiden
cualquier tentativa de descenso. La position de esta ciudad, mas abajo de
la planicie que habiamos escalado, y la naturaleza cretacea del suelo, al-
macenaban las aguas de las lluvias. Por ello las minas estaban revestidas
de una exuberante vegetation, donde habitaba un pueblo de simios y de
pajaros. Era un paisaje fantastico. Largos caminos con losas hundidas por
los siglos, bordeadas de palacios derrumbados. Aqui y alia algunas co-
lumnas de marmol rosa y pequenos estanques que antiguamente fueron
banos, vibrando al unisono del concierto de la vegetacion creciente, que
iba demoliendolos lentamente; escaleras monumentales, con grandes y
pesados escalones desajustados, todo invadido de vegetacion y de flores,
retumbando al son de un concierto de pajaros y de simios. Extraordinaria
orquesta de aturdidores sonidos, de silencios majestuosos y pletoricos de
secretos. Por todas partes grandes arboles, cuya fronda magmfica impediria
ver a traves al curioso que se hubiera aventurado en los altos acantilados
que los rodeaban.
Mi guia se adelanto entre las terrazas, las columnatas tambaleantes y
los cruces de senderos convertidos en claros del camino. El inmenso fron­
tal esculpido de una pagoda se irguio subitamente ante nosotros. Habia­
mos llegado. Un brahman aparecio, saludandome en ingles. Me instalo
en el balcon de una galena a la sombra, hizo traer fmtas y bebidas frescas
y me invito a reposar durante algunas horas sobre un lecho de hojas. Pero
lo insospechado y la espera de desconocidos espectaculos, me impidieron
dormir.

IKiCIACIONES • 51
Examine el templo. La belleza de la masa, la riqueza de los detalles,
la medida de las proporciones igualaban a los mas famosos de Benares o
Elhora. Tantos recuerdos de mis lecturas tantricas me permitieron estable-
cer conjeturas: este edificio debio ser elevado en honor a Ghanesa, el dios
elefante. Se componia de un inmenso recinto o galena circular que con-
tenia otros cinco recintos divididos en plantas y concentricos, rodeados
de portales. La galena central, la mas elevada, estaba ocupada por el tem­
plo propiamente dicho. Mas tarde percibi que contenia tres altares, bajo
una boveda sostenida por dos columnas macizas y muy decoradas. Cada
altar, constituido por una masa cubica de tres metros de lado, servia de
base a una piramide truncada de cinco caras, un poco mas alta. El techo
era una terraza elipsoide, en los dos nucleos de la cual se erguia un cuarto
y un quinto altar. El centra de esta terraza, entre esos dos ultimos altares,
se abrfa sobre la nave inferior para dar paso a una inmensa estatua del
dios, cuya aureola sobrepasaba todo el conjunto.
El grupo de bajorrelieves y de frescos representaba la leyenda de Ma-
hadeva, mas o menos como la describe el Skanda-Purana. Para su reali­
zation solo habia sido utilizada la piedra, ni la madera ni el hierro.
Parama-Deva 8 y sus veinticinco Murtis9 se veian sobre el primer altar.
Sobre el segundo, Daksha, en medio de los Pradjapatis10 haciendo peni-
tencia a Shiva y mas tarde engendrando a sus hijos. En primera fila, los
Haryasuas; en segunda, los Sabalasuas, que gobiernan las esencias sutiles
del Universo o Tattvas; despues, sus sesenta hijas, entre las cuales res-
plandecia Uma, la esposa de Shiva. Y la larga teoria de todas esas figuras,
simbolizando cada una de ellas una fuerza cosmica particular, iba desarro-
llandose sobre las cuatro caras del altar, sobre las cinco aristas de las co­
lumnas que lo sostenian, sobre los cinco pianos de la piramide final.
El tercer altar me mostro la caida de Daksa y la transformation de su
hija Uma en Parvaty sobre el monte Himavan, mientras que Shiva, bajo el

8 Parama-Deva: «Gran-Dios»; uno de los epitetos de Shiva, creador y destructor el


Universo.
9 Murtis: encarnaciones divinas.
10 Prajapatis: dioses creadores.

52 • Paui Sedr
aspecto de Dackshinamurty, intentaba en vano iniciar a los M unis11 a la
sombra de un banano, y volviendo a hacerlo en la cima del Monte Kai-
lasha. Durante esa initiation, los Asuras 12 se espardan sobre la tierra y
cometian mil atrocidades. Entonces, el Mahadeva emanaba de si mismo a
Humara o Subramanya, el guerrero espiritual.
En la terraza superior, el cuarto altar retrataba los incidentes del naci-
miento del otro hijo de Shiva, Ghanesa, el pacifico. Y finalmente, el quinto
altar, segun el mito del Linga-Purana, representaba los cinco aspectos de
Shiva y sus veinte hijos: Sadhodjyata, por quien la vida es reabsorbida;
Vamadeva, que cumple la ley y el ritual; Tatpurusha, que fija a las criaturas
en la ciencia suprema; Aghora el terrible, que ensena el Yoga y, final­
mente, Isana, la forma de todas las formas, que sintetiza la Union, la Ra-
zon, la Penitenda, el Saber, la Observation de la religion y las veintisiete
cualidades del alma que ha conquistado la liberation.
A lo largo del peristilo exterior ascendian las serpientes de la eterni-
dad, con sus siete cabezas. Los guardianes simbolicos de los misterios se
erguian a intervalos regulares. Los elefantes sagrados, los portadores del
saber oculto y sustentadores del templo, hatian descender para el visi-
tante sus trompas y sus defensas de granito. Este roseton desapareda en
medio del caos esculpido de las formas demoniacas, confinadas segun
los Libros Sagrados a los mundos inferiores de lo Invisible. Tras los ma-
torrales de cactus, se adivinaban las euforbias 13 y las formas espinosas;
en las sombras, los rostros salvajes, los bestiales colmillos de los vampiros,
de los Pitatchas, de los Kataputanas y de los Ulkamukhas Pretas 14. Las
columnas soportaban grandes bajorrelieves donde danzaban los musicos
Gandharvas. Al norte estaban las imagenes de Soma y de Indra; al este,
las de los Yakshas guardianes de los tesoros, presididos por Kubera y
Yashmini, su esposa; al oeste, el ejercito terrible de los Rakhshas dirigido

11 Munis: ascetas vagabundos y silentes.


12 Asuras: diferentes generos de formas demoniacas que habitan los mundos astrales
inferiores.
13 Planta de la familia de la Flor de Pascua y algunos cactus.
14 Sanyasines: «renunciantes», aquellos que han realizado el voto de sanyas o de aban-
dono del mundo. Ultima de las cuatro fases de la vida del brahman. (N. del T.)

INICIACIONES • 53
por Khadgha Ravana, el dispensador de las victorias. El Sur formaba la
entrada principal.
El brahman que me habia recibido, delgado y esbelto, con un largo
rostro y los bellos ojos circunspectos de un prelado romano, vino a verme
al caer la tarde. Me hizo saber que todo ese antiguo templo, transformado
en laboratorio, estaba a mi disposition, y que todos sus huespedes, en ra-
zon de la alta personalidad que me habia introducido entre ellos, se con-
sideraban como mis servidores. Se lo agradeci segun las hiperbolicas for­
mulas de la diplomacia oriental y comenzamos una visita como si yo fu'era
el dueno de todo aquello.
—Hay una actitud mental en la cual le suplico que se sumerja desde
este momento —me dijo mi guia—: es la de no darse prisa, considerar que
tiene mucho tiempo ante usted y que va a enfrentarse a grandes descubri-
mientos. La impaciencia, la celeridad incluso, serian grandes obstaculos y
no ayudas. Prometi hacer todos los esfuerzos para realizar esa calma que
sabia era el signo distintivo de los sabios de quienes iba a ser discipulo. Pedi
que me otorgaran su confianza y me prepare para recibir mi primera lection.
Ese templo pertenecia a un tipo de laboratorios y a la clase de los ta-
lleres. No encontre por ello ni minerales raros, ni esencias preciosas, ni
aparatos de magia psicologica. Los sabios que trabajaban alii solo estu-
diaban lo que los europeos llaman las «fuerzas fisicas», por medio de ins-
trumentos muy sensibles. Estos deben ser aislados de las corrientes mag-
neticas del suelo y de la atmosfera. Se obtiene ese aislamiento por
procedimientos de fabrication manual, nunca con maquinas; las piezas
metalicas, los hilos, todo es martilleado, forjado, laminado, cincelado a
mano con una increible paciencia. Vi a uno de esos obreros moldear sin
cesar una pieza de cobre, desde el amanecer hasta el ocaso, con un mar-
tillo de relojero. Durante la noche, otro le remplazaba, y ese trabajo duraba
—me dijeron— desde hacia meses.
No intentare describir los aparatos cuyos mecanismos me fueron mos-
trados por mi guia. Hay uno, sin embargo, cuyo increible uso sobrepasa
la imagination mas extraordinaria de las novelas cientificas.
Paseandonos a traves del museo de las maquinas, Sankhyananda —ese
era el nombre de mi guia— llamo mi atencion hacia una especie de gran

54 « Pau; S6dir
caja cubica hecha de una sustancia amarilla como el oro y transparente
como el cristal.
—Esto —me dijo— es el Duracapalam, que usted podrfa traducir a su
idioma como telemovil. Lo utilizamos para viajar a los planetas de nuestro
universo material.
Abri completamente los ojos, pero mi interlocutor continuo:
—Ve usted aqui una aplicacion del sistema de los Tattvas, de las cuales
sus filosofos no-dualistas han redescubierto una parte en la teona de la cuarta
dimension. He aqui la cadena de razonamientos que hemos utilizado.
Escuche entonces una exposicion minuciosa de toda la filosofia
Shamkya, de la cual solo resumire lo mas indispensable. Asi fue:

Hay una sustancia universal y unica de la cual todos los ob-


jetos no son sino formas. Estas formas las percibimos unicamente
con los cinco sentidos, asi que solo pueden ser clasificadas segun
el sentido que las registra. Cada sentido es sensible a un modo
de movimiento atomico: oido, vista, tacto, gusto, olfato pertene-
cen, respectivamente, a vibraciones de eter, de luz, de aire, de
agua o de tierra, que son a su vez los movimientos de los ato-
mos. El eter, el movimiento en todas direcciones: la luz, radia-
ciones rectilineas; el aire, torbellinos; el agua, movimiento equi-
librador, y la tierra, movimiento de detention.
Ademas, cada uno de esos elementos posee, paralelamente,
las cualidades de los otros: el eter, ademas del sonido, contiene
un color, una forma, un sabor, un olor. Puede ver por si mismo
las otras aplicaciones.
Finalmente, cada una de esas formas cineticas se encuentra
representada en la mente humana, con la que, bajo determinadas
condiciones, puede existir una correspondencia.

Pero fue sobre todo del fluido acustico del que Sankhyananda me des-
cribio sus propiedades.

—El sonido —dijo—, entre otras cualidades posee la movilidad, la flui-


dez y la blandura. Nosotros lo llamamos Sneha. Sabiamos, mucho antes

INICIACIONES * 55
que sus fisicos, que de el emana poder calorifico. Finalmente, incita al
movimiento por una fuerza de impulso que llamamos Pranavita. Los ins-
trumentos musicales de cuerda, las melodias ritmicas, el estruendo del
trueno, demuestran la existencia de esas diversas propiedades. En resu-
men, la fuerza de la sustancia universal que llamamos Akasha posee,
como cualidad espedfica, el sonido, y como cualidades genericas, la forma,
el movimiento y el calor.
Amplias y numerosas experiencias nos han ensenado que esos tipos
de sonidos contienen las mas perfectas formas; que otras son ricas en ca-
lorfas y que algunas liberan un movimiento muy fuerte. Sabemos distinguir
esas clases, producir esos sonidos, e incluso aumentar su intensidad por
diversas formulas psicofisiologicas. Asi, por ejemplo, un fakir puede ele-
varse por los aires y quedarse suspendido un tiempo por el uso de deter-
minado sonido y bajo cierta tension nerviosa; en otras palabras, la fuerza
nerviosa puede actuar sobre la materia por medio del sonido. Este es uno
de nuestros logros.
He aqui otro: El concepto de espacio es uno de los mas dificiles de fi-
jar. Ustedes, los europeos, solo conciben el espacio fisico. Le daman es­
pacio real. Para nosotros, es ilusorio, mientras que nuestro espacio real es
aquel que algunos de sus geometras y matematicos han denominado hi-
perespacio. El espacio fisico es finito, ya que si fuera infinito solo un nu-
mero infinito podria medirlo; sin embargo, no puede existir un numero
infinito concreto. La tradicion esta de acuerdo sobre este punto con el ra-
zonamiento, y espero que la experiencia se lo demuestre.
Si el espacio es finito, tiene que tener una forma y esa forma es esfe-
rica, pues no hay razon para que se extienda en un sentido mas que en
otro. El espacio es el lugar de todas las criaturas, y le vendran recuerdos,
seguramente, de los personajes cosmogonicos que lo simbolizan. Estos
habitantes estan sometidos a la ineludible Ley de la Transformation. Estas
son verdades elementales. Seran suficientes para comprender el principio
del telemovil.
Esta maquina debe poder transportarse y sobrevivir en todos los
pianos del espacio. Debe poseer, pues, una materia inalterable y una
fuerza motriz independiente de las fuerzas fisicoquimicas y fluidicas, es

56 • PaulSedir
decir, de esencia superior. Queda claro que no salimos del Universo vi­
sible.
Esas condiciones parecen irrealizables y, sin embargo, las hemos rea-
lizado. He aqui como. Los quimicos de nuestras criptas pueden fabricar
metales inatacables por ninguna clase de agente fisico, pero para hacer
metales inatacables por agentes fisicos de otro planeta es necesario co-
nocer ese mundo que buscamos justamente explorar. iComo salir de ese
circulo?
Nuestras observaciones del firmamento, desde el punto de vista me-
canico, matematico y biologico —que podriamos llamar astronomico y
astrologico— se hayan conservadas desde hace doscientos siglos. Aun
hoy en dia, cada noche, son establecidos mapas. Se los centraliza, clasifica
y sintetiza. Establecemos asi, para cada cuerpo celeste, un tablero hipote-
tico de todas sus propiedades fisicas, quimicas y naturales. No son mas
que probabilidades las que establecemos de esta forma, pero el calculo
demuestra que las probabilidades de error son infimas.
Si, entonces, un observador se transportara en telemovil lo mas cerca
posible del planeta mas proximo, podrfa rectificar el mapa establecido so-
bre ese planeta. Seguidamente, nuestros quimicos e ingenieros podrian
inventar una segunda maquina para examinar el siguiente planeta.
La antigua y venerable Magia, que en cada siglo se manifiesta bajo
formas circunstanciales, no es un tejido de divagaciones: es una ciencia
exacta y positiva. Los verdaderos magos no son mediosabios exaltados,
sino ingenieros, fisicos y quimicos de lo Invisible. Los incautos que se
autohipnotizan con pentaculos y mantras para obtener un poder determi-
nado no saben que esos dibujos son los esquemas de una cinematica des-
conocida, cuyos reinos son el misterioso espacio de cuatro, cinco y seis
dimensiones. Imaginar esto pareceria ya pura locura a sus filosofos. Sin
embargo, en esos espacios existen entidades activas, inteligencias pensan-
tes, organismos corporales que trabajan, que fabrican maquinas y dan a
luz obras de arte. Los pentaculos son las lineas de fuerza de esas maquinas,
el armazon de esas estatuas invisibles, de esas sinfonias inaudibles, de to­
das esas creaciones desconocidas; fecundadoras, no obstante, de los cora-
zones nobles y de los espiritus profundamente humanos.

INICIACIONES * 57
Que, como Descartes, usted opine que toda materia es como extension
y toda extension como materia, es decir, el espacio total —o la materia
como una extension impenetrable con vacios interpuestos—, o que se ad-
mita el celebre sistema de la armoma preestablecida y, finalmente, que
dotemos a esos mundos de poderes de atraccion y de repulsion, ninguna de
esas cuatro opiniones es irreconciliable con la nuestra. Cuanto mas avance
en el Conocimiento, mas comprendera como las doctrinas tradicionales son
suficientes para vaciar las diferencias que se erigen en el cerrado campo
de la filosofia exoterica.
Si, la extension es sustancial; si, las fuerzas simples que lo fecundan
existen independientemente.
Ponerse al abrigo de una y de las otras, tal es el doble problema que
nuestro telemovil pretende resolver.
Poseemos ya la energia acustica especial de la que le hable al co-
mienzo. Busquemosle un punto de apoyo, un centro de fijacion y, final­
mente, un mecanismo de direccion. Ahora bien, los elementos simples
de la materia, los atomos, no pueden actuar los unos sobre los otros,
pues no se tocan, de lo contrario, debido a su infinita pequenez, si lle-
garan a tocarse en toda su superficie, la materia se convertiria en un blo-
que solido y se quedaria inerte. Debemos suponer que se banan en un
medio mas fluido, constituido por otros atomos mas fluidos, animados
por velocidades vertiginosas, chocando sin cesar contra los atomos del
eter e imprimiendoles movimientos vibratorios. Esta hipotesis se apoya
sobre el calculo diferencial. La hemos verificado con numerosas expe-
riencias, hechas por medio de aparatos de optica mucho mas potentes
que sus microscopios y de los cuales los espejos magicos de las leyendas
populares son un esbozo.
iComo se organiza la materia? La respuesta a esta pregunta va a apor-
tarnos el dato que nos falta.
Se han establecido los volumenes atomicos de los llamados cuerpos
simples. A pesar de la imprecision de esos calculos, se acepta que los vo­
lumenes atomicos de los cuerpos de una misma familia poseen relaciones
simples. Inutil que os recuerde a Dumas y a Wurtz. Que un feliz azar
ponga entre las manos del quimico un agente capaz de modificar las po-

58 * Pau! S6dir
siciones de los atomos en un cuerpo, y sera posible transmutar el cloro
en yodo y el carbono en mbidio.
Asi pues, ese agente existe, nuestros sabios lo conocen; nuestros libros
lo llaman Vyoma-Panchaka-Akasha. El texto Mandala-Brahmana, entre
otros, describe sus cinco formas. La cuarta, el Surya-Akasha, se caracteriza
por una propiedad especial de condensation. Y hemos encontrado un
cuerpo que puede recibir una carga considerable de esas moleculas espi-
rituales, a las cuales son permeables todas las formas materiales de tres
dimensiones. Nuestro acumulador tiene el aspecto de un bloque —un
cubo— hecho de quinientas o seiscientas pequenas laminas de cristal. lis­
ted sabe que el cristal, segun los alquimistas, es un cielo de Saturno.
Esas hojas son recortadas siguiendo una forma que recuerda las su­
perficies catacausticas 15. Cuando se trata de cargar el aparato, uno de
nuestros sanyasines se ejercita para alcanzar una cierta tension nerviosa.
Entonces, se encierra para repetir sobre el libro de cristal cierto mantra
alrededor de cien mil veces. Es necesario que desde los laboratorios si-
tuados en la superficie se puedan escuchar las vibraciones armoniosas de
las laminillas de cristal, mantenidas por el operador en una cripta situada
veinte metros bajo tierra.
Tal es, esencialmente, el motor de nuestro telemovil. Esta maquina ne-
cesita un habitaculo, una protection contra los cambios de temperatura,
las tempestades electricas, las incursiones de los visitantes imprevistos, y
cualquier forma de incidente posible en el transcurso de una travesia in­
terplanetaria, la menor de las cuales serfa mortal para el conductor del
aparato.
Para hablar en lengua oriental, retomemos las teorfas de la pangeo-
metria. Que adoptemos el sistema de Euclides o el de Bolyai, la geometria
de la esfera sigue siendo la misma; en la geometria hiperbolica, la circun-
ferencia, en la medida en que su radio crece, ya no tiende a la linea recta,
sino hacia la linea curva, distinta de la recta, pero permaneciendo tangente

15 Un catacaustic es una curva que es la envolvente de los rayos que emanan de un


determinado punto (o un punto en el infinito, la distancia que producen los rayos parale-
los) para una determinada forma de espejo.

NICIACtONEB • 59
a esta: es el horiciclo. Esta curva fantastica, paralela a una recta, engendra
superficies y volumenes que se desarrollan naturalmente en el interior de
las superficies y de los volumenes euclidianos. Esto es lo que hemos lle-
gado a realizar en el interior de un cuerpo material fisico.
Este cuerpo, inatacable por cualquier agente mecanico y por todos los
reactivos fisicos conocidos, es un metal precioso que transmutamos por
medio de numerosos martilleos y de templados especiales. En su estado
dorado, solo condensa el eter luminoso, el Taijas, mientras que ahora este
cofre cubico que ve aqui esta lleno, si puedo expresarlo asi hablando de
una sustancia imponderable, del Surya-Akasha.
No lo toque —dijo el brahman, cuando avanzaba mi mano hacia la
caja brillante—, el contacto le seria muy desagradable. Para utilizar este
aparato sin peligro es necesario haber seguido un entrenamiento tal que
el organismo sea capaz de asumir enormes tensiones electricas. Es un
yoga especial. No tenemos, por el momento, ningun sujeto preparado en
nuestro templo y, por otra parte, en esta estacion, el estado fluidico del
lugar seria desfavorable. Pero si se queda algun tiempo, podra experi-
mentar por si mismo.
—-Tales son —continuo Andreas tras una pausa— las primeras infor-
maciones que me dio mi guia. He aqui las complementarias que fui reci-
biendo poco a poco y que reunire al azar de mis recuerdos.
El problema, en suma, consiste en encontrar un acumulador capaz de
absorber la fuerza sonica, el fluido acustico, si usted quiere, y el fluido
nervioso por medio del cual el ser humano percibe sensaciones y concibe
ideas. La materia prima de este aparato es un metal extraido de ciertos
aluminios, con un cuidado infinito. La caja transparente, de la que le he
hablado, lleva en su interior este pequeno aparato que parece un libro de
cristal. Para cargarlo, siete sacerdotes se someten preliminarmente a un
entrenamiento riguroso. Solo comen una vez al dia avena, sesos de ciertos
animales y pescados muy electricos. Viven en una celda cuyos muros han
sido pintados de malva o adornados con esquemas de la fuerza a captar.
Descansan cuatro horas cada veinticuatro, cortando cuatro periodos de
cinco horas, escogidas de forma que la mitad de cada uno de estos perio­
dos coincida con el amanecer, el mediodia, el atardecer y la media noche.

6 0 ® paa! Sedr
Por la repetition del mantra, de la fuerza sonica y la concentration de la
mente sobre las propiedades conocidas de esa fuerza, llegan a verla, to-
carla, saborearla, sentirla y escucharla. Estos entrenainientos no tienen lu-
gar mas que en periodos fijados por la astrologia por medio de un minu-
cioso estudio de las variaciones magneto-teluricas. El emplazamiento del
lugar es escogido segun un mapa de sus corrientes.
El entrenamiento dura cuarenta dias. Despues, son impuestos a los
operadores tres dias de sueno continuo. Luego, durante siete dias, seis de
entre ellos cargan la maquina por medio de la imposition de manos, sin
descansar, sin comer, sin dormir. Fui puesto en su presencia la noche del
septimo dia. Su aspecto era fantastico. Viviendo en la oscuridad desde ha-
cia siete semanas, pues la luz solar contiene rayos impropios a la expe-
riencia proyectada, la piel de esos hombres habia adquirido el color del
marfil viejo; sus hundidos ojos brillaban con una luz fija, bajo los parpados
color de humo; median todos sus movimientos para economizar sus fuer-
zas. Les descendieron a la celda donde se encontraba el telemovil a unos
veinte metros bajo tierra, y fueron situados en lugares escogidos prelimi-
narmente sobre pieles de lince. Imaginese el absoluto silencio de esa ca-
verna, su extrana atmosfera, el aspecto fantasmagorico de los personajes.
Me perece estar todavia alii, doctor; era la primera vez que veia un espec-
taculo similar —y Andreas se puso a representar la escena, yendo y vi-
niendo para situar a los actores.
He aqui que el septimo operador —continuo— entra en la caja trans-
parente y se sellan las doce aristas por medio de una resina especial. El
tripulante se coloca en diagonal, con sus piernas recogidas y las manos
juntas, segun cierta asana 16. Detras de el se encuentra el acumulador;
a la altura de sus ojos, un disco de oro brunido; bajo sus codos, dos ma-
nivelas de cristal que por medio de dos barras de plata se comunican
con el acumulador. Esta sentado sobre un asiento hundido, lleno de un
carbon en polvo hecho con la madera de una especie de laurel. Perma-
nece inmovil con la respiration suspendida, las pupilas ya en bianco,
en estado de meditation profunda (dharana). Todo esto se efectua en

16 Postura del Hatha Yoga.

INICIACIONES * 61
silencio bajo el resplandor de una mecha embadurnada en aceite de ca-
melia.
Agachado en un reducto exterior, observo todo a traves de un espeso
cristal violeta; las intensas corrientes que la atraviesan hacen peligrosa la
estancia en la celda si no se ha seguido el entrenamiento.
Finalmente, el operador ejerce presion dos o tres veces sobre las ma-
nivelas. Un silbido agudo me atraviesa los oidos, seguido del estruendo
enorme de un mar enfurecido. Y la caja desaparece subitamente de mi
vision... Quede tan perplejo que crei haber sido hipnotizado. Sin embargo,
segui viendo a los seis inmoviles asistentes, escuchaba hablar a mi maestro,
no tenia fiebre. Acababa de asistir a una desintegracion, y de las mas ex-
traordinarias. Mi maestro me explico que el aparato habia sido tan pode-
rosamente saturado de fluido sonico, asi como el cuerpo del operador,
que su doble seguia estando en la celda, visible para un clarividente, y fi-
jado por una figura geometrica —que los magos occidentales llaman un
pentaculo— dibujada sobre el suelo de la caverna.
Una semana mas tarde, Sankhyananda me hizo volver a bajar al re­
ducto de observation. Los seis ayudantes permanedan alii, como estatuas.
Espere una hora. Una fluorescencia atraveso la penumbra; los asistentes
extendieron sus manos hacia el esquema. Un vapor floto en el aire y, si-
lenciosa y subitamente, la caja translucida volvia a estar junto a su opera­
dor, en el mismo lugar que al principio. Le sacaron, rigido como una mo-
mia, y rapidamente lo transportaron a una camara vecina donde un bano
caliente estaba preparado; fricciones, masajes, unciones y cuidados minu-
ciosos le fueron prodigados. Despues lo llevaron al aire libre, le hicieron
tomar algunos alimentos y comenzo a informar al jefe de la comunidad,
paseandose de la forma mas tranquila, como si no fuera el heroe de una
increible odisea.

62 • Paul S6dir
Capftulo 9

LA EVOCACION BRAHMANICA

—iVe usted, doctor? —me dijo una tarde Andreas, durante una de mis
t

siguientes visitas—, nosotros, los europeos, todavia no hemos terminado


de deletrear el alfabeto de la sabidurfa. Los orientales, tampoco —anadio
sonriendo— , aunque parezca que conocen bastante mas que nosotros,
pero eso es solo porque tienen un alfabeto diferente.
—i-Otro alfabeto? —le interrumpi un poco escandalizado— , pues creia
en los dogmas esotericos que dicen que existe una Unica Ciencia, una
Unica Religion y un Unico Poder. ^Existen, pues, varios tipos de conoci-
miento?
—Por supuesto, doctor. Yo, por ejemplo, que no soy ningun gran es-
tudioso, conozco una docena de sistemas de quimica, y aun mas de fisica
y de fisiologia.
Y Andreas continuo sonriendo. Despues me dijo a modo de consuelo:
—Escuche, he aqui otra historia: Los brahmanes ensenan que las fuer-
zas cosmicas estan organizadas, formando cada una un reino, analogo
a los reinos de la historia natural. Creen que el magnetismo es un
mundo, la electricidad otro mundo y asi todo lo demas. iComo verificar
esta hipotesis? <;C6mo percibir, analizar, utilizar esos sistemas desconoci-
dos? d nvent;ando aparatos sensibles? <;Educando nuestro sistema ner-
vioso? Los materialistas habrian escogido el primer metodo, los misticos
hubieran empleado el segundo. Mis maestros utilizaban uno y otro, pues
siempre tendian a resolver los antagonismos.
Tomemos uno de los magnetismos terrestres, que designaremos con
la letra C. Los brahmanes han definido algunas de sus propiedades, des­
pues, han buscado las de las fuerzas fisicas humanas que presentan las
mismas caracteristicas. Y si como ellos dicen, todo se corresponde, han
supuesto que liberando unas, las otras se manifestarfan automaticamente.

iNICIACIONES * 63
Las variaciones del magnetismo C estan, al parecer, en relacion con ciertas
manchas solares, y en el organismo humano su nucleo de emision es, se-
gun dicen, el ombligo.
Usted sabe que algunos sonambulos afirman ver por el plexo solar o
por la frente. En Oriente se conoce el arte de trasladar los sentidos fisicos
a cualquier punto del cuerpo, es el yoga. Se ha establecido un entrena-
miento que permite sentir y pensar con el plexo solar.
Se trata simplemente de seleccionar a un sujeto preparado y escoger
la hora y el lugar en la que circulen fuertes corrientes tipo C. El experi-
mentador, llevado en plena consciencia por esa ola fluidica, haria sus ob-
servaciones y, gracias a un «soporte» fijo, volveria a aterrizar en el momento
previsto del reflujo sobre el piano fisico. Asi haria un buceador que no tu-
viera necesidad de tomar aire.
He aqui el muy breve sumario de las explicaciones que me fueron da-
das. Pedi seguidamente poder participar en una de esas experiencias. Me
respondieron evasivamente. Habia que esperar, nada habia sido decidido;
ademas, el asunto era delicado, se arriesgaba la salud, el equilibrio cere­
bral. Replique diplomaticamente que mis maestros me habian juzgado
mejor de lo que yo mismo habia hecho, y parecio, por ambas partes, que
el proyecto habia quedaba olvidado.
Algunas semanas mas tarde, Sankhyananda hablo de proximas sacu-
didas sismicas, de corrientes C, de nudos de energia pasando por el tem-
plo. Comprendi a medias, renove mi peticion y fui aceptado entre los
cinco operadores.
El agua fluyendo por un reguero excavado en la tierra es la imagen
exacta del proceso que querian utilizar. Ese magnetismo C se precipita
siempre hacia los puntos de menor tension; busca el equilibrio, pero sin
duda lo busca con estrepito —pense— , pues se le llama «La tempestad de
las regiones subterraneas».
Hubo semanas de severo entrenamiento: alimentacion, sueno, aptitu­
des mentales, respiraciones, encantamientos; todo estaba previsto con una
minuciosidad tiranica. No se que de eterno anaden al ser humano esos
trabajos, pero le procuran por un tiempo una deliciosa alegria fisica y
mental. Vuelve la juventud, los sentidos activos, el pensamiento lucido y un

64 ® Pau S6dr
entendimiento diafano como un lago tranquilo. La serenidad de la natu-
raleza nos penetxa, nos sentimos liberados de los temores y de los pro-
blemas. Los dias transcurren en una apacible alegrfa.
Nuestra experiencia tuvo lugar justo antes del atardecer. Se habia es-
cogido, en los alrededores, un pequeno circulo de piedras y limpiado el
suelo, sobre el que habian sido trazadas, con polvo de colores, las figuras
y los caracteres que simbolizan las propiedades de la Tempestad subterra-
nea. Los objetos, los perfumes, las vestiduras, la orientation, fueron fijadas
segun las correspondencias reconocidas entre esa fuerza a estudiar y los
diversos minerales y vegetales, los aromas, los espacios, las formas, los so-
nidos. Conoce usted la teoria de las signaturas, <sno es asi?
Habia recibido la orden de no moverme de mi lugar bajo ningun pre-
texto, aunque se abriera la tierra. Una vez instalados y en la actitud re-
querida, me hicieron adoptar cierto estado psicologico de dhyana, en el
cual se mantiene la consciencia del estado de vigilia. Yo veia a mis com-
paneros; el jefe, desnudo, de pie ante nosotros, murmuraba sus mantras
con varillas de incienso en las manos. Ardian algas con resinas nausea-
bundas. De pronto, tuve la sensation de descender a un viejo palacio, en
el fondo del gran pozo de una mina. La arquitectura de ese edificio, los
seres que lo habitaban, parecian manchas sobre el paisaje, como en las
fotografias de los espiritistas se ve a los fantasmas difuminar los contornos
de los objetos materiales. Poco a poco el aire parecio hacerse mas seco,
y aunque ya no me llegaba el insoportable olor de las plantas fetidas, pues
en el estado en que me encontraba la respiration solo tiene lugar cada
media hora, otro aroma me invadio la nariz y la garganta. Pesado, graso,
amargo con una estela agria, ese horrible perfume vino acompanado por
el enorme estruendo de una tormenta, en el centro de la cual pareciamos
estar. Mis huesos temblaban por el efecto de esas profundas vibraciones;
sufrfa la pesadilla de una interminable caida. Mis musculos, a mi pesar, se
tensaban, mi cuerpo tenia miedo y queria huir. Pero sabia que ello su-
pondria la muerte para mis companeros y para mi. No nos exponemos
impunemente a los desnudos rayos de las fuerzas secretas.
Anada a esa angustia la ignorancia de no saber que hacer, el temor de
no ver un signo posible del maestro, la ansiedad de tener que aguantar

INICIACIONES * 65
hasta el final. Pase alii un tiempo muy desagradable que me parecio muy
largo.
He aqui que en medio de mis esfuerzos, de repente, percibi en el
centro de nuestro circulo, un poco por encima de nuestras cabezas, dos
ojos que me observaban con curiosidad, con astucia, con poder. Un rostro
se dibujo, rodeado de cabellos con rizos flotantes; despues, se formo un
cuerpo, de pie sobre una sola pierna, la otra replegada. Todo ello ador-
nado con suntuosos tejidos, con joyas brillantes. Pero de sus hombros
surgian numerosos brazos, tal vez una veintena, todos ellos realizando
gestos; las manos, de agiles dedos, parecian decir cosas, como hacen los
sordomudos. Dos de ellos, sobre el pecho, hacian sin cesar el gesto que
prende el fuego magico de abajo. A intervalos se dispersaban rayos aqui
y alia. Y esa forma fantastica, gigantesca, esculpida en negro sobre negro,
irradiaba espanto. Parecia tratarse de una enorme maquina, viva, inteli-
gente, obediente sin duda, pero como un monstruo antediluviano apenas
domesticado.
Un frfo intenso parecia aniquilarnos, y el continuo y penetrante rugido
nos atravesaba hasta la medula. En un parpadeo, percibi el cuerpo de mi
maestro empapado en sudor. Las hojas sobre las cuales estabamos aga-
chados se volvieron amarillas y se armgaron. Con ese signo supimos que
la Presencia habia dejado de hablar. El fantasma desaparecio pronto, en la
claridad de la luna ya alta. Nos elevamos penosamente. Hacia seis horas
que estabamos alii, poseidos por el panico mas terrible, el de las mas hos-
tiles e invisibles fuerzas que se puedan imaginar.
Dormi todo el dia y toda la noche siguiente; nuestro sistema nervioso
no posee la flexibilidad del de los hindues. Al despertar, durante la medi-
tacion de la manana, comprendi que habia dado un gran paso. Vi que las
fuerzas se revelan progresivamente, a la medida del ojo que las contempla.
Al principio parece tratarse de ciegos azares; despues, se las descubre
cierta logica y se las denomina en consecuencia: fluidos, corrientes, vibra-
ciones, leyes; por fin, nos damos cuenta de que son la obra de esas cria-
turas que el politeismo saluda con el titulo de Inmortales.
Pero, sobre todo, sobre todo, comence a darme cuenta de que no sa-
bia nada. jOjala pudiera un dia, solamente un dia, sentir la Vida!

66 • PaalSedr
jAh, lo deseaba con toda mi alma! Pero entonces ignoraba totalmente
que, para la realization de ese deseo, la ayuda mas efectiva me vendria
de una mujer.
Y al pronunciar esas palabras dirigio Andreas hacia Estela una mirada
de ternura inefable.

INICIACIONES * 67
Capitulo 10

CONSUELO

Un domingo, cuando llegue a su casa, Andreas no estaba. Tuve que


esperarle varias horas. Estela, para acompanarme en la espera, me mostro
todo el fondo y la parte de atras de la tienda: cartonerfas de grabados, mue-
bles con cajones llenos de objetos artisticos, vitrinas abarrotadas de objetos
raros. Me desplego sus encajes de punto frances, de Genes o de Honiton.
Despues, verdes turquesas macerando con trozos de raiz de fresno; en sus
escudillas, opalos agrietados, perlas sin brillo, esperando tambien una me-
dicacion. La carcasa de un crowth irlandes secandose al sol, restaurada se-
gun viejas miniaturas, y mil otras curiosidades.
—No puede imaginarse —me dijo Estela—- hasta que punto Andreas
es paciente, cuidadoso e incluso meticuloso. Asi, el estuche de esta viola
lo saco de una tabla de un peral viejo que previamente habia sometido
durante meses a la accion del sol por medio de un sistema de lentes; para
barnizarla, preparo una resina de pino costero, y recuerdo que vertio sobre
este crowth 17 una veintena de capas. Mire un caldero comprado en el
Trone, va a hacer de el un jarro tibetano. Estos trozos de marfil estan desde
hace meses en frascos para que tomen color.
Ademas del taller de reparaciones, habia en su almacen un verdadero
museo: artesonados flamencos del siglo xvi, viejos teorbos, pipas de los
pieles rojas, cerraduras secretas, fmteros persas de pasta tierna con el sim-
bolo del cipres de Zoroastro, una tetera japonesa de tierra gris-amarilla e
incrustaciones de mica, de un precio inestimable; algunas porcelanas chi­
nas, una de ella del estilo verde con caracteres beneficos en dialecto Ta-
Tchuang; piedras sonoras, gongs cincelados, monedas raras, sortijas al es-

17 Crowth, antiguo instrumento de seis cuerdas de origen celta, similar a la lira, que
se toca con un arco. (TV. del T.)

68 * Paul S6dr
tilo Marat, rocambolescas, en hierro, con una piedra de la Bastilla en su
engaste; carteles oficiales, aguafuertes, retratos, tapicerias enrolladas, dagas
tibetanas para apartar los malos espiritus, mascaras tungusas siberianas...
jY que se yo!
—Todos estos cachivaches tienen su historia —dijo Estela—; segura-
mente Andreas le contara alguna de ellas uno de estos dias. Mire, aqui
llega justamente.
Regreso Andreas, en efecto, afable y bondadoso. Me pidio permiso
para seguir trabajando mientras charlabamos y se entrego a la ta’rea de
terminar el arreglo de un peltre de estano.
Le conte que habia pasado una mala semana; fatigas, fracasos, renco-
res, impaciencias, disgustos, perezas...
—Usted conocera muchas otras cosas similares —me dijo a modo de
consuelo.
Estela nos ofrecio te en cubitos, proveniente directamente de China,
que en el Tibet se conoce como Kiapa Ka Kig —me hizo saber An­
dreas— , que por otra parte era delicioso. Sin dejar de limar, mi anfitrion
escuchaba mis quejas, con una paciencia paternal. Yo me maravillaba al
mirar a ese personaje tan simple, tan sobrio, tan vivo, tan justo a la vez.
Afectuoso sin camaraderia, patriarcal sin pose alguna, humano en una
palabra. Era como un sabio anciano que me amaba entre todos sus hijos,
aunque sabia que cualquiera que se le acercara a corazon abierto sentiria
la misma certeza de ser el Benjamin de su corazon. Tal vez —pensaba—
existe un estado desconocido del amor. Mis impresiones inmediatas so-
brepasaban en frescor, en clara alegria, en veracidad, todos los mas pu-
ros sentimientos que habia conocido hasta ese momento. Me sentia cal-
mado, seguro, reposando a la sombra de un afecto sereno y estable.
Andreas comenzo a tutearme. No me extrano, pues cerca de el aquel
dia todo me parecia natural y claro.
—Vuelve a ti mismo —me dijo—. Toma aliento, reencuentra tu calma.
Aquel a quien tu amas, el Ser Ideal, aunque todavia exterior a ti, se con-
vierte, no obstante, a intervalos, en tu invitado; a ese heroe de eternidad
le rodean enemigos, es cierto, y las nieblas te lo ocultan, pero su victoria
es segura y su influencia sobre ti permanece intacta. ^Crees tu que no ha

MCIACIONES • 69
previsto los baches del camino que te invita a seguir? Nada llega al hombre
sino por su propia voluntad. Lo que tu puedes hacer es inutil y perjudicial
para otro que quiera seguir tu camino.
Mira a un mal estudiante, no ha aprendido la leccion del dia anterior
y para hacer sus deberes ofrece canicas a su vecino mas estudioso. Cuando
los haya copiado, ihabra aprendido la leccion? Habra perdido el tiempo y
mentido; en los examenes de fin de curso su ignorancia y su pereza ex-
plotaran. Asi pues, no rechaces las tareas que se presentan, no imites al
cangrejo, retrocederas con la excusa de avanzar. Por otra parte, esta prisa,
alternandose con el desanimo, sembrara en ti la agitacion de nuestra
epoca. La vida hierve, los deseos se exasperan, las fuerzas se tensan y
despues, desfallecen. Si pudieras ver los espiritus de tus contemporaneos, de
entre mil tal vez encontrarias cinco, quiza solamente dos, que busquen la
verdadera Luz con intenciones puras.
Tu sabes que los tratados de magia prometen el poder sobre los seres
invisibles y sobre los hombres; esa promesa es mantenida en las lecciones
de los magnetizadores. <;No se encuentran, en el seno de nuestra civiliza­
tion positiva y utilitarista, sociedades que propagan esas absurdas doctri-
nas de la influencia de la voluntad sobre todas las cosas «serias» de la vida,
sobre la riqueza, el exito y otras pamplinas? Sabes bien que tales apostoles
son enganabobos o cinicos lobos con piel de cordero. Sin embargo, dis-
frutan de cierto exito.
Esos sabios proclaman que el Universo material esta perfectamente
organizado, que todo ocurre segun la justicia, ya que -—dicen— todo esta
sometido a las leyes de la causalidad y de la conservation de las energias.
De acuerdo, pero querrian que el Universo moral estuviera en la anarquia
y el universo invisible en el caos, jque inconsecuencia!
No pueden negar que la justicia actua en todos los pianos. <;Por que
incitan al hombre a revelarse contra su destino en lugar de aprender a uti-
lizarlo? <;Por que creen que el deudor espiritual no debe pagar sus deudas?
iPor que ensenan a atacar y a destruir en las sombras?
He aqui un inocente al que convencen de que por medio de algunos
entrenamientos podra sugestionar a un adversario, fascinar a un comprador,
seducir a un indiferente. ,;Con que derecho ensenan a cometer ese doble

70 • Paul Sedir
crimen, perjudicar, por medio de una maniobra tenebrosa y hacer que sir-
van al egoismo material las fuerzas creadas para el trabajo del espiritu?
iComo no ven esas gentes, que fomentan la envidia, la discordia y el
odio? Avivan aun mas en el corazon humano y en el mundo ese fuego in­
fernal que agitan por un soplo del Invisible, indebidamente capturado.
iSon, acaso, ciegos empujando a un precipicio a otros ciegos?
La tierra corrompe asi casi todas las claridades que recibe. Recuerdo
que en Rusia, bajo el zar Alejandro I, un amigo fue enviado a un distrito
y sembro las bases de una pequena sociedad de Hijos del Cielo. Algunos
campesinos comenzaron el trabajo, realizaron entre ellos la fraternidad.
Las persecuciones llegaron pronto. Un hombre de bien los defendio ante
el gobierno; tras mil gestiones, logro obtener para esas pobres gentes el
derecho a poder vivir sin los enredos administrativos. Este hombre se 11a-
maba Lapukhine. Pero lo que el Estado zarista no pudo hacer, el espiritu
de las tinieblas lo hizo. Los hijos de esos trabajadores escucharon a falsos
sabios, y hoy en dia los Dukhobors —pues de ellos hablo—, pervertidos
por los libros de un escritor que disfruta de una universal reputacion, han
llegado a la revuelta, a la alienacion mental, al odio al trabajo y a las peores
locuras. De igual forma, cuando el hombre, sobre la escena universal,
haya comprendido que llevaba en si los germenes de los poderes ocultos,
solo pensara en hacerlos crecer por no importa que medios, pervirtien-
dolos en el hipnotismo, la sugestion, la clarividencia, la magia. Aquellos
que han comprendido la ensenanza de Dios, que acepten la pobreza vo-
luntariamente, la del cuerpo, la del espiritu e incluso de la inteligencia.
Las curiosidades que ahora sacrificaras, mi querido doctor, te aseguro que
un dia te seran pagadas al ciento por uno.
Asi hablo Andreas. Sus graves ensenanzas reanimaron mi coraje. En-
trevi los mas claros horizontes. Una fuerza se desperto en mi. Tome cons-
ciencia de la vanidad de mis titulos y de mis diplomas, de la incertidumbre
de mi saber. Senti una profunda gratitud por ese hombre que me recibia,
por una mujer tan bondadosa. Despues de todo, <;por que indagar si ellos
eran o no los amigos del Desiderius de mi juventud? Aceptar, utilizar lo
que me ofrecian de tan buena gana, <;no era lo mas inteligente?

INICIACIONES * 71
Caprtulo 11

EL ESPIRITUALISTA

Justo iba a hacer participe de mis reflexiones a mi interlocutor, que


arreglaba su mesa de trabajo, cuando Estela nos anuncio la cena.
Al final de la comida oi entrar en la tienda a varias personas. Tras reu-
nirnos Andreas y yo con ellos, quede muy sorprendido de reconocer, entre
una quincena de visitantes, varios rostros ya vistos en las escuelas y las
sociedades neoespiritualistas. Salude a un viejo medico magnetizador y a
otro mas joven, astrologo y homeopata; un ebanista de Picpus, famoso
en su barrio por reducir las fracturas y los esguinces. Un tipografo, liber-
tario y mistico; un obrero guarnicionero, discipulo de Boheme; un capitan
retirado, presidente de un grupo espiritista; un electricista seguidor de Kar-
d e c 18; un dependiente de una libreria y obispo gnostico; un farmaceutico
hermetista; un pastor protestante, hombre aun joven, mbio de mirada
clara, y un viejo republicano del 48. En los ojos de todos ellos se leia la
sinceridad, el ardor, la conviction.
Siempre he sentido una gran simpatia por esos idealistas innovadores.
Perpetuan la antigua tradition liberal de los celtas. Esos hombres del pue­
blo, que han escalado por encima de su clase social a fuerza de trabajo,
que remedian las lagunas de su formation con una inteligencia a menudo
original, rica en generosos impulsos, candidos a pesar de las desilusiones,
alegres a pesar de sus caidas, apanandoselas en medio de los tupidos zar-
zales de las viejas utopias, representan con vivacidad los mejores aspectos
del alma francesa.
Nada escatiman para alcanzar su objetivo, pequenas y grandes priva-
ciones que ellos mismos se imponen con toda sencillez. Conoci a uno de
ellos que salia del taller a las siete y media de la tarde, cenaba picoteando

18 Seguidores de Allan Kardec (pseudonimo de Hipolyte Leon Denizard, 1804/1869)


uno de los precursores del espiritismo. (N.del T.)

72 « Paui S6dir
un panecillo por las callejuelas oscuras, para llegar a las ocho al comienzo
de una conferencia, y a las once de la noche volvia a pie a los arrabales,
para ahorrarse el autobus y poder comprarse un libro importante. Pobres
sacrificios sin gloria, jmas cuan conmovedores! jQue ardor deberian darnos
para el trabajo, y que confianza en el futuro de la raza humana! Esa vieja
sangre generosa todavia no se ha agotado ni se ha apagado la luz de su
espiritu.
Me di cuenta de que los invitados de Andreas no lo conodan exactamente.
Unos creian que era un curandero, otros lo tomaban por un superviviente
de los primeros grupos kardecistas o como un medico extraordinario. Dos
o tres lo suponian iniciado en las sectas orientales. Todo el mundo fumaba
y bebia, salvo un miembro de la Estrella Azul. Se hablaba, sobre todo, de
un congreso de metafisica anunciado para la proxima primavera.
Andreas se mezclaba poco en la conversacion y respondia de forma
muy evasiva a los que le preguntaban, diciendo que no sabia, que no es-
taba calificado para aconsejar, que querfa estar tranquilo, que ya habia su-
ficientes sabios para escrutar las cosas abstractas, y cosas por el estilo. Yo
veia a todos esos bravos muchachos un poco desconcertados. Como co-
nocia a varios de ellos, crei oportuno entrometerme. Declare, con mi pro-
pia autoridad, que no pedirfamos a Andreas que aceptara un puesto en
un congreso, que ni siquiera se deberia pronunciar su nombre, pero que
si tenia algunos consejos que darnos, nos esforzarfamos por seguirlos.
Andreas parecio aceptar. Le explicaron el programa, se nombraron a
los organizadores, a los oradores, se desarrollaron los objetivos a seguir.
Pero no dijo nada durante un largo rato. Finalmente, se giro hacia mi:
—<;No piensas, doctor, que si esos miembros no son mas o menos
unos santos, un congreso asi se encuentra predestinado a la esterilidad?
Particularmente si lo que esperan los participantes es brillar ante la au-
diencia, ver si alaban sus trabajos, si se denigran los unos a los otros, si
coleccionan recortes de periodicos y cosas por el estilo... —y termino la
frase, comenzada ironicamente, con una gran sonrisa.
—Por eso —interrumpio el tipografo, un hombre sombrio y delgado
de rostro apasionado— , es por eso por lo que los egipcios hacian sus
congresos secretamente, entre iniciados.

iNICiACIONES • 73
—Si —asintio Andreas—, y no eran los unicos. Pero hoy en dia es util,
todo debe ser desvelado, esta escrito en el Cielo, debe estar tambien es-
crito en el Evangelio.
—Si —respondio el pastor—, y cito el libro, el capitulo y el verso.
—Por otra parte, la perfection no es de este mundo, no podemos exi-
gir a los buscadores que permanezcan anonimos. iComo hacerlo? Buscad
una etiqueta, una bandera, un titulo que os una a todos, debeis organiza-
ros bajo un reglamento de tolerancia, de forma que ninguna personalidad
ni ninguna escuela invada a la otra. Que cada grupo tenga no un presi-
dente, sino un secretario, que todos los participantes sean iguales. La ac­
tion individual se plegara mejor a la influencia del Espiritu. jAh, si, quereis
un congreso!, haced vuestro congreso, pero al menos no lo apoyeis sobre
el dinero ni sobre tal hombre, apoyaros sobre un ideal.
—Podria muy bien arreglarse eso, ^no es asi? —dijo el ebanista, con su
fuerte voz ronca—; todos somos hermanos, ;no es asi? ^;Que no opinamos
todos igual? Eso no es nada, hablamos, nos explicamos... En cuanto a mi,
ya sabeis que no me gusta leer, me adormece, pero si escucho hablar a
alguien, entonces comprendo.
—Por supuesto —aprobo Andreas—, nos instruimos escuchandonos
los unos a los otros, si nadie busca ponerse por delante de los demas.
—iHan visto el programa? —pregunto un joven pasante— . Propone
el estudio del magnetismo, en su fisica y su terapeutica, la de los fluidos, el
Od, el doble eterico, los fenomenos espiritistas, la fotografia trascendente.
<;Saben que se ha fotografiado el espectro de un sujeto vivo? Van a in-
tentar aportar pmebas experimentales de las afirmaciones del esoterismo.
Y bien, mi querido maestro —replied Andreas—, ^tiene usted algun can­
didate?
—No, yo me intereso en la sociologia —dijo el abogado.
—iHay alguien sano y robusto? <;Alguna mujer valiente?
—Yo —dijo un magnetizador provinciano, un gigante bueno y jovial.
—Entonces, trae tu mano, de esta forma. Ahora, vamos a pedir al Cielo
que nos haga ver otro lado del magnetismo, mas alia de los tres polos co-
nocidos. ^Estan todos de acuerdo?
— jSi, si! —respondimos todos a la vez.

74 « PaulSddir
—Dense cuenta de que no hago la menor sugestion —dijo Andreas—,
tampoco empleo la voluntad; yo pido, solamente. Y bien, <;que sientes?
—El dedo indice me late, me duele, <;sabe? —dijo el gigante.
—Eso no es nada, sigamos.
—Ahora es el dedo corazon, la carne esta apretada y helada.. el dedo
anular esta caliente, como si lo acercara a una vela. El menique tiembla,
como si recibiera una descarga electrica; en el pulgar tambien. En los hue-
sos hay una corriente fria... Ya no siento nada.
—<;Recordaras las cinco sensaciones? He aqui lo que ha ocurrido: los
espiritus de los dedos han sido liberados, por un momento, de todo lazo
con el magnetismo general del cuerpo. Cada vez que lo pidas —teniendo
las manos limpias, <;no es asi?— esa libertad sera otorgada a uno o a otro
de tus dedos, durante un minuto, y podras utilizarla para tus enfermos. El
indice, para los afectados del higado, el dedo corazon para los huesos, el
anular para el corazon, el menique para el sistema nervioso y el pulgar
para las afecciones psiquicas. Pero manten tus manos limpias, quiero decir,
tu consciencia pura, <;nunca hemos hablado de eso?
—No, senor —dijeron algunas voces.
—Observad que yo no se magnetizar. Se podrfan fotografiar esos eflu-
vios desconocidos, hasta se podria intentar conseguir cliches en colores.
—iMe permite que investigue eso? —pregunto el farmaceutico espa-
girico.
—Por supuesto —respondio Andreas—, pero, por otra parte, yo no
puedo permitir ni prohibir nada. Lo que os muestro no es nada nuevo, ya
le hable de algo parecido al baron Du Potet, pero creo que no lo ha uti-
lizado.
—jComo! <;Ha conocido al baron Du Potet? —exclamo alguien, pero
en ese mismo instante el oficial espiritista pregunto:
— yY para los muertos, senor?
Andreas parecio no escuchar esta segunda pregunta.
—Mejor seria que dejarais tranquilos a los muertos —respondio sua-
vemente— . Pero se bien que no me vais a escuchar. Al menos, rezad antes
de las sesiones y buscad los medios de evitar el excesivo cansancio a vues-
tros mediums.

NICIACIONES * 75
—Si, pero si apagamos la luz los escepticos diran que actuamos frau-
dulentamente.
—iPor que no lo intentais con lamparas de cristal malva o violeta? Po-
ned en las lamparas aceite perfumado con canela o clavo.
-—<*Si empleamos animates, o sangre y perfumes? —insinuo un disci-
pulo de Eliphas Levi.
—No, el animal sufriria demasiado, y ademas no sabeis lo que es un
perfume. Intentad tal vez esto: coged una mesa solida y cuadrada, en los
angulos opuestos fijad bajo el tablero dos hojas de cobre y dos de zinc,
unidlas con hilos de manera que construyais una especie de solenoide.
Sentareis al medium en una silla colocada sobre la misma alfombra de
lana que la mesa y asi cerrareis la corriente sobre el. Puede que ocurra
que en esas condiciones obtengais desplazamientos de objetos sin tocar-
los, con un cansancio minimo. Que los asistentes sean en numero par y
que el director de la sesion tenga sangre fria, sobre todo si se os ocurre la
idea de pasar una corriente a traves de los hilos.
—Todo esto —dijo un antiguo discipulo de Wronski19 escondido en
un rincon—, todo esto es hermoso y bueno, pero el fenomeno no con-
vence si no se posee ya una conviccion autentica. Harfa falta un cuerpo
doctrinal, una sintesis...
—<;Una doctrina? Pero si ya la tiene, mi querido profesor —replied An­
dreas—; los lienzos del Mesianismo son tan veridicos como puede ser po-
sible. Ademas, jya hay tantas teorias, tantos sistemas!, pero usted, doctor
—continuo dirigiendose a un medico—, que es alguien conocido, deberfa
crear una fundacion donde se recibiera a los mediums, donde se les de-
volviera la salud o donde se les levantara un poco el animo y donde se
les aliviaran durante dos o tres meses los problemas materiales. Para co-
menzar, serfa suficiente con encontrar a una persona con medios econo-
micos y una casa con dos o tres habitaciones en medio de los bosques.
Tendriais asi fenomenos mas interesantes y menos tmculencias. Muchos
experimentadores celebres han sido enganados. ,-Y que ha ocurrido? Pero

19 Filosofo polaco representante del mesianismo como filosofia de la historia y doc­


trina de salvacion.

76 * Paui S6dic
esos pobres mediums tenian buenas excusas: los arrestan, los dejan libres,
les ponen nerviosos, les molestan, les pagan poco...
—Pero —pregunto timidamente un joven grande y palido, aficionado
a los contemplativos catolicos—, <;no es todo esto sino cosas que se redes-
cubren?, ique se actualizan? iClaro que si! —dijo Andreas con una sonrisa—,
son nuevas viejas cosas. Dentro de algun tiempo vereis algo nuevo, pero
entonces desconfiad, seran fmtas venenosas. Sin embargo, desde hace al-
gunos anos, nuestra atmosfera oculta algunas fuerzas nuevas. En el mo-
mento actual no veo sino a dos o tres hombres que sean capaces de ma-
nipularlas.
Varios quisieron mas informacion. Andreas les previno:
—No, no, no quiero anadir nada mas, esos hombres quieren perma-
necer anonimos, pero teneis libertad para investigar. Lo que ellos han des-
cubierto esta al alcance de vuestra mano, de la de todos.
—iComo es eso asi? iQue debemos hacer? —preguntaron varias voces.
Andreas se echo a reir maliciosamente: ya sabeis lo que hay que hacer
para que el Cielo no otorgue el secreto; lo sabeis desde hace mucho
tiempo. ^Ya no os acordais? Y tu, <;te acuerdas, hace ya mas de veinte anos,
cuando tu madre estaba enferma? <;Y vosotros, el aiio de vuestra gran
huelga general, cuando os encontre una noche en el puente de Tolbiac?
iY usted, doctor, cuando hizo esa suplencia en Niza, siendo todavia un
interno y estuvo a punto de equivocarse de frasco?
—Si, pero desde entonces tengo mucho cuidado, ya lo sabe —res-
pondio el medico en voz baja.
— Pues bien, volviendo a aquello que decia nuestro amigo Alejandro
Magno —Andreas llamaba asi al obrero guarnicionero, porque tenia por
costumbre inclinar la cabeza hacia el lado izquierdo—, seria bueno que
alguien en ese congreso rindiera publico homenaje de agradecimiento a
vuestros predecesores. Tienen derecho. Que se hable de esos precursores,
que se les rehabilite, que se publiquen los nombres de aquellos que ase-
sino la intolerancia, de aquellos que sufrieron a lo largo de toda su vida
la miseria y el sarcasmo. Son ellos quienes abrieron el camino, no lo ol-
videis; son sus lagrimas las que regaron el campo que ahora comenzais a
cosechar.

INIGIACIONES * 77
—Si me permiten, senores —dijo el anciano de 1848— , yo os dire
cuan imprudentes os encuentro a todos, hasta que punto ignorais la dis-
ciplina del secreto que las antiguas fraternidades iniciaticas y su heredera,
la francmasonerfa, han recomendado tan poderosamente. iComo? jAqui
estais, ensenando a la masa a dormir a los demas, a actuar a distancia, a
captar fluidos, a sugestionar! jY que otras cosas mas! jY ni uno de entre
vosotros ha previsto que una de esas recetas puede ser adquirida por cri-
minales, o simplemente por utilitaristas! <;No creeis que Mesmer20 lleva la
pena de todas las villanias cometidas por el hipnotismo? <;No creeis que
vuestros relatos de desdoblamiento astral os hacen responsables de cierto
numero de posesiones? ;0 es que entonces vuestras teorias reencarnacio-
nistas y vuestras predicas sobre el karma no son mas que palabras?
Y el entusiasta anciano paseo sobre nosotros su indignada mirada.
—Tiene razon —concluyo Andreas—, pero habla en el desierto. Todos
sois gentes valientes y muy amables, pero encontrais demasiado placer
viendo vuestra prosa impresa y vuestro nombre acompanado de elogiosos
adjetivos. Sin embargo, pensad en tomar medidas en vuestro congreso
contra el posible mal uso de vuestros descubrimientos. Pero ya es tarde,
vivis lejos, teneis que levantaros temprano manana por la manana. Partid
rapido y cuando volvais a ver a este viejo charlatan tendra otras cosas que
deciros.

20 Creador del sistema psicoterapeutico basado en la utilizacion del fluido llamado


magnetismo animal.

78 * Paul S6d!r
Capftulo 12

EL MAGNCTIZADOR

Algunos dlas mas tarde, cuando volvi a casa de Andreas, lo encontre


V

charlando con el magnetizador provinciano. Las curaciones de este ultimo


le habian indispuesto contra el sindicato de medicos de su ciudad y estaba
citado en los tribunales. Este bravo hombre estaba muy enfadado y no
dejaba de despotricar contra esos ignorantes que cobraban tan caro a los
pobres enfermos y que los curaban tan poco. Insistia, con anecdotas que
apoyaban sus palabras, sobre su aficion al lucro, sobre su falta de entrega,
sobre su intolerancia y cosas por el estilo.
Andreas se esforzaba por calmarle.
—En este momento —le dijo—, usted hace como esos oradores de
las logias que, porque algunos sacerdotes se muestran poco dignos, en-
globan a todo el clero en un mismo reproche. Yo no soy un practicante,
tampoco tengo una confianza ilimitada en la ciencia oficial, pero se que
hay gente valiente en todas partes. Conozco algunos sacerdotes admirables
y tambien algunos medicos. En general, toda agrupacion comporta un
numero igual de ambiciosos, de avaros y de egoistas. Usted dice que los
doctores cobran muy caro. No es lo mismo para los medicos rurales o de
barrio. Los seis o siete anos de carrera les han costado mucho, han tenido
que pagar su diploma, tienen un permiso para ejercer, un cierto nivel que
sostener, tienen que mantener a su esposa y a sus hijos, icon que de-
recho les exige una cualidad de abnegacion que no posee ni un hombre
entre mil?
—Pero ipor que me impiden curar si puedo hacerlo mejor que ellos?
—jEs evidente! Es un intmso, luchan. Asi es la vida; no es lo ideal, es-
toy de acuerdo, pero iquien es capaz de realizar el ideal? Los conflictos de
intereses que van a hacerle pagar, compensaran el permiso de ejercer del
cual usted se evade...

INICIACIQNES • 79
—Mientras usted cura por medios naturales, sin estudios, o al menos
muy someros en comparacion a los de la Facultad de Medicina. Pues bien,
entre nosotros podemos hablarnos abiertamente <;no es asP Usted cura,
de acuerdo, pero le pagan, aunque sea menos que la factura de un medico.
Y, por otra parte, <;esta seguro de curar siempre?
—Eso es cierto —respondio el magnetizador—, he tenido algunos fra-
casos, aunque raramente...
—Si, ya se, pero no es de eso de lo que le estoy hablando. Pienso en
los enfermos que al salir de su casa parecen estar curados. <;Esta comple-
tamente seguro de haberles curado radicalmente?
—Claro que si, estoy seguro —dijo el magnetizador un poco soipren-
dido— . iQue quiere decir?
—Simplemente esto: que a menudo usted solo cura en apariencia o
por un cierto tiempo, al final del cual la enfermedad vuelve de otra forma.
iO por casualidad vuelve a sus enfermos inmortales?
—No, evidentemente.
—Entonces, solo les cura en parte. Puede parecer que digo algo pa-
radojico, pero escucheme un momento. Usted es partidario de la teorfa
de los fluidos, una enfermedad son malos fluidos; los expulsa y pone
buenos en su lugar, muy bien. Uno de sus colegas les dara hierbas, otro
actuara por la voluntad, un tercero empleara a los espiritus. En el fondo,
todo eso nos revierte un poco a lo mismo. Pero ^donde van esos fluidos
que expulsa? Cuando usted tiene cucarachas en su cocina, tapona las
fisuras y las cucarachas se van a casa del vecino. <;No se ha preguntado
nunca a donde van esas fuerzas morbidas que hace partir su fuerza cu-
rativa? Se van a otra parte buscando otro organismo dispuesto a reci-
birlas.
—Pero entonces, senor —dijo el hombre algo turbado— , <;ya no debo
magnetizar? <;Que quiere usted que haga?
—Claro que si, continue haciendolo. Hace bien, tiene el deber de ali-
viar por los medios que la Naturaleza le ha otorgado, hace muy bien; solo
queria hacerle comprender que usted no es todopoderoso, que no es sino
un poco mas fuerte que los medicos, solo un poquito mas, y es porque
cree en la Vida.

8 0 * Paul S6dir
-—Lo que veo es que usted destruye la confianza que tenia en mi
mismo. Ponga algo en su lugar, digame algo.
—jPues bien! No le dire que si alguien cae enfermo es porque lo haya
merecido y que hay que dejarle sufrir para que expie su culpa...
—iOh, no! —interrumpio el magnetizador—, si usted me dijera eso
no le escucharia. No tengo nada que ver con esas teorias de los sabios,
yo soy del pueblo. Mi padre no pudo darme una gran instruccion. Solo se
una cosa: que si alguien sufre y yo puedo quitarle su mal, serfa un truhan
si no lo hiciera.
—Lo se —respondio Andreas—, usted tiene un corazon valiente.
Nunca se ahorra las molestias y es un hombre recto. Le aconsejo, al con-
trario, que continue magnetizando. Pero icomo impedir que los malos
fluidos vayan mas lejos a hacer estragos? <*Por medio de la magia? Cierta-
mente es posible conjurar, redirigir el mal a determinado lugar, pero mas
tarde una tempestad terrible explotaria sobre su cabeza. ,;Por sus propios
medios? Pero si usted no percibe esos fluidos. iHaciendo que le ayude un
sonambulo? Si, si el sujeto se encuentra perfectamente lucido y si usted
puede protegerle, pues en el sueno se es mucho mas vulnerable que en
estado de vigilia. Por otra parte, no existe nadie que lo vea todo, ni tam-
poco un sabio que lo oculte todo. Asi que solo le queda un recurso, es
pedir ayuda al Senor de la Vida y de la Muerte.
—vRezar padrenuestros? —dijo el magnetizador poniendo mala cara—.
iPero es que curan las buenas mujeres que se pasan la vida en la iglesia?
Al contrario, son las mas chismosas y las mas malas.
—Dejemos a las devotas. Dios nos ha ordenado ser caritativos. Cuando
usted era pequeno y traia buenas notas los sabados por la tarde, su padre
le daba propina los domingos. Continue asi. Ayude a los pobres un poco
mas de lo que lo hace, no monte jamas en colera, y cuando este frente al
enfermo dirfjase a Dios diciendo algo asi: «No se que hacer, ayudame,
quiero pasar a este enfermo la fuerza vital que me has dado, curale con
ella y dignate arreglar luego las cosas». Despues, actue como de ordinario.
—De cualquier forma, el Buen Dios tendra mucho trabajo si...
—No se preocupe por eso —le interrumpio Andreas— . Usted sabe
bien que, en un castillo, el administrador es mas orgulloso que el dueno.

INICIACIONES * 81
Pues bien, con el Buen Dios, cuanto mas simple se es, mejor nos escucha.
Y no olvide que los enfermos se curan porque El lo quiere.
—<Asi que no puede desear que sufran?
—jAl contrario! El querria que fueramos felices; esa es la razon por la
que siempre tenemos un poco menos de mal del que deberiamos tener
de ser justos.
—Pero ipor que debemos sufrir? ^Podria Dios evitarnos eso?
—Si, si no tuvieramos la cabeza tan dura. Nos obstinamos en no hacer
lo que nos dice. Cuando hemos hecho una visita demasiado larga a la ta-
berna, al dia siguiente nos duele la cabeza. No es Dios quien nos envia la
migrana, es la Naturaleza que reacciona. Las enfermedades no tienen otra
causa. Nos portamos mal, eso molesta a otros seres de la Naturaleza, visi­
bles e invisibles. No hay razon alguna para que se dejen pisotear sin decir
nada y protestan. Y entonces eso genera la enfermedad, la desgracia, la
mala suerte. He ahi porque hay que decide a Dios: «Cura a este enfermo
si esa es Tu voluntad», pues puede ocurrir que la persona en cuestion so-
porte la enfermedad, pero bastante menos la pena o la perdida de dinero
que reemplazara a la enfermedad que usted, sanador, quiere quitarle.
—Bien, he comprendido. En resumen, debo hacerlo lo mejor que
pueda, pero al menos no obstinarme en curar.
—Eso es. iVe usted?, hay veinte formas de romperse una pierna, sigue
siendo una pierna rota. De igual modo, hay veinte formas de curar, por
eso un hombre que cura puede no ser alguien con coraje. Un medico
duro y avaro curara si es un sabio. Asi, algunos seres de lo Invisible pue-
den otorgar a alguien el poder de curar, pues obtienen por ello poder so-
bre los enfermos.
—Pero, entonces, todo esto es muy peligroso —exclamo el magneti-
zador.
—Si, es peligroso. Pero usted no tiene nada que temer por ese lado, a
condition de que recuerde bien que no es sino un instrumento en las ma-
nos de Dios. El Buen Dios no permite jamas que se pierdan aquellos que
confian en El.

82 • Paui S6dir
Capitulo 13

LA UNION DE LOS ESPIRITUALISTAS

Cuando volvia a casa de Andreas estaba alii el joven obrero guarni-


cionero, inquiriendo sobre los medios propios para realizar la union entre
las escuelas espiritualistas, en ese famoso congreso del que se habia ha-
blado recientemente. Andreas intentaba anadir un poco de realidad a las
generosas utopias del entusiasmo mistico.
—Primeramente —decia— el espiritualismo moderno esta todavia en
estado de embrion. Ni siquiera su vocabulario ha sido establecido. Un
mismo termino tecnico reviste en cada escuela un diferente significado;
una misma idea recibe diferentes nombres, hace falta todo un estudio pre-
liminar para reconocerse.
—iSe podria publicar, tal vez, un lexico?
—Si, si encuentras un espiritualista suficientemente autorizado para
que todo el mundo acepte su definition. De lo contrario, tu lexico no sera
mas que el manifiesto de una escuela.
—{Y si fijaramos para empezar una doctrina?
—Sal un poco de tu habitation, ve a visitar a los grupos espiritistas, a
los magnetizadores, a los astrologos, a los ocultistas, a los teosofos; vuelve
luego y trae los electos de tu cuerpo doctrinal. No obstante, todos ellos se
proclaman tolerantes. Pero su tolerancia consiste, para cada escuela, en
demostrar que todas las demas solo poseen una parte de la verdad, mien-
tras que ellos la detentan totalmente. Sin embargo, esa multiplicidad de
teorias es natural, necesaria y util. La verdad tiene innumerables caras, y
hay que conocerlas todas. Ademas, en la naturaleza, la unidad solo surge
de la multiplicidad. Finalmente la verdadera tolerancia solo la engendra
el choque entre las ideas y los sentimientos.
—Entonces, <;mi proyecto no es viable? —pregunto el joven.
—Yo, en tu lugar, lo lanzaria igualmente. Veras una contienda general
de grandes sacerdotes; es un instructive espectaculo. Y ademas, si inter-

IMCIACIONES • 83
vienes en el minuto oportuno, podras extraer de la batalla una notion im-
portante, a saber, que el unico punto posible de union es aquel que, en
todos los sistemas, no pertenece a la inteligentia, sino al corazon; no al
saber, sino al poder; no a la teoria, sino a la practica: es la moral.
—-Si —objeto el obrero—; sin embargo, si los espiritualistas no se po-
nen de acuerdo sobre la moral, no merece la pena centralizarlos, pues la
mas alta moral espiritualista es igual a la mas alta moral materialista. Hacer
el bien por el bien, no por temor a la policia visible o invisible, ni por es-
peranza de recompensa. Epiceto y los grandes sabios catolicos lo ensena-
ron igualmente.
—Tienes razon, pero intenta de todas formas unir a esas gentes. iVes?,
hay que sonar; el sueno es util, pero no hay que embriagarse de suenos.
iDonde estamos? Todos sobre la tierra. ^Adonde queremos ir? Todos juntos
hacia el Absoluto. Pero la distancia es enorme, tan grande que solo los
numeros astronomicos pueden darnos una idea. Y no todos podemos to-
mar el mismo camino, pues no somos identicos los unos y los otros. Ob-
serva cuando los viajeros parten en direcciones opuestas, todos ellos veran
diferentes paisajes, ciudades, pueblos, monumentos, museos distintos. Por
ello las diversas religiones, las diferentes iniciaciones. Pero todos esos via­
jeros realizan un mismo acto: caminan, sin lo cual, no serian viajeros. He
aqui el papel de la moral. Sin ella, podremos acumular misterios, ritos,
ciencias, y no avanzaremos. Con ella, sin nada mas, se avanza tanto o mas
rapido, pues no nos detenemos ante las curiosidades del camino.
—En otras palabras —concluyo el joven—, los espiritualistas necesi-
tarfan tener el buen sentido de no emprender trabajos si todavia no estan
preparados para llevarlos a buen fin.
—-Justamente, mi querido amigo, conservar el sentido de la realidad.
El dia en que los espiritualistas sean incapaces de decir el mal de otros,
habran hecho mas por la union de las escuelas que si hubieran reunido
veinte congresos y firmado veinte volumenes de exhortaciones. ;Que dices
tu, doctor? —anadio Andreas volviendose hacia mi.
—Soy completamente de su misma opinion —respondi—. Creo que
todos somos dirigidos sin que nos demos cuenta, pero nuestros guias, bue-
nos o malos, no nos cuentan sus propositos, no mas de lo que un general

84 • Pau(S6dir
confia sus planes a los soldados. Ahora bien, los jefes de las Tinieblas, ha-
biles y retorcidos, saben hacer nacer en los corazones candidos curiosi-
dades nefastas, pretextos plausibles. As! pues, seamos pmdentes.
—jDios no permitira extraviarse a un hombre sincero! —exclamo el
seguidor de Boheme 21.
—En principio —respondio Andreas— es preciso que ese hombre se
reconozca capaz de equivocarse, que no cuente absolutamente con su sa­
ber o su inteligencia, que sea modesto.
•—Si —concluyo el joven—, solo tenemos que ser sinceros, llegar a
ser humildes, dar pruebas de coraje. Dios hara el resto, pues por encima
de todas las religiones y de todos los adeptados se encuentra el culto del
Espiritu. Y uniendonos al Padre, por el Hijo, solamente entonces podre-
mos llevar el titulo de espiritualistas.
Durante estas ultimas replicas habia entrado familiarmente nuestro
amigo, el pastor protestante. Expuso las intenciones de algunos de sus
colegas con objeto de lograr una aproximacion entre el catolicismo y el
protestantismo. Hoy es el dia de las generosas utopias, pense para mi.
—Me parece —continuo el ministro— que nosotros, los partidarios del
libre pensamiento, representamos el principio universal del individualismo,
de la liberation; somos un poco los iluminadores en religion. Mientras que
los catolicos, conservadores, tradicionalistas, sistematicos, representan el
pasado. Querer fundir esas dos tendencias me parece muy arriesgado.
Sacerdotes y pastores protestantes deben saber, pues son ministros de un
mismo Dios y testigos de sus peticiones, que la actividad divina, de la que
se ocupa sobre todo el hombre, es la Providencia. Por sus cuidados nues-
tras mas altas aspiraciones encuentran respuesta y, sin contradecirnos en
nada, nos presenta los medios para salir, hacia el futuro, de los baches donde
nos atasca la fatidica carga del pasado y nuestras tendencias sin freno.
—Veo, senor, entre sus correligionarios, una division indefinida de las
sectas; despues, una influencia del racionalismo, ya sea en los estudios fi-

21 Jacob Boheme (1575-1624), conocido como el zapatero de Gorlitz. Filosofo, visio-


nario y mistico contemplativo aleman, cuya obra inspiro, entre otros, a Louis-Claude de
Saint-Martin, inspirador del Martinismo. (1V. del T.)

NICiACIONES 9 85
losoficos, ya sea en los historicos, que conduce a la muerte del sentido
divino del Evangelio. iNo es cierto que la parte mas sabia de su clero ya
no reconoce en el Salvador mas que a un hombre, y en sus milagros solo
simbolos u obras cientlficas? }Y no es esa la ensenanza de la iniciaciones
anticristianas orientales?
—Nadie mas que yo, doctor, deplora un estado tal de espiritu —re­
plied el ministro—, es una falta que el catolicismo no comete. Pero sus
teologos, excuse mi franqueza, se hipnotizan demasiado sobre el pasado,
exageran el valor de los ritos, la letra asesina al espiritu, y el gobierno de
su iglesia parece demasiado politico. El unico terreno de entendimiento
seria entones no la divinidad de Jesus-Cristo, ya que demasiados de mis
colegas desgraciadamente ya no lo creen, sino la accion moral, la caridad.
—En efecto, las controversias son muy inutiles; los oradores no son
realizadores —dijo Andreas-—. Encuentreme un solo pastor y un solo
sacerdote que sean santos, quiero decir hombres de buen juicio, de fuerte
voluntad, que hayan realizado, cada uno de ellos, el ideal de su religion.
Pronto podran comunicarse. Hombres cuya entera existencia no sea sino
una continua evocation de la Providencia. A fuerza de ofrecer a la Unidad
todas sus fatigas fisicas y morales, la Unidad desciende en ellos, aprenden
a encarnarla, llegan a ser capaces de constmirle un cuerpo organico en el
colectivo social.
—jAh, si! —exclamo el joven—, jhombres asi serian capaces de con-
vencer al Consistorio, al Sagrado Colegio, a los politicos y a los indiferen-
tes! Pero he leido algunos libros de apologetica; quieren experimentar los
fenomenos del misticismo, catalogar los millones de factores que concu-
rren en la organization de un alma colectiva, religiosa o politica. jY ni si-
quiera llegan a enumerar las fuerzas que fabrican un microbio!
—El ejemplo es un poco simple —remarco Andreas, con una media
sonrisa—, pero en suma es justo. Para conquistar la materia, hay que es-
tudiarla con medios materiales, pero el Espiritu no se deja atrapar, escapa
cuando le place. Es el Espiritu Eterno el que por nuestro espiritu mortal
se perfecciona. La religion solo es una en lo alto. Entretejer formas reli-
giosas es hacer un mosaico. Lo que hace falta es que los fieles de las di-
yersas religiones asciendan hasta Dios, alii seran Uno. El eterno es un Dios

86 * Pam Sedir
vivo, solo eso es lo que hay que experimentar. Estas tentativas de unifica­
tion no son nuevas —dije yo, queriendo llevar a mi anfitrion a desvelarnos
algunos puntos oscuros de las fraternidades misticas—. Cite algunos nom-
bres, mencione a los Rosa+Cmz, a los Filaletas, a la Iglesia Interior de Ec-
kartshausen, pero Andreas corto mi maniobra, haciendonos recordar que
ibamos a perder el ultimo autobus. Como de costumbre, hacia que me
quedara con el hasta bien cerca de la medianoche; comprendi que no
iba a hacerle hablar mas aquella velada, y me fui con el bohemista y el
pastor.

NICIACIONES * 87
Capitulo 14

NCERTIDUMBRE

Las circunstancias hicieron que pasaran largas semanas hasta que pude
volver a Menilmontant. Ese intervalo fue fertil en dificultades, asuntos,
amistades, relaciones; todo se convirtio para mi en fuente de desenganos.
Por azar, conod deltas historias malintencionadas sobre Andreas, escuche
quejas sobre el de algunas personas de apariencia honorable. Me volvieron
las dudas. No habiendo osado jamas preguntar acerca de Desiderius, se
debilito mi confianza y me sobrevinieron la sospecha y el desanimo.
Tanto, que un dia decidi ir a recuperar mi bordado para romper la rela­
tion.
No acusaba a Andreas; sin embargo, un oscuro presentimiento me
ordenaba que no le juzgara. Sabia como las divulgaciones humanas lo
interpretan todo retorcidamente; no obstante, hubiera querido borrar
su recuerdo de mi memoria. Lo ilogico de esos impulsos interiores me
confundia, todavia no tenia mucha experiencia de los purgatorios del
alma.
Cuando llegue alia arriba, la simple vision de su casa sirvio para de-
volverme la serenidad. Estela me recibio con una encantadora alegrfa y
me mostro su trabajo.
—He tenido que fabricar un carton con papel de China —me dijo—
y Andreas lo ha cubierto de un barniz blando y transparente de su propia
composition. Entonces pude descubrir los petalos que faltaban de las flo-
res, de forma que el nuevo bordado sigue siendo translucido como el ori­
ginal.
—<;No hubiera bastado con la entretela original? —pregunte.
—No, habrfa resultado opaco; por lo demas, juzgue por usted mismo.
El tapiz, en efecto, se encontraba admirablemente bien, era imposible
distinguir las partes recuperadas. Yo estaba muy contento y felicite calu-

88 * Pau; Sedir
rosamente a Estela, pero cuando fui a pagar, se nego de lleno a cobrarme
diciendo que su marido le reganarfa. Sin embargo —pense—, jalgunas
personas me presentan a ambos como faltos de escrupulos e interesados!
Andreas, volviendo inesperadamente en ese momento, aprobo a su
mujer. Por otra parte —anadio como para hacerme aceptar el regalo—,
usted tendra la ocasion, un dia u otro, de devolvernos el favor.
Nos sentamos bajo el cenador. Estela nos hizo probar unos licores que
habia preparado ella misma segun antiguas recetas, y aprovechando la
animada conversation, me atrevi a relatar a mis anfitriones, entre palabras
veladas, mis tergiversaciones y algunas de las habladurfas que circulaban
sobre ellos. Estas confidencias les dejaron indiferentes.
—Divulgan muchas otras historias sobre mi nombre, y eso me alegra
—declaro Andreas—. Prefiero mucho mas ser atacado que alabado. Como
dice la Biblia, todo tiene su peso, su numero y su medida, ^no es asi? Hay
cierta cantidad de calumnias, en todas partes; me gusta que caigan sobre
mi, lo cual no me inquieta en absoluto, mas que sobre otras personas, a
quienes les afectarfan o les harfan dano. Es el bien que alimenta el mal,
pues el bien es el que posee la vida. Mas vale servir de pasto al mal que
hacerse alimentar por el bien; mas vale ser atacado que agresor.. a con­
dition, no obstante, de seguir siendo humilde.
—Usted responde a la pregunta que tenia en los labios —dije— . Sin
embargo, escuche a un mistico, un viejo medico de la marina que debe
conocer, sin duda, que no defenderse de las habladurfas o de las calum­
nias es un suicidio.
—No niego que hieran las habladurias, pero si las rechaza, iran a parar
al vecino. Ademas, el simple hecho de que algo venga hacia ti significa
que le estaba destinado personalmente.
—<;Es la doctrina del abandono a la voluntad de Dios? —pregunte.
—Si, pero no caigamos en el quietismo 22. Debemos asumir los sufri-
mientos y hacer el bien.

22 Doctrina formulada por Miguel de Molinos (1640-1696), que preconiza que la per­
fection cristiana se logra con la oration de quietud o pasividad completa del alma que re-
nuncia a todo esfuerzo abandonandose completamente a la voluntad de Dios.

INICIACIONES • 89
—iReunir lo pasivo y lo activo?
—Eso es. Examina el ultimo periodo de tu vida, <;no ves de donde vie-
nen sus actuales dudas?
—No —declare— , no he sabido remontar del efecto a la causa. <<Son
mis estudios de ocultismo? <:Mis tentativas de yoga? <;No hay que probar
para juzgar, como dice San Pablo?
—Ciertamente —respondio Andreas con una sonrisa—, pero tu eres
un europeo, siempre con prisas por actuar. Actuar es excelente, pero re-
flexionar unos minutos, pedir la Luz, son precauciones que jamas perju-
dican la obra.
Y como vio que guardaba silencio, anadio:
—Veamos, doctor, ihemos estado entrenando un poco, <<no? iFijacion
de la mirada, formacion de imagenes mentales, afirmacion de la voluntad,
desarrollo del propio poder? ^La Gran Operacion segun el ritual de Eliphas
Levi?
Mi sonrisa me delataba. Andreas continuo:
—Eso se ve en tu rostro, te has agotado a ti mismo, el higado ya no
funciona bien, tampoco los pulmones. Pongamos que se te haya aparecido
un genio y ... ^despues que? Supongamos que tienes una fuerza diez, ipue-
des creer que va a conducirte a una fuerza mil?
—Sin embargo, el conductor, con un gesto, hace arrancar la loco-
motora.
—No son fuerzas del mismo orden. El mago actua por su propia
fuerza... digamos, astral, sobre seres igualmente de naturaleza astral. Ade-
mas, el conductor conoce ciertas leyes de la materia. Es precisamente
cuando el mago evoca esas fuerzas misteriosas con objeto de conocerlas
que comete una especie de «peticion de principios».
Es justo, evidentemente. Su magia solo puede, pues, abocarte hacia un
ser un poco mas fuerte que tu, y recuerda que hablo de fuerza y no de
Luz. El quimico que descubre un nuevo compuesto se arriesga mucho a
envenenarse o a hacer explotar su laboratorio.
—Creo que nunca mas volvere a intentar una operacion magica.
—Entonces —concluyo Andreas sonriendo— ponte recto, asume tus
responsabilidades. Considera solo uno de tus entrenamientos y recapitula

9 0 • Paul Sedr
sobre esto: piensa en todas las celulas de los alimentos, en todas las mo-
leculas de las tinturas, de las drogas, de los muebles, de las plantas, de los
animales que has utilizado; todas las fibras de tu cuerpo que has puesto
en movimiento con ese objetivo, todos los seres invisibles de los que tu
voluntad se ha servido, es necesario que repares en esos desordenes y
esas ruinas.
—Eso es simplemente justicia —dije.
—Quedate en paz; el Cielo hara algo por ti —concluyo Andreas con
un acento paternal.
Una vez mas parti sereno. En la boca de ese hombre tan simple la
mas abstracta metafisica se transformaba en un claro buen sentido. Su
recta mirada me habia inoculado fuerza, su sonrisa habia disipado mi pe-
simismo. Me fui lleno de confianza y casi avergonzado por mis recientes
inquietudes.

INICiACIONES • 91
Capftulo 15

LA VISION DE LA MENTE

En mi siguiente visita encontre a Andreas a punto de salir. Me invito,


o mas bien me rogo que le acompanara, como si fuera a serle de alguna
utilidad. Su cortesia, exquisita en sus formas, parecia manar siempre es-
pontaneamente, como de una fuente fresca; como un especial encanto
que se vertia en atenciones hacia sus invitados. El Santo de Asis debia po-
seer las mismas maneras atrayentes. Andreas amaba de verdad a quienes
le visitaban, y aquellos a quienes ofrecia los mas grandes servicios le veian
confundidos comportarse como si el fuera el deudor. Asi aprendi lo que
era un hombre verdaderamente humilde.
—Voy a Plaisence a ver a un enfermo —me dijo Andreas—; <;te importa
caminar?
—iOh, no, me gusta caminar! <;Pero no es mejor, para acortar su tiempo,
coger un coche de punto o el tren circular?
Me dijo que preferia caminar. Y en efecto, durante anos, jamas le vi
usar ningun vehiculo en la ciudad. Tal vez se imponia esas fatigas por pe-
nitencia, o quiza sus horas de trayecto eran empleadas, gracias a su poder
de atencion, en un trabajo mental. En todo caso, me di cuenta a menudo de
que escogia pocas veces los caminos mas cortos.
Era la primera vez que salia con el. El interminable trayecto, a traves
de calles midosas, se hizo sin que me diera cuenta de su longitud. Andreas
tenia el paso tranquilo de esos caminantes que recorren quince leguas de
una tirada. Fumaba mucho, pero hablaba poco, y debo mencionar que
cada vez que salia con el me encontraba en un estado nervioso muy es­
pecial. Los espectaculos del camino no me distraian de una cierta tension
interior, gracias a la cual los temas de nuestros dialogos quedaban escla-
recidos casi antes de ser formulados. Me parecia estar sobre una plata-
forma desde donde percibia el lado interior de las cosas como una certeza

92 * Pau SAdir
de su verdadera dimension. No sentia mi cuerpo, nunca el cansancio y,
en cambio, me invadia una sensacion interna de haber aprendido muchas
otras cosas ademas de las que me habia hablado.
Aproveche la ocasion para hablar a Andreas de otra serie de mis es-
tudios, de mis intentos de practicas contemplativas, de todas mis tentativas,
a ciegas, de alcanzar un resultado tangible.
—Y el mas evidente de tus logros es un comienzo de tuberculosis —me
dijo Andreas en un momento dado. Despues, para mi gran sorpresa, co-
menzo a enumerarme diversos sintomas patologicos de los cuales nunca
habia hablado a nadie. No me atrevi a preguntarle como habia llegado a
conocer tantos detalles. Continuo dandome una larga explicacion teorica
del yoga. Por miedo a la pedanteria, evitaba emplear terminos sanscritos,
teniendo buen cuidado de traducirlos de forma muy exacta y muy inge-
niosa.
—En resumen —continuo—, la gimnasia respiratoria, practicada mo-
deradamente, es util. Pero si le anades una tension voluntaria, magnetica
o mental, infringes la ley. El volumen de oxigeno, de anhidrido carbonico,
la cantidad de los alimentos, todo eso ha sido fijado con antelacion para
cada uno. Sobrepasar los limites, incluso con la intencion, noble en apa-
riencia, de una practica psiquica intensiva, provoca reacciones. Por muy
sutilmente que razonemos, jamas probaremos que se haga el bien con un
mal proceder; sera un bien aparente, provisional y generador de un mal
muy proximo.
Me calle, buscando objeciones, sin encontrarlas. Ante mi silencio, An­
dreas continuo:
—Voy a contarte lo que vi una noche, durante mi segundo viaje al Ti­
bet. Me fue mostrado durante el sueno como un batallon de soldados tra-
bajaban estableciendo las operaciones de acercamiento a una fortaleza,
imperceptible, con intencion de asaltarla. Mensajeros llegaban y partian a
galope. Una luz lunar iluminaba todo el paisaje; conclui que se trataba de
un sueno de orden intelectual. Cosa curiosa, el suelo, rocoso y grisaceo,
parecia moverse como un corazon palpitante. De golpe, aparecio desde
las cimas un grupo de seres con las cabezas enormes y desproporcionadas
que inmediatamente me recordaron esas efigies de sabios chinos que co-

1NICIACI0NES * 93
noces bien, doctor. Esas huestes se dirigian hacia la tienda del general.
Eran conducidos por un macrocefalo extraordinario, cuyo cuerpo era com-
pletamente traslucido. Hablo al general con dureza; pequenos destellos
violetas salian de su boca. Los movimientos de los portaantorchas y de
los exploradores cambiaron de subito. Muchos de entre ellos, vestidos
de rojo, fueron expulsados del campo de batalla. Les vi correr de aqui
para alia, y despues caer, uno a uno, sobre el suelo. Sus camaradas, que
habian permanecido en el campo, se transformaron poco a poco en se-
mejantes a los seres de grandes cabezas. Los trabajos de asedio fueron
abandonados y se dirigieron a traves de la vibrante llanura hacia una ciu-
dad encantada que percibi en la cima de una cadena de montanas. Com-
prendi que esa imagen fascinante solo era un espejismo. El ascenso duro
aiios. De vez en cuando, los caminantes se encontraban con formas fan-
tasticas, animales antediluvianos, monstmos que solo los videntes cono-
cen. De repente, el batallon fue rodeado por los soldados rojos que creian
muertos. Un oficial de larga cabellera los dirigia. Avanzaron tranquilamente
sobre los seres cristalinos, que desde el momento en que fueron apresa-
dos, cayeron al suelo, como reducidos a cenizas. Las rocas tomaron el as-
pecto de la tierra, y en poco tiempo credo una vegetacion lujuriante. Todo
desaparecio. Me desperte. Comenzaba a amanecery, segun mi costumbre,
escale un cerro colindante para disfrutar de la aurora.
—iQue hermoso debe ser! —dije, olvidando la vision, a juzgar por la
que tuve desde el macizo de Belledone.
—Es inimaginable. Los valles mas bajos estan a tres mil metros... La
claridad de la atmosfera, la pureza del aire, el indecible silencio, el patetico
drama de los colores que se despliega en el horizonte, antes de que el sol
suq'a de improviso; todas esas inmensidades le entran a uno en el alma, a
oleadas, y la renuevan. Aquella manana, de pie en medio del aliento gla­
cial de las nieves perpetuas, murmurando las formulas del Sendero, que
entonces seguia, comprendi el sentido de mi vision y quede completa-
mente turbado. Pienso que tu no tendras necesidad de todo aquel deco-
rado que me fue de gran ayuda, para comprender igualmente.
—Pienso —respond!— que el suelo arido es el piano mental, infertil
en si mismo y sobre el cual solo crecen ilusiones. Los soldados rojos y los

94- • PaulS6dir
portaantorchas representan las sensaciones; los seres cristalinos son lo que
Boheme llama la voluntad propia. Esa vision ensena que el hombre no
tiene derecho a veneer ninguna de las manifestaciones que la naturaleza
ha puesto en el. Querer gobernar los movimientos del principio pensante
es una peligrosa ilusion, pues para conocer cuales de nuestras imagenes
mentales hay que obstmir o reforzar, con objeto de alcanzar la omniscien-
cia, deberfa primeramente poseerse la omnisciencia.
—Y ademas, nuestro unico instrumento, el cerebro, no es capaz de
reflejar sino un minusculo rincon del Universo —anadio Andreas.
Despues de un corto silencio, continuo con una media sonrisa:
—jAsi es, mi querido doctor!, has interpretado muy bien el sentido de
mi vision, pero te ofrecere mis conjeturas; los solitarios somos charlatanes
cuando encontramos a un oyente complaciente, sobre todo cuando nos
hacemos viejos.

NOACIONES * 95
Capftulo 16

EN PLAISENCE

La travesia del boulevard de Saint-Michel me impidio responderle,


pero en cuanto llegamos al de Luxemburgo reemprendi rapidamente la
conversacion.
—Comprendo todo lo que usted me ensena —declare—; sin embargo,
no me dejo convencer.
—Tienes razon, doctor —exclamo Andreas—, nos han dado el juicio,
el analisis, y hay que utilizarlo.
—Permitame una precision. Esto es lo que no me explico. La provi-
dencia es justa y buena, ^no es asi? <;Por que permite que los hombres in-
venten metodos de evolucion perniciosos?
—En efecto, lo que me planteas es un dificil problema —respondio
mi companero con aire de gravedad—, deberias descentrarte mentalmente
—anadio tras un minuto de reflexion.
—No comprendo —replique— , ,;descentrarme?
—Es cierto. Tengo la mala costumbre de hacer comparaciones desca-
belladas. Como sabes, el entendimiento funciona como un sistema de al­
gebra, o como un piano de geometrfa descriptiva, pero tambien esta el
calculo diferencial del hiperespacio.
—Continuo sin comprender —declare, tras un largo tiempo de re­
flexion.
Andreas hizo un gesto dubitativo y me pregunto:
—Cuando hayas comprendido, ^me prometes que seguiras compor-
tandote como si no lo supieras?
Iba a contestarle que si, pero bajo la sagaz mirada de mi interlocutor
comprendi la presunciosa vanidad de mi respuesta. Me contente con decir
que lo haria lo mejor que pudiera. Estabamos entonces, recuerdo, delante
de ese bello parque de Coueston, que mas tarde fue demolido para hacer

96 ® Paul S6dir
sitio a un almacen de trenes. La tarde comenzaba a caer. Andreas se de-
tuvo, elevo la cabeza, que con frecuencia llevaba inclinada, me miro a los
ojos durante unos segundos y dijo:
—jBienaventurados los pobres de espiritu! He aqui lo que puede leerse
en el Libro del Cordero. Ahora bien, el espiritu del hombre solo es cono-
cido por aquellos, unicos, que pueden vivir en la atmosfera del Divino
Consolador. Nosotros no podemos respirar ese aire demasiado vivo. Cada
prueba, no obstante, tonifica nuestros pulmones y necesita de nosotros la
imagen del Verbo que llevamos todos en nuestro interior. Pero jamas po-
dremos, con nuestras solas fuerzas, dar vida a esa imagen. Solo el Verbo
puede insuflarle Vida, Su Vida. Sin embargo, muchos hombres, ciegos,
creen que tienen viva esa imagen; se apegan a ello, hacen su trabajo, su
cosa. Engrandecen la oscuridad, creen ir hacia el Ser y se pierden hacia la
Nada. Hay quienes, no obstante, se dan cuenta de su error: aquellos a
quienes el orgullo no les ha invadido completamente. Pueden escuchar
la advertencia del Angel de la Guarda y comienzan a palpar la inconsis-
tencia de este mundo, aprenden a olvidar y por cada escalon que des-
cienden hacia el centro del mundo, el Cielo se acerca cien pasos hacia
ellos. Todo lo que has leido, todo lo que has escuchado de exotico y mis-
terioso, solo te ha repetido este axioma: «La accion llama a la reaccion; tu
mano solo puede erguirse hacia el firmamento si tu hombro y tu cuerpo
pesan en el suelo con un esfuerzo equivalente». Tu llamas a eso la ley del
binario, <;no es asi? A lo largo de tus anos de estudio, las celulas grises de
tu cerebro han ido almacenando, las celulas blancas se han afinado; has
descubierto muchos organismos desconocidos que has bautizado con
nombres griegos, sanscritos, egipcios o chinos segun tus esperanzas del
momento. Has sacado fuerzas donde y como has podido; te has conver-
tido en una especie de atleta decorativo e inutil, capaz en ocasiones de
un esfuerzo extraordinario, pero condenado todo el resto del tiempo a un
regimen meticuloso. Te admiran y te enorgulleces.
Todos los cuerpos nacen, crecen y despues disminuyen. iEscaparan
tus cuerpos invisibles a esa ley? No, sera necesario restituir todos esos or-
ganos, todos esos poderes prematuros, y ahora van a conducirte por el
camino descendente.

INICIACIONES • 97
Andreas guardo silencio. Habiamos llegado. Entramos en una ciudad
obrera con casas de sucios ladrillos de una sola planta, con corralillos po-
blados por una chiquillerfa ruidosa. Una anciana y gruesa mujer reconocio
a Andreas y nos hizo entrar en una triste habitacion, donde, al final de
una cama bastante limpia, un hombre lanzaba hacia los visitantes una mi-
rada ansiosa. Era uno de esos parias que a miles engendran las ciudades,
gastados desde la infancia por un trabajo precoz, y a quienes solo el al­
cohol da la fuerza de vivir a pesar de la mala alimentacion, la mala higiene
y el abandono.
Se deshizo en lamentos, en concierto con su mujer. Andreas, de pie,
con el sombrero en la mano, les escuchaba atentamente, cabeceando con
compasion y pareciendo reflexionar. Finalmente, el anciano termino sus
quejas, gritando con la poca voz que le quedaba:
—jNo es justo el Buen Dios! Y, ademas, todo esto, son historias de ex-
plotadores, ]no existe el Buen Dios!
—jComo! iQue el Buen Dios no es justo? —gruno Andreas— <;Yes us-
ted justo? iDebo decir todo delante de su esposa? —anadio por lo bajo,
mientras la mujer iba a buscar unos vasos pequenos para tomar el licor e,
inclinandose, anadio algunas palabras a la oreja del enfermo.
—iComo sabe usted eso? —exclamo el hombre aterrorizado.
—Callate, callate —respondio Andreas con un aire encantado por la
jugarreta que acababa de hacerle al buen hombre— . jDando, dando! No
te quejes mas y no dire nada a nadie. Pero —le dijo amenazandole con
el dedo indice— jtendras que caminar derecho...!
La mujer regreso. Brindamos y bebimos. Y fue entonces su turno de
los lamentos.
—<;Se curara, mi buen senor? —gimio ella—. iQue va a ser de mi?
—jAy, no se! Mama —replied Andreas—, mi amigo el doctor os dira
algo. Es grave, ,;no es asi, doctor?
Yo estaba muy turbado por mi personaje. Medicamente, el hombre
estaba acabado, pero Andreas estaba ahi. Me decidi a declarar la verdad.
—Si, es muy grave; sera un verdadero milagro si sale de esta.
—Entonces —pregunto Andreas a la madre— , <;tiene mucho por lo
que conservar a este bribon de marido?

98 • Paul S6dir
Como respuesta, la vieja mujer se echo a llorar.
Pero Andreas la cogio afectuosamente por el brazo y lo puso bajo
el suyo: esto va a arreglarse, consuelese. Simplemente ya no discutais
mas entre los dos; ya no merece la pena, y recordad que hay gente
mucho mas desgraciada que vosotros. <;Has comprendido, verdad? —le
dijo al marido— . Vamonos; adios, hasta dentro de unos dias. ^Vienes,
doctor?
Yo estaba un poco decepcionado, esperaba un milagro.
—dJor que no le ha curado alii mismo? —pregunte.
—Pues bien... Para empezar, no soy yo el que cura; ademas, no ne-
cesita ponerse de pie inmediatamente; tiene algun dinero, puede muy
bien esperar una semana. A proposito, <;que habrias hecho tu, ocultista,
para curar a ese hombre?
—Pues... en primer lugar, esta muy enfermo —respond!— , no se
demasiado; hubiera intentado transferir el mal a un arbol, a un ani­
mal ...
—Si, introducirlo en un lugar donde no tiene derecho a ir. Y ademas
querria verte si pusieran a tu cargo una enfermedad de los dioses; si, po-
drias echarte a llorar, de golpe.
—Es cierto, sin embargo, nunca habia pensado en ello. Pues bien,
(Y si lanzara a otro genio sobre el genio de la enfermedad?
—Si tu genio es mas debil, tu enfermo caeria en un peor estado. Debe
haber una parabola en el Evangelio que se refiera a ello. Si tu genio ex-
pulsa el mal, o lo mata, eres tu el responsable de todo lo que ocurrira
despues. El genio de la tuberculosis ira a buscar a sus camaradas para
vengarse. <;Y que harfas si, furiosos, esos seres se dedican a atacar a ino-
centes?
—Entonces, no veo solution. <;Limitarse a la medicina ordinaria?
—No, doctor. Cuando lo imposible se presenta es cuando se hace in-
teresante. Hay que ser obstinado. O bien el Cielo cancelara la deuda del
enfermo o cambiara la forma de pago.
—Me gustarfa creerle —dije— , pero no estoy convencido.
—Ya lo se —respondio Andreas sonriendo— . Adios, doctor. Portate
bien. Yen a verme la proxima semana. El miercoles, <;te parece bien?

IN1CIACI0NES • 99
—Si, por supuesto —un poco distraido por mis pensamientos—. Con-
taba con un buen regreso, lento y largo, con conversaciones pletoricas,
comodas pausas, novedades. ]Tema que explicarle tantas cosas, tantos
proyectos que presentarle! Pero Andreas ya habia desaparecido en el co-
mienzo de la noche, iluminada aqui y alia por algunas escasas farolas.
Volvi a mi casa muy melancolico.

100 • Pau!S6dii
Capitulo 17

EL HOMBRE APEGADO A LA TERRA

Dos meses antes, habia recibiclo el encargo de una sociedad de publi-


caciones cientificas de realizar un gmeso trabajo sobre un tema de pato-
logia. Hacia varios dias que habia enviado mi trabajo y, al volver de la
calle del Chateau, encontre una carta del editor en mi correo, anuncian-
dome la devolucion de mi manuscrito con cualquier pretexto. Primera
desilusion. Tuve, afortunadamente, jornadas muy repletas para distraerme.
Dos semanas mas tarde, al pasar por la plaza de la Escuela de Medicina,
observe un nuevo libro que trataba del mismo tema que el mfc>. Lo ojee:
era una copia de mi trabajo, salvo algunas modificaciones insignificantes.
Mi desilusion se convirtio en una verdadera y Candida indignacion. Aquella
manana debia almorzar con Andreas. Tenia que deliberar sobre si debia
primero hablar de este hecho con mi editor o poner una denuncia. Cogi
el autobus y llegue un poco tarde al lago Saint-Fargueau.
Era a principios de julio. En los arrabales, cerca de mediodia, estaba
todo ese pequeno mundo agitado, con esos bebedores en las terrazas,
esos mercaderes de las cuatro estaciones, vigilados por los policias, las
deslumbrantes blusas claras, las tiendas, los muros blancos, los abigarrados
escaparates, los aprendices con las papeletas de patatas fritas, los gritos,
los olores, los gestos, las palabras raras y tambien a veces tragicas; todo
eso me distraia, me interesaba y renovaba mi simpatia y admiracion por
el pueblo, por el manantial inagotable de fuerza que derrochan sin llevar
cuenta alguna.
Apenas habia dado la mano a Andreas y a Estela, lleno de mis propios
asuntos, les conte mi desengano. Mis anfitriones reian, llenandome el
plato, y como total consuelo Andreas me dijo:
—Olvidate de todo eso. Tu editor te ha hecho ciertamente el honor
de no tomaite por un inocente y, como consecuencia, ha tenido que ma-

NCIACIONES • 101
niobrar con prudencia. Relee, pues, tu tratado; no lo has leido y estoy se-
guro de que no podras hacer ninguna alegacion.
—Es cierto —reconoci—, lo he mal-leido.
—jPues bien! —dijo Estela—, ya que reconoce su ingenuidad, ofrecele
—ofrecenos— un poco de Tokay23.
Y mis amigos me mimaron de la mejor forma posible, como si yo hu-
biera sido su hijo. Yo me relamia. <;Es que era yo un idiota, con mis ren-
cores, al aumentar aun mas el mal que habia podido hacerme la picardia
de un comerciante retorcido? Me deshice de mi rencor, no queriendo sa-
borear sino el encanto de aquella hora.
Nos habiamos sentado bajo el cenador para tomar el cafe cuando 11a-
maron a la puerta de la calle. La sirvienta hizo pasar a un hombre ya ma-
duro, que parecia ser un comerciante. Pero bajo aquel bello sol, cubierto
con un abrigo, apoyado sobre dos bastones, caminando penosamente,
mostraba un semblante destrozado por el sufrimiento.
Andreas le hizo tomar asiento y explicar el objeto de su visita.
Hacia un mes que, sin causa alguna, le habian sorprendido aquellos
dolores, violentos e irreducibles, a veces insoportables, sobre todo en la
espalda. Comenzaban desde la manana hasta la noche, con un descanso
de dos horas desde el mediodia hasta las dos, y algun pequerio descanso de
vez en cuando. Habia consultado a todos los medicos, a todos los curan-
deros. No era ni reumatismo, ni sifilis. tampoco artritis, ni taras nerviosas,
sus padres estaban perfectamente sanos. Eso era lo que le habian dicho
los doctores, anadiendo que no comprendian nada de su enfermedad y
que no conocian nada para aliviarle.
Y ese hombre, cuyos rasgos expresaban la voluntad, la cabezoneria
incluso, declaraba su desesperacion y la imposibilidad que sentia de poder
soportar por mas tiempo semejante martirio.
—Mis sufrimientos son atroces —nos dijo—. Miren, ahora mientras les
hablo, me parece como si me taladraran la espalda, que me desgarran los
musculos con peines de hierro, que recibo golpes violentos, que me pin-
chan, que me separan las vertebras... y, en efecto, el pobre hombre ape-

23 Vino de excelente calidad llamado *el rey de los vinos*.

102 • DaJ S6dr


nas podia articular las palabras y se retorda sobre su sillon intentando es-
capar de su lacerante tortura.
—Si supiera que tengo algiin enemigo, si creyera en esas cosas, me
imaginarfa que estoy poseido —concluyo—. Senor, si usted no puede ha-
cer nada por mi. creo que una bala me librara de este infierno.
—Nunca hay que desesperarse —dijo Andreas—, aunque estemos ata-
dos a la boca de un canon cargado. Si, su caso es curioso. ,;Esta usted libre
esta tarde? —anadio sin dejar de fumar.
—;Claro que estoy libre! —dijo el enfermo—, «;cree que puedo trabajar
con este suplicio que soporto?
—jPues bien!, si usted quiere, vamos a ir a dar una vuelta por el campo,
eso cambia las ideas, <;no es asi doctor? —dijo Andreas volviendose hacia mi.
—Ciertamente —respond! sin comprender. pero sospechando que iba
a ser testigo de alguna cosa extraordinaria.
—,;Ir al campo? —dijo el enfermo—. <;Para que? «;Supongo que usted
no quiere burlarse de mi? Y ademas, despues de todo, me da igual, todo
me da igual...
—Si —concluyo Andreas, como respondiendo a los pensamientos de
su interlocutor—, tal vez podamos encontrar alguna hierba.
Partimos, pues, en un coche de punto hacia la estacion de Vincennes.
Alii. Andreas cogio tres billetes de ida y vuelta para una lejana y pequena
estacion, donde descendimos tras una hora y media de trayecto. En el al-
bergue, Andreas supo rapidamente donde alquilar un viejo vehiculo; el
hijo del dueno de la casa subio con nosotros, y Andreas le dio el nombre
de un viejo campesino de la vecindad. Habia todavia una buena hora de
viaje hasta la hermosa granja, con tres grupos de edificaciones, a cuyo pa­
tio bajamos Andreas y yo, mientras el enfermo permanecia en el coche.
Andreas le pregunto por el dueno a un pequeno criado, y esperando
hicimos los cien pasos entre el gallinero y el corral de los cerdos, bajo la
vigilante mirada de dos perros barbudos.
—;Ah, lo sabia! —exclamo Andreas—, y su mirada se detuvo delante
de un pozo que excavaban los obreros en un rincon del patio. Fue hacia
los escombros, tomo un punado de tierra y lo examino, haciendolo des-
lizarse entre sus dedos, sopesandolo y pareciendo reflexionar.

\ C'AClONES • 103
—iAh, buenos dias senor Martineau! <;Se acuerda de mi? —dijo ama-
blemente Andreas, siempre atento en hablar a cada uno segun su lenguaje
habitual.
—;Por favor, claro que no! —respondio el agricultor—. Estoy bus-
cando...
—Veamos, usted ya no lo recuerda; cuando era solo un nino, hacia
los diez afios, fue de vacaciones a casa de su tio Bagnolet y se rompio la
pierna por tres sitios.
—Si —exclamo el hombre—, si, ;pero bueno, usted era el reparador1
iMe arreglo muy bien esto. Si, si, era usted. Yo era muy pequerio. pero me
acuerdo de sus ojos y de su pipa.
—;Ah, si. sigo siendo yo! —dijo Andreas sonriendo—, pero la pipa
es otra.
—jComo me alegra volver a verle! Vamos a entrar un momento a tomar
algo fresco, la patrona va a venir, esta llenando los comederos.
Segui a los dos hombres. Nos sentamos arriba, charlamos, pero yo se-
guia pensando en el enfermo que gemia fuera, en el coche.
—Entonces, por lo que veo, esta cavando un pozo —dijo subitamente
Andreas.
—Si, el viejo se esta secando. Ademas, voy a explicate... —Y el an-
ciano se extendio en los grandes planes de la administracion domestica.
—Pues bien —dijo Andreas, tras haberle escuchado—, voy a hablarle
con franqueza: me molesta que usted haga ese pozo.
—vjComo que le molesta? —exclamo el hombre—. ,;Como es eso? ^Por
que? Se cuanto le debo, pero, en fin, sigue siendo muy raro eso que me
dice.
—Si, me molesta que ese pozo este justamente ahi —insistio Andreas,
mirando al bravo hombre directamente a los ojos—, queria precisamente
pedirle que lo cavara en otro lugar.
—Pero... —dijo el granjero como golpeado por un subito estupor—,
<;c6mo ha venido aqui? iComo ha encontrado mi granja? Hace mucho
tiempo que mi tio y mi tia murieron, y mis parientes no son del pais.
iY como ha sabido que yo estaba haciendo un pozo?
—Paseando —dijo Andreas suavemente.

'0 4 • ^au S6dr


—jMmm! En fin, le debo mucho, lo reconozco, y ademas esta en su
derecho si no quiere contarme sus asuntos.
—Escucha —dijo Andreas, sin que ese subito tuteo extranara a su in­
terlocutor—. «;Cuanto dinero has gastado ya en ese pozo? Te lo devuelvo
y ademas te indico gratis un lugar donde el agua es mejor. Aqui estas
sobre una derivation, pero te voy a poner sobre la capa principal. <;Ysa-
bes? ;Es agua buena para la salud!
—;Ah, usted sabe utilizar las varillas! Debia haberme dado cuenta
—dijo el paisano.
—Salvo que no tengo varillas. Vamos, tenemos que coger un tren. Esto
es, voy a pagarte ahora mismo tus gastos. Tu, deten a los obreros y haz
que caven en el lugar que te voy a indicar, y pasado manana, si la sonda
no te ha aportado una red de agua exquLsita, ;entiendes?, exquLsita, puedes
quedarte con mi dinero y continuar con tu primer pozo.
—jPues bien! Esta dicho —dijo el campesino—, vamos a hacer un
trato, ,t io es asi?
—Perfectamente, pero haz que empiecen a cavar inmediatamente.
Al volver a la granja, el enfermo, del que me habia olvidado, me grito
de lejos:
—Digame, «;tienen aCin para mucho rato? Tengo miedo a que haga frfo.
Ibamos a decirle que tuviera paciencia, y he aqui que de repente,
cuando los poceros lanzaban las primeras paladas al hoyo, el rostro de
ese hombre cambio. Palidecio, abrio la boca y solo despues de algunos
segundos pudo decir, con el terror en sus ojos:
—Mis dolores han desaparecido.
—iCuando le decia yo que el campo era bueno...! —replied .Andreas.
Terminamos vivamente el asunto. Andreas pago alrededor de quince
francos de oro al granjero, siempre desconfiado, y le dio su direction tras
conocer las noticias del agua del pozo.
Partimos hacia la estacion a toda prisa. La vuelta fue un poco confusa.
Yo no comprendia nada, el enfermo tampoco. De vez en cuando repetia:
;Ya no me duele! ;Ya no me duele!
Nos separamos en la Plaza de la Bastilla. Andreas lo cogio aparte un
minuto y escuche al hombre que, con tono energico, respondia: Se lo pro-
meto, senor, eso sera hecho.

YCIACIONES • 105
Una vez solos los dos, me arriesgue a preguntade.
—;Que relacion existe entre esos dolores y ese pozo? ^Hay alguna?
—iClaro que si! —me respondio Andreas con un aire indiferente— .
Esa tierra y la espalda de ese hombre son de la misma familia.
Comprendi que no queria hablar.
—Fero <<c6mo lo ha sabido?
—Paseando.
—iComo ha encontrado a ese campesino y todo lo demas?
—Pues, paseando, ya te lo he dicho.
Decididamente, Andreas no estaba de humor para ensenar aquella no-
che. Se excuso, ademas, con su buena gracia, afable y encantadora, antes
de dejarme. Tenia —me dijo— algunas cosas complicadas que le preocu-
paban en ese momento, pero no se nada mas. Parecia tener prisa por vol-
ver a estar solo.

^06 Dau S6dir


Capitulo 18

LA MOMIA

Paseabamos, Andreas y yo, en una bella manana de otono, a lo largo


de ese admirable muelle de Voltaire, cuyo encanto noble y discreto solo
saben saborear los fervorosos parisinos. Los viejos alamos de la orilla ve-
lan en esta estacion, con sus hojas enrojecidas por los primeros hielos. la
larga silueta del Louvre. El torreon del instituto, los hoteles senoriales, el
perfil de la plaza Dauphine, se situan con gracia en la perspectiva de una
luz delicada, y el sol, a la derecha, deja en una sombra lejana el campa-
nario de la Sainte-Chapelle y las torres de Notre-Dame. Paisaje muy inte-
lectual, bello con una elegancia aristocratica, vibrante de todo lo que las
generaciones y los siglos han grabado con sus ardores, con sus dolores
y sus pensamientos.
Andreas fumaba en silencio, con los ojos fijos en la tierra, ante el es-
caparate del minerologo que se encuentra frente a la antigua casa del gen-
tilhombre-pintor, el marques Desboutins, cuando se dio la vuelta subita-
mente y cogio de la estanterfa del mercader de rostro rosado una pequena
estatuiUa egipcia del dios con cabeza de gavilan.
Gastado, corroido, verde grisaceo, deformado, este bronce no presen-
taba nada remarcable.
—Miralo un poco, mi doctor —me dijo.
Considere entonces el objeto con un poco mas de atendon, y he aqui
que, sin motivo alguno, un sentimiento de malestar me invadio.
Andreas me miro de reojo y anadio con una sonrisa:
—Ya ves, es mejor que nos llevemos este pajaro de aqui; otros se en-
contrarian muy mal. Ven, sigueme.
Y llamando al anticuario le compro la estatuilla sin regatear. En ese
mismo momento, mi baston se enredo entre mis piernas y me hubiera
caido pesadamente si Andreas no me hubiera sujetado. No vi en ello, en

INlClACiONES • 107
principio, sino una torpeza, no fue sino mas tarde que estableci una rela-
cion entre ese incidente y la vision de la estatuilla.
Andreas giro hacia el Pont-Neuf y descendio las escaleras que se en-
cuentran al pie de la estatua de Enrique IV. No entro en el pequeno jardin,
pero, al pasar detras de algunos Pescadores con cana, se detuvo en la
misma orilla y, dandome la espalda, se puso a observar la estatuilla en si-
lencio, durante mas de cinco minutos. Acostumbrado a sus extranas ma-
neras, me mantuve detras, sin decir nada.
Me parecio ver una llamarada azulada salir de sus manos para desapa-
recer casi de inmediato en el aire ligero. Andreas saco un periodico de su
bolsillo, envolvio cuidadosamente la figura, la ato con una cuerda fina y
aguardo a que pasara un bateu-mouche que remontaba el rio. Entonces
lanzo su paquete al agua lo mas lejos que pudo. Dando la vuelta, volvimos
a ascender por el puente.
—^Entonces? —dije.
Andreas me ofrecio tabaco y, tras fuinar un poco. me dijo:
—,-Recuerdas la historia de esa momia del British Museum que desde
hace ocho anos causa tantos problemas a sus visitantes?
—Si —replique—, todos los periodicos han hablado de ello y un cui-
dador ingles ha redactado un enorme dossier sobre ese asunto.
—Ahora bien —continuo—, cuando morimos ^;no hace falta que el
cuerpo se descomponga para que las celulas descansen? Muchos espiritus
aguardan ese momento alrededor del hombre, <;no es asi? Si entonces im-
pedimos al cuerpo que se corrompa, violamos la ley natural, hacemos su-
frir a las celulas. privamos a ciertos seres de su evolucion, detenemos una
o varias ruedas del tiempo, <;verdad?
—Tiene razon, desde luego, pero no habia pensado en ello.
—Cuando los sacerdotes egipcios embalsamaban millares y millares de
cadaveres, ^no crees que inmovilizaban esas medas con una fuerza enorme?
^;Que encadenaban las almas a la tierra natal de sus cuerpos? ;Que recar-
gaban una formidable bateria con algun tipo de electricidad especial?
—Me parece que si, pero <;con que objetivo?
—Ese es su secreto; es inutil desvelarlo. Reflexiona un poco y encon-
traras rapidamente la respuesta. Pero si alguien o algo entra en contacto,

'0 8 • Da j Sedr
sin aislamiento o protegido, con un circuito electrico de bajo voltaje, <;no se
produce una descarga electrica que puede tener las peligrosas caracteris-
ticas de un cortocircuito?
—;Ah! —exclame—, ;los egiptologos hacen eso!, y sus botines deben
entonces, de forma natural, causar desorden en el medio extrano y refrac-
tario al que se exponen. Sin embargo, «;el sarcofago en cuestion, al parecer,
ya no contiene la momia?
—yjY que importa eso? Sabes bien que los ritos, las figuras, signos y
colores que decoraban los ataiides expresaban el caracter vital del difunto,
y le eran fijados de nuevo con encantamientos especiales. Ha debido tra-
ducirse esto, no obstante.
—Si, en efecto, lo he visto en los anales del Museo Guimet.
—Pues bien, ^comprendes ahora?
—Si, creo, pero <-;no se puede hacer nada para atenuar ese mal?
—;Ah! ;Si encuentras a un hombre capaz de ver las cosas ocurridas
hace cuatro mil anos, capaz de hablar a almas atlantes, capaz de deshacer
los nudos apretados por antiguos colegios secretos, capaz de volver a po-
ner en movimiento a orbes pobladas por millares de espiritus, inmoviles
desde aquellos tiempos! Ese hombre podria hacer algo.
Y como Andreas, al decir todo eso, habia adoptado el aspecto miste-
rioso por el cual imponia a veces a su interlocutor el sentimiento de una
fuerza desconocida, ya no le pregunte nada mas. Fue el quien rompio el
silencio.
—Recuerdo, mi doctor, que hace unos quince anos pase justamente
por aqui con uno de mis amigos, un tal Mr. D'Annovilliers.
—<;El que escribio Recuerdos sobre Jean Lanvin?
—-Justamente. Pues bien, me conto que habia cenado el dia anterior
en casa de Mr. Sadi Carnot, que en aquel entonces solo era Presidente del
Senado y que, a peticion suya, le habia regalado aquella noche un pe-
queno buda de basalto que el mismo habia recibido de un explorador.
Este ultimo lo habia encontrado en el pais de los Songs. Es en la alta Bir-
mania. hacia la derecha. Pase tambien por ahi en mi juventud. Esa esta-
tuilla habia pertenecido sucesivamente a cinco o seis jefes de aldea que
habian muerto todos de forma violenta. El bonzo, a quien el explorador

iNICIACONES • 109
la habia comprado, siendo budista, fue suficientemente honesto como
para prevenirle de esas particularidades. El explorador murio tambien por
causa de un accidente. Cuando Mr. D’Annoviliers contaba esta historia en
la mesa, y como Mr. Carnot no creia en esas supersticiones, insistio en te-
ner ese idolo. Ahora bien, ya sabes como murio.
—De tal forma, maestro, que si he comprendido bien, <;no hay que al-
terar el orden de las cosas, ni violar el transcurso de las leyes naturales, ni
tampoco sacar de su pais a los seres que estan atados a el?
—Si, doctor, es siempre el consejo del amigo: dejad que los muertos
entierren a los muertos. Y si alguna vez vas a los viejos paises, deja tran-
quilas las estatuillas que parecen olvidadas en los rincones sombrfos, de-
jalas tranquilas. Mas tarde, te lo prometo, te ensenare como tocarlas.
—{Y el diamante azul de Tavernier?
—Eso es otra historia, hablaremos de ello algun dia.
Y habiendo una vez mas encendido nuestras pipas, continuamos fu-
mando entre los amigos libreros de las orillas y los familiares arces blancos.

1 10 • PaJ Sedr
Capftulo 19

EL PRIMERO DE MAYO

Anunciaban importantes manifestaciones populares para el primero


de mayo de este ano, y le habia comentado algo a Andreas, expresandole
el deseo de saber a que podian coiTesponder, en lo invisible, las agitacio-
nes politicas y los movimientos sociales.
Me dio cita para la noche del dia siguiente y, en efecto, le encontre en
compafua de nna mujer de cierta edad, que me presento como una vidente.
—No podemos ir juntos al otro lado del telon —me dijo—, harfa falta
un gran dominio de si mismos que no poseemos. El aspecto de algunos
seres y la violencia de algunos torbellinos nos desconcertarfan. Esta mujer
ira por nosotros y nos contara lo que vera.
—Pero, ,;no corre los mismos riesgos que nosotros?
—No, ella no estara tan al descubierto como nos veriamos nosotros
forzados a estarlo; estara en una especie de observatorio.
—Y bien, ,;no puede darme a mi esa defensa?
—Si, eso seria posible, si tu fueras un sabio, pero no eres obediente,
cometerias imprudencias.
—En ese caso —anadi—, solo me queda inclinarme ante su decision.
Esperaba ver algo similar a una ceremonia magica, a recitaciones, a
una mistagogia24. No ocurrio asi. Andreas dijo simplemente al sujeto:
—Toma asiento, vamos a empezar.
La persona se instalo comodamente y se durmio inmediatamente.
—Veamos —me pregunto—. ,<;Que deseas?
—Me gustaria saber, primeramente, en que estado se encuentra —res-
pondi.
—Pero doctor, ella estara en el estado que tu desees que este. Yo no
utilizo el fluido odico. Sabes bien que existen varias formas de magne-

24 Iniciacion en los misterios.

INICIACIONES * 1 1 1
tismo, el que vamos a hacer actuar es poco conocido. No empleo ni pases
ni sugestion, y esta mujer te aguarda al igual que yo. Jamas me permito
atar nada en absoluto en nadie. Ademas, ella puede ver tan bien en nues-
tras carteras como en tu pensamiento o en Pekin.
Habia realizado una docena de experiencias similares para verificar
las aserciones de Andreas. Las reconoci como exactas. Incluso vi que el
sujeto conservaba, durante sus visiones, la consciencia del piano fisico,
solamente que le era muy penoso el moverse.
Pedi finalmente a Andreas que la enviara a lo invisible social, cuyo es-
tudio me interesaba sobre todo.
La vidente se giro hacia Andreas con una mirada de interrogacion.
—Si, tu escolta llega —le dijo sonriendo.
—viQue escolta? —pregunte.
—Pero <jirias tu solo a un pais totalmente desconocido? —me respon-
dio—. Y, si pudieras ir en tren algunos dias, <;lo preferirias a un viaje a pie
de varios meses? La gente que va a encontrar no son ni terrestres y ni si-
quiera hombres; debemos evitarle sus preguntas y su curiosidad. Hay tan-
tas aduanas en otros lugares como aqui abajo...
—,;Es tal vez a eso a lo que se refieren los guardianes de los que se
habia en el Fistis Sophia25 y las palabras de pase de las camaras simbolicas
de la Franc-Masoneria?
—Asi es.
Y, girando hacia el sujeto, le dijo: ahora puedes ir.
—,;Hacia que camino se dirige? —pregunte— . <<Existen. pues, modos
diferentes de espacio? ,;Que sentidos la guian?
—jSi!, pero quieres saberlo todo —me respondio Andreas riendo—;
aguarda. estudiaremos eso mas tarde.
—Aqui estan el oso. el unicomio, el leopardo. el reno, el dragon, el leon,
el aguila, el dromedario, la vaca, el castor, el gallo... —pronuncio el sujeto.
—Si, no hace falta que nos cuentes todo el zoologico —dijo Andreas—.
Mira solamente lo que hace el gallo, por ejemplo, pues es Francia la que
nos interesa en principio.25

25 Pistis Sophia (en griego: Pociery Sabiduna), conocido como Evangelic de Valentino,
texto apckrifo copto, considerado como la Biblia gnostica. (TV. del T )

' 1 2 * paui Sddr


—lAs'i que existe, en el Mas Alla, un lugar, un espacio, en que las na-
ciones se representan bajo la forma de animates? iComo puede ser asi?
Creia que los egregores eran campos fluidicos. iQue es eso de un animal?
—pregunte.
—jPero todo esta en todo! —respondio Andreas sonriendo—. Una pie-
dra aqui abajo puede tener una forma humana en otra parte; un arcangel
de lo Invisible puede ser una gema en las profundidades de la roca o,
mejor dicho, puede residir alii. jEl enigma del Universo es tan simple...!
Es por eso, por otra parte, por lo que no se lo resuelve. ^Un animal? Pero
si todo es un animal: yo, la tierra, la via lactea, un automovil, la geome-
tria... Jonas y su ballena es una escena vivida en un rincon de lo Invisible.
,.;Que es lo que biologicamente caracteriza al animal? Es una individualidad
voluntaria, responsable, movil, que mantiene bajo un dominio temporal
un principio abstracto, energias fluidicas, minerales, organismos vegetales,
visceras semejantes a los astros. Solo vemos los aspectos animales fisicos
terrestres, pero existen especies igualmente terrestres hiperfisicas, sociales,
religiosas, hominales, politicas, cosmicas, industriales, intelectuales, etc.
Las teorias modernas de la materia radiante, de los iones, de los elec-
trones, hacen ver que la celula organica o el atomo inorganico son soles
mintisculos, pueden ayudar a comprender las visiones antiguas de los ani­
males santos, de los devas demiurgicos, de los dragones igneos. ,;No apa-
receria nuestro cuerpo como una pequena nebulosa tan compacta y tan
brillante como aquella que resplandece por encima de nuestras cabezas,
si se inventara un instrumento para hacer perceptibles los iones de los
que esta compuesto? jPero me haces hablar como a una urraca! Mira bien
a tu gallo —continuo Andreas dirigiendose a la vidente, tras dos segundos
de examen.
—jEra tan hermoso! —dijo ella—, pero ahora parece evaporarse como
el humo, y otros animales surgen de la bruma en que se ha convertido.
Se dirfa un huerto. He aqui un rebano de corderos muy confusos, que pi-
sotean balando; estan muy sucios. A su alrededor hay bulldogs; defienden
a esas bestias enloquecidas, pero matan de vez en cuando a alguna de
ellas y la devoran. Viniendo hacia ese gmpo hay una horda de animales
pequenos que parecen perros; son de todos los colores y de todas las for­

INIC AClONES • 113


mas. Una especie de monstruo inmovil, con sus brazos como pulpos, se
mantiene cerca de ellos, les excita y los lanza al asalto de los corderos.
En medio de ellos hay un zorro hacia el cual se giran sin cesar y que
dirige a los bulldogs. En el rincon, detras de las malezas, un cocodrilo
parece dormir, pero hay cornejos, urracas, arrendajos... que van y vienen
de el al zorro y al pulpo. Se posan aqui y alia sobre el rebario, cuya con­
fusion aumentan con sus gritos y sus picotazos, mientras que el zorro y
el pulpo se consultan a intervalos y parecen ayudarse para reforzar el
terror de los corderos y el impulso de los perros. De vez en cuando de-
voran a los heridos que les traen, pero no se dan cuenta de que en rea­
lidad es el cocodrilo el que los dirige. He aqui a un hombre; lleva la caria
del pescador, la extiende entre las dos tropas. Los perros se detienen
poco a poco, los corderos vuelven a balar; el hombre mira a los tres ani-
males jefes y les hace venir a un rincon, les habla varias veces.
—Esta bien —interrumpio Andreas—, descansa un poco.
—iQue quiere decir todo esto? —pregunte.
—Si esta mujer ha inventado su pequeria historia, o si soy yo quien se
la ha sugerido, ello no quiere decir nada, tal vez sea un lienzo que ha
visto desplegarse delante de ella.
—vjY en ese caso?
—Eres tu quien debe investigar. Es tal vez de la alquimia de lo que se
trata, o quiza de la astrologia o de un fenomeno social. ^;Que puedo saber
yo? El sujeto solo ha mirado. Hubiera sido necesario que hablara con esos
seres, pero eso hubiera sido excesivamente cansado para ella.
—Entonces, <;para que sirve esta sesion de sonambulismo?
—No para gran cosa, mi doctor. Comprendes que esta muy bien tener
entusiasmo, pero no debemos emprender trabajos por encirna de nuestras
fuerzas. Si tu y yo fueramos puros, si pudieramos llamarnos hijos de Dios,
nada en la creacion nos seria ocultado; lo comprenderiamos todo y nos
hariamos comprender por todos. Entonces, como seriamos humildes, nos
seria posible, por ejemplo, ponernos en relacion con el espiritu de las na-
ciones, o de las sectas politicas y religiosas, y dirigirlas segun visiones pro-
videnciales. Esperando; solo podemos trabajar en silencio, entregarnos y
tener confianza en nuestro Amigo.

' ' A • Paj S6d r


Capftulo 20

LOS ENEMIGOS INVISIBLES

Andreas habia ido a Bretana para uno de esos repentinos viajes de los
que tenia costumbre. Al pasar me recogio en Nantes; aquella tarde debia-
mos ver juntos a un campesino enfermo que vivia a dos leguas de Vannes,
en una casa grLs con un gran tejado, cuyos setos, en el encajonado camino,
solo permitian ver la techumbre.
El rector creia que ese campesino estaba poseido; en cuanto al medico,
como sabia que era alcoholico, queria internarlo lo antes posible.
Andreas habia sido sobrio en palabras entre esos bretones taciturnos.
En la oscura sala, donde una pequena lampara daba vida a las sombras,
la abuela y la hija se afanaban entre la marmita y la cuna. El hombre estaba
sentado entre nosotros, con su baston en la mano, su sombrero sobre la
cabeza y la pipa en los dientes. Andreas fumaba tambien y los tres bebia-
mos un tazon de sidra. Un gato flaco rebuscaba y dos perros embarrados,
de ojos brillantes, se calentaban ante el hogar.
Afuera se habia levantado el viento. Comenzo una pequena cancion
ante la chimenea, pero muy pronto fue una furiosa orquesta que hizo so­
nar de lo alto a lo bajo la vieja casa vetusta. Como en septiembre las tor-
mentas son raras, una de las mujeres, algo confundida, se levanto y en-
treabrio una de las puertas para mirar fuera. La vi hacer un gesto, avanzar
algunos pasos sobre el camino y volver corriendo. Su rostro se habia
vuelto del color de la ceniza. Dijo en voz baja: no hay ni un soplo de brisa
en el camino. Despues se santiguo.
Su marido habia levantado la cabeza como alguien que se despierta
del adormecimiento. Salto sobre sus pies levantando el baston con una
salvaje agilidad, pero Andreas ya se habia puesto de pie y le miraba a los
ojos bajo la luz de sus pupilas inmutables.

INIC AC ONES • 115


El campesino cayo a cuatro patas, se puso a mordisquear los bancos,
y a aullar aqui y alia como lo hace el lobo cuando yerra como un macho
hambriento. Las mujeres temblaban, en grupo, bajo la escalera; los ani-
males se habian escondido detras de ellas. Cuando la tempestad retomaba
su aliento, el hombre ladraba mas agudo aiin. El negro demonio del terror
esparda en aquella sala el mas deletereo de sus venenos. Me impacientaba
al ver que Andreas no se movia. Tenia que hacer algo, era necesario que
hiciera algo... y, sin embargo, los minutos caian siempre en la misma pe­
numbra y en el mismo concierto del viento y del poseido.
Pero he aqui que una Cosa marron empujo la puerta, con una pata si-
lenciosa, y muda, alta como un viejo gran lobo, agil, con el pelo raido, las
fauces babosas y los ojos rojos que ardian, vino a sentarse frente al hom­
bre, que seguia aullando, y que bajo el pestilente halito de la bestia fue
presa de temblores convulsivos.
Andreas se puso entre ambos. y la bestia elevo hacia el sus grandes
pupilas, claras, cmeles e hipocritas. Cogio suavemente su gran cabeza sal-
vaje, sus manos se hundian en el espeso pelamen y, sin embargo, percibia
como si el cuerpo del lobo se hiciera diafano. Eso termino por hacerme
perder mi sangre frfa. De la boca espumosa exhalaba a oleadas un in-
nombrable olor. De repente, la bestia se encogio como para saltan pero
Andreas la detuvo por los hombros, y ambos se quedaron mirandose a
los ojos, hasta que, como un candelabra al que se sopla, el brillo rojo que
danzaba en el centra de sus pupilas se extinguio.
—jHaz salir a todo el mundo! jSientate, hombre, rapido! —me dijo An­
dreas.
Saque afuera a las mujeres, la cuna y los perros, y levante penosa-
mente al hombre que se habia quedado mudo. La tempestad disminuyo
a la vez, la bestia cayo sobre sus patas, retrocedio hasta el atrio y se
desvanecio como el vapor. El campesino se desperezaba, se frotaba los
ojos y refunfunaba. Percibio baba en la manga de Andreas y se sobre-
salto.
—Escucha, Jean-Marie —le dijo Andreas—. En una hora lo recordaras
todo pero no hablaras de ello a nadie, jamas. Vete inmediatamente, ve a
buscar a la madre Le Dallo; llegaras manana por la manana al amanecer

1 '6 • d3j Sedi'


y volveras tambien a pie. Le daras cien francos, ya sabes, los cien francos
de hace veinte anos y cien francos mas por los intereses; cuando muera,
haras cantar una misa por ella cada sabado. <«Me lo prometes?
—Si —dijo el hombre—. Y fue delante de una pequena virgen de es-
cayola, sobre la chimenea, se santiguo, rezo un Padrenuestro, un Avemaria
y dijo:
—Juro que le devolvere los cien francos, que hare decir las misas y
que no se lo contare a nadie.
—Esta bien —dijo Andreas—; ve, que te vea partir. No tengas miedo,
no habra nada en tu camino esta noche.
Tres minutos despues estabamos en camino, y Jean-Marie se alejaba
hacia el norte, mientras nosotros regresabamos a Vannes.
Naturalmente, agobie a Andreas con mis preguntas.
—Es una venganza —me respondio.
—jPero el lobo era traslucido y, sin embargo, pesaba, era material,
pues ensucio su chaqueta!
—Pues bien, si —dijo—, ,;no has estudiado magia? Sabes bien que es
la licantropia. Estamos en el pais del coco. En los lugares donde la vida
de la naturaleza es tan fuerte, el hombre es poco intelectual, y ofrece muchos
medios de accion a los espiritus piedras, maderas, charcos, nubes, vientos,
tierras sin cultivar. Entonces, las criaturas fisicas son videntes, intuitivas, me­
diums, y las criaturas invisibles estan mas proximas a la materia.
—Es una prueba mas de que la Naturaleza procede siempre por gra-
daciones insensibles, y que por todas partes los hombres tienen una innata
intuicion de lo Invisible.
—Si, por todas partes el hombre recibe interiormente aquello que ne-
cesita. Hoy en dia se tiene la tendencia a decir que las ciencias misteriosas
nos vienen todas de Oriente. No es exacto. No solamente en los libros oc-
cidentales, sino tambien en las tradiciones populares, se encuentran todas
las teorias que ensenan los esoteristas de la India, de China o del Tibet.
Simplemente estamos bajo el imperio de una fascinacion mental, enviada
sobre nosotros por ciertos hombres poderosos, pero que no durara siempre.
—Es cierto que el Zohar contiene todas las ideas que habia visto an-
teriormente en los Puranas. La teoria brahmanica de los periodos crono-

\IC AC ONiES • 117


logicos esta tambien en el Sepher26, en Tritemio 27 y en Arbatel28. Si se
completa a Agripa con algunos Padres de la Iglesia, se puede edificar una
pneumatologia tan complicada o completa como la de los Vedas. Paracelso
da las mismas ensenanzas de medicina, de historia natural, de fisica y de
quimica que los Samhitas hindues. ^Podemos decir que Oriente ha sido
siempre la fuente de la cual han bebido todos esos iniciados europeos?
—jEso es verdad! Justo. Es muy ocioso el discutir por motivos futiles
acerca de las prioridades. Sabes bien que nadie comprende nada de nada;
solo tenemos apariencias de compression. El cabalista, el pitagorico, el
yogui, el arbat, el wall, no han llegado unos mas alia que los otros al
cenit del conocimiento y el poder; solo poseen aproximaciones, mas o
menos cercanas. Estan cada uno en la cima de una montana. Todos ven
piedras, arboles, animales, ciudades, nubes; es la concordancia de las tra-
diciones. Pero nadie ve los mismos bosques, ni los mismos caserlos; es la
divergencia de las tradiciones.
—^Quiere decir que los asuntos de los que se ocupa el esoterismo es­
tan demasiado alejados de nosotros como para que podamos discernir
otra cosa que muy grandes conglomeraciones?
—Si, en cuanto el buscador encuentra algo neto, preciso, ese mismo
punto es el encuentro de tantas fuerzas diferentes, que le es imposible
enumerarlas todas y, como consecuencia, de darse cuenta de la verdadera
naturaleza de su hallazgo. Asi, la escena de antes es el ultimo acto de un
drama que comenzo hace cuatrocientos anos. Este campesino y la bruja
que adopt 6 la forma de un lobo son viejos enemigos; van a reconciliarse
luego. Pero <;quien tendra en cuenta los millones de espiritus de todas las
formas posibles que su odio secular ha puesto en movimiento?
—{Y quien va a poner todo eso en orden?

26 Sbepher Yetsirah: una de las principales fuentes de inspiration de la Kabala he-


braica. donde se exponen el sistema de interpretation numerica y la doctrina de las Ema-
naciones. (N. del T.)
27 Tritemius, Jobanes (1462-1516), monje alquimista, hermetista y experto en el signi-
ficado oculto de las palabras. Fue maestro del celebre Comelio Agrippa y mentor de Teo-
frasto Paracelso.
28 La magia de Arbatel, codice de Alquimia escrito por Comelio Agrippa de Nettes-
heim (1486-1535). (N. del. T.)

' 18 • Daul S6dr


—Dios, por medio de ciertos seres. Todo esta vivo, todo tiene su es-
piritu, su inteligencia, cualquier forma material no es sino el cuerpo de un
genio. Si, suponiendo que yo pudiera hacerlo, quisiera reconciliar esos
millones de chispas de vida, me haria falta mucho mas tiempo para ello
del que ese hombre y esa mujer han empleado para hacerlos batallar. Si
me dirijo a los diferentes jefes de esos genios, sera necesario que los bus-
que, que los encuentre, cuando sin duda habran partido bien lejos de esta
tierra. Es mas sencillo que me dirija a Dios, que todo lo conoce, y que en
un parpadeo habra hecho comparecer a esa masa de seres y la habra juz-
gado, es decir, reorganizado.
—Entonces, ,;los libros esotericos de magia, de neumatologia o de an-
gelologia, aunque conteniendo temas exactos, incitan al buscador a diri-
girse a las causas secundarias y no a la causa primera?
—-Justamente. Aunque digan siempre que hay que dirigirse a Dios,
que no hay que emprender nada sin conciliarse con su ayuda por una
conducta pura, siempre pasamos esa primera pagina, la juzgamos muy
buena para la masa, pero no para un iniciado, tal como lo creemos ser;
corremos hacia los secretos, hacia las cosas curiosas, y a fin de cuentas
nos perdemos.
—En suma, existen de verdad genios, jefes, principes, satrapas y reyes
invisibles, dioses para los planetas, las razas, las naciones, las ciudades y
las chozas; gulas para las profesiones y las situaciones individuales y res-
catadores que nos ayudan. La kabala, las religiones, el sufismo, el bu-
dismo, el brahmanismo son unanimes en cuanto a ello. Pero es mas pru-
dente y mas expeditivo no buscarlos, dirigirse unicamente a Dios.
—Si; el hombre debe actuar con la luz que le hace hombre, es decir,
con la chispa divina depositada en el desde el principio... Si actua con
uno de los cuerpos de esa chispa, con su inteligencia, o su magnetismo o
su voluntad, actua en el exterior y sobre el exterior, y no en el centro y
sobre el piano central del mundo. Permanece en el centro, en la unidad,
en la armonia, y todo lo que hagas irradiara unidad, armonia y paz. Te lo
repito, todo lo que los mas grandes hombres han ensenado, todo lo que
ha sido revelado a los mas puros no conforma mas que la millonesima
parte de la Ciencia total. Cada uno sigue su camino. No hay por ello po-

!N;C AGONES * 1 1 9
lemicas, ni crfticas, ni combates en ese piano Unico donde deberfamos
mantenernos. Aquello que tu crees cierto, dilo y, sobre todo, reallzalo. Los
demas hacen lo que deben hacer. El Amigo esta ahi para arreglarlo todo,
para poner a cada uno en su lugar, segun el plan que solo El conoce. Asi,
trabaja y queda en paz.

" 20 • Da j S6d'r
Capitulo 21

EL VIN EDO

En lugar cle regresar directamente a Paris, Andreas tomo el tren a Chi-


non y descendio en Ile-Bouchard. De ahi ascendimos en un pequefio tren
de corto recorrido, con toda una cohorte de granjeros y de granjeras que
regresaban del mercado. La pequeria locomotora avanzaba jadeante, entre
colinas recalentadas por el gran sol del verano. Separados por dos muros
de piedras secas, los viriedos alineaban sus hileras de cepas, y a lo lejos
se veian plantas con las hojas azuladas por el sulfatado. La estacion se
annnciaba mal. Los campesinos se lamentaban: la cosecha seria apenas la
mitad de la de un ario ordinario. Probablemente no podria guardarse el vino,
ni polvos, ni liquidos, ni abonos, ni cruces podrian detener a las siempre
nuevas enfermedades. Se preveia la ruina. Harian falta muchos arios para
volver a obtener algo.
—Habeis tenido buenos arios —les replied Andreas—, <;de que os ha
servido eso? Habeis almacenado el dinero, ni siquiera os habeis pagado
un placer mas, ,;vuestro Consejo Municipal ha arreglado los caminos o he-
cho algo para los indigentes? No. jPues bien! <;Por que esperais que la tierra
sea mejor que vosotros?
—Usted no tiene en cuenta todo lo que hemos gastado en plantas de
America —replicaron los campesinos—, en estiercol, en abonos, en riegos.
—No os han servido para mucho este ario —les respondio Andreas—.
Y en efecto nada habia detenido la enfermedad. La ciencia de los agro-
nomos habia reconocido su impotencia y habian vuelto a las practicas
empiricas que recordaban los viejos, sentados bajo el nogal, con el baston
bajo la barbilla y la pipa en la boca.
—Si —continuo Andreas—, hace tiempo se paseaba al Buen Dios por
los campos, pero hoy en dia sois demasiado malos. Vuestro Buen Dios
es el sulfato de cobre, y sus angeles, los fosfatos. jTratad de obtener algo,

l\>C ACIONES • 121


ahora que habeis agotado la tierra! Habeis tenido la pereza de no sembrar
pepinos, eso no es natural. Sabeis bien que si un hombre solo tomara
omjo sin comer, moriria muy pronto. No hay que forzar; sabeis muy bien
como cuidar vuestros caballos y vuestros bueyes, haced lo mismo con los
vinedos.
Y los campesinos escuchaban sin decir nada, para no aparentar ser
unos veletas, pero algunos pensaban para sus adentros que ese senor po-
dria estar en lo cierto.
—Sin embargo, <;no querra usted devolver a esas gentes a la Iglesia y
al cura? —le pregunte.
—,;Por que no? —me respondio—. Elios no tienen necesidad de tener
una vision general del Gobiemo. Han nacido campesinos; eso quiere decir
que esta vez solo tienen que obedecer. Sabes bien que el catolicismo es
la mejor de las religiones.
—Si, pero <;que relacion tiene con las enfermedades de los vinedos?
—Muy estrechas, doctor, y tambien con las enfermedades de los re-
banos, con el granizo, la lluvia, el viento y muchas otras cosas mas.
—>;C6mo es eso?
—Pues de una forma muy natural. Tu sabes bien que lo propio de la
religion de Jesus es unir a Dios con la Creadon entera, pues es la religion
del Verbo. ,;Comprendes tu eso?
—Si. mas o menos. Pero me parece que me costaria mucho explicar-
selo a los filosofos.
—;Oh. nosotros no estamos ahi!, tendriamos primero que hacerles per-
cibir la realidad objetiva de la religion: ellos solo ven un conjunto de for­
mulas subjetivas, solo ven en los dogmas simbolos intelectuales, y en los
rituales, simbolos morales. El dogma es algo en si mismo y el rito contiene
en el una virtud; si ademas el sacerdote es un santo, esa virtud aumenta.
Pero volviendo a las ovejas, hay que darse cuenta de que, para explicar
la influencia que una oracion liturgica puede tener sobre un fenomeno fi-
sico el circulo colectivo de una Iglesia abarca mas que los hombres que
forman parte de ella. La Iglesia Catolica, por ejemplo, no solo comprende
a los sacerdotes y los fieles muertos y vivos, ella incorpora a muchos otros
seres, visibles e invisibles. Son primeramente los genios de las naciones

' 22 • ^ a j 36dr
que la reconocen y los genios subordinados que les obedecen. Ella com-
prende una cierta porcion de espiritus infernales y de espiritus celestes;
espiritus de las ciencias y de las artes propias de esas naciones. Los espi­
ritus de las ciudades y de los pueblos, de los nos, de las montanas, de los
basques, de los campos que dependen de los genios nacionales o etnicos;
los espiritus de las instituciones politicas, civiles, intelectuales, de las ma-
quinas, de las casas y de los palacios. En resumen, los espiritus de todas
las variedades de seres y de formas materiales construidos por la fuerza
de la Naturaleza o la voluntad de los hombres, que han dado su fe al
maestro de esa religion.
— ;$e podria entonces inventar una fisiologia espiritual de la religion,
del estado, de la industria, de todo lo que constituye la civilizacion?
—Si —respondio Andreas—. Recuerda siempre que la Naturaleza tra-
baja con un solo plan, y que la misma ley por la cual un astro se desplaza,
rige la simiente, el saber y la virtud y todo lo demas. <;Ves como el Reino
de los Cielos es similar a un grano de mostaza? <;Ves en que actitud interior
hay que estudiar el Evangelio?
—Si —dije—, entreveo horizontes muy amplios. Pero volvamos a las
desgracias de los vinedos —anadi, pues sabia cuan habilmente Andreas
podia eludir una pregunta.
—Pues bien, volvamos —me respondio—. <;Cual es el acto mas elevado
que un hombre puede realizar? ,;Aquel que pone en juego sus energias
mas profundas y mas puras, y que como consecuencia despierta mas ecos
en todas las esferas de su individualidad? Es el acto religioso, ;no es asi?
Ahora bien, puesto que todo se relaciona en el Universo y que no podemos
hacer nada que no tenga su repercusion sobre el medio, con mayor razon
la oracion. que remueve nuestros centros mas secretos, conmovera, por
reaccion, todos los centros del medio al cual estamos apegados.
—,;No es eso todo? —pregunte.
—Si, en la comunicacion social, la celula encaigada de representar la
funcion de orar. el sacerdote, pide algo segun las formas que le son indicadas
por la tradicion; es decir, por la cadena de los sacerdotes ancestrales, hasta
el fundador de dicha religion, y tal demanda tiene, en principio, un eco en
los demas miembros de dicha colectividad. De igual forma que cuando el

IN ClAC ONES • 123


corazon reza, el resto de tu cuerpo resiente algo. El resto de la colectividad,
tanto visible como invisible, escucha esa oracion, y a causa del nombre de
Dios que es invocado, las partes de esa colectividad que no estan de acuerdo
con la ley, llegan por las buenas, o forzadas, a conformarse.
—Si, quisiera creerle, pero no acabo de comprender con claridad.
—Por supuesto que no comprendes —exclamo suavemente Andreas,
sonriendo—. No te digo estas cosas para ahora mismo; solo tendras ne-
cesidad de ellas mucho mas tarde. Hara tiempo que las habras olvidado.
Pero, sabes, hay a veces, en nosotros, temblores de tierra; a veces las capas
profundas de nuestro espiritu ascienden al sol de la consciencia, mientras
que aquello que estaba arriba se entierra en el subsuelo oscuro. <;Eso debe
estar escrito en el Evangelio?
—Tal vez cuando es dicho: «El ha hecho descender a lospoderosos», etc.
—Sin duda —respondio Andreas—. Pues bien, cuando el cura de la al-
dea, con el maestro, los ninos, algunos campesinos y algunas buenas mujeres,
van a pasear el Santo Sacramento a traves de los trigos, cantando salmos con
una voz gastada, hay asistentes invisibles a esa ceremonia. Y ellos escuchan
las palabras en latin, o mas bien la fe que dinamiza esas palabras se les apa-
rece como trazos de luz, ban-eras de fuego y puntas de fuego, y los pequenos
seres que hacen el granizo y la lluvia o el viento, obedecen mejor de lo que
lo harfan a esos trabucos que ves erigirse aqui y alia entre los vinedos.
—<;Es tan simple como usted lo dice?
—Pues si. La Naturaleza silvestre es muy sensible a las fuerzas psiqui-
cas. Por eso los brujos o los curanderos tienen mas exito en el campo que
en la ciudad. La religion es algo muy natural, el corazon es hasta tal punto
el receptaculo de la vida que uno y otro hayan su normal expansion ale-
jados de las artificiales creaciones del genio humano.
—viPodriamos buscar aqui la razon del fracaso de los tratamientos qui-
micos en los vinedos de este ario?
—Si, podemos. La tiena, primeramente, esta viva, y se acostumbra poco
a poco a todo, como un Mitridates29. Ademas, el producto quimico esta

29 Mitridates: Rey que segun la tradicion se acostumbraba al veneno ingiriendo cada


dia una pequeria dosis. (N. del. T.)

' 24 • Paj S6dr


muerto la mayor parte del tiempo; en consecuencia, no puede dar aquello
que no posee; no es para el suelo sino un excitante como lo es el alcohol
o el cafe para nuestros cuerpos. Ademas, al igual que nuestro cuerpo, la
tierra solo tiene una limitada capacidad de absorcion; una vez saturada,
llega al limite de su rendimiento y no puede ir mas lejos. Entonces, es ne-
cesario que el agricultor busque otra cosa. En fin, ese es el caso este ano y
para esta region, la Justicia Inmanente emite a veces decretos, los cuales
son ejecutados a despecho de todos los artificios de la ingeniosidad hu-
mana. Por ejemplo, cuando los hombres se han mostrado obstinadamente
avaros o maledicentes durante mucho tiempo, a pesar de la clemencia del
tiempo o la bondad del suelo, algunos seres —-justicieros— abren cierta
puerta del otro lado. Entonces, la avaricia y la maledicencia humanas entran
en un lugar donde reciben vida, una cierta facultad de procreacion organica;
se forman entonces en la superficie del suelo, un poco por todas partes y
en el moho, microorganismos primeramente unicelulares, que evolucionan
rapidamente y se convierten en animalculos 30. La filoxera no tiene otro ori-
gen, y lo que te digo es cierto, que en este pais que atravesamos solo hay
un vinedo mas o menos sano, y es el vinedo de un hombre que reza.
—yjExisten entonces continuas relaciones entre aquello que los ocul-
tistas llaman el astral y el mundo fisico?
—Por supuesto. Todas las partes del Universo estan en continua rela-
cion; se banan unas en otras. Salvo cuando, excepcionalmente, es cons-
tmido un muro para un aislamiento local y temporal. Es por causa de esta
infusion universal por lo que las religiones recomiendan tanto dirigir a
Dios todo acto y todo pensamiento.
—Pero <;no quiere el Cielo hacer nada por estas pobres gentes, solo
esta vez, para salvarlas de la aiina? ;Tal vez por haber estado tan cerca
van a mejorarse?
—Hace muchos anos que el Cielo tiene paciencia con ellos —dijo An­
dreas—. De nada ha servido. Sin embargo, el Buen Dios tiene tiempo. Si
solamente hubiera entre ellos alguien que comprendiera lo que pide, mu­
chos sufrimientos les serian evitados. ;Pero no es asl!

30 Pequenos microorganismos, como paramecios, etc.

INICiACiONES • 125
—Entonces, ,;por que no prevenir a ese hombre del que hablaba hace
un momento?
—Pues bien, le prevendremos —me respondio Andreas, con el tono
del que uno se desembaraza de las inoportunas preguntas de un nino—.
jSi los hombres llegaran simplemente a darse cuenta de cuantas incesantes
tentaciones son objeto! Por todas partes somos vulnerables, desde nuestro
cuerpo hasta el lmiite mismo de nuestro espuitu. Rozamos la muerte —las
muertes— varias veces al dia. No, el hombre no cultiva sufidentemente el
agradecimiento. ;He aqui que nosotros viajamos sin tropiezos desde esta
manana, y lo encontramos tan facil! jQue ingratos somos!
Y alii mismo, Andreas, con los ojos medio cerrados, se sumergio en
una larga y taciturna meditacion.

126 • —
aji S6dr
Capftulo 22

AVALANCHA EN EL HIMAD\YA

Al llegar una tarde a casa de Andreas, le encontre ayudando a su mujer


con los preparativos de un viaje. Una amiga intima, enferma, la reclamaba
y ella debia coger el sur-expreso inmediatamente. La acompanamos a la
estacion de Austerlitz; me di cuenta de como Andreas se las ingeniaba para
asegurarle toda la comodidad imaginable, y tambien la diplomacia exquisita
de sus maneras, una gracia que jamas habia visto, salvo en dos o tres viejos
grandes senores. Percibi tambien que Andreas conocia mucho al personal,
desde el comisario especial hasta el mas humilde de los hombres del equipo.
El rapido partio y me propuso un paseo nocturno por el campo.
Acepte entusiasmado. Una noche de conversaciones con semejante com-
panero de camino era una gran suerte. Le propuse tomar un tren subur-
bano para llegar mas rapido al silencio y al aire de los campos. De esta
manera, hacia la una de la manana, los habitantes de Villaine que todavia
no dormian pudieron percibir, gracias a la luna llena, dos sombras que
atravesaban los campos hacia las colinas boscosas que dominan el valle
de la Bievre.
—Son paises que me gustaria tanto conocer, ;esa vrasta Tartaria, esa
India, esa China! —dije.
—Ya, pero jcuantos viajeros se han dejado la piel alii! Hay lugares que
se han hecho una reputacion y uno debe estar prevenido en consecuencia,
como la India y el Himalaya. Pero el clima del Turkestan o de xMongolia
no es menos mortifero. Recuerdo haber sufrido mucho.
—;Como es eso? —le pregunte.
—He aqui. Fue mi primer viaje a Lasha. Asumia en ese momento un
fuerte ataque moral, del genero del que tii me hablaste, y como las des-
gracias nunca vienen solas, otros problemas me preocupaban tambien. Me
encontraba en la siguiente situacion:

IN1ICACI0NES • '2 7
En toda Asia, sin duda lo sabes —continuo Andreas, mientras escalaba
un repecho—, la politica y las ciencias ocultas estan estrechamente unidas
y se prestan rnutuo socorro. Los brahmanes estan mas o menos tranquilos
en su etnogenia, los musulmanes son mas activos y dan tantos problemas
al emperador de las Indias como al zar. En cuanto a China, todo el mundo
conoce hoy las silenciosas y lentas intrigas de las sociedades secretas con­
tra la dinastia manchu. Los Annamitas siguen soriando en recuperar su
autonomia y los tibetanos vigilan desde lo alto de sus nevados observatorios
los movimientos de los pueblos que se agitan en el inmenso continente.
Las migraciones de los nomadas budistas de Tartaria, de los mahome-
tanos iranies, afganos e hindues, de los taoistas, de los miembros de la
Triada y del Loto Blanco 31 les son fielmente informadas por rapidos emi-
sarios y por una especie de telegrafia sin hilos que conocen desde hace
siglos. Los lamas estan muy interesados en el descenso de los rusos hacia
el sur y el ascenso de los ingleses hacia el norte. Por otra parte, es hacia los
primeros a los que van dirigidas todas sus simpatias.
No quiero hacerte un fatigoso relato historico de la politica tibetana ni
de las vicisitudes de ese sacerdocio central. Te bastara saber que el Dalai
Lama y los grandes lamas de Tartaria estan bastante mas de acuerdo de lo
que cree la masa de sus fieles. Su Consejo Supremo que, ademas de esos
budas vivientes, comprende a los jefes de todas las iniciaciones de la India,
de China, de Japon, de Annam y de Malasia, proyecta emprender un acer-
camiento con el jefe de un gran imperio de Europa. De ello hace ya bas-
tantes anos. Tenian necesidad de un emisario que estuviera al corriente
de las cosas occidentales y pusieron sus ojos sobre mi.
Pero los mensajeros, las caravanas, el ceremonial, no les permitia man-
tener esas negociaciones absolutamente secretas. La masa del pueblo, los
novicios, los lamas, e incluso los khampos o cardenales, hubieran sido ra-
pidamente puestos al corriente por las inevitables idas y venidas que oca-
sionan esas diligencias diplomaticas. Hacia falta, pues, encontrar un pre-
texto que justificara a los ojos de esas poblaciones la importancia dada a
una persona.

31 Poderosas tongs o sociedades secretas chinas. 0 V. del T.)

' 28 • Paul S6dr


Aqui, Andreas se detuvo, encendio su pipa y, inirando a los adorme-
cidos valles bajo la luna, dijo:
—La Naturaleza es clemente aqui.
Y despues, apartandose algunos pasos, se mantuvo inmovil, en una si-
lenciosa contemplacion. El amanecer se anunciaba ya un poco; sobre la
alameda, unos conejos se aventuraban, las golondrinas comenzaban a gor-
jear alrededor de una granja en el valle. De golpe, salio el sol ante nosotros,
por encima de un bosque de hayas y, simultaneamente, una alondra surgio
de un surco en la tierra como una bala, lanzando su oracion matinal.
Andreas volvio hacia mi y continuo su relato.
—El transcaspiano no estaba terminado. Mi cortejo y yo mismo hici-
mos la ruta a caballo, a traves de las llanuras del Turkestan. Volvia a ver
las aiinas de la antigua Samarcanda, de Nerv, centros desaparecidos de la
brillante civilizacion arabe. Ahi me hubiera gustado verte, tostado por el
dia, cegado por la tarde por el polvo, congelado por la noche, sufriendo
la sed a todas horas, no pudiendo calmarla por temor a las enfermedades
intestinales, presa del mal de las arenas, que vuelve grunones a los mas
pacientes. Pero ya te contare todo eso algiin dia.
Concluida mi mision, partimos de nuevo hacia el Tibet. El viaje se
desarrollo apaciblemente, hasta las altas planicies del Hindu-Kusch. Me
aguardaban cosas terribles en el techo del mundo.
Era la tercera vez que mi destino me llevaba a las nevadas soledades
del Himalaya. Pero por mas que pudieran llegar a desalentarme el frio, la
fatiga, la escasez, el esfuerzo de los ascensos penosos, de los peligrosos
descensos, las tempestades, las terrorificas ilusiones opticas, ademas de la
paz que siempre he sentido en la profundidad del desierto, nada de todo
aquello me afectaba frente a las alegrias del montanero. ,Llenar inis pul-
mones con el aire helado de las cimas!, ;embriagarme, por la noche. ante
la vision del esplendido firmamento, saborear la magia del sol naciente y
las tragicas orquestaciones de los colores del sol poniente!, jahogarme en la
calmosa beatitud de las noches, cuando la luna ilumina el formidable si-
lencio, roto de vez en cuando por el grito de una bestia, cazando en el
fondo de los valles! En esa paz inmensa, inmovil y llena de vida, la ma-
jestad de la Naturaleza visible exalta el corazon del hombre hacia lo Invi­

NC AC ONES • 129
sible. Reposa mas cerca del seno de la Gran Madre. Lo artificial y lo inutil
caen, como cortezas secas. La enormidad, incluso, de las formas materiales
teiTestres, aplastandole por todas partes, hace surgir del fondo de su co-
razon una pequena planta, tan debil que sola puede ascender hasta el
Cielo y hacer descender el verdadero Amor.
No sin falta de razon los episodios mas remarcables de la historia de
las religiones ocurrieron en la cimas de las montana: el Mem, el Nebo, el
Horeb, el Tabor, el Calvario, son los misteriosos trampolines desde los
que se lanza, con un esfuerzo sobrenatural, la oracion de los iniciadores.
Son los Remansos de Gracia , donde aterriza, desde los rios eternos, la
nave que trae al sacrificio el necesario socorro para la consumacion del
holocausto.
Las sanias de las corrientes electroteluricas caen al fondo de los valles;
el aire de las montanas es mas puro, la tierra es mas rica. Bajo la nieve,
las rocas cubren silenciosamente la formacion de aluminas virgenes; mana
el agua vigorizante de las fuentes, saturada de los sabores del suelo ma­
ternal. El olor de los bosques ensancha los pulmones, los vastos horizontes
agudizan la vista, la escalada de las pendientes abruptas forja musculos
de acero; el imprevisto cataclismo de las avalanchas, las grietas traicione-
ras, someten a los nervios al control de una voluntad inmediata. La casi
soledad exalta el alma y la hace avida de aspirar tambien ella los halitos
impolutos de las cimas misticas.
En la intimidad de la Naturaleza, la cultura del hombre civilizado se
seca y muere. El sentido de lo intimo retoma su lugar normal; el instinto
de lo cierto, liberado de los prejuicios y de los convencionalismos del
mundo, puede abrir libremente su verde frondosidad en la perpetua pri-
mavera de un alma que vuelve a ser inocente. jAh, si los hombres no qui-
sieran creerse mas sabios que la Naturaleza! jCuan rapidamente percibirian
que sus sistemas son esteriles y que solo dan frutos insipidos! jComo de-
jarian, sin inquieaid por el futuro, a las fuerzas vivas de su interior retozar
aqui y alia, ofrecerse a los rayos del sol verdadero, esparcir la alegrfa a su
alrededor y en ellos mismos, como una ronda de ninos que juegan, que
bailan ante la puerta de la choza...! Pero no queremos comprender que lo
simple es lo cierto.

130 • Pad S6d r


Una noche estabamos acampados sobre el flanco sur de una montana,
para preservarnos de un viento aspero que nos habia hecho sufrir cruel-
mente toda la jornada. El cielo estaba claro, nada hacia prever la tempes-
tad, sin embargo, habia visto algunos pequenos copos de nieve de blanca
cabeza ascender hacia el norte contra el viento, por encima de nosotros,
en el valle. Habia compartido mis temores con mis companeros y habia
hecho erigir la tienda, entre dos rocas, en el sentido de sur a norte, donde
como candidato a Nomekhanat debia dormir solo. Fui despertado aquella
noche por el ruido sordo de algo que caia sobre mi techo de fieltro. Como
estabamos rodeados de grietas y de precipicios, quise esperar hasta la ma-
nana, y pase varias horas escuchando la tempestad de nieve que se abatia
sobre los flancos de mi yurta32 tartara.
Cuando el mido ceso, quise salir. Tuve que cavar un sendero bajo la
nieve. Un radiante sol hacia brillar la llanura inmaculada y los picos de
diamante. Pero mis companeros, sus tiendas, los camellos y los caballos,
todos habian desaparecido. Un tempano de hielo se habia formado entre
las rocas que apuntalaban mi yurta y hecho una cabana de muros de
nieve. Buscando, percibi un jiron de fieltro a algunos cientos de pies por
debajo de mi. La caravana entera habia sido arrebatada como una hoja
por la avalancha y yo estaba solo, con un saco de te, sin agua ni fuego, a
casi cinco mil metros de altitud y a treinta y cinco grados bajo cero.
Sin embargo, solo estaba a medias inquieto. Si mis servidores habian
sido realmente victimas de un accidente, podia, por medio de aquello que
tu llamas telepatia pedir socorro al monasterio mas proximo, y esperar va-
rios dias sumergido en uno de esos estados letargicos del Hata-Yoga. Pero
si mi abandono habia sido premeditado, haria bien en no contar salvo
conmigo mismo; ni un solo lama responderia a mis llamadas. Lo mas pm-
dente era, pues, prevenirme contra el hambre.
iHas oido hablar de ciertos adeptos que pueden materializar, por ejem-
plo, un saco de arroz, con tal que tengan un solo grano para servir de
base, de punto de apoyo? Yo solo tenia te, que no es alimenticio; la nieve
habia cubierto todos los lugares donde hubiera podido encontrar un frag-

32 Vivienda transportable de los nomadas del Asia Central.

INIC AC ONES • '3 '


mento de vegetal olvidado por los estomagos de los camellos. No podia
utilizar ese procedimiento. Pero me era relativamente facil, con un poco
de paciencia, atraer y absorber ciertas particulas nutritivas provenientes de
la descomposicion de las rocas expuestas a la lluvia. Los minerales, que
tus medicos estudian mucho desde hace un siglo, encierran todo lo que el
hombre puede necesitar. La materia prima, pues, no me faltaba.
Ya habia recogido un punado de polvo rojizo y dispuesto un espacio
bajo mi yurta, escrito las formulas y orientado la operation, cuando, sin
razon, estas palabras leidas antano y luego olvidadas atravesaron mi me-
moria: «Haz que estaspiedras se transform en en p a n ». Me levant e profun-
damente turbado. ,-Con que derecho alterar la Ley de la Naturaleza? «jQue
seria de todas esas vidas microscopicas que mi voluntad iba a arrojar a un
pais espiritual que no era el suyo, destmyendo la curva de su evolution,
tiranizandolas para hacerlas cumplir una mision que no estan preparadas
para emprender? Sin embargo, tal vez mi propia vida es mas preciosa que
todo ese polvo, pero si continuo mi operation, es la ley del mas fuerte lo
que realizo; si cometo hoy una injusticia, <;que abusos de mi poder no co-
metere manana?
La bora avanzaba. Pronto me haria falta dejar para manana la trans-
mutacion proyectada. Las ideas zumbaban en mi cabeza. Si resistia a mis
sugestiones, era la muerte. No tengo miedo a morir, pero no quiero mo-
rir. El orgullo estaba herido en mi mas que el deseo de vivir. Recomence
todos los preparativos de mi operacion; todo esta preparado de nuevo,
voy a pronunciar las palabras rituales... y mis labios permanecen mudos.
Algo ha descendido en mi, como un licor amargo y astringente. Me senti
de golpe tan pequeno, tan pequeno en inteligencia como en cuerpo, y
me quede ahi, como un insecto, agarrado a la pared rocosa, esperando
lo desconocido y feliz de esperar en la noche en la que brillaban las es-
trellas.
Al alba sail de ese peligroso estado mental. Los escrupulos misticos
habian desaparecido; habia olvidado las dignidades, los misterios, la po-
litica mundial y la iglesia lamaista. Solo era ya un montanero hambriento,
pero todavia alerta y queriendo entrar en liza con la nieve, el frio y los
precipicios.

132 • 3a j S&J'
Plegue el fieltro de mi tienda como una especie de trineo, sobre lo
cual me ate lo mejor que pude. Despues, habiendo cogido en cada mano
una piqueta como timon, y fiandome de mi buena estrella y en mi expe-
riencia de los campos de nieve, me deje deslizar, a lo largo de una pen-
diente mas o menos solida. a la parte baja de la cual esperaba poder en-
contrar, en algunas horas, a algun ser vivo.
No me faltaron las contusiones, ni los riesgos de romperme el cuello.
Pero, hacia medio dia, habiendo descendido casi dos mil metros, vi una
banda de hierba y, un poco mas abajo, arboles. Estaba salvado.
Reuni mis fuerzas para lanzar algunos gritos agudos en el lindero del
bosque, que el eco podria llevar a los oidos de un pastor. Tuve la alegria
de oir trinar en el aire una lejana respuesta, y una media hora mas tarde, un
campesino ascendia corriendo la pendiente, feliz de poder servir al santo
lama, sentado bajo los abetos, con un gran aire de nobleza y desapego.

N ClAC ONES 133


Capitulo 23

LA PRUEBA

Algunos dias mas tarde —continuo Andreas— , llevado por pastores,


volvi a mi celda, para esperar con la mayor calma posible los eventos
que presentia decisivos. Muy pronto llego el embajador del gran lama de
Urga con el pretexto de celebrar un aniversario, y al dia siguiente vinieron
a buscarme con gran pompa, en medio de una bacanal de campanillas,
petardos y aclamaciones populares. El consejo de los doce Nomekhans
estaba reunido. Me emplazaron en el centro. Un largo pergamino me
fue presentado en silencio y lei, para mi gran sorpresa, que me habrian
elegido para un puesto elevado si durante mi mision europea no hubiera
dado notorias pruebas de mi incapacidad. Pasee sobre la asamblea una
mirada sin colon pues los sabia a todos ocupandose en espiarme con
toda la fuerza de su atencion. Cualquiera en mi lugar se habria defen-
dido, la muerte es el castigo usual de estos juicios secretos, pero mi an­
terior experiencia de las astucias orientales me sirvib. Si habian decidido
mi supresion, solo un milagro podia salvarme; no podia escapar por mis
propias fuerzas. Era necesario. primero, adivinar lo que esperaban de mi.
Me sabia superior a ellos en algunos ritos que los santuarios brahmanicos
jamas habian comunicado a los budistas. Llevarme a revelarles esos mis-
terios, ese era sin duda el objetivo de sus astutas maniobras. Ahora bien,
no queria en forma alguna traicionar la palabra dada. Aguarde enton-
ces bajo el fuego de esas doce voluntades, avidas de arrancarme mi se-
creto, en el silencio de esa sala, en medio del zumbido del monasterio y
del alborozo de la aldea. Ningun desierto me habia parecido jamas tan
terrible.
Mi impasibilidad debio sorprender a mis jueces. Fui llevado de nuevo
a mi celda, despues de haberme puesto en el pulgar, en signo de honor,
un soberbio teco, un anillo de jade gravado y cincelado.

-34 • Paj. S6dr


Los Nomekhans no querfan ini persona fisica. Pero si debia temer las
torturas de otro orden, cuyo empleo les es familiar y que no habian podido
resistir ninguno de aquellos pobres desgraciados a quienes los politicos
de los consejos secretos habian querido reducir. Los sabios no habian de
ese arte, pero las gentes del pueblo creen que algunos lamas pueden desen-
cadenar sobre ti una horda de demonios. Comprenderas que no te diga
nada al respecto.
Es lo que en efecto ocurrio. Las ideas de huida germinaron en mi cere-
bro, pero ^como realizarlas? Jamas podrfa salir solo; unicamente tenia como
vestimenta el gran abrigo de lana y el gran sombrero, no tenia dinero. Me
desespere. Despues quise emplear la sugestion hipnotica para asegurarme
el apoyo de uno de mis servidores. Pero habian previsto mi intencion, todos
habian sido encantados, por decirlo asi, por el Gran Consejo. Tuve todos
los problemas del mundo para conseguir que mis tentativas se mantuvieran
secretas. Estaba preso como una mosca en una tela de arana. Durante una
semana me debati asi, realizando los ritos publicos, con el rosario de hayuco
en los dedos y la ensenanza en los labios, pues me habian conservado el
decorado y las hinciones de un dignatario; otras tantas cadenas, por otra
parte. Despues, el nerviosismo se calmo y la consuncion comenzo a minar
mis energias. Es lo que aguardaban mis tentadores. Cuando supieron que
estaba muy debilitado, impresionable, desesperado, enviaron a buscarme,
proponiendome el cargo de abad de un monasterio de Lasha, y me lo hi-
cieron visitar desde las cavernas hasta los tejados. Lo que alii habia de ri-
quezas amontonadas es inimaginable. Camaras llenas de piedras preciosas
brutas, otras llenas de joyas, otras de monedas, de annas, de objetos de arte,
de manuscritos, de dibujos, de muebles, de colecciones de plantas y de ani­
mates extinguidos, de instrumentos magicos. de vestimentas. Fui deslum-
brado. Mis manos se abrian, a pesar de mi mismo, hacia los tesoros. Pero,
antes de que la fiebre de poseer me invadiera del todo, pude decir a aque­
llos que me acompanaban: v;Que hay de bueno en todo esto? El oro se de-
rrocha. la ciencia es vana, la belleza ya no habita esta tierra--. Entonces cam-
biaron de tactica, me saludaron como a aquel que aguardaban para la
realizacion de sus designios. Me los revelaron. Se trataba de arrojar a la mitad
del antiguo continente contra la otra mitad, para someter la tierra entera a

IN'CIACONES • 135
su dominacion. Me vi a ml mismo como un heroe, un semidios adorado
por millones de hombres. Toda la belleza. todo el pocler, toda la riqueza
serian para mi, toda la inteligencia tambien y todo el amor que el corazon
hurnano podia contener. Una llama se prendia en mi organismo agotado.
Ocultaba mis manos en las mangas para que no las pudieran ver temblar.
A mis pies estaban los tesoros de los hombres, bajo mis ojos el esplendido
horizonte, las cimas, el eter, los bosques en la inocencia de su brillo prima-
veral; sobre las terrazas inferiores, los novicios y los monjes doblados por
la cintura hacia ml, me Servian el vino de la ambicion.
«Tu estableceras la gloria de nuestro senor Buda sobre toda esta tierra
—me decian los cardenales lamaistas—, tal vez cambies los destinos de
nuestro mundo, quiza puedas, ayudado por el entusiasmo de las multitu­
des, llevarles a la sumision. Viviras siempre presente sobre estas montanas,
presente tambien por todas partes donde quieras, ignorado si ese es tu
deseo, unico objeto de las miradas de los hombres, si tu lo deseas-. Y, du­
rante horas, esos solitarios, mudos por sistema, engranaron a mi oido el
rosario de las sublimes concupiscencias.
El reino invisible de Buda fue abierto a mi espiritu; su aureola me ro­
deo un instante. Pero de entre las ruedas fluidicas a los rayos de diamantes,
a traves de las llamas de oro que brillaban en mi cerebro, en el fondo de
las lavas de rubi manando en mi pecho, en lo mas alto del palio de zafiros
que pendia sobre mi cabeza, una pequena luz aparecio, fresca como una
gota de rocio, dulce como el soplar del viento en los jardines floridos. En-
tonces pude responder: «E1 senor Buda ha dicho: todo es ilusion. Permi-
tidme, ;oh, muy sabios!, que solo, tanto en el desierto como en la ciudad,
destruya a fondo primeramente en mi la ilusion radical. Entonces, unica-
mente, la Verdad quiera tal vez descender; entonces podre responderos,
entonces serviremos juntos a la totalidad de los budas y a su padre, el In-
concebible». Tras estas palabras, los Nomekhans, vencidos, se retiraron.
Mis sufrimientos habian terminado. Algunos dias mas tarde, un hombre
llego con una caravana de mercaderes chinos. Por otra parte, creo que ya
te has encontrado con ese personaje —anadio Andreas, como un paren-
tesis—. Descubrieron que mi salud tenia necesidad de un clima mas cle-
mente y me ofrecieron descender con el hacia la India. Acepte. Los en-

'3 6 • Dau S6dr


cantos de ese viaje por los valles silenciosos, bajo la sombra de los bosques
de pinos, de encinas y de abedules. De vez en cuando encontrabamos a
un pequeno oso marron, un ciervo, monos, el aguila gris nos seguia desde
lo alto de los aires; flores de las montanas de Europa, ranunculos, clema-
tides, anemonas, se multiplicaban a medida que avanzabamos hacia las
fertiles colinas del Nepal. Solo tomamos el tren en Saran, que nos llevaria
hasta Bihar, Bardwan y Madhupur, hacia el Ganges hasta Calcuta. Durante
esos tres meses ;cuantas lecciones me fueron ensenadas por ese compa-
nero misterioso que no creia volver a ver sobre esta tierra...!
El sol calentaba ya cuando Andreas guardo silencio. Escogio una zanja
a la sombra y me invito a dormir. como el, un par de horas.
Descendimos despues a la granja de su amigo, que contemplabamos
ya hacia mucho tiempo desde la cresta donde estabamos. Nuestro anfitrion
era un campesino viejo y grande, con patillas y anillos de oro en las orejas.
Nos hizo visitar los establos, sus cuadras, y despues de comer, sus bastos
campos de cultivo hortelano. Hablo a solas con Andreas, una media hora
mas o menos, despues pedimos permiso para retirarnos.
Apenas en camino. Andreas me pregunto: villas sonado esta manana?».
—Si —respondi—. pero eran recuerdos de la vispera: granja, labranza,
lluvia...
—;Ah! por que si la vida material influye sobre el sueno no influira
el sueno sobre esta?
—Es ingenioso eso que me hace observar jque ciencia oscura es la
oniromancia!
—Es un poco nuestra falta; nos tejemos vendas sobre los ojos y des­
pues nos quejamos de no poder ver con claridad.
Camine algunos minutos en silencio, reuniendo mis fuerzas para fran-
quear definitivamente el muro que sentia ante mi.
—Pues bien —dije con todo el impulso de mis mas queridas esperan-
zas, con toda la fuerza de inis mas profundos deseos—, jhaga que yo vea!
—;Oh, doctor! —exclamo suavemente, con un aire de reproche—, ,;por
quien me tomas? Comprende bien que yo soy ignorante, impotente, inca-
paz. Cuando todavia era joven, habia cosas que creia poder hacer, pero
ahora, todos los dias, todos los minutos, aprendo que no valgo nada.

N ClAC ONES • 137


Guardo silencio. Su mutismo estaba lleno de cosas incomprensibles
para la razon, pero que mi corazon escuchaba. Sin embargo, yo analizaba
mis sentimientos en plena consciencia; mis piernas recorrian alegremente
el camino bajo la creciente sombra de los viejos manzanos. Mis pulmones
se llenaban con las delicias del fresco viento del crepusculo. Una fuerza
magnetica estremecia mis musculos y mis huesos; mi cabeza estaba cal-
mada, pues en ese momento enumeraba los motivos logicos que hubieran
podido explicarme la conducta de Andreas. De repente, muy dentro de
mi mismo, muy lejos de la morada ordinaria de la voluntad, habia otroyo
en mi, no desconocido, pero poco conocido, que se erigia y que replicaba
a Andreas con la voz, con la boca de mi primer yo, con mi ser cotidiano
sobre esta tierra.
—Sin embargo, hay hombres que saben, que pueden. Hay un hom-
bre... tal vez muy lejos... tal vez muy cerca... aquel del que me hablo
—dije pensando en el companero de viaje al cual acababa de hacer alu-
sion al amanecer.
No podia, por otra parte, dejar de asociar ese hombre al recuerdo del
Desconocido que presidia los funerales de Desiderius, y de ese paseante
que encontre la manana de mi primera visita a Andreas.
—No se si debo —dijo Andreas sacudiendo la cabeza—. Si te muestro
la luz que he visto, querras tambien coger tu parte. Pero en el camino que
lleva hacia ella tcxlo ha sido reunido para alejar al caminante. Mala calzada,
polvo, piedras, rodadas, no hay sombra; encrucijadas donde uno se
arriesga a hacerse aplastar, pasajes sombrios donde los bandidos tienden
trampas en la noche... —subitamente, su voz vibro como una cuerda de
violonchelo—. Y cuando se tienen los pies ensangrentados, se esta em-
papado de sudor o helado por el cierzo, con las rodillas desolladas, el
vientre vacio, ;hay que seguir avanzando! —grito bajo con una concentra-
cion extraordinaria de energia en toda su potente estatura.
Este hombre, a veces, te removia el corazon como el leon sacude su
presa antes de devorarla. Me maravillaba de todo aquello desconocido de
lo cual me parecia que el era guardian. Y como lo creia necesario, hice
sobre la marcha las alegaciones mas pueriles de coraje, de perseverancia,
de todo lo que me vino a la cabeza.

' 38 • PaJ S6dr


Cap'rtulo 16

EL TIGRE

Para que se comprenda la narracion, debo mencionar desde ahora


un relato que me hizo Andreas, muchos meses mas tarde, de uno de sus
viajes a Siam. Lo cuento tan exactamente como mi memoria me lo per-
mite.
—Sabes... —me dijo una noche—, en una epoca ya lejana me pa-
seaba a traves de la cuenca septentrional del Saluen. Las leyendas que
corrian acerca de esos lugares todavia desconocidos habian determinado
mi eleccion. Montanas, bosques interminables, corrientes de agua sin ca-
nalizar, una flora y una fauna exuberantes, tigres para cazar, tantos atrac-
tivos irresistibles.
En cuanto estuve lejos de las escuelas y los consejos de familia, com
a visitar la India. Despues, con los ojos maravillados por mil brillantes pai-
sajes, fui a Rangon a descansar y hacer los preparativos para un viaje me-
nos apresurado a Laos y a Echan. Queriendo adentrarme en el alma de
esos pueblos, se me ocurrio una estratagema que mi escepticismo de en-
tonces encontro muy legitima.
Me habla dado cuenta de la extrema cortesia de los orientales hacia
los europeos. Simplemente me parecia fingida y dictada por otros senti-
mientos que la pura bondad o el temor. La crei inspirada por la cons-
ciencia de una cierta superioridad sobre nosotros, pero ^en que consistia
esa superioridad? Esos pueblos, por otra parte, son profundamente reli-
giosos. Incluso para un observador superficial esta claro que la India y
los palses vecinos son el terreno propio de cualquier tipo de sacerdotes. Los
laicos pueden mofarse accidentalmente de tal o cual sacerdote y el temor
sigue intacto. Me crei, pues, muy en lo correcto haciendome budista. Ha-
blaba ya el indostani, estudiaba el pali para poder descifrar en los textos
las palabras del Sublime, y me acostumbre a caminar descalzo, a contener

'NlClAClONES • 139
mi actitud y mis miradas. Me desembarace de mi atavio de explorador.
Desconfiando de la rapidez con la cual los mas pequenos incidentes vue-
lan de boca en boca, a veces muy lejos, entre esas poblaciones a las que
el trabajo no absorbe, simule subirme a un paquebote que partia y, con
la complicidad de un amigo, me cambie rapidamente de ropa en mi ca-
marote; despues, volvi a bajar al muelle transformado en un monje men-
dicante. Un cambio tan radical en mis costumbres y en mi regimen de-
termino una completa transformacion de mi mente; me converti en un
anonimo, en un solitario, poseyendo unicamente un manto, una escudilla
y un baston. Al cabo de unos dias me olvide del hombre de ciudad que
habia sido. Me sent! renacer en vigor corporal y en lucidez cerebral, me
perdia en el transcurrir de los dias, de las semanas y de los meses. Vivia.
Eso era todo.
Creia que los bonzos Siameses eran indolentes, desocupados, perezo-
sos. <;No los representan nuestros orientalistas como conocedores de ape-
nas algunas formulas rituales y algunos versiculos filosoficos? Fui rapida­
mente sacado de mi error, apenas pase algunos dias en un monasterio
lejano donde facilmente me hice aceptar. Cada novicio es agregado a un
«Perfecto» durante un ano al menos. Aquel a quien me confiaron era un hom­
bre de edad madura, simpatico y calmado. Pero mientras que todos los
monjes errantes que uno encuentra parecen estar absorbidos en si mismos,
este sacerdote conservaba un rostro afable y una perpetua sonrisa. De
fuerte corpulencia, la cabeza rapada, una mirada suave, con esa conten-
cion eclesiastica que se reencuentra en todas las latitudes, me recordaba
a esos sabios y vigorosos provincianos franciscanos o benedictinos que
uno encuentra en Italia, cuya silenciosa y siempre activa inteligencia es el
factor mas efectivo de la perennidad del catolicismo.
Tal era quien yo llamaba m i senor, a quien lavaba los pies tres veces
al dia y a quien servia.
Las primeras semanas fueron deliciosas; me levantaba antes que el sol
para barrer el patio y poner orden mientras que todos estaban todavia en
sus celdas; disfrutaba, ingenuamente, del frescor del aire embalsamado
por el bosque proximo, del silencio, del cielo exquisito. de esas alegrias
matinales y la lectura de la tarde me hallaba en la misma quietud.

' £-0 • Paj S6dr


Sin embargo, no olvidaba el objetivo de mi viaje. Se me presento una
ocasion de acercarme a el. Era la epoca en que Francia comenzaba a con-
quistar Tonkin. Detalle poco conocido de nuestros diplomaticos, sus hos-
tilidades habian comenzado donde nadan el rio Claro y el no Rojo. En
cuanto a las razones que provocaron esa extraordinaria actividad en tribus
tan lejanas, jamas he podido conocerlas.
Ocurrio que mis hermanos budistas birmanos mantenian contacto con
monasteries y ermitas perdidas en el vecino Lolos. Habia construcciones
que edificar, trabajos activos, para los cuales me juzgaron muy propicio a
causa de mi vigor fisico. Al principio, mi preceptor me dirigio un pequeno
discurso en el cual me explico, en terminos discretos, entre elogios y con-
sejos, que no estaba muy seguro de la sinceridad de mis convicciones re-
ligiosas, y sorprendido por su capacidad mental de penetracion, proteste
con fervor: «Esta bien, hijo mio —me replied sonriendo con los ojos ba-
jos—, pero, entonces, <;por que buscas venenos?».
Quede estupefacto, pues decia la verdad. Yo habia fabricado secreta-
mente una cerbatana, hecho provision de largas espinas, y buscaba, para
obtener veneno, las terribles pequenas viboras grises, cuya mordedura
mata en un minuto, pues, para mis futuras exploraciones, tenia necesidad
de armas contra las fieras. No habia dicho ni una palabra a nadie acerca de
estos preparativos. Crei haber sido espiado. Lo negue todo con la mayor
sangre fria. Pero mi Venerable continuo: «Hijo mio, la mentira es un suici-
dio, y a aquel que ha vencido la colera el tigre no puede hacerle dano.
Tu debes vivir todavia en la Ilusion en vez de vivir en lo Perm anente . Ve,
pues, a las montanas o a donde tu destino te llame; aprenderas alia arriba
c6mo aquel que se libera de los doce encadenamientos penetra en el pen-
samiento de los demas*.
Partimos cinco o seis.
Todos los relatos de viajeros se parecen, te obsequiare con el mio.
Puedes imaginarte la fascinacion de aquellas largas jornadas silenciosas
que sobrepasaron todo aquello que esperaba, pero las noches eran pe-
nosas a causa de los mosquitos y de los animales venenosos. Sin embargo,
por una suerte particular, en dos meses de marcha a traves de las junglas,
de los bosques, rocas, cienagas, ninguno de nosotros fue picado.

!\1:C ACIONES • 141


No te cuento las largas semanas que emplee constmyendo el Vihara
Me impacientaba; cambiaba sin cesar a nuevos planes para rechazarlos
sin cesar. Estabamos sobre la vertiente oriental del no Negro. Como con-
secuencia, solo tenia que seguir uno de los numerosos riachuelos que
descendian de la montaiia para estar seguro de llegar en algunas al cora-
zon del Tonkin. Viviamos sobre una llanura herbosa rodeada de bosques;
el aire era aromatico y cargado de electricidad. Tambien, confonne a las
Escrituras, nuestro superior nos habia ordenado una abstinencia severa.
Solo yo tenia derecho a salir para recolectar raices y frutos que constituian
nuestra unica comida. Me sentia calmado, desapegado, un poco somno-
liento, conquistado por la fuerte impronta de esa naturaleza lujuriante y
el magnetismo colectivo de esos hombres de vuelta de todo.
Una mariana, en el bosque, saltando un arbol caido, el ruido que hice
desperto a una de esas pequenas viboras grises que buscaba. Se irguio
mas rapido que el rayo; mi mirada se encontro con sus ojos fijos y fria-
mente crueles; huyo, viva como la tralla restallante de un latigo. Pero el
cazador resucito de golpe en mi, me precipite de un salto y tuve la suerte
de romperle el cuello. Le arranque los colmillos, recogi el contenido de
sus glandulas de veneno en el hueco de una piedra. Decidi partir cuando
se pusiera el sol.
No habia luna aquella noche. Oculte en mi tunica amarilla la cerbatana
y las pequenas flechas envenenadas, y me puse en camino inmediata-
mente. La aventura era bastante temeraria. Nada habia que temer de aque-
llos a quienes dejaba, pero habia que temerse todo del pais, infestado de
bestias feroces, en el que me adentraba. Las rapidas pendientes de esas
montanas son un laberinto inextricable de altas hierbas, de zarzas espino-
sas, de rocas donde habitan los tigres. Desde la segunda noche de caminar
comence a oirles. y desde entonces, para dormir un poco, pasaba las no-
ches en lo mas alto de los arboles. En cuanto a los reptiles, no habia medio
de evitarlos. Me puse en manos de mi buena suerte.
Solo encontre agua el sexto dia. Bebi durante largo rato y segui el
arroyuelo, de cuya buena direccion me habia asegurado por la posicion3

33 Templo.

' ^ 2 • Da ji S6d‘-'
de las estrellas. Al cabo de una semana el arroyo se convirtio en un to-
rrente, despues su curso se tranquilizo. Crei poder utilizarlo. Me construi
una especie de balsa con bambu y lianas, y me embarque despreocupa-
damente.
No vi a ningun ser humano hasta una semana despues. Era un indivi-
duo bastante grande que guiaba bueyes. Hubiera querido detenerme; no
pude hacerlo, pues solo tenia una pagaya34 como timon. Habia cambiado
dos veces de corriente; ahora navegaba por un rio, la corriente era menos
fuerte. De golpe, algunas horas despues de ese encuentro, un zumbido
lejano me llego a los oidos. En un recodo aumento, mientras mi balsa ha-
cia piruetas sobre un remolino. Comprendi que se aproximaba un rapido.
Se me encogio el corazon. Me habria hecho falta la habilidad de un salvaje
para poder maniobrar. Por poco alta que fuera la cascada o que hubiera
rocas que la atravesaran, estaba perdido. Nada que hacer. El rio ensorde-
cia. Me senti llevado como una hoja a traves de los remolinos espumosos.
La sensacion de una caida. un golpe, una zambullida.
Un dolor agudo me desperto. Me desollaban la espalda; un peso
enorme me aplastaba, un olor a putrefaccion me asfixiaba. Yo estaba tum-
bado con la cara contra el suelo y no podia moverme. Comprendi que un
tigre estaba sobre mi. No tenia prisa por devorarme; su lengua aspera lamia
la sangre que manaba de mi hombro. Volvi de golpe en mi mismo y con la
lucidez de la desesperacion vi la forma de sacar una flecha de mi pecho
—;milagrosamente no me la habia clavado!—. No importaba nada, habia
que tentar la suerte. Con infinita lentitud llegue a replegar el brazo y a
coger una flecha. Iba a intentar girarme un poco para ponerme recto,
cuando el animal lanzo un rugido terrible y, con todo su peso, clavo sus
terribles garras en mi carne. Crei morir de dolor. Mis movimientos convul-
sivos me habian vuelto hacia la orilla del rio. Por encima de mi cabeza veia
el terrible hocico del tigre. No se ocupaba de mi, miraba algo. Busque y
percibi a un hombre de gran talla que venia hacia nosotros calmadamente.
El exceso de sufrimiento me habia devuelto la presencia de espiritu. Ya no
sentia las fuertes garras hacerse fundas sangrantes en mis musculos. Yo

34 Remo sencillo.

INICIACIONES • 143
veia al inesperado personaje. Vestido con un pano rojo-anaranjado, con
sus piernas y el costado izquierdo de su torso al aire, mostraba una mus-
culatura y una perfeccion de lineas admirable. Su pecho abultado, sus am-
plias y fuertes espaldas, el porte dominante de su cabeza, la grandeza de
sus rasgos, expresaban una fuerza poco comun, tanto fisica como moral.
Era ciertamente un europeo, o uno de esos brahmanes de pura casta cuya
piel es tan clara como la de un provenzal. A pesar de mi aturdimiento, veia
con placer los armoniosos movimientos de ese hombre. Me extrano que
llevara barba; me hubiera gustado distinguir su rostro, pero seguramente
mi agotamiento ya no me dejaba ver, cuando fijaba la mirada, mas que un
vaho violeta a traves del cual percibia el punto brillante de sus ojos. El tigre
ronroneaba. Escuchaba su potente cola sacudir la tierra con el mido de un
latigazo sobre el duro suelo. Las garras del tigre entraron aun mas profun-
damente, como si fuera a saltar. Send sus patas temblar; lanzo un maullido
agudo. El hombre estaba ahi, y posaba su mano sobre la frente plana de
la fiera. Los terribles musculos se relajaron, el peso que me ahogaba se
elevo. La feroz bestia se fue hacia los talones de mi Salvador, con las orejas
bajas y las patas flexionadas. En la espesura, el desconocido se detuvo y
le escuche decir al tigre, en frances: «No voy a castigarte, vete, pero no ata-
ques mas al hombre». La bestia lamio los pies desnudos del singular do-
mador, despues desaparecio en la maleza.
Ese hombre me levanto, lavo mis heridas y me hizo una cura con hojas
y un vendaje con lianas. Despues, habiendome preparado una cama sobre
una roca vecina, fue a buscar frutas para nuestra comida. Cuando hube
comido y dormido, consintio en hablar. Adivinas quien fue mi Salvador
—concluyo Andreas tras un momento de silencio.

'i • Pad S6dr


Capitulo 25

LA ORACION

Retomo el relato de nuestro paseo en el punto en el que lo deje. Aun-


que esos recuerdos revestian a veces unos aspectos algo romanticos, com-
prendera, espero, la intensidad del interes que yo otorgaba a las revela-
ciones de Andreas, si se quiere prestar atencion al hecho de que, a pesar
de los numerosos fracasos sufridos en mi busqueda de un maestro verda-
dero, habia conservado el entusiasmo de mi juventud y la obstinada cer-
teza del exito. Aquellos que han alimentado una misma pasion durante
toda su existencia, me comprenderan.
Andreas, pues, tras haber casi consentido a mi peticion, se habia
puesto taciturno. Me ofrecio tabaco y, volviendo a encender su pipa, me
dejo solo y camino un buen cuarto de hora, solitario, en mitad de camino.
Cuando volvio a reunirse conmigo, guarde silencio, no sabiendo como
reanudar la conversacion. Fue el quien hablo.
—Si, doctor, creeme. Las pruebas de las que habia Jamblico 35, los
pozos de Raguel donde descendia Moises, los antros olimpicos, los mis-
terios de la isla de Sein 36, los de Samotracia, los retiros subterraneos del
Brahmacharya donde van a reunirse todos los dioses del infierno, los dra-
gones que impiden al oriental ascender sobre la torre del Invariable Me­
dio, los tiranos incluso, manchados de sangre, coprofagos y sodomitas,
que adoran algunos hombres desviados; la morada de cualquiera de esos
lugares, la presencia de ninguno de esos seres exige tanta energia como
el esfuerzo vmlgar, cotidiano, continuo y simple hacia la L u zd e las Luces.
En esa ascension hay momentos en los que nadie, entiendeme, nadie

35 Filosofo neoplatonico influido por las doctrinas mfsticas y magicas dcrivadas de


Oriente.
36 Isla de Bretana donde se acostumbraba a enterrar a los druidas.

NIC AGONES • '4 5


—su voz trono— tendria suficicnte fuerza para siquiera elevar un par-
pado, si un angel no fuera enviado... ;Ah, mi doctor, eso es lo que ensena
la oracion!
Esas ultimas palabras me desconcertaron. Yo siempre habia conside-
rado los misterios antiguos como el sum m un de la gloria humana, cuya
conquista exigia una voluntad todopoderosa. Y he aqui que mis libros me
habian enganado, ,habia otra cosa!
—Pero —pregunte—, ,-de que iniciacion me habia listed? <|De que ora­
cion?
Se detuvo y, arrojandome una rapida mirada de la cabeza a los pies,
respondio:
—He olvidado todas las iniciaciones, te lo aseguro. Pero te com-
prendo. ,;Por que rezar —piensas—, puesto que la Causa Primera actua
con justicia, con bondad, con perfeccion? La oracion seria entonces una
puerilidad, denotaria la ceguera en nuestro corazon o un tenaz egoismo.
Eso seria entonces —segiin tu— como el nino tozudo que lloriquea detras
de un juguete, el orgullo que se estima demasiado importante para que el
Universo se moleste en el, o el ser que no concibe que su deseo pueda
no ser satisfecho.
;Oh. sabio! —y su poderosa mano peso amistosamente sobre mi
hombro—, ^no has visto nunca al recien nacido en el seno de su madre,
a la mujer sobre el pecho de su esposo? ^No busca la piedra oculta la
luz del dia? <|No atraviesa la planta el muro para encontrar la luz? Los
animales se detienen ante el sol al menos una vez al dia; el oceano se
eleva regularmente al encuentro de los efluvios selenicos que lo revivi-
fican. Los pueblos buscan la felicidad, los planetas tambien se inclinan
sobre sus polos; tu inteligencia misma no es tan vasta sino porque ha
rogado mucho. ,;Podriamos decir que cada uno de esos seres pide como
es debido? No, la creacion entera es imperfecta, pero tiene ese senti-
miento de esa impotencia y el presentimiento de un extasis mas ele-
vado.
Si la perfeccion y el ideal no existieran. ^hubiera tenido la Providencia
el cruel valor de sembrar esos sentimientos en nuestras profundidades? El
camino del hombre es similar al de todos los otros seres; que siga en toda

' ^6 • Paj S6dr


simplicidad el sentido espontaneo de la vida, palpitante en si misrno, y
sera imposible que se equivoque.
Permaneci un largo momento en el oscuro camino recordandome a
mi mismo esas palabras. Me parecieron preciosas y definitivas. Jamas las
habia oido semejantes. Mi emocion me impedia razonar, todo lo que podia
hacer era grabarlas en mi memoria.

NJIC ACiONES • 147


Caprtulo 26

EL PHAP 37

Andreas continuo:
—El hombre del que me hablo, doctor, es aquel que ya habia visto
anteriormente en el entierro de Desiderius. En Europa se llama Teofanes.
Volvi a encontrarle por tercera vez en Lasha, donde me habia detenido al
volver de Siam, pero despues de un gran recorrido por China, Mongolia
y Kiatcha.
Siempre recordare con placer aquellos viajes, esos trenes deslizandose
a traves de la jungla o la estepa; las siluetas de las fieras despertandose en
las hierbas altas. De vez en cuando, la negra cabeza de un solitario viajero
de ojos rojos, ademas de otros extra nos companeros de viaje: el ingles o
el americano vestido de caqui, el caballero nativo con turbante y comple-
tamente vestido de bianco, la cohorte de los hombres santos de todas las
sectas y de todos los signos, el barullo de los grandes suburbios, de esos
lugares donde concurren los extranjeros y el de los puertos; el dulce en-
canto de las playas, la majestuosidad de las nieves altas, eternas, como
suspendidas sobre vuestra cabeza, la melancolica grandiosidad de los
desiertos de arena o de hierba. Fue asi como aprendi a encontrar lo bueno
que reside en todo y en todas partes. Una casa de obreros de seis plantas,
yo la siento como una poseia al igual que el altivo Himalaya.
Habia dejado a los brahamanes de Dekkan, porque, cansado de los
aridos estudios de la fisica oculta, esperaba entrar mas profundamente en
el alma hindu iniciandome en sus formas culturales. Llegue a Benares, ar-
mado con todas las cartas de recomendacion necesarias para que el des-
precio que inspiramos a los orientales no fuera mas que una ligera des-
confianza, pues la diplomacia de esas gentes es una sabrosa ironia para

37 Alto dignatario budista.

1^ 8 • Pan S6dir
quien conoce sus sentimientos hacia los comedores de vaca, como ellos
nos llaman. Por otra parte, no es en unos pocos meses que nuestros fun-
cionarios o nuestros sabios pueden conquistar la confianza de un oriental.
Cada uno de los interlocutores guarda cuidadosamente para si mismo su
verdadera opinion, pues te digo, con la mano en el corazon, que cada
una de las dos razas se considera superior a la otra.
En principio me limite a las ciencias naturales, pero no llegue a extraer
de mis experiencias conclusiones satisfactorias. Crei que debia trabajar so-
bre ml mismo, pensando que mis facultades de observacion y de reflexion
no estaban suficientemente desarrolladas para extraer de mis trabajos las
ensenanzas que los brahmanes decian que estos contenian. Era simple-
mente porque no tenia bastantes documentos. Parti, pues, hacia Java, para
volver a las montanas.
Fue al final de mi segunda estancia en los Himalayas cuando ocurrie-
ron las pruebas de las que te liable el otro dia y de las cuales Teofanes
me dio la conclusion, en su cuarta visita. Yo habia recibido la ordenacion
lamaista. Como conocia los caracteres de la escritura w u-w ang y que mas
o menos podia escribir el tibetano, tuve inmediatamente un buen rango
en la jerarquia y fui puesto al servicio del jefe de los astrologos de una
gran lamaseria, la Perun-Mabru. Ese palacio, rnejor dicho, esa ciudadela,
esta poblada por casi quince mil personas. Protege la presencia del Dalai
Lama, aunque este sea casi siempre invisible. Mi funcion era calcular cada
dia la hora de las ceremonias para un pequeno templo especial, pues alia
todo se rige por la astrologia, y te aseguro que este ritual es complicado.
Fue, pues, una manana de aquellas cuando volvi a ver a Teofanes. Se-
guia teniendo el mismo rostro de hacia veinte anos, pero la expresion de
sus rasgos habia cambiado, aunque todas las lineas de su cuerpo y todos sus
movimientos seguian impregnados del mismo poder sobrehumano. En el
camino en el que me encontraba fui recogido por una caravana que es-
coltaba a un phap anamita hasta la ciudad.
Teofanes me vio y vino hacia mi sonricndo. Tan pronto sostuve la
mano que me tendio, un sentiniiento inexpresable se apodero de mi; era
como si me hubiera sumergido en un bano de luz de una suavidad y de
una fuerza infinita. Desde el corazon hasta la punta dc los dedos, todas

NIlCACiONES • 149
las celulas de mi cuerpo se estremecian con la misma sensacion de libe-
racion, como si hubiera pasado del fondo de una mazmorra al aire puro
que barre las cimas al amanecer.
Con estos recuerdos, Andreas se detuvo para sonreir apaciblemente,
despues continuo:
—<;C6mo estas? —me dijo—. <;Y como esta Estela?
—Quise hablarle de los trabajos de mi edad madura, pero me dijo:
•-Pronto tendras noticias mias», y me dejo con una magnifica mirada que
tal vez tu ya conoces. Su escolta, que se habia detenido a un lado, se puso
en movimiento de nuevo. Me quede mirando su silueta atletica ascen-
diendo la pendiente hasta un recodo del sendero donde desaparecio de
mi vista y volvi a mi mismo desde la especie de extasis donde su aparicion
me habia arrojado.
Tal fue su tercera visita.
—Y, sin embargo —dije yo—, justed ha visto muchas grandes cosas,
y terribles tambien, entre aquellos sacerdotes de Oriente?
No escuche la respuesta, pues yo mismo estaba muy sumergido en
mi mismo. Las profundas tinieblas en las que me hallaba desde hacia tanto
tiempo me parecia ahora verlas como atravesadas por un resplandor. Nada
irremediable podia ocurrirme. Si me habia adentrado en un callejon sin
salida, desandaria lo andado; si me aguardaba una decepcion, ella serfa
menos dura, pues la habia previsto. ;Y si todo esto pudiera ser la culmi-
nacion de mis esfuerzos? En esas reflexiones me encontraba cuando la si-
rena de un tren nos anuncio la proximidad de la barrera. Nos separamos
para volver cada uno a su casa.

'5 0 • Paj S6dr


Capftulo 27

LA AVIACION

Charlabamos una tarde en casa de Andreas, acerca del progreso ex-


traordinario que la ciencia de la aviacion realizaba entonces, y todo el
mundo se unia para admitir la intrepidez, la ingeniosidad de los hombres
voladores. Nuestro anfitrion no parecia compartir nuestro entusiasmo y
alguien lo comento. Claro que si —protesto—, encuentro todo eso muy
bello. Y ademas, durante este tiempo, la opinion publica esta distraida; se
preocupa menos de las cosas indispensables. pero azarosas.
Uno de nosotros hablo del desarrollo de la civilization, de la defensa
nacional, de la cultura de la energia, del espiritu emprendedor necesario
para que una nation se mantenga en su position.
—;Ah. si! —respondio Andreas—. son muy justos esos puntos de vista,
pero <;se realizaran? /Todos esos inventos traeran felicidad a la humanidad?
Usted sabe bien que para las naciones tanto como para los individuos una
sola cosa es necesaria: ayudar al projimo. Ademas, esos aviadores son va-
lientes, sin duda, pero si no hubieran recibido ayuda, a pesar de toda su
perseverancia, su ciencia, su desinteres, su coraje, no lo hubieran logrado
como lo han hecho. No se imagina el hombre como en todo lo que em-
prende recibe ayuda.
—Y entonces, <;si el Cielo ha ayudado a la aviacion, no puede ser un
excelente descubrimiento desde todos sus aspectos?
—,;El Cielo? —dijo Andreas, moviendo la cabeza—, jsi y no! Nada tiene
lugar, evidentemente, sin el pemiiso del Cielo. Pero pennite hacer cosas que,
en ultimo analisis, no son mas que caprichos, curiosidades, codicia. El Cielo
no se opone a todos aquellos que quieren poner demasiada mantequilla en
su sopa, pero no se lo ha ordenado, pues exige precisamente lo contrario.
—Pero, entonces —anadio un joven en practicas—, <;si un pueblo no va
hacia delante, los otros lo adelantan, lo oprimen y finalmente lo conquistan?

NCIACIONES • 151
— Si, asi es —respondio Andreas con una sonrisa—, es justamente asi;
pero yo no digo que un pueblo deba adormilarse en una apacible indo-
lencia. Por otra parte, la Naturaleza no lo pennite. Mirad lo que les ha
ocurrido a los Boers.
—Entonces, genian razon los ingleses? —intemimpio vivamente un
viejo empleado.
—;Ah, no!, yo no digo eso. Los Boers estaban equivocados al no libe­
ra te de la torpeza de su patriarcal existencia, pero aun se ha equivocado
mas Europa al no hacer nada en su defensa.
—iQue es necesario que haga un pueblo? —pregunto el estudiante.
—Lo mismo que el individuo. Es preciso que trabaje, que se interese
por todo, que se mantenga en su position, que no tema el molestarse y
el gastar dinero para ayudar, si es necesario, a otros pueblos retrasados.
—iNo lo ha hecho Francia?
—Si, a menudo. No es sin razon —anadio Andreas con cierta grave-
dad— que Francia es la hermana mayor de las naciones, y no soy chovi-
nista al decir esto.
—;Oh, nosotros somos los menos chovinistas! —dijo el estudiante—.
Habria que escuchar lo que los americanos, los ingleses o los alemanes
piensan de su pais para darse cuenta de que nosotros somos modestos...
Andreas hizo un gesto evasivo que detuvo al joven abogado, pero
guardo silencio. Entonces, yo pregunte a mi vez:
—Pues bien, la aviacion?
—,;Que quieres saber? —pregunto nuestro maestro.
—Diganos algunas cosas sencillas.
Parecio que Andreas hacia algun esfuerzo de memoria, mientras su
mirada adquiria una expresion abstracta. Despues, tras sentarse, nos hablo
de esta forma:
—Todo llega al hombre por cliches, ya sea que su camino los traiga
aqui abajo, sea que el deseo humano los atraiga hacia si, pero muy pocos
de entre nosotros somos lo suficientemente fuertes como para desviar un
cliche de su camino. Los cliches constituyen todo un mundo universal;
son el conjunto de los designios de Dios, de los trabajos que El ha pre-
parado para nosotros y para todas las criaturas. Hay cliches cosmicos; la

"52 • Paj S£dr


Creadon es el mas grande de los cliches. Hay cliches planetarios, conti-
nentales, raciales, nacionales, individuals; los hay meteorologicos, astro-
nomicos, religiosos, cientificos, politicos. Una enfermedad, un matrimo-
nio, una catastrofe, un libro, un infortunio, un nacimiento, una muerte,
son cliches. Una batalla, un asesinato, una erupcion volcanica, un gran
premio, el algebra, un bello discurso, la reunion de esta noche, son cli­
ches. Incluso los objetos, un canon, un barco, una catedral, las institucio-
nes politicas, un tribunal, una ley, una ciudad, una montana, un aparato,
un automovil, son cliches. Un aeroplano es tambien la materializacion
de un cliche.
—Eso es iluminismo neoplatonico —dijo un doctor en literatura.
—<;Cree usted, senor, que Plotino, Porfirio y los otros inventaron algo,
que no hicieron sino reproducir entidades intelectuales?
Y sin esperar la respuesta, Andreas continuo agitando su mano con
vivacidad:
—jNo!, ya ven que el hombre no es otra cosa que un copista mas o
menos habil e ingenioso; el cerebro solo es un aparato fotografico mas
o menos sensible.
—<;Y que es para usted la voluntad? —replied el universitario.
—Ella abre o cierra el obturador —respondio Andreas—, pero —ana-
dio con una especie de saludo— hay excepciones; las personas muy do-
tadas, muy inteligentes, pueden hacer mucho con la voluntad. mientras
que nosotros, el comun de los individuos, somos guiados un poco en re-
bano. Es siempre del caso ordinario del que hablo. ;Y bien!, ya sea que el
hombre, avido de encontrar algo nuevo, de ganar dinero o de hacerse la
vida mas comoda; sea porque busque por su propio movimiento, por la
voluntad de Dios o que la natural marcha de las circunstancias lo ponga
en el camino de un cliche o por cualquier otro motivo, los mismos feno-
menos van a producirse.
Si rechaza el cliche, este se aleja, despues vuelve; si el hombre lo re-
chaza una segunda vez, el cliche vuelve una tercera y si sigue rechazan-
dolo, se va definitivamente. No obstante, si el hombre no acepta sino a la
segunda oferta, tendra mas dificultad en su trabajo que si lo hubiera reci-
bido el cliche inmediatamente, y si solo lo recibe a la tercera, la invencion

INICIACIONES • 153
le costara muchos problemas. Lo que yo llamo aquf el hombre es otra
cosa que la entidad de la que se ocupa la psicologia, me refiero al esptritu
del hombre, al Yo verdadero, aquello que es mas elevado que la con-
ciencia.
Si el yo se interesa por el cliche, este se detiene. Estos dos seres per-
manecen en presencia el uno del otro por un tiempo mas o menos largo,
se interpenetran reciprocamente. El espiritu humano magnetiza. por asi
decir, al cliche y constmye una imagen vitalizada con mas o menos fuerza.
Cuando este trabajo de asimilacion espiritual, de digestion, ha llegado a
su fin, el cliche modificado se va y continua su camino. Entonces la ima­
gen asciende por encima del cerebro, quiero decir de la mente, y cuando
esta ultima lo percibe, nace de golpe en la cabeza del hombre una idea.
No sabe de donde viene, o cree que es el resultado de su inteligencia, de
sus investigaciones, pero eso es lo de menos, la Naturaleza no tiene el
sentido de la propiedad o del amor propio del autor. Una vez ha sido per-
cibida por la consciencia la primera intuicion, aquello que llamamos or-
dinariamente la voluntad puede apegarse a ese resplandor o despreciarlo.
En este ultimo caso, la imagen flota por algun tiempo alrededor del hom­
bre, y si este decididamente no se ocupa, se va, y puede que un cerebro
mas hospitalario, mas abierto o mas curioso lo acepte. Si la voluntad
acepta la intuicion, alii comienzan las inquietudes, los trabajos, los deberes
del inventor, pero el exito final le hace olvidarlo todo.
—No es que no quiera creerle —dijo el filosofo, tras un momento de
silencio—, aunque todo esto se parezca mucho a las leyendas mitologicas,
pero (icomo pasa esa misteriosa imagen desde el inconsciente a la cons­
ciencia?
—Le explicare eso —respondio Andreas—, pero solo cuando me
haya mostrado primeramente con palabras y letras como el cero se con-
vierte en uno, como la sensacion fisica produce la percepcion, la idea.
Estamos acorralados, vea usted en un recinto cerrado, mejor dicho entre
cuatro murallas. Estudiar las geometrias de n dimensiones es solo un en-
gano, no es la solucion. El instinto o la intuicion perciben el no-yo por
una especie de contacto, de confrontation. Pero esto no satisface a la in­
teligencia, ella quiere darse cuenta por si misma. Entonces diseca, disec-

' 54 • Paj, S6d.r


ciona, toma notas, destila abstracciones. Si es sana, llega a una idea justa,
pero a menudo no lo es, y entonces el sistema cientifico no responde a
la realidad.
—Asi que no me equivoco al no estudiar —declaro un joven y ro-
busto hombre de rasgos energicos que hasta entonces se habia mantenido
callado.
—No, te equivocas —le respondio Andreas—. Al contrario, hay que
estudiar y hacer actuar a la razon, <;por que si no nos la habrfa dado el
Buen Dios? Pero a la vez, debemos recordar que no somos nada. Refle-
xionar, deducir, alinear los calculos, hacer pianos, ecuaciones, todo eso
son actos utiles, simplemente hay de dejarlos en su lugar. A aquel que,
por ejemplo, tiene ganas de construir un aeroplano, la idea fundamental
le llega por la visita de un cliche y se esfuerza por realizar su deseo con
el conocimiento que posee de las leyes del mundo fisico. Construir una
bicicleta exige nociones de aritmetica, de geometria y de mecanica, pero
montar en bicicleta es un instinto; los que tienen sentido del equilibrio
aprenden mucho mas rapido; sin embargo, no hacen calculos sobre el
desplazamiento del centro de gravedad. Razonan muy poco, es la expe-
riencia, el tacto lo que les sirve. Igual ocurre con el automovil, la natacion
o simplemente caminar. Cuando eramos pequenos no nos hicieron dibujar
pianos para ensenarnos a mantenernos de pie. Convenid, pues, que el
trabajo del intelecto esta siempre subordinado a una percepcion instintiva
o intuitiva.
—;Pero esa percepcion, a su vez, de que depende? /Del cliche? <jYquien
los envia? —pregunto intemimpidamente el hombre joven.
—El cliche es un ser vivo —respondio Andreas—, asi, los segadores
son un cliche de muerte para las espigas que cosechan. Tienen su exis-
tencia propia, su destino personal. Para quedarnos en el capitulo de los
descubrimientos, todos los aparatos que el hombre ha inventado son imi-
taciones de metal y de madera con los mismos organos o gmpos de or-
ganos de la vida animal. El corazon es una bomba aspirante y expelente;
el sistema nervioso es un telegrafo, y de este modo todo lo demas. Se
produce induso aqui, sobre la Tierra, de un diluvio a otro, es lo que de-
vienen las tensiones psiquicas, treinta o sesenta siglos mas tarde, en un

INCACIONES • -55
invento y que, mucho mas tarde, ese aparato objetivo se transforma a su
vez en un organo fisiologico. Por ejemplo, en el transcurso del ultimo ano
platonico, los Atlantes se ocupaban mucho de la transmision de pensa-
miento. Sus esfuerzos acabaron por atraer de la atmosfera fluidica terrestre
a las fuerzas que han permitido la telegrafia sin hilos y, tal vez, tras uno
o dos diluvios, habra hombres naturalmente dotados de un sentido tele-
patico.
—iQue imaginacion! —exclamo el filosofo a media voz.
—(jNo es asi, senor? —le dijo Andreas con una alegre sonrisa—. la vo-
luntad de una masa de hombres, mantenida durante mucho tiempo. atrae
lo que le place, ella vive, ella evoca vida. Lo que el pensamiento transmite,
para quedarnos en el mismo ejemplo, no son fluidos, son en el fondo seres.
Ocurrio, hace poco mas de ciento cincuenta anos, en un planeta, cerca
de nosotros, donde habitan animales con muchas patas, ojos saltones y
caparazon, como gigantescos coleopteros: fueron ellos los que constitu-
yeron el cliche del automovil. Desde hace cincuenta anos se encuentran
en una region inexplorada del globo algunas parejas de seres alados. son
ellos quienes, sin quererlo, por su sola presencia, han ayudado a resolver
el problema del «mas pesado que el aire».
—Si asi es —pregunto el ajustador, con los ojos brillando de interes—,
<no podemos llamar a esas criaturas a permanecer mas cerca de nosotros?,
(jaumentar su numero?, ,;hacer algo para utilizarlas?
—;Eso no! —dijo Andreas—. Lo podemos hacer, pero no hay que ha-
cerlo. Cuando digo -podemos*, quiero decir que un hombre muy fuerte y
muy valiente podria, pero no conozco a nadie capaz de llevar a buen ter-
mino tamana empresa. Ha debido comprender, si he sido claro, que el
mundo de los cliches es la llave de la vida universal. El Padre solo la con-
fia a aquellos que son bastante sabios para no utilizarla mal a proposito,
y hay que sufrir terriblemente, creame, para aprender esa sabiduria. Es
necesario haberse sacrificado, haber perdonado, haber trabajado durante
siglos y siglos. Un dia todos recibiremos esa llave, os lo prometo, pero pon-
gamonos de inmediato a la obra. ,-No sois de la misma opinion? —anadio
dirigiendose a todos.
Despues, volviendose hacia el doctor en literatura:

' 56 • Daji S6d'


—Ve usted, senor, que a fin de cuentas todas esas imaginaciones cul-
minan en la simple y comun moral.
—Si —concluyo el viejo empleado—, ;al trabajo! Sin embargo, me pa-
rece que al contacto de un cliche con el espiritu humano, <;el cliche debe
salir distinto a como llego?
—Si, eso es lo que ocurre exactamente —respondio Andreas—, tene-
mos una influencia sobre los cliches, influencia inconsciente, pero real.
Ayudad simplemente a vuestro projimo y hareis vuestro deber en todos
los casos imaginables.

\ C AC ONES 157
Capitulo 28

EN L A CORTE

La siguiente semana volvi a Menilmontant. Encontre a Andreas traba-


jando sobre su banco de madera, donde habia fijado la bola de hierro del
grabador y, con el escoplo en la mano, perfilaba los ornamentos de un
pequeno gong, en cuyas espirales se encuadraban caracteres hieraticos.
—Es una antigua escritura china —me dijo sonriente—. Los Caballeros
que hacen publicar sus obras en casa Leruox (una famosa editorial pari-
sina) se sentirian muy turbados si se les diera esto para descifrar.
Estela aparecio trayendo a un visitante, un hombre grande y grueso,
bien vestido, con modales exquisitos. Creia haberlo visto en los circulos
oficiales, pero no me lo presentaron.
Tras informa rme de si Andreas tenia tiempo disponible, reclame la con­
tinuation de la historia que de alguna forma me habia prometido. Cumplio
muy gustoso su promesa. Habia retomado su aire paternal; nunca hubie-
ramos creido estar en presencia del mismo hombre que parecia leer los
corazones, dar ordenes a la enfermedad y reavivar el coraje desfallecido.
—Comprenderas —me dijo—, segun lo que sabes de la politica orien­
tal, que muchas razones me impiden dar el nombre de los paises y los
personajes que visite durante mi ultimo viaje diplomatico. No es que no
tenga confianza en ti —anadio—, todo ello esta entretejido de secretos
que no me pertenecen y que, por lo tanto, no puedo desvelar.
—Comprendo muy bien su actitud —respondi— y usted me ha reci-
bido con gran bondad, le debo ya demasiado como para que pueda jamas
molestarme por la reserva en la cual juzgue oportuno mantenerse en lo
que a mi respecta.
—jAh! —continuo, dejando de cincelar y dirigiendose a su mujer—,
fueron bien tristes para mi aquellos dias pasados en los sucesivos esplen-
dores del antiguo Oriente y del moderno Occidente. Te sabia alii, muy

158 • P&JiS6dir
cerca, amiga mia. No ignorabas mi proximidad y ni una sola vez pude
romper las pomposas cadenas de mi posicion, que sin embargo envidia-
ban los millares de pobres desgraciados venidos de todas partes para ver
al misterioso embajador de las misteriosas montanas. Yo mismo, entre los
diplomaticos y los engalanados hombres de estado mayor, reconod mas
de un rostro percibido antano; nadie, sin embargo, entre todos ellos, me
habia dejado ver en su fisiognomia otra cosa que curiosidad. Yo habia de-
bido cambiar mucho. Tu misma, Rstela, sin esa clarividencia que te otorga
el amor, ^hubieras vuelto a encontrar en ese hombre tosco, a quien las
nieves, los vientos y los soles habian arrugado el rostro y endurecido la
mirada?, ,2 aquel que antano llamabas —sonrio suavemente— el bello
Andreas?
Su mujer se habia puesto de rodillas y le besaba las manos delgadas,
pero musculosas. La elevo sin esfuerzo y continuo su relato apretandola
contra el. Con esa efusividad, que ninguna pareja de su edad hubiera po-
dido permitirse sin caer en el ridiculo, por la nobleza de sus aptitudes,
por la gravedad de sus rostros, por un no se que de inexpresable, sola-
mente hacian nacer la pura emocion de un espectaculo sobrehumano.
Andreas continuo con una voz calmada.
—Ahora bien, mientras asistia una noche a una fiesta, impasible como
se debe, y cuando mis pensamientos me impulsaban hacia ti, hacia tu
querida presencia, de la que me separaban solamente cincuenta horas de
tren; mientras que buscaba en vano una estratagema para que pudiera,
durante unos dias, burlar la vigilancia de mis subalternos, percibi, al lado
del monarca que me albergaba, el augusto rostro de Teofanes. Mis huesos
temblaban; conserve apenas la sangre fria necesaria para saludarle y res­
ponder al protocolo. Un pariente del rey me presento con un nombre fin-
gido a ese hombre misterioso en quien poco a poco habia puesto toda
mi confianza, pues el pasaba entonces, a los ojos de todos, por menos
noble que el muy alto dignatario tibetano que yo parecia ser.
Intercambiamos algunas frases oficiales en ingles. Me dijo haber via-
jado en Oriente y haberse interesado mucho en la sabidurfa de mis llama-
dos compatriotas. Se lo agradeci en nombre de mis conciudadanos y nos
sentamos a la mesa real. Mi falsa calidad de Gran Lama me hizo ser em-

NJC AC 0 \E S • 159
plazado a la izquierda del soberano, mientras que frente a nil Teofanes se
sentaba a la derecha de la reina. Manteniendo mi papel, por otra parte
extrano, de cuyas dificultades no me abstraia sino olvidandolas lo mas
posible, subitamente y mas fuerte que nunca tuve la certeza de la existen-
cia de un Principio Divino que guia al hombre paso a paso hacia el
mismo, con un cuidado y una ternura tan grandes, como si nuestra con-
ducta pudiera influir de alguna forma sobre su esencial inmutabilidad.
Teofanes, no obstante, me miraba, y de sus ojos surgia una fuerza. una
atmosfera fluida que clarificaban mis confusas intuiciones, coordinaban
mis energias dispersas y me hacian descubrir, desde la cima del espiritu,
un nuevo y mas magnifico horizonte.
No veas, doctor, en esta especie de extasis interior, una fascinacion
magnetica. Mis entrenamientos me habian liberado de toda pasividad en
lo que a ello se refiere; ningun ojo, ninguna luz habria podido y todavia
no podria hacerme bajar la mirada. Hay algo en Teofanes que escapa a
los sentidos, al razonamiento, a la investigacion, pero no se que es... no
puedo explicarlo —ariadio, tras echarme una escrutadora ojeada—. Creo
haber recorrido todos los infiernos y todos los paraisos que los antiguos
sabios de Oriente han podido descubrir desde hace dos o tres diluvios, ni
el aspecto de ningun ser, ni el ambiente de ninguna fuerza se asemejan al
aspecto, a la irradiacion de Aquel que debia, una vez mas, como ya le
conte, salvarme de una muerte inevitable.
Jamas he visto a Teofanes utilizar esos subterfugios que los aventureros
de la politica cosmopolita emplean con tanto arte. Pero su forma de ca-
minar, su aptitud, el sonido de su voz, su mirada, sus gestos, eran de la
mas extrema movilidad. En un momento semejaba a la inspirada cabeza
de un tribuno; luego, la imagen paternal de un valiente padre de familia
que escucha las dolencias de sus hijos pequenos; despues, la irresistible
sonrisa de un dios; mas tarde, la agudeza insostenible de un guirio. Con
sus amigos, la palabra se afirma, limpia, como golpeada sobre el sonoro
bronce; un instante despues, enfrentado con un medio sabio, son las in-
decisiones y los consentimientos diplomaticos. Al borde del camino, con-
suela con compasion a la pobre mujer cuyo marido se retrasa en la ta-
berna; en el palacio. predice frfamente al principe las desgracias que van

'6 0 • Paul S6dr


a acuciarle. Resiste a las aplastantes fatigas, al insomnio, a la inquietud de
irresolubles problemas y no se queja ni de un dolor de cabeza. Resucita
a los muertos, da ordenes al mar, a la tierra, a los invisibles, y repite que
no sabe y no puede nada. Dice que jamas abre un libro, pero sabe en
que pagoda se encuentra un manuscrito, en que rincon de una montana
crece una rara planta; instaiye al labrador, al soldado, al diplomatico, al
sacerdote, al marino, al tendero, al aitista, al erudito; ofreciendo a cada uno
de ellos los medios de atravesar una laguna tecnica, la debilidad de sus
sentidos, el defecto de gusto, la palidez de su voluntad. Sin altivez, jamas
he visto a nadie tan familiar como el, sin adulacion cortesana, dando a
cada quien el tratamiento que exige la etiqueta, pero muchos grandes de
la Tierra se honran con su cercania. Enigma, en una palabra, que solo ha
dejado entrever en parte a muy raros edipos.
—^Conoce listed —pregunte, mientras Estela se ocupaba del almuerzo—
lo que cuenta la leyenda de los Rosa+Caiz? Si he comprendido bien, el punto
final de la evolucion el hombre es el mismo; que la perfeccion sea llamada
verdadero Rosa+Cruz, adepto, amigo de Dios, santo, reintegrado, importa
poco, ^no es asi?
—En efecto —respondio Andreas—, los sabios—aqui se referia a los
sectarios del ocultismo— emplean terminos identicos para designar esta-
dos muy diferentes y tambien terminos diferentes para designar el mismo
estado. La Rosa+Cmz es una cosa; la santidad, otra. El amigo de Dios ha
llegado a un desarrollo muy caracteristico; el adepto, tambien, y de este
modo todo lo demas. Pero en el limite todo se unifica, para diferenciarse
de nuevo segun la voluntad del Padre, en el Cielo. Solamente que aquello
que yo llamo limite esta tan lejos, tanto que Gautama mismo no ha fran-
queado la centesima parte de la distancia que nos separa.
—En ese caso, ^;que se debe hacer?, ;que debo hacer yo si quiero llegar
al estado donde esta usted, al de Teofanes...?
—Pero, doctor —protest 6 Andreas con vivacidad—, no creas que tengo
algo mas que los demas, yo nada puedo.
—Sin embargo, permitame decirselo, lo que dice no es muy logico;
salta a la vista que sabe y que puede hacer una infinidad de cosas y llegar
hasta donde yo no puedo llegar.

'YCACIONES • 16'
—Te lo repito, doctor, yo no soy nada mas que el resto el mundo. Soy
incluso mas pequeno que los demas. Pero tu pregunta es un poco...
(jcomo diria?, estrecha, pues <;c6mo puedes juzgar anticipadamente lo que
necesitas poseer para alcanzar un estado tal, y no otro?
—;Es justamente asi! —estuve de acuerdo—, pero ,;podria pregun-
tarle...?
Aqui Andreas se escapo a mi inoportunidad.
—Perdoname, debo bajar a sacar vino —respondio con el mismo tono
que habria utilizado para hablar de los mas graves misterios—. Es a esa
simplicidad, tan natural en el, a la que atribuyo la especie de fascinacion
que su recuerdo ejerce todavia sobre mi. Esa constante mezcla entre las
banalidades de la vida material y las sublimidades de la vida espiritual,
sucediendose sin entrechocarse. Considero esa simplicidad como el signo
mas probatorio de la real grandeza.
Cuando subio de la bodega, con los brazos cargados de botellas, se
detuvo ante mi para declararme casi violentamente:
—Doctor, solo se una cosa: hay que pedir el poder bacerla voluntad
deDios. hacer todo lo posible, mas de lo posible, y no ocuparse del resto.

" 62 • Paul S6dr


Capftulo 29

HACIALAINICIACION CRISTICA

Y se fue a la cocina para liberarse de las botellas: despues, saco agua


con la bomba, hizo refrescar el vino con una tela mojada y me pidio que
me sentara a la mesa.
Estela era una cocinera emerita. Sostenia que habia que alimentarse segun
la costumbre del lugar cuyo clima es el mismo que aquel donde se vive y,
como hada mucho calor aquel dia. habia acumulado especias terribles y so-
bre todo curry. Durante la comida, solo me dejo beber agua y un poco de
suave aguardiente peifumado que ella misma preparaba. Ambos me mima-
ban envidiablemente, como a un convaleciente. Yo me dejaba hacer, pues
la cocina era exquLsita. Mis anfitriones, por otra parte, comian muy poco.
Cuando le expresaba mi agradecimiento a Estela, ella me respondio:
—Es Andreas —me dijo riendo—. fue el quien me dio las recetas. Du­
rante un tiempo era el quien cocinaba y llegue a probar platos extraordi-
narios, pero creeme, es en la India del Norte donde mejor se come, acabas
de tener una prueba.
No perdia de vista, sin embargo, los verdaderos objetivos de mi curio-
sidad y, de vez en cuando, dejaba caer alguna prudente pregunta.
—^Que es lo que usted llama el limite? <«Es el Tao de Laot’se? <;Es el
Parabrahman de los hindues? ;E1 Nirvana de los budistas?
—Todo eso —dijo— solo son palabras. <;Te escandalizaras si te declaro
mi pensamiento?
—Tratare de comprenderle —respond!.
—Pues bien, yo creo que ni el mayor cerebro de la Tierra puede re-
flejar mas que la imagen de una fraccion infinitesimal del Cosmos. Creo
que la inteligencia posee vida, pero que no es la Vida, que si se la cultiva
de forma exclusiva se trabaja sobre el reflejo, mientras que en nosotros
hay una realidad que es el corazon.

N'CIACIONES • 163
—Bueno —pense yo—, misticismo, bhakti...
—Lo que yo llamo el corazon —continuo tras arrojarme una perspicaz
mirada— no es el sentimentalismo contemplativo de la monja de clausura.
Es eso, si, pero tambien es todos los sentimientos, todos los amores, todos
los odios, todas las alegrfas, todos los dolores, las risas, las lagrimas, las
melancolias, la hinchazon del musculo por el esfuerzo, las emociones de
la adolescencia, las ambiciones de la madurez; es la vida entera que final-
mente hay que vivir. Purificar nuestro cuerpo astral es como tomar duchas
para adquirir poderes magicos; es el acto el que hay que purificar, subli-
mar, unificar. Tal es la verdadera Imitacion del Verbo.
—;Ah! —exclame—, comprendo porque Teofilo Schweighardt ense-
naba que aquel que practica el libro primero de la Imitacion de Cristo. de
Tomas de Kempis, esta ya a mitad de camino de un Rosa+Caiz. Hasta
ahora no habia visto en ello mas que simple religiosidad sin profundidad
alguna.
—Ese hombre tenia verdaderamente gran razon —dijo Andreas.
—Entonces, ^las palabras del Evangelio deben comprenderse literal y
absolutamente? jSi vivimos bien, ese resto que el Cielo nos da por anadi-
dura lo engloba todo: ciencias, poderes, facultades transcendentales!
—Eso mismo es —respondio Andreas, acercandome el bote del ta-
baco—. Lee el Evangelio con la mayor simplicidad, con todo tu candor y
poco a poco, aquello que te parece insipido se te hara sabroso; la ley es
simple..., haz lo que se te pide, hijo mio... Servir es tu divisa...; aquel
que sirve a los hombres sera servido un dia por los angeles —dijo envol-
viendose en una nube de humo.
—Frases huecas, se pensara tal vez. Esas palabras son, en efecto, frias
y vacias sobre el papel, pero cuando golpearon mis oidos ;cuan vivas fue-
ron, vibrantes, despertadoras de viejos ecos dormidos! jComo anoro esas
claras sobremesas, en aquella pequena y pintoresca casa, la calma de esa
casi soledad, interrumpida solamente por gritos de ninos. por el ruido de
algun raro vehiculo!, jla aparicion de esa fuerte silueta, con sus modales
llenos de afectuosa bondad, la vision de ese rostro rudo y augusto, y Es-
tela, atareada, viva y alegre, con sus ojos llenos de aurora! ;Mi melancolico
verano se acomodaba tan bien a su magnifico otono! El invierno ha lle-

16^ • Paj Sed''


gado para ml; me queda su recuerdo que me da fuerza, como antano su
presencia me dio la luz, y me la sigue dando, a veces, renovandose en la
calma de las noches.
—Asi pues, Maestro —replique tras un silencio—, puedo dejar la es-
peculacion, luchar contra el deseo de saber, contra el ardor de actuar se-
gun el ideal esoterico, tal como dicen los libros que obra el mago, segun
la serena voluntad que ha conquistado.
—;Los libros! —exclamo Andreas mientras Estela sonreia con cierta in-
dulgencia—. Preguntele su opinion, ella ha leido todos los de la tradicion
occidental, los alemanes, los ingleses, los latinos, los franceses; yo he com-
pulsado no pocos otros. Que aquel que quiera quedarse ahi lo haga, pero
que aquel que quiera cumplir su verdadero destino, incluso en detrimento
de sus deseos en apariencia nobles, que ese se mantenga en el Libro Unico,
en la Vida que abunda a su alrededor, y en cuyo enmaranamiento le sera
permitido, cuando el momento llegue, poner un poco mas de orden.
—<;Y es verdaderamente mas diflcil vivir buenamente que abstraerse,
durante los dias y las noches de toda una existencia, sobre textos aridos,
fuera de todas las vanidades del mundo, de todos los falsos placeres en
los cuales la masa se precipita?
—Lo veras si lo intentas, doctor —respondio Andreas—. Los actos mas
insignificantes pueden tener una gran influencia sobre su futuro y sobre
el de los seres que te rodean. Tus filosofos han discurrido sobre el grano
de arena de Cronwel, pero no se han dado cuenta de que muchos orde-
nes de criaturas inmateriales estan apegados al hombre. Tal vez hayas
aprendido algo al respecto en el de revolutionibus anim arum de Loriah.
—Si —dije—, lei ese libro en Rosenroth.
—Pues bien, todo tiene su importancia. El matrimonio, por ejemplo,
que hoy en dia se esfuerzan por destruir, ejerce una repercusion muy le-
jana sobre el futuro de los esposos y es determinado por causas no menos
profundas. Pero hay que comprender que la busqueda de ese pasado y
de ese futuro seria vana para nosotros. El presente, he ahi nuestro imperio;
buscar por aqui y por alia seria infantil. No digo que la gente que realiza
esas busquedas se equivoque; toda busqueda es util. Pero tu, doctor, que
quieres la voluntad del Cielo, y yo que soy un ignorante, debemos con-

INIC AC ONES • 165


tentarnos con aprender, en todas las circunstancias —comprendame
bien— a olvidarnos de nosotros mismos siempre y en todas partes en be-
neficio de los demas. El amor entre un hombre y una mujer solo es, en-
tonces, una escuela elemental de amor de las almas por las almas. Cuando
este ultimo arde, los amantes pueden estar separados por toda la extension
del zodiaco; siguen sintiendo igualmente su mutua presencia, y el coro
de sus oraciones asciende como un vuelo unico hacia el Padre, hacia el
Hijo, hacia el Espiritu.
Como al pronunciar estas ultimas frases se puso de pie, yo me levante
tambien y pedi permiso para retirarme.

'66 • PaulS6dr
Capitulo 30

LA TORRE DE BABEL ESPIRITUALISTA

Habiamos ido a ver, Andreas y yo, una coleccion de papiros expuesta


nuevamente en el Louvre, y ambos ascendiamos hacia Montmatre. Llovia
y la Plaza de la Opera, y sobre todo la Plaza del Havre, parecian, con sus
baches, sus rodeos y sus empalizadas, una explanada bombardeada. Ca-
miones, autobuses, tranvias y taxis unlan sus bocinas, sus sirenas y sus
campanas, logrando la mas aturdidora bacanal. Entre las cienagas, las lam-
paras electricas cegaban. Una marana de masas profundas corria de las ti-
nieblas a la luz para coger los trenes de extrarradio. Evidentemente, dia-
blos rabiosos hostigaban a esas gentes y no las habrian arrojado fuera de
las tiendas, de los despachos o de los talleres sino para arrojarlos a otros
homos. La mayoria de esos peatones eran silenciosos, otros parloteaban
apresuradamente diciendo, con frases entrecortadas y troceadas, cosas inuti­
les o groseras, como si, para todos, la tumba no estuviera tan proxima.
—Y sin embargo —sugirio Andreas, que parecia hater leido mi sen-
sacion—, es bueno para ellos que esten ahi y que se agiten asi; si, eso les
vale para avanzar...
—Yo pensaba en otra confusion, mas proxima a mis inquietudes —res­
pond!—. En todas partes se hacen intentos para conciliar diferentes espi-
ritualidades; se buscan los puntos comunes del yoga, de la kabala, de la
gnosis, del budismo, del taoismo, del pitagorismo, del catolicismo, del
hermetismo. de todos los panteismos y de todos los humanismos. Se ana-
liza, se reprocha...
—Y —me interrumpio Andreas con una sonrisa— queriendo construir
un monumento, se llega a un poner un parche.
—Porque tengo ese temor es por lo que busco una indicacion o una
direccion.
—Pues bien, jcuentame!

INiCiACiONES • '6 7
—Asi —continue—, en estos ultimos quince arios he leido libros de
los lideres de las diversas escuelas neoespiritualistas, espiritas, psiquicos,
neocatolicos, protestantes liberales, de catolicos que se consideran orto-
doxos, de buscadores llegados al adeptado. Ciertamente, creo que todos
esos sabios son sinceros y estan convencidos; lejos de mi la sospecha de
que sean voluntariamente secuaces de una diplomacia oculta. Pero digan
lo que digan, veo a la mayoria de ellos como anticristianos, si la palabra
no suena un poco demasiado a Edad Media.
—No te equivocas del todo —respondio Andreas.
—jEscuche! —continue—, Madame Blavatsky se sirve de las concor-
dancias astronomicas que se remarcan en las vidas de los fundadores de
religiones. Que Juan el Bautista naciera en el solsticio de verano y Cristo
en el solsticio de invierno, que haya resucitado en el equinoccio de pri-
mavera, Dupuis, Ragon, VaiUant y varios otros ya lo habian dicho, y habian
coleccionado caracteres analogos para Laot’se. Krishna, Buda, Pitagoras,
Platon y muchos otros; partenogenesis, tentacion, sufrimientos, identifica­
tion con el Absoluto, suplicios, todo esta...
—,-Y que prueba eso? —interrumpio Andreas—. «;No ves que se trata
de una argumentation de materialistas el querer deducir una similitud es-
piritual de una semejanza material?
—Y, sin embargo, <<las ciencias adivinatorias?
—Las ciencias adivinatorias van de lo fisico a lo mental, pero no a lo
espiritual. Por el hecho de que la sangre, la linfa y los reflejos sean los
mismos en el perro que en el hombre, ^deducirias que los dos tienen la misma
inteligencia y la misma alma? —me respondio Andreas.
—Se bien que el Cristo es unico —continue—, que es diferente de
sus predecesores y de sus sucesores en la historia del mesianismo univer­
sal; se que en El su cuerpo fluidico, su astral mejor dicho, su cuerpo men­
tal. fueron organismos sanos y santos, sabios y potentes como los de los
mas grandes adeptos, pero que su yo, su individualidad, fueron un acto
especial, una voluntad particular del Absoluto. En el hombre ordinario, el
yo es un nucleo de composition, no es un principio simple, es un centra
complejo en el seno del cual adormece la divina lu z del alma. En Cristo,
esta ultima despierta, perfecta y resplandeciente, es su yo, su voluntad. Es

' 68 • Daj: S6dr


realmente Hijo de Dios. Los otros salvadores solo eran hombres, pero creo
que algunos de ellos fueron inspirados por Dios a intervalos, y creo sobre
todo que pudieron, que pueden, ayudar a sus fieles bajo la simple pero
indispensable condicion de que estos intenten practicar el mandamiento
fundamental: la caridad.
—Asi es —dijo Andreas—, ahora veo lo que los sabios de los que ha-
blabas antes han escrito; no podian actuar de otra forma. Es mejor, o me-
nos nocivo. que vayan por ellos mismos hasta el final de la linea del pen-
samiento actual.
No replique nada, pues no era la primera vez que veia a Andreas no
apresurarse en conveitir a la gente a sus opiniones. Continuo:
—;No! Nuestro Amigo no dijo: -Mi Padre Celeste y yo (mi ego encar-
nado) somos una misma cosa». Si ese ser visible hubiera sido el Padre, ni
los hombres, ni el planeta mismo hubieran podido soportar su Esplendor.
Dijo mas simple y exactamente: -Yo y mi Padre somos Uno». la misma
esencia y no la misma sustancia.
Tampoco dijo: -Mi Padre y yo, vosotros, mis discipulos iniciados en
mi doctrina, somos uno, consumados en la Unidad-, sino que dijo: «Que
sean Uno, como nosotros somos Uno; como Tu, Tu que estas en mi y yo
que estoy en Ti, que sean uno en nosotros. Pues sus discipulos sabian
por ciencia intima y cierta, saben que yo he salido de Ti».
Pregunte:
—El Cristo dijo: «Mi Padre es mas grande que yo*>, y en otra parte: -Mi
Padre y yo somos Uno».
—No hay contradiccion; esta en ti esa contradiction que crees percibir
en ese texto. A veces es Dios quien habla y a veces es el hombre. En el
Evangelio no todo puede ser dicho, por otro lado no lo comprenderiamos.
O, si lo prefieres, todo ha sido dicho, pero el hombre no lo comprende,
y es imposible explicarle aquello para lo cual no posee en si mismo la in-
tuicion latente; hace falta tiempo.
—Es cierto —continue yo— que hay una economia de la Revelacion;
es cierto que la inteligencia humana crece poco a poco, pero entre el mo-
dernismo y el dogma ortodoxo ^no hay mas que una diferencia de inicia-
cion? La divinidad de Jesus es incomprensible, esta por encima de la inte-

IMC AC'.ONES • 169


ligencia, es un fenomeno, un estado del ser que tiene lugar fuera de lo
creado, de lo relativo; mientras que nuestra inteligencia no puede funcio-
nar mas que en el interior de sus ultimas esferas. Hubo bien en la Iglesia
primitiva una reserva sobre ciertos dogmas, una iniciacion si nos parece
mejor, pero jamas era la palabra del sacerdote la que podia dar esa luz al
neofito. Solo Dios tiene cualidad y el poder de hacerse conocer a aquel
que juzga digno.
—Si, hay verdad en eso que dices, mi doctor; pero nadie, escuchame
bien, nadie ha visto jamas a Dios, en espiritu ^Como podemos discurrir
doctrinalmente? Es evidente que la fraternidad. la obligacion de la virtud,
la existencia de lo Divino, la inmortalidad humana son admitidos por to-
dos. Pero si una escuela rechaza la oracion, ya sea porque no hay Dios,
sea porque seria indigno del hombre, sea porque el Absoluto no se mo-
dificarfa para complacernos, ella no esta en lo cierto. Hay un Dios; el hom­
bre esta demasiado abajo como para que pudiera avergonzarse de sus pu-
silanimidades. Evidentemente, mas valdria que jamas pidiera para si mismo
nada material, pero, ^donde esta aquel que tiene fe? Y, finalmente, el Ab­
soluto, aunque esto choque con nuestra logica humana, modifica sus pla­
nes y sus proyectos cuando ello complace a uno de sus sabios hijos. No
es un nuevo proyecto lo que le preocupa, ni extraer algo nuevo de su te-
soro; comprende bien que tiene infinitos recursos. La oracion se situa en
las antipodas de los entrenamientos del Raja-Yoga; hay muchas formas de
extasis, muchas mas de las que los adeptos conocen.
—Por consecuencia, digo yo, si Pablo de Samosate niega formalmente
la divinidad del Cristo, y Arius en el 325, y el Concilio de Milan en el 355,
y el de Esmirna en el 357, y en el segundo Concilio de Ancyre en el 358
ensenaron esa misma tesis. Si en el 349 el Concilio de Antioquia proclamo
esa divinidad y en el 380 el Concilio de Zaragoza sostuvo que la naturaleza
humana de Jesus no era mas que una ilusion: si el Concilio de Efeso ad-
mite sus dos naturalezas, ello prueba simplemente que la luz intelectual
deja a los hombres que no mantienen en ellos la Luz Moral. Podriamos
repetir aqui, como un filosofo catolico contemporaneo, las palabras de
San Agustin a los maniqueos: «Dejadles que os castiguen severamente, a
vosotros que ignorais cuan dificil es encontrar la verdad y evitar el error».

170 • Paj S6dr


—Si, eso son bellas palabras —respondio Andreas, sacudiendo la ca-
beza—. Tienes demasiada prisa, mi doctor; tienes mucho tiempo ante ti.
—Sin embargo, ,;no hay que perder el tiempo?
—;Asi es!, pero no de esa forma —dijo con una afectuosa sonrisa—,
(jbuscar si Dios es personal o impersonal? Ni siquiera comprendemos como
una piedra puede tener o no tener libre albedrio. Si la escuela oriental
quiere decir que Dios no es antropomorfico, estamos de acuerdo, pero si
dice que el Absoluto es una entidad abstracta, vacia e informe, no, pues
entonces es la Nada a lo que se refiere. No sabemos que es lo relativo,
,;que podemos decir de sus relaciones con el Absoluto.? ,;Que podemos de­
cir del Absoluto mismo? Nos elevamos sobre nuestros espolones; humi-
llemonos, reconozcamos que no somos mas que cosas pequenas, enton­
ces vendran las luces de ese incognoscible Espiritu Puro.
—,;No es la Trinidad cristiana la Trimurti de Krishna —pregunte—, ni
el Sat-Chit-Ananda de los Upanishads? <*No es su Atma el Logos platonico?
—No, pero eso no es algo importante. Cuando eras pequeno, ,;se ocu-
paba tu madre de tus imaginaciones astronomicas o de tu obediencia?
Pasando a otra idea, sin aparente relacion con la precedente, como
tenia por costumbre, Andreas continuo:
—La partenogenesis de tales hombres extraordinarios, de Cristo en
particular, no es un simbolo, es una realidad; es incluso una necesidad fi-
siologica que motiva la excesiva tension de los trabajos que tienen que
realizar. Los gnosticos se equivocaron al feminizar al Espiritu Santo; de las
tres personas, es el Espiritu Santo el que permanecera mas profundamente
desconocido. No, Dios no se encarna en todas las religiones; los antiguos
brahmanes lo sabian bien, solo hay que leer su doctrina de los avatares.
Solo te digo todo esto a ti, porque algun dia tal vez pueda servirte de algo,
pero estos son asuntos que precisarian siglos de estudio para comenzar a
tener algun exito.
Muchos modernos hierofantes, aunque ricos en preciosas intuiciones,
estan faltos de sentido practico. La resurreccion de desaparecidos cultos,
la resucitacion de dogmas petrificados, revistiendolas en hebreo, en griego,
en sanscrito o en chino, o de teorias de autoedificacion, son ilusiones res-
petables de hijos piadosos, los candores conmovedores de eruditos per-

\ CACO\ES • 171
didos en el sueno, pero ellos forman tambien, hay que decirlo en voz alta,
los oscuros basamentos subterraneos de una religion futura, cimentada
sobre lagrimas, sudor y sangre. Esos pioneros, que no aceptan ni la ciencia
positiva ni la fe escolastica, envejecen sobre jeroglificos metafisicos, fan-
tasmas, neurosis. Felices si tras veinte o cuarenta anos de estudio com-
prenden que los arcanos y los ritos exhumados son los velos de los axio-
mas del buen sentido, de la sana razon. Y los espiritus simples sienten
eso por instinto, porque el corazon del hombre es el tabernaculo donde
brilla esa eterna Luz de la que los grandes arcanos del ocultismo no son,
con demasiada frecuencia, sino sombras deformadas.
El hombre moderno esta mal equilibrado; la naturaleza raramente da
a luz obras maestras. En nosotros arden consumidoras llamas y los dioses
del dinero, de la gloria, de la ciencia o del arte tiran en direcciones con-
trarias a sus pobres devotos y los desorbitan. Por eso el medico, por ejem-
plo, encuentra tantos psicopatas entre los espiritualistas, entre los mlsticos,
en la masa de creyentes y entre los pseudoconductores de esa masa.
El experimentador de lo hiperfisico puede quedarse frio, pero el sen­
timental se adentra en el misterio con todo su corazon, ansioso y dolorido,
deseando tocar lo impalpable y hablar a los habitantes del infierno y del
paraiso. Este, en una palabra, que tiene como objetivos todos los fenome-
nos ocultos, encuentra mil ocasiones entre una de naufragar en cualquier
histeria, en una neurosis, en una parcial alineacion mental o en un orgullo
tan infantil como exorbitante. No obstante, todos esos enfermos son pio­
neros, no se les debe menospreciar ni burlarse de ellos. Sin embargo, mi
doctor, no exageres tus aprensiones. Di a un tal senor, gran fundador de
sociedades, que es un simple orgulloso y ^habras hecho otra cosa, si es
cierto, que herirle? ,-Habras cambiado su corazon? Mira en ti mismo y veras
que no. Pues bien, deja a los iniciados, a los esoteristas, a los amantes de
los extasis y a los abstractores de quintaesencia. No les provoques. Escu-
chales si quieren exponerte sus teorfas, no los detengas a menos que te
parezca que se dirigen hacia el mal; intenta obtener de ellos una enmienda
practica, en actos o en pensamiento. Eso ya seria muy bello.
Y fue asi como mis entusiasmos de ideologia recibieron, bajo una pe-
netrante lluvia, una ducha mas.

'7 2 • PaulS&lir
Capftulo 31

TEOFANES33

En mi siguiente visita encontre a Andreas pintando ceramicas al estilo


noruego, de moda en aquel tiempo. Mientras esbozaba sus hojarascas con
un trazo limpio, le pedi algunas explicaciones sobre la oracion, acto al
cual parecia conceder una gran importancia.
—jSe ve que nunca te han caido gruesas tejas sobre la cabeza! —me
respondio sonriendo—. Tu kabala pone a la cima de sus ensenanzas un
axioma, que has debido leer y releer sin prestarle atencion: «Todo es un
ser vivo», dice en alguna parte Simeon-Ben-Jochai.
Hice un gesto de afirmacion con la cabeza.
—Entonces, una alegria o un problema son, en un cierto mundo, un
ser vivo, que posee una forma, una inteligencia, una libertad. Ahora bien,
si su yo fisico esta limitado, sus yoes astral, moral y todos los demas lo es-
tan tambien. Si un orangutan es siete veces mas fuerte que un hombre,
<;por que no podria tener fuerzas invisibles mas fuertes que las fuerzas in-
teriores que englobamos en el termino voluntad? Cuando uno de esos co-
losos te tiene cogido por la nuca y te sacude, como tii harias con un co-
nejo, <;que puedes hacer sino gritar pidiendo socorro? Eso es la oracion. Si
eres atacado en el bosque y has logrado que tus sirvientes te amen, te de-
fenderan. Como consecuencia, es necesario hacerse amar por los servi-
dores del Cielo, y para ello, hacer la voluntad del Padre; es asi como nues-
tra oracion sera satisfecha.
—Sin embargo —dije—, la fuerza moral de un hombre es limitada.
—Si, si se la deja asi, pero <y si se le quita? <;Crees por azar, doctor,
que el mas pequeno de los atomos de su individualidad es tuyo, que
te pertenece? Sal de tu error; todo tu yo es un prestamo consentido a38

38 Etimologicamente, *el que manifievSta a Dios».

NICIACIONES • '7 3
su alma. Y creeme —ariadio cuando Estela volvio y se sento cerca de
nosotros—, solo hay una cosa por medio de la cual el hombre pueda ven­
eer al mundo...
—No lo digas —exclamo Estela—, voy a ir a buscarle la carta que tu
sabes. Y subio corriendo a su habitation; despues, cuando volvio a bajar,
me tendio un papel chino, cuidadosamente guardado en un portafolio de
cuero.
—Lea —dijo gravemente.
Habia algunas lineas en frances, con una fuerte escritura, que se pare-
cia, aun con mas energia, a la de Napoleon I. Me atrapo una emotion sin
motivo, mientras descifraba lentamente los jeroglificos. He aqui el texto:

»Hija mia, no debes descorazonarte como lo haces; llevas en ti


la misma fuerza eterna por la que subsisten los ejercitos cosmicos.
Es el amor. Es el padre de lo que llamamos el tiempo. el bien, el
mal, el placer, el dolor. Su virtud todopoderosa transfigura las almas.
Es el Maestro Supremo de quien aprendemos todas las lecciones,
es la palabra de pase que aparta a los guardianes de todos los tem-
plos, es la espada cuya sola vision hace huir a los enemigos. Ignora
los obstaculos del mal, solo ve alii debilidad; olvida el pasado, no
le inquieta el futuro, solo conoce el presente, vierte sin llevar la
cuenta toda su riqueza a cada minuto de este presente. Es el fenix
que se inmola sin cesar y recibe tras cada sacrificio un gran tesoro
de esperanza y de luz.
Continua tu camino, Estela, y no temas. Si has hecho cincuenta
veces el misrno sacrificio, preparate para hacerlo cincuenta veces
mas si se te pide».

La firma era una especie de rubrica ilegible, pero estaba seguro de


que aquel papel venia de Teofanes.
—Recibi esta carta por intermedio de la embajada de China. Llego con
otro sobre a la direccion del embajador, encargandole hacerme llegar este
papel lacrado con el sello imperial, el dragon de cinco garras. Felizmente,
uno de los agregados de la embajada, que habia sido mi vecino en Neully,

' 74 • -aj Sedr


donde entonces vivia —hace mucho tiempo, anadio, como excusan-
dose—. me conocia y me trajo el sobre, que seguramente el Hijo del Cielo
habia tenido en sus manos.
Jamas he sido capaz de descubrir la razon por la que Teofanes tenia
acceso a ese monarca, cuyo acceso prohibe el mas infranqueable cere­
monial.
Miramos en silencio el sello del dragon de oro con cinco garras.
—<;No encuentras —replied Estela— que las palabras de ese... hom-
bre, llevan intrinsecas desde hace tantos anos, no se que virtud que otorga
una nueva esperanza y el presentimiento de un Eden desconocido, como
un soplo cargado de perfumes silvestres?
—yjQuien es Teofanes? <;Quien es el o que es el?
—jPero mi doctor!, screes que si lo supiera te lo diria? <;No crees que
si el quiere, te lo dira? ,-Has pensado seriamente en la verdadera disciplina
de los autenticos secretos?
—En fin, ,;no dijo bien Cristo: «He aqui que estoy con vosotros todos
los dias, hasta el final*?
—Si, dijo eso a sus apostoles.
—jA Dios todo le es posible! Algunas sectas han anunciado el retorno
de Cristo. Se que su Cristo es falso, pero la idea es justa. Hace dos mil
anos, habia un hombre en cierta casa; iba a sus asuntos como los hombres
de hoy en dia, y por la tarde hablaba con los otros en la plaza, como
nosotros vamos al cafe. Si viviera ahora, llevaria una chaqueta en lugar
de una tunica, y asi todo lo demas. Tienes que acostumbrarte a esas ideas
para hacerte mas clara la presencia del Amigo.
—Pero, usted sabria que en tal calle, en tal niimero, habita un perso-
naje que podria ser... No, no me atrevo a terminar...
—<;Ves ahora como a veces hay que callarse? Decir eso seria terrible.
Y sin embargo, diserta sobre la naturaleza humana y sobre la naturaleza
divina, sobre el conocimiento infuso, el conocimiento experimental y el
resto. Diseca a Tomas de Aquino, relee a los teologos jesuitas del Sagrado
Corazon; siempre llegaras a esto: Nada es imposible a Dios.
—Si, comprendo que es preciso callarse. Por otra parte, me parece
que el simple comercio intimo del alma con Dios es tan grave, tan sa-

NJIC AC ONES • 175


grado que, si esa gracia me fuera concedida, jamas me atreveria a hablar
de ella.
—En fin, recuerda una vez mas que hemos sido advertidos: «Si dicen
que el Cristo esta aqui o alia, no vayais-. Esto es todo lo que podemos de-
cirte, creo, en lo que concierne a Teofanes —continuo tras algunos ins­
tances de silencio—, el resto depende de ti. Cuando hayas dado prueba
de tu buena voluntad. cuando no tengas miedo de tomar el camino de su
pais, le encontraras. Tal vez lo veas en la calle, en tu casa, entre los gran-
des, en una chabola, o quizas en otra esfera, pero con seguridad vendra
hacia ti cuando hayas dado muestras de humildad y de caridad que son
la serial de los Hijos de la Luz. No le conoces, pero El te conoce; no sabes
lo que El es. pero sabe de donde vienes y a donde vas. Por otra parte, re­
cuerda que el medico esta ahi para los enfermos y no para los que se por-
tan bien.
—{Y usted solo lo ha visto cinco veces en toda su vida? —pregunte
un poco desanimado, pues si un hombre con los conocimientos, la energia
y la bondad de Andreas no habia obtenido sino muy escasas recom-
pensas, ^que podria esperar yo con mi vacilante voluntad y mi falta de
coraje?
—Le vimos juntos otra vez —respondio Andreas—, y probablemente
nos haga una ultima visita, antes de que dejemos esta Tierra.
—^Piensa usted entonces que debe morir? —pregunte muy extra-
hado, pues mis lecturas me habian ensenado que el hombre llegado al
grado de conocimiento y de poder al que sentia que habia llegado mi
interlocutor, debe poder prolongar su existencia terrestre tanto como
le plazca.
—Las leyendas del elixir de la larga vida tienen algo de cierto —me
dijo Andreas—, ha habido hombres y todavia hay algunos que estan sobre
esta Tierra desde hace siglos. Tu mismo los conoces. pero no dire sus
nombres, a fin de que no te sientas tentado a juzgarles.
—,-Hacen el mal, entonces?
—Eso no se dice —me respondio—. Cuando un hombre nace aqui
abajo, su destino esta fijado. Si viola la norma, cualquiera que sea la pureza
de su intencion sobrepasa sus derechos, y no puede hacerlo sin un rapto

176 • Dau 3$cP


ilegal de ciertas fuerzas, sin una violencia sobre ciertos seres, sin alteracion
y sufrimiento alrededor de todo el.
—Entonces, do mejor es someterse en todo y por todo?
—Si, doctor; hay que aprender a obeclecer antes que a mandar.
Era ya avanzada la hora. Lamentandolo mucho, pedi permiso a mis an-
fitriones. Mi provision de nuevas ideas era bastante amplia y, durante los
meses que siguieron, tuve numerosas ocasiones de echar mano de ellas.

INlGAClQNES 177
Capftulo 32

LOS COMETAS

Hn esa epoca hubo un cometa cuya aparicion habia sido anunciada.


Todo el mundo queria vedo y yo encontre en ello un pretexto para llevar
a Andreas a uno de esos paseos nocturnos que, por otro lado, parecian
gustarle tanto como a ml. El tren electrico de los invalidos nos dejo una
noche en Val Fleury. Desde ahi, los senderos del bosque nos llevaron a
la llanura de Villacoublay, donde el firmamento era visible casi por entero.
Pudimos examinar a placer la cabellera del astro.
La belleza de la noche nos tento; volvimos a bajar hacia el bosque
sombrio y midoso, conversando sobre unas y otras cosas.
iQue paz al salir de la villa febril! ;Que frescor en el aire embalsamado!
La belleza de la naturaleza permanecia serena en su variedad, ya fuera
que orillaramos los pequenos estanques candidos o que apartaramos las
ramas de la espesura, donde los ruidos de las bestiezuelas nocturnas se
elevaban en el silencio o bien que, al desembocar sobre la llanura, la luna
nos mostrara los altos tejados y las torrecillas de la vieja granja, de cinco
siglos de antigiiedad.
De vez en cuando los perros ladraban a lo lejos, en las casas del bos­
que, y a la orilla de los caminos nos detemamos un momento para obser-
var las asambleas de los conejos, mientras Andreas, en voz muy baja, hacia
sus observaciones sobre el comportamiento de los animates y de las plan-
tas. iMe senalo las matas de noble artemisa, que se alimenta de grava y de
desechos, y el humilde tusilago, que marca los cambios higrometricos, y
el orgulloso buen-amigo Juan, preparando para la proxima luna la espina
de su flor aromatica y expectorante, y muchas otras, por docenas; pobla-
cion apacible, multitud abigarrada y, sin embargo, armoniosa, amable y
familiar como la delicada claridad de los cielos de la Ile-de-France, que
ha devuelto Corot. Andreas me hacia estar atento a los ruidos del campo,

1 78 • Paj S6dr
del arroyo y del monte alto, a un chillido inquieto del zorro, que debia
estar muy asustado para fallar asi su caza, a un frotamiento de elitros, a
un batir de alas.
Tras haber dejado a nuestra izquierda el roble rojo y el cordon-d’en
haut, terminamos en un promontorio arenoso, donde se excavaban sus
agujeros los tejones, entre las hiedras, los alamos y las hayas jovenes. Un
paisaje de una magica serenidad se desplegaba a nuestros pies. La colina
descendia en pendiente rasa hasta la charca de las cercetas, que nos en-
viaban su frescor; los barrios bajos de Velisy se extendian, sembrados de
casuchas, hasta las dos lineas del tren y mas lejos, ascendian las arboledas
de Ville d'Avray y el bosque de Fausses Reposes 3940 El gran silencio lunar
banaba los estilizados perfiles de las colinas proximas y minadas de estre-
llas animaban los inmoviles cielos.
Nos sentamos para fumar como dos sachems'®, con gran desesperanza
seguramente para los tejones y las gardunas, cuyo retorno seguramente
turbariamos. Y Andreas hablo, con esa voz sin timbre y sin resonancia
que sabia adoptar cuando no queria que un tercero escuchara. Una vez
me respondio a mi pregunta sobre el motivo de tal precaution:
—El campo tiene ojos y el bosque orejas.
—Todas esas estrellas —dije—, ,;por que?, icomo?
—El porque —respondio Andreas— es el secreto del Padre y es pro­
bable que un dia nos lo diga cuando estemos preparados para entrar en
Su Casa. <;El como? Todas las partes de la creation se parecen y se repro-
ducen las unas en las otras. Solamente que nosotros, al contemplarlas,
unicamente vemos fragmentos descoordinados, no percibimos un Todo
continuo. Esa fragmentation tiene una razon y corresponde a otra rotura
en nuestra facultad de conocer. Asi, sobre esta Tierra, percibimos a los
hombres bajo un aspecto de individuo y a los minerales bajo un aspecto
de masa. Elevemos los ojos de nuestro espiritu al cielo interior, veremos
tambien a los hombres como un conjunto compacto; elevemos al firma-

39 Fauses Reposes: bosques misteriosos alejados de la urbe. Hasta el siglo xix fueron
la morada de sociedades secretas y escenario de cultos antiguos.
40 Sachens: lideres religiosos.

iNJiC AC'ONES • 179


mento los ojos de nuestro cuerpo y el inmenso ejercito de los astros nos
mostrara, aumentado hasta la desmesura, el mismo espectaculo que el mi-
croscopio descubre en la molecula. La batalla ritmica de los electrones,
de los iones, de los magnetotes, no es otra cosa que una astronomia infi-
nitamente pequena.
—De esa forma —dije yo— me acaba de hacer adoptar un nuevo
punto de vista del axioma hermetico griego: Todo esta contenido en todo.
Si he comprendido bien. <;la ontologia real enumeraria modos de existen-
cia, el modo aritmologico, el modo mecanico, el modo fluidico, el modo
energetico, el modo astronomico, el modo de ser colectivo y el modo de
la libertad? ,;Y cada forma viviente, cada criatura, morfa o amorfa, definida
o indefinida, consciente o inconsciente, lo contendrfa todo en conjunto, y
todas las partes de este Todo, pero estaria organizada de forma que no
percibiera mas que un modo de existencia en las otras criaturas, en medio
de las cuales viviria?
—Si, eso que tu dices es una especie de reduccion de la biologia en
tabla de Pitagoras. Ese proceso, ciertamente, esclarece las cosas. De cual-
quier forma, solo es un proceso; solo revelara una parte de lo Cierto, sin
embargo, muy justo y vasto. La sabidurfa humana, por otra parte, por muy
lejos que me remonte en las doctrinas secretas, no ha encontrado nada
mejor. Pero el hombre que ha vuelto a ser puro se olvida de esos instru-
mentos intelectuales y se dirige sin intermediario a los seres a quienes ne-
cesita comprender.
—cExiste una finalidad para ese polvo de estrellas?
—Si, es un campo —me respondio— al cual el Padre ha hecho poner
limites. La Estrella Polar es una de esas fronteras.
—;En efecto! —replique—, si ella es una frontera, debe ser la mas
lejana, y los astronomos dicen que de entre las estrellas mas proximas a
la Tierra, esa Estrella Polar tiene una de los mas debiles paralajes. Eso
significa que esta muy alejada de nosotros, pero hay otras que lo estan
aiin mas.
—<;Esta, pues, la Tierra en el centro del mundo? —dijo Andreas—.
<Y tiene el cosmos la forma de una esfera? <;Yel sol no esta inmovil?
—Eso es lo que nadie sabe.

'80 • 33j S6cir


—No podemos, por ello, juzgar las distancias, los tamanos y las frag-
mentos astronomicos mas que en relacion con nosotros mismos. Ademas,
,;nos hemos preguntado si, al atravesar los medios interastrales, los rayos
luminosos no sufren refracciones o metamorfosis, y si podriamos calcu-
larlas si existieran?41.
—No, que yo sepa —respondi.
—Ves, pues, que, por exacta que parezca a primera vista, la ciencia
astronomica no es cierta. Su utilidad es por ello, en definitiva, puramente
moral, pues nos da idea de nuestra pequenez, de la grandeza de la obra
del Padre y de que los fracasos sucesivos de esas teorias y lo precario de
sus descubrimientos humillan nuestra vanidad.
—Es un poco lo que producen todas las ciencias. Pero, entonces, <;que
es, pues, todo ese Universo?
—iEse universo?, para nosotros, sus habitantes, incluye todo lo que
existe. Fuera de el, solo hay la Nada. Y, no obstante, si pudieramos ver
las cosas desde el punto de vista del Reino de Dios, percibiriamos que
tambien la Nada vive. Lo que impedira siempre a los metafisicos ponerse
de acuerdo entre ellos y con ellos mismos, es que esos dos puntos de
vista coexisten en el alma humana, es que esa alma es doble, que es a la
vez creada e increada, y las percepciones del yo natural y del yo sobre-
natural se mezclan siempre en nosotros.
—Es inutil, pues, intentar saber.
—Perdon, doctor; hay que intentarlo con todas nuestras fuerzas, no
para nuestra satisfaccion personal, sino por caridad, si puedo decirlo de
este modo, para hacer vivir a las potencias racionales e intelectuales que
el Padre nos ha confiado en deposito, por obediencia y por amor a El.
—Pero —objete— quitarle al hombre el incentivo de un beneficio per­
sonal, <«no es cortarle los brazos y las piemas?
—Si, si el hombre no cree en Dios, pero si cree, ,;que felicidad mas
grande que obedecer a aquel a quien se ama? ,;Que impulso puede dar
mas energia, constancia y entusiasmo? Si tu eres un hombre, un portador
de antorcha del infinito, no hagas como ese pequeno zorro que acaba de

41 Esto fue escrito en 1917 (nota de la edicion inglesa).

IN C AGONES • 181
ponerse a cubierto alia abajo, detras de esa mata; el cree que su unica
razon de ser es sorber cada vez mas huevos, comer el mayor numero de
polios posible y ensenar a sus pequenuelos a hacer lo mismo. Nosotros
tenemos otra mision.
Ahora, si te parece bien, vamos ascender sobre ese arenal y asi no
sentiremos el rocio. esperando la hora en la que encontremos entre los
brezos algo para desayunar.
Tras haber dormido un rato, reemprendimos nuestro paseo en el de-
licioso amanecer en el que el bosque entero brilla bajo la luz clara, como
una virgen que sale del manantial sacudiendose el cabello humedo. Los
carboneros. los reyezuelos, las currucas. los mirlos y los verderones, cantan
a voz en grito a esa hora. El aire esta lleno de nuevos perfumes, las hojas
son de un verde mas claro; el cielo, de un azul mas delicado, y las nubes,
mas vaporosas. El pasado gris parece muy lejos, el futuro mas amable,
y una apacible benevolencia nos alegra el corazon.
Trate de reemprender la conversacion.
—Los Puranas dicen tambien —comence— que el huevo del m undo42
nada sobre el oceano insondable. Pero, ,;d6nde estan sus fondos y sus
orillas? Tales concepciones, mientras alguien no las demuestre, ,;no son
un poco rudimentarias?
—Asi seria, en efecto —respondio Andreas—, si la sustancia del
mundo fuera identica en todas partes a la sustancia terrestre. Pero no lo
es. Muy proximo a nosotros se pasea un planeta invisible, en un espacio
dLstinto al nuestro, cuya densidad es, sin embargo, el doble que la de la
tierra. Asi, una proyeccion fluidica imponderable de voluntad puede
actuar sobre una masa pesada y cuantos hechos analogos podria citarte.
Nuestra consciencia solo funciona bajo ciertas circunstancias que limitan
para nosotros lo sensible; no podemos hacernos una idea de las diferentes
condiciones. Sin embargo, existen. Con mayor razon no podemos imagi-
narnos la Nada. no mas de lo que podemos imaginarnos como vemos las
estrellas y lo demas.

42 Hircinyagarbha: el Utero de OrooAlma del Cosmos, la forma perfecta del I'niverso


segun las Puranas. (N. del T.)

182 • Daj Sedr


—Entonces, <jtenemos que iniaginarnos si las cosas existen, si no hay
algo mas que apariencias?
—Pues si, las cosas existen. El homhre tiene la vida en el, no puede
crear la ilusion absoluta; toda su debilidad es ver las formas mutables en
lugar de las esencias puras. Y en cada mundo, y en cada piano de cada
mundo, la apariencia es una media proporcional entre la esencia del ol>
jeto, su actual figura, la esencia pura del sujeto que la percibe y sus mas
o menos sanas facultades de percepcion.
Ahi esta la base de la ciencia de las signatures. El tronco de ese abedul
no nos parecerfa tan plateado ni sus hojas tan moviles como la expresion
terrestre de una fuerza universal. Las estrellas rojas, verdes y amarillas que
antes mirabamos son tambien signos.
—Desde ese punto de vista, ^las gentes tienen razon al ver en los co-
metas presagios de calamidades?
—Si y no —respondio Andreas—. Cuando va a Hover los caracoles
salen, pero no llueve porque salgan. Cuando el cometa se hace visible,
no provoca las guerras o las epidemias, pero es la consecuencia astrono-
mica de un acto del demiurgo, de un cliche, del cual la guerra es una con­
secuencia social terrestre.
Yo tenia muchas preguntas que hacerle con respecto a los cometas,
pero aquella manana, como ocurrio en otras muchas circunstancias simi-
lares, nuestra conversation se desvio segun los deseos de Andreas; sin
embargo, jamas hablaba el primero y no hacia nunca otra cosa que res­
ponder a mis preguntas. Olvidaba mis preguntas preparadas o bien una
indefinible timidez me impedia hacerselas. Por otra parte, me consolaba
pensar que mi maestro sabia mejor que yo lo que necesitaba y que cono-
cimientos me serian provechosos o inutiles.
No obstante, si no recuerdo mal, aquella manana le pregunte acerca
del papel y la utilidad de los cometas.
—Cuando un hombre esta enfermo y los medicamentos no funcionan
—me respondio Andreas—, se busca otro metodo de ingestibn de los
agentes terapeuticos aparte de la via estomacal, la piel, los pulmones o el
sistema sanguineo; por ejemplo, el suero inyectado sigue en el organismo
otra trayectoria distinta de la ordinaria. El cometa es un similar regenerador

\ C ACiONES • 1S3
del sistema solar y es tambien un tonico. Aporta a nuestro zodiaco algo
inedito y como consecuencia de un enorme dinamismo que proviene de
otro zodiaco; restaura esa funcion perturbada.
Para el mismo son viajes de estudio. Entrega algo en los mundos que
atraviesa y tambien recibe algo de ellos. Y despues de su vuelta al mundo,
su velocidad disminuye, y sufriendo asi las reacciones de otros cuerpos
celestes, su trayectoria cambia poco a poco, se ralentiza y a su vez se con-
vierte finalmente en un centra del sistema. Tienes un proceso similar en
la embriologia en las primeras horas que siguen a la fecundacion del
ovulo.
—Creo haber leido algo parecido en un Djataka hindu.
—Sin duda; son cosas muy simples. El cometa tiene, no obstante, una
tercera funcion, ya no en el orden cinetico, sino en el orden individual.
—^Como es eso? <;Un cometa es una persona como usted y yo?
—No, es el traje de una persona, como nuestro cuerpo es el vestido
de nuestra individualidad. Todos los cuerpos celestes son trajes y los seres
que los visten, que nosotros desconocemos, o que no podemos percibir
sino despues de penosos trabajos de acercamiento, cumplen cada uno de
ellos una funcion. Los cometas son la vestimenta de profetas, para bien o
para mal; tambien son el atavio de artistas que distribuyen la alegria, la
esperanza, el entusiasmo o las noticias.
—Si usted dijera esas cosas en publico le tacharfan de antropomorfista.
—Por eso guardo silencio. Sin embargo, es el hombre el que es forjado
y actua a imagen de la Naturaleza y no la Naturaleza a imagen del hombre.
Pero estamos tan fuertemente convencidos de nuestra importancia que
nos creemos indispensables para el funcionamiento de los mundos. jCuan-
tas cosas sabriamos si fueramos humildes!
Nuestro paseo nos habia llevado a Fonceaux. Nos detuvimos para ha-
cer los honores a un desayuno campestre y la conversacion camfjio.

10/- • ^aj S6clr


Capftulo 33

IA INUNDACION

Fue la epoca de la gran riada que provoco tantos desastres en la


cuenca del Sena43. Durante mas de quince dias, me fue imposible ir a ver
a Andreas. Tuve que abandonar mi laboratorio del hospital para ayudar
en el consultorio. Todas las camas estaban ocupadas, habia Camillas en
cada rincon y hasta en los rellanos. El personal, sobrecargado de trabajo;
el economato, sin organizacion. Nuestro viejo y destartalado edificio no
habia tenido tanto trabajo desde los anos de la gripe. Acabe por hacer
que me pusieran un catre en la habitacion de un interno, pues llegaban
enfermos constantemente. Pero en la primera manana que tuve libre, aun-
que tenia mucho sueno atrasado, me escabulli a toda prisa hasta la pe-
quena casa de Menilmontant.
Andreas estaba preocupado aquella manana. Habitualmente tan activo,
estaba tumbado en un largo sofa de mimbre y fumaba despacio en una
pipa larga de barro cocido, pulida como el bambu de opio cuando se ha
usado durante cincuenta anos.
—jHermosa pipa! —dije.
—Ayer estaba completamente blanca —me respondio distraido.
—Entonces, ,;ha fumado toda la noche?
—Pues si, y ya no me queda tabaco.
Le ofreci del mio. Unos minutos despues, aparecio Estela, trayendonos
cafe con leche, y se puso a hablar del desastre que desde hacia dos se-
manas asolaba Paris y arruinaba el extrarradio.
—^De donde ha salido toda esa agua? —pregunto a su marido— . No
es unicamente de la lluvia o del deshielo.
—Ni de la deforestacion —anadio el.

43 La gran inundaci6n que aso!6 Paris en el ario 1910. (N. del T.)

N C A C O \E S • 185
—No se si es necesario buscar la causa de esas riadas, <;de que nos
serviria sabedo? —respondio Andreas.
—Para prevenir que vuelva a ocurrir.
— ;Muy bien! <;Ysi son capas subterraneas que han cambiado de nivel?
^Excavarian los ingenieros pozos de dos o tres kilometros e incluso mas?
—<;Pero existe agua a tanta profundidad? Todos los parisinos conocian
el pequeno estanque que habia debajo de la Opera y aquel que se en-
cuentra debajo de la Colina de los Molinos, restos del antiguo arroyo de
la Gran Bateliere. Es cierto —ariadi— que los habitantes de Saboya hablan
de un lago subterraneo donde el Rodano se pierde, y los vaudenses44 di-
cen que existe otro en el extremo del lago Joux.
—Hay muchos otros, doctor. Solo en Francia conozco cuatro capas
de agua situadas a profundidades que varian entre dos y cuatro mil metros,
y varias se extienden entre una y dos regiones del pais.
—De tal forma —dije— que si llegaran a comunicarse con uno de
esos agujeros, como los de la Costa de Oro, donde los campesinos arrojan
los cadaveres de sus rebanos, y si hubiera elevaciones profundas, ^los rios
podrian llegar a crecer sin medida?
—Si, doctor, pero eso solo se produce cuando hay un desequilibrio
en la masa mineral. Esas modificaciones solo provienen de la precesion
de los equinoccios o bien de una erupcion subterranea, e incluso del na-
cimiento de una nueva veta de magnetita, como puede suscitar la presen-
cia cercana de un cometa. Ahora bien, tales fenomenos no se producen
por azar, son queridos por inteligencias cosmicas o atraidos como reaccion
de males sociales o etnicos, si lo prefieres. Lo mas sabio, a priori, es dejar
que se produzcan.
—{Y si hubiera ahi, aunque parezca extraordinario, la accion de una
potencia malefica?
—Ningun ser es absolutamente malo. Lo que juzgamos asi no lo es
sino temporalmente, relativamente y, en todo caso, no actua sin el permiso
tacito o expreso del Padre. Sin embargo, si tuvieramos que modificar la
marcha de fenomenos de ese orden, seria necesario que el opera dor pu-

44 Naturales de Vaud, antiguo canton de Suiza.

" 86 • Dau: 36dr


diera conversar cara a cara con el prfncipe, el sector y el espiritu de la tierra;
que poseyera un exacto conocimiento del estado del sistema solar en su
totalidad, que pudiera tener conciencia del piano de los cliches cosmicos.
—,jHay aqui abajo un hombre asi?
—Parece que no acabas de creerlo, mi doctor —me dijo Andreas, son-
riendome con esa expresion de maravillosa benignidad que a veces trans-
formaba su rostro inmovil y duro.
—^Podemos hacer nosotros algo contra esos cataclismos?
—Es un poco tarde, habrian hecho falta algunos hombres con coraje,
hace cincuenta o cien anos. A menos que un ser inocente, oculto en al-
guna parte, quiera sacrificarse, no hay nada que hacer mas que aceptarlo.
—iQue es lo que usted llama un inocente?
—Pues alguien cuyo espiritu aun no conozca el mal.
—,;Y como podrfa prevenir las catastrofes?
—Los dioses habrian firmado un pacto con su espiritu. Nosotros no
sabriamos nada y probablemente la inteligencia de ese hombre tampoco
tendria conciencia de ello. Nosotros solo verfamos sus desgracias, sus ene-
mistades, traiciones, ruinas y sufrimientos morales.
—Otra cosa —continue—, <;a que se debe que los astrologos y los vi-
dentes no hayan anunciado casi nada de esta desgracia social?
—El Cielo no ama a los adivinos. Desde hace mucho tiempo ha dado
a conocer, por medio de sus amigos, todo cuanto puede ser util al hombre
para enmendarse; el resto no es mas que curiosidad, mezcla, confusion,
fulgores fortuitos del intelecto, falaces relampagos de los poderes de las
tinieblas. En cuanto a mi, aunque conociera el futuro, no tendria derecho
a revelarlo. Siempre imaginamos que nuestra suerte interesa al Universo,
pero tu sabes bien que no somos mas que cosas pobres y muy pequerias.
Hice un gesto de desanimo y guarde silencio, pensando en esos miles
de pobres diablos, en las mujeres anemicas, en los ninos mal alimentados,
sin hogar, sin fuego, sin pan.
Estela se habia ido. Andreas estaba silencioso, perdido en una pro­
funda ensoriacion. Fuera, la lluvia golpeaba los cristales. Cai en una som-
nolencia por un largo tiempo. Me parecio que un hombre entraba en la
habitacion; era de talla alta, no pude discernir su rostro, ni su traje; sin

iNC ACONES • '8 7


embargo, vi que irradiaba luz. Despues, todo volvio a ser oscuro. Abri los
ojos. Andreas estaba de pie delante de mi, su cabeza estaba erguida y el
pecho hinchado, como si fuera a saltar sobre la tierra y me miraba fija-
mente a los ojos. Emanaba de el una especie de aura fluida, fresca y po-
derosa; habia algo misterioso entre nosotros dos y pense que estabamos
reunidos en nombre de Alguien.
iMe dijo, con una voz sin timbre:
—Vas a encontrar a tal y tal persona —y me nombro a un carpintero
de los Batignolles y a una gran dama, conocida en el tout Paris por su
elegancia y la fastuosidad de su casa—, y vas a decides de mi parte que
se comprometan a tres cosas: no hablar mal de nadie, no defenderse, sea
quien sea el que les ataque, y rezar por todo aquello que encuentren util
hasta que sus peticiones sean escuchadas, aunque deban pasarse las no-
ches enteras rezando, y tu, tu te comprometeras con cada uno de ellos. Y si
os manteneis firmemente desde ahora hasta San Juan, algunas desgracias
seran evitadas a vuestra patria. Es el Cielo quien lo ha prometido.

'88 Paj S6dr


Caprtulo 34

EL CHINO

La inundacion no se habia detenido, pero Andreas no hablaba de ello.


Esperaba a un visitante desde liacia algunos dias, un anciano chino, y no
me sorprendi al escuchar su celebre nombre.
Ignoraba como ese alto funcionario, famoso, rico y poderoso, podia
ser huesped de Andreas. Llego una noche, despues de cenar, en un coche
de punto, muy democratico, en companfa de un pequeno mandarin taci-
turno y de un soldado de infanteria de marina, en permiso por convale-
cencia. Fui invitado a esas sabrosas reuniones, donde un oriental, cercano
al Emperador y serior feudal de cuatrocientos millones de hombres, lo
suficientemente fuerte como para hacer fracasar a toda la diplomacia
europea, hablaba con la simplicidad de un soldado a un medico oscuro
y a un anticuario.
Para honrar a su invitado, la esposa de Andreas habia arreglado una
de las habitaciones al estilo chino. Una gran cama de ebano, esterillas, ta-
pices bordados, una estanteria llena de jades y bronces, y un magnifico
incensario posado en el suelo, transformaron totalmente esa habitacion.
—jHa debido gastarse un monton de dinero! —le dije a Andreas.
—jAsi es, mi doctor! Los orientales aman las formas; no hay que ofen-
der a nadie. Antario, cuando iba a casa de ese principe, todo su sequito
era movilizado. <;No estas al corriente de sus formulas de diplomacia? Pues
bien, mirame, haz como yo. Hay que respetar las costumbres de los an-
cianos; ademas, este hombre, socialmente hablando, esta muy por encima
de nosotros; pongamonos en nuestro justo lugar, es el quien nos indicara
en que tono desea que le hablemos. Y tu tambien, Mario —dijo al sol­
dado—, imaginate que estas a las ordenes del general en jefe.
En cuanto oimos el vehiculo, acudimos los tres al encuentro del prin­
cipe, y entro tras algunos reciprocos cumplidos, curvando su alto cuerpo

•\ C AC'ONES • '8 9
y agitando sus largas mangas en signo de alegrfa, segiin el rito confuciano.
Hablaba muy correctamente el frances, con una voz alta y rugiente. Su
rostro, grueso e inmovil, agrietado por multitud de araigas, dejaba entre-
ver, a pesar de la bondad de su vejez y de la voluntad de ser cortes, el in-
menso orgullo de un hombre que se sabe heredero de una genealogia
sin fisuras de cuarenta y cinco siglos. Y a pesar de toda la florida elocuen-
cia de su diplomacia. demasiadas cosas nos separaban, tantas como para
que a menudo me inquietara la afilada y clara mirada de sus incoloras pu-
pilas, en la estrecha abertura de sus hinchados parpados.
Se sento sobre un cama baja y, por cortesia, fumo primero en una pipa
que le ofrecio Andreas. Despues, Mario preparo el opio y, tras una docena
de pipas silenciosas, Tsun-Hing se puso a hacer preguntas sobre toda
suerte de objetos. Respondia tambien a mis cuestiones. Tenia una rara
memoria, y segun la costumbre de los hombres cultos, citaba sin cesar a
poetas de su pars, indicando, con una intencionada recitacion, otros sen-
tidos secretos, ocultos bajo la forma literaria. Andreas, a su vez, los extraia
de los clasicos, de los romanticos y los contemporaneos, y por la musica de
sus palabras sabia sugerir inesperados simbolos —al menos para mi— tan
bien como su ilustre interlocutor.
Aquella noche, Tsun-Hing hablo de las inundaciones.
—,iQue dicen, hermano, los mandarines de su pais cuando sus drago-
nes estan furiosos? —pregunto a Andreas.
—iOh, venerable!, los sabios de aqui no saben que es un dragon, para
ellos es como si no existieran, siempre dormidos en el fondo del mar.
—<;Es posible? —respondio extranado, sin que una sola arruga de su
rostro se moviera—. Entonces, si me pemiites esta estupida pregunta, ,;que
hacen vuestros mandarines cuando llega la riada, y cuando se va, aunque
—ipuede ser cierto!—, me afirmas, que no pueden prever su llegada.
—Hacen como los oficiales manchues en tus innumerables ciuda-
des. Dan ordenes para que se construyan diques y buscan dinero para
volver a reedificar las casas. Los pueblos vecinos ban enviado ayudas,
y tanto como puede juzgar mi pequena inteligencia, esta riada es bene-
fica, pues ha permitido un gesto de fraternidad a las naciones de raza
blanca.

'90 • PajlS6d"
—Ellas lo necesitan —dijo el anciano—. Pero <;quien puede sondear
las voluntades de aquello que no tiene voluntad?
—Mi izquierda, donde se encuentra mi corazon —respondio An­
dreas—, es la derecha de mi hermano, y su izquierda es mi derecha, y
ambos, el y yo, solo tenemos un corazon.
—Grande es tu sabiduria —replied Tsun-Hing, sonriendo compla-
cido— . Dejo la apagada pipa y de sus estrechos ojos emano un ligero
destello, pero guardo silencio.
—Dignate recordar que yo no soy un mandarin —continuo Andreas—.
Este de aqui —y me serialo— es unico en el arte de curar. Pero en estos
paises, los hombres de la sabiduria sin palabras no son casi nunca altos dig-
natarios, como deberian serlo. Asi, la ley del Tao se realiza: el merito vive
entre nosotros en las sombras, al abrigo de los honores y de los cargos...
—Eso lo se, al verte vivir tu vida —interrumpio el principe con un
gesto de deferencia.
—Aquellos que conciben la existencia de los dragones no llevan in­
signias, no estan revestidos de autoridad alguna y solo gobiernan en su
hogar. Para ellos, los unos solo han sentido el viento de su alas al desple-
garse; los otros, muy raros, piensan que esos animales divinos viven uni-
camente por encima de las nubes. Pero, desgraciadamente, no conozco
en esos pueblos de coloreado rostro ningun hombre que pueda seguir
los seis movimientos del Dragon de Cinco Garras.
—,;No conoces a semejante hombre? jOh, veridico! —murmuro Tsun-
Hing— poniendose de pie de un salto.
El viejo principe curvo su alta figura. Andreas se acerco. Ambos per-
manecieron frente a frente, con la mirada baja, en silencio, mientras sus
dedos ejecutaban rapidos gestos, intercambiando asi los signos de reco-
nocimiento de la mas antigua de las fraternidades asiaticas.
Despues, cada uno retorno a su lugar. Se encendieron las pipas, se
bebieron raros licores y Andreas continuo dirigiendose a mi:
—Hace una centena de ciclos, si contangos como los astronomos del
Celeste Imperio, nuestros pueblos de Europa sabian que existian dioses,
diosas, genios y entidades fluidicas. El hombre se parece por todas partes;
nuestros ancestros rendian culto a esos espiritus y violaban la ley del Re-

IN C AC'ONES • 19'
gulador Supremo, como el populacho lo hace todavia en nuestros dias
en el imperio de nuestro muy venerable amigo. Asi va el mundo, del ex-
tremo izquierdo al extremo derecho. A eso le Hainan penas y recompen-
sas, y si algunos conciben, al ejemplo de Kong-Tse, la invariabHidad en el
medio, buscan ese medio en el caos de los cinco elementos en lugar de
encontrarlo en el equilibrio espiritual de la Via.
—Tus pueblos —dijo Tsun-Hing— enloquecen en los cinco elementos
y en los veinticuatro asterismos.
—Si, tu vision es justa, anciano de aguda inteligencia —replied An­
dreas, fijando la mirada sobre su interlocutor, que parecia dormir—. Pero
recuerda aqueHos dias en los que, sin ser digno de eUo, recibia tu virtuosa
hospitalidad. En aquellos anos entre en los templos sin puertas... y sail.
—Lo recuerdo, hermano mayor.
—^No dicen los lamas del Techo del Mundo que Tchong-Kapa vino
de Occidente?
—Si —dijo el principe examinandome, pues se habia dado cuenta de
la excitacion de mi interes—. Hablas como un hombre muy viejo, y trato
de responderte con la misma sapiencia..., sin conseguirlo. Pero el recien
nacido necesita leche y el anciano las viejas cocinas, para el hombre maduro
el sano an'oz y el pescado. Nuestro joven hermano ,;nos dira que pieasa
acerca de los dragones que hacen manar los rios y explotar las nubes?
—Yo solo se leer libros impresos; he visto que todas las naciones creen
cosas semejantes. Los senores del Celeste Imperio conocen tambien a los
unicornios, leones, pajaros extranos y peces de ensueno. Sus hermanos
arios tienen a su buitre Garuda y a su cisne Hamsa, y sus serpientes mul-
ticefalas y a los Gandharvas, y cuantas otras tribus de seres que vienen a
visitar a los desnudos ascetas en los bosques durante sus contemplaciones.
Y aquellos del Tibet, sobre las heladas Hanuras, y los de la Luna Creciente
en sus desiertos torridos, que en las noches ven pasar toda suerte de cria-
turas... ,iQue puedo decir que no sepan ya sus dos sabidurias, padres ve-
nerables? Solo he hecho leer muy viejos libros. Todos los pueblos en es-
tado natural saben que los dragones existen, y tambien animates y seres
que nuestros espesos ojos no pueden percibir. Los hay en el oceano, en
el golfo, en el estrecho, en la laguna, el lago y el estanque; en la cadena

192 • Paul S6dir


montanosa, en la cima y en el precipicio; en el desierto y en la ciudad y
el bosque. En la piedra, en la planta y en el arbol; en la nube, el aire y
bajo tierra; en el rayo, el viento y la lluvia. En el continente, la nacion y el
pueblo; en el sol, la luna y las estrellas; en el eclipse, el cometa y el me-
teorito; en la noche, el dia y los crepusculos. Y finalmente en el mes, el
ciclo y el ano. ;Es cierto, os pregunto, oh, Caballeros del Dragon?
—Laot’se dice que son formas errantes.
—No obstante —pregunto Andreas—, ,;no escribio el anciano Laot’se
que todo ser tiene un nombre que no es el nombre, aunque contenido
en el nombre?
Y Tsun-Hing, aprobandolo, recito con voz grave el verso al cual An­
dreas hacia alusion.
— <;Pudo decir ese anciano sabio que las cosas indefinidas poseen un
nombre? ^Todas las cosas son entonces un individuo? ,;Que pieasas, oh,
muy prudente?
—Tu entraste en el templo sin puertas —respondio el chino.
—Contempla entonces esta roca, por ejemplo; mirala con todas tus fuer-
zas —continuo Andreas, dirigiendose a mi—; es decir, que ninguna de tus
fuerzas se ocupe en nada mas. Libera para ello tu cuerpo inmovil de las vi-
braciones del acto que acaba de realizar e incluso del recuerdo de ese acto;
desecha de tus fluidos toda precedente polarizacion; de tu corazon, todo
sentimiento; de tu inteligencia, todo pensamiento que no sea la roca. Mira
con los ojos bajos, escucha con las orejas cerradas, palpa con manos inmo-
viles. En principio no veras el espiritu de la roca, pero si diferentes tipos de
seres que son sus envoltorios, sus guardianes, sus viajeros. Tras ellos, sola-
mente cuando los hayas apartado, percibiras el genio, y si tu virtud iguala
a tu fuerza, podras hablarle. Pues tu espiritu conoce todas las lenguas.
—,;Un sujeto sonambulo? <;Magia? —pregunte.
—La magia esta prohibida, lo sabes bien —respondio Andreas—. No
encontraras nunca a un medium capaz de penetrar tan lejos.
—^Entonces...? —dije—. Pero Andreas continuo sin parecer respon-
derme.
—Si, todo existe: los faunos, satiros, aegypans, sylvains, ninfas, drya-
das, hamadryadas y los semidioses. Hercules y los demas, y la diosa Afro-

l\ilC AC ONES • 193


dita y sus hermanas, y las musas, las parcas y las furias, y Zeus y todos
sus iguales, los dijins, los huris, los kobols, los trolls, los gnomos, los nixies,
las hadas, los elfos, los farfadets y los korigans 45 no son alucinaciones de
campesinos supersticiosos. Y Theutad, y Thor y el Walhalla, y los dioses
hindues, de cuatro y diez brazos, y sus sbaktis46 y los dioses egipcios con
formas animales. Y el catoblepas, el basilisco y el roc, y todo el bestiario
de la Edad Media, todo ello y muchas mas cosas aun, todo eso existe,
todo eso vivio en otro tiempo sobre esta solida tierra, en las llanuras, los
bosques y las ciudades donde vivimos.
—vfQuiere decir que eran o que son criaturas reales, individuales, como
un perro o un caballo? ;Que no son simbolos de la meteorologia o de la
astrologia, de la astronomia, de la filosofia o de las fuerzas naturales? ^Se­
dan, entonces, animales o, tal vez, homoanimales? Entonces, los demo­
nologos, Pedro de Abano, Agrippa, las leyendas rosacruces, Sinistrai, Es-
tanislas de Guaita?
—La Naturaleza crea seres; es el hombre el que hace los simbolos —me
respondio Andreas sonriendo—. <;Crees tu que el toro con cabeza humana
de Asur, y la Esfinge de Tebas eran simplemente imagenes sabiamente
combinadas? Cuando el nshi canta: -El alma delyogui cahalga sobre el di-
vino pdjaro Harnsa, que le llet'a con vuelo rapido como el rayo hasta la
morada del supremo Brahma». <;No crees que cuenta burdamente lo que
ha visto? <;Crees que se divierte con la retorica? Sin embargo, ^no eres ni
profesor de filosofia ni miembro de alguna misteriosa fraternidad auto-
nombrada rosacruz, o budista o templaria? Pero —anadio dejando de son-
reir e inclinandose sobre el viejo principe—, si se digna mi muy respetable
huesped, podriamos aprender de su elocuente boca muchas cosas que
esos pueblos conocian y que han ocultado a los rostros rojos.
—Soy un ignorante —dijo Tsun-Hing, con un tono modesto y grave—.
Si hablo, solo es por obedecer a mi hermano mayor, y porque a veces

45 Todos ellos diferentes tipos de devas o espi'ritus de la Naturaleza en diversas tradi-


ciones populares. (TV. del T.)
46 Consortes femeninas de los dioses o aspectos de las energias femeninas de las di-
vinidades. (TV. del T.)

1 • ^aj S6dr
tales cosas deben ser dichas aun por una voz indigna. He olvidado mu-
chos caracteres que antano admiraba y copiaba con un pincel respetuoso
aunque inhabil. ;Ay, cuan virtuosos fueron los sabios de los antiguos tiem-
pos! Y cuan justo es que sean ellos quienes reciban la recompensa,
cuando, en mi larga carrera, gracias a su invisible presencia y a su cons-
tante ayuda, me fue dado el hacer algo util para el pueblo y en conformi-
dad con la Voluntad Suprema. ;Perdonad que este debil anciano temblo-
roso se presente desnudo ante los bien amados aneestros!
<;Yque dire yo —continuo, tras un corto silencio— que nuestro joven
hermano no haya leido en nuestros viejos libros? Los diez mil seres, los
animales del aire, de la tierra, de las ondas, de la madera y del fuego apa-
recen sobre el arrozal, crecen, despues disminuyen y desaparecen... Asi
la caieldad de los hombres evoca demonios en el mundo del Otro Lado,
y esos demonios subordinan a sus evocadores; despues, cuando muchos
crimenes han sido cometidos, esos demonios toman la sangre derramada
y las mortecinas carnes y sus principes se construyen cuerpos, y aparece
el tigre, que mata a esos mismos hombres. gracias a cuya maldad la puerta
de la tierra se abre para el. Y cuando el «devorador de hombres* ha matado
a todos cuantos llevaban su marca, su fuerza disminuye, su cuerpo se em-
pequenece con el paso de los siglos, y se convierte en un gato, elegante,
egoista y temeroso. Asi, hubo antano gigantescos lagartos y crustaceos
grandes como bueyes, y muchas otras criaturas, desvanecidas en el otro
lado de este mundo visible.
—La ciencia oculta fluye de tus labios, oh muy anciano —dijo An­
dreas—. Sigue hablandonos.
—Asi son los diez mil seres —continuo el principe— . Las cien familias
aparecieron sobre la tierra, pero ya habian aparecido sobre mil tierras. Pri-
mero habitaron los suenos de los hombres sabios; despues, esas criaturas
aparecieron con escamas, con plumas, con pelos, sin huesos y con huesos;
luego disminuyeron y desaparecieron de la vista de los hombres sabios.
Mas tarde los dioses los tomaron y los condujeron hacia otras tierras. Asi
este mundo es un mar de innumerables olas. Miralo, pues, joven hermano,
con un corazon piadoso y firme. No se debe temer a ningiin ser, no se
debe desdenar a ninguno, y tu mismo, sabe que no eres nada y que lo

\IC ACONES • 195


seras todo, pero si quieres llegar a serlo todo, seras reducido a la nada,
como un grano de tierra triturada en un mortero.
—Sigue hablando, mi muy sabio padre —pedi al viejo mandarin, pues
una especie de emocion habia animado su discurso y yo sentia despuntar
hacia el una agradecida simpatia.
—Guardare silencio —respondio agitando su pipa, mientras el soldado
redondeaba la apagada perla de opio sobre la llama—; si, me callare
—repitio dirigiendose a Andreas—, pues tu, que has luchado contra el
dragon, solo tu puedes actuar, yo solo se hablar. Tu eres el padre de este
joven hermano, abrele una de las puertas blancas, sella su boca aqui
mismo, para que escuche del otro lado; cierra sus parpados a esta tiniebla
de aqui, a fin de que vea las antorchas encendidas por los leones de corta
melena. Wen-Wang viene con nosotros.
Despues, volviendose hacia la pared, se mantuvo en silencio.
—iEscuchas? —me dijo Andreas—, ^quieres que lo intentemos?
—ilntentar que? —pregunte. Y, comprendiendo, inmediatamente
ariadi—: Si, a condicion de que usted se quede aqui y que no sea demasiado
largo.
—Uno o dos minutos. Deja tu pipa, instalate comodamente.
Pero apenas habia pronunciado la ultima silaba, la habitacion desapa-
recio ante mis ojos. Me percibi de pie, sostenido del brazo por Andreas.
Tsun-Hing, sentado, nos miraba. Aparecio y desaparecio un puerto de Ex-
tremo Oriente; despues un ancho rio, cubierto de malolientes juncos, luego
arrozales, una montaria, arbustos, una caverna. Todo ello muy rapido,
como peliculas cambiantes de cinematografo, pero con una extrema clari-
dad. Y de repente me vi en la nave de Notre-Dame de Paris, luego en la
primera cripta. que todo el mundo conoce, y despues en la segunda, que
fue —tuve de ello una irreflexiva certeza— el suelo de un templo a Jupiter.
Y finalmente, en un tercer subterraneo. vi grandes piedras, lanzas galas,
una hoz herrumbrosa, el bianco fantasma de un dmida. Escuche un golpe
sordo, como el de una potente hoja que se hunde en la piedra; despues,
el sonido de una fuerte respiracion, y percibia a dos pasos de mi un cuerpo
monstruoso tendido en una pegajosa sombra. Me parecio que tenia unos
quince metros de largo, con patas cortas, torcidas, con muslos delgados y

' 96 • 3aj S6cP


rasos que no lograban levantarlo. cubiertos de una piel malsana. Era grLs,
brillante, viscoso; su lomo cubierto de escamas y coronado por una arista
dentada de agudas espinas. Su cabeza, feroz. cubierta de profundas arrugas,
terminaba con un enorme pico de pulpo, cubierto por varias hileras de
dientes. Filamentadas y temblorosas antenas salian de ese pico entreabierto
y, extendiendose, trataban de palparnos a Andreas y a ml. Pero mi maestro
se contentaba con elevar su brazo. como se hace para calmar a un perro
agresivo. Ese monstruo relucia con colores irisados, lividos y venenosos;
sus membranosas alas colgaban temblorosas sobre el suelo. Los ojos, grue-
sos, salientes, desnudos, de parpados verdosos y enfermizos, nos lanzaban
miradas humanas, miradas insoportables. La bestia estaba visiblemente fu-
riosa y su rabia aumentaba en su espanto, pues Andreas la fascinaba.
—jYa ves! —me dijo subitamente—, seria suficiente con decir una sola
palabra a este animal para que montara en colera. Lo destrozaria todo esto
en tres dias, el Sena desaparecerfa alia arriba y Paris se hundirfa. ;Lo re-
cordaras? ^Tratar^s de comprender, no es asi?
—Hice un signo de afirmacion. Todo desaparecio. Volvi a encontrarme
en la habitacion china, con los tres asistentes, en las mismas posairas.
—;Pues bien, mi doctor! —me dijo Andreas, respondiendo a mi secreta
pregunta, con una voz lenta. mientras su rostro se inmovilizaba y el fuego
de su mirada se hacia insoportable, aun conservando su bondad fratema—.
jTrabaja, trabaja, vela!
La ronca voz de Tsun-Hing descendio sin eco en la densa atmosfera:
—;Ah, nosotros, los Hijos del Cielo, permanecemos inmoviles, y por su
secreta esencia, la Via viene a nosotros! Pero vosotros, hombres de enrojecido
rostro, vuestros corazones arden. ^Quien ha tornado el camino mas corto?
—Hermano muy poderoso, muy anciano y sabio —le dijo Andreas—.
,;Que es el Nombre? Es la Palabra. <;Que es la Via? Es el Movimiento. ^Que
es el Movimiento? Es la Vida. ,-Que resulta de la Vida? La innumerable
masa de los seres vivos, es decir, la Verdad.
Tsun-Hing levanto su mano para solicitar una pipa. Acababa de sonar
la medianoche. El joven secretario entro y, cuando le salude, el viejo prin-
cipe giro suavemente su rostro hacia la pared, mientras Andreas conti-
nuaba fumando en la oscura atmosfera.

MCIACIONES • >97
Capitulo 35

LA PIRAMIDE

Siempre he creido que en determinada epoca, sea cuales fueren el


nurnero y la divergencia de las doctrinas que se manifiestan, habia segu-
ramente entre ellas, hermanas enemigas, un lazo comun, una arquitectura
secreta, un profundo armazon, por lo que ellas no eran, en suma, sino
discordantes resonancias de una misma palabra inaudible para la masa,
pero perceptible para algunos.
Aquella noche intentaba obtener de Andreas alguna indicacion que
me permitiera encontrar un ejemplo de esa unidad secreta, organizadora
del mundo metafisico. Entre Alfred Fouille, Secretan o Bergson, por ejem­
plo; entre Taine, Peugy y el baron Seilliere. Entre «La accion francesa», «De-
mocracia» o «Claridad»47, un espiritu completamente imparcial deberia po-
der percibir, en principio, algunas semejanzas y, por debajo, puntos de
contacto situados en esa region de penumbra donde se detienen las dis-
ciplinas clasicas del intelecto, las fugas romanticas de la pasion, los regi-
menes de la voluntad, pero donde, lentamente, se eleva el Sol del Espiritu.
Me esforzaba, pues, en poner bien en orden los diversos argumentos de
los pensadores, y Andreas me escuchaba con paciencia, poniendo aqui y
alia algunas palabras apropiadas.
—Toda regia —dijo—, entre otras cosas, es amarga por fuera y suave
por dentro; todo capricho, por el contrario, aporta una sensacion inversa.
Toda pasion agota, toda accion regenera, segun la cualidad de su motiva-
cion, todo se precipita alternativamente de uno a otro extremo; asi, la ver-
dad no pertenece unicamente al reino intelectual: un bruto puede atraparla
en un momento mientras esa misma verdad se escapa del pensador mas
libre. Por ello no reside aqui o alia, no es esto mas que aquello, tampoco

47 Periodicos franceses de la epoca. (N. del T.)

198 • Dau S6dir


es esto combinado con aquello. Ni el analisis, ni la sincronizacion. ni la
sintesis, ni la analogia son capaces de alcanzarla infaliblemente. La completa
vision de un arbol no se obtiene ni desde arriba ni desde abajo, ni de arriba
a abajo, ni dando la vuelta a su alrededor, ni siqniera, por imposible que
parezca, que pudieramos ponernos en su centro vital. La aprehension de
lo cierto comporta una sene de tratamientos de fenomenos y de conceptos
que se asemejan mucho a manipulaciones quunicas. Asi, existe una catalisis
psicologica y filosofica; la afinidad existe entre los sentimientos y entre las
ideas; una crisis pasional se parece a lucha de los iones en el atomo y la
inspiracion es la chispa que combina cuerpos heterogeneos.
—,;En que parte del Evangelio podria encontrar opiniones sobre este
asunto?
—Un poco por todas partes —me respondio Andreas—. La parabola
de las virgenes, la de las bodas y tal vez una historia durante la estancia
en Egipto de la Santa Familia. Vov a contartela. Sabes que por causa de la
hostilidad de los habitantes, cambiaron varias veces de residencia y ter-
minaron por establecerse no lejos de una pequena aldea de Pescadores,
al lado de la Gran Piramide. Cerca de ese monumento acampaban noma-
das de un tipo completamente distinto del de los indigenas, que hablaban
entre ellos un idioma extranjero y no se mezclaban con la vida de los al-
deanos, a quienes no obstante curaban de sus enfermedades. Se les creia
oriundos del Occidente numida donde vivian los beduinos, aunque se pa-
recian tal vez mas a los antiguos invasores de Ninive. Miraban constante-
mente a los astros y los campesinos se habian dado cuenta de que dejaban
los emplazamientos o volvian a ellos sin que pudieran encontrarse en las
arenas huellas de sus camellos. Se creia que habian descubierto antiguos
subterraneos, y les temian.
Sus sirvientes, que cada dia iban a la aldea a sacar agua, comprar se-
millas o fmtas. tuvieron prontas noticias de la llegada de la pobre familia
judia. La Santa Virgen y San Jose, cuando iba a trabajar, se habian encon-
trado con algunos de esos nomadas, habian conversado y contado su his­
toria en pocas palabras.
Una noche, nuestros exilados habian salido hasta las piramides. El sol
se ponia, y a la sombra de esos enormes triangulos de piedra ardian los

iN!CACO\ES • '9 9
fuegos de las tiendas beduinas. Era el coinienzo del desierto, ese mundo
donde la inmensidad se petrifica, donde solo hablan la tormenta y el
viento, donde la soledad invade al viajero y lo deja desnudo, enfrentado
a si mismo. Bajo el maravilloso cielo planeaban los milanos negros; su
declinante esplendor tenia de un real fasto los pobres ropajes zurcidos.
Uno tras otro, los grandes beduinos barbudos se levantaron para saludar
al viejo Jose y a su joven y taciturna esposa, y despues se pusieron a jugar
con el rubio nino.
Ese pequeno les habia intrigado ya. Un dia, de lejos, habian visto a
una leona lamiendole los pies, y en otra ocasion el temeroso zorro habia
salido de su madriguera a pleno dia para correr con el. Se habian dado
cuenta de que las cobras y viboras habian abandonado sus guaridas de
zarzas espinosas y otras cosas mas. Finalmente, uno de esos solitarios ha­
bia preguntado a Jose la fecha de nacimiento del encantador nino.
Mientras su padre y su madre charlaban, el pequeno Jesus, al abrigo
de una roca, parecia divertirse pintando en el suelo unas lineas por medio de
un trozo de cana; despues corrio hacia el mas anciano de los beduinos y
lo llevo a ver su dibujo, como hacen todos los ninos que han realizado al-
guna fragil obra maestra. Pero el anciano hombre de impasible rostro,
cuando apenas habia echado una mirada sobre el dibujo, palidecio un
poco y se inclino vivamente sobre esa confusa geometria. Descubrio, en
un gran triangulo isosceles, el piano de las construcciones llevadas a cabo
en el interior de la Piramide: la cripta, la camara del Rey y la de la Reina,
los pasadizos, los pozos y finalmente todo lo demas. Ahora bien, los no-
madas eran los unicos que conocian esa estructura secreta. Herederos de
tradiciones antediluvianas, sabian que la Piramide, junto a la Esfinge, es
uno de los libros de piedra donde los patriarcas habian ocultado todas las
Haves de su secreto saber. Su posicion geodesica, su orientacion, sus rne-
didas exteriores e interiores, los angulos de sus aristas y de sus pasillos,
las pendientes de sus camaras, aportan elementos de astronomia general
y terrestre, de geografia, de sociologia, de las leyes de la historia politica,
filosofica y religiosa, de fisiologia, de psicologia...
—Pero los trabajos de Bruck, de Piais-Smith, de Lagrange ya nos in-
formaron sobre eso —interrumpi.

200 • PauS6dir
—Si —continuo Andreas—, pero esos sabios no lo ban dicho todo y,
por otra parte, en la epoca de Ptolomeo, nadie dudaba de ello. Cuando
nuestro nomada hubo rnirado, estudiado y medido el dibujo del pequeno
y reconocido su exactitud, su sorpresa llego al extremo, a la vez que un
sentimiento de profundo espanto se amparaba de su alma.
—En efecto —exclame—. iMe imagino a un hombre asi que, tras ha-
berse batido con todas las ideas, haber vencido todas las pasiones, haberse
enfrentado a todos los dioses y haber conquistado finalmente la certeza,
viera su tesoro en las manos de un nino, al encontrase ante el milagro, el
para quien un milagro no es mas que la aplicacion de una formula secreta
;Fue el dermmbamiento de si mismo!
—Si —respondio Andreas—. Es sobre la mas solida de las montanas
que el temblor de tierra ejerce su poder mas violento. Ahora bien, para
terminar mi historia, mientras el pequeno jugaba y todos habian admirado
suficientemente la obra, volvio a coger su cana y completo su dibujo tra-
zando en el interior del triangulo nuevas lineas que hicieron aparecer una
cruz exactamente similar a aquella que, treinta anos mas tarde, iban a ele-
var los verdugos judios sobre el Monte del Craneo 48. Siempre sin decir
nada, indico al beduino unos puntos de referenda y, tras haberlos medido,
tras haberlos calculado, el brunido rostro del adepto se puso libido como
la ceniza y su alto cuerpo se prosterno a los pies del misterioso nino. Pero
este, como un nino cualquiera, se sento cerca del aterrorizado hombre y
se puso a jugar con los flecos de su manto.
—Su historia es curiosa —dije—. <;No se trata de los adeptos de los
Rosa+Cruz del siglo xvn, de esa escuela que dice originarse en Enoch, el
hijo de Cain, el poderoso centralizador, que se reclama de Elias, el que
fue atraido hacia lo Alto, y que se desarrolla entre el endurecimiento y la
esperanza?
—Eso —dijo Andreas levantando la mano— sigue siendo otra leyenda.
Lo que quiero hacerte ver es de que forma ese solitario libio, poseedor
de todos los elementos de la combinacion de la que surge la verdad, pudo
percibir y aprender esa verdad. Piensa un poco en ello.

48 Golgota. (TV. del T.)

'N'CIACIOMES • 2 0 '
—He aqui, pues, por una parte, la Naturaleza, el atardecer, los monu-
mentos arcaicos, despues algunos hombres que los estudian, luego tres
personajes extranjeros, que nada estudian, que nada dicen. Dos de entre
ellos se preocupan unicamente de proteger al tercero. Este es el mas pe-
queno, el mas inapreciable de todos y, sin embargo, jugando, hace ver la
Verdad. despues? —pregunte.
—Tu analisis es complete) —dijo Andreas— . Es asi como se encuentra
la Verdad. No me comprendes porque no cesas de razonar. En determi-
nados momentos, es preciso dejar de razonar y simplemente ver. Por eso
la mujer recibe mejor que el hombre las verdades intuitivas que forman
los primitivos rayos de la Verdad. jOjala que ella no se separe nunca de
ese bello privilegio, que no intente querer razonar como un hombre! Es
necesario razonar, es cierto, pero con mesura, no todo el tiempo. Sobre
todo, no hay que volverse ciego. Es necesario poder detener la maquina
mental en el momento mismo que esta comienza a girar en vacio y po-
nerse a mirar, a sentir, a aspirarla Vida, a vivir, a amar. He aqui el metodo,
doctor, que no es un metodo, pero cuyo uso solo pueden concebirlo
aquellos que han agotado todos los metodos.

202 • PaUS6d r
Capitulo 36

EL AVEMARIA

Andreas y Estela estaban de vuelta desde hacia poco de un viaje a Po-


lonia. Habian sido los invitados de un gran senor que les habia paseado
por todos los rincones de sus inmensos territorios. Andreas trajo diversas
plantas raras y cierta especie de muerdago, de lo que esperaba extraer
desconocidos medicamentos. Me hablo durante largo rato de su prepara-
cion, despues la entrevista derivo hacia el pueblo polaco, que elogio.
—,;Se ha dado cuenta, doctor, como esas gentes aman a la Santa Madre
de Dios, la Su'ienta Matka Bozal
—En efecto —continuo Estela—, son muy devotos de la Virgen, en
todas las clases sociales, salvo los intelectuales que han tornado la cos-
tumbre de irse a estudiar a Alemania. Lo curioso es que el culto popular,
ese que surge de forma espontanea del corazon de las masas, se forma
casi siempre en las llanuras, en los bosques donde haya muchos robles.
—Si —respond!—, tienen el famoso peregrinaje de Czenstochowa,
como antano al de la antigua Virgen Negra de Chartres en el desaparecido
bosque de Boucerone. En Bretana, donde se quiere mucho a la Virgen,
hay numerosos robledales; en Meudon tambien, donde los seminaristas
de Fleury han erigido en un roble una estatua de la Virgen.
—Pero Lourdes, la Sallete, el Puy en Velay, pstan todos en las mon-
tanas? —objeto Estela.
—Si, pero esos centros han sido creados desde Lo Alto, no provienen
de los hombres —respondio Andreas.
—Por otra parte todas las virgenes milagrosas de las llanuras son ne-
gras, se las adora a menudo en criptas. p o r que razon? —pregunte.
—Pero, mi doctor, el roble, el musgo, las criptas, todo ello va unido.
Sabes que de las sustancias mas nocivas se extraen los mas maravillosos
medicamentos. El muerdago es un parasito, el roble es un arbol atormen-

I\IC A C 0 \E S • 203
tado, es como el olivo, que sufre mucho para crecer y que da el aceite,
del que se ha hecho un simbolo de la paz.
—iComo sufre el olivo?
—Ciertamente ^no has mirado nunca un olivo? Se hace luz electrica
con su carbon. Cuando los antiguos querian atraer alguno de los fuegos
del firmamento, trabajaban en criptas. Deberias saber todo eso tanto
como yo, pues has estudiado los Misterios. Me gustaria que nos expu-
sieras tus ideas sobre la Virgen, debes conocer seguramente muchas
teorias.
—En efecto, conozco varias, pero no me convence ninguna —res­
pond!.
—Cuentanoslas —me dijo Estela animandome—; Andreas nos las ex-
plicara despues.
—Vamos a ello —comence con un gesto de aprobacion de Andreas—.
Hay dos clases de teorias, aquellas en que la Virgen es concebida como
una especie de simbolo y las otras que la consideran una forma viva, per­
sonal e impersonal. Las primeras son sistemas filosoficos, surgidos mas o
menos del platonismo; no me interesan mucho. Para ml, las ideas no son
abstracciones, tienen una forma, una sustancia, una energia. Me atendre,
pues, al segundo gmpo de teorias.
—Te habras dado cuenta seguramente —me dijo Estela— de que las
creencias populares, tanto para la Virgen como para las fuerzas naturales,
otorgan una personalidad a todas las formas de lo Invisible. Asi, sobre toda
la tierra existe una leyenda religiosa sobre una Virgen dando a luz a un
Salvador.
—Si, el pueblo lo ha creido de buena gana, pero los sabios han de-
clarado que se trataba de un simbolo. Cada clase de iniciados ha querido
tomar el simbolo para su uso exclusivo...
—Oh, doctor —interrumpio Andreas—, los iniciados no poseen toda
la verdad, pero, no obstante, entre ellos hay sabios imparciales y toleran-
tes. Hay que hacer justicia a cada uno. Pero sigue, te lo ruego —ariadio
viendome un poco indeciso.
—He visto —pregunte— en los libros de los alquimistas que conside­
ran la Piedra como la imagen del Verbo en el mineral y que la verdadera

204 • Dau S6d'


materia prima era, segun ellos, la Virgen. Robert Fludd 49 lo explica. Un
brahman del Dekkan me enserio que el Padre, segun el, es la rarz de la
voluntad; el Hijo. es el punto proyectado de esa voluntad y, la virgen,
la forma imaginativa que alimenta ese punto exteriorizado. El espiritu es la
vibracion de todo el sistema.
—Conozco esa teoria —dijo Andreas—. Es mas o menos la misma
que la de Sri Srimat Sankaracharya en su Ananda Lahari, a proposito de
la relacion entre Shiva y su esposa.
—Para los brahmanes ortodoxos existe la Maya, la ilusion universal.
Maria —ariadi un poco doctoralmente— es Maya, que ha recibido la letra R.
en signo de existencia propia.
—Es una opinion —dijo Andreas—. Creo que es de Favre D'Olivet50.
Pero <;c6mo explica que los brahmanes quieran escapar de Maya y que,
por el contrario, el cristiano se arroje en los brazos de Maria?
—Nada he leido sobre ello —respond!.
—Creo, doctor, que el oriental quiere escapar del mal huyendo de la
vida, del carnbio, del devenir; se refugia o intenta refugiarse en el cero,
en la nadidad. El cristiano, por el contrario, intenta escapar del mal ele-
vandose a otro modo de existencia.
—En efecto —exclame—, comprendo. Si Maria significa espacio ce­
leste, lugar de vida absoluta, ella es la madre del Verbo, y tambien es su
criatura, pues le a porta, si podemos decirlo de este modo, la sustancia
del desarrollo de esa Palabra. En la gramatica de Olivet, el nombre es
el Padre, el Verbo es el Hijo. La relacion es el Espiritu y el signo es la
Virgen.
—jBien! —dijo Estela—, no hace falta estudiar sanscrito o hebreo, ni
hacer calculos para encontrar eso. ;Lo que dices esta escrito en frances en
todos los libros de oraciones!
Andreas la reprendio sonriente.

49 Robert Fludd (1574-1637), filosofo, matematico, fisico, alquimista y medico. Se le


vincula directamente con la fundacion de la Hermandad de la Rosa+Cruz en Inglaterra.
(TV del T.)
50 Antoine Favre D'Olivet (1786-1825), filologo, esoterista y erudito en lenguas orien-
tales. (TV. del T.)

VC AC 0 \E S • 205
—;Que exigente eres! <;No buscaste durante mucho tiempo aquello
que estaba ante tus ojos? Y yo tambien. <|No recorri millones de leguas en
lugar de extender simplemente la mano? Dejale, pues nada es inutil.
Y girando hacia mi dijo:
—Esto es lo que yo haria en tu lugar. Podria contarte largas historias
sobre todas las Mayadevis, las Kwan-Yin, las Shaktis, las Hirams y las Mi­
riams imaginables. Si no lo hago, sabes bien que no es por jugar al inicia-
dor y mantenerte en vilo, es por ganar tiempo. Asi pues, mira a tu alrede-
dor, busca aquello que las masas y la Naturaleza, obedientes al instinto
vital, han encontrado. En ninguna parte como en Europa se encuentra
tanto el culto a la Virgen. «;Ycual es la base de ese culto? El Avemaria, ex-
traido del Evangelio, las letanias y algunas otras cosas especiales en dife-
rentes fiestas liturgicas.
—Es cierto —declare— . El Avemaria comprende la salutacion del An­
gel y la de Isabel, que se encuentran ya en la liturgia de Santiago el Menor
y en el Antifonario de San Gregorio el Grande. Baronius dice que la tercera
parte viene del Concilio de Efeso en el 431, salvo las palabras «ahorayen
la hora de nuestra muerte\ atribuidas a los franciscanos. La oracion fue
importada de Alejandria, creo. Fue introducida en Francia por Luis el
Grueso. El Avemaria viene por ello realmente del cristianismo de los apos-
toles.
—iQue erudito eres! —dijo Estela.
—jErudicion de candidato! Pero —pregunte a Andreas—, <;cual es la
razon real de la supresion del culto de la Virgen en el protestantismo? ^Por
que Cronwell prohibio la recitacion del Avemaria? Creo que su importancia
es vital, pues el rey de los misticos protestantes, Boheme, la reinvento,
bajo el nombre de Sophia. Es cierto que los pastores protestantes le per-
siguieron.
—El protestantismo —respondio Andreas, sin criticar jamas, segun su
costumbre— es excelente por causa del espiritu de libertad que le anima;
va hacia delante, pero —hay un gran pero—, sus fundadores, cultivando
el libre examen, han cultivado el racionalismo y ese racionalismo ha mi-
nado poco a poco la creencia en la divinidad de Cristo. En el siglo xvi to-
dos los reformistas tenlan esa conviccion; hoy en dia un gran numero de

206 • =au S6dr


ellos, versados en las exegesis, la niegan, viendo en Jesus un hombre mas
avanzado, un reformador social, un adepto, un discipulo de los egipcios
o de los hindues, e incluso un mito. La actual ceguera ha sido preparada
bajo mano por ciertos seres, desde hace tres siglos, por medio del desco-
nocimiento de la real dignidad de la Virgen. Esto es el como de tu pre-
gunta, pero el porque, doctor, es muy dificil de concebir.
Quede muy extrariado de que un hombre tan inteligente y tan sabio
como Andreas profesara la creencia popular sobre Cristo y sobre la Virgen.
Pero mientras Estela nos servia te, me dijo, como respondiendo a mis pen-
samientos:
—No creas, doctor, que me permito afirmar asi simples opiniones, te
digo esta cosas porque las se.
—Queria decide: y como las sabe? <JDe donde viene ese criterio? Pero
anadio:
—Todo esta vivo, nada muere, y la verdad viene hacia aquel que la
busca con todo su ser.
Bebimos en silencio. Y ofreciendole tabaco, me pregunto si podia in­
dicarle la doctrina ortodoxa de la Iglesia de Roma en lo referente a la Vir­
gen Maria.
—He aqui lo que enseha —respond!—. La Virgen es la primera de las
criaturas, reina de los angeles y concebida sin pecado por la gracia del
Todopoderoso, por los meritos de Nuestro Senor Jesucristo, y es siempre
virgen. Madre de Dios, pues su Hijo es Dios, aunque no proviene de ella
su divinidad, fue elevada y coronada por su Hijo, el mismo dia, en cuerpo
y en alma. El culto de la hiperdulia le es debido. Ella es el canal de todas
las gracias descendentes y, como consecuencia. de todas las oraciones as-
cendentes; su Hijo jamas las rechaza. La Iglesia griega profesa la misma
doctrina.
—Recuerdo haber leido algunos libros sobre ello —dijo Estela— . Era
el tiempo en que conoci a Eliphas Levi 51 hacia 1872. jEso no me hace
muy joven! El pobre Eliphas tenia ya hidropesia, le gustaba mucho salir

51 Alfhon.se Louis Constant (Eliphas Levi Zahed, 1810-1875), ocultista, mago, teurgo y
kabalista.

NCACONES • 207
conmigo. Vivia al final de la calle de Sevres, en aquel tiempo era casi el
campo. Todo el suburbio de Plaisence eran jardines y huertas, habia me-
renderos sobre el camino de Meudon e ibamos a comer y a beber vino
bianco. Yo le encargaba Claviculas52 y el anadia colores, letras e image-
nes. Cuando lograba que vendiera uno de sus manuscritos a buen precio,
se apresuraba a invitarme a dilapidar la paga, como el estudiante bohemio
que antano habia sido, aunque su barba estuviera ahora completamente
blanca. jEran buenas horas de descanso para mi! —y con esos viejos re-
cuerdos Estela sonreia con su esposo—. Despues dijo: ved ahora lo vieja
que soy, ya chocheo. Queria deciros que Eliphas Levi habia sido diacono,
un enfant terrible del seminario. Habia publicado, con el pseudonimo de
Abad Constant, el libro La Madre de Dios. Tenia entonces treinta y cuatro
anos y me presto ese libro.
—Perdone que le interrumpa —dije—, ^poseia entonces manuscritos
de Eliphas Levi? Tal vez los tenga todavia.
—Le vi caligrafiar una docena de Claviculas, pero no se que ha sido
de todo aquello. Sabes —dijo, dirigiendo una mirada de confianza y de
amor hacia Andreas—, hace tiempo que esas cosas perdieron toda su
atraccion para mi. Pues bien, en el libro de Eliphas Levi, diacono, resumia
la doctrina teologica de la Madre de Dios. Citaba a San Buenaventura, a
Galatinus; en un estilo muy oratorio explicaba todo lo que acabas de de-
cirnos, describiendo a la Virgen como personaje historico, en su esencia
teologica comentaba el capitulo VIII de los Proverbios, mostrandola en su
misterio como intercesora, y junto a Maria de Agreda la designaba como
la Jerusalem del Apocalipsis, como la Esposa del Cantar de los Cantares,
como el cuerpo de la Iglesia.
—Fue San Epifanio, en el siglo iv, quien primero comparo a la Virgen
con la Esposa en el Cantar, y San Bernardo desarrollo la idea. Maria de
Agreda copio un poco a San Buenaventura que escribio sobre la Virgen
en su Comentario al Salve Regina, un Pequeno Salterio, las Alabanzas y
elEspejo. Este ultimo tratado es un comentario del Ave Maria; las Alaban-25

52 Las Claviculas, como a Eliphas Levi le gustaba llamarlas, eran los arcanos de las
cartas del Tarot (nota de la traduccion de Mouni Sadhu).

208 • Dau S6d r


zas son las explicaciones de las figuras del Antiguo Testamento: la Fuente
del Paraiso, el Area, el Arcoiris, la Paloma, la Escala de Jacob, la Zarza Ar-
diente, el Vaso del Mana, la Tau de la Serpiente de Bronce, el Baston de
Aaron, la Estrella de Balaan, el Templo, Judith, Esther, etc.
—En efecto, todo eso son imagenes de la Virgen Celeste —dijo An­
dreas—, y si eres curioso, doctor, puedes estudiar todo ello con objeto de
poseer ese conociiniento, tanto desde el punto de vista simbolico como
segun los hieroglifos de las letras. No obstante, recuerda que la ciencia
adquirida unicamente por el conocimiento se evapora.
—He leido —interrumpio Estela— la Ciudad Mxstica, de Maria de
Agreda, pero en espanol; es muy bello, mientras que las traducciones fran-
cesas manan gota a gota como fuentes de malvaviscos. Esa dominica hace
un elogio ditirambico de la Virgen...
—Que solo te gusto a medias —dijo Andreas—. Tienes sangre de hu-
gonotes en tus venas. Lo que dice Maria de Agreda es muy veridico, sim-
plemente habria que ser capaces de dar a su vision su lugar exacto. Pero
seguid reuniendo vuestros recuerdos, mas tarde os dire lo que pienso.
—Sin embargo, la Ciudad Mistica es muy util; muestra una vida ideal
de jovencita, de esposa, de madre, haciendonos tocar con el dedo la po-
sibilidad de hacer interceder el Cielo en las acciones mas vulgares...
— ;Sabeis algo mas? —pregunto Andreas.
—No —dije—, todos se repiten. San Aanbrosio, San Epifanio, fueron
los primeros en ensenar que la Inmaculada Concepcion desde el doble
punto de vista del pecado original y del pecado actual. San Bernardo, Jac­
ques Sanazar, M. Olier, se copian un poco los unos a los otros.
—<;Ylos misticos no catolicos?
—Solamente conozco a Boheme y su escuela: Law, Gichtel, Pordage,
Frankenberg, hablan poco de la Virgen. Segun ellos, ella aporto la
materia para el cuerpo de Cristo y su humana naturaleza; ella era, en
cuanto a su alma, una emanacion de la Virgen Sophia, de la Naturaleza-
Esencia, pero solo despues de la concepcion de su Hijo; por si misma
unicamente era una mujer santa que no participa en las prerrogativas de
la divinidad. Y ahora —anadio tras un silencio— ^;puedo pediros que me
digais algo?

l\iC AC ONES • 209


—Escucha, doctor; permlteme que no juzgue las teorias que has ex-
puesto. Te dire, de corazon, mi opinion personal. Tu tienes que establecer
la comparacion, sopesar, decidirte. Tienes la obligacion de hacerlo; son
asuntos muy serios. He aqui lo que soy capaz de comprender de ese mis-
terio. Cuando el Verbo tomo un cuerpo sobre la Tierra, le fue necesario,
por bondad, manejar la debilidad de la materia fisica. Se dice que la hoja
de la espada usa la vaina. Si eso es cierto para los hombres, con mayor
razon ese cuerpo, destinado a convertirse en un instrumento del Todo Po-
deroso, tuvo que haber recibido un templado muy puro: era necesario,
pues, que la madre flsica del Cristo, el instrumento de ese milagro, fuera
el ejemplo de las taras de la materia organica ordinaria, para que asi, aun
siendo ella la reina de los santos y de los angeles, pudiera permanecer
pura tras haber atravesado el fango.
—Me parece que percibo una nueva idea —respond! a la muda pre-
gunta de Andreas.
—Eso no significa nada —continuo, al menos en relacion con nosotros—
sino que, como la Iglesia lo enseria, Maria fue creada pura desde el primer
contacto con la Tierra, quince anos antes del nacimiento del Verbo, o que,
como dicen los partidarios de la reencarnacion, ella hubiera descendido
numerosas veces sobre la Tierra llevando sin desfallecer una vida cons-
tantemente pura y preparando asi la muy alta gloria de su ultima encar-
nacion.
—jAhora me explico —dije— porque Boheme la llama Salvacion de
este Valle de los Dolores y tambien Afliccion Purificadora!
—Por esa razon —continuo Andreas sin parecer haberme escuchado—
ella es el camino para ir hacia Cristo, pues sea cual sea la teoria que uno
se construya, el hecho de que la Virgen ha satisfecho siempre a la Ley
completa sigue existiendo.
—Todos los Padres de la Iglesia le dan el titulo de Puerta del Cielo.
Vintras tambien —anadio ella.
—<;Cabe pensar —pregunte— que los titulos que se le confieren en
las letanias y en los himnos liturgicos son algo mas que alabanzas poeticas?
—Ciertamente —me respondio Andreas levantandose—, todo eso es
verdad, os lo repito, pero en sus correspondientes pianos. Las razones cle

210 * Paj S&P


esos titulos estan implicitamente contenidas en la Salutacion del Angel.
Voy a intentar mostraros todo eso luego.
Y mientras pasaba a su taller para escribir una nota olvidada, Estela
continuo, por asi decir, su ensenanza.
—Observa —dijo—, hay tres partes en esa oracion: una dicha por el
angel, una dicha por una criatura privilegiada, la madre del Precursor, y
una inventada por hombres piadosos...
Ahora bien, cada una de esas tres partes se divide en tres frases, y que
asi sea termina el septenario. Asi, el numero siete se reencuentra aqui, por
haber jugado un gran papel en su vida.
—<;C6mo es eso? —pregunte.
—Andreas me dijo que a los siete arios ella tuvo la intuicion de su mi-
sion, que a los catorce se esposo, a los veintiocho su Hijo la dejo, a los
cuarenta y nueve lo vio morir, y a los sesenta y tres recibio su coronacion.
—Ya veo, hay un ciclo planetario completo: Dios te salve, Maria, llena
eres degracia, es la prosternacion; el Senor es contigo, es la irradiacion di-
vina. Bendita tu eres, es la energia multiplicadora. Jesus, elfriito de Tu
Vientre, es el corazon solar del sistema. Santa Maria, mega por nosotros...
invoca a la celestial bondad; ahora y en la horn de nuestra muerte, des-
pierta a los guias que conducen a los difuntos: Anubis, Hermes psico-
pompo, Yama. Y Amen es la forma del numero siete que segun Boheme
corporiza todo deseo y ...
La subita reaparicion de Andreas corto de golpe mi hermetica expli-
cacion. Volvio a sentarse y reemprendio la conversacion en el punto en
que su esposa la habia conducido.
—Parece ser que el numero siete es el que mas se encuentra en esta
Tierra; debe tener, pues, una estrecha relacion con la vida humana, pero
eso no nos incumbe de momento. Fijaos mas bien en esto: es el angel
quien saluda a la Virgen, es a la mujer justa a la que otorga una justa ala-
banza; es el pescador quien la elije o, si lo preferis, el angel nos muestra
que ella esta frente a Dios. Isabel nos indica su lugar en el genero humano,
mientras que la tercera parte es la irresistible conclusion de las otras dos.
—Asi, ,jecomiendas el culto a la Virgen, el culto a la hiperdulia? —pre­
gunte.

INiiC AC 0 \E S • 211
—No, mi doctor, yo no prescribo nada; aquellos que se sienten incli-
nados a presentar sus oraciones a la Virgen no se equivocan. Eso es lo
que se.
—Explicanos el resto —pregunto Estela.
—El Avemaria, en latin, en frances o en cualquier otra lengua, posee
una interpretacion y un sentido diferente, pero date cuenta, doctor, eso
ocurre unicamente en el reino de la palabra humana. En el reino de la
Palabra Divina solamente tiene un sentido. La lengua de ese Reino solo el
espiritu nos la ensena, y hay que prepararse para recibir esas lecciones
por medio del trabajo, por los actos. He aqui todo el misterio en su sim-
plicidad. La Virgen no era feminista, jamas presidio una logia masonica,
ni dado informacion a un gran periodico. Fue una hija obediente, joven
mujer casada sin que pidieran su aprobacion, mujer bianco de las sospe-
chas de su esposo, de las murmuraciones, entregada a los trabajos do-
mesticos; madre condenada a las peores inquietudes, coronada por el do­
lor mas intenso. Viuda activa y benefactora, que se ocupaba de cuidar a
los apostoles; de vida oscura, de vida comun y corriente, no intelectual.
Asi que los que mejor se haran escuchar por ella seran las gentes de igual
linaje, los trabajadores pobres, cuya existencia miserable se consume entre
las fatigas y las inquietudes del alimento cotidiano. Esas gentes no practi-
can la gematria ni los mantras. Cuando piden, lo hacen con el grito de su
pobre, viejo y agotado corazon. Elios estan muy cerca del Reino, de la
Palabra. El Cielo los escucha mucho mejor que a los iniciados.
—<;Asi pues, Catharina Emmerich53 tenia razon al decir que la Virgen
es el modelo de la mujer? —pregunto Estela.
—Ella es el modelo de la humanidad. Pero es dificil hablar de alguien
sin juzgarle. Ella perdonara si digo algo inexacto, o que te choque a ti,
doctor.
—Pienso ser lo suficientemente listo como para no rechazar lo que no
comprenderia —dije—. Pero, te ruego, )dime por que el Arcangel Gabriel
la describe y la llama plena de gracia?

53 Anna Katharina Emmerich (1774-1824), rnonja estigmatizada y gran vidente, autora


de las celebres Visiones.

212 • Paj S6dr


—En lo que a su nombre se refiere, doctor, permiteme que no diga
nada; es una ciencia que no estamos preparados para soportar, como la
de los nombres, y por otra parte, la desconozco. En cuanto a su titulo,
plena de gracia, quiere decir que en Marfa todo ha sido renovado por el
Cielo. No experimento la muerte corporal, ya los sabes. Ahora bien, desde
la luz central de su alma, desde los maravillosos organos de su espiritu,
hasta la mas pequena de las moleculas de su cuerpo carnal, todo en ella
fue liberado de las escorias del egoismo.
—IY como fue asi?
—Pues bien, cuando un hombre cede a la colera y golpea a su opo-
nente, los musculos de su brazo, que han aportado el esfuerzo, se han
extendido, creen haber obrado bien segun su objetivo. Pero la intencion,
el deseo, como dice Saint-Martin, que los ha puesto en movimiento, siendo
perverso, ha tenido consecuencias nefastas que se han extendido a todos
los movimientos ulteriores de esos mismos musculos. Para purificarlos, es
necesario que el Cielo convierta todas esas fibras musculares, ademas de
la conversion moral que ello debe provocar. Por eso, si la Virgen hablaba
poco, si la afabilidad, la simplicidad, la dignidad de su apariencia que ex-
tinguia su belleza, era para que todo el mal de un verbo elocuente, de
una actitud desafortunada, fuese remplazado por la gracia, por la luz gra-
tuita bajada del Cielo.
—Ahora comprendo, maestro, por que las letanias la Hainan espejo
de la Trinidad, Trono de sabidurfa y Madre de Gracia; por que San Ber­
nardo dice que ella es el Cielo y el Area de Dios.
—Hay todavia mas motivos para esos titulos, doctor, pero creeme, no
te pierdas en especulaciones demasiado lejanas, ^en que te harfa avanzar
el saber por que ella es una estrella por encima del mar universal? ,-A que
invisibles ceremonias se refieren los titulos de Puerta de Cristal, Sala del
Festin, Rosa Mistica? <;En que drama cosmico juega ella el papel de Torre
de Marfil, de Casa de Oro? No se debe ser demasiado curioso, esa es una
leccion que he aprendido por propia experiencia.
—Entonces —dije—, <;no se debe estudiar?
—No te vayas a los extremos, haz solo lo que sea posible hacer. Limita
tus estudios a aquello que concierne a tu vida actual; el campo es ya su-

iNiCIACIONES • 213
ficientemente vasto. Por ejemplo, para volver al asunto que nos ocupa,
comprende que el angel le dice: elSenor es contigo, es porque la ve como
la mas humilde de las criaturas...
—Hace tiempo lei un manuscrito jansenista que decia exactamente
los mismo —interrumpio Estela.
—Es tambien porque, en esencia y por su amor, ella esta indisoluble-
mente unida a su Hijo; es porque, no solamente en su conocida vida
terrestre, sino siempre en todas partes, esta en comunicacion constante
con El, no por un esfuerzo magnetico o mental, sino por el efecto de su
amor; es esa presencia de Dios la que le ha permitido soportar tantos su-
frimientos y superar tantas pruebas materiales y morales. jCreo, doctor,
que todavia no has leido el Evangelio como hay que hacerlo!
—;Dios mio! —dije—, el Evangelio, como todos los libros sagrados,
encierra varios sentidos que se pueden percibir por medio de calculos li-
terales o numericos sobre las palabras, los numeros de las letras, los capi-
tulos y los versiculos. Como toda lengua, posee su aspecto jeroglifico; las
traducciones ordinarias son susceptibles de ser manipuladas, pero la ver­
sion latina, la griega y la aramea son todavia mejores...
—Vas demasiado rapido, doctor —me interrumpio Andreas—. Para
que semejante estudio de verdaderos resultados, al menos seria nece-
sario que conocieras la ciencia de los numeros y de las letras... Ahora
bien, nadie, escuchame bien, nadie, ni entre los mas reputados, conoce
ni siquiera la primera letra del alfabeto de esas ciencias. ;Ya ves que certeza
deben poseer las operaciones teosoficas, las transposiciones, los cuadrados
magicos y todo lo demas!
Como no arguments nada, desconcertado, Andreas continuo.
—El Evangelio, pues, no tiene diferentes significados, como vosotros los
ocultistas entendeis esa expresion. Los sentidos diferentes de los libros sagra­
dos son como frases nuevas que aparecen en un texto criptico, leido con di­
ferentes claves. El Evangelio siempre es uno, siempre central. Su lector per-
cibe el centro del piano donde se desarrolla su vida espiritual. El significado
de la palabra del Verbo nos aparece pues mas o menos elevado, o profundo
o universal, segun lo alejados que estemos nosotros del verdadero Centro.
/Te das cuenta ahora, doctor, de que cada palabra de ese libro es absoluta?

2 14 • Paj Sed r
—Es cierto —dijo Estela—. Cuando me siento un poco fatigada, digo
que estoy terriblemente cansada. Eso no es exacto. Siempre aplicamos
terminos hiperbolicos, extravagantes, a las cosas mas pequenas; el Evan-
gelio da a todo sentimiento, a toda idea, a todo acto, su exacta expresion.
Es lo que los literatos llaman su simplicidad.
Como asentia con la cabeza, muy extranado de no haber pensado ja­
mas en algo tan evidente, Andreas continuo.
—El angel saluda. Es cortesia, <;sabes lo que significa cortesia, o mejor
dicho, que deberia significar?
—Es como preguntar por su salud, con fingida simpatia, a un pelmazo
—respond! riendo.
—Ahora bien —dijo seriamente Andreas—, si alguien te perjudica, tu
no lo quieres, tu cortesia hacia el no es mas que una mentira; viene de las
tinieblas y crea tinieblas. No es nada grave, evidentemente, pero si no ha-
cemos esas pequenas cosas, ,<c6mo podemos emprender las grandes? Asi,
el saludo de Gabriel esta animado por un sincero sentimiento. iCuales son
las cualidades de los angeles? La obediencia, la inocencia. Sin eso no serian
angeles. Si el Angel Gabriel la saluda es porque reconoce en esa mujer
una pureza y una obediencia mayores que las suyas. Y, en efecto, cuando
el espiritu de Maria vino al mundo, era puro y conservo esa pureza toda
su vida.
—Entonces, ^admite la Inmaculada Concepcion?
—Veamos, doctor; si una mujer enferma tiene un hijo, ^estara sano? Si
el caracter, el temperamento, la mentalidad, en una palabra, la naturaleza
humana del Cristo eran perfectos, aquella que fue el laboratorio de ese
diamante, «;podria estar pervertida. aun en el menor grado?
—Para volver a la frase llena eres de gratia, no puede referirse, evi­
dentemente, a la belleza fisica.
—<;Por que no? La Santa Virgen era muy hermosa, pero no como
suele entenderse esa palabra, sino entre algunos raros artistas. La in-
tensidad de la vida interior modelo su rostro; era extremadamente agil
y, como todo lo hacia de corazon, su cuerpo expresaba en cada una
de sus acciones la forma ideal de la facultad que utilizaba. No se si me
comprendes.

\J C AC 0 \E S • 2 '5
—Creo que si. Cuando ella rezaba, por ejemplo, hubiera sido para un
artista como la encarnacion viva de la Oracion; cuando daba limosna, la
de la caridad, y del mismo modo todo lo demas...
—Eso es lo que queria decirte, doctor. Hay otra cosa. Lo que la Iglesia
llama la Gracia es una fuerza que el Cielo nos envia gratuitamente, aun-
que hayamos creido merecerla por una buena accion. Para ti, doctor, la
Gracia es la operacion por la cual el Cielo reemplaza en nosotros una ce-
lula enferma, fisica, mental, astral, no importa de que genero, por otra celula
pura que viene de su Tesoro. Ahora bien, en lo que a la Virgen se refiere,
todos los organismos visibles e invisibles fueron asi renovados; solo subsLs-
tia, si puedo decirlo de esta forma, la trama del trabajo de la Naturaleza.
—Me parece haber leido algo similar de Henricus Madathanus 54
—dije yo.
—Es posible, doctor; los primeros Rosacruces amaban a la Virgen, aun-
que eran protestantes.
—Y tambien —pregunte—. ^No existe una relacion entre las Gracias
que Ella recibio y los nueve coros de Angeles?
—Existe una, en efecto, desde el punto de vista catolico. San Buena­
ventura hablo de ello. Pero te repito que es un detalle, sigue siendo muy
dificil para nosotros.
—No me ha dicho nada sobre el nombre mismo de Maria.
—;Doctor! Conoces tan bien como yo todas las glosas mistico— he-
braicas a las cuales dio nacimiento ese nombre. No quiero hacerte perder
el tiempo, creeme, volveremos a hablar de ello dentro de algunos siglos.
—jSi simplemente la Providencia me concediera el favor de volver a
encontrarle! —dije.
—;Ah, si! —exclaino riendo suavemente—. jSeria un hermoso favor!
iVamos a hablar de eso! ;No hay que tener esas ideas, doctor!
—<;Por que dices eso? —exclamo Estela con tono de reproche—. ;Vas
a apenarle!
Pero Andreas, levantandose, la rodeo con el brazo.

54 Henricus Madathanus (alrededor del ano 1600). Pseudonimo de Adrian Nynschit,


mistico Rosa+Cruz, alquimista y hermetista. (N. del T.)

2' 6 • ?aj Sedr


—Pues bien, doctor —dijo gravemente—, te prometo, pues has deci-
dido acompanarme, que pedire al Cielo que te de, o mejor aun, que nos
de la fuerza para cumplir siempre Su Voluntad. Es el medio mas seguro de
permanecer juntos, para siempre.
Yo me levante tambien. Parecia que un aire mas ligero llenaba la ha-
bitacion; un sabor a primavera dilataba mi ser. Ya no podia pensar en
nada; me relaje, como si estuviera sumergido en un bano de luz rejuve-
necedora. No era la primera vez que similares sensaciones, siempre tan
espontaneas, me invadian; su pureza, su fuerza, sobrepasaban de lejos
todo lo que hubiera podido imaginar tras la lectura de de los relatos de
los misticos extaticos. Y yo no era el unico que sentia sus inexpresables
efectos. Siempre, despues de uno de esos excesivamente cortos instantes
de Paratso, me daba cuenta de que, sin el menor esfuerzo por mi parte,
adquiria una especie de influencia carismatica, irradiaba una suerte de
atraccion indefinible sobre los demas. Mis enfermos, al dejarme, decian
sentir una sensible mejoria, como una paz fisica y moral, cuya causa no
podiamos explicar, ni ellos ni yo.
Tras unos instantes, Andreas se puso a fumar y continuo su ensenanza.
—La bendicion del Angel Gabriel reconoce a Maria, es la especial
eleccion de la que ella habia sido objeto. Fue la primera criatura en la
que se realizo el misterio que la Iglesia llama Nacimiento interior de
Cristo. Ella es el tipo perfecto de ser obediente, humilde y amoroso. En
realidad, la mujer o, mejor dicho, todo el genero femenino del Universo,
vive mas conforme a la Ley que el masculino, pero la vida de la Virgen
le fue siempre, en cada cosa, totalmente conforme. De tal forma que, ha-
blando con propiedad, no es tanto a la imitacion de Jesucristo a la que
deberiamos entregarnos, cuyo modelo es casi perfecto, sino a la de su
Madre.
Cuando me disponia a abrir la boca para preguntarle la razon de tan
excepcional elevacion, Andreas me previno:
—Por otra parte —dijo—, todo lo que te digo, no te lo oculto, no son
mas que aproximaciones. El Cristo y la Virgen son misterios; su estatura
sobrepasa a nuestro intelecto. Su secreto es el de la Creadon misma. Solo
podremos conocerlo sabiendo el porque de la Vida. Tal vez algun dia el

\ C AC ONES • 2 '7
Verbo se desvelara, pero jamas seremos merecedores de ese favor y, si lo
recibimos, sera siempre por una gracia gratuita.
—Por ello, la Bendicion de Jesus que celebra Isabel es el reconoci-
miento y el amor de aquellos que salva.
—Asi de sencillo, doctor. Cuan pocos piensan en algo tan simple. La
gente piadosa, o los llamados de esta forma, saben pedir bien cuando ne-
cesitan algo, pero siempre se olvidan de dar las gracias. Hay que hacerlo,
no porque el Cielo se inquiete por nuestra falta de cortesia, sino porque
nuestra gratitud, por muy insignificante que sea, es agradable a sus ojos,
y porque da buen ejemplo a los seres que es nuestra mision educar.
—En cuanto a la tercera parte del Avemaria, me parece muy clara
—dije—. La santidad de la Virgen se deduce por los titulos que le concede
el Angel Gabriel. Sin embargo, <;es real ese papel de intercesora que se le
atribuye?
—Si, doctor. Sabes que todo cuanto pasa sobre esta tierra deja una
huella. Habiendo vivido en ella la Virgen, cuyos elementos corporales ve-
nian de la materia fisica, la estela luminosa que produjo su partida puede
ser reencontrada por nosotros mas facilmente que el rastro de los pasos
de su Hijo, por ejemplo, cuyo cuerpo fisico era extrano a nuestro planeta.
—Una triada dmidica dice algo similar sobre el cuerpo del Verbo.
—Era una lejana intuicion —replied Andreas—, pero hablaremos de
ello mas adelante.
—Si, se hace tarde, en efecto —respond!—. Antes de partir, una ultima
pregunta: <Por que la tercera orden fue anadida al mega por nosotros. pe-
cadores, ahora y e n la hora de nuestra muerte?
—No conoces tu ser real, doctor. El actual campo de nuestra cons-
ciencia es muy restrictive, solo cubre un pequeno rincon de nuestro ser.
Por ello, cuando rezamos, nuestro cuerpo fisico participa de nuestro acto;
el espiritu de nuestras celulas materiales sale, si puede decirse asi, y va de
aqui para alia buscando la luz, como un perro que olfatea en la tierra,
como un sonambulo que busca un objeto perdido. Nuestro espiritu en-
contrara mas rapido una huella de la luz emanada antano de un cuerpo
fisico similar al nuestro. La oracion a la Virgen es por ello mas facilmente
escuchada.

218 • Paj S6d;r


—Pero dy en la bora de nuestra muerte?—pregunto Estela.
—Pues bien, ya sabeis que despues de la muerte hay un juicio indivi­
dual. En ese tribunal la justicia es representada por los genios cuya mision
era vigilarnos, ayudarnos y guiarnos. Si no hemos utilizado sus oficios, lo
dicen. Pero el Cielo interviene siempre para paliar nuestras faltas y excusar
nuestra negligencia. Ahora bien, la forma del Cielo, el rayo del Absoluto
mas proximo a la Tierra, es la Virgen. He aqui porque la religion nos la
presenta como el socorro del agonizante.
Di las gracias a mis anfitriones y pedi permiso para retirarme, pues la
caravana de coches de los lecheros descendia desde Montfermeil hacia
Paris, anunciando que el amanecer se acercaba.
Y volvi despacio a mi casa, bajo una aurora color ceniza, por calles
que brillaban por la lluvia, por donde se movian las indefinidas siluetas
de los viandantes.

IMCIACIONES • 2 '9
Capitulo 37

LA VIRGEN

La singular dulzura de aquella jornada de diciembre nos habia sedu-


cido. Paseabamos por el pequeno jardin de Andreas, vigilados por su
perro, entre las familiares disputas de los gorriones. Charlamos sobre Olive
Schreiner, que acababa de morir en Transavaal. Durante nuestra charla
hablamos de las feministas; despues, de las jovenes de «nuevo espiritu»;
luego, de las abuelas del «espiritu antiguo», y estuvimos de acuerdo en que
las combativas amazonas de hoy en dia corrian grave riesgo de no llegar
a lograr mas que una influencia demasiado externa, bien superficial e in-
coherente, a pesar de sus discursos, sus diplomas, sus congresos, sus pe-
riodicos y sus ligas. Mientras que las mujeres de antano, cuyo reconocido
reino no se extendia mas alia de su cocina al granero, ejerdan un reinado
mucho mas efectivo, mas profundo y sano. Una vez mas, la sombra es
confundida con la presa.
—Sin embargo —objete yo—, ha habido muchos excesos, muchos
abusos de autoridad, abusos legales por parte de los padres, de los tutores,
de los maridos, <;que se puede decir de la suerte de las jovenes madres?
iY la de los hijos naturales?
—jYa lo se! —respondio Andreas sacudiendo la cabeza—. muchas la-
grimas se han vertido. muchas vidas han sido envenenadas por los pre-
juicios, por la codicia, por la soberbia. Sin embargo, todas esas cosas han
sido utiles, todas sin excepcion. ;Ay, si los hombres pudieran ver lo que
son las mujeres, si las mujeres pudieran ver lo que son los hombres! Si
ambos quisieran verse los unos a los otros sin tomar partido por el amor
o por el odio, jcuantos dolores se evitarfan!
—Pero, ,:c6mo tendrian que hacerlo? —pregunte.
—-,S61o tendrian que ver a la Virgen Maria! —dijo Andreas, mientras
daba algunos pasos reflexionando.

220 • 3au! S6dr


—No te imaginas que maravillosa criatura era la Virgen. Ningun artista,
ninguno en verdad, la ha visto, ninguno ha tenido el alma tan inmensa
como para verla. Su persona reuma toda la belleza de la raza judia, en la
cual, contrariamente a la opinion de los etnologos, el vasto oriente histo-
rico habia fundido sus multiples bellezas. Las delgadas formas egipcias, el
vigor de los nomadas del desierto, el poder de los caldeos, la clara gracia
de las muchachas celtas en el exilio, la languidez siriaca, todo reposaba
en ella, y a veces manaba de su interior siguiendo los impacientes latidos
de la mas rica y vibrante vida interior. Sin duda, Cimabue nos pinto su
misterio; Giotto, su nobleza; Fray Angelico, su suplicante fervor; Lippi y
Boticcelli, su jovial gracia; Leonardo, la sutileza de su inteligencia; Bellini,
su tristeza; Miguel Angel, su fuerza; Van Eyck, su sufrimiento; los artistas
franceses de la Edad Media, sus heroicas y ocultas virtudes, y Rafael, el
pintor que mas vivamente sintio su virginidad. Pero todo ello no son mas
que retratos accidentales.
Tampoco puedes imaginarte la increible riqueza de su vitalidad. En la
violacea sombra de su pequeno hogar. ella resplandeda como un topacio
ardiente; todas las antorchas del entusiasmo y de la inteligencia brillaban
en sus ojos en los raros instantes en los que no los cubrfa con sus parpados
rosaceos y radiantes. Sobre las cenizas del hogar, sobre la masa de pan,
sobre la jarra de aceite, ella se inclinaba como una inmensa flor viva. Todo
lo magnificaba, todo lo embellecia.
Tal vez te hayas dado cuenta de que hay seres que aun cubiertos con
el vestido mas feo que pueda crear una fabrica de confeccion, pueden
parecer por lo menos como aristocratas; seres cuyas manos, deformadas
por los mas duros trabajos, siguen siendo expresivas; cuyos rasgos, inju-
riados por la miseria o las largas intemperies, siguen siendo nobles y ricos
en sus expresiones faciales. La Virgen era asi. Una mano apenas levantada,
una inclinacion de la cabeza, un gesto de sus labios, y la esperanza y la
desesperacion, la poesia y el abatimiento, la fatiga y el extasis se elevaban
ante el espectador desplegando sus dramas infinitos. Pero sus ojos, doctor,
jesos inmensos ojos tan puros, esos ojos en los que todas las miradas se
encontraban. ansiosas, como los barcos en un puerto! jY su voz, que per-
manecio clara hasta su muerte, transparente, alada y limpia, salvo en raros

i \ C AC ONES • 22'
instantes, cuando entreabriendo las puertas de su alma dejaba adivinar
por la entonacion de una palabra las fastuosas armonias de una sensibili-
dad tan exquisita como profunda!
No, mi amigo, no podemos concebir que maravilla fue aquella mujer.
Y ademas, se que nadie a su alrededor la comprendio, salvo su Hijo. Me
fue dado medir, a lo alto y a lo ancho, el abismo de su humildad; me fue
permitido concebir porque motivos ella jamas abrio la boca para quejarse.
ni para defenderse; porque ella ocultaba siempre los tesoros de su Gracia
en el silencio, en la sensibilidad, en la ternura con los que el Padre la
habia dotado tan magnificamente. Ella siempre guardo silencio. Piensa un
poco en ello, doctor: jmutismo ante el desprecio, ante el dolor, ante la ad-
miracion, la compasion o la veneracion! Nadie jamas vio caer una sola de
sus lagrimas, de ella, jde la Virgen!, ;y de que virginidad!, ;Madre!, ;y de
que Hijo!, ;y de que ingratos hijos adoptivos! Cuando despues de eso veo
lamentarse a las mujeres y a los hombres, que nunca sufren tanto como
las mujeres, quejarse todavia mas, jcomo debo tener en cuenta aun mas
profundamente la inagotable piedad de Nuestra Madre espiritual, como
para que la compasion se eleve rapidamente en mi ante el dolor de los
seres! jNunca jamas nadie comprendera a esa mujer!
—No obstante —me atrevi a decir—, nosotros lloramos, hasta nos qui-
tamos la vida para escapar de la tortura de la existencia.
—Si, sin duda. Yo se bien que la misma pena deja insensible a uno y
martiriza a otro, pero tambien se que si sufrimos es porque no queremos
sufrir, y que para no sufrir habria que arrojar nuestro querido orgullo a
nuestros pies. jAy, cuando Dios impone ese temible fardo de discerni-
miento de conciencia a uno de Sus servidores, eso deberia liberarle de
este mundo, vestibulo del infierno! Y, sin embargo, todo cuanto Dios hace
esta bien hecho.
No sabia que responder. Me hallaba como ante un precipicio, desde
donde veia flotar, como nubes, los terribles conflictos que habian dcbido
agitarse entre las dos naturalezas, la humana y la divina, en el Maestro de
Andreas, en el Maestro de todos. Cayeron largos minutos y no llegaba
nunca la reconciliation entre esas dos incompatibilidades.
Despues, Andreas se levanto, dio algunos pasos y dijo:

222 • Paul S6dr


—Asi, por ello es necesario, cueste lo que cueste, que de un dia a otro
vivamos como iMaria vivio. Cuando desgraciadas criaturas vengan a gritar
ante ti, no las rechaces, pero tampoco te precipites. De nada sirve la com-
pasion a flor de piel, de nada sirven las frases afectadas. Escucha los la-
mentos en silencio y no hables sino tras haber sentido el desgarro en el
fondo de tu corazon. con la misma brecha que desgarra a esas victimas.
Entonces, y solamente entonces, las tres palabras que diras actuaran con
eficacia. Toda pena es a la vez ilusoria y real. No toques, pues, sino con
las manos puras y un corazon respetuoso.
—En efecto —exclame suavemente—, todas nuestras agonias vienen
de nuestra prLsa; queremos poseer esto o aquello inmediatamente. Jamas
admitimos poder estar equivocados en nuestros deseos. Tal madre no con-
cibe que su hijo pueda amar a una joven que a ella no le gusta; tampoco
el hijo concibe que su madre, a quien el amor no le ha arrebatado el sen­
tido crftico, se detenga a considerar la fortuna o los convencionalismos
sociales. Tal esposa no imagina que su marido desearfa ser amado de otra
forma de la que ella piensa. Cada quien se cree en posesion de una per-
fecta inteligencia...
—Si, doctor —me interrumpio Andreas—, deberiamos poder mante-
nernos toda nuestra existencia en el ultimo banco de la escuela de la Vida.
Ni siquiera conocemos el alfabeto de esa lengua, y estamos lejos de poder
hablarla. jAh, doctor, mantenerse silencioso! No hablar sino para sostener
el coraje y la alegria a nuestro alrededor, he aqui la buena receta. jNunca
ordenar, nunca pedir nada! —anadio sonriendo.
— (Y no es asi? —dije riendo a mi vez—. Ni siquiera yo mismo debo
abrumar a los demas con asperos sermones sobre la inutilidad de dar ser-
mones...

IN'CIACIONES • 223
Capitulo 38

par Ab o u x s

Hacia el final del mediodia Andreas me llevo al Cafe de la P a z N o s


sentamos en la terraza, bajo los oblicuos rayos de un sol de invierno, cuya
suavidad, extrana para la estacion, no dejaba de despertar esa oleada de
inquietud que nos asalta cuando algo no es normal. Con su traje de corte
anticuado, su corte de pelo a la antigua y su deslumbrante vestir, Andreas
recordaba a esos tipicos hombres de letras que abundaban en este bulevar
hacia 1880. Algunos paseantes se fijaban en su rostro, tan diferente de los
de hoy en dia. El miraba desfilar a la masa de gentes, el doble sentido de
los automoviles, los letreros luminosos de la publicidad moderna. Yo,
como de costumbre, buscaba como hacerle hablar. Pero aquella tarde el
mismo se puso a contarme historias.
—<;No te parece que los habitos son los mismos en todas partes en esta
epoca? —me dijo—. Si estuvieras en Singapur, en Hong-Kong o en Shan-
gai, verias al mismo gentio sentado a las mesas de los cafes, los mismos
rostros suaves o rudos, los mismos problemas economicos, de dolares o
de libras, la misma preocupacion por complacer al patron o a los secretos
senores de la vida publica. Aqui mismo, ante nosotros, pasan sonadores
o realistas, gente de cualquier pals o de ninguna parte; aquel que nunca
sera nada o quien tal vez tendra a Europa en la palma de su mano. Mira
todas esas cabezas de fuertes mandibulas, con sus frentes huidizas, la ma-
yoria de ellos de fauces tan crudes: son los ideologos, con su feroz apetito.
Son los utopicos, pero que no comprenden sino lo material. Son destruc­
tives. Son espiritus arrojados a la descendente curva de su parabola indi­
vidual. iPuedes creer, examinando a esos hombres y esas mujeres, en la5

55 Un famoso cafe parisino donde se daban cita la elite de los poetas, artistas, intelec-
tuales, magos, hermetistas. miembros de sociedades iniciaticas, ocultistas y misticos de la
epoca.

22^ • DaJ S6dr


evolucion de la Humanidad, segun las profedas de la gente de 1848, en
las de Jaures y la Liga de los Derechos del Hombre? El ideologo es un in­
curable; le escuchabamos celebrar la paz en julio de 1914 y vuelve hoy a
las andadas con sus ditirambos. Quiere la paz, pero sin Dios. iQue miseria
intelectual! «;Podemos decir que son hermanos toda esa masa que se es-
trella, unos contra otros, ante nosotros? Mirales balancearse en el metro, y
si no hubiera un jefe de policia y muchos inspectores de seguridad, escu-
charias un fusilamiento, pues nadie en estos cien metros de bulevar deja
de tener dos o tres enemigos mortales.
—Estoy muy de acuerdo —respond! a Andreas—, simplemente no
veo ningun remedio. La situacion social e internacional actual resulta ser
la suma del mismo impulso hacia el libre individualismo que genero la
Reforma, la Francmasonerfa, en 1789 y 1848, la Internacional y nuestra Re-
publica. Pero ese impulso, tan noble y generoso, ha Uevado como reaccion
contra el catolicismo tradicional a no creer mas que en la razon y a rem-
plazar el culto a Dios por el culto a la Humanidad. Por otra parte, la his-
toria nos lo ha mostrado, el principio de autoridad, tanto en la politica
como en la religion, tiende tambien hacia al exceso. <;No son esas luchas,
esos movimientos pendulares de doctrinas hostiles, de la naturaleza misma
de las cosas terrestres?
—Claro que si, mi doctor —replied Andreas, con un tono casi indife-
rente—, en la Naturaleza no hay ni circulos ni esferas, todo es eliptico u
ovoide, y como ademas de la Naturaleza interviene Dios haciendo curvas
y solidificando, no existe nada cerrado. Todo son parabolas, diria mejor
parabolico. Ademas, lo sabes bien, el Verbo habla con parabolas...
—^Pero eso no es mas que un simple juego de palabras? —dije.
—Por supuesto —respondio mi interlocutor sonriendo—, seguro que
es asi, yo tampoco creo, como tu, que el nombre Rambuillet venga de Ram,
ni que la palabra cristal venga de Cristo, o que todos los vegetales de color
rojo sean buenos para la sangre. Pero en las analogias, en los homonimos,
en las homofonias, encontramos a veces un resplandor. Por todas partes
existen esos resplandores, simplemente que todo es extremadamente com-
plicado aqui abajo; las formas terrestres, consideradas desde arriba como
terminadas, son el producto de innumerables fuerzas. Si la lioja de roble

iN'CiACIONES • 225
es de cierto color verde es porque existen dos o tres mil causas distintas
para esa diferencia; tambien sus virtudes son diferentes, y ademas el color
no es su unico significado, tambien esta la forma, el sabor, el aroma, la
densidad. No obstante, el hecho de que dos especies de hojas sean verdes
indica que ambas tienen una unica propiedad comun, una sola.
—Asf pues, cuando el Evangelista escribe que Jesus se expresaba con
parabolas, hay que empezar a pensar que esas parabolas no deben ser ni
ejemplos, ni similitudes, ni comparaciones, ni simbolismos, ni alegorias;
es decir, no son ninguna forma retorica. Despues, decirse a si mismo que
entre Jesus y el lector hay una larga distancia, un vasto espacio que no es
un desierto, sino un mundo, multiples mundos habitados por luces, por
sustancias, por fuerzas, por seres vivos, y que todo ello puede desviar el
rayo visual y deformar el sonido de la palabra divina.
—Sin duda —me interrumpio Andreas—, sin embargo, hay que saber
que desde el momento en que un oyente hace lo que debe hacer, Cristo
suprime la distancia; incluso la disminuye en la medida en que nos incli-
namos bajo la dulce Ley. Las visiones intuitivas, todo eso es muy bonito,
pero <;hasta donde llegan? No es trabajo sencillo el hacer que nuestras in-
tuiciones sean tan puras, tan espirituales, tan vigorosas, que lleguen a ha­
cer salir la verdad de alii donde se encuentra; es decir, en el centra de
nosotros mismos, donde brilla la chispa del Verbo. Si los romanticos, si
los monistas, si el senor Bergson y William James y nuestros jovenes su-
rrealistas hubieran comprendido que existe lo Creado y lo Increado, no
hubieran hecho del hombre un dios omnisciente, no se hubieran figurado
que la cima del arte o del pensamiento era ponerse en estado receptivo,
esperar y anotar las imagenes que pasan. Sin duda, el verdadero mistico
se coloca ante Dios en estado receptivo, pero primeramente trabaja sin
cesar en hacer que todos sus organos fisicos y psiquicos sean capaces de
recibir a Dios. El adepto oriental sigue esa disciplina segun un sistema
de conocimiento tradicional, en lo cual se equivoca, pues todo sis­
tema de conocimiento es provisional. El servidor de Cristo, que olvida su
propio perfeccionamiento para no pensar sino en obedecer en el trabajo,
deja a su Maestro actuar en su lugar, este no se equivoca y alcanza el ob-
jetivo.

226 • Dau S6cb


—En suma —dije entonces—, si las lecciones orales del Verbo En-
carnado eran parabolas, las acciones del Verbo Eterno tambien son pa­
rabolas. El lanza a las criaturas al campo del Universo, y como el grano
sembrado en invierno se vuelve a encontrar como semilla en el otono
siguiente, volvemos a reencontrarnos al final del ario cosmico con las
mismas semillas que eramos al principio, pero multiplicadas y engran-
decidas.
—Con esa diferencia, doctor, esa inmensa diferencia, si el grano de la
siembra es identico en naturaleza a las semillas —e incluso mas aun, ha-
bria que decir, pues la vida siempre quiere ascender—, si la elipse de la
materia se cierra poco a poco, para nosotros los humanos el sacrificio del
Verbo abre esa elipse, rechaza su segundo nucleo hasta el infinito y lo
transforma en parabola.
—Por lo que dice —remarque— , ^cabria deducir que cada uno de los
paseantes que desfilan ante nosotros lleva en si mismo, sin saberlo, una
palabra del Verbo? Entonces, ^por que estan casi todos tristes, inquietos
o perdidos? ,;Por que la expresion de sus rostros o la forma de sus cuerpos
jamas esta serena?
—Asi es, esa gente esta inquieta o adormecida, se ven mal a si mismos
o no ven nada. No han aceptado la palabra Divina que el Verbo murmura
en ellos —quiero decir, por el momento—, no quieren, tienen miedo o
se revuelven contra ella, mas tarde la aceptaran, desgraciadamente tras
muchas batallas. Pcxlrian ser felices ahora mismo, pero la materia, el mundo,
la razon, les fascinan. Ves, somos una elipse; el adepto busca convertirse
en un circulo, quiere unir en uno solo ambos nucleos, pero nuestro Cristo
ensena que, al contrario, es necesario abrir la elipse proyectando uno de
sus nucleos hasta el infinito.
—En efecto, las curvas cerradas son el Destino; las curvas abiertas, la
Libertad, y todos esos rostros a nuestro alrededor, cuyas expresiones son
tan amagas y sus miradas tan secas, ^no es sino por una colerica lucha
contra la fatalidad? Ellos la niegan, se proclaman libres, rechazan toda he-
rencia, no quieren leyes ni jerarquias, pero solo se revuelven contra sus
tiranos porque se sienten prisioneros y no quieren admitir que cada una
de sus revueltas cierra con un bucle sus propias trabas.

l\iC AGONES • 227


—Sin duda, sin duda —dijo Andreas— , hoy en dia hay un gran nu-
mero de hombres extremadamente inteligentes, lo han leido, analizado,
comprendido y adniirado todo, al menos sobre lo que pertenece a lo hu-
mano; han adquirido un exceso de cultura, su cerebro sufre indigestion y
sus nervios estan al liniite. Asi, ves a los mas ricos de esos temperamentos
de artistas y de poetas intentar reencontrar alguna frescura y algun apetito
volviendo a las formas primitivas del arte, a los balbuceos del lirismo pre-
historico, y no llegan sino a una ingenuidad artificial; el espontaneo entu-
siasmo no se Simula, el hombre solo no puede volver al candor infantil,
para ello debe aceptar el auxilio del Gran Medico de las almas, pero no
quiere. Esperemos, pues ninguna revuelta agota la paciencia divina.
No obstante, esos discursos no me satisfacian. Andreas se me antojaba
aquella noche un poco simbolista y no pude evitar hacerselo entender.
Me comprendio a medias.
—Tranquilizate —me dijo—, no me he convertido en un juglar de las
palabras, pero cuando se charla libremente con un viejo amigo al atardecer
de una suave jornada, ,;no crees que nuestras palabras pueden ir mas lejos
que nosotros mismos? Me extranarfa que en algun tiempo, tu que te que-
daras en esta ciudad, no leyeras alguna proclama de una nueva escuela
donde encontrarias mas o menos las ideas que acabamos de intercambiar.
Ademas, no creas que deformo el sentido de un texto evangelico. Las his-
torias que Jesus cuenta a sus disdpulos no eran, te lo repito, alegorias;
cuando las explica no las comenta a la forma de los antiguos iniciadores:
Jesus no era un bardo ordinario, lo sabes bien, cuando Jesus dice algo, lo
crea. Si nos habla de los granos de mostaza sembrados en diferentes sue-
los, o de arboles, o de la levadura o de las perlas, no se trata de imagenes,
se trata de El Mismo, de fil, <<lo entiendes? Esas semillas son El, ese grano
tan pequeno es El, esa cucharada de levadura es El, esa perla es El. Viven
en cierto lugar secreto, la perla, la levadura y la semilla, esas cosas ya
estan en el Reino Eterno. En el momento en que Jesus las nombra, he
aqui que descienden en el alma de la Tierra y comienzan a existir. Ves,
doctor, aquello que los hombres no quieren comprender es que la inesti­
mable perla reposa a su alcance, que solo tienen que recibir y alimentar
esas semillas de Luz en las que dormitan la Verdad, la Belleza y la Bondad

228 • Paj S6dr


eternas. Estos hechos, estos fenomenos, estos objetos situados en el centro
de nuestro mundo, brillan por la palabra todopoderosa del Verbo; cuando
su irradiacion cae sobre las piedras de este planeta, o sobre las plantas o
los animates, producen un cuerpo, un vegetal o un animal nuevos; cuando
cae sobre el espiritu de un hombre y se reflejan sobre su intelecto, sobre
su sensibilidad o sobre su cuerpo. ello engendra una idea mas cierta, un
nuevo arte, una mejor fuerza. Y todo ello, con muchas otras consecuencias
colaterales, son el lento descenso del Reino de Dios, la progresiva reali-
zacion de la Voluntad de Dios... jCuan bueno es Dios!
Tras un silencio, Andreas se levanto y nos dirigimos a Auteil, donde
debiamos cenar.

V C AC ONES • 229
Capitulo 39

LA HUMILDAD

Habia ido a ver a un enfermo a la zona, entre Saint Ouen y Clignan-


court. La nieve nocturna habia blanqueado los techos de Iona y de carton
de las miserables casuchas donde vive un pueblo de lo mas heterogeneo.
Todas las tribus de la Europa oriental mezclan alii sus andrajos, sus dia-
lectos y sus miserias. El clinico encuentra aqui cien ejemplos de enferme-
dades extranas y el filantropo percibe mil formas del antiguo sufrimiento
provocado por el frio y el hambre. En sus barracas, las mujeres cocinan
inconcebibles comistrajos, los ninos gritan, los viejos rebuscan en toda
clase de desechos. Hay coches de bohemios con sus enjutos caballos de
tiro y sus perros sarnosos. Hay estanadores, forjadores, reparadores de bi-
cicletas y, a veces, prehistoricos esqueletos de coches desguazados. Hay
mercaderes de sopa, ladrones de perros y toda suerte de revendedores.
Traia medicamentos para un enfermo —casualmente un frances—,
pero sin gran esperanza de salvarle. Sin embargo, ,;alguna vez podemos
saber que resortes de vida anidan en esos cuerpos que no han conocido
mas que privaciones, dudosos alimentos y alcohol? Mi visita atrajo a los
vecinos y en pocos minutos me vi rodeado de una numerosa clientela.
No podia negarme a escucharles y respondia lo mejor que podia en ese
consultorio al aire libre. Ya habia escrito nombres en mi agenda y escogido
al menos andrajoso de los asistentes para venir a mi casa a recoger las
muchas muestras de medicamentos que los laboratorios envian a los me­
dicos, cuando percibi, saliendo de una barraca, a un grupo de viejos judios
rodeando a un hombre que reconoci inmediatamente.
Era Andreas. Me tendio la mano y me dijo: «Acaba, doctor, luego nos
encontraremos».
Tuve para largo rato. Andreas habia desaparecido, para mi gran de-
cepcion; yo dudaba entre volver a Paris e irme por la izquierda o por la

230 • Da j S6dir
derecha, pero como estaba mas cerca de Clinangcourt me fui hacia alii,
pues era el camino mas corto para volver lo antes posible a mi clinica,
donde con seguridad me aguardaba trabajo.
No encontre a Andreas durante el trayecto, pero, en cuanto atravese
el municipio, le vi paseando delante del metro. Vino hacia mi muy son-
riente.
—Comamos juntos, si te viene bien, doctor —me propuso—. Conozco
a un mercader de vinos donde el cocido es honesto y el camembert reco-
mendable.
Una vez instalados en la trastienda, observe a mi maestro, que no ha-
bia visto desde hacia casi un ano. Fisicamente no habia cambiado, pero
la expresion de su rostro me parecio aun mas indescifrable que de cos-
tumbre. En efecto, estamos acostumbrados a ver mejor lo bello acompa-
nado por un ornamento que nos aisle del ambiente cotidiano. Los artificios
del entorno, del vestido, de una escena inhabitual, hacen que resalte ante
nuestros ojos distraidos la rareza de un ambiente o la nobleza de un gesto.
Cuando nos paseamos por los arrabales, no vemos la belleza de la mirada
de algunos seres de rasgos marchitos y de groseras vestimentas que nos
rodean en silencio. Existe la belleza de la forma y la belleza de la expre­
sion; esta ultima se impone sobre la primera como el espiritu se impone
sobre la materia. Y Andreas, a pesar de su estatura vigorosa y su poderoso
rostro, es todo espiritu.
Lo miraba, pues, buscando comprender los signos opuestos esparcidos
a lo largo de su fisonomia: esa cabellera negra, ondulante y tupida, esos
rasgos fatigados, la agudeza penetrante de sus ojos grises y la dulzura de
su sonrisa, la firmeza de su basta frente, llena de sombras y de claridades,
la modestia de su lenguaje, la bondad de su actitud, la fineza y el candor
de su modales, su reticente alegria y su sonriente melancolia; la extinguida
tempestad de sus formidables pasiones y la calma del marino de vuelta
de todos lo viajes. Pero comprender es igualar y, una vez mas, renuncie
a mi analisis.
Las fascinantes figuras que ha dado a luz el genio de nuestros artistas,
ino son apagadas e inertes comparadas frente a las bellezas que vienen
del Cielo? El arte es una alusion a la vida, dijo un gran poeta. Sin duda,

IK C AC ONES • 23'
pero alusion a la vida terrestre. Es la vida divina la que deberfa hacernos
sonar. Y por muy vulgar que parezca a primera vista, es hacia lo inexpre-
sable, hacia lo increible y hacia lo inefable donde el rostro de Andreas
me conducia siempre irresistiblemente.
No, la belleza segun Dios no es una continuidad de la belleza segun
los hombres; es lo contrario, viene de adentro, transfigura incluso aquello
que ellos llaman fealdad. No, la verdad segun Dios no es el total, ni el
producto de las verdades humanas se asienta en sus antipodas. No, la
bondad segun Dios no se asemeja a la bondad humana, ella ve desde
mas lejos, juzga desde arriba, da sin esperar nada.
Mientras asi pensaba. me dijo Andreas saliendo de su mutismo:
—Tienes razon, doctor. Lo que el Cielo hace siempre parece inexpli­
cable a los ojos de nuestra pequena sabiduria. Si esta prohibido juzgar a
nuestro projimo, aun es mas loco el juzgar, es decir, condenar a un Sol-
dado de Cristo. Sin embargo, es sobre todo a el a quien el mundo con-
dena. Y el es el inocente. Y es bueno que asi sea. Cuanto mas nos acer-
camos a Dios mas vemos las cosas desde un prisma diferente. Quienes
no se preocupan de Dios no pueden comprender. <|Que es lo que interesa
a un Soldado de Cristo? El esparcir la Luz, llevar a los hombres hacia la
Luz. Su vida no sera, pues, mas que una continuidad de sacrificios, pero,
ademas, si en ese Ejercito de Cristo tiene una graduacion cualquiera, aun-
que sea la mas pequena, tendra el doloroso privilegio de hacer trabajar a
aquellos que le han sido confiados. Sera necesario que les muestre, orgu-
lloso de esa virtud, hasta que punto el orgullo vuelve fragil esa virtud; de-
bera ingeniarselas para que estos paguen lo antes posible sus deudas, a
fin de que no aumenten, y se apreste a pagarlas junto a ellos. Se enfrentara
cara a cara con la pequeriez de sus ambiciones, pues el triunfo les habra
hecho perderse demasiado lejos en las tinieblas. Y siempre sera asi...
—Creo comprenderle bien —le interrumpr—, pero no puedo repetir
lo que me dice, pues ,;donde esta el iluminado, donde esta el espiritualista
que no se crea un Soldado del Cielo? <;Y tras que locuras no correriamos
por esas ideas?
—Tambien tienes que guardar silencio. mi doctor.
—Entonces, ;por que me dice todo esto?

232 • paji S6dr


—Porque te olvidas. La humildad —pues mientras no se es un cero
no se es un soldado—, la humildad no es, por supuesto, el hacer reve-
rencias, ni decir frases gratificantes, sentirse menos que un jefe, que un
sabio, que cualquier hombre eminente, todo eso no es humildad, sino
simple buen sentido, es simple modestia. Para llegar a ser mas humilde
hay que parecer irracional a los ojos de las buenas gentes. Imaginate a un
general victorioso que dijera sinceramente a sus soldados: «en mi lugar. tu
lo habrias hecho tan bien como yo, o tal vez mejor». Es probable que los
oficiales del Estado Mayor que le escucharan pensaran que «el viejo ha
perdido la cabeza*. Tendrian razon desde el punto de vista social, pero
desde el punto de vista Etemo es el viejo general quien tendrfa razon.
—Eso es —dije— por lo que he visto a amigos suyos ser la burla de
colegas mucho mas frustrados que ellos, o dejarse llevar por una mujer
autoritaria y limitada.
—;Pues bien, mi doctor!, eso es la escuela de la humildad. La retorica
de ese asunto es cuando se ama a alguien con todo el corazon, cuando
uno se agota para darle todo cuanto es posible, cuando se le entrega toda
la ternura de la que se es capaz y cuando se le da prueba de todo ello, y
esa persona os desprecia, os explota, se mofa de ti: es cuando te rechaza,
no quiere creerte y atribuye tu bondad a sus capitulaciones o a la tirania
de una pasion. Esa es una clase dificil. E incluso, aunque hayamos apren-
dido bien la leccion y tragado todos los sapos posibles dando gracias y
continuando amando, mientras somos conscientes de ser humildes es que
no poseemos la humildad.
—Ese camino que describe es un poco descorazonador. Y ademas, si
hago un esfuerzo a sabiendas de que lo es, <;deja de ser un esfuerzo? La
conquista de la humildad o de no importa que otra virtud, <;serfa entonces
imposible desde esa perspectiva?
—Lo que dices es verdad —respondio Andreas—, pero lo que es im­
posible para el hombre es posible para Dios.
—iQuiere decinne —le pregunte— que en un momento dado, el es­
fuerzo de sufrir las mas profundas humillaciones alcanza su limite? ,;Que
si comparamos el corazon del orgulloso con un diamante, la virulencia
de los acidos de la ingratitud, de la injusticia, de la envidia, puede llegar

NClACiONES • 233
a reducir esa joya a un magma inconsistente? ,;Y que, entonces, esa materia
ablandada recibe como una fulguracion el fuego divino de tal virtud?
—iQue bien te expresas! —dijo Andreas sonriendo, y yo tambien me
eche a reir, pues sabia que no le gustaban las grandes palabras—, pero
tus comparaciones aclaran mucho aquello que no he sabido decir.
«He aqui mi leccion-, pense; sin embargo, Andreas continuo con un
aire casi indiferente:
—Si, saber que uno es esto o aquello, esa es nuestra cadena. Olvidar
lo que uno es, he aqui nuestra liberacion.
—Pero, ,;y en la practica?
—,-En la practica, mi doctor? —repitio con un aire sorprendido—. en la
practica hay que pasar por la escuela y dar todo nuestro esfuerzo. Hay que
hacer todo cuanto es posible, lo verdaderamente posible; es decir, ir cada
vez al limite de las propias fuerzas. Y ya sabes que el limite de nuestras
fuerzas esta muy lejano, pero muy pocos llegan hasta alii. Supon que tienes
un companero que busca pelea, te hace malas jugadas y termina por arrin-
conarte en una mala posicion. Hete aqui, ante tus companeros, acusado
de cualquier cosa, no tienes pruebas, tu adversario si, y eres juzgado, con-
denado, despreciado. Te parece que lo unico que le queda a tu herido
amor propio es tomarse la justicia por su mano. Te tranquilizas y vuelves
a casa bajo las burlas. Bien. Al dia siguiente te encuentras de nuevo ante
tu enemigo y ante los testigos del dia anterior, <;que vas a hacer? Desafiarle,
si es que eres lo que el mundo llama un hombre de honor, pero tu quieres
imitar a tu Maestro, asi que iras hacia ai enemigo y le saludaras cordial-
mente, y te preguntaras para ti mismo si no va a injuriarte por tu aparente
cobardia. Alii has hecho retroceder los limites de tus posibilidades. Si con-
tinuas en esa misma direccion, llega un dia en que los insultos no despier-
tan en tu corazon ninguna reaccion, unicamente tus orejas los escuchan y,
al hacerlo, no piensas que «es un pobre hombre*, sino que te dices que tal
vez tenga razon y que te examinaras a ti mismo para comprobarlo. Ese dia
no has hecho esfuerzo alguno, ese dia eres humilde.
—En suma... —quise responderle.
Pero Andreas se levanto; dos jovenes mecanicos discutian ante el mos-
trador y el patron se disponia a echarlos. Andreas escogio el momento en

234 • Paul S6dr


que los clientes y los contrincantes recuperaban el aliento para pregun-
tarles por la direccion de una fabrica de acumuladores que se encontraba
en el barrio, cuyo nombre habia olvidado. Cada quien se puso a indicarle
empresas; cuando uno de los dos mecanicos le habia dado alguna infor-
macion, su adversario le dio otra y un discusion tecnica se entablo entre
esos dos hombres, que tres minutos antes habian querido batirse a palos.
Andreas ofrecio una invitacion general, distribuyo tabaco y apretones de
manos, y salimos de alii acompanados. Pero la entrevista giro hacia la me-
canica y la electricidad.

INIC'ACIONES 235
Capitulo 40

EL LOUVRE

Aquella mariana Andreas me habia llevado al Louvre para ver, antes


de que abrieran, la coleccion Camondo. Alii se encontraba una estatua
budista, notable por el detalle de un muy raro gesto. Buscando, pasamos
por delante de una ventana abierta. Un busto siames, viejos bronces verde-
azulados se alzaban sobre una peana; detras, el primaveral cielo de Paris
extendia sus cambiantes sedas entre las clasicas perspectivas del Carrusel
y los elegantes arboles de las Tullerias. Y muy abajo, en lo alto de un
monticulo malva y gris, el robusto Arco del Triunfo despuntaba su silueta
de jade sobre las rosaceas madreperlas del occidente. Paisaje delicioso,
sonrisa de Paris, gracia francesa, ordenada con imprevistos encantos, como
nubes, a oleadas, con ese limpio dibujo que detiene nuestras ensonaciones
y nos obliga a convertirlas en pensamientos.
—Mira —dijo Andreas—, mira el alma de Francia.
—Si. la veo con los ojos bien abiertos...
—No miras aCin lo suficiente. ;Ah, mi doctor, he conocido muchos
paises, pero Francia...! No sabemos cuanto ha dado el Cielo a Francia.
—Pero, permitame una pregunta —dije—, <;c6mo se explica que esa
misma Francia parezca conducir a Europa a toda suerte de desordenes,
de violencias, de escandalos?
—En principio, doctor, por una gracia de Dios, cuando Francia hace el
mal, lo hace mas a plena luz del dia que cualquier otra nacion. Es un gran
privilegio el poder hacerlo. Ademas, si recuerdas bien tu alquimia, hay que
llevar las fuerzas al extremo izquierdo para que vuelvan al extremo dere-
cho. Francia, en ese atanor de la raza blanca, es la sangre del leon.
—«;Sera esa la razon por la cual, en nuestra epoca, y sobre todo en
nuestro pais, todas las tendencias politicas, filosoficas, religiosas, sociales,
se irritan entre ellas y se vuelven rigidas? ,;Sera el ejemplo, en este mundo,

236 • ^aa SecU


de la colera de la que habla Boheme, que espumea y hierve de furor hasta
explotar, hasta provocar la chispa del fuego?
—Toma esas imageries, si te convienen, son por otra parte muy fieles
a la verdad. Mira alrededor de ti. Mira tu propio mundo, la medicina. <;No
te parece que sus mas duros esfuerzos llevan a una violacion de las Leyes
de la Naturaleza?
—<;No querra decir que los trabajos de Carrel —pues se trata de los
mas adelantados esfuerzos— sean antivirales? Veo que han ido mas alia
incluso de los suenos de los alquimistas; veo ante nosotros un esplendor
futuro casi terrorifico, es...
—Doctor, te estoy viendo en una de tus crisis de esoterismo —me in-
terrumpio Andreas sonriendo—. La Verdad segun la Naturaleza y la Verdad
segun Dios son dos verdades. Tu lo sabes bien, la alquimia vista desde la
Naturaleza lleva a resultados cientificamente ciertos; vista desde el prisma
de lo Sobre-Natural, es falsa.
—Si, pero <;no es alquimia lo que hace Carrel?56.
—Claro que si, doctor. Los alquimistas fuerzan al mineral a vivir como
el vegetal; hoy en dia se fuerza al tejido animal a vivir como el vegetal. Es
una violacion espiritual. jY todas las futuras complicaciones de esas celulas
desterradas! ;Cuantos sufrimientos para los enfermos y para los animales!
jCuantos gritos, al otro lado, cuando mueran!
—Ya veo —exclame en voz baja—, es otra vez aquello de «no lepon-
gas tela nueva a un vestido viejo», <;no es asi, mi maestro?
—Asi es; sin embargo, ;todo es tan simple! Si los hombres quisieran.
el Cielo les enviaria milagros constantemente. ;Si supieran cuan bueno
es el Padre!
Y el viejo Andreas sacudio la cabeza, curvando sus amplios hombros.
Y el aire sutil del Espiritu Pacificador paso a traves de nosotros, en aquellas
salas cuyos muros resplandecian con los extremos esfuerzos de la extrema
cultura humana. ;Que diferencia entre ambas atmosferas!

56 Alexis Carrel (1873-1944), biologo y Premio Nobel de Medicina. F.xperiment6 en el


cultivo de tejidos vivos fuera del cuerpo, descubrio un fluido para el tratamiento de heridas
y creo un primer corazon artificial. Indago y escribio sobre la existencia de un -principio
desconocido- en la Naturaleza y en el ser humano. (N. del T.)

INiCIACIONES • 237
Capftulo 41

EN COM PIEG NE

Llego un ano en el que la politica europea se complied terriblemente.


Uno de mis amigos, agregado a cierto despacho de Asuntos Exteriores, me
afirmo que esas complicaciones habian sido provocadas por la esposa de
un celebre banquero, en beneficio de su amante, un aventurero cosmopo-
lita. Este tenia enorme necesidad de dinero y, para satisfacerle, la mujer tejio
toda una intriga con la favorita de un soberano. Y ello culmino, con la ayuda
de algunas campanas de prensa, en una crispacion tal de la opinion publica
que los Senados de los tres reinos votaron a la vez creditos para la defensa
nacional. La gran banca pudo asi lograr beneficios de cientos de millones y
el aventurero tuvo su dinero, pero se hizo inminente la guerra.
Andreas me confirmo la exactitud de este relato.
—Las grandes catastrofes historicas, ya te habras dado cuenta de ello,
no han tenido por ello causas menos futiles. Hay que prestar atencion si
estamos dispuestos a intervenir utilmente. Nosotros, los franceses, tenemos
mas que nadie el deber de amar a nuestra patria, con fuerza y con sacri-
ficio. Si tienes, mi doctor, alguna revelacion de las cosas de lo Invisible,
sabras cuanta luz y cuanta generosa belleza ha llegado a Europa a traves
de Francia, a pesar de todas las locuras de sus hijos y todas las extrava-
gancias de sus principes. Ningun pueblo como el nuestro ha insuflado
tanto impulso a las jovenes naciones. Pero a su vez, tampoco el Cielo se
ha mezclado tan directamente en los asuntos de ninguna otra nacion. Por
eso es necesario que nosotros amemos Francia, porque somos sus hijos y
porque somos Hijos del Cielo.
—Si, maestro —respondi—, pero ,;que relacion existe entre lo que dice
y la historia de alcoba de que hablabamos antes?
—jBien, doctor!, hablemos de medicina. Si el Tong-Seng de Annam
establece sus diagnosticos sobre las relaciones de los globulos rojos con

238 • Paji S6dr


la luz vital, con la luz mental y con la voluntad; si el espagirista 57 busca
de igual forma las relaciones entre la sal, el mercurio y el aceite de azufre;
si Van Helmont58analiza las tensiones de los arcos, si hoy en dia se buscan los
fermentos microbianos; si el magnetizador dLseca los fluidos, si el espiritLsta
pregunta a entidades invisibles, ello no prueba que unos u otros esten
equivocados o que esten en la verdad, pues cada uno de ellos juzga desde
su punto de vista. Eso paieba que un fenomeno fisico es el ultimo eslabon
de una cadena muy larga. Eso prueba que dicho fenomeno nace de la
conjuncion de una serie de causas inmateriales; eso prueba, finalmente,
que todo fenomeno se desarrolla a partir de un germen imperceptible...
Aqui, Andreas vacio su pipa con cuidado.
— ... Y puedes ver que casi siempre el ser humano es el terreno donde
crecen todas esas semillas.
—Y entonces, <;el caso que nos ocupa?
—jEs muy sencillo! La ingratitud, sabes, no es patrimonio exclusivo
de los seres humanos. Los individuos que el grandilocuente Eliphas Levi
llama los egregores tienen tambien ese defecto. Los egregores de otros
pueblos no sienten agradecimiento por los de nuestro pais; al contrario,
querrian someterlo o matarlo para enriquecerse con sus despojos, y el
Adversario, que aguarda cualquier oportunidad, les ayuda tanto como
puede. Han encontrado en esas tres personas de las que hablabamos an­
tes un maravilloso caldo de cultivo. Ninguno de los tres tiene patria, ni
religion; su dios son ellos mismos y los seres invisibles van a esforzarse
por obtener beneficio de las pasiones egoistas de esos tres seres, que tie­
nen en sus manos las mas poderosas palancas de la vida social para echar
por tierra a nuestro pais.
—Comienzo a comprender, pero, <;soy indiscreto al creer que cuenta
con intervenir en esa coalicion?

57 Espagiria: medicina alqui'mica cuya iaspiracion se atribuye a Theofrasto Bombasto


Van Hohemheim (Paracelso).
58 Jean Baptiste Van Helmont (1577-1644), celebre alquimista, qufmico, fisiologo y
medico, estudioso de las obras de Paracelso y ferviente defensor de la medicina espagfrica.
Su hijo, Francois Mercure (1618-1699), fue un continuador de la obra paterna y dedico su
vida al estudio de la medicina espagfrica, la kabala y la alquimia.

INiCIAClONES • 239
—Por supuesto, mi doctor. <;No es mi deicer si la Providencia me aporta
los medios?
Comenzaba a acostumbrarme a Andreas, pero el caracter fantastico de
esas opiniones, formuladas placidamente por alguien que aquella noche
daba en gran medida la imagen de un hombre bravo y emprendedor re-
tirado de sus negocios, me dejaba algo perplejo.
—,;Me puede conceder tres o cuatro dias? —me pregunto.
—iCuando salimos?
—Manana por la tarde, a las cinco en la estacion del Norte.
—Muy bien, voy a arreglar mis citas, la mitad para manana y la otra
mitad para la semana proxima.
Al dia siguiente me encontre con Andreas en la estacion.
—Tengo que pedirte perdon —me dijo—, he cogido billetes de tercera
clase; son incomodos, pero vamos a Compiegne y espero encontrar in-
formacion en el tren.
Le respond! como exigia la etiqueta y entramos en el anden. Andreas,
como era su costumbre, recorrio el tren todo a lo largo, examino la loco-
motora, hablo con los mecanicos y finalmente escogio un compartimiento
vacio. Una campesina y su hijo pequeno subieron seguidamente, y des­
pues un hombre grueso con su hijita y sus maletas.
Partimos. Llovia. Andreas y el hombre intercambiaron algunas palabras
corteses. Hablamos del mal tiempo, de las cosechas comprometidas, de
los acaparadores de trigo, de los impuestos mal repartidos. El hombre era
un mercader de vino de los Epinettes. Llevaba a su pequena a casa de un
primo agricultor. Resulta que tenia familia en Compiegne.
—Vamos a pasear algunos dias por el bosque —dijo Andreas—. Pa-
rece ser que hay viejas iglesias y antiguedades romanas.
—Exactamente —dijo el hombre—, sigue habiendo en Compiegne
una vieja torre en la casa de una prima mia, casi en la orilla del rio Oise;
podriamos ir, si le parece bien.
—De acuerdo —dijo Andreas—, y cenaremos juntos. Es la torre en la
que Juana de Arco sufrio la primera etapa de su calvario —anadio para mi.
—No puedo aceptar—dijo el campesino— por causa de la pequena; hay
dos leguas de camino hasta la casa de mi pariente, llegariamos muy tarde.

2-^0 • Daj S6cP


Andreas le convencio para que aceptara. Pasamos por Chantilly, con
sus muros blancos, sus prados limpios y sus confortables casas. Por Creil
y sus fabricas, y sus grandes campos con hileras de arboles, los amables
horizontes de Ille-de-France, por el grisaceo y tranquilo no Oise y final-
mente llegamos.
Cenamos en el Hotel de la Campana. La cocina apetitosa, los comen-
sales hospitalarios y el vino alegre. Nuestro invitado, feliz, hablaba alto;
renovaba su relacion con antiguos amigos. Andreas invito a todo el
mundo, ofrecio cigarros y hablo amablemente sin perder la ocasion de
dar un consejo o una receta.
—Ves —me dijo aparte—, tenemos suerte. Si hubieramos cogido se-
gunda clase no hubieramos encontrado a este hombre que fue veinte anos
porteador en el Banco de Israel, del que hablabamos ayer tarde. Segura-
mente va a darme informaciones.
—No acabo de comprender la relacion que puede existir entre una
vieja torre y la situacion politica europea —dije—, pero me ha acostum-
brado a sus incomprensibles planes. <«Tal vez un hilo secreto une a ese
banquero, esa torre, ese tenor, esas dos mujeres, la politica, la heroina de
Vancouleurs y los lugares por donde vamos a hacer la excursion?
—Hace cuatrocientos ochenta y un anos, casi contados dia a dia, que
Juana de Arco fue encarcelada alii donde vamos a ir luego... —respondio
Andreas.
Tampoco lo entendi mejor, pero deje de hacer preguntas.
Despues de la cena, Andreas encontro un pretexto para pedir permiso
al comerciante de vinos y retirarse, prometiendole que irfa a verle pronto.
—Comprende —me dijo— que hacia falta que viera si realmente Juana
de Arco habia estado prisionera en esa torre. Hacia falta que tuviera cerca de
mi a alguien de la region, y desde hace mucho tiempo el no tiene duda
de ello. Ahora es necesario que estemos solos en esa torre.
Volvimos al pueblo. Eran casi las once y nos dirigimos hacia la casa
que nuestro companero de camino nos habia indicado cuando pasamos.
En el momento en que Andreas abria la puerta, un perro ladro, pero el le
silbo muy suavemente, y en el momento en que estuvimos en el jardin,
vino a hacernos mil carantonas.

iNiC AC ONES • 2^1


—Quedate a su lado —me dijo— y escondete detras de esas barricas;
no te duermas, no te muevas bajo ningun pretexto, veas lo que veas o es-
cuches lo que escuches. No fumes. No hay peligro alguno, por otra parte.
Entonces subio a la torre, despues todo se sumergio en el silencio. Los
relojes, el grunido oxidado de una yunta o el silbido de un tren eran los
unicos sonidos que alteraban la quietud nocturna. De vez en cuando, el
sueno me venia como un mazazo y hacia que se me cayeran los parpados.
En aquel momento sacudia mi cuerpo, pues habia prometido no dor-
mirme. Asi paso una media hora.
El perro estaba tendido entre mis piernas. De golpe, sent! que tem-
blaba. Buscando a mi alrededor el motivo de su panico, ya no encontre
la casa, ni el gallinero, ni los almacenes. Del suelo de piedra habian sur-
gido viejas murallas; antorchas en sus vainas estaban sujetas al portal. Al-
gunos personajes iban y venian, vestidos a la usanza del siglo xv; gentes
con toga, caballeros, criados. Hablaban un lenguaje dificil de identificar.
Entendi algunas entonaciones en la antigua lengua de borgona y palabras
en ingles. Comprendi: Andreas habia renovado, en un mas dificil todavia,
la famosa Cena de los mnertos, de Cagliostro. Ese hombre le habia dado
la vuelta a la rueda del tiempo; habiamos vuelto atras cuatrocientos anos.
Sin rituales, sin preparacion, sin ayuda, con un simple gesto formidable
de voluntad habia logrado la evocacion de Juana de Arco.
En efecto, algunos instantes despues, la vision cambio y en una sala
abovedada percibi a Andreas, de pie, hablando con una mujer joven ves-
tida con la ropa que todos los pintores atribuyen a la heroina. No era, sin
embargo, una vision, pues bajo mi mano sentia el frio de las murallas, es-
cuchaba la voz de los interlocutores e incluso tome parte en la conversa-
cion.
Una hora mas tarde todo se habia evaporado. La casita, el corral, el
perro, todo habia regresado. Pero las primeras palabras de Andreas fueron
para hacerme prometer que mantendria el secreto sobre lo que habia es-
cuchado, y sobre todo lo que llegara a ver o a oir al dia siguiente o un dia
despues.
Ni pensar en encontrar un hotel en la pequena aldea a las dos de la
manana. Volvimos a adentrarnos en el bosque por pequenos caminos y

242 • Paj S6d.r


reposamos un rato en una pequena cantera abandonada que Andreas des-
cubrio. Por la manana, regresamos rapidamente al albergue donde desayn-
namos. Andreas entablo conversation con algunos raros clientes: un guarda
de caza, un profesor, un campesino, y termine por comprender que bus-
caba que alguien le indicara el emplazamiento de las aiinas del castillo
que ninguna guia mencionaba.
Al salir del albergue, tras proveernos de una provision de cerillas, va-
gabundeamos un poco por cam inos de tierra, como se les llama en la
region, con objeto de despistar a los curiosos, y comenzamos nuestra ex-
ploracion. Fuimos al priorato cisterciense de Saint-Jean-des-Bois, al con-
vento de los Benedictinos y a la Renadiere, sin resultado alguno. Al dia si-
guiente visitamos Piemefonds, pero Andreas opino que habia demasiada
gente. Fue unicamente un dia mas tarde, a la salida del Camino de Plai-
deurs, que me hizo entrever un inminente exito. Una amplia llanura, de
un kilometro de largo, cubierta por viejos fresnos rectos, altos y silenciosos,
aparecio ante nosotros a la salida de un camino estrecho. El alfombrado
suelo de humedas hojas muertas amortiguaba el ruido de nuestros pasos;
la corta frase de la oropendola, oculta a lo lejos bajo el oquedal, el grito
enfadado del arrendajo, revoloteando entre las ramas, la llamada de una
urraca, posada sobre la fronda, rompian a intervalos el silencio. El agreste
aroma de los champinones se mezclaba con el tonico perfume de la ma-
dera, exuberante de savia. Entre las columnatas de los grandes troncos se
adivinaba el azul del cielo y los rayos del sol crepuscular se irradiaban
como venablos de oro hacia las manos de angeles guerreros.
—He aqui —dijo Andreas— la asamblea de los ancianos del pueblo
del bosque. Mas sabios que los hombres, hablaban poco; durante mucho
tiempo vieron a los enanos aparecer y desaparecer alia abajo, a sus pies.
Eran muy amables con las debiles criaturas. Como le ocurre al renunciante
sanyasin en su esforzada busqueda de liberacion, sentado en el suelo en
medio de la jungla pletorica de vida, donde los pajaros hacen sus nidos
entre su desgrenada melena y reciben del asceta la vida y el cobijo. In-
mersos en la gran alma del suelo paternal y hospitalario su espiritu con-
templa, observa girar la rueda de las generaciones. Los dias tras los dias,
las nieves despues de los veranos, los vientos del sur despues de los ce-

NlCIACiONES • 2^3
firos, los pueblos tras los pueblos, todo ello circula a su alrededor. Elios
conocen la Ley, saben que todo obedece al gran dios, el tiempo. que les
hace crecer y que en la hora inscrita en su invisible libro enviara fatidica-
mente al lenador asesino.
Era mediodia. Todo el bosque dorrrna la siesta. De golpe, Andreas me
sujeto, habia percibido un movimiento insolito en un bosquecillo a tres-
cientos metros. Yo tambien vi que algo se movia.
—Es un ciervo y dos hembras —susurro en voz baja—; vuelven de
beber, pues el macho esta detras, o a lo mejor algun temor los ha hecho
salir de su guarida. Vamos a ver de donde vienen, encontraremos agua u
otra cosa.
—En efecto, algunos minutos mas tarde llegamos hasta un pequerio
arroyuelo que se precipitaba en una charca, para volver a recuperar rapi-
damente su caprichoso camino.
—iVes algunos linos? —me pregunto mi maestro.
—Si, alii estan, a la izquierda.
—Entonces ya tengo mi antidoto.
Y dos minutos mas tarde me dio un manojo de plantas serpentarias
que habia cogido con sus raices, para que lo guardara en mis bolsillos.
—Ahora —me dijo— hay que encontrar las ruinas. No se ve nada en
este bosque bajo; tenemos que encontrar algun lugar alto para mirar. Va-
yamos hacia ese sendero de caballerias.
Tomo la izquierda, con pasos lentos, inspeccionando los arboles aten-
tamente, golpeando el suelo con su baston y recogiendo de vez en cuando
un poco de tierra.
—;Ves? Estamos buscando zarzales y serpientes; es decir, terreno seco,
arenoso o rocoso, brezo, hierbas espinosas, tal vez jengibre, robles, abedu-
les. ;Ah, mira!, sin duda ahi, detras de esa llanura de helechos. Ademas, ya
me parece ver un canon de fusil brillando ante nosotros... Y acelero el paso.
En efecto, un poco mas lejos, en medio de un sendero que se cruzaba
con el nuestro, aparecio un guarda. Respondiendo a su saludo, Andreas
le dijo:
—,;Ha visto hace un rato a un ciervo cerca del arroyo?
—No —dijo el hombre.

244 • Paj S6dr


—Ascendia cerca de la pequena charca, hacia la izquierda, iba con
dos hembras.
—;Ah, si! —dijo el guarda—, debian venir de lejos, sabe; algun cazador
furtivo debio hacerles huir esta manana.
Andreas se dio la vuelta sin dejar de hablar. Dio algunos pasos retro-
cediendo y se tropezo, como sin querer, con algunos haces de lena que
se secaban al borde del camino. Recuperando su equilibrio, exclamo:
—jMira, una serpiente! —sehalando al guarda los haces de lena.
—jNo creo!, normalmente no vienen hasta aqui; hay toda una colonia
en una pendiente a un kilometro. No se puede ver por causa del oquedal,
pero hay un gran circulo pedregoso, rodeado de zarzales. Hace tiempo
eran cameras, pero yo mismo nunca voy por alii.
—jAh, bien!, nosotros tampoco.
Y Andreas se sento, ofrecio tabaco al guarda y encendiendo tambien
su pipa le pregunto sobre el camino hacia Compiegne. Charlamos durante
un rato y el hombre, tocandose el sombrero, nos dejo.
—Ahora nosotros vamos hacia ese oquedal —dijo Andreas frotandose
las manos.
Cuando llegamos, cogio el ramillete de hierbas que habia recogido al
borde del arroyuelo, me dio la mitad y, metiendo los bajos del pantalon
por dentro de los calcetines, se rodeo los tobillos con una corona de esas
hierbas, muy apretadas al principio.
—Asi no nos mordera ninguna vibora. No obstante, camina con pre-
caucion; por otra parte, tampoco se puede ir muy deprisa alia por donde
vamos.
Y en efecto, nos vimos sumergidos en un laberinto de ortigas, espinos,
acacias, abrojos y cardos, que parecian hacer imposible dar un paso mas.
Serpientes de todas las tallas huian por todas partes. Un sol pesado y un
calor ardiente que ascendia del suelo nos agotaban, y los grandes arboles
silenciosos parecian un batallon de lanceros inmoviles que nos observaban
con innumerables ojos.
El macizo cuerpo de Andreas iba y venia en medio de esa marana,
abriendose camino sin hacer ruido. Yo le seguia empapado en sudor,
cuando de repente dio un grito sordo. El terreno descendia bruscamente

IMCIACIONES • 245
en picado, y mas a alia del terraplen percibimos las aiinas totalmente cu-
biertas de vegetacion.
—Sigamos —me dijo— en lugar de descender, debe quedar un resto
del portillo.
Invertimos mas de tres cuartos de hora en dar la vuelta y casi en el
punto de donde habiamos partido descubrimos los vestigios de los pilares
de un puente levadizo. Tuvimos que descender por piedras desiguales,
despues escalar aterrorizando a un gran numero de lagartos. Me sente.
Andreas corto ramas secas e hizo varios ramilletes.
—Nos serviran de antorchas —me explico.
—,;Quiere que bajemos a las cavernas? —le pregunte con cierta
aprension.
—jClaro que si!, ademas, si creo en el olor que flota en el ambiente,
vamos a descubrir algo muy extrano. Pero tranquilizate, mi doctor. Vamos
a buscar las escaleras. Sigueme.
Sobrevivian los chaflanes de las viejas murallas, pero tan hundidas en
la espesura humeda del suelo, tan bien cubiertas por plantas trepadoras y
tan bien protegidas por los viejos arboles, que habia que tocarlas para
verlas. Habia alii toda una rara fauna y una vegetacion inesperada. Tre-
mendos coleopteros, grandes nidos de viboras, abejas asilvestradas, enor-
mes plantas digitales, praderas de helechos tan altos como nosotros,
euforbias y algunos robles que llevaban muerdago.
—Esto es raro en Francia —me dijo Andreas—. ya no hay muerdago
de roble mas que el Menez, en Bretana y los campesinos lo conservan
con un feroz cuidado.
Yo estaba demasiado atento a donde ponia el pie como para mantener
una conversacion, pero el iba y venia sin aparentar fatiga alguna. como si
estuviera paseando por las Tullerias.
—Este es el patio, alii esta el pozo, donde no vamos a ir. y el torreon
no debe estar en medio sino enfrente, hacia la periferia. Es por alii por
donde debian descender hacia las oubliettes59; vamos a ver.

59 Oubliettes: «01vidaderos». Mazmorras donde se abandonaba a los prisioneros a su


propia suerte. (TV. del T.)

2 ^6 • 3auiS<kF
A medio camino de las escaleras, Andreas hallo un corredor abierto
en el grueso de la muralla y nos encontramos de repente en una capilla
subterranea, donde nos sentamos.
Alii, una escena similar a la del dia anterior, pero mucho mas drarna-
tica, se reprodujo. No puedo decir mas. Lo unico que me permito anadir
es que algunos anos mas tarde Europa entro en el mas terrorffico ciclon
que los pueblos hayan sufrido jamas.

IMC AC 0\E S • 2A7


' Capitulo 42

NAVIDAD

Ocurrio que tuve que hacer uno de esos servicios banales a una joven
pareja del mundo cosmopolita, cuya molesta consecuencia es que uno se
siente obligado a aceptar con una actitud de feliz agradecimiento la gracia
de habernos pagado dicho servicio. Mis anfitriones me habian invitado la
noche de Navidad a uno de esos lugares de Paris donde reina el mayor
lujo en el mejor estilo. La sabia delicadeza de la cena, la elegancia de los
camareros, no me hicieron menos larga aquella ceremonia. La hora de
partir finalmente llego y, en el momento de pedir permiso para retirarme,
distingui, entre un grupo de hombres que tambien salian, la poderosa es-
tatura de Andreas. Iba vestido con un traje de noche, y sus acompariantes,
entre los que reconoci algunos rostros celebres, parecfan concederle el
trato que se otorga a un personaje de alta posicion.
Me vio y vino hacia ml, pidiendo permiso a sus interlocutores, y me
propuso que pasara con el las dos o tres horas que quedaban hasta el
amanecer. Por la manana tenia que visitar a algunos enfermos interesantes,
despues subiria hasta su casa y mas tarde podria acompariarle. Acepte y
nos pusimos en camino.
Andreas habia adelgazado. Su atractivo personal, que normalmente
parecia recubierto de una aureola de vitalidad corporal, era ahora aiin
mas visible, debido sin duda al agotamiento producido por sus muy largas
fatigas. Sus cabellos, que ahora llevaba largos, acentuaban el caracter so-
brehumano de su rostro, cuyas lineas y formas irradiaban cada vez mas el
poder y la dulzura. Sus arrugas se acentuaban sobre ese admirable rostro,
alrededor de esos ojos vigilantes, de esa boca de conmovedora sonrisa.
Pero su mirada permanecia luminosa, limpia y magnifica. Segun su cos-
tumbre, me inteirogo con frases cortas, cuya conexion no aparecia inme-
diatamente.

248 • ?aJS6dir
—iQue dices, doctor, de toda esa cienaga en la que el mundo entero
chapotea? <<Que se dice a tn alrededor?
—Seguramente nada que usted no sepa —respond!—, si juzgo por la
diversidad de las condiciones sociales de aquellos con los cuales suelo
encontrarle. Todo el mundo se queja o se enfada, pero es el desanimo, el
descorazonamiento de los hombres de buena voluntad lo que mas signi-
ficativo me parece, y a la vez lo que mas me inquieta.
—Sin embargo, no hay por que desanimarse —replied Andreas, en-
cendiendo su pipa—, a menos que la gente que tu llamas de buena vo­
luntad no sean servidores del Cielo. Tal vez pienses «;quien es un verda-
dero servidor del Cielo? Si, tienes razon al preguntarte ,;quien sirve al Cielo?
Yo tambien me pregunto lo mismo: <;soy un servidor? Hay tanto que hacer,
tanto que hacer...
—Entonces jes usted quien dice ahora las palabras mas descorazona-
doras! —remarque—. Si estima que el trabajo sobrepasa a sus fuerzas,
<;que diran los demas? iQue dire yo?
—Diras que soy un viejo chocho —replied Andreas—. Ya ves. Se muy
bien que las cosas parecen ir mal, y eso me entristece. Pero tambien se
que todo va como es necesario que vaya, y tengo confianza. Tu eres un
ser joven y simple; ves todo en bianco o todo en negro. Yo soy un viejo
grunon complicado.
—Por favor, todo lo que yo pienso de usted es que es un ser que
ayuda a los demas y que es bueno. Creo, efectivamente, que yo me formo
de los seres y de la vida una imagen demasiado simplista. Yo no soy sim­
ple, soy simplista, mientras que usted es simple; no es en lo absoluto la
misma cosa.
—En efecto, la vida se desarrolla en innumerables nubes. Por ello no
ha sido inventado aiin un sistema que abarque todas las posibilidades;
por ello el destino de cualquier criatura no es definido. Ninguno de los
secuaces del Admrsario esta hundido en las tinieblas en la misma medida.
Ninguno de los servidores del Cielo posee exactamente la misma cualidad
de luz. La mayoria, el grueso de cada uno de ambos ejercitos, no es mas
que una masa sin coherencia, flotante, indecisa, en los turbios resplandores
de un tibio crepusculo. Por eso, si quieres implicarte y hablar de Dios a

iNiOAClONES • 2^9
los hombres, tienes primeramente que ser prudente; despues, tener pai-
dencia, y finalmente, ser aun mas prudente.
—Con tanta prudencia, <<no acabare quedandome simplemente en casa
bien tranquilo?
—;No, nunca! —declaro Andreas con energia—, te equivocarfas. Hay
que salir. ,;Crees tu entonces —continuo tras un pausa—, que cuando me
ocupo de alguien no se me muestra su futuro y lo que hara con la Luz
que le entrego? ,-Crees, pues, que de entre cien individuos que vienen a
pedirme trabajo, no veo mas que a uno solo, tal vez dos, que lo haran
hasta el final? Sabiendo esto, <jpuedo negar su pequena Luz a los noventa
y nueve restantes? ^Puedo negarsela?
—Sin duda, las traiciones o, si lo prefiere, los abandonos conscientes,
no me sorprenden ni me conmueven —dije—, pero la cobardia involun-
taria, la resignacion inconsciente de esos corazones que uno ama, a quie-
nes querriamos darselo todo y que no pueden recibirlo, que van hacia la
izquierda creyendo que van a la derecha, que se imaginan que trabajan
mientras no hacen mas que vivir del trabajo de los demas...
—iQue es lo que puede satisfacerte, mi buen doctor? —respondio An­
dreas—. Alguien te pide, tu le das, se ofrecen y tu aceptas, rechazan tu re-
galo y tu lo recoges cuidadosamente; se van y tu ruegas al Buen Dios por
el aventurado viajero. Si quieres hacer algo por tus hermanos, que no te
sorprenda ninguna de sus fantasias; no retengas a nadie contra su voluntad.
Lo esencial es que mientras te escuchen, pronuncies verdaderamente una
Palabra de Vida. Aquellos de tus amigos que quieren trabajar, que trabajen
el doble por ellos y por los aspirantes que, creyendose tus amigos, no tra­
bajan. El coraje de unos, la indolencia de otros, todo eso reaparecera mas
tarde. Nada se pierde. Mientras no te abandonen, estan contigo, <;no es asi?
Entonces, no te atormentes por nada que no sea el darles hoy lo que hoy
te piden. Manana sera otro dia para ti, para ellos, para mi.
—Acepto de todo corazon sus buenas palabras —respond!—. Pero,
en fin, permitame una pregunta indiscreta: ,;no se equivoca nunca en sus
elecciones? <;Sabe con quien esta tratando?
—Tu tambien, desde el primer golpe de vista, sabes con quien estas
tratando, pero no te lo dices a ti mismo porque el Cielo te ha dado la hu-

250 • S6dr
mildad; pero tu lo sabes, y yo tambien lo se, o tal vez no lo sabemos. Por
ejemplo, <-;no sabia Jesus que Judas le traicionaria desde el primer dia en
que lo encontro en su infancia? ,;No lo acepto igualmente? <;Y a Pedro?
Tambien, ,t io es asi?
Habiamos llegado hasta las cercanias del viejo cementerio de Belleville.
Algunos albores de la aurora naciente atravesaban la oscuridad de una
noche que llegaba a su fin. El frio era vivo. Aisladas canciones, que nos
parecian poco convenientes para Aquel que pretendian conmemorar, as-
cendian hasta nosotros. La inmensa ciudad conservaba aun sus luces en-
cendidas, flotando en indecisas tinieblas, como un gran navio lleno de
sordos mmores entre las brumas del oceano septentrional. Misterioso es-
pectaculo que armonizaba con mi propia indecision. La profunda voz de
Andreas rompio el encanto:
—Si —pronuncio—, no somos mas que ignorancia; ciegos guiando a
otros ciegos. A veces, la omnisciencia nos atraviesa. Su breve e imprevisto
rayo iluminador debe bastarnos, pues siempre coincide con una impor-
tante posibilidad. No esperemos una cosecha regular de nuestra actual la­
bor. Sin embargo, por muy raras que puedan parecer las espigas maduras,
su valor sobrepasara siempre a nuestras penas. Pensemos en la inmensa
solicitud del Padre y el pequeno numero de corazones que aceptan reci-
birlo. «;No te parece que El tambien se equivoca constantemente? Asi pues,
mi doctor, afirmate en tu alma, consolidala, hazla una roca inquebrantable.
Las decepciones, las traiciones, no son mas que retrocesos para un im-
pulso futuro. <|No somos, en el fondo de nosotros mismos, algo que ningun
fracaso puede alterar? Aquellos que se dispersan volveran seguramente
un poco mas tarde; el lazo solido pero flexible que los une a nosotros es
justamente nuestra primera bienvenida, que tu te reprochas a ti mismo
erroneamente, como una falta de clarividencia o de firmeza. Adelante: te
afirmo ante la Verdad que estas caminando en el buen sendero, pero re-
cuerda siempre que es un camino escabroso... Y vamos a casa a pedirle
a mi esposa una buena taza de cafe —anadio recuperando su cotidiana
actitud de afectuosa bondad.

NCIACIONES • 25'
Capitulo 43

ANTIBES

AqueUa manana un viento mistral barria las lluviosas nubes que desde
hacia algunos dias habian vertido su bienhechora agua sobre los campos,
secos desde hacia meses. Al none, en el horizonte, las cimas italianas ex-
tendian sus nieves, que el sol naciente revestia de un precioso color rosa.
Las colinas se despertaban en medio de la niebla amatista que ascendia
desde los valles; como contraste, la mar acentuaba aun mas la profundidad
del azul metalico de sus mejores dias de sol, y en el pequeno puerto los
minusculos botes de pesca se hacian lentamente a la mar, desplegando
sus remendadas velas blancas y rojas, ante la mirada de los viejos Pesca­
dores inmoviles.
Detras de una barcaza de Liorna, un hombre charlaba con los marine-
ros. Su silueta no me era desconocida. Al acercarme, comprobe con sor-
presa que se trataba de Andreas. Me vio al pasar y con un guino me hizo
comprender que nos reuniriamos mas tarde. Le espere apurando el tiempo
en un taller de canoas al aire libre. Despues, la barcaza largo amarras y
algunos minutos mas tarde Andreas vino hacia mi, con el mismo aspecto
tranquilo, con la misma sonrisa paternal, con la misma mirada de potencia
y de bondad. Pero su rostro, envejecido, llevaba las marcas de agotadoras
fatigas; ineditamente le exprese mi inquietud.
—No es nada —me respondio—, no es nada, no te atormentes. Sabes
bien que si yo se Lo pidiera, el Padre me otorgaria la victoria de aqui a
tres dias, pero tenemos tiempo para veneer, <;comprendes? No tenemos
prisa por acabar, lo unico por lo que debemos apresuramos es por esparcir
la Luz. Cuanto mas larga sea la lucha mas ascenderan los seres.
—;Ah!, sigo encontrandole igual a si mismo. inamovible y como sobre
el umbral de la eternidad.
Hizo un gesto de sonriente negacion.

252 • °aa 56cP


—-Vamos, doctor, no hagas literatura. Soy un hombre igual a los demas.
No levantes tanto la cabeza; la vida es ya suficientemente complicada. To-
dos tenemos nuestro pequeno trabajo que hacer, hagamoslo simplemente,
pero a fondo. Pero <*y tu? iQue ha sido de ti?
—Ya lo sabe de sobra —dije—. No estoy muy satisfecho...
—<;Quien puede estarlo? Mira la barcaza, tiene buen viento, llegara a
Puerto Mauricio en el tiempo requerido. Ya ves, las cosas se arreglan siem-
pre cuando tenemos confianza. Ayer por la tarde nada iba bien, manana,
si Dios quiere, todo ira perfectamente. Tu, mi doctor, sigues siendo el
mismo, te preocupas demasiado. Paciencia, paciencia, a cada dia le basta
su pena. Cuando seas un santo, entonces sera cuando comiencen tus ver-
daderas dificultades; por el momento, la tarea es simple.
—iQue la tarea es simple! —le intermmpi un poco sorprendido—, sin
duda, pero es necesario hacerla las veinticuatro horas del dia para que
sea perfecta, definitiva y no haya que volver atras. ;Que dificil encuentro
todo eso!
—Tienes mucha razon, nada es mas dificil —afirmo Andreas, con un
tono grave—. pero si yo tengo un Amigo, tu tambien lo tienes, pues eres
mi amigo, y tus amigos pueden tenerlo tambien. Todos esos companeros
tuyos que ban pasado por la guerra sin accidentes, es porque han sido
capaces de ser simples. Yo te lo afirmo: si siguen siendo simples, podran
pasar a traves de la paz, de lo que llaman paz, a condicion de no usar fra-
seologias en su corazon cuando hablen con el Buen Dios. <;Ves? ;Todo es
tan simple! Cristo es simple; sus ordenes son claras, somos nosotros quie-
nes las complicamos...
—Sin embargo —me aventure a decir—, ^encontrar dinero para los
pobres, hallar fuerzas para los afligidos, descubrir la curacion de los en-
fermos? No es tan simple, me parece. <Y ganar el pan honestamente, en
medio de toda esa codicia? ;No es nada facil!
—Claro que si, es sencillo. Lo que ocurre es que vosotros buscais la
simplicidad por medio de la complicacion. Mas valdria ir hacia la simpli-
cidad a traves de la simplicidad; es decir, haciendose muy pequeno, muy
pequeno. Mira a los grandes literatos, a los grandes pintores, los hay ahora
en este momento, iremos un dia de estos a charlar con ellos. En sus co-

l \ C AGONES • 253
mienzos, crearon libros y lienzos muy farragosos, tras muchas investiga-
ciones, procesos, sobreentendidos, palabras raras, tecnicas elaboradas.
Mas tarde, comprendieron que estaban creando artesania y no arte. Co-
menzaron a borrar, a restringir su vocabulario o su paleta, pero sobre todo
abrieron su sensibilidad, aumentaron su compression. ennoblecieron su
alma. Ahora son casi simples. Hubieran podido serlo treinta anos antes si
hubieran leido el Evangelio. Tu tambien, hazte simple en tu corazon y en-
contraras sistemas simples para curar a tus enfermos o para ayudarles.
Aqui Andreas puso cara de sumergirse en uno de sus largos silencios
de los que tenia costumbre. Como yo temia volver a perderle de vista du­
rante meses, le pedi otros consejos para llegar a ese estado de solidez in­
terior que favorece la actividad mas intensa dando a la vez impulso a nues-
tros mas nobles deseos y entusiasmos. He aqui lo que mas o menos me
respondio:
—Ya ves, aquellos que creen que porque se han entregado a Cristo su
vida ha de ser tranquila y monotona, se equivocan. Quienes creen que por
haberse entregado a Cristo su vida debe ser un largo martirio, se equivocan
tambien. Unos y otros solo tienen razon en un punto: el haberse entregado
a Cristo. Pero como se han dado a ese Cristo de la omnipotencia y de la
omnibondad de la que estan seguros, entonces ,;por que han de inquie-
tarse? Pues si estan en las manos del Padre, si cumplen su deber desde lo
mas profundo de si mismos, es suficiente con que pidan para todo. Si cum-
ple nuestros ruegos, esta bien, si no lo hace, esta bien; si nos envia una
pmeba, esta bien, si nos envia alguna alegria, esta bien. Mira, justamente
a ese viejo senor que baja de su coche y se acerca, <;lo reconoces, sin duda?
En efecto, era un muy gran personaje del que todo el mundo de en­
tonces conocia su nombre. Se detuvo, esperando un gesto, exactamente
como yo hacia un rato, sobre el puerto.
Sabes que tus camaradas, durante cinco anos, han arriesgado su vida
diez mil veces, pero estan vivos. Desde hace tres anos, el ha sido perse-
guido por millares de hombres, acosado, sin dinero, sin refugio. Se le creia
preso en una fortaleza o enterrado bajo la nieve, en algiin lugar del Este.
Aqui esta, ha sabido permanecer simple. Vamos a darle la mano ya que
lo conoces; comeremos juntos.

254 • Paj S6d r


Capftulo 44

LA BATALLA

Un telegrama me Uamaba a Nyon, y llegaba tarde a la estacion. Cuando


coma hacia la taquilla, alguien, que se encontraba delante de mi, me sa-
ludo y me dijo:
—No te apresures, mi doctor, tenemos todavia diez minutos de espera,
pues supongo que vas a coger el tren hacia Pontarlier, ,;no es asi? La ma-
quina esta estropeada, tienen que cambiarla.
Era Andreas. No lograba recuperarme de la sorpresa.
—Voy al telegrafo —continuo—. Esperame un momento, ^quieres que
hagamos el camino juntos hasta Dijon? Yo voy a Creusot.
En efecto, el tren partio con el retraso anunciado. Encontramos un
compartimento vacio. Andreas me ofrecio un periodico y me pidio per-
miso para trabajar, pues tenia todavia para una hora corta y charlariamos
luego. Sabia lo que queria decir. Comprendi la causa del accidente de
nuestra locomotora y porque en un tren inundado de gente teniamos la
suerte de estar solos. Me instale al otro lado de la bancada y dandome
la vuelta hacia la portezuela, ya no me ocupe de mi vecino. Cuando, de-
bido a una gran casualidad, Andreas no trabaja solo, quiere que se le ig­
nore absolutamente. Tuve tiempo libre para saborear el feliz encuentro.
Una noche, al dejarme, se sumergio en la muchedumbre que se cerro so-
bre el como la mar sobre un barco que naufraga. ,;Cuantas veces, desde
aquel cataclismo sangriento que devasto Europa, no habia vuelto mi co-
razon tristemente hacia ese hombre? ,;Que hacia durante la inmensa pesa-
dilla? Olvidando la regia que el Cristo impone a sus soldados, me extra-
naba no escuchar hablar de el en la cronica secreta; hubiera querido verle
en los consejos de los grandes jefes. Y ahi estaba, de repente, tan calmado,
tan afectuoso, con esa paternal sonrisa. Seguramente no habian dismi-
nuido sus misteriosas actividades, lo sentia asi. Como antano, el aire a su

INiClACIONES • 255
alrededor vibraba con toda suerte de presencias-, podia respirar su fuerza
y su inmutabilidad. Era el mismo, completamente el mismo.
Un poco despues de Fontainebleau rompio el silencio.
—Y bien, mi doctor, <;que opinas tu de todo esto?
—;Ah!, tengo demasiadas preguntas, demasiadas peticiones. Ya ve
todo cuanto me falta, todo cuanto nos falta a todos. <Que puedo hacer?
—Pero Francia posee todos los elementos para la victoria. El Cielo se
la concedera en cuanto lo quiera. En lo que te concierne, tu estas en la
tempestad; quedate en tu lugar, aguanta hasta el final, es preciso...
—Pero sufrir. eso no es suficiente. Yo no hago nada, soy un inutil.
—Nadie es inutil, mi doctor, ten paciencia. Tu sabes que no me gusta dar
consejos, eso solamente aumenta las dificultades, sobre todo para nosotros,
que somos observados por los secuaces invisibles del Adversario. Pues es
en lo Invisible donde se libra la verdadera batalla. Esta guerra ha sido no­
table, a la vez militar, politica, etnologica y espiritual. Los ejercitos fisicos
se encuentran en la prolongation exacta de los dos ejercitos misticos, el
de la Luz y el de las Tinieblas. jFelices somos de haber vivido en una
epoca semejante!
—Si, los que han combatido, pero <ry los demas?
—Que luchen ahora; existe la batalla civica. Todos vuestros escritores
lo han senalado. Sin embargo, podrfa hacerse aun mas.
—<E1 que? iDigamelo!
—No otras cosas, pero aquellas que uno hace, hacerlas mas a fondo:
la ayuda social, mantener alta la moral, la propaganda por la prensa, por la
conversacion; muchas otras tentativas aun, pues hay otras formas de corn-
bate —anadio Andreas, tras lanzarme una escudrinadora mirada.
Me recogi en mi mismo un instante, despues me decidi:
—;Escuche! Es probable que no quiera darme la orden. Pero si me
cree capaz de emprender algo, expliquemelo; seguidamente reflexione
sobre ello.
—Si —continuo Andreas, como si no me hubiera escuchado—, las
trincheras, las granadas, los obuses, los gases asfixiantes, el cuerpo a
cuerpo, todos esos horrores abominables no son mas que la sombra de
lo que esta ocurriendo al otro lado del Velo. Ahora bien, si para afrontarlos,

256 • Da j S6d'
si simplemente para dar la imagen de buen ciudadano hay que ser un
heroe, <;quien sera capaz de adentrarse en el frente de la guerra espiritual?
,;Que hombre puede pedir eso? <;Que hombre pnede ordenar eso?
—Pero Cristo busca a esos hombres; me lo pide a mi, lo se bien, y
tambien se que no ha sido sin motivo que le he vuelto a encontrar.
Tras un corto intervalo, Andreas continuo:
—Las acciones explosivas son preciosas, pero las acciones que Dios
solicita las sobrepasan. Las primeras son como flores, las segundas como
semillas, y Cristo es el Jardinero. Solo son capaces de realizarlas aquellos
que saben callarse. ,;Conoces a gente que sepa guardar silencio?
—Conozco a personas discretas.
—Si, todo el mundo es discreto, pero a condicion de que el vecino se
de cuenta de que poseemos alguna informacion sensacional —y Andreas
se rid un poco.
—vjExiste pues una discrecion interior, una taciturnidad mental? Haria
falta no solamente callarse, sino incluso no dejar ver que podriamos decir
algo. <*Habria, efectivamente, que olvidar, acordarse unicamente cuando
lo desearamos? ,;Que la mirada mas penetrante no pudiera leer sobre nues-
tro rostro que ocultamos algo? ^Que ni los mas sutiles demonios se dieran
cuenta?
—Eso es, mi doctor, tal es la primera consigna. Tu sabes que las or-
denes en el campo de batalla tienen la muerte como castigo; imaginate a
lo que se arriesga el Soldado del Cielo. Y es justo que asi sea, pues el acto
no lleva en si mismo todo su valor; depende en gran medida de aquel
que lo lleva a cabo. Es inutil que busquemos ejemplos, <;no es asi? He aqui
porque una cosa tan pequena como es el hablar mal de los demas tiene
para nosotros una enorme importancia. A nuestro alrededor hay seres que
regulan su vida segun nuestra actitud, y cientos de otros que nos acechan
para hacernos caer.
—Si, lo recuerdo, me lo dijo hace tiempo. Pero nunca se concede de-
masiada importancia a los trabajos simples. Tambien, en el futuro...
Andreas me detuvo.
—Esta bien, es suficiente. Ya conoces tu deber, ejecutalo hasta el final,
con terquedad, aunque mueras de agotamiento, <;que puede importarte eso?

IMC AC'ONES • 257


—De acuerdo —respond!—, ademas, esta la oracion.
—iQue oracion? ,-La oracion oportunista? {La oracion economica, pre-
parada y cortada a rodajas? ^La oracion pusilanime, la egoista? ;Ah, no, mi
doctor! Una oracion perpetua, que abarque los pequenos detalles y los
mas amplios objetivos; una oracion de desbordante ternura, o al menos
impasible. Una oracion desnuda, recta, segura de Cristo, pero desde la
mas profunda humildad, eso es lo que hace falta. De un corazon incan-
descente cae la lluvia fresca del Buen Dios sobre el suelo reseco del in-
fierno. Ante nuestro Rey nada es pueril, nada es irremediable. Ante ti,
pues, que todo aparezca como una semilla de eternidad. Para aquel que
en esta hora asume el oficio de la oracion, ni vigilia, ni sueno, ni reposo,
ni lectura, ni abandono, sino oracion y pena. Que fuerce su alma hasta
romperla. Que su cuerpo se someta o que caiga. Y si el cuerpo cae, el es-
piritu continuara trabajando al otro lado...
Tales fueron en esencia las palabras de Andreas, dichas en el familiar
tono de una conversacion. Pero toda una avalancha de fuerzas vibraba
por debajo de su tranquila voz. La soberana certeza, la sabidurfa, las con-
cepciones mas elevadas se adivinaban. No emanaban del instintivo entu-
siasmo que suscitan los fanatismos, pero mi voluntad amanecia hacia una
forma nueva. Luces de certeza se elevaban ante mi, sentia que me habia
convertido en un ser diferente.
Todavia escucho el eco interior de sus ultimas frases, cuando Andreas
continuo:
—Ademas, habra reacciones, es lo mas duro del trabajo de oracion.
Entre nuestros enemigos hay hombres inteligentes, hombres con gran
magnetismo. Es evidente, pues sirven al Principe de este mundo, el que
gobierna entre otras cosas los magnetismos. Los espiritus de esos hombres
atacan a nuestros espiritus, por la fuerza o la astucia. Si un Soldado de
Cristo pide, por ejemplo, que sea detenido un desfalco, los genios de toda
la maquinaria administrativa que aguardan ese desfalco, todos los espiritus
complices, los del enemigo, con todas sus correspondientes formaciones,
con sus ciencias, sus fabricas, sus centros intelectuales, todos esos falsos
angeles de su religion, todos los servidores de la Bestia, en una palabra,
todos ellos reaccionan e intentan agobiar al servidor del Cielo. El ejercito

258 • Paul S6dir


de la Materia contra el ejercito del Espiritu. Y si el Sol dado de Cristo,
viendo todos sus esfuerzos provisionalmente inutiles, se desmoraliza, si
su alma se altera, se irrita o critica, he aqui que debera comenzar todo de
nuevo, desde el principio. El general, en medio del Estado Mayor, dispone
sus pianos en una tranquilidad relativa. El Soldcido de Cristo es a la vez
combatiente y estratega. Tiene que sufrir y permanecer liicido. Ademas,
debe tener una ocupacion material.
—Veo que, entonces, nadie puede decir: quiero ser un Soldado.
—No, mi doctor; al menos n o ... y si.
—Bien, comprendo.
—En ese caso, camina —concluyo Andreas—, y trata de que otros te
acompanen. El Cielo ayuda a los debiles. No tengas miedo, mi doctor
—anadio sonriendo—, y clavo sus ojos sobre los mfos, con una mirada
transparente y fuerte, a la vez que una extraha sensacion de alegrfa y de
calma se vertia sobre ml, aligerando mi cuerpo e iluminando mis facultades.
—Debe haber, en las purificaciones morales, alguna especialmente in-
dicada para hacer que se cumplan nuestras oraciones —pregunte tras al-
gunos minutos de reflexion.
—Pues si, primeramente esta la caridad; el acto caritativo es lo mejor
para todo. Ademas, si no tenemos miedo de sufrir dolor, abstenerse de
hablar mal, no solamente de las personas, sino de un animal, hasta de un
objeto, incluso del tiempo... ;Asi es! —anadio Andreas ante mi aspecto
sorprendido—, un animal tiene inteligencia, un objeto, la lluvia, todo eso
son seres que viven. ^Parece que olvidas que el discipulo de Cristo se en-
cuentra en espiritu en la casa de Cristo, donde todo es vida, inteligencia
y amor?
—Si, lo habia olvidado, en efecto —murmure.
—;No lo olvidaras siempre! ;Vamos! —me dijo a modo de consuelo—.
Lo sabes bien, somos servidores del Cristo, del Verbo... del Verbo, jme
comprendes? Pero el verdadero Verbo es el acto. Por eso durante la guerra
es el soldado el que ocupa el primer lugar. El civil, incluso hasta un santo
o un hombre genial se encuentran en segundo piano. En cuanto a aquellos
que se quedan donde estan, peor para ellos; prolongan su arriendo sobre
la Tierra seis mil anos, tal vez mas incluso. Pero ya ves, idigo a los demas

IfvCIAClONES • 259
que guarden silencio y no hago mas que hablar! jAdios, mi doctor, adios...!
No te molestes, quedate sentado.
Cuando el tren entraba en la estacion de Dijon, Andreas descendio.
;Que rapidamente habian transcurrido las horas! ;Y cuantas preguntas!
jCuantas cosas necesitaba aun decide! jCuantos deseos que formularle!
Pero, inexorable a pesar de su sonrisa de bondad, Andreas se habfa ido.
Al dirigirse hacia la salida me dijo adios con la rnano. Y en la medida en
que se alejaba, comprendi aun mas todo lo que me habia dicho y, en suma,
cuanto ese poco englobaba Todo lo unico necesario.

260 • PaJ S6cP


Capftulo 45

RESURRECCION

Los ultimos episodios que acabo de relatar produjeron en mi una de-


finitiva impresion, que sin duda la torpeza de mi narracion no me permitira
compartir con el lector. Me lance con ardor a la Via Estrecba, que ahora
me pareda haber percibido correctamente. Pero no tarde en recoger los
frutos de mi inexperiencia. Quise controlar con hechos concretos la verdad
de las doctrinas de Andreas. Curaba a los enfermos gratuitamente, daba
mi dinero y mi tiempo, sacrificaba mis noches, sufria los caprichos de mis
amigos, limitaba mi placer por el arte y la literatura, vend! mis libros. En-
tonces, comenzaron a burlarse un poco de mi, me acusaban de debilidad
de caracter. Las fructuosas consultas se hicieron menos frecuentes. Mis co-
rresponsales, como ya no adulaba sus manias de magia, de adivinacion o
de fenomenos extra nos, me juzgaron como a un ignorante; mi reputacion
disminuyo en los circulos del iluminismo. Finalmente, algunos casos deses-
perados que no pude curar hicieron nacer en mi las dudas, que aumen-
taron gradualmente hasta llevarme a la desesperacion.
Poco a poco el coraje me abandono. Todo se me hacia insipido y fas-
tidioso. Tomaba drogas para dormir, para no pensar; salir me resultaba
odioso, quedarme en casa era un suplicio, leer me aburrfa. Apenas me
esforzaba por alimentarme.
Al cabo de tres meses de caer en ese estado melancolico, cuando ya
me habia resignado a esperar sin mas el final, sin hacer un movimiento,
cuando me pareda evidente que ni el Universo ni yo mismo teniamos
sentido ni objetivo alguno, una noche vinieron a buscarme.
Una mujer joven de la vecindad se moria de tuberculosis desde hacia
un ano. Ahora estaba llegando a su final. Ningun medico queria ocuparse
de ella, y su marido, desesperado, me explico que ya no contaba con
verla curada, pero se estaba ahogando, que habia que aliviarle al menos

NCIACIONES • 26'
una hora el tiempo de su agonia. Yo era ya demasiado indiferente como
para pensar en negarme. iMe fui con el. Eran las dos de la madrugada.
De repente, en la calle, ante nosotros, aparecio un hombre que venia
a nuestro encuentro. Era de alta estatura, pero tan bien proporcionado
que no me di cuenta de su talla hasta que estuvimos muy cerca. Nacia en
su vestir le hacia parecer especial, pero tenia el porte de un gran senor.
Al cruzarnos, levante mis ojos hacia el mecanicamente, y recibi su mirada
como una llama de suave luz. Nos dejo atras, yo me gire hacia el y se vol-
vio a la vez hacia mi. Entonces, sin pensarlo, fui a su encuentro; se quito
el sombrero y me dijo:
—Doctor, creo que le conozco; perdoneme la indiscretion. ,;No es us-
ted un amigo de Andreas?
Yo tambien me habia descubierto, y me sentia desconcertado.
—Si —le respondi. Y mientras buscaba las palabras, me dijo:
—Usted va a ver a una enferma, me parece —continuo— , tal vez po-
dria serle de alguna utilidad, si me permite acompanarle.
Subitamente comprendi. jEra Teofanes! ;Era el! Mi corazon latia a bor-
botones; desesperacion, rencores, resentimientos, penas, disgustos, sentia
como todo aquello se disipaba hacia el Cielo como una niebla ascendente,
a la vez que le explicaba a mi interlocutor:
—Es uno de mis amigos doctores, un especialista; vamos a llevarle a
ver a su esposa.
Pero el hombre, perdido en su dolor, no respondio nada y pronto lle-
gamos a su casa. Era el pobre y conmovedor hogar de un empleado, con
esa banal decoration de falsa buena position. La madre de la enferma es-
taba ahi. ya sin lagrimas, con la expresion petrificada, como en una especie
de embotamiento. Le dijo a su yerno, con voz ausente:
—Es dernasiado tarde, ha muerto.
Me incline sobre la cama de la enferma. Ningun aiido en el corazon,
ningun aliento; la delicada nariz ya se habia relajado. El rostro reflejaba
esa calma inmovil que no engana; un poco de calor persistia en la boca
del estomago. Pero el pobre cuerpo, terriblemente descarnado, con sus
articulaciones enormemente inflamadas, parecia suplicar que se le dejara
ya en paz en la tiniebla apacible de la tumba.

262 • Da j' SecE


—^Cree usted que esta muerta? —dijo de golpe Teofanes.
Y su voz parecio cantar en el silencio.
Yo hice un gesto de confirmacion.
—Usted la ama, <;no es asi? <;Tienen hijos? —pregunto al marido segui-
damente. Y sin esperar la respuesta, continuo:
—Si ella vuelve a la vida, si la despertamos ahora de entre los muertos,
,;se sentira agradecido al Cielo y se quedara con ella, y no la abandonara
ni con el corazon ni con el cuerpo?
El pobre hombre, consternado, no atreviendose a comprender, nos
miraba sin poder decir nada.
—Tranquilicese —le dijo muy suavemente Teofanes—, no se lamente
mas y respondame en conciencia.
—(jEs posible? —balbuceo el marido—. No puede ser que se burle de
mi... Si, si lo dice usted es porque ella puede revivir... se lo prometo...
—y callo abatido con su cuerpo sacudido por sollozos, mientras la vieja
madre, postrada, abrazaba perdidamente el cuerpo ya frio de su hija.
Teofanes se acerco al cadaver, tomo sus dos manos con la mano iz-
quierda. elevo la inerte cabeza con su mano derecha, y le dijo tiernamente,
muy bajo, al oido, algo que todos escuchamos: jQ uerida m ia ven, vuelve;
esto te sera contado, te necesitan!
Y sin que tuvieramos siquiera el tiempo de un estremecimiento, como
lo mas natural, la muerta resucito. La mujer abrio los ojos, se irguio y miro
a la habitacion.
—He sonado... —dijo suspirando. Su madre y su marido, de rodillas,
le besaban las manos, y ella, apoyada en el pecho de Teofanes, se echo
a llorar silenciosamente.
—Encended una segunda lampara —dijo Teofanes.
La madre se levanto, titubeante, y volvio con una lampara que puso
de forma para poder ver mejor a la enferma.
—,;Ven ustedes?, ella se esta recuperando —nos dijo. Y en efecto, al
cabo de un cuarto de hora, la came habia vuelto a cubrir los huesos; el
rostro estaba mas pleno de vitalidad y con mas color. Exaltado por la ale-
gria, el marido se arrojo a los pies de Teofanes, pero este lo levanto como
yo lo habria hecho con un nino.

IfSiiC AC ONES • 263


—jNo. no! ;Es al Cielo al que debes estar agradecido!
Y anadio, dando un paso atras:
—jAcuerdate de lo que me has prometido!, hay un libro donde estan
escritas las historias de muertos que resucitan a la vida; haz lo que ensena
ese libro. ;Vamonos, adios! —e irradiando afectuosa bondad. beso a la
mujer, a la madre y al marido y ambos partimos.
Creia estar sonando. Sin embargo, reconod la calle por la que cami-
nabamos. Aqui una empalizada. mas lejos un solar; alia abajo, el horno
de un panadero, a la izquierda una tabema donde gritaban noctambulos de
baja ralea. Si, seguia estando en la Tierra, en Paris, y caminaba al lado
de un desconocido, y era El, Teofanes, el iluminador, el guia tan esperado
cuya sola presencia disipaba mis tinieblas, arrojaba lejos las dudas y re-
confortaba mi fatiga.
Me explico que debia tomar un rapido a las cuatro de la manana hacia
Brindisi, y que no podia cambiar su trayecto, pues ese tren solo circulaba
una vez por semana, y que, por otra parte, tenia mucho que decirme. Me
pidio que fuera con el hasta Modane, si estaba libre; en su compartimiento
reservado estariamos como en nuestra propia casa. Yo estaba encantado.
Llegamos tranquilamente a la estacion de Lyon, y durante diez grandes
horas continue) instruyendome, sin dejar de fumar, pues al igual que An­
dreas, parecia vivir como un ser humano normal y corriente.
Hablaba sin detenerse, con cortas frases simples, sin ver si hacian
efecto. De todo lo que me hablaba parecia haber sido testigo. Me explico
mi yo mismo a mi mismo; mostrandome los mas oscuros engranajes
de mi consciencia, su mirada atravesaba la opaca oscuridad de los siglos
pasados. No puedo decir aqui todo lo que me enserio aquella noche; cual-
quier forma de razon se opondrfa. Pero imaginad la mayor concentracion
mental funcionando al unisono de una perfecta limpieza de entendi-
miento; imaginad una compression inmediata y siempre justa de las rela-
ciones de las causas y sus efectos, una esclarecida memoria de los mas
pequenos detalles, una exquisita sensibilidad que se extendia a los seres
actuales, tanto como a los seres alejados en el tiempo y en el espacio.
Una alegria intima, muy calmada, muy limpida, tal fue el estado de mi
alma aquella noche, tanto, que ni cansancio, ni febrilidad, ni pesadez o

26^- • Daj S6dir


somnolencia, todo quedo olvidado. Pero las palabras no pueden, sin em­
bargo, expresar el exquisito ideal de frescura, la vigorosa vitalidad, la se-
rena confianza que banaron a oleadas tremulas mi espiritu debilitado.
Estimo que jamas sere capaz de pagar aquella bendicion y las que si-
guieron, aunque tuviera que sufrir sin cesar con todo mi ser toda mi exis-
tencia. Mi unica pena hoy en dia es que tantos hombres pasen tan cerca
de ese Cielo sin conocerlo, no porque este oculto, sino porque no saliendo
de si mismos. no quieren o no pueden percibirlo, porque no miran.

INIC'AC ONES • 265


Culmino la ardua traduccion de este libro el dia 24 de di-
ciembre del ario 2007, Nochebuena, conmemoracion del Na-
cimiento de Jesus, el Cristo.
La dedico humildemente a mis adorados hijos, Victoria y
Hector, y a mis muy amados Hermanos en la Busqueda
Eterna, con la certeza en el alma de que este libro iluminado
aportara a sus sagradas vidas enserianza, consejo y consuelo.
iQue siempre les recuerde el recto Camino que lleva a la
unica Verdad y la autentica Vidal

Ei T raductor

IMIC AC ONES • 267


De los numeros
Louis-Claude de Saint-Martin
136 x 204 mm • 226 pags.
12,50 €

Para Saint-Martin, los numeros son la traducci6n de verdades y


leyes, cuyo texto est3 en Dios, en el hombre y en la naturaleza.
De acuerdo a la tradicidn recibida y repercutida por Martinez
de Pasqually: los numeros s61o son una simple marca donde
estarian representados los seres.

De Templo Salomonis Liber


Eduardo R. Callaey
136 x 204 mm • 162 pags.
10,00 €

Expone las bases del simbolismo masdnico desde una visidn


cristiana, tal como fue escrita por los monjes que inspiraron la
construccion de abadias y catedrales durante los siglos del me-
dioevo. Afirm a el autor que la masonerfa moderna ha perdido
contacto con su prim itiva dimensi6n espiritual.

Ecce Homo
Louis-Claude de Saint-Martin
136 x 204 mm • 138 pags.
9,50 €

En esta obra, escrita en 1792, Saint-Martin advierte de los peli-


gros de buscar la excitacion de las emociones de las experiencias
migicas de bajo nivel, las premoniciones, de los fendmenos que
no pasan de ser expresiones de estados psico-ffsicos anormales
del ser humano.

El hombre de deseo
Louis-Claude de Saint-Martin
160 x 230 mm • 300 pags.
20,00 €

Su objetivo es mostrar que el hombre debe confiar en la Rege-


neracidn, llamando su atencidn hacia la necesidad del retorno al
Mundo Divino de donde salid y al trabajo que deber^ realizar
para alcanzar ese objetivo, concentrando sus fuerzas por el de­
seo ardiente de perteccionarse.
El Kybalion
Louis-Claude de Saint-Martin
115 x 190 mm • 204 pags.
6,00 €

El Kybalion, acompanando el texto por las explicaciones que


tres almas generosas, bajo un respetuoso anonimato, ofrecen
para acercar estos principios hermdticos a una interpretacion ac-
tualizada, ser<Si una ayuda valiosa para todo Hombre de Deseo
que quiera recordar el contenido del Libro de la Naturaleza.

El libro de los simbolos


El libro dc los
Rudolph Koch
simbolos 136 x 204 mm • 128 pags.
Rudolph Koch

O X $ + ? it nt 7,50 €
* s\ 'ffh * np X I
\& X V *£ % £ Este libro contiene 493 simbolos que fueron usados desde los
tiempos remotos hasta la edad media, y fueron recogidos por
Koch en la busqueda de inscripciones. grabados y manuscritos
_=£. 4- A A de tiempos pasados. Monogramas bizantinos, cruces, iniciales
B+ t $X sagradas, simbolos masdnicos, alqufmicos...

El Martinismo
Jean-Louis de Biasi
136 x 204 mm * 270 pags.
17,00 €

Abordando su historia, su filosoffa, sus relaciones con la Franc-


Masonerfa y la Iglesia, preseniamos la Tradici6n Martinista, la
naturaleza de sus Templos y de los trabajos que en ellos se llevan
a cabo, descubriendo en esta obra un panorama que jam^s ha
sido desvelado de una forma tan precisa.

El retorno de Henoch
o la Masoneria Primigenia
Fermin Vale Amesti
160 x 230 mm • 228 pags.
25,00 €
El autor enfoca una Masoneria que retorna a sus orfgenes, des-
pu6s de una dpoca de oscurecimiento y degeneracidn, propia
de la era que vivimos. Es un retorno a la verdadera Gnosis Ma-
sdnica ignorada y preferida y, al mismo tiempo, la restauraci6n
de la tradicidn inici^tica autdntica.
Francmasoneria lluminista
Papus
160 x 230 mm • 190 pags.
10,00 €

Ante una masonerfa racionalista y desorientada, ocupada en lu-


chas internas de poder, se opone la Tradici6n Martinista marca-
da por la sobriedad y el anonimato de sus miembros, arraigada
en el lluminismo cristiano a traves de las doctrinas de Martinez
de Pasqually, Louis-Clauda de Saint-Martin y Jakob Bohme.

Iglesia Gnostica
Grupo de Estudios
e Investigaciones Martinistas
160 x 230 mm • 328 pags.
17.50 €
Cuando descubrimos quienes somos, descubrimos que lo unico
que hay es Dios. En 1888. el mason Jules-Benoti S. Doniel da
comienzo a un movimiento de restauracidn del antiguo gnosti-
cismo que maduraria en conexidn con el iluminism o frances de
la epoca representado por las corrientes martinista y rosacruz.

Instrucciones Cohen
Louis-Claude de Saint-Martin
160 x 230 mm* 182 pags.
11.50 €

Hacia 1758 en Francia. un hombre enigm itico aunque inspirado,


de nombre Jaime Joaqufn de la Torre de la Casa Martinez de
Pasqually, darfa inicio a lo que iba a constituir la Gran Obra de
su vida: la f undacidn de la Orden de los Caballeros Masones Elus
Cohdn del Universo.

La Llave. Sex puncta


Jakob Bohme
136 x 204 mm *164 pags.
10,00 €

Bohme tenia consciencia de la dificultad de sus libros y, conse-


cuentemente, escribid «La Llave» como un resumen de las ideas
principales contenidas en su sistema. «La llave» nos provee de
una introduccidn simple a los puntos m is importantes de su fi-
losoffa y simplif ica el acceso a sus obras mayores.
Las ensenanzas secretas
del Martinismo
Jean Marc Vivenza
160 x 230 mm • 272 pags.
18,00 €
El Martinismo es una escuela secreta de perfeccionamiento y
descubrimiento de las leyes ocultas que gobiernan el mundo
sensible. Es tambien un formidable instrumento de realizacidn
espiritual. Posee una doctrina que nos ensena que el hombre no
est3 actualmente en el estado que tenfa primitivamente.

Los grandes iniciados


Edouard Schure
160 x 230 mm • 404 pags.
15,00 €

Reune las ensenanzas de los grandes iniciados como Rama (El


Ciclo Ario); Krishna (La India y la iniciaci6n Brahm^nica); Her­
mes (Los Misterios de Egipto); Moists (La Mision de Israel); Pi-
tagoras (Los Misesus y los eseniosterios de los Delfos); Plat6n
(Los Misterios de Eleusis); Jesus (La Mision del Christo)...

Rene Guenon
y el rito escoces rectificado
Jean-Marc Vivenza
136 x 204 mm • 176 pags.
10,00 €

El gran estudioso de las religiones Rene Guenon (1886-1951)


mantuvo una relacidn ambigua respecto al Rito Escoces Rectifi­
cado. El libro prelende explicar esta relacion.

Teosofia revelada
Jakob Bohme
136 x 204 mm • 178 pags.
10,00 €

En esta obra el autor expone, a traves de un di^logo entre


maestro y discipulo, sus conocimientos teos6ficos, mfsticos y
alqufmicos. Las antftesis amor-dolor, bien-mal, son resueltas
de forma diabetica, pues si el alma sufre, ya tiene un motivo
para amar a su verdadera sustancia y liberarla del dolor.
O tro s tftulos d e la coleccion:

El kybalion Francmasoneria lluminista


Tres Iniciados Papus

I
De los Numeros
El retomo de Henoch
o la Masoneria Primigenia
Louis-Claude de Saint-Martin Fermln Vale Amesti

Rene Guenon y el Rito De Templo


Escoces Rectificado Salomonis Liber
Jean Marc Vtvenza Eduardo R. Callaey

Editorial Manakel
d Ibanez Marin. 11.28019 Mat
MANAKEL Tfno: 91 47290 71
"Yo. in ic ia d o e n g ra n n u m e ro d e g r a d o s o c u lto s , a filia d o a to d a s las o r d e n e s e s o -

te ric a s e u r o p e a s o u e to c a n d e c e rc a o d e le jo s el ilu m in lsm o , alma mater d e no

p o c a s d e e lla s , o u e h ab fa e s c r ito ta n to s a rtfc u lo s s a b io s , a o u ie n m is c o r r e s p o n s a -

le s e x tra n je ro s lla m a b an maestro muy docto.y o u e a c a b e p o r c r e e r m e lo a fu e rz a

d e o frlo d e c ir. Yo, Que h ab fa c e le b ra d o rito s m a g ic o s y re n o v a d o las c u r a c io n e s

p a ra c e ls ic a s , o u e h ab fa d a d o la Luz a un g ra n n u m e ro d e h o m b re s y m u je re s

r e s p e tu o s a m e n te a te n to s . Yo, o u e m e cre fa im p a v id o e im p a sib le , s e n tfa a h o ra

d e r r u m b a r s e mi to r re d e m arfil d e s d e su b a s e . E sta b a d e s o rie n ta d o _ y m e h u b ie ra

re p r o c h a d o a m f m ism o o tr a a c titu d a n te e s te d e s c o n o c id o o u e la m a s sin c e ra : el

d e s e o a r d ie n te d e lle g a r a u n a s fn te s is, a a lg u n re p o so " .

Es a sf c o n io Yvon Le L oup (1871/1926), m as c o n o c id o c o m o Paul S ed ir, d e s c r ib e

en c s ta n o v ela a u to b io g ra fic a la s u b ita tra n s fo rm a c io n in te rio r o u e su frio al la d o

d e A n d re a s , n o m b re o u e a o u f r e p r e s e n ta al o u e fue su v e rd a d e ro M a e s tro e s p i-

ritu a l, su g u fa ilu m in a d o r, N iz ie r A n th e lm e P h ilip p e (1 8 4 9 /1 9 0 5 ), m as c o n o c id o

com o Et Maestro Philippe de Lyon, un v erd a d ero Soldado del Cielo al se rv ic io d e

C r is to y d e su o b r a s o b r e la T ie rra.

La a te n ta le c tu ra d e e s ta h is to ria e x tra o rd in a ria n o d e ja ra in d ife re n te al le cto r,

a d e m a s d e m o s tra rle clav es v a lio sa s p a ra su b u sQ u ed a e s p iritu a l.

MANAKEL

También podría gustarte