SCP 0410
SCP 0410
SCP 0410
SALA TERCERA
Expediente: 02382-2012-05-AAC
Departamento: Chuquisaca
En revisión la Resolución 323/2012 de 18 de diciembre, cursante de fs. 278 a 280 vta., pronunciada
dentro de la acción de amparo constitucional interpuesta por María Hortencia Edith Terán Alba y
Helmer Antonio Villena Medrano en representación con mandato de Remo Dick Pérez Barrientos
contra Rómulo Calle Mamani y Rita Susana Nava Durán, Ministros de la Sala Civil del Tribunal
Supremo de Justicia.
Aclaran que, sus vendedores empezaron con la posesión en 1984, luego efectuaron una demanda de
reversión y dotación ante la judicatura agraria, logrando la dotación de esas 3.6735 has a principios de
1990, inscribiendo su derecho propietario el 22 de octubre de 1992 en DD.RR.
No obstante ello, el 12 de febrero de 1997, Víctor Vallejos Rivas y Rosa Villarroel de Vallejos, habrían
ingresado al lote de terreno, procediendo a construir un cuarto, lo que ocasionó una demanda interdicta
declarada probada en primera instancia, la cual extrañamente fue revocada en apelación, debido a que
presentaron un documento referido a la transferencia de un lote de terreno de 609.28 m 2 ubicado en el
mismo lugar de su inmueble, supuestamente adquirido de Carlos Emilio Noriega Ugarte y Roberto Ewel
Rengel, sus cónyuges Wilma Palenque de Noriega y Lila Palenque de Ewel, el 27 de noviembre de 1990,
registrado en DD.RR. el 10 de octubre de 1996 a fojas y partida 3548 del Libro Primero de Propiedad de
la Provincia Cercado (Rural), con defectos de fondo y de forma que se originan en el título de propiedad
de los vendedores y la Minuta de 8 de noviembre de 1982, que dio lugar al Testimonio 500/84 de 13 de
agosto de 1984, lo que motivó la demanda de nulidad de dicho documento, porque los vendedores
nunca ejercieron ningún acto de dominio, además que la fecha de venta fue el año 1996, pero como
Carlos Emilio Noriega falleció el 13 de noviembre de 1995, su viuda y el otro propietario hicieron
aparecer minutas del año 1990, cuando en realidad serian de 1996, estando establecida la falsificación de
la firma del difunto, mediante un examen grafo técnico mandado a realizar por orden judicial.
Luego, su mandante inició una demanda ordinaria de prescripción extintiva, mejor derecho,
reivindicación, resarcimiento de daños y perjuicios y nulidad de documento contra Víctor Vallejos Rivas,
su cónyuge Rosa Villarroel de Vallejos, Robert Ewel Rengel, Lila Palenque de Ewel, Wilma Palenque Vda.
de Noriega, los herederos de Carlos Noriega Ugarte, sus hijos Carlos Esteban, Diego Martín y Wilma
todos Noriega Palenque, Carlos Zabalaga Ponce de León, Leonor Estrada de Zabalaga, Beatriz Estrada
Patscheider y María Eugenia de Estrada, demandando la declaración de mejor derecho propietario, la
consolidación de su derecho propietario, la reivindicación de sus terrenos, daños y perjuicios, la nulidad
del título de los despojantes, así como la nulidad de la minuta de 8 de noviembre de 1982, porque Carlos
Zabalaga Ponce de León transfirió terrenos ajenos a Carlos Emilio Noriega Ugarte y Roberto Ewel Rengel.
Dicha demanda, fue tramitada y declarada probada en parte por el Juez Octavo de Partido en lo Civil,
reconociendo el mejor derecho de su poderdante, así como la nulidad de la minuta de 27 de noviembre
de 1990 y su escritura pública 1652/1996, disponiéndose su cancelación en el registro de DD.RR.;
resolución que fue apelada; segunda instancia que mediante el Auto de Vista de 13 de mayo de 2005,
revocó la sentencia, declarando probadas las excepciones perentorias opuestas, argumentando que
mediante la Sentencia Agraria “S2ª 001/2011 de 6 de febrero”, fue invalidado el Título Ejecutorial 52837,
correspondiente a sus vendedores René Saravia Etesna, Cecilio Meneses Vargas, Ángel Gonzales Saravia y
Elías Chumacero; empero, ese fallo expresamente determinó que la nulidad de las transferencias
efectuadas por esos demandados, cuyo título se anuló, debía acudirse a la vía legal correspondiente.
Informan que, interpuso recurso de casación contra el Auto de Vista de 13 de mayo de 2005, logrando su
nulidad hasta que se notifique a las partes con la composición del nuevo tribunal, para que se emita
nuevo auto de vista, y por ello fue emitido el Auto de Vista de 9 de diciembre de 2008, que mantuvo la
revocatoria de la sentencia de primera instancia; decisión que también fue recurrida en recurso de
casación, logrando una nueva nulidad hasta que se notifique con la sentencia a los codemandados Wilma
Palenque y otros.
Notificados nuevamente con la sentencia de primera instancia, Víctor Vallejos Rivas y Rosa Villarroel de
Vallejos apelaron la misma, pero la Sala Civil Segunda del ahora Tribunal Departamental de Justicia de
Cochabamba, mediante Auto de Vista de 25 de octubre de 2011 la confirmó, por lo que interpusieron
recurso de casación.
En conocimiento del recurso de casación, la Sala Civil del Tribunal Supremo de Justicia, mediante Auto
Supremo 81/2012 de 12 de abril, casó el recurso, revocando el Auto de Vista de 25 de octubre de 2011, y
deliberando en el fondo, declaró improbada la demanda en todas sus pretensiones y probadas las
excepciones perentorias opuestas.
Señalan que, los argumentos del Auto Supremo 81/2012 expuestos en el Considerando Tercero,
determinan que el mejor derecho sólo procede cuando hay más de un propietario sobre dicho bien, lo
que a su vez requiere que el antecedente de dominio sea común, lo que no ocurrió en el caso de la
demanda de mi mandante; pero además, argumenta que los antecedentes dominiales de mi apoderado y
sus vendedores, sería posterior al de los vendedores de Víctor Vallejos y otra, lo que al no ser examinado
por los inferiores los indujo a concluir que se cometieron errores “in judicando”; más aún cuando el título
ejecutorial agrario fue declarado nulo y la dotación agraria origen del título de su mandante, resultó
invalidada; manifestando al respecto, que aunque la sentencia agraria no anuló el título de su poder
conferente, incide para reconocer el mejor derecho propietario.
Exponen que el Auto Supremo 81/2012 continúa y respecto de las nulidades demandadas, manifiesta
que los documentos de 8 de noviembre de 1982 y 27 de noviembre de 1990, serían actos consensuales y
por ello el consentimiento de las partes pudo efectivizarse por cualquier medio, y en el caso concreto de
la falsificación de la firma de Carlos Emilio Noriega Ugarte, al tener que ver con la falta de
consentimiento, debió demandarse como anulabilidad, porque la nulidad sólo corresponde a la parte
perjudicada, conforme el art. 555 del Código Civil (CC).
Explican que el Auto Supremo 81/2012, lesionaría los derechos al debido proceso, a la igualdad, a la
“seguridad jurídica”, a la tutela judicial efectiva y al acceso a la justicia, debido a que carece de
fundamentación debida, no se explica las razones esenciales de la decisión, las normas sustantivas y
adjetivas que sustentan el derecho de los demandados, existiendo además una indebida y errónea
fundamentación, toda vez que conforme a la doctrina y a las normas del art. 190 del Código de
Procedimiento Civil (CPC), las sentencias y resoluciones deberá contener decisiones expresas, positivas y
precisas; recaerán sobre la cosa litigada en la manera en que fueron demandadas; deben tener
congruencia interna y externa, motivación y fundamentación; además que el fallo debe guardar
coherencia con la fundamentación.
Manifiestan los accionantes que, el recurso extraordinario de casación es una nueva demanda de puro
derecho, por lo que el Tribunal Supremo de Justicia debe verificar la vulneración o infracción a la ley,
conforme denuncia el recurso, conforme a los arts. 274 y 258 del CPC; es decir, que debe exponerse una
norma mal aplicada, lo que no ocurriría en el caso presente, pues el Auto Supremo 81/2012, incurriendo
en exceso de poder, de forma ultrapetita, procedió al análisis de la prueba, lo que no es admisible en
recurso de casación, por ello al obviar y no admitir el informe grafológico se cometió una violación al
procedimiento.
Continúa denunciando que la demanda de su mandante fue de prescripción extintiva, mejor derecho,
reivindicación, resarcimiento de daños y perjuicios y nulidad de documento; mientras que la respuesta
opuso excepciones de ilegalidad, falta de acción y derecho e improcedencia, no habiendo planteado
demanda reconvencional, por lo que la casación debió manifestarse sobre las pretensiones de los sujetos
procesales con una nueva sentencia, porque la casación es un nuevo proceso, conforme al art. 192 del
CPC; empero, el Auto Supremo 81/2012 no se pronunció respecto de los también demandados Robert
Ewel Rengel, Lila Palenque de Ewel, Wilma Palenque Vda. de Noriega, los herederos de Carlos Noriega
Ugarte, sus hijos Carlos Esteban, Diego Martín y Wilma todos Noriega Palenque, Carlos Zabalaga Ponce
de León, Leonor Estrada de Zabalaga, Beatriz Estrada Patscheider y Maria Eugenia de Estrada, quedando
su situación jurídica irresuelta.
También exponen que, el tribunal “accionado” esgrimió en el Auto Supremo 81/2012 el art. 1545 del CC,
relativo a la preferencia entre adquirentes, para otorgar preferencia a aquel que inscribe primero su título
de entre dos adquirientes del mismo vendedor; norma que no hace alusión a la doctrina inventada por
los accionados, referida a la línea de tradición dominial; lo que según la accionante, se comprende mejor
por la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia citada por el autor Carlos Morales Guillen en su
obra Código Civil Anotado y Concordado, lo que demostraría error en la interpretación de las normas
legales, toda vez que los títulos a ser contrastados deben ser los actuales, no los anteriores, como mal
habrían entendido el art. 1545 del CC las autoridades demandadas.
En ese orden, la nulidad del título de su mandante, como consecuencia de la nulidad dictada por el
Tribunal Agrario del título de su vendedor, sería algo que también lesionaría sus derechos fundamentales,
porque los demandados nunca pidieron eso; pero además, es algo que debe determinarse en un proceso
judicial, conforme al art. 546 del CC, por lo que no se podía concluir en la invalidez del título propietario
de su mandante.
Finalmente, sostienen que las consideraciones respecto a la nulidad de los contratos de los adversarios
de su mandante, que en las consideraciones de la sala accionada sólo tendría que ver con el
consentimiento, cuando en realidad tendría que ver con la causa de los contratos; así el art. 489 del CC,
declara que la causa es ilícita cuando es contraria al orden público, y de acuerdo nuevamente a Carlos
Morales Guillen, la causa es la prestación que se busca de la otra parte, y habiendo comprobado las
adulteraciones por parte de los contrarios en sus títulos propietarios, asisten los casos de nulidad
previstos por los incisos 1, 2) y 3) del art. 549 del CC, más la ilicitud de la causa; extremos que pese a
haber sido objeto del proceso, no fueron resueltos, existiendo por todo ello, vulneración de los derechos
de su mandante.
De otro lado, señalan que concurrirían los suficientes elementos que justifican la existencia de relevancia
constitucional, así como los justificativos para la no existencia de cosa juzgada, para abrir la competencia
de la acción de amparo constitucional y reparar las vulneraciones cometidas.
Los accionantes estiman lesionados los derechos de su mandante al debido proceso y a la propiedad
privada, consagrados por los arts. 56, 109, 115.II, 117, 119, 120 y 122 de la Constitución Política del
Estado (CPE).
I.1.3. Petitorio
Solicita que se conceda la tutela, y se anule el Auto Supremo 81/2012 de 12 de abril, para que se emita
un nuevo auto supremo.
I.2. Audiencia y Resolución del Tribunal de garantías
Celebrada la audiencia pública el 18 de diciembre de 2012, conforme consta en el acta cursante de fs.
275 a 277 vta., se produjeron los siguientes actuados:
Los accionantes por su representado, ratificaron los argumentos del memorial de demanda.
Los representantes de Víctor Vallejos Rivas y Rosenda Villarroel de Vallejos, en el memorial cursante de fs.
259 a 266, expresaron lo siguiente: 1) El amparo presentado por la accionante no habría sido formulado
en el plazo de seis meses previsto por el art. 129.II de la CPE, debido a que el mandante de los actores
fue notificado con el Auto Supremo 81/2012 el 12 de abril, y el plazo se habría cumplido en similar día
del mes de octubre; pero la demanda de amparo fue presentada el 17 de octubre, aunque existió un
amparo constitucional rechazado in limine presentado el 11 de octubre, al interesado le quedaba un día
luego del rechazo in limine; pues bien, ese rechazo le fue notificado el 15 de octubre de 2012, y
quedándole un día, podía intentar la acción de amparo hasta el día 16 de octubre de 2012; empero, fue
presentada el 17 de dicho mes; adicionalmente, se refiere al hecho de que la accionante manifiesta tener
tres días luego del rechazo del primer amparo, lo que no es evidente porque fue rechazado in limine, lo
que supone que no se otorgó plazo adicional para subsanar los errores, por lo que el plazo se reanudó el
15 de octubre de 2012; en consecuencia existe caducidad de la presente acción de amparo
constitucional, conforme al AC 0226/2011-RCA de 9 de septiembre; 2) El antecedente dominial del
mandante de los accionantes, tenía origen en el Título Ejecutorial 52837 extendido a favor de René
Saravia y otros, que fue declarado nulo mediante la Sentencia Agraria “S2ª 01/2001” de 6 de febrero; 3)
El representado en el presente amparo constitucional, ha tenido la oportunidad de hacer valer sus
derechos en todas las instancias procesales que inició, pues además del proceso que dio lugar a la
presente acción, intentó un interdicto que no pudo probar porque nunca tuvo posesión del inmueble; 4)
Siendo que demanda una indebida interpretación de la legalidad ordinaria, es necesario exponer que la
jurisdicción constitucional, con el objeto de evitar abusos de las instituciones procesales como el amparo
constitucional, ha establecido criterios de autolimitación, entre ellos, ha dispuesto mediante la SCP
0291/2012 de 8 de junio, que cuando se cuestione la interpretación de la legalidad ordinaria efectuada
por los tribunales competentes, deben cumplirse tres requisitos, los que no fueron cumplidos por los
accionantes; 5) El primero de ellos es la exposición clara y fundamentada de los criterios interpretativos
que no fueron cumplidos; lo que está ausente de la demanda que ahora se analiza, ya que ni siquiera se
identificó la regla de interpretación utilizada por la Sala accionada, por ello tampoco se identifican los
criterios hermenéuticos obviados; 6) Se debe exponer los principios o valores supremos desconocidos
por la interpretación de las autoridades judiciales demandadas, lo que se encuentra ligado con el primer
requisito, por ello al faltar aquel, tampoco estaría presente éste; 7) Respecto al cumplimiento de
requisitos que aperturen la jurisdicción constitucional por errónea interpretación de la legalidad
ordinaria, tampoco se cumplió el tercer requisito, que exige la identificación de derechos fundamentales
lesionados y la relación de causalidad entre estos y la interpretación equivocada; lo que tampoco
cumplió la accionante, ya que incluso señala como vulnerado el derecho a la “seguridad jurídica”,
principio que no tiene esa cualidad de derecho; mientras que no ha existido lesión al debido proceso, a la
defensa y a la tutela judicial efectiva, porque fue el mandante de la accionante el que inició los procesos
interdictos y ordinario, planteando todos los medios de impugnación y reclamo que tenía a su alcance,
sólo que no fue de su agrado la resolución final, lo que no puede ser causal para desconocer la
competencia del Tribunal Supremo de resolver los recursos de casación; y, 8) El Auto Supremo 81/2012,
habría sido pronunciado en estricto apego a la ley, culminando con un proceso de puro derecho, en el
que se demostró objetivamente que el tribunal inferior no realizó una correcta valoración de la prueba,
ya que el derecho propietario reclamado por el accionante emergió de un título que ahora es nulo; en
esa labor, el Tribunal Supremo realizó una cabal apreciación de los arts. 554, 1545 y 1538 del CC. Por lo
expuesto, solicitan que la acción de amparo constitucional sea denegada.
I.2.4. Resolución
II. CONCLUSIONES
Del atento análisis y compulsa de los antecedentes que cursan en obrados, se establecen las siguientes
conclusiones:
II.1. Por memorial presentado el 3 de agosto de 1999, el poderdante de los accionantes, interpuso
demanda ordinaria de prescripción extintiva, mejor derecho, usucapión ordinaria, reivindicación,
resarcimiento de daños y perjuicios y nulidad de documentos (fs. 71 a 77 vta.).
II.2. Mediante escritos de 21 de septiembre de 1999, Víctor Vallejos Rivas respondió a la demanda (fs.
158 a 160 vta.); y, de 24 del mismo mes y año, lo hizo su esposa Rosenda Villarroel de Vallejos (fs. 161 a
162 vta.).
II.3. A través de Auto de 3 de noviembre de 1999, el Juez Octavo de Partido en lo Civil de Cochabamba,
declaró improbadas las excepciones previas de incompetencia e impersoneria interpuestas por Víctor
Vallejos Rivas (fs. 179 y vta.).
II.4. El 7 de febrero de 2000, el Juez Octavo de Partido en lo Civil de Cochabamba, emitió el auto de
relación procesal (fs. 152 vta. a 153).
II.6. El 25 de octubre de 2011, la Sala Civil Segunda de la entonces Corte Superior de Justicia del Distrito
Judicial de Cochabamba, emitió el Auto de Vista REG/S.CII/ZGC/ASEN.391/25.10.2011, por medio del cual
confirmó la Sentencia de 22 de noviembre de 2001 (fs. 23 a 24 vta.).
II.7. Mediante memorial de 21 de noviembre de 2011, Víctor Vallejos Rivas y Rosenda Villarroel de
Vallejos, interpusieron recurso de casación contra el Auto de Vista REG/S.CII/ZGC/ASEN.391/25.10.2011
(fs. 10 a 17 vta.).
II.9. El 12 de abril de 2012, la Sala Civil del Tribunal Supremo de Justicia, emitió el Auto Supremo
81/2012, casando el Auto de Vista REG/S.CII/ZGC/ASEN.391/25.10.2011, declarando improbada en todas
sus partes la demanda y probadas las excepciones perentorias opuestas (fs. 190 a 193); resolución
notificada al representado de los accionantes el 13 de abril de 2012 (fs. 204).
Los accionantes alega que las autoridades demandadas lesionaron los derechos de su mandante al
debido proceso y a la propiedad privada, ya que al emitir el Auto Supremo 81/2012 cometieron los
siguientes errores: i) Sería una resolución sin fundamentación e incongruente, que otorga ultra petita la
nulidad de su título propietario, sin que ello hubiera sido demandado, en consecuencia, no se cumplió el
objeto único del recurso de casación, cual es la verificación del cumplimiento o no de la ley; ii) Existe
errónea interpretación del art. 1545 del CC; y, iii) No se habría valorado la prueba presentada por su
parte, ya que se determinó que sus adversarios tenían mejor derecho propietario, porque el vendedor de
ellos inscribió su derecho propietario primero que la persona que le transfirió los terrenos, aplicando
indebidamente el art. 1545 del CC; errores interpretativos que en el proceso civil por mejor derecho
propietario, provocaron que se otorgue privilegio propietario a sus contrarios. En consecuencia, en
revisión de la Resolución dictada por el Tribunal de garantías, corresponde dilucidar si tales extremos son
evidentes y si constituyen actos ilegales lesivos de los derechos fundamentales o garantías
constitucionales del mandante de la accionante, a fin de conceder o denegar la tutela solicitada.
A ese efecto, es necesario que esta jurisdicción se refiera a la mutación de las normas
constitucionales instituyentes de la acción de amparo constitucional; por ello, se precisa explicar los
cambios sustanciales tolerados por la acción de amparo constitucional, resaltando entre todos ellos la
nueva teoría constitucional que adoptó el Estado Plurinacional de Bolivia mediante la nueva Constitución
Política del Estado; y que configuran el contexto constitucional en el que se debe interpretar la acción de
amparo constitucional.
En ese esquema, la nueva Constitución Política del Estado contiene una vocación axiológica,
principista y finalista, siendo por ello que configura un Estado sustentado en valores y principios que le
otorgan una convicción acorde con la superación de la clásica confección estatal de tipo positivista; dicho
de otro modo, nuestra Constitución Política del Estado, construye el Estado Plurinacional sobre la base de
valores, principios y principios ético morales, los cuales se encuentran previstos en muchos de los
artículos del texto constitucional y no sólo en el Capítulo Segundo del Título Primero, de la Primera Parte,
titulado: “Principios, Valores y Fines del Estado”; así, abundan en los arts. 1, 2, 11, 178, 180, 186, 190, 196
y otros del documento constitutivo del Estado Plurinacional boliviano, iniciando de ese modo la
construcción de la dogmática constitucional propia de la Constitución Política del Estado Plurinacional.
Por ello, resaltando la voluntad constituyente, este Tribunal debe proclamar y aplicar la vocación
axiológica y finalista de la Constitución de 2009, y ello empieza por la afirmación de que su labor será
vivificadora de los valores, principios y principios éticos morales consagrados constitucionalmente,
procurando la aplicación material del contenido literal y sustantivo de esos valores, principios y principios
ético morales; pues conforme las normas del art. 8 de la CPE, el Estado asume, promueve y se sustenta en
la dogmática instituida por la Constitución Política del Estado de 2009; dogmas que son de aplicación
material por el carácter normativo de la Constitución Política del Estado, que le otorga similar valor
normativo que cualquier otro precepto que contenga reglas y prescripciones concretas, al tenor del art.
109 de la Ley Fundamental.
La labor de concretar el alcance de los valores, principios y principios ético morales consagrados
constitucionalmente, le corresponde a la soberanía popular y a sus delegados, concretizados
institucionalmente en los Órganos del Estado, siendo uno de ellos el Tribunal Constitucional
Plurinacional, Órgano que en sus sentencias, autos y resoluciones en general, así como en sus actos, debe
aplicar materialmente lo valores, principios y principios ético morales que sustentan el Estado
Plurinacional Boliviano, dotándoles de contenido sustantivo y mandatos obligatorios a ser cumplidos por
todos los demás órganos y las autoridades del Estado, sin que ninguna pueda sustraerse de cumplir esos
imperativos constitucionales.
Así, en materialización de los principios de pluralismo (art. 1 de la CPE), ama qhilla (no seas flojo art.
8 de la CPE), ñandereko (vida armoniosa art. 8 de la CPE), celeridad, servicio la sociedad (art. 178 de la
CPE), eficacia, accesibilidad, verdad material y oralidad (art. 180 de la CPE), las autoridades
jurisdiccionales ante quien se accione un amparo constitucional u otra acción tutelar, así como las Salas
de este Tribunal Constitucional Plurinacional, a tiempo de auscultar las acciones tutelares, de
inconstitucionalidad, conflictos de competencia y de control previo, tienen el deber de asumir una actitud
comprometida con la vigencia material de la Constitución Política del Estado, evitando eludir las
situaciones materiales o normativas de inconstitucionalidad por formalismos procesales, costumbres
jurisdiccionales, resabios del procedimentalismo propio de una cultura jurídica ritualista y formalista, o
por la exigencia de requisitos intrascendentes, injustificados, innecesarios, que por la misma labor de la
función de impartir justicia puedan ser subsanados por esas autoridades.
Para una debida vivificación de los principios constitucionales descritos precedentemente, el
Legislador ha contribuido a la configuración de la jurisdicción constitucional de una forma compatible
con su rol trascendental de contralor de la constitucionalidad, que responde a la necesidad de controlar y
limitar el ejercicio del poder político en beneficio de la normatividad de la Constitución y especialmente,
al propósito inaplazable e imperioso de garantizar el ejercicio legítimo de los derechos humanos
fundamentales que han sido declarados y sancionados por la Constitución y por el propio orden
internacional, los cuales constituyen, sin lugar a dudas, la base de toda comunidad organizada, de la paz,
de la convivencia pacífica y de la justicia.
Por la naturaleza soberana y trascendental del Tribunal Constitucional Plurinacional, armonizando
con los postulados constitucionales, el legislador ha reconocido que el cumplimiento de esa función de
contralor de constitucionalidad, no se sustenta en principios y atavismos procesales no compatibles con
la eximia labor que cumple esta jurisdicción; así, la imparcialidad de dicho Tribunal, encuentra una
expresión propia para la jurisdicción constitucional, debido a que no se formula de similar manera que en
el caso de los jueces ordinarios; así, el enjuiciamiento de las normas legales demandadas de
inconstitucionalidad, le exige al Tribunal Constitucional tomar partido por la defensa intransigente de las
normas constitucionales, disolviendo una neutralidad insuficiente para explicar la función de contralor de
la constitucionalidad, toda vez que más bien ésta jurisdicción debe adoptar el principio de
constitucionalización del ordenamiento jurídico; es decir, promover el proceso de irradiación del
contenido de la Ley Fundamental en las normas infra-constitucionales; lo que le impide ser neutral de
una forma tradicional, y más bien asume interés por la vigencia material de las normas constitucionales,
en detrimento de aquella legalidad que la desconozca, altere o afecte.
El principio de promoción de los derechos constitucionales, impone un deber para el Estado y todas sus
instituciones, entre las que se encuentra el Tribunal Constitucional Plurinacional de impulsar, desarrollar,
promover iniciativas de cualquier orden para dar a conocer y aplicar los derechos fundamentales; supone
la ejecución de actividades tendientes a incrementar la vigencia material y la vivificación de los derechos
fundamentales de las personas, mediante acciones positivas, ya no sólo mediante la intangibilidad, no
interferencia o no obstaculización de su goce y ejercicio, sino mas bien a través de la actividad militante
de aplicación real de los derechos constitucionales, lo que condiciona al Tribunal Constitucional
Plurinacional a ser parte interesada y órgano ejecutor de las acciones de defensa de los derechos de las
personas y diferenciar sustancial y objetivamente su labor, intimándole a ser parte de la defensa de esos
derechos y no simple tercero imparcial, sino más bien un tercero coadyuvante en la materialización y
vivificación de los derechos fundamentales de las personas en cada caso concreto. Al respecto, el Letrado
de la Sala Constitucional de Costa Rica Alfonso Gairaud Brenes, en la obra colectiva: El derecho procesal
constitucional peruano, en homenaje al profesor Domingo García Belaunde, afirma que la comprensión
del deber de promoción de los derechos humanos es la siguiente:
“…la interpretación de las normas sobre derechos humanos lleva consigo una fuerte carga axiológica
frente a la cual el aplicador del Derecho -Juez- no está inmune. Acá, nuevamente, nos alejamos de los
criterios ‘tradicionales’ de interpretación, en especial de la aplicación plana y mecánica del Derecho,
debiendo su aplicador -Juez- asumir frente a las normas sobre derechos humanos una actitud de tutela y
protección con el fin de lograr su plena vigencia”.
Los principios constitucionales descritos, deben encontrar resonancia en la actividad del legislador, por
ello es que a tiempo de establecer los principios procesales de la justicia constitucional, por la naturaleza
militante y no neutral del Tribunal Constitucional Plurinacional, se ha proclamado entre ellos los de
Dirección del proceso, Impulso de oficio, No formalismo y Concentración, que tiene por objeto evitar que
los procedimientos constitucionales se inviabilicen por los resabios de la cultura jurídica formalista,
ritualista y tradicional, que incluso puede lastrar la inoculación de los nuevos paradigmas que impregnan
a la justicia constitucional, que ya fueron descritos.
Con esos convencimientos, las normas del art. 3 del Código Procesal Constitucional (CPCo), disponen y
explican los principios procesales de la justicia constitucional, en los siguientes términos:
“Art. 3. (Principios procesales de la justicia constitucional). Las Magistradas y los Magistrados del Tribunal
Constitucional Plurinacional así como las Juezas, los Jueces y Tribunales, a tiempo de impartir justicia
constitucional, se regirán por los siguientes principios:
1. Conservación de la Norma. En los casos en que una ley admita diferentes interpretaciones, el Tribunal
Constitucional Plurinacional en todo momento optará por la interpretación que sea compatible con el
texto constitucional.
2. Dirección del Proceso. Por el que deben conducir la intervención de las partes y establecer los actos
correctivos necesarios.
3. Impulso de Oficio. Por el que las diferentes actuaciones procesales se efectuarán sin necesidad de
petición de las partes.
4. Celeridad. Que obliga a resolver los procesos evitando dilaciones en su tramitación.
5. No Formalismo. Por el que sólo podrán exigirse aquellas formalidades estrictamente necesarias para la
consecución de los fines del proceso.
6. Concentración. En el proceso constitucional debe reunirse la mayor actividad procesal en el menor
número de actos posibles.
7. Motivación. Que obliga a fundamentar y argumentar un fallo de forma jurídicamente razonable.
8. Comprensión Efectiva. Por el cual en toda resolución, los fundamentos de hecho y derecho, así como
los razonamientos expuestos deben ser de fácil comprensión para las partes que intervienen en el
proceso y la población en general”.
“mediante el cual se hace recaer en los litigantes, por una parte, la tarea de estimular e iniciar la función
judicial, y por la otra, la de suministrar los materiales de hecho sobre los que tratará la sentencia”
(CASTELLANOS, Trigo Gonzalo, Manual de Derecho Procesal Civil. Tomo I. pág. 35).
Esa arraigada tradición en nuestro sistema judicial, ya fue fracturada por un sistema procesal penal de
orden acusatorio, en el que desde una perspectiva diferente, acorde con la naturaleza del proceso penal,
se adoptó un sistema acusatorio por medio del cual se asimiló un proceso en el que se diferenció los
roles, otorgando al fiscal la función de investigar y acusar, mientras que a los jueces se les dejó la única
tarea de emitir las decisiones jurisdiccionales al influjo de los insumos de las partes; empero,
posibilitando bajo ciertas circunstancias actuaciones de oficio en la búsqueda de la verdad material, así
en las normas de los arts. 86, 115, 118, 133, 168, 250, 303, 423 y 434 del Código de Procedimiento Penal
(CPP), se pude identificar acciones de activismo judicial en la defensa de los derechos de las personas,
que infringen el principio de neutralidad judicial, para favorecer la vigencia y defensa de los derechos de
las personas; con mayor razón, el órgano jurisdiccional encargado del resguardo de la Constitución
Política del Estado, de la vigencia y materialización de los derechos fundamentales de la persona humana,
así como de los principios democráticos y de supremacía constitucional, debe actuar bajo el influjo de la
naturaleza expansiva de las normas constitucionales, para que sea materialmente aplicada a cada acto
administrativo, legislativo, electoral o judicial; por lo que no encuentra limitación ante instituciones
procesales decimonónicas, como la prohibición de impulso de oficio.
El principio de impulso de oficio, además del contenido previsto por el legislador: “Por el que las
diferentes actuaciones procesales se efectuarán sin necesidad de petición de las partes” (sic); “se
manifiesta en una serie de potestades que las normas confieren al juez operador, como intérprete de la
norma para conducir y hacer avanzar autónomamente el proceso, sin necesidad de petición de parte y sin
que ello signifique coartar el derecho de los sujetos procesales a dinamizar y ser los propulsores naturales
del proceso” (SCP 0015/2012 de 16 marzo).
En ese orden de ideas, el Profesor peruano Eloy Espinoza - Saldaña Barrera, también analizando el
Código Procesal Constitucional Peruano y en el mismo libro de homenaje al Profesor García Belaunde,
expuso el principio de adecuación de las formalidades al logro de los fines de los procesos
constitucionales, que también lo identifica como principio de elasticidad, y lo describe de la siguiente
manera:
“Este principio conocido también como el principio de elasticidad, como tino Grandi afirma: ‘consiste en
la adecuación de los formalismos procesales a las exigencias sustanciales y eventuales de las causas’. Es
decir este `principio de elasticidad procesal, deja abierta la posibilidad en caso de un conflicto de la
norma procesal constitucional con una norma constitucional o de derecho sustancial, se adaptará el
procedimiento para el logro de la aplicación y reconocimiento de la noma constitucional, ya que el
proceso constitucional es el medio para alcanzar el fin: la primacía de la Constitución y los derechos
reconocidos.
El proceso constitucional como Derecho formal está al servicio de la Carta Fundamental y los derechos
fundamentales (derecho de fondo o sustancial), y no a la inversa como muchas veces erróneamente se
cree, es decir el Derecho al servicio del proceso, posición absurda de mucho arraigo en los países que se
fundan en sistemas corruptos, ya que se valen de argucias procesales para no reconocer u otorgar
derechos a quienes les corresponde”.
Toda la doctrina acumulada hasta aquí, ilustra que el Tribunal Constitucional Plurinacional, así como la
jurisdicción constitucional conformada por esa institución, más los jueces y tribunales que se constituyen
en tribunales tutelares, tienen facultades de prescindir del impulso de las partes, quedando más bien
obligado a defender, promover y vivificar la Constitución Política del Estado y los derechos
fundamentales de las personas, en cada situación material que conocen; y ante la deficiencia formal o
material en la exposición de los fundamentos del tema concreto, la jurisdicción constitucional debe
procurar por todos los medios a su alcance conocer la verdad material; y a ese efecto, puede solicitar
prueba complementaria, pedir colaboración de los otros Órganos del Estado, así como prescindir de
formalismos no esenciales a los procedimientos, evitando dejar irresueltas las situaciones concretas por
supuesta insuficiencia en el cumplimiento de las reglas de procedimiento o argumentación, las que se
constituyen en instrumentos coadyuvantes a la defensa de los derechos fundamentales de las personas, y
no en requisitos infranqueables por las partes que tornen inviable la resolución de fondo del tema
sometido a análisis por su incumplimiento; así, será suficiente para el juez constitucional la exposición
cabal y completa de los hechos o antecedentes fácticos, para aplicar el irrefutable axioma: “dame los
hechos yo te daré el derecho”; por ello, la presentación de la acción tutelar, es el único impulso procesal
imprescindible para que el Tribunal Constitucional Plurinacional sea impelido a resolver la realidad
concreta denunciada como lesiva de derechos constitucionales, aplicando materialmente la Constitución
Política del Estado.
Lo explicado, no implica que no deban cumplirse los requisitos exigidos para cada acción tutelar, ya que
éstos son necesarios para abrir la competencia de la jurisdicción constitucional, la que no puede ser de
oficio; es decir, que una cosa es activar a la jurisdicción constitucional, para lo que se deben cumplir los
requisitos de activación de cada vía tutelar, pero una vez activada, se activa el principio inquisitivo en
contra de todo acto o norma contraria a la Constitución.
III.2. A modo de acápite, y estando relacionado con el caso que ahora toca a esta Sala analizar, es
necesario explicar que los principios procesales descritos, encuentran aplicación práctica cuando se trata
de cumplir la función jurisdiccional constitucional en acciones tutelares en las que se impugna decisiones
judiciales; a ese efecto, es necesario exponer que el anterior Tribunal Constitucional ha desarrollado una
sólida doctrina constitucional de no interferencia en la función propia de los órganos jurisdiccionales
ordinarios; así, la SC 1358/2003-R de 18 de septiembre, expone que: “el amparo constitucional es una
acción de carácter tutelar, no es un recurso casacional que forme parte de las vías legales ordinarias, lo que
significa que sólo se activa en aquellos casos en los que se supriman o restrinjan los derechos
fundamentales o garantías constitucionales; consecuentemente, no se activa para reparar supuestos actos
que infringen las normas procesales o sustantivas, debido a una incorrecta interpretación o indebida
aplicación de las mismas”.
Ahora bien, la SC 1846/2004-R de 30 de noviembre, ha explicado los métodos que el juzgador ordinario
debe respetar a tiempo de cumplir su función específica, que incumplidos, podrían generar la apertura de
la jurisdicción constitucional, por la ruptura del sistema constitucional imperativo:
Si bien la interpretación de la legalidad ordinaria debe ser labor de la jurisdicción común, corresponde a la
justicia constitucional verificar si en esa labor interpretativa no se han quebrantado los principios
constitucionales informadores del ordenamiento jurídico, entre ellos, los de legalidad, seguridad jurídica,
igualdad, proporcionalidad, jerarquía normativa y debido proceso; principios a los que se hallan vinculados
todos los operadores jurídicos de la nación; dado que compete a la jurisdicción constitucional otorgar la
protección requerida, a través de las acciones de tutela establecidas en los arts. 18 y 19 de la Constitución,
ante violaciones a los derechos y garantías constitucionales, ocasionadas por una interpretación que tenga
su origen en la jurisdicción ordinaria, que vulnere principios y valores constitucionales.
Esto significa que los órganos de la jurisdicción ordinaria deben sujetar su labor interpretativa a las reglas
admitidas por el derecho, con plena vigencia en el derecho positivo, que exige que tal labor se la realice
partiendo de una “interpretación al tenor de la norma (interpretación gramatical), con base en el contexto
(interpretación sistemática), con base en su finalidad (interpretación teleológica) y los estudios
preparatorios de la ley y la historia de formación de la ley (interpretación histórica)” (Cfr. Cincuenta años de
jurisprudencia del Tribunal Constitucional Alemán , pág. 2); reglas o métodos de interpretación que en
algunas legislaciones, han sido incorporados al ordenamiento jurídico positivo (así, art. 3.1 del Código civil
español).
Las reglas de la interpretación aludidas, operan como barreras de contención o controles, destinadas a
precautelar que a través de una interpretación defectuosa o arbitraria, se quebranten los principio
constitucionales aludidos; de modo que debe ser previsible, tanto en relación a los medios empleados
cuanto en relación al resultado alcanzado; pues la interpretación de una norma no puede conducir a la
creación de una norma distinta de la interpretada.
En este orden, conviene precisar que la interpretación sistemática o contextualizada, puede extenderse,
según los casos, al artículo del cual forma parte el párrafo o inciso analizado; al capítulo o título al que
pertenece; al sector del ordenamiento con el que se vincula o pertenece; o al ordenamiento en su conjunto;
y finalmente, de manera inexcusable, con las normas, principios y valores de la Constitución, dado que de
todas las interpretaciones posibles que admita una norma, debe prevalecer siempre aquella que mejor
concuerde con la Constitución.”
“atendiendo a que la jurisdicción constitucional sólo puede analizar la interpretación efectuada por los
jueces y tribunales ordinarios cuando se impugna tal labor como irrazonable, es necesario que el
recurrente, en su recurso, a tiempo de cuestionar la interpretación de la legalidad ordinaria: 1. Explique por
qué la labor interpretativa impugnada resulta insuficientemente motivada, arbitraria, incongruente,
absurda o ilógica o con error evidente, identificando, en su caso, las reglas de interpretación que fueron
omitidas por el órgano judicial o administrativo, y 2. Precise los derechos o garantías constitucionales que
fueron lesionados por el intérprete, estableciendo el nexo de causalidad entre éstos y la interpretación
impugnada; dado que sólo de esta manera la problemática planteada por el recurrente, tendrá relevancia
constitucional.”
En ese orden, si bien es cierto que la jurisdicción constitucional debe respetar el ámbito de atribuciones
propias de la jurisdicción ordinaria, es también correcto que cuando se ha quebrado el sistema
constitucional, sus dogmas y principios o los derechos fundamentales de la persona humana, es deber
del Tribunal Constitucional Plurinacional revisar la interpretación de la legalidad ordinaria efectuada por
el juzgador ordinario, para resguardar la vigencia material de la Norma Fundamental y la materialización
de los derechos constitucionales. Similar doctrina existe para la intervención de las resoluciones
judiciales, cuando se denuncia indebida o errónea valoración o apreciación de la prueba; una explicación
de esta teoría se encuentra en la SCP 1916/2012 de 12 de octubre.
Ahora bien, es necesario esclarecer que estas auto restricciones de la jurisdicción constitucional, deviene
del principio de separación y distribución de funciones, que impiden la injerencia de la jurisdicción
constitucional en la función asignada a la jurisdicción ordinaria; empero, deben comprenderse conforme
a la nueva arquitectura de ésta, por ello deben ser asimiladas también bajo los principios de impulso de
oficio, inquisitivo y no formalismo, por lo que su naturaleza es la de instrumentos útiles para el análisis de
la función cumplida por la jurisdicción ordinaria, son herramientas de fundamentación de las acciones y
recursos al alcance de las partes interesadas en activar la jurisdicción constitucional y de argumentación
de las resoluciones para el Tribunal Constitucional Plurinacional; pero también, son el parámetro válido y
legítimo de verificabilidad de la idoneidad, legitimidad y calidad de las resoluciones judiciales o
administrativas cuasi jurisdiccionales; más, no son requisitos ineludibles que el accionante debe cumplir
bajo sanción de rechazo o denegación de la acción tutelar, ya que ésta una vez activada, genera en la
jurisdicción constitucional el compromiso ineludible de perseguir al evento acusado de inconstitucional,
basado en la información concedida por el accionante, siendo pertinente analizar los hechos conocidos
con todas las herramientas y métodos de análisis al alcance de la Sala del Tribunal Constitucional
Plurinacional que conozca el asunto, sin que ningún instrumento o método quede al margen por la sola
razón de no haber sido mencionado, sutileza que sería una argucia de aquellas que corrompen los
sistemas judiciales obsoletos y decadentes.
Del modo explicado en el párrafo anterior, se entiende que las reglas y subreglas contenidas en la
doctrina de las auto restricciones de la jurisdicción constitucional, respecto al canon de interpretación de
la legalidad ordinaria, así como la valoración integral de la prueba, son instrumentos al servicio de la
persona que crea sus derechos vulnerados, que bien utilizados redundará en una mejor comprensión del
tema por parte de la jurisdicción constitucional y con ello mayores posibilidades de concesión de la
tutela requerida, por ello su buen uso deviene en una ventaja procesal; mientras que para el Tribunal
Constitucional Plurinacional, son herramientas de verificación de la legalidad y constitucionalidad de las
resoluciones judiciales; pero en ningún caso se pueden aplicar para rechazar o denegar la activación de la
jurisdicción constitucional por el sólo hecho de no haber sido nombradas en el memorial de amparo.
III.3. Con esas premisas, es necesario analizar los derechos que el accionante denuncia de vulnerados,
entre ellos el debido proceso consagrado por el art. 115.II de CPE, el cual ha sido entendido por el
anterior Tribunal Constitucional, en la SC 2798/2010-R de 10 de diciembre, reiterando el entendimiento
de la SC 0418/2000-R de 2 de mayo como: “…el derecho de toda persona a un proceso justo y equitativo,
en el que sus derechos se acomoden a lo establecido por disposiciones jurídicas generales aplicables a todos
aquellos que se hallen en una situación similar, comprende el conjunto de requisitos que deben observarse
en las instancias procesales, a fin de que las personas puedan defenderse adecuadamente ante cualquier
tipo de acto emanado del Estado que pueda afectar sus derechos”.
Así, la SC 0486/2010-R de 5 de julio, estableció que: “La naturaleza de aplicación y ejercicio del debido
proceso, es parte inherente a la actividad procesal, tanto judicial como administrativa, pues nuestra Ley
Fundamental instituye al debido proceso como:
1) Derecho fundamental: Para proteger al ciudadano de los posibles abusos de las autoridades, originadas
no sólo en actuaciones u omisiones procesales, sino también en las decisiones que adopten a través de las
distintas resoluciones dictadas para dirimir situaciones jurídicas o administrativas y que afecten derechos
fundamentales, constituyéndose en el instrumento de sujeción de las autoridades a las reglas establecidas
por el ordenamiento jurídico.
2) Garantía jurisdiccional: Asimismo, constituye una garantía al ser un medio de protección de otros
derechos fundamentales que se encuentran contenidos como elementos del debido proceso; como la
motivación de las resoluciones, la defensa, la pertinencia, la congruencia, de recurrir, entre otras, y que se
aplican a toda clase de actuaciones judiciales y administrativas, constituyendo las distintas garantías
jurisdiccionales inherentes al debido proceso, normas rectoras a las cuales deben sujetarse las autoridades
pero también las partes intervinientes en el proceso, en aplicación y resguardo del principio de igualdad”.
De donde se extrae que, el debido proceso se encuentra integrado por varios elementos que lo
configuran; entre ellos, la pertinencia y la congruencia de las resoluciones, así como la motivación y la
valoración de la prueba y la interpretación constitucionalmente válida, conforme al canon de validez
expuesto anteriormente; pues aunque ésta última no se encuentra expresamente señalada en la
jurisprudencia glosada precedentemente, sin embargo, en los instrumentos internacionales, como en la
doctrina constitucional ha sido ampliamente desarrollada, los que pasaremos a contextualizar a
continuación, para obtener una mejor comprensión del análisis del caso concreto.
Dentro de ese marco y en el entendido que en la presente acción, entre otras cosas, se
demanda una equivocada valoración de la prueba, es pertinente dejar claramente establecido que la
valoración de la prueba, al ser presupuesto esencial del debido proceso, hace viable la activación del
control de constitucionalidad a través de la presente acción; como ya ha sido explicado.
Las normas previstas por el art. 180.I de la CPE, entre los principios de la jurisdicción
ordinaria, contemplan el de verdad material, cuyo contenido constitucional implica la superación de la
dependencia de la verdad formal o la que emerge de los procedimientos judiciales, por eso es aquella
verdad que corresponde a la realidad, superando cualquier limitación formal que restrinja o distorsione la
percepción de los hechos, a la persona encargada de juzgar a otro ser humano, o de definir sus derechos
y obligaciones, dando lugar a una decisión injusta que no responda a los principios, valores y valores
éticos consagrados en la Ley Fundamental de nuestro país, a los que, todas las autoridades del Órgano
Judicial y de otras instancias, se encuentran impelidos a dar aplicación, entre ellas, al principio de verdad
material, por sobre la limitada verdad formal.
Obligación que para su cumplimiento requiere, entre otros, de una correcta apreciación de
los medios probatorios aportados durante el proceso, conforme a la realidad de su ocurrencia, con la
finalidad de efectivizar la función de impartir justicia menos formalista y procesalista, para dar lugar a la
justicia material y efectiva; velando por la aplicación y respeto de los derechos fundamentales y de las
garantías constitucionales de las personas.
En relación a ello, el anterior Tribunal Constitucional, estableció que dicha labor le corresponde de
manera exclusiva a la jurisdicción ordinaria, es decir a los jueces, tribunales y autoridades administrativas
a tiempo de emitir sus fallos; sin embargo, de manera excepcional, definió el alcance de la jurisdicción
constitucional para su intromisión, señalando en la SC 0560/2007-R de 3 de julio que: “…la valoración de
las pruebas, constituye una atribución privativa de los jueces y tribunales ordinarios, y que a través del
recurso de hábeas corpus (ahora acción de libertad) no es posible revisar el análisis y los motivos que
llevaron a los tribunales ordinarios a otorgar a los medios de prueba determinado valor; dado que ello
implicaría revisar la valoración de la prueba realizada en la jurisdicción ordinaria, atribución que, conforme
lo sintetizó la SC 0965/2006-R de 2 de octubre, está permitida solamente ‘…cuando en dicha valoración: a)
exista apartamiento de los marcos legales de razonabilidad y equidad previsibles para decidir (SC
0873/2004-R y 0106/2005-R, entre otras), o b) cuando se haya omitido arbitrariamente valorar la prueba y
su lógica consecuencia sea la lesión de derechos fundamentales y garantías constitucionales (SC
0129/2004-R, de 28 de enero)’”. En el mismo sentido, las SSCC 0884/2007-R y 0262/2010-R.
No obstante las excepciones anotadas en la SC 0560/2007-R glosada precedentemente, cabe añadir que
en la SC 0115/2007-R de 7 de marzo, se consideró otra excepción a las subreglas jurisprudenciales,
señalando que: “además de la omisión en la consideración de la prueba, (…) es causal de excepción de la
subregla de no valoración de la prueba, otra excepción se da cuando la autoridad judicial basa su decisión
en una prueba inexistente o que refleja un hecho diferente al utilizado como argumento”.
En resumen, por regla general, la jurisdicción constitucional está impedida de ingresar a
valorar la prueba, por ser una atribución conferida privativa y exclusivamente a las autoridades
jurisdiccionales o administrativas; empero, tiene la obligación de verificar si en dicha labor: 1) Las
autoridades no se apartaron de los marcos legales de razonabilidad y equidad; 2) No omitieron de
manera arbitraria la consideración de ellas, ya sea parcial o totalmente; y, 3) Basaron su decisión en una
prueba inexistente o que refleje un hecho diferente al utilizado como argumento. Claro está que además
de ello, en cualquier caso, se debe demostrar la lógica consecuencia de que su incumplimiento ocasionó
lesión de derechos fundamentales y/o garantías constitucionales al afectado; lo que se traduce en
relevancia constitucional. Supuestos que constituyen excepciones a la regla aludida, dado que se admite
injerencia de la jurisdicción constitucional, únicamente cuando se evidencian dichas vulneraciones;
empero, dicha competencia se reduce únicamente a establecer la ausencia de razonabilidad y equidad en
la labor valorativa, o bien, si existió una actitud omisiva en esta tarea, ya sea parcial o total; o finalmente,
si se le dio un valor diferente al medio probatorio, al que posee en realidad, distorsionando la realidad y
faltando al principio de rango constitucional, como es la verdad material, pero en ningún caso podrá
pretender sustituir a la jurisdicción ordinaria, examinando directamente la misma o volviendo a valorarla,
usurpando una función que no le está conferida ni legal ni constitucionalmente.
Ahora bien, esta jurisdicción constitucional ha sido constante en exponer que para que el Tribunal
Constitucional Plurinacional pueda ingresar al análisis de la valoración de la prueba, la ya citada SC
0965/2006-R, estableció que la parte procesal que se considere agraviada con los resultados de la
apreciación efectuada dentro de un proceso judicial o administrativo, debe invocar la lesión a sus
derechos fundamentales y expresar: “Por una parte, qué pruebas (señalando concretamente) fueron
valoradas apartándose de los marcos legales de razonabilidad y equidad previsibles para decidir; o, cuáles
no fueron recibidas, o habiéndolo sido, no fueron producidas o compulsadas (…).
Asimismo, es imprescindible también, que el recurrente señale en qué medida, en lo conducente, dicha
valoración cuestionada de irrazonable de inequitativa o que no llegó a practicarse, no obstante haber sido
oportunamente solicitada, tiene incidencia en la Resolución final; por cuanto, no toda irregularidad u
omisión procesal en materia de prueba (referida a su admisión, a su práctica, a su valoración, etc.) causa
por sí misma indefensión material constitucionalmente relevante, correspondiendo a la parte recurrente,
demostrar la incidencia en la Resolución final a dictarse, es decir, que la Resolución final del proceso
hubiera podido ser distinta de haberse practicado la prueba omitida, o si se hubiese practicado
correctamente la admitida, o si se hubiera valorado razonablemente la compulsada…".
No obstante lo anotado, es ineludible exponer que las reglas precedentes, que impone
como carga procesal obligatoria a la parte accionante explicar de modo sistemático y metódico la
irrazonabilidad, inequidad, omisión arbitraria, o valoración equivocada de la prueba, como ha sido
explicado en la presente Sentencia Constitucional Plurinacional, constituyen instrumentos
argumentativos, no causales de denegatoria de la acción de amparo constitucional, por lo que este
Tribunal Constitucional Plurinacional ingresará al estudio del caso concreto, para analizar en base a todas
las reglas y sub reglas descritas, la legalidad y legitimidad de la resolución cuestionada.
III.4. Antes de ingresar al análisis de lo demandado, conviene declarar de modo concreto, que la
presente acción de amparo constitucional ha sido presentada dentro del plazo de seis meses previsto por
el art. 129.II de la CPE, ya que el mandante de los accionantes ha sido notificado con el Auto Supremo
81/2012 el 13 de abril de 2012 (fs. 205), por lo que tenía hasta el 13 de octubre de ese año; empero,
conforme a los argumentos de ambas partes, presentó el 11 del indicado mes y año octubre una primera
acción de amparo constitucional, rechazada por Resolución de 12 del mismo mes y año, lo que
suspendió el plazo de caducidad de la acción a falta de dos días para su vencimiento; de forma posterior,
la resolución de rechazo le fue notificada el 15 de octubre del referido mes y año y el 17 del mencionado
mes y año, fue interpuesta la presente acción; es decir, dentro del plazo de los dos días que quedaban
para la activación de la jurisdicción constitucional; con lo que queda desmentida la presentación de esta
acción fuera del plazo previsto por la norma constitucional.
Ahora, corresponde aplicar las proposiciones expuestas al presente asunto; para ello, conviene analizar el
recurso de casación que dio lugar a la acción de amparo que se dilucida.
A ese efecto, se tiene que mediante memorial de recurso de casación, presentado el 22 de noviembre de
2011, los ahora terceros interesados Víctor Vallejos Rivas y Rosenda Villarroel de Vallejos, impugnaron el
Auto de Vista REG/S.CII/ZGC/ASEN.391, que había resuelto el recurso de apelación, que ellos mismos
interpusieron contra la Sentencia de 22 de noviembre de 2001, emitida en la demanda iniciada por el
mandante de la accionante contra sus personas por mejor derecho propietario de un lote de terreno
transferido por Carlos Emilio Noriega Ugarte, Roberto Ewel Rengel, y sus cónyuges Wilma Palenque de
Noriega y Lila Palenque de Ewel, el 27 de noviembre de 1990, registrado en DD.RR. el 10 de octubre de
1996.
La citada demanda, tuvo como argumento principal el derecho propietario exigido por Remo Dick Pérez
Barrientos (accionante) de los terrenos ubicados en la zona de la Taquiña de la ciudad de Cochabamba,
signados como lotes 10 de 374.63 m2 y 11 de 344.58 m2, juntos 719.21m2, adquiridos de sus anteriores
propietarios René Saravia Etesna, Cecilio Meneses Vargas y Ángel Gonzales Saravia; quienes a su vez los
adquirieron por dotación, según título ejecutoria 52837, con una superficie de 3.6735has; inscrito en
DDRR el 5 de noviembre de 1994; y que resulta siendo el mismo lote de terreno reivindicado por Víctor
Vallejos Rivas y Rosenda Villarroel de Vallejos.
Ahora bien, tal como ha sido expuesto por el accionante de esta acción tutelar, así como los
demandados y el tercero interesado, el juicio de casación civil tiene ciertas cualidades y características,
mismas que fueron expuestas en la jurisprudencia constitucional; así, la SC 1468/2004-R de 14 de
septiembre, estableció lo siguiente:
“Según la doctrina del Derecho Procesal, la casación es un recurso extraordinario y excepcional que
tiene una doble función, de un lado, la de unificar la jurisprudencia nacional; y, del otro, la de proveer la
realización del derecho objetivo, función que en la doctrina se ha denominado nomofiláctica o de
protección de la ley. Dada su naturaleza jurídica, así como sus raíces históricas, la casación no es una
instancia adicional del proceso, sino un recurso extraordinario que tiene por objeto el enjuiciamiento de la
sentencia, y no del caso concreto que le dio origen; de ahí que, tanto la doctrina cuanto la legislación, le
reconocen un carácter excepcional a este recurso, toda vez que, en primer lugar, no procede contra toda
sentencia sino sólo contra aquellas que el legislador expresamente señala en la Ley; y, en segundo lugar,
porque su fin principal es la unificación de la jurisprudencia nacional y no propiamente la composición del
litigio, es decir, la dilucidación de los hechos objeto del litigio, sino que el Tribunal de casación ponga
correctivos a la diversidad de las interpretaciones del derecho realizadas por los distintos jueces o tribunales
de instancia, así como a las transgresiones en que éstos puedan incurrir contra la legislación.
De los criterios doctrinales referidos, se infiere que la finalidad sustancial del recurso de casación es que las
normas jurídicas del país sean interpretadas de manera uniforme por el Tribunal de casación en los casos
particulares, creando así la jurisprudencia que se constituya en la fuente del derecho, para satisfacer el
anhelo de goce material del principio de igualdad y el derecho a la seguridad jurídica.”
En ese sentido, la SCP 1916/2012 de 12 de octubre, ha reiterado la comprensión del recurso de casación,
exponiendo además, su naturaleza jurídica de una nueva demanda de puro derecho:
“La casación es un recurso extraordinario, porque su interposición no cabe, sino contra determinadas
resoluciones y por motivos preestablecidos por la ley; no constituye una tercera instancia ni una segunda
apelación, sino que se la considera como una demanda nueva de puro derecho y sujeta al cumplimiento de
requisitos esenciales específicamente determinados por ley. Se encuentra prevista por los arts. 250 y ss. del
CPC, donde dispone que se la concederá para invalidar una sentencia o auto definitivo en aquellos casos
señalados expresamente en la norma; pudiendo ser en el fondo y en la forma; ambas que pueden ser
interpuestas al mismo tiempo.
Con relación a las formas que puede revestir el recurso de casación, Gonzalo Castellanos Trigo en su libro
Análisis Doctrinal y Jurisprudencial del Código de Procedimiento Civil Boliviano, Tomo III, pág. 36, indicó
que: “El recurso de casación en el fondo está instituido para proteger dos finalidades esenciales: la defensa
del Derecho objetivo y la unificación de la jurisprudencia.
La primera finalidad, es la correcta aplicación de la ley en los fallos judiciales de todo el país; con ello se
busca el imperio de la seguridad jurídica y la igualdad de los ciudadanos ante la ley y la defensa de la
supremacía del Órgano legislativo.
La segunda finalidad es unificar la jurisprudencia, con el objeto de lograr una interpretación común de la
norma jurídica, en todo el territorio de la República; para ello se requiere un único órgano nacional de
casación”.
En síntesis, este recurso se instituyó, de un lado, con el objetivo de controlar las infracciones que los fallos
pudieran cometer en la aplicación del derecho, y de otro, para lograr uniformidad en la interpretación
judicial, de modo tal, que su activación puede fundarse en la existencia de una infracción o errónea
aplicación de la norma de derecho, sea en el fondo o en la forma; y por ende, al tribunal de casación, como
de puro derecho, sólo le corresponde considerar si hubo o no violación, interpretación errónea o aplicación
indebida de la ley por los jueces, en la resolución de fondo.
En virtud a lo mencionado, no basta con que se trate de una simple infracción de la ley, sino que debe ser
de tal magnitud, que altere la parte resolutiva; por lo tanto, si una resolución contiene falsas
interpretaciones de la ley en sus considerandos, pero en lo dispositivo está ajustada a derecho, no procede
la casación en el fondo, porque, como se señaló, la infracción de la ley debe ser de tal naturaleza que haga
fallar de manera diferente el caso”.
Ahora bien, en el presente caso se denuncia la errónea interpretación de las normas del art. 1545 del CC
por parte de los accionados a tiempo de resolver el recurso de casación interpuesto por quienes son
terceros interesados en esta acción de amparo constitucional, para favorecerlos y perjudicar a su
mandante; a ese efecto, se tiene que las referidas normas disponen lo siguiente:
“Art. 1545.- (Preferencia entre adquirentes de un mismo inmueble). Si por actos distintos ha transmitido
el propietario los mismos bienes inmuebles a diferentes personas, la propiedad pertenece al adquirente
que haya inscrito primero su título”.
Pues bien, conforme a la interpretación efectuada por los demandados en el Auto Supremo 081/2012, las
referidas normas implican lo siguiente:
“En ese orden, sólo procede la acción de ‘mejor derecho de propiedad’, cuando hay más de un
propietario o persona que alegue dominio sobre un mismo bien, en cuyo caso se dice que hay disputa y
conflicto del derecho de propiedad. Mejor derecho que exige a quien invoca la demostración de haber
comprado el inmueble de un mismo dueño o el antecedente dominial primigenio demuestre que se trató
de un vendedor común y que el peticionante hubiera registrado primero su derecho propietario en las
oficinas de Derechos Reales, para ser oponible a terceros. Presupuestos que no concurren en el presente
caso, puesto que tanto el demandante como los demandados cuentan con vendedores distintos y de
diferentes circunstancias” (sic).
La interpretación precedente del art. 1545 del CC, ha sido denunciada de equivocada, puesto que los
accionantes sostienen que uno de los argumentos de respuesta al memorial de casación, fue que la
jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia, extendió el alcance del referido art. 1545 aún a los casos
en los que el vendedor era diferente, así menciona el Auto Supremo 213/2002; no obstante, revisada la
resolución aludida, se verifica que no hace una interpretación extensiva del precepto analizado, por lo
que la denuncia de los accionantes no tiene asidero en este Auto Supremo.
No obstante lo anotado, la accionante también expone que el art. 1545 del CC tiene un alcance distinto
al expresado por los demandados, quienes limitaron su análisis a una interpretación restrictiva; criterio
que es evidente y con el que coincidieron los mismos accionados en posteriores resoluciones, a las que
referiremos a continuación. Antes, conviene recordar que como la SC 1846/2004-R referida en el
Fundamento Jurídico III.2. de esta Sentencia Constitucional Plurinacional ha expuesto, la interpretación de
la legalidad ordinaria, para ser constitucionalmente válida y respetar los principios de legalidad y de
seguridad jurídica; y, por ello el debido proceso, debe merecer un examen integral basado en cuatro
métodos; gramatical, sistemática, teleológica e histórica.
En ese orden de ideas, en el caso presente, los demandados expusieron una interpretación gramatical, a
partir de la que concluyeron que los preceptos del art. 1545 del CC no eran aplicables al caso concreto,
concluyendo por ello que la solución al conflicto presentado, debía ser encontrada en los antecedentes
dominiales; es decir, en la fecha de inscripción en el registro de DD.RR., de los actos de adquisición de
esos terrenos por parte de los vendedores a las partes en conflicto, lo que en la práctica fue una
interpretación del artículo precedentemente señalado, ya que se extendió su alcance de otorgar primacía
a quien inscribió primero su título propietario, pero aplicando la misma a los vendedores de las partes en
conflicto, lo que ciertamente no correspondió a ninguno de los métodos interpretativos de validación
constitucional de la hermenéutica judicial, puesto que no corresponde al método gramatical; así como
tampoco al teleológico o finalista, ya que el objetivo de la norma es resolver los conflictos entre
compradores del mismo bien, no entre quienes vendieron cada uno por su lado una propiedad, mientras
que en los estudios preparatorios de la norma tampoco se puede identificar el extremo planteado por los
accionados; y finalmente, la interpretación sistemática, aproxima a la norma al capítulo Tercero referido al
registro de DD.RR., concretamente a la Sección Tercera, referida a las formalidades en los títulos a ser
registrados, lo que tampoco respalda la interpretación efectuada por las autoridades demandadas.
Por el contrario, dado que ha quedado demostrada la necesidad de interpretar el art. 1545 del CC para
resolver el caso encargado a los accionados y que originó la presente acción, aplicando los métodos de
validación constitucional de la interpretación de la ley, se tiene que si bien gramaticalmente el referido
precepto dirige su ámbito de acción a un conflicto suscitado entre dos compradores de un mismo
vendedor, sistemática y teleológicamente, se arriba a la conclusión de que el objetivo de la norma del art.
1545 del CC, es proteger el derecho propietario de aquel que registró primero su prerrogativa en DD.RR.,
puesto que el mismo nomen juris de la norma dispone que su utilidad es para determinar la: “Preferencia
entre adquirentes de un mismo inmueble”; y por ello culmina con una prescripción irrefutable: “…la
propiedad pertenece al adquirente que haya inscrito primero su título”; en ese mismo interés, se tiene
que la norma analizada se ubica entre aquellas formalidades de publicidad de los títulos propietarios de
bienes inmuebles, siendo un precepto concreto referido a la consecuencia de la formalidad de la
inscripción en DDRR, cual es la de proveer una forma de resolución de conflictos, en casos de doble
inscripción, como es el asunto que dio origen a la presente acción de amparo constitucional.
La interpretación constitucionalmente válida aquí expresada, también ha sido efectuada por las
autoridades de la Sala Civil del Tribunal Supremo, quienes en el Auto Supremo 232/2012, expusieron lo
siguiente:
“Por otro lado, el artículo 1545 del Código Civil, dispone que: ‘si por actos distintos ha transmitido el
propietario los mismos bienes inmuebles a diferentes personas, la propiedad pertenece al adquiriente
que haya inscrito primero su título’. Esa norma establece la preferencia entre adquirientes de un mismo
inmueble.
Concordante con esta norma legal, el artículo 1538 del Código Civil, señala que ningún derecho real
sobre inmuebles, surte efecto contra terceros sino desde el momento en que se hace público, publicidad
que se adquiere mediante la inscripción del título en el Registro de Derechos Reales.
Normas legales que traducen el principio de prioridad en el tiempo, que define el derecho de propiedad
a favor de quien primero lo inscribe; y el de oponibilidad, que permite al titular del dominio hacer
oponible su derecho contra terceros, erga omnes.
Que, como se preciso anteriormente, frente a una demanda de mejor derecho propietario, es necesario,
en principio acreditar que el derecho propietario del actor como del demandado emergen de un mismo
vendedor o lo que es lo mismo tienen un mismo origen, conforme establece el artículo 1545 del Código
Civil. Pero, la interpretación de esa disposición no se limita a un sentido restringido, es decir a
establecer que el causante del actor y del demandado sea la misma persona, por el contrario, en
sentido amplio, dicha determinación orienta a establecer el origen del derecho propietario, vale
decir establecer si los derechos contrastados tienen un mismo origen.
Consiguientemente a lo mencionado hay que añadir otro requisito necesario para declarar el mejor
derecho propietario es que ambos títulos que se analizan pertenezcan a una misma propiedad, y que no
sean de distintas propiedades.”(las negrillas son nuestras).
Conforme a la interpretación efectuada por la Sala Civil del Tribunal Supremo de Justicia, el art. 1545 del
CC no debe ser comprendido de forma restringida, sino mas bien de manera amplia respecto a su radio
de acción, tomando en cuenta no sólo la identidad del vendedor, sino y sobre todo el origen del derecho
propietario, aclarando que con ello se refieren a determinar con precisión que se trate del mismo
inmueble; doctrina que reiteraron en el Auto Supremo 516/2012 de 14 de diciembre:
“Los recurrentes también acusan de haber incurrido en aplicación errónea del art. 1545 del Código Civil,
indicando que les asiste el mejor derecho de propiedad sobre el inmueble en litigio, norma legal que
establece la preferencia de registro entre adquirentes de un mismo inmueble, es decir para que se dé tal
preferencia en el registro, la indicada norma legal exige que dos o más personas adquieran por actos
diferentes un mismo inmueble y procedan a registrar su derecho en Derechos Reales…”.
Ahora bien, en el caso que originó la presente acción de amparo constitucional, los demandados no
hicieron la interpretación del art. 1545 del CC, que fue aplicado en el Auto Supremo 232/2012 y que
analizado cumple con los presupuestos de validez de la interpretación ordinaria o canon de
interpretación constitucionalmente aceptable; lo que sin duda fue una vulneración del debido proceso
consagrado por el art. 115.II de la CPE, en su comprensión básica como derecho fundamental de todo
aquel que es sometido a un proceso, que implica que toda persona debe ser procesada de forma tal que
sus derechos se acomoden a lo establecido por disposiciones jurídicas generales aplicables a todos
aquellos que se hallen en una situación similar; y que además exige la aplicación objetiva de la
Constitución y las leyes, en aplicación del principio de seguridad jurídica, que es un elemento esencial del
debido proceso, ya que ha sido asimilado por el art. 178.I de la CPE como un principio de éste derecho
fundamental.
La indebida interpretación del art. 1545 del CC por parte de las autoridades demandadas, genera en esta
Sala la convicción de que corresponde conceder la tutela solicitada, para redimir los derechos
fundamentales lesionados al representado de los accionantes.
III.6. Adicionalmente, el debido proceso también ha sido lesionado en el caso presente por una indebida
valoración de la prueba presentada por las partes, ya que de forma absolutamente contradictoria con el
contenido de la Sentencia Agraria “S2ª 01/2001”, emitida en el proceso agrario interpuesto por Roberto
Enrique Ewel Renjel contra René Saravia Etesna, Cecilio Meneses Vargas, Elías Chumacero López y Angel
Gonzáles Saravia, en el que se determinó la nulidad absoluta de los Títulos Ejecutoriales PT 0072908, PT
0072909, PT 0072910 y PT 0072911 de 9 de abril de 1992, emitidos en favor de los demandados en ese
proceso agrario, disponiéndose además la cancelación de la inscripción en el registro de DD.RR de la
inscripción de esos títulos, conforme al art. 50-II) de la Ley 1715.
“A efectos de nulidad de las ventas o transferencias efectuadas por los demandados, acúdase a la vía
legal correspondiente, por no ser competencia de este Tribunal”.
No obstante que la Sentencia Agraria “S2ª 01/2001” define de modo inconfundible cuál sería la situación
jurídica del representado en ésta acción, el Auto Supremo 081/2012 cuestionado, expresa que dicha
sentencia: “…al haber anulado el derecho propietario de su causante, incide directamente en el derecho
propietario de Remo Dick Pérez Barrientos, en cuanto hace al reconocimiento de mejor derecho
propietario, toda vez que para esa determinación es imprescindible analizar y considerar los
antecedentes que hacen a los derechos que están en contienda y que deben ser contrapuestos”.
En ese orden de ideas, existe una evidente contradicción entre la prueba y lo afirmado por el Tribunal
Supremo en el Auto Supremo 081/2012, por ello una flagrante lesión al debido proceso, puesto que
entre sus componentes también se identifica la prerrogativa a una debida compulsa de la prueba y al
principio de verdad material, el cual exige respeto por la realidad fáctica; en ese sentido, es deber de este
Tribunal declarar nulos los actos jurisdiccionales basados en una prueba que refleja un hecho distinto al
expuesto por la autoridad demandada, lo que es consonante con lo determinado en la SC 0115/2007-R
ya analizada.
Finalmente, queda por exponer que la errónea interpretación de la legalidad ordinaria efectuada por los
demandados, así como la defectuosa valoración de la prueba, tienen suficiente relevancia constitucional
conforme a la SC 0995/2004-R de 29 de junio, que determinó lo siguiente:
Ahora bien, en el caso presente, ya ha sido expuesto que ha existido una lesión evidente al debido
proceso consagrado en el art. 115.II de la CPE; lo que ha significado para el mandante de la accionante
indefensión material, toda vez que el Auto Supremo 81/2012 corta toda posibilidad de proceso ulterior al
ser el acto final del proceso, y por ello ya no podrá el perjudicado hacer valer sus pretensiones en ningún
otro procedimiento; y finalmente, existe relevancia constitucional propiamente dicha, porque con los
razonamientos expresados en la presente Sentencia aplicados por las autoridades demandadas, es
posible que se arribe a una decisión diferente que aquella a la que se arribó en el Auto Supremo
señalado.
Adicionalmente y para culminar, con referencia al derecho a la propiedad privada consagrado por
las normas del art. 56 de la CPE, de modo enunciativo y no limitativo ha sido comprendido por la SC
0327/2007-R de 26 de abril como:“(...) la potestad, capacidad o facultad que tiene toda persona para
poseer usar y gozar de un bien, sea de carácter material, intelectual, cultural o científico. (…)”.
En ese orden de ideas, al declarar mediante el Auto Supremo 81/2012 como improbada la demanda del
representado de los accionantes, se ha desconocido su registro primigenio en DD.RR. del bien inmueble
objeto de esa demanda, para, en base a un error judicial, desconocer su derecho propietario, lo que le
priva de la potestad de poseer, usar, gozar y disfrutar del bien objeto de la demanda, afectando
dramáticamente el derecho a la propiedad privada del poderdante, por lo que debe otorgarse la tutela
constitucional requerida, conforme a los argumentos suficientemente expuestos en la presente Sentencia
Constitucional Plurinacional.
Por lo precedentemente señalado, el Tribunal de garantías al haber concedido la tutela, ha efectuado
una adecuada compulsa de los antecedentes procesales y ha aplicado debidamente los alcances de esta
acción tutelar.
POR TANTO
MAGISTRADA
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