Taller Sociales Daniel
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INFORMACION GENERAL
NOMBRE DEL ESTUDIANTE: GRADO: SEXTO
DOCENTE: ALIRIO ANTONIO SANCHEZ O. AREA: Ciencias Sociales en articulación con Ética y Valores
TEMA
PROCESO: TERCERA GUIA DEL SEGUNDO SEMESTRE - GRECIA Y ROMA
- CREAR Y TRANSFORMAR EL ENTORNO.
FECHAS: RECIBIDO: ENTREGA:
PROPUESTA DE APRENDIZAJE: Caractericemos las culturas griegas y romanas por sus legados culturales
a partir del contexto interdisciplinario.
PROPOSITOS DE APRENDIZAJE CIENCIAS SOCIALES: Caracterizar el imperio romano como la base para
RELACIONADOS nuestro derecho constitucional
La cultura de la Antigua Grecia, también conocida como la Grecia Antigua o la Grecia Clásica, es la llamada cuna de la
Civilización Occidental: fue una de las culturas de mayor influencia e importancia en la antigüedad mediterránea. Su centro
se hallaba en la antigua ciudad-Estado de Atenas.
Gran parte de esta cultura sobrevive hoy en día. De hecho, ha influido fuertemente numerosos aspectos de la cultura
occidental: el imaginario, la política, la lengua, las artes, la filosofía, las ciencias y los sistemas educativos.
Su importancia actual se debe no sólo a la riqueza de pensamiento y a la naturaleza expansionista de los griegos, sino
también a su posterior conquista y asimilación por el Imperio Romano en el siglo II a. C.
Esta cultura estuvo prácticamente prohibida y silenciada durante los 1500 años de medioevo cristiano, tildada de pagana.
Sin embargo, mucho de ella sobrevivió en el Imperio Bizantino (o Imperio Romano de Oriente), hasta su caída frente a los
Otomanos. De hecho, su reaparición en Occidente ocurrió durante el Renacimiento europeo de los siglos XV y XVI.
Antes del inicio de la cultura griega, existía la civilización micénica surgida al sur de los Balcanes al término de la Edad de
Bronce (siglo XVI a. C.). Esta importante civilización cayó alrededor del siglo XII a. C., dando paso a las Edades Oscuras que
antecedieron a la Invasión dórica.
La llamada Grecia Helénica comenzó en el siglo VIII a. C., como consecuencia de esa invasión, siendo heredera en gran
medida del imaginario, religión e idioma micénicos. El evento que marca su inicio formal es la celebración de los
primeros Juegos Olímpicos en el año 776 a. C.
Época arcaica (750-500 a. C.). Caracterizada por sus esculturas dotadas de la “sonrisa arcaica” típica, se extiende
desde el fin de la Edad Oscura hasta la derrota del último tirano de Atenas: Hipeas, hijo de Pisístrato, y la
instauración de la democracia ateniense en el año 510 a. C.
Período clásico (500-323 a. C.). En el que la cultura griega florece y alcanza sus formas ideales, con la construcción
de sus grandes templos, la redacción de sus grandes obras literarias, etc.
Período helenístico (323-146 a. C.). En el que la cultura griega se expande por el Mediterráneo, África y Asia, de la
mano de Alejandro Magno (356-323 a. C.). Culmina con la derrota de Grecia frente a las tropas romanas, debilitada
como estaba por sus conflictos intestinos.
Grecia romana (146 a. C.-330 d. C.). En que Grecia fue parte de los dominios del Imperio Romano, hasta que fue
refundada la ciudad de Bizancio, capital de la provincia griega de Tracia, como capital del Imperio Romano por parte
del emperador Constantino I y bautizada como Nueva Roma o Constantinopla.
Antigüedad Tardía (330-529 d. C.). En la que la riqueza de la cultura griega es silenciada por el edicto de 529 del
emperador Justiniano I, donde se prohibía cualquier religión distinta al cristianismo y se cerraba la Academia de
Atenas, fundada por Platón en el año 387 a. C.
La historia griega propiamente dicha concluye con la invasión romana de 146 a. C., luego de la Batalla de Corinto.
Ubicación de la cultura griega
La cultura de la Antigua Grecia surgió al sur de los Balcanes, en el este Mediterráneo. En sus momentos de mayor apogeo se
arraigó en toda la península griega, entre el mar Jónico y el mar Egeo, expandiéndose hacia el norte y hacia las costas de la
actual Macedonia y Bulgaria, así como las costas opuestas de la actual Turquía, y el sur y este de Italia.
La civilización griega fundó también poblaciones a lo largo de la costa mediterránea europea, en territorio actual de España
y Francia, así como en la costa del actual Egipto.
Durante el período helenístico, bajo el liderazgo del conquistador Alejandro Magno, Grecia (en realidad llamada el Imperio
Macedonio) se anexionó los territorios de las actuales Turquía, Egipto, parte de Libia, Siria, Jordania, Palestina, Israel,
Armenia y la antigua Mesopotamia.
En el momento de mayor expansión del imperio, cubrió el antiguo Imperio Persa en los territorios actuales de Irak, Irán,
Kuwait, Afganistán, Pakistán y parte de Uzbekistán y Turkmenistán.
Fuente: https://concepto.de/cultura-griega/#ixzz6a987kfa8
Con base en la lectura anterior, establezca la relación existente entre la columna A con la columna B
COLUMNA A COLUMNA B
2. Grecia Helénica B. Los territorios de Irak, Irán, Kuwait, Afganistán, Pakistán, etc
9. Historia griega I. Inicia con los juegos olímpicos en el año 776 a.C.
Roma fue fundada, según la tradición, por Rómulo y Remo, ambos amamantados por una loba, llamada Capitalina, el 21 de
abril de 753 a. C.
Sin embargo, el consenso general es, hoy en día, que Roma fue fundada por Tarquino Prisco, y que la ciudad no puede haber
existido antes del 600 a. C. Los datos arqueológicos arrojados por la investigación moderna nos hablan de una fundación antes
del 625 e incluso del 575 a. C. Este desfase cronológico coincide con la época en que Roma habría sido gobernada por reyes
legendarios tales como Rómulo, Numa Pompilio, y Anco Marció, por lo que es muy probable (en el caso de Rómulo no hay
duda) que estos reyes no hayan existido y que sean producto de la tradición historiográfica.
Expulsado de la ciudad el último rey etrusco e instaurada una república oligárquica en el 509 a. C, Roma inicia un periodo que
se distingue por las luchas internas entre patricios y plebeyos y continuas guerras contra los otros pueblos de la antigua
Italia: etruscos, latinos, volscos y ecuos. Convertida en la población más poderosa del Lacio, Roma lleva a cabo varias guerras
(contra los galos, los oscos y la colonia griega de Tarento, aliados de Pirro, rey de Epiro) que le permitieron la conquista de
la península itálica, desde la zona central hasta la Magna Grecia.
El siglo III y el II a. C. estuvieron caracterizados por la conquista romana del Mediterráneo y del Oriente, debida a las
tres guerras púnicas (264-146 a. C.) en las que se combatió contra la ciudad de Cartago y a las tres guerras macedónicas (212-
168 a. C.) contra el Reino de Macedonia. Fueron instituidas las primeras provincias
romanas: Sicilia, Cerdeña, Hispania, Macedonia, Grecia (Acaia), África.
En la segunda mitad del siglo II y del I a. C. se registraron numerosas revueltas, conspiraciones, guerras civiles y dictaduras:
son los siglos en los que aparecen en el panorama político y social figuras como Tiberio y Cayo Graco, así como Yugurta, Cayo
Mario, Lucio Cornelio Sila, Marco Emilio Lépido, Espartaco, Gneo Pompeyo, Marco Licinio Craso, Lucio Sergio Catalina, Marco
Tulio Cicerón, Julio César y Augusto, quien, después de haber sido miembro del segundo triunvirato junto con Marco
Antonio y Lépido, en 27 a. C se convierte en prínceps civitatis y le fue conferido el título de Augusto o emperador.
Instituido de facto el Imperio, que alcanzará su máxima expansión en el siglo II, bajo el mandato del emperador Trajano, Roma
se confirmó como capot mundi, es decir, la capital del mundo, expresión que se le había atribuido ya en el período
republicano. El territorio del imperio, en efecto, se extendía desde el océano Atlántico hasta el golfo Pérsico,40 y desde la
parte centro-septentrional de la Britania (actual Gran Bretaña) hasta Egipto.
Los primeros siglos del Imperio, en los cuales gobernaron, además de Octavio Augusto, los emperadores de las dinastías Julio-
Claudia, Flavia (a los que se debe la construcción del Coliseo, realmente llamado anfiteatro Flavio) y los Antoninos,
estuvieron caracterizados también por la difusión de la religión cristiana, predicada en Judea por Jesucristo en la primera
mitad del siglo I (bajo el mandato de Tiberio) y divulgada por sus apóstoles en gran parte del imperio.
En el siglo III, al acabarse la dinastía de los Severos, comenzó la crisis del principado, a la cual seguiría un período de anarquía
militar.
Cuando asciende al poder Diocleciano (284), la situación de Roma era grave: los bárbaros asediaban las fronteras desde
décadas atrás, las provincias estaban gobernadas por hombres corruptos, zonas enteras de las capitales habían sido
destruidas. Para gestionar mejor el imperio, Diocleciano lo divide en dos partes: él se convierte en Augusto o emperador de
la parte oriental (con residencia en Nicomedia) y nombra a Maximiano Augusto o emperador de la parte occidental,
desplazando la residencia imperial a Mediolanum. El imperio se divide aún más con la creación de tetrarquía: los
dos Augustos, de hecho, deberán nombrar dos Césares, a quienes confiaban la parte del territorio y que se convertirían,
posteriormente, en los nuevos emperadores.
Un logro decisivo tiene lugar con Constantino, que, luego de numerosas luchas internas, centralizó nuevamente el poder y,
con el edicto de Milán del año 313, permitiría la libertad de culto a los cristianos, empeñándose él mismo por darle fortaleza
a la nueva religión. Hace que se construyan diversas basílicas, asignó el poder civil sobre Roma al papa Silvestre I y fundó en
la parte oriental del Imperio la nueva capital, Constantinopla, la actual Estambul.
El cristianismo se convierte en la religión oficial del Imperio gracias a un edicto emanado en el año 380 por Teodosio, que fue
el último emperador del imperio unificado: luego de su muerte, de hecho, sus hijos, Arcadio y Honorio, se dividieron el
imperio. La capital del imperio romano de Occidente pasa a ser en el año 395 Milán y, poco después en el año 402 Rávena
más fácil de defender ante el acoso visigodo.
Roma, que no jugaba ya un papel central en la administración del Imperio, fue saqueada por los visigodos comandados
por Alarico (410). Reconstruida y adornada profusamente con edificios sagrados construidos por los papas (con la
colaboración de los emperadores), la ciudad sufrió un nuevo saqueo en el año 455, por parte de Genserico, rey de
los vándalos. La reconstrucción de Roma fue dirigida por los papas León Magno (defensor Urbis por haber convencido a Atila,
en el año 452, de no atacar Roma) y por su sucesor Hilario, pero en el año 472 la ciudad fue saqueada por tercera vez (por
obra de Ricimero y Anicio Olibrio).
La deposición de Rómulo Augústulo el 4 de septiembre de 476 significó el final del Imperio romano de Occidente y, para los
historiadores, el comienzo de la Edad Media.
Con el fin del Imperio romano de Occidente, en Roma tiene lugar un período marcado por la presencia bárbara en Italia y,
sobre todo, por la afirmación de la Iglesia en el poder (con el papa como jefe), que sustituyó al Imperio y derribó el puente
que habría unido a la Antigüedad con el mundo nuevo.
Muchas luchas en el ámbito romano y europeo no permitieron la instauración de una estructura política constante en Roma,
que pasó por tanto a través de distintas formas de gobierno: fue dominada primero por los godos y más adelante por
los bizantinos. En este período fue llevada a cabo la creación de un ducado romano, cuyos límites correspondían, grosso
modo, con la ciudad y el territorio que la rodeaba.
Con base en la lectura, marque en la hoja de respuesta la letra que usted considera, es la respuesta cada enunciado.
10. Constantino, fundó a Constantinopla y la declaró como la nueva capital del imperio romano oriental y es lo que hoy
se conoce como
A. Gran Bretaña.
B. Turquía.
C. Estambul.
D. Italia.
ETICA Y VALORES
TRANSFORMANDO EL ENTORNO
Cuando queremos transformar nuestras vidas, casi siempre cometemos un error importante que pone en gran riesgo la
transformación que buscamos. Déjame ahondar un poco en este tema para que entendamos la lógica en el análisis que
hacemos cuando buscamos generar un cambio importante en nuestras vidas. La mayoría de las veces, buscamos resultados
diferentes a los que hemos conseguido ya que no nos sentimos del todo satisfechos con lo logrado; queremos algo diferente y
sabemos que para conseguirlo hay que hacer cosas que jamás hemos intentado. Por lo tanto, empezamos a generar una crítica
constructiva de nuestras acciones y a veces de nuestros pensamientos. Reflexionamos sobre nuestras fortalezas, debilidades,
áreas de oportunidad, aciertos, errores, valores, principios y propósitos para entender en que hemos fallado o que ha faltado
de nuestra parte para lograr esos cambios que buscamos. Y no quiero descartar este proceso, es definitivamente necesario,
sin embargo, descuidamos un aspecto fundamental para que este cambio tenga mayor probabilidad llevarse a cabo de forma
exitosa: nuestro entorno.
Está comprobado que el entorno afecta en gran medida nuestro desempeño. Y con decir el entorno, me refiero a todo lo que
nos rodea: personas, situaciones, contexto, creencias, estereotipos, reglas sociales, cultura, espacio físico, ambientación,
localización, estilo de vida, entre muchas otras más. El entorno te afecta mucho más, para bien o para mal, de lo que tú crees.
Es casi imposible realizar un cambio significativo y duradero sin alterar algunos elementos de tu entorno. Por esta razón, el
primer paso desde mi punto de vista es comenzar a cambiar las variables en tu entorno de tal forma que te impulsen a lograr
dichas transformaciones y no que te detengan a hacerlas. Para ello hay que empezar evaluando si tu entorno te ayuda a seguir
creciendo o te está frenando. Hay miles de formas para hacerlo, compartiré algunos de los cuestionamientos y análisis que
suelo hacer en mi vida que mantienen mi dirección siempre hacia un nuevo nivel.
Jim Rohn, uno de los primeros mentores de Tony Robbins, señala que: “Somos el promedio de las cinco personas con las que
pasamos más tiempo”.
La afirmación de Rohn está fundada en la ley de promedios (que es la teoría de que el resultado de cualquier situación dada,
será el promedio de todos los resultados) y sugiere que las cinco personas más allegadas a nosotros serán a las que más nos
pareceremos.
Dicho de otra manera, cuando buscamos convertirnos en la persona que buscamos ser, es útil rodearnos de personas que
demuestren esas cualidades que aspiramos alcanzar. Estas personas pueden incluir mentores de quienes podamos aprender
nuevas habilidades, colegas que nos animen cuando estemos desanimado, o amigos que nos responsabilicen de nuestros
objetivos. Tener en nuestro círculo de personas más allegadas a gente que aporte, que sea positiva, que nos aliente, que nos
eleven, que nos reten, que nos apoyen, que nos aconsejen y que nos motiven; permitirá mejorar dramáticamente nuestras
posibilidades de éxito con todo aquello que soñamos. Por el contrario, si nuestro entorno contiene personas negativas, que se
sientan amenazadas por nuestro crecimiento, que critiquen, que sean envidiosas y que nos desaliente, tendremos más
dificultades para tratar de hacer y de lograr aquellos cambios que tanto anhelamos.
De ahora en adelante te recomiendo a poner en tela de juicio aquellos que consideras cercanos y que comiences a rodearte
de los que necesitas para generar el cambio que quieres. A veces, esto involucra cortarle un poco de tiempo incluso a algunos
de nuestros mejores amigos o de nuestra familia. Pero si no tenemos la capacidad de enrolarnos hacia nuestro éxito, ellos
terminarán enrolándonos hacia el fracaso.
¿Dónde suelo estar normalmente y que hago cuando estoy ahí?
Al igual con entender con quién pasas más tiempo, es importante identificar aquellos lugares en donde pasamos la mayoría de
nuestro tiempo. Aquí tendremos que incluir evidentemente la casa y la oficina (aunque sea un espacio de coworking u oficina
virtual), pero no dejemos de considerar espacios como el auto, el gimnasio, el parque que visitemos todos los días, el transporte
público, un restaurante o cafetería que frecuentemos mucho, algún club o agrupación al que pertenezcamos. Es importante
tener esto presente porque el ambiente al que nos exponemos a menudo definirá en gran sentido nuestro estado de ánimo.
No existe lugar que sea bueno o malo en realidad, pero debemos prestar atención a cómo nos sentimos mientras estamos
dentro de esos lugares y tener en cuenta si ese sentimiento cambia cuando los dejamos.
Pregúntate a ti mismo ¿estos lugares me motivan o me drenan? Si los lugares que frecuentamos nos drenan es imperativo de
hacer un cambio al respecto. Nuestra percepción sobre los lugares en los que más estamos, no solo nos afectan o benefician a
nosotros mismos, sino que lo hacen con todas las personas que también pasan tiempo ahí. Aunque el espacio físico no sea del
todo tuyo, puedes comenzar a generar algunos cambios que detonen el efecto dominó. Por ejemplo, a menudo yo suelo
caminar por la calle y procuro levantar toda la basura que voy encontrando en mi camino. Si bien yo solo no podría tener mi
colonia impecable, estoy sumando y contribuyendo a dicha causa. Esta acción, además de mantener un poco mejor mi entorno,
genera una reacción en cadena de la gente que me observa, tarde o temprano ellos harán una introspección al respecto y
comenzarán a sumarse a causas positivas que nos beneficien a todos.