Visión Integral de La Sexualidad
Visión Integral de La Sexualidad
Visión Integral de La Sexualidad
Antes que nada quiero decir lo que pienso sobre la definición de la sexualidad. Creo
que no existe una definición única sino que existen muchas definiciones. El médico tiene su
perspectiva y define la sexualidad en términos del funcionamiento del cuerpo humano. El
psicólogo, el moralista, el sociólogo y los demás profesionistas hacen lo mismo desde su
campo de estudio. Además, no es lo mismo hablar de sexualidad en un país de África que
en el nuestro. Es difícil pretender dar una definición única, aceptada por todos los
profesionistas y por todas las culturas y razas.
Mi definición está elaborada desde el contexto de la psicología humanista y más en
particular, desde el Enfoque Centrado en la Persona. Como su nombre lo dice, este enfoque,
en una relación de ayuda terapéutica, se centra no tanto en el problema que presenta la
persona sino en el conjunto de la persona. El supuesto es que la persona es más que los
problemas que tiene y que, además, cuenta con recursos que todavía no ha puesto en juego
pero que, si los usa, crecerá por ella misma.
Sexualidad es una energía, una fuerza positiva capaz de generar vida, plenitud y
realización. La sexualidad colabora para el desarrollo de la persona, ya que posee una gran
riqueza de elementos. Posee un dinamismo hacia una conducta positiva que da vida aunque
atraviesa, como todo proceso, por distintas etapas en donde hay claridades y oscuridades,
avances y retrocesos.
La Maduración Sexual
PAULATINO.
En la mayor parte de la naturaleza el ritmo de desarrollo es lento y constante.
Muchos árboles dan fruto después de varios años de haber sido plantados, y después las
cosechas son anuales. La persona tiene también un ritmo de desarrollo y maduración que
suele ser constante pero no rápido. La vida del hombre transcurre poco a poco, y aunque
hay algunas etapas más intensas no por ello se vive más rápido. La maduración de la
sexualidad también es paulatina, es decir, poco a poco se va nutriendo de experiencias
nuevas, de aprendizajes, de encuentros, de equivocaciones y de fracasos. Es importante
respetar el ritmo de la vida y no saltarse etapas porque la maduración se retrasa. Tener
paciencia con la propia naturaleza es un aprendizaje importante para no violentarse a sí
mismo ni a los demás.
En lo genital hay un ejemplo muy claro de lo que significa saltar etapas. Ciertos
medios de comunicación masiva como el cine, los videos, especialmente los de tono
pornográfico presionan fuertemente a los adolescentes varones de 14 ó 15 años para que
tengan su primer coito lo más pronto posible a fin de sentirse plenamente hombres. Aunque
biológicamente ya puedan producir espermatozoides y procrear un hijo, falta tiempo de
maduración psicoafectiva y espiritual para vivir en plenitud la entrega física.
INTEGRAL.
La sexualidad no se desarrolla plenamente si no es de manera integral, abarcando
todas sus dimensiones: biológica, psicológica, social y espiritual o trascendente.
Dimensión biológica
Dimensión psicológica
Cuando alguien se ve a sí mismo como malo, como pecador, podremos entender que
le cueste trabajo vivir plenamente su sexualidad, ya que su visión está inclinada hacia lo
negativo y esto es lo que resaltará más en su vivencia diaria. Si esta persona va cambiando
su autoconstructo, es decir, la manera como se ve a sí misma, hacia una visión positiva,
también estará en condiciones de apreciar la sexualidad, y podrá ver lo positivo de ella.
El autoconstructo es muy importante para la conducta de la persona, ya que al
modificarlo se modifica la conducta. Favorecer la autoestima de la persona es favorecer una
valoración nueva de la sexualidad, una vivencia positiva que lleve a la persona al
desarrollo. La persona puede estar contenta con su sexualidad y las potencialidades de ella:
su posibilidad de dar y recibir ternura, de darse como persona y de acoger a otra persona, de
apreciar la bondad de su propio cuerpo, de explorar la riqueza de expresar su ser hombre o
su ser mujer, la plenitud de entrar en comunión sagrada con su Dios y con los demás a
través de su sexualidad, la posibilidad de una comunicación interpersonal más amplia al no
reducirla a lo genital, la capacidad de dar vida física, afectiva y espiritual a los demás a
través de la sexualidad, etcétera.
Al no rechazar la sexualidad, sino por lo contrario, valorarla profundamente como
algo muy personal, al apreciarse como persona, se podrán conocer profundamente las
diversas necesidades sexuales y, con ello, hacerse responsable de ellas. Hay que recordar
cómo el proceso educativo de la sociedad lleva, injustamente, a que la persona se
desatienda a sí misma por atender a los demás y a no responsabilizarse de sus necesidades.
Al modificar este proceso, la persona se hace cargo con responsabilidad, del conjunto de
sus necesidades, como la necesidad de valoración, respeto, comunicación, seguridad
afectiva, alimentación, descanso, incluyendo las necesidades sexuales.
Al conocer a la persona profundamente se descubre que, generalmente, se
experimenta no una sola necesidad, sino un conjunto de ellas, y que la persona que camina
hacia el desarrollo va atendiéndolas de manera armónica. Cuando alguien querido me
ofende surgen varias necesidades: necesito expresar el coraje por sentirme humillado,
necesito el cariño de aquella persona y, finalmente, necesito regalar el perdón. Son tres
necesidades en el mismo evento.
Cuando se atienden las necesidades, se puede vivir una armonía, ya que cada una
tiene su lugar, se le atiende. Por el contrario, cuando se intenta ignorar esa necesidad ésta
lucha por ser respetada y, por ello, aparece con gran fuerza. Por ejemplo, si no he comido y
no busco alimento no podré concentrarme en el estudio o en el trabajo pues el estómago me
recordará continuamente que necesito alimentarme. Además, la responsabilidad ante las
propias necesidades no significa la atención y satisfacción inmediata de esa necesidad, sino
el atenderla con relación al conjunto de necesidades. En un momento dado sentiré la
necesidad del contacto, físico con otra persona del sexo complementario pero no implica
que lo haga automáticamente, pues también necesito respetar a la persona y no utilizarla.
Tendría que preguntarle si no la afecto con esta necesidad de contacto con ella. Ver más
adelante la distinción entre instinto e impulso.
Al hacerse responsable de las necesidades, en este caso las sexuales, la persona va
aprendiendo a atenderlas de manera que contribuyan lo más posible a su desarrollo personal
y al de los demás (dimensión social); es un aprendizaje que no está exento de
equivocaciones, pero que al ser significativo llevará a la persona al desarrollo.
Al tomar la iniciativa de la vida, al responsabilizarse de sus necesidades, la persona
dejará de culpar a los demás de su insatisfacción y de su frustración, además de culpar a la
sociedad, o a las circunstancias de la historia, por su fracaso en la vida. Conquistar el poder
de automodificarse permite a la persona generar un cúmulo de satisfacciones que, además
de darle plenitud a sí misma, beneficiará a las personas con las cuales convive. Se
desalentarán los conflictos que surgen de la creencia equivocada de que los demás son los
encargados de que yo sea feliz (el novio, la novia, el esposo, la esposa, la familia.), ya que
la persona se hace cargo de su vida y pide la colaboración libre a los demás.
En lo psicoafectivo entra el desarrollar y tener la experiencia de la intimidad, de la
comunión honda, de la transparencia y desnudez psicológica.
Como indica Corkille (1992, pág. 219-220): "Cuando brindamos encuentros
seguros, enseñamos que la intimidad psicológica y el compromiso personal no se deben
temer. Enseñamos que el abrimos psicológicamente a personas importantes en nuestras
vidas es nutricio, y no peligroso. El niño que se siente maltratado, cuando se atreve a
aproximarse encuentra riesgoso el contacto íntimo. Puede entonces preferir la alienación y
el sexo físico a la vulnerabilidad de la intimidad psicológica verdadera. El amor de
cualquier profundidad significa compromiso. Cuando la satisfacción sexual se produce en
el contexto de la confianza, el compromiso y la seguridad, sus placeres adquieren alto
significado" .
Dimensión social
Es cierto que declarar la sexualidad como algo instintivo (que por lo tanto se debe
practicar genitalmente), genera situaciones de abuso y de falta de respeto a otras personas
con el pretexto de que es una necesidad de vida o muerte. Además, los que creen que la
sexualidad se reduce a un instinto se ven esclavizados a la sexualidad como a una fuerza
mayor que ellos.
También es interesante otra captación del mismo Anatrella: así como antes la
sociedad pretendía regular la vida sexual de las personas, ahora hay una reacción y no se
quiere admitir que la práctica de la sexualidad, así sea en la intimidad, tiene una dimensión
social se quiera o no. Un cierto individualismo ciego niega que la sexualidad repercuta en la
sociedad.
La sexualidad tiene repercusiones sociales claras. Baste con ver en nuestros países
el problema del aumento de las madres adolescentes, de las madres solteras, el aborto usado
como medio de control natal, el abuso sexual a tantos niños y niñas, el negocio que
significa la difusión de la pornografía. En Europa el problema es diferente ya que por el
control natal los países se van despoblando y se encuentran con escasos niños y muchos
ancianos. Tanto que algunos gobiernos están dando incentivos económicos a los padres de
familia que tengan más de dos niños. De una manera u otra, la sexualidad tiene su
dimensión social, sin quitar las otras dimensiones.
Aunque no es el objetivo de este libro, sin embargo, no podemos dejar de lado la
dimensión ética de la sexualidad. La ética no es una ciencia que enumera prohibiciones. Es
una reflexión que trata de ayudar a la persona a pensar y a hacerse responsable de su vida,
de su conducta, de sus proyectos, de sus valores. Trata de que la persona tenga un sentido
crítico (que sea capaz de sopesar contenidos y asimilar valores) y que pueda elegir
responsablemente.
Rollo May (1988, pág. 131-132), pensador y psicólogo norteamericano, aborda muy
clara y certeramente esta pregunta: ¿no es parte esencial del ser libre la libertad de tener
comercio carnal con quien uno quiera y cuando uno se sienta inclinado a ello? A eso
responde que esa práctica es tener sexo sin amor, es una expresión del narcisismo por
miedo a la intimidad. La intimidad de amor es la comunicación entre dos personas, no sólo
de sus cuerpos, sino también de sus esperanzas, angustias y aspiraciones. El sexo consiste
sólo en estímulo y respuesta, mientras el amor es un modo de ser. Al final dice: "Lo que los
propugnadores de la idea del sexo sin intimidad y amor, como vía a la genuina libertad, han
pasado grandemente por alto que la libertad en el sexo es como la libertad en cualquier otro
terreno de la vida; uno es libre cuando reconoce sus propios límites, esto es, su propio
destino. La estructura y finalidad de la función sexual en la vida tiene que ser mirada
siempre en su totalidad" (pág. 139).
Tener una visión positiva de la sexualidad no significa darse permiso para cualquier
conducta sexual. Precisamente por valorar la sexualidad y el cuerpo, la persona aprende que
es importante darse permisos, pero también negarse permisos. Es decir, aprende que los
límites son algo positivo y necesario en la maduración, pues nos permiten conseguir lo que
previamente hemos decidido como algo bueno para nosotros. Por ejemplo, si decido tener
una amistad honda, sincera y duradera con una persona casada, el poner límites para no
tener relaciones genitales con ella, me ayudará a mantenerme en el nivel de la amistad que
quiero y no de convertirme o convertirla en amante.
Dimensión espiritual
Se trata de vivir una sexualidad completa, global, que incluya todas las dimensiones,
para superar los reduccionismos que sólo generan insatisfacción y vaciedad.
Por ello, vivir la sexualidad teniendo conciencia de que soy una persona valiosa y
trato con personas valiosas, vivirla en el respeto de sí mismo y de los demás, en la
valoración de sí y de los demás, sin caer en la cosificación o en el uso del otro.
Cristo,
Antes de conocerte vivir era estar ciegos.
Rodábamos.
Rodábamos. Caía el corazón
sin haber llegado a estar vivo,
hoja que nunca ascendió a flor.
Creíamos amar y nuestros cuerpos que se revolcaban como serpientes lúbricas
confundiendo la plenitud con el cansancio.
Llamábamos placer a terminar de agitarmos.
Sólo al conocerte a ti, Cristo,
supimos que la alegría estaba encima y no debajo de nosotros.