La Gestion de Negocios

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ARTICULO 1781 

- Gestión de negocios
Definición. Hay gestión de negocios cuando una persona asume oficiosamente
la gestión de un negocio ajeno por un motivo razonable, sin Intención de hacer
una liberalidad y sin estar autorizada ni obligada, convencional o legalmente.

Interpretación 
2.1. Definición La regla general es que nadie debe entrometerse en la esfera
jurídica ajena, aunque aparece una excepción que es la gestión de negocios
ajenos. Son aquellos casos en los que una persona humana (llamada "gestor")
asume espontáneamente y de manera diligente un negocio referido al
patrimonio que pertenece a otro (el dueño del negocio o gestionado), quien se
halla ausente (no tiene conocimiento) o imposibilitado de hacerse cargo o de
oponerse. El gestor actúa en el interés exclusivo del dueño del negocio, y debe
cumplir con ciertos requisitos para que proceda la configuración de este
instituto, que son:
a. debe mediar un motivo razonable; b. no debe haber intención de hacer una
liberalidad; y C. la persona que asume el negocio no debe estar autorizada ni
obligada, sea por convención o por imposición legal.
La gestión puede consistir en actos materiales o jurídicos llevados a cabo por el
gestor en beneficio del dueño del negocio.
Cabe aclarar que su interpretación es restringida. Esto significa que la
intromisión del gestor en un negocio ajeno debe ser cuando hay un patrimonio
que puede sufrir un menoscabo y su dueño está imposibilitado de atender sus
asuntos, sea por desconocimiento o por imposibilidad de actuar. Es que, a
diferencia de lo que sucedía en el régimen de Vélez Sarsfield, ahora debe
mediar un motivo razonable del gestor, a fin de evitar una injerencia de terceros
en negocios que no les pertenecen. Es ese motivo razonable el que justifica
que una persona pueda inmiscuirse en negocios ajenos y, sobre todo, es lo que
da licitud a la actividad desplegada por el gestor.
Por último, cabe apuntar que la gestión de negocios ajenos puede dividirse en
tres etapas:
el comienzo, la continuación y la conclusión.(248) Solo en la primera etapa el
gestor actúa de manera espontánea, y en interés del gestionado, aunque no se
sepa quién es este último.
En la siguiente fase existe un deber jurídico de continuar la gestión de manera
diligente y según la conveniencia e intención del dueño del negocio (arts. 1782,
inc. c, y 1785 CCyC).
En el último estadio se ubica la finalización de la gestión (art. 1782, inc. c,
CCyC), que puede suceder por conclusión del negocio o porque el gestionado
asume por sí el negocio o, en algunos casos, porque se opone a la actuación
del gestor (arts. 1783 y 1789 CCyC).
Sin perjuicio de esto último, quien asume un negocio ajeno concluye
definitivamente su actuación una vez que rinde cuentas al gestionado,
obligación que está siempre presente, haya terminado la gestión con la
finalización del negocio o antes por otras circunstancias (art. 1782, inc. e,
CCyC).
2.2. Naturaleza jurídica A diferencia del CC, que regulaba a la gestión de
negocios ajenos entre las obligaciones que nacen de los contratos, el CCyC la
regula en el Libro Tercero —Derechos Personales—, Título V —Otras fuentes
de las obligaciones—, Capítulo 2. Por este motivo, el instituto en estudio es una
fuente de las obligaciones, y ya no se discute si es un cuasicontrato, o un acto
unilateral de representación, o un acto voluntario lícito del gestor, o un acto
jurídico de este último, como se lo hacía con la regulación anterior.
La gestión de negocios ajenos encuentra sus propias normas, lo que hace que
sea una fuente autónoma de obligaciones, con sus propios efectos y, para los
casos no contemplados, se recurre supletoriamente a las disposiciones del
mandato (art. 1790 CCyC).
2.3. Diferencias con el mandato Es fácil de distinguir el instituto bajo análisis
con el mandato expreso (arts. 1319 y 1320 CCyC), pues en este último hay un
contrato que liga a las partes, es decir, un acuerdo de voluntades entre el
dueño del negocio (mandante) y quien realiza esa gestión (mandatario), lo que
no sucede en la gestión de negocios ajenos, en donde no hay autorización ni
obligación previas de llevar adelante aquella actividad. Además, el mandato
solamente se refiere a actos jurídicos (art. 1319 CCyC), mientras que la gestión
de negocios ajenos puede tratarse también de actos materiales.
Quizás lo más difícil de distinguir en la práctica es el mandato tácito de la
gestión de negocios ajenos. Para establecer esa diferencia debe estarse al
conocimiento que tiene el dueño del negocio sobre la actividad que ejerce el
gestor. Si hay conocimiento del dueño y no lo impide, pudiendo hacerlo, se
entiende que hay mandato tácito (art. 1319, párr. 2, CCyC). Por el contrario, si
el dueño del negocio ignora la gestión, o cuando tiene conocimiento de aquella
pero está imposibilitado de oponerse, se estará ante la gestión de negocios
ajenos, cuya ratificación posterior por el gestionado traerá aparejado los
efectos del mandato desde el día en que la gestión comenzó (art. 1790 CCyC).
2.4. Requisitos Los requisitos para que se configure el presente instituto son:
2.4.1. Que una persona asume la gestión de un negocio ajeno Para cumplir con
esta exigencia no debe haber conocimiento del dueño del negocio de la
actuación del gestor, o aquel debe estar con una imposibilidad de asumir ese
negocio.
Lo importante es que el gestor actúa en interés de otro(249) que no tiene
conocimiento de que se lleva adelante el negocio del cual es dueño, o bien está
imposibilitado de asumirlo u oponerse. En este último supuesto, debe tratarse
de una imposibilidad de oposición, ya que si guarda silencio, es decir, no se
opone pudiendo hacerlo, se configura un mandato tácito. El gestor actúa en
interés y por cuenta del dueño del negocio.
Si se trata de actos ajenos pero que se ejercen como propios, no se daría el
presente requisito impuesto en la norma en estudio. El gestor debe saber
desde el principio que asume la conducción de un negocio que no es propio,
que es ajeno. De lo contrario, podría configurarse un enriquecimiento ilícito del
beneficiario (art. 1794 CCyC). Es, por ejemplo, el caso del heredero aparente,
quien administra una herencia que es de otro en la creencia que le era propia,
en cuyo caso no tendrá derecho de rembolso contra el beneficiario de su
actuación (verdadero heredero), sino que deberá iniciar la acción de
enriquecimiento ilícito.
2.4.2. Debe ser realizada oficiosamente Esto significa que una persona asume
voluntariamente, de forma espontánea y con intención de proteger un
patrimonio que pertenece a otra persona, sin tener representación alguna y por
un acto unilateral, la realización de un negocio que no le es propio (es decir, es
ajeno).
2.4.3. Debe mediar un motivo razonable Quien lleve a cabo la gestión debe
tener una justificación para comenzar un negocio ajeno, pues de lo contrario
estaría vedada su intromisión por la prohibición de injerencia en los negocios
ajenos. Es decir, el motivo razonable al que se hace referencia es lo que le da
licitud a la actuación del gestor, que de otra manera tendría prohibido
inmiscuirse en el negocio que no le pertenece. Ese motivo puede ser un acto
espontáneo, de amistad, de humanidad, etc.
Se tiende a evitar, con la razonabilidad, que el gestor haga una invasión en la
esfera privada del gestionado, lo que sería una intromisión ilícita. Es por ese
motivo que su actuación deberá ser en interés del dueño del negocio.
Si el gestionado tiene posibilidades de asumir el negocio —por sí o por otra
persona en su nombre— no se justifica la actuación del gestor, quien de
realizar la gestión se entrometería en asuntos ajenos y se configuraría un acto
ilícito. Lo mismo sucede si hay una prohibición expresa del dueño del negocio,
siempre que no haya un interés propio del gestor (art. 1783, inc. a, CCyC), en
cuyo caso podrá continuar la gestión bajo su responsabilidad.
2.4.4. No debe existir intención de hacer una liberalidad Con la gestión se
intenta beneficiar al dueño del negocio, por el motivo que sea, sin que eso
signifique que se hace una donación o, mucho menos, que se intenta conseguir
una retribución a cambio, sino todo lo contrario. El gestor actúa con la intención
de obligar al dueño del negocio a que se le rembolsen los gastos más los
intereses desde la fecha en la que se hizo el desembolso (art. 1785, inc. a,
CCyC). El gestor interviene en un negocio ajeno o parcialmente ajeno para
evitar un perjuicio del dueño de aquel y no en busca de un provecho propio.
No hay gestión de negocios ajenos cuando lo que intenta el gestor es hacer
una actividad por gratitud o en busca de obtener un lucro a través del
gestionado, ya que en esos supuestos no existe el elemento esencial que es el
de asumir un negocio que pertenece a otro con intención de obligar al dueño
del negocio.
La gestión de negocios ajenos es siempre gratuita, salvo el supuesto
contemplado en el art. 1785, inc. d, CCyC ya que el gestor no tiene derecho a
reclamar una retribución por su desempeño, sino que su petición se limita al
rembolso de lo gastado más los intereses.
2.4.5. La persona que se hace cargo de la gestión no debe estar autorizada ni
obligada, sea por convención o por imposición de la ley Si la persona que
realiza el negocio estaba autorizada por medio de una convención con el dueño
de aquel, lo que existe entre las partes es un mandato (art. 1319 CCyC) y no
una gestión de negocios ajenos. Lo mismo sucede si es la ley la que impone
que la persona que realiza el negocio deba hacerlo en determinados casos,
pues en esos supuestos no existen los restantes requisitos a los que se hizo
referencia con anterioridad.
En resumidas cuentas, no debe existir una relación jurídica prexistente entre el
gestor y el dueño del negocio, ni tratarse de una gestión en cumplimiento de
una obligación legal.
2.5. Ejemplos Son ejemplos de gestión de negocios ajenos: apagar un incendio
en la casa del vecino; levantar una cosecha cuyo dueño está imposibilitado de
hacerlo; arreglar el techo del vecino que no se encuentra en la casa, para lo
cual el gestor debió comprar los materiales; cuando el apoderado realiza un
acto que no está autorizado en el poder; el tenedor de un inmueble que paga
una deuda del dueño del bien que se encuentra ausente a fin de evitar la
ejecución de la propiedad, entre otros.

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