Guía de Aprendizaje 4 Lengua Castellana 8
Guía de Aprendizaje 4 Lengua Castellana 8
Guía de Aprendizaje 4 Lengua Castellana 8
Versión: 001
NUESTRA SEÑORA DEL PALMAR Emisión: 2020-08-6
Actualización:
GUÍA DE APRENDIZAJE N°4
• Identificar la función gramatical de las palabras a partir del análisis de oraciones propuestas
durante los encuentros virtuales y desarrollo de ejercicios en la guía de aprendizaje.
• Distinguir los accidentes del verbo, mediante el desarrollo de ejercicios de aplicación, orientados
en los encuentros virtuales y en la presente guía.
• Indicar los elementos del texto narrativo a través de sustentaciones orales y escritas de lecturas
presentadas en esta guía.
También se profundizará en el análisis textual, a partir de recursos como el texto narrativo, que
fundamenta el plan lector de este período, cuyo análisis, permitirá ejercitar estrategias de lectura
puestas en práctica en anteriores guías de aprendizaje.
Recordemos que la oración es una unidad de sentido, que permite la construcción de párrafos y
textos que presentan información con diversos propósitos. Es fundamental, entonces, reconocer
aquellos aspectos que determinan la escritura de oraciones de manera correcta; por lo tanto,
debemos tener en cuenta que las palabras que hacen parte de las oraciones cumplen una función y
contribuyen al sentido de la misma.
a. El sustantivo: son palabras que nombran personas, objetos, lugares o ideas. Se caracterizan
por tener género (masculino o femenino) y número (singular o plural).
Ejemplos: Rosa, margaritas, jardín.
b. El verbo: pueden expresar acciones, procesos y estados.
Acciones: Los niños corren en el parque
Procesos: Las plantas florecen
Estados: Todos están atentos
c. El adjetivo: los adjetivos expresan cualidades de los sustantivos a los que se refieren. Por lo
tanto, los sustantivos y los adjetivos deben tener el mismo género y el mismo número.
Ejemplo:
El vientre voluminoso de Antonio no lo dejaba caminar
Vientre: sustantivo masculino, (número singular)
Voluminoso: adjetivo singular, (género masculino)
d. El adverbio: los adverbios comprenden un amplio grupo de palabras que modifican, precisan,
amplían o matizan la información de la oración. Su característica principal es que no cambian
de género ni de número, es decir, son invariables. (Los adverbios modifican al verbo, al
adjetivo y al mismo adverbio).
Clases de adverbios:
Lugar ¿dónde?
• aquí Negación
• afuera Él canta • jamás
• cerca ¿Él canta? • nunca
Tiempo ¿cuándo? • no
• hoy
• mañana Duda
• temprano • quizá
Cantidad ¿cuánto? • probablemente
• mucho
• poco
e. El pronombre: los pronombres son palabras que utilizamos para sustituir a un nombre. Los
pronombres personales acompañan al verbo y cumplen la función de ser sujetos de la oración.
Siempre tienen número y persona.
Pronombres personales
Número
Persona
Singular Plural
Primera Yo Nosotros
Segunda Tú, usted Vosotros (ustedes)
Tercera Él, ella Ellos, ellas
g. La conjunción: las conjunciones son palabras invariables que relacionan dos palabras u
oraciones independientes. Las conjunciones se clasifican según la relación que expresan.
Relación Clase Palabra Ejemplos
Adición Copulativas y, e, ni aguja e hilo
Opción Disyuntivas o, u uno u otro
Contraposición adversativas Pero, aunque Llegó, aunque tarde.
Explicativas Es decir, o sea distinto, o sea,
Aclaración
diferente
distributivas Ya…ya, bien…bien bien sea aquí, bien
Reparto
sea allá
Fuente: Formando lectores 6. Apoyo conceptual para estudiantes. Págs. 15-18 (Adaptación)
Recordemos que el artículo neutro lo (carece de género y número) se usa para sustantivar adjetivos
y adverbios: lo interesante, lo peor.
Identifique el nombre que reciben las palabras en las siguientes oraciones. Siga el ejemplo.
Desarrollar la actividad en el cuaderno.
En toda forma verbal podemos distinguir dos partes: la raíz o el lexema y las desinencias o
morfemas. La raíz o lexema de una forma verbal es la parte que contiene el significado básico del
verbo. Para identificar la raíz de un verbo eliminamos la terminación -ar, -er o ir al infinitivo, que es
el nombre del verbo. Ejemplos: com er vol ar barr er
Las desinencias o morfemas verbales son las terminaciones que se añaden a una raíz para construir
las distintas formas verbales. Las desinencias nos informan sobre la persona, el número, el tiempo
y el modo de esa forma verbal. Ejemplo
Número y persona: mediante la terminación, los verbos marcan la persona que realiza la acción y
puede ser singular o plural.
Ejemplos: Yo canto
Yo (pronombre, primera persona singular)
Canto: terminación to (primera persona singular)
Nosotros cantamos
Nosotros: (pronombre primera persona plural)
Cantamos: terminación amos (primera persona plural)
La terminación verbal indica la persona que realiza la acción y si pertenece al número singular o
plural.
Modo. Expresa la actitud del hablante frente a lo que enuncia. En español existen tres modos
verbales.
Modo Ejemplo
Indicativo: se refiere a hechos reales, ya sea Él vivió en México
en pasado, presente o futuro Nicolás canta muy bien
Subjuntivo: expresa una acción posible, un Temía que pasara eso
deseo, creencia, duda. Deseo que vengas
Imperativo: expresa súplica, mandato o Regresa pronto
ruego. Escucha, por favor
Escriba el tiempo, el número y la persona en que están conjugados los siguientes verbos:
Para recordar: el tiempo presente indica una acción que se realiza en la actualidad (en el momento
en que se habla).
El tiempo pasado indica una acción que ya sucedió.
El tiempo futuro hace referencia a una acción que aún no ha sucedido.
El verbo puede constituir por sí mismo un predicado, pero lo habitual es que el verbo precise palabras
que completen, expliquen o sitúen su significación. Estas palabras son los complementos. Ejemplos:
Predicado sin complementos:
• Mi papá salió
Predicado con complementos:
• Mi papá salió muy temprano para la oficina.
Clases de complementos
El complemento directo (CD) es el que nombra al ser o al objeto sobre el que recae la acción del
verbo. Ejemplos:
Los indígenas llevan la noticia por el río.
Los gigantes veían a los hombres blancos en sus navíos.
El complemento directo puede ser también un pronombre personal átono (hacen referencia a alguna
de las tres personas gramaticales del singular o del plural). Los gigantes los veían.
Las circunstancias expresadas por los complementos circunstanciales son múltiples: lugar, tiempo,
modo, etc.
La palabra bien es un complemento circunstancial de modo porque indica el modo o la manera como
se realiza la acción (bien)
En la anterior oración la acción de escribir recae directamente sobre la carta, por lo tanto, una carta
es el complemento directo. Quien recibe la acción expresada por el verbo o se beneficia de esta
acción es la novia de Juan; por esta razón, para su novia, es el complemento indirecto. En la
biblioteca, hace referencia a una circunstancia que indica el lugar en donde se realiza la acción; por
lo tanto, en la biblioteca es un complemento circunstancial de lugar.
Responda las preguntas sobre la siguiente oración e identifique los complementos del verbo.
Plan lector
A continuación, leerá el cuento El avión de la bella durmiente, del escritor colombiano Gabriel García
Márquez. Identificará elementos del texto narrativo que determinan el sentido del mismo. Debe tener
en cuenta las orientaciones presentadas en anteriores guías para determinar información relevante
en los textos e intención comunicativa
Era bella, elástica, con una piel tierna del color del pan y los ojos de almendras verdes, y tenía el
cabello liso y negro y largo hasta la espalda, y un aura de antigüedad que lo mismo podía ser de
Indonesia que de los Andes. Estaba vestida con un gusto sutil: chaqueta de lince, blusa de seda
natural con flores muy tenues, pantalones de lino crudo, y unos zapatos lineales del color de las
bugambilias. "Esta es la mujer más bella que he visto en mi vida", pensé, cuando la vi pasar con sus
sigilosos trancos de leona, mientras yo hacía la cola para abordar el avión de Nueva York en el
aeropuerto Charles de Gaulle de París. Fue una aparición sobrenatural que existió sólo un instante
y, desapareció en la muchedumbre del vestíbulo.
Eran las nueve de la mañana. Estaba nevando desde la noche anterior, y el tránsito era más denso
que de costumbre en las calles de la ciudad, y más lento aún en la autopista, y había camiones de
carga alineados a la orilla, y automóviles humeantes en la nieve. En el vestíbulo del aeropuerto, en
cambio, la vida seguía en primavera.
Yo estaba en la fila de registro detrás de una anciana holandesa que demoró casi una hora
discutiendo el peso de sus once maletas. Empezaba a aburrirme cuando vi la aparición instantánea
que me dejó sin aliento, así que no supe cómo terminó el altercado, hasta que la empleada me bajó
de las nubes con un reproche por mi distracción. A modo de disculpa le pregunté si creía en los
amores a primera vista. "Claro que sí", me dijo. "Los imposibles son los otros". Siguió con la vista
fija en la pantalla, de la computadora, y me preguntó qué asiento prefería: fumar o no fumar.
-Me da lo mismo -le dije con toda intención-, siempre que no sea al lado de las once maletas. Ella lo
agradeció con una sonrisa comercial sin apartar la vista de la pantalla fosforescente. -Escoja un
número -me dijo-: tres, cuatro o siete. -Cuatro. Su sonrisa tuvo un destello triunfal. -En quince años
que llevo aquí -dijo-, es el primero que no escoge el siete.
Marcó en la tarjeta de embarque el número del asiento y me la entregó con el resto de mis papeles,
mirándome por primera vez con unos ojos color de uva que me sirvieron de consuelo mientras volvía
a ver la bella. Sólo entonces me advirtió que el aeropuerto acababa de cerrarse y todos los vuelos
estaban diferidos.
- ¿Hasta cuándo? -Hasta que Dios quiera -dijo con su sonrisa. La radio anunció esta mañana que
será la nevada más grande del año.
Se equivocó: fue la más grande del siglo. Pero en la sala de espera de la primera clase la primavera
era tan real que había rosas vivas en los floreros y hasta la música enlatada parecía tan sublime y
sedante como lo pretendían sus creadores. De pronto se me ocurrió que aquel era un refugio
adecuado para la bella, y la busqué en los otros salones, estremecido por mi propia audacia. Pero
la mayoría eran hombres de la vida real que leían periódicos en inglés mientras sus mujeres
pensaban en otros, contemplando los aviones muertos en la nieve a través de las vidrieras
panorámicas, contemplando las fábricas glaciales, los vastos sementeros de Roissy devastados por
los leones. Después del mediodía no había un espacio disponible, y el calor se había vuelto tan
insoportable que escapé para respirar.
Afuera encontré un espectáculo sobrecogedor. Gentes de toda ley habían desbordado las salas de
espera, y estaban acampadas en los corredores sofocantes, y aun en las escaleras, tendidas por
los suelos con sus animales y sus niños, y sus enseres de viaje. Pues también la comunicación con
la ciudad estaba interrumpida, y el palacio de plástico, transparente parecía una inmensa cápsula
espacial varada en la tormenta.
No pude evitar la idea de que también la bella debía estar en algún lugar en medio de aquellas
hordas mansas, y esa fantasía me infundió nuevos ánimos para esperar.
A la hora del almuerzo habíamos asumido nuestra conciencia de náufragos. Las colas se hicieron
interminables frente a los siete restaurantes, las cafeterías, los bares atestados, y en menos de tres
horas tuvieron que cerrarlos porque no había nada qué comer ni beber. Los niños, que por un
momento parecían ser todos los del mundo, se pusieron a llorar al mismo tiempo, y empezó a
levantarse de la muchedumbre un olor de rebaño. Era el tiempo de los instintos. Lo único que alcancé
a comer en medio de la rebatiña fueron los dos últimos vasos de helado de crema en una tienda
infantil. Me los tomé poco a poco en el mostrador, mientras los camareros ponían las sillas sobre las
mesas a medida que se desocupaban, y viéndome a mí mismo en el espejo del fondo, con el último
vasito de cartón y la última cucharita de cartón, y pensando en la bella.
El vuelo de Nueva York, previsto para las once de la mañana, salió a las ocho de la noche. Cuando
por fin logré embarcar, los pasajeros de la primera clase estaban ya en su sitio, y una azafata me
condujo al mío. Me quedé sin aliento. En la poltrona vecina, junto a la ventanilla, la bella estaba
tomando posesión de su espacio con el dominio de los viajeros expertos. "Si alguna vez escribiera
esto, nadie me lo creería", pensé. Y apenas si intenté en mi media lengua un saludo indeciso que
ella no percibió.
Se instaló como para vivir muchos años, poniendo cada cosa en su sitio y en su orden, hasta que el
lugar quedó tan bien dispuesto como la casa ideal donde todo estaba al alcance de la mano. Mientras
lo hacía, el sobrecargo nos llevó la champaña de bienvenida. Cogí una copa para ofrecérsela a ella,
pero me arrepentí a tiempo. Pues sólo quiso un vaso de agua, y le pidió al sobrecargo, primero en
un francés inaccesible y luego en un inglés apenas más fácil, que no la despertara por ningún motivo
durante el vuelo. Su voz grave y tibia arrastraba una tristeza oriental.
Cuando le llevaron el agua, abrió sobre las rodillas un cofre de tocador con esquinas de cobre, como
los baúles de las abuelas, y sacó dos pastillas doradas de un estuche donde llevaba otras de colores
diversos. Hacía todo de un modo metódico y parsimonioso, como si no hubiera nada que no
estuviera previsto para ella desde su nacimiento. Por último bajó la cortina de la ventana, extendió
la poltrona al máximo, se cubrió con la manta hasta la cintura sin quitarse los zapatos, se puso el
antifaz de dormir, se acostó de medio lado en la poltrona, de espaldas a mí, y durmió sin una sola
pausa, sin un suspiro, sin un cambio mínimo de posición, durante las ocho horas eternas y los doce
minutos de sobra que duró el vuelo a Nueva York.
Fue un viaje intenso. Siempre he creído que no hay nada más hermoso en la naturaleza que una
mujer hermosa, de modo que me fue imposible escapar ni un instante al hechizo de aquella criatura
de fábula que dormía a mi lado. El sobrecargo había desaparecido tan pronto como despegamos, y
fue reemplazado por una azafata cartesiana que trató de despertar a la bella para darle el estuche
de tocador y los auriculares para la música. Le repetí la advertencia que ella le había hecho al
sobrecargo, pero la azafata insistió para oír de ella misma que tampoco quería cenar. Tuvo que
confirmárselo el sobrecargo, y aun así me reprendió porque la bella no se hubiera colgado en el
cuello el cartoncito con la orden de no despertarla.
Hice una cena solitaria, diciéndome en silencio lo que le hubiera dicho a ella si hubiera estado
despierta. Su sueño era tan estable, que en cierto momento tuve la inquietud de que las pastillas
que se había tomado no fueran para dormir sino para morir. Antes de cada trago, levantaba la copa
y brindaba.
-A tu salud, bella. Terminada la cena apagaron las luces, dieron la película para nadie, y los dos
quedamos solos en la penumbra del mundo. La tormenta más grande del siglo había pasado, y la
noche del Atlántico era inmensa y límpida, y el avión parecía inmóvil entre las estrellas.
Entonces la contemplé palmo a palmo durante varias horas, y la única señal de vida que pude
percibir fueron las sombras de los sueños que pasaban por su frente como las nubes en el agua.
Tenía en el cuello una cadena tan fina que era casi invisible sobre su piel de oro, las orejas perfectas
sin puntadas para los aretes, las uñas rosadas de la buena salud, y un anillo liso en la mano
izquierda. Como no parecía tener más de veinte años me consolé con la idea de que no fuera un
anillo de bodas sino el de un noviazgo efímero. "Saber que duermes tú, cierta, segura, cauce fiel de
abandono, línea pura, tan cerca de mis brazos maniatados", pensé, repitiendo en la cresta de
espumas, de champaña el soneto magistral de Gerardo Diego. Luego extendí la poltrona a la altura
de la suya, y quedamos acostados más cerca que en una cama matrimonial. El clima de su
respiración era el mismo de la voz, y su piel exhalaba un hálito tenue que sólo podía ser el olor
propio de su belleza. Me parecía increíble: en la primavera anterior había leído una hermosa novela
de Yasunarl Kawabata sobre los ancianos burgueses de Kyoto que pagaban sumas enormes para
pasar la noche contemplando a las muchachas más bellas de la ciudad, desnudas y narcotizadas,
mientras ellos agonizaban de amor en la misma cama. No podían despertarlas, ni tocarlas, y ni
siquiera lo intentaban, porque la esencia del placer era verlas dormir. Aquella noche, velando el
sueño de la bella, no sólo entendí aquel refinamiento senil, sino que lo viví a plenitud.
-Quién iba a creerlo -me dije, con el amor propio exacerbado por la champaña-: Yo, anciano japonés
a estas alturas.
Creo que dormí varias horas, vencido por la champaña y los fogonazos mudos de la película, Y
desperté con la cabeza agrietada. Fui al baño. Dos lugares detrás del mío yacía la anciana de las
once maletas despatarrada de mala manera en la poltrona. Parecía un muerto olvidado en el campo
de batalla. En el suelo, a mitad del pasillo, estaban sus lentes de leer con el collar de cuentas de
colores, y por un instante disfruté de la dicha mezquina de no recogerlos.
junio 1982
Fuente: https://www.ingenieria.unam.mx/dcsyhfi/material_didactico/Literatura_Hispanoamericana_Contemporanea/Autores_G/GARCIA/bella.pdf
1. Describa con sus palabras la clase de narrador del cuento. Sustente su respuesta.
______________________________________________________________________
_____________________________________________________________________.
3. ¿Qué aspectos del texto narrativo se pueden reconocer en el anterior cuento? Sustente
con ejemplos.
Responda las preguntas 1,2 y 3 con base en el cuento El avión de la bella durmiente,
propuesto en la presente guía de aprendizaje.
2. Identifique algunos aspectos del personaje la bella que se deban tener en cuenta para
su descripción.
______________________________________________________________________
_____________________________________________________________________.
Fuimos a la finca
Tiempo: pasado
Fuimos
Número: plural
Persona: primera
Tiempo: _______
Persona ________
Regresaste a casa
Tiempo: _______
Regresaste
Número: _______
Persona: _______
Espero la respuesta
Tiempo: _______
Espero
Número _______
Persona _______
¿CÓMO SÉ QUE APRENDÍ? ENTREGABLE
Nota: las estudiantes que reciben guías físicas deben entregar esta actividad el 18 de junio
en la fotocopiadora del señor Camilo Agudelo carrera 25 N°33 – 44 barrio Obrero, y las
estudiantes que tienen conectividad, la deben enviar a través de Classroom en la misma
fecha.
1. Escriba una oración que sintetice el asunto principal del cuento El avión de la bella
durmiente, del autor Gabriel García Márquez. (Cuento presente en esta guía).
2. Redacte un párrafo en el que explique la relación del asunto principal identificado en
el punto anterior (numeral 1) con una situación de la vida cotidiana. Debe tener en
cuenta la ortografía, coherencia en la presentación y desarrollo de ideas, e intención
comunicativa propuesta.
3. Escriba un hecho o situación extraída del cuento El avión de la bella durmiente, que
considere relevante para la descripción de los siguientes personajes del relato.
El enamorado de la bella
4. Clasifique en el cuadro que se encuentra al final del siguiente texto las palabras
subrayadas.
Diego saludó emotivamente a los turistas que llegaron temprano al hermoso lugar;
después, se dirigió con ellos al salón principal, para presentarlos a los asistentes del
importante evento.
Complemento Clase
• ¿Qué aspectos se deben tener en cuenta para lograr el sentido del texto en el
proceso de expresión escrita?
• ¿Cuál es la importancia de reconocer la función gramatical de las palabras en la
escritura y análisis de textos?
• ¿Qué elementos del texto narrativo considera relevantes para determinar su
intención comunicativa y el contenido del mismo?