Juan Carlos Bustriazo Ortiz

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Juan Carlos Bustriazo Ortiz

Juan Carlos Bustriazo Ortiz1 (n. el 3 de diciembre de 1929 en Santa Rosa, provincia de La Pampa - fallecido en la

misma ciudad el 1 de junio del 2010) fue un poeta argentino.

]Carrera

A la edad de diecinueve años, se desempeñó como radiotelegrafista. Debido a esto, realizó varios viajes por el oeste

de su provincia. Cuando regresó a su ciudad natal, comenzó a trabajar de corrector y linotipista en el diario La

Arena. Mucha de su vasta obra se encuentra sin publicar, y algunos de sus poemas fueron musicalizados, pasando a

integrar el repertorio folclórico pampeano.

Obra

Autor de más de ochenta títulos, la mayor parte de la misma se encuentra inédita, se publicaron a la fecha seis

títulos.

 Elegías de la Piedra que Canta (1969)

 Aura del estilo (1970)

 Unca Bermeja (1984)

 Los Poemas Puelches y Quetrales (1991)

 Libro del Ghenpín (2004)

Referencias

1. ↑ Su nombre es Juan Carlos Bustriazo, pero le agregó el apellido materno Ortiz con el que firmó

sus obras.

Enlaces externos

 Adiós a un poeta de leyenda: murió el pampeano Bustriazo Ortiz , Diario Clarín, 1/6/2010
 Nota y entrevista en la revista Lamás Médula

El Egipcio (inédito)

Este Escriba-Sentado, silencioso, hechura de obsidiana y lapislázuli, con sus piernas cruzadas ritualmente, escribe en
su demótico profundo los acontecimientos de su Amor, de su Dolor talla tallando primorosamente los dolidos
aconteceres de su Cuerpo y de su Alma. Este Escriba-Sentado,/ esta vez escribe para/ Sí. Ha huido brevemente/ a un
jardincillo conocido,/ lejos del Faraón. De los ojos duros/ y divinos del Faraón ha escapado unos/ minutos, junto a
las flores/ de Palacio. Mariposas lo tocan en/ sus sienes, en su cabeza bullidosa./ ¿Quién vendrá a visitarlo?/
¿Quiénes se allegarán a/ sorprenderlo en su/ demótico profundo.../ ¡Silencio!/ El Escriba-Sentado es Orotep, el/
poeta

  esta caja amarilla


desde lo repugnoso del desvelo desde lo colorado de la
         sien desde los ábrete porque estoy vivo ay vidalita
desde la guitarra embichada desde el engreimiento del
         cielo desde las chaquiras que puse en tus muslos ay
vidalita desde las mesnadas del llanto desde las ínfulas
         de lo que es como piedra desde la embustera porfía
desde el abrepuño amarillo ay vidalita desde lo venenoso
        del bochorno contra el corazón cabal desde el boato
de la cizaña desde lo contra el cuerpo y contra el alma
            ay vidalita desde el racimo del vaso infausto desde
el espejillo donde tus ojos me comen desde la última vi-
        sitación desde lo tremebundo de este estar ay vida-
lita desde la musa extraviada desde el tordillo platea-
        do que perdió la querencia desde los soles que me
hieren porque soy más de las lunas ay vidalita desde la
        sexta que está en un hilo desde esta vihuelada que
en el final es bermellón ay vidalita desde la codicia
        del chupasangre desde el santiamén del olvido des-
de la sombra caudalosa desde no sé que, escalofrío y en
        el disturbio de los ojos
                                                             ay vidalita

Tan huesolita que te ibas

tan envidiada de qué sombras la tierra ardía huesolita


la siesta ardía melodiosa tan como ibas tu sonrisa era
una piedra arrobadora y era otra piedra mi costilla
dulcequeamarga solasola cuajada de alta pedrería eran
tus voces tan palomas eran tus manos piedras finas
guitarra tan azuladiosa eras la piedra que acaricia piedra
te ibas quién te roba última brisa de la brisa o
flauta mía o leja y rota tan huesolita que te ibas tan
de la gracia mucha y poca si cuando vuelvas ves mis
días oh piedra llena llaga

             hermosa!

                                V

              Te regalé unas cuentas indias

y había un color de aroma hereje tan sobre mi caía el


cielo amarilleaba su piel verde yo sé que labro joya
oscura sólo por vos que me la entiendes porque a vos
te hablo en esta piedra enrumorada de caldenes quién
sino vos me la naciste y en quién sin vos ella se mece
te di en la tierra qué colores sonorositos magamente
remotas gemas de collares ascuas de piedras de otras
gentes besos de piedras recobradas entre tus manos
vieja fiebre alegría vieja o amoríos de aquella aquel que
están sin frente te regalé gualicheríos piedras de dulces
              redondeles

                      de Elegías de la piedra que canta, 1969

y crecía la hornalla hosca


en aquel pueblo de hornos pérfidos
eran mayas eran aztecas
eran quichés de estuco y lágrima?
eran teocallis bermellones
o pirámides de tierra terca?
eran hombres de barro fresco
recién hacidos por el gran padre?
eran esclavos colorados
o eran grietosos cuasi hombres?
pero crecían las hornallas
trabajosamente crecían
empinábanse con dolores
para que cuajaran panes panes
eran palacios de gentes torvas
o con máscaras de barro impuro?
con inocentes mascarillas
gentes que siempre comerán barro?
crecía la hornalla cumplíase
entre colorinches y desvelos

17

y anduve solo y no era la luz


fuíme por duros corredores
por los pasillos pesaroso
y saquéme un papel azafrán
con un saludo de tez granate
“he aquí que llégueme a verte
juancarlos estuvo en esta torre”
y fuíme solo y no era la luz
por los pasillos musitantes
atrás dejé los corredores
negros y más que hechos con cuervos
quedóse el papel inclinado
esperando tus ojos de mora
y como un ciego fui con las manos
interrogando a las paredes
buscando la puerta brillante
los tragaluces del castillo
el aire que andaba en el mundo
“juancarlos estuvo en este cuarzo”
fuíme solo y no era la luz

de Unca bermeja (1973), 1984

 
 

Quetral 4

Quetral del salamanquero,


del indio rico Antipán,
de aquel Jesús Calluhueque
borracho en la soledad…

“Los brujos dan sus poderes,


le piden prendas al hombre:
tuve que darles mi matra
bordada con arreboles.”

Quetral del brujo piedroso,


de aquella pipa de piedra,
o del matuasto tejido
por el señor-de-las-sierras…

II

“Y yo les di mi cuchillo
de fino cabo de plata…,
y al poco tiempo murió
mi amor sin besar mi almohada.”

Quetral del pardo mortero,


del raspador transparente,
lengua filosa, luz lanza,
tajo nomás, llaga siempre…

Salamanquero yo fui,
y era Juan Paulo Durazno,
Honorio Manquepillán,
el Nicolás Antenao.

…víbora de colores terribles…,


onduloso chasquido
bajo el abuelo Sol, el Gran Cabeza de Oro…
Sangrecita casi flauta,
torturada, torturada…
Apágame ya
este canto…
Ay, víbora,
tu silbo
rojo.

                   de Quetrales. Cantos del añorante (1967), 1991

Sexta Palabra

Qué convulsión del cielo me amenaza


en lo creencial del mundo que me enluja
con los errantes velos de la bruja
que ayer quemé, cuya ánima me abrasa
de septentrión a meridión? Me arrasa
el corazón, las testes, si me estruja.

Cuadragésima Primera Palabra

pasa bustriazo el viejo con el joven


bustriazo azul de serle el sentimiento
la flor la luz el agua en el momento
de la enjutez del vago pensamiento
la sangre infiel bustriazo el viejo el joven
en paz en pos de su destino el reto
de su vivir bustriazo el viejo el joven
cristal de roca ya cuarzo coleto
tan pedernal de sí el viejo el joven
bustriazo va le brilla el esqueleto

               Ruta 5 y “San Cayetano”.


               Domingo de Resurrección)

Cuadragésima Tercera Palabra

Adónde vas, poeta nochernícola,


de austera sal, de halo melancólico?
Y el primo amor, o bien, el tu penúltimo?
Y el vaso azul? Erótico y arqueólogo
te sientes bien, mi vate, muy católico?
Eres o no el juglar, el archimítico,
el hacedor maniático, elegíaco
de tu canción? O estrilas de neurótico
talante, o vas de túnica, de báculo
por la vastura de la noche eólica?
Ay semoviente, austral humano mágico,
nómade Juan, desnudo en lo fonético?

                 (Ruta 5, divagando bajo el


                  pánfilo viento)

                           de Libro del Ghenpín (1977), 2004

balada arcaica
ya te vas vegetal tornasolada no me prendas la flor del exterminio fulgimiento del agua de los ojos no me prendas la
flor del exterminio hinchamiento del cielo qué potencias no me prendas la flor del exterminio qué hinchadura del
mundo taza turbia no me prendas la flor del exterminio con el hijo salido de tu entraña no me prendas la flor del
exterminio con el ala punteada de tu ángel no me prendas la flor del exterminio con arcillas que vuelan soberanas
no me prendas la flor del exterminio en olor de adiós que me espeluza no me prendas la flor del exterminio con tu
boca antañera tras tu boca no me prendas la flor del exterminio en amor de tu sombra sonadora no me prendas la
flor del exterminio!

                 27 y 28
                 para vos, dueña de los ponientes.

                                 de Canción rupestre, 1972, inédito

el intenso dice

un adiós el intenso dice una sombra mi amor aterciopelada palaciega en esta tarde regocijante y tristonosa las
gentes se ponen máscaras oh no mi amor se sacan los rostros se arrancan infantilizados la identidad remota y saltan
saltan y no son langostas siquier y tristemente remedan al ancestral sagrado qué estoy diciendo mi amor yo
celebrante rojo celebrante amarillo y negro y azul huelo a collón a piedra pintada a sien quemada huelo a corazón
ahumado huelo a rodillas blanconas a canillas bermejas mi amor dios quiera que no pienses como yo en esta tarde
que huele a tambores colorados a bajo vientre castaño a tobillos simplones a talón pintarrajo mientras la soledad
los va comiendo y chilla

              (t. 23, 24)


               a ch.

                                 de Caja amarilla, 1973-1974, inédito

DATOS DEL AUTOR

Juan Carlos Bustriazo Ortiz (Santa Rosa, La Pampa, 1929). Autodidacta. Su actividad de radiotelegrafista lo llevó a
recorrer y conocer la mayor parte del Territorio de la Pampa Central. Durante muchos años fue corrector y
linotipista del diario La Arena. Animador cultural de varios boliches y peñas de la ciudad de Santa Rosa. Varios de us
poemas han sido musicalizados por los músicos pampeanos. Su obra fue declarada de interés provincial. La
profesora Teresa Girbal lo incluye en el texto de investigación Estudios de Literatura Pampeana (1974), 1981. Ha
sido publicado en las revistas Bardo; La Danza del Ratón; Alguien llama. Carpeta de poesía argentina;Diario de
Poesía; Patagonia/Poesía; Museo Salvaje; Alter Ego; y en los suplementos “Confines” (diario El Patagónico,
Comodoro Rivadavia, Chubut) y “Caldenia” (diario La Arena, Santa Rosa, La Pampa). Aguarda su edición la
antología Herejía bermeja, preparada por el poeta Cristian Aliaga. Hoy vive ─o sobrevive gracias a una pensión que
le otorgara el gobierno de la Provincia de La Pampa─ en una humilde casa de barrio y bajo el atento cuidado de su
señora esposa Lidia Hernández.

OBRA COMPLETA: Canto Quetral

Editada:
§ Elegías de la piedra que canta 1969
§ Aura del estilo 1970
§ Unca bermeja 1984
§ Poemas Puelches; Quetrales. Cantos del añorante 1991
§ Libro del Ghenpín 1977

Inédita:

§ Huellas de la pampa honda 1954-1959


§ Aires de cobre y sal 1954-1963
§ Zambas del Piedra Juan 1954-1963
§ Últimas zambas del Piedra Juan 1960-1964
§ Canciones del campamento 1960
§ Chalileras 1961-1962
§ Puelchanas 1961-1962
§ Llantos del salitral 1962
§ Viento de la Milonga 1961-1964
§ Nuevos estilos 1965-1966
§ Tercer libro de estilos 1967
§ Estilos salidos de madre 1967-1968
§ Estilos de Juan Salado, con un poema de piedra negra 1968
§ Papeles de piedra azul 1968
§ Cantos Nerecos 1968
§ Agua enjuta, guitarra… 1969
§ Sien socarrada 1969
§ Cartas desde la piedra 1969
§ Segundo libro de cartas 1969
§ Tercer libro de cartas 1969
§ Últimas Cartas 1969
§ Y tu ángel y el estruendo… 1969-1970
§ Costilla de azucena 1970
§ Las yescas, canciones del enterrado 1970-1971
§ Cantar del ánima y canción de enjuto 1971
§ Cantos de malhayadas o canción de Juan Carlos 1971
§ Segunda canción 1971
§ Solo de agua 1971
§ Punteo violeta; tal vez Cantar de calamanquero, también Temple del diablo o Cuasi tercera canción de Juanllanca,
y mismamente Vihuela, Endechas cinco libros en uno,1972
§ Los dibujos 1972
§ Las pinturas 1972
§ Canción rupestre 1972
§ Los decimientos 1972-1973
§ Caja amarilla 1973-1974
§ Palabra colorada 1974-1975
§ Cárdena la raíz 1974-1975
§ Libro sangrado 1975
§ Cofre de cuarzo 1975
§ Obsidiana 1976
§ El Olor del Ópalo 1976
§ Poemas parientales 1976-1977
§ Alcatufé - Topasaire - Sol azul - Pedernal - Piedra de oro cinco libros en uno, 1977-1983
§ El cantor del anillo de plata 1983
§ Piedra cocida 1983-1984
§ Canto escarlata 1984
§ Rëni Tafü 1984
§ Cóndor verde 1984
§ Tigre del sol 1984
§ Hoja sepia 1984
§ Boca del bohemio 1984
§ Ciclo lila 1984
§ Las trovas del linyera 1985
§ Rasguido de la peñola 1985
§ Juglar herido 1985
§ La caja de la bruja 1986
§ Madreselva 1986
§ Pájaro tío 1986-1987
§ Libro de las cuartetas y unas derrotas             1986-1897      
§ Texto autónomo sobre el Cometa Halley 1986-1987
§ Libro de cortezas del flamenco Bustriz 1989
§ Los neotangos de charol 1989-90

Datos biográficos obtenidos del sitio en Internet:


http://desdeelaula.blogspot.com/2005/07/un-gran-poeta-argentino-que-pocos.html  

La poesía despide a uno de sus creadores fundamentales. A los 81 años murió en Santa Rosa el
pampeano Juan Carlos Bustriazo Ortiz. Dueño de una obra de leyenda, que incluye más de 80 títulos, y
considerado uno de los autores más destacados de la poética argentina actual.

Bustriazo había nacido en 1929, en una Santa Rosa que progresaba como cabecera territorial pero que
soñaba convertirse en capital de provincia. A los 19 años ingresó a la policía como radiotelegrafista; allí
comenzó su peregrinaje por el oeste pampeano, casi en simultáneo con la construcción en Mendoza del
dique Los Nihuiles, que dejó sin agua la cuenca del río Salado-Chadileuvú. De aquellas tierras de
silencios profundos e inmensidades quedó como herencia una obra de una intensidad poco común, árida
y conmovedora como el desierto.

De regreso en Santa Rosa, Bustriazo ingresó como corrector en el diario La Arena. Allí forjó madrugadas
inolvidables junto a creadores fundamentales de la cultura pampeana, como Julio Domínguez "El
Bardino", Delfor Sombra y Edgar Morisoli, entre otros. Siempre con la complicidad de un maletín cargado
de escritos, peñas inolvidables como el "Temple del diablo" y un personalísimo vaso para beber vino -con
una costra tinta en su borde- que se convirtió en una virtual extensión de su cuerpo.

Considerado el poeta más importante de La Pampa, Bustriazo construyó una obra que supera los ochenta
títulos. Decenas de músicos, además, le sumaron melodías a sus escritos, piezas fundamentales del
cancionero folclórico de la provincia. Enredada en litigios luego de etapas de alcoholismo e internación
psiquiátrica, hasta ahora apenas vieron la luz seis libros: Elegías de la Piedra que Canta (1969), Aura del
estilo (1970), Unca Bermeja (1984), Los Poemas Puelches y Quetrales (editados en conjunto en 1991) y
Libro del Ghenpín (2004).

Injustamente limitada al ámbito local, su poética había traspasado en los últimos años las fronteras
provinciales. Rodeado de un creciente reconocimiento, pero con una pensión del gobierno de La Pampa
como único sustento, Bustriazo le hizo frente a la vejez -y también a sus recuerdos- junto a la férrea
custodia de su mujer, Lidia Hernández. Quizás sin saberlo, ya convertido en leyenda.

 
 

Fotos: Cati Armas


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Radiografía de La Pampa

“Te /estuve/ yo /quemándome/ en/ tu agua” escribe Juan Carlos Bustriazo Ortiz, en forma de crucecita, en el
comienzo de uno de sus libros, “Elegías de la piedra que canta”, y pienso que acaso no sea necesario agregar nada
más sobre este hombre, ni sobre su poesía; sólo leerla, y dejar que lo raro, lo extraño se instale, inevitable, mientras
la boca sonríe, agradecida.
El hombre que, asegura, escribió los dictados de Dios, es ex telegrafista, errante nocturno, amante de la vida y la
naturaleza y el  poeta de La Pampa. 

Juanllanca, Flamenco Bustriz, el Penca o el Piedra Juan, como lo llaman sus amigos, es dueño de una obra poética
única, reveladora, fundamental para la literatura argentina y sin embargo casi desconocida. Poesía viva que fue
creciendo con el paso del tiempo, como bien señalan las docentes Dora Battistón y Carla Rivara en sus estudios. Una
primera etapa (1954-1969), vinculada al cancionero regional caracterizada por el uso de los recursos métricos que le
son propios (zambas, milongas); un momento de transición (1969-1970), donde se va alejando del formato canción,
y una etapa final, hacia los años ochenta, donde el lenguaje se multiplica en nuevas formas más complejas, más
experimentales: “ensusurrándote”, “rinconoso”, “laguniñas”, las palabras se amalgaman en una fusión sorpresiva
que gana en musicalidad, en cuerpo.

 
Juan Carlos Bustriazo Ortiz

Hoy comparte sus días y recuerdos con Chiquita, como la llama él, Lidia Hernández, su actual compañera, y
sobrevive gracias a una pensión que le otorgó el gobierno de su provincia. Ella fue quien lo asistió en su
recuperación, luego de cinco años de mutismo, tiempo que duró su internación en el hospital psiquiátrico local
Lucio Molas y luego de haber estado hospedado en la Asociación de Escritores de La Pampa.

Desde entonces no ha vuelto a escribir. “Se destruyó mi imaginación poética”, dirá él. Tal vez por eso, escucharlo
leer, verlo, es una experiencia conmovedora. Hay sorpresa y reencuentro en la lectura, en la palabra evocada.
Su obra poética, aproximadamente ochenta libros, en su mayor parte permanece inédita. Sólo un puñado se ha
publicado. Entre ellos Elegías de la piedra que canta (1969), Aura de estilo, (1970), Unca bermeja (1984), Los
poemas puelches / Quetrales. Cantos del añorante (1991) y Libro del Ghenpín (2004).

Lamás Médula en La
Pampa

Es sábado diez de enero. Acabamos de llegar a Santa Rosa, capital de La Pampa, con Cati Armas, Ama de Llaves y
fotógrafa de Lamás Médula. Según nuestros relojes son las seis y media de la mañana, pero la hora local indica cinco
y media, diferencia que no tuvimos en cuenta en Buenos Aires. Hora extra que al principio parece favorecernos,
pero pronto tornará nuestra estadía más lenta, más elástica. Demasiado temprano para encontrar hospedaje. Y
para todo.

Desayunamos en el bar de la Terminal, leemos el diario local La Arena y salimos a caminar, a recorrer las calles de la
ciudad, amplias, limpias, deshabitadas. 
A poco andar se suma un perro que nos va a acompañar durante todo el recorrido. Cada tanto pasa alguna moto.
Un barrendero nos ayuda a orientarnos, nos pregunta de dónde venimos, y a qué.

-¡Ah! -nos dice, sonriendo - ¿van entrevistar al escritor de barbita blanca?- y nos desea suerte. 
Encontramos un hotel. El día es largo, nos da tiempo para amigarnos con la tecnología: cámaras, mp3, grabadores.
Miramos el mapa, el reloj. Hay tiempo para hacer fotos en la plaza, en la laguna. Hay tiempo para improvisar algún
almuerzo. 
La temperatura no deja de subir. Pronto el calor pampeano se vuelve protagonista central de nuestras
conversaciones.
Finalmente, a la hora convenida, las cinco de la tarde, llegamos al domicilio de Juan Carlos Bustriazo Ortiz.

Bustriazo Ortiz entre


sus piedras indígenas, su poesía, el mate y su compañera

La casa es luminosa y fresca. La charla se desliza a la sombra en un jardín lindero a la vereda entre los mates que
ceba Lidia y alguna que otra moto empecinada en recorrer esa cuadra. También el viento de la pampa hará lo suyo,
nos silbará al oído, se escurrirá por el micrófono. 
Bustriazo habla poco. Sus respuestas son breves, como nos anticipara Lidia antes del viaje, pero nos lee mucho, más
de lo esperado.
Se apasiona como un niño cuando despliega su colección de piedras indígenas, las que recolectó de pequeño. Nos
muestra su preferida. La eleva al sol. La besa. La huele. Y es blanca, filosa, transparente, como la poesía que recita.
”Quién te galopa y galopa quién por el monte resuena qué fugitivo caballo con qué jinete…”

LA ENTREVISTA

Bustriazo Ortiz
“Mi nombre es Juan Carlos Bustriazo, pero como poeta he firmado Ortiz como mi madre: Vicenta Ortiz Ñáñez.
Bustriazo es apellido de origen italiano. Significa tres bueyes grandes. Mis padres vinieron de Europa. Yo nací en
Santa Rosa, soy santarroseño, un lunes tres de diciembre de 1929. Tengo setenta y nueve diciembres.”

La Pampa
“Yo era oficial ayudante de policía, radiotelegrafista, cuando se usaba el código morse. Mis iniciales eran JCB. Cada
tanto nos trasladaban a distintos lugares de la provincia, así que recorrí bastante la pampa. Tuve contacto con
mapuches que me tomaron mucho cariño, y yo a ellos. Mapu significa país y che gente. Vivieron acá mismo, hasta
que fueron corridos por los huincas, por los blancos, los muy civilizados huincas… Sí, ¡eran muy civilizados y muy
humanitarios los huincas...! 
Amo la naturaleza. He tenido ocasión de ver paisajes hermosos sobre todo por el oeste de la pampa, lugares
desérticos, donde hay indígenas todavía. Ellos se defendieron pero no tenían armas como las del hombre blanco,
ese gran ser…”
Sonriente, “con setenta
y nueve diciembres”. 

La comida y el amor
“Nunca me casé. No he tenido compañera. Amigas y amigos sí. Y una novia, ya fallecida, que no quiso casarse
conmigo, se casó con otro muchacho. Se llamaba Rosa Esther Fernández Escobar. Rosita…

Yo era muy enamoradizo. Me gustaban las muchachas y ya me enamoraba. El amor tiene un poder extraordinario.
La comida y el amor tienen grandes poderes, sexualmente hablando, ¡tienen poderes extraordinarios! Yo, por
ejemplo, cuando estoy por almorzar siempre digo: ¡la comida será sagrada!, y tiemblo… 
Ahh!...Y el vino tinto… que es el vino que más me gusta. De vez en cuando aparece en mi almuerzo un vasito con
vino tinto y otras veces uno que me parece que es vino pero no, es gaseosa, pero igual es rica. Cuando tomo vino
tinto, aunque esté solo, digo: ¡yapai peñi! que significa ¡salud hermano!, en mapuche.
También me gusta mucho la ginebra. La ginebra que viene en porrones, inventada por el finado don Erven Lucas
Bols. Otra no. 
Otra cosa que para mí tiene mucho valor y todavía no pude recuperar es lo que yo llamo mi tazona. Se la compré a
don Francisco Feliciano Marrón Lanas. Esa tazona me persigue y la busco y no hay caso, la tazona no aparece. ¡Mi
querida tazona! Pero la perdí. Me la sacaron. Yo sigo esperando que me la devuelvan.”

La obra
“Mi obra poética me la dictó Dios. Me dictó esa obra poema por poema, y yo escribía a máquina, sin ningún error
de ortografía. Recuerdo que a mi finada madre, cuando nací, sietemesino, un anciano le dijo que yo iba a ser poeta.
Y se fue. Siempre pensé que él era un anciano poeta. Andaba con un rollo de papeles en sus manos. 
Cuando estuve internado no podía escribir y desde entonces no pude escribir más. Cuando esa psiquiatra me
medicó, se destruyó mi imaginación poética. Me internaron porque habré caído en otro momento de enfermedad.
Sí, una vez me corté (muestra las muñecas) pero nada más que esto y estoy vivo todavía…Y quiero vivir, cómo no
voy a querer vivir… ¡Claro que quiero vivir!”
Mostrando sus venas y
sus manos, esperando su tazona… 

Cuentas indias
“Acá están mis piedras indígenas. Deben tener entre seis mil y siete mil años.
Ésta es interesante, hermosa, yo siempre la beso y la huelo, tendrá seis, siete mil años… Siempre pensaba que iba a
ser arqueólogo. No pude estudiar pero yo era un arqueólogo y andaba buscando restos arqueológicos. Tenía en la
casa de mi madre un museo en mi pieza, centenares de cosas… ¡cómo las extraño!
¡Si las habrán tenido en sus manos los indígenas! ¿Cómo las habrán construido? Con sus manos, con otras piedras
con más poder… ¡qué cosa! ¡Quién pudiera ser arqueólogo para escribir sobre esto!... Ésta es la que me llama la
atención siempre… Es distinta a las demás, tiene filo, y cierta transparencia que las otras no tienen, son opacas…
¡qué notable! ¡Cómo me gustaría recibirme de arqueólogo y salir con gente amiga a recorrer lugares donde puede
haber yacimientos arqueológicos!”

El futuro
“Me gustaría ser recordado como una buena persona, como un anciano de buen corazón.
Pienso vivir ciento un años, si Dios quiere, claro, haciendo quién sabe cuántas cosas ¿no?... Recién estoy pisando los
ochenta.”
El saludo final, luego de
una tarde de poesía en el corazón de La Pampa. 

Y nos despide. Desde la puerta de su casa nos tira besos, dice: “Estoy muy contento de que ustedes hayan venido a
esta casa, hasta esta casona...”
Volvemos a pie al hotel, reviviendo los últimos minutos de la entrevista, la calidez de su abrazo, la gentileza de sus
palabras bajo un sol que no afloja. Sólo nos queda empacar, comprar algunos recuerdos, despedirnos de Santa Rosa
por ahora, aunque juramos volver a visitarlo y llevarle algunos libros. Ya de regreso, en el micro, caemos rendidas.
Es tarde. Cati Armas se duerme. Yo pienso en él. Lo imagino soñando, caminando por el campo rodeado de amigos,
hundiendo las manos cuidadoso, cavando; feliz, al encontrar nuevos signos, nuevas piedras. 
JUAN CARLOS BUSTRIAZO ORTIZ
LOS POEMAS

de Elegías de la piedra que canta (1969)

Tan huesolita que te ibas


tan envidiada de qué sombras la tierra ardía huesolita
la siesta ardía melodiosa tan como ibas tu sonrisa era
una piedra arrobadora y era otra piedra mi costilla
dulcequeamarga solasola cuajada de alta pedrería eran
tus voces tan palomas eran tus manos piedras finas
guitarra tan azuladiosa eras la piedra que acaricia pie-
dra te ibas quién te roba última brisa de la brisa o
flauta mía o leja y rota tan huesolita que te ibas tan
de la gracia mucha y poca si cuando vuelvas ves mis
días oh piedra llena llaga
hermosa!

Te regalé unas cuentas indias


y había un color de aroma hereje tan sobre mí caía el
cielo amarilleaba su piel verde yo sé que labro joya
oscura sólo por vos que me la entiendes porque a vos
te hablo en esta piedra enrumorada de caldenes quién
sino vos me la naciste y en quién sin vos ellas se mece
te di en la tierra qué colores sonorositos magamente
remotas gemas de collares ascuas de piedras de otras
gentes besos de piedras recobradas entre tus manos
vieja fiebre alegría vieja o amoríos de aquella aquel que
están sin frente te regalé gualicheríos piedras de dulces
redondeles

Luego serás cuajada luna


y cuidarás las ovejitas verdes del monte paridoras oh
baladoras sus orillas hasta el confín de sus balidos
luego serás que laguniñas niñaslagunas monteadoras
serás la leche más rocía y serás más más que la luna
serás la luna repetida y repetida hasta mi hueso serás
la flor reventoncita luego serás lo que yo quiera lo que
vos quieras que te pida te apagaré tan mansamente
boca con boca la sonrisa te moleré como quien muele
silvestres bayas maduritas serás más luna que la luna
por machacada
revivida

En mi tazón te traeré músicas


para no verte tan callada flautas pisadas templadoras
bellas guitarras mordereadas en mi tazón de soledades
de uvas sangrosas carne gualda y moliditas qué milongas
arrobadoras y rasgueadas piedra sonriente piedra
mía digo que mía por cantada lejosa vientre de tu
ausencia en estos lados de la patria oh ruidoroso
continente piedra no piedra sí muchacha lo más hermoso
de la piedra lo que nos da tras de la lágrima lo que
nos queda de la piedra su carocito y perdurada en mi
tazón o en mi esqueleto o en su ceniza si es que
canta

de Caja amarilla (1973-1974)

el intenso dice
un adiós el intenso dice una sombra mi amor aterciopelada palaciega en esta tarde regocijante y tristonosa las
gentes se ponen máscaras oh mi amor se sacan los rostros se arrancan infantilizados la identidad remota y saltan
saltan y no son langostas siquier y tristemente remedan al ancestral sagrado qué estoy diciendo mi amor yo
celebrante rojo celebrante amarillo y negro y azul huelo a collón a piedra pintada a sien quemada huelo a corazón
ahumado huelo a rodillas blanconas a canillas bermejas mi amor dios quiera que no pienses como yo en esta tarde
que huele a tambores colorados a bajo vientre castaño a tobillos simulones a talón pintarrajo mientras la soledad
los va comiendo y chilla

de Libro del Ghenpín (1977)

Primera Palabra
Y aquí estoy yo, pensoso y descendiente, 
junto a esta luz meralda que se mece,
el juan azul, el carlos marilloso,
espiando aquí, dentrocullá, qué tonto.
Quién me dirá qué-buscas-en-lo-huyente?-,
la-cepa-o-ya-la-borra-de-tu-gente?
Aquí estoy yo, racimo alabancioso.

Fantasmas más, fantasmas menos, duermen.

Tercera Palabra
Dónde errarás, Antonio tan Bustriazo?
Dónde, fatal espectro, Comisario
de Territorios Nacionales? Calmo,
te pienso calmo en tu gran paz, callado,
tu gesto así, de labios apretados.
Y Juan Bautista y su caballodiablo?
Lo buscarás?, se buscarán airados?
Dónde errarás, Miguel Antonio? Parco,
rápido hablar, tu fuerza eran tus manos.
Tu sombra vi, tu bulto oscuronado
en tu momento de morir Bustriazo,
tu nube ya, tu forma de apagado.

Te dejo aquí, errante y capturado


gema o carbón, o flauta o espantajo.

Décima Primera Palabra


Lasqa qarnaL, ardiente peladura
del qorazón, guiñapo de la luna
en menstruacióN, pellejo, arranqadura,
sangrienta faZ, manzana gemebunda,
desgarración, piltrafa sin ventura.
No eches verdoR insano ni no luzqas
qon tu angurriento amoR, ni des ninguna
qría infeliZ al monstruo de esta uva

Décima Quinta Palabra


Antesta vela corta que me queda,
flaca energía de la luz inicua,
esta palabra posterior, postrera,
por áhora u´hoy entresta luna indina
de húmedo vidrio, de quincallería
guachenta y gris. Esta palabra hueca.

Décima Sexta Palabra


Adiós, adiós. Hasta mañana, lengua,
lueguito o no, luegura si me llega,
levántar me, nacerme de la huesa, 
la sabanura, almohada, estotra greda
de la que subo taza, vaso o luenga
jarra de Juan. Hasta mañana, lengua!
(Ellos ya están cantando: “cuchillocóoooooo!...)

Décima Séptima Palabra


Renqueante voy bajo esta luz, confuso,
a tu fulgor, ay vino. Yo me acuso
de ir a robarte donde un dios te puso
en el mesón sabido. Yo, que iluso
ando en dolor violeta. Quién dispuso
que pase así? Perdón si yo te uso.
Es mi destino y el telar y el huso:
mi Tejedora Tinta, vino infuso.

Décima Octava Palabra


Rosa-Betuna-de-esta-salidura:-
orujo-infame-cincuentón-cercano-
pantalón griso-rodilloso-mucho-
tan-perturbado-por-la-calle-imbécil-
este-que-fue-linotipista-loco-
de-ira-en-ira-por-la-negra-máquina-
esa-invención-tan-bella-y-peligrosa-
el-corrector-de-pruebas-de-aquel-diario-
aquel-taller-de-horrípilas-ginebras-
tanto-que-hacer-que-herir-esta-palabra-
ni-cien-mil-bocas-bastan-quéyquéntonces?-
Rosa-Betuna:-vuelvo-a-los-comienzos-
al-pieslegüero-que-está-aquí-yacente-
que-ni-es-ni-bosta-entre-el-alcochol-y-el-humo.

Vigésima Primera Palabra


Cómo será la cola de una bruja?
Azafranada, viola, miel, canela,
color durazna, de damasca prieta,
poma escarlata, ciclamor de luna?
Cómo será la cola de una bruja?
Color de espiga, leche, tuna, hoguera,
o de ostra de oro, de sirena intensa?
Cómo será la Cola de una Bruja?
Yo me pregunto, pobre Juanca. Nunca
sabrás del todo, porque te es tiniebla!

Vigésima Cuarta Palabra


Águeda Franco: ahora que estoy preso
que este homicida late consumido, 
yace oxidado, occipital, confeso,
occidental, poniente, sol caído,
y parietal, decúbito, poseso
de su fatal, de su hecho renegrido,
lástima, sí, Águeda Franco, de eso
que el hombre llama crimen, de eso he sido
un elegido más, ni pan ni hueso
tengo el roer, y el carcelero, ido
en su pensar, su vuelo, pasa tieso,
talón, talón, borceguí negro, hundido
en lo betún, la sombra, fuerte, ileso,
Águeda Franco: bésote, sentido.

(Cárcel de Encausados de Santa Rosa, 24 de marzo) 


Esquela endecasílaba para Águeda Franco, tierna muchacha de General Pico, escribidora de floridas cartas y de
bellos poemas pintados

Vigésima Séptima Palabra


Yo les pregunto y a las gentes duchas
qué es esta música que se me bifurca?
Valse, ranchera, polca, si es mazurca, 
minué del ángel, chotis de la bruja?
Esta feliz sonorería oriunda
del corazón, de la pasión nocturna,
la rara avis que me canta y turba,
me amasa nuevo, que me descorrupta?
Yo no lo sé. Son hartas las preguntas.
Quid de la sien, la lengua. Me disculpan?

Agradecimientos
A Norma Viñas “La Maga”, por la filmadora y la buena onda
A Ediciones En Danza, por el ejemplar de Herejía Bermeja
A Fabián Vique, por sus lecturas y observaciones 
A Fabiana Polinelli, por su cámara de fotos
___________________________________
Las imágenes de Bustriazo Ortiz fueron ilustradas musicalmente 
con La Pomeña -el bellísimo tema de Leguizamón y Castilla-, 
en versión grabada por Pedro Aznar, Lito Vitale y Suna Rocha 
en el disco Cuerpo y Alma, de 1998. 

Copyrigth © 2009 revistalamasmedula.com.ar. 


Todos los derechos reservados.

Los Poemas Puelches ( 1954 - 1959 )

La tejedora puelche

Andaba doña Gregoria el caserío,

ofreciendo sus matras. Un día se fue

del pago. Los paisanos conservan

sus trabajos todavía, llenando con sus

colores los humildes recintos de los

ranchos...

Aquí viene llegando

la tejedora puelche,

la que tejía sus matras

lo mismo que su suerte.

Venía siempre al pueblo

en busca de la gente,

saliendo de la tarde

como una chilca verde.

Llegaba despacito,
subiendo desde el este,

allá, donde el río seco

se junta con la muerte.

Chamal rojizo y verde,

color que trae la suerte.

¡Ay, tejedora puelche!

tu sombra siempre vuelve.

Hoy suben de la tierra

tus raíces silvestres,

los vivos colorinches

de tus lanas alegres.

Loco el viento de junio

castiga, pardo y fuerte,

con tus matras yo tengo

la sola patria puelche.

Y aquí te dejo viva

memoria del Oeste,

derramada en mi canto

como un río ferviente.

Chamal rojizo y verde,

color que trae la suerte.

¡Ay, tejedora puelche!

tu sombra siempre vuelve.


-----------

El viejo Quintín, “intruso”

Después de lunas y lunas,

lo quieren sacar del campo.

Hoy lo he visto, cobre antiguo,

tierra y temblor, sueño amargo.

Allí está su sombra india

casi tocando la ausencia,

como si fuera a quedarse

ahí mismo, sobre la hierba.

“Hace años que trabajamos

este campito nomás...

Me dicen que soy intruso

y que me debo marchar...”

Casi nunca viene al pueblo,

su sangre apenas lo lleva,

y en sus ojos hace tiempo

que anda rondando la niebla.

Tener que irse y tan solo...

La tierra tiene otro dueño.

Don Quintín, cómo decirte

que los intrusos son ellos!


“Hace años que trabajamos

este campito nomás...

Me dicen que soy intruso

y que me debo marchar...”

-----------

Volviendo Don Correa...

Me contaron que siempre guitarreaba,

llenando de alegrías los patios de

los ranchos sonoros y con luces...

Ahí llega el viejo Correa

saliendo de la mañana

como apartando la niebla

con sus largas manos pardas.

Regresa como trayendo

de su antiguo tiempo puelche

sus yuyos de curar tristes

y sus vinos de la suerte.

Esto es ya cosa del sueño,

pero fue, y aquí lo cuento.

Lo cuento porque se me hace

que un día volvió subiendo

al perdido paradero
donde andaba su recuerdo.

Llegó hasta la casa aquella

de adobes acurrucados;

se hizo aleteo el saludo,

rojo en el aire y quemando.

Tal vez parezca que sueño,

pero yo estoy bien despierto.

Se fue otra vez don Correa

con su tiempo guitarrero,

rumbo a los cerros azules,

lleno de vientos jumeros.

La niebla lo trae ahora

con su solo paso andando.

Vino a mi voz su recuerdo:

aquí estoy para nombrarlo.

Esto, repito, no es sueño;

fue hace tiempo, pero es cierto...

-----------

Carapacha Grande

Andando los campos, caminos del monte, vimos en la tarde la Carapachá; la huella era polvo cegador y rojo, y alto,
amarillento, era el pajonal.
Las peñas cobrizas eran como el lomo de una fiera antigua de dormida edad. Peñascal oscuro, máscara de piedra,
guerrero de cobre, casa del pencal!

Carapacha Grande, Carapacha Grande...Y el río espejeaba como un pedernal!

Encendida greda, blanda como un lecho, ramitas resecas, hueso vegetal. La tierra era pobre como el lugareño;
vagaba en el campo, triste, el animal.

Brillaban insectos bajo flechas de oro

que los traspasaban, filos de cristal.

El río viajero tardaba y tardaba...,

y el hombre y la bestia lo iban a buscar.

Carapacha Grande, Carapacha Grande! Y el río espejeaba como un pedernal!

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Coplas para el niño muerto

La nieve castigaba la gente aquellos días. Todo aquel mundo era una larga y sola tierra blanca...

Anoche se ha muerto un niño

en los toldos, río abajo,

cerca de los Ñancucheo,

cerquita de unos remansos.

Parece que el angelito

tres días estuvo malo;

aún estaba infiel el niño

porque el cura llega escaso.


(Yo sé que la gente puelche,

abandonada en la tierra,

no puede pagar las cosas

de la ciencia y de la iglesia.)

Desde temprano la nieve

cubre la tierra salada;

no se distinguen las piedras;

las sendas están borradas...

En la cruz de un zaino manso,

en una cajita blanca,

atadito con dos sogas

lo traen por la huella larga.

Ha venido a ver al niño

toda la gente puelchera;

lo velarán esta noche;

mañana le darán tierra.

La nevazón los castiga

con sus lonjas embrujadas;

el cielo cierra los ojos;

las cabras balan y balan...

Desde temprano la nieve

cubre la tierra salada;

no se distinguen las piedras;


las sendas están borradas...

De la calandria

A Margarita Monges, poeta.

En un paisaje de adobes

y de piedras solitarias,

debajo de cielo puelche

una calandria cantaba

(En el corazón tenía

una guitarra hechizada)

Cuántas cosas le salían

de su sangre enamorada:

todo el canto de la tierra

le cabía en la garganta

(¿Qué dios remoto y silvestre

le regaló tanta magia?)

Era el triste de los yuyos,

la huella de las aguadas,

era el estilo del viento,

la milonga de las bardas.

(Porque mil pájaros sabios

era la sola calandria)


Una vez regresó el río

con pifulcas desbordadas,

y sus viejas sinfonías

me repitió la calandria.

(Era una niña de cobre

con un cacharro de lágrimas)

Dónde andará con su canto?

De quién serán sus tonadas?

Con esta música vuelve,

pero mi voz no la alcanza.

(¡Se me ha vuelto la calandria

una guitarra con alas!)

Musicalizada por Délfor Sombra

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Don Ceferino Astengo, gritador

...“Yapeyú”... “yapeyúuu”!... lo llamabas a tu perro, Y él se venía, despacito y tan viejo como tus gritos.

Venía cruzando el patio,

hablando solo y huraño,

en la ropa las hilachas

y en la cabeza los años.


Yo lo encontraba en la siesta,

las blancas barbas tejidas;

cómo guardaba memorias

su corazón de cenizas!

Ya lo veo por las tardes

subiendo al viejo molino;

no sé qué cosas miraba,

qué distancias, qué caminos...

Aquí yo quiero contar

su pobre y largo silencio,

y ya me pongo a quemar

este leño del recuerdo...

Aún vivía en la casa

de los antiguos patrones,

y era una sombra quebrada

con su bolsa de dolores.

Ya lo siento por las noches

nombrando cosas, sin sueño,

gritando nombres queridos

y mocedades sin tiempo...

Hace poco me contaron

que don Ceferino Astengo

quedó una noche tirado,


igual que un palo sin fuego.

Aquí yo quiero contar

su pobre y largo silencio,

y ya me pongo a quemar

este leño del recuerdo...

Musicalizado por Guri Jáquez

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La ruca de Taconao

Iba su sombra pobre saliendo del boliche.

Iba su sombra pobre cavándolo al salitre...

Hace días pasa Taco

con un hacha y una pala

hacia el bajo del salitre

donde duelen las mañanas.

Taconao levanta un toldo

de oscuro barro y jarilla;

al quincho lo hará de ramas

y al piso de tierra fría.

Su compañera le lleva

las pilchas y los enseres;


sus hijos arrean chivitos

desde las casas del este.

Taco Peralta trabaja

porque el invierno anda cerca.

La pobreza lo acorrala,

lo ronda la helada negra...

La ruca vieja del Taco

coronaba unas barrancas

de rosados piedreríos

brillando en la tierra parda.

El hombre es nómada y anda

al par de las estaciones;

junio lo muerde, y él huye;

enero quema y lo corre...

Por eso pasa y repasa

con el alma perseguida,

la sangre puro aguardiente,

y el viento, que lo castiga...

Taco Peralta descansa.

La tarde puelche lo ahonda.

Rojeando está el cerrerío,

y ya lo llama la Rosa...

Musicalizado por Guri Jáquez


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El camposanto abandonado

Estaba sobre una loma, barrancas arriba,

cerca de lo de Escudero,

atrás del rancho de Navarro...

Viejo camposanto del solar salado que en el viento vuelves oliendo a jarilla...

Pero ya lo veo venir al recuerdo

con sonoras piedras golpeando los días.

Te andaban las cabras y los cachilotes por las siestas rojas prendiendo guijarros;

a veces los viejos pobladores puelches me hablaban del tiempo de los enterrados.

Yo andaba en las noches mirando tus cosas,

rozando la niebla junto a tus orillas; subían del río humo y luceríos, y por los adobes el viento gemía.

Sólo te quedaba una antigua reja, un montón de piedras y huesos quebrados, y alguna memoria de sangre violenta,

de cuchillos ciegos y de sueños largos...

Viejo camposanto del solar salado que te has vuelto temple para la guitarra...

Se me viene un cielo de cuarzo crecido y unos jarillales de flores mojadas...

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