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Parte de Un Orden

Este documento es un índice de poemas que forman parte de una antología poética de Máximo Ballester. El índice incluye títulos de secciones como "Disfraz al agua", "Poemas con Agustina de chica", "En la orilla", "Musas extraviadas" y "Poemas sueltos I", II y III, entre otros. Cada sección contiene varios poemas individuales identificados por un número. El documento proporciona una lista de los títulos de las secciones y poemas que componen la ant
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Parte de Un Orden

Este documento es un índice de poemas que forman parte de una antología poética de Máximo Ballester. El índice incluye títulos de secciones como "Disfraz al agua", "Poemas con Agustina de chica", "En la orilla", "Musas extraviadas" y "Poemas sueltos I", II y III, entre otros. Cada sección contiene varios poemas individuales identificados por un número. El documento proporciona una lista de los títulos de las secciones y poemas que componen la ant
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PARTE DE UN ORDEN

ANTOLOGÍA POÉTICA

MÁXIMO BALLESTER
PARTE DE UN ORDEN

ANTOLOGÍA POÉTICA

MÁXIMO BALLESTER
ÍNDICE

Disfraz al agua………………………………………………………………………………………….. 5
Poemas con Agustina de chica……………………………………………………………………. 6
En la orilla…………………………………………………………………………………………………9
Musas extraviadas…………………………………………………………………………………….17
Poemas sueltos I………………………………………………………………………………………26
Cuaderno de notas……………………………………………………………………………………30
Poemas de autoayuda y aforismos para morir mejor……………………………………51
Poemas sueltos II…………………………………………………………………………………….66
Poemas de Máximo Estrella y otros esperpentos………………………………………….79
Árboles de un bosque / Una rama se quiebra y cae (pero es sólo una rama)…..85
Poemas sueltos III……………………………………………………………………………………96
“El viento está hueco. El mundo es extraño,
parte de un orden más grande e inconsciente de
la vida que se reúne sobre él”.

MARK STRAND

EPÍGRAFE PARA UN LIBRO CONDENADO

Lector apacible y bucólico,


hombre de bien ingenuo y sano,
tira este libro saturniano,
que es orgiástico y melancólico.

Si tu retórica no hiciste
con Satán, astuto decano,
¡tíralo! Me leerás en vano,
o creerás que a un loco leíste.

Mas si su hechizo no te inmuta,


y el abismo tu mente escruta,
léeme y sabrás amarme, amigo;

alma curiosa que penando


tu paraíso va buscando,
¡compadéceme!... ¡O te maldigo!

CHARLES BAUDELAIRE
DISFRAZ AL AGUA

(1998)

AVISO

se vende
máquina de llorar
buen estado
papeles al día
con memoria
ojos y lagrimales
originales
industria nacional
funciona con cualquier
razón o motivo
y llora a cántaros
hasta una vez por
hora
bajo consumo
sensibilidad intacta

EL POBRECITO

pobrecito de este poema enteramente roto


tendido sobre una mujer completamente vivo

ARTE POÉTICA

resistir

5
POEMAS CON AGUSTINA DE CHICA

ACUERDO

existe un acuerdo tácito entre mi


hija y yo
no decir la palabra
plastilina
ni siquiera aludirla mientras
moldeamos la colorida masa
de otro modo resultaría sencillo
explicar cómo dos elefantes ingresan
en un horno de plástico para la cena

AGUSTINA

Viene con su cara


de amanecer en punto.
Trae consigo un oso más
despierto. Ya se ha colocado
los anteojos; en sus vidrios
navegan pliegues del cielo.
Me dice papá. Yo soy el
que resbala por sus ojos
y ahí me quedo.
–Buen día. Quiero decir
en sus ojos cabe
la mañana entera.

6
PLAN FALLIDO

Hoy no iremos
Agustina
a saltar los charcos.

La lluvia
pronosticada para esta tarde
ha sido suspendida
por buen tiempo.

VHS PIRATERÍA

Nos disponemos a ver una película


con Agustina, un video que alquilamos.
Al principio pasan unos avances
y algo de publicidad. Después alertan
sobre la piratería y Agustina se echa a reír.
–¿De qué te reís? –le pregunto.
–De “piratería”.
–¿Qué significa, para vos, la palabra piratería?
–Un negocio donde se venden piratas, Papá.

A LA SALIDA DEL JARDÍN

Paso a buscar a mi hija por el jardín de infantes.


La salida es por un portón lateral y cuando llego
ya hay varios padres esperando. Al rato,
la maestra abre el portón y les pide
a los alumnos que se apuren. Enseguida alcanzo a ver
7
a Agustina entre tantos guardapolvos celestes
que se agolpan en medio del alboroto.
Cuando al fin sale y la tomo de la mano, Agustina
se detiene en los pies de la señorita que marcan el paso
dando golpes impacientes con las puntas, y con un claro
gesto de asombro en sus ojos, me dice:
–Papá: esa señorita tiene los zapatos enojados.

8
EN LA ORILLA

(1999–2003. Publicado en 2009)

Los abismos atraen. Yo vivo en la orilla de tu alma. Inclinado hacia ti, sondeo
tus pensamientos, indago el germen de tus actos. Vagos deseos se remueven en
el fondo, confusos y ondulantes en su lecho de reptiles... Yo sigo a la orilla,
ensimismado. Muchos seres se despeñan a lo lejos. Sus restos yacen borrosos
disueltos en la satisfacción. Atraído por el abismo, vivo la melancólica certeza
de que no voy a caer nunca.

JUAN JOSÉ ARREOLA


Gravitación

1
Pez de las cinco menos cuarto según su reloj.

Algo golpeaba en el mar, algo extraño, como una reverberación en su hora. Yo


volvía de la espuma, oía voces en las olas, y no quise mirar atrás. Algo golpeaba
con fuerza tras mi espalda y no quise mirar. Me alejé de la orilla hacia otros
médanos. Alguna razón debía tener el mar para estar así.

Vidrio triangular cóncavo, miembro de una luz, parte de una obra: refracta,
desafía al sol, corta la brisa, imita a una joya. Vidrio que será ventana de la torre
principal de mi castillo.

9
8

Un puerto. Un perro. Farol tumbado. Luz pesada sobre sogas de gordos nudos
marineros. Sombras de velámenes que oscilan lápices cruzados. La luna baja en
un responso: luz quebrada entre los barcos. Pasa un hombre vestido de
paraguas. Viejo, muy viejo. El perro da sus flechas a la noche. A su lado, soy un
fantasma con sombrero.

Ese calamar que se pregunta por qué tiene tinta si él no escribe, tiene una poesía
continua, irrefrenable, contra los males de este mundo.

13

El escarabajo abre calles en la arena; segmenta, draga, construye mapas que


nadie estudiará. Escarabajo de esta parte del sur que acabará trabajando de otra
cosa.

20

Barco nocturno que viene desde el horizonte. Trae remolcado al sol para este
día.

23

Benteveo de la curiosidad. Viene con su condena, su nirvana, su pasaporte al


día. Trae ráfagas de lo que no está.

25

Caminar la orilla, efímero, salvaje, sin perplejidad, sin apuro. En mi sombra va


la muerte. Toda sombra es forma de la muerte.

10
27

Es largo el peregrinar de esas piedras. Partieron desde temprano y aún no han


llegado a la noche.

30

Entre isla muy tuya e isla mía fracasan astros obstinados. Ellos encienden su
misericordia en el invierno áspero. Hago la soledad en ropas apretadas. En el
humo de la taza de café hay más espera que un país. Animal con miedo, me
agarro de la taza fuertemente para no caerme al vacío.

32

No el silencio: el callar de las cosas. Momento supremo. La sensación de que si


hablo lo dicho puede quedar escrito en el aire.

33

Bendito histrionismo de las manos. Alucinación momentánea al descubrir una


tercera mano –la tuya– en el solitario juego de las sombras chinas.

34

Y tus piernas eran más largas que el día sin tus piernas. Y yo era cursi, como
ahora. Me calzaba en las palabras una flor de un rojo carmesí como en los
boleros. Tiritaba ante la proximidad de tus pasos. Regurgitaba aplausos del
perfume de tu piel como si me hubiese tragado un violín, o dos, una comparsa
de maripositas o qué. Y después tus piernas eran largas como la noche sin vos.

35

Tus pechos: barquitos dulcísimos que miraban con recelo el puerto desierto de
mis manos.

11
38

Estoy alegre, bailo una mujer. Antorcha en la orilla bajo la noche mía. Bailo una
mujer alegre. Sal en el viento, cielo del callar sobre mi cabeza de fuego. Toco el
aire cálido de vientre de perro. Llego hasta manzanas que riegan. Perfumes de
tu voz bajan en serpentinas verdes. Todo baila, todo baila sin una gota de
música. Sólo yo, conmigo, solo en una sola espuma, atravesado a dentelladas
por una mujer que no acabará de hallar su forma definitiva.

42

Empozada en el callar como brasa exánime, abrumada, el mínimo piar te aviva.

47

Lejos de vos, seré un extranjero en cualquier parte.

51

Un hombre solo, vastísima región de voces y cencerros, suma fresca de pasiones,


acopiadas cifras del dolor, compendio de cosas o memoria, completamente solo.
Solo de una soledad que cierra las cortinas, los párpados, que pone los ojos para
adentro, que junta las manos sobre los leños encendidos, que deja la cama sin
tender. Solo, con la foto de una mujer querida. La voz de esa mujer en el callar
de la noche, su callar en la voz abismal de la penumbra.

55

¿Y ese faro, y esa luz? Por qué no ser ese faro, esa luz. Proyectarse en un reguero
calmo, extenderse hacia el horizonte, profanar el crepúsculo.

62

Te tiendo emboscadas terribles, dulces, con palabras de sol, con perros dibuja-

12
dos en la arena. Perros acostados con hambre que aúllan en mi nombre, se ras-
can la perra ausencia, soplan globitos de historieta con socorros de mi corazón.

63

Orinar entre palomas que sumergieron su hambre en un puñado de migas de


pan. Vaciar el macho en ese chorrito, ser agua en el sonido del agua, ausentarse
hasta del tacto del dedo índice y el pulgar direccionales. Derrumbarse en la
belleza de esas viejitas encorvadas con canastas de mano. Enmudecer. Quedarse
en blanco. Ya sin piel para aire, ya sin carne. Sentirse de más como hombre,
como género.

65

Pintura inacabada, casi bosquejo. Pintura a la que le pasa el tiempo sin mancha
nueva. No tiene mujer todavía. El lugar donde pondré tus pechos ya es un niño
dormido.

70

Dos cangrejos copulando y el amor es un ruido. Lentas castañuelas flamencas,


percusión de pinzas y armaduras, y el amor es crocante. Él, vestido de torero, un
rictus habitual y los ojos como botones de camisa. Ella, sonríe, como una piedra
sonríe.

72

Bajándose decorosamente de la palabra que la nombraba.

75

Musa, dulce veneno, divina impostora, me mostrás tus velos infinitos, me ponés
ojos para que no vea sino tus relámpagos azules, me llamás de urgencia a las dos

13
de la mañana. Y de golpe me veo oyendo lo que no es, y ya estoy de nuevo
pendiendo de un hilo en el borde de un nuevo abismo.

82

Bolero a las tres de la mañana: en los labios de la copa, el vino inventa la fruta
de tu boca.

90

Qué busco, dice el escarabajito. Busco buscar. Eso dice, eso busca el
escarabajito.

94

En soledad, en sudor, en semen, en sopor, en sangre calma te celebro. Abro los


ojos y no enciendo. Me quedo en aguas muertas y callo. Callo como de una boca
en otro lado. Será otro, otra cosa lo que hable por mí.

95

Ser en la noche el que ovilla el viento. Ser en la noche el que deshoja las
palabras.

109

Gaviota, cirro, merluza, escarabajo, gorrión, cangrejo, almeja, mosca, caracol,


pasan sin saludar. Cada cual sumergido en sus cuestiones. Misántropos.

14
111

Nada por decir, por escribir. Abulia frente a las comas, ante la picazón de
espalda, horizontalidad de lombriz, cabeza dentro de un pozo. Todo en no, en
nada, anticipos de muerte. Las alas a los lados del caballo, invisibles, ausentes.
La ventana que hice donde no había casa. Y descubrir que la bolsita que me
golpeó la cara, inflada por el viento, ya no tiene su paracaidista.

115

Pinto un ataúd para mi corazón ligero. Mi corazón: oruga que se comió la


mariposa que iba a ser.

123

Me quitaría la cabeza del sombrero, las manos de las mangas, los pies de los
zapatos. Sería la parodia de mi sombra.

124

A veces pienso que diga lo que diga, piense lo que piense, haga lo que haga –ya
respire, ya escriba, ya camine–, es otra forma de decir que te amo.

125

Vos en una orilla, yo en otra, soy el que espera a que se unan los continentes.

126

El mar se oye como una pregunta. La mañana es clara como si en ella se


reflejara otra más bella y alta. Parado en arenas de clepsidra, agoto mi tiempo.
Más allá de tu ausencia, siento que es tu vestido alegre el que no ha venido a
verme.

15
129

Despliego la hoja delicadamente. Releo el poema con amorosa esperanza, como


si lo hubiese escrito yo mucho tiempo después de haber muerto.

130

La sensación de haber rasgado todas las verdades hasta la última mentira. La


mentira se emperifolla, se viste de fiesta. La verdad es una fiesta a la que no
hemos sido invitados.

134

Sobrevivís en mí, delicada, frágil, como una especie en extinción.

135

Las nubes pasan como horas que alguien recuerda.

139

Donde hice nido brota la devastación. He sido llamado a sobrevivir toda la vida,
a ser, nada más, arquitecto de mi sombra.

143

Y sos agua de la que no podré secarme nunca.

16
MUSAS EXTRAVIADAS

(2008)

Al regresar del baile, me senté en la ventana


a contemplar el cielo. Me pareció que las
nubes eran inmensas cabezas de viejos sentados
en una mesa, adonde les traían un pájaro blanco
adornado con plumas. Un gran río atravesaba el
cielo. Uno de los viejos bajaba los ojos hacia mí,
e iba a hablarme cuando se disipó el encanto
y quedaron las puras estrellas parpadeantes.

MAX JACOB
Misterio del cielo

VUELO

Un hombre
pasa volando por el cielo.

Esto puede ser


que funcione en poesía, pero
en la realidad:

¿qué dirán las compañías aéreas?

17
BAILE

Dispongo la luz de una lámpara


directa a la mesa.

En el centro del círculo


clavo un compás con las piernas
abiertas.

Invierno porteño, de Piazzolla.

Giro la lámpara
y la sombra del compás muda de lugar.

EXPERIMENTO

1) Atrapo en un frasco
el aire que precede a la
lluvia.

2) Entro en un negocio
en el que se venden paraguas
y destapo el frasco.

3) Un vendedor me pregunta
qué deseo mientras yo examino
el comportamiento de los
paraguas colgados.

18
GOURMET

Me seduce con semillas de


cardamomo
vainilla en rama
hongos portobello
pétalos de rosa.

Me nombra la ciboulette
los repollitos de Bruselas
jengibre
lemon grass.

Me hace probar
un salmón casi crudo
risotto con echalottes
y morrón amarillo.

Me pone una manzana verde


en la boca y me dice:

–Voy a comerte como a un cerdo.

ESTRELLA

La noche se abre paso


entre las últimas nubes.

La lluvia dejó un charco oval


en la vereda. En él se ve
una estrella. Perfecta.

El poeta la recoge
y se la cuelga de la solapa.

El sheriff.

19
CÓMO OBTENER UNA FOTO DE UN MURCIÉLAGO SURCANDO LA LUNA

Tomar un viejo paraguas negro,


retorcerlo, desvencijarlo, aplastarlo
contra el piso, quitar el mango.

Elegir una noche de luna llena.


Salir al jardín con el paraguas roto
y una cámara fotográfica.

Arrojar el paraguas al aire directo


a la luna y tomar una fotografía.

Hacerle creer a todos que la foto


es de un murciélago surcando la luna.

CLEPSIDRA

Estoy sentado
en la cima de un médano
y me cae arena en la cabeza.

Cada tanto me incorporo,


me sacudo y vuelvo a sentarme
en el mismo sitio.

No sé qué hora es y, lo peor,


cuánto tiempo llevo aquí sentado
dentro de estas paredes de vidrio.

20
PULSERA

Un hombre fuma su cigarro


sentado en un bar. Pone la boca en O
y exhala círculos de humo
que flotan en el aire.

La mujer que vende flores


por las mesas, se acerca al hombre
y se coloca una pulsera de humo gris
en la muñeca izquierda.

MENSAJE DE LAS AUTORIDADES

Para mayor seguridad


–contando con un equipo altamente
capacitado– hemos colocado

---x-----x-----x-----x-----x-----x---
en todo el distrito

MÚSICOS

Bach me atraviesa el alma


con una bella espada.
Tchaikovski me deposita
en un barranco. Con Miles Davis
nos sentamos en los tejados.

21
PIROPO

El sol
bebe de tu luz.

Qué piola:
así cualquiera es sol.

TEMBLORES

Escuché en el noticiero
de esta noche
que a la mañana un temblor
había sacudido algunas zonas
de Buenos Aires
justo en el mismo instante
en que me decías que no.

VENGANZA

Mi venganza es que un día


un verso mío te dé alcance
y te desnude por completo
cuando camines por la calle.

22
LA ORQUESTA

En la vidriera de la casa
de venta de instrumentos musicales
un piano sonríe a quien quiera
mirarlo.

Una guitarra colgada oficia


de lira. Más atrás,
brillan trompetas y saxofones
a la espera de un soplido.

En la vereda,
el limpiador de vidrios dirige
la orquesta.

SÍMBOLOS

Un sol asomado por arriba y por detrás


del óvalo. Dos ramas de laurel lo enmarcan:
sus puntas están sujetas por una cinta
celeste y blanca que forma un moño en la base.

En el centro del óvalo, dos manos se estrechan


delante de un palo coronado por un gorro
color rojo.

El óvalo se divide horizontalmente en dos secciones:


es celeste en la parte superior y blanco en la inferior.

He aquí el Escudo Nacional Argentino.

La sangre es un tejido conectivo


en que la sustancia intercelular es líquida.
Está compuesta de plasma sanguíneo, glóbulos rojos,
glóbulos blancos y plaquetas.

23
AUSENCIAS

Escribo la ausencia.

Con una Edding Office Liner 39 sin tinta


la escribo.

CIRCO

Para
esta
función
hemos
ensayado el
triple
salto

CARTEL

Sobre el segundo portón lateral


del supermercado y sostenido por dos
tubos de hierro, se alza un cartel chocado
y hundido hacia atrás, que dice:

NO AVANCE

24
EN EL ESPEJO DEL BAÑO

Termino de ducharme
y me miro en el espejo
empañado.

Me veo fuera de foco.

Limpio toda humedad


alrededor de mi cara
hasta que el contorno
se ve claro.

Al rato, la representación
empañada de mi cara
llora sin motivos,
sin ojos, lentamente.

25
POEMAS SUELTOS I

CAMPANAS

Las campanas de la catedral


suenan a hora final. Suenan a muerte.
Lo mismo es si dan las doce o las siete.
El aire se impregna de pesadas campanas;
solemnes tañidos oscuros
que llegan hasta más allá, que hacen pensar en
tumbas desplomándose sobre el día.
Cada golpe de badajo es un muerto que canta.

SU JUGUETE PREFERIDO

Soy su juguete preferido


me peina
me retoca los pómulos
me abre los brazos
me los cierra
me sienta a su mesa
donde hay unos cacharros
un set de belleza
un viejo poni sin un ojo
y de pronto me pone de pie
me da vuelta
me baja los pantalones
toma una batería de 6 volts
y me dice no temas no temas
es para que hables
para que cantes

26
THE MONSTER

La tortuga raspa su caparazón


contra la reja del ventanal. Produce
un temblor que retumba en los vidrios.
Es evidente que quiere entrar.
Insiste levantando la puerta de la reja unos milímetros
y se queda mirándome.
Yo le hago un gesto de susto, como en las viejas
películas de terror. Me gusta que ella crea,
aunque sea por un instante, que representa
una verdadera amenaza para toda la familia.

AFIRMACIONES

Temprano fui a la playa


y vi que alguien había escrito
con enormes letras en la arena:

DIJO JESÚS
YO SOY EL CAMINO
LA VERDAD Y LA VIDA

Detrás el mar parecía decir:


yo soy el mar

27
LA JIRAFITA

En el Museo de las Relaciones Rotas


donde la gente dona toda clase de objetos
que pertenecieron a sus antiguas parejas
y que se exhiben en torno al concepto
de Relaciones frustradas y sus ruinas, según explica
el anuncio, encontré aquella jirafita que te regalé.
La encontré con una pequeña nota, una tarjeta
doblada en dos atravesada por un cordón dorado
que le colgaba del cuello. En esas tres líneas
de despedida pude reconocer tu letra.
Lo que no pude –y dudo de que pueda algún día–
es adivinar quién carajos es Javier.

LA FUENTE LUMINOSA

La caja de ángulos perfectos


el círculo cerrado todos
los esquemas el problema nuestro
es desaprender deshilachar la piedra
descifrar el pálpito el cuerno de la lógica
las cosas son más allá de nosotros
el pensamiento no es la jaula que sabemos
tampoco el pájaro.

28
FOTO

El viento entra por el ventanal


y voltea la foto que estaba de pie
en un estante de la biblioteca. La foto cae sobre
la alfombra. En ella aparecemos sentados Patricia,
Agustina, muy chiquita, y yo, que por aquella época
usaba bigote. Sostengo
una muñeca, y con el otro brazo sujeto a Agustina
que está incómoda y lucha por zafarse.
Detrás de nosotros hay un verde intenso
de árboles y plantas que se imponen.
Levanto la foto y la devuelvo a su lugar.
Este acto es una ceremonia breve y cariñosa,
me recuerda que estoy vivo,
y también que algún día voy a morir. Y me hace saber,
una vez más, que el viento, entrando inesperadamente,
puede tocar cualquier cosa al pasar, tocar algo más allá,
algo más profundo y vivo.

29
CUADERNO DE NOTAS

Hay perfume quemando el aire


Trozos de belleza en todas partes

LEONARD COHEN

Hay una potencia en el aire, cierto fragor subterráneo. De a ratos, un calor,


formas que según Wallace Stevens son como de mujer.

Voy a llamar a mi madre esta tarde –esta tarde arde por lo que no está–. Qué
será mañana de Jesús sin ella.

Es el aire en el aire. Ora nublado por el humo en olas de un cigarrillo, ora


sentencioso con su arco de violín recién amanecido en los plátanos.

La parada de colectivos en un silencio largo en el que conversan la baldosa


quebrada y el grillo muerto por la anoche.

Arroz. Trocitos de pollo caramelizados con miel. Jengibre.

Por la tarde mi madre me dirá qué comió en el almuerzo.

El malabarista en aquella esquina jugaba con bolas de fuego. A veces hay una
fiebre en el aire.
30
Otras veces dan ganas de hacer el amor de espaldas al discurso presidencial.

Anoto que hay escasez de musas.

Un sonido que pasa como quien va para otro lado.

En mi sueño había cosas benditas. Glorias pasadas. A la nieve la juntaban los


vendedores de pochoclo. Las palomas llevaban mensajes que sólo podían ser
leídos por palomas.

En el sueño telefoneaba a mi madre y le preguntaba por mi padre. “Lo


importante es la salud. La vida va y viene”.

En el aire había un ramo de rosas que no te regalé.

Todo lo que puede ser aire es libre.

En todo lo que puede ser libre hay un caos. El aire es una especie de caos.

Convenimos mi sombra y yo en separarnos en un minuto del mediodía.

Anoto “Praga”, de Manuel Vázquez Montalbán. Acaso sea una sinfonía esa
ciudad.
31
“Damas de Praga
como las rosas de Alejandría
coloradas de noche blancas de día”.

Paso todo el día inventariando metáforas de guerra.


El hambre está llena de monstruos.

Leí en el diario que un barco de la Armada Argentina mató con sus hélices a una
ballena en Chubut, en temporada de avistaje.

Hay mujer en el aire.

Levanto una piedra y hay un ciempiés. Vuelvo a levantarla y se cae un mundo.


Misterio–

A veces uno cree que está mal hecho. Que es un boceto sombrío.

En mi sueño se desplegaba un mapamundi. En él se divisaba la casa de mi


infancia. Después era un papel blanco escolar cuyos bordes eran los puños de un
guardapolvo. Yo orinaba sobre el papel. Hay un dejarse llevar, una poesía
secreta en el hecho de orinarse en la cama.

Recuerdo cuando de chico pesqué un bagre y al agarrarlo se me clavó una aleta


lateral en el dedo medio. Las aletas de los bagres son aserradas. Fui a que me la
quitara mi padre. Anduvimos, el bagre y yo, caminando juntos por la calle.

Pasaba un hombre muy encorvado, como si viniese de abrazar a una gran pelo-
ta.

32
La cama del muerto bajo un manto de luz tenue. Partículas en el aire. Una
melodía llena de ausencias. Parece una idea de Van Gogh pero pintada por
Rembrandt.

Un mástil al que le crece una bandera que hay que podar hasta dejarla en estado
de esperanza.

La cama del muerto ilumina la habitación más allá de la luz que entra por la
ventana apenas abierta. El colchón hundido es un molde vacío.

Pasaba un hombre muy encorvado, como dispuesto a dar una vuelta carnero.

“I am not sorrowful but I am tired


Of everything that I ever desired”.

Anoto los versos de Dowson que Cioran ha repetido a lo largo de su vida:

“No estoy triste, estoy cansado


De todo lo que siempre deseé”.

Es un grito tallado en las paredes de su alma. Signos que chorrean una sangre
metafísica.

Los anteojos de mi padre olvidados sobre su mesa de trabajo. Ahí estaban, de


pie, abiertos. ¿Mirando qué? Acaso a las herramientas colgadas, que también
esperaban y velaban por sus manos.

Su voz se ha metido en mi interior. Soy un cofre de esa voz.

33
¿Qué será de Praga sin Manuel Vázquez Montalbán? ¿Seguirá siendo una ciudad
de ferias y congresos?

Algún día un ave preguntará por qué nosotros nacemos sin alas.

Hay un hueco en las horas.

Entender que hay un hueco en las horas. Algo que falta. Una desproporción.
Bosquejo insólito. Figuras mal dibujadas, tal vez por una psiquis agonizante.

Las criaturas de Lautréamont diciéndole a Dios –defecado por el hombre–: “No


queremos ser como tú”.

Todo lo que hay es tiempo. Tiempo cuyas horas reservan un hueco para la cons-
ciencia.

Un hueco en las horas. Un ojo que no mira pero ve. Un túnel. Un abismo.

Hay una ostra vacía en el hueco de las horas.

Llueve. En el vidrio empañado del colectivo hay gotas que se aferran. Gotas
colgadas, viajan por fuera. Viajan sin pagar boleto. En el vidrio empañado, a
través de las gotas viajeras, veo avanzar hacia mí los árboles de Juan L. Ortiz.

34
“Mientras despeina suave”, verso de un poema de Fernández Retamar:
“... mientras despeina suave las cabezas de los hijos que tuvo con el otro”.

Todo lo que no es amor es pérdida de tiempo. ¿Quién lo dijo? ¿Lo dije sólo yo?
Sólo sé que lo dijimos.

Pozo que no das agua: ¿de dónde vienen las olas que oigo golpeando las horas?

También es memoria la lluvia. ¿Y esta sed melancólica de no querer perderme ni


una gota? Semáforos derramados en el pavimento mojado, doblados como si
sucedieran en un cuadro de Dalí.

A veces aborrecemos la lluvia. A veces nos aborrecemos.

La lluvia de Tuñón llueve como pocas.

En el aire se oyen voces. Entonces es normal que alguien de repente diga:


“¿qué?”.

Su voz tiene pañuelos. No todo es adiós lo de los pañuelos.

Ese polvillo de colores que suelen dejar en las manos las mariposas al tocarlas.

35
Un hombre se corta las uñas. Acaso es Voltaire. “El despertar de Voltaire”, de J.
Huber, en la portada de “El jardín de las dudas”, de Fernando Savater. O tal vez
es Oscar Wilde, que pone una coma –o la quita– en su escrito, y ese es todo su
trabajo literario del día.

Hoy llamaré a mi madre y le preguntaré por la receta del puchero.

La inteligencia de un escritor medida por la cantidad de libros publicados de los


que se arrepiente.

Pongo mi atención en un terreno baldío que hay en una calle cerca de donde
vivo. Tiene alrededor casas, edificios. Empiezo a imaginar una casa de dos
plantas. Balcones. Ventanas. Puerta de madera. Necesito la presencia de una
escalera exterior, con su descanso, para ver a las personas que habitan la casa
subir, entrar, bajar, irse. Sin embargo, a veces las hago entrar por el balcón, salir
por el techo. Cambian de ropa, e incluso de cara. Les otorgo otras acciones.
Cuando paso por esa calle repito siempre el ejercicio de imaginar que hay en ese
terreno una casa que habitan personas que no existen.

Un hombre se cortaba las uñas de las manos en el umbral de una casa que aún
no estaba allí.

Hurgar profundo en el hueco de las horas.

Cuando el amor se parece a Job.

36
Una vez vi un hombre en llamas en el hall de entrada de una casa en San
Fernando. Yo era chico. Pensé que era la imagen del Diablo, pero hoy la
recuerdo como la de un hombre sufriendo desgarradoramente. Sentado de
perfil, su cara colorada, afiebrada, tenía una mueca de dolor terrible. Era un
llanto de lágrimas encendidas. Todo él se retorcía en mil llamas, consumido en
un dolor insoportable. Cerré los ojos –pensé que lo que veía era producto de mi
imaginación–, y al abrirlos, el hombre ya no estaba.

Anochece blanco sobre la casa de dos plantas que imagino, donde duerme un
hombre en el felpudo de la entrada. Le cuelgan unas llaves de la boca. De una
patada abrirá la puerta con el adorno navideño. Pero antes acariciará a su gato,
que es largo como un lagarto en los ojos de un niño.

La puerta del lavarropas de esa casa se abre y muestra cientos de papeles


escritos que se mezclan en seco y suenan como el aletear de unas gaviotas en la
orilla de un mar.

En el silencio no debe haber nadie. Es importante que no haya nadie. Porque


cuando hay alguien en el silencio, el silencio no es silencio, es otra cosa.

Aún debo conservar el perro imaginario de cuando actuaba “La dama del
perrito”, de Chéjov, en el taller de teatro. Debo tenerlo por ahí.

En el mapamundi, el mapamundi de mi sueño, inventaba nuevas regiones. De


repente, entre África y Oceanía, aparecía un continente con la forma de un
ombú, para que en otoño el Océano Índico se pueble de islas.

El barrilete de Dylan Thomas y el ojo despierto de Jean Dominique Bauby en el


hueco de las horas.

37
Un hueco en las horas como el agujero en la tráquea de mi abuelo Luis.

“Esa mujer no estaba en sus caníbales”, dice Mario Trejo. “No molestarla que la
melancolía ya tiene con sus abejas”. Las abejas de la melancolía pueden
producir una miel desgarradora. Es el placer de los osos solitarios.

El agujero en la tráquea de mi abuelo Luis solía tener un hilo de baba en el


borde inferior. Me horrorizaba. Por el agujero, su voz apenas audible, parecía
abrirse paso desde una antigua caverna. Voz raspada, como si pasara por entre
las hojas secas de un árbol muerto. Yo miraba el agujero negro y me preguntaba
qué había más allá, a dónde conducía ese túnel lleno de misterio.

Convenimos, mi sombra y yo, en sentarnos a tomar una cerveza.


–Yo soy la espuma, dice ella.

Un hombre, una mujer y sus dos hijos habitan la casa que imaginé en el terreno
vacío. La mujer sube la escalera con las bolsas del mercado. El hombre sale a
recibirla con harina en las manos y le dice que ya terminó con el engrudo. En
una de las ventanas, los niños montan una función de teatro de títeres con
muñecos que aún están frescos. El ojo de un muñeco se desliza y cae en un
macetero. La mujer levanta la cabeza desde la escalera y le parece ver que uno
de los muñecos le está guiñando un ojo.

Adivina adivinador: ¿de quién es el esternón abierto del que emana tanta luz?
(De mi padre)

333… 333… pasan las golondrinas de Joan Brossa.

38
Argumento: un anciano camina con su bastón de madera por la calle. Pasa una
mujer hermosa y envuelve al anciano con su perfume. El anciano queda
boquiabierto y atropella en su mente unos versos de Homero Manzi. La mujer
no acaba nunca de pasar: su perfume teje rosas en el aire. Al bastón del anciano
le crecen dos hojas verdes.

Me pongo a escribir y siento que hay un puñado de ojos que me espían. Me ven
escribir que hay un puñado de ojos que me espían y entonces desaparecen. Sólo
queda el testimonio de su paso en estas líneas.

Pero no hay nadie en la rosa. No hay nadie en el plátano ni en la baldosa rota


con grillo muerto. Me muero de metáforas. Y mi sangre es miel de la melancolía.

Tiene algo de los cálculos de Einstein, de los devaneos de Raskólnikov, del


Dasein de Heidegger, de “El Aleph” de Borges, del ojo cortado de “El perro
andaluz” de Buñuel, el hueco de las horas.

El fondo de las cosas, dice Juarroz, no es la muerte o la vida. Por esas zonas
pasean las voces que oía Virginia Woolf. César Vallejo hunde su mano y saca un
muerto lleno de vida; parece mostrarnos algo del fondo de las cosas. Las cosas
son las cosas. Luego las cosas son lo que ponemos en las cosas. Luego las cosas
vuelven a ser las cosas.

Pero el fondo no se ve, se intuye, se calcula entre especulaciones. No sabemos


cómo es la caída sino hasta después de haber caído.

Un esternón abierto llena de luz el hospital. Es de noche. Pero los pájaros que se
oyen junto a las ventanas deben creer que ya amaneció.

39
La angustia es cosa seria. Por eso a veces la tomamos con humor.

Dos hombres encorvados siguen un camino de hormigas que parece terminar en


el fondo de las cosas. Es un Dante tomado de la mano de un Virgilio: ascienden
o descienden por el hueco de las horas.

Un recuerdo flotando. Un átomo encendido, un tris celestial, la unión de dos


voces que hacen una sola llama. La reinauguración de lo ya vivido en los vértices
del aire.

Alguien dejando una palabra por debajo de una puerta. Se abre otra puerta.

Disfrazarse de argonauta. Soñar es preciso.

Voy a llamar a mi madre y le diré que sufrí un accidente: nací.

Un muchacho en el andén extiende los brazos y nada la corriente de aire que


produce el tren al pasar. Bracea las olas invisibles, agacha la cabeza, la vuelve de
costado. La velocidad de su braceo aumenta a medida que el tren acelera su
marcha. Las olas invisibles lo despeinan, lo fatigan. Luego emprende una
caminata lenta. Lleno de aire.

Por el hueco de las horas surge la voz de mi abuelo Luis. Me pide que le patee
una pelota.

40
Notas para un poema que no terminaré nunca. Bollos de papel en el cesto de
basura. Me queda un solo fósforo. Pero lo froto contra una gota de agua.

Suena el teléfono: es mi madre. Está triste. Me habla de mi hermana muerta. Me


pregunta cómo estoy. Estoy bien, le digo, escribiendo. Le pregunto por Dios. Él
anda bien, me dice, a pesar de todo.

Los habitantes de la casa que imaginé en el terreno vacío se fueron de


vacaciones. Se olvidaron el gato.

Días nublados, destemplados, grises. Una humedad que llora en las baldosas, en
las hojas de las plantas. Humedad en las ropas, los pies, las calles, las casas.
Humedad de vencido, ojos taciturnos, trapo colgando. El clima nos contagia su
angustia. Y el aire es espeso de hojas muertas.

Se me acercó una paloma, mientras yo esperaba el colectivo, para comer restos


de una galletita esparcidos en el suelo. Caminaba con cautela hacía mí, aún así
se me acercó demasiado. No sé por qué confió y se creyó fuera de peligro, siendo
como son, las palomas, descendientes de los dinosaurios.

¿Qué había en el aire? ¿Vestidos de una primavera encinta, lluvias pasadas?


En el aire escuché voces distintas. Me llamaron tres veces en tres distintos lu-
gares. ¿Qué más hay que descifrar en las ramas de los árboles?

Trepar la pena.

Apretar la pena hasta que quepa en una mano. Arrojarla al río desde un puente.

41
Su voz en cuclillas, dulce, acunada en un rincón de la callada soledad, como si
me tejiera saquitos de lana.

Anoto que de lunes a viernes todos los días están en plural. En cambio sábado y
domingo gozan de una singularidad personalísima.

Las rejas y el portón de entrada se veían así:

TttttttttttttttttHHttttttttttttttttT
Atrás se alzaba el castillo, y arriba se veía la habitación de ella con la ventana
abierta de par en par. Un perro muy enojado me ladraba.

…y de repente no pensar. Reír como un vestido de verano al que se le ha volcado


todo el sol encima.

Ese viejo par de guantes en el último cajón de la cómoda que nos mira como dis-
puesto a darnos una mano.

El reloj de pared se detuvo a las 10.14. Hay relojes que al parecer no resisten. Y
sea la hora que fuera se detienen exactamente en el hueco de las horas.

El muchacho del andén nada las olas. Trepa una pena de estación. Escapa de la
miel de la melancolía. El muchacho nadador del andén atraviesa el tedio y la
rutina.

Con palabras de este mundo, Alejandra Pizarnik, parto de mí, llevándome, como
quien no tiene otra cosa que ponerse.

42
Un árbol atado a un caballo. La inmensa pradera florece. Relincho extendido.
Las ramas bailan ese sonido, bailan el ser ramas.

Abro el libro “Aire nuestro/Clamor”, de Jorge Guillén, y recojo uno de sus


tréboles: “Toma, toma, tuyo es todo, iris, clavel, alhelí”.

Aire de mujer. Cortinas que baila el viento. Tendedero: se soltó de su broche un


bretel del vestido azul y ahora nos deja ver la tortuga que camina de perfil en
busca de sombra.

Se ha vendido el terreno vacío donde imaginé una casa y sus habitantes.


Tendremos que mudarnos.

"Ella" me hablaba de modas. Y de lo mal que la trataba el vidrierista. No pude


dejar de imaginar un alegre diálogo desde que la vi en la vidriera del negocio de
ropa. Qué hermoso maniquí era. Hasta tuve la tentación de entrar al local y
preguntar su nombre.

Soñar con lo puesto.

Dejar caer una gota de agua sobre una mesa. Tomar un fósforo. Frotar el fósforo
en la gota de agua y encender un poema.

Lágrimas que no lloran. Tampoco caen. De brillar, suben.

43
El árbol seco, muerto, donde murió el ahorcado y la cruz que colocaron en la
tierra junto al árbol para recordarlo. Los restos del ahorcado ahora yacen en
otra parte. Los restos del “crucificado”, también.

Punto de fuga. De él hago partir rayos como los de la rueda de una bicicleta.

El soldadito verde de pie en el primer estante de mi biblioteca. Este soldadito es


uno de los tres que me quedaron como recuerdo de mi infancia. Ya no tiene ar-
mas, y le falta una mano: fueron masticadas por los dientes de mi hermana
cuando yo era chico. Patricia, donde sea que estés, mordé el soldadito un poco
más, está demasiado entero.

Está tronando afuera y los parlantes del cielo se desgañitan. Caen las primeras
gotas como si llevaran demasiado tiempo aburridas en el regazo de las nubes.
Truena muy fuerte, como si alguien quisiera vendernos una lluvia.

Cuando doblé en la esquina, mi sombra se esfumó. Me detuve. A mis pies yacía


la sombra de un árbol. Entonces asumí que debía ser yo el árbol de esa sombra:
alcé mis brazos y me quedé estático ante la mirada de un chico.

Yo soy el de guardapolvo blanco. Y el que está a mi lado en la foto es el Hastío.


Estamos sentados en un último banco del aula de la escuela. Solos. Yo le
muestro mis figuritas y el Hastío las de él.

En el pizarrón negro no hay nada escrito. Es un cielo nocturno con estrellitas


que no brillan. De pronto el Hastío me señala las tetas de mi maestra de quinto
grado. Más tarde, en un recreo, le muestro los ojos, con sus pestañas largas y
arqueadas, de Alejandra de cuarto B, que se parecen mucho a los de Gabriela
Gilli.

44
Me quiero ir. Ya no quiero estar con el Hastío. Quiero irme a mi casa.

Esperamos una carta. Ahora son mensajes. Pero antes esperábamos una carta.
Una carta que bajara como una paloma, precipitadamente, y nos amputara la
soledad, antes de que se haga gangrena.

Repleto del vacío de las horas, camino incorpóreo de la mano del Hastío.

“Cuando acabe de morirme sé que estarán mis compinches velándome en tus


cornisas”, Ciudadela, Horacio Ferrer. “Siete rosas más tarde susurra la fuente”,
Paul Celan. Versos que me siguen. Cornisas y fuentes en el hueco de las horas.

Plan de evasión, cosas que veo:


estrofas en algunos alambrados, cicatrices de las cesáreas, suspiros a larga
distancia, trenes que se desinflan al llegar a una estación, pizarras de las
paredes, hormigas con hojas verdes sobre sus cabezas como veleros que viajan
por tierra. Detenerse en la inscripción de la puerta de un baño público para
corregir una tilde. Un monte de Venus, plumeros raídos, peinados que lucen
algunos pinceles usados, barbas de choclo, muñecos rotos con la mueca de
alguien... y una sobremesa puede ser un acantilado, y alguien puede cantar en
una trinchera una canción de cuna, otro invitar a bailar a una estatua o
prosternarse y arrodillar sus hombros al rezar.

Todo el Tiempo en una mecedora.

La sensación de ser un proyecto que ha sido reemplazado por otro.

45
Sueño con mi padre. Yo corría a defenderlo del ataque de los zulúes. Después el
campamento era un hospital a cielo abierto y un médico coloca en mis manos u-
nas pinzas largas como las que utilizan los cirujanos. El médico me dice que las
tenga, que me servirán para repeler un nuevo ataque de los zulúes. Mi padre
estaba bien: sólo un raspón en la frente y una gota de sangre colgando de su
nariz. Salimos a una vereda. Mañana espléndida. De la nada, mi padre toma de
un hombro a mi hermano Luis y se encaminan a un puesto de flores. Yo los veo
irse y no puedo cruzar la calle. Siento un límite. Me quedo paralizado. Me
pregunto por qué mi padre no me eligió a mí para caminar rumbo al puesto.
“Quiero que le lleves un ramo a tu madre”, le dice a mi hermano, “para que sepa
cuánto la quiero”.

Por las escaleras de Xul Solar, bajo y me pierdo. Si no encuentro el sueño,


vuelvo a subirlas y a bajarlas, pero esta vez por una escalera caracol. Casi
siempre me duermo antes.

Me descubro ante usted (me quito el yunque de la cabeza), querida Calíope.


Es un día encantador, ¿no lo cree usted? Pero, veamos: qué contiene esa tablilla,
cómo suena esa trompeta. Cerraré los ojos. Haga usted de mi cabeza un jardín
helénico, un campo celestial.

Abro "El cubilete de dados", de Max Jacob, en la página 146. El texto es "En la
cita de los conductores" y veo el mosquito que aplasté hace un tiempo mientras
leía el libro. Alas desplegadas, patas hacia abajo, parece estar volando. También
podría ser un dibujo perfecto en el margen izquierdo a mitad de página. Su
aguijón señala la palabra "hablado". En un pasaje dice: “Reconocí mi sitio de los
libros y papeles”.

El primer muerto que vi fue un hombre ahogado que trasladaba una lancha de
prefectura por el río Luján, en Tigre. Estaba hinchado y su piel se había vuelto
amarilla. Parecía una pequeña ballena blanca. Una Moby Dick sin arpones
clavados, sin sogas en el lomo. Su ojo derecho abierto pasaba mirando el último
sol, la última tarde.

Cuando se nos cae la voz como en un estanque podrido.

46
La bicicleta con alas de José Pedroni un día volará y empezarán a volar todas las
bicicletas del mundo. El mundo que –según José– es una bicicleta también. El
cielo será un velódromo, como quería José que todos los pueblos tuvieran, y las
bicicletas volarán por todas partes y nada las podrá detener.

Dios mira su reloj y dice: ¡Oh, Dios, otra vez es tarde!

Mi padre merendaba naranjas después de la siesta, y tomaba un mate cocido en


un jarro de aluminio con el escudo de La Marina. Hundía sus dientes en los
gajos, las gotas del jugo caían en la mesa y todo el aire se perfumaba de
naranjas. Antes de salir para su trabajo, se calzaba el llavero en el cinturón y
encendía medio cigarro que ya tenía cortado. Las llaves tintineaban cuando él se
iba y una voluta de humo se alargaba para escaparse luego por la puerta e irse
con él. El perfume de las naranjas se confundía con el olor del humo del cigarro.
Yo nunca más volví a oler naranjas así.

Camino por la playa con una mariposa en el hombro que junté en la arena.
¿Moribunda? Pienso en la perspectiva de mirar desde un hombro todo lo que
me rodea. Siento que a ambos nos alza una ola invisible. Una lenta ola de
melancolía. Yo transcurro los días posteriores a la muerte de mi hermana y
estoy sensible y extraño, y algo aturdido. Estamos situados, la mariposa y yo, en
algún escalón de la tarde, ajenos a lo que acontece, caminando. La mariposa,
que luego llamé Patricia, se me vuela y desaparece. Tal vez por un bolsillo del
cielo.

El de guardapolvo blanco salta en la arena, juega, junta conchillas que crecerán


en sus bolsillos. Lleno de ángeles, ahora mira desde el hombro de un médano.

Los dos versos finales de "The happy child", de Julio Cortázar:

“oh niña que no ves moverse


las alas de una rosa negra”.

47
Salí a caminar. El sol ya había abierto. Las rejas de las casas bajo el rocío, las
celosías, las ventanas y las puertas cerradas, como vecinos de muy mal humor.

Una pareja discute en medio de la noche. Son mis vecinos de arriba y parecen
llevarse muy mal. Yo estoy debajo de su balcón y puedo escuchar casi todo.
Gritan, luego bajan la voz. Ruido de vajilla, cubiertos... Retoman sus reclamos o
reproches desde el insulto anterior. Ruido de sillas durante el diálogo. Pasos.
Ella lo insulta y nombra a la madre de él. Él también la insulta y le dice que ella
no debió haber nacido. Luego se corrige: mejor hubieras muerto al nacer.
Después se produce un silencio. Trasladan la mesa. Él contesta algo,
lacónicamente, a algo que preguntó ella. Pausa larga. Estrenaremos en mayo,
dice ella. No, en junio, dice él, y agrega: no llegamos. Cómo no vamos a llegar,
dice ella, la letra está, vos estás perfecto, y yo con mi nuevo vestuario…

Los amantes son el dibujo de un niño. Mal pintados se ven mejores.

El saco negro colgado en la silla con caspa en los hombros figuraba un cielo
nocturno. Pero esta metáfora ya la usé antes. En este caso la caspa son las
estrellas. Pero entonces por qué me repito. Tal vez porque en dos objetos
diferentes podemos ver la misma cosa. Porque tenemos obsesiones (algunas
muy pequeñas) y a veces no somos conscientes de eso. Y porque sí, que suele ser
a veces, de entre las peores, la mejor respuesta.

Campanas del Vacío tañen como quien pica la senda escabrosa de las horas. El
de guardapolvo blanco dibuja un pez en lugar de un sol, pero es a la vez un pez y
un sol. Lo acompaña el Hastío. ¿Y qué vas a callar entre los pliegues de lo no
dicho? Lo callado es una gran piedra que espera ser esculpida. Ya sale el pez y el
día comienza. Las piedras juegan con las olas. Hay campanas calladas en las
gaviotas. Todo está abierto desde el mar hasta aquí. Desde el horizonte. Y hay
un tajo en el día.

La foto de la nena con síndrome de Down en el cartel a un costado de la Avenida


General Paz, donde se lee: "Tiene algo especial, te tiene a vos".

48
Sombras tejen cuervos. Rincón final de la ciudad. Al amparo de la luna, un
hombre se masturba y se conecta con el universo.

Decir algo que no pueda ser callado. Nada normal. Comunicar la muerte propia
y cerrar la puerta. Pero antes de salir, decir hasta luego.

En la mesa del bar, en una vereda. Aparto una silla vacía. Brindo con ella. Veo
caer la pelusa de las pelotitas de los plátanos en mi cerveza ya sin espuma.
Viento en la cara, voces en la calle. Palomas que vienen a robarme el pochoclo
salado de la mesa. San Telmo. Sábado a la tarde. Primavera. Te invito a bailar en
los adoquines, aunque no estés. Bajo la nieve amarilla de los plátanos.

Y observando una clepsidra, perplejo ante un brillo que me recuerda unos ojos
tras una ventana, un granito de arena y otro y otro más, a las seis y cinco de la
tarde me pregunto por qué debemos tener un cuerpo.

“Otro secreto de la naturaleza”, dice Joaquín Giannuzzi de la ley del viento


invernal, mientras ve acumularse la escarcha bajo el vidrio de la ventana: “Otro
secreto de la naturaleza cuyo único error es mi propia existencia”.

Caminar siendo el recuerdo de alguien…

Bernard Shaw aconsejaba construir los cimientos debajo de los castillos que
solemos hacer en el aire. Pero, entonces, qué hacemos con una ilusión de
cemento, con una imaginación a la altura de los pies.

49
Qué hermosa sos, le dije, y la recogí de la arena. La sumergí en una ola para
limpiarla y brilló como una novia. Todavía mojada y con todo su brillo en pie, la
guardé en un bolsillo. Fui su bicho, su molusco bivalvo, mientras anduvimos
juntos.

Seis gaviotas caminan con premura de mujer distinguida por la orilla. Vienen
por los restos que ha dejado la lancha pesquera. Vistas de atrás, parecen tener
brazos cruzados tras la espalda. Voy hacia ellas y se vuelan. Flotan en el cielo
nublado cual barriletes. Los hilos no se ven.

Los pequeños tiburones que yacen de espaldas en la lancha pesquera tienen por
boca una herradura de silencio.

Las nubes se abren y se descubre el cielo a las once en punto. Alguien escribe en
la arena lo que se leerá después en una foto. Unos perros corren tras un
ciclomotor. Son diez. No, son más. El viejo ovejero alemán no puede con su ca-
dera y da la sensación de que va a partirse en dos. Va último en la fila pero no
quiere perderse la fiesta de la velocidad. Una gaviota, ajena a todo, baja y
aterriza armoniosamente en el borde de la lancha varada. Como si se posara en
un verso.

50
POEMAS DE AUTOAYUDA
Y
AFORISMOS PARA MORIR MEJOR

(2011)

Teorías. Altas torres


sin cimientos ni piedras.

FEDERICO GARCÍA LORCA


Suites

Habría que habituarse a que no se gana nada con


vivir ni, por lo demás, con morir. A partir de esa
certeza, podríamos “organizar” decentemente
nuestra existencia.

EMILE CIORAN
Cuadernos

No seas, y podrás más que todo lo que es.

FRAY JUAN DE LOS ÁNGELES


Diálogos de la conquista del reino de Dios

Svidrigáilov: ¿Y qué más da?... Seguramente.


Todo el mundo se las ingenia, y, de todos, el que
mejor vive es aquel que mejor sabe engañarse…

FIÓDOR DOSTOIEVSKI
Crimen y castigo

Y Omphalos se llamará el último hombre. Perdido irá por


los templos buscando un rostro de sol a quien adorar.

MIGUEL ÁNGEL BUSTOS


Visión de los hijos del mal

51
POEMAS DE AUTOAYUDA

Párese frente a un espejo y diga:


Yo valgo
Yo valgo
Yo valgo
Ponga un precio estimativo.
No demasiado alto.
Y tapándose la boca con una mano
emita otra voz y pida una rebaja.

Todos los días al levantarse póngase de pie


sobre la cama y dé un salto de bailarín.
Vaya bailando hacia la cocina, la ducha,
tome el desayuno bailando en un pie.
Traspase la puerta y llegue a la calle dando giros,
saltos con los brazos abiertos y repita:

HOY PUEDE SER UN GRAN DÍA


HOY PUEDE SER UN GRAN DÍA

Invite a bailar a su vecina


al barrendero
a su comerciante de confianza
a un policía
a un chofer
al cartero
a sus compañeros de trabajo
a su jefe
al señor de la ventanilla que le paga
su fondo de desempleo.

52
4

Consiga el sonido de unos aplausos.


Si contienen vítores y bravos, mucho mejor.
Colóquelos en su computadora,
su despertador, el timbre de la casa, su celular.
Cada vez que realice una acción, ponga los aplausos.
Recíbalos como si no los esperara
pero muy seguro de que son para usted.
Inclínese y agradezca.

11

Ante la muerte de alguien, diga:

NO DEJARÉ QUE NADA ARRUINE MI DÍA

Vístase de muchos colores,


tararee la canción de moda
y suelte papel picado en el velorio
y el entierro.

13

Cuide siempre su aspecto.


Vista bien y sea pulcro.
Viva en un lugar limpio y agradable
y rodéese de objetos alegres.
Lávese las manos varias veces al día.
Limpio es sinónimo de honesto.
No deje entrar a su casa a personas
de dudosa moral y costumbres.
Y luego de despedir a una visita, aunque se trate
de alguien de su confianza, encienda un sahumerio
y eche desinfectante de ambientes por las dudas.

53
16

Usted es el conductor de su propia vida.


Y su vida es su coche. No deje que otros lo conduzcan.
Usted mismo es el volante, la palanca de cambios
y las ruedas. Regule la velocidad a su antojo.
Cada vez que salga a la calle, camine con la destreza
de un mecanismo hidráulico. Que cada paso suyo
suene como el cerrar de las puertas de un coche importado.

17

Es posible que usted se deprima.


Para estos estados hay que estar bien preparado.
Vaya por su agenda y llame a sus contactos.
Hágase pasar por otro –un amigo, un familiar–
y comuníqueles a todos la tristísima noticia
de que usted ha muerto.
Reciba con gratitud las condolencias. Anótelas.
Anuncie que sus restos serán velados en el
Salón de los Pasos Perdidos del Congreso de la Nación.

19

Envíese regalos, tarjetas de felicitación,


invitaciones a acontecimientos importantes,
a reuniones de caridad, premios otorgados
por prestigiosas instituciones, etcétera.
Procure estar acompañado por al menos diez personas
al recibirlos y deje que ellos abran la correspondencia.

54
20

Un hombre feliz lo demuestra en todo momento.


Acuda a un cirujano plástico.
Hágase confeccionar una sonrisa
brillante
exultante
maravillosa
ampulosa
contagiosa
elogiable
inmortal
que todos quieran tener
que despierte en los demás
un deseo incontenible de reír a cada instante.

23

Escriba una lista con buenos deseos.


Introdúzcala en una botella y tápela con un corcho.
Concurra a una cárcel y regale la botella
a un preso condenado a cadena perpetua.

24

Es importante que cada tanto realice buenas acciones.


Documéntelas.
Que al entrar a su casa se puedan ver las fotos de:
Usted ayudando a un ciego a cruzar una avenida
Usted ayudando a una anciana a subir una escalera
Usted sosteniendo un bebé para que la madre le cambie los pañales
Usted recogiendo un perro de la calle
Usted dándole un plato de sopa de a cucharadas a un mendigo
Usted pagándole con un grueso fajo de billetes de dos pesos
a una prostituta.

55
27

Nunca pierda la esperanza.


Nunca diga nunca.
Nunca pierda. Jamás.

28

Tómese una foto de cuerpo entero y haga muchas copias.


Una en la que usted aparezca como turista
con una cámara colgando del cuello,
una filmadora en una mano y en la otra una guía.
Compre varias reproducciones de pinturas y paisajes.
Recorte su foto y péguela en los cuadros.
Cuélguelos por toda la casa. Cuando lo visiten sus amigos
se asombrarán al verlo a usted en Bombay, en Tánger,
en Saint Thomas, entre los pequeños faunos del
Venus y Marte de Botticelli, en el Guernica de Picasso.

29

Confeccione una lista con sus talentos.


Sea generoso.
Cópiela en una gran pancarta.
A la próxima protesta en la vía pública
asista con la pancarta y atraviese la marcha a contramano.

56
30

Cultive el placer de regalar.


Regalar es regalarse.
Despójese de las cosas que ya no use.
Ejemplos:
un cepillo de dientes
una afeitadora de las descartables
un colchón
un felpudo de los que dicen Welcome
vajilla
espejos rotos
un flotante de depósito de agua de inodoro
un televisor blanco y negro
su colección de tapitas de gaseosa
su colección de caracoles de mar
su colección de videos de Jane Fonda
guías telefónicas
medicamentos
rompecabezas con piezas faltantes
almanaques
el toallón de los Power Rangers
imanes de heladera
libros de Chopra, de Bucay y de Coelho.

35

Usted es Positivo.
Usted es la palabra Sí.
Usted es Posible.
Usted es Cierto.
Usted es Suma.
Usted es Bueno.
Usted es Capaz.
Usted es Inteligente.
Usted es Virtuoso.
Usted es Mejor.
Usted es Todo.
Sin Usted
Usted no existiría.

57
AFORISMOS

Al abordar unas escaleras mecánicas, tengo la sensación de que son cintas de


una gran máquina de la que salimos, aun con diferencias, fabricados en serie.

Ser caníbal de sí mismo y protestar por la baja calidad del menú.

El mayor error que puede cometer un pez es confundir un anzuelo con un signo
de interrogación.

Imagino el estallido del mundo auspiciado por empresas con sedes en otros
planetas.

Sin mi deseo de ser otro, no sería yo. Sería otro.

Dar un show para multitudes, tener en nuestras manos una rubia preciosa,
trepar el Empire State: ah si tan sólo descendiéramos de King Kong…

El amor es un cíclope montado en un Rocinante.

El ritmo monocorde y aburrido con el que se contentan los estetoscopios.

58
Leo a Lichtenberg: “¿Qué tiene de sorprendente que a los individuos insignifi-
cantes les guste tanto contemplarse en los espejos?” Pero en vez de “contem-
plarse”, leo “completarse”. Una vez más había manchado de mí un texto de otro.

Las tablas de lavar suenan mucho mejor que los lavarropas.

¿El Infierno? Hundirse en el Paraíso.

El poder de ausencia que tienen las sillas…

Donar los órganos aunque sea por una razón de espacio.

Me veo cada vez más calvo y pienso, aunque no es un consuelo, en los tantos que
como yo fueron condenados a la “pena capilar”.

Una ruinosa medianera me separa de mi vecino. Cuando nos encontramos por


la calle, nos saludamos sin atravesarla.

Salir malherido después de haber visto los cuadros que Goya pintó sobre la
guerra.

De los ocho tentáculos del pulpo, uno es el órgano reproductor. Los siete
restantes son puro goce.

59
Sueño con una suelta de preservativos inflados en la plaza del Vaticano.

Humanidad rima con inanidad.

Quedar huérfano de jefe y ocultar las evidencias.

Una sociedad lo suficientemente psicoanalizada que se declare atea de Freud.

La ausencia de glóbulos rojos en las estatuas.

Es un contrasentido que la Avenida General Paz tenga dos manos. El general


José María Paz era manco.

Un libro de autoayuda que nos deposite en el borde de un precipicio.

Ojo por ojo, el cíclope arrancaba en desventaja.

Ser ignorante y no saberlo.

Ya nadie se enamora de los deshollinadores.

60
...y la autopsia arrojó que había consumido durante veinte años las
publicaciones del Reader's Digest.

Pasar frente a los espejos de modo que a ellos les parezca ver un fantasma.

A los perros sólo les falta hablar. A los delfines, ladrar.

La frase de Paul Éluard: “Amar es conducir gentilmente a lo que el otro


verdaderamente es”. Y yo leo: “Amar es confundir gentilmente lo que el otro
verdaderamente es”.

Ser Jesús en el momento de repartir los panes y los peces y que te caiga
bromatología.

…y esta es la jaula del dragón. El que está allí, dormido, junto al extinguidor.

Las momias son muertos pero con mejor packaging.

Llegar a una Grecia abúlica, inactiva, muerta en las calles, donde todo griego
permanezca nada más que ocupado en conocerse a sí mismo.

Hoy el mar nos trajo las cenizas de tu madre. Ni veranear nos deja en paz.

61
Hacia el final del cuento, uno de mis personajes se salvó de morir a manos de
otro por un mero error de ortografía. Este último, cuando se disponía a
acuchillar al otro, finalmente lo acuclilló.

Practicar la introspección con la delicadeza de un Hannibal Lecter.

La autoflagelación debe haberse inventado durante una plaga de mosquitos.

Descender de los monos y volver a subir para alcanzarles la banana.

“Los amantes” de Magritte abusan de la asepsia.

Al costado de la autopista se alza un Cristo con los brazos abiertos. En cada uno
de los brazos hay un nido de pájaros. Jesús, como espantapájaros, es un
verdadero fracaso.

Un horóscopo que anuncie tu muerte y que luego diga que te irá muy bien en el
amor.

Abrazarse a un sauce llorón y consolarlo de nuestras tristezas.

Hemos absorbido tanta psicología que nos hemos vuelto casi expertos. No
dudamos en diagnosticar que una manija sin tope “gira loca”.

62
Escribir un poema como si hiciéramos un gol.

El mundo debería funcionar a cosquillas.

Ir de picnic con las mujeres con sombrilla que pintó Monet.

¿Nuestro amor? Lo mismo que jugar con un manco a “piedra, papel o tijera”.

La expulsión de Adán y Eva del Paraíso fue un fallo desmedido. A lo sumo era
para tarjeta amarilla.

Los peluquines son misóginos.

No hay que tomar al toro por las astas, hay que tomarlo desprevenido.

El hombre inventó la rueda, pero ya antes había inventado el palo.

Ante la estatua de un Cristo con los brazos abiertos, un hombre no paraba de


hablar. Hacía gestos ampulosos con las manos, movía la cabeza como un loco.
Volví a pasar por esa calle una hora más tarde y el hombre seguía allí, de
rodillas, hablándole a la estatua. No hay caso, las estatuas tienen una paciencia
infinita.

63
Ser y al mismo tiempo no ser: ese es el problema.

San Antonio debió ser un hombre muy diminuto, a juzgar por el tamaño de sus
vaquitas.

Ser nada más una célula voluptuosa con la que jueguen las olas de un mar.

A los sombreros la falta de cabeza les sienta bien.

Ese aire purgatorial que tienen las morgues…

Leí que el Cuculus canorus, famoso pajarito reproducido en los relojes de


péndulo suizos, también llamados cucú, está en peligro de extinción. Parece que
le ha llegado la hora.

Ir hacia la muerte como Roberto Benigni en “La vida es bella”.

En busca del tiempo perdido (Marcel Proust), Me olvidé de vivir (Julio Iglesias).

A la caída del pelo no la compensa ningún ratón Pérez.

Supongo que es de mal gusto, entre caníbales, eructar un amigo.

64
Los bigotes de Gorki, de Nietzsche y de Flaubert revelan lo fríos que eran los
antiguos inviernos europeos.

Luego de ver correr a unos caballos en un campo, me llamó la atención que no


elongaran.

Algunos poemas muy breves, a causa de una literaria eyaculación precoz.

Los puntos suspensivos son el camino de acceso a la metafísica que tiene la


gramática.

Los negadores de la evidencia un día caerán de su nube cómoda, fácil, pero no


sabrán donde.

Sólo por hoy. Mañana tampoco.

65
POEMAS SUELTOS II

ATENTADO

Me agacho para atarme los cordones de


las zapatillas sobre el escalón de mármol
del edificio nuevo.
Piso lustroso y agua de lluvia. Resbalo.
Caigo con todo mi peso sobre mi brazo derecho.
Mato una hormiga.
Pienso que en este mismo momento
mujeres y hombres, ancianos, niños, son asesinados.
Que alguien arroja una bomba.
Que muchos mueren aplastados.
Me incorporo y olvido a la hormiga: la víctima
de un atentado cuya autoría me adjudico.
Me sacudo la lluvia. Muevo mi brazo, que me
dolerá mañana, y voy al mercado.

SOY LA VOZ

del contestador de mi teléfono y te pido


que dejes un mensaje después de la señal.
Por favor, sé simple y maravillosa,

no necesariamente breve.

66
LEDA Y EL CISNE DE MIGUEL ÁNGEL

En una pared del café se encuentra la reproducción


Leda y el cisne de Miguel Ángel.
La pared de enfrente está cubierta por un espejo enorme.
En el espejo se refleja Leda y el cisne, una mesa,
dos sillas y dos señoras que acaban de sentarse.
A diferencia de Leda, las señoras lucen demasiado vestidas.
El cisne se parece mucho a una de ellas.
El cuadro se altera cuando ingresa el mozo.
Se ve de espaldas en el espejo
y pasa a cubrir las partes más expuestas de Leda.

METÁFORAS

De pronto vino el mar


hasta mi mesa, vinieron los pájaros,
la lluvia, el cielo, de dos en dos
llegaron las flores y entró el viento y bajaron
las nubes. Todos pisotearon mis papeles,
me rodearon como a un criminal, se acercaron
más y más como si fueran a lincharme,
y entonces me dijeron: “señor, nosotros no somos
metáforas, no insista, guárdese para usted
sus juegos de soledad y de tristeza. Nosotros
no somos esas figuras pretenciosas”.
Guardé mis papeles. Limpié la mesa. Me fui.
De pronto salió el sol.

67
LEYENDO UNA ENTREVISTA A NICANOR PARRA

Llegando al final, le preguntan a Nicanor:


–¿A qué poetas admira?
–En estos momentos a quien más admiro es a Lina Paia.
Anoto Lina Paia en un papel.
No la conozco. Quiero leer poemas suyos.
Y antes de seguir con la nota
busco información en internet. Nada.
Google sugiere: quizás quisiste decir Lina Paisa.
Pero Lina Paisa, también llamada Marulanda,
era una modelo colombiana muerta “en extrañas circunstancias”.
Retomo la nota desde donde la había dejado
para hallar otra pista y Nicanor contesta:

–Lina Paia es mi nieta.

TARDE DE NOVIEMBRE

Abren la puerta del café


y entra una brisa que te echa el pelo hacia atrás.
Ahora es como si estuvieras en la cubierta
de un barco. Cerrás los ojos y respirás: entran los tilos,
las palomas, alguna voz,
el sonido de unas hojas secas raspando la calle.
Yo te hago en el mar,
tu cara pensativa frente al crepúsculo extendido en las olas.
Pero el mar se desvanece cuando abrís los ojos
y aparece la mesita con figuras,
la luz naranja en las paredes y en los cuadros.
Del barco no queda nada.
Pero no hay nada que quede como antes.
Amarte es eso, un flotar de las cosas reales,
un naufragio al revés donde es el mundo el que zozobra
y todo alrededor de nosotros se salva y cobra su mejor brillo.

68
MARIPOSAS

Seguí los pasos de aquel poeta japonés


que, enojado porque no lograba
componer el poema de una mariposa,
salió al jardín, rompió el papel con furia,
lo arrojó al aire, y los pedacitos de papel
se posaron en las ramas de los árboles.
Yo tampoco pude lograr el poema.
Y sin embargo no obtuve el mismo resultado.
Me quedé absorto mirando el ficus
y después el suelo: sentí compasión por los
pedacitos de papel esparcidos a mi alrededor.
Los examiné en silencio, lentamente,
como si practicara un ritual milenario.
El sol de la tarde bajaba y el canto de los
pájaros se escabullía detrás de los tejados.
Había algo de poesía japonesa en el aire.
Luego fui por un cesto. Y en él arrojé,
una a una, todas mis mariposas muertas.

UNIVERSOS

Blake dijo que podía ver todo el universo


en un grano de arena. Yo estoy recostado en la playa y
millones de esos granos rodean mi cuerpo.
Sólo observo el curso de los acontecimientos a mi alrededor;
gente yendo y viniendo bajo los rayos del mediodía.
Es un apacible día de calor y el mar está en su lugar.
La chica rubia corre hacia las olas, el aroma de su pantalla solar
flota en el aire. La chica rubia es bella hasta la sombra.
Blake y yo la vemos desnuda.

69
LA FÁBRICA

Las mesas, las estanterías frías.


El piso.
Las cajas apiladas.
Las bolsas con nombres de localidades
o con nombres de negocios o apellidos.
Mercadería: prendas, talles, texturas, colores.
Las cajas con etiquetas que indican un destino.
Las máquinas de sunchar.
Los rollos de tela embolsados y apilados.
Las largas mesas de corte.
Los ruidos.
Los papeles.
Las ventanas altas. El día colándose
por entre los vidrios como pidiendo permiso.
Los cielorrasos.
La losa.
Los escobillones juntos en un rincón.
Los cestos de basura.
El polvillo, la pelusa de las telas cortadas.
Nuestras pequeñas cosas por ahí, ocultas,
debajo de las mesas. Nuestras pequeñas cosas
de todos los días.
El timbre de la puerta, dócil al dedo, tonto al oído.
El timbre largo, el de llamada, que anuncia las 8.
Las camionetas afuera.
Las oficinas.
El jefe.
Los pasillos.
Los baños.
Las escaleras.
La máquina de café.
Los matafuegos.
Las cintas amarillas de seguridad.
Las planchas.
Los carros.
Los canastos.
Las computadoras.
Las cintas de embalar.
Las lapiceras/los marcadores.
El talle S.
El talle 42.
El talle XXL.
El jersey, la modal, la frisa, el jean.
La radio.
Los parlantes.

70
La radio otra vez.
Mi ficha 190.
Todas las fichas ordenadas como pequeñas
lápidas junto al fichero.
Los relojes. La hora. Los relojes.
Las puertas, todas las puertas.
Todos nosotros.
Todos nosotros yendo y viniendo.
Todos nosotros funcionando.
Las cajas desarmadas.
Las cajas con manchas de aceite de máquina.
Las cajas cerradas con cintas que en rojo dicen:
FAJA DE SEGURIDAD.
Las bolsas que arrastramos, que acomodamos.
Las bolsas que cargamos.
Nuestras voces. Las cosas que decimos.
Todas esas palabras que a veces no sabemos bien
por qué las decimos.
Nuestras miradas. Nuestros gestos.
La fábrica vista desde afuera.
La fábrica vista por dentro.
Todas las cosas ordenadas.
Todas las cosas por hacer.
Todas las cosas que hacemos y las que no hacemos.

Algún día voy a morirme por todas estas cosas.

MINI

Ahí está Mini una vez más


ya bien entrada la noche
con las patas hacia arriba rasgando el aire.
Mini en el centro de la calle
luego de que un colectivo 60 le pasara por encima.
Ahí estoy yo, de nuevo, llorando;
la corrida desesperada gritando que mi perro ha muerto.
Mi padre se queda con él junto al cordón de la calle.
Es la costa de Tigre en los 70; es un domingo,
la dulce noche primaveral,
los plátanos copiosos junto al río, las luces
del Paseo Victorica cayendo filtradas por las ramas.

71
NOCTURNOS

Un puño contra la mesa y el vaso de vino se vuelca. Los papeles vencidos, los
versos de Marechal, el poema sin terminar. La tinta de los versos se une a la uva
tinta del vino.

Se mira en el espejo del baño. Con espuma de jabón dibuja una sonrisa en el
vidrio. Ahora sus ojos no combinan con su nueva cara.

Vomitar palabras. Vomitar la infancia.

Cuelgan las estrellas, la luna, y no se les ven los hilos. Las nubes en cambio son
corridas hacia un lado. El gallito de los cuatro vientos sólo sigue la corriente.

Ser poeta como última oportunidad para el inútil. Tener en la mano un cuatro
de copas y jugarlo como un as de espadas.

REPRESENTACIÓN

La hoja se desprende del árbol


y cae lentamente al suelo.

Ese fue el hecho y este poema


es apenas una humilde representación.

Pero si olvidamos por un momento el poema


y dejamos todo como estaba antes,

vemos que la hoja abandona el suelo


y vuelve lentamente a sujetarse al árbol.

72
ÚLTIMO VIAJE

Mi padre va atrás en una camilla.


Yo estoy en medio de dos ambulancieros.
El que maneja la camioneta es el más gordo
y trata de hablarme para llenar el vacío.
Cuenta cómo le piden historias de muertos
cuando se reúne con amigos a comer asados y él se niega
al principio. El otro, el acompañante, tiene los ojos
desorbitados, no sé qué problema, y habla
de resonancias magnéticas y de un fluido horrible
que le hicieron tomar. Luce muy flaco.
Vamos en ambulancia desde Parque Centenario hasta
Tigre, a la funeraria. Es una cálida noche de verano
de diciembre. Faltan pocos días para la navidad de 1995.
Mi padre se mueve en la camilla, mejor dicho:
el traqueteo hace que la camilla se mueva
detrás de nosotros. Hace ruido. Me doy vuelta para ver.
El chofer insiste en contarme historias. Ahora dice
que hallaron una mujer verde en su departamento,
que llevaba muchos días de muerta. Estaba verde, dice,
olía muy mal. Miro hacia adelante,
las luces de la calle pasan veloces, vamos dejando
Villa Crespo. Quiero cambiar de tema,
en realidad quiero que no me hablen, permanecer callado
y nada más. Lo mórbido, el lenguaje frío casi cruel
de los ambulancieros me aleja de mi rito sagrado,
mi pequeña ceremonia íntima de trasladar a mi padre muerto.
Sé que él no puede escuchar nada de esto ahí atrás pero
me incomoda pensar que de algún extraño modo pueda hacerlo.

NO SE META EN POLÍTICA

usted se calla yo me callo aquel


se calla nos callamos todos así es la muerte
que morimos antes de morir

73
REINA

Anoche enterré a mi perra.


Había muerto en la madrugada. Cavé su tumba
en el jardín, y elegí hacerlo por la noche
para que los vecinos no me vieran.
De las ventanas de los departamentos brotaba la luz
y el sonido de los televisores,
ruido de trastos de cocina, voces.
La vida seguía mientras yo cavaba.

Hoy empezó la primavera. Fue un día hermoso.


Y por la mañana en una radio
escuché que recordaban el nacimiento de José Pedroni;
y pasaron aquella canción
que cantaba César Isella, la que dice
“haz con tus propias manos la cuna de tu hijo”.

MI GRAN SUEÑO

es que mi poema
antiimperialista
conquiste
Estados Unidos
América Latina
Europa
África
Asia
y Oceanía

74
EN LA MEDIANERA

La medianera con una


flecha de luz volcada
a las nueve y cinco de la mañana. Babas
de caracol en el filo
brillando.
Los hongos en la pared trazan la forma
de un hipocampo. La paloma
agacha varias veces la cabeza
como si estuviera parada
en el techo de un tren que pasara por debajo de
un puente muy bajo.
A las nueve y veinte, la medianera es
mitad sombra / mitad luz. Las hojas
del laurel asienten con la ayuda de la brisa.
Todo el laurel yace recostado hacia el final
donde la medianera se une
a la pared del otro edificio.
Un zorzal baja,
camina por el borde de la medianera.
El sol de febrero le pega fuerte en el lomo.
Después de mirar el suelo, se coloca de perfil.
De perfil, el zorzal es altivo,
esbelto. Parece el reverso de una moneda:
Un peso República Argentina 2012.

INSCRIPCIÓN EN UN VOLANTE DE PUBLICIDAD

Poema entregado en mano.


Arrojarlo a la vía pública.

75
CINCO MANERAS DE DEJARME

corriendo desnuda
despareja
boba
por las baldosas partidas
nada te tragará
ni en mil plegarias te tragará
no habrá un ojo de fuego
bajo la tierra
esperándote

escribiendo en la pared
frente de casa
que no te busque
que no te escriba
que no te ame
"la vida sigue" ponés en rojo
y una flecha al final
señala el terreno baldío

feliz feliz
saltando un elástico invisible
los árboles cabeceando
en la brisa del verano
con un muñeco que no hay
bajo tu brazo de arlequín
chin–chin de la copa que no está
azul violeta de una calle que no es

con mi tristeza
de bancos de plaza en otoño
con papelitos dispersos
y atado a la cola de tu sombra
76
5

en medio de la lluvia
cuando cae la tarde
y todo alrededor
donde soy el único actor
de la película
y no hay dobles
para la escena de llorar

USTED

Usted escribe un poema


desde la cabeza hasta los
pies
en versos libres,
limpios,
llanos.
Usted se descalza,
se quita la ropa,
abre las ventanas de par en par.
Entonces entra una brisa
y con ella un aroma sutil
que le recuerda a su infancia.
La luz de la tarde
es dulce en el ambiente:
predominan los colores del otoño,
una cálida humedad,
las sombras bien repartidas
que están hechas de palo.
Usted ha escuchado
esa música otras veces,
una música interior
que habla del amor
y de la muerte en una misma cadencia.
Incorpora algunas palabras
a su poema.
La palabra Nuez.
La palabra Lámpara.
La palabra Hebra
La palabra Árbol.
77
Usted escribe llevado por un hilo
sin detenerse en las formas,
y cuando todo hace pensar
que el poema
se volcará hacia un lado,
donde hay un cerco roto
que desemboca en un arroyo,
de pronto se vuelve firme en su
estructura de libélula
y entonces sus pies
pisan las hojas secas de los plátanos,
y el poema cruje, se dora al sol,
canta en el chorro de las fuentes,
y sube a una rama
donde hay otros pájaros.
Usted está ahí
con todo su esplendor, cantando.
Usted es el tercero de la fila.

78
POEMAS DE MÁXIMO ESTRELLA
Y OTROS ESPERPENTOS

(2013)

Pues mi ser es bello pero espantoso.


Y sólo es bello porque es espantoso.
ANTONIN ARTAUD

Libro escrito en coautoría con Jorge Luis Estrella. Los siguientes poemas
pertenecen a Máximo Ballester.

DESPEDIDA DEL GORDO GUZMÁN

Cuando murió el Gordo Guzmán


salimos todos a festejar su despedida de soltero.
Faltaba una semana para que el Gordo se casara
con Sarita. A Sarita no le dijimos nada.
El Gordo murió en el bar de Ponce un viernes
y para el sábado habíamos acordado la despedida.
De modo que hubo que hacerla ese mismo viernes
ya que estábamos los cinco en el bar, más Ponce,
que se prendió al festejo. Raúl trajo el Ford 38 negro
y al Gordo lo sentamos en el baúl, lo atamos bien
y le colocamos unos banderines de Excursionistas,
un cuadro de Gardel, que descolgamos del boliche,
y una foto de Ingrid Bergman arrancada de Radiolandia.
Lo paseamos desnudo por Avenida Libertador
y por Dorrego. Cada tanto le echábamos una mirada
por si el Gordo se ladeaba de más.
Bebimos en su honor en Recoleta, y el Pepe Zaldívar
le tocó unos tangos con una guitarra a la que le faltaban
dos cuerdas. Llegando a Barracas se nos ocurrió
un último brindis y entramos en una pizzería.
Al Gordo lo acomodamos bien y cerramos la tapa del baúl.
A eso de las dos de la mañana y con unos cuantos
moscatos y cervezas encima decidimos irnos sin pagar.

79
Primero salió Raúl para arrancar el coche
y después todos los demás a la carrera.
Pero cuando llegamos a la calle, el Ford 38 no estaba.
Se lo habían robado con el Gordo Guzmán adentro.
Nunca pudimos encontrar el Ford, ni al Gordo.
Y para colmo terminamos en cana.

LAS SIAMESAS RIMOLDI

Me puse de novio con Marta,


la más chica de las siamesas Rimoldi.
Ah, qué experiencia extraordinaria
vivir un romance así.
Vamos juntos a todas partes,
los tres formamos un gran equipo.
Ahora Marta y yo nos propusimos
encontrarle novio a Florencia,
que nos mira de reojo
cada vez que nos damos un beso.

DECLARACIONES IMPORTANTES

Dirán que mis actos fueron cometidos


por una razón ideológica. O que mantenía
una disputa con el sargento (cuyas invectivas
y súplicas me resultaban verdaderamente patéticas)
y que por tal motivo disolví aquel regimiento.
Reconozco, sí, que fui yo el que hundió aquel buque,
y el que días más tarde incendió el tren militar.
Sé que es en vano argumentar que todo lo que hice
fue por amor. De otros daños y perjuicios, señores,
yo no me hago cargo. Y tampoco tengo la culpa
de que Adelita se haya ido conmigo.

80
SUCESOS PRIMAVERALES

Salí a la calle
y la primavera ya estaba abierta.
¿Cuánto sale esa paloma?
Esa paloma sale tres veces,
me dijo la primavera.
La llevaré.
A la altura de un plátano pensativo
estornudé cinco veces de una vez
y la paloma que llevaba para mi amor
se voló. Le grité que volviera
y la paloma me dijo: yo no estoy para esas cosas.
Muy bien, dije.
Muy bien, dijo la paloma.
Volví a mi casa y me puse a dibujar una paloma.
Me quedó bastante bien.
Salí de nuevo llevando mi dibujo pero ahora llovía.
Recordé que el último paraguas
me lo había robado un halcón en Malasia.
En Malasia y Gorostiaga.
Volví para dibujar un paraguas. Pero entonces
advertí que la paloma de mi dibujo
se había chamuscado.
Se me ocurrió dibujar otra paloma. Esta vez
con un paraguas que la cubriera toda.
Cuando volví a salir ya era de noche y hacía frío.
Regresé. Llamé por teléfono a mi amor
pero su marido me comunicó que se la habían
llevado presa por la muerte de su madre.
Qué linda es la primavera y sus sobresaltos, pensé,
y me puse a dibujar una mujer.

EL HOMBRE ARTIFICIAL Y EL HOMBRE IMAGINARIO

A orillas de un lago artificial


hay un hombre artificial que mira peces artificiales.
Tiene una caña de pescar artificial
y un sombrero de cuero artificial que lo resguarda
del sol artificial del verano. El hombre artificial

81
pasa las horas artificiales con sus acontecimientos
artificiales en un clima artificial y sereno.
Una tarde artificial de enero, el hombre artificial
se encuentra con el hombre imaginario de Nicanor Parra,
que le dice que vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios, a la orilla de un río imaginario.
–Yo practico la pesca artificial –dijo el hombre artificial.
–Y yo la pesca imaginaria –dijo el hombre imaginario.
Luego de hablar de bueyes perdidos, artificiales e imaginarios,
los hombres entablan una conversación más profunda
aunque artificial e imaginaria. El hombre imaginario
le confiesa al hombre artificial que en las noches
de luna imaginaria sueña con una mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario y que aún sentía por ella
el mismo dolor y placer imaginarios.
–Eso es porque nunca tuvo usted una mujer artificial –dijo
el hombre artificial.
–No, pero me imagino –dijo el hombre imaginario.
Y en ese instante, el hombre imaginario y el hombre artificial
ven cómo baja por el camino de una ladera invisible
al hombre invisible de H.G. Wells.
–Debe ser mi imaginación –dijo el hombre artificial.
–Es lo más real que he visto en años –dijo el hombre imaginario.

OTRO

Me vuelvo predecible
demasiado repetido
cansado de la misma voz
los mismos pantalones
ganas de ser otro
cualquier otra cosa
llamarme policarbonato por ejemplo
octaedro
mengano de tal
pertenecer a la familia
de las liliáceas

82
ser una aleación de níquel
y papel maché
o provenir de un incesto

Ganas de salir en bolas en el noticiero


de arrojarme de una mosca
de un noveno piso
de unas tetas
pintarme de mimo
y bien cargado
salir a la lluvia a borronearme
fumar un cigarrillo de
plátano hecho sopa
y que una muchacha
–como salida de un espasmo–
me pida fuego
un fuego

ROBO

Detrás del cuadro de Miró


hay una caja fuerte. Dentro de la
caja fuerte hay un poema.
La combinación es: 35 derecha
49 izquierda, 12 derecha, 66 derecha
21 izquierda, 93 derecha y 19 izquierda.
Cuando tengas el poema, salís corriendo.
No pierdas tiempo. Uno de los nuestros
estará esperando en la esquina.
Le entregás el poema. Él te dará
el uniforme de policía. Una vez disfrazado,
volvés a la casa. El poeta saldrá gritando
me han robado, me han robado.
Preguntale qué joyas y qué documentos
y cuánto dinero. Cuando te diga que le han
robado sólo un poema, contestale que a partir
de hoy volvés a creer en la raza humana.

83
BREVAJES ESPERPENTAMENTALES

Entré en la cocina. La poesía me esperaba:


confundí el aroma de cocción de unas remolachas
con veneno en polvo para hormigas.

Me duele una muela que me sacaron


hace diez años.

Iré a que me recomienden un analgésico.


En su defecto, que me devuelvan la muela.

Remendé mi saco. Cambié un cuerito.


Barrí la alfombra. Corté el pasto.

En dos versos ligeros (que ahora son cuatro)


hice todo lo que tenía para hacer en este día.

12

A otra cosa,
mosca.

84
ÁRBOLES DE UN BOSQUE/

UNA RAMA SE QUIEBRA Y CAE (PERO ES SÓLO UNA


RAMA)

A una escultura de Patricio Minconi Ballester

ÁRBOLES DE UN BOSQUE

Regreso al bosque: me instalo apaciblemente,


contemplo, me contemplo, y en un momento advierto
que he regresado a un lenguaje, un lenguaje callado
al que no sabía que pertenecía.

Trepás con la mirada


las cortezas, te perdés en sus dibujos
y te preguntás
dónde están los pájaros. Los que oís detrás
de cada árbol,
los que intuís llegar de un momento
a otro y no terminan de aparecer nunca.

85
3

Incorporado a la fila
de los árboles, cerré los ojos, permanecí quieto.
Y en mi callar transcurría la tarde, y yo
era tocado por el viento.

Al pie de estos árboles


pronuncio unas palabras, ensayo una ceremonia,
y espero con ansias el tiempo de las lluvias.

De puntas al cielo, copas magníficas.


Luego sobreviene una promesa, una especie
de plegaria que nadie ha pronunciado.

Aquí sólo yo busco razones,


un sentido a las cosas. El resto respira, transcurre,
proyecta una sombra.
Ahora cae la tarde. Hasta aquí la luz. Hasta aquí
lo visto, y hasta aquí todo lo pensado.

86
7

Y por un momento sentirse un extraño,


alguien que se ha alejado de su grey, alguien que
no es percibido, que extraña ser invocado.

Ganas de poseer una corteza:


ser morada del pájaro, refugio de la oruga.

¿Y si nevara, y si no pudiera
salir de este bosque?

Estoy mirando la luna plateada


deslizarse por las ramas.

La llegada del otoño.


La sensación de que es el Tiempo
quien ha venido a aquí a pasar sus vacaciones.

10

He asimilado las formas,


intuido las cosas de detrás, los hilos de adentro;
y las figuras se han quedado conmigo.

Frente a estas cortezas absolutas


–luego de haber examinado cada detalle
de sus formas– me pregunto si estos árboles y yo
sucedemos en un mismo plano, en otro tiempo.

87
11

En medio de la futura madera.


Tablas que brindarán confort, listones provenientes
del paraíso de la soledad, maderos que tal vez alguien
elegirá para emplazar un dios crucificado.

12

Alcé la mirada hacia las copas


y comprobé la inminente llegada de otra lluvia.
Busqué un refugio
lejos de los árboles y no lo hallé.
Detrás de un montículo
de hojas y ramas secas se abría un nuevo camino.
Las primeras gotas eran grandes
y golpeaban fuerte contra el suelo despertando
a la maleza. Caminé mojado, sin rumbo
por el nuevo camino, y llegué al otro lado del bosque
donde me esperaba un arco iris.

13

Uno con todo, sumergido en el Todo;


simple, pequeña cosa,
como una rama dócil que conversa con el viento.

14

Soñé que los árboles venían hacia mí.


Y antes de que pudiera adivinar
sus desplazamientos,
ya los tenía frente a mis ojos

88
como puertas, como opciones que yo debía elegir
para seguir mi camino.
Un tercer árbol se abrió y pude divisar
la primavera feliz.

15

Árboles sin hojas.


Como ciegos sin bastones.

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¿Construirías tu casa entre los árboles?

No. No construiría nada aquí.


Aquí sólo es lugar de meditación y averiguaciones.

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UNA RAMA SE QUIEBRA Y CAE (PERO ES SÓLO UNA RAMA)

Una rama se quiebra y cae


en alguna parte del mundo. Como si se tratara
de un anuncio. Como si alguien quisiera
advertirnos de algo, señalarnos que en ese simple hecho
hay un desenlace crucial.
Percibimos el desprendimiento, la caída al vacío.
Pero es sólo una rama. Y el árbol
permanece intacto, alejado de nuestros sentimientos.
Esto es al menos lo que creemos, al tiempo que dejamos
de estudiar el árbol para abandonarnos a las metáforas
del quiebre y la caída.

Los tejidos por donde corre


la savia, los anillos de la madera, los tallos robustos.
Raíces que absorben agua, sales minerales.
Ah pulpa sin latidos, misterio…
Y las flores adornan las ramas con autoridad, con el privilegio
que otorga la belleza; todo el árbol
se expresa a través de ellas. Y siempre hay algo más
en una flor, algo que no terminamos de capturar
subyugados por la sensualidad de los colores.
Una flor es un órgano sexual, esto no es cosa de Freud.
Una flor es muchas cosas. Y hay un latido inaudible
en el fondo de cada cosa, algo que respira en otra escala. Pero
¿qué cortamos cuando cortamos una flor?

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3

Ser o estar en el mundo.


Imagino una rama que sostiene a Heidegger, a Kant
y a Descartes inserta en un árbol
que no vemos. Un árbol
de raíces tumultuosas que no vemos
de pie en la tierra que no vemos.

Algunas veces te ha llegado una hoja, una simple hoja


como salida de la nada, una hoja seca
caída a tus pies, y te preguntaste
de dónde vino, cómo fue que llegó hasta aquí.

Una rama se quiebra


y ese sonido es el primer acorde de mi sinfonía.
Le siguen la hojarasca interpretada por el viento,
el aleteo de un pájaro,
el baile de las copas soberbias en su verdor
de las que baja polvo de corteza y dos o tres hojas muertas.
Las ramas crujen a su tiempo. Y luego emerge
un silbido más allá, como de una brisa ligera pasando
por una cavidad estrecha y pequeña.
La rama quebrada oscila. Marca un tiempo.
Mi respiración se extiende hasta el crepúsculo.

Pienso en si no estaban
Dante y Virgilio en la punta
de esa rama que cayó. Pienso en Bauman,
y en Baudrillard. Pienso en los árboles
que se secaron luego de haber sostenido a un ahorcado.

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Y en las enormes ramas cortadas que arrojaban
en el baldío frente a mi casa, gigantescos monstruos
de otra galaxia de mis aventuras de chico.

La rama donde colgaron una hamaca.

Las ramas de los sauces que se estiran hasta tocar el río.

Las horas dulces que se alejan


detrás del bosque al caer la tarde. Hemos
compartido algunas cosas, hablado hasta vaciarnos.
Y en la primera pausa, la oquedad
y las interpelaciones encadenadas.
“Creo que no hice todo lo que debía hacer”.
“Creo que no fui del todo sincero”.
“¿Verdad que no nos hemos realizado?”
Entonces irrumpe la culpa con sus remolinos,
el remordimiento a dentelladas, otros látigos.
Hay un momento en la tarde
en que uno desea esfumarse con el tiempo, irse de la mano
de las horas dulces con sus seres y sus cosas muy adentro,
atravesar el bosque, las nubes.

Una rama se quiebra y cae


como si alguien hubiera torcido un timón
bruscamente, o como si hubiera
adelantado los relojes del mundo en un acto desesperado.
Ese tipo de alteración. Esa forma de rayo.

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8

Trac –una rama se quiebra,


se desprende del árbol,
un pájaro se suelta de la imagen retenida.
La rama cae. Hay una cama extendida en la tarde.
Los brotes que ya no serán
disgregan las partículas: polvo que sube
atravesando la luz.
Ha sido comprobada una vez más la gravedad.
Experimentada la caída. Y la pérdida.
Los caminos hacia la belleza son diversos,
a menudo inciertos. Una rama se quiebra, cae,
y es sólo una rama, pero bien podría ser tu corazón.

Las hojas repartidas


en el suelo.

El árbol.

La rama tendida en el suelo


entre las hojas.

La rama, palma hacia arriba.

El cielo.

Pero la rama se ha ido.


La rama ya no está en la rama.

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10

UNA RAMA
CAE EN UN BOSQUE

RAMA SE DESPRENDE
DE UN ÁRBOL

RAMA CON SUS BROTES


SE QUIEBRA Y CAE

(Posibles títulos de primera plana


de mi diario imaginario)

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Una rama cae en un bosque,


o cae

en junio o martes
en Comala
en un atajo de Lewis Carroll
en Memphis
en mi barrio de Tigre
en Solentiname
en los ojos de un Perro Andaluz
en la falda de la Madre Teresa de Calcuta
en las manos de Piazzolla
en el Guernica
en la guitarra de Hendrix
en el parque de Dylan Thomas
en la Fontana di Trevi
en la villa de Juanito Laguna
en el Campo de trigo con cuervos de Van Gogh
en las tablas de Moisés
en la luna de Federico
en el bosque de Sherwood
en Famatina
en la Comunidad Qom La Primavera

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en el Aleph
en el corazón abierto de mi padre tras la operación
en la piedra movediza de Tandil
en Rayuela
en La Franja de Gaza
en las trompetas de Jericó
en Atlantis
en el Leviatán
en el Golem
en Auschwitz
en Wall Street
en Un Día Perfecto para el Pez Plátano
en la cama de Frida Kahlo
en la cama de Marilyn
en París con aguacero
en El Espacio Vacío de Peter Brook
en El Cristo Redentor
en la Noche de Walpurgis
en la noche de Bagdad
en la cabeza de Cyrano
en el World Trade Center
en el Muro de los Lamentos
en Taj Mahal
en el Olimpo
en Troya
en el Pozo de Banfield
en la cubierta del Pequod
en el Ulises de Joyce
en el Moyano
en el Borda
en Strawberry Fields
en los relojes de Dalí
en El Aullido de Ginsberg
en El Grito de Munch
en un no-lugar
en cualquier parte.

Una rama cae hacia arriba


y florece. Un bosque

cae de una rama

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POEMAS SUELTOS III

BARRIDA

Barrí las hojas secas


de la vereda. En la esquina
dos nenas jugaban con sus padres.
Máscaras, juguetes
que no alcancé a distinguir. Las voces de las nenas
y la del padre
fueron la música del momento en que juntaba
las hojas de los árboles
en dos bolsas negras.
En la plaza había un hombre acostado
en un banco con uno de sus cinco perros encima.
Esa fue la música
del momento en que alcé la vista
y me sequé la frente. Un perro mirando
desde la barriga
de un hombre. Como un monumento.
Sobre mí,
las hojas aún verdes
de los árboles apenas secas de la lluvia de anoche.
La lluvia de anoche
con los restos de otra música. Algo triste. Sin fin.
Barrí también todo eso.

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FLORECER Y MORIR

El pimpollo de cactus
que ayer atropellé y corté accidentalmente
al pasar la podadora de pasto,
hoy floreció.

Floreció heroico a un metro de su planta


con luminosos pétalos naranjas.

SENTADO AL SOL

Sentado al sol
sobre el camino de ladrillos
como cuando era chico
en mi casa de Tigre
los ojos cerrados ante los rayos de las 11
escuchando el ruido
de las hojas movidas por el viento
el ruido de un pájaro que salta
sobre el cerco
siento que una mosca
como un buitre en miniatura
me ronda
me toca
me toma las medidas

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FOTOPOEMA

En este poema
tengo los pantalones sucios
después de haberme revolcado.
Detrás el verde,
el paisaje que puedas ver.
Hay unos juncos, un muelle, un río.
Es de tarde.
Se oye la canoa chocar contra los maderos
y las ocultas cigarras detrás.
Ya salté, tropecé, reí.
He logrado capturar el instante.
Ahora observo las nubes pasar
y ocultarse tras el cordón de sauces abatidos.
Paso las horas así,
tendido en el pasto
y esta es toda la alegría de que dispongo.

POZO

Jugaba con mis amigos en el terreno


de una obra en construcción
cuando resbalé y caí en un pozo de boca circular
de cuatro o cinco metros de profundidad.
En el suelo había un charco de agua turbia,
y en las paredes podía distinguir
las distintas capas de tierra y la formación del humus
que me habían enseñado con gráficos en la escuela.
Yo no salía de mi asombro:
desde ahí abajo podía ver el cielo
de la tarde como desde el fondo de una gran botella.
Pronto tuve la sensación
de estar viviendo una aventura; sentí
el entusiasmo que sólo experimentamos ante un peligro
que íntimamente creemos poder dominar.
A mis pocos años, algo me sucedía. Algo digno de ser
recordado.
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Mis amigos corrieron
a avisarle a mi padre. Mi padre acudió de inmediato y,
con la ayuda de una soga, me rescató de aquel
pozo profundo
donde yo me sentía completamente a salvo.

CIERRE FUERTE

La enfermera me pide
que me recueste en la camilla.
Accedo. La observo ir venir: es jovencita
y tiene unas piernas adorables.

Me coloca la manguera en el brazo izquierdo.


Aprieta fuerte. Va a sacarme sangre.
Es para una donación.

La vida, el mundo, las piernas se ven diferentes


recostado en una camilla de hospital.

La bolsita colectora ya cuelga y ahora la enfermera


vuelve con la jeringa apuntando hacia arriba
como si fuera la heroína de una película de acción.

La aguja brilla. Los ojos de ella también brillan.

Ahora cierre fuerte, me pide.


Le pregunto si la mano o los ojos.

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EL CABALLO DE LA ODONTÓLOGA

La odontóloga
va y viene por la sala de espera.
Levanto la vista
y vuelvo a fijarme en el cuadro del fondo:
6 caballos en un valle; el atardecer cae sobre
un camino entre montañas.
Predominan el marrón y el azul.
Es un cuadro oscuro y malo, y si no fuera
por los caballos
que están bien dibujados, se diría
que es una pintura horrible.

El caballo que aparece


en primer plano –la cabeza acapara toda
la atención– nos mira
con perseverancia.
Es obvio que quiere decirnos algo.
Tal vez sienta necesidad
de desaparecer de escena. Cómo saberlo.
Se lo nota inquieto, y por un momento
me parece ver que mira de reojo la firma
de la esquina.

La odontóloga vuelve a pasar ordenando


unas planillas. Hay alguien, tal vez sangrando,
del otro lado de la pared; se oye un quejido, y luego
un balbuceo.
Yo vuelvo a observar
el cuadro. El caballo en primer plano
sigue ahí, quiere contar su secreto, mira fijo
hacia el centro de la sala.
Me mira, mudo.
Creo que le han sacado las muelas.

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Máximo Ballester nació en 1964 en San Fernando, Buenos Aires, Argentina,
cursó talleres de literatura y de teatro en la Biblioteca de Martínez y participó de
varias antologías. Sus libros publicados son: Disfraz al Agua (1998), Musas
Extraviadas (2008), En la Orilla (2009), Poemas de Autoayuda y Aforismos
para Morir Mejor (2011) y, en coautoría con Jorge Luis Estrella, Poemas de
Máximo Estrella y Otros Esperpentos (2013). Todos estos libros han sido
antologados para la presente edición. Parte de un Orden, reúne además buena
parte de su obra inédita, aunque algunos poemas sueltos han sido publicados en
revistas, fanzines y en sitios de internet. Dichos poemas, aquí presentados en
tres secciones, más otra con el título Poemas con Agustina de chica, fueron
escritos entre los años 1999 y 2020. A estos poemas se suman los libros
Cuaderno de Notas (2008) y Árboles de un Bosque / Una Rama se Quiebra y
Cae (Pero es Sólo una Rama) (2015–2016).

Agosto de 2021

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