Novena A La Virgen de Coromoto

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CUSTODIA NUESTRA SEÑORA DE COROMOTO

PARROQUIA MARÍA AUXILIADORA


DIOCESIS DE BARINAS
BARINAS ESTADO BARINAS
Telf. 0273 5528431
FRAILES MENORES CONVENTUALES

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Oraciones para todos los días:
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos Señor,
Dios nuestro.

Oración Inicial
Virgen Santísima, Madre de Dios y Madre nuestra, por cuya intercesión
poderosa llegaron al conocimiento de la fe cristiana. Hermosísima Aurora,
que brillaste apareciendo en Coromoto y nos dejaste una preciosa prenda
de Tu amor, en una milagrosa Imagen, apiádate de nosotros. Alivia
nuestros males, poderosísima Abogada nuestra y fortalécenos en las luchas
contra los enemigos del alma.
¡Oh Patrona de Venezuela! Haz que nuestra Nación siga siempre en sus
leyes, en sus costumbres y en sus empresas, los sabios y salvadores
principios del Santo Evangelio. Protege nuestras instituciones, destierra de
nosotros el vicio, la impiedad e indiferencia religiosa; en una palabra,
renueva la fe en nuestra amada Patria. Promueve en nuestra sociedad obras
verificadoras de salud, adelanto moral y material, para que gozando de los
beneficios de una paz tranquila honremos y sirvamos fielmente en la tierra
a Tu Divino Hijo Jesucristo, a fin de gozarle eternamente en el Cielo.
Amén.
Se dice:
– Hazme, Virgen Sagrada, digno de alabanza.
Se responde:
– Dame fortaleza contra tus enemigos.

Oración Final
Oh Gran Dios, que con darnos en Tu Nacimiento a María, obra de tu
Omnipotencia, maravilla de la gracia, admiración de los ángeles, honra y
alegría de los hombres, escogida entre millares por feliz Madre tuya, y
constituida por dulce Madre nuestra, nos dejaste con dádiva tan rica, muy
obligados a tu amor; y más, renaciendo en cierto modo para nosotros con

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su maravillosa Aparición en Coromoto, el m ismo día que celebra su
natalicio santo.
Mil gracias, Señor, te repetimos, suplicándote fortalezcas nuestra memoria
para no olvidar tan altos beneficios, alumbres nuestro entendimiento para
reconocerlos y admirarlos; enciendas de amor nuestra voluntad para en
obras de amor corresponderlos, acabando la vida en tu servicio con el favor
de tu gracia, para gozar de tu Gloria. Amén.

Padrenuestro, Ave María y Gloria.

Primer Día: María, concebida sin mancha de pecado.

La Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de


culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia
y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo,
Salvador del género humano. (ibídem, definición dogmática).
María, toda hermosa e inmaculada, trituró la venenosa cabeza de la
cruelísima serpiente, y trajo la salud al mundo (ibidem)

Los Padres y escritores de la Iglesia, adoctrinados por las divinas


enseñanzas, jamás (habían dejado) de llamar a la Madre de Dios o lirio
entre espinas, o tierra absolutamente intacta, virginal, sin mancha ,
inmaculada, siempre bendita, y libre de toda mancha de pecado, de la cual
se formó el nuevo Adán; o paraíso intachable, vistosísimo, amenísimo de
inocencia, de inmortalidad y de delicias, por Dios mismo plantado y
defendido de toda intriga de la venenosa serpiente; o árbol inmarchitable,
que jamás carcomió el gusano del pecado; o fuente siempre limpia y
sellada por la virtud del Espíritu Santo; o divinísimo templo o tesoro de
inmortalidad, o la única y sola Hija no de la muerte, sino de la vida, germen
no de la ira, sino de la gracia, que, por singular providencia de Dios,
floreció siempre vigoroso de una raíz corrompida y dañada, fuera de las
leyes comúnmente establecidas.

Ella es la Inmaculada Concepción. De este modo se llamó a SÍ misma en

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Lourdes, con el nombre que le había dado Dios desde la eternidad: sí, desde
toda la eternidad la escogió con este nombre, para ser la Madre de su Hijo,
el Verbo Eterno (Juan Pablo II, 10 de febrero de 1979.)

Oración:
Dios te Salve María, Reina excelsa y elevada por Dios a incomparable
grandeza, por haber sido enriquecida con todos los privilegios del poder
del padre, con toda la preferencia del entendimiento del Hijo, y con todas
las gracias y dones del Espíritu Santo, te confesamos como Emperatriz del
Universo, Reina de los ángeles y de los hombres; en los cielos y en la tierra
no hay pura criatura de mayor grandeza y majestad que Tu. Dios te salve,
a Ti llamamos los peregrinos de este valle de lágrimas, para que te dignes
aplicarnos tus soberanos favores y nos hagas dignos servidores de tu
Divino Hijo, Jesucristo Nuestro Señor. Ayúdanos, Señora, para que en las
luchas de carne contra el espíritu, salgamos vencedores mediante tu divino
y maternal auxilio, y podamos un día entrar triunfante en la Gloria del
Cielo. Amén.
(Aquí pedirá cada uno con fervor lo que desea alcanzar en esta Novena)
Reza una Salve.

Segundo Día: María Santísima es la Virgen


perfecta y perpetua

En la plenitud de los tiempos, la Bienaventurada Virgen María concibió


virginalmente, del Espíritu Santo, al Verbo de Dios, engendrado desde
antes de todos los siglos por Dios Padre, y que sin pérdida de su integridad
le dio a luz, conservando indisoluble su virginidad después del parto
(Definición dogmática, Concilio de Letrán). Como lo había profetizado
Ezequiel: María es la puerta oriental del templo, que no fue abierta ni se
abrirá jamás, y el Señor, sin abrirla, la traspasó.(Ez 44, 1-4 ).

Fue Virgen no sólo de cuerpo, sino también de espíritu (San Ambrosio).


Por ello nos complacemos en aclamarla como Virgen perpetua y perfecta,
antes del parto, en el parto y después del parto (Paulo IV, 1555). Como lo

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expresan –con delicadeza y belleza- los sagrados íconos del Oriente, en los
que la Virgen Santísima aparece con tres estrellas en su Manto, una sobre
el hombro derecho, otra sobre la frente, y la tercera sobre el hombro
izquierdo: La Aciparthénos, La siempre Virgen: antes, durante y después
del parto.

El Nacimiento de Jesucristo fue milagroso. Por lo tanto, no quebrantó su


virginidad, antes la consagró (Vaticano II, Lumen Gentium) porque el
Señor Niño salió de su Purísimo seno como un rayo de sol traspasa un
cristal, sin romperlo ni mancharlo, afirmaron Padres y doctores, expresión
que quedó para siempre al asumirla el Catecismo de San Pío X, y así lo
proclama la Liturgia (lex orandi, lex credendi; la ley de la oración es la ley
de la fe): “Sicut sidus radium, profert virgo filium, pari forma” (Como un
rayo del cielo, de manera semejante, da a luz la virgen al Hijo).

¡Milagroso! Entre júbilo da María a luz a un Niño, que es más antiguo que
la creación, y no yace agotada y pálida por los dolores del parto. María da
a luz a su Niño no entre dolores, sino entre alegrías (Obispo Zenón de
Verona, contemporáneo de San Ambrosio).

Y de esa enseñanza de fe de la Iglesia de veinte siglos, se desprende que el


parto virginal de María se cumplió no sólo sin molestias ni dolores por ser
la Inmaculada de Dios, sino en un éxtasis y entre fulgores celestiales.
Como pinta el Nacimiento del Mesías el gran Fray Luis de León: En
resplandores de santidad del vientre y de la aurora.

Y agrega Kattum: El parto virginal se asemeja al Nacimiento del Verbo de


Dios del seno del Padre: luz de luz ( Y repite la expresión del Catecismo:
el rayo de sol que atraviesa el cristal)

Así nos lo dicen también los relatos unánimes de los místicos de todos los
tiempos. ¿Es que podía nacer de otra forma el Hijo de Dios?

San Antonio de Padua, el Doctor Evangélico, nos completa la enseñanza


de la Iglesia sobre el misterio de la Madre Virgen: En María hubo un doble
alumbramiento: en su cuerpo y en su espíritu. Dio a luz a Jesús con alegría

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y sin dolor. Y al pie de la cruz, traspasada su alma de compasión, engendró
para el cielo, entre sufrimientos inexplicables, a todos los cristianos.

Oración:
Dios te Salve, Madre de Misericordia, a quien Dios Padre hizo
dispensadora de sus bondades; Dios Hijo Tesorera de sus merecimientos
infinitos y Dios Espíritu Santo, Señora de sus dones y gracias, para que lo
administrase en beneficio del género humano. Salve, Virgen Madre, que
llevaste en tu purísimo seno al Señor de la Creación, al Supremo Ser, de
quien los cielos y tierra no son más que débiles obras de sus omnipotentes
manos. Salve María, fuente de gracia, que alcanzas el perdón de nuestras
culpas y eres nuestra fiel protectora en todas las penas y tentaciones que
nos afligen en este valle de amargos dolores. Ruega, Señora, por nosotros.
Acepta las humildes plegarias que te dirigimos en nuestras tribulaciones y
necesidades, y haznos dignos de cantar un día tus santas alabanzas en
medio de los bienaventurados en la Gloria Eterna. Amén.
(Aquí pedirá cada uno con fervor lo que desea alcanzar en esta Novena)
Reza una Salve.

Tercer Día: María Santísima es verdadera Madre de


Dios.

La gloriosa Virgen María es Madre de Dios, pues dio a luz según la carne
al Verbo de Dios encarnado (Concilio de Éfeso, definición dogmática).

María fue predestinada en la mente de Dios antes que toda criatura, para
que, Virgen castísima entre todas las mujeres, engendrase de su propia
carne al mismo Dios, y Reina del Cielo después de su Hijo, reinase gloriosa
sobre todo lo creado (San Bernardino de Siena).

María es Aquélla a quien el Eterno confirió la plenitud de su gracia y elevó

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a tan excelsa dignidad. Y sabemos que de esta divina maternidad procede
su gracia singularísima y su dignidad suprema después de Dios, y, en
cuanto a que es su Madre, posee una cierta dignidad infinita, por ser Dios
un bien infinito (Sto Tomás de Aquino).

Sabemos que Ella, por ser Madre de Dios, posee una excelencia superior a
la de todos los Ángeles, aún a la de los serafines y querubines. Sabemos
que por ser Madre de Dios es purísima y santísima, tanto que después de
Dios no puede imaginarse mayor pureza y santidad. Sabemos que por ser
Madre de Dios cualquier privilegio concedido a cualquier santo en el orden
de la gracia santificante, lo posee María mejor que nadie (Cornelio a
Lápide, Pío XII). porque Dios enriqueció con dones correspondientes a tal
oficio a Ella, la Toda Santa, que fue como plasmada por el Espíritu Santo
y hecha una nueva criatura (Vaticano II).

Y al consagrar y fecundar su virginidad, el Espíritu Santo la transformó en


el Aula del Rey, Templo y Tabernáculo del Señor, Arca de la Alianza,
Arca de la Santificación (Pablo VI, Marialis Cultus).

Oración:
Dios te Salve, Vida; por quien el mundo alienta y respira, ya que eres
Madre del Autor de la Vida. Por Ti, divina Señora, el hombre culpable,
recibió después de su caída la promesa de un Salvador y por tu augusta
mediación, recibimos la vida de la gracia. ¡Ave, Reina de los Cielos! Eres
la alegría y el encanto de los coros celestiales, la Reina de los Patriarcas,
la anunciada por los Profetas, la esperanza de los Santos Padres, la
fortaleza del innumerable ejército de los mártires, la luz gloriosa de los
Confesores, la fuente bendita de nuestra vida, la bendita entre todas las
mujeres, la cantada por las grupos de vírgenes y la ensalzada y alabada por
todas las generaciones. Concédenos por la Pasión y Muerte de tu Divino
Hijo y por los méritos de tu bendito Corazón, que no perdamos la vida de
la gracia por el pecado y no muramos de muerte eterna; pero que, viviendo
en santo amor de Dios, con fe viva, esperanza firme y ardiente caridad, nos

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veamos libres de toda culpa de pecado y merezcamos entrar un día en la
Vida Eterna. Amén.
(Aquí pedirá cada uno con fervor lo que desea alcanzar en esta
Novena)
Reza una Salve.

Cuarto Día: María Santísima es Madre y Reina de la


Iglesia

María Santísima es Madre de la Iglesia, es decir de todo el pueblo de Dios,


tanto de los fieles como de los pastores que la llaman Madre amorosa.
(proclamación de Paulo VI, 21 de nov. de 1964, clausura de la 3ª sesión
del Vaticano II).

María, constituida por Jesucristo en Madre de todos los hombres cuando


la designó en la persona de Juan a todo el género humano, recibió con
espíritu generoso ese singular y trabajoso legado, comenzando a cumplir
su elevada misión en el Cenáculo. Ella fue ayuda y sostén de la Iglesia
naciente por la santidad de su ejemplo, la autoridad de sus consejos, la
dulzura de su consuelo, y la eficacia de sus plegarias ferventísimas. Desde
entonces se mostró verdaderamente Madre de la Iglesia, y fue verdadera
Maestra y Reina de los Apóstoles, a los cuales hizo partícipes de los
divinos oráculos que conservaba en su Corazón (León XIII).

La importancia del principio mariano de la Iglesia ha sido evidenciada,


después del Concilio, por el Papa Juan Pablo II, coherentemente con su
lema: Totus tuus. En su enfoque espiritual y en su incansable ministerio se
puso de manifiesto a los ojos de todos la presencia de María como Madre
y Reina de la Iglesia (Benedicto XVI, 25 de marzo de 2006). El Santo
Padre agrega al título de Madre, el de Reina, conforme al sentir de la
Tradición, expresado por San Antonio de Padua, llamado el Doctor
Evangélico, y repetido por el llamado Doctor Mariano San Alfonso María
de Ligorio: Dios ha puesto su toda la Iglesia no sólo bajo el patrocinio,
sino bajo el dominio de Nuestra Señora (San Alfonso María de Ligorio,

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Las Glorias de María)

Con Pablo VI la invocamos: Tú Socorro de los obispos, protege y asístelos


en su misión apostólica. Asiste a todos los que colaboran con ellos:
sacerdotes, religiosos y seglares. Acuérdate del pueblo cristiano que se
confía a Ti. Mira con ojos benignos a nuestros hermanos separados y
dígnate unirlos, Tú que has engendrado a Cristo, puente de unión entre
Dios y los hombres.

Haz que toda la Iglesia pueda elevar al Dios de las misericordias el


majestuoso himno de alabanza y agradecimiento, de gozo y de alegría,
puesto que grandes cosas ha obrado el Señor por medio de Ti, ¡oh
clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María! (Pablo VI, oración luego de
la proclamación).

Oración:
Dios te Salve, dulzura inefable, rico panal de miel celestial de gracia,
labrado por la omnipotente mano de Dios, para ser paraíso de sus deleites;
gusto y alegría de los corazones que aman la tierra y encanto y admiración
de los espíritus celestiales.

¡Virgen bendita! Eres Madre dichosísima en cuyo purísimo ser el


dulcísimo Creador derramó la infinita suavidad e inefable dulzura de su
divinidad. Con tu bondadoso auxilio suavizas nuestras penas, nos ayudas
a reprimir nuestras pasiones, nos fortaleces en toda tentación y derramas
sobre nuestras almas el suave rocío de tu dulce consuelo.

¡Virgen purísima! En ti puso Dios la plenitud de sus gracias y


misericordias, para que fueses dulzura y alivio de cuantos clamaren a Ti
desde este valle de lágrimas y duelo.

Ya que eres la alegría de los que te invocan no nos dejes en el llanto y


pesar; más, atráenos con tu amabilidad y dulzura maternales para que,

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apartándonos de los embaucadores gustos y deleites de este mundo,
evitemos todo mal y merezcamos entrar un día en el Gozo Eterno. Amén.
(Aquí pedirá cada uno con fervor lo que desea alcanzar en esta Novena)
Reza una Salve.

Quinto Día: María Santísima es Templo y Sagrario de


la Santísima Trinidad

María es la excelente obra maestra del Altísimo, de la cual Él se ha


reservado el conocimiento y la posesión (San Bernardino). Ella es la Madre
Admirable del Hijo, Jesucristo, que la ama en su Corazón Sacratísimo más
que a todos los Ángeles y los hombres, Ella es la fuente sellada y la Esposa
fiel del Espíritu Santo, en la que no hay quien entre sino Él.

Ella es el Santuario y reposo de la Santísima Trinidad, donde Dios está


más magnífica y divinamente que en ningún otro lugar del Universo, sin
exceptuar su morada sobre los querubines y serafines (San Luis María
Grignion de Montfort).

Confesamos que María es la Hija del divino Padre, la Madre del Verbo
divino, y la Esposa del Espíritu Santo, la llena de gracia, de virtud y de
dones celestiales, templo purísimo de la Santísima Trinidad. (Beato Pío
IX, Oración a Nuestra Señora de la Piedad)

Por eso decimos con los santos: María es el grande y divino mundo de
Dios, donde hay bellezas y tesoros inefables. Ella es la magnificencia del
Altísimo, donde Él ha escondido, como en su seno, a su Hijo único, y en
Él todo lo que hay de más excelente y precioso. (San Luis María G. de M).

Oración:
Dios te Salve, esperanza nuestra; anhelo constante de los Patriarcas,
blanco de los ardientes deseos de los Profetas, sagrario seguro donde se
refugian los pecadores para alcanzar el perdón de Dios, pues tus ruegos

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aplacan el justo enojo.
Eres, Señora, estrella luminosa que guía al cristiano en la noche borrascosa
de esta vida; eres el faro luminoso que le indica los escollos donde podría
zozobrar su alma, y le señalas el puerto de la segura salvación.
Iris de paz, que anuncias la misericordia divina, intercede por nosotros,
a fin de que, por medio de la recepción del Santo sacramento de la
Penitencia y de un verdadero dolor de nuestras culpas alcancemos de Dios
el perdón y misericordia, y seamos admitidos en el Reino de la Gloria.
Amén.
(Aquí pedirá cada uno con fervor lo que desea alcanzar en esta
Novena)
Reza una Salve.

Sexto Día: María Santísima Abogada del pueblo de


Dios

Esta Virgen excelsa, que es Madre de vuestro Juez y vuestro Dios, ésta es
la Abogada del género humano, idónea, que puede cuanto quiere delante
de Dios; sapientísima, que sabe todos los modos de aplacarle; universal,
que a todos acoge y no rehusa defender a ninguno (Santo Tomás de
Villanueva)

María es nuestra Abogada, que por ser la Madre de Jesús, jamás deja de
ser oída (San Buenaventura) Acercándose Ella al trono de su Divino Hijo,
como Abogada pide, como Esclava ora, y como Madre manda (Pío VII,
Breve “Tanto studio”19 de febrero de 1805).

Con el Beato Juan XXIII nos emocionamos al invocarla: Oh María, Tú


ruegas con nosotros. Lo sabemos. Lo sentimos. ¡Oh, qué realidad más
deliciosa, qué gloria más soberana ! (Juan XXIII, Diario de un alma)

Y a Ella clamamos según el sentir más profundo de la Iglesia:

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Señora, lo que pueden obtener las intercesiones de todos los santos unidos
con Vos, bien puede obtenerlo vuestra intercesión sola, sin ayuda de ellos.

Y ¿por qué Vos sola sois tan poderosa? Porque Vos sola sois la Madre de
nuestro salvador, Vos la Esposa de Dios, Vos la Reina Universal del cielo
y de la tierra.

Si Vos no habláis por nosotros, ningún santo abogará a favor nuestro.


Pero si Vos oráis, todos los santos tendrán empeño en orar por nosotros y
socorrernos (San Anselmo).

Tú eres tan poderosa delante de Dios, que, como canta Dante Alighieri,
quien deseando la gracia, no recurre a Ti, pretende volar sin alas (Pío
XII).

¡Ea pues Señora, Abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos
misericordiosos, y muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre! (Salve
Regina)

Oración:
Dios te Salve, Abogada nuestra, que nos amas tanto que sólo cuidas de
nuestro bien y nos concedes tus innumerables beneficios y nos favoreces
con tus constantes auxilios y santas aspiraciones. A tus ruegos y divina
intercesión se aplaca la Justicia Divina enojada por nuestra culpa. Por tu
mediación, Dios conserva y derrama sus gracias sobre este mundo y nos
aplica con eficacia los méritos infinitos de Jesucristo Nuestro Señor y
Salvador.

Derrama, ¡Oh bondadosísima María! En nuestro corazón, tus luces


divinas, para que conociendo y agradeciendo tus inmensos beneficios,
podamos cantar tus alabanzas por los siglos de los siglos, en la Vida
Eterna. Amén.
(Aquí pedirá cada uno con fervor lo que desea alcanzar en esta Novena)
Reza una Salve.

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Septimo Día: María Medianera de todas las Gracias

María es justamente invocada como la Mediadora de las Gracias (Juan


Pablo II, 17 de sept. de 1989 discurso en Orte, Italia)

¡María es la Dispensadora de las Gracias de Dios! (Oficio de los Griegos)


Ella fue llamada por la augustísima Trinidad para intervenir en todos los
misterios de la misericordia y del amor, y fue constituida Dispensadora de
todas las gracias. (San Pío X).

María es la Tesorera y Dispensadora de las misericordias de Dios, Y su


Purísimo Corazón está repleto de caridad, de dulzura y de ternura para con
nosotros pecadores. (Beato Pío IX, oración a Nuestra Señora de la piedad).

Ella recibe totalmente la oculta gracia del Espíritu y ampliamente la


distribuye. La Madre es la dispensadora y dispensadora de todos los
maravillosos dones increados del divino Espíritu (Teófano de Nicea).

Mi Santísima Señora, Madre de Dios, llena de gracia, Vos sois la gloria de


nuestra naturaleza, el canal de todos los bienes, la Reina de todas las cosas
después de la Trinidad, la Mediadora del mundo después del Mediador;
Vos sois el puente que une la tierra con el cielo, la llave que nos abre las
puertas del paraíso, nuestra Abogada, nuestra Mediadora. Mirad mi fe,
mirad mis piadosos anhelos y acordaos de vuestra misericordia y de
vuestro poder (San Efrén).

Oración:
Dios te Salve, Virgen Clemente, toda llena de afabilidad; cuyo mirar
tierno y compasivo es consuelo y alivio del alma dolorida.
Eres, María, estrella benignísima que señalas al náufrago el puerto de la
salvación; eres el refugio del pecador, la salud del enfermo, el consuelo del
triste, la alegría del desconsolado y la paz y la esperanza del que muere.
Haznos ¡oh Virgen sacrosanta! Imitadores de tu excelsa clemencia
infundiendo en nuestros corazones la divina caridad con nuestro prójimo.

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¡Divina Mediadora nuestra! Acoge propicia nuestras súplicas y
despáchalas favorablemente, pues nadie ha solicitado tu protección sin que
no haya recibido de tu bondad y clemencia un pronto y eficaz socorro.
¡Madre clemente!, después del cautiverio de esta vida, muéstranos a
Jesús, fruto bendito de tu vientre, y haz que seamos dignos de gozarte en
la eternidad. Amén.
(Aquí pedirá cada uno con fervor lo que desea alcanzar en esta
Novena)
Reza una Salve.

Octavo Día: María, Auxiliadora y Socorro para todos


sus hijos

María es refugio segurísimo de todos los que peligran, fidelísima


auxiliadora y poderosísima mediadora y conciliadora de todo el orbe de la
tierra ante su unigénito Hijo; Ella, gloriosísimo ornato de la Iglesia santa,
firmísimo baluarte que destruyó siempre todas las herejías, y libró siempre
de las mayores calamidades de todas clases a los fieles y a las naciones.
(Beato Pío IX, Ineffabilis deus)
Ella siempre ha librado al pueblo cristiano de las calamidades, los
enemigos y la muerte. Su auxilio ha sido continuo, oportunísimo según la
variedad de los tiempos, y lleno de maravillosa suavidad (Beato Pío IX).

Oh María, ¡Tú eres verdaderamente espléndida Auxiliadora de los


Cristianos! Acudimos a Ti, a fin de que seas propicia a muestras plegarias,
y otórganos el implorado socorro, Tú que también mereciste ser llamada
nuestro Socorro (León XIII).

Oración:
Dios te Salve ¡oh piadosa!, a quien Dios adornó con las más generosa
piedad que te inclinaba a dirigirle todos los pensamientos, deseos y actos
de tu vida; te inspiraba un celo ardiente para la gloria de su culto divino, a

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la par que llenaba tu corazón de tierna compasión para el alivio y consuelo
de las almas. Ave, piadosa Madre de las consolaciones. Guárdanos siempre
bajo el manto protector de tu misericordia, para que nuestras almas no sean
presa de los enemigos de nuestra eterna salvación.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que con tu divino
auxilio, salgamos victoriosos de toda tentación y vivamos siempre en el
servicio y culto del Señor; y que, con el sostén de tu gracia, merezcamos
rendirle eternos cultos de amor y alabanza en la Gloria Celestial. Amén.
(Aquí pedirá cada uno con fervor lo que desea alcanzar en esta Novena)
Reza una Salve.

Noveno Día: María Santísima es Reina del mundo,


de la familia y de la Paz

María Santísima fue coronada por el Papa Pío XII como Reina del mundo
y de la Paz, en la Capelinha de Fátima y en el icono Salud del pueblo
romano. Reina de la Paz fue proclamada por Benedicto XV, y Reina de la
Familia por Juan Pablo II. A Ella rogamos por el mundo, por la paz y por
la familia.

La Virgen Nuestra Señora, Regina Mundi, Regina Pacis, está repitiendo


por el mundo, el seguro camino de la paz y los medios para obtenerla del
cielo, dado que tan poco se puede confiar en los medios humanos: El
Rosario en familia y la imitación de la Sagrada Familia de Nazaret; el amor
al prójimo con la oración y el sacrificio, por la concordia de las clases
sociales; y el retorno a la vida cristiana, la paz con Dios y el respeto por la
ley eterna, por la construcción de la paz mundial.

Ponemos nuestras esperanzas en la poderosísima intercesión de la Virgen,


invocándola incesantemente para que se digne adelantar la hora en que de
un extremo al otro de la tierra se cumpla el himno angélico: ¡Gloria a Dios
en las alturas, y paz a los hombres de buena voluntad! (Pío XII)

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Oración:
Dios te Salve, ¡oh siempre dulce Virgen María!, cuya virginidad y
nombre fue dulcedumbre castísima de Dios, delicia suave para los hombre,
gustosa suavidad para los ángeles.

¡Oh cándida azucena!, zarza eterna a quien Jesús, -fuego divino-, al


nacer de Ti, no ofendió tu virginal pureza.

Virgen sin semejante, que posees a un tiempo la gloriosa aureola de la


virginidad y la incomparable dignidad de Madre de Dios, por eso, tu
excelso nombre, MARÍA, es símbolo de gracias y purezas.

Purifícanos, Señora, con tu virtud del asqueroso lodo de toda mancha


impura. Presérvanos de la inmunda servidumbre de viles apetitos y
colócanos en la apetecible y dulcísima esclavitud de tu sagrado amor,
sirviendo a Jesús en toda pureza y castidad, seamos dignos de alcanzar las
promesas de su divina gracia en la Gloria Eterna. Amén. (Aquí pedirá cada
uno con fervor lo que desea alcanzar en esta Novena)
Reza una Salve.

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