El Partido Revolucionario Cubano A Cuba
El Partido Revolucionario Cubano A Cuba
El Partido Revolucionario Cubano A Cuba
La guerra no es la tentativa caprichosa de una independencia más temible que útil, que
sólo tendrían derecho a demorar o condenar los que mostrasen la virtud y el propósito
de conducirla a otra más viable y segura, y que no debe en verdad apetecer un pueblo
que no la pueda sustentar; sino el producto disciplinado de la resolución de hombres
enteros que en el reposo de la experiencia se han decidido a encarar otra vez los peligros
que conocen, y de la congregación cordial de los cubanos de más diverso origen,
convencidos de que en la conquista de la libertad se adquieren mejor que en el abyecto
abatimiento las virtudes necesarias para mantenerla.
De otro temor quisiera acaso valerse hoy, so pretexto de prudencia, la cobardía: el temor
insensato; y jamás en Cuba justificado, a la raza negra. La revolución, con su carga de
mártires, y de guerreros subordinados y generosos, desmiente indignada, como
desmiente la larga prueba de la emigración y de la tregua en la isla, la tacha de amenaza
de la raza negra con que se quisiese inicuamente levantar, por los beneficiarios del
régimen de España, el miedo a la revolución. Cubanos hay ya en Cuba de uno y otro
color, olvidados para siempre-con la guerra emancipadora y el trabajo donde unidos se
gradúan-del odio en que los pudo dividir la esclavitud. La novedad y aspereza de las
relaciones sociales, consiguientes a la mudanza súbita del hombre ajeno en propio, son
menores que la sincera estimación del cubano blanco por el alma igual, la afanosa
cultura, el fervor de hombre libre, y el amable carácter de su compatriota negro. Y si a
la raza le naciesen demagogos inmundos, o almas ávidas cuya impaciencia propia
azuzase la de su color, o en quienes se convirtiera en injusticia con los demás la piedad
por los suyos,-con su agradecimiento y su cordura, y su amor a la patria, con su
convicción de la necesidad de desautorizar por la prueba patente de la inteligencia y la
virtud del cubano negro la opinión que aún reine de su incapacidad para ellas, y con la
posesión de todo lo real del derecho humano, y el consuelo y la fuerza de la estimación
de cuanto en los cubanos blancos hay de justo y generoso, la misma raza extirparía en
Cuba el peligro negro, sin que tuviera que alzarse a él una sola mano blanca. La
revolución lo sabe, y lo proclama: la emigración lo proclama también. Allí no tiene el
cubano negro escuelas de ira, como no tuvo en la guerra una sola culpa de
ensoberbecimiento indebido o de insubordinación. En sus hombros anduvo segura la
república a que no atentó jamás. Sólo los que odian al negro ven en el negro odio; y los
que con semejante miedo injusto traficasen, para sujetar, con inapetecible oficio, las
manos que pudieran erguirse a expulsar de la tierra cubana al ocupante corruptor.
La guerra sana y vigorosa desde el nacer con que hoy reanuda Cuba, con todas las
ventajas de su experiencia, y la victoria asegurada a las determinaciones finales, el
esfuerzo excelso, jamás recordado sin unción, de sus inmarcesibles héroes, no es sólo
hoy el piadoso anhelo de dar vida plena al pueblo que, bajo la inmoralidad y ocupación
crecientes de un amo inepto, desmigaja o pierde su fuerza superior en la patria sofocada
o en los destierros esparcidos. Ni es la guerra el insuficiente prurito de conquistar a
Cuba con el sacrificio tentador, la independencia política, que sin derecho pediría a los
cubanos su brazo si con ella no fuese la esperanza de crear una patria más a la libertad
del pensamiento, la equidad de las costumbres, y la paz del trabajo. La guerra de
independencia de Cuba, nudo del haz de islas donde se ha de cruzar, en plazo de pocos
años, el comercio de los continentes, es suceso de gran alcance humano, y servicio
oportuno que el heroísmo juicioso de las Antillas presta a la firmeza y trato justo de las
naciones americanas, y al equilibrio aún vacilante del mundo. Honra y conmueve pensar
que cuando cae en tierra de Cuba un guerrero de la independencia, abandonado tal vez
por los pueblos incautos o indiferentes a quienes se inmola, cae por el bien mayor del
hombre, la confirmación de la república moral en América, y la creación de un
archipiélago libre donde las naciones respetuosas derramen las riquezas que a su paso
han de caer sobre el crucero del mundo. ¡Apenas podría creerse que con semejantes
mártires, y tal porvenir, hubiera cubanos que atasen a Cuba a la monarquía podrida y
aldeana de España, y a su miseria inerte y viciosa!-A la revolución cumplirá mañana el
deber de explicar de nuevo al país y a las naciones las causas locales, y de ideas e
interés universal, con que para el adelanto y servicio de la humanidad reanuda el pueblo
emancipador de Yara y de Guáimaro una guerra digna del respeto de sus enemigos y el
apoyo de los pueblos, por su rígido concepto del derecho del hombre, y su
aborrecimiento de la venganza estéril y la desvastación inútil. Hoy, al proclamar desde
el umbral de la tierra venerada el espíritu y doctrinas que produjeron y alientan la guerra
entera y humanitaria en que se une aún más el pueblo de Cuba, invencible e indivisible,
séanos lícito invocar, como guía y ayuda de nuestro pueblo, a los magnánimos
fundadores, cuya labor renueva el país agradecido,-y al honor, que ha de impedir a los
cubanos herir, de palabra o de obra, a los que mueren por ellos.-Y al declarar así en
nombre de la patria, y deponer ante ella y ante su libre facultad de constitución, la obra
idéntica de dos generaciones, suscriben juntos, la declaración, por la responsabilidad
común de su representación, y en muestra de la unidad y solidez de la revolución
cubana, el Delegado del Partido Revolucionario Cubano, creado para ordenar y auxiliar
la guerra actual, y el General en Jefe electo en él por todos los miembros activos del
Ejército Libertador.
Montecristi, 25 de marzo de 1895