Corvalan
Corvalan
Corvalan
y las concepciones de
intervención en la sociedad
Javier Corvalán R.
Nº 4 - 1996
1
INDICE
RESUMEN....................................................................................................................................................1
INTRODUCCION .......................................................................................................................................1
BIBLIOGRAFIA........................................................................................................................................41
2
RESUMEN
INTRODUCCION
Este texto constituye, con algunas modificaciones menores, el segundo capítulo de una
tesis doctoral presentada en el departamento de sociología de la Universidad Católica de
Lovaina en Bélgica en abril de 1996 (Corvalán, J,1996). El objetivo de las páginas siguientes
es discutir el concepto de intervención social y proponer, desde la sociología, un modelo de
análisis de las prácticas que en torno a él se desarrollan.
La tesis de la cual forma parte este texto trata de las modificaciones discursivas de las
prácticas de intervención social en las últimas dos décadas en Chile. Para ello se procedió al
estudio de distintas experiencias tanto del Estado como del sector no gubernamental.
Advertimos al lector que, por el contexto en que estas páginas fueron redactadas, la
mayor parte de las citas fueron tomadas originalmente de textos escritos en francés. Para efectos
de esta publicación hemos traducido libremente tales citas, esperando no haber traicionado el
sentido contenido en ellas.
3
I. La intervención social, sus elementos fundantes y su campo de aplicación.
Nos interesa distinguir dos tipos de intervención social, que tienen relación con las
instituciones que las realizan, con sus propósitos finales y con el contexto y los discursos de
las mismas. Se trata, en primer lugar, de la intervención social de tipo socio-política, a la que
nos referimos prioritariamente en este trabajo, y, en segundo lugar, de la intervención social que
puede ser llamada caritativa, asistencial, o simplemente (aunque no clarificadoramente)
no-sociopolítica. Para centrar la discusión nos referiremos aquí fundamentalmente a la primera.
El carácter socio-político de una intervención social está dado por la concepción de la misma
en torno a objetivos societales mayores y relacionados con el funcionamiento del modelo de
desarrollo de una sociedad, especialmente en términos de situarse explícitamente como un
apoyo o como una crítica al mismo.
4
desfavorecidos de la sociedad;
Ahora bien, planteada de esta manera la intervención social de tipo socio-política requiere,
en tanto acción organizada, de un fundamento y un punto de partida ético de parte de quienes
le dan origen, es decir de un principio de inaceptabilidad de las consecuencias de la dinámica de
base de la sociedad sobre la vida cotidiana de algunos individuos. Paralelamente las propuestas
de intervención social requieren también de una capacidad técnica expresada en la potencialidad
para intervenir efectivamente en la sociedad. Uno de las características del Estado, en su versión
"benefactora" en las sociedades democráticas modernas, y especialmente en los países
desarrollados, es su capacidad de conjugar esta dualidad técnica y ética1 y de concretizarla en
una intervención sobre el funcionamiento cotidiano de la sociedad (ver Ewald, F., 1986). El
aspecto ético y la valoración que de él se desprende es por ello un elemento fundamental de la
intervención social.
5
progreso/ modernidad/ modernización.
Habiendo definido, en este primer punto, lo que vamos a entender por intervención social,
en los siguientes reafirmaremos y complementaremos la misma noción desde el punto de vista
del trabajo social, para finalmente definir dos tipos de intervención socio-política posible desde
el punto de vista de los agentes que la realizan: el Estado a través de las políticas sociales y las
ONG de inspiración socio-política.
El aspecto más relevante al realizar una revisión bibliográfica del término en cuestión es
su ambigüedad. En efecto, la mayor parte de los textos sobre el tema, entre los que se cuentan
autores como Lefebvre (1985), Fèvre (1993) y Verdès-Leroux (1978), entre otros, ponen
énfasis en los destinatarios del trabajo social, es decir los inválidos, marginales, emigrantes, etc,
más que en una definición global respecto del tipo de acción emprendida. No obstante, podemos
obtener algunas definiciones indirectas de estos autores sobre el tema. En primer lugar, la
intervención social es para ellos la acción de un profesional específico, el trabajador social, es
decir, se constituye en el quehacer de una categoría profesional. En segundo lugar, el punto de
partida de la intervención es la noción de necesidad, sentida por individuos, que por
determinadas circunstancias, no están en condiciones de satisfacerla en forma independiente.
Esta definición es bastante vaga y sería eventualmente aplicable a todos los individuos de la
sociedad, por ello Fèvre (1993:11-43). agrega que la intervención del trabajador social se
justifica cuando el individuo no está en condiciones de acceder, por sus propios medios, a un
nivel de vida que sea acorde con la "declaración universal de los derechos humanos".
Lefebvre nos habla de dos tipos de intervenciones sociales realizadas por los trabajadores
sociales, el "case-work" y el "socio-análisis". El primero correspondería a una legitimación de
6
la ideología dominante, dado que, se interviene sobre un individuo específico, aislado de
categorías sociales, bajo el supuesto de que el sujeto es "capaz de progreso", y de que "la
sociedad le da las oportunidades para ello". Ambos elementos, esfuerzo personal y posibilidades
sociales, hacen que, según Lefebvre, los individuos sobre los cuales se hace necesaria la
intervención sean catalogados como "inadaptados".
Por lo general la política social es definida como una forma de intervención social
realizada a nivel macro desde el Estado. De acuerdo a esta definición la política social está
identificada con el "intervención social y económica", es decir con la limitación del liberalismo
y de las relaciones de mercado.
Nuestra definición central dice que la "política social" es una intervención social puesta
en marcha por el Estado, con el objetivo de realizar un tipo de justicia social que sea
concordante con el modelo de desarrollo definido por el mismo Estado 3.
La política social tiene, por definición, una relación difícil y contradictoria con el
liberalismo, puesto que aquello que la caracteriza es la limitación de la actividad privada y la
asignación de recursos por vías independientes a las del mercado. En otras palabras, la política
social es un correctivo a los efectos de tal institución. Como lo señala Piaser (1986: 183-185),
la política social al actuar al interior de una sociedad capitalista tiene limitaciones objetivas.
7
Estas limitaciones son los niveles tolerables de intervención que permiten que una sociedad
continúe siendo capitalista.
Habermas, por su parte, sostiene la misma idea después de enunciar las funciones de base
del Estado en la sociedad capitalista avanzada, diciendo que, mediante ellas "(El Estado)...
asegura las condiciones de existencia del proceso de reproducción en tanto proceso
capitalista"(Habermas, J., 1978:38).
Al respecto, Ray, Depuis y Gazier (1988), afirman, en la misma línea de reflexión, que la
política social es un tema que los liberales analizan con reservas y precauciones. Por un lado,
existe la posibilidad de que ella atente contra ciertas concepciones de base del liberalismo, en
especial, la libertad individual y la justa recompensa a cada uno según su aporte a la riqueza
colectiva. El tema que está de fondo para los liberales con respecto a la política social no
sería la redistribución de la riqueza, sino su obligatoriedad que, en un sentido técnico limitaría
la expansión económica, ya que desincentivaría a los productores, e impediría la búsqueda de
alternativas ingeniosas (empresariales o de rentabilidad del capital humano) de parte de quienes
reciben ayuda mediante las políticas sociales. Por otra parte, esta redistribución es, para los
liberales, una injusticia en muchos casos ya que sanciona, mediante los impuestos, a quienes más
aportan y premia a quienes no aprovechan las oportunidades del mercado. En el punto siguiente
analizaremos en profundidad las propuestas neoliberales en política social.
Por tratarse del caso de la política social implementada por el gobierno militar chileno y
que como veremos más adelante influencia decisivamente la del actual gobierno democrático,
tanto por su esfuerzo distintivo de tal política social, como por los elementos que de ella
subsisten, vamos a explorar algunas concepciones básicas del (neo)liberalismo en el tema.
8
Escribimos la primera parte del término entre paréntesis ya que los autores, por lo general, no
diferencian claramente una de la otra.
Otros analistas del tema de las políticas sociales (Ray, Depuis y Gazier, 1988) exponen
factores comunes presentes en las propuestas de los intelectuales liberales al respecto. Para F.
A. Hayek, por ejemplo, la política social es ante todo un deber moral, que no requeriría
necesariamente la intervención del Estado, sino que puede hacerse sólo con la participación
voluntaria de los particulares. De esta manera, se descarta la idea del Estado en su rol de
redistribuidor, e indirectamente se legitima la acción de organismos no gubernamentales y en
general de la sociedad civil que actúan inspirados por la caridad y la ayuda mutua.
C.K. Rowley y A.T. Peacock aceptan la noción de política social dentro del esquema
liberal bajo la idea "de interés personal bien entendido", es decir, "la exclusión de la
reproducción automática de privilegios y de desventajas naturales en relación a una desviación
maximal (...) algunas diferencias justificadas son indispensables para recompensar el esfuerzo,
el talento, el riesgo y la responsabilidad. De lo contrario caeríamos en la injusticia"(Ray, Depuis
y Gazier, 1988:23-24).
A. Wolfelsperger agrega por su parte que "la reproducción de la pobreza puede tener,
hasta cierto punto, el carácter de un bien colectivo, lo que significa que la modificación de la
repartición en un sentido igualitario pueda ser deseable para todos"4. Paralelamente, un estudio
sobre las características ideológicas del régimen militar chileno afirma "la existencia del Estado
subsidiario es conocida en el discurso del régimen como la condición de dos valores sociales
considerados fundamentales: la libertad individual -tan duramente afectada por la dictadura- y
la igualdad de oportunidades. Más adelante el mismo estudio agrega que "en cuanto a la
igualdad de oportunidades, ella se define por la ausencia de discriminación: todos son iguales
frente al mercado y las oportunidades se reparten de manera igualitaria, impersonal, sin
9
ingerencia del Estado (...) así, la libertad individual y la igualdad de oportunidades nos conducen
al mismo principio: la libertad del mercado" (Pozo, H. y Vergara, P., 1989).
- El acceso al mercado forma una parte central de su ideario. Los individuos o grupos
desfavorecidos son aquellos que no logran este ingreso.
En tal caso, las ONG han mantenido una relación de oposición al Estado, sus propuestas
de intervención social serán suplantadoras a los vacíos de la acción estatal, y/o contestatarias
a la intervención social del Estado. La intervención social de las ONG estará guiada, entonces,
por una acción no producida o reprimida por parte del Estado. Este es el caso de definición y
constitución teórica más clara de la noción de "sector no gubernamental", ya que su razón de
ser, en tal caso, estará marcada por la oposición y confrontación con el Estado6.
10
ONG socio-políticas a su posicionamiento y discurso inicial frente a las políticas de Estado. A
partir de ello hay dos posibilidades gruesas: la primera es la ya mencionada de oposición a las
políticas de Estado, a partir de lo cual las ONG se constituyen en torno a objetivos
necesariamente distintos a los de la acción gubernamental. Es el caso claro de las ONG chilenas
durante los años 80. Una segunda posibilidad es la relación de concordancia con las políticas
de Estado frente a lo cual las ONG deben asumir el discurso y paradigma de intervención que
inspira tales políticas. Tanto en uno como en otro caso las ONG desarrollan un tipo de
intervención que por alguna razón el Estado no quiere o no puede desarrollar. En el caso de
oposición a las políticas de Estado ello es evidente: las ONG definirán un tipo de acción sobre
la base de la contradicción a los postulados centrales de la política gubernamental. En el
segundo caso, este proceso resulta más complejo, y las acciones de las ONG deberán legitimarse
como un complemento para aumentar el alcance, la eficacia o la profundización de los principios
fundantes de la política social gubernamental.
1.4. Síntesis
Existe una intervención social de tipo socio-política cada vez que agentes de la sociedad
actuando a través del aparato de Estado u organizados a partir de la sociedad civil plantean la
inaceptabilidad de una realidad social que afecta la vida cotidiana de algunos individuos, y cuyo
origen es el funcionamiento "normal" de la sociedad. Las disputas ideológicas y políticas
respecto del alcance y los limites de la intervención social tienen que ver con el contenido
preciso de la inaceptabilidad y del escándalo social7. Este último punto, y la argumentación de
las páginas anteriores nos conduce a concebir la intervención social como una representación
social sobre determinados elementos. Entre estos podemos seleccionar por lo menos a cuatro
de ellos que nos parece teórica y metodológicamente clarificadores, y que por el momento nos
limitaremos a mencionar para más adelante fundamentarlos de manera más completa. Estos
elementos son:
11
II. Orígenes y transformaciones de los discursos de intervención: los
paradigmas de lo social.
Con lo anterior no queremos decir que los planificadores sociales ni los agentes de ONG
son necesariamente expertos en alguna teoría social, sino que en su discurso hay elementos que
hacen referencia a ellas. Los grandes paradigmas de lo social dan origen, así a concepciones
sobre la intervención en la sociedad.
Ahora bien )a qué tipo de paradigmas hacemos referencia aquí, como base teórica de los
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procesos de intervención social? Llamaremos paradigmas de lo social a aquel conjunto de
teorías provenientes tanto de la sociología como de la economía, y que resultan convergentes
en muchos aspectos. El hecho de identificar a las escuelas de pensamiento en términos de
paradigma implica también incorporar un contenido confrontacional entre ellas. Los paradigmas,
en los términos propuestos por Kuhn, surgen, no sólo unos al lado de otros, sino enfrentándose
entre si.
En el campo de la economía, la otra disciplina que nos va a interesar como insumo para
las concepciones de intervención social, la ambigüedad y proliferación de clasificaciones
paradigmáticas, aunque menor que en sociología, está claramente presente al intentar diferenciar
las distintas escuelas8.
Todo este relativismo no deja otro camino que tomar una opción particular y
fundamentarla. Ella tiene que ver, por un lado con una manera de concebir el hecho objetivo de
que hablamos hace algunos párrafos, que serviría de refutación empírica sobre la validez de los
paradigmas. Por otro lado, y a partir de este hecho empírico proponemos una clasificación de
paradigmas de lo social que relacionan aquellos de la sociología con los de la economía. Para
esto último, aún cuando referido exclusivamente al campo sociológico, nos basamos en Bajoit
(1991, cap 1), quien propone cuatro paradigmas en el campo de la sociología:
a) el paradigma integracionista.
b) el paradigma competitivo.
c) el paradigma de la alienación.
d) el paradigma del conflicto
13
Tenemos, entonces que, por un lado, es posible identificar a lo menos cuatro paradigmas
en la sociología, y que, por otra parte, por lo menos a partir de Bajoit, hay dos ideas que han
permitido desarrollar la sociología como disciplina científica9: la relación social y la noción de
progreso, esta última la asimilamos, en los términos que explicaremos más adelante a los
conceptos de modernidad y de modernización. Estos elementos nos llevan a una conclusión de
importancia: la intervención social, al estar fundada en los paradigmas de lo social se hace una
pregunta normativa central, )cuáles son los tipos de relaciones sociales a desarrollar o priorizar
con el fin de encaminar la sociedad hacia el progreso?
Ahora bien, )a qué nos referimos con las nociones de progreso, modernidad y
modernización? La noción de progreso la entendemos como la precursora de las ideas de
modernidad y de la modernización en sociología puesto que se refiere a un tipo de cambio social
valorado positivamente, es decir deseable. Su origen en el pensamiento social procede de
Condorcet, en 1795, quien lo aplica en términos de creencia optimista, a una visión lineal de la
historia humana.
14
Si la noción de progreso tiene su origen en los comienzos del iluminismo y la de
modernidad en los inicios de la filosofía social, la de modernización y sus derivados,
especialmente el concepto de desarrollo, pertenece al dominio sociológico-económico, y además
tiene la característica de englobar y proponer estrategias para la realización de los dos primeros:
"el concepto de modernización designa un conjunto de procesos acumulativos que se refuerzan
entre sí. Designa la capitalización y movilización de recursos, el desarrollo de las fuerzas
productivas y la aumentación de la productividad del trabajo; designa igualmente la instalación
de poderes políticos centralizados y la formación de identidades nacionales. Designa también
la propagación de los derechos a la participación política, de la formas de vida urbana y de la
instrucción pública; por último designa también la laicización de los valores y de las
normas"(Habermas, J., 1988:3).
En síntesis, y para volver a los paradigmas de lo social, nos interesa reforzar la idea de
que el pensamiento social es tributario del contexto que le da origen: el racionalismo positivista,
y con ello su lenguaje y sus conceptos se estructuran en torno a la tríada
progreso-modernidad-modernización, cuya expresión más acabada es la sociedad industrial. La
intervención social tal como la entendemos en esta trabajo y en tanto derivación de los
paradigmas de lo social, fundamenta sus objetivos y sus prácticas en torno a tales conceptos y
a tal modelo de sociedad11.
15
la integración de una cultura, de una economía y de un sistema político en torno a una soberanía
única. Habría que agregar también que el Estado nacional democrático constituye la figura
acabada de la sociedad moderna(...)si Durkheim prolonga el espíritu francés de la civilización
de las luces, Weber desea que la burguesía alemana tome conciencia de su rol histórico y
construya una Alemania verdaderamente moderna. Por otra parte Parsons, aunque muy
posteriormente, concebirá a los Estados Unidos como la nación moderna por excelencia, puesto
que en ella se realizan los valores liberales más desarrollados"(Dubet, F.,1994:44-45).
16
II.3.1 La intervención social de tipo integracionista.
Como un buen ejemplo de las consecuencias que ha tenido este paradigma en el campo
de la intervención social, están las teorías del desarrollo y de la modernización social, claramente
inspiradas en autores como Durkheim, Weber y Parsons13. Así, parte del discurso de
intervención que se desprende de este paradigma son las campañas de alfabetización, el discurso
del acceso a la escolaridad como sinónimo de desarrollo, la relación causal de la escolaridad con
los ingresos, y en general la mención de un saber oficial y válido en oposición a un no-saber,
identificado este último con la (in)cultura de los marginales y de los sectores populares en
general14.
En el campo del trabajo social propiamente tal, las prácticas de intervención que podemos
identificar con este paradigma han sido abundantemente analizadas y criticadas en las últimas
décadas. Bodart (1983), por ejemplo, al igual que Fèvre (1993) y Verdès-Leroux (1978) ven
aquí una intencionalidad "moralizante" y "adaptativa", de los trabajadores sociales hacia los
sectores populares, que tiene como objetivos convertirlos a los valores de la "sociedad
burguesa".
17
Tal cómo lo señala Gérard Fourez: "se trata de una institución que toma el relevo de varias
instituciones anteriores: la iglesia (lugar en el que la gente aprendía lo que tenía que creer en
esta sociedad), la corporación (institución económica promotora de la formación técnica de
aquellos que la necesitaban), y la familia (grupo extenso proveedor de formación moral y de
tradición hacia los jóvenes) (...). La escuela, así como la empresa moderna se caracteriza en
tanto lugar cerrado y especializado, dedicado a una tarea precisa. En la empresa se producirán
bienes para el mercado. La escuela se especializará en la transmisión de saberes" (Fourez,
G.,1992: 95-96).
18
individualismo metodológico.
En este paradigma, los individuos tienen libertad en tanto pueden obtener provecho del
sistema. Son racionales en tanto tienen intereses y objetivos y son capaces de diseñar las
estrategias para llegar a ellos. El camino hacia el progreso está en los espacios de acción que
se les pueda dejar a los individuos para que hagan uso de su libertad y racionalidad.
Raes (1984) por su parte indica que, el neoliberalismo es una síntesis de dos tradiciones
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liberales: la política y la económica. La primera, basada en autores como Hobbes, Condorcet,
Rousseau, Kant y Hegel, se caracteriza por defender una acción que, sea desde el Estado o
desde le sistema político, se encargue de reformar la sociedad. La tradición económica,
representada por Locke, Burke, De Tocqueville y Spencer, defiende la idea de una limitación
del poder de Estado, y señala los peligros de la politización de las actividades privadas y
económicas.
Los tres autores citados (Lemieux, Kolm y Raes) nos parecen importantes para subrayar
que el neoliberalismo es una ideología que postula una interpretación de la sociedad, a partir del
individuo, y con ello plantea respuestas tanto a nivel de fenómenos objetivos y macro sociales
como de tipo micro sociales y subjetivos. Esta característica que puede ser atribuida también
a otras filosofías sociales, tiene la particularidad de establecer, mediante el mercado, un ente
mediador entre el individuo y la sociedad. A nivel de definiciones dadas por los autores
mencionados, nos parece acertada la de Lemieux (1987) de "anarquismo de derecha", dado su
rechazo permanente a la idea de Estado, y a la noción de igualdad, salvo en el plano de
participación en el mercado.
Los orígenes del término neoliberal se remontan a las décadas del 40 y 50 asociado a un
conjunto de economistas de la Escuela de Friburgo en Alemania, que a nombre de una
"economía social de mercado", insistían en dejar nuevos espacios al mercado. El crecimiento
económico de Europa, y de Estados Unidos, en las dos décadas siguientes, al amparo de la
teoría keynesiana, impidieron el desarrollo y popularización de una teoría neoliberal
propiamente tal. El espacio para su resurgimiento se produciría a partir de la crisis de los años
70 y 80 en el mundo desarrollado, y en la misma década en algunos países latinoamericanos bajo
regímenes dictatoriales y de transición a la democracia.
20
Hayek por su parte se caracteriza por haber dedicado su vida intelectual a combatir las tesis
keynesianas sobre Estado benefactor, estandarte del movimiento social-demócrata.
Nuestra definición de neoliberalismo tiene que ver, en cierto sentido, con la pretensión
norteamericana de Chicago. Concebimos este fenómeno no sólo como un conjunto de medidas
relacionadas con el tamaño del Estado, o con la cantidad de dinero circulante en la economía,
sino con una construcción ideológica que abarca elementos objetivos y subjetivos de la vida
social, y que interpreta y otorga sentido a acontecimientos centrales de la sociedad moderna.
El neoliberalismo es una ideología que se relaciona y acomoda con la actual hipótesis sobre el
cambio ocurrido en el modelo cultural de las sociedades industriales, y con la presencia de
indicios de un nuevo modelo cultural18. El neoliberalismo, en tanto proyecto modernizador tiene
elementos que lo atan al modelo cultural industrial del progreso. Sin embargo, su visión del
individuo, su legitimación del beneficio privado y del individualismo, su cambio de utopía
21
colectiva por una de tipo personal, hacen que sea, a nuestro entender, el proyecto social
post-moderno más fuertemente desarrollado de la actualidad. El neoliberalismo es un proyecto
social que rompe el contrato social de libertad-igualdad-fraternidad, aludiendo sólo al primer
término, despreciando el segundo e ignorando el tercero.
Nuestra concepción del liberalismo nos lleva a proponer que él no debe ser buscado ni
identificado exclusivamente en sus expresiones políticas y sociales tradicionales (nos referimos
a los partidos autodeclarados liberales y/o de derecha). Por el contrario, y al igual que ocurrió
hace algunas décadas con las ideas igualitarias y estatistas, su presencia actual es de tal potencia,
que impregna la mayor parte de las ideas sociales y políticas del momento.
La intervención social desde este paradigma también jerarquiza tanto los mercados como
22
las instituciones sociales. El mercado principalmente enfocado es el de la producción
económica, ya que una buena inserción del individuo en él posibilitaría la inserción en los otros.
Al mismo tiempo, una buena ubicación en los mercados sociales y culturales facilita la ubicación
en el económico. A nivel institucional, este tipo de intervención privilegia un proyecto individual
por sobre una social. El proyecto de éxito individual es más fuerte que el de nación-Estado. El
análisis de las consecuencias de este tipo de intervención, basado en el individualismo
metodológico, concilia los proyectos individuales y sociales, puesto que se supondría que el
éxito de la colectividad es la suma del éxito de los individuos.
Este discurso de intervención está presente en la proliferación actual del tema micro
empresarial, y del término competitividad21, que como veremos en los capítulos siguientes,
ambos están ampliamente presentes en las ONG chilenas a partir de finales de la década del 80
y en la política social de los gobiernos post-dictatoriales. Vemos también la presencia de este
discurso en todas las experiencias que apelan a la utilización de la creatividad sincrónica y a la
racionalidad de los sectores populares para salir de la situación de pobreza, y no a recursos de
23
tipo culturales o de patrimonio histórico-grupal. En este sentido el discurso de la competencia
presupone un trasfondo psico-cultural común a los individuos, cual es la capacidad de
transformación basada en el cálculo racional.
24
En el estructuralismo, la sociedad se presenta como un conjunto de fuerzas que influyen
decisivamente la posición, poder y orientaciones de los individuos. Consecuentemente, el rol
del individuo en tanto actor social tiende a ser de receptor más que de productor social. Esta
corriente, por lo mismo, encuentra problemas para explicar el cambio social de una manera
convincente23. La otra característica central de este paradigma, en su escuela marxista en
sociología, es la priorización de un grupo social por sobre los otros actores de la sociedad. El
análisis social que se realiza es partidista en el sentido que privilegia el desenvolvimiento y la
adquisición de poder del proletariado. Este análisis prioriza a un actor social y se distancia del
"otro", interpretando entre este otro y el proletariado un conflicto predefinido por la estructura.
Precisamente este último elemento separa de manera fundamental el paradigma de la alienación
de otros paradigmas y teorías de la acción colectiva: aquí los actores sociales están
predeterminados por la estructura, y su definición y posicionamiento no obedece necesariamente
a procesos de subjetividad colectiva.
25
potenciación se ha conocido generalmente como la "toma de conciencia". Esta toma de
conciencia, que puede ser común a las intervenciones sociales identificadas con otros
paradigmas, se refiere aquí a asumir una realidad objetiva, y no a la constitución de un
sentimiento colectivo a partir de la suma de subjetividades.
La intervención social basada en este paradigma privilegia la acción colectiva por sobre
la individual. El proyecto colectivo a su vez no se enfoca en una perspectiva de inserción sino
de confrontación. Tomemos un ejemplo al respecto basado en un artículo de comienzos de la
década pasada y situado claramente desde este paradigma (Dupont, J.L., 1981). En él, el autor
comienza por explicitar su visión estructuralista del fenómeno de la intervención social: "nuestro
punto de vista consiste en considerar el trabajo social y las relaciones que necesariamente se
derivan de él como hechos sociales independientes de los individuos que los concretizan. Así
se intentará explicar cuáles son las lógicas subyacentes, las estructuras no-aparentes del
funcionamiento del trabajo social"(Dupont,J.L., 1981:3).
A partir de este principio, el autor propone la existencia de dos tipos de trabajo social, el
"tradicional", cuya intencionalidad es integracionista y pacificadora: "en reunidas cuentas la
intervención del trabajador social pretende dar a la clase obrera una moral estoica; el hombre
se debe transformar para insertarse en la sociedad y no a la inversa, debe ajustar sus exigencias
materiales al nivel de sus posibilidades" (Dupont, J.L.,1981: 4). Además, existiría un trabajo
social "alternativo" basado en la interpretación estructuralista-marxista que surge contra el
primero y que, en síntesis, "es esta nueva perspectiva del campo social los agentes no pretenden
ni abandonar mi luchar por la desaparición del trabajo social; más bien piensan poder subvertir
su función actual ayudando a los trabajadores sociales a tomar conciencia de su utilización, de
su explotación, y a organizarse para transformar el orden capitalista" (Dupont, J.L.,1981:13).
Dadas las características reseñadas, este tipo de intervención no puede dejar de reificar
la institución partido político, en una versión popular, es decir, identificada con el proletariado,
o bien con otro sector subordinado en la sociedad, como el principal motor de progreso social.
El partido popular representa la disolución de las voluntades individuales en una de tipo
colectiva, y es el principal vehículo de confrontación social de la sociedad industrial.
La imagen y sentido del partido popular representa para los interventores sociales
situados desde esta perspectiva el tipo de movimiento social auténtico que merece la atención
de la intervención social. Es auténtico en el sentido que conlleva la representatividad de una
realidad estructural y supra-individual, como es el conflicto de clase, y no de una voluntad
colectiva y subjetiva estructurada a nivel solamente ideológico. Esta intervención social
extenderá tal lógica al conjunto de sus acciones, de manera que a la no inclusión del sujeto y al
discurso centrado en la colectividad, se sumará la búsqueda del conflicto real oculto bajo
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conflictos superpuestos.
En sociología, este paradigma se identifica a nivel teórico con los llamados movimientos
sociales, y a nivel de autor, principalmente con la obra de Alain Touraine. La sociedad es
conceptualizada aquí como un escenario de luchas sociales, lo que se acerca a la concepción del
paradigma de la alienación, pero al mismo tiempo se aleja de éste ya que los actores
protagonistas de los movimientos sociales no están definidos estructuralmente sino sobre la base
de una subjetividad colectiva e intencional. La sociedad para Touraine es la confrontación de
voluntades y asociaciones colectivas.
Este paradigma constituye un intento por pensar lo social desde la sociedad civil, y no en
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buscar una explicación de ésta a través del Estado. La sociedad es un sistema de acción con
actores definidos social y culturalmente, al interior de un escenario conflictivo. En este
paradigma no hay una objetividad que estructura a los actores, sino un espacio de confrontación
de intereses, subjetivamente definidos.
Existen dos postulados económicos distintos que pueden ser considerados correlatos del
paradigma conflictualista en sociología: por un lado, las teorías respecto del sector informal de
la economía y, por otro el pensamiento económico de base keynesiana que ha acompañado los
gobiernos social-demócratas, principalmente en Europa occidental en las últimas décadas. En
el primer caso, se interpreta un movimiento social emergente, en paralelo a la oficialidad del
mercado y del Estado, en el segundo se reconoce la acción organizada, gremial y sindical como
un elemento central en la negociación y el funcionamiento económico nacional, en palabras de
Touraine: "el Estado social-demócrata se sitúa al encuentro de una presión trabajadora y de un
Estado modernizador" (Touraine, A.,1978:157).
Así, puede proponerse como hipótesis que las propuestas hechas a partir de los años 70
sobre el sector informal de la economía tienen relación con una propuesta conflictualista. En
efecto, la economía informal, es decir aquellos procesos productivos que están al margen de la
propiedad y del control del Estado, puede ser interpretada como una reacción de la sociedad
civil a las insuficiencias de un proyecto modernizador de Nación-Estado. Desde este punto de
vista, la economía informal adquiere una lectura conflictiva, que se contradice con las
interpretaciones dualistas que predominaron en los años 60 y que tenían explicación dentro del
paradigma integracionista28.
28
emergen de la base social y no desde un proyecto predefinido a partir del Estado. La
intervención social intentará, consecuentemente con la opción señalada, potenciar las
organizaciones y movimientos sociales que surgen en la sociedad civil. La acción con estas
organizaciones no tendrá el objetivo de que estos asuman o se adhieran al proyecto nacional,
sino de potenciar su capacidad de negociación o de presión frente al poder de Estado y de otros
grupos sociales.
Nuestra hipótesis institucional respecto del paradigma del conflicto propone que el
sindicato, institución típicamente moderna, producto del industrialismo y de las ideas de la
representatividad y de la confrontación en las sociedades capitalistas, es el modelo de los
interventores situados desde este paradigma.
29
controlados mediante la negociación colectiva), organizar la solidaridad al interior del grupo
representado y luchar por una mayor justicia social (reducción de las disparidades, instauración
de reglas de derecho en la gestión social, desarrollo de la participación, etc)" (Rosanvallon, P.,
1988:22-23).
Recapitulando las páginas anteriores podemos decir que, las maneras de pensar la
intervención social se organizan en cuatro paradigmas o matrices en el pensamiento social, a
partir de las cuáles se pueden distinguir igual número de concepciones de intervención.
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categorías de producción y legitimación de acción social. Sin embargo, no debe verse en las
concepciones de intervención una reproducción mecánica de los principios de análisis y del
lenguaje creado en los paradigmas de lo social. Al contrario, si bien las primeras son
consecuencia de los segundos, aquellas representan un espacio de reinterpretación de
conocimiento y de conceptos sobre lo social, pero insistimos, su énfasis esta puesto en la
potenciación de acciones sociales que generen progreso y/o modernidad de acuerdo al sentido
que se le dá a tales términos.
31
PARADIGMA DE LO SOCIAL CONCEPCION DE
(sustrato sociológico + INTERVENCION
sustrato económico)
Integracionista Integracionista
macroeconomía keynesiana)
Competitivo Competitiva
(individualismo metodológico +
liberalismo)
Alienación Militantista
(teoría de la revolución +
economía centralizada)
Conflicto Movilizadora
(movimiento social +
economía informal/keynesianismo)
El examen que hemos hecho de los postulados centrales de cada paradigma de lo social
y de su correlato a nivel de concepción de la intervención social socio-política nos conduce a
postular algunas categorías subyacentes en ellos. En efecto, los fundamentos de cada uno de
ellos muestra cuatro dicotomías que tienen que ver con el carácter prescriptivo de estas
concepciones. Tal carácter tiene relación con el sustrato común de los paradigmas, que aún
viniendo del campo académico están concebidos, como dijimos más arriba, en torno a las ideas
de progreso y/o modernización de las sociedades.
Tal carácter prescriptivo es, por otra parte, absolutamente esperable y concordante con
la idea de intervención social, puesto que como lo definimos también en las primeras páginas
de este capítulo, ella se sustenta en un juicio ético respecto de la inaceptabilidad de una
situación vivida. En consecuencia, las categorías que examinaremos a continuación, y que se
encuentran de manera subyacente en cada paradigma, emergen de este carácter prescriptivo y
se refieren a actores, procesos o requerimientos para lograr el objetivo de progreso o
modernización.
¿Por qué identificamos estas categorías y no otras dentro de los paradigmas propuestos?
En primer lugar, porque pensamos que ellas son claramente distinguibles y oponibles en los
paradigmas, es decir, metodológicamente útiles y pertinentes. Estas categorías no sólo emergen
32
de los paradigmas, sino que lo hacen de manera no unívoca: frente a cada una de ellas los
distintos paradigmas proponen distintos contenidos.
Una última aclaración al respecto, es que dos de estas categorías de análisis, las que se
refieren a "necesidades" de la población receptora de las intervenciones (objetivables/subjetivas),
y las de "interpretación" de los receptores (portadores/deficitarios) provienen de la reflexión
propia a un proceso de intervención. En cambio las restantes dos categorías es decir las
referentes a los "agentes" (sociedad civil/Estado) y "procesos" (acción individual/acción
colectiva), están claramente presente en los paradigmas de lo social.
a) Las necesidades.
El tema de las necesidades y de su clasificación es, sin embargo, una materia compleja y
ambigua en ciencias sociales por lo que nos detendremos algunos párrafos con el fin de hacer
algunas precisiones al respecto.
En primer lugar, y tal como lo acabamos de señalar, la referencia a las necesidades de los
individuos es un elemento universal de las propuestas de intervención y de política social, y por
lo tanto es posible buscar en todas ellas un trasfondo deficitario de los receptores en tanto son
sujetos "necesitados". Aceptamos esta distinción sin que ello invalide nuestra categorización
correspondiente a los receptores de la intervención en deficitarios y portadores, puesto que,
como veremos más adelante, la diferencia al respecto está en el tipo de necesidades y de proceso
que su satisfacción desata.
En segundo lugar, debemos hacer referencia a la distinción que se hace en política social,
entre las necesidades y sus satisfactores. Ambos forman, en el discurso de las intervenciones,
una dupla mutuamente determinada: la forma en que está descrita una necesidad suele
determinar un satisfactor y este último otorga características específicas a la formulación de la
necesidad: "por definición, el término satisfactor designa: una ayuda financiera, institucional o
jurídica, que pretende aportar una respuesta intermedia o final a una o varias necesidades
33
definidas por la acción social"32. En nuestro análisis siguiente consideraremos "necesidad" y
"satisfactor" como un único concepto, lo cual no afecta mayormente su categorización en
alguno de los tipos que proponemos y, con ello, en una determinada concepción de la
intervención social.
Es a partir de la definición anterior que podemos inferir ciertas distinciones para nuestra
problemática. Proponemos identificar las necesidades y los satisfactores que se deducen del
funcionamiento del mercado y que están implícitas en la teoría económica como estandarizadas
y "objetivables". En efecto, si bien es cierto que toda necesidad tiene un proceso de elaboración
y de expresión subjetivo, propio del funcionamiento interno del individuo, las necesidades a que
se hace referencia en la teoría económica y en el mecanismo de mercado deben necesariamente
objetivarse, es decir, adquirir un criterio de existencia externo al individuo. El mecanismo de
objetivación es, en esta línea de pensamiento, el mercado y la asignación de precio.
34
colectivos, a menos que se entienda por ellos la simple agregación de individualidades.
Identificamos esta concepción de las necesidades que llamaremos "objetivables" en las
concepciones de intervención social derivadas de los paradigmas integracionistas y
competitivos. Otra característica de este tipo de necesidades es que ellas están plenamente
presentes en la expresión consciente del individuo, en la superficie de su expresión verbal,
correspondiendo entonces su identificación a un procedimiento claramente positivista.
Si bien toda la argumentación y ejemplificación del párrafo anterior explica por qué las
necesidades objetivables van a estar relacionadas con la concepción competitiva es necesario
profundizar esta argumentación respecto de la concepción integracionista. El argumento para
ello es que en la concepción integracionista de la intervención social se realiza el mismo
razonamiento respecto al individuo y a la satisfacción de necesidades, principalmente la
estandarización y objetivación de las mismas, pero, debido a sus características deficitarias se
le exceptúa de su satisfacción por medio del mercado y se privilegia la provisión de satisfactores
por vías extra-mercantiles.
35
las expresan, así como tampoco traspasarse ni satisfacerse en el mercado.
b) Los procesos.
Si bien es evidente que, toda acción humana tiene como centro y motor al individuo, es
posible distinguir la colectiva, de la individual sobre la base de la intencionalidad y de la
concertación de la acción. Es así que, definiremos la acción colectiva como la movilización de
recursos de un conjunto de individuos cuya intersubjetividad es limitada (lo que excluye por
ejemplo a la familia), en torno a un conjunto reducido de objetivos. Estos objetivos han sido
definidos por el grupo y su logro es en consecuencia colectivo. Los ejemplos más claro al
respecto se dan en la acción sindical y los partidos políticos. En ambos, hay concertación,
explicitación e intencionalidad en la búsqueda de intereses colectivos, pero no necesariamente
intersubjetividad entre sus miembros.
36
concertación explícita de intereses individuales diferenciados ni a una búsqueda de objetivos y
satisfactores comunes entre personas que se autoperciben distintas. Un claro ejemplo al respecto
es el mercado, y a nivel de instituciones la empresa y la escuela, puesto que en ellas el logro, sea
por el salario o por el aprendizaje incorporado, es individual y no necesariamente concertado:
al interior de esas organizaciones puede coexistir el éxito de algunos y el fracaso de otros, así
como también está en ellas totalmente legitimadas la diferenciación y la desigualdad.
Bodart, en un excelente trabajo (Bodart, J.,1983) sobre las características del trabajo
social en relación a las grandes teorías sociológicas, señala que cada concepción de intervención
social construye un sujeto receptor cuya especificidad va a determinar los contenidos y las
expectativas de la intervención. Nosotros hemos propuesto llamar a estos sujetos con dos
adjetivos opuestos: "deficitarios" y "portadores".
37
En concreto, lo que aquí llamamos el "receptor de la intervención" es el sujeto social,
individual o colectivo que se identifica en un discurso de intervención social, y que protagoniza
el problema que se intenta solucionar. Este sujeto puede ser deficitario, es decir, definido por
sus vacíos y sus incapacidades, y como tal tiene pocos o ningún elemento útil para superar la
situación problemática en que se encuentra34. El estilo de intervención más típicamente
representativa de la concepción deficitaria es la acción caritativa (ver al respecto Grell, Paul,
1975): el receptor de la intervención enfocado como un individuo damnificado que sólo puede
recibir, y que no es capaz de superar su estado (si acaso lo es) si no es por la ayuda
desinteresada de los más fuertes.
El lenguaje de las ciencias sociales y de la política social ha creado palabras y teorías para
referirse a esta categoría social: los marginales, los pobres, los desviados, los indigentes, los sin
domicilio fijo. Como se observa todos estos términos aluden a una ausencia, debilidad o, en
todo caso, a un elemento poco deseable.
Los términos más comunes que encontramos en intervención y política social para
referirse al sujeto portador son "sectores populares", "clase obrera", "sectores campesinos",
"cultura popular", etc, es decir, términos que aluden a un lugar en la sociedad con el implícito
de un rol en ella, y a un grado mínimo de estructuración como actor. Esta mezcla de concepción
cultural y política, tiene relación directa con el concepto de dominación social, al que ya hemos
aludido en otras partes de este trabajo: los sectores populares interpretados como sectores
subordinados de la sociedad, portadores de una cultura distintiva que se opone a una cultura
dominante.
38
portadora y la segunda a la deficitaria, puesto que en el pensamiento de Touraine la concepción
de un sujeto excluído es la que más sirve para articular una acción colectiva: "el grupo no se
define aquí más por sus necesidades inmediatas de supervivencia; se considera como víctima
pero también reafirma su superioridad moral y defiende sus derechos que han sido pisoteados".
El pobre, en cambio, es protagonista de "una acción de integración comunitaria y de procesos
de tipo instrumental que implican una cierta incorporación al sistema político. Esas conductas
ligadas a la pobreza no pueden conducir a un nivel elevado de acción colectiva"(Touraine,
1988:240).
Los paradigmas de lo social han propuesto y se han diferenciado en torno a dos actores
sociales reificados para la modernización y el progreso de la sociedad: el Estado y la sociedad
civil.
39
colectiva, nos referimos al individualismo metodológico que ve lo colectivo por sus resultados
más que por su proceso, y lo conceptualiza como la agregación de individualidades.
Es importante esta distinción de agente "ideal", porque no basta argumentar que una
intervención es realizada por una organización no gubernamental para afirmar que el agente
privilegiado sea necesariamente la sociedad civil. Por el contrario, es posible encontrarse con
casos en que una ONG actúa en reemplazo del Estado, pero con la expectativa de que su acción
sea posteriormente asumida por tal agente.
40
AGENTES PRIVILEGIADOS
Estado Sociedad
Civil
P
R N
O Acción Concepción Concepción Objetivables E
C individua integradora competitiva C
E
S
I
E
Subjetivas D
S
Acción Concepción Concepción A
O
colectiva militantista movilizadora D
S
E
S
Deficitarios Portadores
RECEPTORES
41
I. Concepción integradora.
2. Concepción competitiva.
3. Concepción militantista
42
3.3- Receptores deficitarios: alienados, no conscientes, desorganizados.
3.4- Agente privilegiado Estado: organismo capaz de estructurar una sociedad que
resuelve sus conflictos fundamentales, y de representar los intereses de la
sociedad civil.
4. Concepción movilizadora
BIBLIOGRAFIA.
Albertini, J.M y A. Silem, Comprendre les théories économiques, Seuil, Paris, 1983.
43
Corvalán, Javier, Cambios y Permanencias en la Intervención Social en Chile.
El discurso de las ONG y del Estado en las décadas del 80 y
del 90, Tesis de Doctorado, Département des Sciences
Politiques et Sociales, Université Catholique de Louvain,
1996.
44
elle-même ses propres garanties", en Le Discours
philosophique de la modernité. Douze conférences,
Gallimard, Paris,1988, p. 1-26.
Hannequart, A. y Greffe, X., Economie des interventions sociales, Economica, Paris, 1975.
Parsons, T., The Social System, Routledge & Kegan Paul, London, 1967.
Petrella, R (Sous la Direction de), Limites à la compétitivité. Pour un nouveau contrat mondial,
Labor, Bruxelles, 1995.
Plant, Raymond et al., Political Philosophy and Social Welfare, Routledge Kegan &
Paul, London, 1980.Bruxelles, 1986.
45
Ray, J.C., J. M. Depuis y B. Gazier, Analyse économique des politiques sociales, PUF, Paris, 1988.
Taylor-Gooby, P. y J. Dale, Social Theory and Social Welfare, Edward Arnold, London,
1981.
46
NOTAS
1
La dualidad ético-técnica queda expresa en el siguiente párrafo: "por intervención yo enfoco aquí todas las relaciones
en las que una persona en dificultad (física, moral o psicológica, socio-económica) viene a buscar ayuda frente a una o
varias personas socialmente instituidas y percibidas como investidas de poderes `reparadores`", en Williame, R., s/f:1.
Estando de acuerdo con tal definición pensamos que en ella falta un paso preliminar: la institucionalización y
legitimación del problema mismo que amerita la intervención.
2
Hannequart y Greffe acotan respecto de las políticas sociales: "se puede decir que una situación hace emerger un
problema de intervención cada vez que valores, necesidades o oportunidades no satisfechas pueden ser realizadas gracias
a una acción de los poderes públicos. De esto se deducen varios elementos (entre otros): la aprehensión de un problema
es necesariamente subjetiva en el sentido de que algunos verán un problema ahí donde otros no encontrarán ningún
motivo para modificar la organización social...". Hannequart, A. y Greffe, X., 1975:231-232.
3
Sobre la relación entre política social y justicia social ver Barr, Nicholas, 1982.
4
Wolfelsperger, A., "Les Conceptions Libérales de la Justice Sociale", en Les Libéralismes Economiques, hier Francais
N 228, Oct-Dec, 1986, notice 3, citado en Ray, Depuis y Gazier, op. cit., p. 24.
5
Con respecto a este punto conviene citar aquí una editorial del diario "El Mercurio" de Santiago considerado por muchos
analistas como la principal expresión ideológica de la derecha chilena: "La expresión desarrollo con equidad es una
redundancia en el sentido de que siempre el crecimiento sostenido (de la economía) crea puestos de trabajo y hace más
escasa la mano de obra con respecto al capital, aumentando los ingresos de la misma (...). Por esto ya se ha hecho un
lugar común repetir que la mejor política social es el desarrollo (...). La pobreza es más un asunto personal que de grupos
y por eso no se trata tanto de más o menos recursos sino de emplearlos bien" (El Mercurio, 26 de diciembre, 1992).
6
Este fenómeno es fácilmente constatable en los análisis realizados por García-Huidobro, J.E. y S. Martinic, 1985.
7
La noción de escándalo social legítimo la tomamos de Piaser, A., op. cit: 187 y siguientes.
8
Sobre los distintos enfoques de los paradigmas en economía ver por ejemplo Hunt, D., Economic Theories of
Development An Analysis of Competing Paradigms, Harvester Wheatsheaf, London, 1989, y Condes y Troyano, F.,
1980.
9
"Ciencia normal" en el lenguaje de Kuhn (Op. cit.). Sobre el desarrollo de la sociología como disciplina científica en el
lenguaje de Kuhn ver el excelente artículo de Boudon, R.,"Will Sociology be a Normal Science", en Theory and Society,
n 17, Amsterdam, 1988: 747-771.
10
Por proyectos sociales entendemos a las cuatro formaciones económico-sociales que se desprenden de los paradigmas
mencionados: el nacionalismo (paradigma de la integración), el liberalismo (paradigma de la competitividad), el
comunismo (paradigma de la alienación), y la social-democracia (paradigma del conflicto). Ver Bajoit, op. cit: 35-40.
Podemos considerar también que un proyecto social es una idea de intervención social a nivel macro social. Sin embargo,
47
las intervenciones que analizamos y que nos van a interesar en este trabajo, aún cuando suelen tener como referentes
a tales proyectos sociales, tienen una dimensión micro social y un discurso muchas veces particular y específico.
11
"Dado que la sociología nació con la industrialización y se desarrolló con ella, tenemos el derecho a suponer que existe
por lo menos una involuntaria complicidad entre esta disciplina científica, el modelo cultural de las sociedades
industriales y las ideologías que de él se derivan", Bajoit, G., op. cit:36.
12
Para explicitar el pensamiento económico con respecto al keynesianismo, el marxismo y el liberalismo nos hemos
inspirado principalmente en Albertini, J.M y A. Silem, 1983. y en Hunt, D., op. cit.
13
Respecto del aporte de Durkheim y Weber a la teoría de la modernización ver Webster, Andrew; Introduction to the
Sociology of Development, Macmillan, New York, 1984, cap. 3: "Modernization Theory" p. 41-64. Respecto del aporte
de Parsons ver Harrison, D., The Sociology of Modernization & Development, Routledge, London, 1991, cap. 2:
"Neo-evolutionism and Modernization Theory", p. 33-61.
14
La complejidad de la realidad va más allá de lo que podemos expresar en estas páginas. De hecho en la práctica los
discursos de intervención se entremezclan. Por ejemplo parte importante de la práctica educativa de Paulo Freire,
conocido en América Latina por sus propuestas de intervención cercanas a los movimientos sociales más que a la
integración a un Estado-nación, pone su énfasis en la alfabetización, argumentando que ella permite la emergencia
pública del saber popular.
15
Se puede citar como notable contra-ejemplo a Wilfredo Pareto, entre otros, que a medio camino entre la sociología y la
economía desarrolla una importante reflexión en torno a la racionalidad y la acción individual, despreciando e
identificando las conductas colectivas con la irracionalidad de las masas. Ver al respecto Pareto, W., Traité de sociologie
générale, Pavot, Lausanne, 1917.
16
Nos referimos a la obra Etat modeste, Etat moderne, Paris, Fayard, 1987.
17
A propósito de Becker y de otros neoliberales, es importante señalar aquí las vinculaciones intelectuales de
representantes de esta escuela, entre ellos Becker, y la Socio biología, en especial, en lo que se refiere a la teoría de las
elites, la justificación de la discriminación racial y sexista, y a la ya mencionada idea de autorregulación. Al respecto ver
el artículo de Vink, D. y P. Remes, "Sociobiologie et Neolibéralisme", en Revue Nouvelle, n 3, Bruxelles, Mars 1984.
18
Sobre las ideas de un paso a una sociedad post-industrial basada en un nuevo modelo cultural, por oposición al de la
modernidad industrial puede consultarse Bell D., Les contradictions culturelles du capitalisme, PUF, Paris, 1979,
Touraine, A., La société post-industrielle. Naissance d'une société, Denoël, Paris, 1969, Touraine, A, 1973 (1993), y
Bajoit, G., op. cit., entre otros.
19
Es precisamente esta definición, tan aparentemente descarnada, la que ha traído crisis y búsqueda de nuevos paradigmas
en la gestión de recursos humanos en las empresas. Las actuales tendencias basadas en la "cultura empresarial" y el
"managment participativo" tratan de crear nuevas definiciones de la empresa que rompen las concepciones tradicionales
de la sociedad industrial. Ver al respecto Leonard, Evelyne, Le managment des ressources humaines: pour une lecture
critique, CIACO, Louvain-la-Neuve, 1995.
20
Tomamos este término en el sentido de Touraine (Garants méta-sociaux) es decir como "modelos éticos propios a
sociedades en las cuáles la historicidad es limitada" en Touraine, A., op. cit., 1973 (1993), p.464.
48
21
La propuesta de la CEPAL-UNESCO para el desarrollo latinoamericano de los años 90 insiste en posibilitar el acceso
a la modernidad mediante intervenciones sociales que privilegien la competitividad de las personas: "la competitividad
apunta, en primer lugar y esencialmente a la idea de generar y expandir las capacidades endógenas necesarias para
sostener el crecimiento económico y el desarrollo nacional dentro de un cuadro de creciente globalización e
internacionalización" en CEPAL-UNESCO, 1992.
22
El mejor ejemplo de ello es la obra de Althusser quien intenta demostrar la identidad entre el análisis estructural y el
marxismo, al respecto ver Lefebvre, H., L'idéologie structuraliste, Anthropos, Paris, 1971.
23
Puede parecer paradojal, pero estas dificultades para explicar el cambio social tocan también al marxismo. Una de los
aspectos más discutidos de la obra de Marx es el carácter revolucionario del proletariado, que por medio de una
objetividad, la explotación, le haría despertar una subjetividad colectiva, la conciencia de clase. La relación entre ambos
elementos constituye una "caja negra" de la cual Marx no logra explicitar claramente su mecanismo. Bourdieu, situado
desde una perspectiva estructuralista contemporánea llama a esta "caja negra", el habitus, mecanismo responsable de
"como el afuera se convierte en el adentro".
24
Lenine, V.I., L'Etat et la révolution, par P. Gelard, Seghers, Paris, 1971.
25
Consideramos aquí que en los "socialismos reales" el paradigma de intervención dominante pasa a ser el de la
integración. Sin embargo, reafirmamos nuestra ignorancia sobre los discursos específicos respecto de la intervención
social en tales sociedades.
26
La crítica al sistema democrático se encuentra en Lenine, V.I., op. cit. p. 106-120.
27
"La versión más ortodoxa (de educación popular) reforzó esa polaridad entre lo andino y lo no andino pero esta vez
desde una racionalidad que ligó clase con cultura y razas. Así, lo andino equivalía a clases populares y dominadas y lo
no andino a clases terratenientes, burguesas y dominantes.", en Sime, L., Los discursos de la educación popular, Tarea,
Lima, 1991, p. 31.
28
Una interpretación de la economía informal como expresión y potencialidad de movimiento social se encuentra en:
Urmeneta, R., 1988.
29
Sobre el rol de los movimientos sociales en el funcionamiento de la social-democracia ver Room, G, 1979.
30
Tal es nuestra interpretación del postulado de Touraine respecto de los nuevos movimientos sociales que en la sociedad
post-industrial iban a reemplazar el rol del movimiento obrero y del sindicalismo. Ver al respecto Touraine, A., 1978.
31
Ver por ejemplo Egaña, R., Las instituciones de apoyo y las OEP. Documento de Trabajo n 50. PET, Santiago, 1986;
Ortiz, I., El trabajo educativo y/o social de las ONG en el contexto democrático: cambios y continuidades respecto del
pasado, CIDE, Santiago, 1992 y García-Huidobro, J.E. y S. Martinic, 1985.
32
Piaser, A., Notes de Cours (Analyse sociologique des politiques sociales), p. 21.
49
33
Tomamos el concepto de objetivación a partir de Berger y Luckmann (The Social Construction of Reality, Allan Lane,
London, 1971) en el sentido de que los productos de la actividad humana gozan de una autonomía relativa a quienes
los crearon. Una de las preguntas centrales de estos autores a propósito de la objetivación se refiere (en los términos de
nuestro marco teórico) al proceso por el cual, las necesidades subjetivas se convertirían en objetivables: "how is it possible
that subjective meanings become objective facticities?". (op.cit:30).
34
Respecto de una aproximación deficitaria al sujeto receptor de la intervención ver Williame, R., 1986.
35
Sobre la relación y el papel de la sociedad civil, tanto el proletariado como el partido comunista y el Estado ver Lenine,
Vladimir I., L'Etat et la révolution, par P. Gelard, Seghers, Paris, 1971.
36
Nos referimos a lo que Bajoit llama "el motor" de cada "teoría del cambio social". Si se examina a fondo cada uno de
estos "motores" propuestos veremos que ellos corresponden al Estado o a la sociedad civil. (Bajoit, G, 1992, capítulo
2).
50