Donde Nacen Las Bestias

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Donde nacen las bestias

Telicia Vega
Introducción ..................................................................................................................... 2

¿Es un pecado la soberbia? ............................................................................................ 4

La destreza de una mente clara .................................................................................... 10

Indigestión y gula........................................................................................................... 16

La amenaza del insomnio .............................................................................................. 22

Resaca de una noche sin alcohol .................................................................................. 25

Salir ilesa significa no haber peleado ............................................................................ 31

Resistir también cuenta como logro .............................................................................. 36

Toda bestia le pertenece al instinto ............................................................................... 40

Si nadie lo ve no existe .................................................................................................. 44

Jugar es necesario; ganar, inexcusable ........................................................................ 47

La vida dará vueltas hasta hacerte vomitar ................................................................... 63

¿Se puede caer más bajo estando en el suelo?............................................................ 73

La venganza se come hirviendo .................................................................................... 77

El ojo de la tormenta simula la calma ............................................................................ 80

Edipo nació para ser rey de la psiquiatría...................................................................... 86

¿Dios escucha las oraciones de un demonio? .............................................................. 87

Promesas inquebrantables ............................................................................................ 91

La piedad es selectiva ................................................................................................... 96

Heridas y cicatrices ....................................................................................................... 99

Sin paciencia ni virtud .................................................................................................. 102

La calamidad no se acerca a lo eterno ........................................................................ 105

Epílogo ........................................................................................................................ 107

1
Introducción

Pienso en justificar los motivos de este texto, tal como he justificado mi existencia durante
mucho tiempo. Al considerarme indigna de respirar, cada día trato de explicarles a las
personas por qué sigo aquí. Hace tiempo, en un punto perdido en mi memoria, me volví
prisionera de mi mente. Los libros y cuentos fueron mi único refugio. No piensen en esta
cárcel como algo común, se parece más a un asedio. Nadie me encerró aquí dentro, yo
lo hice por mi propia seguridad. Ahí afuera hay algo persiguiéndome. Algo que cada vez
se apodera de más partes de mi vida, de mi cuerpo y de mi alma. He leído mucho tratando
de ponerle nombre, algunos lo llaman karma; otros, justicia; otros más, ansiedad. Yo no
sé qué es, pero me deja un espacio cada vez más estrecho dentro de mí.
Cuando descubrí la fantasía adquirí el súper poder de viajar lejos de todo esto, de
mi captor, del sufrimiento, del dolor. Era mi única manera de vivir. Me aferré a ello con
todas mis fuerzas, mientras vagaba por la vida tratando de quitarme de encima este
parásito. Se siente como algo vivo, respira y evoluciona, siempre encuentra maneras de
hacerme miserable. Un año atrás, contando a partir de este preciso instante, casi me
mata. En el umbral de esa muerte me vi en la penosa situación de tomar una decisión:
seguir adelante o detenerme ahí. De verdad sigo luchando, les juro que elegí seguir
adelante, pero no sé por dónde caminar. En este punto ya no sé dónde quedó el norte,
no sé dónde está el sur, tampoco sé dónde es arriba y dónde abajo. Es más, ya no sé en
qué lugar puse mi prisión. No sé cómo volver a mí misma. No sé cómo reconquistar mi
propio territorio.
He vivido con esto por mucho tiempo, y el paso del calendario solo lo hace más
insoportable. Incluso creo haber desarrollado un ligero síndrome de Estocolmo. Pero ya
no más, separaré a esa de cosa de mí. Dejaremos de existir el uno para el otro. He
pensado en que, para dejarlo atrás, no puedo simplemente correr, debo hacerle frente,
ponerle orden, darle límites. La verdad no tengo idea de qué estoy haciendo, pero cuando
termino de escribir el dolor se vuelve mucho más soportable. Además logro visualizarlo
más claramente. Hace mucho tiempo comencé con esto, tengo cientos de hojas escritas,
muchas de ellas han sido destruidas con el tiempo.

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Tengo historias de todo tipo, las que me hubiera gustado vivir, las que odie vivir y
algunos sueños. Pero siempre regresaba a mi prisión. Hoy estoy dispuesta a escapar y
para hacerlo debo dejar todo mi equipaje en algún lugar. Este es el mejor sitio, me parece.
Cuando un maestro se enteró de mi placer por las letras, fue ya hace tiempo, me dijo que
veía demasiado de mí en mis textos, entonces trate de suprimirme, de mirar hacia otro
lado. Pero les confieso algo, las paredes de este lugar son muy pequeñas, mi vista
apenas llega poco más allá de mi nariz. Así pues, escribo esto con la esperanza de dejar
el veneno que me consume en estas páginas y con ello espero dar un primer paso para
recuperar mi vida.

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¿Es un pecado la soberbia?

Ha sido fácil atraparlos, es muy sencillo conseguir a mis presas… casi siempre. Cual
lobo, me disfrazo de cordero para salir a cazar. Solo hace falta una minifalda, unas
zapatillas altas, un peinado lindo y mi cara perfecta. Siempre fui bonita y envidiada por
ello, desgraciadamente me provocó muchos problemas. Pero ahora soy yo quien sale en
medio de la oscuridad. Soy un monstruo enmascarado. No hay quien se meta conmigo
sin pagarlo caro.
La gente es estúpida, cree que los monstruos son feos y terroríficos. Deberían
pensar con un poco de lógica. Lo más dañino, las peores toxinas, los animales más
letales, son fastuosos. Mi belleza es un engaño mortal para los hombres. Para su
desgracia son muy simples, la mayoría solo sueña con encontrar a una estrella
pornográfica y yo se las entrego. Hago cosas que incomodarían o lastimarían a cualquier
mujer humana. Con mucho gusto soy su maestra del Kama Sutra. Yo tengo el control y
soy yo quien verdaderamente disfruta. La muerte y el sexo van de la mano, y no me gusta
irme sin haber quedado satisfecha en ninguno de los dos sentidos. Tanto en la cama
como en la mesa yo soy la bestia y ellos mi alimento.
Me he vuelto exigente, antes las presas me duraban poco tiempo, era descuidada.
Necesitaba salir cada noche. Ahora he aprendido a hacerlos durar… según la urgencia
de mi apetito. Pero no hay como el alimento seguro. Me he dado cuenta que la saciedad
va más allá de sentir el estómago rebosante. Ya no debo salir cada día. Pero hoy no
tengo presas cautivas. Necesito conseguir una. Debo de ponerme la falda ceñida y una
tanga, inclusive podría ir sin bragas, pero ese recurso es para otra clase de momentos.
Pienso en ponerme un sostén… será mejor no llevarlo esta noche… ya quiero ver la cara
de la pobre víctima. Me pongo una blusa muy ajustada para marcar mi cintura. Maquillaje
discreto, lo excesivo ya pasó de moda. El cabello corto y bien arreglado, la mirada
coqueta y algo de dinero en el bolsillo. Para ser sincera el dinero solo se acumula. Yo
necesito corazones calientes para sobrevivir, sangre para hidratarme, músculos para
nutrirme y no los venden en las tiendas.
Termino de ponerme unas botas de tacón alto. Salgo a la calle con mi cara
inocente y mi personalidad “única” (como todas mis personalidades). Los suspiros caen

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a mis pies mientras camino. Los silbidos suenan una y otra vez. Las palabras obscenas
me persiguen. En realidad me incomoda muchísimo, pero las presas no deben saberlo y
cualquier hombre podría serlo. Camino orgullosa, con la frente en alto. Sus palabras no
van a intimidarme, son unos idiotas.
Cuando llego al bar analizo el lugar, necesito a una buena presa, una que vaya a
saciarme. Alguien por completo distinto a quien me gustaría, conservaría o amaría. Tener
sentimientos por ellos puede interferir en mi objetivo, toda costa debo evitar dejarlos
vivos. Ahí está, el chico del fondo, tiene el cabello largo, una playera de un grupo de rock,
jeans y tenis. Me encantan los alternativos, tienen tantos problemas… cazarlos y
destazarlos es más sencillo. Se creen únicos, poderosos, pero están tan indefensos, ni
siquiera me les acerco yo. Todo lo que hago es sentarme frente a ellos, poner una cara
tímida y un poco preocupada, pedir una cerveza, verme falsamente ruda. La verdad la
fórmula puede variar, los miro por un minuto y descifro su personalidad; me convertiré en
lo que ellos quieran (por ello cargo dinero en el bolsillo, si quieren a una mujer
independiente eso tendrán), seré la mujer de sus sueños, con tal de beber su sangre,
haré todo para robarles su alma y su corazón. Con solo verlos sé cuánto tiempo me
tomará atraparlos, sé cuánto pasará hasta que ellos mismos me pongan su cabeza en
una bandeja de plata. Adoro cuando llega el momento de verlos suplicar… que los deje
morir. Me encanta divertirme un poco con ellos antes de darme un festín. Una sonrisita,
fingir que escuchas, un poco de piel desnuda y son tuyos. Siempre caen ante la promesa
de dejarlos ver entre tus piernas.
Sin saberse presa, el muchacho de cabello largo me observa. Finjo no mirarlo.
Cuando se voltea lo miro fijamente de nuevo, cuando me mira volteo a la ventana. El
juego dura unos minutos, hasta que me manda una bebida (ahora eres mío maldito
ingenuo), rechazo el trago.

- Si no me la entregan personalmente no la aceptaré.- le digo al mesero tocándole


el brazo (A los dos les va a encantar el descaro).

El muchacho toma su cerveza, y se acerca lentamente. No tiene idea. Sus latidos están
contados y él solo puede pensar en ver debajo de mi blusa. Se sienta en mi mesa.

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- por qué una chica tan linda está sola en un bar como este.- Me dice mientras pone
cara de galán irresistible. Es Patético.
- ¿Por qué no debería de estarlo? Adoro la música y el lugar. No tener con quien
venir no debería de impedirme un poco de diversión.- Le contesto mirándolo con
desinterés.

No me divierto, estoy cazando, eso es lo único excitante de hablar con él. Como me
encantaría arrancarle de un tajo esa lengua asquerosa. Mientras imagino su cadáver
colgando del techo y su sangre escurriendo dentro de mi garganta, él sonríe con mis
palabras, es todo mío.

- ¿Puedo tomar algo contigo?- Me pregunta con su cara de idiota.


- No te lo impediré.- Me miro las uñas, un “sí” rotundo lo habría hecho perder el
interés. Debe creer que él está haciendo todo el trabajo.

Vacía la cerveza de un trago. Llama al mesero para pedirle una más. Evado su mirada,
me muestro segura y lejana. No despega su mirada de mí, la acompaña con una sonrisa
traviesa. Comienza a hacerme preguntas. Claro, ya tengo una historia inventada. En ella
odio a mis padres por razones estúpidas; claro, los odio, pero por muy buenas razones.
A él simplemente le digo que no dejan asfixiarme con su preocupación. Me habla de los
suyos, de su vida en general. Me da armas para torturarlo más tarde. No todo en esta
vida es la violencia física, en muchas ocasiones dañan más las palabras. Cuenta una
historia patética. Nada nuevo, he escuchado cien veces lo mismo. Comienzo a inspirarle
confianza con pequeñas muestras de “empatía”. Así consigo más información. Se deja
guiar completamente. Para cuando se ha tomado la mitad de esa cerveza yo ya conozco
suficientes problemas suyos. Cuando estemos a solas los haré más grandes. Cualquiera
de esas tonterías podrá hacerlo pedazos. De verdad es un idiota, no me durará ni una
noche… que triste. Pero hay días malos y días buenos. Necesito comer esta noche, no
invertiré mi valioso tiempo en conseguir otra víctima. Me gustan las presas duraderas.
Cuando cazo soy como las orcas, tal vez por eso son mi animal favorito. Como a ellas
me gusta jugar con mi comida, no me gusta matar al instante, me encanta la resistencia,
adoro la conquista, adoro verlos retorcerse. Cuanto más lento mueren mejor saben.

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Cree poder ponerme borracha, a este punto me ha invitado tres bebidas. Lo siento
mucho cariño, no hay manera de embrutecerme, el alcohol no tiene el mismo efecto en
mí. Finjo estar un poco desorientada. Entre más alcohol tengo en la sangre más sencillo
me es actuar. Puede seguir pidiendo tantas bebidas como quiera, solo me hará más letal.
Con las bebidas embriagantes no puedo contenerme, me encantan. Convierten a todos
los tejidos en algo mucho más delicioso, la carne se vuelve suave y jugosa. Cuando tomo
alcohol me esclarezco al punto de dejarlos ver la bestia que hay en mí, además los hago
creerse capaces de domarme. Son demasiado engreídos, cuando ya adivinan mis
colmillos ocultos no salen corriendo, siempre deciden tirar a matar. Pero aquí y a dónde
vaya la cazadora soy yo. No les tengo miedo, no me asusta lo que puedan hacerme. La
cantidad de ira suficiente puede hacerme romper cualquier cadena o cualquier cara. Por
lo tanto no necesito camuflarme, ni esconderme entre las sombras. Yo soy el monstruo
en el armario. Estoy en la primera línea de la cadena alimenticia y se los hago saber.
Me invita a bailar, claro, lo haré. Debe verme sensual y atrevida. Antes de terminar
la primera canción ya conseguí una erección suya, no va a negarse a nada. Para que me
desee un poco más, durante la pausa para comenzar la siguiente pista, le digo que debo
ir al baño. Voy solo a fumar un cigarrillo. Va a buscarme. Me encuentra fumando. Solo
puede pensar en lo sexy que me veo tomando el cigarrillo entre mis dedos, colocándolo
en mi boca y sorbiendo el humo. No puede contenerse, se acerca a abrazarme. El cerdo
intenta besarme, no debo dejarlo hasta estar en un lugar más íntimo… cuando lo bese
será letal. Me niego un poco, le hago creer que aún no caigo en su red, eso lo hará poner
un poco de más empeño. Él ya cayó en la mía. Me lleva a bailar e nuevo, bailamos
durante un par de horas, el sudor se me marca en las clavículas, le encanta ver eso.
Cuando nota que no llevo sostén ya no puede más, Se acerca a mi oído y me susurra:

- Qué tal si vienes a mi casa, ya casi cierran el lugar y allá tengo más alcohol, me
encantaría tenerte de visita.- me dice mientras roza mi piel con sus labios, arde en
deseo.
- me da miedo ir a casa de alguien quien acabo de conocer.- le contesto con voz
tierna. Pobrecito él debería de tener miedo.
- no hay problema que solo quiero platicar contigo con menos ruido.- Ya está
desesperado, tanto como para decir una mentira tan idiota.

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Me durará poco, realmente no es lo más nutritivo del mundo… pero tengo tanta hambre.

- iré con la condición de que te comportes como un caballero, nunca he ido a casa
de un chico que me gusta… en realidad nunca he estado a solas con ningún
hombre.- Mi voz se hace aún más suave, casi como la de una niña. Pobre idiota
me cree virgen y estúpida, si supiera…

Mis palabras le dan seguridad. En este momento él se cree el rey de esta selva de
concreto. Me incita a terminarnos la bebida de un trago, yo accedo. Pide un taxi. En
menos de 30 min ya estamos en su casa. Me toma de la mano, finjo sonrojarme un poco,
eso les encanta. Me lleva hasta su cuarto. Me invita a sentarme en la cama, hay una silla
a un lado pero está llena de ropa. Se va a la cocina por las cervezas de su papá, patético,
lleva a mujeres a la casa de sus padres, las trae hasta esta cama con una colcha de
caricatura y se cree el macho alfa de la manada. Sacando conclusiones de su aburrida
plática es un inútil y mal proveedor. Por eso lo devoraré con gusto esta noche, a ver si
así libro a sus padres del hijo inservible que criaron, aunque… presa fácil se digiere
pronto. Me trae una cerveza y toma otra él. Intenta besarme, yo lo rechazo. Maldita sea
no puedo dejar de pensar en lo pronto que me va a dar hambre de nuevo. Decide platicar
un poco más. Necesito calmarme un poco, no quiero hacer un tremendo desastre aquí.
Aprovecharé el tiempo para conseguir más armas. Si no va a durarme lo suficiente para
saciarme un tiempo por lo menos necesito hacerlo sufrir para darle un mejor sabor.
Comienza a decirme cosas íntimas, yo le hago un par de confesiones, siempre son las
mismas para todos. Le cuento algo controversial, él me da su opinión tratando de
complacerme, tiene la esperanza de durarme una semana, en realidad reacciona mal, su
pensamiento se ve forzado. Actúa y habla por el impulso de llevarme a la cama. Estoy
lista para atacar. Ya no soporto su discurso sin sentido.
Lo tumbo de espaldas y me subo en él como un juego, ya no sabe ni de qué estaba
opinando, solo puede pensar en mis muslos calientes. Mi cuerpo siempre está ardiendo.
Lo beso frenéticamente, me toma de la espalda y me pone debajo de él. Lo dejo
levantarme la falta. Me toca un poco. “Tímidamente” lo toco. No puede resistirse. No está
aquí para darme placer, solo piensa en el suyo. Sin más preámbulo saca un condón, se
lo coloca y me penetra. Con ese primer contacto se pega a mi cuello y se hunde en mi

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vagina. El acto sexual continúa. Yo gimo y me retuerzo como señal de que me “está
gustando”. Cuando llega al clímax pone una cara espantosa, me repugna. No quiero
seguir viéndolo, me lanzo a su cuello, es el mejor momento. Con la confusión del acto no
siente mis colmillos hundidos en su carótida. La sangre comienza a fluir, cuando termina
de venirse, cosa de segundos, ni en eso duran suficiente, comienza a notar algo mojado
en su cuello. Cree que es mi saliva. Trata de despegarse de mí, pero ya no puede,
entonces intenta soltar un grito de dolor. Le cubro la boca con mi mano y succiono más
fuerte. En cosa de un minuto está muy débil para pelear. Terminaré de tomar su sangre
más tarde. Lo llevo hasta el baño, lo recuesto sobre el suelo. Le abro el abdomen y tórax
de par en par. Poco a poco, disfrutándolo, me como sus órganos. Él llora del dolor pero
ya no puede ni gritar. Cuando está muy cerca de morir, lo dejo en paz. Me acerco a él,
me acurruco a su lado, con la cara embarrada en sangre comienzo a acariciarle el cabello

- En realidad eres un hijo de papi inútil mi amor. Te estoy haciendo un favor a ti y a


tu familia. Piénsalo así, nutrirás a alguien que si vale la pena su existencia. Ya no
deberás soportar tus problemitas estúpidos. Ya no deberás preocuparte por si
pasaste o no biología. Ahora no importa si no terminas la preparatoria. Tampoco
deberás pensar en si complacer a tu padre y entrar a la escuela de medicina, o
seguir tus sueños y estudiar música. Ya nada importa. Ahora puedes descansar.
Le has servido a este mundo.- Mis palabras se escuchan casi como una canción
de cuna.

Cuando sus ojos quedan secos, cuando ya no tiene vitalidad suficiente para seguir
llorando sé que mi tiempo se ha acabado, me entristece pero todo acaba. Termino de
decantarlo. Ya muerto tomo su cadáver para dejarlo donde almas dependientes de mis
sobras puedan alimentarse. Esos carroñeros son excelentes para no dejar rastro.

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La destreza de una mente clara

Despierto, dormí el día entero, seguramente porque no tuve sueños. Ya estoy


hambrienta. Me levanto. Me doy un baño para quitarme el olor a sangre de encima, debí
hacerlo antes de acostarme anoche. Me dirijo a mi closet. Elijo un vestido muy ceñido.
Me pongo tacones. Me arreglo el cabello. Me maquillo. Hoy iré a un lugar para bailar, es
sábado.
En medio de la pista de baile, con una bebida en la mano y el vestido a punto de
enseñar de más, se me acerca un muchacho apuesto, de veintitantos, se cree dueño del
mundo. Yo lo ignoro, adorará eso. Este va a durarme dos semanas, adoro el alimento
seguro.
Justo necesito una presa así, una para entretenerme, mis pensamientos están
empezando a ponerse revueltos y sin distracción solo me queda escucharlos. Odio
cuando hago eso, cuando comienzo a hacerme preguntas, cuando dejo de aferrarme a
la mentira. Yo sé que soy un monstruo, yo sé que mis presas son humanos y… ¿Qué
más sé de mí? A sí, soy el producto de una triste y deficiente infancia. Según las historias
mi padre nos abandonó, mi madre apenas pudo con mis hermanas y conmigo. No puedo
decir que mi madre fuera mala con nosotras, simplemente no tengo juicio sobre ella,
siempre estuvo trabajando, cuando no lo estaba se iba con hombres por días y días.
Cuando desperté no recordaba nada, simplemente tenia jaqueca. Con el tiempo solo
logré recuperar algo de memoria. La verdad no recuerdo haber pasado mucho tiempo
con ella. Mi hermana mayor simplemente se cansó de cuidarnos y se fue con el primer
hombre que se le puso enfrente, por supuesto regresó rota. La mediana solo se encerró
en su cuarto, en su mente… no volvió a salir de ahí, solo lo hacía para comer. Ella sí se
alimenta como todos los humanos, no debe cazar. Vivimos con el mismo propósito pero
con diferente grado de dificultad. Mientras todo eso pasaba yo averiguaba como criarme,
como lograr sobrevivir un día más. Aprendía a cocinar a los siete años, a lavar mi ropa a
los ocho, a llevar un horario a los nueve. Si nos apegamos a la historia de mi familia ellas
siempre estuvieron ahí para cuidarme y nunca me faltó nada. Si alguien pregunta, a mí
me sobreprotegen. Si alguien sigue preguntando a mí me adoran y me miman. Si indagan
aún más deberé adecuarme a las circunstancias para decir lo que sea más apegado al

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sistema de creencias de quien pregunta. Si son religiosos inventaré a una familia apegada
a la iglesia; si son políticos crearé otra familia de personas con poder; si son científicos
les contaré sobre personas inteligentes y capaces. Así sucesivamente, nunca me quedo
sin nada para decir. Los patrones se repiten, cuando encuentro a alguien quien hace
preguntas diferentes, improviso. Pero en realidad esas presas son raras… deliciosas. No
debo pensar en encontrar algo así, ya perdí una presa por culpa de esas circunstancias,
por no estar preparada, me enseñó mucho pero pase tanta maldita hambre.
Perdí el ritmo por quedarme pensando. Maldita inanición, me hace voltear a verme
a mí misma. Cuanto me odio. El chico me toca el hombro, ahora le estoy agradecida por
salvarme de ese enorme mar de pensamientos. Como recompensa seré dulce con él…
al menos por un tiempo. Lo miro sorprendida, me encantan los apuestos, pero aún
necesito saber mucho más de él.

- Eres hermosa.- Me dice acercándose intrépidamente a mi oído.- Además tienes


mucha suerte, mira cuántas mujeres hay pero tú me robaste la mirada.

Puedo deducir que siempre lo ha tenido todo, lo que quiere y lo que no. Resistirme hará
más duradero el juego. Primero necesita creer que me atrapó su encanto. Me le acerco
un poco más.

- ¿Estás seguro de haber revisado a todas? ¿No deberías echar un vistazo más?
Podría ser una decisión precipitada.- Le advierto.

Mira a todas partes, vuelve a mirarme y examina una segunda vez el lugar ¡Vaya sí es
un completo imbécil!… excelente es probable que hasta sea violento. Esos me gustan.
Los agresivos dan pelea y cuando me quito la máscara hasta se orinan en los pantalones.
Pero siempre los dejo darme uno o dos golpes antes de ponerles la paliza de sus vidas.

- Así es nena. Te he elegido a ti. Parece un sueño ¿No?- se ha acercado de nuevo.


Me escupe el oído con sus palabras. Es un ser horrible… me encanta la idea.

Me volteo sin decir nada a seguir bailando. Chicos como él nunca piden permiso para
nada, se pondrá a bailar tomándome de la cintura lo dejé o no hacerlo. Me le resisto un
poco, doy vueltas con el fin de escapar de su miembro ya erecto. Es patético ¿Durará
más de cinco minutos en la cama?

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Hasta ahorita lo único agradable de él es su físico. Aunque no tengo un criterio
muy amplio en este momento, no estoy de buen humor, tengo mucha hambre. Me ha
dado una terrible punzada de frío, se me ha metido en los huesos. Miro a la multitud
sudando, el lugar está ardiendo con el calor de la gente. Pero todo se me ha quedado
quieto de nuevo. La sangre no me circula adecuadamente, mi corazón se vuelve lento, la
vista se me agudiza. Tengo muchísimo frío pero si alguien me tomará la temperatura
tendría unos 38°c, insanos para cualquiera que no sea un monstruo como yo. Mi
temperatura ideal es de 40°c, estoy perdiendo el calor muy rápido, hace un momento me
sentía bien. Soy una bomba de tiempo. Maldita sea, tengo más hambre de la que pensaba
y me he puesto a pensar más de lo que debía. El idiota de ayer era realmente muy poco
para mí. Ahora me veré forzada a devorar algo rápido antes de tener una comida decente.
Rozando el brazo del chico doy un giro para ir hacia la barra, el alcohol me calmará
un poco. Demonios, el corazón va más y más lento. Toco mi pulso para saber cuánto
tiempo me queda antes de que se detenga por completo. Si lo hace existen altas
probabilidades de convertirme en una verdadera bestia. No quiero huir como protagonista
de una escena genocida… no aún. Tengo como una hora. Con alcohol podría convertirlo
en un par. Me muevo elegante, finjo estar llena de paz, pero estoy desesperada por llegar
a la barra. El chico llega justo detrás de mí. Me pregunta si quiero beber algo. Genial
ahora estoy más agradecida con él. Detesto quedar en deuda. La mayoría define sus
números rojos con dinero; los míos se miden en favores. Soy un monstruo pero soy justa
cuando recibo algo de alguien… justa a mi criterio, claro. Acepto su oferta, pido algo
fuerte, realmente necesito ese trago. Lo bebo rápido pero sin hacer notar la urgencia,
simplemente no despego los labios de la pajilla. Me acaricia el brazo mientras me hace
preguntas estúpidas como: qué tan seguido voy ahí, con qué me gusta divertirme, etc.
Realmente no le estoy poniendo mucha atención. Hace preguntas mecánicas, me las sé
de memoria. Le entrego respuestas igual de automatizadas. Mi cabeza no deja de dar
vueltas. La verdad ya no lo estoy escuchando, ni siquiera me interesa su discurso. Me lo
quito de encima con la excusa de ir al baño.
Cuando lo pierdo de vista corro hacia la salida. El baño está atiborrado de
borrachos, es justo la cura de mi mal, pero para cazarlos los necesito solos, en grupo no
podre atrapar ni a uno. Soy capaz de matarlos a todos, pero el acto no pasaría

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desapercibido. Una vez afuera finjo sentirme mareada y con nauseas. Un par de arcadas
le dan credibilidad a mi actuación. Un chico se acerca.

- ¿Estás bien?- me pregunta un chico que llega por uno de mis costados.
- No me siento muy bien, he bebido mucho. Los baños están a reventar.- Es mentira,
nunca he devuelto el estómago, normalmente lo que hay ahí dentro es muy valioso
para perderlo.
- También salí por eso, puta madre, me caga orinar así en la calle.- Esta ebrio, habla
arrastrando la lengua. Para él las groserías tratan de demostrar empatía.- También
vine a fumarme un cigarro ¿Quieres?
- Gracias.- Tomo el cigarrillo.

Saca una pequeña bolsa con un polvo blanco. En realidad a eso vino, a inhalar una línea
de cocaína para poder volver a beber más. Me ofrece un poco. Está loco ¿Quiere
convertir a este lugar en una fosa común? La acepto solo para decirle que me da pena
hacerlo enfrente de tanta gente. Le propongo ir al callejón, está justo a un lado. Mi mentira
surte efecto, él me sigue. Tiene una enorme y horrible barriga, con todo y eso se cree un
gran galán. Él sí me repugna, pero esa panza significa más grasa, no me gusta mucho
pero tengo tanta maldita hambre, me vendrá bien llenarme aunque no me sacie.
En el fondo del callejón hay una pareja teniendo sexo. Han tratado de ser
cuidadosos, sin mucho éxito. No nos prestan atención, para ellos nosotros solo los
estamos viendo besarse. El alcohol los ha desinhibido por completo y también los ha
convertido en idiotas. Después de ese pequeño vistazo él empieza a buscar la cocaína
en sus bolsillos. No lo dejo terminar de buscar, lo necesito ebrio. Me le abalanzo directo
al cuello, estrellándolo contra la pared, ocultándonos detrás de unas cajas de cerveza
vacías. Debo estar alerta, la pareja no debe prestar atención a lo nuestro. Bebo suficiente
sangre para desmayarlo. La pareja ha terminado lo suyo, saldrán en cualquier momento.
Beso al cuerpo inconsciente del chico. Me aseguro hacerlos creer que estamos por tener
sexo. Pasan a nuestro lado entre risitas, desaparecen en la luz de la calle. No sé si
volvieron al lugar. Ya no hay nadie a menos de dos metros de nosotros. Excelente, ahora
si me puedo dejar llevar, tengo muy poco tiempo. Termino de vaciar sus venas, engullo
su grasa y su hígado, no puedo hacer más, la ropa se me manchará y aun debo volver

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adentro. Escondo un poco el cadáver, los carroñeros se encargarán de él. No estarán
contentos, comerán con prisa y a ellos también les gusta tomarse su tiempo. Antes de
salir del callejón me limpio los labios, también me sacudo un poco las rodillas. Ahora si
deberé hacer una parada en el baño para retocar mi maquillaje.
Con rímel fresco y el estómago tranquilo, regreso a donde estaba con el chico en
la barra. El muy sínico está bailando con otra, a tan solo unos pasos de ahí. Miro el reloj,
no lo puedo creer, han pasado apenas veinte minutos, es una escoria. En serio, ¿ya está
tratando de acercarle el miembro a otra? Bueno, debo estar tranquila. Respira querida,
no te exasperes, no quieres un incidente, no explotes, sé paciente. Decidir con rabia
encima me cuesta bastante. Respiro un poco. Lo mejor será pagarle con la misma
moneda. Es momento de voltear el juego a mi favor. Un pequeño error le dio el control
pero debo recuperarlo. Solo dejo ir presas si no despiertan suficiente mi interés, o si
rompen alguno de mis códigos.
Me giro hacia el chico de la barra, tiene un aspecto rudo. Puede ser mi última
jugada en el lugar, cuando ya haya agotado los recursos. Sí, me gusta el plan, el verá
mis fracasos y consolará mi pobre alma destrozada por hombres malos. Bien, tendré
comida asegurada por un tiempo. Lo miro con ojos de interés, le pido una bebida
elaborada para observar su espectáculo. Él se luce. Se acerca más a tratar de hablarme,
es discreto a pesar del barullo. Finjo mirar mi trago para ver de reojo al chico apuesto. Ya
se ha dado cuenta de que estoy ahí. Seguramente está preguntándose hace cuánto. Lo
suficiente para saber que eres un asco. Sigo hablando con el chico de la barra, comienza
a decirme cosas como que me ha visto un par de veces en el club y tonterías así. Le
respondo todo con una sonrisa inocente, es básico que él crea que soy una pobre niña
tonta; el otro debe verme confiada y altanera. Así debo hacerlos bailar a ambos a mi
ritmo.
Por fin tengo la cabeza fría. Veo todo claramente. Estoy tranquila. Puedo lidiar
incluso con más de una presa. Puedo preocuparme por mi alimento de los próximos dos
meses. Eso me permitirá callar mis pensamientos por un buen tiempo. Si ya tengo todo
planeado podre accionarme en automático, no necesitaré sentir ni pensar nada. Aunque
el odio siempre vive en mí. Me podré apagar por un tiempo. Eso me ayudará a descansar.
Solo falta quitarme el dolor de cabeza; no se irá hasta no haber asegurado ambas presas.

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Aun con mi cara de niña tonta se acerca el chico apuesto ¿Cómo rayos dijo que
se llamaba? bueno no importa, nunca recuerdo sus nombres. Volteo a verlo aún con mi
sonrisa tonta, la necesito para confundir su atención y no se percate de la mirada de
deseo dirigida al chico de la barra. En serio hablamos con los ojos, él entiende perfecto
el pacto: debe esperar. Yo debo hacer que llegue el momento. Con ese trato firmado
puedo concentrarme en la presa de esta noche. Ya veremos si mi gratitud llega a tanto
como para dejarlo vivir las dos semanas planeadas inicialmente.

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Indigestión y gula

Maldita sea la hora en que nací. Maldita hambre. Me atormenta tanto cuando cae la
noche. Normalmente no la siento cuando tengo una presa segura. Son las únicas
ocasiones en las que puedo dormir tranquila bajo la luz de la luna. Sin embargo estos
días fueron diferentes. Estoy ansiosa, además de la sensación molesta en mi estómago
el dinero se me está terminando. Los inútiles de estos últimos dos meses tenían apenas
nada en la cartera. El chico apuesto del club era un farsante. Gastaba todo su dinero en
ropa cara solo para aparentar. No me llevó a su casa ni una vez. Perdió la vida en un
hotel, los cuales prefería pagar a caer en la vergüenza de mostrarme su realidad. Yo lo
sabía pero fingía no hacerlo. Fue una pequeña manera de torturarlo. Lo hacía gastar más
y más dinero sabiendo sus carencias. Puse a prueba su voluntad de mantener sus
finanzas en secreto. Tuvo la oportunidad de ser honesto y acabar con eso, pero siempre
elegía llevar las cosas más lejos. Yo fui quien no tuvo paciencia. La verdad no me importa
dónde me los coma, pero fue una decepción abrir la cartera rota, que nunca abrió frente
a mí, y verla totalmente vacía. Imaginé que habría poco, pero no esperé no encontrar
absolutamente nada. Por lo general les robo el dinero y sus objetos valiosos, solo los
suyos, jamás toco algo que sea de sus padres. Esta vez solo pude traerme ceniceros y
jabones del hotel. Qué mal. No me molesta trabajar, el problema es controlar mi hambre.
En realidad el dinero me parece un problema fácil de solucionar, muy fácil. Lo
complicado es contenerme. “No cagues donde comes” fue una lección dura de aprender,
nunca cometí un error con esto pero a veces ha habido presas maravillosas totalmente
fuera de mi alcance. En algunas ocasiones incluso me vi forzada a cambiar de empleo
solo para poder saborear su deliciosa sangre, para bañarme en sus exquisitas tripas,
para quitarle a lengüetazos las manchas de humanidad a sus almas. Jamás me alimento
en lugares que quiero o debo frecuentar, es otro de mis códigos. Jamás elijo hombres
buenos, por supuesto, me he topado con muy pocos. Mi definición de buenos son
hombres que me causen lástima. Compadezco a mi padre humano, por lo cual el
sentimiento me repugna, prefiero no recordarlo, no me deja ni disfrutar del sexo ni de la
comida. A pesar de ello, estos meses Freud habría estado orgulloso de mí, busqué a
inútiles muy parecidos a mi padre, así de cobardes, así de mentirosos, así de falsos, así

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de manipuladores… así de incapaces. Basta de hablar de ello, odio pensar en ese tema.
Más me vale parar aquí o las consecuencias serán graves. Estoy tomando un baño
hirviente para relajarme, se supone. Si no freno mis pensamientos terminaré llevándome
yo solita a las garras de mi verdugo; o comiéndome a diez hombres en una noche.
Me parece más interesante recordar al chico interludio, lo llamé así porque fue un
pequeño bocado antes de la cena… así debió ser. La historia es verdaderamente
graciosa. Solo de pensarla estoy sonriendo. Cualquier persona diría que es una sonrisa
de verdad. Fui a hacerme un tatuaje, por cierto quedó horrendo, más adelante iré con
alguien más para arreglarlo, mi cuerpo no puede andar por ahí con esas manchas
inteligibles. Hice cita con el tatuador principal pero otro imbécil le pagó el doble para tener
mi cita. Entonces me atendió uno de sus aprendices. Al ser un estudio con muy buenas
referencias esperaba a un novato con algo de entrenamiento. Según yo unas letras no
serían algo complicado. Decidí no molestarme por la mala atención al cliente, tal vez todo
saldría bien… no fue así.
Después de pasar diez minutos en la sala de espera, el tatuador novato salió por
mí. No era feo, era algo gordo, aunque no lo suficiente como para descartarlo. Mi presa,
el chico apuesto, no estaba en su punto, fingía demasiado y trataba de adivinar a donde
quería llegar yo con la relación. Básicamente se enamoró de mí. Cuando hacen eso me
encanta. Cuando noté su enamoramiento mi sentimiento de gratitud se esfumó, ya no le
debía nada ¿Acaso hay mejor regalo que la ilusión del amor? Así pude decidir jugar a la
novela de las nueve con mi comida.
Adoro succionarlos en un momento de desborde cuando creen que en su pene
erecto tienen las llaves de mi corazón; y abriendo las piernas les hago creer que ahí está
la cerradura. Pero en ese momento no me “quería” lo suficiente, no para aumentar mi
diversión. Yo sabía que su sentimiento de amor era una ilusión producto de la proyección
de sus traumas, quién piensa que puede amar a alguien, cuando está mintiendo sobre
quién es… durante toda la vida. Claro, es justo lo que yo hago, para este punto ni yo sé
quién soy, me he ido adaptando a las circunstancias, simplemente me considero la mejor
actriz del mundo, la que no necesita ni fans ni cámaras para actuar, yo siempre estoy
actuando ¿En qué punto termina lo fingido y lo verdaderamente mío? Por lo menos no
los amo, no espero encontrar amor en nada de ellos y no me engaño a mí misma

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diciéndome que estoy enamorada. Tampoco estoy con ellos para compartirles mi vida,
tengo un objetivo muy claro. No hay nada complicado en mis intenciones. Eso tampoco
me afirma como una buena persona.
Ya he dicho que basta de eso. Vamos al punto: aun no creía sentirse
“perdidamente enamorado” de mí. Yo ya tenía hambre. El chico de la cocaína solo me
había empanzado con su grasa, pero funcionó por un tiempo. Este tampoco era ideal,
pero aún tenía planes a concretar con el apuesto. Entonces mientras me tatuaba él
comenzaba a halagar mi reluciente piel. Así es, mi piel es de un hermoso color arena,
blanca pero no tanto, nunca necesita ser bronceada ni aclarada, simplemente es perfecta.
Conozco bien ese atributo en mí y recibí de buena gana su elogio. Casi sin darnos cuenta
ya estábamos coqueteando. Antes de marcharme me dio su número de celular,
discretamente, guiñándome el ojo. Rechacé el papel. Lo sustituí por uno con mi número
garabateado. No iba a conseguir nada si no lograba hacerlo arder por dentro desde el
primer momento. Cuando posó su mano en mi espalda pude notar su emoción al sentir
el calor de mi cuerpo, él juraba que mi piel estaba encendida por el deseo. No tenía ni
idea de que siempre estoy hirviendo. No es información para divulgarse.
Circula la falsa creencia de que los seres salidos del averno somos gélidos, la
mayoría piensa eso. Tampoco saben la gran ventaja que me da la desinformación. Nunca
sospechan del negro de mis grandes ojos; nunca se les ocurre que mi sangre arde por
cargar el carbón encendido del infierno. Finalmente él capta muy rápido que yo no lo
buscaré. Con eso consigo una cita tan solo una hora después de haber salido de ahí.
Debí esperar una semana para verlo, el tatuaje horrible estaba sanando y lo más normal
es que lo hiciera en ese tiempo. Mi cuerpo solo necesitaba un par de días, pero no era
necesario hacérselo saber.
Me quede tranquila esa semana. Tenía dos presas seguras. Pude tirarme a
descansar. Estaba exhausta. Por supuesto, en esos días seguí trabajando al chico
apuesto, pero en este momento no quiero pensar en esa decepción. Lo hice durar un
mes para nada, su sabor resultó muy decepcionante.
Por fin después de una semana llegue al lugar acordado con el tatuador. Un bar
que según él me sorprendería. Antes me preguntó si ya había ido ahí, le mentí pues ya
había ido con otra presa hace tiempo. Ambos bebimos mucha cerveza. Me costó trabajo

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arrancarle palabras con significado. Después de un largo rato obtuve algo importante, no
daba información por ocultar algo concreto, pero logré dar con su mayor inseguridad. Así,
sabiendo eso ya sabía cómo lo torturaría antes de matarlo. Jamás me imaginé que habría
una forma aún más sencilla. En este mundo monótono donde nada cambia a veces hay
sorpresas. Tan solo un par de horas después se me acercó al oído para ofrecerme ir a
un lugar más privado. Sacó la cartera para pagar la cuenta. No traía mucho dinero, me
pareció magnífico, así seguro me llevaba a su casa en lugar de a un hotel. Me llevé una
gran sorpresa al descubrir que vivía justo enfrente de dónde maté a mi primera víctima,
cuando aún aprendía a cazar. Me quedé mirando unos segundos el hotel, ahí había
cometido tantos errores… aprendí muchísimo. Ese hotel era el símbolo de mi iniciación.
Gracias a ese lugar aprendí a alimentarme.
Sin decir nada me llevó hacia el interior de un edificio, uno horrible. Caminamos
entre pasillos oscuros. Esas lámparas rotas, ese olor a humedad, ese sonido del
descuido, me recordaron a… un lugar espantoso. Pero en realidad me sentía cómoda
con el ambiente, me sentía en un terreno temiblemente conocido. El ambiente me aportó
más ganas de salir de ahí lo más rápido posible.
El chico me hizo las cosas muy sencillas. Pasamos poco tiempo sentados en su
cama diciendo cosas que a ninguno de los dos nos interesaban. Pronto nuestras bocas
se encontraron y nos tumbamos en la cama. Me pidió ponerme en cuatro, yo acepté. Esa
posición garantizaba poner las cosas un poco más interesantes. Era un reto, me quitaba
acceso a la víctima. El asunto terminó bastante rápido, me metió dentro un pene diminuto
sin siquiera sacarse la camisa, trate de quitársela justo antes de girarme pero me insistió
que parara, me suplicó no hacerlo. Así con la camisa puesta metió y sacó su miembro.
En menos de cinco minutos el asunto había acabado. Yo estaba impactada. Me giré, lo
miré a los ojos. De mi garganta salió una risa gutural. No podía creerlo. Sí, era una presa
para conformarme pero en serio que era patético. Descubrí la raíz de sus inseguridades:
gordo, malo para llevar su profesión, incapaz de organizar su dinero para tener algo más
que un colchón de segunda, con muy poco aseo personal, ridículamente malo en la cama
y un miembro microscópico. De verdad, le hacía un favor matándolo esa noche.
No me agradó la idea de hacerle un favor a una presa. Inspiré un momento
pensando si sería mejor salirme riendo de ahí, entonces mi estómago me recordó que

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eso no era posible. Sentí un gran vacío en mi interior… no tuve opción. Me le lance al
cuello muriéndome de la risa. Le saque la mitad de la sangre sin dejar de reírme. Decidí
arrancarle la vergüenza que llevaba entre las piernas, se lo puse delante mientras me
reía y lo engullí de un solo bocado. Con una sola garra abrí su abdomen gordo y flácido.
Hice a un lado toda la grasa, para nada la quería. Todo esto lo hacía sin ocultar mi risa.
Comí a carcajadas, casi ahogándome con sus órganos. Debo admitir que estuvo a la
altura: grito muy poco, no se resistió nada y pasó sus últimos momentos derramando
lágrimas silenciosas. Cuando me terminé su sangre me di un festín con su médula. Le
rompí el cuello dejando expuesta la columna, lo suficiente para poder absorber ese
delicioso líquido nutritivo. No siempre me lo como. Trato de dejarlo para días especiales
o para momentos desesperados. El sabor de algo así de delicioso en exceso puede
volverse muy amargo.
Justo en los últimos bocados me di cuenta de su cabeza, estaba frente a mí,
viéndome con esos ojitos tristes. Los últimos tragos de su médula se supieron a
compasión. Lance su cuerpo con furia. Patee su cabeza, pero no me hizo sentir mejor.
Agarre mi bolso para salir de ahí tan rápido como pudiera. Ya estaba en la puerta cuando
me di cuenta que estaba desnuda. Regresé a cambiarme, me lavé un poco la cara para
poder tomar un taxi, no estaba de humor para caminar. No había nada para robar en esa
horrible casa. Los restos de su cartera fueron suficientes para el taxi, por lo menos.
Trate de calmarme pensando en el chico apuesto, esperando por mí. Me
comuniqué con él esa noche y decidí no esperar mucho más. Aceleraría las cosas.
Tampoco fue la mejor decisión. Un tropiezo tras otro.
Sólo deje pasar dos semanas más… tampoco logré saciarme. Tal vez si hubiera
esperado un poco más…
Hoy fue la desgracia del chico apuesto. Lo sé, estoy pensando en ello como si
hubiera pasado hace días. Pero es porque realmente me gustaría que fuera así. Me río
del chico interludio por la maldita lástima que me dieron sus ojos de cachorrito. Me
persigue su asquerosa cara arrancada de su cuerpo. Ahora esta perra hambre amenaza
mi seguridad. Tal vez me indigesté. Eso significaría… no quiero ni pensarlo, no tengo
ganas de lidiar con él ¿Cuándo tengo ganas de lidiar con él? Pero debo de concentrarme
en lo más inmediato. Si no me calmo pasaré los próximos días… peor, sufriré en las

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próximas noches. Mi tiempo podría estancarse a la par de mi estómago. Mi corazón
podría detenerse por completo y mi sangre dejaría de circular. Entonces perdería mi poca
humanidad restante, no me sirve de nada pero me aferro a ella, lo hago sin ninguna razón
en particular. Ojalá no tuviera ni idea de lo que sucede con eso. Desgraciadamente, lo he
vivido varias veces. Ahora soy capaz de sentir el aura del comienzo. Necesito darle vuelta
a la situación. Además, ha comenzado a hacer frío, hay un viento gélido afuera. No podré
hacer nada si entra. Comenzará a llover pronto. Debo entrar en calor ¡YA!
Por eso ahora estoy metida en la bañera, con agua hirviendo. Trato de
tranquilizarme, de reírme de los hechos. Ahora, gracias a ambos, no solo tengo hambre
sino que también tengo el estómago revuelto. Corte ligeramente mis brazos para pintar
un poco el agua de la tina con mi sangre, espero calmarme con eso. Trato de hacer
digestión apropiadamente. Pero si no logro controlar la situación terminaré arrastrándome
a un día de esos… un mal día. Estoy maldita y esos días siempre llegan, trabajo muy
duro para retrasarlos lo más posible, pero siempre llegan. El recibo a pagar siempre llega
y no perdona la deuda. Pero esto no tiene fecha, entra sin avisar por la puerta trasera, se
cuela como la humedad. Espero poder detenerlo a tiempo.

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La amenaza del insomnio

Excelente, ha llegado uno de los buenos días. La cabeza me da vueltas. No he logrado


conciliar el sueño. Si mis pesadillas no duermen, yo tampoco. No se puede salir todos los
días, a veces el mundo se detiene. A veces la algarabía escasea, la gente se queda en
sus casas. A veces me estanco, se estanca mi estómago y el tiempo se queda a mi lado,
sin mover ni un dedo. Es parte de mi castigo. Hay días que no importa cuánto busque,
resulta una pérdida de tiempo encontrar a una presa. A veces me debo quedar con
hambre.
Hoy es un día de esos. Los detesto. Ojalá fuera solo uno, pero hasta ahora se han
apelmazado tres días… creo. No ha parado de llover, está helando allá afuera. Intente
salir ayer pero no había casi nadie en la calle y el frío me atrapó, no he podido
deshacerme de él. Ahora mismo estoy bajo no sé cuántas cobijas. Ayer las bajas
temperaturas casi me consumen; hoy no son más soportables. Nada se mueve. Es de
esos días que me recuerdan que no puedo dejar de moverme, no si quiero vivir.
Debo darme noticias muy tristes, si quiero soportar hasta ver avanzar al reloj de
nuevo: Esta noche no me salvará nadie. Tengo largo rato esperando a un héroe. En mi
desesperación, por no dejar de moverme, camino como un fantasma del cuarto a la
puerta, de la puerta al pasillo, del pasillo al baño. He mirado el balcón y cada una de las
ventanas. He tomado en secreto un teléfono que encontré fuera de uno de los cuartos,
ya no recuerdo de quién es. Lo he tomado con mucho cuidado, no quiero hacer ruido.
Estoy preparada para hablar muy bajo cuando me contesten… pero nadie responde.
Me pregunto si están bien, si les paso algo ¿Las habrá alcanzado a ellas? La noche
se ha quedado quieta esperando conmigo. Creo ver pasar un coche ¿Si era eso? Se ha
ido de largo. No es el de ellas. Trato de ver la televisión pero solo hay estática. Trato de
buscar algo para aplacar un poco el hambre… pero no hay nada aquí, nada consumible.
Incluso he buscado en la nevera, me importa poco comer carne de vaca, pero está vacía
¿Qué esperaba? Me quedo atenta a la puerta, tal vez logren regresar pronto. Aunque
debo repetirme: esta noche no van a llegar. Nadie viene aquí. Nada se mueve aquí. Nadie
me escucha aquí. Espero tampoco ser escuchada por él. Esta noche se está volviendo
un tobogán interminable y se dirige al vacío ¿No va a llevarme a ninguna parte? o ¿va a

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llevarme a donde no quiero ir? No hay escape, solo queda soportar. Detesto estas
noches.
Me levanto de nuevo. Aun no parece haber avanzado el tiempo. Tengo frío. No
siento las piernas, ni los brazos. No distingo qué es arriba de qué es abajo. Todo está tan
oscuro, esta oscuridad es tan densa. Me duele la cabeza. Siento algo húmedo recorriendo
mi frente, huele a sangre. Siento la herida… no, siento muchas más, cientos de ellas
recorriendo mi cuerpo ¿Cómo lucharé contra un adversario que no veo? No importa
cuánto afile mis garras o mis colmillos, siempre me convierte en presa ¿Cómo voy a
distinguir de dónde viene si ni siquiera distingo dónde está el suelo? ¿Cómo lo escucho
si el silencio lo inunda todo? ¿Cómo lo palpo sin acercarme a él? ¿Cómo voy a
reconocerlo en esta oscuridad? Además, tocarlo significaría que está justo frente a mí…
y, entonces, ya estaría muerta. Él quiere arrebatarme mi existencia. A veces logra que
quiera desaparecer; otras sigo respirando solo para molestarlo. Pero hoy no quiero morir
¿Hoy? No sé si es hoy, mañana o ayer pero quiero seguir viviendo, quiero tener la
oportunidad para salir de aquí. Solo quiero dar una bocanada más de aire, quiero sentir
un latido más de mi corazón, quiero un momento más a solas con mi mente.
Me quedo muy quieta. Como si no fuera suficiente me tortura con ligeros susurros
que parecen venir de todas partes. Si aguzo el oído parecen venir de lo profundo de mi
estómago. Me cuenta la historia que ya no quiero escuchar, estoy harta de saber de ella.
La historia de la noche cuando me convertí en bestia. Tengo vagos recuerdos mi madre,
por ello la he aceptado como tal. Uno de ellos es muy particular y confuso, a ella le pasó
algo, se transformó en algo que no comprendo. También recuerdo un poco a mis
hermanas. Físicamente siguen pareciendo ellas, pero en su interior vive algo diferente,
algo fuera de su control. El susurro me recuerda que esa ya no es mi verdadera familia…
solo es su cascaron. Esas ya no son sus almas. También me dice que debo vivir con
ellas, torturarme con su imagen, verlas vacías y tristes.
Él las atormenta, pero ellas ni siquiera se acuerdan. Es mi obligación verlo todo; y
negarlo al mismo tiempo. Revive cuando vi a ese demonio a los pies de mi cama y… no
tuve otra opción. Lo seguí para sobrevivir. No estaba segura de si volvería; volví, pero ya
no era la misma. Ya no sabía dónde estaba. Se sintió como quedarme dormida hasta que
la desesperación por tomar aire me embargó y luche con todas mis fuerzas para lograrlo.

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Al despertar ya estaba aquí, afuera de esta misma casa, con este cuerpo, con esta cara.
Si ves mis fotos de la infancia parezco otra persona. En ese momento desconocí todo mi
entorno, no sabía nada del día, de la hora o de dónde estaba. Entonces esa mujer salió,
me vio sumamente confundida y me llevó dentro de la casa. Estaba haciendo frío, me
calaba en los huesos. Una vez adentro me veía muy alterada, la mujer me preguntó qué
me pasaba y yo le conteste con otra pregunta: “¿Quién eres?” Se molestó muchísimo,
me dijo que dejara de bromear pues ella era mi madre y le debía aunque fuera un poco
de respeto. Me pidió subir a escoger algo de ropa para una fiesta y al bajar me sentó a la
mesa, me sirvió un poco de sopa afirmando que era mi favorita. La tragué a duras penas.
No paré de vomitar durante tres días. Días después, cuando ya estaba famélica, averigüe
sobre mi particular alimento. Lo descubrí, yo era algo más, necesitaba algo más. A veces
parecen ignorar mi naturaleza; otras veces parecen saber perfectamente mi secreto.
Meses después dejaron de invitarme a la mesa. Ellas rara vez nos reuníamos ahí, cuando
lo hacíamos ya no me ofrecían comida. Así es el universo, cuando algo entra en órbita
no se detiene hasta colisionar. Aquí, en mi mundo, no hay paraderos. Todo se basa en
seguir adelante, en ser más rápida, en ganarle a él.
Ya no puedo más, en días como hoy no me quedan más opciones. Comeré mi
propia herida y lacerada carne. Ahora me veré obligada a quedarme encerrada más
tiempo ¿A quién podría cazar con el cuerpo maltrecho? Seré muy cuidadosa, debo evitar
las venas y arterias principales. Puedo prescindir de un poco de sangre, de carne de aquí
y de allá pero no debo exagerar o podría llegar a algún órgano. La cena está lista. Yo soy
mi plato favorito, podría volverme loca con mi sabor. Si me salgo de control solo le
facilitaría las cosas a él, eso me motiva a no dejarme llevar. Me las arreglaré para salir
viva de esta… una vez más.

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Resaca de una noche sin alcohol

No lo parece, pero aún tengo una pizca de esperanza. No dejo que nadie lo sepa pero
vivo atormentada por dos fuerzas enemigas; a veces, aliadas: por un lado la impotencia;
por el otro, la esperanza. Vivo a la espera ¿De qué? No tengo idea. Pero siempre estoy
esperando. Odio esperar, soy muy impaciente. Pero así vivo, no conozco otra manera de
hacerlo y me sigo aferrando a seguir así.
Mi mamá me ha cortado los pensamientos, ha levantado las cobijas y ha dejado
entrar de lleno el sol. Fue reconfortante ver la luz. Ya ha dejado de llover. Me gusta la
lluvia pero no cuando me moja por dentro. Sale apurada diciéndome que me esperan a
la mesa ¿Qué querrán? No las veo desde hace días. Ya no recuerdo ni cuántos han sido
¿Dónde se habían metido? No importa, tengo un verdadero problema, me he de ver
terrible. Me acerco al espejo. Diablos, me veo mucho peor de lo esperado. Mi vientre está
tan hinchado que parezco tener ocho meses de embarazo. Tengo las manos echas polvo,
sobrepasé algunos límites comiendo mi carne. Además tengo todas las heridas
provocadas por él, por lo menos están en lugares sencillos de tapar. El dolor en los dedos
me está matando. No puede ser… en mi maldito letargo me abrí un gran tajo en la cabeza
¿Cómo voy a tapar eso? Soy terrible para acomodarme el cabello de formas diferentes,
ahora necesitaré un poco de creatividad, la cual no tengo, ¡Carajo! Los dedos, ¿Cómo
voy a peinarme así? apenas puedo moverlos. Me destroce dos pantorrillas y no estoy
segura si bebí mi sangre directo de la parte trasera de la rodilla… sí, sí lo hice, ahí están
las marcas. Por favor, que mi madre no me mande llamar para un evento. Mínimo espero
tener unos días de ventaja.
Escucho un grito, viene desde la cocina, de seguro me están esperando. Me pongo
un pantalón deportivo y una sudadera, me ayudarán a esconder las manos, de pasó la
capucha me servirá para taparme. Por pura suerte no me arranqué un ojo. No llegue a
tanto pero por alguna razón tengo uno inyectado en sangre, me pondré lente ¡No puede
ser! también me arranqué un pedazo de labio, genial. Ni debería preocuparme, ellas
apenas me miran. Bueno… la esperanza muere al último.
Con todo el dolor encima camino hacía la cocina, debo bajar las escaleras, será
un reto. Bajaré lentamente, como si estuviera cansada. Aquí estoy, frente a las escaleras.

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Respira, no te alborotes, tú puedes bajar. Lo logré. Al despegar la vista del suelo las veo
a todas sentadas a la mesa. Desde aquí no alcanzo a distinguir qué comen. Tienen un
plato preparado para mí, lo comeré hasta de buena gana, estoy destrozada pero con el
estómago lleno. En este momento no me molesta tanto la comida común. Tomo asiento.
Ninguna despega la vista del plato. Son hermosas, excepcionalmente hermosas, la
verdad no creo estar a la altura de ninguna. Aun así destaco a dónde vaya. En este
momento no me ayuda nada pensar en eso, pero me duele tanto que me gusta. Me alegra
tener un nuevo cuerpo, este ya no se parece en nada al otro. Me alegra haber cambiado
tanto cuando volví del abismo ¿O me quedé ahí? Era horrenda, en las escuelas tenía
apodos horrendos. Ahora no soy de mal ver, por supuesto, conlleva algo de esfuerzo y
buen gusto. Quien me viera en este momento se cambiaría de acera. Parezco una
drogadicta después de haber peleado contra alguien y haber perdido. En efecto, pelee y
perdí. Maldita sea me veo horrenda, más horrenda de lo normal. Debí dejarme morir.
Detengo mis pensamientos en seco. No me dirigen la mirada pero mi madre
comienza a hablar.

- Estuviste encerrada por días en tu cuarto. Estás atrasada con las tareas de la
casa.
- Lo sé mamá- le contesto mientras las repaso una a una.- lo siento, no me sentía
muy bien. Tuve fiebre.
- Bueno, no es novedad, siempre estás ardiendo ¿Crees que necesites ir con un
médico? – Ella no se inmuta si quiera, no levanta la vista, no cambia de expresión,
su voz permanece en el mismo tono.
- No es necesario, gracias. Ya estoy bien, me siento mejor hoy.
- Mamá – la mediana toma la palabra.- dile que debe ser más responsable y que no
sea tan grosera, mira nada más cómo te está contestando.
- Pero no he contestado de ninguna manera.- de verdad que ni siquiera había
alterado mi tono, además ¿Por qué no me lo dice a mí? Estoy sentada justo frente
a ella ¿En serio, soy totalmente invisible?- mamá te estoy diciendo que estoy bien.
Cumpliré con mis obligaciones hoy, no fue mi intención quedarme en cama tanto
tiempo.

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- ¡No le hables así a mi mamá!- La mayor ha soltado un alarido tan fuerte que casi
me revienta un tímpano.- ¡Chiquilla grosera! ¡Ve a hacer lo que te dijo mi mamá!
- Sí ya voy.- Me giro hacia mi mamá- ¿Es todo?
- No, prepárate, mañana hay una comida con la familia. Aun veremos si vendrán a
la casa o será en otro lugar. Si llega a ser aquí no te quiero encerrada en tu cuarto
y quiero verte presentable. Tus faldas cortas me las dejas en el closet, ponte algo
decente.
- Mamá ni siquiera tendrías por que pedirle eso, ya debería saber cómo debe
comportarse.- arremetió la de en medio.
- ¿Qué haces todavía sentada aquí? Vete de una vez a hacer tus tareas.- me grita
la mayor.
- Ya déjenla en paz, ya me encargaré yo de ella, parecen sus madrastras.- les
reprocha mi madre.
- Pero mírala mamá, ve los ojos que pone, las caras que hace, te está hablando
horrible…

Las quejas siguen y siguen, se alzan como muros por toda la casa. No importa a dónde
me vaya, sigo escuchándolos. Me duele tanto. Estoy furiosa, pero no puedo estar furiosa
con ellas demasiado tiempo. Ahora mismo siento como si las odiara. Pero algo dentro de
mí me recuerda: “no son ellas”, esas que gritan no son mis hermanas. No tengo razones
para quejarme. No tengo mil tareas de la casa. Tenemos personal encargado de la
limpieza y cada una consigue su alimento. Ahora que lo pienso no probé ni un bocado de
la comida, lástima, estaba tan dispuesta a hacerlo. A pesar de la ayuda extra hay tareas
para conservar en buen estado la casa todos los días. Mi deber es lavar platos,
irónicamente, yo solo utilizo vasos para beber agua. Así es, los demonios bebemos agua,
muchísima agua. Bebo cerca de 5 litros al día. Cuando el calor dentro de mí es muy
intenso mastico algunos hielos. También me encargo del jardín y disfruto hacerlo. Me
mantiene ocupada, es un trabajo arduo pero ocasional. Ahora mismo está hecho un
desastre, me las veré difícil para arreglarlo, me tomará mucho tiempo con estas manos.
Lo único que detesto de arreglar el jardín es tener demasiado tiempo para pensar.
Si la casa estuviera sola subiría a mi cuarto a poner la música a todo volumen para
alcanzar a escucharla hasta acá. Pero hoy no estoy sola, se armaría una guerra si se me

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ocurre hacer algo así. Mis hermanas critican todas mis acciones y gustos. Nada para
ellas es suficientemente bueno. Solo me dirigen la palabra para pedirme o reclamarme
algo. No sé nada de ellas. No recuerdo un día en el que se hayan sentado conmigo a
charlar. En realidad no las conozco. A veces me hablan de sus novios, la mediana lo
hace, pero solo cuando está sumamente desesperada y deprimida por algún desprecio
de su novio en turno. Solo en esos momentos tengo contacto con ella. Ambas somos
altamente explosivas, casi cualquier otro tipo de contacto termina con una pelea muy
sangrienta. Solo nos hablamos lo indispensable. La mayor ni siquiera voltea a verme
nunca. He intentado hablarme pero cuando lo hago ella mira a otra parte, después me
pregunta algo sin ninguna relación con lo que le estoy diciendo. No nos hablamos ni lo
indispensable. Ni siquiera nos damos los buenos días, ni las buenas noches al toparnos
en los pasillos. De ella en particular no sé nada, solo lo que escucho detrás de las puertas
o lo que otros me cuentan. No puedo recordar una conversación de más de diez minutos
con ella y casi todas esas conversaciones terminaron en una pelea. Es la más hermosa
de las tres, ella sabe eso y siempre está muy ocupada cuidando su imagen. Sus presas
son diferentes, ellas no se los comen al menos no hasta donde yo sé. Ellas buscan a
quienes les proporcionen estatus y riquezas. Al menos eso parece desde mi perspectiva.
Más vale no confiar mucho en mi visión limitada.
Si yo soy buena para esconderme y disfrazarme, ellas son maestras. Muchos de
los trucos que uso los aprendí de ellas. Un grito a la vez, ambas me enseñaron a fingir
perfectamente delante de los demás. También aprendí a distinguir cuándo y con quiénes
cambiar la actuación. Aprendí a seguir las mentiras. Todas somos cómplices. Tenemos
un pacto jamás pronunciado, volvimos de la oscuridad con él. Cuando una le pide a otra
que la cubra, tiene la obligación de hacer todo lo posible por hacerlo. Sabemos algunas
de nuestras mentiras, pero también mentimos entre nosotras. Ser esclavas del disfraz
implica no tener descanso.
Jamás me preguntan nada. Es conveniente, así nunca explico cosas obvias, tal
vez las noten… jamás se cuestionan por qué llego con la ropa o la cara ensangrentada,
por qué nunca como, por qué casi siempre duermo de día o por qué tengo el cuerpo
cubierto de golpes y cicatrices. Jamás me he visto en la necesidad de dar explicación de
esto o de ninguna otra cosa. Solo me cuestionan cuando algo les afecta y muy poco de

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mi vida les afecta. Para ellas soy como un mueble más, alguien con quien comparten la
casa. Si necesitan algo mío lo toman y punto, jamás me piden nada, a veces incluso
arruinan mis cosas con tal de no hacerlo con las suyas. Hace un par de semanas llenaron
mi cama de tinte para cabello de color rojo. Decidieron teñir su cabello en mi cama para
no correr el peligro de manchar las suyas. Lo sabían, sería un desastre y el mejor lugar
para contenerlo era mi habitación. Tampoco se toman la molestia de conocerme un
poco… aunque no hay mucho por conocer.
No me gusta pensar en ellas. Me despiertan un sentimiento muy parecido a la
lástima, no sé describirlo, se siente como un vacío en mi estómago y eso me provoca
mucha hambre. No estoy en condiciones de empeorar, en este momento me encuentro
justo al borde del abismo. Me alegra tener algo más para preocuparme, debo prepararme
para el evento familiar. Debo concentrar toda mi fuerza para recuperarme lo más posible
de aquí a mañana. Si termino rápido el jardín podré irme a recostar para desaparecer las
heridas más visibles. Principalmente necesito deshacerme de la herida en la cabeza y la
cara. Para las manos me haré un tratamiento antes de recostarme, no cerrará por
completo las heridas pero ayudara a darles un mejor aspecto. Nadie debe sospechar
nada. Aquí nunca pasa nada y así se debe seguir aparentando para todos. Nadie debe
saber, o si quiera sospechar, que somos impostoras.
Mi madre ha notado las heridas, la descubrí viéndome las manos. No me
preguntará nada, si tengo un poco de suerte, de todos modos cualquier excusa bastará,
no hay razones para preocuparse. Me intimida, cuesta mucho leer sus expresiones.
Desde mi llegada ella siempre tiene una cara seria, imposible de descifrar. Jamás
tenemos contacto físico, solo hablo con ella de vez en cuando. Definitivamente es con
quien tengo más contacto en todo el mundo. Aun así hay una gran barrera entre nosotras.
En ocasiones pienso que me teme, a veces manda a otras personas a preguntarme
cosas. Parece hacer todo de manera indirecta, como si no quisiera acercárseme. A veces
me rescata de mis pesadillas. Con solo entrar por la puerta tiene el poder de hacer
avanzar al tiempo de nuevo. Es un gran misterio para mí, una contradicción en mi vida.
He intentado romperme la cabeza entendiendo sus movimientos, sus pensamientos, sus
sentimientos, pero me es imposible. Ella es la madre y se nota. Su energía arrasa con
potencia en cualquier lugar. Tampoco sé mucho de a dónde va, a veces simplemente no

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está y es imposible dar con ella. Es el misterio principal de la casa. A veces la escucho
cómo se escabulle de noche, me pregunto si también sale a comer. Me pregunto si ella
y yo somos parecidas. Sólo sé que fue ella quien nos guio para salir de la oscuridad, nos
arrastramos a su lado, seguimos sus indicaciones, sufrimos y padecimos con ella. Pero
ahora la culpamos. Quien nos arrastró a ese lugar solo se nos acerca a lastimarnos, no
podemos tocarlo, ni siquiera odiarlo. Entonces dirigimos todos esos sentimientos hacia
nuestra madre porque ella está aquí, tan rota como nosotras, pero cargando con la
responsabilidad de todo.

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Salir ilesa significa no haber peleado

Así como es sencillo conseguir a mis presas, también fue sencillo aceptar dentro de mí a
la bestia. Nadie debe saber a ciencia cierta qué soy, nadie debe enterarse de mi
naturaleza. El hambre es mi secreto mejor guardado. Me resistí a ella por un largo tiempo.
Después de despertar y darme cuenta de mi poca tolerancia al alimento humano no
estaba muy segura de cómo sustentarme. Solo escuchaba a mi estómago exigirme, pero
al principio no apareció ningún instinto concreto. En un inicio deje escapar cerca de diez
presas vivas y la primera me hizo salir herida de muerte, las siguientes nueve no se fueron
ilesas.
Fue una noche, mientras estaba simplemente sentada en la calle, tratando de no
morir de hambre. Lo vi a unos pasos de mí, con otros amigos suyos. Mi primer error fue
haber notado al que más me gustaba, todos habrían sido una buena presa, pero a él lo
quería para conservarlo, por ello fue una tontería fijarme en él. Me gustó tanto… solo
podía pensar en el sabor dulce de su sangre corriendo por sus venas. Su olor era
magnifico. El estómago me rugió más fuerte. No tenía idea de cómo acercarme a él. Para
ser honesta no recuerdo cómo lo hice, no me atreví a hacerlo de inmediato. Solo recuerdo
que fue en fiesta, a la cual fui invitada por mi prima, quien es mayor. Ahí comenzó mi vida
nocturna. Antes de eso solo me quedaba en la cochera viendo la noche o vagaba por
calles cercanas a mi casa. Estaba maravillada por el movimiento, la música, la vida
sacudiéndose de noche. Me hizo ver que no todo en el mundo se detenía cuando el sol
caía. Ahí probé el alcohol, fue maravilloso, me ayudó muchísimo a controlar mis impulsos,
a pensar claramente. Después de varios vasos de licor podía sentir cómo el hambre era
clara, cómo clamaba por sangre, pero aún no sabía conseguirla. Esa noche no hable con
él. Lo mire de lejos, yo estaba apartada en una esquina. Se me acercó otro chico. No
pude pensar demasiado, tenía la mente clara gracias al alcohol pero aun así tenía tanta,
tanta hambre…
En cosa de nada ya estábamos acostados en una cama besándonos, no me sentí
nada cómoda, sin embargo me deje llevar por la desesperación de comer. Busqué
desesperada el sitio y el momento para morderlo, solo un poco, solo quería un bocado.
Hasta parecía un juego lleno de sensualidad, él besándome, yo buscando como probarlo.

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Pasaron casi dos horas, no conseguí nada. Necesitaba llegar más lejos y lo sabía, pero
no estaba lista, no tenía idea de cómo hacerlo. Cuando presionaba un poco él gemía,
haciéndome retroceder cada vez. Además tenía miedo de arrancar un pedazo completo,
no conocía el placer de masticar la carne. Completamente confundida bajé a beber un
poco más de alcohol. Seguía viendo de lejos al chico que me gustaba. Así fue la rutina:
yo buscaba a alguien con quien aplacar mi hambre, fracasaba y regresaba a alguna
sombra a ver con ojos cada vez más desesperado a aquel muchacho.
Finalmente un día no tuvo opción, yo era su única alternativa, entonces se me
acercó. Hablamos realmente poco, no recuerdo ni una conversación con él, yo no tenía
mucho para contar y estoy segura que a él no le interesaban mis palabras. Terminamos
recostados en un sillón, con una fiesta ardiendo a nuestro alrededor, besándonos
frenéticamente. Tenía tantas ganas de oler de cerca su sangre, me regodeaba en el
deseo de probarlo. No era ambiciosa solo quería una probadita. No encontré momento
para hacerlo, simplemente no me atrevía a hacerlo. Me llenaba de éxtasis la idea de
beber su sangre pero no podía romper su piel, la veía casi resplandeciente, era hermosa,
cómo iba a profanarla con mis colmillos manchados por una maldición. Deje correr el
tiempo entre mis dedos, soporte a sus amigos burlándose de mí, repitiendo que yo tenía
algo sombrío y temible en mi manera de ser, pero tratando de tocarme cuando me
encontraba sola en la noche. Ahí cree otro código, jamás tocaría al hombre de una amiga.
Claro, la regla nació gracias a la calentura del novio de mi prima, quien se aprovechó de
verme tendida en el suelo, creyéndome dormida metió su mano dentro de mi pantalón.
Pero vaya susto el que le di cuando me gire hacía él. Lo miré con un odio.
Tiempo después, cuando ya me había acostumbrado a besarlo por horas, cuando
ya sabía que solo me haría caso cuando no tuviera otra opción, cuando él ya sabía
perfectamente que, en caso de fracasar en sus conquistas, no necesitaba quedarse con
las ganas gracias a mí. Pero yo era casi una niña, no podía llegar tan lejos como quería.
Lo decidió un día, era el momento de avanzar. En una fiesta donde su novia en
turno no estaba, o eso creíamos. Vale la pena aclararlo: durante los meses de nuestra
“aventura” él tuvo entre tres y cuatro novias, no recuerdo la cantidad con exactitud. Esa
ocasión su cuerpo ardía en hormonas adolescentes, me llevó poco a poco a su cuarto,
cerró la puerta tras él, me recostó suavemente en la cama, se colocó encima de mí y me

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apretó contra él. Todo iba como de costumbre, hasta que metió la mano dentro de mi
blusa… algo no iba bien. Mis instintos se activaron. Fue una oleada confusa, algo de
excitación y… qué era lo otro ¿Incomodidad? Eran nauseas, definitivamente. Conforme
su mano avanzaba por mi torso se iba convirtiendo en algo frío y duro, cada vez era más
parecido a… cuando llegó a mis senos lo supe, era una maldita garra, apretó uno de ellos
hasta hacerlo sangrar, creí que iba a arrancarlo. Por mi cuerpo corrió una chispa de
electricidad, me sentí tan viva. Me percate del cadáver putrefacto en el que me había
convertido. Ahí me sentí diferente, mi sangre salía a borbotones recordándome esa vida
latente en mí, aún había algo debajo de mi muralla de piedra. Escuche de nuevo la música
de mis latidos, sentí la sangre golpearme con fuerza en cada arteria, el oxígeno entro
desesperado a mi sistema.
Bailé con él, con mi depredador, quien lo iba a pensar, yo no era el único monstruo
allá afuera, no era lo único rondando en la oscuridad. Se sintió tan bien encontrarme con
un igual. Saqué las garras, mi zarpazo le dio de lleno en la cara, me soltó el seno justo
antes de quedarme sin él. No iba a regalárselo, mis senos son tan hermosos… Me dio el
tiempo para tumbarme sobre él, someterlo con la parte más fuerte de mi cuerpo: mis
piernas. Lo puse debajo de mí, tomé el control de la situación. Dejé brotar mis colmillos,
estaba lista para arrancarle el cuello, su hermosa piel valía un carajo, era tan falsa como
la mía. Soy una hija de la noche, la oscuridad me había devorado y escupido, soy un
monstruo, soy la depredadora en la oscuridad, no podía ser tan patética como para temer
lo oculto entre las sombras. Yo era a quien debían temer. Cuando se apagan las luces
debían ser ellos quienes se cuidaran las espaldas.
Su sangre, necesitaba beberla, deseaba lamer cada gota, vaciar todo su cuerpo,
no dejaría ni un rastro. Pero él también era una bestia, no se dejaría morir. Además, no
tuve en cuenta algo: seguramente tenía mucho más tiempo cazando. Tal vez fui su
presa… sí, era su presa. Al inicio puso una linda cara de sorpresa, falsa por cierto, luego
sonrió. Cuando mis colmillos ya estaban por tocarlo sentí como me mordía con una fuerza
tremenda. Me lancé hacia atrás, me pude zafar pero solo dejándole un buen pedazo de
mi hombro y mi espalda. Dolía tremendamente… se sentía tan bien. El dolor era cien
veces mejor que el alcohol. Me revitalicé por completo. Me lancé de nuevo hacía él sin
miedo a nada, rugiendo desde lo profundo de mi pecho. Quería comerlo, lo deseaba más

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que a nada en el mundo. Dando zarpazos por aquí, dentelladas por allá, lo sometí. Logre
probar un poco de su carne, su deliciosa carne. Sentí cómo se me dilataban las pupilas
del éxtasis. Necesitaba más, mucho más. Pero él tenía algo que a mí me faltaba: técnica.
Yo peleaba sin control, era muy tosca. Él me permitió darle varios golpes solo para hacer
una maniobra que me dejo en el suelo, desangrándome. Sentí como arrancaba de mí un
bocado y otro. Entonces, escuché la puerta abrirse. Nunca supe quién fue. Desperté en
el suelo. No sé cuánto tiempo había pasado, no mucho según yo, aún era de noche, la
fiesta aún continuaba afuera.
Salí de la habitación, él no estaba por ninguna parte. Estaba a punto de irme
cuando una chica me llamó por mi nombre, me pidió tomar un trago con ella. Volví sobre
mis pasos. Entre las dos bebimos una botella entera de vodka. A la mañana siguiente
desperté abrazada de la chica, quien resultó ser la novia, o ex novia, del chico. Me separé
de ella con mucho trabajo, nuestros brazos eran como ventosas, estábamos en medio
del patio. Ella hermosa y reluciente; yo con la ropa hecha girones y completamente
manchada de sangre. Cuando me levante para irme su mirada se me clavó en la espalda:

- ¿A dónde vas?- Me preguntó un poco preocupada.


- Debo ir al hospital.
- Esas heridas pintan muy mal. ¿Qué vas a decirles? ¿Cómo explicarás lo que te
pasó?- No había pensado en ello.
- Me las arreglaré.- Contesté altanera.

Tomé mi chaqueta. Comencé a andar hacía el hospital más cercano. Reflexioné sobre
las palabras de la chica. Reflexioné mucho, casi hasta estar en la puerta del hospital.
Pero me di cuenta, tenía razón, no había explicación para seguir viva después de
tremenda paliza. Así, sangrando aún, me dirigí a mi casa. Al llegar me hundí en la bañera.
Limpié profundamente las heridas. Dormí siete días completos. Agonicé. Me encontré de
nuevo con mi principal agresor, con satanás. Me dejó tranquila porque ya estaba hecha
añicos. Se regodeó con mi dolor y me hizo padecer cada segundo. Pagué por cada célula
restaurada. Yo había perdido. Ni siquiera había podido comer. Moría de hambre. Moría
de dolor. Pero descubrí mi extraordinaria capacidad para sanar, mucho más rápido que

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un humano. A lo siete días mis heridas eran hermosas marcas rosadas. Ahora cargo con
una cicatriz en el cuello, jamás se borró.
Debía hacerme hábil. Si quería comer debía aprender a proveerme. Ser salvaje y
lanzarme a zarpazos no iba a ser suficiente. Esperar hasta morir de hambre tampoco era
una solución. Seguí frecuentando a ese grupo de personas, era la única manera de
conocer el mundo de la noche, socialmente yo aún era menor de edad. Los observé en
silencio. Los miré de lejos, calculé los movimientos de cada hombre que se topaba
conmigo. Aprendí los patrones de varios tipos diferentes. Me alimenté de mi propia carne
en ese tiempo, lo hacía moderadamente, solo lo suficiente para no morir, solo lo suficiente
para no destruirme por completo. Me quedé en las sombras esperando a la presa
perfecta. Aprendí sobre el sigilo y las mentiras, muchas, muchas mentiras. Aprendí a
manejar un bajo perfil para escuchar los secretos de otros, cuando los demás no notan
tu presencia bajan la guardia. Así presencie los embustes que se decían los unos a otros.
Memoricé muchos de ellos. Salí de ahí derrotada varias veces, pero con la oportunidad
de mantenerme con vida, no iba a desperdiciarla. Lo más importante fue saber que para
cazar, nadie debía saberme cazadora.

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Resistir también cuenta como logro

Estuve lista para cazar a mi primera presa. Escondida en la cortina de una vida normal.
Iba a la escuela como todos, caminaba por las calles de día como cualquier persona. Aún
era callada, retraída y utilizaba ropa oscura siempre, me sentía orgullosa de ser un ente
de oscuridad, no podía decirlo pero quería portar aunque fuera solo un poco de ello.
Quería parecerme solo un poco a lo que habitaba en mi alma. Ese también fue un error.
Encontré a mi primera presa en la escuela. Por mi manera de vestir y de ser
llamaba mucho la atención, eso me enojaba tanto. Mucha gente llegaba a preguntarme
las razones para vestirme así y yo simplemente no podía responder ¿Por qué la gente
no se mete en sus propios asuntos? No debería quejarme, fue gracias a esa intromisión
que la oportunidad por fin se presentó.
Estaba sentada en uno de los edificios de la escuela, decidida a no entrar a clases.
Esperaba con ansias el momento de irme de ahí. Reflexionaba sobre mi hambre y mi
desesperación. Sentía haber aprendido suficiente; pero al mismo tiempo me embargaba
la impotencia de no poder saltar a la acción. Ya había perdido la cuenta de los que había
dejado ir. Incluso se fue vivo uno sumamente feo ¡Qué patética!, ni de ese ser humano
horrendo pude deshacerme. Lo tuve en mi maldita cama. De él solo aprendí a evitar mi
cuarto por completo, cuando ya estaba por comerlo pasaron dos cosas: primero me
percate de la alfombra que cubre por completo el piso de mi cuarto, asesinarlo ahí sería
un desastre irremediable; la segunda fue un olor repulsivo, manaba de su cuello y no
quise imaginarme el sabor de su sangre, era mejor dejar esas vísceras asquerosas en su
lugar, ni un cadáver de días me había dado tanto asco.
Mientras recordaba aquella vergonzosa escena, el destino tocó a mi puerta. Un
chico se sentó a mi lado. Tenía un aire peculiar, lo había visto cientos de veces, era parte
de mi equipo de debate. Lo había notado, solo un poco, cuando descansaba de mis
momentos de desesperación. Era diferente, no podrías catalogarlo en guapo o feo, era
él, único, reconocible en cualquier lugar, pero fácil de perder con la vista si no tenías
cuidado. Era raro, en ese tiempo no había analizado mucho sobre él, no lo había
considerado como víctima. Ese día me sentía desfallecer. Comenzó a hablarme sobre…
no recuerdo bien la conversación, mentí en un noventa por ciento de ella. Moría de

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hambre, me sentía fracasada e incapaz de alimentarme o de callar a mi estómago, pero
no podía decirle: oye me siento una estúpida porque no he podido matar ni a un ser
humano, incluso uno que se lo merecía me dio muchísimo asco ¿Cómo le explicaba mis
pensamientos? Debí hacer un montón de analogías en las cuales manifestaba más o
menos la frustración nacida de mi incapacidad de ser protagonista de una buena historia,
sí, algo así se oía genial y me hacía sonar como una adolescente cualquiera. Me dio
muchísimos consejos… no recuerdo ninguno. Solo recuerdo una cosa: comenzó a hablar
sobre la ilusión de la realidad y de cómo podríamos manipularla. Eso sí me interesaba,
también habló sobre aceptarla, pero eso no era de mi incumbencia. Me dio la esperanza
de saciarme. Si lograba manipular mi realidad podría comer cada semana, cada día, cada
hora si yo lo deseaba… y yo tenía tanta hambre. Podría callar a la bestia en mi interior.
Podría pensar. Podría existir.
La plática se extendió al resto de la mañana, se dejó caer sobre el asfalto hasta
llenar todo el lugar. Me habló sobre muchas cosas místicas, sobre magia y seres de otros
mundos. Lo escuché muy interesa… tanto como el apetito me lo permitía. Por supuesto,
él no tenía idea, ni la tendría, de que estaba sentado al lado de una de las criaturas
protagónicas de sus historias. No debía enterarse. No servía de nada saber la existencia
de un demonio patético incapaz de comer. Además gran parte de su plática rondaba en
cómo luchar contra nosotros, éramos los villanos del cuento. Me contó cosas ciertas y
otras no tanto. Algunas ni siquiera puedo comprobarlas, no tengo contacto con otros
demonios, al menos no conscientemente, tal vez mi familia sea de demonios, no lo sé y
no me interesa averiguarlo, no todo el tiempo, en dado caso es su problema. Soy patética
y no necesito compararme con alguien más de mi especie para saberlo. Lo era aún más
ese día.
Decidí invitarlo a mi casa. Me vestí por completo diferente. Estuvimos todo el día
charlando y… haciendo muchas cosas que no recuerdo. Mi memoria de ese día comienza
cuando estábamos sentados en el sillón, por alguna razón él se recostó un momento, yo
me acerqué para decirle algo, sin darme cuenta me senté muy de su cuerpo, sentí su
calor. Yo tenía una falda puesta, con mis piernas sentí palpitar sus deliciosas venas. Fue
hermoso. El corazón comenzó a latirme muy fuerte, tan fuerte, por un momento creí que
me moriría de un infarto. Claro, no tengo idea de si los demonios podemos morir por un

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infarto, o si podemos morir en general, realmente espero que la muerte sí sea una verdad
absoluta en la existencia. Me acerqué más a su cuello, me moría por morderlo, por
acariciarlo para abrirlo lentamente con una de mis garras. Nos miramos fijamente, parecía
mirar mi alma, tal vez él sentía lo mismo conmigo pero yo solo veía su sangre, su piel,
sus órganos, me imaginaba si sería suave, si pondría resistencia.
Mi madre rompió la tensión de golpe. No la habíamos escuchado entrar a la casa,
cuando nos dimos cuenta ya estaba parada a un metro de nosotros, mirándonos
fijamente. Él dijo algo y se incorporó, no recuerdo ni una palabra suya a partir de ahí,
estaba extasiada, esa sangre debía ser mía, pero… cómo. Se fue muy rápido, yo todavía
no salía del trance. Pase toda la noche hipnotizada, trazando un plan tras otro. Me soñaba
bañada en sus fluidos; lo imaginaba dentro de mí. Lo dejaría pensar que soy suya para
hacerlo mío.
Al día siguiente lo vi en la escuela, yo ya no era yo. Bueno, nunca lo he sido, no
se equivoquen, pero ese día experimente por primera vez dejarme llevar solo por la
necesidad. De repente era ágil, de pasos ligeros, de caderas anchas y busto prominente.
En un tris yo era seductora. Me convertí en un espejismo de los deseos de quien me
mirara. Por primera vez me sentía lista para cazar, estaba decidida a no dejarlo escapar
vivo. Las clases me parecieron eternas. Cuando por fin pude salir al patio lo vi de lejos,
sentí el pulso golpeándome las sienes. Me deslicé hasta él, decidida, elegante, única,
etérea. Aun no era buena mimetizando con sus deseos porque era muy difícil de descifrar
pero me deje guiar por la bestia. Lenta y cautelosa fui haciéndolo mostrar su interior.
Una tarde lo invité a ver películas a mi casa. Aun no lo comería, no importaba la
alfombra en ese momento. Solo quería hundirme más en ese éxtasis. Mi plan era
arrebatarle una gota de su sangre, era abrir la cerradura de su alma para sentirme más
cerca de arrebatársela. El juego era… indescriptible. Me volvía loca torturarme con su
imagen “inalcanzable”. Me privé yo misma del alimento para darme un festín inigualable
llegado el momento.
Llegó puntual a la cita. Pusimos una película, no recuerdo cuál era. Pusimos otra
más, empezaba a desesperarme, estaba gastando demasiadas fuerzas en no volverme
loca. Me quede dormida. Esa segunda película duró bastante, pude descansar casi dos
horas. Para cuando pusimos la tercera ya no podía más. Sudaba como un animal. Ya

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estaba temblando. Me desquiciaba tenerlo ahí recostado en mi cama a mi lado. El
estómago me exigía con fuerza. Tenía tenso cada músculo. Maldita sea, ¿Por qué no
tenía la iniciativa, me tenía ahí al lado? Le di un pequeño empujón. Me recosté en su
hombro, tierna y delicada. Me acerqué un poco más y dejé caer mi cabeza suavemente.
Lo hice sentir el calor de mi cuerpo. Funcionó. Giro la cabeza muy despacio, nuestros
ojos se encontraron, nos miramos de nuevo, nos desnudamos el alma con los ojos, ahí
estaba, ya tenía la llave, en cualquier momento él la giraría. Así lo hizo. Me besó, suave
al principio, subiendo la intensidad de a poco. No cabía en mi misma, iba a enloquecer o
a morir… o a morir enloquecida. No importa, fue un éxtasis total. Lo mordí un poco, solo
lo suficiente para conseguir la gotita de sangre que tanto anhelaba. Cuando esa gota se
escurrió por mi lengua no podía creerlo, era deliciosa, sabía a primavera, sabía a noches
de navidad, a un abrazo sincero, a una tarde lluviosa, a un libro espectacular. Sabía a
cosas buenas y hermosas. No me pude contener, lo mordí un poco más. Una gota más,
solo una más. La paciencia y el recato no son lo mío. Bebí cerca de 10ml de su sangre
en aquel beso intenso. Me detuve antes de llegar a un punto sin retorno.
No recuerdo nada del resto de ese día. Pasé esa noche como flotando. Me sentía
invencible, hasta capaz de matar a mi captor, mi verdugo. Me sentía como la princesa de
un cuento de hadas. Me sentía tan humana y tan demoniaca al mismo tiempo. Se sentía
tan bien ser yo en ese momento. Obviamente no duró mucho.
Para el día siguiente anunció nuestra relación. La verdad no esperaba eso, pero
lo vi conveniente, querría decir que podría besarlo casi cuando quisiera. Además así sería
más sencillo comerlo por completo llegado el momento, nadie sospecharía de su novia…
o eso creía, su papá sí lo hizo, él sabía que yo no era humana. Intento ayudarme y se lo
agradezco, trató de enseñarme a controlar mi hambre. Creo que él tampoco era humano,
esos ojos no podían ser humanos. Parecía conocerme de toda la vida. Me trató casi como
una hija. Pero no logró detenerme. Fracasamos, él como maestro; yo como estudiante.

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Toda bestia le pertenece al instinto

Pasaron algunos meses. Yo me alimentaba con pequeños sorbos y trocitos de él. Se


había hecho una rutina. Ya era descuidada a ese punto. El hambre me estaba
enloqueciendo más de lo normal. Se me había pasado la mano con el tiempo y yo no me
daba cuenta, comenzaba a devorarme. No importaba cuánto me esforzara durante el día,
la noche siempre me alcanzaba. Fue un tiempo insufrible. Escuchaba al diablo tocar a mi
puerta insistentemente. No me dejaba descansar ni un momento. Pasé esos meses en
vela. Incluso hubo un momento enternecedor: una tarde moría de cansancio, ni todo el
maquillaje del mundo lo cubriría. El chico se dio cuenta y me pregunto qué pasaba.
Estaba en el borde entre el sueño y la vigilia, me importó muy poco decirle que un
demonio terrorífico me atormentaba en las noches y no me dejaba dormir ni un segundo.
A la mañana siguiente llegó con un sonrisita muy seria:

- Traté de deshacerme de él. No estoy seguro de si lo conseguí. Entré al otro lado


y fui a tu casa. Ahí lo vi. Había dos bestias horrendas. Una dentro de tu cuarto y
otra detrás de la puerta. Los quemé. Sus gritos casi me dejan sordo.

Me pareció sumamente gracioso y tierno. Tampoco entendía cómo, teniendo la habilidad,


no se dio cuenta de que una de esas bestias era yo. En efecto sentí las llamas esa noche.
Eran abrasadoras, al principio se sintió muy bien el calor extra. Pero de pronto comenzó
a ser muy doloroso. Las llamas se me habían metido hasta en el estómago e
intensificaron mis problemas: Los vacíos se habían llenado de fuego. También mi creador
sufrió, lo escuche gritar, pero cuando yo chillé de dolor una carcajada se esparció por la
casa, era más grande su felicidad de verme sufrir. A duras penas escapamos, él por su
lado y yo por el mío. Salté por la ventana, desesperada, no pude regresar a mi cuarto en
toda la noche. La compasión no me duró mucho, la ira del dolor me invadió cada
centímetro del cuerpo, termine mostrándole una sonrisita sarcástica y dándole las
“gracias”, lo hice sentir como un héroe.
Conforme más pasaba el tiempo, más intuitiva me volvía, mi instinto era mucho
más legible. Ponía cualquier pretexto para arrebatarle un pedacito de él. Un día caminé
doce kilómetros para llevarle una calculadora, todo con tal de beber un sorbo. Las cosas
fueron poniéndose feas, él ya sospechaba. Comenzaba a resistirse. Si esperaba un poco

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más me quedaría con las manos vacías de nuevo. Las mentiras empezaban a enredarse,
era crucial empezar a concretar mis ideas.
Planee una linda velada. Pagué por una habitación en un hotel. Era la fecha
perfecta: su cumpleaños. Tenía el pretexto y tenía el dinero, era hora de pasar a la acción.
Preparé una mochila llena de alcohol, me ayudaría a tener claras mis necesidades. Antes
de llegar al hotel compré algo de comida humana, no quería que el chico se agotara tan
fácil. Le habría dado cualquier cosa con tal de saborear su interior. Por algún milagro
recordé su comida favorita; en este momento ya no sé cuál es.
Llegamos a la habitación, estaba en una de las torres. Era linda, tenía una cama
al centro, con una brillante colcha roja, muy conveniente por cierto, había una regadera
con un banco muy útil y también había un sillón del amor y, por último, un jacuzzi para
darme un pequeño lujo. Adoro las tinas calientes, las venas se ensanchan y toman un
ritmo lánguido, perfecto para disfrutar el momento.
Cuando encendimos la televisión había una película pornográfica, él cambio el
canal, por supuesto, no sabía que adoro ver videos para adultos y no tenía idea de cuánto
me enciende ver los cuerpos de esos actores profesionales, contorneándose en un baile
perfectamente ensayado. Esos minutos fueron suficiente para enloquecerme. Él no lo
sabía, yo ya había bebido cerca de 6 cervezas. Por aquel entonces el creía que yo no
tomaba alcohol. Saqué otras seis de la mochila y le ofrecí una:

- ¿Tú bebes?- me pregunta con cara de sorpresa.


- Hoy es un día especial, quiero celebrar contigo, ya no puedo esperar más.- Me
muero un poco el labio para darle sensualidad a mi respuesta. Seguramente el
gesto se vio muy torpe, sin embargo cumplió su cometido.

En realidad solo nos faltaba llegar a la penetración. A lo largo de la relación ya habíamos


lamido y tocado todo lo “privado”. Eso me había vuelto más loca. Gracias a esos
encuentros descubrí que el semen tiene propiedades muy parecidas a las de la sangre,
es un buen placebo cuando es necesario, me hizo resistir más tiempo. Me deslicé hacía
él, me quité la blusa mientras lo besaba. Me arrebató el sostén con maestría. Mis
pantalones negros me apretaban tanto, estaban humeando. Hasta quitarme las botas fue
sencillo. Le rompí la camisa con mis garras. Le arranqué el pantalón de un tajo. Sin

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quitarle la ropa interior saqué su miembro de su escondite, moría por lamerlo hasta
ponerlo firme. Después de lograrlo me giró con manos expertas, abrió mis piernas y se
acercó lo suficiente para pedirle de buena manera a mis labios, y no hablo de los de mi
boca, que lo dejarán entrar. Un lengüetazo tras otro fue convenciéndolos. Entonces llegó
el momento, subió despacio hacia mí. Se movía suave y con mucha habilidad, tal como
los gatos. Me besaba cada rincón de la piel, como si no quisiera dejar ningún hueco.
Entonces llego a mi rostro, me miró fijamente, como lo habíamos hecho en los momentos
más importantes. Me penetró sin dejar de mirarme el alma. Dolió bastante, solté un
gemido. Él se detuvo para preguntarme si todo estaba bien. Lo convencí de seguir
adelante. Entonces respiré hondo. Le pedí hacerlo entrar completo, de una sola vez. Me
hizo caso. Dolió terriblemente, pero entre el jugueteo inicial y el lubricante del condón
hicieron menos traumática la experiencia.
No sentía nada, solo dolor y hambre. No podía ser. Eso no era lo que estaba
esperando. Debía excitarme como esas actrices en la tele. Debía sentirse como si todos
mis deseos se hicieran realidad. Lo soporté hasta que se corrió; yo no lo hice. Rebusco
la sangre de mi himen en las sábanas, no estaba ahí, se decepcionó un poco. Yo estaba
muy insatisfecha y me iba a quedar así. Nadie saldría de esa habitación si yo no tenía un
orgasmo.
Descansamos un poco. Volvimos al sexo con urgencia. Esta vez usamos más las
manos y la boca. Ayudó, pero tampoco me vine. Recorrimos todo el cuarto con distintas
posiciones. Usamos la regadera, el sillón, la cama, el piso y hasta las mesas. No
comimos, ninguno de los dos, solo bebimos e intentamos. Cuando ya íbamos por el
octavo intento por fin había comenzado a sentir. Sí, podía sentirlo, podía disfrutarlo,
comenzaba a ser divertido. Entonces se corrió de nuevo. Ya estaba agotado. Le hice
creer que nos habíamos venido al mismo tiempo.
Tenía mi último recurso. Llené el jacuzzi. Acerqué la comida para él. Bebí un par
de cervezas más. Todo había sido un completo fracaso, la frustración me roía. Sentía las
lágrimas agolparse una tras otra, pero no iba a llorar, no frente a él. Nos metimos al agua
caliente, los chorros abrazaron nuestros cuerpos desnudos. Una vez resonó dentro de mi
cabeza. Satanás me habló al oído, lo escuché decirme cosas horribles. Cosas que me
atemorizaban. Me hizo estallar en furia.

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Eché la cabeza hacia atrás soltando una carcajada. El chico me miró
desconcertado. Los ojos se me inyectaron en sangre, los colmillos me crecieron, las
garras salieron. Ya no parecía humana. El chico se quedó mudo, estaba muerto de miedo.
Se sentía tan bien su terror, eso sí era excitante. Me le abalancé, ni siquiera pudo
defenderse. Entre dentelladas y arañazos le hice trizas la cara en un segundo. Tomé su
miembro extrañamente erecto y lo metí en mi cueva. Entonces tuve sexo con él mientras
me bebía a tragos desesperados la sangre de su cuello, se me escapaba mucha, pero
no importaba porque iba combinándose con el agua caliente y no dejaría ni una gota en
esa bañera. Mientras lo destazaba, mientras me comía su lengua y lanzaba lejos sus
dientes, comencé a sentir verdaderamente el sexo. Ahora sí me sentía tal como se veían
las chicas de los videos. Estaba tan mojada, bañada en su sangre, el agua y mis fluidos.
Entonces empecé a sentirme muy cerca del clímax. Antes de llegar me quede quieta, le
miré los ojos, era lo único intacto de su cara, solo un segundo, con el éxtasis no pude
parar por más tiempo. De una mordida le arranqué ambos ojos y llegué… me vine. Lo
supe, eso era lo que verdaderamente me gustaba. Con el tiempo le tomé algo de sabor
al sexo sin sangre, pero no es mi favorito, solo lo hago cuando debo esperar a matarlos.
Devoré el resto de su cuerpo, deje apenas los huesos, sin médula. Entonces
llegaron unas pequeñas creaturas color negro, como sombras de niños. Los miré
mientras me vestía. Eran los carroñeros, era la primera vez que los veía. Me puse mi
pantalón sintiéndome mucho mejor. Hasta disfrute ponerme esas botas llenas de cintas.
Tome la mochila, metí sus cosas, me dirigí a quemarlas. Revisé su cartera, fue buena
idea escoger su cumpleaños, tenía su regalo dentro de ella, eran como mil pesos.
Excelente, además de todo había recuperado mi inversión.
Me fui sintiéndome tranquila, saciada, como si no pesara nada y de un salto
pudiera tocar las nubes. El mundo parecía un lugar habitable. Mi cuerpo se veía hermoso.
Mi trasero había crecido y mi sostén ya no contenía a mis senos, paré el tráfico un par de
veces mientras caminaba a casa. El atardecer me inundó con su belleza. Sentía un calor
muy intenso en mi interior. La vida rebosaba contenta en mi estómago.

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Si nadie lo ve no existe

Es momento de parar. Indagar en mis recuerdos ya ha hecho efecto. Cuando tengo


heridas urgentes para sanar escarbo en mi pasado. De ese modo el dolor físico se elimina
casi por completo y así puedo acelerar la recuperación de las células. Muy conveniente
para ocasiones como estas. Odio ver a mi familia. Me caen bien algunos primos, una tía
y dos tíos. Algunos son tolerables y a otros no puedo verlos sin querer desollarlos. No sé
quiénes irán al… pues no sé qué sea, tal vez algún cumpleaños. Mi mamá solo dijo
comida ¿Si dijo eso? Bueno, debo ir a ver a mi familia, es el punto. Me concentré tanto
en recuperarme que no pensé en mi vestuario. Debe verse… ¿ahora cómo quieren
verme? No tengo idea. Me levanto de la cama, debo utilizar mi as sobre la manga para
salir de esta. Bajo las escaleras. La puerta de mi hermana mayor está entreabierta,
excelente. Me asomo ligeramente. Ha elegido un vestido casual con estampado de flores,
zapatillas no tan altas y un lindo bolso mediano, llevará también una chaqueta. Muy bien,
ya me di una idea de lo que se espera de mí. Aunque me veo fatal con los vestidos. Me
pondré un pantalón, una blusa linda y un saco floreado. Pero primero un baño.
Dos horas después de comenzar a arreglarme por fin estoy lista. Fue extenuante,
no estoy en la condición física para esto. Para taparlo todo necesite mucho maquillaje y
mucha cinta adhesiva. No importa. Aprovecharé el vestuario para irme a cazar después
de la fiesta familiar. Muero de cansancio, pero tengo mucha hambre. Recuperarme tiene
un precio y sus notificaciones son urgentes. La verdadera pregunta es ¿Cómo soportaré
a mi familia por varias horas? Aunque lo haga cinco o seis veces al año, siempre me lo
pregunto. La mayoría de las veces sale mal. Me cuesta mucho fingir que no tengo ninguna
clase de sentimiento hacia ellos. Mi personalidad debe ser estoica, plana, fría. No pueden
saber la verdad, aunque gran parte de mi odio contenido les pertenezca. Soy como un
fantasma, lo cual es conveniente con ellos. No notan mi presencia. De ese modo he
logrado escuchar sus secretos, sentada justo frente a ellos. Los he oído hablar sobre la
oscuridad. Algunos afirman habernos visto descender a ella; otros, habernos visto salir
de ella. Todos culpan a mi madre. Todos tienen versiones diferentes; y yo acepto todas
las historias como verdaderas. Me parece desgastante indagar en la verdad, además, no

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quiero hacerlo. Finalmente ya soy una bestia y no van a cambiarlo hablando a mis
espaldas, bueno, mejor dicho, como si yo no escuchara.
Eso es justo lo que me parece insoportable. Los conozco, sé cuánto les gusta
justificar su incapacidad, su egoísmo y su mediocridad. Es cierto, algunos nos vieron caer
al abismo, aunque nos fuimos de frente, gritamos pidiendo ayuda… ellos solo observaron.
Nos abrazan, dicen querernos y juran estar ahí para nosotras. Fingen ser una familia
llena de amor. Nos llenan de palabras de aliento. Nos insultan poniendo por delante “yo
te quiero mucho, pero…”, y el pero borra todo detrás de él. Preferiría que tuvieran la
valentía de decir las cosas como son: no nos quieren, no les importamos, solo llenamos
las mesas costosas y vacías. Solo acudimos a sus eventos para permitirles lucir su
superioridad. Igual nos invitan por compromiso y nos mienten para no sentirse mal con
ellos mismos. Así, después de vernos, se van a la cama con la conciencia tranquila. Con
nosotras hacen su obra de caridad del bimestre.
Una vez, alguien, incluso se disculpó conmigo, por haberme dejado entrar a esa
cueva oscura. Me pidió perdón por haberse quedado viendo. Escuche atenta. Aseguró
haberse sentido impotente. En un momento dijo: “tenía que seguir con mi vida”. Entonces
me di cuenta, somos muy parecidas a un costal de arena, uno muy pesado, costoso e
inservible. Nadie iba a pagar el peaje por nosotras. Nadie iba a dar un centavo por evitar
que la oscuridad nos arrastrara. Mucho menos pagarían con su propia sangre. Así fue
como terminaron viéndonos con lástima mientras caíamos. Cuando nos perdimos de
vista, simplemente se dieron la vuelta y se fueron.
No estaban impresionados cuando nos vieron volver. Hubo un pequeño momento
de sorpresa, una mueca apenas detectable, pero nada más. Actuaron como si
hubiéramos estado ahí todo el tiempo. Podría pensar que a partir de ahí comenzaron a
tratarnos con un amor hipócrita, pero honestamente siempre fue así. No puedo jurarlo,
yo debo repetir una historia aprendida. Dice algo así: nos aman con locura y darían
cualquier cosa por nosotras. Me enferman. Pero es necesario fingir todo lo contrario, es
mi deber, no sé la razón, pero es mi deber. Así es como ha sido siempre, así hago las
cosas. Cumplo con mis obligaciones hasta poder ir a alimentarme. Así es ser una bestia.
Sonrío tanto como me lo ordenan, charlo hasta cansarlos y cuando cumplí mi parte, me

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doy la vuelta para irme de cacería. Es cierto, no hay razón para preocuparme, ya conozco
el protocolo.
Mi madre abre la puerta:

- ¿Estás lista?
- Sí ¿Puedo quedarme hasta las diez? – le pregunto sin hacer ninguna expresión,
no se negará.
- Puedes irte después del pastel.
- Entonces sí es un cumpleaños. – Típico, reglas sociales.
- Generalmente es un cumpleaños. También me iré después del pastel ¿A dónde
vas a querer que te lleve?
- A la avenida principal

Salgo detrás de ella. Me regreso, he olvidado mi bolso. Es momento de apagar mi


cerebro. Me miro en el espejo de la entrada. He olvidado el labial. Está en el fondo de mi
bolso. Me pinto los labios mientras mis hermanas se reúnen junto a la puerta. Nadie
habla. Termino de maquillarme. Abro la puerta. Salimos dando pasos coordinados. Nos
subimos al auto de nuestra madre. Tampoco se habla durante el camino. Llegamos al
lugar. Tomo aire antes de bajar del auto. Abro la puerta despacio. Se abre el telón.

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Jugar es necesario; ganar, inexcusable

Estoy cansada. Fue desgastante soportarlos. Quise arrancarles los ojos a varios de ellos.
Tenía tantas ganas de danzar sobre sus intestinos. No los comería, me causarían
indigestión. Solo bailaría sobre sus tripas por gusto. Algún día me complaceré. Lo hago
por mi madre. Me agrada. No debo esforzarme para tolerarla y eso es una gran ventaja.
Sin embargo, casi no tengo contacto con ella. En realidad solo tengo contacto con mis
presas. Suelo estar sola. Cazo sola. Descanso sola. A veces me han preguntado si no
me gustaría tener compañía… lo pienso a veces, no me interesa, no lo he experimentado
y no lo necesito. Cuando convivo con otros, como hoy, solo me la paso esforzándome
para ocultar mi naturaleza.
Voy en el auto con mi madre. Una canción popular suena en la radio. Me bajaré
pronto. La avenida principal ya está cerca. Tengo el impulso de hablar con ella. Abro la
boca. La cierro un segundo después. No tengo nada para decirle. Tampoco se ve
contenta de haber estado en la fiesta. El silencio es un descanso para ambas. Llegamos
a la avenida. Ella se orilla. Abro la puerta.

- ¿Cuándo vuelves a casa? – me pregunta.


- Lo antes posible ¿Y tú?
- También, lo antes posible.
- Te veo pronto – doy la media vuelta cerrando la puerta.

El auto se va a toda velocidad. No sé a dónde va, he querido preguntarle pero nunca lo


hago. Ahora mismo tengo más problemas. Entre la reunión familiar y el evento trágico
donde casi me devoro a mí misma estoy muerta de hambre. Ya no puedo ignorar el ruido
de mi estómago ¿A dónde iré? No tengo ningún plan ¿Será buena idea ir con el chico del
bar? Es mi plan de respaldo. Me siento insegura, aún no sé si será un alimento duradero,
podría tratarse de algo que requiere tiempo y hoy no tengo tiempo. Piensa… no puedo
pensar, tengo mucha hambre. Averiguare si es un alimento rápido o lento, si me
desespero iré al callejón por otro alcohólico idiota. Sí, ese es un buen plan. Además
podría tener bebidas gratis y eso evitará una nota roja en los periódicos.
Rayos, lo olvidé. Tengo un estilo completamente diferente. Ni hablar, no hay
tiempo de volver a casa. Ya veremos cómo sale. Además culpar a la familia de todo

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siempre es una buena opción. Por supuesto, cuando dije que nadie hizo nada tampoco
los responsabilizaba, no es como si nos hubieran empujado. Por ello, aun dándome
nauseas, acudo a sus cumpleaños. Soy consciente, somos el resultado de nuestros
propios pecados. Pero podrían dejar de embarrarme su lástima. La indiferencia es un
sentimiento difícil de procesar, mucho más si lo niegas.
He llegado al lugar, todavía no quiero entrar, me tiemblan las manos. Enciendo un
cigarrillo, me ayuda a pensar más claro, hace correr el tiempo, conforme se consume y
el humo se riega con el viento los cuadros de la realidad se vuelven constantes y claros.
Así puedo hacer mis movimientos más precisos. No fumo mucho, normalmente lo hago
cuando necesito evaluar la situación rápida y efectivamente. Entro al bar. Camino hacia
la barra. Me contorneo por el lugar. Todos se detienen un momento a mirarme, las
mujeres con ira; los hombres con deseo. Algunas otras mujeres también con deseo.
Nunca he comido mujeres, no sé, el solo verlas me revuelve el estómago. Pienso en mi
casa llena de mis hermanas y mi madre. Son demasiado como yo. Me causan compasión
y no me gusta sentirla, me arruina el apetito. Ya tengo al chico en la mira. Luce
especialmente delicioso esta noche.
Lleva el pelo casi a rapa. Tiene cara de malo y gracioso. Tiene varias cicatrices
fáciles de pasar por alto, claro, no para un ojo experto como el mío. Adoro las cicatrices,
los hace parecer capaces de darme pelea. Lleva la camisa remangada. Tiene los brazos
musculosos, ya me puedo imaginar su abdomen. Se transforma mi mirada, ahora tengo
las pupilas dilatas y las bragas húmedas. Hasta esa corbata mal atada se le ve sensual.
Sus manos demuestran su pasado, ha trabajado por mucho tiempo, no me iré con las
manos vacías.
Ya notó mi mirada. Me regala una sonrisita traviesa. Jamás creí que unos ojos tan
chiquitos pudieran provocarme tanto. Debe ser mío. Su sangre debe mezclarse en mi
sistema digestivo. Su semen debe intentar preñar mi útero marchito. Me recargo en la
barra tratando de hacer notar más mis senos. Desliza hacia mí un vaso con vodka y jugo:

- Solo me gusta la cerveza. – rechazo el vaso, pero no lo suelto. Entonces él toca


mi mano. Nos miramos fijamente. Nos sonreímos.
- Te ves diferente. – me contesta mientras me destapa la cerveza.

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- Ya sabes, asuntos familiares, las reglas de etiqueta no me dejan ir con medias de
red y minifalda.
- Ese atuendo guárdalo para cuando salgas conmigo. – Es atrevido y no anda con
rodeos, me gusta la idea.
- Así que… lo das por hecho.
- ¿Me vas a rechazar?
- Ya veremos – Le gustan las dificultades, será divertido, lo trabajaré un poco más.
Es un plato para cocinar más lento. Buscaré un aperitivo.

Me alejo con una sonrisa pícara. Me aseguro de que me vea mientras me voy. No puedo
mirar atrás pero siento su mirada en la espalda. Me quedo en el centro de la pista
bailando. Todos al alrededor parecen tener pareja. Giro un par de veces para reafirmarlo,
en efecto, solo hay parejas. Los chicos me miran por encima del hombro de sus chicas.
Pero jamás me meto con hombres ocupados, es demasiado problema. No acepto chicos
con novia, casados o con una insana relación con su madre, está bien, con los últimos sí
hago excepciones, les hago un favor a ellos y a sus madres, así aprenderán a buscar una
pareja en lugar de utilizar a sus hijos como sustitutos de hombre. Pero claro, los
selecciono con cuidado, esos hombres suelen estar bastante chiflados.
No encontraré nada en la pista de baile. Salgo del bar. Voy hacia el callejón. Está
desierto, ni parejas calientes, ni drogadictos desesperados, ni fumadores como yo. Tal
vez sea muy temprano, apenas son las 10:30. Tal vez sea el clima, hace un poco de frío.
Tal vez solo sea un mal día. Pero debo comer o mi creador me devorará, estoy muy débil
para defenderme, no podría soportar otra noche como la de hace un par de días. Además
ya no soy tan joven. Con la edad, en lugar de hacerme más capaz de soportar el hambre
me vuelvo más susceptible a ella. Aunque sé perfectamente que el destino un día me
alcanzará. Retraso lo más posible el encuentro, pero es parte del sello dentro de mí. La
mayoría vive evitando a sus peores miedos, buscan no hacerlos realidad. Yo estoy
condenada a enfrentarlos todos. No importa cuánto miedo tengo, siempre me dan la cara
y yo debo devolver el gesto. Lo más normal, lo más humano, sería olvidarlos y superarlos.
Pero yo soy un demonio, una bestia. Sigo teniendo miedo, mucho miedo, simplemente
aprendí a anestesiarme para no sentirlo. No importa cuántas heridas reciba. Cada cicatriz
duele con el frío. Evito heridas más profundas, no dejo a nadie conocerme. A veces siento

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que ya no puedo más. Pero esta noche debo poder un poco más. Debo concentrarme.
Solo una noche más. Solo debo quitarme el hambre hoy.
El hambre se está convirtiendo en dolor. No resistiré mucho más tiempo, pero
necesito hacerlo, debo respirar. Escucho la puerta de atrás del bar. Clavo la mirada en
esa dirección para ver quién sale, tal vez me sea útil. Sale el chico de la barra. Se recarga
en la pared a un lado de mí. Saca una cajetilla de cigarros, toma uno delicadamente y lo
enciende. Ninguno de los dos habla. No seré yo quien rompa el silencio.

- Te noto diferente al otro día. – Tiene una voz profunda, no alcanzaba a apreciarla
con todo el ruido.
- ¿Lo dices por mi ropa? A veces debo vestir como un ser humano normal. – Mi voz
suena extraña, empiezo a no sentirme muy bien.
- No solo eso, tu mirada se ve con una chispa más ligera, menos abrazadora. – no
me gusta el comentario que está haciendo pero es cierto.
- Estoy algo cansada, de hecho. – Era verdad.
- Este no es el mejor lugar para descansar ¿No es más fácil ir a casa a dormir un
rato?
- No estoy físicamente cansada, además no duermo mucho. – Ambas cosas
también son verdad.
- Tal vez de ahí venga tu cansancio.- Me mira tiernamente, vaya no me habían
mirado así nunca.
- ¿Eres doctor? - No quiero sus falsos cuidados, ni su misericordia, solo quiero su
sangre y si sigue haciéndome enojar lo devoraré esta misma noche.
- ¿Me dejarías tratar de devolverte el fuego de tu mirada? – ya veo, es de los
hombres protectores, los súper héroes de las chicas en desgracia. La calle está
desierta, es un mal día, no podrá ser mi presa por mucho tiempo.
- Puedo dejarte intentarlo.
- Mi turno termina en un par de horas, hoy me tocó abrir.
- Está bien, puedo esperarte.
- Ven un rato a la barra, te daré un par de bebidas.
- Me parece un buen trato.

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- Entonces, te espero adentro. – Termina su cigarrillo de una calada. Lo lanza hacia
la calle y entra por la puerta de atrás.

Solo tengo que resistir unas horas más. Podría intentar venir un par de veces al callejón
a probar suerte, tal vez más tarde encuentre a algún drogadicto por aquí. Sí, me gusta el
plan, esta noche me dejaré llevar por el destino. Regreso adentro. Me dirijo sin escalas a
la barra, de todos modos todo está plagado de novios y novias. Me siento en una silla
libre. Inmediatamente el chico me ofrece un trago. Me pregunta si me gustan las
margaritas. Le contesto que suelo tomar únicamente tequila o cerveza. Entonces para
lucirse un poco me hace una bebida a base de tequila. Me agrada. La bebo lentamente,
debo estirar estás horas lo más posible. Trato de hundirme en el ruido, trato de hacerme
una con el caos para entonarlo con la catástrofe que se está cocinando dentro de mí.
Debo mantener mi imagen por fuera, pero el desastre dentro de mí me lo está poniendo
difícil. Sigo bebiendo de a poco, me ayuda a reorganizarme. Muero de hambre. Debo
terminar mi bebida para salir a fumar otro cigarro. Un sorbo, otro sorbo, uno más. El chico
está ocupado atendiendo clientes, gracias a la injusta vida no puede ponerme atención.
Me levanto, no resisto mucho más. De pie bebo un sorbo más. Me forzó a esperar para
tomar otro sorbo. Mil uno, mil dos, mil tres… mil sesenta, debió de haber pasado mínimo
un minuto. Doy un sorbo más, siento los hielos calándome en los dientes. Genial, solo
me quedan un par de sorbos. Empezamos de nuevo, mil uno, mil dos… mil sesenta. No
me puedo contener, dejo el vaso vacío de un trago. Lo pongo en la mesa.

- Eres rápida para beber. – el chico de la barra está frente a mí, casi me mata del
susto, estaba tan absorta en mis pensamientos que no lo vi acercarse.
- ¿Te parece? - le doy una sonrisa pícara. Ni siquiera tengo buenas frases, me
estoy volviendo patética. Doy vergüenza, espero demostrar lo mínimo de decencia
posible.
- ¿Quieres otra? – gracias por no insistir con el tema.
- Mejor una cerveza, pero debo ir primero al baño.
- ¿Cuál es tu favorita? Te estará esperando para cuando llegues.
- Esa – señalo una botella ámbar exhibida justo frente a mí.

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Me doy la vuelta en ese mismo instante. El chico dijo algo; no alcancé a oírlo. Solo quiero
ir a buscar una presa, necesito carne. No podré seguir fingiendo, perderé el control en
cualquier momento. Me dirijo al baño, no espera qué estoy haciendo. No puedo comerme
a nadie en el baño. Podría considerar comerme a una chica. Claro, sus gritos
seguramente no van a escucharse hasta afuera con el ruido y su novio no se dará cuenta
de que nunca salió del baño, se dará la vuelta y buscará otra chica. ¿Cuál es mi
problema? El hambre me está haciendo estúpida. Pero en este punto ya sería muy raro
no entrar al baño. Solo entro a retocar mi maquillaje. Escucho las estúpidas pláticas de
las estúpidas chicas, las odio. Odio a todo en este momento. Me lavo las manos. Salgo
hacia el callejón. No hay nadie. Unos metros más adelante hay otro bar y girando hay
otro callejón, probaré suerte ahí. Camino desesperada, se empieza a notar en mi cara.
Nada, ni un vagabundo. Debo pensar rápido, aunque no pueda. Siento una punzada en
la cabeza. Vendrá la migraña y cuando llegue ya no podré detenerme. Maldita sea, vida
dame algo para comer. No puede haber aunque sea un perro de la calle ¿Qué voy a
hacer? ¿Qué voy a hacer?
Regreso sobre mis pasos hacia el bar, no sé cuánto tiempo me he ausentado, pero
se notará muy pronto. Pasó de largo el callejón… espera, creo haber visto algo. Bingo,
un hombre misterioso en una de las partes más oscuras, no podría pedirle ponerse en un
lugar mejor. Entro al callejón, el hombre sale ligeramente a la luz al verme, lleva una
gabardina, la abre, está totalmente desnudo abajo, tiene la mano en su miembro, se
masturba frente a mí. Es un asco, le sonrío de oreja a oreja, los colmillos me brotan, ya
no puedo meter la lengua a la boca, babeo. Lo empujo con fuerza de regreso al refugio
donde no llegan las farolas. Lo someto. Me hinco, meto su miembro en mi boca y lo
muerdo. Se lo arranco casi todo de una sola vez. Comienza a gritar. Con un movimiento
rápido le desgarro la garganta, ya no podrá emitir ningún sonido. Está muriendo, pero no
me interesa mantenerlo vivo en lo absoluto. Tengo hambre, muchísima hambre. Hasta la
carne podrida de este humano asqueroso me sabe a gloria. Me le pego al cuello con
fuerza, la sangre brota abundante. Debo beber la mayor cantidad posible. Se siente tan
bien. Entro en éxtasis. Ni siquiera necesito tocarme, tendré un orgasmo en cualquier
momento. Absorbo, bebo, me nutro. Se siente tan bien. Está por secarse; yo, por venirme.
Un poco más, más, más, más… le vacío las venas y me corro al dejar caer su cuerpo.

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Ahora voy sobre su carne, me tomará solo un minuto. Antes suelto un silbido, necesito a
los carroñeros cuanto antes, no hay tiempo. Ellos vienen, algunos tratan de acercarse,
pero jamás debo dejarlos comer a mi lado, cuando eso pasa terminamos peleando y será
mejor no dar un espectáculo aquí. Termino de separar su cabeza de su cuerpo, muerdo
los ojos y la lanzo a un lado, será un buen inicio para los carroñeros. Saco su columna,
bebo su médula, tengo demasiada hambre para desperdiciarla, no es ninguna ocasión
especial, solo la merezco porque yo digo y punto. Le abro las costillas de par en par, les
lanzo la grasa a los carroñeros. Casi me atraganto con el páncreas, su hígado está en
mal estado, será mejor no comerlo. Su corazón se ve excelente. He dejado todas las
demás vísceras, no se cago encima como todos y dejó su intestino lleno, asco. Mejor le
arranco las piernas. Lanzo el resto del torso. De las piernas solo dejo los huesos secos,
los lanzo a un lado.
Por fin me puedo levantar. Tengo las piernas dormidas, pero el estómago lleno.
Me tomo solo tres minutos, perfecto. Diablos, me he manchado la blusa. Por suerte no
sé en qué momento me quité el saco y lo lance a las cajas de a un lado. Me quito la blusa
ensangrentada. La hago girones y los lanzo junto a la gabardina del hombre. Como
ambas tienen manchas de sangre los carroñeros las comerán con los restos. Me pongo
el saco encima. Vaya se me ve mejor así el atuendo, dejó de ser aburrido, no recordaba
mi lindo sostén. Entro al bar renovada. Me dirijo rápidamente al baño. Una chica lleva un
aparato para peinarse, es pequeño, parece ser de viaje, vaya cambio de suerte tan súbito.
Se lo pido prestado. Suelto mi cabello, lo peino un poco. Me maquillo de nuevo, con algo
más de mi estilo. Me gusta mucho más cómo me veo en este momento. Por fin puedo
volver a la barra. Con el estómago lleno puedo pensar mucho mejor. Podré asegurar mi
alimento con el chico de la barra, no deberé pasar por esto en un tiempo. Gracias suerte
por haberme sonreído.
El chico de la barra me mira sorprendido. Ahora todos en el lugar voltean a verme,
no pueden evitarlo. Noto un montón de rostros de chicas enfadadas, sí habrá caos y sí
será por mi culpa, pero no habrá sangre ni policías, ni cerrarán mi bar favorito. Puedo
tener mi vida un poco más de tiempo. Me muevo despampanante. Me alimento de la
envidia, el odio y el deseo, aunque solo es una especie de suplemento. En este momento
terminan de nutrirme. A pesar de la mala calidad de la carne hoy no me causará

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indigestión. Siento como mi cuerpo absorbe cada átomo del pervertido. Llego a la barra,
el chico no me ha despegado la mirada ni un momento, tiene la cerveza en la mano. Me
siento. Abre la cerveza y la alarga hacia mí.

- Te vas quince minutos y cambias por completo.


- Me sentía incomoda con esa ropa, odio mantenerme en el papel cuando ya cumplí
con mi cometido. – vaya, cuántas verdades estoy diciendo el día de hoy, no es
exactamente así pero es la verdad.
- Me encanta, tú me encantas. – me ha hecho levantar las cejas de sorpresa, es
directo, es transparente. Mala suerte la suya, soy un lago de brea.

No tengo ninguna buena respuesta. Me ha tomado desprevenida, no lo vi venir. Aun a


estas alturas me sorprenden. Le regalo una gran sonrisa. Una muy parecida a algo
sincero. Bebo un trago de la cerveza. El chico se va a seguir atendiendo. Ahora si puedo
esperar la hora y media restante. Bebo gustosa. Hasta la música me parece más
agradable. Puedo callar mis pensamientos por fin.
El chico va y viene, trata de mantenerme entretenida y con una cerveza en la mano
todo el tiempo. Le ha pedido la consola de videojuegos portátiles a su compañero para
dármela. Es refrescante hacer algo así en un bar. Un par de chicos se me acercan para
ofrecerme un trago. Yo no digo nada, estoy absorta en el juego, pero me divierte ver
cuando lo ordenan y él les dice que no se preocupen pues ya se está ocupando de las
bebidas gratis. Me rio cada vez. Me encanta la escena. Además me gusta su estilo.
Platica conmigo cuando no hay órdenes. Veo su espectáculo de preparación de bebidas
y luego regreso al juego.
Ya es hora, estoy en el callejón esperándolo. Los carroñeros han hecho un trabajo
excelente como siempre. Mi blusa ya no está. El chico sale con una mochila y un atuendo
completamente diferente. Su estilo es… sencillo, relajado, le va bien. Su personalidad
transmite una paz infinita. Cuando lo miro a los ojos veo la tranquilidad que tanto deseo
tener. Es como un bosque hermoso y silencioso ¿Realmente eso existe? ¿Yo podría
aspirar a vivir un día así? ¿Podría vivir sin hambre? Fantaseo con encontrar un día…
cuándo coma tanto que no pueda más, pero de verdad… no poder nunca más. Comer

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hasta terminarme el hambre… para siempre ¿Si bebo su sangre podré arrebatarle esa
tranquilidad?
Caminamos hacia su departamento. Al parecer no está muy lejos. Nos detenemos
por alcohol. Compramos bastante. Normalmente los hombres se moderan frente a mí y
yo frente a ellos. No esperaba esto, pero pinta para ser una velada excelente.

- Estamos a un par de cuadras de mi casa, pero quiero hacer una parada ¿Me
acompañas?
- ¿A dónde más podría ir? ¿Me dejarás encargada en la tienda? – Ambos nos
reímos.
- No me refería a eso, podríamos llegar primero a mi apartamento, así descansarías
un poco mientras regreso.
- Prefiero ir contigo.- odio quedarme encerrada en casas ajenas, me da
claustrofobia.
- Está bien ¿Eres delicada? – Me pregunta con tono apresurado.
- ¿A qué te refieres con eso?
- Bueno, básicamente iremos a comprar marihuana ¿Te incomoda?- le lanzo una
mirada penetrante, llena de desaprobación.
- solo bromeo.- Le tranquiliza oírlo. Suelta una carcajada larga y profunda, trato de
evitar reírme con él pero no puedo evitarlo. Le gusta mantenerme incomoda,
alerta, viva. Me agrada la sensación. Con el estómago lleno estoy lista para
cualquier cosa.

No soy fanática de los estupefacientes. Pero soy experta en tolerar, de manera temporal,
los vicios y costumbres de los hombres. Además la estoy pasando bien, eso me permite
ser mucho más paciente. En este momento incluso me siento capaz hasta de enfrentar a
mi segundo padre, satán. Por supuesto no lo haré, por más eufórica que esté es una
sentencia de muerte. Conozco mi realidad. No debo pensar en ello, estoy en un momento
muy especial, uno muy inusual: puedo alejarme de él. Enfrentarlo es una ilusión, pero
escapar de él es posible. Hay días así, cuando puedo sentirme tan veloz como para ganar
unos metros de distancia.

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Llegamos a una calle cerrada. Justo en medio hay un local abierto, parece tener
poco éxito. Tiene apenas unas cuantas mesas y… nada más. Hay varios hombres
bebiendo afuera. Me quedo a unos metros. No me interesa su plática. Enfrente hay un
bar y a unos pasos hay una pareja discutiendo. Es raro, no discuto con los hombres. Odio
por igual, jamás les pongo verdadera atención, solo pienso en el hambre. La chica se ve
muy enojada. Discuten porque el chico se encontró con su exnovia y la saludó muy
amistosamente. Lo veo todo el tiempo. Los hombres mienten. Por eso no traicionó a las
chicas, me vengo en nombre de todas ellas. En las relaciones soy yo la mentirosa, soy
yo quien se aleja, soy yo la beneficiada. Por supuesto, esa venganza es solo un efecto
colateral de mi propio interés. Pero pensar en ello me ayuda a concentrar mi odio. La ira
y la decepción dejan marcas en la piel, también en el alma, puedo olerlas desde aquí, las
absorbo para amplificarlas. Así cuando como a hombres como él (un asco con las
mujeres), me invade un sentimiento de justicia mientras bebo, a veces es un buen toque.
Pero no son mi platillo predilecto, solo recurro a ellos en momentos desesperados. Tal
vez por eso me saben mejor de lo normal.
El chico de la barra me saca de mis pensamientos posando su mano suavemente
en mi hombro. Esta listo para irnos. Me gustó el contacto con él. Caminamos muy cerca.
Sin darme cuenta me toma de la mano. Entrelaza sus dedos con los míos. Me recorre un
escalofrío por el brazo ¿Eso es bueno o malo? No me había pasado. Debo controlar esas
sensaciones, el hambre volverá tarde o temprano. No importa qué esté pasando, no
llegará muy lejos. Nada en mi vida lo hace. El tiempo deja de correr; la noche siempre
regresa. Sin darme cuenta miro el piso. El chico sigue hablando sobre… algo, no he
escuchado ni una palabra.

- Tengo algo para ti en la casa.- me dijo.


- Pero no tenías ni idea de que yo vendría hoy ¿cómo has tenido tiempo de preparar
algo? – sinceramente estoy sorprendida.
- ¿Cómo aseguras que no sabía? Tampoco sabes desde cuándo lo tengo
preparado.

Si verdaderamente es así, debe ser mínimo de un par de meses atrás, cuando comenzó
el asunto del chico apuesto. No lo sé ¿Cómo dio por sentada mi llegada? ¿Tan seguro

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es de sí mismo? Bueno, nunca me han dado una sorpresa. El universo hoy gira en una
órbita extraña y hace rato elegí dejarme llevar. Solo espero no terminar estrellándome de
cara. Caminamos en silencio, tomados de la mano. Parece una eternidad ¿No dijo que
estábamos cerca? ¿Acaso tengo taquicardia? No me estoy sintiendo muy bien. Será
mejor estar alerta por si debo irme. Casi siempre utilizo métodos de escape normales,
como un taxi o cosas así, pero cuando de verdad debo huir lo hago a cuatro patas. Por
supuesto, las zapatillas terminarían olvidadas en la calle y estas son muy costosas, no
me gustaría dejarlas.
Por fin nos detenemos frente a un edificio. Deja todas las bolsas en el suelo para
buscar sus llaves. El lugar se ve bastante limpio, todas las paredes son blancas. Subimos
tres pisos hasta llegar al suyo, el apartamento número sesenta y seis. Muy apropiado
para la ocasión. El departamento tiene un espacio muy adecuado para una sala y un
comedor de buen tamaño. Solo tiene un gran sillón y una mesa de centro, también hay
un estéreo y algunos discos. La cocina está justo frente al sillón, es de un tamaño
considerable, ni pequeña ni grande. A pesar de las pocas cosas todo se ve en orden, en
el centro se encuentra el refrigerador, como protagonista del área, tiene una pequeña
estufa, algunos platos lavados en el escurridor y pocas cosas en la alacena. Me dice que
vaya a su habitación mientras acomoda todo el alcohol estratégicamente en el
congelador. Es la puerta de la derecha. Es muy sencillo, está bien ordenado y limpio.
Tiene pocas cosas en general, la cama, una cómoda, un espejo, una televisión, una silla,
un buró y el closet. Incluso dentro del armario tiene apenas quince cambios de ropa. Vaya
deberé dejar de considerar cien cambios de ropa como poca cosa. Solo tiene cinco pares
de zapatos ¿No era austera teniendo setenta pares? ¿Eso le gustará? En este momento
parece mala idea traer el juego de collar y pendientes de oro. Parece gustarle lo simple.
Va bien con él, con su transparencia. No hay cerrojos, no hay escondrijos, incluso los
restos de marihuana está justo sobre el buró. Aquí no se oculta nada. Comienzo a
escuchar música. Entra sin darme cuenta. Me toma de las manos, me acerca a su pecho
en un solo movimiento y empieza a cantar. De pronto estamos bailando. Es una canción
hermosa. Habla de amor, de finales felices. Esta noche soy cenicienta. Me dejo llevar.
No me había dado cuenta pero tengo una sonrisa de oreja a oreja.

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- Por fin me dejas ver tu verdadera sonrisa, es hermosa.- Ahora sí va a darme un
infarto, el corazón se me saldrá.
- Te he sonreído mil veces.- miro a otro lado, siento el rostro caliente.
- Todos los días veo a un montón de chicas tratando de atraer hombres, tú incluida,
incluso a veces tratan de hacerme caer para regalarles bebidas. Aprendí a
distinguir las sonrisas.
- Has arruinado mi plan, ahora cómo conseguiré mis bebidas gratis.
- A ti te daría todo lo que quieras gratis.- contesta, está siendo muy directo, por esta
noche lo dejaré llegar tan lejos como quiera, un poco de fantasía ayuda a hacer
un ambiente más agradable.

Todo parece perfecto. La noche está plagada de estrellas. Las calles parecen vivas a
pesar de estar vacías. El mundo parece ser solo aquella habitación. Bailamos una
canción, luego otra. Me canta mientras me mira enamorado. Aún no he bebido un sorbo
de alcohol y ya siento regresar la euforia. Termina el baile. Se va a la cocina y vuelve con
un par de cervezas.

- ¿Has fumado esto? – Me pregunta mientras llena una pipa.


- La comí hace muchos años, cuando estaba en la preparatoria, no es lo mío, me
pegó terrible.
- Es porque no has probado algo verdaderamente bueno. Además depende mucho
de tu estado.
- Eso explicaría muchas cosas.- Era cierto, de verdad me había sentado fatal, el
hambre se había vuelto insoportable, no me gusta mucho hablar de eso, pero esa
noche alucine devorar a quince hombres y ni siquiera llegue a abrir la puerta de mi
casa. Al día siguiente me dio tanta hambre que sí comí esa cantidad de gente, el
bar fue clausurado por las autoridades.
- ¿Quieres intentarlo?

Me quedo mirando la pipa ¿Podría repetirse aquella escena? A esta hora ya no hay
muchos lugares abiertos, no muchos donde pueda beber algo libre de VIH (sabe muy
mal). Además el efecto es menor cuando fumas. Tal vez hoy sea mi día de suerte, puede
que está oportunidad no se repita, las estrellas están alineadas a mi favor. Sí, todo saldrá

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bien hoy. Estiro la mano para tomar la pipa. Me enseña a hacerlo. Debo inhalar muy
profundo y sostenerlo hasta toser. No siento nada. Doy una calada más y otra más. Me
quita de las manos la pipa.

- Para empezar eso es suficiente ¿Sientes el efecto?

Él comienza a dar una calada tras otra. Yo me quedo sintiendo como las venas se dilatan.
Siento a mi sangre recorrer todo mi cuerpo, hasta el más recóndito rincón tiene un buen
suministro. El éxtasis está creciendo en mi pecho. Suelto un carcajada. No puedo dejar
de reírme. Él se me une. Nos acostamos riéndonos. Un minuto, dos, quien sabe cuánto
tiempo. Por fin dejamos de reírnos. Me duele el abdomen. Él se gira hacia mí, me acaricia
la espalda. Me observa fijamente. Se me acerca. Me besa… como nunca he besado.
Mis pensamientos se callaron durante todo el beso. Ni idea de cuánto duró. Estoy
confundida. Mi mente está revuelta. Estoy aquí presente. Me siento bien. No siento el
estómago vacío. No puedo dejar de sonreír ¿serán las drogas? No puedo dejar de mirarlo
a los ojos. Siento una piedra en el centro de mi pecho. Se me están agolpando las
lágrimas en los ojos. No debe verme llorar. Lo tomo de la cabeza, no seguiré pensando,
mucho menos seguiré sintiendo. Solo beberé un poco el día de hoy. Lo acerco a mi boca,
lo beso ¿No se suponía que iba a “besar” su cuello?
No puedo parar de besarlo. Desabotono su camisa. Se la quito desesperada.
Desabrocho su cinturón. Para él no es gran trabajo. Solo abre el par de botones del saco.
La ropa comienza a deslizarse de la cama. Me llevo una gran sorpresa. Tiene el cuerpo
bien definido, se ejercita y tiene los atributos deseados por cualquier hombre. Bajo esa
luz se ve irresistible. Tenemos sexo ¿O esto será hacer el amor? Me toca justo donde
debe, cuando debe. Me hace sentir placer sin siquiera lastimar su carne. En el orgasmo
le rasguño la espalda. No puedo contenerme, le muerdo el cuello, solo un poco, solo unas
gotas ¡SANTA MADRE DE TODAS LAS COSAS! Nunca había probado algo así. Apenas
fueron un par de gotas, deliciosas, las más deliciosas que he probado. Además me lleno
de vitalidad. Nos corrimos al mismo tiempo. Esperen un momento. Paren todo ¿Acaso
me está mordiendo él el cuello? Me quito rápidamente, con un movimiento. Me llevo la
mano al cuello. Es apenas un rasguño, pero brotan unas cuantas gotas de sangre. Lo
miro estupefacta.

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- Tú… pero… - no sé qué decirle.
- No te preocupes. Aquí estás a salvo. Sé quién eres. Sé qué eres.

No puedo dejar de estar sorprendida. Solo me he topado con un demonio y peleamos


como animales. No es posible. Él no puede ser…

- Yo soy muy parecido a ti.- me dice.


- ¿Estás hablando en serio? ¿Me trajiste aquí a matarme?
- ¿Matarte? – en serio me mira desconcertado.
- Pues sí, debes comer.
- Bueno… conozco tu manera de hacer las cosas. Pero en realidad no es la única.
- ¿Siempre lo supiste?
- Por supuesto que sí. Y yo te respeto y te dejo ser. Te vi desesperada hoy. Arregle
todo para que pudieras comerte a ese hombre. Algo así me manejo, llevo un orden.
Solo como ocasionalmente personas completas. El resto del tiempo solo tomo
unos cuantos sorbos y complemento mi dieta con alimento de humanos. La carne
cruda de vaca funciona bastante bien. Podríamos ser compañeros de caza.

¿En serio existe un camino así? ¿Es real? ¿Él de verdad es un demonio? ¿No siente la
misma desesperación? ¿Su hambre no es igual a la mía? ¿Además tiene sentimientos?
¿Me trajo aquí para comerme? ¿De verdad le gusté? ¿Fue sólo una treta? ¿Me está
engañando? ¿Se está queriendo pasar de listo? Estoy muy confundida. La cabeza me
da vueltas. No es posible que no encaje ni entre mi propia raza. No es posible. No puedo
ser la más sanguinaria. No puedo ser la maldad en persona. No puedo ser tan asquerosa
¿Tan miserable es mi vida? Las lágrimas están haciendo fila para salir, ni de broma las
dejaré salir. Tengo tantas dudas.

- Oye, no te alteres linda. No te compares conmigo, está bien lo que haces.


Tenemos maneras diferentes de vivir y eso está bien.

¿Cómo puede estar bien? Como puedo conformarme con mi prisión cuando veo a alguien
libre. Se supone que todos nosotros, toda nuestra especie, compartimos estas malditas
rejas. Nunca quise ver entre los barrotes, nunca imaginé a un demonio fuera de ellos.
Además de todo se burla de mí diciéndome que no estoy mal. Estoy fúrica. Pero no tengo

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nada de ganas de enfrentarme a una bestia macho con esos músculos. No soy estúpida.
Sé cuándo voy a perder una batalla. Tal vez sea buena idea echarme a llorar. Igual ya no
puedo contenerme más. Pongo mi cara entre mis manos. Por lo menos no lo dejaré verme
llorar.

- Hermosa llora. No te juzgo en serio. No veo nada malo en tu manera de


alimentarte. Simplemente es diferente. Yo te dejo ser. Sabía que vendrías a mí. Y
te seguiré esperando de ser necesario. Me gustaría mucho que te quedaras
conmigo. Pero es tu decisión.
- No sé cómo llegaste a este punto de controlar tu hambre. No sé cómo has llegado
a dónde estás, pero tampoco entiendo ¿A dónde planeas llegar? ¿Crees que
alguien va a premiarnos, que reducirán nuestras condenas? – Le digo todo entre
sollozos. Mi llanto se hace cada vez más intenso.
- No espero nada de eso hermosa. Viviré mi condena, pero lo haré a mi manera.
Elijo con cuidado a mi alimento y me gusta vivir así ¿Qué pensaste? ¿Qué por ser
un demonio iba a ir por la vida siendo un desastre?
- ¡Pues yo sí soy un jodido desastre! ¡Soy asquerosa! ¡Estoy podrida por dentro! Yo
solo sé vivir para el hambre.
- Eso no tiene nada de malo.

¿Sigue burlándose de mí? ¿Con quién cree qué habla? Ahora no me importaría una
batalla. Lo haré trizas si hace falta. Ni siquiera quiero comerlo. Solo quiero matarlo. Quien
se cree para enseñarme la ilusión de una vida así. Para él es así de simple, me enseña
lo más parecido a un paraíso para nosotros. Él no es esclavo del hambre. Me está
menospreciando por ser una puta prisionera. No puedo dejar de llorar. Ahora la música
romántica se escucha completamente fuera de lugar. Me levanto de la cama. Empiezo a
vestirme.

- Quédate un rato más. No te vayas todavía.


- No puedo quedarme ¿No lo entiendes? ¿Cómo te quedarás conmigo? Tú no eres
esclavo del hambre y yo sí ¿Qué vas a hacer conmigo? ¿Qué va a pasar cuando
deba salir a cogerme a otros para comérmelos? El amor es posesivo y egoísta. Te
estoy haciendo un favor. Además ni me amas de verdad. A este punto no has de

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recordar mi nombre. Soy una más en tu cama, para ti estoy de paso. Ya te
adueñaste de mi cuerpo por un momento ¿Qué más buscas? ¿Quieres que nos
casemos y tengamos un montón de bebés demonio? No me hagas reír, sé
perfectamente que no quieres eso. Ni siquiera sé cuánto tiempo más viviré, en
cualquier momento me degollarán. Soy una fugitiva. Además me ofendes.
Seguramente te estás burlando de mí. Me daré la vuelta y me acuchillarás por la
espalda. Recuerda algo muy importante: venimos del mismo desgraciado lugar.
No trates de jugar conmigo. No me voy a tragar tus mentiras. Por cierto, me gusta
comer sola. Soy tan mierda y egoísta que jamás comparto mis presas.

No lo dejo responder nada. Salgo del lugar como un bólido. Estoy ardiendo en furia.
Camino con pasos fuertes. Giro en una calle. No voy a casa. No voy a ningún lugar en
particular. Un hijo de luzbel creyéndome lo suficientemente idiota como para dejarme
cazar ¿Quién se cree? Además me insulta ¿Cómo trata de cazarme con cuentos de
hadas e historias con finales felices? Por lo menos podría tratarme como una adversaria
digna. Me escupió en la cara con su maldita lástima. “yo te acepto” sí claro, eso dicen
todos. Prometer hasta comer, ya comido olvidado lo prometido. ¿En serio cree que yo
nunca he dicho esas mentiras para atrapar a una presa? Les he prometido hasta revivir
muertos con tal de bebérmelos.
Voy caminando mirando el suelo. Eso me hace chocar con un sujeto. Me toma de
los hombros. Yo ardo en furia. Cómo se atreve… Otro igualado cualquiera. Como si fuera
una jodida presa. Yo soy una cazadora de la noche. Es a mí a quien deben temerle.
Belcebú es mi padre, mi verdadero padre. Yo soy su puta mala suerte en persona.

- ¿Una muchacha tan linda sola en la noche? ¿Discutiste con tu novio?

Pero ¿Cómo demonios…? A cierto, tengo todo el maquillaje corrido por haber llorado.
Por eso odio llorar. Podría cerrar la noche con algo de gula. No me vendría mal otro
platillo…

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La vida dará vueltas hasta hacerte vomitar

No sé qué pasó. Mis recuerdos son muy confusos. La cabeza me está matando. Está
muy oscuro ¿Por qué no puedo ver en la oscuridad? Eso nunca es un problema ¿Dónde
estoy? ¿Cómo llegue aquí? Debo hacer memoria. Primero debo levantarme, estoy en
una posición muy ridícula tirada en el suelo. Apenas puedo moverme. No estoy en el
suelo, es una cama, estoy encadenada de manos y piernas. Solo puedo hincarme. Tengo
los ojos cubiertos. Ya entiendo. Tengo un recuerdo fugaz. Mientras miraba con ira al
hombre con quien choqué me inmovilizó muy rápido y sentí un golpe en la cien. Todo se
oscureció. Así es, es posible dejar inconsciente a un demonio, casi tan fácil como a un
humano. Siempre y cuando el golpe sea en la cabeza, nuestro cerebro es mucho más
vital. El corazón no siempre late. Los órganos solo funcionan de vez en cuando. En
cambio la mente siempre trabaja a mil por hora. Debo guardar la calma o no saldré de
aquí viva. Alguien debió atarme. También debe estar buscando algo, si solo es sexo no
será muy difícil salir de aquí.
Me siento más cómoda atada en esta cama. Esta es una situación de la cual puedo
escapar, tal vez no ilesa pero puedo salir de este lugar. Tal vez el universo si estaba
alineado el día de hoy… para matarme. Bueno no tengo idea de si sigue siendo el mismo
día. A pesar de la situación me invade la tranquilidad. Apenas en este momento caigo en
la cuenta: estuve a punto de caer en la trampa de un demonio “hay otra manera de hacer
las cosas…”, “la carne cruda de vaca funciona muy bien” sí claro y yo soy emperadora
en Alemania. Por favor, he usado cientos de tretas. “podríamos ser compañeros de caza”.
En serio cree que voy a dar por verdad las palabras de un ser como yo. Me piensa tan
inexperta como para no saber que solo entregamos las sobras a los carroñeros para no
dejar rastro. Seguramente es más viejo, tiene muchísima más experiencia, la suficiente
como para zamparse a seres de su misma especie. Nuestro sabor es peculiar,
excepcionalmente tentador, pero es una batalla a ciegas, cualquiera de los dos demonios
pueden perder o ganar. Se puede considerar la fuerza y el estado físico, pero nunca
podrás determinar a simple vista la resistencia, ni la motivación del otro. Sólo he luchado
contra uno, salí con vida de ahí, sin embargo no planeo ponerme en otra situación como

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esa cuando tengo tanto alimento disponible. Me insultó su menosprecio, si se atrevió a
verme como alimento es porque se cree capaz de vencerme.
Ya le daré su merecido a ese idiota, cuando yo deje de ser tan estúpida como para
caer en su sortilegio. Necesito concentrarme. No hay nadie en la habitación, puede estar
cerca esperando a que despierte. Por lo tanto evaluaré lo mejor posible mis opciones
antes de alertarlo. En algún momento lo haré venir. Pero no estoy muy segura de qué
quiere. Aún tengo la ropa puesta, no me tocó mientras dormía. Hay dos opciones: le gusta
la resistencia y espera verme pelear; o planea conservarme aquí, entonces no tiene
ninguna prisa. Ambas son peligrosas ¿Será un humano? ¿Cuántas posibilidades tengo
de enfrentarme a dos demonios en un día? No debería encerrar a la vida solo en
posibilidades, más vale no descartar el hecho por estadística… no en mi posición. Puedo
medir su capacidad auditiva. Convierto solo una mano en garra. Es más ancha, ahora la
esposa me lastima las muñecas. No puedo romperla solo por presión. Las cadenas
conectadas a las esposas son lo suficientemente largas como para poder recargar los
brazos pero no para tocar ambas manos. No creo que sea un demonio, ya habría
escuchado el tintineo. Ahora las piernas, cadenas largas para hincarme, eso ya lo sabía.
Bueno no será difícil. Si es humano es muy probable que yo termine beneficiada de esto.
Matar a este pervertido podría ser considerado como una buena acción, podría cobrar la
recompensa en mi próxima vida.
Es hora de hacer ruido. Grito. Me muevo desesperada. Nadie viene. Nada se
mueve ¿Me dejaron aquí sola? No quiero arruinar la diversión y no llevo prisa. No
pudieron simplemente dejarme atada sin razón. Alguien debe venir en cualquier
momento. Sigo gritando. La paciencia no es mi fuerte, si no llega nadie me iré. Escucho
el llanto de un bebé ¿Quién está tan enfermo para tenerme así en la misma casa donde
tienen un niño? ¿Estará tan loco para haber secuestrado a una mujer y a un bebé? O es
un idiota o está muy enfermo de la cabeza. El bebé llora y yo grito. Nos ignoran. Se
escucha un golpe. El bebé deja de llorar. Todo se queda en silencio. El llanto regresa con
más fuerza. Escucho a alguien tratando de consolar al bebé. Es una mujer, parece ser
joven.

- ¡Calla de una vez a esa vieja, ya despertó a la niña! – grita la mujer.

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- ¡Mejor dale de comer a esa niña, de seguro está llorando porque no le has dado
nada de comer desde ayer! – se contesta un hombre.
- ¡Si tanto te interesa deberías de ser bueno para traer dinero a la casa! ¡Esa zorra
que recogiste en la calle no traía casi nada en la cartera!

Patéticos ¿Me secuestraron por el dinero de mi cartera? Me parto de risa. Me callé un


momento para escuchar la discusión, la cual por cierto continua con las mismas tonterías.
Pero ahora estoy decidida a ser tan molesta como pueda. Me encargo de subir de
volumen el alboroto. Se escuchan pasos venir hacia acá. Puedo darme una idea de la
forma de la casa por el sonido. Vienen de la parte trasera, ahí debe de haber otro cuarto,
pero la voz del hombre se escuchó de más al fondo, los pasos se escuchan en una parte
de la casa sin paredes intermedias, seguramente es la sala y el comedor. Gira hacía la
izquierda para llegar al cuarto. Entonces estoy al lado de la parte principal de la casa, la
salida no debe de estar muy lejos.

- ¡Cállate de una vez maldita loca! No ves que ya despertaste a un bebé. Por tu
culpa ya no pude seguir durmiendo. – Es la mujer, me grita mientras me lanza un
vaso de agua encima. Empiezo a sollozar.
- ¿Qué quieren de mí? ¿Dónde estoy? – lo digo con voz muy baja y temblorosa.
- ¡Inútil! ¿Puedes venir a atender a tu clienta por favor?- Me ignora.

La chica sale de la habitación con pasos fuertes. La niña sigue llorando al fondo.
Otros pasos se suman, vienen en dirección contraria.

- Qué tal si en lugar de decirme qué hacer te ocupas de tus asuntos. Sal a la calle
de una vez a conseguirle quien le dé de tragar a esa niña.

Se escucha a la mujer empezar a decir algo. La voz se corta antes de poder formular
palabra alguna, la suple un golpe, luego otro y después se escucha algo estrellarse contra
el suelo.

- A ver si así aprendes a callarte.- dice el hombre – Por cierto, ve con la abuela a
cambiarle e pañal antes de que empiece a joder.

Aun no sé qué quiere de mí, pero definitivamente está loco. Entonces, somos cuatro
personas: la mujer, el hombre, el bebé, la abuela y yo por el momento así va la cuenta.

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No tendré problemas para lidiar con ninguno de ellos, el único capaz de darme un poco
de problema puede ser el hombre. Los pasos se reanudan. Si mis cálculos son correctos,
la sala debe medir unos cuatro metros. No será difícil, puedo recorrer esa distancia en un
abrir y cerrar de ojos. El hombre se acerca. Se detiene antes de estar frente a la puerta.
Escucho a la mujer levantarse con esfuerzo. Camina pasando enfrente de él. Pasa de
largo la puerta del cuarto donde estoy encerrada, abre una justo enfrente. Además se
escucha un ligero eco en los pasos antes de llegar a la habitación, entonces entre ambas
puertas hay una tercera y es un baño. Muy bien. El hombre termina su recorrido. Entra a
la habitación.

- ¿Te estás portando mal? Haces enojar a mi hermana – Me pregunto qué reacción
espera de alguien quien recién despierta esposada a una cama de manos y
piernas. Estoy actuando como cualquier humano lo haría. Empiezo a sollozar de
nuevo.
- Por favor, dime dónde estoy, dime qué quieres de mí. Mi… mi familia… les dije
que ya iba hacia la casa.
- No te creo nada, te encontré a media madrugada, con esa ropa de ramera puesta
y caminando sola. Dudo mucho de la existencia de tu familia. – Contesta el
hombre. – Pero entonces me di cuenta de que tus accesorios eran de oro, alguien
debió dártelos. Tal vez tu familia no me dará nada… pero un anciano pervertido
seguramente pagará mucho por ti ¿Me equivoco?
- Por favor no me hagas nada, haré lo que me digas. – me salen unas lindas
lágrimas de los ojos, lástima que no puede verlas, la venda en mis ojos las absorbe
todas, aun así me ayudan a entrar en papel.
- Vas a ayudarnos a contactar a ese viejo.- Se sienta a mi lado, acaricia mi cabello.
- Está bien, haré cualquier cosa ¿Puedes quitarme la venda de los ojos?
- Por supuesto que no preciosa, lo haré cuando demuestres ser una buena niña.
Haremos la primera prueba, iré por tu teléfono. No sigas gritando.

Se levanta de la cama. Me deja tendida llorando ¿Cuánto tiempo planeo prolongar esto?
Cuando me aburra me iré. El bebé ha dejado de llorar, por fin la hermana se ha puesto a
hacer algo por esa cría. De seguro es el resultado de una noche de copas o de la

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desesperación por aferrarse a un hombre. De la manera más dura se dio cuenta que los
hombres son unos cerdos, la mayoría, alguno bueno debe existir. A muchos no les
importa cuántos hijos tengas, se dan la vuelta y se van como si nada. Escucho a alguien
quejarse en el cuarto frente al mío. Nada se mueve. Es como si solo estuviéramos la
anciana y yo.
Él no ha regresado. Escucho voces apagadas a lo lejos. Dos personas se acercan
hacia el cuarto. Una se sigue de largo ¿A la habitación de la anciana? Se abre una puerta,
se escucha una ráfaga de viento entrar a la casa ¿Es en serio? ¿Son tan idiotas? Este
cuarto está a dos metros de la salida. Están muy desesperados por dinero. Actuaron
impulsivamente al secuestrarme, vieron la oportunidad y la tomaron. Pero será una
lástima yo saldré con el estómago lleno; mientras ellos no volverán a ver la luz del día. El
hombre regresa a la habitación.

- Tengo tu teléfono aquí. Dime el nombre como lo tienes registrado.- Me habla con
una voz cariñosa, como si fuera una niña.
- No está registrado.- Contesto con la voz quebrada, permanecí llorando un poco
durante toda su ausencia para darle realismo.
- No tienes ningún número registrado en este teléfono. Ni aplicaciones. No hay nada
aquí ¿estás tratando de jugar conmigo? Porque me gustan los juegos.
- Es el teléfono que él me dio, me pidió usarlo solo para llamarlo y debía memorizar
su número, no debía registrarlo. Él es muy importante, yo correría peligro solo por
tener ese número guardado.
- Estabas en peligro simplemente por estar sola a esas horas de la noche ¿Venías
de estar con él? ¿Fue con él con quien discutiste?- Pregunta mientras se sienta a
mi lado.
- Sí.- Sollozo más fuerte.
- Ya veo, entonces díctame el número. Me encantaría seguir escuchando más sobre
ti pero creo que tanto tú como yo tenemos prisa.
- Es…3231887331.- Es el número del chico apuesto.

Su celular está en un cajón de mi cuarto. Empeñarlo no valía la pena y dejarlo en el cuarto


de hotel levantaba muchas sospechas. Todo el mundo tiene uno, he hecho un hábito

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inconsciente tomarlos antes de dejarles el resto del trabajo a los carroñeros.
Habitualmente los destruyo y los boto, algunos los reinicio y los vendo. Según las
circunstancias elijo la mejor opción. Pero aún no había pensado en eso con el celular del
chico apuesto, demasiados problemas en muy pocos días. Por lo menos la vida dejó algo
a mi favor.
El teléfono suena. Lo dejé encendido, pero hasta a mí me sorprende que aun tenga
batería. Tal vez porque nadie se molestó en llamarlo o mandarle mensajes. Se esfumó
del mundo y todo siguió girando, el sol siguió su curso como cualquier otro día. También
ahora el mundo gira aunque yo no pueda verlo. Allá afuera alguien sigue yendo a la
escuela, comprando en la tienda y lavando su auto. Todos allá afuera viven historias de
amor, tragedias y comedias. Sus corazones laten, su sangre corre; sonríen, lloran, siguen
con su día a día. Pero para mí el tiempo permanece estable, quieto. Tengo la misma
apariencia desde hace años. No envejezco. Mi corazón solo late a veces. Mi sangre no
siempre circula. Mi vida nunca cambia ni se altera.
Por eso he decidido no escapar de este lugar por ahora. Me reconforta saber que
puedo salir de aquí. Pero no puedo escapar de mi maldición. No puedo escapar por
siempre de mi padre; lo haré mientras pueda, mientras tenga fuerzas. Estas situaciones
me recuerdan esa fuerza, si soy lo suficientemente capaz de salir de aquí entonces podré
sobrevivir un día más. Aquí tengo el control. Aquí, a pesar de estar en peligro, estoy a
salvo. Nadie vendrá a salvarme. Él no vendrá a buscarme. Es solo una habitación a dos
metros de la salida. Donde verdaderamente estoy prisionera es en la oscuridad y el
silencio que me vieron nacer. Soy esclava de mi propio cuerpo. El lugar que me creo vive
dentro de mí y no puedo escapar de mí misma. Mi padre puso su semilla en mi interior,
por lo tanto no puedo deshacerme de ella.
El teléfono deja de sonar. Como es de esperarse la llamada sigue de largo hasta
el buzón de voz. El hombre loco no se mueve. Su respiración se agita. Puedo sentir su
ira manando de su cuerpo. No es lo que esperaba. La paciencia tampoco es su fuerte. El
hambre nos convierte a todos en bestias, no importa si eres humano o demonio. Con el
estómago vacío y el frío en los huesos eres capaz de cometer cualquier crimen. La vida
es una mierda sin importar la especie.

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- ¿Por qué el vejete no contesta? ¿Eras su perra de una noche? – Me pregunta con
fingida tranquilidad.
- Tenemos tiempo estando juntos. Pronto dejará a su esposa. Debe estar molesto
por lo de anoche. Por eso no contesta. Además no le gusta que lo llame, él es
quien se comunica conmigo.- contesto con voz desesperada. – Dice que lo haga
solo en emergencias, pero a veces lo extraño tanto… solo escuchar el teléfono
sonar me tranquiliza. Hay días que está muy de buenas y me contesta pero con la
discusión de ayer no lo creo.
- ¿Me estás mintiendo? – comienza a hablar mucho más fuerte.
- No puedo encontrar razones para mentirte en esta situación. Has acertado muy
bien, no tengo familia. No le importo a nadie. Ese hombre me encontró hace dos
años en un burdel. Me ha cambiado la vida. Si no fuera por él no estaría viva.
- Sin dinero no me sirves de nada.- suelta la frase con una voz amenazadora.
- En cualquier momento me devolverá la llamada, te lo juro.- Pongo muchísima
desesperación en mi voz.

Se levanta sin contestar nada. Su plan es improvisado. Él no quiere matarme. No me


tenía en la mira. No tengo idea de donde saco las esposas, tal vez planeo secuestrar a
alguien pero no era a nadie en concreto. Apenas está empezando esto, no llevamos prisa.
Yo aún estoy haciendo digestión, estar acostada no me viene mal. No me quiero ir todavía
¿Cuánto tiempo podré prolongar la mentira? Lo escucho dar vueltas en la casa. Su
desesperación crece. La anciana comienza a lanzar quejidos. El hombre entra a su
cuarto. No puedo escuchar las palabras de ella pero el hombre sale del cuarto, cruza la
sala y entra a otra habitación. Escucho un vaso de agua llenarse. La cocina está al fondo.
Vaya mala estrategia han elegido. Seguramente me pusieron en el cuarto del hombre,
por ello no pensaron en la ubicación más adecuada en la casa. Lo escucho llevarle el
agua a la señora. Con voz amorosa la explica que pronto podrá llevarle algo de comida
que de momento agua es lo único que puede darle. Ellos conocen a esta asquerosa
hambre. Sienten el hambre consumirlos, tal y como yo lo hago. A ellos los atormenta el
dinero como a mí el diablo. Si las cosas continúan de este modo su alma se volverá tan
oscura como la mía. Eso hace ese perro vacío en el estómago, te atormenta, se ríe de ti

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en tu cara, te come el alma hasta dejarte en los huesos y entonces, te vuelves un animal.
El hombre regresa a la habitación.

- ¿Estás segura? ¿Te devolverá la llamada? – Su voz suena rota. Sus ojos
derraman unas lágrimas discretas, llora en silencio. No necesito verlo para saberlo.
Los hombres no tienen permiso de llorar en público. Desde jóvenes aprender a
hacerlo con sigilo, en soledad. Como yo tengo los ojos vendados puede permitirse
llorar frente a mí. Pero yo lo sé. Lo percibo aún a ojos cerrados.
- Te lo juro, lo hará. Cuando se le pase el enojo lo hará. – Guardo silencio un
momento.- Quítame la venda. No tengo a quién decirle lo que está pasando.
Déjame ver. Me portaré bien, te lo prometo. No tengo a dónde ir. Nadie me espera.
Debemos esperar juntos su llamada, solo así podré salir de aquí.
- Lo haré, pero si intentas algo te mataré.

Se levanta. Sale de la habitación. Camina un poco. Regresa. Seguramente solo se fue a


componer un poco su imagen. Nadie debe ver sus grietas, lo entiendo. Levanta
lentamente la venda. La quita de mis ojos. Tengo los ojos cerrados. Los abro despacio.
La luz me enceguece. Es de día. Entra mucha luz al cuarto. Me cuesta acostumbrarme.
Lo veo levantarse. Hay una ventana frente a la cama. Cierra las cortinas. Eso me ayuda
a adaptarme más fácilmente.

- ¿Podrías darme un poco de agua? Lloré mucho anoche, tengo mucha sed.- le
suplico. Aun no puedo ver su rostro.

Sale del cuarto. Solo alcanzo a ver su espalda. Es alto, algo gordo. Aún lleva puesta la
misma ropa que cuando me lo tope en la calle. Regresa con una jarra y un vaso. Su rostro
es poco agraciado. Beber es un problema en mi posición, él se da cuenta. Sale de nuevo
del cuarto. Regresa con una mamila, seguramente de la niña. Pone el agua en ella. Se
acerca a mí. Me da de beber como a un bebé.

- ¿Por qué discutieron?- me pregunta como si fuera un viejo amigo.


- Por lo mismo de siempre.- escondo un poco el rostro.- Aun no deja a su esposa.
Me dejó sola en mi cumpleaños, me prometió compensarme ayer pero fue solo
una noche más.

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- ¿Hace cuánto fue tu cumpleaños?
- Un par de días. Tampoco contestó mis llamadas ese día.
- ¿Entonces puede tardar mucho en llamarte?
- No lo creo, no esta vez. Lloré mucho. Salí corriendo de su departamento. Estoy
segura de que ya se siente culpable de todo.- Lo miro a los ojos mientras le hablo.-
¿Necesitas el dinero para tu abuela?
- Eso no te incumbe.- Se gira un poco. Se sienta dándome la espalda.- la vida a
veces se pone dura.
- Lo sé. Yo también he pasado hambre.- No le estoy mintiendo. No del todo.
- Ya no lo has de recordar.- No se mueve, sostiene la mamila entre sus manos, no
me mira mientras habla, parece concentrado en el vacío.
- ¿Se puede olvidar? Uno no deja de vivir con el miedo de volver a esos días. A
veces le robo dinero de la cartera por si me abandona. Sé cómo te sientes.
- ¿Tienes hijos?
- No, no puedo tenerlos.- eso es cierto.- perdí uno hace algunos años, me quitaron
todos mis órganos reproductivos internos.- eso es falso. Simplemente están
marchitos, no funcionan en lo absoluto.
- Entonces no sabes cómo me siento, no te imaginas lo que es el deber de alimentar
a alguien.
- ¿Es tu hija?
- No, es mi sobrina. Pero su madre es una inútil. Ninguno de nosotros tiene estudios.
Vivíamos de la pensión de mi abuela, pero hace poco tuvimos a mi madre de visita.
Se llevó la tarjeta donde depositan y todas las cosas de valor de la casa. Además
ella es la tutora legal, mi abuela no puede levantarse, solo ella podría ir por una
tarjeta nueva.
- ¿Hace cuánto fue eso?
- Un mes aproximadamente. Pedimos fiado en todas las tiendas de por aquí y
agotamos todo lo de la casa. Hace un par de días nos quedamos sin nada.
- Ya veo. Te ayudaré. Me portaré bien. Él tiene mucho dinero, quitarle un poco no
le hará daño. Además así demostrará que me ama más que a su esposa.

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En serio desearía poder ayudarlo. Pero todo lo que digo son mentiras, entonces solo cabe
una falsa compasión dentro de mí. Sostendré la situación lo más posible. Me divertiré un
poco. Llegado el momento acabaré con su sufrimiento. Tal vez. Hay un bebé en medio.
No como niños, ni mujeres. Entonces tal vez la chica aprenda algo de responsabilidad.
Su madre es tan inmunda como mi padre. Ella no se los come. Solo termina con sus
posibilidades ¿Matarlos sería un acto de compasión? Tampoco puedo permitirles
arruinarme la comida ¿Debería seguir dejándome llevar por el universo? La cosa se está
poniendo muy subjetiva.

- Tengo mucha sed ¿podríamos encontrar una mejor manera de atarme? Tal vez
una en la que pueda sostener el vaso. No escaparé. De verdad quiero ayudarte.
Ya lo viste, ni siquiera tengo a quien llamar. Podrías revisarlo todo y verías que ni
siquiera en un día normal hablo con nadie.- Mi voz se escucha rota.
- Está bien, pero debes permanecer quieta, seré yo quien te mueva.

Se levanta. Sale de la habitación. Lo escucho rebuscar en cajones. No trae las llaves


consigo, por lo menos en eso ha tomado un decisión inteligente. La puerta de la entrada
se abre. Entra la chica con la niña en brazos. Lo hace gritando y bailando. Ambos se
encuentran en la sala. Le dice que ha ido a empeñar mis joyas. Yo sé cuánto dinero le
dieron por ellas. No es suficiente para resolver su problema. Pero si bastante para
sobrevivir un mes. Menciona a dónde las llevo. Es lejos de aquí. Las tiendas de empeño
de la zona ya deben de conocerlos, se darían cuenta del robo. Las recuperaré cuando
me vaya. Tal vez con ese dinero se conformen. Podrían dejarme ir en cualquier momento.
No será tan divertido como imaginé.
Ambos salen de la casa. Se ha olvidado de cambiarme de posición. La emoción
se apoderó de él. Esperaré un rato. Estoy cansada. Dormir por quedar inconsciente no
cuenta. Descansaré un poco mientras espero su regreso.

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¿Se puede caer más bajo estando en el suelo?

Un fuerte portazo me despierta. Sigo en el mismo cuarto. Un sueño me perturba, se me


escapa entre los dedos, se siente como el vaticinio de una desgracia. Me esfuerzo por
recordarlo. Un momento, están entrando con muchas cosas a la casa. Pasó algo de
tiempo, ahora ya es de noche. Traen consigo un montón de bolsas. De seguro se han ido
al supermercado. Bolsas y más bolsas, no paran de entrar y salir. Parecen contentos.
También hay caja ¿Son de cerveza? Entre toda su necesidad de comer se encuentra una
aún mayor: la de alcohol. He contado tres cajas de cerveza y dos de tequila. Confundí a
un par de alcohólicos sedientos con un par de niños hambrientos ¿Qué esperaba de dos
seres tan inútiles como para resolver sus problemas de dinero evitando a toda costa tener
empleo? ¿Quién soy yo para juzgarlos? No tengo una envidiable oficina en la mejor zona
de la ciudad.
Por fin se acuerdan de mí. Regresa a la habitación disculpándose por haberme
dejado ahí con una promesa rota. Comienza a desatar las esposas de la cama. Se ve en
una euforia total.

- El viejo debe contestar pronto. Tú eres una mina de oro, literalmente. Esas joyas
valían bastante. Después de tanto padecer nos merecemos una pequeña
celebración. Te llevaré a otra habitación donde estarás más cómoda. Así podrás
esperar tranquila su llamada.
- Gracias.- le contesto fríamente

No puedo dejar de pensar. Son una mierda, la misma porquería de siempre ¿Dónde
quedó la compasión hacia la abuela? Esa mujer podría estar muerta en este momento.
Parece que, en lugar de perder mi capacidad para soportar el hambre, pierdo la
inteligencia. Son escoria. Me alza en sus brazos. Tengo las piernas dormidas, me cuesta
caminar. Eso le añade un buen toque a mi actuación. La casa está distribuida de acuerdo
a como la visualice. La entrada a la derecha un baño en medio y dos cuartos encontrados,
en el centro la sala y el comedor en un espacio conjunto. Al fondo, justo enfrente está la
cocina, a la derecha una habitación, frente a la habitación un patio. Pero no logré percibir
la otra parte, al fondo de la cocina hay otro patio más pequeño con la entrada a un cuarto
más. Toda la casa tiene muebles viejos, muy viejos. En efecto, solo quedaban cosas por

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las que no darían un billete. El único electrodoméstico en la casa es un refrigerador muy
viejo. La hermana me mira con ojos de odio, pero en su cara se dibuja una sonrisa
¿Planean algo? El cuarto apesta a humedad, solo hay dos camas pequeñas con colchas
que parecen no haber sido lavado en años. Hay polvo, se nota adherido a las cosas. El
lugar parece ser utilizado de vez en cuando, simplemente no lo limpian. Esta vez me deja
sentada en la cama, con las esposas de los pies atadas en la base del colchón, debajo
de este, así mi propio peso hará presión para evitarme escapar. Mis manos las deja
amarradas entre sí, solo pasa la cadena entre un par de barrotes. Es una cama de acero,
pero es tan viejo que se romperá antes que las esposas. No será problema zafarme. Me
deja un bote de plástico lleno de agua. Antes de irse me dice:

- Esta celebración será en tu nombre. Si te portas bien y el viejo llama te dejaré


estar en la sala.

Se va. Lo miro mientras se acerca a la puerta, es de acero. Es vieja pero no se ve tan


oxidada. Sale. Cierra la puerta desde afuera. Puta madre ¡El cerrojo está por fuera! Es
un pasador. Si no está dañado me tomará horas poder abrirlo. Hay dos ventanas pero
tienen herrería de protección, no podré partirla con los dientes. Ahora sí deberé utilizar la
estrategia para salir de aquí. Las cosas se han salido de mi control, debo recuperarlo.
Tomaré la oportunidad cuando venga. Debo irme ya de aquí. El viejo es solo un invento.
Cuando lo descubran las cosas van a complicarse más. Soy una idiota. Siguen
pasándome estas cosas. Me deje hechizar por las feromonas de un demonio y ahora me
dejo secuestrar por un pendejo. Bonito desastre por arreglar.
Se hace cada vez más tarde. No sé cuánto tiempo ha pasado. Nadie viene. Está
lleno de gente allá afuera. Escucho risas y gritos de éxtasis. El baño… se supone que
debo ir al baño. Pido a gritos ir al baño. Grito, grito, grito más. Alguien viene, la puerta no
se abre, en cambio lo hace una ventana. Aparece su hermana. Me lanza un tazón.

- Ahí está su baño mi alteza.- se ríe a carcajadas.


- Maldita hija de perra ¡Ven para acá!

Cierra la ventana. Me ignora. Se da la vuelta. Tras ella había una amiga suya, el vidrio
está demasiado sucio, apenas puede verse a través de él. Pero distingo que viene con
alguien más, alguien como de su estatura. Es otra mujer. Le alarga una botella de

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cerveza. Gritan y se ríen de mí, lo van a pagar muy caro. Rompo los tubos de la cama
con las esposas, no voy a quitármelas por completo, los venceré con todo y ellas, me
serán útiles para ahorcarlos. Quiero asfixiarla hasta sacarle los ojos.
De nuevo me quedo ahí, con el enojo engordando. Están agotando mi paciencia.
Me gustaría por lo menos tener un reloj. Podría quemar mis fuerzas en romper la puerta
pero hay dos factores importantes: primero, podría tomarme horas, se darían cuenta y la
podrían atrancar con algo más; segundo, no sé cuánta gente hay afuera, pero calculo
cerca de cuarenta personas, matarlos a todos con las fuerzas desgastadas podría poner
en duda mi capacidad para salir. Debo esperar, es mi mejor opción. Cuando venga le
haré una gran y linda sonrisa permanente con mis garras.

Alguien viene. Empezaba a quedarme dormida. Es una pareja, se besan afuera del
cuarto. Limpian un poco la ventana con su espalda. La herrería está por dentro del cuarto;
la ventana, por fuera, como cubriendo al acero, si dejas ligeramente abierto el cerrojo
puede abrirse desde el exterior, así lo hizo su hermana. Intentar salir por la ventana es
totalmente inútil. No quepo entre los barrotes y son demasiado gruesos. Este cuarto es
una puta jaula. La pareja empieza a intensificar los besos. La ropa comienza a levantarse,
les estorba. La chica trae falda, eso facilitará todo. Por lo menos tengo un poco de
entretenimiento.

Hace rato se fue la pareja. La música ha ido de un género a otro. Han llegado más
personas. De nuevo escucho pasos acercarse. El hombre aparece en la ventana. La abre.
Me lanza el teléfono. Está borracho.

- Ese viejo no va a hablar. Toma tu teléfono de mierda. Pero tienes un problema.


Quiero más alcohol ¿Eras prostituta no? Te haré recordar tus viejos tiempos, hay
un par de chicos que me darán dinero por metértela. Si hacemos un buen negocio
hoy nos volveremos socios. Piénsalo, te dejaría vivir aquí con nosotros, por
siempre.

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Se va. Ardo en furia. No me atrevo ni a pensar en el sentimiento que está naciendo dentro
de mí. En cualquier momento la razón va a abandonarme y me dejarán de importar mis
acciones. Comienzo a querer quedarme para vengarme. Más le vale dejar de ser un
idiota. Esas palabras deben de ser locuras de borracho, por su propia seguridad. Va a
conocerme. Ese cerdo, va a conocerme.
La puerta empieza a abrirse. Veo al hombre asomar la cabeza. Detrás de él vienen
dos más. Con toda seguridad hará cualquier cosa por dinero. Ni siquiera le importa el
dinero como tal, solo consigue comprar momentos de escape de su asquerosa realidad.
En un parpadeo estoy a unos centímetros de la puerta. Me trato de lanzar encima de él.
Cierra antes de que lo toque. Me doy de lleno con el fierro. Caigo al piso.

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La venganza se come hirviendo

Me despabilo, estoy desesperada por tomar aire. Una punzada de dolor me recorre la
espina dorsal. Me toma un par de segundos darme cuenta, estoy en la cama, con un
hombre enfrente de mí metiendo su pene en mi boca. Tengo otro detrás, me penetra
analmente. De ahí viene la punzada, nunca había tenido sexo por ese orificio. Mínimo ha
servido para despertarme. Con esto podré abrir la puerta de un golpe. Hago mi movida
favorita, le arranco el miembro de una mordida. Chilla como un animal moribundo. Antes
de acabar con él debo encargarme el otro. Está perplejo, sigue moviéndose por impulso.
De un tajo le arranco media cara. Les destrozo la garganta. Ya no les queda tiempo para
llorar o gritar más, aunque me deleitan no conozco la situación afuera. Se me ha ido la
mano. Están muertos. Los destazo en menos de tres minutos. La sangre se va
esparciendo por todo el cuarto. Aprovecho las partes más importantes. Esta noche los
carroñeros van a darse un buen festín. Después de estos asquerosos acontecimientos
merezco la médula. Parece que últimamente siempre ha habido un pretexto para
comerla, a quien le importa. Es mi placer ¿Quién va a impedírmelo? ¿Yo?
Con la ropa empapada en sangre me lanzo contra la puerta. Una vez, dos veces.
Esperen solo un poco muchachos, sean pacientes, voy para allá ¿Por qué dejaron a estos
dos idiotas encerrados conmigo, de verdad son estúpidos? Recuerdo a su hermana
lanzándome el tazón; siento como me escurre la sangre por la vagina y el ano; me percato
del semen secándose entre mis senos. Malditos hijos de toda su puta madre ¿Me estaban
buscando? Aquí me tienen. Un golpe más. Toda mi ira ha bastado para partir en dos la
puerta. Después de todo ni el acero podrá contenerme. Camino tranquila. Es de día. Las
nubes ocultan al sol. La casa está vacía. Escucho sollozos. Vienen del cuarto junto a la
cocina. Sonrío, deben ser ellos. Disfruten sus lágrimas, pruébenlas si pueden, es lo único
que van a beber por un tiempo. Los mantendré vivos hasta drenarles toda esperanza.
Van a desear estar muertos, pero algo tan benévolo, tan lleno de paz, no los merece.
Este mundo se los merece a ustedes, merece a alguien como yo, este mundo donde
habita toda esta escoria de gente. Vale la pena pudrirse sin la misericordia de un
apocalipsis. Giro hacia la habitación. Por lo visto se han adelantado, han hecho parte de

77
mi trabajo. Me rio al verlos, me río de verdad. La vida es una zorra drogadicta, se coloca
con altas dosis de dolor, no puede vivir sin nuestra miseria.

- Vaya sorpresa. Empezaron la fiesta sin mí muchachos. Están haciendo todo mi


trabajo. Les suplico que me dejen algo, les enseñaré con mucho gusto mis
capacidades.

Ahora son ellos quienes están atados, él a la cuna de la izquierda; ella a cuna de la
derecha. Enciendo un cigarrillo. El humo se retuerce en el aire. Lo miro mientras espero
paciente. Sin hambre podría dar tiempo hasta convertirme en el infinito mismo. Pero
arruinaría la diversión. Los despierto lanzándoles lo que tengo preparado en un cubo.
Ambos reaccionan de golpe. El hombre suelta un alarido. Mira su regazo, se destroza
entre llantos y gritos. La hermana sufre en silencio.

- Por favor quítala de aquí.- me suplica él.


- ¿Por qué? Estabas muy preocupado por ella. Me secuestraste para poder
alimentarla ¿No es así? – mis pupilas están inyectadas de éxtasis.
- Por favor.- es lo único que puede decir entre el llanto.
- Vamos, hazte responsable de ella. Es tu sobrina. Te dejé su mamila preparada a
un lado. No encontré la leche adecuada para ella pero supongo que la de vaca le
vendrá bien.
- No hagas esto por favor.- me mira con ojos de corderito moribundo. La piedad
abandonó esta casa hace varias horas.
- Anda, por ella hiciste todo esto.- lo miro fijo, le sonrío dulcemente.- debe tener
mucha hambre, por eso no llora.
- Está muerta. Maldita loca, quítame su cadáver de encima.- su voz es apenas un
murmullo.
- Tú y la otra estúpida la han matado. Broncoaspiró mientras se ponían hasta el culo
de borrachos. Murió de hambre y entre su propio vómito. Nunca te importó
mantenerla con vida. Ustedes no respetan ni a la inocencia de una niña.- No dicen
nada, no pueden, la tristeza no los deja.- Para tu información el viejo nunca existió.
Yo soy un demonio y he venido desde el infierno por ustedes. Arderán juntos.
Estoy segura de que eso desearon siempre y yo soy su hada madrina.

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Me levanto. No digo más. Respiro profundo, absorbo todo su sufrimiento, me revitalizo
con él. No merecen seguir existiendo en mí. Ya veremos si el fuego los acepta o los
escupe. Enciendo un serillo. Lo lanzo directo a la hermana, puedo darle ese lujo como
premio por haberse quedado callada. Tuvo la dignidad para contemplar su inmundicia.
Salgo del cuarto. Sus gritos me siguen hasta la sala. Abro la puerta. Dejo a los alaridos
encerrados dentro. Me dirijo hacia la avenida con paso tranquilo. No hay nadie en las
calles. La media noche está cerca. Me demoré en preparar todo para descargar mi furia
con toda comodidad. Pasan muy pocos autos. Me vi en la necesidad de cambiar mi ropa.
Llevo puesta una falda y una blusa de su hermana, me asquea la idea. Quiero llegar a
casa a cambiarme. Iba a llevarme el contrato de empeño, pero era de compra-venta. Así
que puedo llegar como cualquier civil a recuperar mis joyas. Lo hare mañana. Un taxi se
detiene a mi señal. Por fin, ya puedo volver a casa.

Me ausenté cuatro días, nadie lo noto. La casa está vacía. Las luces apagadas.
Llego a encenderlas. Me preparo un poco de café. Después de mucho tiempo tendré una
noche tranquila, no quiero desperdiciarla durmiendo, no estoy para nada cansada.
Además de todo estoy saciada. Está noche podré quedarme a disfrutar de cosas vanas,
veré un par de películas, jugaré algunos videojuegos, tal vez también lea un par de libros.
Los días que se avecinan son todos míos.

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El ojo de la tormenta simula la calma

Por supuesto, el hambre siempre vuelve. Me ha dejado descansar bastante, ya es hora


de ponerle atención de nuevo. Me exige. Esta mañana mientras me decidía a levantarme
de la cama, sentí una punzada terrible en el estómago. Actuó de manera errática, casi
siempre aparece de forma gradual, hoy lo hizo de golpe. Un fuerte dolor me hizo saltar
de la cama. Cuando comenzó a disiparse quedó en él un gran vació que me resultaba
mucho más insoportable. A los pocos minutos las cosas se aclararon, mi estómago
comenzó a rugir violentamente. Mis pequeñas vacaciones han terminado.
Todavía es temprano, pero empiezo a sentir como si las paredes de mi cuarto se
estrecharan. Estoy frente al espejo, buscando la cantidad adecuada de rímel para
pestañas, me pondré el labial y habré terminado con esto. Estoy en bata, no he elegido
mi atuendo. Sobre la cama hay cinco opciones. En cualquier momento deberé tomar una
decisión ¿Falda, pantalón, vestido o mono corto? Primero iré a comprar un café, tal vez
hasta me quede un rato leyendo, además iré a un bar nuevo y con poca gente, no tengo
ganas de un gran tumulto, creo que para esos lugares será más apropiado el pantalón.
Estaré más cómoda así. Le agregaré una linda blusa azul marino con un escote discreto,
acentúa mis curvas. A juego llevo unas lindas zapatillas deportivas blancas de suelas
muy anchas. Combino todo con un lindo collar de plata. Me peino con un chongo
ligeramente desarreglado. Estoy lista. Me veo muy joven, me llevaré la identificación por
si acaso.
Es hora de salir de casa. Sigue vacía. No sé a dónde han ido mi mamá y mis
hermanas. De hecho no las he visto en unos días. Ya aparecerán.
No conozco muchas cafeterías, usualmente salgo a otra clase de lugares, además
es algo que puedo beber, siempre y cuando me modere, si bebo demasiado aumenta el
hambre. Caminaré un rato, en la avenida central debe de haber algún buen lugar.
Estuve andando cerca de treinta minutos antes de encontrar un lugar agradable.
Hay poca gente, el ambiente tiene luces cálidas, las mesas son pequeñas y hay lugar
suficiente para no estar codo a codo con nadie. Me acerco a la caja a pedir un café
americano. Me siento en una mesa junto al gran ventanal. El cielo se nubló mientras
caminada, ahora cae una brisa ligera. Escampará pronto, no parece ser una gran

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tormenta. Además vengo preparada con impermeable y paraguas. Por nada del mundo
quiero regresar a encerrarme en el cuarto.
Una mano muy blanca pone el café sobre mi mesa. Es una chica sonriente, parece
amable, tal vez es su trabajo ser así. Le doy las gracias. Tomo un par de sobrecitos de
azúcar morena, los abro con cuidado. Estoy temblando un poco, lo puedo controlar. Miro
hacia la puerta en el momento justo. Un muchacho muy apuesto entra. Mide casi dos
metros de altura, su tez es muy blanca; su cabello, negro como el carbón. Tiene unos
ojos hermosos, negros, con pestañas largas. Toda su constitución es simétrica. Es
hermoso, parece caído del cielo. Saluda amablemente al anciano que está en la mesa
junto a la puerta. Se sacude un poco las gotas de agua de su chaqueta. Recorre la
distancia entre la puerta y la caja como si tuviera la misión más importante de su vida. Su
cara es de seriedad y concentración absoluta. Al llegar le ofrece una pequeña sonrisa a
la chica de la caja, sin darse cuenta nos ha dado un regalo a las otras cinco personas
que ocupamos el lugar, aun siendo una sonrisita sencilla, un mero acto de cortesía,
ilumina al lugar como un rayo estridente. Pide un capuchino con chocolate. La verdad
habría esperado verlo bebiendo un expreso doble mientras mira una carpeta llena de
archivos ultra secretos. En cambio se sienta a unos pocos metros de mí, saca una
historieta y espera su bebida llena de espuma. Cuando llega le da un pequeño sorbo, se
ha quemado un poco, también le quedó un bigotito blanco. Lo lame suavemente. Regresa
a seguir leyendo. No puedo dejar de mirarlo, vuelvo en mí gracias a la quemadura del
café. Todo este tiempo tuve la taza alzada, apenas le iba a dar el primer sobro cuando
quedé estupefacta. Fui aflojando la mano y derrame un poco. Por lo menos no me
manché la ropa. Hice un pequeño gesto de dolor. Volteo para asegurarme que no me ha
visto. No lo hizo, está embebido en la trama. Noto una pulsera muy peculiar en su mano.
Es roja como el fuego, destaca por completo con su atuendo. Las cuentas se ven
gastadas. Parece ser algo así como un tesoro, no tiene el aura de una simple pulsera.
Es completamente inmune a mí. Ni siquiera ha volteado al sentir mi penetrante
mirada. Cualquier otro ya tendría los ojos fijos en mis tetas. No es una opción a presa.
Es un hombre diferente. Destila… bondad… a chorros. El temblor se detuvo mientras lo
miraba, pero ha regresado para traerme a la realidad. Es la clase de hombre con quien
sientas cabeza, tienes hijos, te casas. Es de los que te escuchan y te aman. Nadie debe

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amarme. Nadie me ama, nadie nunca se ha esforzado en ello. Las cosas no cambiarán.
En mi vida los únicos cambios son para peor. Lo único creciente en mi interior es el
hambre. Un rayo de tristeza me cruza por el pecho. Es decepcionante, no debería ni
mirarlo. Mi simple presencia podría manchar la suya… no, no soy tan importante, soy el
aleteo de una mariposa… o el de una mosca.
Termino mi café. Me deja un sabor raro en la boca. Me paso la lengua por los
dientes. Me sabe a imposible. Me pongo de pie. Dejo un billete en la mesa como
agradecimiento del servicio. Sigue lloviendo. Decido ponerme el impermeable antes de
salir. Se me cae el paraguas al tratar de maniobrar. El chico está a unos pasos. Se acerca,
lo levanta, me lo entrega. Nos miramos a los ojos un instante, uno hermoso e infinito. Se
siente como si me hundiera en el todo. Pero yo vengo de la nada y hacía allá voy. Le
agradezco. Abro el paraguas. Salgo del lugar. El chico se queda de pie con el comic en
la mano usando uno de sus dedos como separador, mira cómo me alejo. Lo miro por el
gran ventanal, agacho la cabeza. Me atrevo a echar una pequeña ojeada, está volviendo
a su mesa. Tal vez solo fue mi imaginación.
En realidad no es un mal clima para caminar. Ya no iré al lugar planeado, encontré
uno mejor, más abajo vi un bar pequeño y tranquilo. Con la lluvia es probable que deba
esperar un poco para tener una presa. La espera será menos larga con una cerveza en
la mano. No puedo sacar al chico de mi mente. Me aferro a su recuerdo como un náufrago
a un salvavidas. Por lo menos quiero recordar su rostro. Es algo digno de guardar en mi
memoria, un pequeño segundo de vida. Cómo desearía alargarlo durante toda la
eternidad. Me siento un poco menos vacía con él ocupando un pequeño instante en mí.
Se siente bien. Dejaré eso ahí.
Me siento en una de las mesas del bar. Es muy pequeño. Soy la única clienta. Un
chico muy joven se acerca a atenderme. Bebo un par de cervezas regodeándome en la
efímera plenitud. Por lo menos me ha dado fuerza para esperar a mi próxima presa. Pero
no estoy poniendo suficiente atención. Me estoy aferrando a quedarme en ese instante,
si no me cuido podría terminar muerta de hambre. Siento una mirada clavada en mi
espalda. Tiro una servilleta a un lado para poder ver quién es el espía. Al girarme
descubro al mesero, le devuelvo la mirada, se voltea. Es joven e inexperto. Tiene el
cabello rubio, es delgado, solo un poco más alto que yo, aún debe estar creciendo. Debe

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tener apenas la mayoría de edad, pero eso ya me es útil, no hay problemas legales de
por medio. Le sonrío.
Conforme avanza la noche el bar se va llenando de a poco. Lo voy haciendo ir
cada vez más seguido a mi mesa. Ordeno cosas cada vez más tontas, hasta comida del
menú. Incluso le he pedido un salero, como si la comida humana no me supiera toda
igual. Para este momento el coqueteo ya va tomando forma. Se pasa por mi mesa y me
rosa el brazo “sin querer”. Lo miro de vez en cuando, pero también finjo hacerme lejana.
Se presenta una oportunidad de oro: un chico en otra mesa manda a hablar al mesero.
Le hace el pedido casi al oído, en total confidencialidad, mientras me observa. Veo la
cara del pobre niño, está ardiendo en furia. Regresa a la barra decepcionado, va a
probarme. Solicita algo. Se queda ahí esperando. Cuando le entregan la bebida se acerca
a mi mesa:

- Te la manda el chico de allá.- me dice con voz triste.


- Regrésasela por favor. No me interesa.- Veo como se le ilumina el rostro.

Si el muchacho desea morir joven ¿quién soy yo para negárselo? Quiere comerse al
mundo, pero el mundo va a tragárselo a él… de un solo bocado. Aprenderá cómo es ser
un adulto capaz de tomar decisiones, algunas tan importantes como para repercutir en la
supervivencia. Después de haber rechazado al tipo de la otra mesa, comenzó a
coquetearme mucho más abiertamente. Cuando no había pedido se acercaba a platicar.
De vez en cuando me llevaba bebidas de “cortesía de la casa”.
Intensifico su interés, haciéndole creer que me iré pronto. Cuando me ve recoger
mis cosas se apresura a acercarse a la dueña del lugar. Le pide dejarlo salir temprano
esa noche. No acepta. Entonces demuestra su franco interés, pasa diez minutos en el
baño hablando por teléfono. Me lleva una cerveza más y me alarga un papel: “no quiero
dejar de verte esta noche, permíteme estar contigo un poco más”. Me gustaría poder
darle tiempo, pero tengo demasiada hambre. Su potencial es como para mantenerlo un
par de meses a mi lado. Lástima, en este momento mi instinto me exige. Deberé seguir
su juego en lugar de poner el mío sobre la mesa. Sus hormonas deberán guiarnos a
ambos. Finjo llamar a mis papás por teléfono para pedirles permiso de estar hasta tarde
con una “amiga”. Cuando voltea a verme le hago gestos de felicidad mientras levanto los

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pulgares. Veo su emoción saliendo a borbotones de su rostro. Comienza a ir de aquí para
allá haciendo mil cosas al mismo tiempo.
A los pocos minutos entra por la puerta otro niño. El mesero se apresura hacia él.
Hablan bajo, me señalan con la cabeza y me miran. Finalmente chocan las palmas. El
mesero se quita el mandil, se lo da al otro chico. Toma una mochila de detrás de la barra.
Se mete al baño. Tarda ahí un par de minutos, sale viéndose mucho más presentable.
Se ve muy tierno, trae una camisa, una gorra y un par de tenis blancos, todo a juego con
unos vaqueros. Regresa corriendo a mi mesa. Salimos juntos del lugar.

- ¿Sabes? Soy mayor que tú.- le digo después de un rato de caminar en silencio.-
te lo digo porque no quiero que me tomes como un error.
- ¿En serio? Deben ser apenas un par de años, te ves de mi edad.- me contesta.
- No voy a mentirte, no son un par de años, muy posiblemente sean más de cinco.-
Contestar esto es parte de mi jugada. Tiene tantas hormonas pidiendo experiencia,
es lo menos que puedo darle.
- Entonces, solo fingiste llamarle a tus padres.- Me dice reflexivo, ha agachado la
mirada.
- Algo así, si debía pedirle permiso a mi madre porque aún vivo con ella, pero era
más un aviso… Mira… me gustas. No me voy a andar con rodeos. No te quiero
para casarme, pero me gustaría pasar un lindo rato contigo. Ya encontrarás a una
linda chica de tu edad para vivir una aventura de amor. De momento puedo darte…
experiencia.- En serio, tengo prisa.
- Y ¿Qué pasa si me llegas a gustar tanto para casarme?- me responde.
- Ya veremos, dejémonos llevar, veamos hasta dónde llegamos esta noche, puede
que estemos muy cerca de nuestro destino.- Realmente tiene mucho potencial
para tenerlo tendido a mis pies. Le gusto lo suficiente para amarrarlo por un tiempo.
Intentaré conformarme con unos sorbos el día de hoy. Ojalá el hambre me permita
conservarlo.

Me ve como algo inalcanzable. Está desesperado por llegar al punto donde me encuentro.
Pero yo estoy sumergida en la nada, navegando un mar de hambre, esperando atenta la
fecha para ser devorada. A veces siento un fuerte impulso de “esto ya lo viví” en mi

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interior. Pero tal vez sea cuando me siento alcanzada de nuevo por la oscuridad. A veces
pienso que es el vacío de la presencia de mi padre. Hoy lo sentí con el chico del café. Se
está repitiendo en este momento. Casi siempre paso por alto esa sensación, pero me ha
parecido curiosa la insólita recurrencia del día de hoy.

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Edipo nació para ser rey de la psiquiatría

Al final no pude conservar al niño. Fuimos a un mirador para ver de lejos las luces de la
ciudad. Llevamos bebidas y comida. Me confesó su amor verdadero y eterno a la luz de
la luna. Contamos estrellas fugaces, hasta les pedimos deseos imposibles. Reímos.
Platicamos secretos íntimos… inventé algunos buenos. Nos besamos. Cuando tuve la
oportunidad de morderle el cuello no pude contenerme. Ni siquiera llegamos a intimar
más allá. Me enloquecí como si no hubiera comido en un año. Fue una suerte el haber
ido a un lugar olvidado por todo el mundo. Habría sido capaz de acabar con quien se me
pusiera enfrente. En serio no entiendo, no sé qué me sucedió. Era un hambre horrible,
enorme, imparable. No me lo explico. Comí dos hombres apenas diez días antes. Las
cosas se están saliendo de control.
Terminé destazándolo como a una res. No le deje nada a los carroñeros, uno
intentó acercarse a un hueso a un metro de mí y casi lo mato. Huyo antes de convertirse
en presa. Todos los demás también se fueron asustados. Me siguieron mirando desde
lejos, con ojos sorprendidos. Cuando regresé a mi forma humana yo también estaba
perpleja. Me quede en el mirador hasta el amanecer. Llegué a casa hace un par de horas.
Estoy en la bañera desde entonces. El agua ya se enfrió. Pero siento algo tan
extraño en el estómago. Al lado del vacío se ha instaurado otra cosa ¿Desesperación?
¿Tristeza? ¿Sentí compasión por el niño? Tal vez no debí comerlo. Quizás me indigestó.
No se siente como eso. Es otra cosa. Me parece familiar y al mismo tiempo inexplorado.
Se siente como cuando tienes algo en la punta de la lengua. El hambre no se calmó en
lo absoluto. Es un mal augurio. Deberé salir de nuevo esta noche.
Ya me están pisando los talones.

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¿Dios escucha las oraciones de un demonio?

Estos días he tomado una rutina que me está agotando. Voy al café, me deleito con el
chico angelical y, después de un rato, salgo de ahí hacia los lugares más recónditos de
la ciudad a conseguir comida fácil. No he podido dejar de alimentarme ni un solo día.
Hoy, mientras devoraba a un asqueroso delincuente, caí en la cuenta de algo: creo que
mi hambre está exigiendo algo. Está matando mi poca humidad restante. La he ignorado.
No quiero ni pensarlo… ansía al chico del café. Eso desea, por eso no me deja en paz.
No estoy cumpliendo sus demandas, por lo tanto no me ha dejado ni descansar un poco.
Pero él no es como los demás. Mi hechizo no funciona en él. Apenas me ha notado en
estos días. No me atrevo a cercarme. Nunca me había sentido así de insegura. Tardo
hasta dos horas en planificar mis atuendos solo para ir a ese estúpido lugar. Todo a
cambio de una mirada milimétrica. Hasta ahora no pensé en comerlo, solo quería… Pero
ahora tengo órdenes claras. Ahora debo esforzarme por conseguirlo o mi padre vendrá.
Tampoco me ha dejado dormir. Me asecha cada noche. Ni siquiera me ha dejado pegar
los ojos de día. Me estoy volviendo loca.

- ¿Creen que yo no deseo acercarme a él y hacerlo mío? Hasta me casaría con él


si pudiera.- digo en voz alta al espejo de mi habitación.

Tampoco sé dónde está mi familia. No han regresado. Note su ausencia antes de irme al
café la primera vez, pero desde entonces no han vuelto. Me parece extraño. Algo pasa
aquí ¿Las habrán tomado como rehenes? ¿Será una manera de presionarme para
conseguir al chico? Nunca habían hecho algo así. Tal vez se fueron de viaje sin avisarme,
eso ya ha pasado antes, aunque no por tantos días. Sin embargo, en esta casa y viniendo
de ellas todo es posible. Sí, debería de estar tranquila, todo sigue igual, aquí nada
cambia. Aún falta tiempo para llegar a la horca, todavía no estoy lista. Más me vale
concentrarme ¿Algún cambio de ropa en particular me ayudará a ganarme la atención
del chico? No he notado ningún patrón de atuendo con el que me haya observado por
más tiempo. No tengo una estrategia ¿Será buena idea improvisar un poco? Tengo el
objetivo, ya encontraré los medios para alcanzarlo.
Me pongo ropa sencilla, bonita y cómoda. Algo como para protagonizar una
película sobre el fin del mundo, de esos atuendos donde las chicas se ven sensuales y

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son capaces de matar a un muerto-viviente. Tomo una mochila pequeña, en lugar de un
bolso. Elijo uno de mis libros favoritos. Esta vez pasaré un poco más de tiempo en el sitio
y no puedo nada más sentarme a beber café mientras me le quedo viendo.
Al llegar, pido, de nuevo, un café americano. Me siento en la misma mesa. En esta
ocasión saco mi libro. El corazón me late a mil por hora. Me cuesta muchísimo
dominarme, me motiva el deseo de conservar todos mis dedos. Ansío verlo entrar por
esa puerta. Mi estómago va a matarme del dolor. Me levanto, necesito ir al baño, no
puedo retorcerme de dolor aquí. Me encierro con llave. Mojo un poco de papel y me doy
toquecitos en todo el vientre, es inútil pero me gusta pensar que un poco de frío ayuda a
mejorar la situación. Salgo del baño. Ya está sentado esperando su capuchino. Me alegro
tanto, ya no podía esperar más. Verlo hace callar al dolor.
Estamos sentados uno frente a otro, en mesas distintas. De vez en cuando levanto
la vista del libro para observarlo un poco. Hoy viene vestido con unos vaqueros oscuros
y una camisa tipo polo negra. El color resalta su piel blanca. Mientras estoy analizando
su imagen con la confianza de su desinterés en mí, de pronto, levanta la vista de su
comic. Nuestras miradas se encuentran. Cuando sus ojos chocan contra los míos, siento
a mi moribundo corazón dar arcadas. Honestamente resulta doloroso el latido arrítmico,
pero no me importa. Contengo la respiración. Se levanta; mis ojos siguen cada uno de
sus movimientos. Es la única parte de mi cuerpo capaz de moverse. Toma su capuchino
y su historieta sin dejar de verme fijamente… se está acercando a mi mesa.

- ¿Puedo sentarme contigo? – Está tan nervioso como yo, su voz tiembla.
- Sí claro, adelante.- Actúo por inercia, no controlo mi cuerpo en lo absoluto. Por lo
menos fui capaz de contestar.

Se sienta. Acomoda sus cosas en la mesa. Ninguno de los dos habla. Si alguien nos viera
juraría que nos estamos diciendo todo, solo con nuestros ojos. Siento como si lo
conociera desde que el mundo existe. Ahora puedo mirarlo sin reparo. Me transmite una
sensación cálida, como si por fin estuviera en casa. Ya no siento frío. El calor por fin
puede llegar hasta mi alma. Mi nerviosismo no nace por su presencia, tengo miedo
porque siempre estoy fingiendo, ojalá... Yo solo me acerco a los hombres para comerlos.

88
Debo comerlo a él, pero no quiero hacerlo. En serio tengo ganas de conversar hasta el
amanecer, simplemente eso.

- ¿Puedo preguntarte algo?- Suelto las palabras desesperada. La tensión del


silencio me es insoportable.
- Sí claro.- Su voz es grave y profunda.
- ¿Esa pulsera es algo especial? –Siento curiosidad por ello y estoy desesperada
por salvar el abismo entre nosotros.
- Es una especie de amuleto, la llevo siempre conmigo.- Me contesta, la toca con
sincero cariño.
- ¿Te la regaló alguien?- si está en una relación estaré perdida.
- No, la tengo desde hace mucho tiempo.- Sonríe. Me deshago. El corazón me late
más fuerte, duele más. No me importa. Soportaría cualquier cosa por estar un
minuto más en su presencia.

Se le ocurre comenzar a preguntarme por series y películas. Gracias a eso conversamos


por horas. Tomé como tres tazas de café, no debí hacerlo. Él pidió una gran variedad de
bebidas y comida. Hasta hablamos de teorías de conspiración, de fantasmas y
extraterrestres. No fingí ni una sonrisa. No pensé en ninguna mentira. Por un momento
fui real, existí, estuve viva, respiré, mi corazón latía, mi propia sangre nutría mi cuerpo.
La empleada se acerca a nosotros. Despertamos del sueño compartido.

- Discúlpenme por interrumpirlos, ya vamos a cerrar. Se ve realmente apenada por


cortarnos el hilo.

Me quedo helada, no quiero irme. Él tampoco se ve cómodo con la idea. Nos levantamos
despacio. Salimos del lugar. Una punzada en el estómago me recuerda mi misión. No
hago ningún gesto. Contengo la respiración. Nos quedamos muy quietos, esperando
detener el tiempo. Él rompe el silencio:

- ¿Nos vemos aquí mañana?- Me pregunta.


- Claro, ¿Te parece bien a las 4:00? - El dolor no ha vuelto pero estoy a la
expectativa. Solo perder de vista sus ojos hace al hambre capaz de atacarme ¿qué
pasará cuando esté sola?

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- Sí a las 4:00. Hasta mañana. Lo digo realmente emocionada. No puedo esperar.

Duda sobre como despedirse, se acerca lentamente, me da un abrazo tímido y un


delicado beso en la mejilla. El pecho va a estallarme. No creo que mis arterias y venas
soporten tanto flujo sanguíneo. Me quedo sin aliento. Pero debo ir a casa a enfrentar mi
realidad. No quiero moverme. Quiero quedarme aquí un poco más. Él tampoco se va. Le
sonrío. Debo moverme.
Al fin decido girarme. Me alejo. Él se queda quieto observando mi partida. Un metro más
adelante me detengo para volverme. Hago un gesto de despedida. Sigo andando. Doy
un último vistazo furtivo, ya se ha ido.

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Promesas inquebrantables

Han pasado dos semanas. Estoy agonizando. Traté de comerme a otros hombres.
Sucedió igual que con el mesero, me volví loca en la decantación y el hambre no se sació
en lo absoluto. Cada que veo al chico en el café se reconforta mi cuerpo, se nutre. Pero
siempre debo volver a casa. Lo he visto prácticamente todos los días de estas dos
semanas. Únicamente cancelé una cita, fue hace un par de días. Estaba grave, el dolor
era demasiado intenso, no podía ponerme en pie.
Últimamente mis sábanas amanecen empapadas en sudor. Nunca había perdido
o ganado peso; ahora he bajado cinco kilogramos. No tengo idea de cómo pasó. La cara
se me nota demacrada. Mi cabello se cae a puños. Logro conciliar el sueño apenas un
par de horas por noche, si tengo suerte. El ruido de sus pisadas me atormenta, es
insoportable. El hambre me está volviendo loca. Me tortura. No aceptará otra cosa que
no sea el chico del café. Ya me lo he repetido varias veces pero me niego a aceptarlo.
No quiero, no puedo. Deseo quedarme a su lado.
Lo he dejado llevar el ritmo de la relación, el cual es, en demasía, lento. A pesar
de la rutina de encontrarnos en el lugar solo a conversar, no nos cansamos, siempre
encontramos un tema nuevo. Cada noche deben echarnos para poder cerrar. Los
meseros se han acostumbrado a vernos ahí juntos, somos como parte del mobiliario. Lo
único que cambia es que cada vez nos vemos más temprano. Hoy nuestra cita es a la
1:00pm. Además dimos otro paso: hoy no lo veré en el café. Nuestra cita es en su casa.
Veremos una película. Estoy emocionada. No puedo esperar, quiero verlo ya mismo.
Solo pensar en estar con él a solas me ha ayudado a levantarme, he perdido casi
toda mi fuerza. Con mucho trabajo me arrastré hasta la bañera. Me veo enferma y cada
vez me cuesta más esconderlo. Aunque cuando estoy en su presencia me lleno de una
vitalidad muy peculiar, es muy diferente a cuando me alimento. Cuando estoy con él me
siento… plena.
Debo salir del agua, comienza a enfriarse. La ciudad también se está enfriando, el
invierno está cerca. Elegí ropa abrigada, el dolor del frío dentro de mis huesos se ha
vuelto insoportable, por las mañanas me dificulta mucho moverme. Aunque cuando estoy
con él lo olvido por completo. Igual debo soportar el camino, más me vale cubrirme del

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viento. Llevaré el cabello suelto. Me pongo mis botas. Hoy he elegido ropa diferente. Son
prendas que verdaderamente me gustan pero nunca las utilizo. Hoy quiero lucir como yo
misma. Nunca me muestro. Solo mis presas llegan a conocerme… cuando están a punto
de morir. Tal vez esté tratando de mandarle un mensaje, tal vez quiero quitarle muy fuerte:
¡Corre!
Estoy lista. Voy temprano, me iré caminando. El ejercicio me vendrá bien, me hará
entrar en calor. Las calles están vacías, el cielo anuncia una gran tormenta. Voy con
pasos tranquilos, así no me duelen las piernas y llegaré puntual. Estoy tan cansada.
Puedo sentir como se va consumiendo mi cuerpo. Mi verdugo me pisa los talones. No
hay peor sentencia de muerte para un cazador que ser endeble. Aun no estoy lista para
enfrentar mi destino, hoy no. Aunque posiblemente nadie esté listo para ser alcanzado
en una persecución.
He llegado a su calle. Voy revisando la numeración para encontrar el sitio. Me
ofreció ir a buscarme a mi casa; me negué rotundamente. Nunca recibo visitas, nunca
ensucio mi espacio. Desde hace tiempo ni siquiera los dejo saber dónde vivo. Cuando
preguntan doy direcciones al azar, algunas de ellas no existen; otras son de viejas
víctimas. A veces fantaseo con tener un día normal con él, llevarlo a mi casa, preparar
algo para comerlo juntos, estar nerviosa por la aprobación de mi madre, reírnos con mis
historias de niña, ver a mis hermanas interrogarlo sobre toda su vida. Pero eso jamás ha
pasado y no espero ver llover milagros del cielo. Mis hermanas ni siquiera me preguntan
por mi vida; mi madre también se enfoca en su supervivencia y yo no tengo idea ni de
cómo freír un huevo. Será mejor mantenerme obediente.
Llego al número anotado en el trozo de papel. Es un complejo pequeño de
departamentos. Están pintados de un blanco pulcro, adornados por lindos árboles y
jardineras bien cuidadas. El chico me está esperando afuera. Por primera vez me saluda
con un fuerte abrazo. Comienzo a acostumbrarme a la sensación de mi corazón latiendo
a un ritmo sano, constante y doloroso. Estoy en shock. Acabo de darme cuenta, vine aquí
sin un plan. Solo traigo conmigo la esperanza de tener una cita normal, pero en mi estado
eso es poco probable. Platicamos sobre cosas triviales antes de entrar, ambos estamos
nerviosos. Agradezco el mal clima de hoy, últimamente el sol me lastima, quema mi piel
con facilidad y me marea pasar mucho tiempo expuesta a él; por el contrario tengo al frío

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clavado en mi interior. Sólo puedo calentarme con agua hirviendo… y con su presencia.
Me siento reanimada después del abrazo. Me hace sentir capaz de soportar cualquier
cosa. Hace una seña para entrar. Antes de pasar a la película me enseña su hogar. Es
muy bonito. Está ordenado y limpio. No tiene lo más nuevo en la tecnología pero todo es
funcional. Es cómodo, se siente… bien. Podría pasar el día sentada, mirando esa
ventana, sin pensar en el hambre. Se siente como un refugio.
Tiene el refrigerador lleno de cerveza y otras bebidas con alcohol. Él no es adepto
de beber, ya me lo había dicho, pero posee un raro gen que no le permite embriagarse.
No le expresé mi gusto por este tipo de bebidas, parecía saberlo desde siempre. No ha
preparado botana ni comida ¿Habrá sospechado algo? Tal vez sea porque nunca me vio
comer nada en el café.

- Ponte cómoda, traeré algunas cosas para ver la película juntos.- Me dice con voz
dulce.
- Gracias.- Mi sonrisa sale sin pedírselo.

Regresa con seis botellas diferentes, me da a elegir a mí primero. Tomo una botella de
licor coreano; él, una de vodka con soda. La película inicia. Me quedo estupefacta. Trata
sobre un par de amantes quienes viajan en el tiempo una y otra vez para encontrarse.
Me deja un sabor de boca extraño. Me siento sumergida en un gran déjà vu. De pronto
todo se torna conocido, se envuelve en una extraña bruma que me grita: “yo ya había
vivido esto”. El chico no intentó siquiera tocarme durante la película, cuando las
emociones me agobiaron fui yo quien le tomó el brazo. De reojo pude ver su sonrisa
cuando lo hice. Me gustó, tanto como para no soltarlo hasta el final.
Estoy sumida en pensamientos incomprensibles. Trato de alcanzar algunos
recuerdos pero me es imposible. No puedo hablar, más bien, no sé qué decir. La cabeza
me punza. El suelo se mueve. Quiero vomitar, aún sin nada en el estómago. No puede
verme en este estado. Pongo toda mi fuerza en no dejarme caer. Me toma la mano.

- Quiero comprobar algo ¿Puedes ponerte de pie?


- S...sí.- No puedo responder más, tal vez el cambio de posición me
ayude.

93
Me toma de la mano para ayudarme a incorporarme. Él es muy alto, apenas alcanzo su
pecho, debo alzar la cabeza para seguir viéndolo. Logra disminuir el mareo. Me toma la
barbilla. Sin previo aviso pone sus labios sobre los míos. Es un beso dulce y delicado.
Me pongo roja como un tomate. La cabeza me explota. Siento como si un cuchillo me
atravesara el estómago. Las piernas me flaquean. Caigo al suelo. Estoy consciente, pero
mi cuerpo no responde.

- Perdóname ¿Te hice daño? ¿Fue muy pronto? ¿Estás bien? Tal vez un poco de
agua fría te ayude.- Su cara estaba roja por el beso, pero al verme caer se puso
pálido en un segundo. Me pone la mano en la frente.- Estás ardiendo en fiebre
¿Te sentías mal antes de llegar? ¿Por qué no me dijiste?- Sale corriendo a la
cocina. Toma una toalla. Busca hielos, sin éxito. Corre al baño.

Todos mis sistemas están haciendo cortocircuito. Las manos me tiemblan. Estoy
sudando. De pronto el lugar se siente inmóvil y vacío. Hasta el aire se detiene. Las
partículas que flotan normalmente en él parecen estáticas. Nada se mueve. Se escuchan
pasos subiendo las escaleras. Es él, viene por nosotros.
No puedo dejar de moverme. Le hará daño al chico. No voy a permitírselo. Los
pasos aún están lejos. Tal vez pueda llegar al baño antes. Tal vez pueda sacarlo de aquí.
Una risa retumba en las paredes. Entonces aparece la orden en mi cabeza. El hambre lo
quiere para destazarlo. Si no lo hago vivir en mí, vivirá en él, en mi padre. Debo
entregárselo al abismo. La nada desea a ese ángel. No permitiré que nadie más lo toque.
Con eso en mente me levanto, con mucha dificultad. Las gotas de sudor me
escurren por la cara. Mis piernas no son del todo capaces de sostenerme, debo apoyarme
con los brazos. Camino a cuatro patas. Las garras y los colmillos salen sin permiso.
Tengo sed. Tengo hambre.
Me acerco al baño. Estoy justo donde yo puedo verlo, pero él no a mí.

- Perdóname.- Le digo con la voz cortada por el llanto.


- No pidas disculpas. No pasará nada. Sin ti él no existe.- Deja de mojar la toalla
pero no se gira. Se queda mirando hacia el espejo. No se mueve en lo absoluto.
- Me veo muy mal, por favor no me veas.- No sé si va a quedarse mirando hacia el
frente por siempre, más vale advertirlo, no quiero que me vea, no debe conocerme.

94
- Yo sé cómo te ves… eres hermosa.- Sonríe hacia el espejo, sabe que puedo
verlo.- Pero no te forzaré, te respeto. Solo deja de pensar que no sé quién eres…
Nunca he dejado de amarte.

Algo dentro de mí explota de nuevo, algo arrinconado en mi corazón. Lucha por salir,
pone todo su empeño en lograrlo. Le da un choque eléctrico a todo mi cuerpo. Logro
ponerme en pie. No puedo guardar ni las garras ni los colmillos pero al menos ya no me
veo tan animal estando erguida. Me da un poco de humanidad, la suficiente para cumplir
mi tarea con la cabeza en alto.

- Dejarás de amarme cuando sepas lo que debo hacer.- Las lágrimas se han vuelto
un rio.
- Sé qué te pidieron… te amo igual… no lo olvides. En este universo, tarde o
temprano, las cosas cambian.- Me contesta con voz dulce.
- Yo no cambio, mi tiempo no se mueve.- Le contesto.
- Solo es una ilusión de eternidad, no existe… te esperaré… te buscaré… no
temas… estoy aquí. También podrás identificarme, no olvides esto… será más
sencillo.- Levanta el brazo derecho y me señala la pulsera.

Las lágrimas ahora son un mar. Los pasos están justo afuera de la puerta, la perilla se
gira. Entro en pánico. La desesperación me invade. Me lanzo hacia el baño. Él sigue
mirando al espejo. Me aparezco en el reflejo del espejo, tal cual soy… una bestia. Me
sostiene la mirada. Le salto encima.

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La piedad es selectiva

No tengo historia. A veces supongo que debo tenerla, pero la he olvidado. Solo recuerdo
haber despertado un día con está hambre feroz consumiéndome, recuerdo haber luchado
contra ella desde el primer instante. Combatimos cada día y conforme las estaciones se
fueron acumulando fui perdiendo la esperanza obtener la victoria. Una mujer me encontró
en el frío de la calle, dijo ser mi madre. Ella mencionó a un padre y lo señaló como el
culpable de lanzarme a la oscuridad. También me presentó a mis hermanas. Ellas
culparon a mi madre por llevarme al fondo del abismo.
En realidad yo no recuerdo nada… nada con sustancia. Me contaron mi historia y
yo me adueñe de ella, la repetí y la modifiqué a conveniencia. Anduve sin rumbo,
inculpando cada vez a más personas. Por ser un monstruo me despreciaba y me amaba
al mismo tiempo ¿Alguna vez intenté dejar de serlo? ¿Tuve algún interés por indagar en
mi historia? ¿Me di el tiempo de conocerme? ¿Traté de salvarme? Es tarde para hacerme
esas preguntas. Ahora las noches ya no se van; los días ya no tienen número. Mi tiempo
se detuvo.
Cuando me lancé al chico lo hice estrellarse contra el lavabo, lo dejé inconsciente.
La furia, la rabia y el miedo me gobernaban. Una inmensa tristeza inundó mis ojos. Me
detuve en seco, me recosté a su lado llorando a cántaros. Sentí su pulso en mis dedos,
escuche su latido profundo y tranquilo, como una canción de cuna, como si no estuviera
a punto de ser devorado por la bestia de su espejo, como si los pasos no se acercaran a
él, como si no estuviera a punto de cumplir la condena de otro. Acaricié su pelo, su rostro,
sus brazos, llené mis dedos con su piel. Le robé un sorbo de sangre. Sabía al universo
mismo, a la paz del todo. Era un pedacito de paraíso. No podía arrebatársela, no podía
quitarle algo así al mundo.
Al encontrar ese oasis en el desierto se despertó la sed de ser alguien, de
detenerme en seco a disfrutar el paisaje dibujándose en el horizonte. Vi un pequeño
destello de la magnificencia, un brillito de otra realidad, una muy lejana a la mía… pero
igual de tangible. Entonces me recordé cansada, dolorida, a punto de rendirme. Con una
guerra por ganar al norte; y un rastro de sangre y tripas al sur. Recordé mis ganas de
dejar de andar, de liberarme.

96
Por un santiamén pensé en quedarme al lado de ese hermoso rostro, de ese
hombre tan cálido, de esa sonrisa sincera, de las palabras de amor. Deseaba
contemplarlo infinitamente. Desee con todas mis fuerzas ser capaz de construir una
muralla enorme y altísima para meter al demonio ahí dentro, para no convertirme en un
monstruo cada noche. Desee poder ser capaz de alejar a mi padre, de tomar al chico en
mis brazos y salir huyendo de ahí. Se me ocurrieron mil historias para vivirlas a su lado.
Pero los pasos no se detuvieron, llegaron a estar a un metro de nosotros. Ya no había
tiempo. El chico lo dijo “sin ti no existe”. Tenía razón, para salvarlo de él; primero lo salvé
de mí.
Puedo fingir ser un ángel, pero no puedo serlo ¿Podría compartir mi existencia con
uno? Claro que no. Desee dejarlo todo, mi naturaleza, mi instinto, mi hambre, mi
oscuridad, mi tristeza, mi ira… todo. Todo para fugarme con él, para quedarme recostada
a su lado por siempre. Quise hacer de ese momento algo infinito. Por un instante soñé
con detenerle el tiempo, para quedarnos refugiados por siempre en la luz de la luna. Pero
los ángeles nacen del cielo y están destinados a vivir en el paraíso; los demonios somos
hijos de la soledad del abismo y debemos responder a su llamado. Nosotros no podemos
pasar por las puertas de la tierra prometida; y ellos nunca accederán a descender hasta
el tártaro.
No pude matarlo. Decidí no dañarlo. Una pregunta me encaró de repente ¿Este es
el único camino? Podría continuar refugiada en la idea de ser una víctima del vacío, pero
yo lo escogí, aprendí sus métodos, creé mi propia cueva. Ahora, frente a mí, se vislumbra
una luz al final del túnel… ¿No era un pozo? ¿Realmente he sobrevivido dentro de él? o
¿en realidad dejé mi vida aquí dentro y ahora tengo la oportunidad de recuperarla? Tal
vez sea momento de averiguar si puedo morir para llevarme a esta perra hambre
conmigo.
Quisiera decir que en su rostro vi crecer mi esperanza, que sentí nacer en mi pecho
una fuerza inquebrantable para nutrirme y hacer frente al demonio de mi verdadero padre.
Quisiera pensar que saldré victoriosa, con la cabeza en alto y con la capacidad de
oponerme a mí misma. Pero no puedo dejar de ser quien soy, de ser en lo que me he
convertido. He tomado las cadenas guardadas debajo de mi cama, estuvieron ahí por

97
largo tiempo esperando, mi padre fue quien las puso ahí, estoy segura. Lo hizo para
atarme a mi porvenir, para recordármelo durante cada “descanso”.
Me he atado a los barrotes de mi ventana. Estoy lista. Ahora puede terminar lo que
empezó.

98
Heridas y cicatrices

No nací como un monstruo. Mi existencia no vino al mundo perpetuada con el sello de un


destino. Ese fue el problema. Navegué, y me hicieron navegar, como una criatura sin
rumbo por tantas oscuridades que terminé interiorizándolas, lo hice por pura
supervivencia.
La soledad de un abismo me atrapó en su opacidad, pero más que temerle a no
distinguir las figuras, aprendí a temerle a su terrible e implacable silencio. El silencio lo
era todo, desde el estandarte de lo inmóvil hasta la consagración de la condena. Pero
sobre todo era la extinción de la esperanza. Ahí no había nada para darme una señal de
vida, ni siquiera yo misma. Así fue como decidí convertirme en algo adecuado para
soportar aquella ausencia. Me transformé en algo sin nada dentro. Entonces fui capaz de
abrazar mi macabra existencia. Pero nunca imaginé el hambre que conllevaba, no divisé
las ganas avasalladoras que me carcomerían pidiéndome meter algo ahí dentro aunque
fuera solo unos momentos, algo vivo… por supuesto. Fue cuando entendí las razones de
haberme engullido. Se abrió mi mente, mientras yo, desesperada, abría cadáveres.
Ese abismo estaba tan vacío como yo, estaba tan necesitado de ser habitado como
yo, por eso me tragó, me retuvo tanto como pudo y me crio como su hija pródiga, llena
de penumbra. El simple hecho de que mis latidos retumbaran suavemente contra el
espacio lo convertía en un lugar, lo hacían cálido y vivo, lo hacía ser. Pero era un
depredador, su trabajo era extinguirme poco a poco, no había forma de detener su
digestión… ni su soledad. Tal vez el problema es que todo cruza por el desesperado
momento en el cual requiere de la reafirmación de otro para existir. Cuando estás atorado,
cuando eres eterno, y pasa el tiempo suficiente para perder tu voz y tu cuerpo, cuando
ya no queda nada más allá de tu consciencia vagando por una oscuridad inmóvil, es
imposible no preguntarte si sigues existiendo. Pero hay una duda aún peor: ¿Aún
conservas tu esencia? Más que un cuerpo o una materia se necesita de un alma para
vivir. Cuando la pierdes, la desesperación y el hambre lo ciega todo, no solo temes, te
conviertes en ese temor, te vuelves víctima de tu propia creación, porque alrededor no
hay nada más, te fusionas en la nada, te transformas en ella. La tristeza solo empieza
ahí, porque un día descubres que la única liberación es entregarle la maldición a otro.

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Gritas desesperado en medio de la nada, esperando la llegada de otro incauto,
desesperado por darle a cargar aquello… pesa tanto, esa soledad tan sórdida y estás tan
cansado, solo puedes arrojarla a ese pobre ser a quien se le ha ocurrido cruzarse en tu
camino. No te importan, no los valoras, no les das las gracias. Simplemente los buscas
como cualquier hombre hambriento buscaría hasta en lo nauseabundo la saciedad. Los
buscas como cualquier hombre sediento arriesgaría su vida por un poco de agua. Los
buscas como una fiera cualquiera. De a poco, en lugar de llenarte, te vas vaciando más
y más. Dejas un rastro de sangre perdiéndose en el horizonte, cada vez más largo. Vas
olvidando el calor, el amor y tu propio pulso se pierde. Todo se queda en la distancia,
mientras tú desapareces. Lo único que nunca se pierde es el dolor, las heridas duelen
aún después de haber sanado, los hombros lastiman aun cuando otro carga tu miseria.
El dolor siempre está al frente, siempre mirándote, siempre esperándote. Y tú siempre
caminas hacía él, regresas al nido con nuevos vacíos que entregarle a esa insaciable
nada.
¿Así me convertí en un demonio? ¿Por eso lo hice? En realidad no importa. El
destino es algo superfluo en este lugar con apariencia de infinito. En este sitio sin
principio ni fin cuánto puede importar el estallido de una bomba atómica. La causa y
efecto existen, pero no significa que lleguen a alguna parte. Seguimos una línea
interminable de causalidades y casualidades, todo sigue adelante, siempre en la misma
órbita inevitable. Entonces ¿Importa si está? ¿Pasa algo si desaparece? ¿Eso importa?
Es el mejor momento para dejarme morir, ya no puedo regenerar mi cuerpo. Llegué
aquí a duras penas. Mi piel arde, pero por dentro tengo tanto frío. Estoy tan casada. Será
mejor no huir más. Si la oscuridad va a tragarme, será mejor hoy. De este modo me sabe
a decisión y a libertad.
Estoy encadenada. No podré escapar. No hay a dónde correr y nunca lo hubo,
solo quise convencerme de que sí existía una luz y un túnel. Aquí en esta noche las
estrellan han desaparecido, la luna se ha ocultado tras las nubes de la tormenta. No
necesito llamarlo, él siempre estuvo atento a este momento, me empujó hasta él.
Mi creador ya viene. Lo escucho acercarse. Las dudas se me escapan de las
manos. No soy la regla, ni la excepción y no importaría si lo fuera. Mi creación y
transformación fue una mera acción de la entropía. Quiero terminar con esto para hacerle

100
un regalo a este cuerpo tan necesitado de descanso. Lo alejaré de todo este caos. Tiene
hambre y eso lo enferma. Puedo sanarlo, puedo ponerle fin a su sufrimiento. Mi alma
regresará al infierno, arderá en él. Tal vez mis átomos sigan existiendo en el estómago
de mi creador, por lo menos hasta que cague ¿Él va al baño? Podría seguir existiendo,
sin cuerpo, sin estómago, sin vísceras… sin huecos. Este cuerpo morirá y con él, esta
perra hambre.

101
Sin paciencia ni virtud

He perdido la noción del tiempo. No puedo, ni quiero, contener las lágrimas. Ya he comido
mis dos piernas. Solo me queda un brazo. He esperado tanto tiempo. No dejo de
escuchar sus pasos avanzando hacia mí. Pareciera que recorre un pasillo interminable.
Incluso a veces escucho como se abre mi puerta. Lo oigo una y otra vez. Sigue siendo
de noche, no ha dejado de serlo desde que me até ¿Cuánto tiempo más me hará
esperar? Ya no puedo soportarlo.
Esto es justo lo que él quería. Me encontró perdida en aquella oscuridad, vagando
en la nada y me tomó. Me hizo participar en un ritual olvidado. Me retuvo ahí quien sabe
cuánto tiempo. Me alimento de su propia carne. Me lleno con su mismísima sangre.
Renací en sus brazos. Después solo recuerdo la mano de mi madre estirándose hacia
mí. Cuando desperté ya estaba en este mundo, ya había dejado de ser una niña ¿Pasé
todo este tiempo pensándome como un puerco en el matadero? Pero si no quería eso
¿Qué quiere de mí?

- ¿Qué esperas de mí maldito desgraciado?, ¿Con qué fin me creaste?, ¿Yo qué te
hice para merecer esto? Era una puta niña cuando entré a ese lugar. No lo hice
por gusto. Nos acorralaron en la cima de ese abismo.

¿Quién me acorraló? ¿De verdad estaba en la cima con mi mama y mis hermanas? ¿Fue
la mano de mi madre la que vi estirarse hacia mí? ¿Realmente lo recuerdo bien?

- Si tuviste alguna razón para crearme por favor llévame.

No recuerdo casi nada. Si me esfuerzo logro revivir la caída… el abismo. Las vi cayendo
a mi lado… ya no recuerdo cómo era arriba. Estoy muy deshidratada pero eso no
contendrá la represa oculta en mis ojos. Gritarle no servirá de nada. No sé si solo me
está torturando. Seguramente es eso. Está esperando a dejarme incapacitada para
pelear. Ya no tarda en venir por mí. Pero… desde hace unas horas, de este tiempo
relativo, no puedo luchar. Ya debería haber llegado. Solo tengo un jodido brazo y está
encadenado aún. Estoy en los huesos. Solo tengo fuerzas para seguir llorando y, de vez
en cuando, para gritar un poco. Me regeneré un par de veces, no sé cuánto va a tardarse
en llegar y yo muero de hambre. Tengo tanta hambre.

102
- ¡Ven aquí y devórame de una puta vez! ¡Vamos maldito idiota! Eres mi padre, mi
creador. Ven y hazte responsable de tu monstruo. Llévame a casa. Arrástrame
hasta el infierno. Llévame al calor de las llamas. Castiga mis pecados. Pínchame
con trinchos. Córtame con dagas. Tritúrame los huesos que me quedan.
Arráncame el corazón, cómelo. Hazme una contigo. Déjame deshacerme en el
ácido de tu estómago. Déjame volver a ser una molécula para viajar en tu torrente.
Por favor… padre… luzbel… compadécete de mí ¡Soy tu hija maldito desgraciado!
¡No tienes derecho a ignorarme!

Ya no sé cuánto tiempo llevo llamándolo. A él no parece importarle. Pero yo lo escucho.


Ya viene. Yo lo sé. Llegará en cualquier momento. Cuando escucho la puerta de mi cuarto
los ojos se me salen de las órbitas, mi sonrisa se abre paso entre las lágrimas. Pero luego
no pasa nada. El sonido de sus pasos se detiene justo frente a mí. Cuando el ruido llega
al punto en el que ya podría ver su figura dibujándose, a pesar de la oscuridad, no sucede
nada, no veo nada. Nadie llega. Entonces vuelvo a escuchar la puerta de la entrada, sus
pisadas vuelven a subir las escaleras, los pasos se vuelven a arrastrar por el pasillo, la
puerta de mi habitación vuelve a abrirse y su silueta debería de aparecer en cualquier
momento… nada, la oscuridad sigue quieta. El estómago me ruge, pero debo esperar un
poco más. Cuando él llegue ya no tendré hambre. Nunca más deberé cazar. Estaré
saciada. Podre existir en el universo sin esta perra hambre.

- Padre ¿No he sido una buena hija? Vendrías si me viera hermosa como antes
¿Verdad? Fui una buena hija. Escapé de ti muchas veces, perdóname, no estaba
lista para ser contigo, no era digna. Me convertí en un buen demonio para ti papá.
Tú me estabas esperando en la oscuridad. Tú me atormentabas por las noches
¿Dónde estás? ¡Maldito hijo de perra aparece de una buena vez!

Rompo en un llanto incontrolable. Me estoy volviendo loca. El hambre va a comerme


antes de que él llegue. Debo respirar. Solo debo sobrevivir a esta hambre un minuto más.
Mil uno, mil dos, mil tres… mil quince… mil dieciséis, mil diecisiete, mil dieciocho… mil
cuarenta y uno… mil cuarenta y dos… mil cincuenta... mil cincuenta y uno… mil sesenta.
Mínimo ha pasado un minuto. Me río a carcajadas. Empiezo a temblar.

103
- Ya, ya linda ya no llores. Ya vendrá tu padre y acabará con tu dolor. Solo espera
un poco más. Resiste un poco más. Debes guardar ese brazo para más adelante.
Tal vez no te quiera así, pero ya no tiene opción ¿No tiene opción verdad? Sí te
va a querer. Vendrá por ti. Escucha, esta vez sí será él. Seguro la puerta se abrirá
de verdad en cualquier momento. No tendrás que volver a tener sexo con ningún
idiota. No volverás a matar. No volverás a tener hambre. Piénsalo hermosa… ¡No
tendrás hambre! Podrás hacer algo con tu existencia. Si algunas religiones tienen
razón podrías reencarnar. Podrías tener una vida. Podrías ser un doctor o una
escritora, podrías ser lo que tú quieras hermosa, te lo prometo. Solo debes
soportar un poco más. Ya vendrá.

Destino de mierda. Todo este tiempo siguiendo cada palabra tuya, obedeciéndote
ciegamente. No conocí otra cosa. Me pedías que odiara y yo odiaba. Entre más sentía,
entre más amaba, más me obligabas a odiar ¿Odiar qué? Todo, a mí, a la vida misma.
Con dolor dictabas las órdenes y yo obedecía. Llenaste cada poro de mi piel de furia,
suplantaste mis putos órganos por hambre y ahora me haces esperar. Trate de
torturarte huyendo de ti. Mi única arma era irme lejos. Trate de ser valiosa para que
al verme correr te doliera. Pero tú no te inmutas. Solo me dejas escuchar tus pasos.
Por favor llega de una vez por mí.

- Llévame de regreso al vacío contigo. Llévame a ese lugar donde no hace frío.
Vuelve a mover la sangre en mis venas, por lo menos para dejarla caer al suelo.
Permíteme ir contigo a un lugar donde algo se mueva. Déjame habitarte yo a ti,
así no volveré a estar sola. Así tu risa será mi risa, tus susurros serán mis susurros.
Así no tendré que esperar tu regreso. Así estaré siempre en ti. Además, tú sabes
que ni así sería feliz. No hay salvación de por medio. Solo te pido hacer mi agonía
más ligera, te lo suplico.

104
La calamidad no se acerca a lo eterno

- Princesa, te tengo muy malas noticias. Nadie vendrá esta noche. Te lo he dicho
antes y me apena mucho decírtelo de nuevo. Nadie llegará esta noche.

Me he quedado sola en el vacío infinito de este lugar. Las estrellas no volvieron. Las
nubes secuestraron a la luna. El ruido de sus pisadas se repite interminablemente. Yo ya
soy inalcanzable. Estoy lejos de todo tiempo y de todo lugar. Estoy en un sitio que no
existe. He vuelto a mi prisión, a aquella dónde me encerré para sobrevivir. Yo misma me
he condenado. Tal vez él lo supo todo este tiempo. Desde el principio yo me encargaría
de todo el trabajo. Me convertiría en mi juez, carcelero y verdugo ¿Él lo sabía? ¿Él existe?
Ahora ya no puedo salir de aquí. No tengo fuerzas. No puedo regenerarme. No puedo
arrancarle la vida a alguien más para prolongar la mía. Solo me queda una extremidad y
está muy dañada. El hambre me invade insoportablemente, me mantiene viva para
permanecer en mí, para seguir existiendo en mi sistema. Soy su único puente hacía la
realidad, su único alimento.
Pasé todo este tiempo esperando a mi padre, culpándolo por mi mala estrella.
Incluso, en alguna ocasión, trate de adjudicarle el mérito a mi madre. Siempre estuve
equivocada. Yo me tiré al vacío. Yo comí del fruto prohibido y bebí de la fuente indebida.
Desde ese momento me vencí al hambre. Me dejé dominar por la desesperación. Hubo
un momento, fugaz, en el que tuve elección pero, dejé correr el tiempo. En realidad nunca
se detuvo, yo me detuve en él y lo dejé pasarme por encima.
Esperé con ansias enfrentarme a mis enemigos, pero ellos siempre fueron la
proyección de mi propia sombra. Hace tanto ellos dejaron de existir… tal vez nunca lo
hicieron. Tan tonta, tan ilusa, tan inocente; al mismo tiempo tan despreciable, tan astuta,
tan corrupta como para no respetar ni mis límites o mi integridad. Más allá de la sangre,
el dolor, la muerte y el desprecio me alimente del origen del hambre: el deseo de ser
perseguida. En cada asesinato fui descuidada. Hice algunas cosas para cubrir mis
huellas pero nunca me esforcé por ello. Esperaba con ansias escuchar el timbre de la
puerta y ver las luces de las patrullas por el balcón. Esperaba a mi príncipe del
apocalipsis, a mis jinetes de la destrucción. Esperaba escuchar sonar las trompetas que
anunciarían a mi salvador, al encargado de darme un final digno, el de una buena víctima.

105
Tanto tiempo sabiéndome demonio y aun así fui tan estúpida para no reconocer mi propia
naturaleza. Esta maldad que me corrompe es mía y solo mía. Soy mi propio creador.
Apenas ahora caigo en cuenta: este lugar oscuro, esta atmósfera inmóvil, este silencio
arrasador… es el abismo donde renací. Cuánta ironía. Jamás sospeché que este pasaje
sería el primero y el último. Siempre lo percibí como un puente entre la realidad del mundo
humano y el averno. No lo recordaba con claridad, solo lo sentía pisándome los talones.
Pero es la cuna donde yace mi primera infancia y mi cadáver, donde espero a que mis
padres se acerquen, donde termino llorando sola.
Caí del acantilado, mejor dicho, atravesé los pasillos llenos de cadáveres para
llegar hasta aquí. No hay nada. Como este abismo me reclamó a mí para sentirse
existente; yo cree los pasos de un padre fantásticamente malo para llenar mi vacío. Para
soportar al silencio desgarrándome. Nunca hubo ningún sonido, ni un solo movimiento,
ni los eslabones de la cadena se escuchan al agitarlos, en realidad, ya ni siquiera yo
puedo moverme. Todo estuvo siempre dentro de mí, incluso yo misma. Ahora lo entiendo:
“sin ti no existe”.
Mis fuerzas se han agotado. No puedo soltarme la mano encadenada para cumplir
una última atrocidad en nombre del dolor. Ni siquiera yo podré tenerme piedad. No puedo
alzar el brazo y arrancarme el corazón para entregárselo de una buena vez a la nada.
Nunca tuve oportunidad. La última vez apenas pude llevar mi despojo a rastras. Sobreviví
muerta en vida. Pero estoy agotada, frágil, rota. Ahora solo me queda esperar hasta que
la parca se compadezca y cargue ella mi cadáver, yo ya no puedo más.

- Nada, no aguanto esta vida, déjame ocultarme en los brazos de la


muerte. Deja de jugar conmigo, de hacerme ir y venir para engordarte. Por lo que
más quieras, permíteme descansar… Nada… déjame no ser nunca.

106
Epílogo

Me despierto. La luz del sol me lastima los ojos. Hace frío. No tengo ninguna chaqueta
puesta, solo llevo una blusa delgada y unos jeans. Con los ojos entrecerrados trato de
echar un vistazo al alrededor. No sé dónde estoy, ni cómo llegue aquí. Me incorporo un
poco. Estoy sentada sobre un suelo de baldosas. Por un momento abrazo mis piernas y
cubro mi cara, en un pequeño intento de protegerme del resplandor y del frío. A un metro
de mí el suelo es de graba. Hay un auto estacionado. Estoy en una cochera. Un cancel
me protegió, por lo menos ¿Hace cuánto estoy tirada aquí? No he escuchado nada de
ruido, ni coches ni gente ¿Qué pasó con las personas?
En eso pasa un hombre:

- Chiquita ¿Te tumbaste en el suelo sola para ahorrarme el trabajo? Quieren respeto
pero terminan en la cochera de sus casas por briagas…- Habla sin detener su
caminata. Se ve andrajoso. No entiendo su comentario.

¿Bebí anoche? No siento resaca. Solo me siento increíblemente cansada. Un auto pasa
a toda prisa por la calle estrecha. Mi estómago ruge. Bueno, ya averigüé que no es un
lugar desierto. Tal vez lleve unas cuantas horas aquí tirada ¿Me pasó algo? Si no es mi
casa ¿Cómo entré por la reja? Está cerrada con un candado. Siguiendo el camino de
baldosas está la puerta de entrada, es de una madera muy antigua, hermosa y justo al
lado está un ventanal cubriendo el resto de la pared. Me levanto. Me acerco para ver mi
reflejo en el vidrio. No recuerdo ni mi nombre. Debo tener unos diecisiete años, tal vez.
Me veo joven. Cómo es posible no recordar absolutamente nada. Tal vez sea un lapsus…
sí, podría ser… la memoria me regresará de a poco. La silueta de una mujer aparece a
través del espejo ¿Es una ilusión?
Abre la puerta. Es real.

- Comenzaba a preguntarme dónde estabas. Por fin llegaste. Tienes idea de la hora
que es.- Se está dirigiendo a mí. Me parece vagamente familiar ¿He llegado muy
tarde o muy temprano?

Abro la boca para decir algo. Me interrumpe de golpe. Agarra mi muñeca con
fuerza y me obliga a entrar a la casa.

107
- Deja ya los juegos, es bastante tarde. Hace días te avisé del compromiso de hoy,
entra, hace frío.- No hace pausas en su discurso.- Sube a tu cuarto de una vez.
No quiero verte con ropa rara, por favor elige uno de los vestidos de tu cama. Si
no te gustan baja para darte más. Tus hermanas pueden prestarte otros.- ni su
expresión ni su tono cambian en lo absoluto ¿De verdad está molesta?
- Pero ¿Quién eres?
- No juegues así, bien sabes que soy tu madre. Fingir que no me conoces no te
librará de ir.- Sigue jalándome al interior de la casa mientras dice todo esto.

La casa es muy grande y hermosa. Después del pasillo hay un espacio donde están la
sala y el comedor, adornados con un ventanal aún más grande. Tiene una puerta para
entrar al jardín. Está abierta, eso hace ondear a las cortinas blancas y larguísimas. Entra
tanta luz. Hay un par de chicas sentadas a la mesa. Deben ser mis hermanas. No nos
parecemos en nada. El estómago me ruge de nuevo, me da una punzada. Tengo mucha
hambre.

- Sube de una vez. Cuando elijas un vestido vuelve aquí para desayunar.- Suelta mi
brazo. Se desliza rápido hasta perderse tras una puerta.

No puedo preguntarle dónde es mi habitación. Subo las escaleras para explorar, todas
las puertas están cerradas, de ahí en más solo hay escaleras y pasillos. En el tercer piso
al final de un recoveco hay una puerta abierta. Entro. El cuarto es hermoso. Tiene una
gran cama, un tocador lleno de maquillaje, un closet atiborrado de ropa. Una ventana de
tamaño considerable con un diván a sus pies. En el espejo hay una frase escrita con
labial: “sin ti no existe” ¿Yo la puse ahí? Hay vestidos sobre la cama. Sí es aquí.
Los vestidos son lindos, me gustan. Podría ponérmelos todos. Otra punzada, otro
rugido, mi estómago reclama. Puedo bajar ahora, de todos modos elegiré cualquiera, no
necesito ver más.
De regreso en el comedor me siento frente a las dos chicas. Mi madre se retira a
la cocina. Trae un plato para ponerlo frente a mí. Huele bien. No tengo idea de qué es.
Espero, no debo empezar hasta estar todas sentadas ¿Cómo sé eso? Mi madre se coloca
en su asiento. Tomo la cuchara. La vuelvo a dejar. No tengo idea de cómo es nuestra
relación pero si son mi familia deben conocerme.

108
- ¿Podrían contarme mi historia? Tal vez me golpee la cabeza… tengo amnesia.-
Las miro con dulzura.

Nadie responde nada, simplemente me miran fijo con los ojos cargados de hastío. No
parece haberles agradado mi pregunta. Espero con paciencia su respuesta. Me llevo la
cuchara a la boca de mientras. Casi vomito. Sabe horrible. Me lo trago por compromiso.
Sin importar cuánta hambre tenga no puedo comer esto. Espero encontrar algo digerible
en “el compromiso”, me siento famélica.

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