Dame Ese Monte
Dame Ese Monte
Dame Ese Monte
De todos los mayores de veinte años que salieron de Egipto, ellos eran
los únicos sobrevivientes. Para la congregación de Israel en aquellos
días, Josué y Caleb eran, sin duda, dos héroes vivientes.
El episodio de Cades-Barnea
Triste y fatal fue el destino de los incrédulos. Ellos sólo tuvieron ojos
para las dificultades y problemas. El incrédulo es pesimista en esencia.
Muchos cristianos hoy en día también lo son. No se puede contar con
ellos para nada, y sus palabras desalientan a otros más débiles,
paralizando así el caminar del pueblo de Dios. (Que el Señor tenga de
nosotros misericordia y nos libre de un espíritu tan tenebroso). Pero
Dios había tomado nota de los fieles, y desde el cielo había dado
testimonio a favor de ellos. “Mi siervo Caleb… decidió ir en pos de mí…”
¡Que el Señor multiplique los Caleb en este día! Josué también fue
testigo de aquella dramática experiencia. También él fue fiel, por eso
Jehová lo designó a él como sucesor de Moisés. Hasta ahora había
guiado al pueblo exitosamente en la toma de posesión de la Tierra
Prometida.
Ahora Caleb viene a hacer efectiva la promesa que lo “asió por dentro”
(Fil.3:12). “Dame, pues, ahora este monte…” – dice. Ese monte es
habitado por los anaceos y tiene ciudades grandes y amuralladas. A
Caleb se le podría haber asignado por gracia, cual veterano de guerra,
la mejor llanura de Canaán, los valles más fructíferos, regados por los
mejores arroyos. Sin embargo, él dice: “Dame este monte”. Es el más
difícil de todos.
Los anaceos habían sido vistos como gigantes por sus hermanos
incrédulos (Núm.13:32-33). Por eso, ellos habían sido derrotados aun
antes de ir a la guerra. Caleb obtuvo la victoria en medio de aquella
incredulidad. Allí su fe brilló más que el oro afinado: “No seáis rebeldes
contra Jehová – les había dicho–, ni temáis al pueblo de esta tierra (los
gigantes) porque nosotros los comeremos como pan; su amparo se ha
apartado de ellos y con nosotros está Jehová; no los temáis.” Y antes
también había dicho: “Si Jehová se agradare de nosotros, él nos llevará
a esta tierra y nos la entregará.”
¡Bien Caleb, así se ganan las batallas de la fe, antes que ocurran, pues
si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?!
“Este monte” representa aquella dificultad más grande, la valla más alta,
el problema que parece imposible de solucionar. “Dame precisamente
este monte”, constituye un gran desafío para todo creyente, para que
eche mano a todos sus recursos (que no son pocos), a Dios mismo.
Así fue cómo Hebrón vino a ser heredad de Caleb, “por cuanto había
seguido cumplidamente a Jehová su Dios.” ¿Qué significa esto?
Significa que no podemos seguir al Señor en algunas cosas y fallar en
otras, porque eso nos retrasa o nos anula. El Señor nos permita ser
fieles en todo, y agradarle en todo. Fallar en esto haría ineficaz nuestro
testimonio.
Cuando usted ora, ¿sólo busca su propio bien? ¿Busca sólo su deleite?
(Stgo.4:3). No, que no sea así. Antes bien, busquemos la gloria de
nuestro bendito Dios en todo cuanto emprendamos.
La lección de Caleb