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Marcos Iniesta - Amar Como Aman Los Leones

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Amar como aman los leones

Amar como aman los leones


Marcos Iniesta ©
Aria Editorial 2020
Xalapa Ver. México.
amar como aman los
leones
MARCOS INIESTA
amen como aman los leones
la selva en que han nacido,
¡que no sé si sus rugidos
no son amantes canciones!
--payada uruguaya

Nos sentamos llorando


y clamamos a TI desde el sepulcro,
yaciendo en silencio, en silencio yaciendo
--J. S. Bach.

Yo me recordaba de cuando era niño,


cuando el mundo, redondo, entre mis manos
era un juguete de cristal. Los hombres
y las cosas, despues me lo rompian.
--Blas de Otero

El hombre es un animal de costumbres


F. M. Dovstoievski
...a la bruja de mis ambiciones

PLEGARIA
A quí vamos, empiezo a rezar como un chico
nuevo,
a ver cómo resulta todo esto,
porque escribir es mi pecado cometido.
Porque sabemos bien,
nunca ha sido fácil romper el silencio.

Sobre todo,
si se está tan a gusto
escuchando la lluvia,
plantando estrellas
entrenando grillos en el arte del canto
o cazando,
como muchos,
esperanzas entre el rocío
y en la cama
pasamos la vida
sembrando
espantapájaros.
Comprendo
que es cosa de miedo
– de un miedo profundo –
mirarse al espejo,
y ver en los ojos,
dos ópalos sencillos
15
que, de tú a tú, miran al firmamento.

También yo – si pudiese – haría preguntas firmes.


Clavaría mis uñas en este estanque.
Haría del fango, una ocarina para rituales
y con una pizca de valor – o de insolencia,
Haría de tripas corazón
por pillarle justito,
después de cada vuelco
caer de pie un corazón.

Imploro.
¡Está es mi plegaria!

A ustedes, para ustedes, abro esta caja de palabras,


–Prima hermana de Pandora,
aquella que cuando olvidó cerrar la puerta,
sólo silencio y motas de polvo
quedaron aseguradas –

Y es que vengo con ese ímpetu


a ustedes
a convocarlas:

Aquí, ¡vengan en mi auxilio!


Vengan con su rabia
16
cubierta de noche y de migas
y miren que por esta tinta
sólo sale una barbaridad de pájaros viejos,
– el agua y la costumbre -
con sus plumas desgastadas

¡Vengan aquí!, ¡Vengan palabras!


Mías, ajenas, prestadas.
¡Vengan! Feroces como con rabia de roedores
y muerdan de mis labios los besos
y muerdan las cuerdas de mi garganta
hasta que salten las quillas en este mar de aullidos.

Pero… vayamos un poco más allá.


Vayamos al momento en que inicia esta historia:

17
••
CUANDO LOS HOMBRES
SON CANTORES...1

1 Originalmente, Cuando los hombres son


cantores... se presentó en formato de libro allá por
el año 2012 bajo este mismo selló editorial como
un poema aparte, y único, ahora es de vital im-
portancia pertenecer a este libro en su conjunto.
...así resultará ser la palabra que sale de mi boca...
--Isaías 55:11

H ay hombres que nacieron para ser cantores:


a ellos, se les dio el trino
y con el trino
inventaron la manera de cantarle al amor.

Hay pájaros que nacieron para ser guerreros:


a estos, se les dieron las armas
y con ellas inventaron las guerras.

Pero hay hombres que se creen guerreros y hacen


la guerra a todo aquel oído que se cree cantor.
Por ello derraman amor,
por ello derraman canto,
por ello lágrimas y sangre:

Sobre la guerra.
Sobre el canto de los campos.

Así nacieron los hombres cantores.


23
Así nacieron los pájaros de guerra.
Así nacieron los pájaros cantores.
Por desgracia, así nacieron los hombres de guerra.
Y estos abundan por todas partes.
Cierta ocasión le escuché al viento nocturno,
en una tarde de invierno esta historia que narra,
cómo fue que los hombres llegaron a tener voz y
las aves, tan hermoso trino:

Huitzilopochtli y Quetzalcóatl, vagando por el


bosque, alzaron sus ojos al cielo, dialogando el
por qué la melancolía embargaba el éter en sus
frentes y corazones.
Entonaron una canción e Itzamaná llegó a su
encuentro.

Dichos dioses, al percatarse de ser inservibles en


su desnudez, quisieron formar un pueblo de todos
los hombres, diferente al de los peces, distinto al
de las aves, caro a los reptiles, amado entre los
jaguares.
Los peces cantaban.
Las ranas croaban.
Ladraban los perros.

Una lágrima escurría de los ojos de aquellos mise-


rables dioses.

24
Fueron a un pantano y miraron a lo lejos, sumer-
gidos en su tristeza la miseria de los hombres,
comparando la fortuna de tener a tan sumisos
seres envueltos con una delgada capa de piel,
azotados por el frío o por el sol, por la lluvia o por
los violentos vientos, de esos que suele haber en
otoño.

Y al mirar atrás, esto hirió sus oídos:


…el murmullo de los hombres, el aullido de los
lobos.
…heridos por el maullar de los gatos, sumidos
por la inmensa
tristeza de las gaviotas.
…por el delirio de las liebres, por el efímero ciclo
de vida de
las mariposas.
Sólo algunos maravillosos emplumados fueron
privilegiados con cuerdas bucales, con la voz, y
así capaces de hablar con cualquier cantidad de
animales, sin importar especie o género.

Por aquellos días, los hombres, siendo salvajes en


su totalidad, tenían un talento especial: El trino,
con el cual
eran capaces de alabar y encantar cualquier oído.
25
Amigos de los loros, compañeros fieles del cen-
zontle, hermanos mutuos del jilguero, encon-
traron favor a los ojos de aquellos inmaculados
dioses.
Quetzalcóatl habló así:

– ¡Oh! ¿Quién pudiera dar a los hombres la dicha


del habla?
¡Quién será capaz de tener entre sus manos a tan
indefensos seres!
Mírenles bien, ¡oh sagrados dioses!
No tienen colmillo con los cuales puedan roer
carne para hacerla su dieta.
No tienen garras con las cuales puedan defender-
se de los ataques de algún desesperado animal
más hambriento y más dotado que ellos.
Una simple espina puede penetrar su piel y dejar
una severa herida y ésta, a su vez, causar una
infección que los haga perecer en cuestión de
momentos.
Una misma serpiente los puede hacer tambalear
con su veneno mientras les observa como se van
desplomando, sin vida.

–Miren bien, Itzamaná, Huitzilopochtli:


El caos del cambio les ha borrado el bello capilar
y el pelo que protegía su piel y genitales.
Bueno será brindarles la oportunidad de cubrirse

26
de la intemperie.
Son frágiles y la simple y diáfana brisa suele en-
fermarlos hasta causarles la muerte –

Silencio.
–También es verdad que no cuentan con
extremidades traseras lo suficientemente fuertes
que les dé la destreza de correr por los campos en
una tormenta o en un brusco momento,
de esos cuando la tierra bosteza–
sentenció Quetzalcóatl.

–Es verdad– murmuraron los demás dioses.

Huitzilopochtli habló al respecto, mientras que


Itzamaná; el dios creador de la especie conocida
con el nombre de Maya, meditaba.

–Hermanos míos: ¿Qué tan peligrosos pueden ser


los hombres?
Son indefensos. Sus mentes están vacías. Sus cora-
zones son temerosos…
Aman al arco iris pero no son capaces de
buscarlo.
Aman la lluvia pero no son capaces de disfrutarla.
Aman la vida y no son capaces de cuidarla.
Aman a su prójimo y no son lo suficientemente
valientes para decirlo ni mucho menos expresarlo

27
o demostrarlo.
Aman vivir y temen tanto a seguir con vida
(por ello, no pocas veces cantan).

Temen a la muerte y sin saberlo, la esperan con


sus torpes brazos abiertos.
Les he escuchado decir tantas veces que:

Nacer, no piden, vivir, no saben,


de amor no entienden y, morir, no quieren.

– Sin embargo, cantan, cantan, cantan y cantan…


pues son cantores.
No son humanos, sino cantores. –

Díganme, pues, hermanos míos, ¿qué tan peligro-


so es el hombre que no habla y sólo canta?

Otra vez, un largo silencio.

Para concluir su discurso agregó estas níveas


palabras:

–Ustedes queridos, han visto esta gran realidad.


¿Díganme si acaso hay animales más sumisos que
los hombres?
¡Mírenles allí en el bosque, cantando!
Cantando a la brisa, a la cascada, al otoño, a la
primavera, al viento, al cielo, a la tierra, a todo
28
lo que permanece inmóvil o aquello que tal una
danza se mueve, a todo lo que vive o a todo lo que
muere, a lo que con sus dedos tocan, o que con
sus ojos sueñan, a lo que poseen o todo aquello
que enajenan, a todo lo que quieren o desean, a lo
que les es útil o desechan, a su forma de vivir o a
su pueril manera de morir, a su forma de aceptar
las cosas como son o a su instrumentada y sutil
forma de negarse a creer lo que es, a lo que miran
sus ojos, a lo que palpan sus manos, jugar con
sus oídos, a degustar con sus labios, a explorar
con sus pequeños ojos el profundo universo, a su
forma de querer “querer”, a su increíble manera de
pretender olvidar…

Dioses ¡son cantores!


¡Son realmente hermosos estos animales!
¿Qué podría cambiar en ellos que resulte fatal?

Itzamaná levantó sus manos tal que quisiera alzar


el vuelo y suspiro.
Exhaló el Dulce Verdor de primavera.
Entonó esta canción:

“Demos a los hombres albedrío y así serán libres


sus pensamientos.
“Demos a los hombres distintas cuerdas bucales,
así podrán elegir entre su felicidad y hacer felices

29
a los demás. Ellos son bastante sociables, no per-
mitirán el sufrimiento entre su especie.
“Demos a los hombres libertad a sus manos, así
podrán cazar y utilizar la piel de sus presas para
protegerse del frío y sus carnes para saciar su
hambre, cambiarán su forma
de alimentarse y también comerán de todos los
frutos de la tierra.

Y así serán hombres!

“Demos a los hombres, al lado izquierdo de su


pecho, un órgano de carne y hueso, de tierra y
agua,
de fuerza y destreza,
de aire y fuego.
Capaz de transmitir la bondad, el amor, el respe-
to, el valor y las fuerzas a todos los seres que les
rodean.

¡Y así serán hombres!

“Y estos serán agricultores, sembrarán los cam-


pos, plantarán árboles, regarán sueños,
cultivarán civilizaciones en las que no exista más
autocracia que la del espíritu.

¡Y así serán hombres!

30
“Demos a cada uno de ellos la facultad del habla.
Tendrán corazón, conciencia, razón, ímpetu para
actuar en pro de los demás. Coloquemos en sus
mentes la fuerte herramienta de la tolerancia y
ellos albergarán en su interior un profundo respe-
to.

¡Y así serán hombres!

“Ahora convoquemos a todas las aves de los cielos


y de los mares y de los desiertos.
A todos aquellos hermosos emplumados de varia-
dos coloridos y de increíbles voces,
de inimaginables vocablos, de infinitos idiomas.

“Y ya reunidos aquí, démosle a ellos el trino de


los hombres.

“Ellos cantarán en las montañas y se llamaran


ruiseñores, gavilanes, canarios, cardenales.
Y así quedarán conformados aquellos trinos de
hombres de montaña en voces de montaña, miles
de voces de pájaros.

¡Y así serán hombres!

“Convoquemos a las aves marinas y que sus voces

31
pasen a formar la garganta de los hombres de mar.
De costas, de islas, y de todos aquellos que vivan
en todos los extremos de la tierra, cerca de la mar.

Cada cual tendrá voz, sea gaviota, garza, pingüi-


nos y demás.

¡Y así serán hombres!

“Y todos aquellos hombres de las partes más de-


sérticas obtendrán en sus bocas voces de buitres,
zopilotes, correcaminos y de todas las aves que
viven en las regiones más rudas de la tierra.
Tendrán el trino de todas las voces del desierto.

¡Y así serán hombres!

Los hombres empezaron a hablar.


Las aves alzaron un caluroso trino.
Trino de hombres. Trino del campo. Trino de los
mares.
Trino del desierto.
Trino de cualquier rincón de la tierra.

Y las voces, en idiomas variados como variadas

32
eran las especies de aves,
al irse juntando y hablar, fundaron ciudades,
aldeas, imperios y reinos.

Edificaron torres para vigilar los territorios que


nombraron suyos desde el instante en que pisaron
aquellos suelos.
Crearon armas, inventaron pretextos, inventaron
la guerra.
Convivieron con el hambre y muchos pueblos,
desde aquellos días hasta hoy, viven con la
hambruna. En forma de peste, la avaricia nació y
creció en lo profundo de sus corazones, esta
invadió su alma y espíritu. Su cuerpo se llenó
de lepra. y la resaca surgió un día después de la
conquista y de lo que aquellos hombres llamaron
victoria.

Cierto loro pastaba un rebaño de hombres y faltó


a ese banquete de experimentos. A su vez, un
presagio en los corazones de un par de aves más,
ocultaron a un grupo de hombres.

Cuando Itzamaná, el dios sol, creador de los


Mayas, Huitzilopochtli, el dios que nace del vien-
tre de Coatlicue cada mañana y Quetzalcoátl, la
sagrada serpiente emplumada, dios supremo de

33
Aztecas y Toltecas, percatándose de lo acontecido,
lamentaron mucho las vueltas del destino.
Y lloraron.

Optaron por elogiar; con dones únicos, al loro,


al cenzontle y al jilguero y a cada integrante del
rebaño de hombres.

El loro, privilegiado con voz y garganta de


hombre, garganta de loro en voz de hombre.
Es decir que cuando un hombre habla, lo hace sin
pensar en las palabras, sin tocarlas,
mientras que un loro que toca las palabras, lo
hace con la intensidad que un hombre ansía to-
carlas, atarlas, soñarlas…

El cenzontle fue recompensado con la voz de


todas las gargantas, con el trino de todas las aves,
de todos los colores, con aromas de amores, con
fragancias de sentimientos, con el amor de los
amores de todas las aves y hombres…
fue así el nacimiento del canto del cenzontle.

El jilguero fue el más premiado de todos:


Envuelto de gloria, cubierto de llanto, bañado
de gracia, querido y ensalzado. Vestido de negro
grisáceo. Un alma de cantor, una noble alma.
Considerado soñador, fue visto desdichado.
34
Se pensó era loco, nómada, ermitaño.
Condenado al exilio con todo su pueblo.
Fue el éxodo su patria, su tinta, su voz, su instru-
mento… y del mismo éxodo fue exiliado.
Fue el exilio su medicina, su nostalgia, su furia.
Fue el exilio su llanto, su sangre, su hueso roído…
su voz cayendo en pedazos.

Fue el más feliz del mundo y el más felizmente


desdichado. Su voz era tan fuerte que con sólo
hablar lastimaba los oídos de todos. Su voz era
lastimada por todos. Su trino era fuerte como un
cristal y su dureza lo transformó en fragmentos.

Su hogar, el silencio; su cobijo, las estrellas; su


alimento, los brazos de un pequeño sol que
apenas brillaba hace unos días en sus brazos.

Se aferraba al olvido, vivía en el pasado.


Embriagado siempre con los alcoholes de la
melancolía, divirtiéndose en los carnavales que
organizan las flores.

Encontraba tanta dicha entre el césped de la igno-


rancia… escudriñando con los ojos de la felici-
dad fracasada,
el vasto paisaje nocturno agujereado de estrellas.

35
El hastío dejó en su frente una señal que no fue
identificada por nadie ni nada en el seol. ni el cielo.
Y al abismo fue arrojado.
No fue el más humano de mundo animal y era el
más animal del mundo humanizado-domestica-
do.
Nunca fue capaz de herir y sin saberlo, terminaba
hiriendo de muerte a sus seres amados.
No fue capaz de odiar y terminaba por odiarlo
todo.
No fue capaz de ser otra cosa que no era… pero
siempre fue mucho más en lo que fue.
Creía sin creer en nada. Hablaba de todo sin decir
palabras.
Callaba cuando callado hablaba. Era lo que era
cuando seguía siendo nada.

El tedio lo encontró desnudo mientras el deseo


quemaba sus ropas.
El fracaso lo dejó tendido en el viento con tres
balazos en el cuerpo:

Uno en la memoria para matar los recuerdos.


Otro en la frente para firmar en el espacio la
canción de la muerte, la sinfonía del viento, la
trémula tocata en Re menor, conocida como:
Concierto para el tedio y una estampa para ella
que se escucha entre los peñascos y las cascadas

36
del vientre de la tierra.

Y uno más en el corazón… – ¿en dónde más si


no? – en la brújula que no sabe de indicar nada.
En el epílogo de lo que la añoranza dejó tras de sí
cuando fue asesinada por el tiempo.
Y aun cuando no fue el mejor ser del mundo…
fue el más feliz en su desdicha, el enamorado y
novio de la muerte que la muerte quiso besarle
conservarlo.

Y en el pozo infinito de la muerte, su cuerpo se


escurría entre los dedos de la muerte.

Caía simultáneamente y la muerte misma tiraba


de él con la mirada, queriendo evitar que un
espíritu así se rompiera con el golpe.
Queriendo evitar que su alma se estallara y,
en mil fragmentos, mucho temía no volverlo a
unir jamás.

Y la muerte misma, al verle en el suelo, levantó de


él aquello que un día fue una palabra: su vida.
Y una nota: su alma.
Con una sola regla:
Un corazón, y una simple y llana forma de vivir…
amar hasta que duela…

37
Desde aquel día hasta estos momentos, hay
hombres con alma de pájaros.
Imitadores con almas de cenzontle. Cantores y
poetas con almas de jilguero.
Y loros que blasfeman como yo blasfemo.
Loros que creen en la locura que yo creo.
Jilgueros con almas de poetas, felices de creer en
la locura que yo creo.
Que miran lo que yo miro. Que viven y mueren
como vivo y muero.
Y cenzontles que cantan lo que cantan todos…
canciones que expresan los sentimientos de
todos… sienten lo que yo siento, desviviendo y
muriendo como yo me desvivo y
muero.

Soy bendito entre los pájaros y maldito ante los


hombres serios.
Hereje ante la verdad de los dioses y hereje ante la
verdad de los hombres.
Mentiroso entre dioses y hombres.
Soy el alma que exhala su último aliento y soy
el último aliento de mi alma.

38
Soy el pez que nada en el mar del silencio
y soy el silencio que nada en un mar de peces
muertos.

Por ello mi alma es de pájaro de monte, porque en


el monte aprendí esta prosa, palabra por palabra,
del pájaro del silencio.
…narrada con su último aliento.
Regado en el piso. Al lado mío.
Ambos…

39
•••
FINIS
L a nada,
merece un final al final.
una vida prematura,
una muerte que llega tarde
Pues, las palabras son así:
insanas
saludables,
son galgos haciendo piruetas en campiñas
persiguiendo conejos,
acentos
piruetas engarzadas por azarosas circunstancias
del idioma
y a la luz de luciérnagas
nace la esperanza: ¡Un murmullo!

Hay un llanto triunfal,


Que es materia de desierta angustia
–aquí viene el problema ¡sujetadlo! –
porque sus alas nunca llegan
45
a alzar el vuelo.
••••
CODA
D entro de una botella
me encontré al minotauro,
y en su ausencia,
me encontré,
desolado
y sin ella
vistiendo amapolas
desvistiendo estrellas,
lanzando al mar
miradas ingenuas...
por si un día,
vuelve como vuelve
las mareas

y soltar amarras
como quien suelta caballos
o soldados
campotravieza
buscando ferozmente,
vida o muerte
por estúpidas ideas.

51
Pero las sábanas
como hojas en blanco
caen todas las palabras
En busca de amor y de descanso
•••••
MANZANA
A quí debería estar una mano alzada
un puño alzado.
Como aquel puño que alzado, alcanza del árbol
una manzana.
Porque no fue Eva por pequeña
ni fue la serpiente por chiquilla,
ni Adán sin costilla,
quienes en el paraíso contra incendios
encendieron la hoguera.

Debo confesar
que este frío que tiembla desde afuera
también muerde con los dientes
del aire que corre por la selva.

Que vuela soezmente


en el interior de la carne

57
tirando de las venas
de las que vamos sujetando una idea.
Vamos a pedir al cielo,
un dios que baje,
– y que hable-
que no mordemos,
o si mordemos, es para comer
el pan que corre por el horizonte
que vuela por allí
que salta entre los bosques
quizás si mordemos a dios
es para comer de la palabra
que este lenguaje se nos escapa
y rompe a golpe de martillo
y ha dejado tan triste este silencio.
pero estábamos pidiendo al cielo que abra sus
puertas
que baje dios a hablar con nosotros,
que podemos ser buenos amigos,
y que podemos hablar hasta por los codos.

Quiero que con sus brazos nos abrace maternal-


mente,
mientras nos cuida lincemente.
y que pique cebollas para el desayuno.
que acaricie nuestros cabellos,
y que puede narrarnos una de tantas historias,
58
por ejemplo:
que nos indique cómo se le hace para que los
grillos sean grillos dulces que se coman nuestros
campos
y no cadenas que opriman los huesos y las carnes.

Quiero que nos enseñe, a tomar las palabras por


los cuernos
y juntos aprendamos,
a darles estocadas a los molinos.

¡Imaginen todos que alzamos los brazos y enton-


ces, sólo entonces alzamos el vuelo,
y cae maná sobre la cabeza de los ancianos como
flores del cerezo!

Y con flores, tapizamos los cuerpos que han caído


ya, defendiendo estupideces
colgándose banderas
y podemos olvidar que los paladines de justicia
sólo existen en las fábulas.

Como cuando en las fuentes había sapos


y un redoble de batería dejaba salir brujas de a
deveras,
de escoba y ungüento,
y los peces eran peces y los hombres hombres
y los cuervos cuervos.
59
como cuando las cosas eran de a deveras.

Quiero hablar con dios, o con quien sea,


hablemos de igual a igual,
de blasfemia a blasfemia.
Porque vamos a amarnos
como aman los leones
en la estepa.
¿Ey, gusanito? ¿Estás allí?
¿Me escuchas?
Yo puedo escucharte
cómo sufres porque la tierra es de lija
y tus manos de seda
y por no sé qué fuerza del instinto
sigues tazando el terreno palmo a palmo.

Quiero ser el por qué del horizonte se tiñe de


lujos
y las estrellas
apenas si tienen colores
y en la almohada, las palabras
suspiran con sus articulaciones:
y quiero verter un espiral
hacia el silencio
tirando de los pelos
esta absurda desesperación
y escuchar
serpientes
60
brotando
nuevas en la vegetación

••••••
CONFESIÓN
D ecir
que la vida,
amable,
la he desvivido:
un bicho que cumple,
– ¡qué elegante! –
cabal,
su función.
Mis ojos
de vidrio
hablan
a peces,
por su sombra
y su color,
para calmar
mi espíritu
interior.

¬entre labios

65
qué recogen un beso,
brilla
colgada,
la luna
a la orilla,
tu ropa
interior

entre rosas
suspirando al pastar
- pasa - caracol
bañado en lluvia
por el camino
multicolor

halo de luz
antenas al cielo
buscando calor
y entre el pecho
un nido
para anidar,
el amor
un desvarío

una barca
a espaldas,
de plata nerviosa,
fijan en el cielo

66
alfileres,
la mariposa
cual corazón,
sencillo,
murmullo y un hilo
del que cuelga un globo
de litio,
cada estación.

Hermosa,
un estornudo
de hojas,
y amor,
cayendo
diariamente,
va el ruiseñor.
En picada,
la nostalgia,
rayando
el alba
por un bien
superior.

67
•••••••
CANCIÓN
P ero este perro con frío,
es un corazón que necesita cobijo
y alcohol
y una paloma
carcome con gusto la milonga
de este amor,
del concreto
del que ha estirado sus manitas
una peregrina flor

¿por qué parecen


gigantes,
los milagros
si sólo se trata
del rocío
al que hay que prestar
atención?

73
••••••••
MUJER, ALIMENTO Y...
UN LEÓN
Y a tengo en mi cabeza una espiga de trigo.
Una espiga que rodeo con los brazos
y abrazo a la espiga de trigo que sabe de tristes
tigres.

Golpeo mi cabeza con esa torre de arena,


y veo que hay una víbora escurriendo por mi
rostro.

¿De quién es esta sangre que palpita en la arena


y qué es este ocaso dibujado sobre lodo?
La llama del presente nos lame enteros
¿Qué vamos a decir ahora a papá y mamá?
¿Cómo justificaremos que el destino nos ha pilla-
do
la garganta con la lengua puesta sobre el verso?

En mi garganta he puesto cínicamente columnas


de guijarros de la Historia de tus besos.
Y en mi rostro, los signos del sacrificio hecho
durante la cábala.
¡Qué amargo que es todo ahora tras el lenguaje!
¡Y qué triste y angosto es tener que dejar entre
abierta la puerta del alfabeto
sólo por nombrarte!
79
Abrazo ahora la espiga de arroz que creció sobre
la ciénaga,
sobre ese fondo de cristal que fragua enteras y
plasmadas risas,
– mi cabeza es una estúpida torre de hierro –
que se vuelve un verdugo veraniego
y viene temeroso a atropellarme con sus cuitas.
¿cuánto tiempo tarda para que llegue el invierno?
¿Qué milonga es esta la de llamar a la puerta?
Demos tributo a las siluetas de estrellas
que pueblan las orillas de las playas.
Huellas de hombres que caminan en la playa,
Y yo soy un lagarto trinando figurillas con los
huesos.
Pulsando el violín que lamentablemente se entor-
pece con mis dientes.
Él y yo nos hemos hecho señales para intercam-
biar secretos.
Dice el violín atrapado con las cuerdas

Estoy atrapado en el enigma de los labios,


perdido por el enigma que obliga a inclinarse para
beber agua como un tuerto
-Yo tuve un perro al que amaba. Esposa que
también solía amarme pese a mis infantilismos.
Ambos desaparecieron cuando escaseó la nieve.
Mi madre se volvió loca. Incendió la casa y lava-
80
dora. Su buen gusto la llevó a quemar mis poe-
mas.
¿A qué recordar todo esto?
¿Debo mover la balanza del destino sólo para que
el horizonte también rece conmigo como se reza
por los muertos?
Sé que deliro un poco pero perdonarme, amor
mío, mi corazón está enfermo.

Soy un subrarrayador de cadáveres, a quienes


canto al oído
nanas mientras ofrezco alimentarles con chocola-
te.
Porque ese montón de carne, aún es un puñado
de tierra alimentando gusanos
pintando de azul el firmamento.

¿Es ese cuerpo mío al lado mío una muestra de


barro o un esqueleto?
Me inclino para arreglarle los ojos y escribir una
carta.
Tal vez la intuición ayude pero, es inútil que
investigue la delgada hebra de la que está hecha la
vida.
Poesía es mezclar en el ojo esta trágica chispa.
Éxtasis es ver tu casa volar en estallidos hacia
Dios.
Encaramada a un alminar,
81
la lechuza del adivino ulula.
De su grito ha tejido un arco iris
y, ahogada de alegría, ha llorado
Abrazo a la espiga del tiempo,
mi cabeza es una torre de fuego.
Y de trigo. Del trigo con que alimentamos a los
enfermos durante la guerra.
El payaso ha revelado sus secretos y ya no es dig-
no de tomarle en serio.
Este tiempo rebelde es una tienda en el bosque de
las almejas,
un pantano de profetas.
La verdad será la muerte, y el amor será hoy y
mañana el pan de los poetas
y lo que se llamó o se convertirá en patria
no es más que un instante a la deriva.

Esplendor del diluvio, ¿dónde está tu llave?


Inúndame de gracia, toma mis últimas riberas.
Dame la palabra y el poder el alfabeto para lla-
marle.
Quiero lamerle las manos y el sexo a la lluvia.
¡Tómame, mujer que cuenta la vida con el rosario!
Con el sudor ese que escurre de los ojos
Y que afortunadamente, borra las dunas de la
arena tras el hechizo de ese abismo ardiente que
me ha hechizado,
Caro al camino por el que huyen los caminos.
82
Abrazo a la espiga del tiempo,
mi cabeza es una torre de fuego.
Da de lleno contra la puerta
y escurre sangre ¿mi sangre? como serpiente roja.
Va lavando la arena.
Mi alma ha olvidado sus pasiones,
ha olvidado su patrimonio, oculto en la casa de
las imágenes.
No volverá a recordar lo que ha dicho la lluvia,
lo que ha escrito la tinta de los árboles sobre la
carne de los árboles.

Mi alma no dibuja más que una gaviota sobre la


carne de gaviota en los árboles.
Una gaviota torpe, enferma,
empujada por las olas contra las amarras de un
burro,
letárgicamente, como una carga, carga una man-
zana
contra la manzana de este poema.
Contra esta manzana que alcanzo a puño alzado y
da comienzo la historia.
Y al dulce pecado de la ciencia.
Esta alma mía que se desoja con la soja,
escucha un grito metálico del grillo de la madru-
gada, aquí el corazón de la ciudad,
late de smog y hastío.

83
Y el amor de una mujer que cuenta el tiempo con
los dedos, arrulla a sus cachorros en su regazo de
luna rota,
unida al ombligo de un fantasma de chispas.
No sabe que dios y el poeta
son dos niños que duermen en la orilla de la luna.

Mi alma ha olvidado a que venía,


por eso temo la sombra
y al bosquejo del futuro,
que guarda caperucitas,
por eso me invade la duda
y no logro conciliar el sueño en días de mosqui-
tos.
Armado con palabras, corro de un fuego a otro,
Mi pasión se desata hurgando tras el fondo de las
amapolas,
sofocado bajo el sudor que chorrea por mi cuer-
po,
elijo seguir a una señorita como quien elige seguir
una moda,
sigo los pasos de las fieras noches
infestadas de murmullos y de sueños
A menudo he dicho a la poesía sedimentada en el
fondo de mi cuello
no es sino apenas un grito pidiendo auxilio
¿qué hace esta sierra en cuello?
¿Quién me canta aleluyas?
¿A quién dirigiré estas cenizas?
84
Yo, que no sé arrancar el pulso y arrojarlo a la
mesa.
Yo, que rechazo hacer de mi tristeza un tambor
para el cielo.
diré: mi vida ha sido morada de espectros,
molino de viento donde se muele artificiosamente
las angustias.

Abrazo el trigo, la sémola, el arroz cosechado


pacientemente,
mi cabeza es otra estúpida torre de fuego.
Los árboles del amor en tazan el grano con su
sombra,
son hermanos de los árboles de la muerte y los
perros.
El bosque de mirlos consuela al bosque del exilio
con sus colores.
¿Qué haré con esta mujer que penetra su amor
mis carnes?
Ya están listas las tumbas de jardines,
Los despojos de tilcampos horadando la fruta.
¿Qué fuerza tiene este navajero sol para calcinar
con su nostalgia?
¿Qué es ese rayo que abraza alejándose de su boca
de pulga?

85
El verano se seca y el otoño no ha llegado,
la primavera ha ennegrecido en la memoria de la
tierra,
el invierno es como la muerte lo dibuja:
agonía y hemorragia, alfabeto dando a luz a jui-
ciosas y venturosas palabras,
en épocas surgidas de un frasco de mermelada de
moras
y de la palma de los osos, ha leído la suerte una
gitana,
época del extravío que improvisa el instante y
rumia el aire.

¿Cómo podréis reconocerla? Es una mujer entera


de horas. Entera de horas y es un león amante que
mantiene en sus mandíbulas, besos no dichos y
dichos que han labrado las hormigas.
Vestida como hojas que cuelgan de la puerta, un
regalo de navidad sin rostro que contiene todos
los rostros de navidades inventadas.

Abrazo a la espiga del tiempo,


mi cabeza es – otra vez -una tonta torre de agua.
Agotado, me doy la vuelta y observo:
¿Qué son esos andrajos míos de los que estoy he-
cho? ¿A dónde van esos cangrejos que me llevan a
cuestas?

86
En un instante leo las generaciones,
en un cadáver reconozco miles de cadáveres.
Me sumergen los abismos del absurdo,
mi cuerpo se escapa,
mi rostro no aparece en el espejo,
estiro una mano y no me alcanzo
¿qué milagro es este reflejo que no alcanzo mi
propia mano para saber si vivo?
mi sangre huye de las arterias
arterias que me destrozan por dentro,
porque el corazón está infectado y las rechaza
como se rechazan la vida el fuego que acaricia a
los mosquitos.
¿Será porque no veo a la luz
transportar mis sueños hacia ella?
¿Será el lugar más remoto de un mundo
que los demás bendicen y yo maldigo?
¿Qué es esto que desarraiga mis profundidades
y se marcha entre la jungla del deseo,
los países, los océanos de lágrimas
y la descendencia de símbolos,
entre las venas y los sexos,
las épocas y los pueblos,
la historia y el encanto
de árboles que están pequeños y al otro lo carco-
men ansiedades de los nervios?
¿Qué es esto que divide mi alma y me destruye?
¿Acaso soy la encrucijada de caminos y palabras
87
apenas puestas en papel en blanco?
En el instante del descubrimiento ¿ha dejado mi
camino
de ser mi camino?

Ojalá pudiera escaparme de mi piel


sin saber quién he sido ni quién seré.
Busco un nombre, algo que nombrar,
Un león, por ejemplo que amante, apenas si se
nombra y confieza
pero nada es nombrable.
Una época ciega, una Historia cegada de amores y
de vida,
una época de limo y una Historia de ruinas.
El dominador es dominado.
¡Alabadas seáis, tinieblas!

Abrazo a la espiga del tiempo,


mi cabeza es una torre de fuego.
Tú eres el que habita en la molécula del agua
y en los astros celestes.
Es prudente que camines así,
orgulloso hacia el pasado.
Misterioso alfabeto, que bondadosamente da vida
a mi rabia interior
Y me trae celoso, las profecías de los profetas

A pesar de que haya amado la creación en tu


88
nombre,
no me reconocerás, nada me unirá a ti,
aparte de estas huellas enterradas en mi alma
que me lloran y me hacen llorar sobre ti.

Abrazo a la espiga del tiempo,


mi cabeza es una torre de fuego.
El fin de la época que llovía piedras sobre castas
mujeres que me brindaron de besos y ropas, a
llegado,
ha encontrado el comienzo de una era que llueve
petróleo y espadañas en los restaurantes y época
en que las ostras mueren para que cuelguen perlas
de los cuellos en vez de sogas.
La caravana de animales desfila torpemente,
como papagayos borrachos por la pulpa de frutas
jamás concebidas.
Soy un fuego oscuro, apagado, y me pregunto
cómo engañar a mi muerte,
rebelde en su desierto, engañarla
desde el espejo, desde las palabras, lanzando
gritos de auxilio que suenan a maullidos entre los
gatos.

La trama se deshace,
me veo en un abismo
y me entrego a la noche de la caída.
89
Veo en las cosas un cerco de humo,
percibo el mundo como una cacería.

Por que los tiempos de Bach son perfectos


Y una mujer esculpe olas en la mar
Oh lenguaje, olas, alfabeto, plegaria del alfabeto,
¡oh lengua de agua, lenguaje del estanque,
croar de impúdicas ranas, de anfibios en proyec-
tos!
Allí, donde el alma es –que apenas si es pez que
nada –
conserva de frescura del rayo, abrazo al fuego con
su tinta.

El agua se enciende de luciérnagas y se transfor-


ma en peces
que van hilando el cielo de estrellas,
se transforman en alfileres polares, en anguilas
que van haciendo malabares con mis miedos,
pasándolos por el aro,
y de ganchos del que cuelgan dardos,
y una niña viene a cobijar mi mano con su mano
pide vino y pide pan,
para bendecir mi cama,
para soñar, para besar su espalda que se roza con
mis barbas.

Oh vicio mío, besos del fruto del beso tuyo


90
Que convida a habitar los abismos,
y viajas conmigo, un par de días, un par de sema-
nas
en la anchura de amargos adioses,
de melancólicos olimpos,
porque sus dioses abandonaron el trono
hambrientos de caricias
hambrientos de estaciones de trenes
que se saben de memoria el guión de las despedi-
das.
¡Ven! ¡Ven conmigo! Alcemos las faldas del mar,
descubriremos siemprevivas en las paredes de
nuestra casa,
sembremos algas y garbanzos,
sabremos que la magia
es un hipocampo ciego
que enloquece con el rumor del mar.
Ven, aquí, contigo, dibújate aquí, verdaderamente,
ven aquí...
que debemos saber, oh río, como se llega al mar,
no por la roca venida a menos en cenizas
en roja arena
de pistilos,
en roca
que sueña o anda,
como Cristo, oh amor de andar,
fugazmente por una estrella,
fugitiva,
91
fugaz
en la red del alma
que lleva en los clavos
suspiros.
¿Pregunto cómo fue que conmigo, oh lenguaje,
se ensanchó el mal?
Por una gota de sangre que brota del agua,
por una ola que deshace esperanzas,
por el animal del sexo almizclado, por una palo-
ma que fue feliz,
por cualquier cosa: desciende en mí. ¡Ámame,
mujer, que haces triángulos de mis tinieblas
por donde hacen giros mortales los enanos.
¿Dónde reparamos el tiempo que se ha roto
cabalgando sobre nuestro lenguaje
que se ha vestido los vestidos de los años?

92
Sí, yo tambipen tenía un amigo,
algo más viejo que yo
y también más listo, digo. Lo quería
como a mi propia alma, o más.
Conque por culpa de ese taller de fundición
empezó a escupir sangre y a toser. Se apago
sin mas. Cuando lo enterré,
se me fue toda la alegría.
Durante dos años me dolía
sonreir, y a reir no he aprendido muy bien
todavia.1

1 Fragmento tomado del libro El pueblo en guerra de


Sofía Fedórchenko. Traducción del ruso de Olga Korobenko.
93
ÍNDICE

P l e g ar i a … … … … … … . . . . . . . . . . . . . . . … . . . 1 3
Cuando los hombres son cantores…..........21
Finis…………........................……...43
Coda…………….....................……….49
Manzana…………...................………..55
Confesión…………......................…….63
Canción……………..........…....……...71
Mujer, alimento y un león……......………..77
amar como aman los leones
de Marcos Iniesta se editó e imprimió
en Xalapa Ver. en diciembre del 2020.
Aria Editorial
Todos los derechos reservados ©

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