Cristianismo, Paz y Violencia
Cristianismo, Paz y Violencia
Cristianismo, Paz y Violencia
Su significado para
el diálogo interreligioso
cree, las palabras que Maleo pone en boca de Jesús: "Fuego he venido a traer a
la tierra, ¡y qué quiero sino que arda! Tengo que recibir un baulismo: ¡y cómo
me angustio hasta que se lleve a cabo!" (Le 12, 49s). "¿Piensan que he venido a
la tierra a dar paz? No, sino disensión. Porque estarán de aquí en adelante cinco
en una casa divididos: tres contra dos, dos contra tres. No piensen que he venido
a traer paz a la tierra, no he venido a traer paz sino espadas" (Mt 10,34).
Kautsky considera, además, que la expulsión de los mercaderes y los ban-
queros del templo hubiera resultado inconcebible sin la ayuda de un grupo de
personas incitadas por el propio Jesús. Otro ejemplo que cita a favor de su
interpretación es el choque de uno de los disclpulos con las fuerzas armadas, que
van a detenerlo en el monte de los Olivos: "Y entonces, uno de los que estaban
con Jesús, extendiendo la mano, sacó su espada, e hiriendo a un siervo del sumo
pontífice le quiló la oreja" (Mt 26, 51). El monte de los Olivos era, a su juicio,
el lugar indicado para cualquier golpe de Estado contra Jerusalén.
La conclusión que saca Kautsky del análisis precedente es la siguiente: "La
presunción de que la ejecución de Jesús fue debida al hecho de ser un rebelde,
es, por consiguiente, no sólo la única que puede hacer claras las iniciaciones del
evangelio, sino también la única completamente de acuerdo con el carácler de la
época y de la localidad"'.
En sintonía con esle planteamiento está el del historiador del crislianismo
primitivo S. G. F. Brandon, en sus obras, El declive de Jerusalén y la Iglesia
cristiana, de 1951, Jesús y los zelotes, de 1967, y El proceso de Jesús, de 1968',
donde presenla a Jesús como pro-zelote, crucificado por el procurador Poncio
Pilalo, por considerarlo un revolucionario, que luchó contra el imperio romano.
La prueba principal de dicha actitud sediciosa la encuentra en los sucesos que
tuvieron lugar en los últimos días de la vida de Jesús, en Jerusalén. La entrada
triunfal en la ciudad santa, cuidadosamente planeada, es, para Brandon, una
demostración de la dignidad mesiánica de Jesús, al tiempo que una clara provo-
cación para los dirigentes religiosos y para los romanos. La estrategia de Jesús,
al entrar en Jerusalén, montado en un pollino, es deliberadamente mesiánica, si
bien reemplaza la semánlica zelote corrienle, observa F. Belo, quien, siguiendo a
W. Vischer, traduce el grito "¡Hosanna en las alturas!" del pueblo por "¡Sálva-
nos! ¡Bendilo el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que viene, de
nuestro padre David. sálvanos del romano"'. El multitudinario recibimiento de
4. Ibfd.
5. J. D. Crossan. Jesús: Vida de un campesino judfo, Barcelona, 1994, p. 415.
8. Para este punto, cfr. el excelente estudio de Gerd Theissen, Uz religión de los prime-
ros cristianos, Salamanca, 2002, especialmente pp. 87-105.
9. Son numerosos los estudios sobre el imperaLivo del amor a los enemigos. Cito estos
cinco que me parecen de especial lucidez teológica y exegética: G. Barbaglio. ¿Dios
sádico? Lectura de las Escrituras hebreas y cristianas, EsteBa (Navarra), 1992, pp.
153-161; idem., "L'amore dei nemici", Bozze 4 (1985) 23-33; F. Houlart, "El amor a
los enemigos y la lucha de clases", Concilium 303 (noviembre 2003) 139-148; L.
Schottroff, "Gewaltverzicht und Friedensliebe in der urchristlichen lesos (Mt S, 38·
45; Lk . 27-36)", en Conzelmann (ed.). Jesús Christus in Historie und The%gie,
Tubinga, 1977, pp. 191-22; G. Theissen, "La renuncia a la violencia y el amor al
enemigo (MI S, 38481Lc 6, 27-38) Ysu trasfondo social", en G. Theissen, Estudios
de soci%gla del cristianismo primitivo, Salamanca, 1985, pp. 103-148.
11. La cita de Heine aparece en S. Freud, "El malestar en la cultura", Obras completas
In, Madrid, 1973, 3" OO., p. 3045, nota 1702. El texto resulta a todas luces, amén de
cruel y despiadado. macabro.
12. A. Salas, "La paz, potencial realizador", Biblia y Fe 49 (1991) 33.
todos los medios, incluso la violencia, para combatir la herejía y el cisma, y obligar
a quienes han caído en una y otro a abrazar la verdad del cristianismo. Justifica la
eliminatión de los cultos paganos para preservar la "unidad de la Iglesia".
El mismo Agustln, que al principio defendía la libertad del acto de fe, al
afirmar que "el ser humano no puede creer más que si quiere", llega a mostrarse
contrario a seguir la propia conciencia, salvo en el caso de que sea recta y
considera que el monopolio de la verdad, en cuestiones éticas y religiosas, le
corresponde al cristianismo. A su juicio, el error no tiene derechos, tesis que
hacen suya los papas del siglo XIX, en su cruzada contra la modernidad.
A nadie se le oculta lo lejos que ha estado el cristianismo en su historia del
ideal evangélico de la paz y de la práctica de la no violencia. Las iglesias han
sido, al decir del teólogo alemán Herbert Vorgrimler, un "notable factor de
discordia" y han conseguido imponerse con frecuencia por medio de la razón de
la fuerza, más que con la fuerza de la razón persuasiva y testimonial. Matthias
Metnner resume, en grandes trazos, la historia violenta del cristianismo así:
La implicación de las iglesias en la violencia militar [...] se echa de ver en
las cruzadas y en la reconquista española, en las feroces guerras de religión
protestantes y católicas (desde aproximadamente el 1520 hasta terminar la
guerra de los lreinta años en 1648), en las brutales guerras de conquista de los
conquistadores del nuevo mundo, anejas a una conciencia de envío y elección
eclesiástica y misionera, en las bendiciones de la Iglesia sobre los combatientes
de las guerras entre estados y naciones ("Dios con nosotros"), en el anticomu-
nismo eclesiástico de la segunda guerra mundial ("contra el bolchevismo ateo"),
que tuvo también una influencia decisiva después de 1945 sobre el pensamiento
y la conducta de los cristianos ligados al sistema occidental [...], y en el desinte-
rés y hasta hostilidad de las grandes iglesias frente a los movimientos con-
fesionales, ecuménicos y extraeclesiales de nuestro siglo en favor de la paz".
Sin embargo, también jalona la historia del cristianismo el otro polo de la
dialéctica, la paz, a través de figuras relevantes y de acontecimientos significati-
vos. Francisco de Asís fue defensor del diálogo islarno-cristiano y mantuvo un
encuentro con el sultán Melek-el-Karnel para pacificar las conflictivas relaciones
de los dos bandos contendientes. En plena época de legitimación religiosa de la
guerra justa, dentro del franciscanismo, se desarrolló una teología de la paz y de
la no violencia. Roger Bacon se mostraba contrario a la violencia contra los
infieles y consideraba la argumentación racional y la filosoffa los únicos cami-
nos para llevarlos a la verdad de la religión cristiana. Durante la edad media,
destacó en la defensa del diálogo interreligioso el teólogo Juan de Segovia,
14. Cfr. N. Cusa, ÚJ paz de la!e y Carra a Juan de Segovia. Estudio preliminar. traduc-
ción y notas de Vlclor Sanz Santacruz. Madrid, 1999.
15. Citado por Victor Sanz Santacruz, p. XVI.
16. Cfr. Abelardo, Diálogo entre un filÓSOfo. un judío y un cristiono, edición bilingüe,
estudio preliminar. traducción y notas de Silvia Magnavacca, Buenos Aires, 2003.
Otro ejemplo luminoso de trabajo por la paz fue Banolomé de Las Casas,
quien, en plena conquista de Arnerindia, de eliminación de las creencias religio-
sas indtgenas y de imposición violenta de la fe cristiana a la población
autóctona, llevó a cabo una evangelización liberadora, a través de la persuasión,
y no de la violencia, defendió la dignidad de los indios frente a los conquistado-
res y encomenderos, muchos de los cuales no los consideraban personas, e inter-
vino decisivamente en la elaboración de las leyes que reconocían los derechos
humanos de los indígenas. Su filosofía de la tolerancia, que Francisco Fernández
Buey llama variante latina de la filosofía moral y política de la alteridad, se
adelanta a la filosofía moral y política de los ilustrados de siglos posteriores y es
mucho más tolerante con las culturas no europeas que aquéllos!'. Hoy constituye
un referente irrenunciable, en el debate sobre la interculturalidad, de la cual Las
Casas bien puede ser considerado un precursor lR .
En la misma época destacan, por su talante pacificador y tolerante, influyen-
tes intelectuales, entre los que cabe citar a Moro y Erasmo. Tomás Moro fue
traductor de la vida del humanista italiano Juan Pico de la Mirandilla, cuyo ejemplo
quiere seguir. Escribió Uropfa, la primera obra que inicia un nuevo género literario,
en el renacimiento: el utópico, seguido posteriormente por Bacon, Campanella y
otros. Fue un crítico severo, primero de Enrique VII y después de su sucesor,
Enrique VID, quien mandó ejecutarlo, en 1535. Erasmo de Ronerdam defendió un
cristianismo humanista, se opuso a toda forma de absolutismo, defendió y prac-
ticó la tolerancia como respeto!'.
La obra más emblemática de la tolerancia y del diálogo interreligioso de la
modernidad europea, en plena ilustración. es Nathan der Weise (Natán el Sabio),
de Lessing, ejemplo de diálogo interreligioso entre un judío, un musulmán (el
sultán saladito) y un cristiano. Hans Küng define esta pieza teatral como "un drama
de reconciliación utópica", que ,propone la utopía político-religiosa de un futuro
mejor para la humanidad, representada simbólicamente en la escena final, a
través de la fiesta del abrazo de los creyentes de las tres religiones monoteístas".
17. f. Femández Buey, ÚJ gran perturbación. Discurso del indio metropolitano, Barce-
lona, 1995.
18. J. 1. Tamayo, "Las Casas: de la identidad del indio a la interculturalidad en el Tercer
Milenio". en V Centenario del primer viaje a América de Bart%mi de Los Casas
(J 502-2002), Junta de Andalucfa, Consejerfa de la Presidencia y Consejería de Cultu-
111, Sevilla, 2003. pp. 133-147.
19. He desarrollado más ampliamente este tema en "Las religiones en tiempos de
globalizaci6n", en J. J. Tamaya, (dic.), Diez palabras clave sobre globa/izad6n,
Estella (Navarra), 2002. pp. 357-396, pal1l el tema, pp. 365-373.
20. Cfr. G. E. Les,ing, Natán el Sabio. traducción e introducción de AguSl!n Andreu.
Madrid. 1985; Jiménez Lozano, Martínez. R. Male, y J. Mayorga, Religión y Tole-
rancia. En torno a Natán el Sabio de Lessing, Barcelona, 2003; H. Küng. El cristia-
nismo. Esencia e historia, Madrid, 1997.
21. Cfr. H. KOng, Proyecto de una ética mundial, Madrid, 1990; J. J. Tamayo (dir.), Diez
palabras clave sobre palo y violencia en las religiones. Estella, 2004. He hecho un
desarrollo más fundamentado de estas propuesta en mi libro, Fumiamenta/ismos y
diálogo entre religiones, Madrid, 2004.