Los Tiempos Del Populismo
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Los Tiempos Del Populismo
DOI: dx.doi.org/10.7440/colombiaint82.2014.04
RECIBIDO: 31 de octubre de 2013
APROBADO: 29 de abril de 2014
MODIFICADO: 30 de mayo de 2014
RESUMEN: Nuestra pretensión en este texto es, en primer lugar, rescatar elementos que
han construido la imagen del populismo como categoría polisémica. En este sentido,
uno de los fundamentos de esta reconstrucción es la comprensión de los modos
en que dicha palabra ha funcionado como sinónimo de otras conceptualizaciones,
por ejemplo, el cesarismo o el bonapartismo. Al mismo tiempo, populismo ha
ido ganando cierta consideración no peyorativa, sobre todo en los escritos de
Ernesto Laclau, consiguiendo sinónimos no descalificatorios como emancipación
o expansión de la ciudadanía. En segundo lugar, y lejos de entrar en una discusión
sobre la validez de la condena o la exculpación del populismo, intentaremos
fundamentar que son justamente esa polisemia, y las cargas valorativas que la
acompañan, las que han permitido la supervivencia del populismo como categoría
teórica y descriptiva de las realidades políticas latinoamericanas desde mediados
del siglo XX.
H
Este artículo es el resultado de una ponencia presentada en la mesa “Populismos y
neopopulismos en América Latina. Enfoques teóricos y aproximaciones empíricas”, en el
marco del VII Congreso Latinoamericano de Ciencia Política (ALACIP), organizado por la
Universidad de los Andes (Colombia), los días 25, 26 y 27 de septiembre de 2013.
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Times of Populism. The Evolution of a Polysemic Category
ABSTRACT: The objective in this paper is, firstly, to examine the elements which have
contributed to the image of populism as a polysemic category. One of the bases
for this reconstruction is understanding the ways in which the word ‘populism’
itself has functioned as a synonym for other conceptualizations, such as cesarism or
bonapartism, for example. At the same time, there are examples where populism has
been looked at from a less pejorative perspective, above all in the writing of Ernesto
Laclau, who uses less derogatory synonyms such as ‘emancipation’ or ‘the expansion
of citizenship.’ Secondly, and without entering into a discussion about the validity of
the condemnation or vindication of populism, we will try to establish exactly what
this polysemy is, and the respective value implications which have led to the survival
of populism as a theoretical and descriptive category of political realities in Latin
America since the mid-20th century.
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Introducción
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luces, más allá del ámbito académico de las ciencias sociales. No quiero hacer
una apología del término (populismo); me gustaría, más bien, tomar este dato
menor para tratar de entender que dicho término, como todos en realidad,
tiene sus tiempos: su cadencia tiene, en definitiva, un devenir marcado no
sólo por una fuerte presencia, sino también por sonoras ausencias.
No me parece que haga falta determinar un momento histórico que de-
signe el origen del uso de la palabra populismo en el lenguaje político general y
de las ciencias sociales en particular. Ahora bien, si arbitrariamente repensamos
el siglo XX latinoamericano, podemos observar un devenir in crescendo en la
potencia explicativa y descriptiva del populismo como término. La primera idea
que quiero exponer aquí es que si hay una marca indeleble de dicho devenir, esa
marca es la de la polisemia.2
1. Polisemia populista
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11 Uno de los textos centrales para entender esta mirada de lo populista referido a la cuestión
económica es el de Dornbush y Edwards (1991).
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europeas que tuvieron fuerte protagonismo en la primera mitad del siglo XX.
Se comparaba, de alguna manera, a ambos grupos para obtener precisión a la
hora de entender la particularidad de cada uno. Pero, más allá de la reflexión
de Germani, en 1945 decía Victorio Codovilla:
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13 Otro convencional radical decía también en 1949: “Tampoco me será posible estudiar
los poderes que se le acuerdan al presidente de la República, que desde mañana el
Poder Ejecutivo será, sin lugar a dudas, una dictadura constitucional; mejor dicho, se
instaura con esta reforma la desconstitucionalización de la República. Así empezaron
embozadamente regímenes totalitarios. Las rutas quedan abiertas” (Diario de sesiones
1949, 306).
14 Ver Halperín Donghi (1956).
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Frente a los dilemas que presentaron puntualmente las salidas de los re-
gímenes populistas clásicos, los duelos de interpretaciones también se hicieron
sentir poderosamente. ¿Qué hacer con las herencias populistas? Si, por un lado,
esas experiencias como la cardenista, la varguista y la peronista habían sido pro-
fundamente diversas entre sí, las respuestas a qué hacer con sus herencias tam-
bién lo serían. Pero quizá podamos reconstruir un hilo de reflexión. Volvamos
brevemente a la década de los cincuenta en Argentina.
Más precisamente, en 1959 se publicó Las izquierdas en el proceso polí-
tico argentino. Allí se compiló una serie de reportajes preparados por Carlos
Strasser para ser contestados por personalidades de la izquierda argentina.
15 Para mostrar que quizá no estoy rescatando un punto excesivamente novedoso, puede
recordarse aquí el título de una célebre intervención de Américo Ghioldi: “Los trabajadores, el
señor Perón y el Partido Socialista. ¿Perón es progresista o retrógrado?”. Es destacable el hecho
de que la pregunta fuese específicamente retórica en el caso de Ghioldi. No obstante, lo que me
interesa aquí es la pregunta como tal. Le agradezco el comentario sobre este punto a Ricardo
Martínez Mazzola.
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existentes” bajo ningún punto de vista habían logrado abrir el camino hacia
la terminación de las formas de dominación estatal típicamente capitalistas.
Dice Portantiero en 1982:19
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22 Más allá de criticar el concepto de neopopulismo, dice Carlos de la Torre: “El análisis de
experiencias históricas populistas, no debe llevarnos al error común de ver en el populismo
sólo un fenómeno del pasado. Más bien, luego de los éxitos electorales de líderes populistas
a partir del último proceso de transición a la democracia en la región, es necesario explicar
por qué perduran los populismos. Esperamos que nuevos estudios exploren las condiciones
estructurales que permiten su continua efervescencia” (1994, 44).
23 Paramio (2006) dice claramente que democracia delegativa y populismo son lo mismo.
24 Parte de esta conclusión la hemos discutido en conversaciones personales con Gerardo Aboy
Carlés. No quisiera responsabilizarlo a él por estos dichos, pero me parece justo reconocer la
deuda en ese sentido.
25 Sobre el concepto de neopopulismo, ver Weyland (1999 y 2001), Roberts (1998), Follari
(2010). Para observar críticas posibles a esa idea, pueden verse De la Torre (2007) y Aboy
Carlés (2003).
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Conclusión
29 Para discutir mis argumentos, creo que sería importante interpretar los textos de Nicolás
Azzolini (2010). Este autor ha destacado el problema de la democracia en la campaña
presidencial argentina de 1945 y 1946; es decir, el problema del populismo (no como término,
sino como experiencia histórica) respecto de la democracia es viejo. Mi argumento no
contradice el de Azzolini, sólo lo reposiciona en una temporalidad en la cual, pensando en
el período posterior al ascenso de Perón al poder en Argentina, totalitarismo y fascismo le
ganaron la batalla referencial a la democracia.
30 Podrá decirse que la última teorización de Laclau tiene ese contenido normativo. La
sinonimia expuesta por ese autor entre populismo, política y hegemonía es efectivamente
una intervención que cabría colocar en el lugar del “objetivo político a seguir”. Contra esa
teorización, ver De Ípola (2009).
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31 Aunque quisiera desarrollarlo más en futuros trabajos, vale aquí una aclaración en torno a la
relación entre el segundo y el tercero de los tiempos destacados. Como vimos, incluso, con la
cita de De Riz y De Ípola, democracia y populismo tienen un papel conjunto y relativamente
simbiótico en parte de la intelectualidad.
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32 Tomo aquí como base la definición de identidad política ofrecida por Aboy Carlés (2001).
Remito y recomiendo dos trabajos recientes de Aboy Carlés (2013) y Barros (2013), en los cuales
se despliegan diversos razonamientos que apuntan en la dirección de pensar la relación entre
populismo e identidades políticas de un modo más que sugerente.
33 Creo que los trabajos de Aboy Carlés (2001, 2003, 2005a, 2005b, 2006 y 2013), más las obras
de Sebastián Barros (2003, 2006a, 2006b, 2007, 2008 y 2009) y de Alejandro Groppo (2009)
pueden ser una clara guía de este nuevo escenario que estoy sugiriendo. Ciertamente, como
me lo ha marcado Ricardo Martínez Mazzola, tomar “identidad” como nuevo referente del debate
puede cambiar los ejes del mismo. Principalmente, en el sentido de que identidad pareciera ser
un concepto con un nivel de generalidad y abstracción mayor, incluso, que el de democracia. En
todo caso, creo que la ref lexión en torno a los mecanismos populistas de configuración de
identidades políticas viene tomando fuerte protagonismo, y habrá que seguir su evolución
con el correr de los años.
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