Ensayos Sobre Historia de La Educación en México
Ensayos Sobre Historia de La Educación en México
Ensayos Sobre Historia de La Educación en México
DE LA EDUCACIÓN EN MÉXICO
CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS
ENSAYOS SOBRE HISTORIA
DE LA EDUCACIÓN EN MÉXICO
EL COLEGIO DE MÉXICO
Open access edition funded by the National Endowment for the
Humanities/Andrew W. Mellon Foundation Humanities Open
Book Program.
ISBN 968-12-0265-1
Impreso en México
ÍNDICE
Presentación 9
Anne Stop/es
Panorama educativo al comienzo de la vida independiente 101
7
PRESENTACIÓN
9
EL PENSAMIENTO RENACENTISTA ESPAÑOL
Y LOS ORÍGENES DE LA EDUCACIÓN NOVOHISPANA
Todos sabemos que las fechas son meras referencias y que Jos cambios se gene-
ran lentamente; sin embargo, no parece injusto atribuir a 1492 una honda
significación. Por una parte, terminaba la larga lucha contra el moro, que
trasladaba la frontera allende el océano, y por el otro se iniciaba una era
de descubrimientos y nuevos contactos. Y no sólo se trata de novedades, si-
no también de reencuentros; después de casi ocho siglos, los españ.oles vol-
vían también su mirada a una Europa que vivía transformaciones, lo cual
redundaría en la generación de un espíritu dinámico, renovador e inquisiti-
vo que convertiría al xvi en el gran siglo españ.ol.
En tales circunstancias era natural que humanismo y renacimiento en-
traran con fuerza, aunque con sellos propios. No en balde habían convivido
en su suelo sabios musulmanes, judíos y cristianos. Españ.a se había antici-
pado con algunas manifestaciones renovadoras, aunque el celo de la Recon-
quista la llevara muchas veces a atrincherarse en la intolerancia; ésta era un
signo de la honda crisis que se vivía, entre la apertura y el aislamiento, entre
la tradición y la reforma, agudizada más tarde ante la aparición del protes-
tantismo. La crisis misma le facilitó a Españ.a adaptarse a las novedades,
aunque siempre con precauciones para defender la ortodoxia, tan signifi-
cativa para un pueblo que se había visto obligado a identificar religión y
nacionalidad.
A pesar de ser país de contrastes, tanto entre individuos como entre co-
marcas, la causa religiosa convirtió a Españ.a en nación, con una unidad y
sentimiento de identificación que le permitía acometer grandes causas. El
impacto de los descubrimientos geográficos le ofreció la oportunidad de es-
capar de la atracción absoluta a la antigüedad y del peso de la tradición cris-
tiana, ya que le permitía oponer sus propias experiencias a las autoridades.
Las nuevas tierras le ofrecieron también un campo extenso para proyectar
sueñ.os y utopías. Lo inesperado de la aparición de aquellas tierras que poco
a poco se convertirían en un "Nuevo Mundo", hizo que se elaboraran imá-
genes divorciadas de la realidad, que más tarde conducirían a desilusiones
y errores. Pero durante los primeros tiempos, los descubrimientos estimularon
la avidez de conocimientos, motor efectivo para abandonar la comodidad
de lo conocido por la incertidumbre de lo desconocido y para avivar todo
11
12 JOSEFINA ZORAIDA VÁZQUEZ
res, que abrió sus puertas en 1509 gracias a los afanes del cardenal Cisneros.
Desde 1498, en que se puso la primera piedra, Salamanca trató de convencer
a Cisneros de incorporarle la nueva institución, pero el cardenal no cedió,
porque no quería ni imitar, ni competir con Salamanca; qu~ría una consti-
tución peculiar que fuera el corolario de su reforma. La quería auténtica-
mente autónoma, sin tutelas en su gobierno interno y abierta a la libre
investigación. 20 A diferencia de Salamanca, que se avocaba al estudio del
derecho, Alcalá estaba destinada a vivificar los estudios teológicos; de ahí su
originalidad de no contar con una facultad de derecho y de que sólo a regaña-
dientes, consintiera Cisneros en hacer un lugar para el derecho canónico. 2 '
La verdadera novedad fue la carencia de dogmatismo tomista y el estu-
dio filológico de la Biblia. En efecto, a diferencia del tomismo salmantino,
la Complutense abrió tres cátedras: una de teología tomista, otra de teolo-
gía escotista y una tercera de teología occamista, novedad que obligaría a
Salamanca a renovarse creando tres cátedras: de teología, filosofía y lógica
nominalista. 22 Se reservaron dos cátedras para medicina, y ahí también, jun-
to a Hipócrates y Galeno, se estudiaría a Avicena. Y la apertura de Cisneros
era tal que invitó a Erasmo a Alcalá, visita que no llegó a efectuarse a pesar
de serie reiterada.
Sin embargo, lo que le daría su gran renombre a la Complutense sería la
filología bíblica, pues además de ofrecer cursos de latín, griego, hebreo, árabe
y siriaco, había atraído a un equipo de filólogos que en quince años de tra-
bajo (1502-1517), sin interrupción, realizaría su obra magna: la Biblia Polí-
glota, una de las tareas científicas más impresionantes del xvt.
El ambicioso esquema de Cisneros concibió la comunidad complutense
como centro de multitud de "colegios de pobres" que renovarían la vida reli-
giosa de la península. Al principio pensaba en dieciocho, seis de los cuales
serían de gramática; al final fueron siete y dos. Se trataba pues de un "orga-
nismo completo de enseñanza eclesiástica: elemental, media y superior". 2 ~
Desgraciadamente sus sucesores no sabrían preservar el carácter democráti-
co y la apertura del famoso cardenal y la universidad, presa del aristocrático
Colegio de San Ildefonso, perdería su carácter original.
No necesitamos agregar a este conocido cuadro que la inquietud espa-
ñola se manifestó en casi todos los campos de la actividad y del pensamiento
y que las aportaciones fueron impresionantes en su mayoría. Aquí nos preo-
cupa señalar cómo gran parte de esta inquietud educativa se transportaría
al otro lado del océano, donde su aplicación daría lugar a una concepción
amplia y moderna de la tarea educativa que lograría, no sólo la cristianiza-
ción, sino también un trasplante cultural.
La efervescencia· social e intelectual era contradictoria; fantasía y reali-
33 /bid., p. 204.
34 Mendieta, 1945, vol. 11, pp. 56-57.
3S /bid., p. 60.
36 León Portilla, 1961, p. 64.
37 Valton, 1935, p. S.
38 Benavente, 1956, p. 122.
39 /bid., p. 20.
20 JOSEFINA ZORAIDA VÁZQUEZ
Este gusto por la música fue debidamente aprovechado por los frailes
y las ceremonias se acompañaron de música y canto, lo que estimuló el de-
seo por aprenderlo. Juan Caro, a pesar de no hablar el náhuatl, logró ense-
ñar música a los indígenas, quienes incluso fabricaron sus propios instru-
mentos y llegaron a componer misas completas. La aplicación de la danza
fue algo más delicada. En la mayoría de los casos resultó una cristianización
de acá como para los de allá" .53 El Consejo se mostró receptivo y como la
idea fue acogida con entusiasmo por el virrey Mendoza y el provincial Gar-
cía Cisneros, el 6 de enero de 1536 iniciaba sus labores el Colegio de Santa
Cruz de Tlatelolco, con 60 alumnos. En la relación franciscana de 1570 se
señala que sus finalidades eran formar seglares poseedores de una fe cristia-
na firme y arraigada, preparar maestros que instruyeran a otros indios y pro-
veer de intérpretes a los religiosos. 54 Los niños vivían en un ambiente con-
ventual rígido; llegaban alfabetizados e instruidos en las primeras nociones
de latín para aprender retórica, lógica, filosofía, música y medicina indígena.
El colegio despertó una gran polémica sobre la conveniencia de enseñar
o no gramática a los naturales. El virrey Mendoza, su protector invariable,
lo proveyó de hacienda y una ayuda que encargó a su sucesor mantener, y
expresó su sospecha de que la oposición era producto de la envidia. Tlatelolco
tuvo otros benefactores, incluso algunos indios, que sin embargo no podían
neutralizar ni las deserciones de apoyo, como la de Zumárraga, ni la de
enemigos jurados de enseñar latín a los indios, como Domingo de Betanzos.
El éxito del colegio no fue pequeño y la preparación de gran parte de
sus alumnos resultó sólida, como lo atestigua la obra de fray Bernardino
de Sahagún realizada con discípulos de aquella institución. Para 1540 el co-
legio entró en crisis; y era en verdad un mal momento, ya que por entonces
empezaban a ganar terreno las posiciones tradicionales como reacción a la
reforma luterana. El ambiente novohispano era menos intolerante que el de
la península, pero cuando el cacique de Texcoco, don Carlos, resultó acusa-
do de seguir rindiendo culto a \os viejos dioses no pudo evitarse que, malé-
volamente, se le identificara como ex alumno de Tlatelolco. Su nombre no
aparece en las listas conocidas y por su edad no parece posible que lo fuera
y desde luego, ni Mendieta ni Sahagún lo mencionan, pero los enemigos del
colegio usaron el caso como prueba de lo peligroso que era dejar que los
indios se adentraran en el estudio de la Biblia.
Pasáda esa crisis, la década de los cincuenta vería abrir sus puertas a
una Real y Pontificia Universidad, erigida a imagen y semejanza de la de
Salamanca, no de la renovadora Alcalá. La apertura de la universidad era
el símbolo de que la metrópoli decidía los destinos de la Nueva España a
favor de los criollos. El hecho se vería reforzado por la decisión del Tercer
Concilio Mexicano de 1585 de limitar la ordenación de indios, mestizos y
negros. Tal decisión malogró el espíritu abierto y católico con que se había
iniciado la evangelización. Se esfumaba la utopía franciscana y con ello la
posibilidad de llegar al corolario de su esfuerzo titánico: la formación de
un sacerdocio nativo.
No obstante, nadie puede pagar la obra de todo aquel grupo de españo-
les que llegó al nuevo mundo de la vigorosa España en las primeras décadas
del xv1. Trajeron con ellos las inquietudes y deseos de reforma de su época
53 /bid .• p. 294.
54 Citado por Kobayashi, 1974, p. 298.
24 JOSEFINA ZORAIDA VÁZQUEZ
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TENSIÓN EN LA TORRE DE MARFIL.
LA EDUCACIÓN EN LA SEGUNDA MITAD
DEL SIGLO XVIII MEXICANO
España parece
provincia asolada.
Son pueblos sin pueblo
campos sin labranza,
milicia desnuda,
nobleza descalza,
plebe pordiosera,
nación apocada; 2
27
28 DOROTHY TANCK DE ESTRADA
tesanos producían una variedad de artículos que llegaban a todas partes por
medio de comerciantes y ferias locales. Los grupos de mineros, hacendados,
comerciantes, junto con la Iglesia, crecían en prosperidad y poder dentro
de la colonia. 3
El reordenamiento económico iba acompañado con la formación de un
nuevo "proyecto de vida", diferente del ideal señorial, rural y teocrático de
los primeros conquistadores. Gradualmente la sociedad se definía: urbana,
refinada, piadosa, orgullosa de su pasado indígena. Recibió de Europa va-
lores y costumbres, e intentó incorporarlos a su propia realidad mestiza.
Cuando sentía estos valores como propios, se aferraba a -ellos y los llevaba
hasta la exageración. El culto a la Virgen de Guadalupe, el indigenismo, el
sistema de compadrazgo, el gozo en las ceremonias,'la retórica y la ostenta-
ción fueron algunos elementos de esta búsqueda de su ser. La expresión cul-
tural, religiosa y artística de esta sociedad novohispana, optimista e insegura
al mismo tiempo, se ha caracterizado con el término aplicado frecuentemente
al estilo arquitectónico, pero que se puede extender a toda la forma de vida
de la colonia: barroca. 4
Durante el siglo XVII, cuando la Nueva España se recuperaba y se defi-
nía, el control ejercido por la metrópoli sobre el gobierno de las posesiones
americanas se debilitó. Los monarcas españoles, cada vez menos capaces,
dirigieron mucha de su atención a las guerras europeas y comparativamente
poca a la administración colonial. Además, la distancia de la madre patria
y la lentitud de las comunicaciones hicieron difícil el eficaz cumplimiento
en México de decisiones tomadas en España. La tendencia a duplicar y con-
fundir las funciones políticas del virrey, obispo, audiencia y cabildo munici-
pal y la desconfianza mutua que a menudo existía entre estas autoridades,
contribuyeron a entorpecer la administración. Aunque el poder final de de-
cisión quedaba reservado siempre al rey, existieron el derecho de petición
y la posibilidad de suspender en América los mandatos españoles. Como
resultado de estos factores, al avanzar el siglo xvii las autoridades guberna-
mentales en Nueva España, de hecho, compartieron el poder en grado cre-
ciente principalmente con grupos locales de mineros, comerciantes, hacen-
dados y la Iglesia, pero también con otras corporaciones que disfrutaban
de privilegios, como los gremios, cofradías, colegios mayores, universidad,
cabildos indígenas y milicia. 5
Tanto fue así, que en 1716 el virrey Linares informó con frustración que
los novohispanos solían "interpretar las reales órdenes a su modo, discul-
pándose algunas ocasiones con el estilo, y las más fiándose en que los avisos
o las flotas no son frecuentes, y que las resoluciones del Consejo suelen ser
tardías ... Aquí a la voz del mando temen y obedecen poco, y a la del ruego
o encargo se ríen y no cumplen nada de lo que prometen. " 6
3 Florescano, 1976, pp. 183-299.
4 Manrique, 1976, pp. 359-384.
5 Miranda, 1978, pp. 99-100. Góngora, 1975, pp. 67-125. Florescano, 1976, pp. 198-202.
6 Instrucciones, 1873, vol. 1, pp. 236, 248.
TENSIÓN EN LA TORRE DE MARFIL 29
hacer resaltar a la Nueva Espai'l.a por medio de los logros espirituales y ma-
teriales, la Bibliotheca mexicana fue una réplica directa en defensa de Mé-
xico frente al ataque de un teólogo espai'l.ol que había calificado la Nueva
Espai'l.a de un "desierto intelectual". Eguiara y Eguren contestó con un ex-
haustivo catálogo de la producción literaria y científica de autores mexica-
nos desde la época precolombina. En su extenso prólogo describió apasio-
nadamente el talento de los mexicanos, especialmente el de los indios. La
cultura novohispana no era una mera copia de la espai'l.ola, sino distinta,
a veces superior. Y si la producción literaria no fue aún más abundante se
debió a los obstáculos y prejuicios de la metrópoli. Su obra proclamó ante
los europeos la fe criolla en su yo colectivo y expresó el sentido incipiente
de nacionalismo, al intentar "vindicar de injuria tan tremenda y atroz a nues-
tra patria y a nuestro pueblo" .U
Al otro lado del Atlántico, los gobernantes espai'l.oles sostenían una idea
diferente sobre el nivel de progreso y cultura de América, incluida la Nueva
Espai'l.a. El escrito más preciso y de mayor influencia, reflejo de esta opi-
nión negativa, fue el de José Campillo y Cossío, ministro de Felipe V. Re-
dactado en 1743 y circulado profusamente como manuscrito aun antes de
su publicación en 1789, el título completo de la obra expresó claramente el
enfoque del estudio: Nuevo sistema de gobierno económico para la América
con los males y daftos que le causa el que hoy tiene, de los que participa
copiosamente Espafta; y remedios universales para que la primera tenga con-
siderables ventajas, y la segunda mayores intereses.
Para empezar, Campillo, influido por la realidad espai'l.ola, extendió a
América la idea de que sufría la misma decadencia que la madre patria. Las
provincias de México y Perú, una vez prósperas bajo los imperios indígenas,
ya eran "incultas, despobladas y quasi totalmente aniquiladas". "Enfermos
están de muerte América y Espai'l.a. . . Me hago cargo de que el país está
hecho un medio desierto, lleno de páramos y montai'l.as, sin caminos para
la Provincia, ni poblaciones, ni comodidad alguna. Los ríos sin puente, y
los habitantes en muchas partes poco menos que irracionales." Esta reali-
dad americana de Campillo era opuesta y extrai'l.a a la situación presentada
por los criollos Cabrera, Villasei'l.or y Eguiara.
Seguía Campillo: una vez reconocida la enfermedad, era imprescindible
aplicar con mano firme remedios para corregir el pasado. Proponía que el
Nuevo Mundo debía rendir mayores beneficios a la metrópoli, y aumentar
su consumo de productos espai'l.oles. Criticó a los americanos por la inob-
servancia de las leyes espai'l.olas y por la destrucción de la población indígena;
así "inutilizaron a Espai'l.a un mundo entero, lleno de riquezas".
Además de elaborar una concepción colonialista, Campillo sugirió cam-
bios económicos que, en su opinión, beneficiarían también a las posesiones
ultramarinas, como el libre comercio y el estímulo a la minería, pero siem-
pre y cuando la mejoría de España tomara precedencia sobre la de América.
escuelas dirigidas por monjas, con la diferencia de que sus maestras no eran
religiosas sino mujeres laicas (más tarde, graduadas del mismo colegio), y
la junta directiva se componía primordialmente de laicos. 14
Los niíios pequeíios recibían instrucción en las primeras letras en escue-
las de los jesuitas, en las de algunos conventos de frailes, especialmente de
los betlemitas, y en casas de maestros particulares. 15 Desde 1601 estos maes-
tros privados, agrupados en el Gremio de Maestros del Nobilísimo Arte de
Primeras Letras, habían intentado organizar este nivel de la enseíianza y ga-
nar para los agremiados una posición social de mayor prestigio.
Los once artículos de las ordenanzas gremiales, que se pueden conside-
rar como la primera ley sobre educación primaria en México, indicaban los
conocimientos requeridos para presentar el examen de admisión al gremio
y la obligación de ubicar las escuelas por lo menos a dos cuadras de distan-
cia, una de otra. La supervisión del gremio y el otorgamiento de la licencia
para ejercer, quedaron bajo la autoridad del ayuntamiento de la ciudad de
México. Para el afio de 1709 los preceptores quisieron cambiar el segun.do
artículo para limitar el magisterio sólo a los espaíioles y prohibirlo a los
negros, mulatos e indios. Desde 1601 habían querido tal limitación, pero
el virrey se había rehusado a admitirla debido a la escasez de maestros en
la capital. Sin embargo, el duque de Albuquerque aceptó la cláusula de ex-
clusividad16 y también en 1709 aprobó que se proclamaran en México, como
se había hecho en Madrid en 1524, las "Preeminencias y leyes de los maes-
tros examinados" que declararon que los preceptores podían llevar armas
defensivas y ofensivas, públicas y secretas, "traer quatro lacayos o esclavos
con espadas", tener "caballos de armas, como los traen los hijosdalgos"
y quedar exentos de encarcelamiento por el poder público. 17
En esta época los veedores del gremio volvieron a insistir en su derecho
para obligar a la obediencia de sus ordenanzas aun a los clérigos. Consiguie-
ron en 1674, con el apoyo de la audiencia, que el arzobispo mandara que
a los sacerdotes que impartían enseíianza no gratuita, se presentaran al exa-
men gremial, de acuerdo con anteriores decisiones legales en 1623 y 1663,
que prescribieron como pena la excomunión mayor. 18
Por una parte, entonces, en un periodo en que el crecimiento demográ-
fico y urbano aumentaba la mezcla de razas y la movilidad social de mesti-
19 Góngora, 1975, pp. 168-170, 174-175. Florescano, 1976, pp. 199-205, 215-219.
TENSIÓN EN LA TORRE DE MARFIL 35
que tenían vacantes los agustinos y luego para otros curatos cuando muriera
el fraile doctrinero. En 1753 el rey extendió la secularización a todas las dió-
cesis de América. Entre ese año y 1756 se aumentó el número de doctrinas
secularizadas en la Nueva España, ya no sólo cuando estaban vacantes sino
quitando al fraile cuando todavía ejercía su ministerio. La cédula indicó que
el monarca quería que todas las parroquias quedaran sujetas a la autoridad
del obispo; con esto se disminuiría la relativa independencia que el clero re-
gular disfrutaba de la autoridad episcopal. 21 Al mismo tiempo que se apre-
suraba la secularización, Rubio y Salinas inició una política adicional para
las doctrinas y parroquias de indios. Mandó en 1753 que se establecieran
en todos los pueblos indígenas escuelas de castellano, para que los niños
aprendieran el español y estudiaran la doctrina cristiana, la lectura y la es-
critura en dicho idioma. Además, la predicación a los adultos ya debería ser
en castellano en vez del idioma local.
Desde el siglo xv1, reales órdenes habían indicado la conveniencia de que
los indios aprendieran voluntariamente el castellano para que pudieran en-
tender con mayor exactitud las doctrinas de la religión católica. No obstan-
te, prevaleció la idea sostenida por los frailes misioneros de que los sacerdo-
tes debían, más bien, instruirse en las lenguas indígenas. Así, durante casi
dos siglos la obra de cristianización se desarrolló en el idioma de los venci-
dos, al mismo tiempo que se conservó en algo la cultura y las prácticas indí-
genas, en vez de promover una forma de catolicismo puramente española.
Al final del siglo XVII varias cédulas ordenaron de nuevo que se abrie-
ran escuelas de castellano para los indios. Estas órdenes añadieron que se
pagara a los maestros con fondos de las cajas de comunidad de los pueblos
y que se diera preferencia para los puestos en los cabildos municipales a indios
que hablaran español. No fueron llevadas a cabo, en parte por la repugnan-
cia de los indios para usar el castellano, por la falta de maestros y por la
renuencia de la sociedad criolla, después del tumulto de indios de 1692 en
la ciudad de México, de que se promoviera el acercamiento, tanto en su vi-
vienda como en su vestido y costumbres, de la raza indígena a la europea. 22
Con Carlos 11, el último de los Habsburgos, y con los Borbones, el inte-
rés por la enseñanza del castellano a los indios como una medida evangeliza-
dora se fue desplazando poco a poco hacia un interés político: el deseo de
integrar a los indios a la sociedad española, hacerles capaces de defenderse
en los tribunales sin necesidad de intérpretes y fomentar su consumo de bie-
nes españoles. 23
21 Ocaranza, 1933, pp. 499-501. AGN, Reales cédulas originales, vol. 69, exp. 103 y vol.
73, exp. 13. Cédulas de 4 de octubre de 1749 y 1° de febrero de 1753. "Oficio del Conde de
Revillagigedo sobre secularización de curatos y separar de ellos a los regulares" en Instruccio-
nes, 1873, vol. 1, pp. 572-579.
22 Zavala, 1977, pp. 19-87. O'Gorman, 1946, pp. 165-171. Luque, 1970, pp. 51, 67-68.
23 Razones dadas en las cédulas del 20 de junio de 1686, 25 de junio de 1690 y del 6 de
abril de 1691. Zavala, 1977, pp. 64-70. Campillo y Cossio, 1971, pp. 122-127. En 1743 Campi-
llo aconsejó obligar a los caciques vestirse a la espailola y promover el uso del idioma y traje
espaftoles.
TENSIÓN EN LA TORRE DE MARFIL 37
24 Real cédula del S de junio de 1754 en AH. INAH, Colección antigua, vol. 57, doc. 58,
f. 2IS-21Sv.
2s Edicto del31 de julio de 1753. Vera, 1887, vol. 1, pp. 459-461. E122 de agosto de 1753
se enviaron a las doctrinas de los franciscanos la "Instrucción privada" del Provisor de Indios
del arzobispado de México, y una "Práctica de las diligencias que se debían observar en orden
a plantar, fundar y establecer las escuelas para que los nii\os y nii\as de los indios aprendan
a hablar la lengua castellana y a leer, escribir y cantar en dicha lengua la doctrina cristiana''.
AH. INAH, Fondo franciscano, vol. 109, ff. 2Sl-2Slv.
26 Lista de pueblos con el número de escuelas, hecha por el arzobispo Rubio y Salinas
en Luque, 1970, p. 236.
27 Encuesta sobre las escuelas en las doctrinas de los franciscanos en AH. INAH, Fondo
franciscano, vol. 109, ff. 230-308.
38 DOROTHY TANCK DE ESTRADA
28 Citas tomadas de los testimonios sobre las escuelas en Xiutepec, en cuatro pueblos per-
tenecientes a la parcialidad de Santiago Tlatelolco y en Mazatepec. AH. INAH, Fondo francis-
cano, vol. 109, ff. 2Slv-252, 235, 290.
29 Luque, 1970, p. 237.
30 AGN, Bandos, vol. 7, exp. 54, f. ISO.
3l Castro Santa Anna, ve;>!. 60, f. 126-127. AGN, Correspondencia Virreyes, primera se-
rie, vol. 1, exps. 36, 37; vol. 2, exp. 381. Real cédula de123 de junio de 1757 en AGN, Reales
cédulas originales, vol. 77.
TENSIÓN EN LA TORRE DE MARFIL 39
32 La Inquisición, entre 1753 y 1755, recogió, por lo menos, tres sátiras diferentes sobre
el tema. Sátira anónima, 1953, pp. 101-103. AGN, Inquisición, vol. 945, ff. 211-226. En este
mismo periodo existían por lo menos, dos motivos adicionales en contra de la política de cen-
tralización eclesiástica de Rubio y Salinas: su oposición a la apertura del colegio de las Vizcaí-
nas por no querer admitir que la junta directiva fuera independiente de la autoridad episcopal
y su negación a que la Colegiata de la basílica de Guadalupe tuviera su propio cabildo.
33 Se llamaban "familiares" a los sacerdotes y laicos que acqmpañaban al nuevo obispo
cuando venía de España. González Casanova, 1958, p. 95.
34 Cédula del 23 de junio de 1757. AGN, Reales cédulas originales, vol. 77.
35 Luque, 1970, pp. 40, 238.
40 DOR.OTHY TANCK DE ESTRADA
rétaro, Oaxaca, Durango, Zacatecas, Pátzcuaro, Valladolid, Tepotzotlán, Chiapas, Celaya, Gua-
najuato, Veracruz, San Luis Potosí, San Luis de la Paz, Parral, León, Chihuahua y Campe-
che. En las últimas siete ciudades arriba mencionadas sólo se ofrecía el curso de gramática lati-
na y no se impartía el de filosofía. Palencia, 1968, pp. 339-361, SS3-SS4.
42 DOROTHY TANCK DE ESTRADA
47 Clavijero fue autor de Breve regguaglio del/a prodigiosa e rinomata Immagine del/a Ma-
donna de Guadalupe del Messico, 1782, y Alegre dedicó sus líricas al "portento americano"
y la alabó en poemas latinos. Méndez Plancarte, 1962, XIII. Miranda, 1978, P"· 147, 156-158.
48 Es interesante recordar que la rebelión en Guanajuato era el tercer motín en otros tan-
tos años: 1765 a causa de la alcabala sobre las herramientas utilizadas en la minería; 1766 por
el establecimiento del estanco de tabaco y 1767 por la expulsión de los jesuitas. Arcila Farías,
1974, vol. 2, p. 170. Florescano, 1976, p. 205. Decorme, 1941, vol. 1, p. 455.
TENSIÓN EN LA TORRE DE MARFIL 45
los alborotos, los motines, las sedicíones civiles toman mucho cuerpo, cuando
se traman entre personas de estraño idioma, y las acalora la misma diversidad
de costumbres con alguna memoria de sus antiguos señores, y excelencia mal
concebida de su lengua, trages, libertad, gentilismo y otros vicios a que es pro-
pensa la naturaleza ... Esto lo han acreditado los sucesos e historias del mundo
en tanto grado, que nunca (según Platón en el Timeo) se llegó a entera unión,
ran en el trato diario con los indios para que aquéllos lo hablaran "aun en
aquellas cosas de comercio, trato económico y de plaza"; un bando del virrey
que ordenaba que las justicias fermentaran el uso del espafiol "desimpresio-
nando a los indios de todo quanto hasta ahora les ha influido la perniciosa
máxima con que generalmente se ha procurado retraerlos del uso de la legua
castellana''. S6 El interés de Lorenzana en aspectos políticos y económicos re-
lacionados con la política lingüística y su cercana colaboración con el virrey
representaron la puesta en práctica del consejo del autor Campillo y Cossío
de que un monarca ilustrado debería nominar obispos "propios, por sus ta-
lentos y genios, a promover no sólo el aumento espiritual de las almas, sino
el temporal de sus feligreses, empleando todo su influxo, autoridad y carác-
ter para que admitan sin repugnancia todas las novedades útiles ... " 51 De
hecho, el arzobispo fue el primero que imprimió y divulgó públicamente va-
rias ideas: culpó directamente al clero criollo por el retraso en cumplir las
cédulas sobre el uso del castellano; propuso terminar la práctica de preferir
a los "padres lenguas" para los curatos de indios; ligó la preservación de
los idiomas indígenas con la inclinación a la rebeldía; propuso la obligato-
riedad del aprendizaje del espafiol por los naturales y favoreció la supresión
de todas las lenguas indígenas en América.
En 1770 Carlos 111, citando las razones presentadas por Lorenzana, ex-
pidió una real cédula para todos los reinos de Indias, islas adyacentes y de
Filipinas en la cual ordenó que se hiciera la provisión de curatos en los suje-
tos de más mérito, aunque no supieran el idoma de los indios ni éstos el cas-
tellano. Claramente expresó que el objetivo era "que de una vez se llegue
a conseguir el que se extingan los diferentes idiomas de que se usa en los
mismos dominios, y sólo se hable el castellano". 58 En el mismo afio de 1770
el arzobispo renovó el programa de secularización de las doctrinas, y en ese
afio pasaron al clero secular, por ejemplo, 23 doctrinas solamente de los fran-
ciscanos en comparación con 7 secularizadas en los cuatro afios desde su ve-
nida a México. 59
Las opiniones expresadas por el arzobispo y repetidas por el rey sobre
la ineptitud y mezquindad de los sacerdotes criollos hicieron que los novo-
hispanos resintieran la política de castellanización y la vieran como una ex-
presión más de su posición desventajosa frente a los recién llegados de Espafia.
Enterado de un informe al rey en que se decía que los criollos, por falta de
capacidad y honradez, sólo servían para empleos medianos, el ayuntamien-
56 Pastoral del6 de octubre de 1769 en Vera, 1887, vol. 1, pp. 220-227. Bando del JO de
octubre de 1769 en AGN, Bandos, vol. 7, f. 47.
51 Campillo y Cossío, 1971, p. 99.
58 Se divulgó la cédula en México por un edicto del arzobispo Lorenzana en agosto de
1770. Vera, 1887, vol. 1, pp. 228-233. Belei\a, 1787, vol. 2, 3a. foliación, p. 166.
59 Ocaranza, 1933, pp. 499-501.
48 DOROTHY TANCK DE ESTRADA
60 El Ayuntamiento indicó que tan numerosa era la parentela y allegados de los últimos
dos arzobispos, Rubio y Salinas y Lorenzana que tuvieron que pagar 25 000 y 20 000 pesos,
respectivamente, para su transporte. Hernández y Dávalos, 1877, vol. 1, pp. 427-455.
61 Brading, 1974, pp. 611-645.
TENSIÓN EN LA TORRE DE MARFIL 49
64 En otra parte de la Representación, los regidores anotaron que los europeos tendían
a confundir a los indios con los españoles-americanos. Se apresuraron a aclarar que ellos eran
nobles, de raza pura y de alta educación, mientras los indígenas eran miserables, feos, tos-
cos y vivían en chozas. Insistieron, también, en la lealtad de los americanos, indicando que
sólo en América no se había necesitado ni mantenido tropa hasta hacía siete años y recordaron
que fueron americanos que controlaron a principio la amenaza en Pátzcuaro, Guanajuato y
San Luis Potosí en 1767. Hernández y Dávalos, 1877, vol. 1, pp. 440, 450.
65 Miranda, 1978, pp. 93-100, 114-117, 133. Góngora, 1975, pp. 68-82, 116, 124-126.
TENSIÓN EN LA TORRE DE MARFIL 51
67 Miranda, 1978, p. 159. Carreño, 1963, vol. 2, pp. 632,634. Wilson, 1941, p. 35. Heath,
1972, p. 91.
68 En 1768, por real orden, se fundó la cátedra de anatomía en el Hospital de Indios. Ma-
nuel Moreno, profesor en el Colegio de Cádiz, fue nombrado por el rey como director y An·
drés Montaner, cirujano de la Armada, como regente. Luque, 1970, pp. 3, 67.
69 Bravo Ugarte, 1966, p. 85. Carreño, 1963, vol. 2, pp. 591, 603, 606, 658.
TENSIÓN EN LA TORRE DE MARFIL 53
que sus Lecciones matemáticas (1769) fue el primer texto moderno de esta
materia. Nunca logró plena aceptación en la universidad y se dedicó princi-
palmente a descubrir remedios médicos, a observaciones astronómicas, y a
desempefiar el puesto de contador y luego de ensayador en la Casa de
Moneda. 94 Tanto él como Alzate eran socios de la Academia de Ciencias de
París; en 1771 y 1772 se publicaron en Francia estudios de Alzate sobre as-
tronomía e historia natural. También otros dos criollos ganaron fama en
Francia y en Nueva Espafia por sus investigaciones. En 1771 Antonio de León
y Gama mereció los elogios de astrónomos franceses por su estudio de un
eclipse de sol. Joaquín Velázquez de León, abogado, catedrático de mate-
máticas, además de haber destacado como astrónomo y poeta publicó en
1774 la Representación que a nombre de la minería de esta Nueva Espafla,
hacen al Rey que condujo tres afios después a la creación del Real Tribunal
de Minería. 95
Estos cuatro intelectuales representaron una nueva tendencia: llevaron
a cabo la mayoría de sus investigaciones y publicaciones fuera de la estruc-
tura de una institución educativa. Velázquez de León y Bartolache fueron
profesores en la universidad sólo por un tiempo y a partir de 1773 trabaja-
ron en otros empleos al tiempo que realizaron sus trabajos científicos. Alza-
te y León y Gama financiaron sus investigaciones con sus propios escasos
recursos, que percibieron de una capellanía y de un empleo en la Audiencia,
respectivamente, sin tener puestos docentes en ningún colegio o en la uni-
versidad. Esta separación de una institución educativa significó que no trans-
mitieran sus opiniones y C•')nocimientos en un salón de clase, sino en el foro
público, más popular y más amplio, de la prensa y de los folletos; significó,
también, que, por no tener puestos dentro del sistema educativo, no era tan
factible la incorporación de sus ideas y métodos en los planes de estudios
de los colegios. La investigación original era la característica de.este grupo,
mientras la reforma académica era la de Díaz de Gamarra y los jesuitas.
Velázquez de León, León y Gama, Alzate, Bartolache y Díaz de Gama-
rra formaban una nueva generación, entre los 22 y 35 años de edad, que pro-
movió avances en la ciencia y la ensefianza después de la salida de los jesui-
tas. Con conocimientos de náhuatl y latín, un interés marcado en el pasado
precolombino, capacidad en las ciencias naturales y exactas, la filosofía, la
teología, la geografía y el derecho, siguieron la tradición criolla de ser hom-
bres de carácter enciclopédico.
102 Tanck de Estrada, 1977, pp. 257-259. AA Méx, Instrucción pública en general, vol.
2475, exps. 33 y 34; vol. 2476, exp. 83.
IOl Estatutos, 1781. La Sociedad Económica de Sevilla logró extinguir el gremio de maes-
tros y transformarlo en Colegio Académico, como en Madrid. La Sociedad formó las nuevas
ordenanzas y estipuló que sería la Sociedad Económica y no el ayuntamiento de Sevilla quien
extendería los títulos a los maestros. Reales Sociedades, 1972, p. 329.
104 AA Méx, Instrucción pública en general, vol. 2476, exp. 61, 18 de enero de 1802.
66 OOROTHY TANCK DE ESTRADA
lOS "Causa formada contra Don Rafael Ximeno, maestro mayor de escuelas de primeras
letras, sobre excesos en el uso de facultades", en Chávez Orozco, 1936, p. 42, 9 de junio de
1791. AA Méx, Instrucción pública en general, vol. 2476, exp. S, 8 de junio de 1791. Chávez
Orozco, 1936, pp. 89-90, 110-116.
106 AA Méx, Ayuntamiento, vol. 394, exp. 59, 7 de enero de 1789.
107 AH. INAH, Colección Centro de Documentación, rollo 31, 2 de mayo de 1792.
108 Anna, 1972, p. 69. AA Méx, Ayuntamiento, vol. 394, exp. 93, 8 de mayo de 1794.
109 AA Méx, Ayuntamiento, vol. 394, exp. 74, 18 de enero de 1791.
TENSIÓN EN LA TORRE DE MARFIL 67
110 Revillagigedo, 1966, pp. 183-186. AA Méx,lnstrucción pública en general, vol. 2476,
exp. 50, 29 de julio y 18 de octubre de 1791.
lll AA Méx,lnstrucción pública en general, vol. 2476, exp. 61, f. 42, 13 de marzo de 1794.
112 Decreto de Carlos III para el establecimiento de 32 escuelas para nii\as de cardar, hilar
y tejer. Reales Sociedades, 1972, pp. 191-206.
68 DOROTHY TANCK DE ESTRADA
miserable, y por eso más digna de atención" . 113 El cabildo explicó que la
mayor intervención en la educación era parte de su obligación como defen-
sor del bien público: "por razón de su instituto y facultades concedidas por
el Rey, ha entendido esta Noble Ciudad en los asuntos de escuelas como en
todos los que pertenecen al público como Padre de la Patria" . 114
IIB Escuelas establecidas en Santiago Huatuzco, Tepic, Santa Ana, Azacán, la parroquia
de San Sebastián de Querétaro, Tepetlaxtac, Villa de Santiago, Tequizquiapan, Acotepec, en
las rancherías de San Felipe, Coseomatepec y Chocomán. Revillagigedo, 1966, p. 186.
119 Carranza, 1788, pp. 14-24. En 1797 La Gazeta de México informó que los francisca-
nos de Pachuca habían abierto una escuela gratuita con 126 alumnos y que una cofradía en
Durango estableció una escuela para nii\as pobres.
120 AA Méx, Instrucción pública en general, vol. 2476, ex p. 52; vol. 2477, ex p. 2S l. Chá-
vez Orozco, 1936, pp. 21-22.
121 Foz, 1981, vol. 3, pp. IIS8-IIS9. Luque, 1970, p. 287.
70 DOROTHY TANCK DE ESTRADA
122 La Gazeta de México (18 de junio de 1793) (24 de junio de 1806). Olavarría y Ferrari,
1889, pp. 104-106.
123 AA Méx, Instrucción pública en general, vol. 2476, exp. 34, 14 de julio de 1786.
124 AA Méx, Instrucción pública en general, vol. 2476, exp. 61, f. 97. Zavala, 1977, p. 74.
125 AGN, Historia, vols. 494, 495, 496.
126 AGN, Indios, vol. 73, f. 88; vol. 80, ff. 143-189; vol. 86, ff. 260-305.
TENSIÓN EN LA TORRE DE MARFIL 71
127AGN, Historia, vol. 498, ff. 81, 96, 102, 151-153, 178-179.
128Luque, 1970, pp. 159-162. No tenemos noticias de la fundación de otras escuelas de
nivel medio parecidas a la de Veracruz. Tres razones se sugieren: el costo era demasiado alto
para otros grupos filantrópicos; conseguir el permiso del virrey representaba un obstáculo; los
seminarios diocesanos o colegios de órdenes religiosas llenaron la necesidad educativa en otras
ciudades.
72 DOROTHY TANCK DE ESTRADA
NUEVAS INSTITUCIONES
Después de haber promovido las ciencias y las artes en Espafta, Carlos III
(1759-1789) se interesó en que se promoviera la fundación de nuevas institu-
ciones en la Nueva Espafta, su colonia más rica y más poblada. Tres fueron
las áreas de estudio que recibieron el estímulo del rey: las artes plásticas,
la botánica y la técnica minera. No existían instituciones académicas en Méxi-
co dedicadas al fomento de estos campos y se juzgó que tal desarrollo bene-
ficiaría a la sociedad novohispana sin perjudicar los intereses de la metrópoli;
por una parte, se podría relacionar a las artes y a la botánica con proyectos
ya en marcha en la península; por otra, el mejorar la técnica minera reper-
cutiría en mayores ganancias, tanto para México como para Espafta.
En 1781 el superintendente de la Casa de Moneda en México, Fernando
José Mangino, presentó al virrey Mayorga un folleto con el plan para fun-
dar una academia de pintura, escultura y arquitectura. La idea era original
de Jerónimo Antonio Gil, ex catedrático de la Academia de Bellas Artes de
San Fernando en Madrid (fundada en 1752) y director de la Escuela de Gra-
bado de la Casa de Moneda de México. El virrey aceptó el proyecto y se
abrió en seguida la Real Academia de Pintura con 300 alumnos. La Junta
Superior formada por doce miembros, entre ellos, dos del ayuntamiento,
dos del Consulado de comerciantes y dos del Tribunal de Minería, propuso
la fundación de la institución a la corte de la metrópoli. En 1784 Carlos III
expidió una real cédula para dotar y establecer la Real Academia de Bellas
Artes de San Carlos y un afio después se inauguraron solemnemente las cla-
ses de pintura, escultura, arquitectura, grabado y matemáticas.
El grabador Gil fue designado director de la Academia y cuatro profe-
sores espaftoles llegaron de la Academia de Madrid para encargarse de la
instrucción y para reemplazar a los novohispanos que habían enseftado du-
rante los cuatro primeros aftos. De acuerdo con los estatutos, los maestros
debían no sólo enseftar a los alumnos, sino también corregir sus obras. Sin
embargo, desde la venida de los maestros ibéricos, según un informe del di-
rector Gil escrito en 1788, la calidad de la enseftanza y el interés de los estu-
diantes habían disminuido. Una tercera parte de los educandos abandona-
ron la Academia porque dos de los profesores no tenían habilidad suficiente
y el tercero, aunque capaz, no trabajaba satisfactoriamente: "éste y los demás
rogados por los discípulos para que les corrijan sus obras, no lo han querido
hacer". Además los profesores sólo asistían a la Academia en el turno de
l33 La Gazeta de México (2I de septiembre de 1790). Wilson, 1941, pp. 37-40. Los seis
volúmenes de las Instituciones de Jacquier fueron traducidos del latín al espai'lol en 1787.
TENSIÓN EN LA TORRE DE MARFIL 75
noche, pues preferían trabajar durante el día en casa, adonde los alumnos
se presentaban supuestamente para aprender, pero en general para que "se
aprovecharan del trabajo de los mismos discípulos en sus obras particulares
y privadas" . 134
La Junta Superior de la Academia logró que se resumieran las clases diur-
nas y que los maestros revisaran los trabajos de los estudiantes "con pun-
tualidad y amor". Sin embargo, el deseo de Gil de volver la enseñanza a
maestros mexicanos no tuvo éxito, a pesar de su opinión de que los alumnos
"no han adelantado cosa alguna en casi dos años, que aquí son dirigidos
por estos maestros, de manera que si algún aprovechamiento hay en los dis-
cípulos actuales, se debe a los principios que tuvieron con los maestros del
país ... La experiencia me ha enseñado que sería más útil y conveniente al
Rey, al público y a la Academia, que estos maestros se retirasen a España,
y que quedasen los que estaban antes ... ". 135 Precisamente los antiguos di-
rectores mexicanos, "los que estaban antes", se quejaron en el mismo año
de 1788 a la Junta de San Carlos debido a la discriminación contra ellos como
criollos; habían sido relegados a empleos de ayudantes cuando llegaron los
profesores de España en 1786 y nunca habían recibido gratificación por su
trabajo. Al final de 1788 la Junta decidió darles 300 pesos y despedirles. Cuan-
do el director español de pintura, Cosme de Acuña, renunció y regresó a
la península, el pintor criollo, Francisco Clapera, con varios años de servi-
cio en la Academia, solicitó el puesto. La Junta, ahora con varios nuevos
miembros españoles, entre ellos el metalurgo Fausto Elhuyar y el ingeniero
militar Costanzó, le negó la solicitud, pues según ellos ningún artista mexi-
cano tenía "la suficiente educación, talento para dibujar, estilo, composi-
ción, colorido o expresión para enseñar la metafísica de arte" . 136 La Junta
pidió otro profesor de España, aunque con esto se violaban los estatutos que
estipulaban que los directores de todas las artes fueran seleccionados por el
virrey, de una lista de tres candidatos presentada por la Junta de San
Carlos. 137 Durante la última década del siglo llegó, como director de es-
cultura, el reconocido arquitecto Manuel Tolsá quien ganó renombre para
la Academia.
Después de funcionar provisionalmente por cuatro años en la Casa de
Moneda, la Academia se trasladó al edificio antiguo del Hospital de Amor
de Dios (lugar en que se encuentra hoy en día), local más adecuado para
una institución real y para la galería de arte que se iba formando con cientos
de cuadros, medallas, dibujos y grabados, transportados desde España. Es-
pecialmente notable era la colección de copias en yeso de esculturas clásicas
que una década más tarde causaría la admiración de Humboldt como "más
bella y más completa que ninguna de las de la Alemania". Carlos III regaló
138 Luque, 1970, pp. 307-309. Brown, 1976, vol. 2, pp. 11-14.
139 Luque, 1970, pp. 308-311. Una parte del presupuesto anual de la Academia provenía
de los ayuntamientos, el Tribunal de Minería y el Consulado de comerciantes y la otra, de la
Corona: 4 000 pesos de Temporales y 9 000 pesos de la Real Hacienda.
140 Revillagigedo, 1966, p. 187.
141 Atamán, 1972, vol. 1, pp. 22. Se han anotado que "aunque estancaron la expresión
artística, las acádemias promovieron la suficiente técnica". Brown, 1976, vol. 2, p. 92.
142 Información de Ignacio González Polo, basada en documentos en AA Méx.
TENSIÓN EN LA TORRE DE MARFIL 77
EL JARDÍN BOTÁNICO
159 A mediados del siglo xtx se comentó que "el Sr. Alzate hizo el estudio de los vegeta-
les con la desventaja de no haber querido adoptar el método y clasificaciones de Linneo, ni
ningún otro sistema botánico; preocupación que no es extraña en un hombre como él, cuando
incurrieron también en ella Buffón y otros naturalistas europeos sus contemporáneos." Dic-
cionario, Apéndice, vol. 1, p. 182. Luque, 1970, pp. 340-343.
160 Luque, 1970, pp. 344-348. Wilson, 1941, p. 46. Díaz, 1977, pp. 59-67.
84 OOROTHY TANCK DE ESTRADA
EL COLEGIO DE MINERfA
Todos los demás métodos de beneficiar minerales de plata por azogue, deben
respetar a esta primera y original amalgamación, como a su madre y origen.
Conviene por tanto que se extienda su conocimiento en la Europa, para hacer
justicia a este sobresaliente método que la preocupación europea ha tratado con
bastante desprecio ... No tengo embarazo en declarar que con diez años de tra-
bajo, no he podido lograr introducir, ni el beneficio de Mr. Born, ni otro método
preferible al del patio, por más arbitrios que he empleado. 166
Revillagigedo tuvo que reportar al rey sobre "la poca utilidad que pro-
ducen los mineros alemanes".
Los vocales que se mostraron en contra del plan de Elhuyar para el Co-
legio se basaban en tres puntos: que no era necesaria una institución de estu-
dios mineros porque la técnica europea no era superior a la mexicana; que
establecer un nuevo colegio en la ciudad de México representaba un costo
demasiado alto, que podría reducirse si se establecía en un real de minas o
combinando la enseñanza de los estudios mineros con facilidades ya existen-
tes en la capital y que el proyecto violaba las Ordenanzas de Minería, al no
166 Arcila Farías, 1974, vol. 2, pp. 100-101. Luque, 1970, p. 372.
TENSIÓN EN LA TORRE DE MARFIL 87
seleccionar a los profesores del colegio por medio de exámenes públicos. Juan
Antonio Yermo y Antonio Barroso votaron en contra del proyecto. Quisieron
suspender el establecimiento hasta que se vieran los progresos alcanzados -
por los alemanes:
NACIONALISMO INTELECTUAL
Durante las últimas tres décadas del siglo xvm, noticias sobre la bonanza
minera, el movimiento comercial, la producción agrícola creciente, el tama-
ño de las ciudades principales, las impresionantes dimensiones y riquezas de
los palacios y edificios civiles y la suntuosidad del culto religioso contribu-
yeron a modificar, entre los europeos cultos, la creencia en la pobreza y de-
bilidad de lo existente en el Nuevo Mundo. Los novohispanos confirmaban
su confianza en sí mismos, además, al ver que escritos de autoridades gu-
bernamentales informaban a la metrópoli sobre el crecimiento económico
y geográfico de la Nueva España. Sin embargo, un aspecto de la "calum-
nia" sobre América siguió molestando a los criollos; una opinión negativa,
que ofendía e irritaba continuó propagándose entre los europeos: la inferio-
ridad intelectual de los habitantes del Nuevo Mundo.
El exponente más extremo de esta opinión, el abate Cornelio de Paw,
en síntesis afirmaba a los lectores que: "Todos los propios de aquel país son
más pequeños, más deformes, más débiles, más cobardes y más estúpidos
que los del antiguo mundo y los que se trasladaron a él de otra parte, inme-
diatamente degeneraron. . . " 173 En 1789 los novo hispanos leyeron que este
desprecio hacia la habilidad de los americanos era todavía bastante difundi-
do en Europa; el jesuita exiliado, Manuel Fabri, reportó que era "error, por
cierto muy arraigado en Europa, y del que ni aun los literatos están libres,
es creer que cuando han concedido a los americanos sus inmensos tesoros
de metales preciosos y sus grandes riquezas, han hecho bastante por ellos;
pero que pueda hallarse entre gente que llaman bárbaros el amor a las letras y
el cultivo de las ciencias profundas, es lo que niegan con gran desenfado" . 174
Además de conocer los libros y darse cuenta del renombre de los exilia-
dos, los criollos tuvieron contactos directos con ellos por medio de cartas
personales escritas a los cientos de parientes dispersos en las ciudades princi-
pales del virreinato y por correspondencia entre la Universidad y el ayunta-
miento de México con Clavijero y Andrés Cavo respectivamente. 179
En 1780, 1789 y 1792 el público recibió información detallada sobre la
impresionante variedad y número de estudios publicados y no publicados
de los jesuitas más prominentes, debido a la aparición de sus biografías, es-
critas por Manuel Fabri y Juan Luis Maneiro.
Estas biografías y la Historia Antigua de Clavijero pusieron en eviden-
cia los intentos de los jesuitas para rebatir las ideas erróneas europeas sobre
América y para defender la capacidad intelectual de los indios y de los crio-
llos. Clavijero dedicó su obra a la Universidad de México y mencionó los
nombres de sus más destacados académicos, desde el Padre de la Veracruz
a Antonio López Portillo. Resaltó que estos mexicanos "hacían honor a las
más célebres academias, de toda Europa". Explícitamente anotó en el pró-
logo que su Historia era "para servir del modo posible a mi patria y nación
y para restituir a su esplendor la verdad ofuscada por una turba increíble
de modernos escritores de la América" . 180 Los jesuitas, con una mezcla de
patriotismo intelectual y nostalgia, ostentaron en la portada de sus libros
el título de mexicanos como parte de su propio nombre.
Fabri, en particular, hizo hincapié en llamar a la juventud para que lo-
grara excelencia académica como parte vital del esfuerzo para proyectar al
mundo el "esplendor de la Patria". En 1780 dedicó el prólogo de su biogra-
fía de Abad "a las prósperas juventudes de México". En manera parecida
a Clavijero le recordó los nombres de prominentes intelectuales, entre ellos
Sigüenza y Góngora, Alarcón y Equiara y la gloria de la Universidad. Con-
virtió el prólogo en una exhortación patriótico-intelectual:
carte, 1962, pp. 171-172. Clavijero mandó al claustro cincuenta ejemplares de la versión de
su Historia. La versión espai\ola fue prohibida por el rey.
179 Méndez Plancarte, 1962, p. x. Carrei\o, 1963, vol. 2, pp. 734-736. Cavo, 1852, p. 1.
180 Clavijero, 1853, p. 1.
181 Abad, 1974, pp. 63-64.
TENSIÓN EN LA TORRE DE MARFIL 93
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PANORAMA EDUCATIVO AL COMIENZO
DE LA VIDA INDEPENDIENTE
ANNE STAPLES
101
102 ANNE STAPLES
en algo la autoridad del maestro. También llamaba la atención por sus "in-
novaciones tecnológicas", una especie de telégrafo y las cajillas de arena que
eran útiles indispensables, y los movimientos militarizados al formar semi-
círculos y volverse a sentar, todo hecho con gran precisión.' El sistema fun-
cionaba con alumnos avanzados que instruían grupos pequei\os, primero en
una materia, luego en otra, según las aptitudes de cada nii\o. Permitía el
aprendizaje de lectura, escritura, aritmética y doctrina cristiana dentro del
mismo día escolar, en vez de tener que dominar una antes de pasar a la si-
guiente, como se hacía tradicionalmente.
Un grupo de los hombres más notables en el ámbito político y religioso
se asoció para formar la Compai\ía Lancasteriana. Esta Compai\ía, a su vez,
estableció corresponsales en las capitales de provincia, siempre con el encar-
go de fundar escuelas y vigilarlas. La Compai\ía logró ol;ganizarse y tener
suficiente fuerza política para convertirse en Dirección General de Instruc-
ción Primaria para toda la República, durante la presidencia de Santa Anna
en 1842, un verdadero tributo al esfuerzo que había hecho en pro de la edu-
cación. 8 No logró fundar, ni mantener en pie, el número de escuelas que
ambicionaba, pero el avance fue notable. Las escuelas se multiplicaron como
los primeros rebaños de ovejas traídos a la Nueva España después de la
conquista, que al encontrar vírgenes los pastizales, se extendieron a una ve-
locidad jamás vista. José María Luis Mora, al recordar esa primera época
después de la Independencia, decía que "la enseñanza primaria no se perfec-
cionó gran cosa, pero se difundió asombrosamente por toda la República" .9
Habría que aclarar, sin embargo, que las escuelas no se multiplicaron
de una manera pareja. Aquí tiene cabida la historia regional, puesto que no
se puede hablar de la República en términos generales. En el sureste de
México, los pocos establecimientos educativos existentes se encontraban bá-
sicamente en Mérida, Valladolid y Oaxaca. El número de escuelas de los
ayuntamientos aumentó muy lentamente y la enseñanza lancasteriana fue
adoptada en pocos lugares. El aislamiento, más los continuos problemas po-
líticos, relegaron definitivamente el asunto educativo a un segundo plano,
con pocas excepciones. La frontera norte compartía algunas de estas carac-
terísticas. Las enormes distancias y su poco desarrollo hicieron difícil la crea-
ción de instituciones educativas, en pueblos, villas y rancherías. En el centro
hubo mayor actividad escolar. Era allí donde los corresponsales de la Com-
pañía Lancasteriana prosperaron y donde los ayuntamientos y los maestros
particulares tuvieron un campo de acción más amplio. El estado de Guana-
juato es tal vez un buen ejemplo. Había disfrutado de una vida cultural acti-
va a finales de la colonia y este recuerdo estaba todavía vivo en la memoria
de sus ciudadanos más sobresalientes. Había, por otra parte, el mismo de-
7/bid, p. 232.
8Dublán y Lozano, 1876-1904, v. vr, pp. 310-312. Decreto 2451 de 26 de oct., 1842: "Se
establece una dirección general de instrucción primaria, que se confía a la Compallfa Lancas-
teriana".
9 Mora, 1963, p. 111.
PANORAMA EDUCATIVO lOS
JO AGEG, caja 1824, s.f. Agradezco a Tommy Sue Montgomery el haberme facilitado
fotocopias.
106 ANNE STAPLES
los vecinos, del bolsillo del alcalde (en el caso de Jerécuaro), del cura o del
derecho de plaza pagado por los puesteros al ayuntamiento. Las escuelas sos-
tenidas por obras pías estaban en quiebra. Por ejemplo, en León había una
escuela dotada con 300 pesos anuales por Carlos 111 que no recibía sus intere-
ses desde 1802 y obviamente nunca serían puestos al corriente.U La escuela
de Acámbaro, que todavía logró preparar 30 nifios para ~m lucido examen
público en 1822, declaraba encontrarse en la mayor miseria. Parece que el
gobierno le donó el valor de unas vidrieras, con lo que logró sobrevivir otro
poco. 12 El panorama general del estado era de pobreza, de atraso, de im-
posibilidad para levantar en ese momento los establecimientos escolares ne-
cesarios.
Esa tendencia siguió durante el resto de la década. De una población de
99 070 hombre solteros, que incluía todos los niños varones y jóvenes y 97 294
mujeres solteras, que incluía a las niñas, únicamente 128 eran estudiantes,
según la memoria estatal de 1826. 13 El siguiente año se tenía noticia de unas
38 escuelas de hombres y 8 de mujeres, aumento debido probablemente a
una mejor información, y no a un gran incremento de establecimientos. 14
Una característica de esos años es la rapidez con que abrían y cerraban las
escuelas. Los espectaculares aumentos a veces eran de muy poca duración,
como lo atestiguan las continuas noticias acerca del cierre de escuelas por
falta de fondos o de maestros.
Los informes provenientes del estado de Guanajuato son típicos de los
demás estados del centro, sobre todo en cuanto a sus quejas. El gobernador
Carlos Montes de Oca informaba en 1826 que había escuelas de primeras
letras en casi todos los 30 ayuntamientos de su jurisdicción, todas, salvo la
de la capital, bajo el antiguo sistema de aprender primero a deletrear, luego
a leer y, meses o años después, a escribir. u Los lamentos, tanto en Guana-
juato como en el resto del país, eran universales en cuanto al atraso de esas
escuelas. Se condolían del poco progreso de los alumnos, de la vergonzosa
ignorancia de los maestros y de lo perjudicial que resultaba todo el sistema
educativo, mientras no hubiera un verdadero compromiso de parte del go-
bierno por promover la educación con hechos y no solamente con buenos
deseos. 16 Reconocían la necesidad de uniformar los estudios, de preferen-
cia bajo el sistema lancasteriano, y de pagar decorosamente a maestros há-
biles. Las escuelas de estos primeros años recuerdan las rudimentarias del
porfiriato con su ilustrativo título de "peor es nada".
Guanajuato tuvo la misma dificultad que otros gobiernos estatales para
comunicarse con los ayuntamientos, bajo cuya responsabilidad estaba la es-
tructura educativa. El estado tenía, según su constitución, el deber de pro-
IIJdem.
12 AGNM, Instrucción Pública, v. 85, ff. 161, 163.
13 Memoria Guanajuato, 1826, cuadro 4.
14 Memoria Guanajuato, 1827, cuadro 2.
u Memoria Guanajuato, 1826, p. 7.
16 Memoria Guanajuato, 1827, pp. 16-17.
PANORAMA EDUCATIVO 107
17 /bid., cuadro 3.
18 AGNM, Instrucción Pública, v. 82 3/4, f. 58.
19 AGNM, Instrucción Pública, v. 82 3/4, f. 21.
20 AGNM, Instrucción Pública, v. 82 3/4, f. 19.
21 AGNM, Instrucción Pública, v. 82 3/4, ff. 29, 30, 32.
22 AGNM, Instrucción Pública, v. 82 3/4, ff. 45, 46.
23 AGNM, Instrucción Pública, v. 82 3/4, f. 33.
108 ANNE STAPLES
30 AGNM, Instrucción Pública, v. 85, ff. 257, 258, 267; v. 32, ff. 95-100.
JI Memoria Puebla, 1849, cuadros 3, 10.
32 AGNM, lnstruc:c:ión Pública, v. 84, f. 226.
110 ANNE STAPLES
las escuelas de su entidad "se hallan mal servidas por personas legas y extra-
nas a los conocimientos" indispensables. "Ni las juntas de instrucción llenan
su cometido ni las pensiones se cobran, ni los establecimientos mejoran. " 33
Curiosamente algunos decretos y noticias llegaban en cosa de días a los
rincones más apartados de la República mientras otros, tal vez los molestos,
tardaban mucho. El decreto de 1842 que puso a la Compaftía Lancasteriana
al frente de la instrucción .pública tardó un afio en ser publicado en Tamau-
lipas. Al querer establecer el gobernador la junta subdirectora, corresponsal
de la Compaftía, "tropezó no solamente con una falta absoluta de sujetos
propios sino con una tenaz resistencia de varios individuos que, o estaban
al tanto de los despilfarros hechos con los fondos destinados a la instruc-
ción, o no querían ponerse en choque con los que en otros tiempos tuvieron
complicidad en tales despilfarros". Esto fue especialmente cierto en Ciudad
Victoria. La educación había sufrido un sistemático desvío de sus fondos
a otros objetivos y el problema era "la notoria responsabilidad de personas
con influjo poco provechoso a los intereses públicos". Había que perseguir
a esta gente, la más poderosa de la comunidad, para restituir los fondos.
Los individuos que hubieran podido formar una junta menos comprometida,
o más honrada, eran "incapaces e ineptos" .34 El cuadro que se pintaba de
Tamaulipas era desolador; no había establecimientos educativos ni siquiera
mediocres en un territorio despoblado, aislado, árido y estéril de recursos.
El resultado de tal negligencia eran escuelas muy rudimentarias o escuelas
particulares. Para regresar al ejemplo de Sinaloa, donde el presidente Santa
Anna ponía y quitaba gobernadores a su antojo, y con tanta rapidez que
ninguno se daba fácilmente a la tarea de organizar las escuelas, éstas eran
atendidas por maestros "que no podían enseftar lo que ellos mismos no sa-
bían", según una crítica de la época. Cuando mucho, decía la misma fuente,
los niftos aprendían "a balbucir las palabras y escribir malamente sin reglas".
La única escuela funcional y la mejor organizada de la entidad era la soste-
nida por el obispo de la diócesis. 35
En Coahuila la educación primaria también estaba abandonada. El "fu-
nesto atraso, la completa paralización de los pocos establecimientos que hay' 1 ,
se debía al notable descuido de la junta de vigilancia instalada en Saltillo
a mediados de 1843. No se había levantado un padrón de escuelas, no sa-
bían cuántos escolapios había, ni con qué fondos contaban. 36 La legislatura
del estado decretó la creación de una escuela militar en Coahuila el 18 de
agosto de 1843 que hubiera facilitado la instrucción primaria, junto con las
artes marciales, pero parece no haber prosperado este intento. Como en otras
escuelas hubieran aprendido doctrina cristiana, urbanidad, honor (no men-
cionado como tal en otros currícula), lectura, escritura y aritmética en su
37 El observador judicial, v. IV, pp. 150-154. Decreto 18 ago., 1843. "Escuela Militar de
Coahuila".
38 Memoria Coahuila, 1874, p. 9.
39 Memoria Chihuahua, 1830, p. 9
40 /bid, cuadro l.
41 AGNM, Gobernación, paquete 1854, primera sección, s.f. Informe de Ángel Frías, 19
ago., 1854.
112 ANNE STAPLES
calculó que había 1 310 escuelas en toda la República con 59 744 alumnos. 44
Sin embargo otro documento de la época afirma que Baranda calculaba la
población total en un cuarto de millón de estudiantes, 4' aun así un número
increíblemente bajo para un país como el México del siglo pasado, con siete
millones de habitantes.
En resumidas cuentas, el desarrollar, manejar y vigilar de cerca el sistema
escolar requería una dedicación y un conocimiento más allá de las posibilida-
des reales del país. Juntas indolentes, compuestas por personas con motivos
mezquinos o ignorantes, y maestros analfabetos que buscaban únicamente
el escaso sueldo que se acostumbraba pagar fueron la nota sobresaliente en
esas primeras cinco décadas de independencia. Los pocos recursos no siem-
pre se destinaban al uso previsto. Hemos señalado (ver nota 26) cómo cada
rebelión distraía fondos; en Guanajuato con la conflagración de la Sierra
Gorda, 46 o el levantamiento de Guadalajara; las guerras de intervención
norteamericana y francesa y todos los pronunciamientos de la época. Había
problemas regionales que también obligaban el desvío de los fondos desti-
nados a educación, a veces por la extrema pobreza de ciertas zonas. En un
pueblo nombrado Palmar, del municipio de Tepeaca, Puebla, por ejemplo,
se perdió la totalidad de las cosechas durante dos años consecutivos y en
1840 quedaron limitados sus habitantes a comer huesos de algodón y semillas
de pirul. Sus escasos fondos municipales se tuvieron que dedicar por entero
a la compra de maíz. 47 Otro pueblo, ahora del Estado de México, padecía
tanta sed que destinó la mitad de sus fondos para escuelas, a la construcción
de una cañería. 48 Casos parecidos eran comunes. La recaudación de fondos
era aún más problemática que verlos utilizados correctamente. Los departa-
mentos tenían la obligación de cobrar un real mensual por familia para la
instrucción pública, pero únicamente en los lugares donde los fondos pro-
pios no alcanzaran. 49 Con el fin de evitar este nuevo impuesto, bastante im-
popular, informaban los gobiernos que las escuelas de sus entidades estaban
suficientemente dotadas y que era innecesaria la contribución. Desde luego
que esta actitud en nada mejoraba la calidad de la educación. Morelia, por
44 Memoria, 1844, cuadro s.n. "Estado que manifiestan las escuelas de primeras letras
sostenidas por los conventos de religiosos y número de discípulos que cada una ha tenido en
el ailo de 1843"; y cuadro s.n. "Resumen o estado general de la educación primaria en toda
la República, formado por el que remitió la Compailía Lancasteriana, y agregándose las noti-
cias que se tienen en el ministerio."
4:; Memoria comisión permanente, 1845. "Según los cálculos del Excmo. Sr. ministro de
Instrucción Pública, pueden llegar a S 000 las escuelas en la República; y a 250 000 los nii'tos
que en ellas se educan."
46 Lanuza, 1924, p. 154. " ... la situación se complicaba todavía más con la insurrec-
ción de los pueblos de la Sierra de Xichú, y esto hizo que el gobernador Arellano empleara
una considerable parte de los fondos de Instrucción Pública en material de guerra para combatir
a los alzados ... ".
47 AGNM, Instrucción Pública, v, 85, f. 118.
4 8 AGNM, Instrucción Pública, v, 85, ff. 189, 190.
49 Dublán y Lozano, 1876-1904, v. IV, p. 311. Artículo 9 del decreto 2451. (ver nola 8.)
114 ANNE STAPLES
ejemplo, alegó en 1845 que sus escuelas tenían más de diez aftos "de estar
bien sistematizadas y reglamentadas por disposiciones det antiguo estado,
conforme a los métodos de Bell y Lancaster" y no necesitaban de la contri-
bución. so Guanajuato, en la misma fecha, también consideró debidamente
organizadas y dotadas sus escuelas.s• Los lamentos se guardaban para otros
momentos políticamente más convenientes.
nar; deseaba colocarse en la capital o fuera de ella y afirmaba poder dar lec-
ciones de letra española o inglesa (dos de los estilos caligráficos) "y con la
más correcta ortografía" .54
Muchos maestros particulares ofrecían sus servicios mediante anuncios
de aviso en el periódico. Algunos hacían alarde de sus apellidos extranjeros
o de sus anteriores residencias. Un señor León de Pontelli, pintor de retra-
tos y profesor de delinear, sldecía recién llegado de París. 55 Otros con me-
nos pretensione& sólo mencionaban los estipendios moderados que cobra-
ban para subsistir. Algunos más, como el profesor Eduardo Turreau de
Linares, pretendían adecuar la enseñanza a la edad y a los conocimientos
previos de los niños. Todos tenían la ventaja de trabajar dentro de un siste-
ma pedagógico más abierto, más a su propio gusto y genio, al no formar
parte de una institución establecida. 56
En las casas señoriales los ayos se importaban. Los apellidos franceses
se apreciaban, pues venían de un país culto y católico. Pero los franceses
no tenían el monopolio. El ex conde de Regla trajo en 1832 un joven bachi-
ller graduado en Cambridge para instruir a sus hijos. Diez años después este
antiguo preceptor privado ofrecía clases al público, de siete idiomas moder-
nos y antiguos en el Colegio Francés. Lo recomendaban los notables del
momento, José María Tornel Mendivil, José Gómez de la Cortina, José
Urbano Fonseca, Luis Varela, José N. de Betancourt, G. Eguiarte, Pedro
Diez de Bonilla y B. Olmedo, casi todos los miembros de la Compañía Lan-
casteriana. 51
La historia de un joven francés, de la década de los treinta, reúne todos
los elementos característicos de esta clase de personajes de sus relaciones con
la sociedad mexicana. Su importancia no debe subestimarse pues desempe-
ñaba en esos años el papel que corresponde hoy en día a los colegios particu-
lares, y era la única alternativa al envío de los hijos al extranjero, práctica
conocida en la colonia y cada día más frecuente en el siglo x1x. 58 Fanny
Calderón de la Barca nos transmite la opinión de sus amistades de que el
mandar fuera a los hijos era la única forma de procurarles una cultura es-
merada, aunque todos lamentaban el tener que hacerlo. 59
Mathieu de Fossey, convencido de que ganarse la vida en Francia iba
a ser imposible, decidió venir a México a principios de 1830. Puso una escuela
escuela, 62 y en 1842 abrió otra para niftos de cuatro a doce aftos de edad,
donde aprendían a leer, escribir, contar, historia sagrada, doctrina cristiana,
moral, buenas costumbres, civilización y urbanidad, gramática castellana,
caligrafía, lógica, retórica y dibujo. 63 Desde 1827 sus alumnos daban demos-
traciones públicas en el Sagrario de la Iglesia Metropolitana. Hacían discur-
sos sobre la religión, la importancia de acostumbrarse desde los primeros
aftos a la virtud, a la piedad y al culto a Dios. También recitaban diálogos
sobre el Símbolo de los Apóstoles, el Padre Nuestro, sobre la inocencia, las
malas compaftías y los malos libros. 64 El aprender y retener en la memoria
y recitar largos trozos de texto era una parte importante de este tipo de edu-
cación y era común a todas las escuelas primarias de la época.
Los maestros mexicanos, disgustados con el éxito o con las falsas pro-
mesas de los extranjeros que llegaban a dar clase y cobraban lo que querían,
protestaron ante el ayuntamiento de la ciudad de México en 1832 por medio
de Agustín Buenrostro. No recomendó este experimentado maestro que se
limitara el trabajo de los extranjeros porque incluso la ayuda de los hombres
y mujeres apenas alfabetizados era necesaria para sacar de su ignorancia a
los niftos de la gran urbe. Denunció más bien su presencia en suelo mexicano
como uno de los múltiples problemas que la República tendría que resolver.
"Los extranjeros han planteado sus academias de escritura, recogiendo mu-
chos de ellos el fruto de la semilla cultivada por los mexicanos, quienes ven
correr presurosos a sus paisanos en pos de las quince o treinta lecciones ...
Por la apatía de algunos comisionados, hemos visto establecerse a cuantos
han querido; puestos sus carteles; abiertos pupilajes y repartiendo impresos
pomposos con grandes ofrecimientos, que causan irrisión y deprimen al ver-
dadero mérito", con lo que Buenrostro se refería, desde luego, al mérito de
los maestros mexicanos. 65 Quince aftos depués el ministro José María La-
fragua recomendó el mismo cuidado: en los establecimientos particulares de
instrucción "se han introducido en gran parte la charlatanería de algunos
aventureros, que con el cebo de la ganancia prometen cosas irrealizables".
Lamentaba que "aventureros que no tienen de qué vivir, se hagan directores
de la inocencia". 66 Sin embargo, como no hubo un esfuerzo sostenido y
productivo por preparar y mejorar la vida material de los maestros mexica-
nos, los extranjeros siguieron gozando de gran fama y de los mejores sueldos:
En los documentos de la época abundan las denuncias en contra de los
maestros intolerablemente malos. Uno, que suscitó reproches violentos, fue
el maestro titulado de una escuela lancasteriana de Oaxaca, Gumersindo Mar-
tínez. El visitador, Luis Fernández del Campo, lo calificó de inútil, de tener
79 Siglo XIX, 23, mar., 1842. Las cuentas de la Escuela Nacional de Agricultura mencio-
nan que el 16 de julio de 1857 "no hubo suficiente pan para la comida", no se sabe si por des-
cuido, escasez de pan o por falta de dinero. BINAH, vol. 275 s.f.
80 Siglo XIX, 1, abr., 1842.
81 Idem., 1, abr., 1842. El calendario escolar se cambiaba con cierta frecuencia. En 1854
se decretó que el afio escolar corriera desde el primero de enero hasta el 15 de noviembre, con
el fin de evitar ese tipo de conflicto con las festividades de fin de afio. AGNM, Instrucción
Pública, v. 65, f. 62. Este asunto de los días de asueto fue otro de los muchos pleitos de José
Maria Luis Mora. Decía "de los 365 días del afio, en vacaciones, asueto, asistencias a fiestas
o funciones religiosas, actos literarios, procesiones o entierros, se empleaban más de 200 días
al afio". Mora, 1949, pp. 85, 86. Guadalupe Victoria procuró reducir las vacaciones a jueves
y viernes santos, Corpus Christi, y el 12 de diciembre, además de las festividades civiles del
16 de septiembre, 4 de octubre y 5 de febrero.
Muchas otras instituciones intentaron resolver el problema al incorporar a sus reglamen-
tos internos los días de descanso. En 1851, el reglamento de la Universidad de Mérida, en su
artículo 19, especificaba que el afio escolar correría desde el 19 de oct., hasta el 1 de sept., del
siguiente afio y que no habría más días de asueto que domingos y fiestas dobles, semana y me-
dia entre 25 de dic. y 1 ene., los dos días de Carnestolendas y los tres últimos de Semana Santa.
AGNM, Instrucción Pública, v. 88, f. 103. El prospectus del Instituto de Educación Comercial
y Preparatoria, en 1853, anunció que "considerando cuán perjudicial es para los progresos de
la niflez la costumbre de las vacaciones, he resuelto (el director) no darles en ninguna época
del afio". Ordóflez, 1945, v. 1, p. 78.
PANORAMA EDUCATIVO 123
a las futuras madres del país se consideraba indispensable. Los políticos más
progresistas tenían como meta preparar a la mujer "para educar a sus hijos,
ser compafiera del marido, no aburrirse en tertulias cuando hablan de cosas
serias, y saber conservar o agrandar la fortuna del marido". Esto siempre
y cuando comprendiera en primer lugar que, por muy racional e inteligente
que fuera, su talento siempre era menor, por definición, que el de los hom-
bres. Debido a esta innata inferioridad, los hombres nunca tendrían que temer
su competencia porque:
la observación, igualmente que la experiencia, prueban claramente que nunca
en ninguna carrera abierta al talento las mujeres igualarán a los hombres. Como
su constitución es tan débil, las vivas emociones que excitan en ellas sentimien-
tos diferentes por su naturaleza, hace su espíritu tan dependiente de su corazón,
que no pueden tener esta "atención continua" que llama Buffón el "genio". Dios
sabiament-e se las ha negado cuando su objeto al crearlas ha sido el que sean
compafteras del hombre y eduquen a sus hijos. 82
Vencido con esta lógica el peligro que representaba educar a las nifias,
se procuraba fundar el mayor número posible de escuelas. Inlcuso hubo un
débil intento por abrirles las puertas de las escuelas superiores, siempre con
el fin de beneficiar a los hombres con la presencia de mujeres más cultas
y mejor preparadas para el papel que deberían desempefiar. Proporcionar
a las nifias el entrenamiento necesario para alcanzar este grado de madurez
requería más que clases de música, baile o bordado. Habría que evitar, decía
un temerario articulista, los perniciosos errores del pasado y no considerar
como único fin de la mujer su función reproductora. 83
Si las mujeres eran educadas para ser ante todo madres de familia, algu-
nas se especializaban en ayudarlas durante su alumbramiento. En 1842 se
decretó que las parteras podrían presentarse a examen en las escuelas de
medicina, aun sin haber cursado las materias de obstetricia, para obtener
su título. Después de cierto plazo, se les exigiría aprobar por lo menos dos
cursos aparte del examen, que se llevaba a cabo en espafiol. 84 Esta circuns-
tancia es importante pues mientras los libros de texto y los exámenes fueran
en latín, se dificultaba sobremanera la difusión de estos conocimientos entre
el pueblo y también entre muchos aspirantes a la carrera de medicina. Hasta
donde sabemos, sólo los títulos de partera y de maestra de primeras letras
eran accesibles a las mujeres de la época.
cas, cuyo mayor o menor número dependían de las. bondades del erario. Siem-
pre se procuraba dotar primero a los muchachos, pues su instrucción tenía
prioridad tanto dentro de la familia como dentro de las miras del gobierno.
Sólo cuando alcanzaba el dinero, se abría un establecimiento para niftas. Salvo
en lugares muy apartados, se llevaba a cabo una rigurosa segregación de los
sexos en los planteles, y si compartían el mismo edificio, cada uno tenía su
propia puerta de entrada. Las "amigas" tenían prohibido recibir niftos pe-
queftos, aunque de hecho lo hacían. 87 Ninguna escuela de educación supe-
rior, hasta la década de los aftos cincuenta, admitía niftas, por lo que la única
posibilidad para continuar los estudios eran los maestros particulares.
Los ayuntamientos sostenían algunas escuelas y la iglesia otras. Alrede-
dor de 1830 había un total de 58 conventos de monjas en la República. Si
se hubiera obedecido la real cédula de 1817 (o las anteriores sobre el mismo
tema) cada convento habría tenido una escuela pública y gratuita. De he-
cho, en Puebla sólo cinco conventos tenían escuelas: Jesús María, San José
de Gracia, las Vírgenes, Nuestra Seftora de Guadalupe y la Enseftanza de
Nuestra Seftora de los Gozos; en ellas recibían instrucción apenas unas 122
niftas, algunas de gracia y otras pensionistas. 88 Guadalajara tenía dos escue-
las conventuales a las que se agregaban otras seis públicas para niftas, ane-
xas a otros establecimientos eclesiásticos. 89 El arzobispado de México, a
pesar de su enorme extensión territorial, sólo contaba con tres, con una asis-
tencia diaria de más de mil niftas. 90 La más emprendedora y de mayor éxito
era la Nueva Enseftanza, cuyas profesas destinaban casi todos sus recursos
a la escuela. Ofrecían lecciones gratuitas para "leer, escribir, coser lienzo
fino, bordar y otras curiosidades mujeriles, juntamente con los principios
esenciales de nuestra santa religión, de doctrina cristiana y de sana moral".
El convento fue fundado para educar niftas indígenas; poco después de la
Independencia recibía niftas pobres, sin distinción de raza. Encaminaba a
sus pupilas a ser madres de familia o domésticas cristianas. El convento
buscó el subsidio del gobierno para entrenar "las sirvientas útiles que tanto
escasean en las casas para los oficios de cocina, lavado de ropa y aseo de
recámaras" .91 En suma se puede afirmar que existían pocas oportunidades
educativas para las muchachas y ni la iglesia ni los gobiernos nacional y re-
gionales cumplieron su obligación educativa. Esta falta de instrucción for-
mal fue comentada por más de un viajero. Salvo el misal, las mujeres no
leían. Pocas veces seguían en la "amiga" cumplidos los diez aftos de edad
y a los catorce terminaban hasta sus clases de bordado y de música. A partir
de esa edad sus obligaciones se reducían a "comulgar regularmente, asistir
a la iglesia, bordar y cantar un poco" .92 Aunque supieran leer, no lo ha-
cían y cuando escribían era con faltas de ortografía. A medida que avanza-
ba el siglo, se cerraban los horizontes. Durante el imperio, al importar el
modelo francés de escuela conventual, se pensó que no hacía falta ninguna
educación humanista o literaria, lo importante eran los buenos consejos y
los modelos virtuosos. "La instrucción debe ser exclusivamente moral y re-
ligiosa ... la práctica de la abnegación y los sacrificios personales, así como
fortificar los instintos de bondad y combatir los vicios." Algunos propagan-
distas insistían en que la mujer no necesitaba ciencia, la virtud no residía
en sus secretos, "ni en el fárrago de una erudición tan indigesta como inú-
til".
Por el contrario, el conocimiento era peligroso, pues transformaba su
modestia natural en "desenvoltura y orgullo". Podía perder la habilidad de
sonrojarse y "la niña que no siente matizadas sus mejillas por el pudor, da
indicios de costumbres ásperas y duras y de malas inclinaciones" .93 En toda
la provincia mexicana las condiciones de vida eran duras, y tal vez más que
en ninguna otra en la frontera norte, donde se recrudecieron, precisamente
en estos años, los ataques de los indios bárbaros. Aislados, en un clima hos-
til, en constante peligro de ataques en los que había que manejar armas para
salvar la propia vida, se procuraba educar a las niñas como si fueran a pasar
la vida enclaustradas y sin ningún sobresalto. Pocas veces un modelo educa-
tivo ha sido tan poco adecuado al ambiente y ha fomentado maneras de ser
tan contradictorias a la realidad.
No sabemos a ciencia cierta qué tan difundida estaba la cultura formal
entre la población femenina, sobre todo en provincia. Los datos disponibles
están dispersos, pero testifican que el número de niñas con cierta prepara-
ción académica era mucho menor que el de niños. Un informe redactado
23 años después de erigir a Guerrero en estado, señalaba que en poblaciones
pequeñas donde apenas tres o cuatro individuos sabían leer y escribir, ningu-
no de ellos era mujer, pero en lugares más poblados, el municipio de Huitzuco
por ejemplo, de 4 230 habitantes, 227 hombres y 27 mujeres eran alfabetos.
Taxco, con 11 143 habitantes, tenía 477 hombres y 85 mujeres instruidos en
las primeras letras. Iguala, más chico, con 5 535 habitantes, sólo contaba
con 137 hombres y 6 mujeres que decían saber leer y escribir. Esta cifra ex-
cesivamente baja, aseguraba el informe, era errónea. En todo el distrito 'de
Hidalgo, estado de Guerrero, que comprendía seis municipios, menos del
diez por ciento de los poquísimos que sabían leer y escribir eran mujeres. 94
No sabemos si esta proporción era privativa de una zona muy poco desarro-
llada o general con respecto a toda la República, pero sí es evidente que al-
gunas mujeres estaban relacionadas con los establecimientos educativos. A,ño
con año, un número cada vez mayor dedicaba su vida a la enseñanza y para
ellas esta carrera se consideraba un medio honorable de sostenerse. Posi-
blemente algunas de estas mujeres hubieran entrado a la vida religiosa en
93 Gazeta de Monterrey, 6, may., 1866 en Ordóflez, 1942, v. 1, pp. 118, 120, 121.
94 Memoria Guerrero, 1872, pp. 85, 93.
PANORAMA EDUCATIVO 127
otros tiempos; en el siglo XIX, la docencia era una alternativa más acorde
con los tiempos. 95
V. LA CULTURA UNIVERSITARIA
95 Algunas niñas se graduaron del Liceo de Niñas de Guadalajara, por ejemplo, con sus
títulos de preceptoras. Las seis más aplicadas recibieron sus títulos en 1865. Exámenes, 1866,
p. 29 en AGNM, Biblioteca, Col. Mise. 210.
96 Anna, 1978, pp. 84, 85.
128 ANNE STAPLES
Monterrey y Puebla cobraban 120, Yucatán 125 (aunque en 1844 decía aceptar
hasta 85, debido a los problemas económicos de la península), Guadalajara
140 y el seminario de México 145, siendo el más caro. Esta diversidad en
el monto de la colegiatura puede reflejar diferencias en el costo de la vida
en distintas regiones del país. De los demás, no se tenían noticias al tiempo
de hacer las estadísticas de 1844. 97 Sabemos que el nuevo seminario estable-
cido en Culiacán fue mal acogido y terminó por cerrar sus puertas al poco
tiempo. Se estableció formalmente en 1837 y se abrió a principios de octu-
bre de 1838. Ese día, sólo se presentaron tres colegiales y un capense. Más
adelante estudiaban ahí 31 colegiales y 15 capenses; todos aprobaron el curso
de latín, materia bastante exótica para esas áridas regiones. El examen pú-
blico, poco usual en el norte, atrajo como espectadores, según la usanza de
la época, al gobernador del departamento, a las autoridades y a los princi-
pales vecinos. 98 Tales exámenes siempre gozaban de una nutrida asistencia
en una sociedad huérfana de diversiones.
Una década más tarde se intentó establecer un seminario en Colima. El
intento no fue bien recibido pues "nació en medio de contradicciones y bur-
las ... " y la sociedad ridiculizó al rector y sus labores docentes. Se decía
que tal obra era inútil; que sus maestros eran incompetentes; que era un pre-
texto para aprovechar una herencia y "algunos pretendieron exigir su clau-
sura porque sería en Colima un centro de fanatismo". ¿Qué problemas no
habría que el ayuntamiento y el cura parroquial estuvieron de acuerdo en
cerrarlo? No hubo necesidad, pues ningún padre de familia inscribió a su
hijo y la obra cayó por su propio peso. 99 Una segunda fundación al año
siguiente no corrió con mejor suerte. Cuarenta alumnos se presentaron, pero
el edificio donde se hospedaban quedó reducido a escombros por un temblor
que hubo ese mismo año. A partir de 1849 empezó una vida más constante,
hasta sufrir las consecuencias de la guerra de Reforma y perder todos sus
bienes. 100
Un punto en el cual había que insistir es la semejanza de vida entre los
seminarios conciliares, institutos, colegios y universidades. Los internados
de estos establecimientos se parecían mucho; con todo y el intento por se-
cularizar algunos aspectos de la vida pública, las devociones particulares
seguían siendo factor de primerísima importancia en la formación moral de
los jóvenes y de la sociedad en general. No se concebía aún que hubiera un
estudiante, ni ninguna persona de sociedad, privada de la benéfica práctica
de las devociones, misas y comuniones frecuentes. A nivel de educación pri-
maria, la recitación del catecismo religioso de Ripalda no sólo era sancionada
por la costumbre, sino impuesta por ley so pena de clausurar cualquier es-
cuela en la que no se dedicara por lo menos una media hora al iniciarse las
97 Memoria, 1845, "cuadro estadístico de los colegios nacionales de la República Mexi-
cana en el primer semestre de 1844".
98 AGNM, Instrucción Pública, v. 82 1/4, f. 259.
99 Brambilia, 1966, pp. 25, 26.
100 /bid., p. 27.
PANORAMA EDUCATIVO 129
clases y otra media hora por las tardes a aprender de memoria este catecis-
mo y, de ser posible, también el de Fleuri sobre la historia de la lglesia. 101
Durante toda la primera mitad del siglo XIX la educación primaria manejada
por el Estado, el clero secular o por cualquier otra corporación, seglar o ecle-
siástica, daba enseftanza religiosa. Lo mismo sucedía a nivel de estudios supe-
riores. En 1844 se hizo un intento, con resultados mixtos, de reunir una infor-
mación fidedigna sobre la enseftanza impartida en todos los colegios. Durante
la segunda presidencia de Santa Anna, se agrupó a todos los colegios, uni-
versidades e institutos literarios bajo la denominación de colegios naciona-
les, y en todos se daba instrucción religiosa a los alumnos. 102 No había ni
siquiera un asomo de lo que llamaríamos educación laica. Era unánime el
acuerdo de proveer al alumno de sólidas bases morales y sobre todo de habi-
tuarlo a las prácticas religiosas. En el Colegio de San Ildefonso de México
los alumnos aprendían los catecismos de Ripalda y de Fleuri y algunas veces
hacían uso del de Pouget. Pocas veces se menciona éste de Pouget entre los
libros de texto, pero tenía en común con todos los demás su presentación
en forma de catecismo, tan adaptado a la mentalidad de la época. En asun-
tos de religión lo importante era aprender los textos de memoria, y la forma
de hacerlo más fácilmente era por medio de una serie de preguntas y res-
puestas. En el Colegio de San Juan de Letrán en la capital, al cuarto para
las siete de la maftana los niftos concurrían a la capilla para las oraciones
de rigor y la lectura de la Instrucción de la juventud. Este recogimiento no
duraba arriba de quince minutos, pero por la noche se hacía la lectura del
día correspondiente del Alfo cristiano y diariamente oían misa. Una vez al
mes comulgaban todos. Los de San Gregorio oían misa diariamente, comul-
gaban una vez al mes (esto era regla general en todos los colegios), y llevaban
cátedras sabatinas de religión. Todos los colegios tenían algún acto religioso
por la noche, frecuentes funciones de iglesia y explicaciones diarias del cate-
cismo o de las Escrituras, hasta en los que tenían más tintes liberales, como
el Instituto Literario de Zacatecas. 103 El de Querétaro, antiguo colegio je-
suita, conservaba incluso después de las leyes de Reforma su marcado sabor
clerical·. Los alumnos de leyes y los teólogos, antes de entrar a cátedra reci-
taban y explicaban un versículo bíblico. Todas las noches el rector o el maestro
de aposento, que vigilaba los dormitorios, explicaba alguno de los misterios
de la fe. 104 La lista de ejercicios piadosos resulta parecida en los seminarios
conciliares. El catecismo de Ripalda es común en todos. En Chiapas leían
el Tratado de piedad cristiana de Gobinet; en Guadalajara, había cátedras
de religión, ejercicios espirituales y frecuentes pláticas sobre la Biblia. En
el seminario de México, media hora de prédicas espirituales seguían a la misa
dominguera y había lecciones diarias en el refectorio y en los dormitorios.
101 Dublán y Lozano, 1876-1904, v. IV, pp. 351, 3S2 citado en Vázquez, 1975, p. 48.
102Jbid., V. IV, p. 630.
I03 Memoria, 184S, "cuadro estadístico de los colegios nacionales de la República en 1844".
104 De la Isla, 1963, p. 2S.
130 ANNE STAPLES
lOS Memorias, 184S, "cuadro estadístico de los seminarios conciliares de la República Me-
xicana, en el primer semestre de ... 1844".
106 El Te/qrrqo, 27, jun., 1833, "Parte no oficial. Interior, estado de Oaxaca".
tiJ7 Herrejón, 1978, p. 26.
PANORAMA EDUCATIVO 131
las letras y la literatura sino todo lo que cabía dentro del campo humanista,
todo lo relativo al conocimiento humano y divino. 108 Se intentaba ofrecer
un panorama más amplio del saber contemporáneo que el repetido tradi-
cionalmente en los seminarios conciliares, universidades y colegios mayores,
cuyas directrices habían salido hace trescientos años del Concilio de Trento.
Este deseo de crear un nuevo tipo de educación superior se manifestó
tímidamente. Un examen de los libros de texto de los seminarios, colegios,
universidades e institutos no nos revela una diferencia radical en cuanto a
su contenido. Un mayor acercamiento a las últimas novedades de cada curso,
sobre todo en materias como la física, dependía de lo bien informado y de
los gustos personales de cada catedrático.
Tanto en los seminarios como en los colegios se encuentran ejemplos
de buenos o de anticuados textos. Sería aventurado etiquetar como retrógrada
o de nivel bajo la enseñanza de los seminarios. El de Michoacán, dirigido
por el culto Clemente de Jesús Munguía, era tal vez el mejor establecimiento
de educación superior humanista en su momento. Es obvio el esfuerzo por
parte de los institutos y colegios por hacer más accesible la educación superior,
gracias a cátedras en lengua vernácula y a la eliminación de cursos propios
para la carrera sacerdotal, como teología escolástica y moral, sustituidos por
matemáticas o cursos generales de filosofía.
El asunto del latín es importante. Parece que todos los cursos ofrecidos
en los seminarios conciliares, salvo los de derecho patrio, matemáticas, y
la lengua y gramática castellanas, se llevaban en latín hasta bien entrado el
siglo xx. Ser latinista seguía siendo requisito para poder cursar las otras
materias. En cambio, los colegios e institutos enseñaban latín durante un
año o dos, pero todos los cursos se llevaban en español. Una de las muchas
preocupaciones de las personas encargadas de la educación era la enseñanza
del latín. Sin haber perdido su prestigio como instrumento indispensable
para cualquier persona culta, tenía cada vez menos atractivo para los jóvenes.
A medida que la vida se secularizaba, disminuía la necesidad del latín, y puesto
que menos muchachos se dedicaban a la vida religiosa, el número de los que
lo dominaban se reducía. También es de notar que los escritos legales y los
cursos y textos universitarios ya estaban casi todos en lengua castellana, aun-
que seguía siendo obligatorio aprender los rudimentos del latín en todos los
colegios. Los textos conocidos por el nombre de su autor y consagrados por
años de uso, eran el Antonio de Nebrija y el Juan de Iriarte. En 1843 una
comisión los revisó junto con otros libros de texto y los encontró totalmente
inadecuados. El Nebrija tenía la enorme desventaja, según el criterio de la
época, de enseñar el latín con un texto escrito en el mismo idioma, de modo
que había que poderlo leer antes de empezar su estudio. La comisión consi-
deró que esto hacía la enseñanza "necesariamente oscura y enredosa". El
lriarte no salía mejor librado pues estaba escrito en verso; para hacerlo rimar,
el autor había embrollado las reglas gramaticales con lo que resultaban más
108Jdem.
132 ANNE STAPLES
gramática latina gratis, fue atacado con el argumento de que el latín no ayu-
daba a progresar a las naciones y era mejor algún idioma vivo. De todas
maneras se estableció la cátedra de latín en 1827. 113 En Chiapas se produjo
la misma queja; resultaba una pérdida de tiempo estudiar "su gramática
cuando no saben la propia, en reglas que no entienden y con un mal método
de enseñanza" .1 14 Muchos articulistas de los periódicos mencionan este mis-
mo tema. Los menos propugnaban por eliminarlo. Ignacio Ramírez pedía
retirarlo totalmente, por no ser indispensable. 115 Todos notaban su decaden-
cia y la necesidad de reformar su enseñanza; Sin embargo, poco se hizo y
los colegios siguieron con el Nebrija o el Iriarte durante todo el periodo.
El tema de los libros de texto nos permite atisbar los adelantos científi-
cos y pedagógicos o la resistencia a ellos. De acuerdo con la costumbre de
la época de comparar a México con Europa, el atraso de aquél se juzgaba
de siglos. Por ejemplo, hacía tiempo que en Europa se enseñaba la filosofía
como una disciplina aparte de la lógica, la retórica y temas similares. En
México, al contrario, imperaba todavía la práctica medieval de agrupar bajo
su nombre prácticamente todo el saber: "Dios, e! hombre y el universo eran
el objeto de la filosofía". Abarcaban las ciencias morales y las exactas, es
decir, se enseñaba también física y matemáticas. Un aprendizaje superficial
era el obvio inconveniente de dar tal instrucción enciclopédica en un solo
curso, con un solo texto, aunque durara tres años. No obstante, tal sistema
siguió gozando de aceptación en los círculos intelectuales más avanzados.
Años atrás, cuando Carlos III ordenó que Las instituciones filosóficas de
Fran~ois Jacquier sirviera de texto para los cursos de filosofía en todos los
colegios de la Nueva España, se consideró como un adelanto. Comprendía,
aparte de temas filosóficos propiamente dichos, algo de aritmética, álgebra
y física y parecía romper con el viejo molde escolástico. 116 Alzate lo juzgó
"una ráfaga de luz que disipará las tinieblas que antes ofuscaban el juicio
de los jóvenes destinados a instruirse en la filosofía". Esta obra, junto con
una escrita en 1781 por Juan Benito de Gamarra y Dávalos, criollo mexicano
educado en Europa, fueron los dos primeros libros elementales de filosofía
moderna que hubo en la Nueva España. La Elemento de Gamarra fue bien
recibida por la Universidad y otros colegios de provincia como auxiliar en
la preparación de lecciones y exámenes, y difundió conocimientos más con-
temporáneos sobre las ciencias naturales. 117
Para la cuarta década del siglo x1x, el Jacquier, ya pasado de moda, era
usado en todos los colegios. En 1843 se consideró que dicho texto y los de
Altieri y de Benito Bails deberían ser desterrados de las aulas, puesto que
no tomaban en cuenta ningún descubrimiento ni avance de la ciencia desde
la fecha de su publicación y era insostenible seguir enseñando un conocí-
113 Castrejón Díaz, 1976, v. 11, p. 58.
!!4Jbid., p. 415.
liS Díaz y de Ovando, 1972, v. 11, p. 8.
116 Sánchez, 1931, p. 137.
m Miranda, 1962, p. 41.
134 ANNE STAPLES
miento con medio siglo de atraso. 118 El Jacquier resultaba ya tan anticuado
que los profesores lo complementaban con una selección de otros autores.
Llegó a formarse un manual impreso que los alumnos manejaban para repasar
sus clases antes de los exámenes. Para 1853 ya iba en su quinta edición. 119
Al discutir la Constitución mexicana de 1857 se pidió que el gobierno tuviera
la obligación de revisar los libros de texto para evitar "que una ciencia como
la física se enseñe por el Jacquier" . 120 A pesar de su mala fama, era el texto
oficial en muchos establecimientos, incluso de reciente creación. Se usaba
en el colegio de Saltillo, en el establecimiento literario de Córdoba, y en otras
venerables instituciones como San Gregorio, de la capital y el colegio de San
Ignacio y San Francisco Javier, de Querétaro. 121 En el seminario conciliar
de México se usaban ejemplares del Jacquier en latín, francés y español, y
los alumnos habían tenido la laudable costumbre de consultar otros autores
para la misma materia. En 1793, el arzobispo Manuel de Omaña y Sotomayor
cortó de raíz esta curiosidad intelectual &1 mandar "que no se permita a los
filósofos que estudien otros autores más que el Jacquier: pues aún los tres
años de filosofía son muy corto tiempo para instruirse en él, mucho menos
para estudiar en varios autores" .1 22
La media docena de autores usados comúnmente, casi todos anticuados
y de difícil comprensión, propiciaba el atraso en los estudios superiores, que
la centralización y la uniformidad buscaban evitar. Muchos textos eran pé-
simas traducciones de obras antiguas, defectuosas aun en su original. Había,
por ejemplo, el texto latino de metafísica de Bouvier que en los colegios e
institutos se explicaba en español. Se estudiaba en el seminario conciliar de
Guadalajara, en el de Morelia, en el de Durango, en el Colegio de San Juan
de Letrán en México, en San Gregorio, en el Guadalupe Josefino de San
Luis Potosí y en la Purísima Concepción de Guanajuato. Por mucho que
se esmeraran los estudiantes de estos pesados libros, es dudoso que lograran
una verdadera comprensión de las materias. Ellos mismos lo admitían, al
repetir esta cantaleta en que se mofaban de sí mismos.
Todo el Nebrija aprendimos
Jacquier, Altieri, o Goudin
¡Y aún dicen que ni el latín
ni la física sabemosf1 2l
Lo que era sin duda el mejor establecimiento científico del país, el Cole-
gio de Minería, dotado de cátedras técnicas, arrastraba el peso de los textos
ban Tamez preparó para su curso una Historia de la filosofía que se usó du-
rante más de 20 años, 126 y como este ejemplo podríamos dar un catálogo
de catecismos civiles, religiosos, políticos, historias, gramáticas, textos ma-
temáticos y técnicos, creados a lo largo del siglo. Algunos de los peores
escritos no llegaron a las escuelas gracias a la censura del ministro de Ins-
trucción Pública. Proliferaron tanto como los proyectos legislativos, que
también formaron y forman hoy en día amplias bibliotecas; el redactarlos
parece haber sido y sigue siendo una especie de pasatiempo nacional. En 1864
Joaquín Noriega pretendió que sus Lecciones morales y sociales, compues-
tas en verso, fueran obligatorias en todas las escuelas de primera enseñanza
del Segundo Imperio. 127 Su principal inconveniente era que estaba plagado
de errores de ortografía, prosodia y sintaxis. Estas fallas eran comunes hasta
en los documentos oficiales. José María Bassoco, encargado de revisar el
texto, recordaba que la misma acta de aceptación del imperio, hecha en Mi-
ramar, "un modelo de caligrafía y un ejemplo del grado de perfección a que
puede llegar el dibujo de la pluma", tenía errores de ortografía. Efectiva-
mente, la finalidad de las escuelas había sido siempre lograr una bella cali-
grafía, aunque el alumno no supiera en qué orden poner las letras.
Los libros de texto, de todos los tamaños y temas, eran de una variedad
que desconocemos hoy en día. Algunos eran eruditos, aun para la escuela
primaria, y otros, como los de Nuevo León, procuraban interesar al alumno
mediante dibujos y métodos visuales. El primer plan de instrucción pública
de este estado (1826) pedía el uso de estampas con explicaciones, sobre todo
para ayudar a aprender los principales sucesos históricos. Tal como los fa-
bricantes de cereales procesados hoy día, la legislatura quería animar al niño
a coleccionar las estampas, y que tuviera su propio juego cada escuela, sala
de sociedad, aula de labor, refectorio de casas de beneficencia, todos los es-
tablecimientos públicos, la sala del congreso estatal, hasta las cárceles. Es
el primer estado que se muestra preocupado por dotar a las escuelas de ma-
pas y globos terráqueos. Incluso se sugirió hacer un rompecabezas con un
mapa de México para que los niños lo armaran y aprendieran geografía. 128
Las imprentas locales desempeñaron un papel determinante en la multi-
plicación de libros de texto escritos por profesores de provincia. Algunas
estaban destinadas, a la vez, a facilitar las prácticas de los aprendices de li-
notipista. En Toluca los señores Orozco y Carrillo regalaron una imprenta
al Instituto Literario que en 1850 empezó a producir silabarios, gramáticas
castellanas, catecismos religiosos y aritmética para las escuelas públicas. 129
130 AGNM, Instrucción Pública, v. 84, ff. 49, 54, 61-65, 68, 70, 75. Heredia Correa con-
sideró que, la imprenta en Michoacán, hacia importantes trabajos desde los años treinta del
siglo pasado.
131 Siglo XIX, 1, ene., 1842.
138 ANNE STAPLES
logros y de sus fracasos. Es obvia la importancia que tenía el tema para los
gobernantes de una sociedad que aspiraba a ser nueva, pero que no lo era.
Luchaban contra la inestabilidad política y económica y contra la falta de
recursos humanos preparados para la tarea educativa. Y sin embargo, su vi-
sión de una sociedad que llenara mejor las necesidades humanas les llevó
a sentar las bases de lo que serían después los nuevos intentos de la República
Restaurada y del Porfiriato. Los frutos de sus esfuerzos se conocerían al for-
marse la sociedad moderna del siglo xx.
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EN BUSCA DE UNA EDUCACIÓN REVOLUCIONARIA:
1924-1934
INTRODUCCIÓN
145
146 FRANCISCO ARCE GURZA
otras. Aunque las diferencias entre una y otra no fueron siempre tan grandes
como pensaban quienes las postularon, la nota dominante en el ambiente
educativo de estos años fue el desacuerdo.
En las polémicas educativas, los protagonistas estuvieron en general más
preocupados por definir una doctrina y combatir otra, que por mejorar real-
mente los métodos y las instituciones educativas. Esto se explica porque los
debates educativos no sólo reflejaban diferencias ideológicas, sino también
pugnas políticas. La lucha por el poder era también la lucha por imponer
una ortodoxia revolucionaria. No obstante, al estudiar la historia educativa
de estos años, uno se pregunta hasta qué punto las pugnas entre políticos
y líderes educativos sirvieron para aliviar la ignorancia de tantos pueblos a
donde nunca llegaron las escuelas. Los líderes educativos estuvieron demasia-
do preocupados por definir qué se iba a enseñar, pero, salvo unas cuantas
excepciones, se olvidaron de pensar cómo sus ideas grandilocuentes llega-
rían realmente al pueblo, de modo que la mayoría de las decisiones sobre
lo que sería la educación revolucionaria se quedaron en el papel. Muchos
maestros nunca entendieron el contenido de las reformas ideológicas que tanto
ruido hacían en la capital, así que siguieron fieles a sus métodos tradicionales.
La falta de unidad en las concepciones educativas no fue, sin embargo,
tan sólo cosa de políticos. En el fondo era la consecuencia natural de una
sociedad fragmentada política y socialmente. La necesidad de unificar el
sistema educativo no era una preocupación novedosa, pero sólo en la época
de Calles comenzó a materializarse este propósito. En medio de la enorme
anarquía que caracterizó la historia educativa de estos años, puede obser-
varse cómo el Estado empieza a ejercer dominio en el campo educativo y
ésta es una parte fundamental de la trama educativa de la época. El conflicto
con la Iglesia en el terreno educativo, las modificaciones que se hicieron al
artículo tercero de la Constitución, las leyes reglamentarias, la preocupación
gubernamental por producir maestros en masa y diseminarlos por toda la
República, el crecimiento institucional de la SEP y los acres debates sobre
la orientación que debía seguir la educación pública fueron, en parte, el
resultado de una presencia oficial cada vez mayor, fenómeno que se da no
sólo en el terreno educativo, sino en casi todos los ámbitos.
La unificación educativa requería, sin embargo, de algo más que del con-
trol político. La violencia y el dogmatismo implícitos en algunas de las ideas
educativas del Estado provocaron una gran reacción no sólo en contra de
las ideas educativas oficiales, sino en contra de todo lo que sonara a monopo-
lio educativo. Desde los años de la persecución religiosa hasta poco tiempo
después existió entre diversos grupos una gran desconfianza hacia las en-
señanzas del Estado. Esta desconfianza tuvo su origen en las campañas des-
fanatizadoras emprendidas por varias escuelas oficiales, en los proyectos
estatales para establecer una educación sexual y en la imposición posterior
de la educación socialista. A partir de entonces la eaucación extraescolar en
las familias católicas comenzó a rivalizar y a combatir las enseñanzas oficiales.
La familia reafirmó su papel formativo en el proceso educativo y la educa-
148 FRANCISCO ARCE GURZA
La historia de la educación rural en estos años puede verse pues, como parte
del objetivo central del gobierno de reconstruir la economía del país. La ex-
pansión del sistema escolar en el campo en los años veinte e incluso en los
treinta, no fue solamente un intento por educar al campesino, sino un es-
4 /bid., p. IS.
s /bid., capitulo IV.
EN BUSCA DE UNA EDUCACIÓN REVOLUCIONARIA 151
Las escuelas centrales agrícolas ofrecen sin duda el mejor ejemplo de la ma-
nera cómo el régimen callista intentó vincular la educación al desarrollo eco-
nómico. Sin embargo, el panorama educativo de estos años fue mucho más
amplio y los proyectos mucho más ambiciosos. Moisés Sáenz fue el arqui-
tecto de la mayor parte del proyecto educativo callista. Él fue quien integró
los diferentes programas en una gran estructura que incluía una concepción
pedagógica y una noción de las metas a las que debería avocarse la educa-
ción nacional. Ideólogo y crítico de la educación callista, fue probablemente
junto con Vasconcelos, el educador con la noción más ambiciosa del queha-
cer educativo mexicano. Con Sáenz la educación dejó de ser exclusivamente
un engrane de la nueva política económica de Calles. Se convirtió en una
empresa de gran envergadura, cuya meta final sería la integración de la na-
cionalidad mexicana: la eliminación del mosaico racial y cultural que impedía
el progreso de México.
Moisés Sáenz había nacido en Monterrey en 1880 y hecho estudios de
pedagogía en Jalapa y de posgrado en la Universidad de Columbia, en Nueva
York. Ahí recibió la influencia decisiva de John Dewey, el creador de la
escuela activa. Más tarde, concluyó su formación en la Sorbona de París.
Al regresar a México fue nombrado director de Educación de Guanajuato
y en 1924, director de la Escuela Nacional Preparatoria. Un año más tarde
ascendió a la Subsecretaría de Educación y desde donde pudo planear la edu-
JO /bid., p. 320.
EN BUSCA DE UNA EDUCACIÓN REVOLUCIONARIA 153
cación nacional. En este puesto duró seis años, con la breve interrupción
de cuatro meses (de agosto a noviembre de 1928) en los que fungió como
secretario de Educación. En 1933 emprendió un programa experimental de
educación rural en Carapan, Michoacán, y a raíz de una disputa con Narciso
Bassols, entonces secretario de Educación, abandonó la Secretaría y se exilió
en Perú donde murió en 1941.
La principal función educativa de Sáenz fue la expansión del sistema
escolar en el campo. Esta tarea ya había sido emprendida por Vasconcelos,
pero Sáenz la reinició y le dio un sello propio. Desde la época de Vasconce-
los se había pensado que la escuela rural no debería ser exclusivamente una
institución académica, sino un auténtico centro social para toda la comuni-
dad. Pero este sistema carecía de una teoría global que orientara a los maes-
tros y Moisés Sáenz trató de proporcionársela. 11 Como subsecretario de
Educación intentó aplicar la pedagogía de John Dewey, adaptada a las ne-
cesidades de nuestro país.
Para Sáenz, el problema más grave de México era la ausencia de una
unidad social y cultural. Las disparidades eran patentes en todos los estra-
tos, pero primordialmente la que existía entre los indígenas aislados en el
medio rural y el resto de la población. Así, la integración del indígena, y
en general la del medio rural, fue la tarea principal a la que encaminó sus
esfuerzos. La escuela rural se convirtió entonces en el centro social de la co-
munidad indígena. Involucraría a niños y adultos en una amplia variedad
de actividades que iban desde el aprendizaje de la música y la danza, hasta
el cultivo del maíz. Una de las tareas principales de dichas escuelas era ense"
ñar a los indígenas a hablar, leer y escribir en español. A través de un sistema
de escuelas rurales, con un impecable ejército de maestros bien adiestrados
se romperían las barreras culturales que aislaban a los pequeños poblados
campesinos y los integraría a la vida nacionaiY Con el método de la "es-
cuela activa", ideado por John Dewey, se integraría perfectamente la edu-
cación a la vida, de modo que no existiera el abismo tradicional entre las
enseñanzas escolares y las necesidades cotidianas:
que invitó a su antiguo maestro Dewey para que viera florecer los resultados
de su teoría en el campo mexicano. Dewey, impresionado con los experi-
mentos de su alumno, escribió un ensayo laudatorio intitulado "El renaci-
miento educativo de México" . 15
El apego de Sáenz a la escuela activa no fue casual, ni tampoco debe
considerarse como un burdo intento por imitar los métodos norteamerica-
nos de educación, como muchos de sus contemporáneos opinaron. Para Sáenz
la escuela activa ofrecía un método adecuado para alcanzar un ideal neta-
mente mexicano. La "integración" entre la escuela y la vida que postulaba
la escuela activa, no difería del ideal de "integración" social y cultural del
mosaico mexicano que era, tanto para Sáenz como para Vasconcelos, la única
base sólida de la que podría surgir una auténtica nacionalidad mexicana. En
la práctica se esperaba que la Secretaría de Educación unificara los progra-
mas y métodos educativos y que enviara a los maestros rurales a las nuevas
escuelas para que sirvieran de almácigos en todos los rincones de la República.
Sáenz exaltaba las bondades de la nueva escuela comparándola con la
educación tradicional:
Estos niftos -los de las escuelas tradicionales- leen y escriben y hacen un cierto
número de trabajos; cantan, dibujan y pintan; las niftas cosen y bordan; esta-
mos acostumbrados a ver que todas estas cosas las hagan los niños en las escue-
las. Pero en esta escuela los.alumnos crian gallinas y conejos. Tienen también
uno o dos cerdos. El jardín es una mancha de belleza; los niños trabajaban in-
tensamente en él. Lo riegan todos los días con agua que ellos mismos sacan del
pozo cercano. Los niftos tienen su huerto; crian abejas; plantas moreras y han
comenzado una colonia de gusanos de seda. ¡Están ocupados y tan felices estos
niños en la escuela rural! 16
15 /bid., p. 299.
16 /bid., p. 299.
17 /bid., p. 302.
EN BUSCA DE UNA EDUCACIÓN REVOLUCIONARIA 155
los vecinos contribuyeron con materiales, con trabajo y en muchos casos aun
los niños ayudaron en la construcción. Se estimaba el valor material de las 2 300
escuelas (aquellas que fueron construidas por los pueblos) en más de 2 millones
de pesos, aportados todos por el vecindario. Más de dos terceras partes de las
escuelas rurales examinadas tenían terrenos para cultivos ... Como en una cuarta
parte se desarrollaban prácticas y enseñanzas de pequeñas industrias, contándo-
se un buen número de talleres. Más de la mitad de esas escuelas congregaban
regularmente a los campesinos; todas ellas estaban desarrollando campañas es-
peciales pro limpieza. En aquel año de 1928 fueron vacunadas en las escuelas
más de lOO 000 personas y se celebraron 2 500 exposiciones y ferias vecinales;
255 escuelas habían iniciado la construcción de caminos; más de lOO habían po-
dido dotar de agua al pueblo; más de 200 habían abierto oficinas de correos,
y cerca de 1 000 tenían organizadas cooperativas de adultos. 18
rales. La educación para Sáenz tenía un claro sentido religioso. Según él,
Ja Iglesia católica, si bien constituía un lazo de unión entre los mexicanos,
no había logrado integrar al pueblo en una nación: había en los mexicanos
un elemento más profundo e importante que su catolicismo: su mexicani-
dad. Sólo un "nacionalismo tesonero" podría acabar definitivamente con
el "caos etnológico" y con la desigualdad de las clases sociales, obstáculos
centenarios que impedían el progreso de México. La escuela debía ser por
tanto mexicana ante todo; portadora de una tradición folclórica, de un tem-
peramento artístico, de un sentido del destino racial y de un orgullo por los
componentes de nuestra raza. Además esta escuela mexicana se preocuparía
por reconstruir la base material de la vida, formando hombres prácticos y
trabajadores. Sáenz creyó durante un tiempo que esta escuela mexicana de-
bería sustituir tanto a la educación católica como a la laica por una religión
práctica.
Los sueftos educativos de Sáenz no tuvieron los efectos prácticos que él es-
peraba. Además de la insuficiencia estatal para difundir los planes educati-
vos, la religión de México elaborada por Sáenz requería de una fe común
que no existía ni entre políticos ni entre los mismos educadores. Durante los
últimos siete meses que pasó Sáenz en México, estuvo en la estación educa-
tiva experimental de Carapan. Los resultados de sus observaciones fueron
recogidos en su libro Carapan: bosquejo de una experiencia. Su descripción
del panorama educativo tenía una redondez particular. Su visión de la edu-
cación rural hasta entonces teóricamente concebida desde la subsecretaría,
cambió con la observación directa; se enriqueció a la vez que se volvió crítica
y en ocasiones fatalista; finalmente había descubierto que la redención del
indígena y la integración de la nacionalidad mexicana no eran función ex-
clusiva de la escuela; era necesario integrar económicamente a la población
y buscar un acuerdo sobre las prioridades nacionales. Sáenz reprochaba a
la educación sus fracasos, pero posiblemente lo que más lo desconsolaba era
el haberse dado cuenta de que las metas que él había impuesto a la educación,
estaban, en cierto modo, fuera del ámbito de los maestros y de las escuelas.
El ímpetu regenerador con que se habían iniciado los programas educa-
tivos en la época de Calles había comenzado a flaquear y a caer en la cuenta
de sus fracasos. Los maestros e inspectores rurales enviaban constantemente
informes a la' Secretaría describiendo los fracasos. Hablaban fundamental-
mente de la falta de recursos, de la ineficiencia de los maestros mal pagados
y de la resistencia de las escuelas católicas a los maestros y a los programas
oficiales. Es verdad que todos éstos fueron impedimentos serios para la ex-
pansión de la escuela rural; sin embargo, muchas veces el error estaba en
los programas mismos. Los maestros, inspectores y funcionarios de la SEP
poco se preocuparon por conocer los valores vernáculos de las agrupaciones
EN BUSCA DE UNA EDUCACIÓN REVOLUCIONARIA 157
en las que se desarrollaría la nueva escuela, que era la condición sine qua
non para que las enseftanzas tuvieran un arraigo permanente. No era posible
"enseftar a vivir al campesino" sin saber cómo había vivido durante tantos
aftos. 20 El fracaso de la Casa del Estudiante Indígena también se explica por
esta concepción errónea de la exclusiva planificación central. Se había fun-
dado en la ciudad de México y tenía el propósito de "modernizar" a ciertos
indígenas para que se convirtieran en agentes de cambio de sus comunida-
des. De los doscientos jóvenes monolingües que vinieron de los lugares más
apartados de la República a la Casa del Estudiante Indígena, ninguno regresó
a su lugar de origen. La casa se clausuró en 1932. 21
Más allá de los "enfoques" y de la organización teórica que se le inten-
tó dar desde las oficinas centrales de la SEP, la educación en aquellos años
tenía límites muy claros, marcados por circunstancias concretas de índole
política y económica que escapaban al afán redentor de los ensueños educa-
tivos. Uno de los principales problemas a los que se enfrentaba el aparato
educativo estatal era el de su insuficiencia. No era sólo la supuesta incapaci-
dad para ofrecer escuelas a todos los educandos potenciales, sino también
para erigirse como el órgano supremo de educación nacional, tanto frente
a las escuelas estatales, que habían tenido bastante independencia respecto
de las políticas dictadas por el gobierno central, como frente a las escuelas
particulares. En una encuesta realizada por la SEP sobre el estado de la edu-
cación en el año de 1928 se observa la gran fuerza que tenían las escuelas
sostenidas por los particulares con relación a las que sostenía la Federación.
Esto nos da una idea del efecto que tenían las decisiones que sobre polí-
tica educativa tomaban algunos gobernadores para demostrar su fuerza y
su autonomía frente al poder central. Como veremos más adelante, muchas
de las nuevas ideas educativas se incubaron y se aplicaron inicialmente en
la provincia y de ahí vinieron las principales peticiones de reforma constitu-
cional al artículo tercero que culminaron con la reforma socialista de 1934.
Es pues evidente que la necesidad de centralizar el control por parte del
gobierno federal era de fundamental importancia para que se cumpliera la
gran promesa revolucionaria: la creación de una educación nacional unita-
ria que difundiera los principios de la modernización y creara un auténtico
espíritu nacionalista y revolucionario. Esta necesidad constituye la motiva-
ción primordial de la inagotable actividad que desarrolló la SEP durante es-
tos años. La proporción relativamente menor que guardaba la educación
federal frente a la estatal y a la particular explica también en parte por qué
uno de los principales artificios para la centralización educativa fue la labor
legislativa: el gobierno central podía reclamar autoridad, pero no podía ejercer
otro tipo de controles más directos -como el económico- para orientar
la política educativa.
Curiosamente, a pesar del gran hincapié que se hizo en el poder trans-
formador de la educación y en la modernización que aparejaría, el presu-
puesto educativo de estos años fue el más bajo desde la revolución. Durante
la época de Vasconcelos, el presupuesto educativo llegó a 1507o del presu-
puesto total de la Federación. Bajo la presidencia de Calles bajó a 7% y a
partir de 1930 comenzó a elevarse, en gran parte por la inagotable actividad
del secretario Narciso Bassols, hasta alcanzar en 1933, 14%; es decir que
en un periodo de escasos cinco años se duplicó y siguió creciendo durante
el cardenismo en que fluctuó entre 15 y 18 por ciento. 22
e] Educación urbana
La escuela rural fue sin duda la que ocupó el lugar prioritario en los esfuer-
zos educativos de la época: 260Jo del presupuesto total de la SEP en 1928 fue
destinado al desarrollo de estas escuelas. La educación urbana, sin embargo,
experimentó también desarrollos importantes.
El 30 de diciembre de 1925 se firmó el decreto que creaba la escuela se-
cundaria con un afán aparentemente popular. El decr~~o decía que la SEP
se encargaría de crear escuelas secundarias tomando en cuenta que '' . . la
doctrina democrática implica la mayor amplitud de oportunidad educativa
para todos los niños y jóvenes del país". Inmediatamente después de publi-
cado el decreto se crearon la primeras cinco escuelas secundarias en la ciu-
dad de México que dependían de la SEP. Anteriormente, los jóvenes que ter-
minaban la primaria y deseaban seguir sus estudios sólo podían asistir, o
a la Escuela Nacional de Maestros, o a la Escuela Nacional Preparatoria.
Las nuevas secundarias eran como decía el decreto, "equivalentes en pro-
grama y sanciones al llamado ciclo secundaria de la Escuela Nacional Pre-
paratoria". Si bien es cierto que la Preparatoria Nacional no podía seguir
siendo la única escuela en la ciudad de México que ofreciera educación se-
cundaria, la demanda para este ciclo escolar no era demasiado grande y
por ello creció con lentitud hasta que estuvo consolidado el ciclo de educa-
ción primaria.
También en estos años se fundaron diez escuelas normales regionales
y se organizó la Escuela Nacional de Maestros. La organización se llevó a
cabo bajo la dirección del maestro Lauro Aguirre quien hizo de ella un gran
centro capacitador de maestros rurales para escuelas primarias y técnicas.
Desgraciadamente después de la muerte de Aguirre, la Normal perdió su im-
pulso inicial, y para 1937, incluso su sentido unitario que no recobraría sino
hasta diez años más tarde. 24 Se fundó también un departamento de psico-
pedagogía e higiene que vino a responder a las hondas preocupaciones peda-
gógicas de los maestros en estos años. El departamento de Enseñanza Técnica
Industrial y Comercial estuvo encargado de instalar maquinaria y capacitar
a cientos de citadinos en varias decenas de escuelas para labores artesanales.
También en estos años Calles inauguró la enseñanza radiofónica. Se
trataba de combinar noticias e información cotidiana con rudimentos edu-
cativos sobre los t~mas más diversos: bolsa de valores, lectura de precios de
artículos necesarios, "el menú de hoy", clase de higiene, clase de belleza,
Uno de los elementos esenciales a este periodo fue el conflicto entre.la Igle-
sia y el Estado. Ya desde los años del Congreso Constituyente de 1917 se
había pensado que la educación oficial debería excluir toda enseñanza reli-
giosa, pero en los años de Calles el sentimiento antirreligioso surgió con un
nuevo vigor y con un afán combativo que no había tenido.
Las causas de este resurgimiento fueron muchas y de muy diversa índo-
le. Existía una larga tradición jacobina que concebía la religión como un ele-
mento retrógrado y "contra-natura" cuyo arraigo popular había tenido como
consecuencia inevitable un apartamiento del progreso y de la ciencia. Desde
antes de la revolución el anticlerialismo se autoconcebía como el portador
de la luz dentro del ámbito oscurantista y mítico de una sociedad religiosa.
La noción de que se debía enseñar "la Verdad" que estuvo presente en la
166 FRANCISCO ARCE GURZA
ideología educativa desde 1917 hasta 1934 con la educación socialista, tenía
esta acepción de "Razón" y "Ciencia" prerrequisitos mentales de todo pro-
greso y de toda modernidad. Anticlericalismo y progreso aparecieron entonces
como causas hermanadas y se convirtieron en aspectos esenciales de la ideo-
logía revolucionaria.
No es por tanto extrañ.o que la mayoría de las ideas reformistas de estos
añ.os, a las que ya nos hemos referido, tuvieran un profundo contenido anti-
clerical. Tampoco lo es el hecho de que el anticlericalismo haya surgido con
un nuevo ímpetu en el momento en que Calles asumió el poder y con él la
. responsabilidad de modernizar el país a cualquier costo. Es pues importante
tener presente que el anticlericalismo, tal como lo concebían los callistas,
era parte esencial del ánimo progresista que fue característico de su régimen.
Muchos revolucionarios consideraban que la desfanatización era el punto
de partida de cualquier educación moderna y auténticamente revolucionaria
y en esto comulgan muchas de las ideas reformistas con la ideología educativa
oficial. Finalmente, fueron muchas veces los mismos hombres quienes pri-
mero construyeron escuelas rurales o enseñ.aron en ellas y más tarde, cuando
estalló el conflicto con la Iglesia, combatieron fervientemente a los creyentes.
Existían por otro lado razones de índole política que desempeñ.aron un
papel no menos importante. La Iglesia católica en México se caracterizó en
el siglo xx por ser una institución dinámica con alguna ascendencia entre
las masas obrera y campesina de ciertas regiones del país. Desde antes de
la revolución la Iglesia se había comprometido en varias causas sociales y
para 1917 poseía ya una amplia red de actividades en el terreno de las obras
pías. Auspiciado en parte por la Iglesia, había surgido un importante movi-
miento sindical y se gestó un partido político católico con el propósito de
dar aplicación al espíritu de la encíclica Rerum Novarum que predicaba la
participación de los católicos en la actividad política. 32 Las limitaciones que
estableció la Constitución de 1917 a las funciones que comenzaba a desem-
peñar la Iglesia hicieron que muchas de sus actividades quedaran del lado
de la anticonstitucionalidad. Apenas promulgada la Constitución, la Iglesia
inició una serie de peticiones de reforma que tenían por objeto crear un marco
legal para expandir sus actividades, tanto sacras como pías. En el momento
en que el gobierno callista amenazó con dar una aplicación estricta a la Cons-
titución, la Iglesia se puso en pie de guerra. Su defensa tuvo la fuerza de
un movimiento que se sentía representante de una parte importante de la
población y capaz de desempeñ.ar un papel político decisivo. El conflicto
estalló en 1926, pero había quedado teóricamente planteado desde 1917.
Los artículos de la Consitución que trataron de ser reformados por la
Iglesia fueron el 5° que prohibía los votos monásticos y las órdenes religiosas;
el 130 que negaba personalidad jurídica a la Iglesia y concedía al gobierno
federal el derecho de "intervenir según la ley en materia de culto y de disci-
plina externa"; prohibía a los ministros de las religiones criticar las leyes
La ley niega ahora a las escuelas católicas el derecho de enseñar la religión como
deben hacerlo; manifestamos pues a los padres que es para ellos una obligación
de conciencia adoptar las disposiciones necesarias para impedir que sus hijos
vayan a unas escuelas en las que su religión y su moralidad corren el peligro
de ser socavadas. 39
42 /bid., p. 340.
EN BUSCA DE UNA EDUCACIÓN REVOLUCIONARIA 171
47 /bid., p. 20.
48 Britton, 1976, p. 76.
49 /bid., p. 73.
EN BUSCA DE UNA EDUCACIÓN REVOLUCIONARIA 175
dirección relativamente pequei\a (17 miembros) que sería electa por los maes-
tros del D.F. (elegían 7 miembros), la Asociación de Padres de Familia (dos
miembros), y la SEP (los ocho restantes). Durante la vigencia de la antigua
ley, los maestros habían seguido la práctica de elegir a los miembros del
Consejo en función de su carácter representativo de los sindicatos con lo cual
la dirección del Consejo había quedado completamente en manos de nume-
rosos líderes de distintos sindicatos. so
La segunda gran reforma administrativa de Bassols fue la de la Ley del
Escalafón que reglamentaba la promoción y los salarios del magisterio. En
1928, Calles promulgó un decreto que establecía una organización muy pri-
mitiva para asegurar un cierto nivel en los sueldos del magisterio. Sin em-
bargo, la disposición establecía que los mismos maestros controlarían y ad-
ministrarían este organismo, con lo cual se convirtió en una manzana de la
discordia entre los sindicatos. Esta ley fue enmendada en 1933 con el propó-
sito de crear un mecanismo para que la Secretaría ejerciera un control sobre
la promoción y salarios del magisterio. El d~creto establecía que éstos serían
determinados sobre la base de sus "necesidades", y no de los "méritos per-
sonales" como preveía la antigua ley.
Como es evidente, ambas reformas representaban una pérdida de poder
enorme para los sindicatos, particularmente la del Escalafón, pues un pro-
blema crítico era el del salario. Como se dijo, en 1932 los sueldos habían
sido reducidos temporalmente y aunque la reforma del Escalafón no tenía
relación con dicha reducción, los maestros, sobre todo los sindicalizados,
vieron amenazadas sus posiciones salariales y protestaron enérgicamente.
Organizaron manifestaciones públicas, prQtestas y casi la mitad de los maes-
tros del D.F. se organizaron en el Frente Único de Trabajadores de la Ense-
i\anza que reunía a varios sindicatos del D.F. y en la Confederación Mexicana
de Maestros, que contaba con el apoyo de otras organizaciones de maestros
rurales.
La presión política que ejercieron estas organizaciones sobre Bassols fue
enorme. El presidente Abelardo L. Rodríguez tuvo que dar su apoyo público
tanto al secretario como a la nueva Ley del Escalafón. Pero los problemas
con los maestros no terminaron con la promulgación de esta nueva ley (ene-
ro de 1933). Ambas reformas fijaron un esquema de poder favorable para
la Secretaría, pero Bassols se creó muchos enemigos dentro del magisterio
y la SEP perdió su dinamismo administrativo por lo menos hasta los af'los de
Cárdenas.
51 /bid., p. 33.
52 SEP, Memoria, 1932, pp. 162-165.
EN BUSCA DE UNA EDUCACIÓN REVOLUCIONARIA 177
privadas del D.F. se habían incorporado a la SEP y otras cuatro en las ciu-
dades del interior. La SEP había abierto 1S secundarias más en la ciudad de
México y su control era casi absoluto, al menos en teoría.
Respecto a la educación primaria, el 19 de abril de 1932 el presidente
Ortiz Rubio promulgó una serie de nuevos reglamentos para las escuelas pri-
marias privadas. En ellas se estipulaba que ningún ministro ni miembro de
ninguna orden religiosa podía ensei\ar en dichas escuelas. El gobierno se
reservaba el derecho de amonestar, multar o cerrar las escuelas que no se
apegaran al nuevo reglamento. 53 La ley de 1926 prohibía a los clérigos dirigir
estas escuelas, pero no se les impedía impartir ensei\anza siempre y cuando
ésta no fuera de carácter religioso. Bassols consideraba que esta ampliación
legislativa era necesaria, pues ningún ministro de culto podía enseftar sin
implicar su convicción religiosa en el contenido de sus ensei\anzas. Si bien
es cierto que el argumento de Bassols era bastante realista, o por lo menos
lógico, el nuevo reglamento significaba la expulsión definitiva de una gran
cantidad de maestros religiosos del campo de la docencia.
Las protestas estallaron inmediatamente. La Unión Nacioñal de Padres
de Familia (UNPF) envió una carta al presidente Ortiz Rubio reclamando
contra el nuevo reglamento. Sus argumentos no eran novedosos. Protestaron
por una violación de las garantías individuales referentes a la libertad de
pensamiento y de conciencia. La respuesta de Bassols tampoco fue novedosa.
Según él, el nuevo reglamento no era sino un medio legal para lograr una
aplicación estricta del artículo tercero constitucional, pero la verdad es que
se trataba de •Jna adición. La diferencia aparentemente sutil entre la prohi-
bición a los ministros de culto de dirigir escuelas y la prohibición de ense-
i\ar, representaba un enorme cambio en cuanto al marco legal de actividad
de la Iglesia en el terreno de la educación.
Las protestas de los católicos continuaron, pero no se articularon en
ninguna acción drástica. Fuera de las huelgas de ausentismo escolar que no
duraron mucho tiempo, el descontento se canalizó por la vía de apelaciones
al presidente y a varios funcionarios para que reconsideraran las nuevas me-
didas. La oposición religiosa se encontraba muy debilitada, y sobre todo había
perdido la articulación que adquirió durante los aftos de la guerra. Bassols
mantuvo su posición en contra de toda participación religiosa en las escue-
las y poco a poco las escuelas particulaes fueron cediendo por lo menos en
apariencia. Para principios de 1934 la SEP había logrado la incorporación
de 199 escuelas primarias privadas en el D.F. A 44 les negó la incorpora-
ción, de las cuales 11 fueron clausuradas. 54
e) La polltica universitaria
Uno de los elementos que provocaron gran agitación política en estos aftos
53 /bid., pp. 107-110; Britton, 1976, p. 40.
54 Britton, 1976, p. 44.
178 FRANCISCO ARCE GURZA
mento muy álgido del conflicto educativo, tanto dentro como fuera de la
Universidad. La discusión ideológica era el reflejo de profundas escisiones
políticas que habían hecho de la Universidad un núcleo de agitación difícil
de controlar. Desde diciembre de 19l2la Cámara de Diputados había con-
cedido al ejecutivo facultades extraordinarias para que en caso necesario
reformara el estatuto jurídico de la Universidad y la Ley Orgánica de la mis-
ma se expidiera en julio de 1929, 56 pero el gobierno se había abstenido de
tomar medidas al respecto. La agitación universitaria, sin embargo, siguió
creciendo: la federación estudiantil se había dividido y los líderes estudianti-
les se enfrentaban constantemente; el Consejo Universitario se había ene-
mistado con Bassols por haber vetado el reglamento civil universitario; más
tarde, los directores de diversas facultades y el Consejo Universitario se opu-
sieron al entonces rector Medellín acusándolo de despotismo. 57 Con el tiem-
po, las universidades de provincia comenzaron a tomar posición ante el con-
flicto y a establecer contactos con las diversas federaciones estudiantiles que
se reunían en múltiples congresos y llevaban a cabo actos políticos de solida-
ridad. Las organizaciones universitarias a su vez comenzaron a asociarse con
las agitadas organizaciones magisteriales y, según muchas opiniones de la
época, a involucrarse con los intereses ·electorales.
La trama detallada de la política universitaria de estos años es suma-
mente interesante, pues fue precisamente en esta época cuando las organiza-
ciones universitarias se vincularon con intereses de política fuera de la esfera
estrictamente universitaria, de modo que sus acciones comenzaron a tener
un impacto nacional importante. Este hecho ya irreversible trat~ de ser con-
trolado por el gobierno por medio de la acción legislativa. Cuando la crisis
universitaria llegó a su clímax en octubre de 1933 con una huelga de estu-
diantes del Distrito Federal y de algunos estados, que llevó a la renuncia del
rector Medellín, el presidente Rodríguez decidió ese mismo mes tomar una
serie de medidas para terminar con esta situación conflictiva: en primer tér-
mino otorgó la autonomía absoluta a la Universidad y consecuentemente la
posibilidad de mantener el principio de la libertad de enseñanza, y determi-
nó un nuevo presupuesto para la Universidad que constaba tan sólo de lO
millones de pesos. Ambas medidas estaban en realidad orientadas a aislar
a la Universidad del ámbito político nacional. El presidente Rodríguez dudó
de la capacidad de la Universidad para reorganizarse, y el secretario Bassols
habló con desprecio de la enseñanza universitaria acusándola de elitista. Se
dijo que la Universidad ya no sería nacional y se habló de la posibilidad de
abrir una nueva universidad que encarnara realmente los ideales del gobierno
revolucionario.
No fue fácil para la Universidad reorganizarse y sobrevivir en las condi-
ciones en las que se encontraba en octubre de 1933. Manuel Gómez Morín,
el nuevo rector, llevó a cabo una acción política y económica notable que
intentos por dar una nueva dimensión a la actividad de la SEP sólo podían
tener resultados a largo plazo, pero sus consecuencias inmediatas tenían efec-
tos desorganizadores. Así, su ánimo reformista pronto tuvo que ser sustituido
por la necesidad de poner en orden en medio del caos y la agitación pro-
vocada por sus propias reformas. El problema fue tal vez que todas sus
reformas se presentaron simultáneamente y Bassols no pudo enfrentarse a
tantos enemigos a un tiempo. Padres de familia, maestros y funcionarios
de la SEP tenían razones personales en $U contra.
El clima de agitación y de protesta que dejó Bassols tras de sí no sólo
en la SEP, sino en una gran parte de la opinión pública, fue el escenario en
el que había de desarrollarse un nuevo intento reformista también enorme-
mente controvertido: el de la educación socialista. En este nuevo proyecto
se conjugaron los elementos más característicos y problemáticos de la época;
la necesidad de erradicar la influencia religiosa del ámbito educativo fue una
parte importante del contenido ideológico del socialismo educativo y posi-
blemente la razón más profunda que explica su aceptación en los círculos
gubernamentales. El socialismo educativo parecía legalmente una acción de-
finitiva en contra de la presencia del clero en la educación sin necesidad ya
de discusiones sobre el significado del controvertido concepto de "laicismo".
Al mismo tiermpo la reforma educativa reforzaba la necesidad de control
político que había sido una preocupación constante durante los años del ma-
ximato; la aceptación del socialismo educativo daba al gobierno una apa-
riencia radical, que si bien en estos años no tuvo una contrapartida en otros
renglones de la actividad gubernamental, le valió el apoyo de ciertos grupos
radicales que se encontraban en cierta medida fuera del control político como
ciertas agrupaciones obreras y magisteriales o núcleos de poder regionales
como el de Adalberto Tejeda en Veracruz o el de Garrido Canabal en Ta-
basco que desde hacía tiempo luchaba por una orientación educativa más
radical. También fue un factor importante la crisis en la ideología revolu-
cionaria que, en combinación con la crisis mundial del capitalismo, provocó
una búsqueda desordenada de nuevas metas para revitalizar el espíritu de
la revolución. La noción de "justicia social" pasó al primer plano de los
ideales revolucionarios en un momento de la historia mundial en que el ca-
pitalismo alcanzaba su punto de mayor desprestigio. El concepto de "socia-
lismo", que estaba preñado de los significados más diversos, perdió gran
parte de su contenido subversivo y se convirtió simplemente en la única al-
ternativa viable. El radicalismo socialista de estos años no es comprensible
si no tomamos en cuenta esa sensación tan patente en los años treinta de
que comenzaba para el mundo una nueva era.
Por estas razones, la reforma educativa socialista debe considerarse co-
mo un producto típico de los años del maximato, aunque en su contenido
aparecieran ideas que se habían escuchado ya desde los debates del Congre-
so Constituyente de 1917 y que se repartieron aquí y allá durante toda la
década de los años veinte. El artículo tercero reformado quedó redactado
en los siguientes términos:
184 FRANCISCO ARCE GURZA
La educación que imparta el estado será socialista, y además de excluir toda doc-
trina religiosa, combatirá el fanatismo y los prejuicios, para lo cual la escuela
organizará sus enseftanzas y actividades en forma que permita crear en la juventud
un concepto racional y exacto del universo y de la vida social. 60
El nuevo texto fue aprobado aun antes de que el general Cárdenas asu-
miera la presidencia y estuvo enmarcado dentro del espíritu reformista del
Plan Sexenal. Su aplicación correspondió ya a un periodo distinto con ca-
racterísticas propias y en este sentido, aunque fue una herencia del maximato,
sus frutos en el campo educativo, muchos o pocos, iban a ser cosecha del
cardenismo.
La reforma constitucional, sin embargo, no implicó una transformación
del aparato educativo como la que habían soñado los reformistas y mucho
menos un acercamiento hacia una sociedad socialista. Era imposible cam-
biar la realidad educativa del país simplemente mediante un decreto, y más
aún cambiar la estructura social y económica a través de una reforma edu-
cativa. El afán de justicia social que inspiró a los reformistas en los primeros
años de la década de los treinta estaba ya bastante lejos del ímpetu origina-
rio del callismo de crear una educación para el progreso. Aunque el socialismo
era concebido como un ideal eminentemente moderno, adolecía del prag-
matismo con el que diez años antes se habían echado a andar los programas
de educación rural o de capacitación técnica para obreros. El cambio revo-
lucionario ya no parecía depender tanto del progreso material como se ha-
bía pensado en aquellos años, sino de un proceso mucho más intrincado en
donde las ideas se colocaban en el primer plano como agentes del cambio
revolucionario. Ya Calles en su famoso "grito de Guadalajara" de julio de
1934 había dicho que:
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