Colectivo de Abogados Jar - Terrorismo O Rebelion

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¿Terrorismo O Rebelión?

A todas las mujeres y hombres


que han ofrendado su vida o su libertad
por una sociedad en la cual los derechos de los pueblos
sean una realidad

AGRADECIMIENTOS

A los prisioneros de guerra, a los presos políticos y perseguidos por haber asistido a los
diferentes talleres, por sus entrevistas y aportes en la regulación del conflicto armado.

A los miembros de las diferentes organizaciones sociales por sus entrevistas, participación
en las actividades y aportes en este trabajo investigativo.

A los funcionarios públicos que posibilitaron el acceso a diferentes expedientes para


obtener la información de los procesos y ver la forma como éstos se han tramitado.

A quienes trabajaron tanto en las actividades desarrolladas como en la investigación.

A los luchadores populares que con su labor anónima han permitido que este trabajo se
pueda realizar.

A Brodeling Deleng -de Bélgica- por haber hecho posible esta publicación.
¿Terrorismo O Rebelión?

Introducción

Esta obra es fruto del esfuerzo de múltiples manos y pensamientos. En su construcción


colaboraron mujeres y hombres de sectores populares, campesinos, obreros, estudiantiles e
indígenas; población carcelaria; víctimas de la represión política e intelectuales sensibles y
comprometidos, quienes con su participación en seminarios y talleres, y desde sus espacios
naturales de expresión y lucha, aportaron su granito de arena para hacer de estas páginas,
no un gran tratado, pero sí una opinión y una expresión sentida y querida; no una erudita,
impenetrable y rigurosa enciclopedia, sino un testimonio vivo, sencillo, accesible y
diciente.

¿Rebeldes o terroristas? Este texto aborda algunos elementos que tienen que ver con la raíz
del conflicto armado en Colombia y la manera como el mismo se desarrolla, aspectos que
nos acercan o nos alejan de las posibilidades de encontrar caminos estables hacia la paz.
No hay grandes pretensiones teóricas en el tratamiento de la problemática, pero intentamos
aportar, desde nuestra práctica y compromiso con la vida, algunos reconocimientos desde
dos enfoques fundamentales: el primero, ligado a la presentación de la naturaleza del
surgimiento y desarrollo de los movimientos insurgentes armados, su tratamiento punitivo
y su reconocimiento político.

El segundo, desde las formas crudas de una guerra irregular en la que se transita de una
guerra de guerrillas a una guerra para defender territorios conquistados, y en la cual los
rebeldes, consolidados como ejército popular o con dicha aspiración, dejan de ser un
simple problema de orden público para convertirse en un poder con perspectivas
nacionales o con fuertes raigambres regionales y, en este aspecto, los métodos de hacer la
guerra cuentan no sólo sobre su legitimidad, sino sobre la del propio Estado que ha sido
cuestionado desde la raíz del conflicto. Es aquí donde el Derecho Internacional
Humanitario (DIH) desempeña un papel importante para evitar la degradación de la
guerra.

Reconocer que hay causas políticas, sociales, culturales y económicas que explican el
conflicto armado desde su origen y desarrollo, y que enfrentan a la insurgencia con un
régimen excluyente y sectario, tiene que ser el punto de partida para cualquier proceso de
negociación que haga viable la transformación del país. Muchas han sido las voces desde
el establecimiento -y decimos establecimiento desde el sentido inglés del término: poder
económico, político, militar y religioso a los cuales habría que agregar el mediático como
forma de control social que ejercen las élites en su propio beneficio- que no han querido
reconocer en el rebelde a un interlocutor político, sino que, asumiéndolo como bandido y
ahora como terrorista, han pretendido y pretenden su aniquilamiento.

En los años sesenta, con el triunfo de la Revolución Cubana y el auge de la guerra fría, la
política exterior norteamericana estuvo orientada a impedir o enfrentar el desarrollo de
procesos revolucionarios, progresistas o reformistas. Colombia no fue la excepción y, en
provecho de tal escenario, las élites colombianas pidieron los favores norteamericanos para
ahogar en sangre los incipientes movimientos de campesinos colonizadores que
desarrollaban formas autárquicas de producción y defensa, en regiones como Marquetalia,
el Pato, Guayabero y Riochiquito, entre otras.

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¿Terrorismo O Rebelión?

Entonces el Plan Colombia o la Iniciativa Regional Andina tomaban los nombres de


Alianza para el Progreso o Plan Laso: la zanahoria y el garrote. Se puso fin a las llamadas
repúblicas independientes y, lo que tendría que haberse resuelto por la vía del diálogo, la
concertación y las reformas, fue lo que alimentó por medio de la represión la creación del
grupo guerrillero más grande del país.

Hoy en día, a raíz de los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas
en Nueva York y contra el Pentágono en Washington, las élites colombianas, ante la
anunciada Alianza Mundial contra el Terrorismo, ven una nueva oportunidad para que los
Estados Unidos se decidan a vencer a los movimientos insurgentes armados en Colombia,
alentados por las palabras de Francis X. Taylor, Coordinador de Antiterrorismo del
Departamento de Estado, quien declaró, en octubre de 2001 ante la Comisión de
Relaciones Internacionales de la Cámara de Representantes, que hoy el grupo terrorista
internacional más peligroso basado en este hemisferio son las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia, FARC.

Entretanto, en Colombia se aprobó una nueva reedición de la Doctrina de la Seguridad


Nacional, que dio lugar a tantos crímenes contra la humanidad en este continente, a través
de la ley 684 de 2001. Se pone así en marcha un nuevo Estatuto Antiterrorista. En
adelante, las acciones de los grupos insurgentes serán señaladas inequívocamente como
acciones terroristas y ya no se hablará de grupos guerrilleros, sino de movimientos
terroristas. ¿Servirá esto para acabar la guerra en Colombia? No lo creemos. De cerrarse
los escenarios de diálogo, de renunciar a una salida política, sólo estaremos prolongando
indefinida e irresponsablemente una guerra que a diario encuentra caldo de cultivo para
reproducirse.

No hay definiciones precisas en el escenario internacional sobre lo que se concibe como


terrorismo. En las discusiones mismas para la adopción del Estatuto de Roma, en el verano
de 1998, que estipula la creación de la Corte Penal Internacional, este tema fue dejado de
lado por su complejidad para enfrentarlo. Sin embargo, el Derecho Internacional
Humanitario, DIH, proscribe el terrorismo como una violación grave a las costumbres de
la guerra que no debe utilizarse.

Cualquier guerra de carácter internacional o de carácter interno se juega no solamente en el


terreno de lo militar, sino también en el de las legitimidades, en la justeza de la lucha
emprendida y en la forma como se desarrolla la misma. Al tiempo es necesario reconocer
que cualquier lucha armada implica no solamente afectar vidas, sino bienes que tengan un
valor estratégico para la confrontación militar. El Ejército de los Estados Unidos, tanto en
la guerra del Golfo Pérsico como en la guerra de Kosovo, bombardeó puentes,
instalaciones eléctricas, carreteras, fábricas y afectó la vida de cientos de civiles mermes.
No obstante, estos hechos no merecieron el repudio de la opinión pública mundial, como
ahora en la guerra contra Afganistán. Cientos de muertos, que incluyen niños, parecen no
afectar la legitimidad de quien así actúa, porque la opinión pública mundial está preparada
para tolerar ciertos excesos en nombre del acto punitivo llamado Justicía infinita o libertad
duradera.

En Colombia, los grupos insurgentes han cometido y cometen infracciones al Derecho


Internacional Humanitario, y algunas de ellas se enmarcan dentro de lo que esta
normatividad internacional conoce como crímenes de guerra. En la degradación del
conflicto -alentada principalmente por el desarrollo del accionar paramilitar, que como

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estrategia de guerra sucia ha sido desplegada por sectores muy importantes de las Fuerzas
Armadas. Los grupos guerrilleros, en su reacción, pretenden encontrar justificación a
acciones que desbordan los mínimos humanitarios, y explican que las razones de la guerra
estarían por encima del acatamiento de estos principios. Sin embargo, la guerrilla ha
ganado un reconocimiento como actor político ante la comunidad nacional e internacional
y, en las actuales circunstancias, debe ser más cuidadosa que nunca para no desaprovechar
tal acumulado. La propuesta de un acuerdo .humanitario o de varios acuerdos
humanitarios, debe estar en el centro de sus preocupaciones para evitar que la degradación
de la confrontación se siga profundizando. Este libro pretende aportar algunos elementos
de análisis sobre temas álgidos que no son fácilmente comprensibles a la luz de la opinión
pública.

¿Son delincuentes los rebeldes o debe reconocerse que hay una confrontación armada
interna de tal dimensión, que el tratamiento a los prisioneros políticos no puede seguir
siendo el que dicte el código penal, sino el que las partes convengan en un acuerdo sobre
tratamiento de prisioneros?

El ideal es detener la guerra, pero más responsable es construir el consenso político y


social para la superación de las causas que la generan. Pero, entre tanto, aunque toda
muerte es indeseable cuando es producto de la violencia, tanto la social que mata por
hambre, como la armada en la que se mata alegando una causa justa; la opinión pública
debe diferenciar entre personas que son dadas de baja en combate -porque participan en él
con las armas en la mano y porque están preparadas para usarlas y deben reaccionar ante
un ataque sorpresa- y personas objeto de una ejecución extrajudicial o de una masacre.

La opinión pública ha sido manipulada de tal forma que la naturaleza terrorista del
paramilitarismo y las acciones terroristas de estos grupos -que Human Rights Watch
denuncia en su informe 2001 como el accionar clandestino de la VI División del Ejército-
se presentan como acciones normales de los grupos de autodefensa en contra de los
movimientos guerrilleros. Sólo una sociedad profundamente reprimida y enferma puede
conciliar con el proyecto paramilitar. Quienes han sido víctimas del secuestro o la
extorsión pueden albergar sentimientos de venganza, pero ¿cómo justificar la masacre de
inermes campesinos por el solo hecho de cohabitar en zonas donde la guerrilla ejerce una
presencia histórica?

El paramilitarismo es terrorista desde su gestación y es terrorista como proyecto. El


crimen, la masacre, la desaparición, confirman un ritual de muerte que alimenta el miedo,
que rompe tejidos sociales, que aniquila formas de resistencias civiles, que hegemoniza a
través del terror las conciencias para que nadie se atreva a reclamar ni a protestar. ¿Cómo
pueden llamarse grupos de autodefensa o de justicia privada si ni siquiera ajustan sus
procedimientos de eventuales venganzas a la ley del Tallón del ojo por ojo y del diente por
diente?

Pero el paramilitarismo tiene un rostro que supera la figura vindicativa y está ligado a
minorías que por medio de la más extrema violencia defienden el statu quo. El accionar
militar-paramilitar hace parte de la misma estrategia y va más allá de lo estrictamente
contrainsurgente, para convertirse en un proyecto de terror ligado al modelo económico
neoliberal. Se elimina no sólo a la población civil posiblemente afecta a la guerrilla, sino
todo movimiento social, sindical, popular o campesino que pueda cuestionar la

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consolidación de megaproyectos, el desarrollo de capital transnacional o las políticas de


ajuste estructural impuestas por el Fondo Monetario Internacional o por la banca mundial.

¿Podemos promover que, en aras de la paz, al paramilitarismo se le reconozca estatus


político? ¿Quién se atrevería hoy en el mundo a reconocer políticamente a un grupo de
fascistas? ¿Pueden ser acaso considerados combatientes si sus objetivos militares son
fundamentalmente civiles? No lo creemos. Reclamamos por parte del Estado el desmonte
del paramilitarismo y la aplicación de sanciones disciplinarias y penales que correspondan
para sus promotores y para quienes, por acción u omisión, patrocinan sus crímenes. En los
últimos años se ha registrado en el país un promedio diario de 20 muertes por razones
políticas, de las cuales solamente cinco se relacionan con muertes en combate. El secuestro
supera el número de 3 mil 700 víctimas al año, de las cuales más de un 50% son
imputables a las guerrillas y cerca de un 10% a los paramilitares. Más de 300 mil personas,
en promedio, son desplazadas cada año, con todo lo que ello implica en la destrucción de
proyectos de vida individuales, familiares y comunitarios, sin contar las desastrosas
consecuencias económicas, sociales y políticas que conlleva el hecho de tener 2 millones
500 mil personas desplazadas. Es una catástrofe humanitaria, pero también es una tragedia
institucional y política. A lo largo de este libro se describen los principios políticos que
constituirían la guía de acción de los movimientos insurgentes desde su nacimiento, su
justificación y desarrollo. Como lo puede corroborar el lector, las propuestas no son
dogmáticas, son objetivos posibles de concertar en una mesa de negociación, si hay la
voluntad política para ello.

La transformación del país requiere un compromiso político sincero, pero además urge,
mientras se pacta un cese al fuego y de hostilidades de carácter bilateral, que la guerra se
desarrolle con unos límites irrenunciables de respeto a reglas humanitarias. Por esta razón,
al final y como producto de numerosos talleres celebrados a lo largo y ancho del país con
víctimas, organizaciones sociales y de derechos humanos y en las propias cárceles en
debates con los presos políticos, se recoge una propuesta de acuerdo que debe convertirse
en insumo para alimentar esta discusión. El objetivo prioritario con el cual nos debemos
identificar todos es el de la búsqueda inclaudicable de la dignidad humana.

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TITULO I

EL DELITO POLÍTICO EN COLOMBIA

CAPITULO I

RESEÑA HISTÓRICA DE LA RESISTENCIA Y LA REBELIÓN DE LOS


PUEBLOS

El 11 de septiembre de 2001 el mundo presenció en directo a través de la televisión los


atentados terroristas contra los mayores símbolos de la civilización occidental: las Torres
Gemelas del World Trade Center y el Pentágono, expresión máxima de seguridad del
mundo globalizado. La superpotencia, gendarme único y autoproclamado del mundo desde
el fin de la guerra fría, demostró su vulnerabilidad. Todo el poder imperial que le ha
permitido sembrar odio, miseria y terror en distintos lugares del planeta en nombre de la
libertad y la democracia, originó estos hechos de venganza que han de cambiar la historia
de la humanidad. ¿En qué queda hoy el derecho de resistencia de los pueblos frente a la
opresión, el derecho a la autodeterminación y soberanía de pueblos subyugados? ¿Cómo se
afectarán los alcances logrados en materia de derechos humanos? Frente a la guerra contra
el terrorismo que no tiene fronteras y la profundización de las asimetrías militares,
económicas y sociales, ¿en qué quedarán los nobles propósitos del Derecho Internacional
Humanitario?

En todo caso, la represión indiscriminada o selectiva contra todos aquellos que sean
calificados como terroristas, no impedirá que los sentimientos de rebeldía se sigan
expresando a lo largo y ancho del planeta. La única manera de avanzar hacia la paz es
asegurando un orden internacional justo, con seguridad democrática; un Estado social de
derecho universal sería la mejor forma de prevenir toda clase de terrorismo, tanto el que
practican los Estados como el reactivo que asumen ciertas causas religiosas, sociales o
políticas. Si todo lo que se invierte en la represión del delito se invirtiera en prevenirlo, el
mundo sería más seguro.

En el mundo globalizado de hoy, entramos a la era del terrorismo, en el que cualquier


forma armada de resistencia, o incluso no expresamente armada, puede llevar a esta odiosa
calificación. Las vestiduras de occidente se rasgan en la paranoia de la inseguridad y la
Carta de las Naciones Unidas se invoca o se interpreta al antojo de quienes gobiernan la
aldea global o por sus subditos que administran los precarios Estados-nación en grave
crisis de soberanía. El terrorismo se convierte en oportunidad para anular y desnaturalizar
el derecho de resistencia frente a poderes nacionales y transnacionales que someten a tres
cuartas partes de la humanidad a un estado permanente de miseria, de opresión y de
abiertas o sofisticadas formas de tiranía, incluso bajo el ropaje de democracias formales.
En la actualidad, se hace necesario plantear cuáles son los problemas fundamentales por
los que atraviesa la humanidad y si es legítimo o justo el rebelarse contra estas formas de
dominación en el orden mundial o nacional. Los nuevos dueños del statu quo se proclaman
dueños de la justicia, de la libertad, de la democracia y de la razón. Todo el que atente
contra el sistema imperante ya no será tratado siquiera como delincuente político, sino
como terrorista y, por tanto, como un enemigo universal.

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Para hacer frente a esta inercia, recordemos que en el itinerario histórico los avances
sociales, políticos, económicos, culturales e incluso científicos han sido posible gracias a
aquellas personas y aquellos pueblos que se han rebelado contra los poderes establecidos.

Podemos afirmar que el derecho a la resistencia se ha utilizado a través de la historia de la


humanidad como un derecho de los pueblos para liberarse de la tiranía y la opresión de
quienes ejercen arbitrariamente el poder: "Hace muchos siglos se denomina derecho de
resistencia el ejercido por los subditos para lograr la cesación de comportamiento tiránico
asumido por autoridades que abusan grave y reiteradamente de sus competencias. Este
abuso se identifica con el ultraje hecho a la justicia mediante actos violatorios de los
bienes jurídicos fundamentales -la vida, la integridad, la libertad, la seguridad, etc.- cuya
ejecución no han logrado los ciudadanos hacer prevenir y sancionar con el auxilio de
instrumentos pacíficos de control y freno del poder. Entre esos instrumentos están el
ejercicio de recursos y acciones judiciales, las apelaciones al ministerio público y las
campañas de denuncia por la prensa y otros medios de comunicación. Cuando todos los
mecanismos de refrenamiento pacífico fracasan, los agredidos por la autoridad tiránica
tienen, dadas ciertas condiciones, el derecho inalienable a defenderse con el uso de la
fuerza: a entrar en insurrección contra la tiranía". (1)

De esta definición derivamos que el derecho a la resistencia involucra varias formas de


exigibilidad y "justiciabilidad" de los derechos y libertades, que pasa por la desobediencia
civil y llega hasta el extremo de la rebelión armada cuando las necesidades la imponen. El
autor citado habla de tres formas de resistencia: una resistencia pasiva fundamentada en
acciones de la no violencia; una resistencia activa que puede ser legal, si emplea
mecanismos previstos en el ordenamiento jurídico o insurreccional, si opta por el recurso a
la fuerza armada y se manifiesta como un levantamiento. (2)

Para precisar el tema de que se ocupa este escrito, cabe resaltar que: "El derecho a la
resistencia insurreccional bien puede ser definido como el derecho inherente de todo ser
humano a rechazar el acontecimiento de un gobierno que se ha colocado en la posición del
agresor injusto. Así como es legítimo que una persona defienda un derecho propio o ajeno
contra la injusta agresión de un particular, y que el Estado rechace todo ataque armado
proveniente del exterior, no contraría ni el derecho ni la justicia que los miembros de la
comunidad política repelan a quienes, haciendo un uso retorcido de la autoridad pública,
amenazan los bienes jurídicos primordiales de los ciudadanos. El derecho a resistir es el
derecho del pueblo a la legítima defensa" (3). Según el mismo autor Mario Madrid Malo:
"Por pertenecer al ámbito de la defensa legítima, el ejercicio del derecho de resistencia
tiene los mismos requisitos que exige el de la defensa privada: necesidad de amparar
derechos ciertos e indiscutibles, inexistencia de otro medio idóneo para evitar o repeler el
ataque, injusticia de la agresión, actualidad o inminencia del peligro y, por último,
proporcionalidad entre la respuesta y la ofensa (4). La acción de un pueblo que se levanta
contra la tiranía participa esencialmente de los caracteres de la otrora llamada guerra
defensiva". (5)

TIRANICIDIO

En la historia de la humanidad, la resistencia a regímenes tiránicos, antidemocráticos y


represivos no constituye delito alguno, sino que constituye un derecho. Como antecedentes
más inmediatos del derecho a la resistencia está el tiranicidio, doctrina que en los siglos
XV y XVI cobra su mayor fuerza. Tal doctrina estableció que éste era un derecho cuando

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no hubiere forma distinta de solución. Pensadores como Confúcio (quien los llamó
ladrones del camino real), Teofrasto, Séneca, Quintiliano y Luciano defendieron el
tiranicidio como medio de redención de los pueblos oprimidos. El mayor defensor de esta
doctrina fue el padre jesuíta Juan de Mariana, quien en su famoso libro De Regeet Regís
Institutione ad Philipus III, publicado en 1599, expresó: "Es saludable que éste sepa (el
príncipe) que si oprime la república, será expuesto a ser asesinado, no sólo con derecho
sino con aplauso y gloria de las generaciones futuras". Tomás de Aquino también
consintió la figura del tiranicidio, aduciendo que la resistencia a una autoridad injusta no
es sedición. En Suma teológica, rechazó la doctrina del tiranicidio; sin embargo, sostuvo la
tesis de que los tiranos debían ser depuestos por el pueblo.

Conceptos actuales nos enseñan "la voz tirano para referir en general a aquél que gobierna
por el terror -imponiendo, principalmente por la violencia, su arbitrio-en perjuicio de las
libertades fundamentales de los subditos". (6)

La tiranía es un sinónimo de un gobierno ilegítimo, y esa ilegitimidad puede ser por la


forma de acceso al poder o por los abusos cometidos durante su ejercicio, para algunos
"puede provenir ya de la forma como accedió al poder (vgr. por golpe contra las
autoridades legítimamente constituidas), ya de la comisión de gravísimos y repetidos
desafueros que desvirtúan de manera total el sentido y el fin de la autoridad (vgr.
suspensión generalizada de las libertades públicas, cierre de las cámaras legislativas,
aherrojamiento de la judicatura, exterminio de los opositores, etc.)" (7). Para el caso
colombiano, ante una grave y sistemática violación de los derechos humanos cabe
preguntarnos si estamos frente a un gobierno legítimo, formalmente democrático pero a su
vez sustentado en la exclusión económica y política.

En la Edad Media, Juan de Salisbury, en su libro Hombre de Estado, dice: "Cuando un


príncipe no gobierna con arreglo a derecho y degenera en tirano, es lícito y está justificado
su deposición violenta", y recomienda que contra el tirano se use el puñal aunque no el
veneno.

Martín Lutero proclamó que cuando un gobierno degenera en tirano y vulnera las leyes,
los subditos quedan liberados del deber de obediencia. Su discípulo Felipe Helanchton
sostuvo que es legítimo el derecho de resistencia cuando los gobiernos se convierten en
tiranos. Calvino, el pensador más notable de la Reforma, desde el punto de vista de las
ideas políticas, postuló que el pueblo tiene derecho a tomar las armas para oponerse a
cualquier usurpación.

Nadie menos que un jesuíta español de la época de Felipe II, Juan Mariana, en su libro De
rege et regis institutions, afirma: "Cuando el gobernante usurpa el poder o, cuando
elegido, rige la vida pública de manera tiránica, es lícito su asesinato por un simple
particular, directamente o valiéndose del engaño, con el menor disturbio posible".

El escritor francés Francisco Hosnan sostuvo que entre gobernantes y subditos existe el
vínculo de un contrato, y que el pueblo puede alzarse en rebelión frente a la tiranía de los
gobiernos cuando éstos violan aquel pacto.

Los reformadores escoceses Juan Knox y Juan Poynet sostuvieron que es legítima la
resistencia a los gobiernos cuando oprimen al pueblo y que es deber de los magistrados
honorables encabezar la lucha, y en el libro más importante de ese movimiento, escrito por

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Jorge Buchman, se dice: "Si el gobierno logra el poder sin contar con el consentimiento
del pueblo o rige los destinos de éste de una manera injusta y arbitraria, se convierte en
tirano y puede ser destituido o privado de la vida en último caso".

Juan Altusia, jurista alemán de principios del siglo XVII, en su Tratado de política, dice:
"La soberanía, en cuanto autoridad suprema del Estado, nace del concurso voluntario de
todos sus miembros; la autoridad del gobierno arranca del pueblo, y su ejercicio injusto,
extralegal o tiránico, exime al pueblo del deber de obediencia y justifica la resistencia y la
rebelión".

Más cercano en el tiempo, en el siglo XVII, en Inglaterra, fueron destronados dos reyes,
Carlos I y Jacobo II, por actos de despotismo. Estos hechos coincidieron con el nacimiento
de la filosofía política liberal, esencia ideológica de una nueva clase social que pugnaba
entonces por romper las cadenas del feudalismo. Frente a las tiranías del derecho divino,
esa filosofía opuso el principio del contrato social y el consentimiento de los gobernados, y
sirvió de fundamento a la Revolución Inglesa de 1688 y a las revoluciones americana de
1775 y francesa de 1789. Estos grandes acontecimientos revolucionarios abrieron el
proceso de liberación de las colonias españolas en América, cuyo último eslabón fue Cuba.
El derecho de insurrección contra la tiranía recibió entonces su consagración definitiva y
se convirtió en postulado esencial de la libertad política.

Ya en 1649, John Milton escribe que el poder político reside en el pueblo, quien puede
nombrar o destituir reyes, y tiene el derecho de separar a los tiranos. John Locke, en su
Tratado de gobierno, sostiene que cuando se violan los derechos naturales del hombre, el
pueblo tiene el derecho y el deber de suprimir o cambiar de gobierno. "El único remedio
contra la fuerza sin autoridad es oponerle la fuerza".

Juan Jacobo Rousseau dice con mucha elocuencia en su Contrato social'."Mientras un


pueblo se ve forzado a obedecer y obedece, hace mejor recuperando su libertad por el
mismo derecho que se la han quitado... Renunciar a la libertad es renunciar a la calidad de
hombre, a los derechos de la humanidad, inclusive a sus deberes. No hay recompensa
posible para aquel que renuncia a todo. Tal renuncia es incompatible con la naturaleza del
hombre, y quitar toda la libertad a la voluntad es quitar toda la moralidad a las acciones.
En fin, es una convicción vana y contradictoria estipular, por una parte, con una autoridad
absoluta y, por otra, con una obediencia sin límites..."

Sólo escritores reaccionarios se opusieron a este derecho de los pueblos, como aquel
clérigo de Virginia (Estados Unidos), Jonathan Boucher, quien dijo: "El derecho a la
revolución es una doctrina condenable derivada de Lucifer, el padre de todas las
rebeliones".

EL DERECHO DE RESISTENCIA EN LAS PRIMERAS CARTAS DE


DERECHOS HUMANOS

Con la paulatina aparición de las constituciones demoliberales o burguesas, se pasó de la


doctrina del tiranicidio al derecho a la resistencia. Así por ejemplo, la Declaración de
Derechos de Virginia proclamada el 12 de junio de 1776, expresó:

"Que el gobierno es o debe ser instituido para el común provecho, protección y seguridad
del pueblo, nación o comunidad; que de los varios modos o formas de gobierno, el mejor

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es aquél que es capaz de producir el mayor grado de felicidad y seguridad, y ofrece mayor
garantía contra el riesgo de una mala administración; y que cuando un gobierno fuera
manifiestamente inadecuado o contrario a estos principios, una mayoría de las comunidad
tiene el derecho indiscutible, inalienable e imprescriptible de reformarlo, alterarlo o
abolirlo en la forma que juzgue más conveniente al bienestar público".

La Declaración de Independencia de los Estados Unidos, adoptada por el congreso


continental de Filadelfia el 4 de julio de 1776, firmada por John Hancock, John Adams,
Samuel Adams, Josiah Bartlett, Carter Braxton, Thomas Lynch, Arthur Middleton,
Thomas M'Kean, y Lewis Morris, dice: "Sostenemos como evidentes estas verdades: que
todos los hombres son creados iguales, que son dotados por su creador de ciertos derechos
inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que
para garantizar estos derechos, se instituyen entre los hombres los gobiernos que derivan
sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una
forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a
reformarla o aboliría e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a
organizar sus poderes en la forma que a su juicio ofrecerá las mayores posibilidades de
alcanzar su seguridad y felicidad... Pero cuando una larga serie de abusos y usurpaciones,
dirigida invariablemente al mismo objetivo, demuestra el designio de someter al pueblo a
un despotismo absoluto, es su derecho, es su deber, derrocar ese gobierno y establecer
nuevos resguardos para su futura seguridad".

Durante el siglo XVIII, la tiranía fue asimilada a la monarquía rescatando las ideas de la
Política de Aristóteles: "La tiranía es la monarquía que tiende al interés del monarca... una
monarquía en la que el soberano gobierna a su antojo sobre la colectividad política". (8)

En consecuencia, la insurgencia es legítima por cuanto el tirano rompe el pacto social,


desconoce las reglas del juego con el ejercicio del poder, pasando de gobernante a un
agresor injusto del pueblo, legitimándose este último para asumir una defensa individual y
colectiva para deponer al tirano.

Durante todo el siglo XIX, esa doctrina fue constantemente invocada por lo
independentistas latinoamericanos. El acta de la constitución del estado libre e
independiente del Socorro (15 de agosto de 1810) empezaba diciendo: "El pueblo del
Socorro, vejado y oprimido por autoridades del antiguo gobierno, y no hallando protección
en las leyes que vanamente reclamaba, se vio obligado... a repeler la fuerza con la fuerza".

De igual manera, durante el siglo XX la Iglesia católica legitimó el derecho a la


resistencia. En 1937, en la encíclica Firmissimam Constantiam, Pío XI afirma:

"...Cuando llegara el caso de que (los) poderes constituidos se levantasen contra la justicia
y la verdad hasta destruir aun los fundamentos mismos de la autoridad, no se ve cómo
podría entonces condenarse el que los ciudadanos se unieran para defender la nación y
defenderse a sí mismos con medios lícitos y apropiados contra los que se valen del poder
público para arrastrarle a la ruina" (9). En 1967, en la encíclica Populorum Progressio,
Paulo VI sostiene que "en caso de tiranía evidente y prolongada que atentase gravemente a
los derechos fundamentales de las personas y damnifícase peligrosamente el bien común
del país" (10) puede justificarse la insurrección revolucionaria.

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En la actualidad, el tema de la resistencia también ha sido extensamente tratado por el


filósofo francés Emmanuel Mounier: "Si ningún cristiano puede combatir el poder
establecido por ambición personal o por gusto, hay un momento en que esta sumisión de
hecho, según la tradición teológica, ya no es un deber para los gobernados. Es aquél en que
el régimen se convierte en tiránico, es decir, en que el soberano, en lugar de gobernar en
vistas al bien común, lo hace en vista de su propio bien privado" (11). La consideración es
de pura estirpe tomista, porque presenta la acción resistente como un remedio extremo
contra la actividad del gobierno que ha perturbado el orden justo.

También existe una declaración de una importancia mayúscula que ha sido poco conocida,
la Declaración de Argel o Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos, la cual
fue promulgada el 4 de julio de 1976 por los pueblos del Tercer Mundo, los pueblos
explotados, los pueblos víctimas de la expoliación imperialista. Esta declaración es un
llamado a la unidad solidaria de los pueblos del sur para el derribamiento de las estructuras
nacionales e internacionales del imperialismo y los sistemas coloniales. Es un clamoroso
llamado a la lucha por la liberación de los pueblos y la autodeterminación de los mismos.
En el artículo 28 de esta declaración, se lee: "Todo pueblo, cuyos derechos fundamentales
sean gravemente ignorados, tiene el derecho de hacerlos valer especialmente por la lucha
política o sindical, e incluso, como última instancia, por el recurso de la fuerza".

Inclusive juristas de gran renombre se han pronunciado sobre el carácter de deber y de


derecho que tiene la resistencia al oprobio. Así por ejemplo, el ilustre Pessina afirmó:
"Hay momentos en la historia en los que no solamente es lícito, sino obligatorio, tomar las
armas contra el poder social que traiciona su misión; y la revolución se convierte en
necesidad imprescindible para un pueblo oprimido que debe dignificarse, sea expulsando a
dominadores extraños, sea pisoteando el yugo de una casta que pisotea en lo interno las
sacrosantas normas de derecho".

La Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos, creada en Argel en 1976, en su


parte considerativa dice: "Vivimos tiempos de grandes esperanzas, pero también de
profundas inquietudes; tiempos llenos de conflictos y de contradicciones; tiempos en que
las luchas de liberación han alzado a los pueblos del mundo contra las estructuras
nacionales del imperialismo, y han conseguido derribar sistemas coloniales; tiempos de
luchas y de victorias en que las naciones se dan, entre ellas o en su interior, nuevos ideales
de Justicia; tiempos en que las resoluciones de la Asamblea General de las Naciones
Unidas, desde la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, hasta la Carta de los
Derechos y Deberes Económicos de los Estados, han expresado la búsqueda de un nuevo
orden político y económico, internacional".

"Pero son también tiempos de frustraciones y derrotas, en que aparecen nuevas formas de
imperialismo para oprimir y explotar a los pueblos".

"El imperialismo, con procedimientos pérfidos y brutales, con la complicidad de gobiernos


que a menudo se han autodesignado, sigue dominando una parte del mundo. Interviniendo
directa o indirectamente, por intermedio de la empresas multinacionales, utilizando a
políticos locales corrompidos, ayudando a regímenes militares que se basan en la represión
policial, la tortura y la exterminación física de los opositores; por un conjunto de prácticas
a las que se les llama neocolonialismo, el imperialismo extiende su dominación a
numerosos pueblos".

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¿Terrorismo O Rebelión?

"Conscientes de interpretar las aspiraciones de nuestra época, nos hemos reunido en Argel
para proclamar que todos los pueblos del mundo tienen el mismo derecho a la libertad, el
derecho de liberarse de toda traba extranjera, y de darse el gobierno que elijan; el derecho,
si están sojuzgados, de luchar por su liberación, y el derecho de contar en su lucha con el
apoyo de otros pueblos".

"Persuadidos de que el respeto efectivo de los derechos del hombre implica el respeto de
los derechos de los pueblos, hemos adoptado la Declaración Universal de los Derechos de
los Pueblos".

"Que todos los que a través del mundo libran la gran lucha, a menudo con las armas en la
mano por la libertad de todos los pueblos, encuentren en la presente Declaración la
seguridad de que su lucha es legítima".

Los postulados de la Declaración de los Pueblos y su parámetros en los cuales es posible la


plena vigencia de los derechos humanos, pueden sintetizarse así:

• Derecho a la existencia. Del pueblo, la comunidad, la nación (hasta llegar a ser Estado
mismo); cada conglomerado, cada patria, en su propia identidad, en los límites propios,
pero con su cultura propia, auténtica, original; respeto a su territorio (sin invasiones, sin
violaciones, sin criminales intervenciones); ni masacres, ni torturas, ni persecución, ni
deportaciones, ni implantación de condiciones que comprometan en todo o en parte su
propia identidad, su integridad como grupo humano.

• Derecho a la autodeterminación política. Determinarse a decidir su destino por sí mismo;


adoptar su forma política en el Estado: función básica, en la administración y función
técnica. Sin recorte a las libertades de cada pueblo, rechazo al coloniaje, al imperialismo
político o económico (Estados o transnacionales), lo mismo a toda clase de racismo; la
autodeterminación, sólo limitada por el uso de la democracia real, que ampare a todo el
conjunto social, en acción decidida y persistente para asegurar las libertades
fundamentales.

• Derechos económicos. Las riquezas y recursos naturales de cada pueblo le dan el derecho
exclusivo de empleo a los mismos. Si hubiere expoliación, el pueblo-víctima debe
recuperar lo que le pertenece, obteniendo adecuada apropiación ante el hecho injusto del
que haya sido sujeto pasivo; la ciencia y la tecnología al servicio de toda la humanidad
para el uso, goce y usufructo de cada pueblo; igualdad de trato en las relaciones
internacionales, por ejemplo, en el trato equitativo entre las partes contratantes; soberanía
económica de cada pueblo y solidaridad entre todos los pueblos para el adecuado ejercicio
de la economía nacional e internacional.

• Derecho a la cultura. Mantenimiento, enriquecimiento y buen uso de su propio idioma,


para expresar con claridad sus conceptos en lenguaje sencillo y apropiado; defensa de sus
riquezas artísticas, históricas y culturales. Todo pueblo tiene derecho a que no se le
imponga una cultura extranjera.

• Derecho al medio ambiente y a los recursos naturales. Es la importancia de la ecología


conservar, proteger, mejorar y velar por el medio ambiente: nuestro habitat, el escenario de
toda vida y la probabilidad de subsistencia de la especie humana; propiedad común de
algunos bienes de los pueblos del mundo (la altamar, el fondo de los mares y el espacio

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¿Terrorismo O Rebelión?

extra atmosférico); solidaridad internacional para desarrollo económico, empleo de los


recursos naturales y sana política de ecología.

• Derechos de las minorías. Respeto permanente a la identidad, acervo de tradiciones,


idiomas y, en general, del patrimonio cultural de la minoría que conviva con otros sectores
de la comunidad nacional; no podrá haber ninguna diferenciación entre los derechos de las
mayorías y los de las minorías y, por consiguiente, la participación en la vida colectiva
deberá estar garantizada contra toda clase de discriminaciones, salvo a favor de los
sectores vulnerables.

• Garantías y sanciones.

a. El ataque o menosprecio a los derechos de los pueblos debe provocar la sana reacción de
la comunidad internacional.

b. Todo enriquecimiento ilícito de un pueblo a costa del perjuicio de otro, debe dar lugar a
la restitución de los beneficios mal habidos.

c. Tratados, acuerdos o contratos que conduzcan a situaciones injustas no podrán tener


efecto alguno y, por ende, el perjuicio que causa este tipo de dolorosas conductas debe ser
reparado a favor del pueblo perjudicado.

d. Cuando el endeudamiento extemo se hace asfixiante, insoportable y oneroso, el pueblo


perjudicado podrá alegar que la deuda no le pueda ser exigida.

e. Los tribunales penales internacionales podrán juzgar los crímenes contra los pueblos.

f. Los derechos conculcados de un pueblo deberán ser materia para la tarea destinada a
hacer valer las formas de lucha reivindicativas, advirtiéndose en la declaración que
"...incluso, como última instancia, por el recurso a la fuerza".

g. Ante las organizaciones internacionales deberá permitirse la representación de los


movimientos de liberación.

h. Deberá imponerse el respeto al derecho humanitario, tanto en conflictos extemos como


en situaciones anómalas internas.

i. Cada pueblo tiene derecho a darse su propio modelo de desarrollo.

Como se ve, este instrumento contemporáneo es una carta de derechos sin la cual se
considera que no es posible redimir los derechos de los pueblos y de los individuos para
garantizar la erradicación de la miseria y todas las formas de tiranía u opresión.

En suma, el derecho a la resistencia, el derecho a la rebelión, han sido reconocidos a través


de la historia. No obstante, cuando los pueblos se levantaron (violentamente o no) contra la
injusticia, contra la miseria, contra la opresión, los Estados desconocieron el primigenio
derecho a la resistencia y a la rebelión; consignaron en sus códigos penales lo que hoy se
conoce como delito político que es el mismo derecho a la resistencia. Es decir, por obra y
gracia de la voluntad de los Estados, se convirtió el ejercicio de un derecho en una
conducta delictiva.

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¿Terrorismo O Rebelión?

DERECHO DE RESISTENCIA COMO PARTE DEL DERECHO


INTERNACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

La Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH), promulgada el 10 de


diciembre de 1948, en un considerando de su preámbulo, consagra: "Considerando
esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de derecho, a fin de
que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la
opresión".

La DUDH es el instrumento fundamental sobre los derechos humanos que deben ser
protegidos por un régimen de derecho, esto es, por un conjunto de normas jurídicas que
prevengan y repriman su violación. Cuando tal régimen es desconocido por las propias
autoridades, deja de cumplirse la primera finalidad de la comunidad política: conservar los
derechos del hombre. Allí donde los gobernantes no reconocen efectivamente los derechos
fundamentales de los gobernados, sino que, por el contrario, los hacen objeto de atropello
continuo, surge una situación de injusticia, un estado de violencia institucional que las
víctimas del agravio tienen derecho a impugnar y a impedir. Si tal situación se toma
crónica e irremediable por vías menos rigurosas, la oposición a sus causas y efectos puede
incluso llevarse hasta el recurso a las armas" (12).

El propio Concilio Vaticano II parece admitir la legitimidad del recurso a la fuerza al


enseñar: "Cuando la autoridad pública, rebasando su propia competencia, oprime a los
ciudadanos, éstos no deben rehuir las exigencias objetivas del bien común; les es lícito, sin
embargo, defender sus derechos y los de sus conciudadanos contra el abuso de tal
autoridad, guardando los límites que señala la ley natural y evangélica" (13).

En constituciones como la colombiana, el derecho de resistencia es por lo general un


derecho innominado, es decir, un derecho que no aparece escrito pero que existe en la
medida en que se deriva de la dignidad humana; por ser preexistente a la existencia misma
de la organización política, se deriva directamente de la soberanía popular que pregona la
Constitución.

Por otra parte, el artículo 94 de la Constitución de 1991 advierte que la enunciación de los
derechos contenidos en el texto constitucional y en los instrumentos jurídicos
internacionales vigentes "no debe entenderse como negación de otros que, siendo
inherentes a la persona humana, no figuren expresamente en ellos". Por ello el derecho a
resistir no es un derecho negado por el constituyente colombiano por el hecho de que no
esté positivado. Es un derecho no enunciado o innominado.

DEL DERECHO DE RESISTENCIA DE LOS PUEBLOS AL DELITO DE


REBELIÓN

El derecho de resistencia deviene en delito de rebelión que, como parte de la resistencia, se


criminaliza. Las siguientes son acepciones extractadas del diccionario Planeta de la
Lengua Española sobre la palabra rebelde, las cuales ayudan a determinar el concepto de
este término.

"Rebelde: adj. y n.m. y f. Dícese del que se rebela o subleva// Dícese de la persona que no
comparece en el juicio, después de llamada en forma, o que tiene incumplida alguna orden
o intimación del juez// ad. Dícese de la persona o animal difícil de gobernar, educar..."

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¿Terrorismo O Rebelión?

"Rebelde: quien incurre en una rebelión (v) // Desobediente // Insurgente // Sublevado //


Revolucionario // Indócil // Insumiso // Insociable // Inadaptado // Indomable // Sordo a la
razón // Insensible al sentimiento //. En las guerras civiles, bando opuesto al poder
legítimamente constituido o del que por tal se tiene. // Combatiente o partidario de esas
fuerzas, denominadas también facciosas (v)" (14). En otro grupo de significados, se indica:
"quien incurre en rebeldía (v). // El que no comparece ante llamamiento de un tribunal
militar o de otra jurisdicción. // El que se opone a las resoluciones y mandamientos de tales
autoridades o quien no les da cumplimiento" (15).

"Rebelde: Que se opone o resiste a la autoridad, que se rebela o subleva. Anticuado rebele
'rebelde', del latín rebellis 'rebelde, que hace la guerra de nuevo, que vuelve a empezar la
guerra', de re- de nuevo (véase re + bellum también dellum) 'guerra (véase duelo)" (16).

Para Alejandro D. Aponte, el rebelde se enmarca dentro de los siguientes parámetros: "El
rebelde fue concebido a la sombra del combatiente (del beligerante propio de los conflictos
armados interestatales). La identidad de clase de los combatientes permitió en gran medida
la incorporación de estatutos fundamentales de regulación y humanización de lo bélico, y
dio claridad a la respuesta estatal en cuanto a los sujetos del delito de rebelión" (17).

En el siglo XX "se inaugura una ambigüedad estatal, una falta de claridad en la definición
del estatus del rebelde. Obreros socialistas de los años veinte, campesinos que emergían
como nuevos actores y que alimentaban reivindicaciones sociales, indígenas que luchaban
por la tierra, todos ellos como nuevos sujetos políticos de la protesta popular, comenzaron
a ser criminalizados en el horizonte de la rebelión" (18).

Las anteriores acepciones llevan a concluir que rebelde connota cambio de la estructura
social; insubordinación a la ley existente; no comparecimiento a requerimiento judicial. En
el proceso de ruptura, el rebelde aboga por sus ideas y las contrapone al juez que lo juzga.
Propugna por un cambio en el sistema social imperante y a partir de ello establece el
debate jurídico rechazando las garantías procesales que el mismo sistema le otorga;
rechaza la defensa que se le impone para llevar a cabo sus propios alegatos jurídicos que
en la práctica son verdaderos discursos ideológico-políticos del fin que su lucha persigue.

El poder supremo del Estado en la sociedad contemporánea lo destaca con enfático


empirismo Von Jhering, al expresar: "El derecho puede, en mi opinión, definirse como el
conjunto de normas en virtud de las cuales, en un Estado se ejerce la imposición. Los
reglamentos sociales sancionados por la imposición pública constituyen el único derecho.
El Estado es el poseedor soberano de esta imposición". Primando siempre la razón última
del Estado en la Edad Moderna, como lo recuerda el maestro Maggiori: "La historia nos
enseña que, desde que existe el Estado, aunque sea en forma embrionaria, la agresión
contra su existencia y su seguridad ha sido considerada como delito. En verdad, no se
puede creer en el Estado y en su necesidad si impunemente lo dejamos ofender y poner en
peligro". Estas tesis dejan entrever el delito político como un ataque al derecho de
resistencia para impedir afectar la razón de Estado.

Desde el punto de vista de la teoría objetiva, el delito político tiene varias definiciones:
para Barsanti, era un ataque contra el Estado, contra su forma, sus poderes y su
organización política, el cual se presenta como un acto de oposición a la seguridad del
Estado; Prins lo definió como "una acción que unida a una intención conforma un atentado
contra el orden político del Estado y contra sus condiciones de existencia". Tristy lo

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¿Terrorismo O Rebelión?

definió diciendo que es una infracción contra la cosa pública"; Napodamo, por su parte,
consideró al delito político como un acto natural cuya punición se funda en una razón
intrínseca, igual a la que justifica la sociedad, y sobre la cual se basa la sanción de los
delitos contra la sociedad misma. Conti señaló al respecto: "Ocurre reiteradamente que en
la vida de los Estados no siempre marchan de acuerdo la conciencia jurídica y la
conciencia política. La política admite que se han engendrado nuevas necesidades, y el
derecho no dicta normas adecuadas a su protección y ejercicio. El equilibrio fundamental
de las fuerzas políticas resulta roto por esta divergencia".

Desde el punto de vista de la teoría subjetiva, Eugenio Florián definió el delito político en
sentido estricto, diciendo que son las acciones que atacan directamente el orden político de
un Estado determinado, es decir, las instituciones y las funciones políticas del Estado. La
incriminación del delito político se funda en que constituye una violación de la ley de la
mayoría, considerándola como un centro de gravedad de la organización del Estado.

Cuello Calón estima que los delitos políticos no constituyen peligros para la sociedad y
considera que por el carácter excepcional u ocasional de sus infracciones se hacen
acreedores del derecho público, y no merecen una sanción penal que pueda constituir una
lucha desde el punto de vista moral.

Dentro del pensamiento cristiano, en el siglo XIII, Santo Tomás de Aquino trata el tema
bajo la denominación "De la sedición", y manifiesta que es lucha entre partes de una
misma sociedad o nación, calificándola como pecado mortal, si es opuesta a la unidad
pacífica de la multitud social y, con ello, a la justicia y al bien común. En el punto 3°,
precisa: "El levantamiento contra el régimen tiránico no es sedicioso, pues el
verdaderamente sedicioso es el mismo régimen que antepone su bien particular al de la
sociedad que esclaviza. No obstante, la revolución contra el régimen no es lícita si acarrea
mayores males que la soportación de la tiranía" {Suma teológica, tomo VII, p. 1.017).

La posición de la Iglesia y los últimos pontífices sobre lo que debe entenderse por bien
común ha sido fijada de la siguiente manera por Juan XXIII, en Pacen in Terris: "El bien
común consiste y tiende a concretarse en el conjunto de aquellas condiciones sociales que
consienten y favorecen en los seres humanos el desarrollo integral de su propia persona".

En la Europa del siglo XVIII se teorizó sobre el derecho de resistencia a la opresión y se


pusieron límites a los poderes arbitrarios. A partir de criterios morales se pusieron
talanqueras a los poderes arbitrarios del tirano, dándose un perfil ennoblecido al
delincuente político, y un tratamiento benevolente, a la vez que se prohibió la extradición
del opositor político.

Sobre el particular, Sebastián Soler sostiene: "Hasta las modernas constituciones, hijas del
movimiento iluminista, la calificación de un hecho como un crimen majestatis era la causa
del mayor repudio y de las sanciones más graves. En cambio, casi toda la doctrina de este
delito construida a partir del siglo XVIII está concebida como la teorización del derecho de
resistencia a la opresión. Los teorizantes políticos de la Ilustración se preocuparon sobre
todo de poner diques a poderes arbitrarios, de manera que, juzgando con criterios morales,
desde luego muy justos, trazaron una silueta ennoblecida del delincuente político, el cual,
en las leyes democráticas fue considerado con especial benevolencia. El ejemplo típico de
ese cambio se halla en los acuerdos de extradición que en la época absolutista miraban

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¿Terrorismo O Rebelión?

sobre todo a la entrega de esa clase de delincuentes, entrega que, en la actualidad, por regla
casi universal está expresamente excluida".

Debe circunscribirse el análisis del delito político dentro de un sistema democrático real y
no dentro de un sistema democrático formal como el colombiano, donde no existe el
principio de separación de las ramas del poder público, que deberían garantizar un control
armónico entre las mismas; donde las libertades son una mera formalidad, y se convierten
en "libertades para nada"; donde el pueblo no se expresa libremente y no existe una
verdadera soberanía popular, siendo objeto y no sujeto de Estado, o sea, el pueblo al
servicio del Estado, y donde los derechos humanos no existen.

En el campo del delito político, la norma penal y la cárcel son el reflejo de la venganza
institucionalizada contra los opositores políticos, "cuando los consejeros son el interés y el
miedo, sin amor a lo justo; cuando los jueces no son magistrados imparciales, sino las
mismas partes interesadas, que buscan la razón de sus decisiones en el cálculo de las
propias fuerzas, de las propias necesidades, de los propios temores o esperanzas; entonces
resultan ciertamente pueriles los esfuerzos del jurista que pretende, desde su humilde
escritorio, dictar preceptos que nunca serán escuchados por nadie" (Carrara, Opúsculo
3.937).

¿Qué relación guarda la cita anterior con la reciente y actual historia político-jurídica del
país en el tratamiento de la delincuencia política? Su juzgamiento se atribuía antes a la
Justicia Penal Militar por procedimientos abreviados (consejo verbal de guerra y artículo
590 del Código de Justicia Penal Militar) y se juzgaba a los delincuentes políticos como
asociados para delinquir. En la actualidad, son juzgados por la Justicia Penal Ordinaria por
medio de procedimientos especializados (Estatuto Antiterrorista y Estatuto para la Defensa
de la Justicia), que superaron con creces la mentalidad represiva de la jurisdicción
castrense, juzgándosele como terroristas.

Eugenio Florián, en su obra Delitos contra la seguridad del Estado, opina que el delito
político debía ser beneficiado con especial represión, sin incluir dentro de ellos las
acciones que atenían contra los Estados donde el pueblo es realmente el soberano.

Existe una nueva corriente dentro de los tratadistas de derecho penal, de no considerar
delitos políticos los actos que atenían contra el pueblo, los intereses populares y la
democracia, dejando fuera de esta distinción todos los actos movidos por un interés
antidemocrático.

Hart Santamaría afirma: "En un Estado socialista no puede existir el delito político, pues es
precisamente el sistema socialista el más avanzado en sus relaciones económicas, políticas
y sociales. Con el triunfo de la Revolución de Octubre, surgió el primer Estado socialista
del mundo, al cual se opuso la reacción contrarrevolucionaria, conformada por la clase
despojada de sus antiguos privilegios que iba al rescate de sus intereses egoístas. Estas
conductas no podían calificarse con el móvil altruista que caracteriza a la verdadera
delincuencia política, pues pretendían el retroceso del poder de los obreros y campesinos a
un régimen sociopolítico basado en el poder de un clase reaccionaria... A estos delitos, por
sus propósitos retrógrados y reaccionarios, se les denominó delitos contrarrevolucionarios
y no políticos".

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¿Terrorismo O Rebelión?

Jiménez de Asúa, al referirse al Código Penal soviético, planteó: "El Código Penal
soviético de 1992 trata con dureza extrema a los contrarrevolucionarios y el uso de la pena
de muerte en su forma de fusilamiento, casi con preferencia, para los autores de delitos
políticos". Y, al referirse al Código Penal soviético de 1926, dijo: "todavía se emplean
rigores altos contra el delincuente político, puesto que se declara terminantemente que esa
especie de infracciones constituyen los crímenes más graves".

Luis Carlos Pérez, al expresarse sobre la Revolución Soviética, dijo: "Quien atente contra
esa conquista que va en beneficio de todos los hombres, sin distinción ninguna, quien se
dirija contra el sistema igualitario, es un criminal que debe ser eliminado si no existe
posibilidad de que reconozca su error, o si el daño ha tenido tan grandes dimensiones que
con él se ha perjudicado la comunidad entera".

Fidel Castro, en el caso Cúbela, definió el delito contrarrevolucionario así: "El delito
contrarrevolucionario es en gran parte una resultante del medio; los individuos nacen y
crecen dentro de una sociedad de clases que la revolución trata de abolir. Este delito
desaparecerá con la sociedad egoísta que lo engendró. La responsabilidad de los hombres
es en gran parte condicionada por la realidad social donde se forma y la educación que
recibe; la sanción revolucionaria es por encima de todo, una sanción y no un castigo".

El general Uribe Uribe demostraba en el Congreso, a propósito de una ley sobre amnistía,
que los delitos de rebelión siempre aparecen conexos con otros y que lo que se debe juzgar
es la rebelión misma y no los otros delitos realizados, porque quien quiere una cosa tan
grande como es derrocar al gobierno, debe pasar por situaciones intermedias que no son
las de las vías pacíficas, las del lenguaje correcto, las de las buenas maneras, sino las de los
delitos comunes descritos en la ley penal respectiva. Y entendía Uribe Uribe que el rebelde
es rebelde porque ha sido vencido en su empresa.

En Colombia, el general Rafael Uribe Uribe, a quien unos recuerdan como héroe y otros
como mártir, dijo sobre el fin de su lucha y de las luchas libradas por los delincuentes
políticos: "¿Qué acto revolucionario hay que no quepa dentro del concepto de rebelión?
Todos van dirigidos, o contra las autoridades, o contra las personas, o contra las
propiedades. El revolucionario se alza contra el orden constituido; desconoce los
empleados de todas las jerarquías y lucha contra ellos, puesto en armas; recluta, encarcela
y recoge prisioneros; se bate hiriendo o matando a sus adversarios; levanta empréstitos
forzosos, expropia mercancías para las tropas, toma ganado para su sostenimiento y
caballerías y monturas para la campaña; penetra en las habitaciones y predios ajenos
rompiendo puertas y cercas; en los combates, pone fuego a edificaciones y plantaciones y,
en suma, echa mano de cualquier medio que esté al alcance para el logro de su fin...
Triunfador, el revolucionario es el hombre que sacrifica la tranquilidad, los bienes o la
vida en aras de un ideal. Es el salvador glorioso de la libertad, el padre de la patria y el
guerrero enérgico que subordinó a la adquisición de la victoria los intereses individuales.
Vencido, es encasillado dentro de las tristes y deshonrosas clasificaciones del Código
Penal con el nombre de rebelde, guerrillero, ladrón, asesino, desalmado, sediento de botín
y eterno enemigo del hombre, incapaz de ganarse la vida por medios honrados.. " (19).

Y es que al delito político le son propios diversos actos que deben conducir a la realización
del mismo. Si los rebeldes no se apoyan en su lucha con otras actividades que se enmarcan
en los delitos comunes, para lograr su fin de derrocar el orden constitucional, es obvio que
nunca alcanzarán el poder. Porque, ¿cómo se entendería una guerra irregular sin que los

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¿Terrorismo O Rebelión?

rebeldes acudan a sabotajes, ataques, emboscadas, expropiaciones, falsedad en


documentos públicos, es decir, en una serie de delitos que son propios de un escenario
insurreccional o revolucionario?

Luis Carlos Pérez, uno de los pocos que ha escrito sobre delito político, ha reiterado el
carácter especial que éste tiene. En una de sus obras, sostiene lo siguiente: "Las conductas
rebeldes. Las descripciones del artículo 125 son las de un tipo compuesto, alternativo y
acumulativo. Compuesto, porque cada una de las conductas podría convertirse en tipo
autónomo, perteneciente al mismo bien jurídico. Alternativo, porque los rebeldes escogen
cualquiera de las varias finalidades determinadas. Y acumulativo, porque los agentes
pueden proponerse no un solo objetivo sino dos o más de los cinco previstos" (20).

Bernardo Gaitán Mahecha, columnista de El Siglo y ex ministro de Justicia, escribía: "...La


violencia que no se acallará hasta cuando se modifique la manera de pensar y cambie la
ideología mercantilista, utilitarista y egoísta de la clase dirigente; hasta cuando se
modifiquen las condiciones infrahumanas en que vive la mayoría del pueblo colombiano,
se termine con las politicastros que hacen de la política una profesión lucrativa y se
aniquile la improvisación gubernamental; se acabe con la corrupción administrativa; se
produzca más y se reparta mejor. Que por todas estas cosas lucha la rebeldía colombiana...
pero es algo más, es un hombre que se compromete con su ideal y que se pone en
contradicción con la sociedad a la cual pertenece y que al sacrificarse dentro de ella, la
incita a renovarse".

Es pertinente citar también a Juvenal Herrera Torres, actor del conflicto interno, quien en
su condición de preso político, decía: "Cuando los jefes liberales y conservadores se
pusieron al frente de las guerras civiles, eso era ¡patriotismo! ¡Valor civil! ¡Doctrinarismo!
¡Militancia en acción! Pero en tratándose de los campesinos que luchan por recuperar la
tierra, de los indígenas que se defienden de los desafueros de los terratenientes, de los
obreros que reclaman lo que justamente merecen, los estudiantes que exigen libertades
democráticas, de los ciudadanos que organizan un paro cívico hasta hacer sentir sus
necesidades para impedir nuevas alzas en los servicios, o que se dan formas organizativas
para luchar por un futuro de paz y de progreso, por una patria libre, por una sociedad sin
opresores, eso es ¡Subversión! ¡Ilegal! ¡Ideas importadas! ¡Perturbación del orden! ¡Caos
creado por agitadores profesionales! ¡Ardides del comunismo internacional! ¡Intromisión
del castrismo! ¡Crimen organizado!"

"El egoísmo es al delito común lo que el altruismo al delito político. En tanto que el
egoísmo es el reflejo psicológico del instinto de conservación del individuo, el altruismo es
el del instinto de conservación de la especie, esto es, de la colectividad. El egoísmo es la
columna vertebral de la concepción burguesa del mundo. El altruismo, la fraternidad de la
humanidad liberada, es la concepción proletaria del mundo, es la concepción marxista-
leninista".

"El delincuente colectivo priva de la vida o de la hacienda, no por satisfacer su codicia o


su odio contra el que personalmente le ofendió o aborrece, sino a fin de procurar medios
pecuniarios con qué sostener su causa, o para combatir a los que la atacan; no persigue ni
mata a un hombre como tal, sino como defensor de lo que él quiere destruir como
funcionario, como autoridad, como representante de una institución, como parte de una
casta o de una clase".

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¿Terrorismo O Rebelión?

El concepto de delito político ha pasado por las corrientes subjetiva y mixta,


predominando en la actualidad esta última, pudiéndose destacar como principales
elementos los siguientes: es una asociación político-militar contra el sistema burgués
imperante; está guiada por principios filosóficos que trascienden los campos político,
económico y social, ajena a los actos propios de la delincuencia común, como una moral
colectiva y propendiendo por una mejor vida social; su accionar está orientado a
transformar la realidad en que vive para lograr un mejor sistema, mejores normas, mejores
instituciones, mejores gobiernos y, buscando que las viejas estructuras den paso a una
nueva sociedad, más justa, más igualitaria, surgiendo un nuevo orden social.

Con respecto a la conexidad, Luis Carlos Zarate afirma que no hay una doctrina clara
sobre el delito político y que la legislación nacional lo ha tomado de esa manera; para este
autor: "Es también raro, en la práctica, que un delito político puro sea cometido sin estar
precedidos de faltas o delitos de derecho común con los cuales él se encuentre más o
menos estrechamente ligado, en razón del fin político único perseguido por uno o varios
autores. El autor o autores del mismo pueden ser detenidos con la ejecución de sus planes
políticos inmediatamente después de la perpetración del delito común, a continuación de la
intervención de la justicia.. " (21).

El delito político ha pasado por dos etapas: la primera, la que lo consideró como un crimen
majestatis donde debía tratarse con extrema dureza y la severidad; y la segunda por
distintas corrientes del pensamiento se le atribuyen móviles altruistas, progresistas,
ganando un tratamiento privilegiado y gran simpatía entre los pueblos. En la actualidad, no
se consideran como delito político los actos que atenten contra los Estados democráticos y
socialistas, considerándose estos delitos como comunes y contrarrevolucionarios,
respectivamente, por atentar contra el pueblo, la democracia y la revolución.

En los códigos penales se da formalmente un tratamiento preferencial a los delitos


políticos, lo cual se debe, por una parte, a la lucha de los pueblos en favor de quienes han
luchado y luchan por su libertad y, por otra, a que el Estado burgués sólo usa su modelo
represivo penal, cuando se ve obligado por las circunstancias, cuando no usa la tortura, el
asesinato, el genocidio, la desaparición forzada, que no aparecen en sus constituciones y
códigos.

En el caso colombiano han coexistido dos códigos penales: el Código Penal Ordinario que,
en apariencia, le da un trato benevolente al delito político, y el Código Penal Especial de
orden público, antiterrorista o especial, constituido en su mayoría por toda la legislación
extraordinaria expedida durante el Estado de sitio, siendo sus máximos modelos, el
Estatuto de Seguridad, y más recientemente, el Estatuto Antiterrorista y el Estatuto para la
Defensa de la Justicia, donde se acaba prácticamente con el delito político y, por exclusión
de materia, con su tratamiento preferencial, de cuyas normas todavía subsisten sistemas
diferenciados para procesar a los rebeldes y/o terroristas conforme al Código Penal.

El sistema carcelario colombiano es antro de vicios, corrupción, inmoralidad y miseria;


que busca aislar físicamente y aniquilar anímicamente al rebelde, con el propósito de que
se olvide de sus ideales nobles y altruistas por los cuales luchó y fue encarcelado, y se
contagie con los vicios allí reinantes. Sobre el particular, afirma Miguel Castells:

"La cárcel es la antisociedad y la cárcel también es parte esencial de una sociedad tangible,
real y concreta que la necesita... La cárcel llena la finalidad que puede perseguir un

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determinado sistema de proceso político: La ejemplarización mediante el castigo; la


eliminación, aislamiento del adversario de cara a las masas; la destrucción del enemigo...
Son variados los elementos que juegan el proceso político. Pero no creo equivocarme si
considero que en las sociedades de nuestro hemisferio, uno de los ejes principales sobre el
que giran los sistemas políticos es la cárcel. La idea de la cárcel gravita obsesivamente
sobre el proceso político" (Los procesos políticos: de la cárcel a la amnistía, pp. 13 y 16).

En Colombia, contra el preso político, además del aparato judicial, la cárcel se convierte
en un instrumento adicional de venganza para quebrar la voluntad de resistencia de los
individuos.

DEL DELITO POLÍTICO AL DELITO SOCIAL Y AL TERRORISMO

Pareciera que en la Segunda mitad del siglo XX y en los albores del actual se comienza a
relativizar el delito político, para descalificar de manera más abierta al opositor político, y
por ello se inicia una clasificación de puros y relativos. Los delitos políticos puros son los
realzados con un móvil político y afectan exclusivamente el ordenamiento del Estado. Los
delitos políticos relativos son los que con ocasión de realizar un delito de esta clase,
lesionan un bien privado y que se asimilan a delitos comunes.

Poco a poco se elimina el concepto de delitos complejos pasando a la concepción de


delitos conexos. Es delito complejo, el que con un solo acto lesiona el orden político y un
bien privado; por ejemplo, el homicidio de un jefe de Estado. Es delito conexo, el que
lesiona un bien jurídico privado, cuando se está en camino para la realización de un delito
político; por ejemplo, el robo de armas para utilizarlas en una revolución; o cuando,
originado por un móvil político, se atacan bienes privados como los transportes o se
secuestran personas para incrementar las arcas del movimiento rebelde.

Por otra parte, se acuña el concepto de delito social, que es asimilado al delito común.
Cuello Calón, observa: "Como delito social típico solía presentarse el delito anarquista,
generalmente realizado por medios explosivos". Pero a continuación advierte: "En contra
de esta opinión, muy extendida, que mira el delito social, especialmente los crímenes
anarquistas como delictiva juris gentium, algunos autores, sobre todo en Italia, los reputan
como verdaderos crímenes políticos" (Delincuencia Política, 1940, p. 17).

Si se consideran los grupos insurgentes colombianos como terroristas, no podría haber en


Colombia procesos de paz o de reconciliación; desde ese punto de vista no hubiera sido
posible que el M-19, el EPL, el PRT y el Quintín Lame todas organizaciones insurgentes,
se hubiesen acogido a las leyes de amnistías o indultos que permitieron su regreso a la
sociedad civil, porque todos combatieron y mataron a los que consideraron sus
adversarios, entonces por qué no reconocer a los aún no desmovilizados ni reinsertados su
condición de rebeldes, cuando se propone el canje de prisioneros habría que pensar si
realmente la pena cumple alguna función frente a los rebeldes, habría que pensar hasta
dónde los rebeldes necesitan ser resocializados para que renuncien a las utopías, o si la
pena es simplemente una retaliación "El delito es síntoma que denuncia enfermedades del
organismo social".

Era infructuoso hasta hace unos años buscar en los códigos penales un concepto de
terrorismo porque no incluyen esa figura como delito, castigándose como homicidio,
lesiones, asociación para delinquir, rebelión, y otros delitos de peligro común.

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¿Terrorismo O Rebelión?

Hasta 1980, se introduce el delito de terrorismo en el Código Penal colombiano que se


caracteriza por incluir dos elementos característicos: propósito de "crear o mantener un
ambiente de zozobra o perturbar el orden público".

En Colombia, la ambigüedad del tipo penal de terrorismo permite que se entienda por éste,
conductas que, incluso, pueden responder al ejercicio de los derechos fundamentales a la
huelga o a la protesta popular o social.

A raíz de los hechos del 11 de septiembre de 2001 en los Estados Unidos los militaristas
de todo tipo que pregonan la guerra, pero sólo quieren hacer correr sangre ajena, han
encontrado un pretexto para encasillar a las agrupaciones insurgentes como organizaciones
terroristas.

SURGIMIENTO DE LAS GUERRILLAS EN COLOMBIA COMO UNA FORMA


DE RESISTENCIA ARMADA

En una entrevista concedida por Gloria Gaitán, hija del caudillo liberal Jorge Eliécer
Gaitán, asesinado en 1948, declaró: "Si uno analiza los momentos en que se inicia el
genocidio al gaitanismo, que es en 1945, ve que no son acciones que estén aisladas del
contexto político; es decir, a medida que el gaitanismo tiene más y más posibilidades de
llegar al poder por la vía electoral, cada vez se va incrementando el proceso de matar
deliberadamente a las figuras más connotadas del gaitanismo regionalmente. Eso, por un
lado, demuestra que hay una correlación directa entre crecimiento del movimiento
gaitanista y empleo de las matanzas colectivas sistemáticas, y no solamente regionales sino
nacionales a la dirigencia gaitanista".

"Pero si vemos por otro lado, también entendemos que hay la utilización de dos elementos:
uno, la chulavizacion de la policía. Hay declaraciones muy directas y explícitas del
gobernador de Boyacá, Pepe Villareal, diciendo que eso se encuentra en dos documentos:
uno, el libro de Arturo Alape, sobre el bogotazo; y el otro, la recolección de memorias
individuales firmadas por María Valencia".

"Y ahí uno encuentra que la 'godificación', como lo han llamado, de la Policía se hace en
declaraciones de Villarreal de una manera deliberada para tener una policía al servicio del
régimen de la Unión Nacional, que era un régimen presidido por Ospina Pérez, pero con
miembros de partidos liberales y conservadores. Los anteriores son los antecedentes del
Frente Nacional. Y también la utilización tradicional y consciente de los sentimientos
atávicos del pueblo hacia los partidos tradicionales".

"Como se trata siempre de borrar la autoría de todos los genocidios y achacárselos al


pueblo, es mucho más fácil decir que no fue una violencia deliberada de la oligarquía
liberal y conservadora para exterminar al gaitanismo sino que fue una guerra bipartidista
del pueblo liberal contra el pueblo conservador, es decir, ya ; no es el Estado el que tiene la
culpa sino que es el mismo pueblo, es lo que sucede hoy. Es decir, las grandes masacres no
las comete el Estado sino que las cometen los paramilitares. Cuando los paramilitares, tal
como lo han denunciado organismos internacionales, están en estrecha vinculación con el
ejército, es el mismo mecanismo. Como ya no les funciona tanto la violencia entre
liberales y conservadores, ahora la tienen que hacer entre guerrilleros y paramilitares, para
echarle la culpa a la gente común y corriente, a los campesinos y no al Estado".

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¿Terrorismo O Rebelión?

"Creo que no conozco históricamente otros propósitos fuera de la invasión de los


españoles al continente, que haya sido un genocidio deliberado por la toma del j poder, por
dominar el Estado; eso sucede cuando se quieren acabar los imperios | precolombinos para
instaurar la colonia; es una lucha por el poder y luego nuevamente se utiliza el genocidio a
partir del 45. ¿Y por qué el genocidio se ha continuado? Porque antes eran matanzas por
razones sociales y económicas, puntuales; por ejemplo, la lucha por la tierra; lo que
sucedió en todo el norte del Tolima y el sur de Cundinamarca y también en el caso de las
bananeras, que son por cuestiones económicas y sociales, y por lo tanto, son puntuales
desde el punto de vista regional. Pero, ¿cuándo se vuelven nacionales y por qué el
genocidio sigue siendo un instrumento, similar al que se inicia en el 45? Porque
efectivamente el pueblo, tal vez inconscientemente, pero ya entiende que la solución de
sus problemas económicos y sociales radican en cuestiones de poder, no solamente en
cuestiones coyunturales de tipo local. De modo que analizar el genocidio de la década de
los años cuarenta, nos permite ver mecanismos idénticos con el genocidio de la Unión
Patriótica; porque lo que diferencia a la UP con otros movimientos políticos
contemporáneos es que estaba bajo las directivas de quienes querían la toma del poder, no
compartir el poder con la oligarquía; es decir, cuando se plantea el quítese la oligarquía
para que el pueblo se tome el poder, es cuando se aplica el genocidio" (22).

Esta entrevista con la hija del caudillo inmolado, en medio del genocidio político
decretado contra sus seguidores, muestra la relación existente entre la violencia de los años
cincuenta y la aparición de las guerrillas en la décadas de los años sesenta y setenta.

Durante el siglo XIX, las ideas socialistas revolucionarias que inspiraron las guerras
civiles eran las ideas liberales; ideas progresistas que se disputaban los escenarios políticos
con los conservadores y la Iglesia, que representaban el viejo orden feudal, que se
declaraban anticomunistas.

Desde la Constitución de 1886, fruto de la victoria conservadora, hasta 1930, fecha en que
termina la hegemonía liberal, se libraron grandes luchas sociales, populares y obreras, bajo
la modalidad de movimientos sociales y alzamientos populares masivos, en los cuales
convergían sectores liberales y sectores de izquierda. Ya en el siglo XX, en el marco del
movimiento obrero, se empiezan a perfilar idearios de izquierda y revolucionarios que van
tomando distancia con las ideas del partido liberal. Hacia 1919 se crea el Partido
Socialista, que tiene como antecedente el Partido Obrero; allí aparece el izquierdismo
liberal y los intelectuales anarquistas. Esta propuesta se concreta en 1927 con la creación
del Partido Socialista Revolucionario en la Convención de la Dorada, que luego da origen
al Partido Comunista Colombiano. Era un momento histórico de grandes luchas sociales y
sindicales; por ese entonces aparece Jorge Eliécer Gaitán como abogado de los
trabajadores de las telefónicas de Bogotá. Todas esas luchas sociales hacen que en 1930 el
Partido Eiberal llegue al poder, quedando en duda si realmente eran los proletarios los
beneficiarios o solamente la oligarquía liberal que se hacía a éste.

En 1928, se desata la crisis y la llamada masacre de las bananeras, en el departamento del


Magdalena, en las cuales el Estado se alindera con los intereses de la multinacional United
Fruit Company, desconociendo los derechos de los trabajadores, utilizando el recurrente
Estado de sitio para reprimirlos, masacrando a los que iban a la huelga, encarcelando a
otros que eran juzgados en consejos verbales de guerra, y llenando las cárceles de presos y
perseguidos políticos, constante que se mantiene hasta nuestros días.

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¿Terrorismo O Rebelión?

El nuevo gobierno liberal, en cabeza de Enrique Olaya Herrera, disipó la crisis política,
pero en poco tiempo las expectativas y promesas se vieron incumplidas, arreciaron las
protestas y las huelgas. Bajo ese escenario Gaitán se perfila con un nuevo movimiento
político liberal revolucionario que es la Unión Nacional de Izquierda Revolucionaria,
UNIR, distanciándose de los liberales institucionalizados. Ya en 1935, el Partido
Comunista, en su Conferencia se decide a impulsar el Frente Amplio contra el
Imperialismo y la Reacción, y se suma a la campaña electoral de Alfonso López Pumarejo,
quien introduce una reforma agraria mediante la ley 200; una reforma constitucional con
función social de la propiedad que buscaba responder a reclamos sociales de los obreros y
campesinos.

En ese período, Jorge Eliécer Gaitán se perfilaba como líder popular y por fuera de las
sendas oficialistas del Partido Liberal, esto sumado al clima político existente en el
gobierno conservador de Mariano Ospina Pérez, que era el retomo de los terratenientes al
poder. Gaitán fue visto como un revolucionario y como un peligro para la oligarquía
liberal y conservadora, lo cual precipitó su magnicidio el 9 de abril de 1948. Esto generó la
etapa de la Violencia, para acallar a los obreros organizados que afectaban la acumulación
de capital, y a su vez reversar los avances de la reforma agraria, facilitando que los
terratenientes liberales y conservadores justificaran con la violencia anticomunista
agenciada desde los Estados Unidos, la expropiación violenta y en su propio beneficio de
las tierras de los pequeños y medianos propietarios liberales y conservadores.

Como una forma de repeler la violencia institucional, aparecen las formas de resistencia
armada, conocidas como las guerrillas liberales, que tienen su máxima expresión en las
guerrillas del Llano, que tuvieron un gran control territorial, con legislación y constitución
popular a bordo. Después de que los guerrilleros son traicionados por el Partido Liberal,
viene la dictadura del general Rojas Pinilla, patrocinada por liberales y conservadores;
luego fallan los procesos de paz, el exterminio de los que entregaron las armas, la creación
del Frente Nacional, que implicaba el reparto del poder de manera sucesiva entre liberales
y conservadores, mientras a tiros se silenciaba a los opositores políticos. Es en ese
contexto que aparecen los movimientos guerrilleros de carácter revolucionario.

Desde esas fechas hasta nuestro días todas las disidencias políticas han sido cooptadas,
sometidas, aniquiladas o reducidas. La historia del país conoce la suerte del movimiento
gaitanista, del Partido Comunista y de la Unión Patriótica, entre otras expresiones
alternativas, víctimas de la violencia oficial y paraoficial.

SURGIMIENTO DE LAS FARC

Al comienzo las guerrillas liberales, compuestas por sectores del partido liberal y por
sectores comunistas, estuvieron muy unidas frente a un enemigo común que era el
gobierno, que las atacaba indistintamente; luego se van diferenciando y aparecen los
"limpios", que eran los liberales, y los "comunes", que eran los comunistas. Estos últimos
cada vez más van comprendiendo que la lucha no era entre liberales y conservadores, sino
una lucha de clases entre la oligarquía liberal y conservadora contra los intereses del
pueblo. Con el golpe militar de Rojas Pinilla, las guerrillas liberales se entregan, pero no lo
hacen las comunistas. El movimiento guerrillero se alinea en una lucha contra la dictadura
de Rojas, pero fracasa, pues la oligarquía autoderroca a la dictadura y da paso al Frente
Nacional, fenómeno de monopolio político liberal y conservador que funcionó
perfectamente con un efecto inercial hasta nuestro días.

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¿Terrorismo O Rebelión?

Para comprender en las voces de las FARC su origen, cabe citar el siguiente documento
expedido bajo el título 34º Aniversario de las FARC-EP:

"Bajo el rugir de los aviones, las explosiones de las bombas y el tableteo de fúsiles y
ametralladoras, con impresionante despliegue militar, se inició el 27 de mayo de 1964 la
operación Marquetalia, para exterminar a 48 campesinos y sus familias, que bajo el mando
del Comandante Guerrillero Manuel Marulanda Vélez descuajaban montañas, fundaban
fincas, las cultivaban y vendían sus productos en colectivo y se dieron formas y normas de
convivencia en lo que el Estado colombiano, apoyado por el gobierno norteamericano,
denominó inaceptables "repúblicas independientes dentro del mismo territorio
colombiano", y como un peligroso experimento socialista. Nadie en Marquetalia deseaba
la confrontación militar. Fue el Estado colombiano bajo la presión gringa quien desató la
guerra e impuso la confrontación armada sumiendo a nuestro país en un inmenso campo de
dolor y muertes. Se quería la utilización de la vía menos dolorosa para impulsar los
cambios, pero como somos revolucionarios que de una manera u otra tenemos que cumplir
con nuestro deber, nos vimos en la obligación de empuñar las armas. De allí vienen las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo, FARC-EP, que hoy
27 de mayo cumplen 34 años de ininterrumpido accionar político-militar. Nada ha
cambiado en Colombia que no sea para empeorar la situación. Las elecciones se han
convertido en gigantescos carnavales del derroche de los dineros públicos, de inversión a
corto plazo de capitalistas y terratenientes criollos, de las transnacionales y de los que
imponen los candidatos y hasta presidentes como en el caso de Ernesto Samper Pizano.
Todo lo que tocan lo corrompen, compran el voto y la conciencia; prometen toda clase de
prebendas, reparten los puestos estatales, los créditos para la vivienda, los cupos
universitarios y hasta dan medalla de "oro" al municipio que mayor votación ponga,
porque eso es su "democracia".

"De ser una conquista democrática, las elecciones en Colombia pasaron a ser una
sinvergüencería y una tramposa manera de las clases dominantes para perpetuar su
dominio. Hoy las FARC-EP condenan este tipo de elecciones y llaman a la abstención
electoral y a la creación de los cabildos populares realmente democráticos y participativos
para la construcción real del poder desde abajo. Allí daremos la pelea".

"Las FARC-EP prosiguen en la búsqueda de una salida política al conflicto social y


armado que vive Colombia, línea consecuente desde su fundación. Ya no son el reducido
grupo de campesinos. Tiene 60 frentes de guerra agrupados en siete bloques dislocados en
todo el territorio nacional. Cuentan con una amplia dominación territorial apoyados por
importantes núcleos de la población urbana y rural y son una verdadera opción de poder.
Han cualificado su accionar militar propinando duros golpes a las fuerzas oficiales como
los recientes en Las Delicias, San Juanito, Patascoy y El Billar, cuyos fracasos el ejército
trata de ocultar recurriendo a la represión contra la población civil desatando una orgía de
sangre, realizando las masacres a pobladores desarmados para implantar el terror en un
vano intento de parar el avance de la insurgencia".

"Los postulados de Marquetalia, recogidos en el programa agrario de los guerrilleros, tiene


plena vigencia al igual que la plataforma política de diez puntos para un nuevo gobierno de
reconciliación y reconstrucción nacional, que abrirían las compuertas para iniciar una sana
convivencia entre la familia colombiana, por ello nuestras armas y nuestras banderas
siguen en alto al servicio del pueblo. Estamos abriendo caminos hacia la nueva Colombia"
(23)
.

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¿Terrorismo O Rebelión?

Los siguientes son apartes de la introducción del libro Colombia, nunca más, sobre los
fundamentos dados por los mismos grupos alzados en armas en sus manifiestos
fundacionales o en sus documentos públicos, en los cuales explican el porqué de su
surgimiento: "Entre tanto, la insurgencia también se fue estructurando. Como reacción a la
Operación Marquetalia, mediante la cual el Ejército colombiano arremetió con 16 mil
hombres contra los grupos de autodefensas campesinas que resistían a la expulsión de sus
tierras en el sur del Tolima, el 20 de julio de 1964 esas autodefensas armadas del sur del
Tolima, junto con las del Huila, Cauca y Valle, lanzaron una proclama nacional para
anunciar que constituían las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y adoptaban
un programa de siete puntos de reforma agraria por el cual se comprometían a luchar. En
la proclama manifestaban: 'Contra nosotros se han desencadenado 4 guerras en el curso de
15 años. Una a partir de 1948, otra a partir de 1954, otra de 1962 y ésta que estamos
padeciendo a partir del 18 de mayo de 1964, cuando los mandos militares declararon
oficialmente que ese día había comenzado la 'Operación Marquetalia'... Por eso nos ha
tocado sufrir en la carne y en el espíritu todas las bestialidades de un régimen podrido que
se asienta sobre el monopolio latifundista de la tierra, la monoproducción y la
monoexportación bajo el imperio de los Estados Unidos. Es por esto que en esta guerra
participan contra nosotros tropas, aviones, altos mandos militares y especialistas
norteamericanos. Es por esto que se lanzan contra nosotros 16 mil hombres provistos de
las armas más modernas y destructoras. Es por eso que contra nosotros se emplea la táctica
del bloqueo económico, del cerco, del exterminio, de las acometidas por aire y tierra y, por
último, de la guerra bacteriológica... Nosotros hemos llegado a todas las partes donde
había puertas para golpear en procura de auxilio para evitar que una cruzada
anticomunista, que es una cruzada antipatriótica contra nuestro pueblo, nos llevara, y con
nosotros, a todo nuestro pueblo, a una lucha larga y sangrienta. Nosotros somos
revolucionarios que luchamos por un cambio de régimen. Pero queríamos y luchábamos
por ese cambio usando la vía menos dolorosa para nuestro pueblo: la vía pacífica, la vía de
la lucha democrática de las masas, las vías legales que la Constitución de Colombia señala.
Esa vía nos fue cerrada violentamente, y como somos revolucionarios que de una u otra
manera jugamos el papel histórico que nos corresponde, obligados por las circunstancias
arriba anotadas, nos tocó buscar la otra vía: la vía revolucionaria armada para la lucha del
poder. Desde hoy 20 de julio de 1964 somos un movimiento guerrillero que lucha por el
siguiente programa:" (24)

"Primero. A la política agraria de mentiras de la oligarquía, oponemos una efectiva política


agraria revolucionaria que cambie de raíz la estructura social del campo colombiano,
entregando en forma completamente gratuita la tierra a los campesinos que la trabajan o
quieran trabajarla, sobre la base de la confiscación de la propiedad latifundista en beneficio
de todo el pueblo trabajador. La política agraria revolucionaria entregará a los
campesinos... la ayuda técnica y de infraestructura, herramientas y animales de labor para
la debida explotación económica de la tierra. La política agraria revolucionaria es
condición indispensable para elevar verticalmente el nivel de vida material y cultural de
todo el campesinado, librarlo del desempleo, el hambre, el analfabetismo y las
enfermedades endémicas que limitan su capacidad de trabajo; para liquidar las trabas del
latifundismo y para impulsar el desarrollo de la producción agropecuaria e industrial del
país. La política agraria revolucionaria confiscará las tierras ocupadas por compañías
imperialistas norteamericanas a cualquier título y cualquiera que sea la actividad a la cual
estén dedicadas".

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¿Terrorismo O Rebelión?

"Segundo. Los colonos, ocupantes, arrendatarios, aparceros, terrazgueros, agregados, etc.


de tierras de los latifundistas y de la nación, recibirán los títulos correspondientes de
propiedad de los terrenos que exploten. Se liquidará todo tipo de explotación atrasada de la
tierra, los sistemas de aparcería, el arriendo en especie o en dinero".

"Se creará la unidad económica en el campo de acuerdo con la fertilidad y ubicación de los
terrenos, con un mínimo de 10 a 20 hectáreas, cuando se trate de tierras planas y aledañas
a poblaciones o ciudades y, en otras tierras, de acuerdo con su fertilidad y red de
comunicaciones".

"Se anularán todas las deudas de los campesinos con los usureros, especuladores,
instituciones oficiales y semioficiales de crédito".

"Tercero. El gobierno revolucionario respetará la propiedad de los campesinos ricos que


trabajen personalmente sus tierras. Se preservarán las formas industriales de trabajo en el
campo. Las grandes explotaciones agropecuarias que por razones de orden social y
económico deban conservarse, se destinarán al desarrollo planificado de todo el pueblo".

"Cuarto. El gobierno revolucionario establecerá un amplio sistema de crédito con


facilidades de pago, el suministro de semillas, asistencia técnica, herramientas, animales,
aperos, maquinaria, etc., tanto para los campesinos individuales como para las
cooperativas de producción que surjan... Se creará un sistema planificado de irrigación y
electrificación y una red de centros oficiales de experimentación agrotécnica. Se
organizarán servicios suficientes de sanidad para la atención completa de los problemas de
la salud pública en los campos. Se atenderá el problema de la educación campesina, la
erradicación total del analfabetismo y se creará un sistema de becas para el estudio técnico
y superior de los hijos de los trabajadores de la tierra. Se cumplirá un vasto plan de
vivienda campesina y la construcción de vías de comunicación de los centros rurales
productivos a los centros de consumo".

"Quinto. Se garantizarán precios básicos remunerativos y de sustentación para los


productos agropecuarios".

"Sexto. Se protegerán las comunidades indígenas otorgándoles tierras suficientes para su


desarrollo, devolviéndoles las que les hayan usurpado los latifundistas y modernizando sus
sistemas de cultivos. Las comunidades indígenas gozarán de todos los beneficios de la
política agraria revolucionaria. Al mismo tiempo estabilizará la organización autónoma de
las comunidades, respetando sus cabildos, su vida, su cultura, su lengua propia y su
organización interna".

"Séptimo. La realización de este programa agrario revolucionario dependerá de la alianza


obrero-campesina y del frente unido de todos los colombianos en la lucha por el cambio de
régimen, única garantía para la destrucción de la vieja estructura latifundista de Colombia.
La realización de esta política se apoyará en las más amplias masas campesinas, las que
contribuirán decididamente a la destrucción del latifundio. Para tal fin se organizarán
potentes uniones de lucha campesina, fuertes sindicatos, comités de usuarios y juntas
comunales. Por eso, este programa se plantea como necesidad vital, la lucha por la
forjación del más amplio frente único de todas las fuerzas democráticas, progresistas y
revolucionarias del país para librar un combate permanente hasta dar en tierra con el

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¿Terrorismo O Rebelión?

régimen oligárquico al servicio de los imperialistas yanquis, que impiden la realización de


los anhelos del pueblo colombiano".

"Octavo. Las FARC-EP en su momento promulgarán la primera ley de política agraria


revolucionaria. Por eso invitamos a los campesinos, obreros, empleados, estudiantes,
artesanos, pequeños industriales y comerciantes, a la burguesía nacional que esté dispuesta
a combatir contra el imperialismo, a los intelectuales demócratas y revolucionarios, a todos
los partidos y corrientes de izquierda y de centro, que quieran un cambio en sentido del
progreso, a la gran lucha revolucionaria y patriótica por una Colombia para los
colombianos, por el triunfo de la revolución, por un gobierno democrático de liberación
nacional".

Como se observa, el 20 de julio de 1964 se aprobó en Marquetalia una plataforma


eminentemente campesina y reivindicativa del derecho a la tierra ante las frustraciones de
la reforma agraria de 1936, que generó grandes expectativas incumplidas. En ese contexto
surgen las FARC como una guerrilla especialmente campesina.

Las FARC pasan por un proceso de cambios políticos e ideológicos que se pueden
contrastar con el programa aprobado en la octava conferencia en 1993 por la organización
rebelde, que es el documento titulado "Plataforma para un gobierno de reconstrucción y
reconciliación nacional" (25), que dice:

"Invitamos a todos los colombianos que anhelan una patria amable, en desarrollo y en paz,
a trabajar por la conformación de un gobierno nacional pluralista, patriótico y democrático,
que se comprometa a lo siguiente:

1. Solución política al grave conflicto que vive el país.

2. La doctrina militar y de defensa nacional del Estado será bolivariana. Dijo El Libertador
que "el destino del ejército es guarnecer la frontera. Dios nos preserve de que vuelva sus
armas contra los ciudadanos".

Las FF.AA. serán garantes de nuestra soberanía nacional, respetuosas de los derechos
humanos, y tendrán un tamaño y un presupuesto acorde a un país que no está en guerra con
sus vecinos. La Policía Nacional volverá a ser dependiente del Ministerio de Gobierno,
reestructurada para que cumpla su función preventiva, moralizada y educada en el respeto
de los derechos humanos.

3. Participación democrática nacional, regional y municipal en las decisiones que


comprometen el futuro de la sociedad. Fortalecimiento de los instrumentos de fiscalización
popular.

La Procuraduría será rama independiente del poder público y el Procurador General de la


Nación será elegido popularmente. El parlamento será unicameral.

La oposición y las minorías tendrán plenos derechos políticos y sociales, garantizándoles


el Estado su acceso a los grandes medios de comunicación. Habrá libertad de prensa.

La rama electoral será independiente. La Corte Suprema de Justicia, la Corte


Constitucional y el Consejo Superior de la Judicatura serán elegidos por voto directo de

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¿Terrorismo O Rebelión?

todos los jueces y magistrados del país. Moralización de la administración pública y de las
instituciones civiles y militares del Estado.

4. Desarrollo y modernización económica con justicia social.

El Estado debe ser el principal propietario y administrador en los sectores estratégicos: en


lo energético, en las comunicaciones, servicios públicos, vías, puertos y recursos naturales,
en beneficio del desarrollo económico-social equilibrado del país y las regiones.

El énfasis de la política económica será la ampliación del mercado interno, la


autosuficiencia alimenticia y el estímulo permanente a la producción, a la pequeña,
mediana y gran industria privada, a la autogestión, la microempresa y a la economía
solidaria.

El Estado invertirá en áreas estratégicas de la industria nacional y desarrollará una política


proteccionista sobre las mismas. La gestión económica oficial se debe caracterizar por su
eficiencia, su ética, su productividad y su alta calidad. Habrá participación de los gremios,
las organizaciones sindicales, populares, entes académicos y científicos en la elaboración
de las decisiones sobre la política económica, social, energética y de inversiones
estratégicas.

El 50% del presupuesto nacional será invertido en el bienestar social, teniendo en cuenta al
colombiano, su empleo, su salario, salud, vivienda, educación y recreación como centro de
las políticas del Estado, apoyados en nuestras tradiciones culturales democráticas y
buscando el equilibrio de la sociedad con su medio ambiente y la naturaleza. El 10% del
presupuesto nacional será invertido en la investigación científica.

Quienes mayores riquezas posean, más altos impuestos aportarán, para hacer efectiva la
redistribución del ingreso. El impuesto del IVA sólo afectará bienes servicios suntuarios.

Política agraria que democratice el crédito, la asistencia técnica y el mercadeo. Estímulo


total a la industria y a la producción agropecuaria. Proteccionismo estatal frente a la
desigual competencia internacional.

Cada región tendrá su propio plan de desarrollo elaborado con las organizaciones de la
comunidad, liquidando el latifundio allí donde subsista, redistribuyendo la tierra,
definiendo una frontera agrícola que racionalice la colonización y proteja nuestras reservas
del arrasamiento. 5. Ayuda permanente para el mercadeo nacional e internacional.

Explotación de los recursos naturales como el petróleo, el gas, el carbón, el oro, el níquel,
las esmeraldas, etc., en beneficio del país y de sus regiones. Renegociación de los
contratos con compañías multinacionales que sean lesivos para Colombia. La comisión
nacional de energía, con participación del Estado, los trabajadores del sector y las
regiones, planificará la política energética.

Se construirán más refinerías y se desarrollará la industria petroquímica. El gobierno le


informará a la comunidad con transparencia, los términos del contrato existente para la
explotación de Cusiana. Tan solo los 5 mil millones de barriles de petróleo de reserva que
posee, a los precios de hoy y a la tasa de cambio vigente, producirán $80 billones (80
millones de millones de pesos), es decir, más de seis veces el presupuesto nacional de

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¿Terrorismo O Rebelión?

1993. Colombia entera conocerá cómo y a qué ritmo se explotará Cusiana y cómo
insertamos su producido en los planes generales de nuestro desarrollo. Hay que "sembrar
el petróleo" para las próximas generaciones, porque el crudo es de todos los colombianos y
sus beneficios también.

Relaciones internacionales con todos los países del mundo bajo el principio del respeto a la
libre autodeterminación de los pueblos y del mutuo beneficio. Priorizar tareas por la
integración regional y latinoamericana. Respeto a los compromisos políticos del Estado
con otros Estados. Revisión total de los pactos militares y de la ingerencia de las potencias
en nuestros asuntos internos. Renegociación de la deuda externa, buscando un plazo de 10
años muertos, en el pago de los servicios.

Solución del fenómeno de producción, comercialización y consumo de narcóticos y


alucinógenos, entendido ante todo como un grave problema social que no puede tratarse
por la vía militar, que requiere acuerdos con la participación de la comunidad nacional e
internacional y el compromiso de las grandes potencias como principales fuentes de la
demanda mundial de los estupefacientes" (26).

Como se aprecia, las FARC-EP van pasando a demandas nacionales por fuera del
problema agrario, que sigue siendo uno de los problemas a resolver en el marco de un
proceso de paz, con temas tan importantes como las relaciones internacionales y el
narcotráfico.

SURGIMIENTO DEL EJÉRCITO DE LIBERACIÓN NACIONAL, ELN

El ELN nace del seno de las juventudes del Movimiento Revolucionario Liberal, MRL, de
estudiantes que, inspirados en la Revolución Cubana, querían realizar una revolución
similar. Muchos fueron estudiantes de la Universidad Nacional, donde Camilo Torres
Restrepo fue capellán y quien fundó el Frente Unido para llamar a la unidad de la
izquierda y de los movimientos populares. Consideró que las propuestas reformistas
obedecían más a un oportunismo electoral populista y contra ello impulsó propuestas que
se constituían en revolucionarias para cambiar las estructuras de miseria y exclusión
política existentes. A esta propuesta se sumaron campesinos, obreros, intelectuales y capas
medias de la sociedad.

El 7 de enero de 1965, un grupo de combatientes se tomaba la población santandereana de


Simacota y desde allí anunciaba la constitución del Ejército de Liberación Nacional. En su
proclama afirmaban: "Un estudio serio de la realidad colombiana nos ha llevado a la
conclusión de que ni el imperialismo norteamericano ni la oligarquía que lo apoya en
nuestro país permitirán pacíficamente el ascenso de las masas populares al poder y le
impondrán, por lo tanto, al pueblo, una guerra larga y sangrienta, con la cual pretenderán
ahogar para siempre la lucha popular por conquistar las más justas aspiraciones de libertad,
trabajo, democracia y justicia del pueblo colombiano. Ante esta situación, determinada por
la naturaleza agresiva y voraz de los explotadores nacionales y extranjeros, nuestro pueblo
se ve en la obligación de organizarse para responder a la agresión oficial, tomar la
iniciativa y desencadenar la ofensiva revolucionaria mediante el desarrollo de la guerra del
pueblo contra los explotadores, utilizando la lucha armada y las más variadas formas de
lucha popular en todos los terrenos, con el propósito de arrancar el poder de las clases
dominantes y establecer un gobierno popular y democrático de liberación nacional" (27).

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¿Terrorismo O Rebelión?

La siguiente es la declaración política y el programa inicialmente aprobado por el ELN en


su Manifiesto de Simacota (28):

"La violencia reaccionaria desatada por los diversos gobiernos oligarcas y continuada por
el corrompido régimen Valencia-Ruiz, Novoa-Lleras, ha sido una poderosa arma de
dominación en los últimos 15 años".

"La educación se encuentra en manos de negociantes que se enriquecen con la ignorancia


en que mantienen a nuestro pueblo; la tierra es explotada por campesinos que no tienen
dónde caer muertos y que acaban sus energías y las de su familia en beneficio de las
oligarquías que viven en las ciudades como reyes; los obreros trabajan por jornales de
hambre sometidos a la miseria y humillación de los grandes empresarios extranjeros y
nacionales; los profesionales e intelectuales jóvenes demócratas se ven cercados y están en
el dilema de entregarse a la clase dominante o perecer; los pequeños y medianos
productores, tanto del campo como de la ciudad, ven arruinadas sus economías ante la
cruel competencia y acaparamiento por parte del capital extranjero y de sus secuaces
vende patrias; las riquezas de todo el pueblo colombiano son saqueadas por los
imperialistas norteamericanos".

"Pero nuestro pueblo, que ha sentido sobre sus espaldas el látigo de la explotación, de la
miseria, de la violencia, se levanta y está en pie de lucha. La lucha revolucionaria es el
único camino de todo el pueblo para derrotar el actual gobierno de engaño y de violencia.
Nosotros, que agrupamos el Ejército de Liberación Nacional, nos encontramos luchando
por la liberación de Colombia. El pueblo liberal y el pueblo conservador harán frente
juntos para derrotar a la oligarquía de ambos partidos".

"¡Viva la unidad de los campesinos, obreros, estudiantes, profesionales y gentes honradas


que desean hacer de Colombia una patria digna para los colombianos honestos!
¡Liberación o muerte!, Ejército de Liberación Nacional, Frente José Antonio Galán, Carlos
Villarreal, Andrés Sierra, Simacota, 7 de enero de 1965".

Los planes de acción de este grupo se pueden analizar a la luz de la declaración


programática del ELN, que dice (29):

"Programa de Simacota

El ELN lucha por la plena realización en nuestra patria del siguiente programa:

1. La toma del poder para las clases populares, la instauración de un gobierno democrático
y popular, que libere a nuestro país de los monopolios internacionales y de la oligarquía
criolla y que garantice la plena igualdad de nuestro pueblo, que otorgue plenas libertades
democráticas a los sectores populares, que conceda a la mujer sus legítimos derechos, que
libere las fuerzas creadoras de las masas, que garantice el respeto a la dignidad humana y
el libre desarrollo de los colombianos.

2. Una auténtica revolución agraria que contemple la eliminación del latifundio, el


minifundio y el monocultivo; que realice una distribución técnica y justa de la tierra a los
campesinos que la trabajan; que otorgue créditos, abonos, aperos, semillas y herramientas
de trabajo a los agricultores; que impulse la mecanización y la tecnificación de la
agricultura, la creación de organismos adecuados de distribución que elimine los

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¿Terrorismo O Rebelión?

intermediarios, los especuladores y los acaparadores; que asegure la asistencia médica y


educacional a los campesinos, así como el desarrollo del sistema de riego, de
electrificación, de vivienda y vías de comunicación adecuadas. Se confiscarán los
latifundios de propiedad de los terratenientes y se respetarán las propiedades que
beneficien la economía nacional, se fomentará la creación de cooperativas de producción,
distribución y consumo y de granjas estatales, se fomentará la planificación de producción
agropecuaria, buscando la diversidad de los cultivos y el desarrollo de la ganadería.

3. Desarrollo económico-industrial mediante la protección de la industria nacional, el


impulso de la industria semipesada, la confiscación de los intereses imperialistas y de las
oligarquías traidoras a la patria; se protegerá a los pequeños industriales y comerciantes no
especuladores; mediante una planificación científica, se buscará la diversificación de la
industria y el desarrollo de una economía industrial basada en nuestros propios recursos,
que garantice la plena utilización de nuestra mano de obra. Nacionalización efectiva del
subsuelo y de su explotación en beneficio de la economía nacional. Elaboración y
realización de un plan de electrificación, irrigación y aprovechamiento recursos
hidráulicos del país. Comercio con todos los países del mundo, buscando el beneficio de
nuestro pueblo sin otras consideraciones que el interés colectivo.

4. Plan de vivienda y reforma urbana que garantice un hogar higiénico y adecuado para los
trabajadores del campo y la ciudad y elimine la explotación de los casatenientes mediante
la amortización a largo plazo, erradicación de los tugurios, bohíos y ranchos en la ciudad y
en el campo.

5. Creación de un sistema popular de crédito que elimine a los usureros y agiotistas y


fomente el desarrollo económico-industrial, agropecuario y comercial e impulse el
mejoramiento del nivel de vida de los trabajadores.

6. Organización de un plan nacional de salud pública que haga posible la atención médico-
farmacéutica y hospitalaria a todos los sectores de la población sin gravar su economía;
desarrollo de la medicina preventiva y la lucha contra las enfermedades endémicas.
Creación de puestos de salud y hospitales en la ciudad y en el campo. Eficaz protección a
la niñez y a los ancianos y reglamentación del Seguro Social para que sirva a las
necesidades de nuestro pueblo. Creación de un organismo centralizado que se encargue de
proyectar y realizar los programas de salud pública.

7. Elaboración de un plan vial que sirva para articular la economía nacional y preste un
servicio eficaz a las regiones densamente pobladas y con posibilidades de desarrollo
económico. Centralización y planificación de este programa con el fin de evitar gastos
innecesarios. Penetración de las zonas agrícolas y ganaderas; organización estatal del
transporte y fijación de tarifas técnicamente estipuladas por los organismos del Estado.

8. Reforma educacional que elimine el analfabetismo y promueva la construcción de


escuelas rurales y urbanas y la formación de maestros competentes. La educación será
obligatoria y gratuita. Reforma de los programas de estudio para adecuarlos a las
necesidades del país y a la ciencia moderna, vinculación de los estudiantes con la realidad
nacional y elevación del nivel teórico de los trabajadores; nacionalización de la enseñanza
superior, normalista y universitaria, buscando que la universidad cumpla su función social,
que se ponga a tono con los avances científicos, que el pueblo tenga acceso a ella, que
elimine el oscurantismo y el dogmatismo de las cátedras y que pueda así desempeñar el

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¿Terrorismo O Rebelión?

papel de la vanguardia intelectual y cultural de los trabajadores colombianos. Creación de


una Academia Nacional de Ciencias que unifique las exigencias del desarrollo de la
investigación científica. Así mismo, se crearán comedores estudiantiles y se ampliará el
número de becas infantiles, se ampliará la red de bibliotecas públicas y se proveerá a los
establecimientos educacionales de los materiales académicos y docentes necesarios. Se
fomentará y estimulará el deporte y la cultura física. El Estado se preocupará por la
defensa, el estímulo y desarrollo de la cultura nacional, del arte folklórico popular, de la
protección de escritores y artistas nacionales. Igualmente, se divulgarán con amplitud
todas las manifestaciones artísticas y libertarias que revistan formas populares y
democráticas de otros pueblos.

9. Incorporación de la población indígena a la economía y la cultura de la nación,


respetando sus costumbres, sus tierras, su lengua, sus tradiciones y el desarrollo de su vida
cultural. Otorgamiento de la totalidad de sus derechos de colombianos a la población
indígena.

10. Libertad de pensamiento y de culto. Separación de la Iglesia y el Estado. Eliminación


de todo tipo de discriminaciones por raza, género, origen social o creencia religiosa.

11. Política exterior independiente basada en el respeto mutuo, la autodeterminación de los


pueblos y la no intervención de algún Estado en los asuntos internos de otro, oposición a
toda forma de opresión y de dominación imperialista, colonialista o neocolonialista,
defensa de la paz mundial y solidaridad con la lucha de los pueblos oprimidos contra sus
opresores por la independencia nacional, anulación de los compromisos que lesionen la
soberanía nacional, expulsión de las misiones militares del imperialismo norteamericano.
Establecimiento de relaciones diplomáticas, culturales y comerciales con todos los países
del mundo sobre la base del respeto mutuo.

12. Formación de un ejército popular permanente, técnicamente dotado y disciplinado, que


garantice las conquistas populares, defienda la soberanía nacional y sea el más firme apoyo
del pueblo. Este ejército estará formado inicial por los destacamentos del ELN y
mantendrá una férrea y constante vinculación con las masas populares, de cuyo seno han
surgido sus cuadros y sus combatientes. El ejército popular defenderá los más auténticos
intereses patrióticos y no será jamás instrumento de represión contra ningún pueblo del
mundo". (Tomado de Las verdaderas intenciones del ELN, Fundación Corporación
Observatorio para la Paz, 1999).

SURGIMIENTO DEL EJÉRCITO POPULAR DE LIBERACIÓN, EPL

Desde 1963 se fue creando una disidencia en el Partido Comunista Colombiano, por parte
de un grupo que simpatizaba más con la "línea china" dentro del debate ideológico del
comunismo mundial y criticaba las estrategias "pacifistas" del PCC. Esa disidencia se
cristalizó en una conferencia de los marxistas-leninistas en marzo de 1964, desde la cual
convocaron al "X Congreso del Partido Comunista", congreso que tuvo lugar en Soacha
(Cundinamarca) en julio de 1965, en cuyas conclusiones se afirma: "Para las condiciones
colombianas es enteramente válido, y lo hacemos nuestro, el planteamiento leninista de
que ocultar a las masas la necesidad de una guerra encarnizada, sangrienta y exterminadora
como objetivo inmediato de la acción próxima, es engañarse a sí mismo y engañar al
pueblo. Y es, hoy por hoy en Colombia, traidor a la revolución, quien no esté de acuerdo
con la lucha armada, no se prepare para ella o impida de cualquier manera su desarrollo

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¿Terrorismo O Rebelión?

inmediato. Amigos y enemigos serán diferenciados con base en este palpitante problema"
(30)
.

Ya desde septiembre de 1964, este grupo había iniciado un implante guerrillero en la zona
del Alto Sinú y San Jorge, en el departamento de Córdoba, pero formalizarían su opción,
mediante el "juramento de bandera" en febrero de 1967, constituyéndose como Ejército
Popular de Liberación (31).

Por otra parte, cuando se produce la ruptura al interior del Partido Comunista de Colombia
en 1965, se produce una declaración política por parte de la nueva organización, que luego
funda el EPL en 1966. Dice la declaración:

"Es así como el 20 de julio (fecha patria de la oligarquía colombiana) de 1965, nace en
Colombia el Partido Comunista (marxista-leninista), presentando una línea política y una
táctica completamente influenciada por la orientación que el Partido Comunista Chino
presentaba para los pueblos que se encontraban bajo el yugo del imperialismo, el
colonialismo y el neocolonialismo" (32).

La siguiente es la resolución política que esta agrupación promulgó en el X Congreso del


Partido Comunista de Colombia:

"Unánimemente y en forma categórica, el X Congreso afirma las siguientes tesis:

a. Vivimos la época del paso del capitalismo al socialismo. Nuestra revolución patriótica,
popular y antiimperialista en marcha al socialismo está enmarcada dentro de este hecho
mundial.

b. El imperialismo, fase final del capitalismo, es la fuente de todas las guerras.

Mientras exista el imperialismo, habrá guerras o peligro de guerras. Pero está asediado por
todos los pueblos del mundo y puede ser vencido como lo demuestran las revoluciones
proletarias y el avance incontenible de las luchas de liberación nacional.

c. El imperialismo norteamericano es el peor enemigo de todos los pueblos y como tal


debe ser combatido por éstos.

d. Son las masas, en último término, y no la calidad de las armas, quienes deciden el
rumbo de la historia. El espantajo atómico no puede detener la revolución.

e. Las guerras de liberación son justas, necesarias e inevitables.

f. La violencia revolucionaria es la partera de la historia. La actual situación política


mundial evidencia la imposibilidad del tránsito pacífico del capitalismo al socialismo,
particularmente en América latina.

g. El internacionalismo proletario es un principio marxista-leninista que no puede


menoscabarse sin causar grave daño a la revolución. Lo mismo ocurre con el principio de
basarse en los propios esfuerzos.

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¿Terrorismo O Rebelión?

h. Las contradicciones fundamentales de nuestra época sólo pueden resolverse mediante el


triunfo de la revolución. La contradicción entre el campo socialista y el campo capitalista
es muy importante, pero no sustituye a la contradicción entre las clases explotadas y los
explotadores en los países capitalistas, ni a la contradicción entre los pueblos oprimidos y
el imperialismo, ni a la contradicción entre los países imperialistas y entre los grupos
monopolistas.

i. No puede plantearse la coexistencia pacífica entre las clases explotadas y los


explotadores o entre las naciones opresoras en ningún país, ni en ninguna región.

j. La coexistencia pacífica no constituye la esencia de las relaciones exteriores de los


países socialistas, pues el apoyo a la lucha revolucionaria de los pueblos y el respaldo y el
apoyo recíproco entre los países socialistas, son aún más importantes.

k. El campo socialista es patrimonio del proletariado mundial porque él lo ha hecho


posible. Es deber del proletariado mundial respaldarlo, defenderlo y ampliarlo.

l. El principio de la igualdad y el respeto mutuo y el de la solución a todos los problemas


que surjan por la vía de la consulta mutua, tiene que presidir e informar las relaciones entre
los partidos comunistas hermanos.

m. El revisionismo moderno es la penetración de la ideología burguesa en el partido del


proletariado, constituye el mayor obstáculo para la lucha revolucionaria, atenta contra la
construcción del socialismo y es irreconciliable con el marxismo-leninismo.

n. La lucha contra el revisionismo es de vida o muerte para los Partidos Comunistas. Es


una expresión permanente en la lucha revolucionaria entre lo correcto y lo erróneo en los
terrenos filosófico, económico y social, y hay que llevarla hasta la victoria en cada etapa
presente y futura. Sobre el revisionismo moderno, nos corresponde triunfar como Lenin lo
hizo sobre el de su tiempo, y como les corresponderá a las generaciones futuras triunfar
sobre el que surja. No es posible la unidad con los revisionistas, no puede transigirse con el
revisionismo, la lucha contra él es implacable.

o. Sin partidos comunistas (marxistas leninistas), no puede garantizarse el curso de la


revolución. La hegemonía del proletariado es necesaria para la toma del poder, para la
conducción de la revolución popular y para la edificación del socialismo.

p. Solamente la extinción completa de las clases sociales y el aniquilamiento definitivo del


imperialismo, pueden permitir, donde se cumplan, las demás condiciones morales y
materiales, prescindir del partido y de la dictadura del proletariado. En este momento no
existe en ningún país del mundo esas condiciones.

q. Los pueblos oprimidos de Asia, África y América latina están en la vanguardia de


combate contra el imperialismo. Entre ellos y el imperialismo no puede plantearse la
coexistencia pacífica".

Como puede verse, estas extensas tesis expresan lincamientos bajo la orientación de la
ideología china en pugna con la dirigencia soviética.

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¿Terrorismo O Rebelión?

El auge de las luchas a nivel mundial se formula como un "...auge de la lucha


antiimperialista a escala mundial... El imperialismo en su conjunto retrocede cosechando
derrotas políticas y militares en igual medida y con la misma frecuencia con que arremete
furioso; pero moribundo, contra los pueblos".

Al referirse a la Revolución Cubana, la coloca como ejemplo para nuestros pueblos y


afirma de aquel documento que constituye la Segunda Declaración de La Habana: "El
Partido acoge la II Declaración de La Habana como el Manifiesto Comunista para
América latina, que demuestra el peculiar proceso revolucionario de nuestros pueblos,
desarrolla las tesis del carácter continental de nuestra lucha, nos señala a Cuba como
'avanzada de la revolución latinoamericana"

SURGIMIENTO DEL MOVIMIENTO 19 DE ABRIL, M-19

Más adelante, en la década de los años setenta, otras organizaciones insurgentes se


sumarán a las fuerzas rebeldes de los años sesenta. El fraude consumado el 19 de abril de
1970 para desconocer la victoria electoral de la Alianza Nacional Popular, Anapo, motivó
a un grupo de profesionales, antiguos militantes comunistas y posteriormente militantes de
Anapo, a crear el Movimiento 19 de Abril, M-19. En enero de 1974 en Bogotá, un
comando de este movimiento penetró en la casa-museo Quinta de Bolívar, y sustrajo la
espada del Libertador. En el comunicado emitido en ese momento, afirmaban: "No hay
dudas: Bolívar guerrillero y patriota; Bolívar pueblo; Bolívar nuestro, vuelve a quitarle el
sueño al opresor; a despertar al oprimido. Su espada empezó ya los nuevos combates.
Ahora se enfrenta al yanqui, al explotador, a quienes entregan nuestra patria al dolor, a
quienes ahogan a nuestro pueblo en la miseria... El pueblo sabe que sin luchas y
organización armada, Anapo no logrará el triunfo, por más grande que sea el número de
votos dejados en las urnas. Lo aprendió el 19 de abril de 1970, cuando nos robaron la
victoria. Y esa historia no se repetirá jamás" (33).

OTROS GRUPOS INSURGENTES EN COLOMBIA

En 1976 surgió otro movimiento armado, construido alrededor del ex combatiente


brasileño, sobreviviente de un movimiento guerrillero carioca, Giomar O' Beale, que tomó
el nombre de Juan Manuel González Puentes. Este grupo aglutinó a estudiantes y activistas
populares y se llamó Auto-Defensa Obrera, ADO. Tuvo sus acciones más impactantes a
finales de los años setenta, sobre todo con el asesinato del ex ministro de gobierno, Rafael
Pardo Buelvas, en quien quisieron tomar represalia por el asesinato de 50 personas un año
antes, en Bogotá, mientras participaban en protestas populares durante el desarrollo del
Paro Cívico Nacional del 14 de septiembre de 1977. Al responder a una entrevista en
febrero de 1980, pocos días antes de ser asesinado, González Puentes afirmaba: "Nuestro
nombre de autodefensa se refiere al aspecto estratégico, a la situación del pueblo delante
de la oligarquía y la burguesía que nos explota, nos ataca, nos obliga a la lucha armada en
defensa de nuestros derechos como seres humanos. Somos autodefensa porque no somos
los que desatamos esta guerra; ellos son los agresores, ellos son los que violan los derechos
del pueblo; ellos son los que responden a las huelgas y a las manifestaciones pacíficas con
la violencia; ellos son los que torturan y asesinan. Cuando los obreros realizan una huelga,
están manifestándose de manera pacífica, luchando pacíficamente, porque nadie puede
afirmar que los brazos caídos son violencia; sin embargo, ¿qué hace la clase patronal?
Lanza sus aparatos represivos para golpear, encarcelar, atemorizar e incluso eliminar
físicamente a los trabajadores. Entonces, ¿Quién ataca militarmente? ¿Quiénes son los

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violentos? ¿Quiénes son los que inician la guerra? ¿Quiénes son los que atenían contra la
paz? La clase explotadora y su sistema capitalista. Nuestro deber de hombres agredidos es
defendernos de esa minoría rapaz y belicosa, porque entre otras cosas, sale más barato en
vidas para nosotros una guerra revolucionaria que los 100 mil muertos anuales por
desnutrición". (Boletín ADO, marzo/80).

La represión brutal que en los años setenta sufrían las comunidades indígenas del
departamento del Cauca por parte de ejército y de los terratenientes, las llevó a conformar
grupos de autodefensa indígena que más tarde se convirtieron en una nueva organización
guerrillera.

En diciembre de 1984 se conformó el Comando Quintín Lame como grupo armado. En el


comunicado a la nación, expresaban: "La represión contra el Movimiento Indígena ha sido
continua en los últimos años y nuestra lista de mártires crece día a día. Pero esta vez el
enemigo decidió declaramos la guerra definitivamente. El 9 de noviembre (1984), fuerzas
de la policía y el ejército arrasaron la Recuperación de López Adentro, quemaron las
viviendas de 150 familias indígenas y con maquinaria destruyeron todos sus cultivos. Estas
familias han quedado en la más completa miseria. El 10 de noviembre fue asesinado el
sacerdote indígena paéz Alvaro Ulcué. El padre ülcué había sido un defensor de su pueblo
y un luchador incansable de la lucha indígena.

No nos dejaremos exterminar. El movimiento indígena no se va a entregar ni a retroceder


por esta ofensiva del enemigo. El Comando Quintín Lame compromete su honor en poner
todas sus fuerzas al servicio de la resistencia de las comunidades indígenas y en hacer lo
posible por derrotar al enemigo que nos está persiguiendo". Otros grupos insurgentes,
como el MIR-Patria Libre o el Partido Revolucionario de los Trabajadores, PRT, tendrían
una existencia más efímera en los años ochenta. El Movimiento de Integración
Revolucionaria, Patria Libre, había surgido en los años setenta como una instancia de
reunificación de las numerosas corrientes marxistas-leninistas dispersas. Más tarde se
integraría, ya como grupo armado, a la Coordinadora Nacional Guerrillera y
posteriormente se fusionaría con el ELN, conformando la "Unión Camilista-ELN".

El PRT se dio a conocer en julio de 1984 en una conferencia de prensa realizada en Santa
Marta, en la cual se mostraban en contra del proceso de paz tal como se estaba
desarrollando. En un documento suscrito en febrero de 1986, afirmaban: "Queda
demostrado que en el país es imposible conseguir cambios sustanciales a favor del pueblo
por la vía de las reformas, dado el carácter reaccionario del Congreso y de los partidos que
ejercen el poder y la resistencia de la oligarquía a los cambios progresistas... En el bloque
oligárquico y su gobierno ha ganado primacía la política de 'tierra arrasada', de eliminación
de las fuerzas revolucionarias por la vía represiva y de destrucción a sangre y fuego de
cualquier expresión de descontento popular" (Revista Colombia Viva, abril de 1988, pp. 5-
6).

Posteriormente, surge otra organización como consecuencia de la integración de militantes


de varias organizaciones el Movimiento Jorge Eliécer Gaitán por la Dignidad de
Colombia. En su programa explica lo que pretenden con su lucha:

"El Movimiento Jorge Eliécer Gaitán por la Dignidad de Colombia, más conocido como
JEGA, plantea:

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¿Terrorismo O Rebelión?

A grandes rasgos, nuestro programa revolucionario (estrategia) de transformación


socialista de la sociedad -reiterando la necesidad de no olvidar que el socialismo como
modo de producción sólo puede consolidarse universalmente- está orientado a conseguir
los siguientes objetivos más o menos inmediatos, es decir, que serán medidas de aplicación
concreta una vez se produzca la toma del poder (34):

• Estatización de la banca y de todo el sistema financiero para crear un banco nacional


único.

• Nacionalización general del transporte.

• Nacionalización del comercio exterior y del comercio interno en lo que tenga que ver con
los grandes medios de producción.

• Expropiación de las multinacionales y empresas extranjeras.

• Expropiación de los capitales extranjeros que existan en las empresas nacionales a


manera de acciones o aportes de capital.

• Expropiación y nacionalización de los grandes medios de producción.

• Expropiación y nacionalización de los grades medios de comunicación social.

• Expropiación de los latifundios y entrega de la tierra a los campesinos en aquellas zonas


donde tal medida constituya una reivindicación inmediata y necesaria para los campesinos.

• Agrupación voluntaria de los campesinos en cooperativas agrícolas estatales.

• Explotación tecnificada del campo mediante planes nacionales de producción,


roletarizando a las masas campesinas con miras a acelerar nuestro desarrollo industrial.

• Declaratoria de extinción de la deuda externa.

• Creación de un gran mercado socialista.

• Creación de pequeños mercados sujetos a la ley capitalista de la oferta y la demanda para


aquellas zonas donde existan pequeños propietarios.

• Fortalecimiento del nuevo aparato estatal, especialmente de la estructura militar con


miras a crear un gran ejército revolucionario.

• Institución de las milicias revolucionarias para la defensa de la revolución.

• Impulsar, con base en nuestros recursos económicos y conjuntamente con la cuestión


militar, las medidas que tiendan a elevar de inmediato el nivel de vida de las masas
colombianas.

• Instituir la prestación de los servicios de salud y educación por parte del Estado como
obligatorios y gratuitos.

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• Desarrollar una profunda reforma urbana tendiente a dotar de vivienda a todas las
familias colombianas. Se expropiará a quien tenga más de una vivienda. Se incrementará
la construcción de viviendas para eliminar el déficit que está alrededor de un millón de
soluciones. Se expropiará a las grandes urbanizadoras privadas y piratas.

• Se decretará la obligatoriedad del trabajo.

De manera que en la fase de la toma del poder, la agitación política para atraer a las masas
hacia la revolución debe hacerse a través de una plataforma táctica antigobiernista, y
nunca mediante el programa estratégico comunista. Por lo mismo, será allí, cuando
lleguemos a la táctica, en donde abordaremos este aspecto de la plataforma política y en
donde detallaremos su contenido posible" (Tomado de La toma del poder, escrito por su
máximo dirigente, Hugo Antonio Toro, 1999).

Todos los textos fundadores revelan que las decisiones de alzamiento en armas se tomaban
en medio de un mar de luchas no violentas por los mismos objetivos, que habían llegado a
un callejón sin salida debido a la represión contra ellas.

Y, en efecto, cualquier recorrido histórico que se haga desde los años 60, 70, 80 y 90,
mostrará un constante nacimiento y desarrollo de organizaciones obreras, campesinas,
estudiantiles, indígenas, políticas, académicas, religiosas y humanitarias que propenden
por un cambio de estructuras y que van siendo, una tras otra, ahogadas en su propia sangre.

GUERRAS JUSTAS E INJUSTAS, EL CONFLICTO ARMADO INTERNO Y SU


CALIFICACIÓN POLÍTICA

El primer concepto de la "guerra justa" surge en la edad antigua y específicamente en


Roma. Gracias a la doctrina estoica, los filósofos establecieron que no se debía hacer una
guerra si no era por una causa justa. Según los romanos, sin estar en estado de legítima
defensa o para deshacer entuertos, un colegio de sacerdotes, los fetiales, certificaban si una
campaña proyectada era bellum justum et pium. (35)

Este concepto de guerra justa sería retomado posteriormente en la Edad Media por el
cristianismo con el fin de explicar el porqué la Iglesia permitía y legitimaba la guerra,
puesto que, según algunos de sus discípulos, había una contradicción porque derramar
tanta sangre también era castigado por las escrituras; por lo tanto, la Iglesia debería
justificar su actitud.

Es entonces cuando San Agustín y más adelante Santo Tomás de Aquino, retoman la
doctrina de la guerra justa. En aquel tiempo se decía que: "El orden natural es un reflejo
del orden divino. El soberano legítimo tiene el poder de establecer y mantener este orden.
Como el fin justifica los medios, los actos de guerra cometidos por causa del soberano
pierden todo carácter de pecado. Esta guerra es declarada justa; Dios la quiere; a partir de
este momento, el adversario es enemigo de Dios y, como tal, sólo podría hacer una guerra
injusta" (36).

Posteriormente, aparece el teólogo español Francisco de Vitoria, de quien según Alejandro


Valencia Villa, sólo se conocen varias relecciones, de las cuales se destaca la Relección
segunda de los indios o del derecho de la guerra de los españoles contra los "bárbaros",
que trata cuatro puntos fundamentales: Si es lícito a los cristianos hacer la guerra, en quién

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reside la autoridad para declarar y hacer guerra, cuáles deben ser las causas de una guerra
justa y qué cosas pueden hacerse contra los enemigos en una guerra justa. Para Vitoria, las
circunstancias que ha de tener la guerra para que sea justa son las siguientes: "a. autoridad
legítima (que se haga con autoridad de república perfecta, o de príncipe que presida o
tenga las veces de ella); b. causa justa (la injuria que se hace a su príncipe y a su reino), y
c. recta intención (que la intención en las guerras sea justa, es a saber, que no se mueva por
codicia, o por crueldad" (37).

Sobre las características de la guerra revolucionaria en China, el estratega y dirigente de


ese proceso, Mao Tse-Tung, escribe sobre el objeto de la guerra lo siguiente:

"La guerra, ese monstruo de matanza entre los hombres, será finalmente eliminada por el
progreso de la sociedad humana y lo será en un futuro no lejano. Pero sólo hay un medio
para eliminarla: oponer la guerra a la guerra, oponer la guerra revolucionaria a la guerra
contrarrevolucionaria, oponer la guerra revolucionaria nacional a la guerra
contrarrevolucionaria nacional y oponer la guerra revolucionaria de clase a la guerra
contrarrevolucionaria de clase. La historia conoce sólo dos tipos de guerras: las justas y las
injustas. Apoyamos las guerras justas y nos oponemos a las injustas; todas las guerras
contrarrevolucionarias son injustas; todas las guerras revolucionarias son justas. Con
nuestras propias manos pondremos fin a la época de las guerras en la historia de la
humanidad, y la guerra que ahora hacemos es indudablemente parte de la guerra final. Pero
la guerra que enfrentamos es al mismo tiempo, sin duda alguna, parte de la más grande y
más cruel de todas las guerras. Se cierne sobre nosotros la más grande y más cruel de todas
las guerras injustas contrarrevolucionarias. Si no levantamos la bandera la de la guerra
justa, la gran mayoría de la humanidad será devastada. La bandera de la guerra justa de la
humanidad es la bandera de la salvación de la humanidad. La bandera de la guerra justa de
China es la bandera de la salvación de China. Una guerra sostenida por la gran mayoría de
la humanidad y del pueblo chino es indiscutiblemente una guerra justa, es la empresa más
sublime y gloriosa para salvar a la humanidad y a China, y un puente que conduce a una
nueva era en la historia mundial. Cuando la sociedad humana progrese hasta llegar a la
extinción de las clases y del Estado, ya no habrá guerras, ni contrarrevolucionarias ni
revolucionarias, ni injustas ni justas. Ésa será la era de la paz perpetua para la humanidad.
Al estudiar las leyes de la guerra revolucionaria, partimos de la aspiración de eliminar
todas las guerras. Ésta es la línea divisoria entre nosotros, los comunistas, y todas las
clases explotadoras" (38).

Entonces, cabe anotar que quien hace la guerra siempre buscará una razón para justificarla,
y para éste, invariablemente su guerra será justa y a través de la historia hemos visto cómo
los grandes dominadores siempre han intentado justificar sus conquistas y el aplastamiento
de sus adversarios por razones religiosas o morales. Lo anterior no significa que en el
mundo no se hayan dado guerras por causas justas como son las guerras que han librado
los pueblos para liberarse del yugo de sus opresores o guerras independentistas, las guerras
defensivas y las guerras en busca de un orden social, económico, político y cultural más
justo.

Hasta hace muy poco tiempo, los Estados tenían derecho a hacer la guerra por necesidad
de su política; tal decisión dependía de su soberanía. Esta situación cambió con la Carta de
la Naciones Unidas, que prohibe la guerra e incluso a recurrir a cualquier modo de
violencia. En la actualidad, solamente se puede iniciar la guerra por tres causas, a saber:

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las medidas emprendidas por las Naciones Unidas para restablecer la paz, las operaciones
llevadas a cabo en legítima defensa y las guerras de liberación nacional.

No cabe duda que con esta prohibición se presentó un resurgimiento a la doctrina de la


guerra justa, pues si los conflictos armados tienen origen por alguna de las razones
anteriormente anotadas, tienen una justa causa.

Si para Clausewitz la guerra es la continuación de la política por medios violentos, el


proceso de paz es precisamente seguir en la política por medios no violentos; por ello
algunos teóricos sostienen que la política es guerra sin derramamiento de sangre, en tanto
que la guerra es política con derramamiento de sangre.

La prueba de lo anterior es lo que sostienen teóricos en cuanto a que desde tiempos


remotos jamás ha habido una guerra que no tenga unos fines e intereses de carácter
político.

Hasta antes de la Revolución Francesa, en la Edad Media, en el desarrollo de la guerra,


tanto por sus instrumentos como por sus métodos, dejaba menos espacio para la perfidia,
entre otras cosas porque las armas no eran tan sofisticadas, pues antiguamente se utilizaba
la lanza y el escudo; la lanza para atacar al adversario y el escudo para defenderse y
conservarse a sí mismo, y cumplir el objetivo primordial en el combate: "conservar las
fuerzas propias y destruir las enemigas". En la actualidad la lanza ha sido sustituida por los
fusiles, granadas morteros, entre muchos otros, y el escudo ha sido sustituido por cascos,
chalecos antibalas o refugios antiaéreos.

Al igual que los instrumentos utilizados en la guerra, los modos de hacerla también han
cambiado. En la Edad Media, los ejércitos escogían el campo de batalla, la lucha era casi
que cuerpo a cuerpo, los dos bandos se presentaban en filas uno frente al otro, la
ceremonia se iniciaba cuando sonaban las cometas y se iniciaba la contienda.

Es a partir de Napoleón cuando extendió la Revolución Francesa por el resto de Europa,


que cambió la modalidad de la guerra, y ésta adquirió muchos más astucia, en especial
cuando se trataba de combatir a enemigos con mayor número de hombres y con posiciones
y territorios consolidados, y nace un factor fundamental: la sorpresa. Sorprender al
enemigo y atacarlo cuando esté desprevenido, o cuando la región o circunstancias de lugar
le dificulten su defensa y "favorezcan el ataque" se justifica en aras de la victoria. Los
ejércitos aprendieron a "evitar el combate" cuando es el adversario el que está mejor
parado y en buenas condiciones de defensa.

Hay que distinguir también que la guerra regular, también denominada guerra
deposiciones, es aquella que normalmente se realiza entre ejércitos fuertes que defienden
un territorio como sus bases militares y bienes de producción y económicos. Esta
modalidad corresponde normalmente a las guerras entre naciones o guerras donde los
ejércitos ejercen control y soberanía sobre un territorio, y otros ejércitos buscan quitarles
esas posiciones e invadir esos territorios sometiendo a sus subditos y apropiándose de sus
bienes.

Existe también la guerra irregular o guerra de movimientos o guerra de guerrillas, que


por contraposición a la anterior la ejercen pequeños ejércitos que se encuentran en
territorios enemigos y que no tienen zonas territoriales bajo su control absoluto, y que

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permanecen en un desplazamiento permanente ante la imposibilidad de desarrollar una


guerra de posiciones contra ejércitos mucho más fuertes y numerosos que los aniquilarían
en corto plazo, o incluso en una sola batalla, si pretendieran controlar o defender una
posición. Esta modalidad de guerra es la típicamente utilizada por los movimientos de
liberación en el mundo, sistema que ha sido la táctica empleada en Colombia por los
movimientos insurgentes.

Precisamente de ahí a estos grupos se les denomina guerrilleros, que entre otras cosas,
dicho término no sólo sería aplicable a los rebeldes con inspiraciones políticas de izquierda
como usualmente se hace, sino a todo aparato militar que utilice la modalidad de guerra
de guerrillas, sin importar que fuese de derecha o izquierda. Incluso en ocasiones los
ejércitos regulares se vuelven irregulares cuando combaten en territorios ajenos, o para
enfrentar en su propio territorio a grupos guerrilleros; por eso en Colombia algunos
violentólogos han manifestado que las "brigadas móviles" son fuerzas irregulares que
utilizan la guerra de guerrillas y por ello permanecen en constantes movimientos y de ahí
su nombre de móviles, para combatir un enemigo en permanente movimiento.

La guerra de guerrillas o guerra de movimientos parte de la base de que son ejércitos


pequeños, débiles, que no controlan territorios ni posiciones, que permanecen en
movimiento, que tienen que enfrentar ejércitos mucho más numerosos y mejor armados, y
que a través de la modalidad de combate que realizan, es decir, golpear al enemigo y
replegarse (con asalto y cortos enfrentamientos), se van fortaleciendo, engrosando sus
filas, consiguiendo armamento más sofisticado hasta lograr la aspiración de todo "ejército
guerrillero" que es convertirse en "ejército regular", y controlar un territorio y empezar a
realizar una "guerra regular" es decir una "guerra de posiciones", y acceder en el caso de
las guerrillas revolucionarias al poder por la vía de las armas derrocando al gobierno
existente.

En el desarrollo de todos estos años, los movimientos alzados en armas han buscado por
diferentes mecanismos que el Estado modifique su política económica, social, de
administración de justicia y de utilización de la fuerza pública. No puede desconocerse
históricamente lo que fueron las peticiones y acuerdos firmados por el Estado con los
movimientos cívicos que luchaban en lo fundamental por servicios públicos esenciales
(agua, luz, teléfono, vías, suministro de alimentos, etc.), y que fueron sistemáticamente
eliminados hasta su exterminio.

Políticamente no puede desconocerse la experiencia de las FARC-EP cuando firmaron una


tregua con el gobierno de Belisario Betancur y el acuerdo político al que se llegó para
constituir la Unión Patriótica, alternativa democrática para la paz ahogada en sangre desde
el momento en que el nuevo partido obtuviera, hasta ese momento, la más alta votación de
la izquierda del país. Alcaldes, diputados, parlamentarios, concejales y hasta dos
candidatos a la presidencia por este movimiento político fueron asesinados. El exterminio
se convirtió en genocidio político.

Tampoco puede olvidarse el esfuerzo realizado por un sector del movimiento guerrillero,
en particular el M-19, que se reinsertó para darle prioridad a la política sobre las armas, y
que logró que se convocara a una Asamblea Nacional Constituyente que, al menos en el
terreno formal, logró una nueva Constitución con elementos importantes para afianzar una
institucionalidad democrática. Pero los nuevos espacios políticos fueron rápidamente

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cerrados; el establecimiento no toleraría que las veleidades democráticas de la población


pusieran en peligro los intereses del statu quo.

Los movimientos sociales han luchado a lo largo de la historia para reclamar


reivindicaciones económicas, políticas, culturales y sociales a través de la resistencia
pacífica. Los gobiernos han preferido la represión antes que el diálogo, el aniquilamiento
antes que la concertación.

La investigación documentada por el proyecto Nunca Más da un ejemplo de esta práctica,


la cual puede sintetizarse, en el período de 1965 hasta 1998, en unas 29 mil ejecuciones
extrajudiciales, 4 mil 500 detenidos desaparecidos, unos 8 mil casos de tortura, 3 mil 500
presos y perseguidos políticos, 2 millones 500 mil personas desplazadas, destrucción de las
organizaciones sindicales, campesinas, cívicas, indígenas y políticas, etc. Sin embargo, ni
la represión legal, ni los crímenes contra la humanidad cometidos, han logrado doblegar la
capacidad de resistencia del pueblo colombiano.

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Notas:

1. Mario Madrid Malo, "Estudios sobre derechos fundamentales", serie de textos de divulgación
No 11, Defensoría del Pueblo, 1996.

2. Cfr. Rene Coste, Moral internacional, Ed. Herder, Barcelona, 1967, pp. 550-551. "La violencia
y el cristiano", en Tierra Nueva, No 1, Bogotá, abril de 1972, pp. 39-40.

3. Mario Madrid Malo, "Estudios sobre derechos fundamentales", serie de textos de divulgación Nº
11, Defensoría del Pueblo, 1996, p. 149.

4. Luis Pablo Sico, La defensa justa, Ed. Ateneo, Buenos Aires, 1949, pp. 130 y ss.

5. Mario Madrid Malo, "Estudios sobre derechos fundamentales", serie de textos de divulgación
No 11, Defensoría del Pueblo, 1996, p. 150.

6. Pedro E. Haba, La idea de totalitarismo y la libertad individual, Ed. Temis, Bogotá, 1976, p.41.

7. Mario Madrid Malo, Estudios sobre derechos fundamentales, Serie de textos de divulgación Nº
11, Defensoría del Pueblo, 1996, p. 151.

8. Aristóteles, Política, libro III, Capítulo V

9. Pío XI. Encíclica Firmissimam Constantiam.

10. Paulo VI. Encíclica Populorum Progressio, Nº 31.

11. Mounier Emmanuel, "Revolución personalista y comunitaria" en Obras completas, Ed.


Sígueme, Salamanca, 1992, T. I, p. 426.

12. Mario Madrid Malo, "Estudios sobre derechos fundamentales", serie de textos de divulgación
No 11, Defensoría del Pueblo, 1996, p. 147.

13. Rene Coste, Las comunidades políticas, Ed. Herder, Barcelona, 1971, pp. 350-351.

14. Diccionario de la Lengua Española, Editorial Planeta, S.A, 1982, edición colombiana, enero de
1988, p. 1.060.

15. Diccionario militar aeronáutico, naval y terrestre, Bibliografía Omeba Editores Libreros,
Buenos Aires, Argentina, 1963, G. Cabanellas de Torres (compilador), tomo IV p. 222.

16. Breve diccionario etimológico de la Lengua Española, p. 588. Fondo de Cultura Económica,
S.A., México, 1988. Guido Gómez de Silva (compilador).

17. Alejandro Aponte D., en revista Pensamiento jurídico No 5, p. 91.

18. Ibídem,p.92.

19. Luis Carlos Pérez, La guerrilla ante los jueces militares. Editorial Temis, Bogotá, Colombia,
1987, p.129.

20. Luis Carlos Pérez, Derecho penal, tomo III, 2a edición, Editorial Temis, Bogotá, Colombia,
1990,p.126.

21. Luis Carlos Zarate E., El delito político. Ediciones Librería del Profesional. Bogotá, 1996, p.ll.

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22. Entrevista con Gloria Gaitán.

23. Comisión Internacional Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo,


FARC-EP, 27 de mayo de 1998.

24. Programa agrario de las FARC, Ediciones Resistencia, 1974.

25. Tomado de Las verdaderas intenciones de las FARC, Corporación Observatorio para la Paz.
Intermedio Editores, 1999, documento: Plataforma para un gobierno de reconstrucción y
reconciliación nacional, p. 32 y ss.

26. FARC-EP, Octava Conferencia Nacional Guerrillera, comandante Jacobo Arenas, estamos
cumpliendo, 3 de abril de 1993. Las verdaderas intenciones de las FARC, Corporación
Observatorio para la paz, 1999.

27. Selecciones del boletín Insurrección, órgano del Ejército de Liberación Nacional,
mimeografiado, sin fecha, p. 11.

28. Tomado de Las verdaderas intenciones del ELN. Corporación Observatorio para la Paz.
Documento Manifiesto de Simacota, Intermedio Editores, 2001, p. 45 y ss.

29. Tomado de Las verdaderas intenciones del ELN. Corporación Observatorio para la paz.
Documento Declaración Programática del ELN, Intermedio Editores, 2001, p. 67 y ss.

30. Acta del X Congreso del PC M-L, 19-1, citada por Alvaro Villarraga y Nelson Plazas, Para
reconstruir los sueños. Fondo Editorial para la Paz, Fundación Progresar, Bogotá, 1994, p. 29.

31. Cfr. Villarraga y Plazas, Op. Cit., p. 40.

32. Tomado de Origen y desarrollo del movimiento revolucionario colombiano. Ulises Casas. 2a
edición. Bogotá, enero de 1990.

33. Cfr. Patricia Lara, Siembra vientos y recogerás tempestades. Editorial Punto de Partida,
Bogotá, 5a edición, 1982, p. 185.

34. Tomado de Movimiento Jorge Eliécer Gaitán (JEGA), Proyecto Estratégico y Táctico. Del
Programa Revolucionario y de la Forma de la Revolución, Editorial Fiat Lux, p. 35 y ss.

35. Jean Pictet, Desarrollo y principios del Derecho Internacional Humanitario, Tercer Mundo
Editores, Bogotá, 1997.

36. Ibídem.

37. Alejandro Valencia Villa, Derecho Humanitario para Colombia, serie de textos de divulgación
Nº 8, Defensoría del Pueblo.

38. Mao Tse-Tung, Obras Escogidas, tomo I, p. 197, Edición en lenguas extranjeras. Pekín, 1972.

Libros Tauro
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