Aya Marcay Quilla Origen Del Dia Muertos

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Aya Marcay Quilla, la fiesta de los difuntos Incas.

En Latinoamérica, existe la costumbre de visitar a los difuntos el segundo


día de Noviembre, el día de todos los muertos. Mantenemos esta tradición
de nuestros ancestros, los Incas, desde tiempo inmemorables y lejanos.
El mes de noviembre era el preludio al inicio de la Órbita solar del verano
austral, que anuncia la cercanía del dios Inti (sol) a la tierra (o pacha), y esta
cercanía propiciaba el retorno de las almas de los difuntos. Por eso se
ocupaban de vestirlos con algarabía y mucha dedicación, pues las ánimas
podrían estar volviendo para corregir algún error que pudiesen estar
cometiendo sus familiares.
En este mes sacaban a los difuntos de sus bóvedas llamadas pucullos y les
daban de comer y beber; los vestían con sus mejores trajes, les ponían
plumas en la cabeza; cantaban y danzaban con ellos. Los colocaban en
andas y los sacaban a pasear de casa en casa, por las calles, por las plazas y
después regresaban a enterrarlos en sus pucullos.
A los ricos y poderosos les colocaban sus comidas preferidas en vasijas de
oro y plata, y al pobre, comidas en vasijas
de barro. Es decir, se les daban alimentos, joyas y vestimentas nuevas, para
una vez terminada la celebración, volverlos a enterrar hasta el siguiente año.
Así, esta tradición se extendió por los territorios prehispánicos, y por
supuesto tuvo variaciones en cada uno de los pueblos que la festejaban.
Con la llegada de la tradición mortuoria cristiana, que tuvo una enorme
influencia en los primeros siglos de la colonización, se intentó montar sobre
las celebraciones indígenas nuevos sentidos cristianos. En algunos casos no consiguieron resultados, y se inició una persecución
hacia las costumbres y tradiciones que tenían los indígenas en la región de los andes centrales de Sudamérica, quienes debieron
“disfrazar" sus costumbres para poder mantenerlas vivas.

Culto a la muerte en México (En el 2008 la UNESCO declaró la conmemoración mexicana como Patrimonio
Cultural Inmaterial de la Humanidad.)

Su origen se ubica en la armonía entre la celebración de los rituales religiosos católicos traídos por los españoles y la
conmemoración del día de muertos que los indígenas realizaban desde los tiempos prehispánicos; los antiguos mexicas, mixtecas,
texcocanos, zapotecas, tlaxcaltecas, totonacas y otros pueblos originarios, como los Incas . Así trasladaron la veneración de sus
muertos al calendario cristiano, la cual coincidía con el final del ciclo agrícola del maíz, principal cultivo alimentario del país. Se
lleva a cabo (desde el tiempo prehispánico) los días 1 y 2 de noviembre ya que esta se divide en categorías: el 1 de noviembre
corresponde a Todos los Santos, día dedicado a los “muertos niños”, y el día 2 de noviembre a los Fieles Difuntos, es decir, a los
adultos
En la época prehispánica el culto a la muerte era uno de los elementos básicos de la cultura, cuando alguien moría era enterrado
envuelto en un petate y sus familiares organizaban una fiesta con el fin de guiarlo en su recorrido al Mictlán1 De igual forma le
colocaban comida que le agradaba en vida, con la creencia de que podría llegar a sentir hambre.
El Día de Muertos en la visión indígena implica el retorno transitorio de las ánimas de los difuntos, quienes regresan a casa, al
mundo de los vivos, para convivir con los familiares y para nutrirse de la esencia del alimento que se les ofrece en los altares
puestos en su honor.
En esta celebración, la muerte no representa una ausencia sino a una presencia viva; la muerte es un símbolo de la vida que se
materializa en el altar ofrecido. En este sentido se trata de una celebración que conlleva una gran trascendencia popular ya que
comprende diversos significados, desde filosóficos hasta materiales.
Cada año muchas familias colocan ofrendas y altares decorados con flores de cempasúchil, papel picado, calaveritas de azúcar,
pan de muerto, mole o algún platillo que le gustaba a sus familiares a quien va dedicada la ofrenda, y al igual que en tiempos
prehispánicos, se coloca incienso para aromatizar el lugar.
Asimismo, las festividades incluyen adornar las tumbas con flores y muchas veces hacer altares sobre las lápidas, lo que en apocas
indígenas tenía un gran significado porque se pensaba que ayudaba a conducir a las ánimas a transitar por un buen camino tras la
muerte.
La tradición también indica que, para facilitar el retorno de las almas a la tierra, se deben esparcir pétalos de flores de cempasúchil
y colocar velas trazando el camino que van a recorrer para que estas almas no se pierdan y lleguen a su destino. En la antigüedad
este camino llegaba desde la casa de las familias hasta el panteón donde descansaban sus seres queridos .

1
El Mictlán es una creencia sobre el lugar donde van los muertos. Para llegar al Mictlán, las almas llegaban a un río donde
sólo podían cruzar con un perro pardo –ni blanco ni negro–, y así ingresaban a otra dimensión.

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