El Viaje de Ana-Historias de Inmigrantes
El Viaje de Ana-Historias de Inmigrantes
El Viaje de Ana-Historias de Inmigrantes
Historias de inmigración
contadas por jóvenes
ÍNDICE:
I.-P R E S E N T A C I Ó N
I I . -P R Ó L O G O
I I I . -PRIMERA PARTE
1.-Ana, la llegada.
2.-La vida de Ana. Historias de mi familia. En la Unive rs i d a d .
3.-Migra c i o n e s.
4.- España, país de emigra c i ó n .
5.-Ra zones para emigra r.
6.- Culturas e inmigración.
IV.-SEGUNDA PARTE
V . -Aclarando conceptos
VI.-B i b l i o g r a f í a
VII.- A g r a d e c i m i e n t o s
PRESENTACIÓN
"… tenemos que hacer mucho por conocernos, por conve rs a r, por
Karima -Marruecos.
Este libro es la consta tación de que es posible plasmar la razón y el corazón porque
en él se entremezclan los datos y los hechos, es decir, la forma y el fo n d o
de las historias de jóvenes inmigrantes en su ave n t u ra de viajar traspasando las
f ro n t e ras de sus países de origen.
E s p e ramos que este libro ofrezca un punto de vista muy interesante y enriquecedor
de la inmigración en nuestro país. Pensamos que un buen tex to de re f erencia
que haga re f l ex i o n a r, es la mejor formación para comenzar a tra b a j a r.
Comisión Pe r m a n e n t e
Consejo de la Juventud de España
PRÓLOGO
M
M
e han pedido las auto ras y el Consejo de la Juventud de España,
que escriba un prólogo, y casi bastaría con decir que el libro es
e n t retenido, emocionante, un instrumento de descubrimiento y
re f l exión, escrito con corazón y con razón. Bastaría con eso para animar a su lec-
t u ra, pero diré unas cuantas cosas más.
Hablar de inmigración hoy por hoy, si sólo nos fijamos en lo que aparece en los
medios de comunicación, en las políticas de inmigración, en las frías esta d í s t icas
o en las sesudas conclusiones que los inve s t i g a d o res ex t raen de ellas, es
hablar de un problema. Así es como nos lo pre s e n tan, y a todos los inmigra n t e s
como si fueran una especie de comunidad homogénea, unos “otros” que son
todos iguales.
Pe ro este libro amplía el mapa del mundo que les habían dibujado a Ka r i m a ,
Said, Cristin o Alba Lucía, o mejor dicho, re p roduce el suyo propio. Por el método
más simple, el más lógico pero el menos utilizado: conocerlos. Y es ve rd a d
que ellos fueron un número del contingente, o estuvieron en la cola para solic
i tar un permiso y también que tra b a j a ron irre g u l a r m e n t e. Pe ro, además, las
h i s torias de la inmigración - ayer las de nuestros padre s, hoy las suyas -, son historias
de vidas, de pers o n a s, de desarraigo, de duro trabajo, de espera n za y de
i l u s i o n e s, a veces frustra d a s, a veces conseguidas. Tenemos que pre g u n ta r,
tenemos
que conocer y apre n d e r, porque los estereotipos son sólo eso y no re f l e j a n
más que nuestro miedo. Miles de personas de diferentes orígenes, re l i g i o n e s,
c u l t u ra s, idiomas han elegido este país para vivir, re s p e tando sus leyes y disf
r u tando de sus dere c h o s, es decir para ser sus ciudadanos.
¿Choque cultural o convivencia enriquecedora?. Depende de to d o s, de la
vo l u n tad re a l de construir va l o res comunes, de poner a prueba los principios
constitucionales que hablan de la igualdad y de que la espera n za de los inmig
rantes sea también la nuestra, de que apro vechemos la oportunidad de que
e s ta sociedad sea mas dinámica y crezca y madure como lo hace una pers o n a ,
cuando se beneficia de los conocimientos que otra le tra n s m i t e.
Este es un libro de conve rs a c i o n e s, de diálogos entre pers o n a s, que puede
cambiar
la percepción de las cosas de quien lo lea. No perjudica la salud, sino to d o
lo contrario.
E s p e ro que disfrutéis con él pero, sobre todo, os animo a que, como hicieron sus
a u to ra s, conozcáis a las pers o n a s. Sólo así se hace realidad la convive n c i a .
T
T
odo empezó cuando desde el Consejo de la Juventud de la Comunidad
de Madrid y el Consejo de la Juventud de España, nos pro p u s i e ro n
escribir un libro para jóve n e s, sobre inmigración. Como en el inicio de
cualquier pro y e c to, estuvimos mucho tiempo dándole vueltas a la forma y
s o b re todo a lo que queríamos conta r. Hablar de inmigración y de juventud era
un re to importa n t e, sí, pero qué contar y cómo narrarlo... ése era el ve rd a d e ro
p roblema. Intuitivamente sabíamos que no re s u l taría fácil elegir la pers p e c t i va .
¿Hablábamos de los jóvenes inmigrantes? ¿Investigábamos sobre la
c u l t u ra ? ¿ Trabajábamos sobre los problemas de la llegada? ¿ sobre los conflicto s
de la acogida? Miles de pre g u n tas que volvían una y otra vez en ta rdes de re uniones
interminables que, finalmente, terminaban siendo improvisadas tertulias
a las que siempre se unía un amigo o amiga atraída por el fragor de la discusión
y la buena mano en la cocina.
Las conversaciones...
En estas páginas conve rsaréis con Cristin, Hu, Alba Lucía, Said... y
escucharéis las voces silenciosas de Yasmin, Omar, Lidia... que nos re l a tan la
h i s toria de un viaje que, como el de todos nosotro s, no tiene fin. Son histo r i a s
de inmigración narradas por jóve n e s.
Ana...
familias que también emigra ron a Alemania y que no dudaron en compartir sus
re c u e rd o s. Conve rsaciones entre fo to g rafías y cafés. Historia del pasado que hoy
se repiten con la llegada de las personas inmigra n t e s. Una situación tan diferente
y tan similar a la ve z .
É s ta es la historia de Ana, tan real como las de las personas que entre-
v i s ta m o s. En su historia están presentes las voces de muchos españoles que viaj
a ron en busca de una vida mejor. Al fin y al cabo, ¿quién no ha empre n d i d o
viaje?
El profesor...
Los cuentos...
Son un regalo... algunos surg i e ron en la conve rsación, otros los seleccionó
Amparo con ese sentido lúdico y fantástico que tiene de mirar la vida.
Pidió ayuda a amigos y buscó en bibliotecas... Ella quería que en cada cuento
e s t u v i e ra pre s e n t e, ta n to el sentido del humor como la particular interpre ta c i
ón
de las distintas cultura s. Al igual que las entre v i s ta s, no pudimos incluir to d o s
sus cuentos pero os invitamos a escuchar, pro b a r, leer, ve r, compartir..., las can-
c i o n e s, los cuento s, las comidas de otros pueblos... y a asombra ro s, como nosot
ra s, de la riqueza cultural que las personas inmigrantes nos aporta n .
El fotógrafo...
Las correctoras...
Las autoras...
De nosotra s, no hay mucho que decir... tan sólo que debemos las gracias
a todas las personas que nos han cedido sus palabras y han hecho posible
este libro. Como Ana, cada una de nosotras tenemos el sentimiento de haber
e m p rendido un largo viaje, cuyo destino conservamos en secre to .
PRIMERA PARTE
1. Ana: la llegada
30 de septiembre de 2000
1 de octubre de 2000
Cuando se fue, necesitaba aire, dice, aire nuevo. Ahora el aire nuevo
de Madrid le inquieta. Todo ha cambiado mucho y esta ciudad es hoy, como el
Berlín de los 60. ¡Crisol de culturas! –dice mi padre con grandilocuencia, mient
ras se leva n ta del sillón... A mi madre eso parece darle igual. Está sumida en
un proceso de tra n s formación, de adaptación a esta nueva vida. La veo como
un camaleón que no puede cambiar de color aunque lo intente con todas sus
f u e r za s.
Sigo sin conocer bien los motivos que lleva ron a mi padre a sugerir la
idea de vo l ver a España. Sólo re c u e rdo que lo comentó un día, mientras comía
m o s. La mesa en mi casa era siempre un ra ro compendio entre platos españoles
y alemanes. Ese día habíamos comido una humeante sopa de pata ta que
nos había sacado los colores a todos… Nos disponíamos a hincarle el diente al
guiso de carne (de la re c e ta de la abuela), cuando mi padre anunció que esta b a
pensándose lo de vo l ver a España… Se hizo el silencio. El tro zo de pan que tenía
en la boca se me pegó a la garg a n ta (allí el pan es mucho más compacto que el
de aquí). Pe ro él, enseguida le restó importancia al asunto .
-¡Algún día teníamos que vo l ver! ¿No? - dijo alegre -, además Ana va a
e m p e zar la unive rsidad y creo que es un buen momento para un cambio…
2 de octubre de 2000
Hoy he tenido mi primera clase. Bueno, en realidad era una pre s e n tación,
pero ya he empezado a sentirme un bicho ra ro. Hay estudiantes que se
conocen de antes, que fueron al mismo instituto o que son del mismo barrio…
Los hay también que vienen de fuera, de otras pro v i n c i a s, y que se reúnen para
s e n t i rse menos desorientados… pero yo...
6 de octubre de 2000
11 de octubre
Al dar las once, ha salido tan rápido del aula que casi no me ha dado
tiempo a recoger mis cosas. Le he perseguido por los pasillos y se me han ido
cayendo las cosas de entre las manos: apuntes, bolis, el abrigo… La cabeza no
se me ha caído de casualidad. Al fin he dado con su despacho y, con el entusiasmo,
hasta se me ha olvidado llamar a la puerta .
19 de octubre
16 noviembre 2000
o t ros tiempos, las condiciones en las que viajamos eran muy diferentes a las de
hoy ”.
I n s tantes del pasado y del presente se cruzan en mi cabeza y murmuro
en voz baja: a pesar de lo mucho que ha cambiado el mundo en los últimos
a ñ o s, creo que nuestra situación no fue tan desigual a la que puedan vivir las
p e rsonas que inmigran hoy a nuestro país.
El profesor se coloca las gafa s, coge entre las manos un recorte del ABC
de mil nove c i e n tos sesenta y lee la noticia, dejando salir de sus labios un sonido
ininteligible, al mismo tiempo que suelta una bocanada de humo. Le observo
callada. Leva n ta la vista y me interpela…
a c e rca a la ve n tana dándome la espalda y observa con aire distraído lo que ocur
re en el campus.
Algo que he dicho ha dado en el blanco. Alza los bra zos y me increpa:
-¿Nunca te das por vencida? Siénta t e, siénta t e, pero te advierto que sólo
será hoy. Estoy trabajando en un libro y no tengo tiempo, no tengo tiempo: ni
un minuto de tiempo. Sólo hoy, ¿entiendes? Sólo hoy… vamos a ve r... ¿por
dónde quieres empezar? Me quedo pensativa, miro a mi alrededor y pre g u n to
d e s c o n c e r ta d a :
-Uffffffffffff, -se mete la cabeza entre las manos y murmura -. ¿Por qué
me tienen que ocurrir estas cosas? No, no entiendo esos chismes… me pro d ucen
urticaria, ¿podemos empezar ya?
3. Migraciones.
E s tamos sentados en el rincón del despacho, junto a la ve n tana. Él en
el sillón de ore j a s, yo en una vieja silla de madera. Mis ojos vagan por el despacho.
Una lámpara de pie nos pro p o rciona una luz tenue en las últimas hora s
de la ta rd e. Las estanterías re p l e tas de libro s, carpetas y papeles amonto n a d o s
en difíciles equilibrios parecen almacenar años de docencia. Hay ceniceros en
todos los rincones. Me siento bien en la calidez del despacho, entre las fo tos en
blanco y negro distribuidas por paredes y esta n t e r í a s. Son re t ra tos de difere n t e s
é p o c a s. Me gustaría que me hablara de ellas, pero temo que vuelva a poners e
h u raño. Él no está dispuesto a ponerlo fácil, así que soy yo la que tengo que
c o m e n za r.
-Pa rece que nunca antes hubieran existido las migra c i o n e s... c
o m e n to tímidamente -.
-No es una mala pre g u n ta, Ana. Digamos que en la colonización la persona
que emigraba, es decir, que salía del país, quería montar su propio negocio
o tener sus propias tierra s. Claro que no siempre era posible y muchos terminaban
trabajando para los que habían llegado antes y habían tenido más fo r-
tuna. En cambio, después de la Segunda Guerra Mundial, las personas emigraban
sabiendo que trabajarían para otro s. Los países ricos establecían conve n i o s
por los cuales los gobiernos re c l u taban a personas para tra b a j a r, por un tiempo
determinado. Se llamaban tra b a j a d o res invita d o s. Antes de salir del país firma
ban un contra to donde quedaban señaladas las condiciones de trabajo. En principio,
los países que los llamaban, lo hacían esperando que los tra b a j a d o re s
re g re s a ran a su país una vez terminado el contra to. ¿Entiendes?
-Escucha Ana: vivimos en una gran paradoja. Tienes que pensar a escala
planetaria. La globalización tiene dos caras contra p u e s tas: por una parte pro-
p o rciona grandes beneficios económicos y por otra, marginación de gra n d e s
contingentes humanos. En este marco, el Primer Mundo tiene una enorme re
sponsabilidad
con re s p e c to a los terc e ros países. Se debe actuar en términos de
justicia social ya que la inmigración hacia los países del Primer Mundo encuent
ra una de sus ra zones en el empobre c i m i e n to de los países del Sur pro vo c a d o
por la colonización y los procesos políticos y económicos posteriore s, de los que
los países del Norte son los máximos re s p o n s a b l e s.
-Entonces deberíamos abrir las fro n t e ras y permitir la entrada y salida
l i b re de pers o n a s. . .
El profesor sonríe con cierto aire de nosta l g i a . . .
-Ojalá todo fuera tan sencillo... Ningún país puede permitirse una apert
u ra completa de las fro n t e ra s, aunque la aspiración de la humanidad es ser
ciudadanos
y ciudadanas del mundo... Hoy por hoy, esto es un sueño. Pe ro escucha...
- el profesor inclina su cuerpo hacia delante y me mira fijamente -, y aunque
hoy por hoy esto es una utopía, no lo es la creación de leyes justas que re g ulen
los flujos migra torios y velen por la acogida y el re s p e to a los dere c h o s
humanos de las personas que llegan a este país -se apoya nuevamente en el re spaldo
de su sillón y continúa -. Tenemos que dar grandes pasos para que la inmig
ración, por cauces legales, sea posible e intentar encontrar el equilibrio entre
las ex p e c ta t i vas de las personas que desean inmigrar y el número de pers o n a s
que pueda aceptar cada país. Es necesario regular los flujos migra torios con
leyes que vayan más allá de la vigilancia policial de las fro n t e ra s. Debemos ve l a r
p o rque las personas que llegan a estos países tengan nuestros mismos dere c h o s,
p a ra participar como ciudadanos y ciudadanas en la sociedad.
Es de noche... las luces del campus se han encendido hace tiempo. El
despacho está lleno de humo. El profesor se leva n ta con dificultad de su sillón.
-Será mejor que lo dejemos por hoy Ana. Pásate por la biblioteca de la
U n i ve rsidad y llévate algunos libro s, tienes que leer Ana. Tienes que leer...
- Muy bien -contesto -, buenas noches.
Despacio recojo la mochila, miro de reojo la caja que dejé al llegar
encima de la mesa y, sin tocarla, me dirijo hacia la puerta.
- Pe ro queríais quedaro s. . .
- Tu madre sí, desde el principio, para ella era un cambio muy importa
n t e. No sólo viajaba de una ciudad pequeña como Za m o ra al centro de la
E u ropa próspera sino que, además, escapaba de las barre ras que le imponía
la sociedad. Piensa que estamos hablando de la España de los años sesenta en
la que el destino de la mujer se limitaba a ser buena esposa y madre. Sólo se
concebía que una mujer tra b a j a ra si era para ayudar a la familia. Emigrar le
dio la posibilidad de estudiar y de trabajar en lo que quería. Yo quería lo que
muchos españoles, ahorrar todo lo que pudiera y montar algún tipo de negocio
al vo l ver a España. Antes de irnos, trabajaba en una fábrica en España.
E ran tiempos difíciles y hubo despidos masivo s. Sin trabajo y sin futuro, la
a ve n t u ra de quedarse parecía mas peligrosa que el riesgo de irs e. Las noticias
llovían de Alemania. Las cartas de los amigos animaban a intentarlo. Tra b a j o
s e g u ro y el salario, al cambio, re s u l taba ve n tajoso... y en cualquier caso siemp
re podías vo l ve r. . .
Los primeros años fueron durísimos. Horarios imposibles de los que
acababas baldado, y nada de salir, no nos podíamos permitir gastar nada, lo
máximo era el encuentro con los paisanos... así conocí a tu madre. Luego lle
gásteis vo s o t ro s, el futuro en España era incierto y el tiempo del re g reso fue
quedando cada vez más lejano.
En la Universidad...
-Sí, mi padre me ha comentado algo de esto. Decía que los primeros años
f u e ron muy duro s... pero no acudirían sólo españoles, ¿ve rd a d ?
- No, claro. Fíjate que entre 1950 y 1973, se calcula que hubo un movim
i e n to de entre veinte y tre i n ta millones de pers o n a s. A la llamada acudiero n
nacionales asentados en las colonias que querían vo l ve r, re f u g i a d o s, tra b a j a d
ores
del Te rcer Mundo, personas del sur de Europa y, claro, miles de españoles.
Por eso, se dice constantemente que hemos sido durante mucho tiempo un país
de emigra c i ó n .
-¿Qué ocurrió para que la inmigración cambiara de temporal a estable?
¿ S a b e s, Ana? Por muchas fro n t e ras que leva n t e m o s, los seres humanos
seguirán desplazándose en busca de una vida mejor. En el nuevo siglo, los hijos
y las hijas de la envejecida Europa serán de todas las partes del mundo, y será
mejor que luchemos por gara n t i zarles un futuro de igualdad en el que todos y
todas sean ciudadanos con plenos dere c h o s.
- Bien, en primer lugar tienes que saber que la cifra de ex t ra n j e ros que
residen en España es muy pequeña si la comparamos con la de otros países
e u ropeos como Francia (6,4%) o Alemania (9,6%) y, además, sólo una parte
p rocede del Te rcer Mundo. Existe un número importante de ex t ra n j e ros que
vienen del Primer Mundo y también están re tornando muchos españoles que
e m i g ra ron. Es decir, que la población ex t ra n j e ra es de origen muy dive rs o .
-Sé lo del re torno... O sea, lo que quiere decir es que no es una cifra
tan desorbitada como en principio pensamos to d o s. . .
- Exa c to, no sólo no es una cifra tan importante sino que, además, ciertos
secto res laborales no están cubiertos y reclaman tra b a j a d o res de origen
ex t ra n j e ro. Pe rdona que sea tan pesado con los auto res pero es que hay estudios
muy buenos sobre este tema ¿Ves ese libro que está a punto de caerse de ese
montón? A ve r, acércamelo y evita que se estrelle contra el suelo... Sí, es
“ I n m i g ración y ciudadanía en Europa”, de Miguel Pa j a re s. En él nos dice que en
E u ropa hay una población de 376, 4 millones de habitantes y de ellos sólo un
3,5% son residentes ex t ra c o m u n i ta r i o s. Se re f i e re a residentes legales, porq u
e
los que se encuentran en situación irregular no se pueden conta b i l i zar de fo r m a
p recisa. Y sin embargo, tal y como dice Joaquín Leguina, "las previsibles va r i aciones
demográficas de la Unión Europea conducen a considerar la inmigra c i ó n
p ro veniente de terc e ros países como una necesidad económica fundada en el
descenso de la población activa, el enve j e c i m i e n to de la población y el aumento
corre l a t i vo del costo de las pre s taciones sociales, junto a la escasez de fuerza
de trabajo en algunos secto res pro d u c t i vo s, ta n to de mano de obra cualificada
como no cualificada".
Lo importante es saber que la llegada de personas ex t ra n j e ras a
E u ropa se ha ido moderando, hasta el punto de esta b i l i za rse en algunos país
e s. En los últimos años la entrada está siendo mayor en los países meridionales
como España, pero no se tra ta ni mucho menos de una invasión. El pro
fesor se leva n ta y gesticula con fuerza. ¡No es una invasión! Lo que ocurre es
que estamos alimentando el miedo de la gente con arg u m e n tos absurd o s, con
imágenes terribles de la llegada, ¿comprendes? Nos empeñamos en hablar de
a valanchas y de diferencias culturales cuando la inmigración no es un problema,
es una realidad. Nos empeñamos en hacer de ella un problema y lo
será, si no se diseñan políticas adecuadas para la acogida y la convive n c i a
i n t e rc u l t u ral. Lo será, si no nos hacemos todos responsables de trabajar por
un futuro de encuentro. - Vu e l ve a to rcer el gesto y prosigue -, Amenaza s, riesg
o s, inva s i o n e s... ¡tonterías!, ¡todo tonterías!... Me enfada la cerrazón, sobre
todo cuando no se manejan cifras objetivas y se alimentan fa n tasmas absurd
o s... - Deja caer los bra zos y vuelve a senta rse -. La única medicina para el
miedo es la educación y la información... pero sobre todo EDUCACIÓN,
EDUCACIÓN,
EDUCAC I Ó N …
-¿Pe ro se consulta a la fa m i l i a ?
-La familia es una razón importa n t e. ¿Leo lo que me dijo una mujer
de República Dominicana? "Los hijos, que puedan estudiar y aspirar a un futuro
mejor. Aunque es difícil ex p l i c a r l e s, sobre todo a los pequeños, porque no
a c e p tan que nos alejemos de su lado. Sabes que pueden sentirse abandonad
o s, pero un día va l o rarán el esfuerzo que hicimos por ellos. Y sabes que se
quedan en buenas manos. La abuela, la hermana mayor... tal vez las tías. Y
con el dinero que ahorramos podremos gara n t i zar que vayan a la unive rs i d a d
y cuenten con un futuro que nosotros no tuvimos. No es fácil separa rse de
e l l o s. Llamas siempre que puedes: ¡no sé qué haría sin el teléfono! Los envío
s, las fo tos y paquetes que mandas por medio de los conocidos... No cortar la
comunicación y a ver si los puedes tra e r. Cuando esté instalada en una casa...
Me gustaría que estudiaran aquí."
¿Sabía usted que las mujeres que emigran se convierten en las principales
sostenedoras de los núcleos fa m i l i a res? La responsabilidad con los
suyos es tan importante que no pueden permanecer quieta s. Creo que, por
e s ta razón, aceptan situaciones de contra tación con grandes problemas de
inseguridad legal y medidas que rayan en la ex p l o tación. Es muy injusto que
dependan de la vo l u n tad de los contra tantes para que se realice el pago de la
seguridad social que les gara n t i zará la continuidad legal y el acceso al permiso
de residencia y trabajo.
El profesor me mira sonriendo y me ex p l i c a :
7. Convivencia y cultura
Historias de mi familia...
-Ento n c e s, ¿Por qué se habla del choque de cultura s, del miedo a ser
a s i m i l a d o s, del re s p e to cultura l ?
-Hay algo que es muy, muy importa n t e. Las culturas no son inmutables
ni cerra d a s. Evolucionan y cambian, porque las personas que las sostienen
i n t e ractúan con la realidad y con otros grupos. Lo que quiero decir es que no
son patrones cerrados y que nos tienen que ayudar para evo l u c i o n a r. . .
-De acuerdo... pero la creencia de que existe un choque cultural entre las
p e rsonas que emigran y el país de acogida está muy extendida. Pro f e s o r, ¡es que a
veces le pre g u n to algo y usted se va por las nubes. . . !
- Mira Ana, hay que tener cierto método. Si no te explico qué es cultura
luego no vas a entender que no hay, necesariamente, choque de cultura s.
Haz el fa vor de intentar seguir mi ra zo n a m i e n to, ¿de acuerdo? A ve r, ¿por dónde
iba? Sí, puede ocurrir que haya un choque cultural, pero es menos frecuente de
lo que cre e m o s. Cuando una persona llega a un país nuevo, lo hace con el bagaje
cultural del lugar donde ha sido educada. Por ejemplo, con unas costumbre s
y hábitos como la forma de alimenta rs e, de ve s t i r, de entender a la fa m i l i a . . .
Pe ro esto no suele re s u l tar problemático. Cuando vamos a otro país, lo hacemos
con la pers p e c t i va de formar parte de la nueva sociedad, por lo que solemos
e s tar abiertos a nuevas pers p e c t i va s. Intentamos sumarnos al nuevo ento r n o . . .
-Pe ro . . .
El profesor se leva n ta trabajosamente y con dificultad recoge una fo tog
rafía enmarcada de la pared. Las manos de largos dedos, manchados de tinta
de la pluma sostienen la fo to g rafía en la que el ro s t ro de un hombre mayor me
m i ra sonriente desde el crista l .
Hay que ser críticos con los va l o res y costumbres que atentan contra el
re s p e to y la dignidad de las pers o n a s. Escucha, guárdate estas dos palabras: "re s-
p e to" y "crítica" y guárdalas en la caja de los Derechos Humanos, porque son
é s tos los que deben servirte de re f e re n c i a .
-Ana, una última cosa. A la vez que pedimos a las personas que llegan
a nuestro país que respeten nuestros va l o re s, también debemos gara n t i zarles los
mismos dere c h o s. No puede haber integración en aspectos socioculturales sin
que se produzcan a todos los nive l e s, es decir, no se puede reclamar a nadie que
adopte los va l o res que consideramos fundamentales de nuestra sociedad de
D e recho, si se les niegan derechos sociales, civiles, labora l e s, que también son
f u n d a m e n ta l e s. Sólo con una apuesta firme a fa vor de la igualdad de dere c h o s
puede pre t e n d e rse la integración. Los mismos dere c h o s, las mismas obligaciones;
no lo olvides. . .
Los días antes de venirnos a España, org a n i zar todo fue una ve rd a d e ra
l o c u ra. Mi madre andaba desesperada, intentando convencer a mi padre para
que no se tra j e ra todo de Alemania. Después, tuvimos que org a n i zarlo todo en
cajas y maleta s. Mi madre nos re c o rdaba, una y otra vez, que cuando llegaro n ,
sólo llevaban una maleta y el bolso. Y ahora, fíjate: los muebles, los electro d omésticos
y ¡Los hijos! Cuando se pone así, es mejor dejarle espacio porque si te
d e s c u i d a s, terminas en una maleta con el re s to de la ropa y los libro s... No se
ponían de acuerdo en qué era prioritario. Pa ra mi padre, cada cosa tiene su sentido
y su lugar. Mi madre, mucho más práctica, optaba por llevar lo impre s c i ndible
e intentar vo l ver a empeza r...Eso es lo que nos decía, pero mi hermano y
yo sabíamos que le costaría vo l ver a comenzar de nuevo, y que se sentiría en
t i e r ra de nadie: entre los re c u e rdos de ayer en España, de ayer en Alemania, y
la vida de hoy. Arriba, sentados en la azotea, mirando el ata rdecer que caía
s o b re los tejados de la ciudad, dejábamos vagar los pensamiento s. Nos despedíamos
del presente para saludar al futuro. No s o t ros los viajero s, los inmigra n t e s,
los que salimos al encuentro . . . .
En la Universidad...
Como esta mañana no tenía clase a primera hora y estaba muy con-
t e n ta, he comprado bollos en la cafetería y he subido corriendo al despacho del
p ro f e s o r. La puerta estaba abierta y, desde fuera, se escuchaba el barullo de
cajas que se mueven y objetos que caen. Empujé la puerta y me quedé para d a
en el quicio, cuando descubrí al viejo profesor amontonando los libro s, los papeles
y las fo to g rafías en las cajas.
-Traía bollos y café para invitarle a desayunar, ¿pero qué diablos hace?
De pro n to me doy cuenta de que se está pre p a rando para irse y una
bocanada de desolación me inva d e. El profesor leva n ta el cuerpo de la caja en
la que estaba metiendo libro s, se vuelve hacia mí y, sonriendo, me dice:
-Me voy un tiempo Ana, quizás unos meses para terminar el libro y
quién sabe, comenzar de nuevo, como tú. Aunque no lo cre a s, yo también tengo
sueños y estoy pensando que tal vez un tiempo fuera de este re f u g i o . . . Ya es hora
Ana, ya es hora . . .
-Pe ro pro f e s o r, usted sabe que le necesitamos aquí. Además tiene que corregirme
el trabajo. Aún tenemos muchas cosas de las que hablar.
-¿Karima?
-¿Te importa?, -pre g u n to. Sé que los primeros minutos van a ser difíciles
para ella. Y para mí. Intentando romper el hielo le cuento un poco de mi
h i s toria, de mi interés por ordenar mis re c u e rd o s, por conocer, por entender lo
que está ocurriendo. Ella asiente con seriedad y promete que intentará ayudar-
m e, aunque quizás su historia no sea re p re s e n ta t i va. Le aclaro que no quiero
hacer un estudio sociológico, tan sólo conocerla, conve rs a r. Sonríe -.
E s toy tan seria que Karima intenta romper el hielo y comenta entre
risas:
-Mira Ana, ¿has leído a Mernissi, ve rdad? Pues ella lo explica muy
bien. El pro f e ta fue un re volucionario que en su época defendió y dio dere c h o s
a las mujeres que éstas no tenían. ¿Tú sabías que la mujer del pro f e ta era
c o m e rciante? Él trabajaba para ella. El pro f e ta, en muchos casos, pedía consejo
a Fátima. El problema es que las palabras del pro f e ta han sido interpre tadas de
forma errónea. Hay que leer de nuevo el Corán, hay que leerlo con mirada de
m u j e r. ¿Cómo te lo explico? El Islam es la claridad, la paz. Las reglas del Islam
son muy sencillas, están pensadas para pro p o rcionar tranquilidad interior y
equilibrio en el ex t e r i o r, pero la tradición, las normas de los hombre s, lo comp
l i c a ron todo. Es como si el tiempo no hubiera pasado, interpre tan y aplican las
e n s e ñ a n zas olvidando que fue escrito en una época concre ta ¿entiendes? El
mundo árabe y su tradición es algo muy distinto al Islam.
-Pe ro Karima, tú eres musulmana y, sin embargo, eres una mujer libre,
i n d e p e n d i e n t e, vistes de forma occidental, viajas sola, vas abriendo tu camino
sola y eres la responsable de tu vida...
-Yo fui educada de una forma muy abierta. Mi madre fue una mujer
muy va l i e n t e, muy moderna para Marruecos. Cuando era joven, llevaba minifalda,
se casó con el hombre que amaba, en una época en que había que aceptar
el marido que te designaba la familia, y fue a la ceremonia vestida de blanco.
Mis padres me enseñaron a decir lo que pienso y defender lo que creo, disc
u to abiertamente con ellos y con mis hermanos, esto no es habitual en una
familia marroquí. Desde muy pequeñas nos educan para ocuparnos de la fa m ilia;
a los chicos, aunque sean más pequeños, les dicen "tú eres el hombre de la
casa" y ellos saben que deben ser re s p e ta d o s. Pe ro yo creo que esto no es justo .
Soy musulmana, re s p e to mi religión, pero creo que las mujeres debemos ser
l i b re s. ¡Ah! Esto no lo conseguiremos en un día o en dos, hay que ser pacientes,
ir cambiando las menta l i d a d e s, las costumbre s, las leyes como la Mudawa n a . . .
Pe ro hay que hacerlo desde el marco del Islam.
-¿Y el velo?
- ¿Crees que se debe prohibir el velo en los colegios? ¿No crees que llevarlo
es una forma de discriminar a las niñas, de hacerlas diferentes al re s to de
sus compañera s ?
-¿Cómo vas a prohibir el velo? ¡Sería una crueldad! ¿Por qué os pre ocupa
ta n to que nos tapemos el cabello?
-¿Y el Ra m a d á n ?
-El mes del Ramadán es el más querido para mi alma, lo quiero muchísimo.
La gente es más humana, existe un halo de espiritualidad en todas partes,
es como si el país estuviera conectado. Hay más felicidad en la casa de los
p o b re s, hacemos visitas a la familia, no hay violencia... ¡Ojalá el Ramadán durara
dos o tres meses! Aquí es difere n t e.
I n s t i n t i vamente aparto el plato de ta r ta a un lado de la mesa, ella sonríe
y lo vuelve a colocar delante de mí.
- Ana, nosotros los musulmanes somos gente muy abierta, muy hospitalaria.
Cuando vivía en Marruecos no me daba cuenta de lo to l e rantes que
s o m o s. En mi ciudad, Hara c h e, hay una iglesia que todos re s p e tamos y a la que
nunca se nos ocurriría dañar. Si alguien viene a mi casa y bebe alcohol, yo comp
ro lo que creo que le agrada. Si comes cerdo, yo no me escandalizo. No juzgo
a las personas por sus costumbre s, por su cultura o por su religión, ¿me comp
rendes? No entiendo por qué me pueden juzgar antes de conocerme. Me gustaría
que cada persona que llegara a este país no tuviera la desdicha de sentirs e
i n f e r i o r. A veces las miradas te dicen: "tú eres difere n t e, eres inmigrante", y
e n tonces pienso: "sí, tienes razón, pero además de ser inmigra n t e, soy muchas
más cosas, soy mujer, licenciada en Filología, soy joven, musulmana, me gusta
leer… No puedes definirme sólo por ser emigrante porque si lo haces, me estás
l i m i tando". Algún día yo podré ser ciudadana en esta sociedad, tra b a j a r, vo ta r,
hacer oír mi vo z . . .
-Entiendo perfectamente lo que dices Karima, mi familia emigró y
puedo comprender lo que sientes. A ve c e s, me siento responsable de lo que
o c u r re con las personas que venís a nuestro país. ¿Qué les dirías a los jóve n e s
españoles?
-No quiero que te lleves una impresión equivocada. Tengo amigos
españoles que me cuidan, que se preocupan porque conozca gente. En genera l ,
la gente aquí es muy amable e intenta ayudarme. Antes, al ve n i r, he pre g u n tado
el camino a una mujer y me ha acompañado conve rsando hasta la plaza. El
p roblema es cuando se deja correr la imaginación y las personas juzgamos sin
c o n o c e r. Ento n c e s, es cuando sientes el re c h a zo, e inconscientemente te pro t
eges
y creas la distancia con el otro. Yo creo que tenemos que hacer mucho por
c o n o c e r n o s, por conve rs a r, por construir va l o res comunes y compartir nuestra
s
ex p e r i e n c i a s..., como lo hacemos tú y yo ahora. A los jóvenes españoles les diría
“¡dialoga conmigo para que podamos caminar junto s...!” Creo que los jóve n e s
somos la llave del futuro, tenemos que hacer un esfuerzo por encontra r n o s, por
c rear alianzas y construir una sociedad en la que todos podamos participar.
Le explico al señor Wong que entiendo que las personas que vienen de
Latinoamérica o de los países más próximos a España nos pre f i e ran como país
de destino, pero me re s u l ta difícil comprender por qué eligen nuestro país aquellos
que vienen de un lugar tan lejano y tan distinto como es China. El señor
Wong sonríe, despreocupado. "Es por el tema del visado y por la red, - afirma -.
Es importante tener conocidos aquí, también se elige España por la fa c i l i d a d
con la que pueden entrar en el país… Cuando una persona viene de allí es porque
ya tiene fa m i l i a res aquí, que le han invitado a ve n i r. No r m a l m e n t e, como
no conoce a nadie más, trabaja en un re s ta u ra n t e, en una tienda o en un ta l l e r
de confecciones en el que trabaja su familia. Luego, poco a poco, se va situando,
porque es muy difícil salirte del circ u i to si no tienes conta c to s. Mira, yo soy
El señor Wong ha vivido mucho. Ha visto nacer a sus cuatro hijos y sus
cinco nieto s. Todos son matrimonios mixtos y sin ningún problema de integración.
"Na c i e ron aquí" – dice, mientras nos sirve nuevamente té -. Todos fuero n
educados en colegios españoles para ir después a la Unive rsidad. El señor Wo n g
se queda pensativo y continúa diciendo: "No hablan nuestra lengua, ni pra c t i-
can el budismo. Su madre lo intentó durante muchos años. Les hablaba para
que no perd i e ran el idioma y les explicaba nuestras costumbres pero, poco a
poco, fueron ganando las costumbres de los grupos de amigos. Son va l o res que
no puedes imponer. No s o t ros somos dos abuelos con muchos re c u e rdos del
pasado y ellos ya son parte del futuro, de otra forma de vida. En cierto sentido,
me alegro, porque les va muy bien: no tienen problema de trabajo, hablan dos
idiomas y tienen familia. Los nietos quieren a su abuela, una gran conta d o ra de
c u e n to s, pero no creo que viajen a China nunca. Todo esto queda muy lejos.
Pa ra nosotros es necesario conservar la tradición dentro de la familia. Decimos
que uno tiene que mirar por uno mismo; una vez que te cuidas a ti mismo tienes
que cuidar a tu familia; una vez que cuidas a la familia debes cuidar a tu
pueblo; después del pueblo cuidas al país y después del país, cuidas al mundo.
Lo primero es alegra rse uno mismo, si uno no se alegra… Pe ro, como te decía,
ellos son parte de otro mundo. Me da un poco de pena, pero así es la vida…
Cuando las personas se casan, deben tener la misma mentalidad. Si una española
se casa con un chino, al principio se atraerán por las difere n c i a s, por la
variedad, pero llega un momento, cuando te haces mayor, en el que es difícil
c o n v i v i r. Por eso, es necesario tener las mismas ideas, o compartir los mismos
va l o re s " .
Pasó un tiempo hasta que mis padres pagaron la deuda del viaje y
p u d i e ron abrir la tienda de todo a cien, y viajamos para reunirnos con ellos. El
primer problema que te encuentra s, al llegar, es el idioma ¡No puedes imaginarte
lo difícil que es estudiar español! Yo aprendí las primeras palabras en una
asociación africana en la que se impartían clases de alfa b e t i zación para inmig
ra n t e s, pero el pro f e s o rado no era de origen chino. ¡Imagínate lo solo que puedes
sentirte al no poder comunicarte! Existen asociaciones chinas, lo sé, pero
no hay bastantes pro f e s o res y esto es un obstáculo muy gra n d e... Mira, mi
m a d re, por ejemplo, a pesar de llevar diez años aquí, sigue teniendo muchas
d i f i c u l tades con el idioma. En la tienda se ex p resa con gestos y cuando hay pro-
b l e m a s, la ayudamos mis hermanos y yo. Y fuera de la tienda, se relaciona con
familias chinas también. En cuanto a las noticias, se informa por los periódicos
en chino que se reparten en los comerc i o s.
Tal vez hubiera sido más fácil ir a Francia. Camerún había sido colonia
f rancesa, conocía a la gente y el idioma. Gente abierta, que no discriminaba a
las personas por el color de su piel. El pasado les unía porque durante muchos
años habían habitado su país. “Por las calles de París podías caminar, sin miedo
a que te detuviera la policía y tu color no importaba a la hora de encontrar trab
a j o ”. Pe ro aquel hombre trajeado y bien plantado, le había dicho que la re c i b iría
en el aero p u e r to y le buscaría trabajo. Viviría en Madrid en una buena casa
y no tendría problema, porque él y su mujer se encargarían de todo. A cambio
del fa vo r, su hermano le regalaría un recorrido por los países de Africa.
La noche anterior a su viaje hicieron una gran fiesta para celebrar que
Cristín emprendía una nueva vida.
p a l a b ra de español. Hay días que está tan cansada que se queda dormida en la
silla de la cocina. Intenta no molesta r, no ocupar espacio, que no se note que
ex i s t e. Sabe que su sola presencia disgusta a aquella mujer que grita a to d a s
h o ra s. Si la echa de esa casa, ¿a dónde irá? No conoce a nadie en este país y le
a t e r ra la idea de ve rse errando sola por las calles. Muchas veces piensa en vo l-
ve r, pero ha dejado su trabajo ¿y qué pensarán los suyos? Todos confían en ella
y no puede re g resar con el miedo en el ro s t ro. Ella es valiente y orgullosa, no
q u i e re vo l ve r, aunque en esa casa le digan que no hay sitio para ella. No la quieren
y se lo demuestran en todo momento. La obligan a guardar sus cosas en la
m a l e ta, en el baño de abajo, y se ducha con agua fría porque desconoce cómo
poner el calenta d o r. Cuando los señores se re t i ran a su dormitorio, extiende las
m a n tas en el sofá y refugia su cuerpo en el calor. Allí, en la oscuridad, trae a su
mente los re c u e rdos de África y le pide a aquél que dio la vida a los hombre s, a
los árboles y a los animales, que se la lleve para siempre o le enseñe una salida.
Una de dos, la que quiera, pero que lo haga ya.
Un día vino el frío. Había oído hablar de él pero nunca lo había sentido.
Cuando vino el frío una sensación sombría se metió por sus huesos y la invadió
toda, sumiéndola en un miedo terrible. Pensó que estaba enferma, que el
frío se la comería por dentro y jamás vo l vería a ver a los suyos. Se envolvió con
todo lo que llevaba, un vestido encima de otro, hasta conve r t i rse en una montaña
incapaz de move rs e. El señor la encontró debajo de un montón de ro p a ,
hecha un ovillo en una esquina del sofá, llorando y sola.
Días después llaman a la puerta. Ella está sola, tiene frío y no quiere
a b r i r. Se queda escuchando silenciosamente. “¡Cristín, Cristín!”, exclama una
voz al otro lado de la puerta. “¡Cristín!” - grita la voz -. Abre una rendija para
m i rar quién conoce su nombre. Una mujer le sonríe y le grita con alegría, en
su idioma “¡Vengo de parte de tu madre! ¡Déjame pasar! Pe ro Cristín no quiere
abrir. Tiene ve rg ü e n za de que cuente cómo vive. La mujer empuja la puerta
con determinación “¿Pe ro qué te pasa? ¡¡¡Cielos, como estás!!! Criatura ,
p a reces una vieja... mira tu piel, - murmura con tristeza - y tu pelo apagado...
¿ Por qué no te cuidas? ¿Qué ocurre aquí?” Cristín se toca la cara cuarteada por
el frío. “¿No te han dado crema para la piel? ¿No sabías que con este clima la
n e c e s i tas? Criatura, ven, cuénta m e … ”. Sentadas en el sofá, Cristín la mira con
d e s c o n f i a n za: tiene ta n to miedo que no se atre ve a hablar. Pe ro la mujer no
p a ra de gritar en su idioma, trayéndole el calor de su tierra y su gente. Poco a
poco, las palabras van volviendo y le cuenta todo, todo, todo. Lo cuenta de
g o l p e, llorando como una cata ra ta. El vestido, en el que limpia sus lágrimas
termina empapado y salado. Cuando termina, la mujer la abra za y le dice dulcemente:
“Cristín ahora mismo te vas de aquí, aquí no te quieren, criatura ”. Se
l e va n ta y repite gritando con indignación: “¡Aquí no te quieren!” A toda prisa
recogen las cosas y las meten en la maleta. Escapan de aquella casa dejando
la puerta abierta, corriendo por las calles de la urbanización mientras grita n
como niñas. La gente que pasa sonríe al ver a las dos mujeres africanas corre r
calle abajo, arra s t rando una gran maleta .
Cristín observa fascinada todo lo que ve: la gente, las casas, las pers onas…
esto es España, piensa, esto es España.
Todos los días va a la compra con una unidad de cada cosa en la bolsa.
Una pata ta, un huevo, una cebolla, un poquito de arroz en un papelito... Cuando
llega al mercado, enseña el huevo y con los dedos indica la cantidad. Los ten-
d e ros y las mujeres que compran le gritan: “¡Hu-e-vo!” Ella lo re p i t e. Es gente
amable que la saluda al llegar y habla con ella. “Vas aprendiendo”, -le dicen con
sonrisas -. Le ayudan a encontrar las palabras que nombran el mundo y, como
es lista, pro n to aprende el idioma.
Cristín tiene que comenzar de nuevo, pero ahora ella se siente más
s e g u ra: sabe español, se mueve por las calles, tiene amigos... Consigue un buen
t rabajo y alquila una casa que, en poco tiempo, se llena de paisanos: no quiere
que ninguna persona de su país pase por la experiencia que ella vivió al llegar.
-¿Y Omar?
- Él, al principio, quería irse a Francia. Tenía un visado para visitar ese
p a í s. Ha estudiado filología fra n c e s a … Pe ro al venir aquí y estar con su hermano,
decidió quedars e.
-¿Has tenido dificultades para tra b a j a r ?
-En el año 92, estuve trabajando en el campo. Fue la primera vez que
sufrí de ve rdad, porque yo no pensaba que podrían ocurrirme cosas así. Po r
ejemplo, entrabas en un bar y si notaban que eras de otra parte, no te servían.
En las discotecas te decían: “¿eres socio?” Luego, para alquilar una casa lo
mismo, si eres un "moro", no quieren alquilarte nada. Yo nunca había visto ta l
c o m p o r ta m i e n to. ¡Fíjate cuántas casas vacías en las ciudades! Pe ro como no
q u i e ren alquilar a inmigra n t e s, nos quedamos en la calle.
Yo empecé a trabajar allí, en el campo, y me construí una chabola,
como mis compañeros: la mayoría dormíamos en chabolas de plástico y maderas
para protegernos del frío y de la lluvia. El agua, la cogíamos de los sistemas
de riego. Aunque esa vida era difícil, me acostumbré también. En el 93, el
Gobierno abrió los cupos Estuve trabajando con un pequeño. empresario. Me
o f reció todo, trabajo, todo. Estuve viviendo en un cortijo, que no tenía ni agua
ni luz y por el que querían cobrarnos 5.000 pesetas al mes, así que pensé que
mejor volvía a mi chabola.
- ¿Por qué no nos cuentas un poco en qué has tra b a j a d o ?
-Cogiendo ve rd u ras de todo tipo: pimiento s, pepinos, calabacines,
tomates… En el ve rano, hay un mes de recogida de melón y sandía. Pe ro, re a l-
m e n t e, el trabajo máximo en el campo no dura un año, dura unos meses. Las
únicas que ofrecen trabajo todo el año son las grandes empre s a s, que hacen
varias siembra s, porque les meten abonos…y luego ex p o r tan. ¡Allí sí que sufrí!
E s t u ve cobrando 3.500 peseta s, por nueve horas de trabajo diario. ¡Pe ro tra b a j o ,
t rabajo, no te creas!, - añade, sonriendo -.
-¿Y de ahí te viniste a Madrid?
-Said, ¿por qué crees que las personas tienen ta n to miedo al Islam?
-Te cuento lo que me pasó hace poco tiempo... Una ONG alemana invitó
a una asociación de la que formo parte a un intercambio sobre la Unión
E u ropea. Unos de los ponentes nos estuvo hablando de los derechos de los ciudadanos
de la U.E. y de que el Tra tado de Maastricht definió el concepto de ciudadanía
europea, que oto rga a todas las personas el derecho a circular libremente
y a residir en el Estado miembro de su elección. Cuando terminó de
hablar y nos miró, diciendo: “¿Alguna pre g u n ta?”, yo levanté la mano y dije:
“ E n to n c e s, ¿yo puedo circular libremente?” “ Claro,-me contestó -. Puedes ir a
cualquier país miembro de la U.E.” “¿Por el simple hecho de ser persona?, seguí
pre g u n tando -”. “-Sí, sí eso es, -dijo él -.” “¿Aunque no sea residente legal?,
- insistí -”. Se hizo un silencio en la sala y todos miramos al hombre, espera n d o
una re s p u e s ta. Carraspeó, y algo turbado, me miró diciendo: “No, tú no puedes”.
“¿Es que yo no soy persona?, - contesté, alzando la voz -”. El re s to te lo puedes
imaginar: nos dio miles de explicaciones sobre tra tados internacionales y acuerdos
entre países; ra zones económicas y de seguridad. Y allí en medio de aquel
to r rente de palabras y entre mis compañero s, comprendí que los Dere c h o s
U n i ve rsales eran todavía privilegio de unos pocos...
-Somos gente hospitalaria, Ana, acuérd a t e...-me dice -, y nos gusta re c ibir
en nuestra casa.
Cuento bere b e r
Dicen que los bere b e res hablan sin añadir nunca una palabra más de
las estrictamente necesarias. Silenciar sus propios asuntos y los de los demás
constituye todo un principio moral.
No ta: Traducido del tex to bereber de Hans Stumme (Märchen der Schlub von Ta ze r
walt", Leipzig 1895).
Fuente: Cuentos populares de los Bere b e res de Uwe To p p e r. Ve rsión española de
Jesús Rey-Joly. Libro s
de los Malos Tiempos. Miraguano ediciones. 1997. Madrid.
5. El encuentro
"¡Hazme re í r, hazme reír!", -gritan los niños -. Se hace un silencio
solemne que se rompe con las sonoras carcajadas de los cuatro para comenza r
de nuevo con: "mami hazme re í r, hazme reír". Colocados delante de nosotra s,
con las manos a la espalda y aguantando la re s p i ración, miran seriamente a su
m a d re, que sin decir palabra, sólo con la ex p resión de su ro s t ro, consigue que
e s tallen en risotadas y salto s. "Ya está, ¿eh? Prometisteis ser buenos, así que
dejadme hablar con Ana que me va a hacer una entre v i s ta para un libro". Esto
no parece lo suficientemente importante como para prescindir de su madre por
unas hora s. Los dos niños intentan captar su atención como pueden: se suben
encima, imitan elefantes que escalan por el sofá, re c u e rdan promesas incump
l i d a s... Me siento completamente malvada, pero no nos queda más re m e d i o
que refugiarnos en el dormitorio de la pareja: él, del sur de África; ella, del norte
de España.
¿Qué quieres decir con que se tenía que tocar la oreja? -pre g u n to ex t rañada
a María, mientras me la toco sin dificultad -.
-Al principio, en la familia y entre los amigos surgen los miedos normales
a lo desconocido, a lo distinto, al re c h a zo social. Con el tiempo, esto cambia,
se despejan las dudas, los temore s. Somos una familia muy numerosa y,
e n t re to d o s, somos una pareja más.
-Sí claro, las formas de saludars e, el transcurrir del tiempo, las cuidadas
normas de educación, no sé, el sentimiento de pertenecer a una comunidad...
En Zimbabwe la tradición es animista, conceden vida a los objeto s, las
p l a n ta s, los animales, pero aún así, nada de esto se interpone entre las pers o-
n a s, cuando tú quieres establecer una relación. Es accesorio, todo tiene una
i m p o r tancia tan re l a t i va. Somos más iguales de lo que podemos imaginar.
-Me conta ron unas chicas de Camerún que existe una leyenda africana
que cuenta cómo cada ser tiene asignado un espíritu que cuida de su
vida, es bonito, ¿ve rdad? Imagino que tus hijos conocerán el país de su padre
y su cultura .
María responde re s u e l ta . . .
-Sí, esa creencia esta extendida en muchos países de África. Es como
si cada uno tuviéramos asignado un espíritu que se encarga de protegernos; a
ve c e s, siento la necesidad de creerlo. En cuanto a si los chicos conocen la cult
u ra de su padre... pues, no, no mucho. Intentamos transmitirles el sentido de
la música, pero porque los dos la vivimos como parte esencial de nuestras vidas,
también el re s p e to a la natura l e za. Llamamos a la familia siempre que podemos
p e ro mira -dice con determinación -, tienen amigos aquí, viven aquí... África
está muy lejos para los niños. Lo que deseo para mis hijos es que no sean diferentes
a los demás niños. Deseo la igualdad.
Un sentimiento de cautela nos inunda a las dos. Ella baja la mirada y
tensa el cuerpo. Hemos llegado a un punto de la conve rsación en la que las dos
sabemos que caminaremos de puntillas sobre las palabra s. En su ro s t ro se lee la
p reocupación y la determinación. Sé que ha pensado mucho sobre ello y tiene
las ideas muy clara s.
-Creo que es importante que los niños vivan la igualdad, porque lo son,
todos lo somos. No entiendo el empeño en re s a l tar las difere n c i a s, incluso de
i n ve n t á r n o s l a s. Todo esto termina en estereotipos y pre j u i c i o s, en que te
juzguen
por rasgos que no dicen nada, que no tienen ninguna importancia, como
el lugar de origen, la cultura o el color de tu piel… Los prejuicios pueden determinar
la posición que tienes que ocupar en la sociedad, pueden influir en lo
que los demás piensen de ti y en cómo se relacionan contigo. Esto, que es ta n
sencillo, no termina de compre n d e rse y, muchas ve c e s, intentándolo hacer
bien, lo hacemos mal.
-¿A qué te re f i e res? Hay cierto conflicto entre el re s p e to a la difere n c i a
y la igualdad. Comparto contigo que la mayoría de las ve c e s, cuando se subraya
lo difere n t e, estamos encasillando a las personas de acuerdo con la imagen
p reconcebida que tenemos, o las estamos excluyendo, apartándolas de nosotro s,
colocándolas en otro sitio...
-Me re f i e ro exa c tamente a esto: creo que las personas queremos ex i stir
a los ojos de los demás y que se nos reconozca por lo que somos, sólo por
eso. Debemos empezar a construir un mundo en el que todos y todas estemos
i n c l u i d o s, que no sea exc l u y e n t e. A ve r, te pongo un ejemplo. ¿Sabes lo difícil
que me re s u l ta encontrar cuentos que hablen también para mis hijos? Cuento s
en los que los pro ta g o n i s tas sean niños negro s, en los que les pasen cosas
estupendas
Niños con los que se puedan identificar... Un día me re g a l a ron un libro
p recioso con unas ilustraciones de niños de todos los colore s, en el que se
hablaba de que todos somos diferentes pero iguales. Todo iba bien hasta que llegamos
a la última página en la que un niño blanco decía con una gran sonrisa
y los bra zos bien abiertos: "No todos los niños son blancos como tú". No esta b a
hablando para to d o s, ¿comprendes? Estaba hablando para un grupo de niños y
n i ñ a s, pero no para mis hijos. O por ejemplo, en todos los libros que se escriben
s o b re solidaridad o re s p e to, suelen re l a tar historias donde el niño de otro país
s u f re muchísimo: se supone que esto te conmueve y reaccionas para ayudarle.
Pe ro, en primer lugar, estamos hablando continuamente de los otro s, ¿entiendes?
No s o t ros somos solidarios con los "otros". Y en segundo lugar, la imagen
que estamos transmitiendo de "los otros niños" es tristísima y, además, no es
real… -subraya las palabras con fuerza-. ¡Es que no es real! Siempre son historias
terribles de niños y niñas que sufren y sí es cierto que existe la injusticia y
situaciones ex t remas pero esta es tan sólo una cara de la moneda, ¿por qué no
hablamos nunca de la otra parte de la vida del continente africano?¿Por qué no
a p roximarnos con palabras como cooperación o intercambio? ¿Es que no tenemos
problemas aquí? O...¿Cómo no somos capaces de ver cuanta riqueza cult
u ral, social y humana pueden tra n s m i t i r n o s ?
-¿Qué voy a decir yo? Lo que diría cualquier madre: son listo s, tra v i es
o s, alegre s... ¡son mara v i l l o s o s !
-Creo que lo son. Intento trabajar la autoestima, que se sientan org ullosos
de cómo son. No es fácil cuando el mundo exterior transmite una imagen
d i s to rsionada de las personas que tienen un color de piel difere n t e. Siempre hay
alguien que se encarga de re c o rdarles que son difere n t e s. Y nadie puede imaginar
lo que está ocurriendo en su interior cuando continuamente les obligamos
a identificarse con un modelo distinto o que es negativo. Sé que son felic
e s. Tienen amigos y una energía desbord a n t e. . .
Q u i e ro que vivan sin temor, que vivan una vida normal, seguro s. El miedo es
algo que tienes presente de forma silenciosa. Puede que, en mucho tiempo, no
o c u r ra nada, pero siempre existe el temor, es algo que está dentro de ti. No quiero
que se sientan condicionados por el temor a ser discriminados, quiero ve r l o s
c recer libre s. Mi papel es ofrecerles un entorno de seguridad, que crezcan en la
c o n f i a n za. Pe ro porque no hablemos de ello, no deja de ex i s t i r. A veces pienso
que ignorar la discriminación es admitirla, es ser su cómplice. Todos deberíamos
ser guardianes y no permitir que esto ocurra. El peligro a hacerte sentir "el
o t ro" existe en la calle, en el metro, en la escuela. ¿Pe ro cómo combatirlo sin
condicionar su vida? Eso es lo complicado. ¿Cómo darles instrumentos para
d e f e n d e rs e, a la vez que se está intentando que vivan desde la confianza? Yo soy
la guardiana del miedo... es como si fuera su vigía. Estoy alerta para que ellos
puedan crecer en paz.
E s tamos muy serias las dos. Es difícil hablar de sentimientos que te
a t raviesan tan pro f u n d a m e n t e.
-Eres ciudadano español, tienes el DNI, ¿te sientes parte de este país?
-Me siento español y africano, argentino… británico. Soy el re s u l ta d o
de todas las culturas que he vivido. En mi caso no es una cultura pura m e n t e
africana, yo he tenido muchas mezclas de cultura s. No he perdido mis raíces de
Z i m b a b we, pero en mí, integro una fusión de todas las cultura s.
- Pe ro la cultura del país, los va l o re s. . .
- Es que no eres la cultura, sino lo que vas aprendiendo de ella: son las
ex p e r i e n c i a s, los va l o res por lo que vas optando. ¿Qué es ser africano? ¿Qué es
ser español? Cuando estoy en España, me siento de este lugar; cuando voy a
África formo parte de allí. Ser inmigrante es un papel, una idea, es algo abst
ra c to. Yo soy el mismo en todos los sitios y aprendo de to d o s. No he cambiado
nada por tener el DNI español. ¡Hombre, claro que todo es más fácil! No tengo
los problemas que tenía al principio para tra b a j a r, buscar una vivienda, vo ta r.
Tengo derechos como ciudadano, que no tendría sin el DNI y esto es muy, pero
que muy importa n t e. Pe ro mi forma de sentir y de ser, no es distinta aquí que
en África, son papeles. Pertenecemos al lugar en el que está nuestra vida en
cada insta n t e.
-Pe ro imagino que el hecho de emigrar ha contribuido a lo que tú ere s. . .
M i ro al cielo,
p a ra contemplar las estre l l a s.
Mi corazón está lejos,
en esta noche oscura .
Me pre g u n to
que con todas las cosas
tan bellas que nos ro d e a n
por qué tenemos ta n tas guerra s.
Hay un lugar
p a ra todos en el mundo
Como lo hay para las estre l l a s
que alumbran el cielo.
Al salir la luna,
Wa ka bhuda Mwe j i
N d i kayeya mwanangu kusha
wa ka b e r i re re
M u n y i ka yasinoziba.
6. El exilio. Relato de Alba Lucía, de Colombia.
Cuando la ONG llegó al corazón de la selva colombiana hicieron un
cuidadoso estudio de la situación de la comunidad indígena. Pusieron todo el
interés en observar sus tra d i c i o n e s, entender su historia e integra rse en la
colectividad. En poco tiempo, el equipo estaba pre p a rado para ofrecer su
diagnóstico.
-¡Que sí, que te escucho! Estaba pensando. ¿Por qué tuvo que abandonar
el país con ta n ta prisa? ¿Que ocurrió? Es que te da por ponerte literaria y
no me cuentas lo importa n t e, ¿qué le obligó a venir a España?
S a n d ra se vuelve y sonríe.
- ¿Y puede trabajar?
-Sí, tiene los papeles de residencia y trabajo, pero mira Sandra, ella dice
que la hacen sentir y se siente ex t ra n j e ra. Tiene los papeles, sí, pero hay muy
pocos trabajos a los que pueda opta r. Ha vivido situaciones muy difíciles en
España. Siempre hay alguien que le re c u e rda que es ex t ra n j e ra. Me entra una
indignación que no puedes imaginar. No puede vivir en su país, se ve obligada
a huir y en vez de apoyarla, se tiene que ganar un sitio aquí centímetro a cent
í m e t ro. Me parece muy injusto .
-Si te pones tan seria vamos a terminar gritando las dos... - Sandra me
o f rece un gajo de naranja y me dice que continúe -. Venga, sigue contando, ¿le
g u s ta España?
-Ummm, ¡creo que sí! Me contaba que cuando llegó le chocaban
muchas cosas... Estuvo duchándose agachada debajo del grifo de la bañera
d u rante días porque en su país no hay manillas como las de aquí. Hasta que le
d i j e ron cómo hacer para que el agua saliera por la ducha, sonreímos-. Y cuando
le decían "venga" al despedirse de una persona, ella entendía que le decían
" ven" y no terminaba nunca de irs e. Otra de las cosas curiosas que me contó es
que envió gel de baño a su madre porque en Colombia utilizan jabón en pastilla.
En una carta, su madre le daba las gracias por la crema, pero le decía que
p refería no utilizarla porque se le hacían burbujas todo el día en la piel... ¡Cre í a
que era crema de manos! No sé, te cuenta todo con mucho sentido del humor.
Me dice que los españoles tenemos una forma de hablar muy brusca y que
s i e m p re tiene la sensación de que estamos enfa d a d o s. Pe ro creo que si no fuera
por todas las barre ras que le ponemos, podría vo l ver a vivir de nuevo .
A mí deme un aguard i e n t e,
un aguardiente de caña,
de las cañas de mis va l l e s,
y el anís de mis monta ñ a s.
No me dé trago ex t ra n j e ro ,
que es caro y no sabe a bueno,
p o rque yo quiero siempre,
lo de mi tierra primero .
A mí cánteme un bambuco,
de esos que llegan al alma,
c a n tos que ya me alegra b a n ,
cuando apenas decía mama.
de la sierra o de mi llano.
-Aunque cada uno cuente la feria según como le vaya en ella, no quiero
perder de vista que no importa qué nos haya motivado a venir aquí, nuestra s
ausencias y añora n zas son las mismas.
En aquella casa todo le parecía ajeno, ex t raño. Su cuerpo se acostumbró
a nuevas sensaciones que generan las esta c i o n e s. Los olore s, los colore s, las
t ex t u ras eran otra s, pero su mente joven y su disponibilidad para continuar se
a c o m o d a ron, dieron el salto .
Con lo que nunca media es con el tono alto y “las conve rsaciones en
m o n to n e ra” que tenemos en los bare s. Ella, con su tono suave, escucha y siemp
re espera ser escuchada; habla de tal modo que parece que las palabras danzan,
se re c rea en las descripciones, en los deta l l e s.
o s,
incluso he podido ver claramente la cara de mis miedos, entender los tuyos.
S e g u ramente mañana podremos tomar distancia pero rda que todos tenemos
e c u e rm i s i o n e s, tú eres una franca incita d o ra de vida[ . . . ]
-¿Me creerías si te digo que mi país es muy rico? Fíjate, esta playa está
en el Pacífico, su arena es marrón. Mi madre construía conmigo túneles en el
espacio que dejaban pasar las olas en su vaivén y jugábamos a que una emisaria
acuática, vestida con un traje rojo luminoso de mil bolsillos, llevaba mensaj
e s, poesías de mujeres entrañables o biografías de mujeres reconocidas en la
h i s toria de mi país, a otras playas.
SE SIENTE BIEN
(a pro p ó s i to de las mujeres que queremos vivir)
María Quetza l
Cuando quedo con Alba Lucía para tomar café, y descargarnos de nuest
ros triunfos y pesare s, coincidimos en anotar que cada día el paisaje humano
es más dive rso. Hombres de diferentes nacionalidades que van y vienen, mujeres
jóvenes que recogen niños y cuidan ancianos. Ejérc i tos que aparecen y des-
a p a recen al paso raudo del metro, esta serpiente metálica, ruidosa, que aloja en
sus andenes "economía subterránea", música en CD, guita r ra s, flauta s, quenas,
voces andinas que consiguen que Alba Lucía adivine títulos de canciones y la
nacionalidad de los artistas; me pre g u n to, ¿por qué no dejarnos permear por sus
n o ta s, su dulzura, su tesón por la vida? Ahora están en nuestras casas, merc a-
d o s, tra n s p o r t e s, instituto s, unive rsidades y un sin número de lugares más.
Tiene un amor del cual no habla mucho, pero le tra s torna su cotidianidad.
Esto lo percibo cuando hace, entre bromas e indignación, una larga lista
de diferencias y similitudes de tener un novio en España a uno en Colombia.
-Ana, ustedes...
E s ta es mi tierra bonita ,
mi tierra preciosa, mi Valle del Cauca,
al centro Tulúa, Buga que es miel,
al norte Cartago y Obando,
B u e n a ve n t u ra en el mar,
S e rca a Pa l m i ra, Florida, Amaime y Cerrito ,
como un pueblo andaluz,
P ra d e ra junto a Candelaria, Ginebra ,
Sevilla, el Dovio y Za r za l . . .
Grupo Niche
- Cali es la Capital del Valle del Cauca, Ana, esto es solo un pedacito de
Colombia. Podríamos ir a Bogotá y buscar el re s ta u rante donde almuerzan los
del cuartel de las feas de la novela de Betty la Fe a. ¡Qué ex i ta zo!. Ir a Medellín y
ver el metro, las esculturas de Botero y tomar cafecito caliente. Ir a Pe re i ra y ve r
el Zoológico y el viaducto, una gran construcción de ingeniería. Ir a Popayán y
que veas comunidades indígenas que conservan su propia lengua y costumbre s.
Ir al mar, al Pacífico o al Atlántico, tú decides. Ana, p o r fa, aterrízame que me
cogió la ta rde para ir a limpiar a casa de la señora Isabel. Algún día te diré: “ que
me cogió la ta rde para ir a la oficina ”. Será luminosa, con adornos que abre traído
de todos los lugares que visitaré y fo to g rafías de la gente que se ha beneficiado
de nuestros pro y e c tos de coopera c i ó n .
Y tendré tiempo propio para mostrarle España a mi madre, senta r m e
con ella en Plaza Mayor a comer tortilla de pata ta s, claro que pre f i e ro que Vicky
nos invite a su salón tibio y acogedor a comer la que su madre prepará, ¿la
re c u e rdas? Es aquella mujer mezcla de razón y magia. Tiempo para apre n d e r
de Lore to su gran capacidad de escucha y seguir compartiendo con ella el gusto
por los colores; de Te resa, su dulzura, su capacidad de asombro. De Yolanda, su
alegría, su empeño. De Sara, su calidez y sonrisa. De Pilar, su originalidad y
disponibilidad.
De Juana, Felisa, Lola, Lore to, Eva, Estrella, Raquel, Maria Luisa,
Rosa, Silvia y Triny su preocupación por las mujere s.
Español@s to d @ s, compañer@s to d @ s.
Alba
Lucía
L i b re
7. Carta al pro f e s o r
Estimado profesor:
Desde hace tiempo me ronda la extraña sensación de tener una
conversación pendiente con usted. Una conversación sobre el final de un
libro que no terminamos de escribir. Imagino su expresión ante lo extraño
de esta idea (que también a mí me sorprende), pero piense que el día en
que, en su despacho, comenzamos a nombrar con palabras el sentido de la
migración, usted y yo contrajimos una deuda con las personas que nos ayudaron
a reconocernos en este viaje. Ahora usted está lejos. Ni siquiera
conozco la dirección de correo donde puedo enviarle estas cuartillas.
Ana
ACLARANDO CONCEPTOS
Cuando Ana le pregunta al profesor cuántos inmigrantes hay en
España. (Pág. 42)
En cuanto al contingente, del que habla Karima cuando dice que sólo
podría haber trabajado en agricultura, en construcción o en servicio doméstico,
es un sistema de regulación de flujos que en la anterior normativa identificaba
los secto res en los que hacían fa l ta tra b a j a d o res (y que eran principalmente
e s tos tres) y que permitía la re g u l a r i zación de quienes ya estaban aquí a tra v é s
de este método, pero con el inconveniente de que tenían que vo l ver a su país
de origen a recoger el visado.
E d i c i o n e s. Madrid 1993
Mernissi, Fátima. El poder olvidado. Icaria. Barc e l o n a .
Mernissi, Fátima. El Haren político. Ediciones de oriente y del medite
V V.AA. Los derechos Humanos camino hacia la paz. Seminario inve stigaciones
por la paz. Aragón 1997
Ra m í rez Goicochea, Eugenia. I n m i g rantes en España: vidas y ex p e-
r i e n c i a s. C e n t ro de investigaciones sociológicas. Madrid 1996
Hobsbawm, Eric. H i s toria del siglo XX. Ed. Critica. Barcelona 1991