Cuento Dislexia

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Tenemos un compañero llamado Tomás, que se está sacando puras calificaciones

negativas en las pruebas de libro. Además le cuesta mucho hacer las tareas escritas o
realizar resúmenes de la materia. Mejor ni les cuento cómo escribe, porque yo creo
que los jeroglíficos de los egipcios son más claros que su letra. Yo creo que va a estar
en el taller de caligrafía para siempre.

Un día, nuestra profesora y un tipo del colegio vinieron a hablarnos de Tomás. Voy a
ser honesto, con suerte escuche y entendí dislex…algo, y hasta ahí llegué. ¿De qué
estaban hablando? Ni sé qué más quisieron decirme. Cuesta a veces saber qué quieren
los grandes. Me hablan de cosas con palabras extrañas, creyendo que soy un
diccionario que se lo sabe todo. Igual guardé silencio, pero no pude saber en verdad
cómo podríamos ayudar a nuestro compañero.

Pues bien, pasó el tiempo y aún Tomás seguía con sus malas notas. Ya era muy triste
ver todos los días la cara de pena que traía consigo. Pues bien, yo me armé de valor y
le quise comentar a nuestra profesora. Ella me agradeció y me dijo que iba a hacer
algo al respecto.

Pasó una semana. Estábamos en recreo y llegó la hora de volver a la sala. Me di


cuenta de que a Tomás lo llamaron y no entró en clase con nosotros. Pero cuando
entré en el aula, vi algo distinto. ¡Estaba llena de palabras y oraciones pero escritas en
forma muy extrañas! Y al lado de esas frases, estaban otras que estaban bien hechas.
Me acuerdo de este ejemplo:

'JVAm KWite A $u Kor$o'. Y al lado decía, 'Juan quiere a su curso'.

En otro lado ponía... 'Al comrismope es Muy ipomrtanet'. Y, junto a él, 'El
compañerismo es muy importante'.

Todas nuestras mesas estaban formadas en un círculo y nuestra profesora estaba en el


centro. Cuando estuvimos todos sentados, la maestra empezó a hablar. Todavía
recuerdo esas palabras que retumbaron en mi corazón:

- ¿Ven esas frases extrañas? -nos dijo- Pues así lee Tomás. Niños, esto es la dislexia y
por eso nuestro compañero le cuesta leer y escribir.
El silencio fue abrumador. Nos dimos cuenta al fin de por qué nuestro compañero
siempre se sabaca notas reprobadas. No era porque era flojo, sino que tenía una
dificultad y había algo que hacer. La profesora de inmediato nos contó lo siguiente:

- Niños, por eso vamos a acompañar y apoyar a nuestro compañero. Para que eso
suceda, vamos a organizarnos de la siguiente manera. Tú, Carlos, como eres uno de
sus mejores amigos, vas a estar a su lado y le vas a leer oralmente todo lo que
vayamos viendo. Así él te va a escuchar tu voz y va a ir comprendiendo lo que lee. Tú,
Max, vas a grabar todas las clases. Después me las entregarás a mí y yo se las daré a
Tomás. Juan y Andrés van a ser parte del equipo de trabajo con Tomás. La única
diferencia es que tendrán que trabajar oralmente, por lo que tendrán permiso para
hacer sus tareas afuera. Y tú, José, –me miraba a mí- vas a ser el compañero que
estudie con él en las horas de trabajo personal. Tienen que ser orales, pero además,
organizar sus tiempos en no más de 15 minutos. Después podrán descansar por 10
minutos, pero acabado ese tiempo deben volver a trabajar. Como ven niños, si nos
organizamos de esa forma, todos nosotros apoyaremos a Tomás y él lentamente
empezará a leer como corresponde.

Jamás se me olvidará ese momento. No solo entendí a Tomás, sino que supe cómo
puedo ayudarlo a mejorar las notas. Ojalá nos explicaran así siempre las cosas, porque
de esa manera podemos comprender cómo ayudar a nuestros amigos.

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