Presupuestos Teórico
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Presupuestos Teórico
En América Latina a comienzos del siglo XIX, el proceso de ruptura con las respectivas
metrópolis abrió un cuádruple proceso, cuya resolución fue la construcción del Estado, la
Nación, las condiciones para posibilitar la inserción de las economías latinoamericanas en la
economía-mundo y una nueva estructura social (de la sociedad estamental a la sociedad de
clases).
En las primeras décadas siglo xx fue primordialmente la convergencia hacia el conflicto con la
dominación y dependencia extranjera el elemento que afirmó la consolidación de la Nación.
El proceso general de formación del Estado y la Nación distó de avanzar en la dirección de una
transformación radical de las sociedades latinoamericanas y estuvo lejos de ser un movimiento
histórico inclusivo y acabado. El cambio fue dirigido “desde arriba”, con una explícita renuncia
a la movilización y participación de las clases subalternas, lo cual resultó en unos Estados
débiles, en general, oligárquicos.
En el principio, se trataba de construir las bases para la supervivencia del proceso que debía
llevar a la formación de los nuevos Estados. No se trataba sólo de alcanzar un poder central al
que se subordinaran, o al que atacaran, los poderes locales o regionales, es decir, someter las
tendencias centrifugas presentes en la dialéctica entre la centralización y la fragmentación. Se
trataba de producir, a propósito de la formación de los Estados absolutistas europeos, un
“desplazamiento de la coerción política en un sentido ascendente”. Un poder político central
detentando el monopolio de la coacción física (poder militar) y simbólico (poder ideológico-
cultural) necesitaba también, para ser viable, para subsistir y consolidarse, controlar y/o
disponer de recursos fiscales propios, amén de un núcleo administrativo (burocracia). En pocas
palabras, una institución capaz de mantener el nuevo orden.
La cuestión puede plantearse también como pasaje de Estado colonial a Estado nacional, lo
que supone dos cuestiones diferentes y entrelazadas: la creación del nuevo Estado,
reemplazante del anterior, y la creación de algo hasta entonces inexistente, la nación.
Construir el Estado nacional implicaba, por consiguiente, la ruptura de la situación colonial y la
resolución de la cuestión del poder. Conexo con eso, surgió otra cuestión a resolver,
inescindible de toda revolución: la de la legitimidad. Una situación revolucionaria implica un
desacuerdo sobre los fundamentos del orden y una confrontación entre el principio de
legitimidad del régimen existente (el antiguo régimen) y el de los revolucionarios. Una
revolucionaria se caracteriza por la existencia de un doble vacío: vacío de poder –una
revolución comienza por el colapso del Estado- y vacío de legitimidad.
Preguntas básicas.
Las formas que adoptaron los Estados nacionales en América Latina y las relaciones de
dependencia sobre la que se construyeron llevan a cuestionar la factibilidad y aplicabilidad de
la formula clásica de Estado-Nación de manera mecánica. ¿Fueron Estados nacionales los que
emergieron de las revoluciones de independencia? ¿O e trató, en cambio, de una mera
centralización del poder? El proceso de formación estatal en Latinoamérica se desarrolló con
igual paso que el pasaje del capitalismo de libre competencia al capitalismo monopólico en los
países centrales, coronando, pues, con la simultanea constitución del imperialismo. Este
proceso resultó en la consolidación de regímenes no democráticos, a menudo oligárquicos,
forma de dominación político-social típica del modelo primario-exportador. Fue más bien sólo
aparato estatal y por ende, mera dominación.
Fue progresivo porque destruyó las producciones precapitalistas y expandió las (para la época)
superiores relaciones capitalistas, fue progresivo porque aquella destrucción no generó una
burguesía capaz de desarrollar una economía capitalista autónoma, sino dependiente. Pero la
dependencia no fue mera consecuencia del ferrocarril ni de las inversiones extranjeras en
medios de comunicación y producción, quizás ante todo, fue de la debilidad estructural de las
burguesías latinoamericanas.
Cuando nos referimos Estado, hacemos referencia al Estado Moderno, construcción de origen
europeo. Y en tanto dirección o mando, tiene dos exigencias:
El Estado constituye mediante relaciones sociales, a la vez que las constituye a estas. Es un
espacio de conflictos entre clases pero también un institución que posee atributos de
estatidad y dispone de aparatos para realizar las funciones esenciales del ejercicio de poder.
Oscar Oslak propone adoptar los atributos de estatidad, que sirvan para caracterizar el proceso
histórico de formación de los Estados nacionales en América Latina. Ellos refieren a cuatro
capacidades:
Esos atributos, no se corresponden con frases sucesivas del proceso de formación estatal, sino
que suponen un proceso conflictivo, en el que los avances y retrocesos de las capacidades de
los Estados para ejercer sus atribuciones son constantes. Los Estados independizados y
reconocidos como soberanos hacia 1825 sufrieron numerosos arrebatos a su poder en
distintas circunstancias. En el caso de Cuba, Puerto Rico, y Panamá, se trata de estados de
independencia tardía, cuya soberanía estuvo recortada desde el momento mismo de su
surgimiento.
El segundo de los atributos tampoco fue un hecho que aconteció de un momento a otro. López
Alves afirma que las relaciones cívico-militares son el núcleo de la formación del Estado en
América Latina sobre todo teniendo en cuenta los conflictos internos que motorizan el
proceso. Una vez reconocida la independencia desde el exterior, surgieron fuertes
enfrentamientos internos por la dificultad de crear un poder central con monopolio de la
violencia que sea legítimo. La cual estuvo relacionada a la dificultad de la creación de un
sistema económico y financiero sólido.
Dese otro punto de vista, propuesto por Therborn, podemos considerar al Estado como un
conjunto compuesto por cuatro aparatos que corresponden a las cuatro grandes funciones del
mismo. Tenemos así:
Durante el siglo XIX, las guerras entre países contribuyeron a cimentar un cierto sentimiento
de pertenencia e identidad nacional. Las guerras fueron aún más importantes en el proceso de
la construcción de los Estados. Hubo dos tipos: las que libraron a países latinoamericanos entre
sí y las que algunos de ellos tuvieron con Estados Unidos, Inglaterra, Francia o España.