El Sacramento Del Orden
El Sacramento Del Orden
El Sacramento Del Orden
Introducción
Los fieles que reciben el “Sacramento del Orden” son consagrados para
que “en el hombre de Cristo sean los pastores de la Iglesia con la
Palabra y la gracia de Dios”. En el Sacramento del Matrimonio, “los
cónyuges cristianos, son fortificados y consagrados para los deberes y
dignidad de su estado por este sacramento especial”.
Naturaleza
El Sacramento del Orden es el que hace posible que la misión, que Cristo
le dio a sus Apóstoles, siga siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de
los tiempos. Es el Sacramento del ministerio apostólico.
Orden indica un cuerpo eclesial, del que se entra a formar parte mediante
una especial consagración (Ordenación) que, por un don singular del
Espíritu Santo, permite ejercer una potestad sagrada al servicio del
Pueblo de Dios en nombre y con la autoridad de Cristo.
Institución
Existen Obispos con territorio, que son los que están al frente de una
diócesis y Obispos sin territorio, que son, generalmente, todos aquellos
que colaboran en el Vaticano, en una misión específica.
Rito y Celebración
El rito esencial del sacramento está constituido, para los tres grados, por
la imposición de las manos del Obispo sobre la cabeza del ordenado,
así como una oración consagratoria específica en la que se le pide a
Dios “la efusión del Espíritu Santo y de sus dones apropiados a cada
ministerio, para el cual el candidato es ordenado”.
Efectos
Ministro y Sujeto
Por otro lado, sí el sacerdote tiene que representar a Cristo, tiene que
tener una cierta semejanza natural con Él para poder celebrar la Santa
Misa y la Eucaristía. Cristo es hombre.
Por otro lado, existen unas cualidades por derecho eclesiástico, es decir
por disposición de la Iglesia:
• Las llamadas Cartas o Letras dimisorias, que es el acto por el cual
alguien que tiene la autoridad necesaria autoriza la ordenación. Se
llaman así porque casi siempre son por escrito.
• El sujeto debe de conocer todo lo referente al sacramento y sus
obligaciones. A esto se le llama Ciencia Suficiente. El ordenado
debe de presentarlo por escrito de su puño y letra. En cuanto al
diaconado es necesario haber terminado el quinto año de estudios
filosóficos – teológicos. Para el episcopado, Doctorado, o cuando
menos la licenciatura en Sagradas Escrituras, Derecho Canónico o
Teología.
• La edad para recibir el episcopado, es decir para ser obispo es de
35 años. Para el presbiterado es de 25 años. Los diáconos que van
a recibir el presbiterado deben de tener cuando menos 23 años. En
el caso de diáconos permanentes han de tener 35 años y si están
casados se necesita que su esposa de su consentimiento. (Cfr. CIC
378; 1031).
• Entre el diaconado y el presbiterado debe existir un intervalo de
tiempo, de al menos seis meses. A este espacio de tiempo que
existe entre los dos primeros grados, se le llama intersticio.
• El candidato debe haber recibido el sacramento de la Confirmación.
• Para poder recibir el diaconado o el presbiterado el sujeto tiene que
ser admitido como candidato por la autoridad competente, después
de haber hecho la solicitud de su puño y letra. Esto se efectúa con
un rito litúrgico establecido, llamado rito de admisión.
• También se requiere la asistencia a Ejercicios Espirituales previos a
la ordenación, de cinco días cuando menos.
• Estar libre de impedimentos o irregularidades. La irregularidad tiene
carácter perpetuo. Los impedimentos no son perpetuos.
• Las irregularidades, impedimentos perpetuos, impiden recibir
lícitamente el sacramento, y son:
• Padecer de amnesia o de algún trastorno psíquico.
• Haber cometido alguna apostasía, herejía o ser causante de un
cisma.
• Intento de recibir el sacramento del Matrimonio, teniendo algún
impedimento como un vínculo por orden sacerdotal o voto público
perpetuo de castidad.
• Homicidio voluntario.
• Haber participado en la verificación de un aborto.
• Haberse mutilado gravemente a sí mismo.
• Intento de suicidio.
• Haber cometido un acto que solamente tiene el poder de realizar un
obispo o un sacerdote.
• Los simples impedimentos son:
• Estar casado.
• Desempeñar un cargo público, prohibido a los clérigos.
• Haber recibido el Bautismo recientemente, pues se considera que
no está lo suficientemente probado.
En las Iglesias orientales, desde hace siglos está en vigor una disciplina
distinta: mientras los obispos son elegidos únicamente entre los célibes,
hombres casados pueden ser ordenados diáconos y presbíteros. Esta
práctica es considerada como legítima desde tiempos remotos; estos
presbíteros ejercen un ministerio fructuoso en el seno de sus
comunidades (cf PO 16). Por otra parte, el celibato de los presbíteros
goza de gran honor en las Iglesia Orientales, y son numerosos los
presbíteros que lo escogen libremente por el Reino de Dios. En Oriente
como en Occidente, quien recibe el sacramento del Orden no puede
contraer matrimonio.
Obligaciones
Este tema ha sido y es muy discutido. El Concilio Vaticano II, Paulo VI, el
II Sínodo de Obispos en 1971 han tratado este tema en documentos,
encíclica y lo han ratificado. Juan Pablo II en 1979 reafirmó la postura del
magisterio de la Iglesia.
Todo esto nos demuestra, que, a pesar de los ataques, la Iglesia posee
una decidida voluntad por mantener la praxis antiquísima, pues, aunque
el celibato no es una exigencia de la naturaleza misma del sacerdocio, es
muy conveniente.
El Sacramento del Orden confiere a los que lo reciben una misión y una
dignidad especial, causa por la cual la Iglesia no permite que se
ejerzan ciertas actividades, que podrían ser causa que obstaculice, o
de rebajar su ministerio. Por ello, no permite que participen en cargos
públicos que suponen una participación en los poderes civiles. No deben
administrar bienes que son propiedades de laicos. Tampoco es
conveniente que sean fiadores. No está permitido ejercer el comercio, ni
participar en sindicatos o partidos políticos, ni presentarse
voluntariamente al servicio militar.
Por todo lo que se ha dicho antes, podemos concluir que los sacerdotes
necesitan una formación especial que les permita desempeñar cabal y
eficientemente la misión que les ha sido encomendada. La cual debe
estar centrada en lo fundamental de su misión: enseñar el Evangelio,
administrar los sacramentos y dirigir a los fieles. Con este motiva, la
Iglesia fomenta el hecho que esta formación se desarrolle en lugares e
instituciones especiales.
“Ninguno, sin embargo, de los motivos con los que a veces se intenta
‘convencernos’ de la inoportunidad del celibato, corresponde la verdad
que la Iglesia proclama y que trata de realizar en la vida a través de un
empeño concreto, al que se obligan los sacerdotes antes de la
ordenación sagrada. Al contrario, el motivo esencial, propio y adecuado
está contenido en la verdad que Cristo declaró, hablando de la renuncia
al matrimonio por el Reino de los Cielos, y que San Pablo proclamaba,
escribiendo que cada uno en la Iglesia tiene su propio don. El celibato es
precisamente un ‘don del Espíritu’”. (Juan Pablo II, Carta Novo incipiente,
n.63).