Limites A Las Fuentes de DDHH (Arturo Sanabria)

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Límites a las fuentes de derechos humanos en México  pp.

89-110

Límites a las fuentes de


derechos humanos en
Arturo Heriberto
Sanabria Pedraza* México

Resumen

Q ue todos los tratados y criterios de organismos internacionales sobre derechos


humanos celebrados y generados en el mundo sean vinculantes con el derecho mexicano,
es una propuesta ineficaz para otorgar una protección más amplia a la persona en nuestro
país. Lo anterior se afirma desde el análisis de sus elementos políticos, jurídicos y filosó-
ficos fundamentales, con el propósito general de conservar la estabilidad de las decisiones
del Estado mexicano, negando con ello la imposición a nuestro país de visiones únicas de la
humanidad provenientes de otras latitudes que se pretenden exentas de toda crítica.

Abstract
International trades celebrated by any country and the criteria produced by international
organizations both related with human rights must be mandatory for the Mexican law is
a proposal ineffective for providing the widest protection to the person under Mexican
legal system, the last one statement is support over the basis of political, legal and
philosophical fundaments, pointing out the general objective of preserving the stability of
the Mexican state decisions taken under domestic law already constituted, refusing any
unique vision of humankind produced by any part of the globe which pretends be exempt
from critics.

Sumario: Introducción / I. Las fuentes del derecho / II. Organismos internacionales especiali-
zados en derechos humanos / III. Soberanía y derechos humanos de fuente internacional / IV.
Moralidad universal como justificación de nuevos derechos humanos / V. Omisión legislativa:
entre la legalidad y los derechos humanos / VI. Derechos humanos de fuentes no autorizadas son
orientadores / VII. Conclusión / Fuentes de consulta

* Lic. en Derecho por la Universidad Autónoma de Querétaro.

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Sección Doctrina

Introducción
Las propuestas teórico-normativas surgen en momentos de gran tensión, cuando los
ordenamientos vigentes no dan una respuesta eficaz a los problemas del lugar y del
tiempo. Hoy, en la explosión de los derechos humanos que vive nuestro país, la posi-
bilidad de que un sinnúmero de instrumentos internacionales celebrados en todo el
mundo y criterios producidos por organismos internacionales entren como vinculan-
tes a nuestro país (en adelante “la propuesta”) es un tema en discusión en la acade-
mia, en las aulas, talleres, conferencias, seminarios, especialidades y maestrías. Es
una propuesta sostenida por la máxima “más es mejor”, se repite sin cesar aunque se
defiende tímidamente como una reflexión.
Hablar de los derechos humanos es hablar de sus fuentes, porque son estas las
que dan orden, estabilidad y validez a cualquier sistema jurídico, y las que nos
permiten señalar con claridad cuáles son las normas válidas autorizadas para reco-
nocer en el particular esos derechos y puedan reclamar su respeto, protección y ga-
rantía.
Es una idea muy persuasiva producir en el pensamiento la imagen de una co-
rriente cristalina equivalente a los derechos humanos; sin embargo, lo que pasamos
por alto es que estos son “progresivos”, lo cual significa que la corriente que llega ya
no se va, se estanca y con el tiempo se obscurece.
El primer límite a los derechos humanos son otros derechos humanos, negan-
do con ello su eficacia absoluta y limita el daño que pueden ocasionar unos cuando se
ejerzan perjudicando a otros. Su eventual colisión1 con otros derechos humanos se re-
suelve protegiendo a unos y lesionando otros, aun y cuando en la ley de la colisión
de principios expuesta por Robert Alexy se diga eufemísticamente que el Estado es-
tá “obligado a afectarlos lo menos posible”.2 Lo anterior significa que cada vez que
reconocemos unos derechos es inevitable detraer otros.3
Nuestro sistema acepta, en abstracto, que los derechos humanos “no se relacio-
nan entre sí en términos jerárquicos”,4 pero caso por caso vencen las libertades in-
dividuales sobre el interés social, y en otras son los intereses de la sociedad en su
conjunto los que quedan en pie como cuando “se privilegia la libertad de expresión
frente a derechos de personalidad de personas públicas”,5 pese a esta realidad, en
términos teóricos, la característica deontológica “indivisible e inalienable” nos obli-
1 Robert Alexy, Teoría de los derechos fundamentales, Garzón V., Ernesto, (trad.), España, Centro de
Estudios Constitucionales, 1986, p. 25.
2 Ibidem, p. 91.
3 Cristina Corredor, “Argumentos sobre derechos humanos: algunos intentos de fundamentación”, Revista
Iberoamericana de Argumentación, núm. 6, España, 2013, p. 3.
4 Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Contradicción de tesis 293/2011, Semanario Judicial
de la Federación y su Gaceta, Décima Época, t. I, México, abril de 2014, p. 96.
5 Primer Tribunal Colegiado en Materia Penal del Primer Circuito, Sentencia de amparo en revisión
345/2016, Kate del Castillo vs. Procuraduría General de la República, México, abril de 2017, p. 74.

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ga a afirmar de manera dogmática que estos no pueden perecer, aunque este objeti-
vo sólo se consiga en el lenguaje cuando una decisión concreta no sea favorable a las
pretensiones de esa persona vencida en juicio, pero se dice que el perdedor “conser-
va” su derecho fundamental, al menos para futuras contiendas.
Apuntados algunos límites a los derechos humanos, el siguiente paso es discutir
cuáles se consideran en México fuentes formales autorizadas de derechos humanos
y cuáles no lo son, y terminaremos por incursionar en el “terreno movedizo” del gé-
nesis —iusfilosófico— de los derechos humanos, en donde hallamos un “intermina-
ble e ilimitado debate de opiniones”.6

I.  Las fuentes del derecho


I.1.  Las normas internacionales como fuentes de derechos humanos
En 1934 Hans Kelsen ofreció una manera de entender el derecho y con ello a sus
fuentes. Para él la “fuente” de derecho “es una expresión metafórica con más de un
significado, las fuentes del derecho son los métodos de producción de derecho, y lo
es también toda norma superior, en su relación con la norma inferior, cuya produc-
ción regula, como fundamento de validez y, especialmente, al último fundamento de
esta, la norma fundante básica de un orden jurídico”,7 así el derecho funda su validez
(objetiva) bajo el presupuesto de una norma fundante y esta regula los mecanismos
—procedimientos— de producción normativa.8
Nuestra Constitución, como norma fundante del orden jurídico, no regula el pro-
ceso de producción de normas internacionales, aunque sí ha positivado las reglas
que establecen límites y condiciones para que un tratado internacional tenga validez
en nuestro país, para ello se requiere, formalmente, que sea celebrado por el Presi-
dente de los Estados Unidos Mexicanos y aprobado por el Senado de la República.
Sólo así una norma internacional es válida y obligatoria en nuestro país.
México ha tenido una prolija participación en la suscripción de acuerdos inter-
nacionales. En términos de la cláusula de apertura contenida en el artículo primero
Constitucional, existen ya 210 tratados internacionales de los que el Estado Mexica-
no es parte en los que se reconocen derechos humanos, y cabe destacar que solo dos
de ellos han sido suscritos después de la reforma constitucional de derechos huma-
nos de 2011, lo que nos permite afirmar que, negar la vinculatoriedad propuesta no
nos dejaría en la nada jurídica.
La interpretación de cada instrumento internacional, podrá tener o no disposicio-
nes específicas que reglamenten su propia interpretación y pueden contar o no con
organismos internacionales responsables de vigilar su cumplimiento. No obstante
6 Robert Alexy, op. cit., nota 2, p. 23.
7 Hans Kelsen, Teoría pura del derecho, Vernengo R. (trad.), México, UNAM, 1982, p. 243.
8 Ibidem., p. 22.

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Sección Doctrina

lo anterior, a todos los instrumentos, ya sea de manera directa o subsidiaria, les son
aplicables las reglas de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados de
1969, cuyo ámbito de aplicación abarca a los tratados entre Estados. De este modo,
la norma de derecho internacional pacta sunt servanda y los principios del libre con-
sentimiento y de buena fe, internacionalmente reconocidos, dirigen la interpretación
y cumplimiento de los tratados en vigor.
Por lo anterior, debemos tener presentes en todo momento los principios del de-
recho internacional de la igualdad de derechos y de la libre determinación de los
pueblos, de la igualdad soberana y la independencia de todos los Estados, de la no
injerencia en los asuntos internos de los Estados, de la prohibición de la amenaza o
el uso de la fuerza y del respeto universal a los derechos humanos y a las libertades
fundamentales de todos y la efectividad de tales derechos y libertades.9
I.2.  Los tribunales como fuente de derecho
El mecanismo judicial como medio de producción de normas “individuales”, ha es-
tado en el sistema jurídico desde la existencia de la práctica judicial. En la historia
contemporánea, el austriaco Hans Kelsen afirmó, en 1934, que un tribunal, en espe-
cial un tribunal de última instancia, puede estar facultado para producir con sus sen-
tencias no sólo “normas obligatorias individuales”, que son válidas para el caso que
resuelve, sino también normas generales. En estos términos, un “tribunal produce
un nuevo derecho con su sentencia que se estabiliza cuando se vuelve un preceden-
te; en el segundo caso, la interpretación que adopta la sentencia adquiere el carácter
de una norma general”.10
El punto de partida contemporáneo sobre el protagonismo del poder judicial en
el desarrollo judicial de los derechos humanos fue señalado, en 1986, por el filósofo
alemán Robert Alexy quien afirmaba que lo que se entendía por “derechos funda-
mentales era definido, principalmente, sobre la base de la jurisprudencia del Tri-
bunal Constitucional Federal [Alemán]”,11 lo que había hecho ya “a lo largo de su
praxis jurisprudencial de más de treinta años”.12
En México la Suprema Corte de Justicia de la Nación funciona como Tribunal
Constitucional, y ejerce su función de legislador “negativo”13 desde la creación de
la acción de inconstitucionalidad en 1994, y simultáneamente actúa como productor
de derecho en términos “positivos”, interpretando normas, acción que se estabiliza
como derecho mediante el modelo de reiteración,14 contradicción o sustitución de ju-
risprudencia con lo que logra fijar precedentes obligatorios.
9 Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, 1969.
10 Hans Kelsen, Teoría…, op. cit., nota 8, p. 258.
11 Robert Alexy, op. cit., nota 2, p. 23.
12 Idem.
13 Hans Kelsen, La garantía jurisdiccional de la Constitución, Rolando Tamayo y Salmoran (trad.), Méxi-
co, UNAM, 1974, p. 493.
14 México: Ley de Amparo, Reglamentaria de los Artículos 103 y 107 de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos, 2018, artículo 222.

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En el escenario internacional la experiencia es diferente, la creación de tribuna-


les supranacionales exigió la reinterpretación del concepto de soberanía ya que esta
sólo reconocía una jurisdicción al interior del Estado que al ser hermética le protegía
de injerencias exteriores.
La jurisdicción supranacional tiene su antecedente contemporáneo en la justicia
penal internacional, su nacimiento responde a la necesidad de procesar a los respon-
sables de las violaciones a las normas de los conflictos armados internacionales, re-
interpretando los límites de la tradicional “competencia territorial” que tiene cada
tribunal nacional desde el concepto de soberanía.
En 1998 nació la Corte Penal Internacional15 y su competencia se limitó a “los crí-
menes más graves de trascendencia para la comunidad internacional en su conjunto”16
y sus resoluciones versarían sólo sobre las personas naturales cuando cometieran crí-
menes de la competencia de la Corte, quienes “serán responsables individualmente”.17
Así, sus condenas, si bien son precedentes, no trascienden más allá de la persona im-
putada, por lo que sus efectos son individuales y no generales; sin embargo, en materia
de derechos humanos la solución internacional ha sido diferente.

II. Organismos internacionales especializados en derechos humanos


II.1.  Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)
Es un órgano autónomo de la Organización de los Estados Americanos OEA18 y “sus
funciones son las de promover la observancia y la defensa de los derechos humanos
y ser un órgano consultivo de esta [de la OEA] en esta materia”.19
Los “productos” acabados y acciones que toma la Comisión Interamericana de De-
rechos Humanos (CIDH) son: 1) emisión de “medidas cautelares”20 en casos de grave-
dad, urgencia e irreparabilidad de violaciones a derechos humanos advertidas prima
facie; 2) emisión de “informes de fondo”21 en los que formula proposiciones y reco-
mendaciones22 que deben cumplir los Estados responsables, en los “casos de viola-
ciones a derechos humanos”23 someter algunos de sus casos a la decisión de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos (CrIADH).24
15 Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, 1998.
16 Ibidem, artículo 5.1.
17 Ibidem, artículos 25.1 y 25.2.
18 Carta de la Organización de los Estados Americanos, 1948.
19 Organización de Estados Americanos: Reglamento de la Comisión Interamericana de Derechos Huma-
nos, 2009, artículo 1.
20 Ibidem, artículo 25.1.
21 Ibidem, artículo 44.
22 Ibidem, artículo 50.3.
23 Ibidem, artículo 23.
24 Ibidem, artículo 61.

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Sección Doctrina

Además, la CIDH produce anualmente un Informe25 de actividades; publica


informes temáticos o especiales de relatorías y recopila conclusiones de otros ór-
ganos internacionales de derechos humanos. Sin embargo, es preciso señalar que
el objetivo de estos proyectos no es producir consecuencias jurídicas, sino que de-
ben considerarse como diagnósticos informativos, recopilaciones y valoraciones
no vinculantes, dado que no hay disposición internacional que lo prevenga su vin-
vulatoriedad.
La CIDH emite sus informes de fondo luego de haber desahogado un procedi-
miento sui generis que termina con la emisión de “recomendaciones”, sobre las que
también le compete la evaluación de su cumplimiento. Estas funciones encuentran
el margen y los límites de su actuación en la facultad de la CIDH de “promover” la
observancia y la defensa de los derechos humanos, lo que hace mediante un proce-
so y en algo similar a un arbitraje internacional, no obligatorio.26 Sus procesos tam-
bién pueden conducirse con una mediación y terminar en una “solución amistosa”
entre las partes.27
El modelo regional de justicia interamericana en derechos humanos prevé a la
CIDH como una etapa previa e imprescindible para que una persona pueda acudir a
la jurisdicción contenciosa, siendo entonces la CIDH la que reduce o filtra los casos
que serán sometidos a la CrIADH. En términos estadísticos, podríamos considerar
a la CIDH como “el” órgano terminal del sistema por la cantidad de peticiones que
llegan a ella anualmente, y la diferencia con el número de casos sometidos por esta a
la CrIADH. Para demostrar lo anterior basta revisar los siguientes datos del 2016: de
7,630 peticiones en trámite incluyendo nuevas peticiones y el rezago de años anterio-
res, 52 fueron admitidas, se aprobaron 16 informes de fondo, y sólo 16 casos fueron
remitidos a la jurisdicción de la CrIADH,28 pese a su extenuante labor, la CIDH no
está en condiciones de ampliar ni definir el contenido de los derechos humanos re-
conocidos en los tratados que esta debe promover.
La anterior afirmación se corrobora si partimos de que el no cumplimiento de
una recomendación de la CIDH por un Estado parte no actualiza en automático que
el caso pase a la jurisdicción contenciosa, se necesita al menos considerar, en cada
caso, la posición del peticionario, la naturaleza y gravedad de la violación, y sobre
todo “la necesidad de desarrollar o aclarar la jurisprudencia del sistema”.29 Es decir,
es necesario el posicionamiento de la CrIADH a través de sus sentencias, lo que re-
vela los límites de la CIDH dadas sus atribuciones así, que pese a lo numeroso de los
casos que conoce la CIDH, no puede hacer efectivas sus “recomendaciones”, lo que
a su vez la limita para definir los contenidos y alcances de los derechos humanos;
aún más, cabe la posibilidad de que la CrIADH desestime algún posicionamiento
25 Ibidem, artículo 47.3.
26 Idem.
27 Ibidem, artículo 40.
28 Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Informe Anual 2016, pp. 55-79.
29 Organización de Estados Americanos: Reglamento…, op. cit., nota 20, artículo 45.2.c.

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desarrollado por la CIDH en este rubro, lo que confirma una vez más la condición
de no vinculatoriedad de sus posicionamientos.
Tal es la suerte de los casos que ante la CIDH se conocen, lo que implica que
las decisiones por ella tomadas no son vinculantes erga omnes, sino sólo son “re-
comendaciones a los gobiernos de los Estados para que adopten medidas progresi-
vas en favor de los derechos humanos”.30 Por tanto, las consideraciones vertidas en
cualquiera de sus informes sólo están dirigidas al Estado responsable. De lo que se
concluye que las acciones de la CIDH no tienen a priori las características para ser
vinculantes erga omnes.

II.2.  Corte Interamericana de Derechos Humanos


La “Jurisdicción contenciosa” de la CrIADH fue aceptada por el Estado mexicano
en 1998, y la vinculatoriedad de sus resoluciones ya ha sido objeto de análisis en
nuestro país por el Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en la contra-
dicción de tesis 293/2011, en donde quedó asentado que “la jurisprudencia interame-
ricana es vinculante para los jueces nacionales cuando resulte más favorable, como
lo ordena el principio pro persona contenido en el artículo 1º constitucional”31 acla-
rando que basta una sentencia de la CrIADH para sentar criterio y ser vinculante,
con la salvedad de que “cuando en la Constitución haya una restricción expresa al
ejercicio de aquéllos, se debe estar a lo que establece el texto constitucional”.32 Con
lo anterior se pretende normalizar la práctica de los jueces nacionales de “leer en pa-
ralelo disposiciones constitucionales y convencionales para integrar los contenidos
de los derechos fundamentales en casos concretos”.33
Por su parte, las “Opiniones consultivas”34 a cargo de la CrIADH son motivo de
discusión. En principio, se destinan a interpretar la propia Convención, pero también
se prevé que con ellas se interpreten otros tratados concernientes a la protección de
los derechos humanos en los Estados americanos; aún más, las opiniones pueden ser
solicitadas por un Estado miembro, por la Comisión e incluso por otro órgano de la
OEA distinto de la Comisión. Bajo estas condiciones, es claro advertir que sin im-
portar si la interpretación recae sobre la Convención u otro tratado, y con indepen-
dencia de quien la solicite, estas opiniones, a priori, no pueden ser vinculantes en
nuestro país por las siguientes razones.
En principio quienes sostienen su vinculatoriedad afirman que: 1) la CrIADH es
el “máximo” interprete de la convención, ergo sus opiniones comparten esta “cua-
30 Idem., artículo 18.b.
31 Tesis P. /J. 21/2014, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Décima Época, t. I, México, abril
de 2014, p. 204.
32 Ibidem, p. 202.
33 Juan Nepomuceno Silva Meza, “El Dialogo Jurisprudencial en la internacionalización de los Derechos
Humanos: el turno de la Justicia Mexicana”, en Un Dialogo entre Jueces, Trabajo de la Cumbre de Pre-
sidentes de Cortes Supremas, Constitucionales y Regionales, Suprema Corte de Justicia de la Nación,
México, 2014, p. 65.
34 Convención Americana sobre Derechos Humanos, 1969, artículo 64.1.

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Sección Doctrina

lidad”; 2) que en un ejercicio de coherencia interna, lo dicho en una opinión com-


promete a la misma CrIADH a sostener su criterio en futuras resoluciones, y dado
que estas últimas sí son vinculantes, entonces también lo son las opiniones; 3) que
cuando se le consulta sobre la compatibilidad de una disposición de derecho interno
sometida a su estudio vía opinión consultiva, lo que hace la CrIADH es adelantar el
criterio del caso de una posible controversia futura sobre el mismo punto; 4) al me-
nos al Estado consultante, que promovió la opinión de la CrIADH, esta le debe ser
vinculante; 5) el trámite para arribar a la opinión es incluyente y “democrático” por-
que se les consulta previamente a los Estados miembros, a la CIDH, al Consejo Per-
manente a través de su Presidencia, al Secretario General y a los órganos de la OEA.
Las anteriores posiciones son altamente debatibles. En primer lugar, que la
CrIADH sea el intérprete máximo no debe confundirse con que sea infalible. Recor-
demos que una opinión se da en un contexto de estudio abstracto normativo, lo que
fácilmente se puede desbordar en un criterio que, por “progresista”, sea tan preciso
que no considere los efectos prácticos y su viabilidad en todos los Estados miembros
en donde pretende ser vinculante, o tan ambigua que la vuelva inútil, por lo que se
estima que estas opiniones son un ejercicio híbrido de tipo académico-jurisdiccio-
nal, donde la CrIADH tiene algo que decir pero no hay un conflicto concreto. Por
otro lado, la probabilidad de que una consulta de compatibilidad entre una norma de
derecho interno y la Convención a través de la Opinión llegue después a la vía con-
tenciosa de la CrIADH es muy baja, lo anterior si tomamos en cuenta el tiempo que
tardaría un caso en agotar todas las instancias, el trámite ante la CIDH, y esperar a
que llegue a ser resuelto por la Corte en donde esta tenga que ser coherente entre lo
dicho en la consulta y lo resuelto en la sentencia. Además, sin perjuicio de la cohe-
rencia interna, nada impide a la Corte “reinterpretar” su propia opinión a la luz de
los hechos concretos, por lo que no está vinculada a sostener su criterio, y no cons-
tituye entonces un criterio “adelantado” de un potencial caso futuro, ni siquiera lo
es para el Estado que promovió la consulta, menos aún si quien consulta no es un
Estado miembro.
Si acaso el criterio de la Opinión llegara a asentarse en una sentencia, entonces,
y sólo entonces, ese criterio adquiriría fuerza en virtud de esta última y no a causa
de la opinión en sí misma, decir lo contrario constituiría una falacia lógica articula-
da de la siguiente manera: todas las opiniones pueden ser recogidas por sentencias
que son vinculantes, dado que las sentencias son vinculantes, entonces todas las
opiniones deben ser vinculantes.
No hay que olvidar que la CrIADH nació por y para conocer el cumplimien-
to de los Estados miembros de los compromisos contenidos en la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, por lo que resulta improcedente cualquier
actuación fuera de este marco, y cualquier interpretación de otros instrumentos
internacionales, no puede ser vinculante. Finalmente, aunque está presente la con-
sulta previa a “todos los interesados”, la opinión final no se forma de un híbrido
que comparta todas las opiniones, termina definiendo un criterio con el que des-

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carta unas y da preferencia a otras, o no toma en cuenta ninguna, en cualquiera de


los supuestos el proceso “democrático” se fulmina.
Además, el grado de abstracción de estas consultas interpretativas está muy lejos
de poder resolver los límites consultados, pues el verdadero “problema” se resuelve
sólo frente a una verdadera contención entre derechos humanos. Definir el contenido
abstracto de un derecho humano está lejos de poder solucionar un conflicto, porque
los alcances abstractos no se han enfrentado con la realidad a la que se deben ajustar
para generar una solución dentro de límites razonables. De todo lo anterior se pude
concluir que no todo lo que emita la Corte Interamericana de Derechos Humanos en
la materia es vinculante a los Estados miembros, lo que incluye a México.

II.3.  Otros organismos internacionales


La Organización de las Naciones Unidas ha sido promotora y sede de la concerta-
ción de múltiples instrumentos internacionales para promover, proteger y asegurar
los derechos fundamentales en el mundo, ejemplo de lo anterior es la Convención
sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad.35 La aplicación de dicha Con-
vención es competencia residual del Comité sobre los Derechos de las Personas con
Discapacidad (Comité) por mandato de su Protocolo Facultativo.36 Si bien es verdad
que el Comité puede ser considerado como un intérprete “auténtico” de la Conven-
ción porque es un órgano competente para aplicarlo, su participación es subsidiaria
o residual, por lo que no es el único intérprete, y no constituye una última instan-
cia37 porque no es una instancia, ya que sólo emite “observaciones y recomendacio-
nes”38 y su interpretación puede ser contradicha o revocada por el Estado al que se
dirige la “recomendación”, con independencia de los efectos negativos a la imagen
internacional que esto represente. Finalmente, en el análisis de los casos, es natural
y necesario que el Comité sea el competente para aplicar la Convención, pero esto
no implica la posibilidad de interpretarlo con el ánimo de “extender” el alcance de
los derechos previstos en dicho instrumento.
Así, el sistema universal de protección de derechos humanos de la Organización
de las Naciones Unidas se compone de Comités, como el señalado, y sus facultades y
decisiones son de la misma naturaleza: de ahí que no sean vinculantes. Mientras tan-
to, los sistemas regionales de protección de derechos humanos situados en Europa y
en África,39 aunque se conformen por un lado con un Tribunal Europeo de Derechos
Humanos y una Corte Africana y una Comisión Africana de Derechos Humanos por

35 Organización de las Naciones Unidas: Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad,
2006.
36 Organización de las Naciones Unidas: Protocolo Facultativo de la Convención sobre los Derechos de las
Personas con Discapacidad, 2006.
37 Ricardo Guastini, “La Interpretación de la Constitución”, en: Fabra Z. Jorge L. Ed., Enciclopedia de
Filosofía y Teoría del Derecho, vol. 3, México, UNAM, 2015, p. 2018.
38 Organización de las Naciones Unidas: Protocolo Facultativo…, op. cit, nota 37, artículo 6.3.
39 African Commision on Humman and People´s Rigths: African Charter on Human and Peoples’ Rights, 1981.

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Sección Doctrina

el otro, los límites de la competencia territorial hace inviables sus criterios para lo-
grar su vinculatoriedad en nuestro país.

III.  Soberanía y derechos humanos de fuente internacional


La cuarta enmienda a la Carta de la Organización de los Estados Americanos ocu-
rrió en 1992, dictada con el propósito de lograr la “preservación y fortalecimiento
de la democracia representativa en el continente americano”,40 consistió en poder
suspender el ejercicio del derecho de participación en la OEA de aquel Estado cuyo
gobierno democráticamente constituido sea derrocado por la fuerza; sin embargo,
México no la firmó, y en aquella ocasión declaró que “no es aceptable que se den al
organismo regional poderes supranacionales e instrumentos de intervención en los
asuntos internos de nuestros Estados”,41 en esta declaración podemos identificar cla-
ramente al Estado mexicano en un ejercicio concreto del principio normativo de la
autodeterminación de los pueblos y de la no intervención.
Lo anterior es el preámbulo perfecto para reafirmar que la soberanía sigue sien-
do el concepto base de las relaciones internacionales entre Estados independientes,
incluso la existencia de comunidades internacionales como la Unión Europea se han
constituido con base en ella42 y no en lugar de ella. México sigue teniendo la facul-
tad de autodeterminarse, y los límites que deben existir a las fuentes internacionales
deben estar muy claras.
En países que derivan del sistema jurídico common law como el Reino Unido, los
tratados internacionales que se celebren no pueden afectar los derechos de los ciuda-
danos contenidos en su derecho interno sin legislación parlamentaria,43 aunque “la
Corona posee el derecho de firmar y ratificar los tratados internacionales, es incapaz
de legislar directamente. Para que un tratado internacional llegue a ser parte del de-
recho inglés es necesaria una ley del Parlamento (Act of Parliament)”.44
Otra lógica del common law dirige cómo cumplir con los compromisos interna-
cionales y opera en Estados Unidos. El ejemplo de esta mecánica jurídica se pudo
apreciar en el caso que involucra el cumplimiento de la sentencia Avena y otros na-

40 José Manuel Pureza, La protección internacional de los derechos humanos en los albores del siglo XXI,
España, Universidad de Deusto, 2004, p. 575.
41 Organización de Estados Americanos: Protocolo de Reformas a la Carta de la Organización de los Esta-
dos Americanos, 1992.
42 Tratado sobre la Unión Europea, 1992, artículo A.
43 “…treaties agreed between the UK and another foreign state cannot affect citizens’ rights in domestic
law without Parliamentary legislation”. Sandra Fredman, Parliamentary sovereignty, EU referendum
and Brexit: Analysis, Reino Unido, Universidad de Oxford, 2017.
44 Becerra Ramírez, Tratados internacionales. Se ubican jerárquicamente por encima de las leyes y en un
segundo plano respecto de la constitución federal (amparo en revisión 1475/98), Cuestiones Constitucio-
nales, Revista de Derecho Constitucional, núm. 3, México, 2010.

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cionales mexicanos, México vs. Estados Unidos de América.45 El caso fue resuelto
por la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en 2004. La CIJ dictó una sentencia que
condenó a Estados Unidos, para el efecto de que se “revisaran y reconsideraran” di-
versos procedimientos, por haberse probado violaciones al debido proceso por la
ausencia de asistencia consular, en incumplimiento a la Convención de Viena so-
bre Relaciones Consulares. Uno de los beneficiarios de la sentencia —José Ernesto
Medellín Rojas— motivó el caso Medellín vs. Texas, lo que permitió posicionar a la
Corte Penal de Apelaciones en el estado de Texas46 y a la Corte Suprema de Estados
Unidos, las que coincidieron en señalar que la sentencia de la CIJ “no es de cumpli-
miento autoaplicativo ni automático en el derecho interno para efectos de la Corte
Estatal”,47 que los órganos políticos de aquel país tienen la facultad para determinar
si cumplen y cómo cumplen una sentencia de la CIJ, sin desconocer su obligatorie-
dad internacional, y afirmó que nada en la estructura o propósito de la CIJ sugiere
que sus interpretaciones serían definitivas en las Cortes de aquel país. Con estos ar-
gumentos Medellín fue ejecutado el 5 de agosto de 2008 en Huntsville, ubicada al
sur de Houston, Texas.48
Vistos estos ejemplos, querer introducir directamente al marco normativo mexi-
cano todas las voces internacionales en materia de derechos humanos como vincu-
lantes no tiene sustento jurídico ni equivalente internacional.

IV. Moralidad universal como justificación de nuevos derechos


humanos
Pese a que la propuesta combatida no tenga sustento jurídico nacional ni interna-
cional, en lo sucesivo este estudio se adentrará en apuntar algunas bases de pensa-
miento que pueden coincidir con “la propuesta”, y desde estas, debatir su vigencia
y racionalidad.
Comenzaremos este análisis desde los fundamentos de los derechos humanos, al
respecto Carlos S. Nino apunta, que estos, “derivan de la combinación de tres prin-
cipios: el de inviolabilidad de la persona, el de autonomía de la persona y el de dig-
nidad de la persona. El primero prohíbe imponer sacrificios a un individuo sólo en
razón de que beneficia a otros individuos; el segundo asigna un valor intrínseco a la
persecución de planes de vida e ideales de excelencia; el tercero prescribe tratar a los
hombres de acuerdo con sus voliciones, y no en relación con otras propiedades sobre

45 Corte Internacional de Justicia, Sentencia, Avena and Other Mexican Nationals (Mexico vs. United Sta-
tes of America), Países Bajos, 2004.
46 Gregory J. Kuykendal, et. al., “Mitigation Abroad: Preparing a Successful Case for Life for the Foreign
National Client”, Hofstra Law Review, núm. 3, vol. 36, artículo 13, Estados Unidos de América, 2008.
47 Corte Suprema de los Estados Unidos de América, Syllabus MEDELLIN vs TEXAS, Certiorari to the
Court of Criminal Appeals of Texas, No. 06–984, Estados Unidos, marzo 2008, p. 2.
48 , “Medellín Rojas, cita con la muerte”, Revista Proceso, México, 5 de agosto de 2008.

99
Sección Doctrina

las cuales no tiene control49 “mientras que la libertad, [la] igualdad y [la]verdad, son
los tres ejes fundamentales en torno a los que siempre se han centrado […] las rei-
vindicaciones de los derechos humanos como contenido de la dignidad humana”.50
En México, el cambio conceptual hecho en la Constitución pasó a “reconocer” los
derechos humanos, al mismo tiempo que “otorga” garantías para su protección, lo que
coincide con la tesis iusnaturalista que sostiene que la positivización de los derechos
humanos es el “reconocimiento formal fundado por el Estado de unas exigencias jurí-
dicas previas que se encarnan como normas positivas para mejorar su garantía y pro-
tección”, esta tesis tiende a negar que la voluntad política del Estado sea la que otorgue
derechos fundamentales, en su lugar, el “reconocimiento” aparece como una ficción
jurídica que permite develar derechos fundamentales preexistentes al Estado.
Pese a esa tesis, no debemos olvidar que este reconocimiento debe concretarse
a través de mecanismos jurídicos; porque los “derechos humanos por ser Derecho
cumplirían con: (i) ser instrumentos válidos de resolución de conflictos; (ii) guías de
comportamiento social; (iii) instrumentos limitadores del daño social; (iv) asignado-
res de bienes y servicios; (v) legitimadores del poder”.51
Partiendo de que deben ser instrumentos válidos, debemos relacionarlos con lo
que llamaremos fuentes autorizadas del derecho, que son los procedimientos previs-
tos en las normas, para producir derecho con base en las reglas del derecho interno.
La búsqueda incesante de la justicia y la posibilidad de combatir los abusos de la au-
toridad, orilla a algunos a demandar la validez y vinculatoriedad de cualquier pro-
ducto internacional sobre derechos humanos, y se busca su aceptación partiendo de
un discurso que asume que todos ellos han sido “obtenidos” por la persona racional
que ha sabido interpretar su propia “naturaleza” jurídica y ha reconocido para sí mis-
ma derechos humanos, sin importar la latitud de donde provengan estas prescripcio-
nes, desde la dimensión de la legitimidad.
Así, la propuesta discutida podría partir de una postura principialista, en la que
los derechos humanos se definen inseparables de la naturaleza humana y con ello
se vuelve inaceptable decir que son producto del “acuerdo entre personas” porque,
fundamentalmente, la voluntad de la persona racional no puede negar en su propio
perjuicio los derechos que le pertenecen “originalmente”, y siendo la persona quien
actúa al interior de la ficción del Estado, la persona y por tanto el Estado están cons-
treñidos a reconocer cuantos derechos humanos les pertenezcan, en cualquier espa-
cio en donde la razón los haya “develado”, esto es así porque los derechos humanos
se estiman preexistentes al Estado.
Estar de acuerdo con lo anterior nos permitiría aceptar a todo instrumento co-
mo fuente de derechos humanos. Además, con ello es posible afirmar que si el Es-

49 Antonio Salamanca Serrano, El fundamento de los derechos humanos, Madrid, Ed. Granfinat, 2003,
p. 288).
50 Ibidem, p. 297.
51 Ibidem, p. 290.

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Límites a las fuentes de derechos humanos en México  pp. 89-110

tado mexicano ya adoptó un tratado internacional que contiene derechos humanos,


y luego decide denunciarlo y se retira de él, esta decisión no surtiría efectos, porque
bajo esta visión principialista, el Estado sólo esta en condiciones de revocar lo que
en principio ha dado, pero los derechos humanos no se otorgan, sino que “ahora” se
reconocen, y, por tanto, no puede decidir desde el poder cuáles derechos humanos re-
conoce y cuáles no; así, una vez reconocidos no hay marcha atrás, el retiro del Esta-
do mexicano de un tratado de esta naturaleza sería regresivo, lo que está prohibido
constitucionalmente, salvo que se “justifiquen plenamente”.52
Así, todos los derechos humanos reconocidos en tratados internacionales, y las
conclusiones a las que arriban los organismos internacionales que los interpretan
y los expanden en sus resoluciones jurisdiccionales y no jurisdiccionales, tales co-
mo las recomendaciones, informes generales, especiales o temáticos, relatorías, re-
portes de grupos de trabajo, incluso las conclusiones a que se arriben en los libros,
artículos, compilaciones y toda clase de productos académicos financiados u orga-
nizados por ellos, podrían formar parte del parámetro de regularidad constitucional,
al ser todos ellos producto de la razón y ser todos ellos organismos especializados y
“autorizados” en la materia que indudablemente se sostienen en “buenas intencio-
nes” y son compatibles con la moralidad universal de los derechos humanos.
La tesis anterior fundaría una categoría de excepción (mexicana) en donde los
principios que rigen el derecho internacional, negando validez a las reservas y a las
declaraciones interpretativas hechas por el Estado mexicano que restrinjan la ampli-
tud del derecho humano contenido en fuentes internacionales, llegando al extremo
de prescindir de la voluntad misma del Estado cuando limite el reconocimiento y
expansión de los derechos humanos.
La segunda base de la propuesta puede denominarse como una posición univer-
salista. Para ello debemos regresar a finales del siglo XVIII y repasar el imperati-
vo universal planteado en la teoría moral por el filósofo alemán Immanuel Kant:
“obra como si la máxima de tu acción debiera convertirse, por tu voluntad, en ley
universal de la naturaleza”.53
La posición discutida apuesta por normas internacionales de derechos humanos
como leyes universales, pero Kant (durante la Ilustración) propuso que para llegar
a esa universalidad el individuo atraviesa un proceso monológico de autocuestio-
namiento; sin embargo, los derechos humanos no se fundan justificadamente en la
razón individual desde que el postmodernismo francés dedicó sus esfuerzos a una
“negación radical de la razón del sujeto […] al encontrar un potencial racional en las
interacciones comunicativas entre sujetos”;54 entonces la universalidad de los dere-

52 Tesis 1a. /J. 87/2017, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Décima Época, t. I, México,
diciembre de 2016, p. 377.
53 Immanuel Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Argentina, Escuela de Filosofía
Universidad ARCIS, 1785, p. 10.
54 Anne Barrón, “Derecho como discurso”, Jorge L. Fabra Z. Ed., Enciclopedia de Filosofía y Teoría del
Derecho, vol. 1, México, UNAM, 2015, p. 563.

101
Sección Doctrina

chos humanos se busca no a la manera de Kant, a través de un proceso de delibera-


ción moral privado, sino a partir de procesos comunicativos plurales y la generación
de acuerdos.
Siguiendo con la línea de pensamiento contemporáneo, el derecho como discur-
so; el filósofo alemán Jürgen Habermas, señaló que son “válidas aquellas normas
(y sólo aquellas normas) a las que todos los que puedan verse afectados por ellas
pudiesen prestar su asentimiento como participantes en discursos racionales”.55 Si
nos apresuramos, podemos afirmar que los derechos humanos provenientes de otras
latitudes serían validos en México por la existencia de consensos internacionales,
donde presuntamente, se emplearon discursos racionales en términos de Habermas,
pero afirmar lo anterior es admitir al consenso como base de los derechos humanos,
lo que a su vez es precedido por la voluntad del hombre, idea que embiste de manera
violenta la fantasía narrativa principialista, que sostiene que los derechos humanos
son anteriores al Estado.
De modo que ahora comenzaremos con las objeciones a estos postulados que
sostienen la existencia de normas con una validez a priori fundadas en la univer-
salidad moral que las legitima. Para motivar este desacuerdo es necesario poner
dos postulados complementarios, el primero proveniente del positivismo jurídico
del siglo XX, que define que la “legitimidad del derecho reside únicamente en los
procedimientos formales de su factura”,56 mientras tanto, otra dimensión del dere-
cho concibe a la legitimidad en; “en la positivización en orden a la justicia”.57 Con
estas dos posturas en mente, no se debe pasar por alto que los derechos humanos
no escapan de ser proposiciones jurídicas, que “el Derecho establece los límites allí
donde los tiene la norma positivada”58 porque “[l]a justicia del Derecho es una par-
te acotada del dinamismo de la justicia”. Así, los derechos humanos como proposi-
ciones jurídicas resultan de procedimientos formales a la manera de Kelsen, pero a
diferencia del positivismo, se reconoce estas surgen sustancialmente de un ejercicio
que “positiviza en normas el dinamismo moral de la justicia”59 como resultado de
un “discurso práctico [que busca] lograr un consenso racionalmente motivado sobre
pretensiones de validez de rectitud normativa en disputa”.60
Sobre todos estos postulados, no debemos olvidar que toda “positivización se ha-
ce desde la autonomía de la comunidad”,61 en el mismo sentido la teoría cultural,62
sostiene que “diversos discursos pueden producir distintos significados de lo que

55 Gerardo Durango Álvarez, El principio discursivo y los derechos fundamentales en la teoría Habermas,
Colombia, Universidad de Medellín, 2006, p. 19.
56 Anne Barron, op. cit., nota 54, p. 590.
57 Antonio Salamanca, op. cit., nota 49, p. 274.
58 Ibidem, p. 288.
59 Ibidem, p. 269.
60 Anne Barron, op. cit., nota 54, p. 587.
61 Antonio Salamanca, op. cit., nota 49, p. 269.
62 Anne Barron, op. cit., nota 54, p. 564.

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Límites a las fuentes de derechos humanos en México  pp. 89-110

parece ser el mismo aspecto de la “realidad”,63 por ello sólo a posteriori se producen
distintos significados de la misma realidad, de ahí que se justifique la existencia de
consensos mundiales, regionales e incluso nacionales. Así, en distintos espacios y
tiempos, el discurso construye los significados para el derecho y para los derechos
humanos, y estos significados están respaldados en la cultura, mientras que “la cul-
tura le da forma a la ‘realidad’ al darle prioridad a algunos significados y no a otros
(esto es, tratando algunos significados como evidentemente verdaderos, al tiempo
que margina otros como falsos o tendenciosos)”.64
El derecho, así entendido, parte de reconocer a una sociedad heterogénea, de
modo que las leyes siguen la misma suerte. Es así como los objetivos que busca una
sociedad se manifiestan en ellas, mientras que la universalidad de los derechos hu-
manos pretende homologar todas las visiones recordando el despotismo liberal de
la Ilustración que ostentaba una “pretensión de validez [que quería estar] exenta de
escrutinio crítico”.65
Desde esta visión del derecho como producción cultural y como racionalidad co-
municativa, se sostiene que los derechos humanos son un producto del consenso al
que nos hemos comprometido de modo tan serio que le hemos colocado candados
de no regresividad, y como lo afirma Antonio Salamanca, “los derechos humanos
son creación, pero como positivización no de derecho previos”,66 sino de la parte del
“dinamismo de la justicia que ella misma ha decidido positivar como primera con-
dición para su cumplimiento”.67

V.  Omisión legislativa: entre la legalidad y los derechos humanos


Descendiendo de los postulados filosóficos a la solución de casos concretos, cuan-
do se trata de “integrar” una norma sustantiva en el sistema jurídico que se advier-
te “incompleto”, entra en acción el órgano judicial vía interpretación; sin embargo,
ante la total omisión de una norma “no estamos ante la presencia de una regulación
jurídica insuficiente, sino que se trata de una laguna ideológica que solo puede ser
colmada por el legislador”.68
En cambio, en el ámbito procesal, una norma adjetiva que no prevea expresa-
mente la procedencia de un medio de impugnación en contra de un acto de autori-
dad especifico, se activa para “integrar” el sistema, partiendo del reconocimiento

63 Idem.
64 Idem.
65 Ibidem, p. 574.
66 Antonio Salamanca, op. cit., nota 49, p. 277.
67 Ibidem, p. 286.
68 Sala Superior del Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativa, “Pensionados Jubilados cuyo
pago retroactivo de las gratificaciones anuales se les adeudan. No tienen derecho al pago de intereses
(Inaplicabilidad supletoria del Código Civil Federal)”, Revista del Tribunal Federal de Justicia Fiscal y
Administrativa, séptima época, año V, núm. 52, México, noviembre 2015, p. 120.

103
Sección Doctrina

del derecho de toda persona a contar con un recurso efectivo y el derecho a la tutela
judicial, que una vez armonizados permite admitir y tramitar el medio de defensa,
en lugar de desechar el escrito, porque aunque el supuesto no estuvo previsto ex-
presamente, el medio de defensa sí existía previamente en el ordenamiento jurídico.
Ahora bien, si partimos de que la cita de un fundamento jurídico (válido) es
condición necesaria de una debida argumentación, muchos argumentos en materia
de derechos humanos serían infundados pues no cuentan con una previsión legal
expresa a cada caso posible, y por ello hay quienes pretenden recurrir a fuentes
no autorizadas de derechos humanos para justificar sus pretensiones donde creen
sí cuentan con esa previsión internacional expresa, que está ausente en el marco
nacional; sin embargo actuar así es erróneo, pues no es el medio idóneo ni la so-
lución al problema.
El medio idóneo para la solución de esos casos siempre ha sido recurrir a las fuen-
tes de derechos humanos autorizadas por el sistema jurídico mexicano (que no son po-
cas) porque estos derechos están formulados en clausulas abiertas, esto permitió que el
concepto de “garantías judiciales” evolucionara y se extendiera no solo a los procedi-
mientos de naturaleza jurisdiccional, sino a todos los casos seguidos en forma de pro-
cedimientos para asegurar que se cumplieran con todas las formalidades. Así, al estar
expuestas en términos de principios y valores, permite interpretarlos siempre de ma-
nera amplia sin la necesidad de recurrir a precedentes ajenos al sistema.

VI. Derechos humanos de fuentes no autorizadas son orientadores


La jurisprudencia mexicana es creada por los tribunales federales, pero “en tanto no
hayan sido publicadas a través del Semanario Judicial de la Federación, podrán ser
utilizadas como criterios orientadores para el dictado de resoluciones”.69 Si la juris-
prudencia nacional necesita ser publicada en medio oficial para entrar en vigor, no se
pueden crear mejores condiciones en favor de decisiones internacionales que no cuen-
tan con este medio de publicidad oficial al interior del país.
Nada se ha dicho en la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Na-
ción respecto del sentido orientador de dichas fuentes en el derecho mexicano, salvo
en la jurisdicción electoral, quien ya se pronunció en el sentido de dotarle de carácter
orientado a los estándares y buenas prácticas de los organismos internacionales;70
sin embargo, los criterios de la materia electoral no son comunes al resto de las ma-
terias.
En República Dominicana ya se prevé desde 2008 que las decisiones de su Tri-
bunal Constitucional y “[…] las interpretaciones que adoptan o hagan los tribunales

69 Tesis: II.1o.15 C, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Décima Época, t. III, México, octu-
bre de 2014, p. 2754.
70 Jurisprudencia 21/2015, Gaceta de Jurisprudencia y Tesis en materia electoral, México, Tribunal Elec-
toral del Poder Judicial de la Federación, año 8, núm. 17, 2015, pp 33 y 34.

104  alegatos, núm. 98, México, enero/abril de 2018


Límites a las fuentes de derechos humanos en México  pp. 89-110

internacionales en materia de derechos humanos, constituyen precedentes vinculan-


tes para los poderes públicos y todos los órganos del Estado”,71 pero en palabras del
Presidente, su Tribunal Constitucional, por tribunales internacionales se entiende la
CrIADH y por aquellas interpretaciones que estos tribunales adoptan entiéndanse
las decisiones de la CrIADH, por lo tanto una solución normativa como esta no es la
salida, porque estaría expuesta a una interpretación posterior que puede restringir el
alcance de la norma propuesta.
Para 1968 el danés Alf Ross afirmaba respecto del papel de los jueces en la pro-
ducción del derecho que “la interpretación no es creación (del significado) sino par-
ticipación en la producción del derecho”.72 Más tarde, el francés Michel Troper, al
desarrollar su teoría de supralegalidad constitucional afirmó “que las propias com-
petencias pueden ser modificadas por los órganos mediante la interpretación; más
aún si se trata de tribunales constitucionales o supremos, es decir, cuya competencia
no está sujeta a ninguna jurisdicción superior”,73 sin embargo, tanto la afirmación
de Troper como la propuesta discutida son contrarias al compromiso de “los jueces
[quienes] sólo pueden interpretar las fuentes establecidas por el constituyente o por
el legislador”.74
En la evolución del derecho han surgido fenómenos que, agrupados, pueden leer-
se como una “crisis de las fuentes del derecho”,75 en donde “los grandes tribuna-
les supremos, constitucionales e internacionales, se auto-atribuyen […] el poder de
elegir las fuentes. En particular, estos elevan, al rango de fuentes supremas, a ma-
teriales normativos antes no considerados formalmente jurídicos, y re-determinan
las relaciones jerárquicas entre éstos y las fuentes formales”. Estos posicionamien-
tos han “ocurrido muchas veces, desde Marbury vs. Madison (1804) en adelante
[…]. Tratados europeos han sido interpretados como documentos instituyentes de la
Comunidad Europea; preámbulos de constituciones han sido asimilados al bloc de
constitutionnalité francés; leyes fundamentales han sido utilizadas como constitu-
ción de Israel, etcétera”.76
En México, con cierta frecuencia, la Suprema Corte de Justicia de la Nación77 y
otros tribunales suelen citar en sus sentencias precedentes del Tribunal Europeo de

71 Milton Ray Guevara, “El Tribunal Constitucional y la protección efectiva de los derechos fundamenta-
les: El Tribunal Constitucional en la construcción de un bloque de constitucionalidad”, en: Un Dialogo
entre Jueces, Trabajo de la Cumbre de Presidentes de Cortes Supremas, Constitucionales y Regionales,
México, Suprema Corte de Justicia de la Nación, México, 2012, p. 286.
72 Idem, p. 295.
73 Mauro Barberis, Para una teoría realmente realista del derecho, Italia, Revus, 2016.
74 Idem.
75 Ibidem.
76 Ibidem.
77 En 2017 la Suprema Corte de Justicia de la Nación otorgó un amparo a una sociedad civil por omisión
legislativa en contra del Congreso de la Unión, y en su proyecto de resolución evaluó entre otros rubros
“los efectos de la comisión legislativa en la libertad de expresión” y en él expuso argumentos en los que
citó dos precedentes del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, una sentencia de la Corte Suprema de

105
Sección Doctrina

Derechos Humanos, el contenido de Opiniones Consultivas de la CrIADH incluso


parte de algún informe anual de las Relatorías de la CIDH, pero esto no refleja una
tendencia hacia convertirlos en criterios vinculantes, en su lugar, este fenómeno res-
ponde a la necesidad de los tribunales de justificar sus decisiones desde la legitimidad
que tienen estos organismos y el trabajo especializado que realizan, pero son citados
en las sentencias a la manera de obiter dicta (dicho sea de paso) “como una parte de la
sentencia, que no tiene poder vinculante, sino una fuerza persuasiva que depende del
prestigio y jerarquía del tribunal”,78 por lo que se sostiene que la cita de precedentes
de esta naturaleza no tiene más fuerza que el peso que tiene citar una obra académica,
porque el valor “jurídico” de ambos es igual a cero, ya que ninguna de ellas fue produ-
cida “por autoridades normativas habilitadas por una norma superior”.79
Se advierte que las citas de fuentes no autorizadas son totalmente prescindibles
como fundamento angular y determinante en las decisiones jurisdiccionales, por lo
que se puede llegar a la misma conclusión sin hacer referencia a ninguna de esas
“fuentes de información”.
Aunque la Suprema Corte de Justicia de la Nación no tiene un órgano superior
que revise sus decisiones, no se advierte que esté dispuesta a dirigir el derecho cons-
titucional mexicano a esa tendencia radical de una apertura sin límites a los dere-
chos humanos.

VII. Conclusión
Aceptar a los derechos humanos como elementos homogéneos anteriores al Estado
es una visión del derecho que no empata con ningún rasgo de la historia de la huma-
nidad. Los Estados siguen manteniendo reservas en sus sistemas jurídicos internos
que instrumentan sus propósitos particulares, sus diseños económicos, políticos y
sociales. Si la democracia es nuestra aspiración y los derechos humanos es la base,
entonces debemos reconocer que el Reino Unido y los Estados Unidos de América
como países democráticos de primer mundo también mantienen sus propias reser-
vas de derecho interno sin que ello los haga menos democráticos, menos prósperos,
ni menos justos.
La diferencia esencial entre la propuesta y la presente objeción está en la concep-
ción misma del Derecho, mientras que la propuesta se fundamenta en la existencia

Argentina, una opinión consultiva de la CrIADH y un informe de relatoría de la CIDH, dos referencias
bibliográficas a libros, y tres referencias a artículos especializados en temas de libertad de expresión.
Primera Sala, Suprema Corte de Justicia de la Nación, Sentencia de amparo en revisión 1359/2015,
Campaña Global por la Libertad de Expresión Articulo 19 Asociación Civil vs. Congreso de la Unión y
otros, México, noviembre de 2017.
78 Rodolfo Pérez Vásquez, La jurisprudencia vinculante como norma jurídica, Justicia Juris, vol. 7, Colom-
bia, 2007, p. 13.
79 Mauro Barberis, op. cit., nota 73.

106  alegatos, núm. 98, México, enero/abril de 2018


Límites a las fuentes de derechos humanos en México  pp. 89-110

de valores universales a priori enmarcados en los derechos humanos, la presen-


te objeción esta cimentada en una visión instrumental del derecho que reconoce la
universalidad de los derechos humanos, pero dentro de los límites del espectro so-
beranista del Estado.
La eficacia de las normas de derecho mexicano es indispensable para conseguir
los propósitos nacionales, para lo cual empleamos un diseño institucional acorde a
nuestra realidad. Cualquier cuestionamiento a la norma de derecho interno puede
ser realizado a la luz de una abundante colección de tratados y disposiciones inter-
nacionales ya firmados por el Estado mexicano, sin necesidad de recurrir a fuentes
no autorizadas por el derecho mexicano.
Ante toda insuficiencia que pueda presentar nuestro parámetro de regularidad
constitucional siempre contaremos con la herramienta de la razón con la que pode-
mos discutir y modular, desde la sede judicial, los intereses nacionales frente a los
derechos humanos a partir del desarrollo de los principios y los valores constitucio-
nales, sin necesidad de aceptar imposiciones externas ajenas a nuestra realidad, mi-
rando en todo momento por el bien y prosperidad de la Unión.

Fuentes de consulta
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109
Sección Doctrina

Tribunal Colegiado de Circuito II.1o.15, 2014 Jurisprudencias de la décima época, Las


emitidas (sobre el tema de usura), por la suprema corte de justicia de la nación, fun-
cionando en pleno o a través de sus salas, en tanto no hayan sido publicadas en el
semanario judicial de la federación podrán ser utilizadas como criterios orientadores
para el dictado de resoluciones, al margen del carácter obligatorio que adquieran con
posterioridad, Gaceta del Semanario Judicial de la Federación. México, octubre de
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Hemerográficas
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Reglamento de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Organización de
Estados Americanos, 2009.

110  alegatos, núm. 98, México, enero/abril de 2018

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