El Mundo en Moto Con Charly Sinewan

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NÓMADAS

EL MUNDO
EN
MOTO
CON CHARLY

CARLOS GARCÍA PORTAL


EL MUNDO
EN MOTO
CON CHARLY
SINEWAN

CARLOS GARCÍA PORTAL

NÓMADAS
SUMARIO

Advertencias y agradecimientos 7 Pasaporte 59


Visados 60
Capítulo 1. Los primeros miedos 12 Cartilla de vacunación 62
El miedo ajeno 14 Documentación de la moto 62
El miedo a lo desconocido 14 Permiso internacional para conducir 64
El miedo a las personas 16 Seguro de motocicleta y Carta Verde 64
El miedo a los medios 17 Permiso de Importación Temporal 67
El miedo al cambio 19 Parábola: El comer y el casar, a gusto;
el vestir y el calzar, al uso 68
Capítulo 2. Preguntas obligadas 22
¿Por qué? 26 Capítulo 5. Una moto para un gran viaje 70
¿Cuándo y cuánto? 26 Relato: Varadero a tus zapatos 72
¿Con quién? 27 ¿Qué es un gran viaje? 78
El viajero solitario 27 La mejor moto para ti 78
Dos personas en una moto 28 Tipos de moto 79
Dos moteros y dos motos 28 Factores a tener en cuenta 80
Viajar en grupo 29 Precio 81
¿Hacia dónde? 29 Fiabilidad y mecánica 81
Parábola: A veces, mejor solo Peso, potencia y capacidad de carga 83
que mal acompañado 30 Otros factores a tener en cuenta 83
La moto que eligieron otros viajeros 84
Capítulo 3. Dibuja tu viaje 32 Cachivaches y caprichos 84
Relato: El Guionista 34 Almacenamiento 85
Las rutas moteras más populares 39 Protección y mejoras para tu moto 90
Elige tu propia motoaventura 39 La seguridad de la moto 92
Los tapones míticos 42 La salud de tu moto 93
Facturar la moto 44 Arreglar un pinchazo 93
Viajar en carguero 45 Limpiar o cambiar el filtro de aire 93
La ruta en detalle 45 Tensar la cadena 94
Herramientas para no perderse 46 Cambiar las pastillas de freno 94
Mapas 46 Cambiar una cubierta 94
Navegador GPS 47 Comprobar niveles de líquidos 95
Móviles inteligentes con receptor GPS 47 Cambiar aceite y filtro 95
Brújula 47 Cambiar bombillas 95
Parábola: Preguntando se va a Cambiar fusibles 95
Roma, pero cuidado por dónde 48 Conocer tu moto 95
Herramientas 95
Capítulo 4. El papel de los papeles 50 Parábola: Los problemas son una
Relato: Deportado en Uzbekistán 52 forma que tiene el camino 96
Capítulo 6. Cariño, estoy bien 98 Capítulo 8. ¿Y esto cómo se paga? 142
Relato: Mejor, imposible 100 Relato: El show de Truman 144
Seguro médico 106 ¿Cuánto cuesta viajar por el mundo 149
Salud 107 en moto?
Vacuna 108 La ruta 149
Prevención 109 Tipo de viaje 150
Deshidratación 110 Gasolina 151
Botiquín 111 Visados 151
Formación 112 Seguro médico 151
Listado de teléfonos e información Permiso de exportación temporal 151
importante 112 Moto, accesorios, herramientas
Dinero en efectivo 113 y mantenimiento 151
‘Gadgets’ para estar tranquilo 113 Transportes 152
Baliza satélite 113 Equipamiento 153
SOS en moto 114 Turistear 153
Tracking moto 114 Formación 154
Aplicaciones para ‘smartphone’ 114 Imprevistos 154
¿Qué pasa si tengo un accidente? 114 ¿Cómo llevar el dinero? 154
Parábola: Hombre precavido vale por Tarjetas de crédito o débito 155
treinta, o por quinientos. 116 Dinero en efectivo 155
Cheques de viaje 156
Capítulo 7. El armario de la moto 118 Cambiar dinero 156
10 Relato: La buena suerte 120 Recibir dinero 156
‘Camping’ 125 ¿Cómo pagar el viaje? 157
Tienda de campaña 126 Trabajar para terceros 157
Hamaca 127 Trabajar para uno mismo 158
Saco de dormir 127 Vivir de tu propio contenido
Saco sábana o sábana 127 del viaje 158
Colchoneta 127 Parábola: El camino se hace al andar 160
Silla 127
Mosquitera 128 Capítulo 9. ‘On the road’ 162
Suelo y toldo 128 Relato: El gran cambio 164
Ducha 128 De aventuras y retos 171
Cuerda 128 De malos y buenos caminos 172
Mechero y cerillas 128 De protegerte en el camino 172
Cocina y comida 128 De hoteles, casas y otras camas 174
Herramientas 130 De acampadas y escondrijos 175
Recambios 132 Del comer y del beber 177
Equipamiento motorista 132 De gasolinas y gasolineras 178
Casco 132 De tramos peligrosos 179
Traje de moto 133 De cruzar fronteras 179
Guantes 134 De lidiar con corruptos 181
Botas 134 De internet y otros menesteres para
Ropa de calle 135 estar conectado 182
Neceser 136 De comunicarte con los lugareños 182
Electrónica 136 De gentes tóxicas y reacciones tajantes 183
Cosas imprescindibles que nunca uso 137 De la gestión de los afectos 184
Parábola: El adaptador 138 Parábola. Durmiendo con tu enemigo 186
Capítulo 10. Compartir el viaje 190 Capítulo 12 . Veintiuna cosas que
Relato: El poder del Egoprofeno 192 se me pasan por la cabeza 230
Razones para documentar un viaje 198 1. No me sigas, estoy perdido 232
Lenguajes para compartir un viaje 198 2. Persigue tus sueños o quédate
Fotografía 198 en casa tan a gusto 232
Escritura 199 3. Paciencia, el superpoder viajero
Vídeo 200 4. Confiar en tu instinto 233
Podcast 201 5. No te fíes de las personas con las
¿Cómo llegar a los demás? 201 ideas claras 233
Monetizar tu contenido 202 6. Lidiar con las contradicciones 233
Fotografía 202 7. Puedes conseguir lo que te
Escritura 202 propongas, pero tampoco te
Vídeo 203 flipes mucho 234
Embajadores de marca 8. Haz el favor de pedir ayuda 234
o ese término que tanto 9. Lo que proyectas, lo que recibes 234
aborrezco: influencers 204 10. Leer viajando 235
Contenido exclusivo 206 11. ¿Viajero o turista? Siguiente
Micromecenazgo 206 cuestión 235
Merchandising 206 12. El día que me tocó la lotería 235
Conferencias 206 13. Prescindir de lo accesorio 235
El dosier y otras formas de 14. Esas cosas que en tu casa
presentarte 207 no harías 236
Dosier 207 15. Los viajes solidarios para conseguir 11
Vídeo 207 seguidores 237
En persona 207 16. El niño que dejó de trabajar
El talento de ser perseverante 207 gracias a tu solidaridad 237
Parábola: Todos a una 208 17. «Desafío», «Operación» y otros
titulares engañosos 237
Capítulo 11. En femenino 212 18. El viajero como embajador 238
Gemma Parellada: Un oficio, 19. La inmediatez envejece fatal 238
una tierra y una aliada 215 20. Regresar de un gran viaje 238
Lois Pryce: Ventajas y obstáculos 21. Los últimos paraísos 239
de viajar sola siendo mujer motera 220
Guada Araoz: Sola y en moto 225 El autor 240
©DANIEL MELGUIZO
01 LOS
PRIMEROS
MIEDOS
LOS PRIMEROS
MIEDOS

El miedo ajeno por pequeñas carreteras hasta Alicante, y unos


Madrid, febrero de 1995 días después regresamos a casa.
Aquellos cuatro días parecieron dos sema-
En mi casa las motos siempre estuvieron prohi- nas. Nos llovió y nos hizo frío, pero también mu-
bidas. Con solo mencionarlas, se helaba el am- cho calor. A ratos la temperatura fue perfecta, y
biente y durante unos incómodos segundos nos a otros el viento casi nos sacaba de la carretera.
invadía la melancolía. En los años ochenta, mis Acampábamos cada tarde donde nos daba la
tíos habían sufrido un accidente muy grave y, casi gana. Comíamos cada día en ruta, bocadillos
14 quince años después, la herida seguía abierta. de atún o de sardinas, recostados al abrigo de
Pero a los dieciséis años mis amigos ya cualquier sombra, mientras comentábamos
tenían moto, y a mí me tocaba ir en el asiento entusiasmados todo lo que habíamos visto y
de atrás o cambiar de pandilla. Eso intentaba sentido desde el interior de nuestros cascos. En
explicarle a mi madre, que siempre solía estar ningún momento, ni siquiera conduciendo con
despierta, de guardia, cuando yo regresaba a frío y calado hasta los huesos, perdí la sonrisa.
casa por las noches y la ropa me olía a gasolina. Aquel viaje cambió mi vida para siempre.
Con diecinueve años ya era económica- Desde entonces, solo soñaba con recorrer el
mente independiente y pude comprarme una mundo en moto.
Yamaha SR 250 Special de segunda o tercera
mano. Mi madre no tuvo más remedio que
asumir que le había salido un hijo motero. Y la El miedo a lo desconocido
cosa siempre fue a más. Poco después de tener Marruecos, diciembre de 2004
mi flamante SR, me presenté al examen para
sacarme el carné de moto. En aquella época Para mis padres, que siempre fueron muy viaje-
vivía en Móstoles, no muy lejos de la Dirección ros, los mapas de carreteras terminaban en los
General de Tráfico, así que fui a examinarme Pirineos por el norte y en Cádiz por el sur, no sé
conduciendo mi propia moto y sin casco: esas si por miedo a lo desconocido o simplemente
cosas que se hacían en los años noventa. Apro- por la pereza de enfrentarse a un idioma distinto.
bé a la primera. Cada mes de agosto enganchábamos la caravana
A los pocos días, pasé a recoger a mi amiga al coche y nos convertíamos en nómadas penin-
Carol por su casa. Atamos con pulpos un ma-
cuto al colín, al que agarramos con cuerdas la
tienda de campaña y los sacos de dormir y, ante Aquí empezó todo. Primera foto, primer viaje. La
la mirada incrédula de su madre, tomamos la fotógrafa es mi amiga Carol. En algún lugar de la
costa valenciana, marzo de 1994.
carretera hacia Valencia. Desde allí costeamos
sulares. Muchos años por el norte, otros por el des se acercaba, esos días en los que Madrid se
este y algunos por el sur, sin cruzar jamás una llenaba de luces artificiales y el centro, donde
frontera que no fuera la de Portugal. Y esa casi yo vivía, era invadido por miles de tarjetas de
que no cuenta. crédito. Al igual que cada año, había que esca-
Para mi generación era diferente. Antes par, pero como no había nieve, le propuse a mi
de cumplir los treinta yo ya había volado a casi amigo Sergio que nos fuéramos a Marruecos en
todos los continentes, viajado por países leja- mi Honda Varadero.
nos con la mochila a la espalda, a veces solo, y El 25 de diciembre nos metimos en un ferri,
recorrido toda España en varias motos. De la desde Algeciras hasta Tánger, con el hormigueo
SR pasé a una Vulcan 500, después a una K100 en el estómago que provoca el vértigo a lo desco-
LT, luego compré una Vulcan 800 y, finalmente, nocido. Los dos éramos muy viajeros, pero tanto
una Varadero. Todas ellas elegidas para viajar, no el escenario como el hecho de atravesarlo en
para correr, puede que por miedo a un accidente, moto eran algo nuevo para ambos. En realidad,
heredado en casa, o por aquel primer viaje con da igual si viajas mucho o poco: siempre es
mi amiga Carol, que me dejó bien marcado. inevitable que el ruido de los medios y de los
Sin embargo, pese a haber llegado muy portadores de malas noticias te afecte, o que al
lejos en avión, seguía utilizando los mapas de menos te haga estar alerta.
carreteras de mis padres y nunca
había salido de España en moto.
El invierno de 2005 fue el más
cálido que recuerdo. A mediados «Es inevitable que el ruido de los medios y
de diciembre todavía no había de los portadores de malas noticias te afecte,
nevado y todas las estaciones de o que al menos te haga estar alerta.»
esquí estaban cerradas. El ensor-
decedor murmullo de las Navida-
En las raras ocasiones en que un turista
español es agredido en algún lugar remoto, la
noticia acaba ocupando la portada de todos los
periódicos. Una noche sales de fiesta y el típico
colega agorero, al enterarse de que te vas a Ma-
rruecos en moto, te cuenta que al conocido de
un amigo suyo le pusieron hachís en un calcetín
y pasó cuatro años —o cuatro días, no se acuerda
bien— en una cárcel marroquí.
Cuando desembarcamos en el puerto de

©FRAN TORRES
Tánger, los funcionarios intentaron tangarnos
un par de veces. Unos kilómetros después, fuera
de la zona turística, paramos a recolocar el equi-
paje y un tipo se nos acercó curioso. No quería Moto cargada en piragua de incierta
nada de nosotros, tan solo saber si necesitába- seguridad. Madagascar, julio de 2014.
mos ayuda. Más tarde, camino de Marrakech, un
agente uniformado, con una especie de toma-
vistas Super8 en la mano izquierda, nos echó el paño viejo en el que debía de haber una fiesta
alto con la derecha. «Iban ustedes muy rápido», de ácaros. Nos metimos en su pick-up y me llevó
dijo, mientras nos mostraba la velocidad a la que a su casa. Por el camino charlamos. El hombre,
supuestamente circulábamos en la pantalla de cuyo nombre no recuerdo, apenas salía de casa
su chisme recaudador. Allí, parados en un lateral para comprar algo de comida y lavar la ropa una
16 de una autopista marroquí, negociando con un vez al mes. Por su aspecto, me temo que se le
policía corrupto, se fueron diluyendo gran parte solía olvidar comprar champú. Me contaba que
de nuestros miedos a lo desconocido por una la espalda lo estaba matando y que sobrevivía
razón muy sencilla: empezábamos a conocer la sin trabajo y sin seguro, después de veinte años
realidad. dedicado a la industria del petróleo. Había vo-
tado a Trump porque le parecía un mal menor
ante el temor de que llegara otra Clinton. Su
El miedo a las personas único mundo giraba en torno a lo que veía en
Oklahoma, noviembre de 2016 la televisión. Me alertó sobre la gente y sobre el
peligro de viajar solo en estos tiempos. Al llegar
En el invierno de 2016 estaba recorriendo a su casa, una especie de museo del síndrome
EE UU, disfrutando mucho de la parte motera de Diógenes, seguí su tétrico caminar hasta un
y acampando día sí día también para evitar la chiscón donde perfectamente podría haberme
bancarrota, pero cada mañana la moto aparecía matado y descuartizado, y donde nunca nadie
más helada y el termómetro iba en descenso. me habría encontrado. En lugar de eso, optó por
Una tarde, acampado en un parque natural llenar un cubo de leña y no cobrarme nada
llamado Little Sahara, decidí ir al pueblo para por ello, lo que evitó que yo muriera congelado
poner una lavadora, comprar comida y buscar en Oklahoma aquella noche.
algo de leña que me permitiera pasar la noche Cuando imaginamos por primera vez un
en el camping. viaje lejano y nos invaden los miedos, los so-
En la lavandería, me acerqué a un tipo y le lemos visualizar como personas que nos van a
pregunté si sabía dónde podía comprar leña. robar, secuestrar, violar, matar o descuartizar.
Me dijo que no tenía ni idea, pero que él tenía Sin embargo, cuando viajas tanto, acabas des-
de sobra y me invitó a que lo acompañara. Su cubriendo que en realidad es al contrario: que
aspecto era sucio y dejado, cojeaba ligeramente la mayoría de las veces, la gente aparece en tu
encorvado y envolvía su cuerpo en un abrigo de camino para protegerte.
personas extremadamente humildes que,
«Cuando viajas tanto, acabas descubriendo en lugar de descuartizarnos y quedarse con
que la mayoría de las veces la gente nuestras codiciables posesiones, no dudaron
aparece en tu camino para protegerte.» ni un segundo en ponerse manos a la obra y
sacarnos de aquel atolladero.
En los tramos más complicados de un
viaje en moto no temes a las personas, sino
Un par de años antes, en febrero de 2015, su ausencia.
viajaba con mi amiga y periodista Gemma Pare-
llada. Pretendíamos llegar al punto más al sur de
Madagascar y el camino, como tal, había dejado El miedo a los medios
de existir tras el paso de las lluvias. Llevábamos Madrid, junio de 2009
varias semanas sin ver asfalto y cada día se
convertía en una pequeña odisea. Una mañana Había decidido congelar mi vida seis meses
amanecimos en Androka, un pueblo pesquero para viajar en moto desde España hasta Aus-
en el que, entre otras muchas cosas, unas monjas tralia, el que pensaba que sería el gran viaje
nos vendieron gasolina para conseguir avanzar de mi vida. Un periodo sabático para poner
noventa kilómetros. El destino siguiente era una un parche a la nostalgia de no haberlo dejar-
pequeña ciudad llamada Ampanihy, y nuestro lo todo y haberme dedicado a lo que siempre
mayor temor era un tramo de más de cuarenta deseé: errar por el mundo sobre dos ruedas sin
kilómetros en los que no había absolutamente billete de vuelta. En poco más de dos meses,
nada, ni pueblos ni, por tanto, personas que pu- me vería surcando el mundo sobre mi moto
dieran ayudarnos en caso de problemas. y en aquel momento estaba sumergido en la 17
No recuerdo un día más duro en toda mi preparación del viaje.
vida. Las lluvias torrenciales habían destrozado Debían de ser las dos de la mañana. Había
la pista y nos vimos atrapados en un laberinto dejado mi casa de alquiler y vivía en la de mi fu-
de senderos que en muchas ocasiones se con- tura exnovia. Ella dormía y yo tecleaba, sentado
vertían en trampas mortales para mi moto de en la mesa del salón, con todo apagado y en total
casi trescientos kilos, que se quedaba engan- silencio para no molestar, iluminado únicamen-
chada una y otra vez. Todo ello a treinta y cinco te por la pantalla parpadeante del portátil.
grados, rodeados de una horda de moscas cojo- De los treinta y tantos mil kilómetros que
neras y sin apenas sombras donde descansar. me esperaban hasta Sídney, me obsesionaban
A la enésima vez que intenté sacar la moto
de un agujero, reventé. Me entró lo que en térmi- Moto aparcada dentro del comedor del hotel, como
nos ciclistas se llama «pájara». El cuerpo desco- medida de seguridad. Indonesia, febrero de 2010.
nectó de la cabeza. Dejé de tener energías, hasta
el punto de que me costaba moverme, como si
la fuerza de la gravedad se hubiera triplicado. A
toda esta agonía se unió una fatiga constante,
casi crónica. Me tumbé jadeando a la sombra de
un matojo, me cubrí la cara con un pañuelo para
evitar que las moscas se me merendaran y cerré
los ojos ante la mirada preocupada de Gemma.
No creo que hubiéramos muerto aquel día,
ni mucho menos, pero se me pasó por la cabeza
dejar allí las motos con nuestras pertenencias e
ir a pie a buscar ayuda. Por fortuna no hizo falta:
de la nada aparecieron unos pastores nómadas,
especialmente seiscientos, una línea recta a interminables décimas de segundo hasta que,
través del desierto en Pakistán que ampliaba y de repente, en medio del silencio de la noche,
exploraba una y otra vez en Google Maps. Bus- me pareció como si alguien me gritara al oído
caba algo, lo que fuera, que calmara mi miedo el titular que estaba leyendo en ese momento:
a encontrarme de bruces con unos señores en «Turista francés secuestrado cerca de Queta, en
un jeep descapotable, con la cabeza envuelta Pakistán».
en turbantes rojos y armados hasta los dientes Unos meses después, y tras los primeros
con Kalashnikovs. Entonces, se me ocurrió la cuarenta y cinco días de viaje, alcanzaba mi de-
feliz idea de teclear en Google «secuestro Pa- cimotercera frontera y entraba en la India. Había
kistán». El ordenador se quedó pensando unas superado lo que a priori se suponía más difícil
del viaje, los temidos Irán y Pakistán, y no solo
no me había ocurrido nada malo, sino que, por
Sacando la moto de un barrizal con la ayuda de varios primera vez en mi vida, había sentido la abso-
anónimos lugareños. Madagascar, marzo de 2015. luta certeza de estar siempre en el sitio correcto

18
©GEMMA PARELLADA
sin el menor atisbo de duda. Me había sentido El miedo al cambio
pleno, había acampado en comisarías de policía, Cataratas Victoria, septiembre de 2013
sido escoltado por el ejército, comido en puestos
callejeros con las manos negras, charlado con El día que llegué a las cataratas Victoria tenía la
amables y anónimas gentes, y centrado en mi espalda reventada. Llevaba varias jornadas levan-
objetivo de avanzar. tando la moto una y otra vez en las espesas arenas
de Botsuana, así que necesitaba parar para
descansar y recuperarme, pero, sobre todo,
para tomar la decisión más importante de
«No solo no me había ocurrido nada malo,
sino que, por primera vez en mi vida,
mi vida.
había sentido la absoluta certeza de estar Me dedicaba al negocio inmobiliario
siempre en el sitio correcto.» desde 1999. En 2003 había montado mi pro-
pia empresa y, aunque no me había forrado
como otros muchos, mi vida en Madrid no
estaba nada mal: tenía una buena casa de
De repente, me vi circulando con mi propia alquiler, muchos amigos y una furgoneta con
moto por la India, a quince mil kilómetros de la que siempre que podía me escapaba al sur a
mi casa, más sano y salvo que nunca, y con una practicar kitesurf o al norte a hacer snowboard.
sonrisa plena como pocas veces recordaba. Sin Me iba bien, pero no me sentía pleno, por eso en
saberlo todavía, acababa de encontrarme con- 2009 decidí parar esa vida unos meses y cumplir
migo mismo y un nuevo miedo, mucho más el sueño, aunque fuera parcialmente, de viajar en
poderoso que el anterior, había comenzado a moto desde España hasta Australia.
germinar en mi cabeza: el miedo a cambiar de De aquel viaje regresé en mayo de 2010 19
vida. con la cabeza dada la vuelta. Empecé entonces
a lidiar con una doble vida, a atender mal mi em-
presa en Madrid y flirtear con la vida que soñaba,
Cataratas Victoria, septiembre de 2013. haciendo viajes en moto por África que duraban
©GEMA PARELLADA
el tiempo máximo, justo antes de que mis socios
y mi pareja me echaran demasiado de menos.
Ni estaba allí, ni tampoco aquí.
La situación se hizo cada vez más insoste-
nible y mi vida, como el agua que gira cada vez
más rápido al caer por un embudo, se dirigía ver-
tiginosa hacía una decisión: o aparcaba la vida
nómada para siempre y regresaba a los treinta
días de vacaciones, o daba un golpe seco so-
bre la mesa y cambiaba de vida. Tenía treinta y
ocho años y mucho miedo a lo desconocido, a
la incertidumbre que suponía dejarlo todo para
empezar una nueva vida desde cero.
Un día, paseando a solas por las cataratas
Victoria, en Zimbabue, observé hipnotizado publicitarias en internet. He atravesado medio
cómo millones de litros de agua corrían ner- mundo en moto, y hasta la fecha no tengo nin-
viosos por el río Zambeze hasta precipitarse guna experiencia realmente mala que contar.
ciento cincuenta metros al vacío, generando un Cuando GeoPlaneta me propuso escribir
ruido ensordecedor que me aislaba de todo lo este libro, sinceramente, sentí un poco de vérti-
demás y me permitía centrarme en mi mayor go. Sin embargo, no pude negarme. Llevo vein-
preocupación en aquel momento. Tenía que ticinco años viajando en moto y los últimos diez
elegir, y por tanto, renunciar, y en ese momento
ha sido casi mi única ocupación. Desde 2013 soy
20 terminé de verlo claro. Si no lo intentaba, no me
nómada, paso dos tercios del año viajando por el
lo perdonaría nunca. Decidí salirme del cauce mundo y el resto del tiempo suelo alquilar una
y arriesgarme a vivir más. habitación en Madrid, o en Tarifa, como ahora,
Aquello fue en 2013 y nunca me he arrepen-
para seguir creando contenidos sobre el tema.
tido. Los miedos desaparecieron el mismo día No soy escritor, pero habría sido una pena que
en que opté por hacer lo que realmente deseaba,el miedo me hubiera impedido compartir todo
que era dedicar mi vida a viajar en moto por lo que he aprendido estos años.
el mundo. «¿Y de qué viviría?», me preguntaba Por eso pensé que lo mejor era comenzar
muchas veces antes de tomar la decisión. La res-
hablando de los miedos, de los míos y también
puesta, como casi siempre, estaba en el camino,de los tuyos, porque estoy seguro de que en
tan solo había que empezar a avanzar y abrir algunas partes de este relato te verás reflejado.
bien los ojos. A todos nos toca lidiar con los miedos, con los
propios y con los que nos rodean,
pero también nos ayudan a pro-
tegernos y a dar más valor a las
«Los miedos desaparecieron el mismodía en que
opté por hacer lo querealmente deseaba, que era decisiones cruciales de nuestras
dedicarmi vida a viajar en moto por el mundo.» vidas. Lo único importante es que
no nos paralicen, ni nos impidan
tomar el camino correcto. ¿Nos
vamos de viaje?

Desde entonces me dedico profesionalmen-


te a viajar en moto por el mundo y a compartirlo $UULED$WDUGHFHUVLQĮOWURV0DGDJDVFDU
con miles de personas. No ha sido fácil, pero he marzo de 2015.
conseguido ser autosuficiente a base de patroci- Dcha.: Camino de Australia sin guardabarros
nios, dando conferencias o haciendo campañas tras un golpe frontal. Laos, diciembre de 2009.
©DUNCAN CARTWRIGHT

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