Platica AA
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Es tener un encuentro consigo mismo y verse sin mascaras ante todo aquello que
nos ha dañado o a quienes hemos dañado con nuestra forma de vivir.
Una vez realizado este inventario moral honestamente y de habérselo leído a otra
persona, llega por lo general un alivio indescriptible que sienta las bases para una
nueva forma de vida en donde se está en condiciones de afrontar situaciones que
en el pasado eran imposibles de resolver, de volver a convivir con personas a las
que se les ha guardado resentimiento, odio o rencor durante mucho tiempo. Es
decir, la persona se libera de todas aquellas losas emocionales que lo hacían
víctima del alcohol, la droga, el sexo, la neurosis, la comida o cualquier otra
dependencia enfermiza.
Cabe destacar que dicho inventario moral debe de hacerse con toda sinceridad,
sin ocultar ningún hecho o emoción por muy vergonzoso que pueda ser o parecer,
de esto depende que la persona se libere de sus cargas emocionales, si no se es
lo suficientemente honesto consigo mismo es muy probable que se tenga una
recaída y no se deje de sufrir ya que esos sentimientos de culpa y resentimientos
va a seguir ahí.
A este tipo de grupos puede acudir cualquier persona que crea ser víctima de sus
emociones y que quiera recibir ayuda para controlar y manejar su manera de vivir,
que tenga el deseo sincero de dejar de sufrir física y mentalmente, esto incluye a
personas con problemas de alcoholismo, de neurosis, de drogadicción, de
sexualidad o con la comida, etc.
BREVE HISTORIA DE A.A.
A.A. tuvo su comienzo en 1935, en Akron, Ohio, como resultado del encuentro de
Bill W., un agente de Bolsa de Nueva York, y el Dr. Bob S., un cirujano de Akron.
Ambos habían sido alcohólicos desahuciados.
Antes de conocerse, Bill y el Dr. Bob habían tenido contacto con el Grupo Oxford, una
sociedad compuesta en su mayor parte de gente no-alcohólica, que recalcaba la aplicación
de valores espirituales universales a la vida diaria. En aquella época, los Grupos Oxford de
América estaban dirigidos por el renombrado clérigo episcopal ano el Dr. Samuel
Shoemaker. Bajo esta influencia espiritual, y con la ayuda de su viejo amigo, Ebby T., Bill
había logrado su sobriedad y había mantenido su recuperación trabajando con otros
alcohólicos, a pesar del hecho de que ninguno de sus candidatos se había recuperado.
Mientras tanto, el ser miembro del Grupo Oxford de Akron no le había dado al Dr. Bob la
suficiente ayuda como para lograr su sobriedad.
Cuando por fin el Dr. Bob y Bill se conocieron, el encuentro produjo en el Dr. Bob
un efecto inmediato. Esa vez, se encontraba cara a cara con un compañero
alcohólico que había logrado dejar de beber. Bill recalcaba que el alcoholismo era
una enfermedad de la mente, de las emociones y del cuerpo. Este importantísimo
hecho se lo había comunicado el Dr. William D. Silkworth, del Hospital Towns de
Nueva York, institución en la que Bill había ingresado varias veces como paciente.
Aunque era médico, el Dr. Bob no sabía que el alcoholismo era una enfermedad.
Las ideas contundentes de Bill acabaron convenciendo a Bob y pronto logró su
sobriedad y nunca volvió a beber.
También en 1939, el Cleveland Plain Dealer publicó una serie de artículos acerca
de A.A., suplementada por algunos editoriales muy favorecedores. El grupo de
Cleveland, compuesto solamente de unos 20 miembros, se vio inundado con
incontables súplicas de ayuda. A los alcohólicos que llevaban solamente unas
cuantas semanas sobrios se les encargó de trabajar con los nuevos casos. Con
esto se dio al movimiento una nueva orientación, y los resultados fueron
fantásticos. Pasados unos pocos meses, el número de miembros de Cleveland
había ascendido a 500. Por primera vez, había evidencia de que la sobriedad
podría producirse en masa.
Entretanto, el Dr. Bob y Bill habían establecido en Nueva York en 1939 una junta
de custodios para ocuparse de la administración general de la Comunidad recién
nacida. Algunos amigos de John D. Rockefeller, Jr. servían como miembros de
este consejo, junto con algunos miembros de A.A. Se dio a la junta el nombre de
la Fundación Alcohólica. Sin embargo, todos los intentos de recoger grandes
cantidades de dinero fracasaron, porque el Sr. Rockefeller había llegado a la
conclusión prudente de que grandes sumas de dinero podrían estropear la
naciente sociedad.
No obstante, la fundación logró abrir una pequeña oficina en Nueva York para
responder a las solicitudes de ayuda e información y para distribuir el libro de A.A.
—una empresa, dicho sea de paso, que había sido financiada principalmente por
los miembros de A.A.
Entonces, en marzo de 1941, apareció en el Saturday Evening Post un excelente
artículo acerca de A.A., y la reacción fue tremenda. Para finales de ese año, el
número de miembros había ascendido a 6,000 y el número de grupos se había
multiplicado proporcionalmente. La Comunidad fue extendiéndose a pasos
gigantescos por todas partes de los Estados Unidos y Canadá.
En 1950, había en todas partes del mundo unos 100,000 alcohólicos recuperados.
Por muy impresionante que fuera ese desarrollo, la década de 1940 al 1950 fue
una época de gran incertidumbre. La cuestión crucial era si todos aquellos
alcohólicos volubles podrían vivir y trabajar juntos en sus grupos. ¿Podrían
mantenerse unidos y funcionar con eficacia? Esa pregunta quedaba todavía sin
respuesta. El mantener correspondencia con miles de grupos referente a sus
problemas particulares llegó a ser uno de los principales trabajos de la sede de
Nueva York.
No obstante, para el año 1946, ya era posible sacar algunas conclusiones bien
razonadas en lo concerniente a las actitudes, costumbres y funciones que se
ajustarían mejor a los objetivos de A.A. Estos principios, que habían surgido de las
arduas experiencias de los grupos, fueron codificados por Bill en lo que hoy día se
conoce por el nombre de las Doce Tradiciones de Alcohólicos Anónimos. Para
1950, el caos de los tiempos anteriores casi había desaparecido. Se había logrado
enunciar y poner en práctica con éxito una fórmula segura para la unidad y el
funcionamiento de A.A.
Durante esa frenética década, el Dr. Bob dedicaba sus esfuerzos al asunto de la
hospitalización de los alcohólicos y a la tarea de inculcarles los principios de A.A.
Los alcohólicos llegaban en tropel a Akron para obtener cuidados médicos en el
hospital Santo Tomás, una institución administrada por la iglesia católica. El Dr.
Bob se integró en el cuerpo médico de este hospital, y él y la extraordinaria Hna.
M. Ignacia, también del personal del hospital, facilitaban atención médica e
inculcaban el programa de A.A. a unos 5,000 alcohólicos enfermos. Después de la
muerte del Dr. Bob en 1950, la Hna. Ignacia siguió trabajando en el Hospital de la
Caridad de Cleveland, donde contaba con la ayuda de los grupos locales y donde
otros 10,000 alcohólicos enfermos encontraron A.A. por primera vez. Este trabajo
era un preclaro ejemplo de disposiciones hospitalarias que permitían que A.A.
cooperara venturosamente con la medicina y la religión.
La segunda Convención Internacional tuvo lugar en St. Louis en 1955 con motivo
de la conmemoración del 20º aniversario de la Comunidad. Para aquel entonces,
la Conferencia de Servicios Generales ya había demostrado su indudable valor.
En esa ocasión, en nombre de todos los pioneros de A.A., Bill transfirió a la
Conferencia y a sus custodios la futura vigilancia y protección de A.A. En ese
momento, la Comunidad tomó posesión de lo suyo; A.A. llegó a su mayoría de
edad.
Si no hubiera sido por la ayuda de los amigos de A.A. en sus primeros días, es
probable que Alcohólicos Anónimos nunca hubiera existido. Y de no haber
contado con la multitud de amigos que, desde entonces, han contribuido con su
tiempo y su energía—especialmente nuestros amigos de la medicina, la religión y
los medios de comunicación—A.A. nunca podría haber crecido y prosperado. La
Comunidad expresa su perenne gratitud por esta amistosa ayuda.
Dadas las circunstancias en las que vivía en esa época los grupos Oxford se mantuvieron en
secreto y la única forma de entrar a estos grupos era por medio de recomendación de un socio
que perteneciera al mismo, el candidato tendría que pasar por una entrevista en la cual se valuaba
su condición y se le avala para pertenecer al grupo durante un año siendo refrendada por dos de
los grandes socios de la agrupación y tenía que jurar los 5 puntos absolutos de la agrupación.
Que eran sumisión, arrepentimiento, creencia en dios, abstinencia alcohólica y derrota definitiva
Bill Wilson, cofundador de Alcohólicos Anónimos, habla y escribe con elocuencia el alcoholismo y
la necesidad de una dimensión espiritual en la recuperación. La transformación de Wilson se inició
en la habitación de un hospital en la que recibía tratamiento después de una de sus muchas
recaídas. Según cuenta, se debatía entre la muerte o la locura y en su terrible desesperación gritó:
"¡Haré lo que sea, lo que sea! ¡Si hay un Dios dejad que lo vea!" Estas son sus palabras:
"De repente, mi habitación se llenó de una indescriptible luz blanca. Me vi embargado por un
éxtasis más allá de toda descripción... Estaba arriba de la cima de una montaña, en la que soplaba
un gran vendaval, un viento no de aire sino de espíritu, que con gran fuerza sopló a través de mí.
Entonces se produjo el resplandeciente pensamiento: ¡Eres un hombre libre'... Me embargó una
profunda paz... y me volví muy consciente de una Presencia que semejaba un verdadero océano
de espíritu viviente. Yacía en las orillas de un nuevo mundo... Por primera vez sentí que realmente
existía. Supe que era amado y que podía amar."
Desde ese día Bill Wilson ya no volvió a beber y poco después confundo Alcohólicos Anónimos.
Sin embargo, Wilson tuvo sus dudas sobre la validez de la experiencia y cuando su mente
comenzó a cuestionar lo que le había ocurrido, se lo explicó a su médico preguntándole: "¿Doctor,
eso fue real? ¿Estoy cuerdo?" Su doctor, William Duncan Silkworth había leído acerca de las
experiencias cercanas a la muerte y fue capaz de tranquilizar a Wilson con respecto a su cordura,
alentándole a consolidar su nueva conciencia y sobriedad.
El programa de recuperación de Alcohólicos Anónimos estimula a la gente a ser honesta consigo
misma y con los demás, haciendo lo posible por corregir el "naufragio del pasado", pero
centrándose también en las oportunidades y bendiciones del momento presente, consagrándose a
no crear personalmente más dificultades. También motivan a la gente para que practique la oración
y la meditación, ofreciendo la posibilidad de ver su problema como un "despertar espiritual" en el
que su íntima exposición al dolor y las secuelas de la adicción puedan convertirse en un servicio
para los demás.
El 5 de abril de 1840 fue un día de muchos acontecimientos. Los fundadores del movimiento
washingtoniano: William K. Mitchell, John F. Hoss, David Anderson, George Stears, Archibal
Cambpel y James Mc Curley. Fueron los “seis originales” que colocaron la causa de la sobriedad
hasta donde les fue posible, en la posición de una Unidad: es decir, que la sociedad como tal, no
iba a reconocer ningún credo religioso, ni partido en política. La abstinencia total en todas las
bebidas embriagantes, iba a ser la base y el único requisito para ser miembro.
honestidad común los iba a dirigir en todos su movimientos. Generalmente, se abocaban a una
persona hasta que la convencían de abandonar la botella para siempre, o cuando menos, lograr
hasta conseguir la promesa solemne de parte de él. Cada uno de los washingtonianos no era sólo
un ser humano con experiencia, sino que era realmente un misionero. Así podemos decir que el
ser temperante significa que la persona no bebe vino ni otros licores. Por eso, los
ENUNCIADO DE A.A.
Alcohólicos Anónimos A.A. es una comunidad de hombres y mujeres que comparten su mutua
experiencia, fortaleza y esperanza para resolver su problema común y ayudar a otros a
recuperarse del alcoholismo.
El único requisito para ser miembro de A.A. es el deseo de dejar la bebida. Para ser miembro de
A.A. no se pagan honorarios ni cuotas; nos mantenemos con nuestras propias contribuciones.
A.A. no está afiliada a ninguna secta, religión, partido político, organización o institución alguna;
no desea intervenir en controversias, no respalda ni se opone a ninguna causa. Nuestro objetivo
primordial es mantenernos sobrios y ayudar a otros alcohólicos a alcanzar el estado de
sobriedad».
La declaración de la responsabilidad
La declaración de la responsabilidad nace en año de 1955 cuando fue entregado a los A.A. el
legado de servicio
"Yo soy responsable.
Cuando cualquiera,
Donde quiera,
extienda su mano pidiendo ayuda,
quiero que la mano de A.A.
siempre esté allí.
Y por esto:
yo soy responsable."
1. Los miembros de un Grupo son alcohólicos y todos los alcohólicos tienen derecho a ser miembros:
a) El único requisito para ser miembro de AA es el deseo de dejar la bebida y haber vivido la
experiencia.
b) La duración de las juntas será 2 horas.
c) La asistencia y permanencia es voluntaria.
a) No se cobran honorarios ni cuotas; los servicios prestados por un Grupo son gratuitos.
b) Las aportaciones son voluntarias.
c) Las aportaciones de hacienda será de acuerdo al criterio de la mesa de servidores
d) No se aceptan aportaciones de gente ajena a Alcohólicos Anónimos.
3. El objetivo primordial de un Grupo es ayudar a los alcohólicos a recuperarse por medio de los Doce
Pasos.
a) Nos se afilia a ninguna secta, religión, partido político organización o institución alguna.
b) Sin embargo está a dispuesto a cooperar con cualquiera de ellos.
a) No entra en controversias.
b) No respalda ni se opone a ninguna causa.
RECUPERACION
Alcohólicos Anónimos se basa para la rehabilitación de los enfermos de alcoholismo en
los “Doce Pasos” pues son el corazón del programa de recuperación de Alcohólicos
Anónimos.
Estos doce pasos no se basan en la teoría, los primeros miembros analizaron juntos lo
que habían hecho para lograr y mantener la sobriedad. Los pasos son el resumen de
su experiencia y una guía hacia la recuperación espiritual.
Cuando un alcohólico aplica los “Doce Pasos” del programa de recuperación a su
vida personal, su desintegración se detiene y su unificación empieza.
2. Análisis de la personalidad
A través de un análisis de la personalidad, o un examen de conciencia, el enfermo
podrá descubrir las causas que lo llevaron a beber en forma destructiva; un síntoma de
problemas más profundos como son: carencia de control de las emociones, falta de
aceptación de la realidad. Esto es, un individuo inadaptado, desorientado, que casi
siempre estuvo en desacuerdo con todo y con todos, lo llevó a crearse hondos
resentimientos, que siempre tuvo infinidad de pretextos para beber; ahora se da
cuenta de las fallas en su personalidad: pudo ser demasiado orgulloso, envidioso,
vanidoso, iracundo, etc. se conocerá, se aceptará a sí mismo y sabrá cuáles son sus
alcances, cuáles sus limitaciones, disponiéndose a cambiar de juicios y actitudes.
Después de lo anterior, deberá darse la oportunidad de hacer una catarsis o
saneamiento mental, expulsando todo aquello que mantuvo en secreto y que le
ocasionaba intranquilidad, es conveniente que esto lo lleve a cabo o con un psiquiatra,
un consejero espiritual o un miembro experimentado de Alcohólicos Anónimos que
haya practicado este concepto.
Para obtener un cambio de juicios y actitudes positivas, aspirando a una nueva vida, el
enfermo necesita depender de un Poder Superior o de algo más fuerte que él; debido a
que el enfermo siempre trató de hacerlo todo por sus propios impulsos, lo que originó
que constantemente fracasara, se frustrara y luego se resintiera con los demás.
Necesita reducir su ego para aceptar la ayuda de algo o de alguien. No es conveniente
depender de las personas o cosas, pues en algún momento nos pueden fallar.
Inicialmente se puede depender del Grupo de Alcohólicos Anónimos y después si así lo
prefiere, puede depender de un Dios, tal como él lo entienda, ya que en Alcohólicos
Anónimos se respeta la libertad de creencias.
Al dejar de beber, el alcohólico necesitará de algo en que canalizar la energía que lleva
dentro de sí, necesita dedicar el tiempo que ocupaba en emborracharse en algo que le
ayude en su recuperación, esto lo encuentra a través de ayudar a otros alcohólicos de
la misma manera que lo hicieron con él. El objetivo es reforzar su sobriedad,
manifestar su gratitud hacia Alcohólicos Anónimos.
La práctica de estos conceptos es sugerida, de modo que no son obligatorios para
nadie, ni representan un requisito para integrarse a Alcohólicos Anónimos.
1 la historia de Bill W.
6 en acción
8 a las esposas
9 y la familia después
10 a los patrones
Este libro fue la base para la recuperación de los primeros alcohólicos, posteriormente
saldrían a la luz el libro de los 12 pasos
Que son:
DECLARACON DE UNIDAD
Algunos preguntarán con inquietud "¿Quiere esto decir que en A.A. el individuo
no tiene mucha importancia? ¿Ha de ser dominado por su grupo y absorbido por
él?".
Podemos responder con toda seguridad a esta pregunta con un rotundo "¡No!"
Creemos que no existe en el mundo otra comunidad que tenga más ferviente
interés por cada uno de sus miembros; sin duda, no hay ninguna que defienda
más celosamente el derecho del individuo a pensar, hablar u orar según desee.
Ningún A.A. puede obligar a otro a hacer nada; nadie puede ser castigado o
expulsado. Nuestros Doce Pasos de recuperación son sugerencias; en las Doce
Tradiciones, que garantizan la unidad de A.A. no aparece ni una sola prohibición.
Una y otra vez veremos la palabra "debemos", pero nunca "¡tienes que"!
A muchos les parecen que tanta libertad para el individuo equivale a una
anarquía total. Todo recién llegado, todo amigo, al conocer a A.A. por primera
vez, se quedan sumamente perplejos. Ven una libertad que raya en el
libertinaje; no obstante, se dan cuenta inmediatamente de la irresistible
determinación y dedicación que tiene A.A. Preguntan, "¿Cómo puede tan siquiera
funcionar tal pandilla de anarquistas? ¿Cómo es posible que den preferencia a su
bienestar común? ¿Qué puede ser lo que les mantiene unidos?".
Así que, desde el mismo comienzo, la cuestión de cómo vivir y trabajar juntos
como grupos ha tenido para nosotros una importancia primordial. En el mundo a
nuestro alrededor, vimos personalidades destrozar pueblos enteros. LA lucha por
la riqueza, el poder y el prestigio estaba desgarrando como nunca a la
humanidad. Si en su búsqueda de paz y armonía los pueblos fuertes se
encontraban estancados, ¿qué iba a ser de nuestra errática pandilla de
alcohólicos? Así como una vez habíamos luchado y rezado ardientemente por la
recuperación personal, con el mismo ardor comenzamos la búsqueda de los
principios por medio de los cuales A.A. podría sobrevivir. En el yunque de la
experiencia, se martilló la estructura de nuestra Sociedad.
Así ha sido con A.A. Mediante la fe y las obras hemos podido seguir adelante
aprovechando las lecciones de una increíble experiencia. Estas lecciones están
vivas hoy en las Doce Tradiciones de Alcohólicos Anónimos, las cuales - Dios
mediante - nos sostendrán y mantendrán unidos mientras El nos necesite.
Para establecer este principio, tuvimos que pasar por años de experiencias
desgarradoras. En nuestros primeros años, nada nos parecía tan frágil, tan fácil de
romper como un grupo de A.A. Casi ningún alcohólico a quien nos dirigíamos nos hacía
caso; la mayoría de los que se unían a nosotros eran como velas vacilantes en medio de
un vendaval. Una y otra vez, se apagaban sus inciertas llamas para no volverse a
encender. Nuestra constante y callada inquietud era "¿A cuál de nosotros le tocará ser el
próximo?".
Un miembro nos ofrece una viva imagen de estos días. "En aquella época", dice, "cada
grupo de A.A. tenía muchos reglamentos para hacerse miembro. Todos estaban
aterrados de que algo o alguien hiciera zozobrar la embarcación y arrojarnos a todos
nuevamente a un mar de alcohol. La oficina de nuestra Fundación * (* En 1954, se
cambió el nombre de la Alcoholic Foundation, Inc., por el de la General Service Board of
Alcoholics Anonymous, Inc., y la oficina de la Fundación es ahora la Oficina de Servicios
Generales.) pidió a cada grupo que enviara su lista de reglamentos 'protectores'. La lista
completa medía más de una milla. Si todos los reglamentos hubieran estado en vigor en
todas partes, a nadie le habría sido posible hacerse miembro de A.A. - a tal extremo
llegaban nuestras inquietudes y nuestro temor.
"Habíamos decidido no aceptar como miembro a nadie que no formase parte de esa
hipotética clase de gente que nosotros denominábamos 'alcohólicos puros'. Aparte de su
afición a la bebida y sus desastrosos resultados, no podían tener otras complicaciones.
Así que no queríamos saber nada de los pordioseros, los vagabundos, los confinados en
manicomios, los presos, los homosexuales, los chiflados y las mujeres perdidas. ¡Sí
señor!, sólo nos dedicaríamos a los alcohólicos puros y respetables. Los de cualquier otra
clase sin duda nos destruirían. Además, si aceptáramos a esa gente rara, ¿qué dirían de
nosotros la buena gente? Construimos una cerca de malla muy fina alrededor de A.A.
"Puede que todo eso ahora parezca gracioso. Tal vez les cause la impresión de que
nosotros los pioneros éramos bastante intolerantes. Pero les puedo asegurar que en ese
entonces la situación no era nada cómica. Éramos severos e incluso rígidos porque
creíamos que nuestras vidas y nuestros hogares estaban amenazados, y eso no era cosa
de risa. ¿Intolerantes, dicen ustedes? Más bien, teníamos miedo. Naturalmente,
empezamos a comportarnos como se comportan casi todos cuando tienen miedo. Al fin y
al cabo, ¿no es el miedo la verdadera base de la intolerancia? Sí, éramos intolerantes".
¿Cómo hubiéramos podido adivinar en aquel entonces que todos esos temores resultarían
ser infundados? ¿Cómo hubiéramos podido saber que miles de esas personas que a veces
nos asustaban tanto iban a recuperarse de forma tan asombrosa y convertirse en
nuestros más incansables trabajadores e íntimos amigos? ¿Quién hubiera creído que A.A.
tendría un índice de divorcio muy inferior al promedio? ¿Cómo hubiéramos podido prever
en aquel entonces que esas personas tan molestas llegarían a ser nuestros mejores
maestros de paciencia y tolerancia? ¿Quién hubiera podido imaginar en aquella época
una sociedad que incluyera todo tipo de personalidad concebible, y que atravesara todas
las barreras de raza, religión, afiliación política e idioma sin ninguna dificultad?.
¿Por qué A.A. acabó por abandonar todos sus reglamentos para hacerse miembro? ¿Por
qué dejamos que cada recién llegado decidiera si era o no era alcohólico, y si debería o
no debería unirse a nosotros? ¿Por qué nos atrevimos a decir, contrariamente a lo
indicado por la experiencia de las sociedades y los gobiernos de todas partes del mundo,
que no castigaríamos a nadie ni privaríamos a nadie de la posibilidad de hacerse
miembro de A.A., que nunca deberíamos obligar a nadie a pagar nada, a creer en nada,
ni a ajustarse a ninguna regla?
A medida que los grupos se iban dando cuenta de esas posibilidades, iban abandonando
todos los reglamentos para hacerse miembro. Las experiencias dramáticas que se fueron
sucediendo una tras otra reforzaron esa determinación, hasta que se convirtió en
nuestra tradición universal. He aquí dos ejemplos:
Corría el Año Dos del calendario de A.A. En aquella época no existían sino dos grupos de
alcohólicos, sin nombre, que luchaban por subsistir, intentando seguir la luz que les
alumbraba el camino.
Un principiante llegó a uno de estos grupos, llamó a la puerta y pidió que le dejaran
entrar. Habló francamente con el miembro más antiguo del grupo. Pronto demostró que
el suyo era un caso desesperado y que, sobre todo, quería recuperarse. "Pero", preguntó,
"¿me permitirán unirme a su grupo? Ya que soy víctima de otro tipo de adición aun más
estigmatiza que el alcoholismo, puede que no me quieran entre ustedes".
Aspe se presentó el dilema. ¿Qué debería hacer el grupo? El miembro más antiguo llamó
a otros dos y en privado les expuso los hechos de este caso explosivo. Dijo: "¿Qué vamos
a hacer? Si le cerramos la puerta a este hombre, no tardará en morir. Si le dejamos
entrar, solo Dios sabe los problemas que nos pueda traer. ¿Cuál debe ser nuestra
respuesta - sí o no?.
Al principio, los ancianos sólo podían considerar los inconvenientes. Dijeron: "Sólo nos
ocupamos de los alcohólicos. ¿No sería mejor sacrificar a un por el bien de todos los
demás?". Así siguió la discusión mientras la suerte del recién llegado estaba pendiente de
un hilo. Entonces, uno de los tres habló en tono muy diferente. "Lo que realmente
tememos", dijo, "es el daño que esto pueda causar a nuestra reputación. Tenemos
mucho más a lo que la gente diga de nosotros que a los problemas que este alcohólico
extraño nos pueda ocasionar. Mientras estábamos hablando, cuatro palabras cortas se
me iban cruzando por la mente. Algo me sigue repitiendo: '¿Qué haría el Maestro?'". No
se dijo ni una palabra más. ¿Qué más se podría haber dicho?.
Con el tiempo le llegó el turno de hablar en una reunión. Nos pusimos a temblar, porque
ya sabíamos lo que iba a venir. Empezó elogiando a la Comunidad; explicó cómo su
familia se había vuelto a unir; ensalzó la virtud de la honradez; habló de las
satisfacciones de hacer el trabajo de Paso Doce; y luego soltó la andanada. Ed gritó: "No
puedo aguantar tantas tontería sobre Dios. Sólo son simplezas para la gente débil. Este
grupo no lo necesita, y yo no me las tragaré. ¡Al diablo con ellas!"
Una gran ola de indignación inundó al grupo, llevando a todos a una resolución unánime:
"¡Afuera con él!"
Los ancianos le llamaron aparte y le dijeron con firmeza: "Aquí no puedes hablar así. O
lo dejas o te largas". Con gran sarcasmo, Ed les replico: "No me digan. ¿Tengo que
marcharme?" Estiró el brazo y sacó de la estantería un manojo de papeles. Encima de
ellos estaba el prólogo del libro "Alcohólicos Anónimos", que se estaba preparando en
ese entonces. Leyó un voz alta: "El único requisito para ser miembro de A.A. es querer
dejar de beber". Implacablemente, siguió hablando: "Cuando escribieron esta frase, ¿lo
decían en serio, o no?
Con gran consternación, los ancianos se miraron, unos a otros, porque sabían que Ed les
tenía atrapados. Así que Ed se quedó.
No solamente se quedó, sino que permaneció sobrio - mes tras mes. Cuando más tiempo
pasaba sin beber, más fuerte hablaba - en contra de Dios. Tan profunda era la angustia
del grupo que toda claridad fraternal desapareció. "¿Cuándo", se decían
quejumbrosamente, unos a otros, "cuándo volverá a emborracharse este hombre?".
Unas dos semanas más tarde, Ed entró a hurtadillas en la casa de un miembro de A.A. y,
sin que la familia lo supiera, se acostó. A la mañana siguiente, mientras el dueño de la
casa y un amigo estaban tomando café, se oyó un ruido en la escalera. Para su
consternación, allí apareció Ed. Con una sonrisa extraña, les preguntó, "¿Ya han hecho
ustedes su meditación matutina?" Pronto se dieron cuenta de que lo preguntaba muy en
serio. Poco a poco les fue contando lo que le había ocurrido.
TABLA DE LA ALCOHOLOMANIA
FASES DEL ALCOHOLISMO
A.- Fase Pre-Alcohólica
B.- Fase Prodrómica Sintomática
1.-Palimpestos Alcohólicos
2.-Consumo Subreptico
3.-Preocupación por el Alcohol
4.-Consumo Avido
5.-Sensación de culpa por su comportamiento de bebedor
6.-Evita toda referencia al Alcohol
7.-Aumenta la frecuencia de los palimpestos Alcohólicos
8.-Perdida de Control
9.-Racionalización de su manera de beber
10.-Neutraliza las presiones sociales
11.-Actitud grandiosa y fanfarrona
12.-Conducta marcadamente agresiva
13.-Remordimiento persistente
14.-Periodos de abstinencia completa
15.-Modifica sus hábitos de beber
16.-Abandono de amistades
17.-Perdida de empleos
18.-Subordinación completa al alcohol
19.-Apatia hacia otros intereses externos
20.-Nueva interpretación de sus relaciones interpersonales
21.-Marcada conmiseración de si mismo
22.-Proyectos o realizaciones de fuga geográfica
23.-Cambio en las costumbres familiares
24.-Resentimientos irracionales
25.-Protección de su abastecimiento de alcohol
26.-Descuido de la nutrición
27.-Primera hospitalización
28.-Disminución del impulso sexual
29.-Celos de los alcohólicos
30.- Beber en ayunas todos los días
D.-Fase Crónica