Ficha 4 - El Mirar de Dios
Ficha 4 - El Mirar de Dios
Ficha 4 - El Mirar de Dios
INTRODUCCIÓN
Los capítulos del Cántico Espiritual que hemos escogido, nos regalan una percepción
renovada de Dios, donde Él aparece como alguien cercano, amoroso, preocupado, por
la persona, dispuesto a sanarla, librarla, engrandecerla, hasta hacerla como su Hijo
Jesucristo, dejando efectos visibles en ella de madurez y santidad. Estos textos nos
anuncian una manera EXTRAÑA de SER DIOS con nosotros desde la cual podemos
entender de una manera distinta toda la obra sanjuanista. Abarca CB 31-33.
MIRAR (DE DIOS): (CB 31,5) Mirar Dios es estimar Dios. Para el santo "esti mar" es
algo más que un amor inflamado, es un amor muy profundo sin "ansias" o
"sentimientos".
PRISIÓN: CB 32,1; 13,9; 31,9. Aprieta con tan estrecho nudo el amor, que le hace
prisión a Dios..., grande es la porfía del amor pues prende y liga; el alma que ama,
tiene a Dios por prisionero.
OJO (S): Es el ojo de la fe (CB 31,8) con el que se llaga Dios; la noticia de fe es
alimentada con el amor, cuanto más se ilustra ella de fe, tanto más se enamora Dios
de ella. Recordemos los "ojos de la cristalina fuente", en la que sólo descubrimos un
par de ojos, y son los de ella, y son los de Él. Los enamorados miran con los mismos
ojos.
LECHO: Sólo podemos reconocer a Dios, en los efectos que van haciéndose evidentes
en el obrar y en la manera de relacionarse con los otros individuos. Cuando la
persona se da cuenta que ya nos es la misma, entonces pide que no la vaya a
despreciar porque ya no es la misma. Sucede que es Dios mismo quien la está
hermoseando con "gracia y hermosura". A mayor enamoramiento, la narración
alcanza a traducir cómo la mete en su lecho. Ce 33,7. Ya Dios no ama por Él mismo,
sino también por lo que es la persona en sí. El lecho es el pecho de Dios, lo secreto e
interior de su amor. Dios puso tanto sus ojos en la amada que no se contentó hasta
desposarla en el lecho interior del amor. Es un amor inefable. En CB 1,5 expresa que
el único lecho donde se recuesta el Padre, es el pecho de su Hijo. Así "lecho" puede
variarse como "pecho", reventándose el significado de la palabra y usándolos como
sinónimos. Ella se queda dormida en el pecho de Él; y no va sola, va adornada con las
virtudes.
CANCIÓN 31
En solo aquel cabello
que en mi cuello volar consideraste,
mirástele en mi cuello
y en él preso quedaste,
y en uno de mis ojos te llagaste.
DECLARACIÓN
3. Tres cosas quiere decir el alma en esta canción. La primera es dar a entender que
aquel amor en que están asidas las virtudes no es otro sino sólo el amor fuerte,
porque, a la verdad, tal ha de ser para conservarlas. La segunda, dice que Dios se
prendó mucho de este su cabello de amor, viéndolo solo y fuerte. La tercera, dice que
estrechamente se enamoró de ella Dios, viendo la pureza y entereza de su fe. Y dice
así:
En solo aquel cabello
que en mi cuello volar consideraste.
4. El cuello significa la fortaleza, en la cual dice que volaba el cabello del amor, en
que están entretejidas las virtudes, que es amor en fortaleza. Porque no basta que sea
solo para conservar las virtudes, sino que también sea fuerte, para que ningún vicio
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5. Lo cual dice para dar a entender el alma que no sólo preció y estimó Dios este su
amor viéndole solo, sino que también le amó viéndole fuerte; porque mirar Dios es
amar Dios, así como el considerar Dios es, como habemos dicho, estimar lo que
considera. Y vuelve a repetir en este verso el cuello, diciendo del cabello: Mirástele
en mi cuello, porque, como está dicho, ésa es la causa por que le amó mucho, es a
saber, verle en fortaleza. Y así, es como si dijera: amástele viéndole fuerte sin
pusilanimidad ni temor, y solo sin otro amor, y volar con ligereza y fervor.
6. Hasta aquí no había Dios mirado este cabello para prendarse de él, porque no le
había visto solo y desasido de los demás cabellos de otros amores y apetitos,
aficiones y gustos, y así no volaba solo en el cuello de la fortaleza; mas, después que
por las mortificaciones y trabajos y tentaciones y penitencia se vino a desasir y hacer
fuerte, de manera que ni por cualquiera fuerza ni ocasión quiebra, entonces ya le mira
Dios y prenda y ase en él las flores de estas guirnaldas, pues tiene fortaleza para
tenerlas asidas en el alma.
7. Mas cuáles y cómo sean estas tentaciones y trabajos, y hasta dónde llegan al alma
para poder venir a esta fortaleza de amor en que Dios se una con el alma, en la
declaración de las cuatro canciones que comienzan ¡Oh llama de amor viva! está
dicho algo de ello; por lo cual habiendo pasado esta alma, ha llegado a tal grado de
amor de Dios que haya merecido la divina unión. Por lo cual dice luego:
Y en él preso quedaste.
8. ¡Oh cosa digna de toda acepción y gozo, quedar Dios preso en un cabello! La
causa de esta prisión tan preciosa es el haber Dios querido pararse a mirar el vuelo
del cabello, como dicen los versos antecedentes; porque, como habemos dicho, el
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mirar de Dios es amar; porque, si él por su gran misericordia no nos mirara y amara
primero, como dice san Juan (1 Jn 4, 10), y se abajara, ninguna presa hiciera en él el
vuelo del cabello de nuestro bajo amor, porque no tenía él tan alto vuelo que llegase a
prender a esta divina ave de las alturas; mas porque ella se bajó a mirarnos y a
provocar el vuelo y levantarlo de nuestro amor, dándole valor y fuerza para ello, por
eso él mismo se prendó en el vuelo del cabello, esto es, él mismo se pagó y se agradó,
por lo cual se prendó. Y eso quiere decir: Mirástele en mi cuello, y en él preso
quedaste. Porque cosa muy creíble es que el ave de bajo vuelo pueda prendar al
águila real muy subida, si ella se viene a lo bajo queriendo ser presa. Y síguese:
Y en uno de mis ojos te llagaste.
9. Entiéndese aquí por el ojo la fe, y dice uno solo, y que en él se llagó, porque si la fe
y fidelidad del alma para con Dios no fuese sola, sino que fuese mezclada con otro
algún respeto o cumplimiento, no llegaría a efecto de llagar a Dios de amor, y así,
sólo un ojo ha de ser en que se llaga, como también un solo cabello en que se prenda
el Amado. Y es tan estrecho el amor con que el Esposo se prenda de la Esposa en esta
fidelidad única que ve en ella, que si en el cabello del amor de ella se prendaba, en el
ojo de su fe aprieta con tan estrecho nudo la prisión, que le hace llaga de amor por la
gran ternura del afecto con que está aficionado a ella, lo cual es entrarla más en su
amor.
10. Esto mismo del cabello y del ojo dice el Esposo en los Cantares (c. 4, 9),
hablando con la Esposa, diciendo: Llagaste mi corazón, hermana mía, llagaste mi
corazón en uno de tus ojos y en un cabello de tu cuello. En lo cual dos veces repite
haberte llagado el corazón, es a saber: en el ojo y en el cabello. Y por eso el alma
hace relación en la canción del cabello y del ojo, porque en ello denota la unión que
tiene con Dios, según el entendimiento y según la voluntad; porque la fe, significada
por el ojo, se sujeta en el entendimiento por fe y en la voluntad por amor. De la cual
unión se gloría aquí el alma y regracia esta merced a su Esposo como recibida de su
mano, estimando en mucho haberse querido pagar y prendar de su amor. En lo cual se
podría considerar el gozo, alegría y deleite que el alma tendrá con este tal prisionero,
pues tanto tiempo había que lo era ella de él, andando de él enamorada.
amor con tan ricas prendas de dones y virtudes, se lo atribuye todo a él en la siguiente
canción, diciendo:
CANCIÓN 32
Cuando tú me mirabas,
su gracia en mí tus ojos imprimían:
por eso me adamabas,
y en eso merecían
los míos adorar lo que en ti vían.
DECLARACIÓN
2. Es propiedad del amor perfecto no querer admitir ni tomar nada para sí, ni
atribuirse a sí nada, sino todo al Amado; que esto aun en los amores bajos lo hay,
cuánto más en el de Dios, donde tanto obliga la razón. Y, por tanto, porque en las dos
canciones pasadas parece se atribuía a sí alguna cosa la Esposa, tal como decir que
haría ella juntamente con el Esposo las guirnaldas y que se tejerían con el cabello de
ella (lo cual es obra no de poco momento y estima), y después decir y gloriarse que el
Esposo se había prendado en su cabello y llagado en su ojo (en lo cual parece
también atribuirse a sí misma gran merecimiento) quiere ahora en la presente canción
declarar su intención y deshacer el engaño que en esto se puede entender, con
cuidado y temor no se le atribuya a ella algún valor y merecimiento, y por eso se le
atribuya a Dios menos de lo que se le debe y ella desea. Atribuyéndolo todo a él y
regraciándoselo juntamente, le dice que la causa de prendarse él del cabello de su
amor y llagarse del ojo de su fe, fue por haberle hecho la merced de mirarla con
amor, en lo cual la hizo graciosa y agradable a sí mismo; y que por esa gracia y valor
que de él recibió mereció su amor y tener valor ella en sí para adorar agradablemente
a su Amado y hacer obras dignas de su gracia y amor. Síguese el verso:
Cuando tú me mirabas,
3. es a saber, con afecto de amor (porque ya dijimos que el mirar de Dios aquí es
amar),
su gracia en mí tus ojos imprimían.
4. Por los ojos del Esposo entiende aquí su Divinidad misericordiosa, la cual,
inclinándose al alma con misericordia, imprime e infunde en ella su amor y gracia,
con que la hermosea y levanta tanto, que la hace consorte de la misma Divinidad (2
Pe. 1, 4). Y dice el alma, viendo la dignidad y alteza en que Dios la ha puesto:
Por eso me adamabas.
alma los dos motivos y causas del amor que él tiene a ella; por los cuales no sólo la
amaba prendado en su cabello, mas que la adamaba llagado en su ojo. Y la causa por
que la adamó de esta manera tan estrecha, dice ella en este verso que era porque él
quiso, con mirarla, darle gracia para agradarse de ella, dándole el amor de su cabello,
y formándola con su caridad la fe de su ojo. Y así, dice: por eso me adamabas; porque
poner Dios en el alma su gracia es hacerla digna y capaz de su amor. Y así, es tanto
como decir: porque habías puesto en mí tu gracia, que eran prendas dignas de tu
amor, por eso me adamabas, esto es, por eso me dabas más gracia. Esto es lo que dice
san Juan (1, 16): Que da gracia por la gracia que ha dado, que es dar más gracia;
porque sin su gracia no se puede merecer su gracia.
6. Es de notar, para inteligencia de esto, que Dios, así como no ama cosa fuera de sí,
así ninguna cosa ama más bajamente que a sí, porque todo lo ama por sí, y así el
amor tiene la razón del fin, de donde no ama las cosas por lo que ellas son en sí. Por
tanto, amar Dios al alma es meterla en cierta manera en sí mismo, igualándola
consigo, y así, ama al alma en sí consigo con el mismo amor que él se ama. Y por eso
en cada obra, por cuanto la hace en Dios, merece el alma el amor de Dios; porque,
puesta en esta gracia y alteza, en cada obra merece al mismo Dios. Y, por eso, dice
luego:
Y en eso merecían.
8. Es tanto como decir: las potencias de mi alma, Esposo mío, que son los ojos con
que de mi puedes ser visto, merecieron levantarse a mirarte, las cuales antes con la
miseria de su baja operación y caudal natural estaban caídas y bajas -porque poder
mirar el alma a Dios es hacer obras en gracia de Dios-, y así merecían las potencias
del alma en el adorar, porque adoraban en gracia de su Dios, en la cual toda
operación es meritoria. Adoraban, pues, alumbrados y levantados con su gracia y
favor, lo que en él ya veían, lo cual antes por su ceguera y bajeza no veían. ¿Qué era,
pues, lo que ya veían? Veían grandeza de virtudes, abundancia de suavidad, bondad
inmensa, amor y misericordia en Dios, beneficios innumerables que de él había
recibido, ahora estando tan allegada a Dios, ahora cuando no lo estaba. Todo esto
merecían adorar ya con merecimiento los ojos del alma, porque estaban ya graciosos
y agradables al Esposo; lo cual antes no sólo no merecían adorar ni ver, pero ni aun
considerar de Dios algo de ello; porque es grande la rudeza y ceguera del alma que
está sin su gracia.
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9. Mucho hay aquí que notar y mucho de qué se doler, ver cuán fuera está de hacer lo
que es obligada el alma que no está ilustrada con el amor de Dios; porque estando
ella obligada a conocer estas y otras innumerables mercedes, así temporales como
espirituales, que de él ha recibido y a cada paso recibe, y a adorar y servir con todas
sus potencias a Dios sin cesar por ellas, no sólo no lo hace, más ni aun mirarlo y
conocerlo merece, ni caer en la cuenta de tal cosa; que hasta aquí llega la miseria de
los que viven o, por mejor decir, están muertos en pecado.
CANCIÓN 33
No quieras despreciarme,
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DECLARACIÓN
3. Animándose ya la Esposa y preciándose a sí misma en las prendas y precio que de
su Amado tiene, viendo que por ser cosas de él (aunque ella de suyo sea de bajo
precio y no merezca alguna estima), merece ser estimada por ellas, atrévese a su
Amado, y dícele que ya no la quiera tener en poco ni despreciarla, porque si antes
merecía esto por la fealdad de su culpa y bajeza de su naturaleza, que ya después que
él la miró la primera vez, en que la arreó con su gracia y vistió con su hermosura, que
bien la puede ya mirar la segunda y más veces, aumentándote la gracia y hermosura,
pues hay ya razón y causa bastante para ello en haberla mirado cuando no lo merecía
ni tenía partes para ello.
No quieras despreciarme.
4. No dice esto por querer la tal alma ser tenida en algo, porque antes los desprecios y
vituperios son de grande estima y gozo para el alma que de veras ama a Dios, y
porque ve que de su cosecha no merece otra cosa, sino por la gracia y dones que tiene
de Dios, según ella va dando a entender, diciendo:
Que si color moreno en mí hallaste,
7. Lo que ha dicho el alma en los dos versos antecedentes es para dar a entender lo
que dice san Juan en el Evangelio (1, 16), es a saber, que Dios da gracia por gracia,
porque, cuando Dios ve al alma graciosa en sus ojos, mucho se mueve a hacerla más
gracia, por cuanto en ella mora bien agradado. Lo cual conociendo Moisés (Ex. 33,
12-13), pidió a Dios más gracia, queriéndole obligar por la gracia que ya de él tenía,
diciendo a Dios: Tú dices que me conoces de nombre y que he hallado gracia delante
de ti: pues luego si he hallado gracia en tu presencia, muéstrame tu cara, para que te
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conozca y halle gracia delante de tus ojos. Y porque con esta gracia ella está delante
de Dios engrandecida, honrada y hermoseada, como habemos dicho, por eso es
amada de él inefablemente. De manera que, si antes que estuviese en su gracia por sí
sólo la amaba, ahora que ya está en su gracia, no sólo la ama por sí, sino también por
ella; y así, enamorado de su hermosura, mediante los efectos y obras de ella, ahora
sin ellos, siempre le va él comunicando más amor y gracias, y como la va honrando y
engrandeciendo más, siempre se va más prendando y enamorando de ella. Porque así
lo da Dios a entender, hablando con su amigo Jacob por Isaías (43, 4), diciendo:
Después que en mis ojos eres hecho honrado y glorioso, yo te he amado; lo cual es
tanto como decir: después que mis ojos te dieron gracia por su vista, por la cual te
hiciste glorioso y digno de honra en mi presencia, has merecido más gracia de
mercedes mías. Porque amar Dios más, es hacer más mercedes. Esto mismo da a
entender la Esposa en los divinos Cantares (1, 3-4) a las otras almas, diciendo:
Morena soy, pero hermosa, hijas de Jerusalén; por tanto, me ha amado el rey, y
entrádome en lo interior de su lecho, lo cual es decir: almas, que no sabéis ni
conocéis de estas mercedes, no os maravilléis porque el rey celestial me las haya
hecho a mí tan grandes que haya llegado a meterme en lo interior de su amor; porque,
aunque soy morena de mío, puso en mí él tanto sus ojos después de haberme mirado
la primera vez, que no se contentó hasta desposarme consigo y llevarme al interior
lecho de su amor.
8. ¿Quién podrá decir hasta dónde llega lo que Dios engrandece un alma cuando da
en agradarse de ella? No hay poderlo ni aun imaginar; porque, en fin, lo hace como
Dios, para mostrar quién él es. Sólo se puede dar algo a entender por la condición que
Dios tiene de ir dando más a quien más tiene, y lo que le va dando es
multiplicadamente según la proporción de lo que antes el alma tiene, según en el
Evangelio (Mt. 13, 12) lo da a entender, diciendo: A cualquiera que tuviere, se le daré
más, hasta que llegue a abundar; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y
así, el dinero que tenía el siervo no en gracia de su señor, le fue quitado y dado al que
tenía más dineros que todos juntos en gracia de su señor. De donde los mejores y
principales bienes de su casa, esto es, de su Iglesia, así militante como triunfante,
acumula Dios en el que es más amigo suyo, y lo ordena para más honrarle y
glorificarle; así como una luz grande absorbe en sí muchas luces pequeñas. Como
también lo dio Dios a entender en la sobredicha autoridad de Isaías (43, 3-4), según el
sentido espiritual, hablando con Jacob, diciendo: Yo soy tu Señor Dios, Santo de
Israel, tu Salvador; a Egipto he dado por tu propiciación, a Etiopía y a Saba por ti; y
daré hombres por ti y pueblos por tu alma.
9. Bien puedes, pues, ya, Dios mío, mirar y preciar mucho al alma que miras, pues
con tu vista pones en ella precio y prendas de que tú te precias y prendas. Y, por eso,
no ya una vez sola, sino muchas merece que la mires después que la miraste. Pues,
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como se dice en el libro de Ester (6, 11) por el Espíritu Santo: Digno es de tal honra a
quien quiere honrar el Rey.
EVALUACIÓN
¿Cómo pensabas antes de la ficha acerca de tu búsqueda de Dios y tu relación con Él?
¿Cómo entendes a Dios después de la ficha?
Haz un resumen de los aprendizajes nuevos.
B) PREGUNTAS
En la declaración de la canción 31 se mencionan tres cosas principales que nos sirven
de resumen. ¿Cuáles son? Relaciónala con 1Co 13.
De los símbolos utilizados, elige los cinco más significativos para ti y explícalos.
¿Cuáles son los cuatro bienes que hace la mirada de Dios en el alma?
B.FILMOGRAFÌA
Un amor para recordar. Dir. Adam Shankman, Estados Unidos, 2002. Kate y
Leopold. Dir. James Mangold, Estados Unidos, 2002.