Borra
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El comercio internacional de hoy en día es muy diferente al que existía hace diez años,
además de su incremento en volumen, las innovaciones tecnológicas y los servicios que
de ella derivan nos imponen cada día nuevos retos y problemas necesarios de
regulación, y es ahí donde la labor del jurista cobra vital importancia.
Tan pronto como la economía cerrada o natural, en la cual cada grupo satisface íntegra-
mente sus necesidades por sí mismo, resulta inadecuada a la compleja organización de
una sociedad, surge un fenómeno mercantil, pero que tiene como necesaria
consecuencia el comercio. El trueque supone que cada unidad económica produce en
exceso determinados satisfactores, y carece de otros que son producidos por distintas
cédulas económicas, es porque se ha manifestado ya, aun cuando sea sólo de modo
embrionario, la división del trabajo; y consecuencia necesaria de ésta es que la tarea de
realizar cambios entre las distintas unidades económicas la suma, de manera
especializada, una persona, o un grupo determinado de personas, cuya actividad
económica consista, justamente, en efectuar trueques, no con el propósito de consumir
los objetos adquiridos, sino con el de destinarlos a nuevos trueques, que llevarán el
satisfactor de quien lo produce a quien lo ha menester para su consumo.
El trueque es el intercambio de una cosa por otra, en primer orden el productor sólo
producía lo que sus vecinos o compañeros necesitaban. Por ejemplo, un individuo le
entrega unas flechas a otra persona y ésta le entrega una dotación de carne; otro ejemplo
sería, un fabricante de zapatos le entrega un par de zapatos a un productor de maíz y
éste le entrega una cierta cantidad de maíz.
Desde la antigüedad, las ciudades portuarias eran las que tenían mayor desarrollo
económico porque el tránsito marítimo les facilitaba la apertura de nuevas
oportunidades para poder colocar sus mercancías; entonces obtenían ventaja sobre las
poblaciones que no tenían o no estaban situadas cerca del mar o de ríos caudalosos,
como es el caso de los Babilonios quienes comerciaban a través del Río Tigris y
Éufrates, desembocando en el Golfo Pérsico.
Los fenicios fueron famosos como grandes navegantes y mercaderes y, aunque de ellos
no han perdurado leyes escritas, sí podemos citar las famosas leyes rodias sobre las
averías marítimas (avería común o gruesa) que son seguramente de influencia fenicia,
ya que este pueblo colonizó a la isla de Rodas.
En conclusión el comercio internacional tuvo sus orígenes desde las primeras culturas
que aparecieron en el planeta tierra, cuando el hombre dejó de ser nómada y se volvió
sedentario. Ya en la era Cristiana, en pleno desarrollo del mercantilismo surgió la lucha
de clases la proletaria y la burguesía, y de éstos surgió el capitalismo. En la Edad
Media, surgen los Institutos de Ciencias y Artes, donde se enseñaba la educación basada
en el comercio, luego éstos dieron origen a las Universidades, en el mundo; Los Estados
del mundo como Italia, España, Francia, Inglaterra, empezaron a expedir sus leyes
mercantiles.