Dictatus Papae
Dictatus Papae
Dictatus Papae
I. INTRODUCCIÓN
II .CONTEXTO HISTÓRICO
1
En el siglo XI, con la aparición de al escolástica, esta armonía entre los dos poderes no
se dio y ambos se verán envueltos en luchas internas por la primacía en esa
“Christianitas”.
La polémica, referida a la limitación de las competencias de cada uno, viene desde
antaño, pero será a partir del siglo X donde la intervención del poder laico en los
asuntos eclesiásticos se había intensificado. Desde los siglos anteriores, la magnitud de
la empresa evangelizadora, hizo que la jerarquía eclesiástica, autorizase la fundación,
por personas poderosas, de iglesias privadas en sus dominios, que fueron
considerándose como una propiedad y por ello se compraban, se vendían se
heredaban, en contra de las disposiciones papales.
Igualmente pasaba con los diezmos, que se entregaban como beneficios para conseguir
vasallos, encargándose el propietario del nombramiento de los clérigos que desde ese
momento se consideraban vasallos y sus cargos como feudos.
La alta jerarquía eclesiástica, también fue introduciéndose en la organización feudal.
Sus riquezas terrenales quedaban incluidas en este sistema económico y social, ya que
eran consideradas como auténticas tenencias, y por lo tanto la investidura debía ser
realizada por el príncipe. Por todas estas razones, vemos como los cargos terrenales y
espirituales acabaron por ir unidos. Los poderes laicos tenían la potestad para investir a
los cargos eclesiásticos.
Desde el siglo X, el príncipe era el único que investía a los obispos. Atrás quedaba
olvidada la tradición canónica, según la cual la elección de los cargos eclesiásticos
correspondía al clero y al pueblo.
Desde Otón I, nadie disputó esta regalía a los príncipes alemanes. El obispo se convertía
en vasallo, cuyo feudo volvía al rey tras su muerte. Esta circunstancia fortalecía a la
corona frente al feudalismo laico, turbulento e indisciplinado. En contrapartida,
condicionaba la libertad de los obispos y abades para poder designar a aquellos
candidatos más idóneos, ya que en muchos casos, por no decir en la mayoría, los papas
designados en este siglo no estuvieron a la altura de las expectativas depositadas en
ellos.
Desde la mitad del siglo XI, la imagen del emperador se hallaba en una época de gran
esplendor, ya que se le consideraba el heredero de la tradición romana y por lo tanto
tenía un carácter sagrado. Era consagrado por el Papa, aunque en un papel de mero
intermediario, ya que en realidad era Dios quien lo hacía y por ello tomaba una
proyección universal.
Desde Otón III, el Imperio se concebía como una confederación de todos los pueblos
cristianos, por lo que la principal misión del mismo era la ordenación y la defensa de
toda la cristiandad, de ahí la búsqueda de la dominación del papado.
Este cesaropapismo, término político –religioso que se aplica a las relaciones entre la
Iglesia y el Estado y que identifica o supone la unificación en una sola persona de los
poderes político y religioso, consideraba a la Iglesia como un órgano más del Estado.
Esta característica tendrá su máxima expresión con el reinado de Enrique III (1039-
1056), quien entendía que Cristo actuaba directamente a través de su poder real, no
dudando, por ello, en ejercer un severo control sobre la Iglesia alemana e intervenir,
directamente, en la elección del Papa.
Con su muerte esta práctica será fuertemente cuestionada. En Roma, se irá
construyendo un grupo de clérigos interesados en liberar a la Iglesia del sometimiento
infringido por la monarquía y dignificar el nivel del clero, tan denostado por el resto de
2
I. «Quod Romana ecclesia a solo Domino sit fundata». (Que la Iglesia Romana ha
sido fundada solamente por el Señor).
II. «Quod solus Romanus pontifex iure dicatur universalis». (Que sólo el Pontífice
Romano sea dicho legítimamente universal).
III. «Quod ille solus possit deponere espiscopus vel reconciliare». (Que él sólo
puede deponer o reponer obispos).
IV. «Quod legatus eius omnibus episcopis presit in concilio etiam inferioris gradus
et adversus eos sententiam depositionis possit dare». (Que su legado está en el
concilio por encima de todos los obispos aunque él sea de rango inferior; y que
puede dar contra ellos sentencia de deposición).
V. «Quod absentes papa possit deponere» (Que el Papa puede deponer ausentes).
VI. «Quod cum excommunicatis ab illo inter cetera nec in eadem domo debemus
manere». (Que con los excomulgados por el Papa no podemos, entre otras cosas,
permanece en la misma casa).
VII. «Quod illi soli licet pro temporis necessitate novas leges condere, novas plebes
congregare, de canonica abatiam facere et e contra, divitem episcopatum dividere et
inopes unire». (Que sólo al Papa le es lícito, según necesidad del tiempo, dictar
nuevas leyes, formar nuevas comunidades, convertir una fundación en abadía y,
recíprocamente, dividir un rico obispado y reunir obispados pobres).
VIII. «Quod solus possit uti imperialibus insigniis». (Que él sólo puede llevar las
insignias imperiales).
IX. «Quod solius pape pedes omnes principes deosculentur». (Que todos los
príncipes deben de besar los pies solamente del Papa).
X. «Quod illius solius nomen in ecclesiis recitetur». (Que sólo del Papa se nombre
el nombre en las iglesias).
XI. «Quod hoc unicum est nomen in mundo». (Que este nombre es único en el
mundo).
XII. «Quod illi liceat imperatores deponere». (Que le es lícito deponer a los
emperadores).
XIII. «Quod illi liceat de sede ad sedem necessitate cogente episcopos
transmutare». (Que le es lícito trasladar a los obispos de una sede a otra, si le obliga
a ello la necesidad).
XIV. «Quod de omni ecclesia quocunque voluerit clericum valeat ordinare». (Que
puede ordenar clérigos de cualquier iglesia en donde quiera).
XV. «Quod ab illo ordinatus alii eclesie preesse potest, sed non militare; et quod ab
aliquo episcopo non debet superiorem gradum accipere». (Que un ordenado por él
puede presidir otra iglesia, pero no servirla; y que el ordenado por él no puede
recibir grado superior de otro obispo).
XVI. «Quod nulla synodus absque precepto eius debet generalis vocari». (Que
ningún sínodo se llame general si no ha sido por orden del Papa).
XVII. «Quod nullum capitulum nullusque liber canonicus habeatur absque illius
auctoritate». (Que ningún capitular ni ningún libro sea considerado como canónico
sin su autorizada permisión).
XVIII. «Quod sententia illius a ullo debeat retractari et ipse omnium solus retractare
possit». (Que su sentencia no sea rechazada por nadie y sólo él pueda rechazar la de
todos).
XIX. «Quod a nemine ipse iudicare debeat». (Que no sea juzgado por nadie).
XX. «Quo nullus audeat condemnare apostolicam sedem apellantem». (Que nadie
ose condenar al que apela a la sede apostólica)
XXI. «Quod maiores cause cuiscunque ecclesie ad eam referri debeant». (Que las
causas mayores de cualquier iglesia, sean referidas a la sede apostólica).
XXII. «Quod Romana ecclesia nunquam erravit nec imperpetuum scriptura testante
errabit».(Que la Iglesia Romana no ha errado y no errará nunca, según testimonio de
las Escrituras).
XXIII. «Quod Romanus pontifex, si canonice fuerit ordinatus, meritis beati Petri
indubitanter efficitur sanctus testante sancto Ennodio Papiensi episcopo ei multis
sanctis patribus faventibus, sicut in decretis beati Symachi pape continetur». (Que el
Pontífice Romano, una vez ordenado canónicamente, es santificado indudablemente
por los méritos del bienaventurado Pedro, según testimonio del santo obispo
Ennodio de Pavía, apoyado por los muchos santos Padres según se contiene en los
decretos del Beato Papa Símaco)).
XXIV. «Quod illius precepto et licentia subiectis liceat accusare». (Que por orden y
permiso suyo es lícito a los subordinados formular acusaciones).
XXV. «Quod absque synodali conventu possit episcopus deponere et reconciliare».
(Que sin intervención de Sínodo alguno puede deponer y reponer obispos).
XXVI. «Quod catholicus non habeatur, qui non concordat Romane ecclesie». (Que
nadie sea llamado católico si no concuerda con la Iglesia Romana).
XXVII. «Quod a fidelitate iniquorum subiectos potest absolvere». (Que el Papa
puede eximir a los súbditos de la fidelidad hacia príncipes inicuos).
Respecto al primer punto, Gregorio VII resalta la elevada dignidad y autoridad papal
dado por el carácter en sí que tiene la Iglesia. En la primera disposición nos dice que
“la Iglesia romana fue fundada únicamente por Dios”. Esta afirmación, no sólo
excluye toda participación laica de su fundación, sino que además nos recuerda el
poder que Cristo dio a Pedro y que se transmitía por él a sus sucesores, siendo de
origen divino. No hay que olvidar que el Papa se identificaba, en sus escritos, con el
apóstol, quien por su boca habla, legisla, condena,…
Por otro lado, las disposiciones 22 y 26 serán la base de la posterior expresión de
poder papal, ya que éste es el sucesor de San Pedro y como tal es superior a los otros
obispos, en razón de la misma preeminencia de Pedro sobre los otros discípulos. De
ahí que todos los dictados exalten su figura: sólo él puede ser llamado universal,
susciten con sus vasallos, a cambio se le aseguraba la libre circulación por tierras
germánicas. En cuanto a la reintegración de Enrique a la dignidad imperial,
Gregorio la condiciona al consentimiento de los príncipes.
Es en la solución de este conflicto político donde vemos cómo se aplican las
disposiciones 12,24 y 27, por lo tanto los Dictatus se aplicarán en la vida cotidiana
con rango de leyes que regirán las relaciones entre el poder temporal y el
eclesiástico.
V. CONCLUSIÓN
VI. BIBLIOGRAFÍA