Ecosofia
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http://dx.doi.org/10.5209/ILUR.61030
Resumen. El presente artículo expone algunas ideas relevantes de la noción de ecosofía de Raimon
Panikkar y con ello profundiza en la sabiduría del oikos. Se pretende destacar la originalidad del
planteamiento ecosófico de Panikkar, cuyo pensamiento es fruto de un fecundo diálogo intercultural-
interreligioso (hinduismo, cristianismo y budismo). Si bien el autor no desarrolló de forma sistemática
la noción ecosofía, su ontología de madurez, expresada en la noción del ritmo del ser, nos puede
aproximar a comprender de manera novedosa esta sabiduría que se manifiesta en un llegar a ser donde
participan lo divino, lo humano y lo cósmico. Se expondrá que la noción de ecosofía nos asienta en la
vida contemplativa y la sabiduría de la inter-in-dependencia.
Palabras claves: ecosofía, Raimon Panikkar, ritmo del ser, intuición cosmoteándrica, sabiduría, vida
contemplativa, inter-in-dependencia.
Cómo citar: Sepúlveda Pizarro, J. (2018), Ecosofía: hacia una comprensión de la sabiduría de la tierra
desde la noción de ritmo del ser de Raimon Panikkar, en Ἰlu. Revista de Ciencias de las Religiones 23,
263-278.
1
Facultad de Ciencias Religiosas y Filosofía. Universidad Católica de Temuco (Chile).
Correo electrónico: jsepulveda@uct.cl
1. Introducción
Tal como señalé anteriormente, la palabra ecosofía expresa la idea de una sabiduría
cosmológica. Sin embargo, para Raimon Panikkar, el cosmos no se puede entender
sin su relación con la dimensión divina y humana de la realidad. Esta idea no es ajena
a la visión de la cosmología antigua dominante de occidente, donde el actuar moral
del ser humano era desplegado por su participación en un cosmos que era todo orden
2
Algunos de los autores que han desarrollado el término ecosofía son: Arne Naess 1973, Josef Estermann, 2013
y Félix Guattari, 2015.
3
En la identidad intercultural-interreligiosa de Raimon Panikkar (Barcelona, 1918 – Tavertet, 2010) confluyen
cuatro tradiciones: cristiana, hindú, budista y secular. Se destaca además, su formación académica interdiscipli-
naria: es Doctor en Filosofía (1946), en Ciencias (1958) y en Teología (1961).
4
A los interesados en profundizar la propuesta de ecosofía de R. Panikkar desde la teología sugiero los siguientes
artículos: «Ecosofía: otra manera de comprender y vivir la relación hombre-mundo» (Meza 2010) y «Espiritua-
lidad ecológica: una nueva manera de acercarse a Dios desde el mundo» (Pérez Prieto 2010).
5
Este coloquio realizado en el año 1989 fue publicado en el libro «Ecosofía. Para una espiritualidad de la tierra»
(Panikkar 1994).
Sepúlveda Pizarro, J. ’Ilu (Madrid) 23 2018: 263-278 265
y belleza. En esta concepción el cosmos era parte de un término mayor: physis (natu-
raleza), cuyo ámbito de indagación incluía no solo la estructura del universo (cosmos)
sino también los orígenes de toda la existencia. Este sentido omniabarcador es el que
le otorgó a la physis un halo de divinidad. Sin embargo, el nacimiento del pensamien-
to moderno cortó nuestras raíces con el cosmos y lo divino. El ensalzamiento del su-
jeto histórico llevó consigo la objetivación del mundo y, con ello, la trágica escisión
entre sujeto y objeto. A nivel psíquico se perdió mundo y, tal como lo expresa el filó-
sofo Byung-Chul Han «uno solo se tiene a sí mismo, al pequeño yo»6. Este cuestiona-
miento a los límites de la cultura logocéntrica de occidente es justamente lo que lleva
a Panikkar a desarrollar su neologismo ecosofía, la sabiduría de la Tierra. Con dicha
terminología quiere destacar el sentido genitivo subjetivo que la palabra conlleva:
El sentido genitivo subjetivo del término hace referencia a una sabiduría que no
es exclusiva del ser humano. Panikkar desarrolla esta idea a partir de su noción de la
intuición cosmoteándrica. Con la palabra intuición, no hace referencia a un sistema
o a una teoría, sino a un símbolo vivo de la presencia total de la realidad. Por eso, la
intuición cosmoteándrica es del orden del mythos y no del logos8. La palabra cosmo-
teándrica expresa la estructura trinitaria que aparece en la consciencia humana y que
integra las dimensiones de lo divino, lo humano y lo cósmico9. Cada una de estas
dimensiones es única, irreductible y dependiente de los otras dos. De esta manera, la
intuición cosmoteándrica es el nuevo mythos unificador de la humanidad que viene
«armonizar el mundo de Dios, el mundo de los hombres y todo el cosmos»10
Para Panikkar, la «intuición trinitaria es una especie de “invariante” cultural y por
ende, humana»11, y destaca la asombrosa ubicuidad de la estructura triádica en la
realidad, tanto en la antropología tripartita defendida en sus escritos (cuerpo, alma y
espíritu), como en las tríadas cosmológicas de muchas culturas y concepciones hu-
manas de la realidad12. De esta manera, la visión cosmoteándrica podría ser muy bien
considerada «la forma original y primordial de la conciencia»13.
6
Byung-Chul Han 2015, 9.
7
Panikkar 2008.
8
Panikkar utiliza la palabra mythos con «y» para destacar la relación semántica con logos. El mythos es el hori-
zonte que le da sentido a nuestras vidas, y por ende, no pertenece al ámbito de la reflexión. El dinamismo mythos
y logos se da en los procesos de desmitificación y remitificación. Es decir, en todo proceso de desmitificación,
le sigue uno de remitificación donde el logos encuentra un mythos al cual ya no cuestionar.
9
Cabe observar, que para Panikkar, la expresión teantropocósmica podría ser la denominación más exacta a esta
intuición, ya que anthrōpos se refiere al hombre como ser humano diferente a lo divino, mientras que anēr
tiende a connotar lo masculino, aunque esto no siempre ha sido así. Por lo demás, Panikkar recoge la palabra
teandria considerando la rica tradición de su significado en occidente en referencia a la unión de lo humano y
lo divino sin confusión.
10
Pérez Prieto 2008, 326.
11
Panikkar 2004, 15.
12
Para fundamentar el alcance trinitario como invariante cultural y humana, Panikkar en su libro el Ritme de
l’Èsser da algunos ejemplos de la historia donde argumenta que la tríada parece ser el símbolo universal de la
unidad perfecta, estando ya presente en Egipto, en la revelación védica, en la tradición filosófica griega, entre
otros. Con todos estos ejemplos Panikkar evita sacar conclusiones precipitadas.
13
Panikkar 1999a, 76.
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La comprensión de esta tríada exige una metanoia tal, que supere un pensar sus-
tancial a uno relacional. Panikkar fundamenta este pensar relacional en su pensa-
miento trinitario14, en donde las tres dimensiones de la realidad cosmoteándrica no
son ni uno ni tres (ni monismo ni pluralismo); por el contrario, su constitución trina
se manifiesta en una triple relación de inter-in-dependencia de la realidad. Explicaré
cada una de estas dimensiones y su implicancia en la noción de ecosofía.
Para Panikkar la percepción fundamental de la dimensión divina es la infinita
inagotabilidad de todo ser, su carácter siempre abierto, su misterio, su libertad. Todo
ser está suspendido «sobre un insondable fundamento que hace posible el crecimien-
to, la vida y la libertad»15. La dimensión divina no es una superestructura superpues-
ta a los seres, o un Otro absoluto, sino que es el principio constitutivo de todas las
cosas, de ahí la calificación de Dios como relación, aludiendo a su relación genitival
que pone a cada cosa en relación con toda la realidad. Un aspecto importante a des-
tacar en relación a la ecosofía, es que Dios no es sólo un Dios del ser humano, sino
también el Dios del Mundo, es decir, tiene funciones cosmológicas y cosmogónicas;
sin estas funciones no sería Dios: «Dios es esa dimensión de más y mejor tanto para
el Mundo como para el Hombre»16. Tanto el ser humano como el mundo no están
acabados y, al contrario de lo que en un momento la ciencia pensó, el mundo no se
expande mecánicamente y causalmente, en él también se despliega formas de autor-
ganización y libertad. Por lo tanto, en el devenir del ser humano participa el cosmos
y lo divino.
La dimensión humana en la intuición cosmoteándrica tiene un carácter relacional,
en tanto que Panikkar acentúa el estatus ontológico de la consciencia humana como
mediadora y no como intermediaria (como agente). Este rol mediador implica que
todo ser real entra en el campo de la consciencia y como tal está relacionado con el
conocimiento humano. Es decir, lo que hablamos, pensamos, afirmamos o negamos
está en relación con nuestra consciencia. El que la realidad entera viva humanizada
por la consciencia humana no debe interpretarse de modo antropocéntrico. De ahí
que Panikkar dirá que «las aguas de la consciencia humana bañan las orillas de lo
real»17, es decir, tanto lo material como lo divino son irreductibles a la sola conscien-
cia. Sin duda, aquí entramos en la abundante discusión contemporánea entre las
posturas antropocéntricas y biocéntricas de las éticas ambientales y ecológicas. Un
ejemplo de ello son las preguntas que surgen del ensayo emblemático de Aldo
Leopold: ¿Puede el ser humano pensar como una montaña? ¿No existe un condicio-
nante antropológico en todo conocimiento del mundo? Panikkar no sigue el camino
dicotómico para enfrentar este dilema, puesto que la discusión entre antropocentris-
mo y biocentrismo no tiene lugar en el planteamiento cosmoteándrico. Esto es, por-
que la intuición cosmoteándrica no tiene centro, es decir, no gravita alrededor de un
14
El pensamiento trinitario de Panikkar tiene sus bases principalmente en el cristianismo y el advaita hindú. Para
Panikkar ambas tradiciones manifiestan aquella realidad que no es ni monista ni pluralista. En el caso de la
Trinidad, las tres personas Padre-Hijo-Espíritu, no es una tríada de tres elementos (pluralismo) ni tres dimensio-
nes de una sola unidad (monismo). Por su parte, en el advaita hindú la experiencia suprema de no-separatividad
entre ātman-brahman, niega tanto que la realidad sea uno como que la realidad sea dos. En ambos casos para
Panikkar, la visión de la relacionalidad es primaria.
15
Panikkar 1999a, 82.
16
Panikkar 1999a, 97.
17
Panikkar 1999a, 83.
Sepúlveda Pizarro, J. ’Ilu (Madrid) 23 2018: 263-278 267
18
Es importante destacar, que si bien Panikkar establece la relacionalidad de las tres personas en términos de po-
siciones relativas y constitutivas de la realidad, nos recuerda siempre de la existencia de un orden sacro donde
el misterio de la divinidad se comprende como mysterium coniunctionis –mediación– y no como tercera oposi-
ción en la perichôresis trinitaria.
19
Panikkar 1994, 116.
20
Panikkar 1994, 45.
21
Boff 1997, 38. Boff menciona a Brandon Carter como creador del principio antrópico en el año 1974.
22
Panikkar 1999a, 97.
23
Panikkar 1999a, 85.
24
Panikkar 1999a, 95.
25
Panikkar 1999a, 96.
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zar en dicho dinamismo que se expresa en un destino común, una temporalidad que
para Raimon Panikkar se manifiesta en la consciencia humana como ritmo del ser,
que es la sabiduría cosmoteándrica. La noción del ritmo del ser quedó plasmada en
la última gran obra que publicó en vida: The Rhythm of Being. The Gifford Lectu-
res26. Con las palabras ser, vida y realidad, Panikkar hace referencia a la experiencia
cosmoteándrica. Con respecto a la palabra ritmo quiere dar cuenta de la experiencia
humana del tiempo que gravita en el momento presente como verdaderamente único
y creador. La noción de ritmo del ser amerita un tratado propio. Sin embargo, quisie-
ra destacar algunas ideas relevantes que nos aportan a la comprensión del término
ecosofía.
3. El ritmo del ser es una sabiduría del orden de la realidad que no es
antropocéntrica
En la noción de ritmo del ser, Panikkar quiere destacar su posición genitivo subjeti-
vo, es decir, la realidad se realiza en nuestra consciencia de ella. Keiji Nishitani, fi-
lósofo de la Escuela de Kioto, expresa esta idea de la siguiente manera: «la realidad
se realiza (actualiza) a sí misma en nosotros […] y que, al hacerlo, tiene lugar la
autorrealización de la realidad misma»27.
En esta noción de la realidad, podemos destacar la siguiente idea: la antropología
es ontología. En palabras de Panikkar: «Son nuestros estados (antropológicos) de
conciencia (de la realidad)»28. Es decir, somos parte de la realidad, no estamos sepa-
rados. La realidad no es objeto que se somete a un proceso de fabricación del ser
humano. Hay un habitar en el mundo que se caracteriza más en una actitud de pasi-
vidad que en una actividad de producir. Es un dejar-se-afectar. Este habitar propio
de la consciencia temporal del ritmo del ser nos lleva a experimentar la relación su-
jeto-objeto de manera diferente a la escisión interno/externo que es como común-
mente percibimos la realidad:
Por lo tanto, la experiencia del ritmo del ser en su posición genitivo nos lleva a
tomar consciencia de la participación de la vida en un sentido cosmológico. Hay un
orden en la realidad que nos guía, una sabiduría de la cual nosotros también somos
parte. Por eso Panikkar nos dirá que si bien toda actividad humana empieza en sí
misma, no acaba en sí misma, puesto que su acción «abraza a los demás, participa en
26
Este libro tuvo su origen en las prestigiosas Gifford Lectures pronunciadas por R. Panikkar en Edinburgh entre
1989-1990
27
Nishitani 1999, .41s.
28
Panikkar 2000, 65.
29
Panikkar 2012, 104. La traducción es mía.
Sepúlveda Pizarro, J. ’Ilu (Madrid) 23 2018: 263-278 269
el ritmo en la danza de la realidad»30. Sin duda, esta filosofía tiene conexiones pro-
fundas con la rica tradición de wu wei taoísta y de la acción desinteresada del Gita.
De esta manera, la sabiduría es el ritmo natural de la vida y como tal, no se hace
efectivo por la voluntad del ser humano, por el contrario hay que dejar que el fenó-
meno de la vida se haga sí mismo. Desde esta perspectiva, la sabiduría es una mora-
da que se construye, pero que sin embargo no se puede buscar, cualquier violencia de
voluntad significa dañar su independencia y libertad. Por eso preparar la morada
significa esperar y «la esperanza no está orientada hacia el futuro; se refiere a la di-
mensión invisible de la realidad y no a algo aún por llegar»31. De ahí que la iniciativa
sea de la sabiduría, del orden mismo de la realidad. Para Panikkar, la construcción de
la morada parece mucho más a un parto que a una obra ingenieril. Claramente nos
hemos desentendido de una visión antropocéntrica de la palabra sabiduría.
Panikkar integra nuevamente la conexión intrínseca entre ser y tiempo, tal como lo
afirmaban los antiguos griegos: Vida como el tiempo del ser (Zoe como chronos tou
einai). De esta manera, la Vida es el mismo tiempo intrínseco de las cosas, idea que
estaba también presente en la tradición de la India, donde el tiempo es el «que “ma-
dura a los seres y abraza las cosas”»32. El tiempo no es un accidente del ser. Los seres
no viven en el tiempo como si recorriesen un camino. Los seres son el tiempo.
Sin embargo, el tiempo de maduración de los seres, no es un tiempo lineal y
circular. Esta temporalidad no deja de ser transgresora para la visión dominante de
occidente que ha identificado el tiempo con el tiempo histórico. Este último se apoya
en el futuro para dotar de sentido a los acontecimientos, los hechos transcurren li-
nealmente y el cambio pasa ser la gravitación temporal relevante. Así, Byung-Chul
Han señala que «el tiempo histórico no conoce un presente duradero […] El presen-
te no tiene ninguna sustancia en sí. Solo es un punto de transición. Nada es. Todo
será»33.
Contrario a la temporalidad histórica, Panikkar otorgará peso ontológico al tiem-
po presente. El ritmo del ser es una noción que intenta trascender la dialéctica ser/
devenir que tanto ha aquejado a la filosofía occidental. Para Panikkar, la relación
entre ser/devenir es advaita y simbólicamente expresa una concepción del ser, como
ser/siendo. Esta concepción difiere tanto de la visión estática y metafísica del ser
como de la interpretación del devenir despojado de un status ontológico. Por el con-
trario, ser/siendo es novedad, un latido, es ritmo:
El ser ha de ser, siendo. Y este acto implica actividad, dinamismo, vida […] No
tiene por qué ser un desarrollo temporal lineal que se dirija hacia algún lugar don-
de no ha estado previamente. Ha de ser novedad, un latido, un ritmo […] Es un
llegar-a-ser34.
30
Panikkar 1994, 59s.
31
Panikkar 1998, 48.
32
Panikkar 1999b, 170.
33
Byung-Chul Han 2015, 30.
34
Panikkar, 1996, 23. La traducción es mía.
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Este llegar a ser es un latido, un ritmo, que expresa el crecimiento de todos los
seres. Sin embargo, posee la particularidad de ser carente de telos, es decir, no va
a ninguna parte. Panikkar rompe de esta manera con las metáforas de tiempo
circular y lineal. Es decir, la experiencia del ritmo supone una actitud diferente
para vivenciar el tiempo y el espacio. Como el ritmo no va a ninguna parte, Pa-
nikkar nos dirá que «ya no somos viatores (viajeros). Nos hemos convertido en
comprehensores (completos, perfectos, omnicomprensius)»35. Esta densidad tem-
poral del presente es la verdadera textura de la vida y se manifiesta en la experien-
cia del ahora. Esta experiencia hace referencia a un instante radicalmente nuevo
que tiene su consistencia propia: «Una con-sis-tencia (no sólo una dis-tensión, o
ex-tensión) que da a cada momento su mensaje, su personalidad: su eternidad»36;
es decir, cada momento es completo en sí mismo, y por ende, es irreductible. De
ahí que el ritmo del ser también supera la visión del tiempo circular como pura
repetición, pues cada momento es una creación. La experiencia de tiempo presen-
te tiene una gran fuerza simbólica para la ecosofía, pues significa cultivar la vida
contemplativa.
Una de las paradojas que presenta la noción de ritmo del ser es que al situarnos en la
experiencia del presente, Panikkar nos habla de un tiempo que permanece, que tiene
su propia con-sis-tencia, “su eternidad”. Es como una detención o trascendencia del
tiempo, pero ¿no se nos presenta una aporía, en tanto que todo ser está afectado por
el tiempo? ¿Cómo trascender el tiempo, si este es constitutivo de la realidad? Ade-
más, la palabra “eternidad” ¿no tiene una carga metafísica que se contradice con una
filosofía del tiempo y la finitud?
Desde una visión dualista, entendemos que tiempo y eternidad son realidades
separadas. Así, por una parte la noción de eternidad es vista como una noción ob-
jetiva, real, que pertenece sólo a la dimensión divina; en contraposición, la noción
de temporalidad es vista como irreal, subjetiva, de monopolio exclusivo del ser
humano. Por otra parte, a la inversa de esta interpretación, la visión dualista tam-
bién puede anteponer un tiempo como real y la eternidad como una proyección
subjetiva.
Panikkar asume el desafío de superar este dualismo ontológico y para ello, desa-
rrolla el neologismo tempiternidad. Para su comprensión es medular su pensamiento
cosmoteándrico, donde la dimensión cósmica es un polo relativo de lo divino. Es
decir, la tempiternidad simboliza el equilibrio entre la alternancia rítmica de la pola-
ridad entre el ser y el no ser37, o siguiendo a Karlfried Graf Dürckheim, entre el yin
y yang, entre la individuación (yang) y la disolución de esta forma en la gran unidad
del ser (yin)38. Esta gran unidad al ser es experiencia de la vida contemplativa. El
35
Panikkar, 2012, 88. La traducción es mía.
36
Panikkar 1996, 22. La traducción es mía.
37
Es importante destacar que no es por el pensamiento dialéctico de la negación formal por la que Panikkar se
aproxima a la noción de no-ser, sino que su comprensión se sustenta en la experiencia budista de la vacuidad,
cuya expresión sánscrita es śunyatā. La complejidad de término amerita un apartado especial para un entendi-
miento más profundo.
38
Dürckheim 2005, 172.
Sepúlveda Pizarro, J. ’Ilu (Madrid) 23 2018: 263-278 271
pensamiento mítico del acto sacrificial presente en muchas culturas nos ayuda a
comprender mejor esta idea. Este acto presenta un doble movimiento: el primero, el
sacrificio divino, donde lo uno se hace múltiple, y el segundo, el sacrificio humano,
donde lo múltiple se hace uno. El primero es el nacimiento del tiempo y el universo,
y el segundo es el acto de trascender el tiempo, de regreso al uno. En esta última
instancia, «todo tiene el mismo Origen, todo está relacionado, el universo entero es
una familia, un macro-organismo»39. Es una consciencia sacramental del universo
que se logra por la vida contemplativa. Así, para el indólogo Óscar Pujol, el segundo
sacrificio es reabsorción o concentración, que en términos fenomenológicos es la
experiencia de la contemplación, en donde «la convergencia (samādhi) que, por ser
único, deja de ser punto. Es decir, deja de ser espacio localizable para ser no-espacio,
utopía»40.
Este espacio no-localizable es para Panikkar, la experiencia de la tempiternidad
donde cada momento es habitado por la otra cara “eterna” de la vida. La vida con-
templativa permite experimentar un tiempo de duración que nos sitúa en una habitar
temporal en el mundo muy diferente a la vida agitada que llevamos hoy en día donde
nos falta tiempo, por ende nos falta ser. Por eso, pensar en las raíces profunda de la
crisis ambiental es pensar en la crisis temporal que vive nuestra civilización. La op-
ción de occidente por la vida activa por sobre la vida contemplativa es una de sus
causas. Así para Óscar Pujol, el delito ecológico de nuestra sociedad ha sido en el
ser humano el abuso del primer principio de individuación (asociado con la vida
activa), tanto en el deseo compulsivo como en su abstención. En el caso del deseo,
el «estruendo de los sentidos» se expresa en una subjetividad humana caracterizada
por el deseo irracional de posesión y tenencia de cosas, así como también en la in-
transigencia fundamentalista obsesionada por detener la fluidez de la vida. Pero
agrega que al estruendo de los sentidos le corresponde también el delito de la «sor-
dera del espíritu», que es «esta incapacidad para disfrutar del silencio, de la ausencia,
o incluso de la monotonía»41, como por ejemplo la incapacidad de experimentar
aquellos momentos contemplativos que surgen en nuestra relación con la naturaleza.
Como dice Aldo Leopold sobre el hombre moderno: «Llévale a pasar un día en plena
naturaleza y, de no ser en un campo de golf o en una zona ‘pintoresca’, se aburre
soberanamente»42. La época de las prisas no nos permite profundizar en aquella per-
cepción de la vida contemplativa en donde «Solo en las profundidades del Ser se
abre un espacio en el que todas las cosas se aproximan y se comunican las unas con
las otras»43.
¿Cómo se construye una subjetividad de la contemplación? Para Panikkar, el ser
humano en estado de contemplación y serenidad siente el deseo de convertirse en
cada cosa, en implicarse en cada proceso, de estar presente en todas partes. Esto no
debe entenderse como un impulso de posesión, sino como «el deseo de estar activo
en el corazón de la realidad»44. A este deseo de convertirse en cada cosa, Panikkar lo
llama conocimiento identificante: llegar ser la cosa conocida. Este conocimiento tie-
39
Panikkar 1999a, 37.
40
Pujol 2001, 54.
41
Pujol 2001, 52.
42
Leopold 2005, 154.
43
Byung-Chul Han 2015, 73.
44
Panikkar 2011a, 29.
272 Sepúlveda Pizarro, J. ’Ilu (Madrid) 23 2018: 263-278
ne un tiempo, o mejor dicho un ritmo, llegar a ser, y es el que permite conocer cre-
ciendo:
Conocer de verdad es llegar a ser la cosa conocida sin dejar de ser lo que uno es.
“Llegar a ser” no es solamente cambio, no es un movimiento de lo que somos a lo
que deberíamos ser. Llegar a ser es el verdadero crecimiento del ser-siendo. Es el
verdadero ritmo de la realidad. Contemplar cómo los lirios crecen es dejarlos cre-
cer tanto dentro como hacia fuera, en los campos de la tierra y de igual forma en
el campo de nuestra conciencia y en el reino divino45.
El conocimiento identificante nos sitúa en nuevos modos de ser, por eso para
Panikkar, la antropología es ontología. El mismo conocimiento aquí cobra un nuevo
sentido, el conocimiento es crecimiento y por lo tanto no se reduce a epistemología.
Encontramos resonancias con esta idea en autores naturalistas. Un ejemplo de ello es
el filósofo trascendentalita R.W. Emerson, para quien la experiencia de estar en los
bosques desencadena una transformación en el ser humano:
El conocimiento identificante nos lleva a una ampliación del sí mismo, que es uno
de los principios fundamentales de diversas propuestas ecologistas. Por ejemplo, el
principio de autorrealización de la ecosofía T de Arne Naess también apunta a un
nuevo sí mismo que se identifique con los otros seres, no solo humanos, sino también
del mundo biótico. Idea que plasma en su noción de Self ecológico, donde la identi-
ficación con los otros seres supone una empatía que no se reduce a una simple pro-
yección subjetiva. Por su parte el teólogo Thomas Berry recurre a diversas tradicio-
nes religiosas donde la concepción del universo como persona permite entender la
relación microfase y macrofase en todo ser, en donde «todo tiene su fase individual
y su fase cósmica»47. Es decir, la consciencia de la persona cósmica permite ver la
relación íntima entre el universo y cada átomo individual.
La experiencia del conocimiento identificante implica en el planteamiento ecosó-
fico de Panikkar el tomar consciencia que la Tierra es parte de nosotros mismos, de
nuestro sí, aunque esto no signifique igualdad48. Por eso para Panikkar no puede ha-
ber experiencia de sabiduría sin tomar consciencia que la Tierra es nuestra morada.
Así lo explica: «Mientras no contemple cada pedazo de tierra como mi cuerpo, no
sólo menosprecio a la tierra, sino que también menosprecio a mi cuerpo. ¡Aquí co-
mienza el conocimiento!»49.
45
Panikkar, 2001, 47.
46
Emerson 2008, 44s.
47
Berry 1997, 90.
48
La noción de Panikkar de conocimiento como crecimiento es lo que lo lleva a concebir la experiencia de la
unidad sin caer en monismo: en el llegar a ser la cosa conocida, hay identidad y diferencia a la vez.
49
Panikkar 1998, 68.
Sepúlveda Pizarro, J. ’Ilu (Madrid) 23 2018: 263-278 273
50
Leopold 2005, 154.
51
Panikkar 2007, 166.
52
Panikkar 2012, 184. La traducción es mía.
274 Sepúlveda Pizarro, J. ’Ilu (Madrid) 23 2018: 263-278
La manera de relacionarse unas con otras es similar a una danza rítmica en la que
yo creo espontáneamente mi papel en la danza escuchando la música global-que
también puedo contribuir a hacer. El orden es un orden ontonómico en el que cada
ser (on) descubre su nomos propio dentro del Todo: ontonomía. Cada ser es mu-
tuamente inter-in-dependiente y, obviamente, según toque mi partitura tendré más
o menos influencia sobre los demás, a los que les estimulará o les molestará mi
melodía y también actuarán o reaccionarán en correspondencia55.
53
Es importante destacar que Panikkar opta por utilizar la palabra simultaneidad en vez de sincronicidad puesto
que la primera da cuenta del fenómeno de la contigüidad de la realidad a partir de la aparente a-causalidad de
muchos de los fenómenos infra-atómicos.
54
Panikkar 1966, 166.
55
Panikkar 2012, 109. La traducción es mía.
Sepúlveda Pizarro, J. ’Ilu (Madrid) 23 2018: 263-278 275
56
Buber 2006, 14.
57
Panikkar 2011b, 338. La traducción es mía.
58
Panikkar 2011b, 335. La traducción es mía.
276 Sepúlveda Pizarro, J. ’Ilu (Madrid) 23 2018: 263-278
que aprender a interpretar sus signos y a percibir sus sonidos que suelen esconder-
se en el viento59.
Sin duda alguna, a la visión de atribuir un habla a la tierra, se le puede objetar que
encubre una concepción antropomórfica de la naturaleza. Sin embargo, siguiendo el
argumento de Panikkar, no podemos reducir el mundo a la subjetividad humana. De
hecho la experiencia personal con la naturaleza denota una relación de mutua in-
fluencia. Hay un cierto magnetismo que ella ejerce sobre el ser humano. Es decir, la
relación no solo descansa en la iniciativa humana. Un ejemplo de ello es el carácter
vestigial de las cosas que la sabiduría popular reconoce y que nos revela nuestra
constitución relacional yo-tú. Panikkar utiliza las palabras huellas para explicar este
fenómeno: «Dejamos nuestras huellas en las cosas, y las cosas en nosotros»60.
La sabiduría de la inter-in-dependencia, paradigma de la ecosofía, configura
una relación ética con la naturaleza, en tanto que physis y nomos se constituyen en
una relación personal. Es una relación personal y profunda que no se explica por
criterios utilitaristas, racionalistas, e incluso estéticos. Devolver la veneración que
merece a cada ser es la primera condición que Thomas Berry señala en su propues-
ta de la era ecozoica al mencionar que «el universo es una comunión de sujetos, no
una colección de objetos»61. Esta condición es parte también de la propuesta de
Panikkar:
La ecosofía es aquella sabiduría que nos hace sentir que la Tierra es también un
sujeto y, más aún, una dimensión constitutiva y definitiva de la realidad. Entonces
no se la usa como un medio, sino que se juega con ella como una compañera62
59
Chihuailaf 2014, 17.
60
Panikkar 1999a, 176.
61
Berry 1997, 108.
62
Panikkar 2007, 207.
63
La crítica del sujeto que ha acontecido en la segunda mitad del siglo XX iniciada por Heidegger con influencias
nietzscheana ha sido profunda en sus raíces, principalmente en su cuestionamiento al peso metafísico del sujeto
que «hace del ser humano el “sujeto”, el hypokeimenon, el modo fundamental del ser, al que remiten todos los
demás» (Rodríguez, 2004, 33). De esta manera, la autoposición de un sujeto lleva consigo la objetivación de
toda la realidad y, con ello, la cosificación del mundo, la naturaleza.
64
Leopold 2005, 145.
Sepúlveda Pizarro, J. ’Ilu (Madrid) 23 2018: 263-278 277
sión divina que acompaña al devenir cosmoteándrico. Recordemos que para Pa-
nikkar, Dios cumple funciones cosmológicas y cosmogónicas. Participar de una
nueva imagen de nuestra relación con la divinidad es un gran desafío para la ecosofía
y la buena reflexión teológica se hace vital. Un aporte a esta reflexión la entrega el
teólogo V. Pérez Prieto, para quien avanzar en una espiritualidad ecológica significa
pasar de la visión de un Dios dominador a un Dios relación-comunión trinitaria,
compañero, padre y madre, amante y amigo65. Otra propuesta es la de Thomas Berry,
quien en diálogo entre la teología y la ciencia, argumenta que la comprensión cientí-
fica del universo es una nueva experiencia reveladora de lo divino66. Esto significa
repensar lo divino en la dimensión inmanente de la vida.
8. Conclusión
65
Pérez Prieto 2010, 208ss.
66
Berry 1997, 37.
278 Sepúlveda Pizarro, J. ’Ilu (Madrid) 23 2018: 263-278
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