Karate Do Un Arte Marcial Sombras
Karate Do Un Arte Marcial Sombras
Karate Do Un Arte Marcial Sombras
Autor: L. Domelhajer
ISSN: 1699-4914
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2ª Edición 2008
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1. Preámbulo
Indice
· Preámbulo
· Karate-do into Martial Arts
· The Legend of Karate-Do
· Karate-Do and the best stroke
· The darkness of Karate-Do
· Student's Karate-Do
· Karate-Do under the fire
· Ordinary Karate-Do
Las palabras aquí escritas rara vez se han divulgado, han pasado de
generación en generación desde tiempo inmemorial a través del vínculo
maestro-aprendiz, a veces no dichas verbalmente, sino intuídas y
practicadas, dando por lo tanto al texto un valor más significativo. Además,
por una parte, se nos presenta la historia actual del Karate-Do más
tradicional y su lugar dentro de la esfera del Karate. Por otra, nos sumerge
hacia la zona más profunda de su filosofía.
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2. Iniciación
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3. Karate-do into Martial Arts
Mil karates, un karate, ningún karate. El karate, como todo arte marcial,
evolucionó a partir de un antepasado común en China (en cualquier libro de
karate encontraréis ésa historia, que se inicia con el Shorin y Shorei-ryu, y
que cualquier karateca conoce de sobra), en su evolución de siglos, diferentes
maestros modificaron y enseñaron "karates" particulares. Realmente, cuando
un maestro enseña de joven suele tener más fuerza y agilidad, por lo que,
habitualmente, su karate es más potente. A medida que pasan los años hará
un karate relativamente lento, y sus practicantes aprenderán un karate
ligeramente diferente. Esta norma, que no es genérica, da una idea de la
variabilidad de un arte marcial (a partir de ahroa, Karate) no sólo entre
escuelas, sino entre instructores.
El mismo Gichin Funakoshi especifica que su karate era "el Karate", aún así, a
su pesar, su karate pasaría a la historia como Shotokan.
Escuelas y estilos de karate actualmente, como antaño, existen infinidad. Los
occidentales, acostumbrados a poner etiquetas a todo, han acuñado ocho
denominaciones principales de karate.
La Federación Mundial de Karate, intentando reunir en un único palco
administrativo y de nomenclatura algo que, por su misma esencia, no es apto
de ser clasificable, intentó standarizar y reunir en una normativa a todo el
movimiento del karate mundial.
Un karate, ahogado de ésa forma, se muere y desaparece. Afortunadamente,
el karate tradicional (y, cada vez más, muchos karateckas tradicionalistas)
continúa sin ésas leyes ni está influenciado bajo el peso de la competición. El
karate tradicional sigue su curso en las sombras, al amparo de su propia
disciplina y con el impulso de cada vez nuevos practicantes. Evoluciona aún
dia a dia, como forma marcial y como forma espiritual.
Hace algún tiempo, se llevó a la práctica una convención, hoy aceptada por
casi todos, para diferencias el karate que los organismos administrativos y de
gestión querían llevar hacia el olimpismo con el karate más puro y tradicional.
Al primero se le denominó simplemente Karate, y, al segundo, Karate-Do
(literalmente: "el camino del karate").
Aunque algunos practicantes inexpertos y medios de comunicación confunden
a menudo ambas denominaciones, hoy en día cualquier instructor entiende la
diferencia sobradamente entre las dos.
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4. The Legend of Karate-Do
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En tiempos antiguos se conocían a los karatekas no por los anillos o
camisetas que portaban, sino por su forma de moverse, de desplazarse. Por
sus movimientos.
El auténtico Karate se inserta en nuestro ser más profundo, se forma en
nuestra naturaleza y todo el día el karateka despliega Karate por los cuatro
costados. No necesita otra difusión: él es en sí mismo el mejor emblema.
La sociedad capitalista y consumista actual, hábida de nuevos ídolos que
levantar para después pisotear, hambrienta de novedades, está siempre
abierta a las modas, atrapada por la imagen exterior. Según ella, no importa
tanto lo que sepas como lo que los demás crean que sepas. La sabiduría
marcial, así entendida, no va más allá de un mero y breve espectáculo
circense, al que todos están invitados y en donde cualquiera puede participar.
Es, solamente, en el momento de la verdad, en el único instante donde está
pendiente y en juego la vida y se hacen necesarios poner todos los
conocimientos en la tarea emprendida, es en ése instante, cuando los ídolos
de barro se derrumban y caen y sólo permanece en pie el auténtico karateka,
la torre adecuadamente cimentada, los conocimientos válidos y más
profundos. El auténtico espíritu marcial, la esencia y utilidad del Karate.
La fortaleza, para nuestra sociedad occidental, es quién posea el arma más
grande y temible. Sin embargo, para un karateka no es tan importante el
arma como la mente que maneja ésa arma.
Sólo bajo el control de la mente adecuadamente entrenada el arma será
verdaderamente eficiente.
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5. Karate-Do and the best stroke
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cuadno puedas mantener en paz tu espíritu, cuando pueds vivir lo que
practicas y ser consecuente contigo mismo y con tu conciencia, estarás en
posición de dar los primeros pasos para alcanzar tu propia paz interior y la
senda del auténtico Karate.
Usa tus manos para curar, nunca para golpear.
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6. The darkness of Karate-Do
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7. Student's Karate-Do
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8. Karate-Do under the FIRE
9. Ordinary Karate-Do
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Un Karate que no pueda ser usado habitualmente en tu vida rutinaria,
ordinaria, no sirve de nada. Un Karate que sólo sirva para perder tiempo y
dinero en un gimnasio y que después, al cruzar el umbral de la puerta, se te
quede en el tatami, es, realmente, una tontería.
Si sólo esperas del Karate un momento decisivo de tu vida en el cual luchar
contra alguien, o una medalla, tu Karate es, simplemente, patético.
Aunque todo éso se consiga, incluida también una buena forma física, e,
incluso, el camino hacia la iluminación o al menos lograr una cierta paz
interior, el Karate debe aportarte más a tu día a día.
Si ya eres practicante de Karate-Do no creo que te esté diciendo nada nuevo,
ya lo habrás descubierto tú.
Con ayuda de un buen instructor, tus movimientos se perfilan día a día,
esquivas peligros e incidencias por la calle, ganas reflejos y agilidad, percibes
situaciones de riesgo, e, incluso, te evitas de alguna que otra caída.
Gracias a los reflejos y coordinación obtenida por el Karate-Do, tu habitual
quehacer es más seguro. Por supuesto, no se está exento de que se caiga
una rama o que un coche nos atropelle (el Karate-Do no es un amuleto contra
la mala suerte) pero los reflejos e instintos conseguidos harán que, el incluso
hablar con un desconocido sea más seguro.
Estarás más seguro y harás más seguro y pacífico el ambiente en el cual
influyas y te rodee.
Realmente un buen karateka se nota a distancia, no ya por su forma de
pelear, sino por su forma de caminar y actuar. Aunque el Karate-Do ni mucho
menos te cambie el carácter, sí te lo perfile, corrigue tus puntos erróneos y
excesivamente violentos, te lleva a una posición más elevada sobre la cual
ver lo mismo que ves todos los días, lo mismo que te rodea. Te pone en
"perspectiva de combate". Una perspectiva nada violenta, simplemente,
efectiva.
Un karateka es, debido precisamente a que conoce los peligros de la
violencia, profundamente pacífico. Colabora, es solidario y altruista, no le
importan tanto el qué dirán como las verdaderas y justas causas. Está
siempre del lado del débil e indefenso, y no se deja amilanar ante el fuerte y
el poderoso.
Es, ante todo, un espíritu en continua evolución, y expansiona por donde va
su cordialidad y empatía. Como el agua de una corriente en un río de
montaña, fluye y es capaz de amoldarse, no se queda estancado, sabe que el
cambio, tal como el movimiento, es intrínseco a la vida. Pero ése cambio y
ésa evolución no da como logro una persona hiperactiva, de ningún modo. El
cambio y la adaptabilidad es algo mental, una forma de agilidad y paz
interior. Un equilibrio tranquilo. Porque todo karateka sabe que las energías
perdidas inútilmente pueden llevarte a la derrota, que las fuerzas han de
usarse en el momento necesario y justo, no antes. Ni después.
Por supuesto, cada persona es diferente, pero el Karate-Do no está reñido
con ninguna personalidad, solamente la cultiva y arranca los aspectos más
oscuros de ésta, y potencia las cualidades más humanas.
El kata es un camino donde el practicante controla cada momento de la
secuencia, así, en su vida, el practicante marcial está advertido a todo, sin
aprehensiones, pero controla y domina sobre aquéllo que le llega,
incorporando para sí lo mejor, percibiendo y diferenciando lo más
deshonorable y dañino.
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Pero, ciertamente, un karateka no se improvisa. El trabajo es continuo,
podemos decir lo que queramos, pero nuestros hechos y acciones hablarán
por nosotros. Un isntructor adecuado y preparado, nuestra perseverancia y,
sobre todo, nuestro compromiso serio con el Karate-Do, son las bases
fundamentales para seguir en ésta senda. De lo contrario, aún logrando
alcanzarla, correremos el riesgo de, puede que sin darnos cuenta, desviarnos
más y más, un día, un fatídico día, despertaremos sin saber siquiera dónde
estamos y en qué lugar de nuestra evolución hemos acabado.
Nuestra senda comienza ahora, comienza aquí. Cada día, cada amanecer en
el cual despiertas, es una lucha por la supervivencia. Cada persona usa las
armas que le ha puesto la vida o la suerte en sus manos, otras añaden
algunas más de su invención o ganadas con sus esfuerzos. Quieras o no
quieras deberás plantarle cara al mundo. Da igual que estés en una silla de
ruedas o que seas el atleta más famoso y sano; da igual que haga un sol
abrasador o estés en medio de la ventisca más salvaje y fría. Nuestro cuerpo
está en constante relación con el medio ambiente que le rodea y tenemos que
intentar procurarnos el mejor diálogo posible con él. Debemos ejecutar la
kata de nuestra vida lo más perfecta posible. Cuando practicas al borde del
precipicio, los pasos deben de ser los justos. Si aceleras tu coche más de lo
necesario, o te desvías de tu carril, puedes acabar muy mal. Otros han
protagonizado la historia de éste mundo en el pasado, a veces dejando atrás
gloria, otras no dejando más que sangre y miedo. Otros lo harán en el futuro.
Bien, éste es tu tiempo, ahora tú eres el protagonista. Lo que hagas ahora,
tus actuaciones, juzgarán tu futuro. Tal vez no sepas lo que tienes que hacer,
ni por qué bifurcación desviarte. O tal vez sí. Pero el caso es que el telón se
ha alzado y ya no hay vuelta atrás. Adelante.
La batalla está preparada, en realidad ya ha comenzado. Todo tú eres Karate.
Respiras Karate. Sientes Karate. Formas el Karate.
Inspira. No hay pasado, porque ya no está en tus manos. No hay futuro,
porque no sabes si llegará. Tu momento es ahora. Estás aquí para ésto. Usa
lo que tienes, usa lo que sabes, vamos, usa tu Karate. Usa la sabiduría de tu
Karate.
¡Adelante!
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El sabio pidió al discípulo: "Si quieres continuar en mis enseñanzas, tráeme el
fuego rojo que arde con pequeñas y lentas llamaradas."
Al discípulo le agradó que le pidiera tal cosa: había, en las montañas que
rodeaban el monasterio, oquedades de las que emanaban cualquier tipo de
fuegos desde las profundidades de la Tierra: fuegos amarillos, fuegos rosas,
fuegos verdes...
Hacía muchos años que estaba en aquélla escuela, preparándose, y no iba a
fracasar después de todo lo aprendido: de las ciencias del Universo y de la
Tierra que ya conocía.
Cogió su mochila y comenzó a buscar. Escaló rocas cada vez más altas,
exploró grutas cada vez más oscuras y profundas, y encontraba fuegos de
todo tipo: rojo con grandes llamas, rojo con ondulantes haces, rojo con
llamas multicolor... pero rojo, y con pequeñas y lentas llamas...
Pasaron los días y las semanas. En sus ojos sólo veía fuegos, pero no el fuego
que buscaba.
Al fin, cansado y con la ropa destrozada, volvió al monasterio.
Relató que lo había intentado, incluso le había traído brasas de otros tipos de
fuegos más hermosos que el que le habían pedido.
El sabio se levantó de su asiento y caminó por la estancia, en cuyas paredes,
iluminadas por letras y pequeñas llamas de fuegos rojos había esculturas de
antiguos guerreros.
Se detuvo ante uno de los recipientes con aquél carbón. Miró al discípulo.
-Aprendamos a ver lo que tenemos delante de los ojos. Aprendamos a
percibir lo que está oculto desde siempre para nosotros, simplemente, porque
no queremos verlo.-
11. La técnica
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En la sesión del dojo el instructor presentó a los alumnos al anciano fundador
del ryu, una persona anciana que, tambaleante y sonriente, les saludó con
simpatía.
Uno a uno, los alumnos fueron pasando para pedirle al anciano que realizara
sus técnicas preferidas para ver, por manso directas del creado del estilo, su
realización.
Un joven alto, que había empezado hacía poco tiempo, le pidió una técnica. El
anciano, de repente, condensó sus músculos en un movimiento firme y
realizó, sin titubear ni temblar, la técnica. El discípulo se quedó sorprendido.
Poco después le tocó el turno al alumno más avanzado del dojo, que le pidió
le realizara la misma técnica.
El anciano, con los miembros distendidos, realizó la técnica con la ejecución
perfecto, pero apenas sin fuerzas y temblando visiblemente.
Finalmente, dejaron que entraran algunos seguidores del estilo y, uno de
ellos, le pidió otra vez lo mismo.
El anciano, con sorpresa, dijo:
-Pídame otra más fácil, soy ya muy viejo para hacer ésas cosas.
Al término de la sesión el instructor y el anciano hablaban juntos, solos, en el
dojo.
-No entiendo -dijo el instructor- ¿pro qué dísteis tan diferentes respuestas a
la misma técnica?
El anciano sonrió:
-Uno de ellos acababa de empezar, es bueno animarle en su camino, que va a
ser muy duro, con llamativas técnicas para que sepa lo que es capaz de
lograr si se esfuerza. El siguiente ya era un alumno acostumbrado, no
necesitaba tanto la técnica en sí, que ya la conoce y la ha practicado
sobradamente, sino el verme realizarla por el mero hecho de verme a mí,
aunque ya viejo y cansado. El último solamente nos ve desde el exterior, no
voy a enseñarle algo de tanta importancia a alguien que no quiere sacrificios
y que puede tergiversarlo.
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En un pequeño pueblo, hace ya muchos años, habitaba una serpiente de
enormes dimensiones que atemorizaba a sus habitantes. No podían salir de
sus casas de noche, y tenían prohibido caminar por la zona montañosa donde
la serpiente habitaba.
Pero un día, un joven valiente y atrevido decidió gastar toda su fortuna e irse
a aprender lejos, muy lejos, las técnicas para matar serpientes de manos de
los más afamados adiestradores de serpientes del mundo.
Tras una sentimental despedida se embarco, ni corto ni perezoso, a su
aventura.
-¡Practicaré sin descanso y os libraré de la serpiente!.- Aseguró al marcharse.
Los habitantes del pueblo le despedían moviendo sus pañuelos en señal de
agradecimiento; las mujeres lloraban.
Pasaron los meses, pasaron los años, y el joven se entrenaba sin descanso
por todas las partes del mundo.
Al fin, un día, apareció por el horizonte su figura y, deteniéndose en la plaza
del pueblo, comenzó a gritar para quel a serpiente apareciese y le atacase.
Ya se consideraba preparado para enfrentarse a ella.
Lo que más le extrañó es que nadie había salido a recibirle, pero pensaba que
quizá estarían demasiado asustados como para hacerlo, o tal vez la serpiente
tuviera descendencia y ahroa se enfrentaban a más de una a la vez, lo que
les hacía recluirse en sus casas más aún.
Sin embargo, desde una casa, abriendo una ventana del piso alto, le gritó un
hombre:
-¡Cállate ya!
-¡Vengo a libraros de la serpiente, soy yo!.- Le habló el valeroso recién
llegado, con una mueca de orgullo en su rostro. Pero el otro gritó:
-¡La serpiente se ha muerto hace mucho tiempo, y nos hemos comido su
carne en una gran fiesta. Tenías que haber estado para celebrarlo, y no
perdiendo el tiempo por ahí!
El joven se quedó boquiabierto.
Dicen que se fué a vivir a una gruta y no regresó más al pueblo.
-No pierdas el tiempo intentando lograr unos fines con recursos equivocados.
Medita ante todo lo que necesites y si la tarea requiere lo que tú piensas o
bien no es éso lo que se necesita. Tal vez sean tus propios deseos y
necesidades, tu propio alter-ego o valor mal encauzado, quienes te llevan a
ello.
El fracaso no es solamente perder en la acción emprendida, sino equivocarse,
a veces, incluso mucho antes de enfrentarse a ella, en la forma de
afrontarla.-
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Cuando el discípulo estaba acabando su instrucción y ya le quedaban pocos
días para partir, el maestro le llamó a su presencia:
-Querido discípulo -le dijo- sé que me has soportado durante muchos años y
que has aguantado estoicamente un entrenamiento duro y agotador. Eres el
único que queda de los discípulos a los cuales saludé y recibí cuando
llegésteis aquí. Sé que nunca he tenido una palabra de ánimo o aliento
gratuita para tí. Por eso, voy a regalarte.algo que nadie conoce, una nueva
técnica mortal, se llama "la sombra del lobo". Pero te la enseño sola y
únicamente para que no la enseñes ni la difundas, quédatela sólo para tí y
para cuando la necesites.
El discípulo aceptó e inmediatamente el maestro comenzó a enseñarle una
técnica muy rara, extraordinariamente complicada, confusa y difícil. Tanto
que, asustado, dijo al finalizar de verla:
-¡Para aprender ésa técnica tendría que estar aquí casi tantos años como los
que he estado!
El maestro sonrió:
-Exacto, considera la posiblidad de quedarte para aprenderla, o de irte con lo
que has aprendido. Como ves, ya apenas quedan discípulos de tu grado, tú
serías el único avanzado que seguiría con mis enseñanzas, por lo que yo no
tendría problema para enseñártela y dedicarte más tiempo. En tus manos
queda. Solamente quiero que sepas que, si decides irte, no habrá vuelta atrás
ni segundas oportunidades, y no podrás regresar de nuevo aquí.
El discípulo se quedó pensativo: ¿soportar de nuevo los exámenes del viejo
gruñón que no admitía errores y sus pesados trabajos? ¿Agotar otros tantos
años sin casi dormir y entrenando y trabajando para el monasterio a cambio
de nada? ¡Si lo contara a sus familiares cuando regresara se reirían de él!
-No, mejor me quedo con lo aprendido, estoy bien así.
-Como quieras. -Aceptó el maestro, con una sonrisa. Y entonces parecía
diferente, más simpático.
Pero, antes de marchar, ya en la puerta de salida, el discípulo se giró hacia el
maestro:
-Me gustaría saber una última cosa, solo una: ¿por qué sonrió cuando le dije
que me iba, si apenas lo hacía nunca mientras estuve aquí entrenando?
Cálida y tiernamente, el maestro tocó con su mano el hombro del joven:
-Querido amigo, porque cuando estabas con tus instructores y apenas te
veía, cuando lo hacía para verificar tus avances en el arte marcial, tenía que
hacerlo con gesto serio y autoritario, y era algo que me apenaba mucho,
porque yo no soy así. Mas debía hacerlo para que tuvieras desde un principio
la certeza de que mi arte y mis enseñanzas son serias. Sé que tengo fama de
viejo cascarrabias y duro, fama que nunca me importó, aunque es injusta
porque como sabes pocas personas se han relacionado conmigo. Ahora ibas a
hacerlo tú, en un puesto avanzado y desde un lugar privilegiado, dedicándote
todo mi tiempo. Y decidiste no continuar. Pero no te sientas mal, como ves,
no hay nadie más de tu nivel por aquí, y eso es porque ninguno aceptó
continuar con mis enseñanzas, todos eligieron lo mismo que tú cuando les
hice tu misma prueba.
Se cerró la puerta detrás de él y el discípulo comenzó a caminar, alejándose
del lugar, llorando y con una gran pena en su interior. No había conseguido
saber lo que había ido a aprender. Ya podía regresar a su pueblo
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avergonzado, avergonzado por no tener la fuerza interior ni el valor para
llevar su decisión de dominar el arte marcial y perseverar en sus enseñanzas.
- A veces estamos a un paso de querer conseguir nuestros propósitos y, sin
saberlo, tiramos la toalla, nos volvemos atrás, y tenemos que volver a
empezar. A veces los demás nos empujan a decisiones erróneas por no saber
escucharnos a nosotros mismos. A veces tenemos que alejarnos algo de los
problemas y las pruebas para verlas con auténtica perspectiva y para
afrontar y encauzar una salida adecuada. –
Fénix Hebrón
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14. La tormenta de arena
L. Domelhajer
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