El Arte Del Tejido y Del Bordado
El Arte Del Tejido y Del Bordado
El Arte Del Tejido y Del Bordado
MERCED DE ÉCIJA.
Hasta hace pocos años, la Historia del Arte en España guardaba un elocuente
silencio sobre un amplio muestrario de manifestaciones artísticas que -conocidas bajo
el descalificativo término de “Artes Menores” y a pesar de su elevada presencia en todos
los contextos culturales, sociales e históricos del país- no pasaban de ser consideradas
casi como simples “artesanías”, siendo en el mejor de los casos tan sólo citadas o
enumeradas de pasada, como algo anecdótico y sin la mayor trascendencia. Dentro de
este grupo de artes, que continúan siendo unas auténticas desconocidas, tanto para
el historiador del Arte como para el gran público, se encuentran las pertenecientes
al Arte del Bordado. Tan brillante manifestación artística, sin duda alguna, ha tenido
un destacado protagonismo en la vida humana desde sus orígenes. Han expresado
y simbolizado los más variados y diversos valores. Pero, por encima de todo, se
ha mostrado siempre como una relevante muestra de una determinada concepción
jerárquica y social, al tiempo que ha suministrado elementos consustanciales o valores
vinculados muy directamente con lo sagrado, el rito y la ceremonia.
A día de hoy poco, muy poco, se conoce sobre este tema en Écija. Podemos
exceptuar, al respecto, algunas aportaciones puntuales. Obviamente el estudio del
arte del bordado, por el momento, no había despertado el más mínimo interés. Sobre
todo el estudio realizado con seriedad, rigor científico y metodología universitaria. Por
consiguiente, hasta ahora, no se sabía ni tampoco se podía aventurar el alcance de este
patrimonio artístico. Tal situación de abandono ha conducido incluso a la desaparición
en las últimas décadas de importantes ejemplos y conjuntos. Y, en consecuencia, a la
progresiva merma de las colecciones y los ajuares litúrgicos ecijanos.
289
de bordadores en la localidad de Écija, aunque dada la ausencia de estudios sobre el
bordado en Sevilla, en general, y Écija, en particular, estas referencias, aún siendo
escasas, resultan preciadas y de suma utilidad para los estudiosos y especialistas
sobre la sugestiva parcela de las artes ornamentales.
1
GARCÍA LEÓN, Gerardo: El arte de la platería en Écija. Siglos XV-XIX. Sevilla, 2001, p. 58.
2
CATASTRO MARQUÉS ENSENADA, fol. 933.
3
Arch. Mpal. de Écija. Libro de actas capitulares de 1614.
4
GARCÍA LEÓN, Gerardo: El arte de la platería en Écija. Siglos XV-XIX. Op. cit., p. 32.
5
GONZÁLEZ GÓMEZ, Antonio: “Un noble oficio de gran raigambre artística: la historia y la evolución
profesional de los bordadores sevillanos (siglos XIII-XX)”, en Sevilla Aguja y Oro. Arte y esplendor
del bordado. Sevilla, 2006, p. 38.
6
ÁGREDA PINO, Ana María: Los ornamentos en las iglesias zaragozanas. Siglos XVI-XVIII.
Aportaciones al estudio de los talleres de bordado y de las artes textiles en Aragón en la Edad
Moderna. Zaragoza, 2001, p. 16.
290
protegía las tareas profesionales de sus miembros y propiciaba las labores mutualistas,
caritativas y asistenciales que normalmente desarrollaban estas corporaciones7.
Un número mayor de bordadores locales son los que trabajan en el siglo XVIII.
Hay que destacar a Diego de Aranda que también trabajó para la iglesia parroquial
de Santa María9. Juan Elías Bermuda trabajó para la iglesia de Santa Bárbara. Juan
Antonio Herrero también trabajó para la iglesia parroquial de Santa María. Juan José
Moreno realizó en 1784 para la iglesia de Santa Cruz un terno de damasco blanco,
compuesto de capa, casulla, dalmáticas, capas de coro, frontal y paño de púlpito10.
Pedro de Orejuela realizó en 1791 cuatro casullas y una manga de terciopelo para el
culto litúrgico del referido templo astigitano11. Francisco Reina enriqueció el vestuario
litúrgico del templo parroquial de Santa María de Écija12. A todos estos hay que añadir
las figuras de Sebastián de los Reyes, José Torija, Alonso de Trigo Paniagua,
Andrés del Trigo y Antonio de Vargas. Dignas de destacar son las dos únicas mujeres
bordadoras de las que hemos obtenido información: Dª Bernarda Riero realizó el
bordado del respaldo de los sillones de la parroquia de Santa Cruz13 y María Navarro
que bordó un par de dalmáticas para la iglesia de San Juan de Écija14.
En relación a los artífices foráneos dos destacan sobre el resto: Marcos Maestre
y Sebastian de Montesinos. Estos bordadores fueron los maestros más importantes y
con más demanda de la capital hispalense en el siglo XVII.
7
PÉREZ SÁNCHEZ, Manuel: El arte del bordado y del tejido en Murcia: Siglos XVI-XIX. Murcia,
1999, p. 54.
8
Archivo Municipal de Écija (AMP). Libro de actas capitulares de 1614.
9
Archivo Parroquial de Santa María (AP Santa María). Libro de cuentas de fábrica de1704-16, fol.
42.
10
AP Santa María. Libro de cuentas de fábrica de Santa Cruz de 1782-89, fol. 78.
11
AP Santa María. Libro de cuentas de Santa Cruz de diversos años, fo. 129 de 1793.
12
AP Santa María. Libro de visita y cuentas de Santiago de 1743-48, fol. 53 del año 1745.
13
FERNÁNDEZ MARTÍN, Mercedes: El arte de la madera en Écija durante el siglo XVIII. Op. cit., p.
201.
14
HERNÁNDEZ DÍAZ, José; SANCHO CORBACHO, Antonio y COLLANTES DE TERÁN, Francisco:
Catálogo arqueológico y artístico de la Provincia de Sevilla. Op. cit., p. 308.
291
materiales: terciopelo negro y carmesí, seda negra, tafetán del mismo color y nueve
onzas de oro. La pieza costó más de mil reales. En este precio final se incluía, además,
el trabajo del botonero, el precio de los flecos y el cordón, el coste del teñir de la seda
y la colocación de una leyenda.15
El arte del bordado ecijano tiene sus orígenes en la época medieval y, desde
ese mismo momento, la principal promotora y mecenas en su desarrollo fue la Iglesia,
ávida siempre de ornamentos con el que sostener, enriquecer y materializar el rito
litúrgico católico. Pues bien, en Écija, desde estos primeros tiempos, la predilección de
los comitentes y artistas en el ámbito de los materiales fue por los terciopelos, tafetanes
y sedas, a los que se añadían bordados y aderezos de múltiples y ricos detalles
polícromos y dorados, algo que no se diferencia en nada de lo que se demandaba en
otras partes de España.
No se puede negar que la producción ecijana, al igual que la del resto de los
pueblos más importantes del occidente andaluz, debe mucho a la capital hispalense en
este terreno. Pero no sólo a Sevilla sino también a Córdoba, por la especial relación que
siempre ha existido entre Écija y esta última ciudad debido a su cercanía geográfica16. Que
esto es así lo prueba tanto la producción conservada como las fuentes documentadas
al respecto. Muchos de los bordados y bordadores ecijanos tomaban como modelo las
modas y los tipos que se iban imponiendo en estos centros artísticos de primer orden
en el territorio andaluz, algo que también se reflejó de manera importante en el mundo
material utilizado para su elaboración.
15
Archivo Hermandad del Santísimo Cristo de la Expiración y Ntra. Sra. de la Piedad. Actas
capitulares. 1795. s.f.
16
Para el estudio del arte del bordado hispalense es de consulta obligada la obra de TURMO, I,
Bordados y bordadores sevillanos (siglos XV a XVIII), Sevilla, 1955, así como el trabajo realizado
sobre el bordado catedralicio hispalense de GONZÁLEZ MENA, M. A., “Ornamentos Sagrados”, en La
Catedral de Sevilla, Sevilla, 1986, ps. 647-697. En el caso del bordado cordobés desgraciadamente
no existe ningún estudio de referencia que aborde este tema de forma profunda y científica.
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catalogar como los más comunes y habituales en el arte del bordado ecijano, desde
sus orígenes conocidos hasta nuestros días.
En este sentido habría que comenzar por los tejidos que actúan como soporte
de los bordados. Dichos tejidos son básicos en nuestro campo de investigación, ya
que van a dar forma a la prenda, y serán el fondo sobre el que se desarrolle toda
la ornamentación preceptiva que va ligada al bordado propiamente dicho. Antes de
adentrarnos en el análisis de los tejidos más comunes, deberíamos definir lo que
entendemos por este último elemento. Según la especialista García Colorado, el
tejido es “el entrelazamiento flexible de dos órdenes de hilos perpendiculares entre sí.
Los hilos colocados en sentido vertical reciben el nombre de urdimbres, y tienen, por
tanto, la longitud de la pieza. Trama se llama al hilo que cruza los hilos de la urdimbre,
extendiéndose en sentido horizontal de una a otra orilla. Los cruces de la trama con la
urdimbre se llaman ligamentos”17.
17
GARCÍA COLORADO, C.: Bordados y bordadores de Toledo (siglos XVI-XX). Madrid, Editorial de
la Universidad Complutense, 1989, p. 36.
18
FLEMING, J., HONOUR, H.: Diccionario de las artes decorativas. Madrid, Alianza Editorial, 1987,
p. 830.
19
ALFAU de SOLALINDE, J.: Manual de tejidos españoles o nomenclatura de los tejidos españoles
del siglo XIII. Madrid-México, Real Academia Española e Instituto de Estudios y Documentos
Históricos, A.C., 1981, p. 19.
20
MARTÍN OJEDA, Marina: Ordenanzas del concejo de Écija (1465-1600). Écija, 1990, ps. 111 y
112.
293
correspondientes a Toledo. A pesar de ello este oficio jugó un papel no primordial en
relación a las demás artes textiles debido a dedicarse a la elaboración de prendas
de lujo21. En relación a los torcedores de seda ecijanos podemos aportar algún dato
considerable. Gracias a un documento perteneciente a la Colección de papeles del
Conde del Águila tenemos constancia de que esta organización profesional astigitana
pretendía establecer sus Ordenanzas en el año de 1719. Para dicho fin solicitaron al
gremio de Sevilla las suyas. Estos accedieron a entregárselas y en ellas se especificaba,
entre otros términos, la anual reunión de sus miembros el 6 de enero en la sacristía de
la iglesia de Santa Marina con motivo del nombramiento de dos veedores22. También
conocemos, gracias al Catastro del Marqués de la Ensenada, que Écija en el año de
1751 contaba con “Quince torcedores con tornos propios los diez para seda y los cinco
para ylo que lucran annualmente diez y ocho mil y doscientos reales”23.
Entre las telas de seda escogidas por los bordadores ecijanos con mayor
frecuencia para fijar sobre ellas los diferentes motivos ornamentales, se encuentran
el terciopelo, el damasco, el brocado, el raso, el tisú, la lana, el moaré y el tafetán24.
También puede bordarse sobre malla, es decir, sobre una red de hilos de oro o plata
tejida a mano, en la que puede emplearse las técnicas de bolillos, nudos o ganchillo.
21
Ibidem., p. 112.
22
TURMO, Isabel: Bordados y bordadores sevillanos (Siglos XVI a XVIII). Op. cit., p. 29.
23
CATASTRO MARQUÉS ENSENADA, fol. 934.
24
EISMAN LASAGA, C.: El arte del bordado en Granada. Siglos XVI al XVIII. Granada, 1989, p.
33; FERNÁNDEZ DE PAZ, E.: Los talleres del bordado de las Cofradías. Madrid, Editora Nacional,
1982, pp. 84-86; Galería de los Oficios. El Bordado. Sevilla, Padilla Libros Editores, 1996.
25
EISMAN LASAGA, C. El Arte del Bordado en Granada. Op.cit., p. 33.
26
Su aparición en Europa parece que data de estos años y tuvo como centro las ciudades de Lucca,
Génova, Florencia y Venecia, ciudad esta última en la que ya existía un gremio de tejedores de
terciopelo en 1347. DAVANZO POLI, D.: Las Artes Decorativas en Venecia. Colonia, Köneman,
2000, p. 254.
294
Dentro del convento de Ntra. Sra. de la Merced de Écija nos encontramos con
unas interesantes piezas elaboradas con este tejido. Concretamente se trata del capillo
o mozzetta y el capelo cardenalicio de San Ramon Nonnato (Lám. nº 1). La decoración
bordada de ambas prendas demarca los bordes de ambas prendas. Se trata de una
amplia cenefa constituida con rocallas decadentes, diferentes elementos vegetales
como tallos, hojas, roleos y pequeñas florecillas. Todos estos elementos se conjugan
en una atinada estructura.
27
REVILLA, Federico: Diccionario de iconografía y simbología. Op. cit., ps. 185-186.
28
Ibidem., p. 379.
29
Ibidem., pp. 111-114; EISMAN LASAGA, C., El Arte del Bordado en Granada. Op.cit., ps. 33-34.
30
ARAGÓN, A.: Nociones de indumentaria sacra. Librería y Tipografía Católica Pontificia. Barcelona,
1926, p. 39.
295
aberturas se fueron ampliando por toda las costura hasta los puños. Posteriormente
se le fue incorporando vivos de color a lo largo de toda la pieza que recibían el nombre
de clavi. También se le añadieron recuadros de distinto color, llamados calliculae en
el pecho, espalda, puños y rodillas. Los clavi dieron lugar a los jabastros que eran
unas tiras a modo de tirante que recorren tanto la parte delantera como posterior de la
prenda. Por su parte, los calliculae fueron el precedente de los faldones o recuadros
que aparecen en el reverso y anverso de la dalmática. La utilización de estos últimos se
debe, al parecer, a la protección de las zonas de mayor desgaste. Por ello, también se
aplicaron trozos de tela en el borde de las mangas. A estos recuadros se les denomina
bocamangas. Otra de las partes destacables son los collares que junto a los jabastros,
faldones y bocamangas eran las partes que normalmente se decoraban con el consabido
bordado31.
Por brocado entendemos una tela de seda labrada y entretejida con hilos de
oro y plata, de modo que el metal forma, en la cara superior, flores, palmas y rameados.
Existen varios géneros, en función del relieve que adquiere su labor, pero el más
estimado y lujoso se denomina de tres altos. A fines del siglo XVI se extendió el uso del
brocatel, hecho con tramas y urdimbres dobles, unas de seda y otras de cáñamo o lino,
con un coste menor al del brocado, pero con el mismo efecto vistoso y decorativo32.
Por su parte, el tisú presenta la seda labrada con hilos de oro o plata que pasan
desde el haz al envés. Se asemeja en el tacto y en su aspecto al terciopelo, aunque
con un aspecto brillante producto de la utilización de los hilos metálicos. Es de por sí,
un material muy caro y se utiliza normalmente en prendas de gran valor y significado
litúrgico.
31
AGREDA PINO, Ana: Los ornamentos en las iglesias zaragozanas. Op. cit., p. 256.
32
CASTANY SALDRIGAS, F.: Diccionario de tejidos, Op. cit., ps. 51-54.
296
Con este tejido fueron confeccionadas una serie de piezas que sirven para
vestir a una de las imágenes del templo, pero que actualmente es aprovechada por
la hermandar para aderezar a Ntra. Sra. de la Piedad. El conjunto se compone de
una saya, dos mangas y un escapulario (Lám. nº 5). Todas ellas están ricamente
bordadas con hilo de oro. Se ha utilizado para esto último distintos puntos entre los
que sobresalen los setillos, empedrados y la hojilla. Además el aderezo se completa
con otros materiales como son pequeños cristales que aumentan la suntuosidad del
conjunto (Lám. nº 6). Esta ornamentación bordada reproduce elementos vegetales y
florales. Se puede datar la obra en la primera mitad del siglo XVIII.
Con respecto al hilo metálico, debe advertirse que bajo esta denominación
entra el dorado y el plateado, siendo a su vez diferente según la propia composición
material del metal empleado. Es decir, se viene atribuyendo la nominación de hilo de
oro al hilo que utiliza oro fino y puro convertido en fina hebra, que es quizás el que
menos se emplea en el bordado artístico por su alto coste económico, y al hilo de plata
sobredorada, que por su aspecto cumple la misma función de reproducir la superficie
dorada del oro.
Del mismo modo se ha utilizado el hilo dorado para ornamentar una capa pluvial
(Lám. nº 8) y una casulla, pertenecientes a un mismo terno, que debemos datar en el
siglo XIX. Los orígenes de la primera de ellas, según la mayoría de las opiniones, hay
que fijarlos en la lacerna romana que era un manto semicircular con capuchón en la
parte trasera. La Iglesia la comenzó a utilizar para abrigar a los cantores en épocas de
frío. No obstante otros autores piensan que deriva de la casulla cuando, en su forma
297
primigenia, era muy amplia. Comienza a ser utilizada en el último tercio del siglo VIII33.
La evolución de este ornamento sacerdotal fue parejo al enriquecimiento paulatino del
mismo. De forma progresiva se fue confeccionando con tejidos cada vez más ricos y
sugestivos, que se decoraban con nobles trabajos bordados. El bordado se localizaba
en las cenefas aplicadas a lo largo de la abertura y en el capuchón. Este último elemento
se suprimió a mediados del siglo XIV, convirtiéndose en un fragmento decorativo que
en un primer momento adoptó forma triangular y posteriormente rectangular. Esta parte
de la capa recibe el nombre de capillo34.
En esta ocasión la pieza que nos ocupa está, confeccionada con seda blanca,
está decorada con una cenefa que recorre el anverso y las aberturas de la misma.
Dentro de esta cenefa se inserta una decoración compuesta por medio de unos
estilizados tallos y elementos vegetales. El capillo, que ha sido simplificado a un óvalo,
recoge la escena del pelícano dando de comer a sus polluelos. Todo este aderezo ha
sido realizado, principalmente, con los puntos de setillo y empedrado36.
Por otro lado nos encontramos con la casulla (Lám. nº 9). Este ornamento es el
más característico del sacerdote. En sus orígenes esta prenda era un manto circular con
un agujero en la parte superior por el que se introducía la cabeza y con una importante
longitud, ya que llegaba casi a los pies. Se denominaba además paenula o planeta y era
considerada noble o vulgar dependiendo de la calidad del tejido con el que hubiera sido
realizada. Como se confeccionaba con varios trozos de tela, en ocasiones aparecían
costuras a lo largo de su amplitud, en la zona del pecho y la espalda. Estas costuras se
ocultan y decoran mediante el añadido de una franja de color que dio origen a la cenefa,
también llamada fres37. Hasta el siglo VII no será usada como ornamento sagrado.
Desde entonces el vestido evoluciona de forma considerable. En origen poseía dos
grandes aberturas para sacar los brazos. Alrededor del siglo X se disminuye su campo
y a partir del 1300, aproximadamente, se acortó por los costados. Por consiguiente, la
forma acampanada de un principio se modifica al ser recortada por los lados y dio lugar
al perfil de guitarra posterior38. San Isidoro, en sus Etimologías, pone en relación el
33
AGREDA PINO, Ana: Los ornamentos en las iglesias zaragozanas. Institución Fernando el Católico.
Excma. Diputación de Zaragoza. Zaragoza, 2001, p.268.
34
GUDIOL y CUNILL, J.: L’Indumentaria litúrgica : resúm arqueológich. Barcelona, 1918, p. 480.
AGREDA PINO, Ana: Los ornamentos en las iglesias zaragozanas. Op. cit., p. 268.
35
AGREDA PINO, Ana: Los ornamentos en las iglesias zaragozanas. Op. cit., p. 269.
36
Estos puntos son similares. Tienen como base una serie paralela de hilos gruesos de algodón
cosidos al lienzo del fondo; estos hilos normalmente tienen entre sí una separación aproximada al
grueso de uno de ellos. No obstante hay infinidad de variantes.
37
ARAGÓN, A.: Nociones de indumentaria sacra. Op. cit., p. 42. AGREDA PINO, Ana: Los ornamentos
en las iglesias zaragozanas. Op. cit., p. 265.
38
GUDIOL y CUNILL, J.: L’Indumentaria litúrgica : resúm arqueológich. Op. cit., p. 21. AGREDA
PINO, Ana: Los ornamentos en las iglesias zaragozanas. Op. cit., pp. 265-266.
298
término casulla con cogulla, por su parecido con el hábito monacal. La parte decorativa
más destacada de esta prenda es la cenefa, faja ornamentada que como ya hemos
dicho ocupa la parte central39.
El hilo de seda, por su parte, está compuesto por varias hebras, muy finas y
flexibles, producidas por el gusano de la misma especie, pudiendo señalarse el uso
de las que se designan como sedas matizadas, torcidas y de encarnaciones40. Los
diferentes colores que luego van a componer las ricas decoraciones, son el resultado
del teñido que se les realiza desde los inicios de su empleo y utilización en China, allá
por el siglo III d. C.
Tanto es así, que gracias a la seda se van a poder crear fantásticas composiciones
pictóricas en el bordado moderno, las cuales ocuparán un papel fundamental en los
ricos ternos que se confeccionaban para las principales iglesias y que se usaban en
39
De SOUSA CONGOSTO, Francisco: Introducción a la historia de la indumentaria en España.
Madrid, 2007, pp. 420-422.
40
RODA PEÑA, José: “Soportes, técnica y materiales en el bordado sevillano”, en Sevilla. Aguja y
Oro. Arte y Esplendor del Bordado. Sevilla, 2005, p. 63.
41
CATASTRO MARQUÉS ENSENADA fol. 934.
42
Ibidem., fol. 940.
299
las más relevantes fiestas litúrgicas del año, siendo típicas las ornamentaciones con
capilletas de santos, en las que incluso se puede apreciar la propia evolución estética
que se iba en paralelo a la que se planteaba en las otras artes figurativas43.
Además de los hilos, existen otros materiales que, desde el alto medievo,
fueron susceptibles de emplearse en el arte del bordado, generando así una mayor
riqueza y cromatismo. Nos referimos al engarce de piedras preciosas y semipreciosas,
perlas cultivadas y de bisutería, corales, camafeos, esmaltes, cuentas de vidrio o
mostacillas, espejuelos o talcos, lentejuelas y plata. Estas últimas, que aparecen en el
bordado español durante el siglo XV, alcanzan su máximo apogeo en el Setecientos;
son pequeñas piezas circulares de metal brillante con un orificio central para dejar
pasar el hilo; las hay de oro y plata, unas veces en su color, y otras teñidas con lacas
o barnices que permiten traspasar el brillo metálico. Pueden agruparse para configurar
motivos ornamentales dispuestos en nervios, en escama de pez o en abultamientos
redondeados que reciben el nombre de bodoques.
43
En este sentido, reconocido es por este carácter pictórico el terno elaborado por Marcos Maestre
para la Catedral de México de hacia 1640. TURMO, I.: Bordadores y bordados sevillanos. Op. cit.,
ps. 62, 122-123.
300
recursos para rematar determinadas prendas bordadas. La primera es un tipo de encaje
fino de oro, plata o seda, mientras que los flecos están confeccionados con una serie
de hilos o cordoncillos que cuelgan de una tira de tela o de pasamanería44.
Por último vamos a citar algunas de las piezas que decoran tanto el paso de
palio de Ntra. Sra. de la Piedad como a la propia titular. Estas obras han sido ejecutadas
mediante la técnica del bordado de aplicación. En primer lugar citaremos dos sayas
modernas una blanca (Lám. nº 12) y otra morada, realizadas por Joaquín Ojeda Osuna.
Ambas obras poseen en su ornamentación un esquema compositivo muy similar. Toda
la decoración borda está estructurada por medio de elementos vegetales, tallos, roleos y
salcillos. Tan rica ornamentación es también perceptible en el atractivo y vistoso manto
(Lám. nº 13) y en el palio de la Virgen. Por último los faldones han sido confeccionados
con la misma técnica por los artistas ecijanos Jesús Rosado y Rafael Amadeo Rojas.
44
RODA PEÑA, José: “Soportes, técnicas y materiales en el bordado sevillano”, Op.cit., ps. 57-69.
45
PÉREZ SÁNCHEZ, Manuel: El arte del bordado y del tejido en Murcia: Siglos XVI-XIX. Op. cit.,
ps. 93 y 94.
301
Lám. nº 1: Capillo y capelo cardenalicio de San Ramón Nonnato.
Convento de la Merced. Écija.
302
Lám. nº 3: Palio. Convento de la Merced. Écija.
303
Lám. nº 5: Escapulario. Convento de la Merced. Écija.
304
Lám. nº 7: Faldellín de Ntra. Sra. de la Piedad. Convento
de la Merced. Écija.
305
Lám. nº 9: Casulla. Convento de la Merced.
Écija.
306
Lám. nº 11: Sudario del Stmo. Cristo de la Expiración.
Convento de la Merced. Écija.
307
Lám. nº 13: Manto de Ntra. Sra. de la Piedad. Convento de la Merced. Écija.
308