Lectura Lengua Pàgs 96,97,98,99

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 4

96

3. Leemos el cuento y lo analizamos con base a nuestras


experiencias y opiniones.

La caracola
José de la Cuadra
(Adaptación)

Describiré a la muchacha que se llamaba


Perpetua o algo por el estilo.

n
Para mis paisanos, con decir que


era guayaquileña ya la he descrito
brillantemente; pero como quiero creer que

ac
me leerán incluso extranjeros, debo añadir
que además era morena.

iz
Con esto sí me parece que es bastante.

al
Samuel Morales era dueño de una canoa
Mas, no exigía. Cuando advertía que era
vivandera, en la cual navegaba, en plan
menester, daba más crédito todavía: –Lleve

ci
de comercio, por los ríos montubios.
no más. Me pagará cuando venda el arroz.
Se le conocía venir desde lejos, por er No se preocupe.
el prolongado grito de su caracola que
Cierta vez, la viuda Morano, que le debía diez
sonaba como cuerno de caza.
m
sucres, lo llamó:
Jamás Samuel Morales dejaba siquiera
–¿Podría dejarme, don Samuel, cuatro
co

de acercarse a alguna casa, por humilde


velitas?
que fuese.
–¿Y comida, no quiere comida?
Allí decía: –¿No se le ofrece nada?
su

–No, sólo velitas.


–Nada mismo.
–¿Y para qué, ah? ¿Para qué?
El vendedor ambulante recitaba de corrido
a

la retahíla de sus artículos. La viuda se echó a llorar. Morales subió


a la casa. En media sala, en el piso de tablas
id

–Nada, don Morales; no queremos nada.


estaba tendido un cadáver infantil.
ib

Samuel Morales meditaba un momento.


La viuda explicaba absurdamente:
Luego decía a la compradora remolona:
oh

–Si necesita lleve no más lo que sea, –Se me murió ¿sabe? ¡era mi hijo y se me
patrona. No importa que no tenga platita. Me murió! Y necesito cuatro velitas. ¡Le pagaré
pagará otra vez cuando mismo pueda... lo más breve!
Pr

Le compraban. Él conocía a su gente Samuel morales bajó hasta su canoa. Volvió


miserable, a su gente “que no tenía platita”. luego con un paquete de cirios y unas varas
Por supuesto que cobrada después, casi de tela blanca.
siempre. No sabía leer. Contaba apenas. Pero
–Aquí están las velas, señora. No le cuestan
tenía una memoria maravillosa:
nada, mismo. y este ruán p’ al ataucito,
–¿Se acuerda doña Angelita? El día ¿sabe?
del aguacero grande del mes pasado,
Así era Samuel Morales, comerciante
le dejé... –Y seguía una lista de
montubio.
menudencias, con precisión de centavos.
97

Solo en las novelas el amor principia desde sentía su corazón heroico, vibrante en un
un límite fijo y determinado. En la vida real, hazañoso impulso irrefrenable. Le hubiera
la cuestión sucede de manera distinta. gustado, por ejemplo, que ella no supiese
Va naciendo sin saberse cómo. nadar y resbalara al río... Él la habría salvado
entre los brazos fornidos, oprimiéndola
Nadie podría decir, ni siquiera las bravías
contra su ancho pecho de remero.
comadres de la orilla, cómo se iniciaron
los amores de Samuel Morales y la muchacha –Usted regresa de noche, señor, para volver

n
guayaquileña. de mañana, ¿no?


Ella pasaba las vacaciones en la hacienda –Así es.
de sus parientes, en las riberas del Vincens.
–¿Y por qué no suena la caracola?

ac
Él frecuentaba aquellas zonas con su
Nada impidió que él le dijera entonces:
canoa vivandera, anunciando su ambulante

iz
comercio con el canto de la caracola. –La sonaré...despacito... para que usted
me oiga, no más.

al
Se detenía en el muelle de la hacienda
y negociaba con sus gentes. Luego se Ella sonrió levemente.

ci
alejaba a remo lento, hacia el norte y antes
Desde aquella ocasión, cada noche sonaba
de perderse detrás de los árboles solemnes, er su caracola en la vuelta de los Tamarindos
sonaba otra vez la caracola.
y luego al rehacer su camino. Ella, desde
Ella, asomada en la gran galería su cama, bajo el toldo que la defendía
m
de la casa, lo miraba. de los mosquitos lo escuchaba y medio
dormida, sonreía.
co

Volvía él luego por la noche, hacia el sur,


para rehacer su camino en la mañana. Así transcurrieron los meses hasta que
la muchacha porteña que se llamaba
Cierta ocasión ella con sus diecisiete años
Perpetua o algo por el estilo, dejó la
su

alocados, sus trajes de organdí y su melena


hacienda para reintegrarse a su colegio
en alboroto, quiso comer caramelos de color
de Guayaquil.
y bajó hasta la rambla a comprarlos de la
a

canoa vivandera. Por supuesto, en el río Vinces ha seguido


sonando la caracola de Samuel Morales.
id

Samuel Morales sintió algo muy extraño en


Pero ahora su canto es triste, como
su cuerpo y en su espíritu, al contemplarla
el de las valdivias que anuncian la muerte
ib

tan cerca de él. Habría querido no recibir


bajo la noche medrosa.
la moneda que le extendía; pero no juzgó
oh

prudente hacerlo. Se desquitó entregándole La muchacha no volvió jamás a la hacienda.


más caramelos de la cuenta. Seguramente se habrá casado y tendrá un
rondador de chiquitines. Pero hasta mucho
Pr

Luego de improvisto le inquirió:


después de su estada en la hacienda, hasta
–Usted, señorita, ¿sabe nadar? cinco años después, para ser preciso, cada
vez que se sentía tomada de melancolía,
Ella contestó que sí, que sí sabía nadar
imitaba con su voz virginal, el canto de
y agregó:–¿Por qué me lo pregunta?
la caracola navegante.
El apenas supo responder: –Por nada, vea;
Era curioso constatar que ello le traía una
por nada.
plácida consolación.
Pero Samuel Morales mentía. Era que ahora
98

4. Leemos el cuento y lo analizamos con base a nuestras


experiencias y opiniones.

Cabeza de gallo
César Dávila Andrade

(Adaptación)

n

ac
iz
al
Me hallaba en medio del carnaval de la Sus ojos, como dos gotas de cristal,

ci
colina de Barriovientos. La plaza ardía miraban enloquecidos a todas partes. El
como un horno, oíanse disparos de pólvora,
er que capitaneaba la diversión vendó los ojos
grandes globos de colores cabeceaban con un pañuelo a un muchacho gigantesco
en el aire. Las vociferaciones, los cánticos, y flaco, de largos brazos huesudos.
m
las bandas de música nos volcaban en el Otro le proveyó de un palo nudoso de unos
centro de una baraúnda boba. dos metros de largo.
co

Los jinetes borrachos atravesaban la A continuación le abandonaron todos


plaza con sus caballos encintados y nos y se alejaron a fin de despistarle acerca
golpeaban sin causarnos daño. del lugar escogido.
su

No sé cómo me vi en una de las esquinas El muchacho vendado elevó la mano


de la plaza, junto al hombre encargado izquierda para orientarse hacia el lugar
de elevar los globos. En ese instante en que brotaba del suelo la cabeza del
a

hinchaba con humo de chamiza un gran gallo. El grupo reía y le alentaba.


id

globo elíptico sobre el que estaba pintada


Un muchacho colocó un pedazo de
una custodia con sus rayos de oro. Cuando
mazorca de maíz en el trayecto del
ib

estuvo lleno, le imprimió un movimiento


vendado quien lo descubrió con la punta
circular y el globo partió cabeceando hacia
del palo. Elevó derechamente el garrote
oh

la altura.
y descargó un golpe tan feroz que hizo
Seguía el globo y llegué a otra explanada pedazos la mazorca y aventó los granos en
Pr

en la que un grupo de personas rodeaba todas direcciones.


a un campesino que cavaba un hoyo sobre
Todos estallaron en carcajadas. Un
el suelo. A su lado una mujer sostenía
cloqueo furtivo le dio el indicio decisivo.
un hermoso gallo de plumas aceradas,
El vendado volvió a rastrear el suelo. De
brillantes y vistosas.
pronto el gallo se sintió tocado y emitió
Cuando acabó de cavar el hoyo pidió el un quejido de sorpresa. Ahora sí el palo
gallo a la mujer. El hombre lo tomó y se elevaba contra el cielo y de repente
lo enterró dejándole fuera solamente la descendió relampagueante. El grito de
cabeza. los espectadores reventó con violencia
99

y terminó en un murmullo de mal humor. Había


errado el golpe.
En ese instante por detrás de un corte de terreno
apareció un muchacho con los ojos desorbitados y
gritó: –¡Favor! ¡Se quema la iglesia!
Todos corrieron hacia la plaza.

n
Yo fui acercándome al gallo. Había vuelto la cabecita


por donde se acercaba una gallina que salía de
entre la alfalfa. Venía preocupadísima. Llegó junto al

ac
enterrado, un cloqueo oscuro le hirvió en el buche.
La gallina picoteó el suelo en torno al cuello del gallo
y sus patas empezaron a escarbar nerviosamente.

iz
Comprendí que los jugadores podían volver y me

al
apresuré a libertar al ave.
Bajé a la plaza donde la fiesta se había

ci
inmovilizado. Se desparramaba un humo ancho y
negro con olor a cera de altar y a trapo viejo. Nadie
er
tenía una gota de agua y solo un río angurriento era
visto abajo por el fondo de una quebrada. Cuando
m
el incendio mordió el altar la gente cayó de rodillas
pero en poco tiempo las llamas devoraron todo.
co

Yo fui el primero en entrar en el recinto humeante


de la iglesia. Cuando llegamos al altar del patrón
de la fiesta, entre los escombros renegridos vimos
su

el cuerpo del crucificado que sin brazos ni piernas Con las TIC
apenas había sido tocado por el fuego. Su rostro Profundizo la lectura de textos
manchado de ceniza adquiría un punzante aspecto de estos dos autores en: César
a

de gallo de riña maltratado y sangrante. Dávila Andrade-Literato.es. en,


http://www.literato.es/autor/
id

De pronto, sus ojos de vidrio inertes me recordaron cesar_davila_andrade/; El


vagamente los ojos diminutos y vidriosos de alguien legado de José de la cuadra-
ib

a quien aquella misma tarde, había visto mirarme Documental Ecuador, en


https://www.youtube.com/
desesperadamente.
oh

watch?v=gCOEDS9nMF0
Pr

Autoevaluación
Reflexiono sobre lo que aprendí en este bloque. Respondo las
preguntas con los siguientes criterios: lo hago muy bien, lo
hago a veces y puedo mejorar, necesito ayuda para hacerlo.
Converso con mi docente al respecto.
¿Leo los cuentos con fluidez y entonación?
¿Puedo parafrasear los dos cuentos?
¿Siento gusto y placer por leer cuentos de la literatura ecuatoriana?

DESTREZA: Recrear textos literarios leídos o escuchados mediante el uso de diversos medios y recursos (incluidas las TIC). Elegir lecturas
basándose en preferencias personales de autor, género o temas y el manejo de diversos soportes para formarse como lector autó-
nomo.

También podría gustarte