La Mineria Colonial Americana Bajo La Dominacion Española
La Mineria Colonial Americana Bajo La Dominacion Española
La Mineria Colonial Americana Bajo La Dominacion Española
' Cfr. BERTHE, Jean-Pierre, Las minas de oro del Marqués del Valle de
Tehuantepec, en Historia mexicana, vol. 8, núm. 29, México, 1958, pp. 122-131.
a BARBOSA-RAM~REZ, A. R., La estructura económica de Nueva España,
Siglo XXI, México, 1971, p. 209.
Cfr. CASTILLERO CALVO,Alfredo, Estructuras sociales y económicas de
Veragua desde sus orígenes históricos (siglos XVZ y XVZZ), Panamá, 1967.
'O Cfr. ARRAZVELARDE,F., El oro de Tierra Firme (según las crónicas del
siglo XVZ), 1964.
y plata. En la región de Zaruma se encontraban lavaderos auríferos
y oro en vetas; de Zamora se sacaron pepitas de oro de tres y cuatro
libras; una de ellas se envió a Felipe 11, valorándose en 3.700 pesos.
También se encontraron yacimientos de oro en Loja, Jaén, Medina,
Sevilla y Logroño; en Mariquita los descubrió el capitán Hernán
Vanegas; también los hubo en el cerro de Pamplona, según el
P. Zamora 'l.
2. TECNICAS METALURGICAS
64
económico, a pesar de los adelantos de la química. Con todo, sur-
gieron algunos inventos o procedimientos para el beneficio por el
método de amalgamación de las menas, tanto de oro como plata;
en síntesis, los principales procedimientos fueron:
su Minería y Metalurgia... (véase nota 20) sólo le dedica las páginas 274-275.
Además, estaba su consumo para usos domésticos y para la salazón de car-
nes, etc.
" CESPEDESDEL CASTILLO,G . , La sociedad colorzial americana, en Hisroria
de España y América, Vicens Vives, Barcelona, 1971, t. 111, p. 470.
3S BARGALLÓ,
M., La química inorgánica y el beneficio de los metules en
el México prehispánico, México, 1966; cfr. RIVET, P. y ARSANDAUX,
H., Me-
talourgie précolombienne, París, Institut d'Ethnologie, 1946.
sobre una bóveda que se sometía a fuego suave. Cada compartimiento
constituía un cajón, con capacidad, en general, para 50 quintales de
mineral» 36.
C) Beneficio de cazo y cocimiento (en caliente).-Fue inventado
en Bolivia por el clérigo español Alvaro Alonso Barba (1569-1662)
en el año 1590 y siguió perfeccionándolo hasta 1616. Como fruto
de esa experiencia escribió el libro El arte de los metales (1637), que
tuvo un éxito inusitado; la primera edición se hizo en Madrid en 1640
y se publicaron ediciones inmediatas en todas las lenguas europeas
durante ese siglo y los siguientes.
Consistía en someter las masas de mineral de oro, plata, cobre
y otros, previamente pulverizada, a iin cocimiento con agtia y merc.iirio
hasta la ebullición; se efectuaba en calderas de cobre refinado,
dotadas de molinillo para girar la masa durante todo el proceso,
añadiendo el agua necesaria al efecto y avivando el fuego 37. Reducía
a horas el proceso que en frío duraba días: «Más veces se repasa
el metal con el continuo hervir en un cuarto de hora, que en muchos
días y aun meses en los ordinarios cnjoncs» 38.
D) El magistral.-Fue un procedimiento que se empezó a usar
en Perú en la penúltima década del siglo XVI; en Nueva España se
empleaba ya entre 1602-1605 39. Estaba constituido exclusivamente
por piritas cobrizas tostadas, procedimiento innecesario al principio
mientras dominó la plata nativa en minerales colorados.
E) Roeduras de hierro.-Este procedimiento fue inventado por
los hermanos Carlos y Juan Andrea Corzo para aprovechar mejor
menas con baja calidad de plata. Lo utilizaron en Potosí en 1587
y 1589. Consistía en añadir a cada cajón de 50 quintales de harina
de metal unas libras de agua de hierro, es decir, mezclar con los
minerales pulverizados de plata y azogue -durante el proceso de
amalgamación- agua que contenía en suspensión limaduras o «roe-
duras» de hierro, que se incorporaban a los minerales 40.
" Citado por PRIETO,C., O. C., pp. 116-117 (en nota 2).
" Comenfario a las Ordenanzas de minas, Joachim Ibarra, Madrid. 1761,
página 25.
de éstos en geometría y demás aspectos relativos a su trabajo hacía
que se desperdiciaran grandes caudales de dinero a1 errar en tiros,
socavones, lumbreras, etc. Gamboa propuso como solución el que a
través de la enseñanza en general sc podían solucionar algunos de
los aspectos técnicos con a h o ~ r ode dinero. Para lo cual sc dcbía
establecer en cada «real de minas» un «número competente de prác-
ticos que según sus circunstancias necesite; que éstos no pudiesen
servir sin titulo y sin aprobación de las reales audiencias, prcviu
el riguroso examen ante uno o dos de sus ministros, así de las Orde-
nanzas como sobre los principios de geometría, juzgando su habilidad
el examinador, Catedrático de la Universidad u otras personas a
elección de las audiencias; y para ser nombrados por peritos de
número de cada mineral se formase un concurso y se estimase como
calidad prelativa la práctica adquirida en los minerales, en la asis-
tencia de medidas, dirección de tiros, socavones u otras obras, según
los informes de los diputados de minería)) 45.
La posición de Gamboa se quedaba algo corta. Basado en él,
pero superándole, surge Ia propuesta de1 abogado y catedrático Ve-
lázquez de León que dará una solución moderna al problema con la
creación de una institución dedicada específicamente a la enseñanza
de todo lo relacionado con la minería. En su famosa Representación
de 1774 4G se incluía un plan de reforma completa de la minería para
resolver el problema de la decadencia de la misma. En él se contem-
plaba la creación del Cuerpo de la Minería, del Tribunal de la Minería,
las nuevas Ordenanzas que la rigieran, un «Banco de avíosn para
financiar los gastos que la apertura de una mina comportaba y, final-
mente, la creación de un Seminario de Minería.
Dejando para más adelante hablar de dichas instituciones, nos
referiremos aquí a la escuela de mineros que la creación del «Semi-
nario» significaba. En síntesis, proponía toda una organización hasta
descender a sus menores detalles:
la Ibídem, libro IV, título XIII, ley V; Los Códigos españoles, vol. 11,
pp. 162 s.
71 Cfr. las Ordenanzas en Colección de Historiadores de Chile y Docu-
CAMDOA, F. J., O. C., t. 11, pp. 252 253. El autor proporciona también el
quehacer de cada oficial citado.
HUMBOLDT, O. C., pp. 459-460: «El apartado del oro y la plata, reducidos
a granalla para multiplicar los puntos de contacto, se hace con retortas de
vidrio colocadas en largas hileras sobre cercos de hornillos de cinco a seis
metros de largo (...). El oro que queda al fondo del matraz se convierte en
barras de cincuenta marcos, al paso que el nitrato de plata se descompone
con el luego du~antela dcstilación cn las retortas (...). En MCxico sc calcula
por gastos de apartado de dos a tres reales de plata por cada marco de oro».
u5 La labor de los Fagoaga les valió el título de Marqueses del Apartado;
cfr. BRADING,D. A., Mineros y comercianfes en el México borbónico (1763-
1810), FCE, México, 1975, pp. 28-251.
mineros y obtener créditos a corto plazo, estos bancos especulaban
con la plata rescatada en condiciones muy onerosas para los mineros
y perjudiciales para la Real Hacienda. Al comienzo, los avíos a mine-
ros se hicieron por particulares o mercaderes a elevado coste debido
al riesgo a que exponían su dinero; después, algunas familias se cons-
tituyeron en verdaderos bancos de platas; en la primera mitad del
siglo XVIII eran cada vez más escasos, de manera que constituyó un
freno para la explotación minera. Con la reforma, que estudiaremos
enseguida, se crearon unos nuevos Bancos de rescate de platas que
aliviaron bastante el problema de la escasez de avíos ".
Efectivamente, a partir de 1760, durante los cincuenta últimos
años largos que quedarían de vida colonial, se produjeron novedades
institucionales en línea con el reformismo borbónico, singularmente
por lo que se refiere a Nueva España; en el virreinato del Perú no
habría tantas iniciativas. De este modo se constituirán el Cuerpo de
la Minería, el Seminario de la Minería, el Tribunal de la Minería,
el Banco de Avíos y las Nuevas Ordenanzas de 1783, a las que nos
iremos refiriendo.
El ambiente que propició esta pujanza institucional fue, para-
dógicamente, de decadencia y crisis de la minería, que duraría década
y media (1761-1774). El concepto de decadencia usado por los criollos
y autoridades ultramarinas resulta muy peculiar aplicado a Nueva
España: «quieren señalar que en torno de la minería hay una estruc-
tura que ahoga, esto es, que las instituciones de la industria, here-
dadas del siglo xvr han pasado a convertirse en un estorbo ante las
nuevas realidades. La petición de instituciones no obedece a una
decadencia real, sino a la necesidad de instrumentos que permitan
la enorme expansión de la industria. Decadencia es, en este contexto,
estrechez» 87. Tres hechos básicos aparecen en esta atmósfera asfixiante
para la minería que, de alguna manera, forzarán la aparición de las
instituciones citadas y permitirán la liberalización de las ataduras que
la atenazaban.
El primero lo constituyó la publicación en 1761 de los Comenta-
rios a las Ordenanzas de Minas, de Gamboa, a quien ya se ha men-
cionado. En síntesis, estimaba que la decadencia se debía a la falta
de iecuisos financicros para poner las minas en explotación -no
tanto para continuar con ella, a lo que atendían los Bancos de rescate,
sobre todo-; sugiere la creación de una «Compañía general refac-
cionaria de minas» q u e apuitaiía créditos para las mismas, estando
86 Cfr. MARISCAL
ROMERO,
M.a Pilar, Los bancos de rescate de platas, Es-
cuela de Estudios Hispanoamericanos, Sevilla, 1964, 86 pp.
MORENO DE LOS ARCOS,R., O. C., p. 110.
sujeta al Consulado de Comercio; esto levantaría la industria minera,
sin necesidad de nuevas leyes ni ordenanzas, que él no propone en
su escrito, sino que se limita a comentarlas; precisamente la justeza
de dichos comentarios serán fuente de inspiración para las Ordenan-
zas definitivas de 1783, que durarían hasta el momento de la inde-
pendencia colonial.
El segundo hecho ocurre en 1766 en el Real del Monte, t6rmino
municipal de Pachuca. Se trata de una crisis laboral, una especie de
«huelga» llevada a cabo por los trabajadores de la mina (los «barre-
teros») contra el propietario de ella (el «minero»), Pedro Romero
de Terreros, dueño -entre otras muchas- de la famosísima veta
«Vizcaína»; las peticiones de los asalariados se ajustaban a las con-
diciones generales del trabajo en la época: percibían un salario-base
y se completaba con la entrega de una pequeña parte de la mena
extraída como compensación por su trabajo y aliciente de lo que
llamaríamos trabajo a destajo. Todo patrón de minas había tenido
que ceder ante esta costumbre secular ya que los patronos no dispo-
nían de liquidez suficiente para costear los salarios, adquirir instru-
mentos de trabajo, etc., por las dificultades de encontrar créditos,
haciéndoseles poner a los barreteros parte de ellos, como velas para
las galerías, etc. En el caso de Romero de Terreros la situación era
distinta; poseía liquidez más que suficiente, lo que unido a su talento
empresarial, gran generosidad " y, simultáneamente, una extrema
codicia, hicieron que los moldes mineros de la época le vinieran estre-
chos y supusieran una traba generalizada a su espíritu emprendedor.
Todo lo cual desembocó en la huelga de los barreteros. Era todo un
síntoma de que el sistema empresarial tradicional se resquebrajaba
ante los estrechos cauces de maniobra que las Ordenanzas generales
o locales permitían a quien dispusiera un nuevo talante empresarial y
dinero con que secundarlo.
El tercer hecho está representado por otro documento. Se trata
de la Representación de 1774 remitida a Carlos 111 por Juan Lucas
de Lassaga y Joaquín Velázquez de León por mediación del virrey
Bucareli, ya mencionada anteriormente ". Insisten, como Gamboa,
en la causa principal de la «decadencia» minera -la falta de finan-
ciación adccuada-, pcro disicntcn dc 61 cn cuanto al organismo que
debe ayudar a los mineros para sufragar los gastos de puesta en
4.1. LA ESCLAVITUD
en Documentos inéditos del siglo XVI, P . M . Cuevas, México, 1914, doc. VII;
cfr. CÉSPEDES DEL CASTILLO, C.,O. C., en nota 34, p. 39.
13' Cfr. KONETZKE, R., Colección de Documentos, vol. 1 , pp. 215 SS.
marginales, como Chile, donde hasta 1674 no se prohibiría la escla-
vitud de los indígenas 13'.
Propiedad privada
del encomendero (por
título distinto del de
la encomienda).
Centro del pueblo
indio (cacique,
principales
y ayuntamiento).
Propiedad privada
de españoles distintos
del encomendero.
Centro de la hacienda
(casa dei amo,
mayordomo y chozas
de los peones).
Tierras concedidas
temporalmente a
Tierras propias del amo. los peones para ayudarles
a vivir y retenerlos
( g r ~ t U i t uo~ con
baja renta).
humana. Esta se resolvería por el incremento de la trata de negros;
pcro cuando el precio de éstos aumentó siguiendo las leyes de oferta
y demanda, se acudió para evitarlo a una interpretación de la ins-
titución de la encomienda que favoreciera al encomendero con mi-
nas. Eri eleclu, en la encomienda «clásica» -desde 1536- sólo se
podía exigir a los indios un «tributo» en especie o en moneda o en
servicios personales específicos (ya no son trabajadores forzosos);
nunca se permitió -1egislativamente hablando- que se les utilizara
para la extracción minera y quedó taxativamente prohibida desde
1550 para cercenar los abusos que se cometían. Pero al escasear la
mano de obra negra, el encomendero utilizará al indio para el trans-
porte de mineral y para el lavado en el arroyo, de modo que se sor-
teaba la literalidad de la ley, evitándose dedicarles a la extracción
propiamente dicha.
En cuanto a la solución técnica, conocida como el procedimiento
de amalgamación a base de azogue, ideada por Bartolomé Medina
en 1555 y de la que ya hemos hablado, dio respuesta doble a las
necesidades económicas del momento, permitiendo un respiro al tra-
bajador indígena: producir más cantidad de plata al aprovechar
mejor el mineral y solucionar parcialmente la necesidad de mano de
obra; el progreso técnico, según Berthe, relevaba el agotamiento de
los hombres '36. Esto explica en parte la puca resistencia de los en-
comenderos cuando se abolió la esclavitud de los indios que, en
cuanto institución, no va más allá de 1560, llenando este vacío la
encomienda.
De esta manera aparecía una primera forma de división del traba-
jo en las minas: los negros y los indios esclavos se dedicaban a
extraer mineral y los indios tributarios ayudaban en el transporte,
lavado y en trabajos auxiliares. Debido a que hasta este mecanismo
resultaría insuficiente por las continilas minas que se abrían, 10s
encomenderos españoles optarían, en una segunda fase interpretativa
del régimen encomendero, por cambiar la naturaleza misma del tri-
buto. Así se iniciaba una etapa más del sistema de encomienda: la
de las «conmutaciones» tributarias. Los indígenas tributarios podían
optar por sustituir los pagos en especie por los servicios personales
gcncricos. A corto plazo el mecaiiismo iesultaba beneficioso para el
indígena porque era libre y se le pagaba su trabajo con un salario,
por lo que los indios acudieron a trabajar en las minas masivamente.
13' JARA, A., El salario de los ~ndiosy los sesmos Úe oro o ia Tasa de San-
tillán, Universidad de Santiago, Santiago de Chile, 1961, p. 18. No se conoce
el texto completo de la Tasa de Santillán, pero sí un resumen del mismo con-
feccionado por e! prnpin jiirista, que puede verse en MEDINA.losé Toribio,
Colección de documentos inéditos para la Historia de Chile, Santiago, 1888-
1902, serie 1, tomo XXVIII, pp. 284-302: Relación de lo que el Licenciado
Fernando de Santillán, oidor de la Audiencia de Lima, proveyó para el buen
gobierno, pacificacidn y defensa del reino de Chile.
"' BERTHE,J. P., Las minas de oro del Marqués del Valle en Tehuantepec
(1540-1547), en Historia Mexicana, vol. VIII, México, 1958: cfr. FERNANDEZ
M¿?:~rz,E., L s swcimior?dn y osc!nvif~idde !m indinv p n P w r t n Riro 11508-
1550), en Anuario de Estudios Americanos, vol. 23 (1966), 377-443.
rectamente emparentado con la constitución de la gran propiedad te-
rritorial» 13', que surgirá ya en cl siglo XVII y se asentará definitiva-
mente en el siguiente: las haciendas. Mas antes se hace necesario
hablar de otra modalidad de trabajo indígena que cierra el siglo XVI:
el repartimiento.
Arrieros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Cargadores de cobre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Boyeros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Camareros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Carboneros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Carpinteros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Carrelerus . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Conuquero (agricultores del maíz) . . . . . . . . . . . . . . .
Curtidores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Canoeros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Servicio general . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Fabricantes de casas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Fundidores de metal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Fundidores de vaciado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Horneros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Mineros de veta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Sacristán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Servidores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Vaqueros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Peones del hato . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Servicios indeterminados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Cortadores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
M.,
CARMAGNANI, O. C., pp. 87-88.
115
a ellos toca les es lícito venderlo al amo mismo o a cual-
quiera que les ofrezca mejor condición y precio>)'''.
'" M.,
CARMAGNANI, O . C., pp. 52-53.
117
1.a acusación llevó el caso hasta el virrey Cruillas, que escuchó
personalmente a los cabecillas encausados y nombró a Gamboa para
dirimir el conflicto; éste, como ya se ha indicado, había escrito
watro nños untes süs C?rdenunzns de ?nineriu j. era partid~ric de!
partido. En este punto el virrey tuvo que abandonar el poder, suce-
diéndole el Marqués de Croix, quien se inclinó de modo expreso
en favor de los trabajadores, al constatar que la rnagnáni~ria aclitud
de Gamboa en los comienzos se tornaba en severidad a medida que
pasaba el tiempo y se desvanecía el recuerdo del motín. De Croix
promulgó un importante bando en que se reglamentaba el trabajo
en las minas del Real de Monte. Romero se sintió vencido, retrayén-
dose a una de sus haciendas, en actitud huraña y hostil; mientras,
siguió presionando en la Corte de Madrid y no desistió de su propósito
hasta lograr que el visitador José de Gálvez dictara el 17 de febrero
de 1771 Una i,~..utpZcci& pgr.tict&p p , v g , v & ~ ~ ! ~ ~ i , y~ igobierno
~nfn
de las minas de Real del Monte y demás comprendidas en el distrito
de las Cajas Reales de Pachuca, por la cual quedaba abolido el sistema
de partido. El nuevo virrey, Antonio María de Bucareli y Ui-súa, se
mostró opuesto a la instrucción y remitió sus observaciones a la
Corona para salvar su responsabilidad (24 de diciembre de 1771)
y excitó a Romero para que saliera de su encierro voluntario y se
pusiera al frente de sus negocios. Como respuesta, el potentado
mandó instruir una averiguación que sirvió para identificar a los
culpables del suceso, a quienes se castigó de1 modo más severo lGP.
De todas formas, las observaciones de Bucareli sirvieron de inspiración
a Juan Lucas de Lasaga y a Joaquín Velázquez de León para su
Representación (25 de febrero de 1774), a la que más arriba nos
hemos referido, y para la creación de una institución de crédito minero
-objeto fundamental al que indirectamente apuntaba el partido-
y de una escuela de minas, de la que también hemos hablado.
Este suceso ponía de relieve el nuevo rumbo que iban a tomar
las relaciones entre patronos, obreros y autoridades. Komero de Te-
rreros, como parte empresarial, pretendía con la abolición del partido,
concentrar en sus manos todos los beneficios que pudieran propor-
cionarle sus minas, evitando que pasaran a sus competidores, los res-
catadores. Emergía, así, la figura del burgués capitalista, que sc iba
a mover en un nuevo mundo económico -el liberal-, cuyos aspectos
'" Para todo este conflicto de Real del Monte se ha seguido la documen-
tación preparada, editada y prologada por CHAVEZOROZCO, Luis, Conflicto de
trabajo con los mineros de Real del Monte, año 1766, Biblioteca del Instituto
Nacional de la Revolución Mexicana, México, 1960.