El Candidato Al Sacerdocio Hombre de Dios

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Padre Juan Diego Giraldo Aristizábal.

Ordenado sacerdote en la Arquidiócesis


de Medellín el 09 de Diciembre de 2000. Actualmente es candidato a la
Compañía de Padres de San Sulpicio (Sulpicianos). Ejerce su ministerio en el
Seminario Mayor de Crato-CE (nordeste de Brasil) como formador y profesor
de Teología Dogmática.
Teólogo de la Universidad Pontificia Bolivariana (2000) y Licenciado en
Teología Dogmática de la Universidad Pontificia Gregoriana (2009). Tesis: “El
pecado como deshumanización”.
Su experiencia como formador por cerca de 8 años, se ha desarrollado en los
Seminarios de Medellín y Cúcuta en Colombia y de Crato en Brasil. En esos
mismos seminarios ha sido Director del año propedéutico por 4 años.

El candidato al sacerdocio: Hombre de Dios1

Alguna vez escuché que un obispo preguntó a un diácono quien ordenaría


presbítero: “¿Es usted un hombre de fe?”. El diácono extrañado respondió:
“¿Por qué la pregunta? Se supone que, si estuve en el seminario ocho años
soy un hombre de fe”. En esta respuesta había un problema y era el “se
supone”. Si era para afirmar que quien está en el seminario es un hombre de fe
que hizo una opción, óptimo. Como también el hecho que quien está en el
seminario vive un proceso de formación y madurez en la fe. Pero, si con “se
supone” está diciendo que está exento de la experiencia de la fe, por el simple
hecho de formarse para ser sacerdote, no, ¡eso es terrible! Estar en el
seminario no sólo supone una experiencia de fe, la exige.
La opción de todo cristiano es por la persona de Jesús, lo que cambia es lo
específico del cómo esta opción se quiere vivir y asumir. Podemos decir,
entonces, que los candidatos al ministerio sacerdotal son cristianos que quieren
vivir su opción fundamental específicamente como ministros ordenados. De
modo que, la primera opción es Cristo, después viene lo específico. ¿Cómo el
candidato al ministerio sacerdotal podría ser “sacramento de Cristo sacerdote”2
si antes no vive el encuentro con Él? ¿Cómo podría ser sacramento de Cristo
Pastor si primero no vive la experiencia de ser parte del rebaño? El seminarista
debe hacer experiencia de Aquel de quien como sacerdote será sacramento.
A la afirmación “tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia” (Mt
16,18) le antecede la profesión de fe: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”
(Mt 16,16). No existe misión en la Iglesia que no sea el anuncio de Jesucristo
creído, aceptado, vivido. En la vocación de Pedro percibo un paradigma del
                                                                                                                         
1
  Cfr.   Benedicto   XVI,   Mensaje   a   los   seminaristas.   Vaticano:   18   de   Octubre   de   2010.   [   í ].  
<Disponible  en:  http://www.zenit.org/article-­‐36937?1=spanish>  
2
 “Esta  es,  justamente,  la  función  del  ministerio  sacramental:  manifestar  la  presencia  de  Cristo  mediador  
y  su  acción  en  la  vida  de  la  Iglesia,  para  que  todo  creyente  pueda  acogerla  y  pueda  así  también  recibir  el  
amor  divino,  necesario  para  la  transformación  del  mundo”.  VANOYHE,  A.  Sacramentalidad  del  ministerio  
y   su   repercusión   en   la   persona   ordenada.   En:   COMISIÓN   EPISCOPAL   DEL   CLERO.   Espiritualidad   del  
Presbítero   diocesano   secular.   Simposio.   Madrid:   EDICE,   1986.   p.   77.     Lo   específico   del   sacerdocio  
ministerial  es  la  sacramentalidad.  
proceso de la vocación de todo candidato al ministerio sacerdotal. Primero el
“encontrarse con el Mesías”, luego el “ver” dónde vive el Maestro, luego el
“permanecer” con Él, y, antes de la misión, conocer la identidad de Jesús para
poder anunciarlo (cfr. Jn 1,35-43). Esto no es sólo fruto de un proceso
intelectual, sino el resultado de un encuentro, de una reflexión amorosa, de una
auténtica experiencia de fe3.
Si se vive la formación para el ministerio al margen de la experiencia de
encuentro y permanencia con Jesús, vienen después las falsan motivaciones
que serán la causa de una frustración existencial y ministerial4. Cuando las
expectativas contradicen lo que en lo esencial es la realidad del ministerio,
viene la decepción. Quien hace “carrera” no entiende lo que es “servicio”; quien
busca “puestos eclesiásticos” olvidó eso de “ser el último”; quien busca
“prestigios” no entiende lo que significa “dar la vida”. En fin, quien no se forma
para ser “otro Cristo” (no sólo sacramentalmente, sino también
existencialmente) es porque no está viviendo una verdadera experiencia de
encuentro con Jesús.
El seminario debe ser lugar de encuentro real con Jesús y de permanencia con
Él, debe ser donde se forman hombres cristianos que quieren vivir su opción
fundamental en la realidad concreta del sacerdocio ministerial5. Es claro,
entonces, que: “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una
gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una persona, que
da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”6.
Ahora bien, quien vive la experiencia de la fe es un hombre, y este hombre
concreto que es “capaz de Dios”7. En alguna ocasión una buena mujer se me
acercó y me dijo “Padre, yo creo que mi hijo tiene vocación para ser padre”.
“¿Por qué?”, pregunté. “Porque a él no le gusta tener amigos, es muy
calladito,…” Y siguió con lista de actitudes que caracterizan una vida “aburrida”,
casi que “inhumana”. Según el parecer de esta “buena” madre, podría ser
padre quien “se parezca lo menos posible” a un ser humano normal. Como
diciendo: “esto de ser padre es para gente extraña”.
Sí, la fe es fundamental, y ésta se da en un ser humano específico. El
ministerio sacerdotal requiere unas exigencias concretas que, sin un
fundamento humano que las sustente sería un riesgo asumir. Al seminarista
que tiene conflictos con la autoridad, le será difícil vivir la obediencia (que no es
servilismo, ni sometimiento); al candidato al ministerio que vive situaciones
afectivas conflictivas no resueltas le será traumático vivir el celibato y el mundo
de relaciones que implica la pastoral; el formando que tiene una baja
autoestima, está propenso a hacer del ministerio una emancipación; quien no

                                                                                                                         
3
  Cfr.   Documento   de   Aparecida   276   –   278.   Proceso   de   formación   de   los   discípulos   misioneros  
(Encuentro,  conversión,  discipulado,  comunión  y  misión).  
4
 “Lo  más  importante  en  el  camino  hacia  el  sacerdocio,  y  durante  toda  la  vida  sacerdotal,  es  la  relación  
personal  con  Dios  en  Jesucristo”.  BENEDICTO  XVI.  Mensaje  a  los  seminaristas  1  
5
 Cfr.  Decreto  Optatam  Totius  8  y  Documento  de  Aparecida  316  
6
BENEDICTO  XVI.  Carta  encíclica  Deus  Caritas  Est.  Introducción  1  
7
 Cfr.  Catecismo  de  la  Iglesia  Católica  27.33-­‐35.  Remito  a  la  problemática    de  “Naturaleza  y  Sobrenatural”  
(Henri  de  Lubac,  Karl  Rhaner  y  Hans  Urs  von  Balthasar.  Cfr.  LADARIA,  L.F.,  “Naturaleza  y  Sobrenatural”.  
En:   SESBOÜÉ,   B.   Historia   de   los   dogmas,   Tomo   II,   El   hombre   y   su   salvación.       Salamanca:   Secretariado  
Trinitario,  1996.  p.282-­‐308  
asume su historia personal y familiar, a veces sencilla y pobre, le será una
contradicción vivir la austeridad y la pobreza.
La Exhortación apostólica post-sinodal Pastores Dabo Vobis subraya la
formación humana como fundamento de toda la formación sacerdotal: “Sin una
oportuna formación humana, toda la formación sacerdotal quedaría privada de
su necesario fundamento”8. Lo que afirmamos al inicio lo reiteramos en este
ámbito: ¿Cómo querer ser sacramento del Buen Pastor si antes no
aprendemos a ser auténticamente humanos? De hecho el sacerdote “debe
procurar reflejar en sí mismo, en la medida de lo posible, aquella perfección
humana que resplandece en el Hijo de Dios hecho hombre”9.
El seminario debe ofrecer al candidato las herramientas que le permitan una
madurez humana auténtica (potencializar, desarrollar, corregir, interiorizar). El
ambiente formativo debe permitir que el candidato viva, no según las
convenciones o conveniencias, que pretenden satisfacer a la autoridad, sino
según convicciones, es decir según los valores interiorizados10. En pocas
palabras, el seminario debe permitir al seminarista que sea auténtico e
coherente con los valores humanos que se iluminan a partir del encuentro con
Jesús. Nada resta al hombre la experiencia de encuentro con Jesús, al
contrario, en y con Él el hombre se humaniza11. De hecho, algunas actitudes y
comportamientos que pertenecen al “hombre viejo”, inseridos en un auténtico
proceso de conversión, pueden ser superados.
Para terminar, comparto algunas prácticas que, en mi experiencia como
acompañante del grupo que vive el proceso formado del Año Propedéutico, me
ayudaron a responder a este desafío de no formar sacerdotes sobre ruinas
humanas o sobre ruinas de la fe12.
- Entrega del alba: esta no se reduce a la entrega de un vestido litúrgico,
sino que subraya la nueva condición del bautizado como “revestido de
Cristo”. Entregada al inicio de la Formación indica que el seminario es un
tiempo para desarrollar y madurar la fe bautismal. Que quien se prepara
para el ministerio es un cristiano auténtico, y no un “monaguillo” atraído por
realidades externas de la liturgia.

- Las entregas: al ritmo de la materia de “formación cristiana”, que sigue el


contenido del Catecismo de la Iglesia, hacer las respectivas entregas: del
                                                                                                                         
8
  Pastores   Dabo   Vobis   43.   Parafraseando   afirmamos:   “Sin   una   sólida   estructura   humana,   toda   la   vida  
sacerdotal  quedaría  privada  de  su  fundamento  necesario”.    
9
 Idem.  
10
  En   un   curso   para   formadores   (Puerto   Príncipe,   2003)   el   Padre   José   María   Racondo   afirmó:   “El   reto   de  
este  tiempo  es  formar  el  corazón”.  Sólo  se  vive  a  partir  de  las  convicciones.  La  pregunta  es  si  estamos  
formando   en   un   auténtico   humanismo   que   pueda   sustentar   las   exigencias   del   ministerio   y   en   una  
verdadera  experiencia  de  fe  que  pueda  hacer  creíble  lo  que  anunciamos.  Cfr.  Documento  de  Aparecida  
319-­‐322   que   habla   de   la   necesidad   de   un   proyecto   formativo   que   responda   a   un   verdadero   proceso  
integral  del  candidato.  
11
  A   este   propósito   dice   la   Lumen   Gentium   22:   “En   realidad,   el   misterio   del   hombre   sólo   se   esclarece   en  
el  misterio  del  Verbo  encarnado…manifiesta  plenamente  el  hombre  al  propio  hombre  y  le  descubre  la  
sublimidad   de   su   vocación”.   Cfr.   con   LG   14:   “Quien   sigue   a   Jesús,   (homo   perfectus),   se   hace   por   este  
mismo  hecho  más  hombre”  
12
 Estas  prácticas  las  realicé  en  los  seminarios  mayores  de  Medellín,  Cúcuta  y  Crato  (Nordeste  de  Brasil)  
como  director  del  año  Propedéutico.    
Credo, del Padre Nuestro, de los Mandamientos. También la entrega de la
Sagrada Escritura, de la Liturgia de las horas y de la Misión Pastoral. Esto
permite celebrar los contenidos de la fe y personalizar el compromiso
cristiano del candidato. No sólo se aprende sobre Jesús, sino que se lo
acepta como Salvador.

- Tardes de anuncio: los candidatos no siempre han vivido un serio


proceso de evangelización, ni siquiera el primer anuncio. En la práctica es
anunciarles a los seminaristas el Kerygma y destinar un momento de la
vida del seminario para esto.

- Lectura orante de la historia personal a la luz del salmo 139. El


candidato del año Propedéutico responde a una serie de preguntas
concretas sobre su historia familiar y personal en un contexto de oración, a
fin de hacer una lectura de fe de lo que él es y de lo que puede llegar a ser.
La experiencia nos enseña, pues, que los candidatos al ministerio deben ser
creyentes humanizados por Jesús y hombres alcanzados por la gracia del
hombre perfecto.
BIBLIOGRAFIA

BENEDICTO XVI. Discurso del Papa en el encuentro con los seminaristas en


Friburgo. Friburgo, 27 de Septiembre de 2011. [En Línea]. <Disponible en:
http://www.zenit.org/article-40520?1=spanish>

______________. Mensaje del Papa a los seminaristas. Vaticano, 18 de


Octubre de 2010. [En Línea]. <Disponible en: http://www.zenit.org/article-
36937?1=spanish>

DÉVILLE, Raymond. La Escuela Francesa de Espiritualidad, Ayer y hoy.


Bogota: Ediciones Monfortianas, 2007. 254p.

JOAO PAULO II. Exortação apostólica pós-sinodal Pastores Dabo Vobis. São
Paulo: Paulinas, 2001. 220p.

OLIER, Jean-Jaques. La Sainteté Chrétienne. Paris: Les Éditions du Cerf,


1992. 90p.

PITAUD, Bernard. Orar 15 días con el Padre Olier. Bogotá: Kimpres, 2009.
116p.
VITTORINO, Andreoli. Padres: viagem entre os homens do sagrado. São
Paulo: Paulus, 2010. 361p.

Resumen
A partir de su experiencia como formador en diversos seminarios, el autor presenta el
proceso de formación al ministerio sacerdotal como un itinerario de humanización que
se fundamenta en el encuentro personal con Jesús. Se trata de ayudar a crecer
integralmente al hombre y al cristiano, es decir al hombre de fe, con el fin de que pueda
ser hombre de Dios en medio de los seres humanos, es decir, sacramento de Cristo
Pastor y Sacerdote. Al final, comparte algunas prácticas de su ya larga experiencia con
los grupos de candidatos que viven el proceso formativo del año propedéutico.

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