CASANOVAS. La Corrida de Toros Caballeresca Del Museo...
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Revista de Estudios Taurinos, nº 10, Fundación de Estudios Taurinos, Sevilla, 1999, pp. 55-66
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Al morir sin descendencia doña Teresa de Amat y
Lentisclá, hija del I conde de Castellar, los títulos y propiedades
pasaron a la rama de su hermano mayor, el Marqués de
Castellbell, padre de don Manuel de Amat y Junyent, virrey
del Perú entre 1761 y 1776. En 1888, y antes de vender la
finca, Castellbell, miembro de la Asociación Artístico
Arqueológica Barcelonesa, decidió extraer de la pérgola las
dos lunetas laterales para que estuvieran presentes en la
Exposición Universal de 1888, que tuvo lugar en el Palacio
de Bellas Artes del parque de la Ciudadela de Barcelona. Tras
su restauración y exhibición pasaron a formar parte de las
colecciones municipales de la ciudad y son, hoy en día,
representaciones emblemáticas de la cultura popular española.
Uno de los múltiples legados que los árabes dejaron
tras la conquista de la península ibérica fue el de la cerámica.
Junto a la construcción de hornos de dos cámaras y de los
barnices y esmaltes policromos para la impermeabilización
de las arcillas, el Islam puso de moda, en España, la decoración
de palacios y templos con elementos cerámicos. Los
primeros zócalos y pavimentos se revistieron de mosaicos
formados de aliceres, esto es, de pequeñas piezas con formas
diversas que encajan entre sí como un rompecabezas configurando
lo que se conoce como alicatado. A partir del siglo
XIII se sustituyeron por las composiciones de azulejos, que
se producían y colocaban con más facilidad y, por tanto, eran
más baratas. El vocablo azulejo tiene su etimología en la lengua
árabe, pero su origen se encuentra en el oriente próximo
y medio. Los alfareros egipcios de Fustat (antiguo Cairo),
utilizaron por primera vez placas esmaltadas en verde para
ornamentar las cámaras de la pirámide de Saqqârah, construida
durante el IV milenio a. C. Desde Egipto, esta moda
se extendió por Irán, Siria y Mesopotamia. En Siria, por
ejemplo, se realizaron los monumentales bajorrelieves de los
palacios de Khorsabad (siglo VII a. C.) y los azulejos policromos
de la puerta de Ishtar en Babilonia datan del siglo VI
a. C. En el Museo del Louvre se conserva otro buen ejemplo
de este período, las placas con relieves zoomorfos de los
palacios iraníes de Susa y Persépolis, construidos entre los
siglos V y IV a. C.
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La Plaza Mayor de Madrid, diseñada por Juan Gómez
de Mora, arquitecto y maestro mayor de Felipe III, en 1617 se
construyó a imagen y semejanza de las plazas mayores iberoamericanas,
la primera de las cuales como se sabe fue diseñada
en 1580. La plaza mayor es un espacio público, el foco
principal de la ciudad, el centro de intercambios simbólicos
entre el pueblo y la corte, un colosal teatro mundano donde
convergen los esplendores cortesanos y las miserias cotidianas
de la vida, y lugar de encuentros individuales y de flujos
colectivos. Pero la Plaza Mayor de Madrid, espaciosa y monumental,
fue además el espacio del saber porque allí se encontraba
la Academia de Bellas Artes de San Fernando y la de
Historia. No hay duda de que, desde su misma concepción, su
destino fue multifuncional: mercados, paradas militares, juegos,
fiestas populares, corridas de toros, bodas y natalicios,
cualquier acontecimiento era motivo de reunión en la Plaza
Mayor, donde las construcciones que la rodean, predecesoras
de las casas de pisos, eran como palcos que podían comprarse
o alquilarse y su valor dependía del número y calidad de los
balcones, disminuyendo sus rentas los años que no había
corridas (ÁlvarezBuilla, e Ibáñez, 1998: 15-23).
BIBLIOGRAFÍA
5
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