Domingo Iv Laetare

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Al igual que en el tiempo de Adviento, tenemos un domingo que adelanta,

anticipa el tiempo litúrgico que vendrá después: la Pascua.


Este domingo, llamado laetare, viene de la antífona de entrada que se
reza, si no hay canto, antes de los ritos iniciales. Sin embargo, aunque
hubiese canto este debe conformarse con esta antífona. Es decir, la
antífona de entrada marca el sentido particular de la celebración.
¿Qué nos dice esta antífona hoy? Laetare Jerusalem, es decir, alégrate
Jerusalén. Y es lo que queremos hacer hoy ¡alegrarnos! Alegrarnos porque
Jesucristo va a resucitar, porque ya vemos cerca la Pascua y porque como
se nos ha dicho en la segunda lectura: “mediante la fe estáis salvados”.
Creo que esto es esencial. Tenemos que aprender a encontrar en la fe, en
las cosas de Dios, una alegría profunda. Es decir, la alegría a la que
estamos llamados nace de algo que nos toca redescubrir cada día. Nace de
la salvación que Dios, por el bautismo, los sacramentos, la gracia me da.
Nuestra alegría, en definitiva, es que somos hijos de Dios.
No podemos vivir una fe que encuentra en cosas secundarias, buenas,
pero secundarias su alegría. Hoy estamos invitados a preguntarnos:
“Señor, ¿Qué me hace vibrar? ¿Con qué se alegra mi corazón?”
Entrando en las lecturas propias de este día vemos la deportación y el
regreso del pueblo judío a Babilonia hasta que Ciro, instrumento de Dios,
los devuelve a su hogar.
Esta lectura pertenece al segundo libro de las Crónicas, un libro curioso,
porque fue escrito en torno al siglo IV a.C. y hace una relectura desde el
inicio, desde el Génesis, hasta esa cautividad en Babilonia. Y es central en
este libro el Templo como lugar del culto y de identidad del pueblo hebreo
y la fidelidad a la Alianza ¿Quieres ser un buen judío? Ama el Templo de
Jerusalén y observa la Alianza. De ahí el salmo que hemos proclamado:
“Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar, con nostalgia de
Sión; en los sauces de sus orilla, colgábamos nuestras cítara”
Sin embargo, tienen la dificultad de vivir lejos del Templo y rodeados de
una religión pagana, lo cual amenaza con disolverlos. Sin embargo, como
Dios es fiel a su Alianza los libera con un segundo éxodo. Y muchos de
ellos redescubren sus raíces, redescubren a Yahvé.
¿No será esto lo que debemos hacer en Cuaresma? ¿No será que debemos
hacer un viaje hacia Dios liberándonos de todo lo que nos aleja de Él?
En segundo lugar, el Evangelio que sigue, a mi modo de ver, esta última
pregunta pero lo hace de un modo mucho más radical y último.
Juan escribe su primer gran discurso y anuncia la pasión de Cristo. Ese
estandarte de Moisés, es la Cruz redentora, medio a través del cual Dios
reconcilia consigo al mundo.

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