SIGNOS
SIGNOS
SIGNOS
Pero sin duda, la gran oportunidad de preparar este rollo ha sido por los grandes
momentos que he tenido de estar con el Señor. Se da la circunstancia que preparé
este rollo en las semanas previas y durante la pasada Semana Santa y volví a
saborear la presencia del Señor en mi vida, mi experiencia e intimidad con Dios a
través de Cursillos, los grandes momentos delante del Sagrario para que fuera Él
quien hablara hoy.
Empezamos el viernes hablando de la Búsqueda, que abre una pequeña rendija que
permite al Señor colarse en mi corazón, para que acoja la gran Noticia, que Dios me
ama. Ahí es cuando se produce el Encuentro que cambia radicalmente mi vida. Ayer
llegábamos a la Esperanza al abrirnos al asombro de creer; a la Plenitud que
alcanzamos en nuestra vida con la presencia de Dios en ella, lo que nos sitúa en una
actitud de Gratitud permanente. Así, llegamos a ser Signos, como resultado de todo
este proceso de conversión que cada uno de nosotros vamos realizando a lo largo de
nuestra vida.
Y así hemos llegado hasta aquí, después tres días de saborear la amistad y la
presencia del Señor, llegamos al rollo que lleva por nombre SIGNOS.
Y poco a poco voy descubriendo que Cristo vino a salvarme a mí, a salvar al hombre.
Y descubro que esta amistad con Cristo ha de transparentarse con nuestra actitud de
amistad hacia los demás ya que la amistad es el mejor medio para acercar a la gente
a la experiencia de Dios. Por eso poco a poco vamos descubriendo que estamos
llamados a ser signos, a ser levadura para mejorar la realidad. Y esto solo es posible
si nos empeñamos en estar y ser mejores nosotros mismos.
Cuando alguien se rompe una pierna, siempre tiene cerca algún cristiano muy pío que
le intenta convencer que gracias a Dios no se ha roto también la otra. Y el no
creyente, por poco listo que sea, enseguida se pregunta quién es ese Dios que ha
querido que se rompiera una pierna; y manejamos sin querer una imagen de un dios
que mueve los hilos como si fuéramos sus marionetas. ¡Cuánto mal hace esa imagen
y qué difícil se lo pone a la gente para que se acerque a Dios!. Y después, cuando
pasa un tiempo y el de la pierna rota se recupera y pasa por un gran momento de
alegría, ¡qué pocas veces algún cristiano le recuerda que en ese momento Dios se
alegra con él!. Y si no somos signos en la alegría y la esperanza, ¿de qué Dios somos
signos?.
La alegría nos viene de muchos sitios, el principal es la relación con Dios que da
sentido a nuestra vida; pero también nos viene de la amistad profunda que vivimos
entre nosotros porque hemos puesto al Señor en medio; y la alegría nos viene de ver
qué es capaz de hacer el Señor en la vida de las personas que queremos y de
asombrarnos al ser testigos de tanto milagro. El simple hecho de ser cristiano hace
que seamos espejo allá donde estemos. Por eso nuestro empeño no puede ser otro
que el de simplificar, facilitar y posibilitar ese encuentro con el Señor y que este se
prolongue durante toda la vida. Es simple.
Supongo que estaréis de acuerdo en que el mundo está harto de maestros que nos
quieren enseñar cómo hacer las cosas. Pero el mundo no se cansa de los testigos y es
mucho más interesante ser testigo que maestro, y además maestro solo hay uno. Lo
nuestro es ser testigos, testigos de la resurrección de Cristo, testigos de que es
posible amar a todos los hombres, testigos de que intentamos amar a los que
tenemos más cerca como a nosotros mismos, testigos de lo que vivimos cada día,
testigos de que evangelizar no es hablar del Evangelio sino tratar de hacerlo vida en
mi día a día. Y en esto estamos, intentándolo vivir cada vez más intensamente.
Por eso no es suficiente con querer ser bueno, hay que buscar transparentar al Señor
apuntalando la relación con los medios que ofrece el Movimiento de Cursillos, con el
convencimiento de que es posible crecer como persona. Nunca debemos olvidar que
hacemos el camino en compañía, por lo que no podemos dejar de lado a todas las
personas que pasar por mi vida.
Y a medida que nos vamos aproximando más a Dios, podemos empezar a percibir su
presencia en cada persona. Para mí eso es estar ya en el camino de santidad, cuando
sabemos admirar a la persona que tenemos delante por lo que hay de Dios en ella.
Dios hace al hombre a su imagen y semejanza, pero nosotros muchas veces nos
empeñamos en fijarnos solamente en la semejanza y no tanto en la imagen. Y si te
fijas en la semejanza con Dios descubres que actuamos poco como actuaría Él y más
que semejanza hay des-semejanza. Pero siempre, haya o no semejanza entre lo que
Dios quiere y nosotros hacemos, hay una imagen de Dios en nuestra vida (creamos o
no en Él) y eso es lo que tenemos que saber descubrir y admirar, la imagen de Dios
en la persona que tenemos delante. No busquemos la semejanza, que esta ya se
dará; busquemos la imagen de Dios que late en cada uno y así sabremos respetar a
la persona por ser persona, y querremos a cada uno como es y no intentaremos que
sea como a nosotros nos gustaría que fuera.
Llegar a entender algo tan grande como que el hombre, antes de ir a Dios, viene de
Él. Descubrir la presencia de Dios en cada uno y ver a Jesús en cada persona. Eso es
estar atento a los signos, eso es empezar a vivir el cielo en la tierra
De la misma manera, tampoco los Sacramentos son un cumplir con una serie de
obligaciones, el continuar una costumbre o caer en un “ser bueno”. Los Sacramentos
tampoco son una repetición de algo que pasó hace muchos años, son mucho más. Los
Sacramentos son una presencia real de Dios entre nosotros y quizás el ejemplo más claro
lo tenemos en la Eucaristía. Ahí es donde Él se hace presente con nosotros, para
nosotros, no como un recuerdo, no solo como un repetir un gesto de hace dos mil años;
se trata de vivir con Dios la celebración. A partir de ahí no caben preguntas como ¿es
obligatorio ir a misa? Seguramente, esta pregunta no tiene sentido en un contexto de
amistad con el Señor, en un contexto de ir a compartir con el gran amigo un momento de
intimidad.
Que yo sea capaz de reconocer a Cristo en cada una de las personas que tengo delante
incluido aquel que me está fastidiando, es algo que muchas veces cuesta y pocas veces
ocurre. Que yo sea el rostro de Dios en el mundo, desgraciadamente es algo que no
siempre se cumple porque somos demasiado humanos. Lo que siempre ocurre, porque es
uno de los grandes regalos que nos dejó, es la posibilidad de vivir los Sacramentos como
un momento de encuentro con el Señor en comunidad.
Por eso son mucho más que un signo, porque además, Dios actúa a través de los
Sacramentos y, a través del Espíritu Santo, nos acercamos al misterio de lo divino. Es
muchísimo más que reconducirnos al origen de nuestra historia cristiana, es una
presencia real y actual entre nosotros en clave de amistad.
La cercanía e intimidad con Dios nos da la paz y la luz interior que nos lleva a
descubrir que todo es gracia y presencia del Espíritu Santo. Por eso, ante la grandeza
de vivir lo que vivimos, ante la grandeza de descubrir que el Carisma del Movimiento
de Cursillos de Cristiandad es del Señor y seguimos la obra de Él, solo nos queda no
dejar de asombrarnos y desde una humildad infinita dejar hacer a Dios a través
nuestro, agradeciéndole el regalo de su gracia.
Y así, cuando alguien pase cerca de nosotros y descubra el aroma de las rosas,
estaremos preparando el camino para el encuentro con el Señor. Desde aquí, viendo
vuestras caras y vuestra mirada, es fácil apreciar muchísimos signos de Dios.
De colores.