El Discernimiento en San Ignacio de Loyola

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El discernimiento en San Ignacio de Loyola

1. La persona de San Ignacio


Iñigo como era su nombre nació en Loyola en el 1491. De joven está lleno de
sueños e ideales. Conquistar mundos y obtener triunfos en su meta. Le atrae el mundo
militar. En Pamplona defiende un castillo y allí es herido en su pierna derecha en mayo de
1521. Durante su restablecimiento de salud, pide libros de caballería. No aparecen por el
momento y por eso le entregan libros piadosos y se da en él la conversión. Tiene la visión
de la Virgen Santísima.
De ese modo San Ignacio cambiará su ejército por otro. En 1540 se confirma la
Compañía de Jesús por medio de la Bula Regimini Militantis Ecclesiae, quien ha dado a la
Iglesia uno de los aportes más significativos. Ignacio muere en julio de 1556 en Roma.
De los muchos escritos de San Ignacio podemos enumerar los siguientes: Los
Ejércitos Espirituales, que es un manual práctico que contiene todo el método espiritual
santo. El Diario Espiritual, que lo fue escribiendo poco a poco a partir de las experiencias
que iba viviendo. Constituciones de la Compañía de Jesús, que como su nombre lo indica
contiene todo lo relativo a la Compañía. También tenemos la llamada Autobiografía, que
es el libro de su vida que él dictó al P. Luis Concalves de Cámara.
Dentro de los grandes aportes de San Ignacio tenemos que destacar como la obra
maestra: los Ejercicios Espirituales y dentro de éstos todo el proceso de Discernimiento,
mediante el cual se lleva a la persona a descubrir el querer y la voluntad de Dios. Por eso
queremos detenernos a reflexionar sobre el mismo, porque entendemos que puede servir a
muchos para descubrir su propio camino espiritual.
2. El discernimiento de San Ignacio

Hablar de discernimiento es hablar ya de San Ignacio, porque él es el padre del mismo.


El parte de la doble condición de influencia que recibe el cristiano: la de Dios y la del
demonio. Se pregunta ¿Qué es discernir? ¿Cómo es discernir? Discernir es búsqueda y
búsqueda del querer de Dios en mí y para mí.
Este proceso suele hacerse a través de los Ejercicios Espirituales que suele tener una
duración de 4 semanas, y cuyo objetivo fundamental es que la persona logre su conversión
y a la vez descubra los caminos de Dios para su vida. El apunta que para lograr eso hay que
tener en cuenta varios elementos:
1.-El dinamismo fundamental de la vida espiritual. Esta no es una especulación, sino
vivencia en las decisiones de la libertad. Es escoger y cumplir la voluntad de Dios,
siguiendo la recomendación del Evangelio “caminen según el Espíritu y no según la carne”
(Gál 5, 16-17).
2.-El contacto con el mundo espiritual personal. Recordemos que en el hombre y la
mujer hay una doble influencia: la del Espíritu de Dios y la del espíritu malo, por eso
conviene discernir para saber bajo cuál espíritu actuamos.
3.-La tendencia del hombre. En tiempos de los Padres de la Iglesia la lucha espiritual se
centraba y se objetivaba en la lucha entre el Reino de Dios y el mundo, entre Dios y
Satanás. Pero no se tenía presente porque no se había desarrollado lo suficiente la
componente psicológica de la persona. Hoy en el proceso de discernimiento se tienen en
cuenta muchos elementos: los sentimientos y las emociones, los instintos naturales y las
pulsiones no controladas. Eso quiere decir que debemos tener en cuenta varios niveles: el
biológico, el nivel social y el espiritual.
4.-La moción espiritual. Son los modos afectivos o signos de la presencia actual de
tendencias positivas y negativas. Es lo que llama Ignacio la desolación y la consolación.
En los ejercicios espirituales hay tres palabras claves y cercanas que debemos conocer y
tener en cuenta: Elección, discreción y discernimiento. 1 La discreción y el discernimiento
están en función del plan de Dios en nuestra vida. Hay tres actitudes fundamentales para la
elección y son: purificación, generosidad y oración.
En este proceso de armonizar la voluntad divina con la humana, San Ignacio dice que el
ejercitante necesita de un doble movimiento inicial: la purificación es disponer el alma para
quitar de sí todas las afecciones desordenadas2. Esta es la primera actitud de la elección.
La segunda es la generosidad. Una vez que la persona se desapega de las cosas, es
decir, del pecado, entonces San Ignacio incita a dar un paso más y es a la generosidad, que
es necesaria o imprescindible para la elección3.
San Ignacio antes o en la cercanía de la elección, invita a la meditación de los tres
binarios para llegar a la indiferencia. Los tres binarios o clases de ejercitantes son:
a. Aquellos que postergan o dejan para después su elección.
b. Aquellos que quieren llevar a Dios a su deseo pero no ellos realizar los deseos de
Dios.
c. Y la de aquellos que quieren desprenderse de sus afectos desordenados y realizar los
planes de Dios en sus vidas.
La tercera actitud del discernimiento es la oración. Todo este proceso según San
Ignacio se hace a través de la oración. En este espíritu se pide, se busca, se pone el alma
para hacer su auténtica elección. Esa oración no es una realidad espontánea, sino algo
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Es bueno conocer estos tres términos para una mejor comprensión de los ejercicios espirituales: la elección
es el proceso global que comprende la discreción y el amor. El amor es el elemento constitutivo del hombre.
Es la fuerza que le lleva a vivir de Dios (dimensión teológica), en Cristo (dimensión Cristológica) y dentro de
la Iglesia (dimensión eclesial) La elección es conversión hacia Dios, a Cristo en la Iglesia. La discreción es el
modo de elegir bien, donde por amor se obedece la ley de la Encarnación y el modo de concretizar la
discreción es el discernimiento. Este se hace a través de las consolaciones y las desolaciones, llegando a un
estado de indiferencia para poder elegir.
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Las afecciones desordenadas es la desviación del hombre de los caminos de Dios, o mejor, es el pecado.
San Ignacio en la purificación que debe lograrse en la primera y segunda semana, persigue elevar al hombre
y la mujer a la comunión con Dios. Es la purificación de los sentidos y de la razón de donde vienen los
desórdenes. San Ignacio quiere llevar a los hombres a “sentir” y tener “sentimiento interior”, o bien, a
experimentar la Gracia.
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Esta actitud la llama San Ignacio “el más”, porque solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce
para el fin que somos creados (EE.EE, n. 23). El más es principio de elección para orientar cualquier decisión.
que exige ejercicio, disciplina y aprendizaje. La oración empeña y compromete el
afecto y evita el sentimentalismo y el intelectualismo. Es un entrar en la pura gratuidad
de Dios.
Todo se hace dentro de un clima o ambiente, que es tratar de purificar los afectos
desordenados para agradar e imitar a Cristo en una comunión de vida y de destino. San
Ignacio descubre este ambiente como un mirar solamente aquello para lo que fuimos
creados: para alabar a Dios y obtener nuestra salvación.
Para esto, el santo señala una serie de meditaciones que nos ayudan a colocarnos en
la historia de la salvación. Dentro de esa tenemos: El Rey eterno; tres maneras de
humildad; los misterios de la vida pública de Jesús; la contemplación para alcanzar
amor.
Para la elección San Ignacio propone tres tiempos o momentos privilegiados de
gracia (kairós). En el primer tiempo se debe entrar en contacto con Dios y ponerse bajo
el influjo del Espíritu Santo, para que obtengamos claridades interiores. Es el tiempo de
la disposición humana para dejar que Dios penetre en nuestra vida.
En el segundo tiempo sí ya entramos en un verdadero discernimiento a través del
juego de la consolidaciones y desolaciones. Es el momento de las vivencias y de las
experiencias. Pero en el tercer tiempo, donde ya se entra a una profundización sobre la
consolación, que es una moción interior producida por el alma, mediante la cual ésta se
inflama en el amor de su Creador y Señor. Aquí se pueden derramar lágrimas que
mueven al amor del Señor, ya sea por el dolor de sus pecados o por la pasión de Cristo.
La consolación es una moción interior en el cual sentimos la alegría, la paz, el
gozo, el gusto por las cosas de Dios, el ardor, la fortaleza y el descanso del alma. San
Ignacio ilustraba esto con s propia experiencia y decía: cuando tengo que visitar a un
enfermo o acercarme a un moribundo siento algunas repulsiones y como una tendencia
a retirarme, pero una vez que lo hago, entonces se apodera de mí una gran alegría y eso
me confirma la presencia de Dios en esa acción. La consolación lleva siempre al
arrepentimiento, a la compasión y el amor a Cristo, el aumento de la fe y la caridad y,
por supuesto, al servicio a los hermanos.
La desolación es lo opuesto a la consolación; ésta se manifiesta en la oscuridad del
alma, el turbamiento y la tristeza, la irritación y la desconfianza, el apego a las cosas y
las insatisfacciones. En la desolación experimentamos la tibieza espiritual, la depresión,
el desequilibrio y la tristeza y resistencia interior.
La desolación es señal de que los caminos de Dios están obstaculizados. Dios
permite la desolación para que saquemos de ella un bien mayor4.
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San Ignacio a la luz de este binomio establece algunos elementos que es bueno tener presente: 1.-Los
ejercicios producen estas mociones interiores y es un buen indicio tenerlas, porque si no, sería como la falta
de empeño del ejercitante. 2.-Este debe hacer un gran esfuerzo en observar al máximo esos elementos,
anotando bien todo lo que le pasa. 3.-Debe distinguirse bien las consolaciones de las desolaciones para que
le ayuden a su elección. 4.-Debe interpretarlas: la consolación es obra de Dios y la desolación es obra del
demonio. Esta produce en nosotros tibieza, pereza y negligencia, pero Dios quiere darnos la consolación que
Recordemos que no es tan fácil distinguir un estado de otro. Siempre hay una
especie de mezcla de los elementos espirituales y los elementos naturales. A veces el
espíritu malo se transforma en espíritu de luz para llevarnos por su camino. Por eso, hay
que discernir y el criterio fundamental es que donde experimentamos paz y plenitud,
entonces ahí está la presencia de Dios y al revés. San Ignacio nos da unos sólidos
criterios que nos pueden ayudar para un buen discernimiento:
1. En la desolación:

a. No hacer cambios y no tomar decisiones.


b. Cambiarse a sí mismo, mediante la oración, la lucha y la penitencia.
c. Aceptar con humildad y con paciencia la propia debilidad
d. Buscar ayuda para clarificar su situación.

2. En la consolación:

a. Tomar nuevas fuerzas y prepararse así para la desolación que pueda venir.
b. Humillarse y volverse a Dios.
c. Agradecer al Señor lo done recibidos.

3. Criterios externos:

a. El primer criterio externo es la obediencia a la Iglesia. El que no acepta la


autoridad de la Iglesia corre el peligro de aferrarse a su propio criterio y no
buscar la voluntad de Dios.
b. Otro criterio nos viene del Evangelio: “Entrar por la puerta estrecha” (Mt 7,
13-14).
c. San Juan nos da otro criterio: “El amor al prójimo”. Un amor concreto,
benévolo y universal que no excluya a nadie.

4. Criterios internos:
a. El principal criterio para saber si la moción espiritual viene de Dios es: la
alegría, la paz, el gozo, la serenidad y la confianza.
b. Es también experimentar el sentido de plenitud y de realización5.
es pura gracia y don.
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San Ignacio para ayudarnos a descubrir que la moción espiritual viene de Dios ofrece algunas reglas. Por
ejemplo, la tercera regla de la primera semana que dice: “cuando el alma a causa de la moción interior, se
inflama del amor de su Criador y Señor… y logra hacer las cosas no por sí mismos, sino en su Criador de
todas ellas” (EE., n. 316. Eso significa que el ejercitante tiene que llegar a un punto donde ninguna criatura
es amada en sí, sino en su Criador. El amor abarca la persona entera (lágrimas, sensibilidad, proyectos,
entrega, alegría y paz) y cuyo objetivo es la reconciliación con Dios, la disponibilidad para sus planes y la
comunión con Él. Todo eso nos indica que estamos en el camino correcto. Pero Ignacio nos dice que las
tentaciones peores son las que tienen apariencia de bien (sub angelo lucis), aquí es donde se debe estar
atento el Director Espiritual, para ayudar a discernir y hacer ver el ejercitante que distinga la ilusión de la
realidad, los deseos propios de las mociones del Espíritu, lo consciente de las motivaciones inconsciente, lo
teologal de las meditaciones humanas.
3. Esquema de San Ignacio sobre el actuar de los espíritus
ESPÍRITU BUENO ESPÍRITU MALO
1. EN LO INTELECTUAL
Luz en la mente Oscuridad
La verdad ilumina el intelecto y clarifica La falsedad y la oscuridad ensombrecen
la imaginación la mente

2. CONCIENCIA MORAL
Reto ordenamiento de la conciencia religiosa. Desorden de conciencia, obstinación de
Confianza en Dios, temor, recta intención, juicio, soberbia, exageración, vanidad,
voluntad flexible, sinceridad y apertura presunción y corazón duro.

3. COMPORTAMIENTO MORAL ÉTICO


Comportamiento evangélico, paciencia en los Ignorar las leyes del Evangelio,
dolores, constancia y perseverancia, deseo de soberbia y falsa humildad, impaciencia
imitar y vivir como Cristo. en las pruebas.

4. AFECTIVIDAD
Los frutos del espíritu son: alegría, paz interior, Los frutos de la carne son: apego a las
libertad de espíritu, plenitud y paciencia. cosas, desorden sensual, impaciencia y
malestar interior.
Este método que nos propone San Ignacio sobre el discernimiento es, sin lugar a
dudas, una herramienta muy útil para nuestro crecimiento espiritual. El parte de la
experiencia misma de la vida espiritual, donde el hombre se acerca a Dios por la gracia y se
aleja de Él por la concupiscencia del pecado, de ahí que él recomiende “caminen según el
Espíritu” (Gál 5, 1-6).
Ignacio nos previene para que no caigamos en la obstinación del corazón y nunca
caminemos por la puerta ancha, sino que nos dejemos conducir por el Señor “por la puerta
estrecha” del servicio, del compartir y servir, cerca de los que sufren y están enfermos y
para eso tener un corazón lleno de piedad y compasión. En fin, nos invita a discernir para
que busquemos, no lo que a nosotros nos gusta o conviene, sino lo que agrada a Dios para
realizarlo.

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