Adriana Abeles Frente A La Guerra La Hermandad
Adriana Abeles Frente A La Guerra La Hermandad
Adriana Abeles Frente A La Guerra La Hermandad
Hay ferocidad en nuestra contemporaneidad. El enfrentarnos hoy a tal precisión nos orienta a
considerar la posibilidad de construir una categoría con la hermandad. Ya que quizá frente a la ferocidad
del desorden de lo público, la inclusión de la hermandad como una categoría podría llegar a aportar un
grano de arena y a constituir, en un momento colmado de atrocidades, una oportunidad para un
reordenamiento.
Cuando hablamos de construir una categoría estamos proponiendo la producción de modelos vivos
que estén al servicio de la vida. Pues, a partir de un modelo se produce un saber nuevo, que es el saber
vivir.
Recordemos también que la hermandad en común con el término fraternidad proviene
etimológicamente de la raíz latina frater-ris, donde “hermano” implica poner en juego lo común, desde el
compartir los padres hasta compartir propósitos e ideales. Si bien sabemos que lo que más nos hermana
es el hecho de que todos somos seres hablantes, que todos somos mortales. Y que, frente a esto, las
diferencias de sexo, color, credo o ideológicas sólo pasan a constituir pequeñas diferencias.
Va a ser fundamental entonces, que situemos a la hermandad como una categoría que puede dar
cuenta al mismo tiempo de la fuerza de lo común y de lo distinto. Y cómo, de este modo, podría llegar a
preservarnos de la segregación que exacerba las diferencias y de los fenómenos de masa que, en pos de
lo común, arrasan con las diferencias. La hermandad toma en cuenta lo común y a la vez también la
diferencia de cada uno, es decir atiende a lo común y a la vez da lugar a lo singular: al mismo tiempo
que los hermanos son hermanos, cada uno es uno.
Las guerras
¿Qué decir del fracaso de la hermandad en nuestra contemporaneidad? El exceso del individualismo
contemporáneo es un hecho. Los excesos de las guerras contemporáneas también dan cuenta de este
fracaso de la hermandad. Una guerra implica la máxima desarticulación de los vínculos vigentes, no nos
olvidemos que lo que se deshace con la guerra, además de los cuerpos, son los vínculos. O más aun,
podríamos decir que porque los vínculos están rotos hay guerra. La guerra es una ruptura de pactos,
entre nosotros, los seres humanos la palabra pierde su función fundamental, es decir, es un corte con la
posibilidad de disponer de la palabra.
¿A qué da lugar cada guerra? Uno de los problemas de la guerra es la ruptura de los pactos. Esta
ruptura conduce a nuevas formas, siempre se trata de eso, nuevas formas. Hay dos órdenes, por un
lado está la atrocidad de la guerra y por el otro la necesaria interrogación acerca de cuáles son los
nuevos pactos o las nuevas formas que se producen luego de cada guerra. Siempre hubo cambios de
paradigma- recordemos a la primera y la segunda guerra mundial. Y, precisamente, como rasgo propio
de lo contemporáneo en un entorno donde al mismo tiempo se producen guerra y reconstrucción, un
exceso de simultaneidad es lo que se distingue de ambas guerras. Nos encontramos inmersos en una
máxima simultaneidad entre destrucción y reconstrucción, pero nunca se llega a saber adónde apunta
esa hipotética reconstrucción. ¿Qué implicaría, por ejemplo, la presencia de las cámaras en las
trincheras? El hecho de que los acontecimientos son mostrados al mismo tiempo en que se producen,
como en la guerra del Golfo y a partir de allí en adelante.
En la guerra el otro es un ser absolutamente distinto, un prójimo insoportable, las pequeñas
diferencias se transforman en absolutas –es decir en oposiciones no hay ninguna hermandad, por eso el
movimiento es de aniquilación. La categoría de la hermandad es solidaria de la vigencia de la palabra
como pacto; si hay pactos, acuerdos, hay aceptación es decir hay consentimiento con lo común y con lo
distinto entre semejantes. Hay dos opciones para los humanos: pacto o aniquilación.
Exceso televisivo
¿Por qué con la guerra hay exceso televisivo? En nuestra cibernética contemporaneidad la relación al
tiempo y al espacio han cambiado. Alguien que está muy lejos al mismo tiempo está muy cerca; esto
que acontece allá se registra al mismo tiempo acá. El disparo de un misil mostrado veinte veces por
televisión, hace veinte misiles para los espectadores y esto nos afecta de un modo singular. Pero
retomemos la pregunta ¿qué decir de este exceso televisivo, de esta presencia masiva del dolor? En
principio, podemos contestar que es un nuevo producto a consumir. Aunque también tendremos que
contar, en un momento tan deshumanizado, con que existe una necesidad en la civilización de estas
imágenes de destrucción como un modo de hacer entrar lo humano a través del dolor.
* Psicoanalista. Presidente de la “Fundación Campos del Psicoanálisis”. Realiza su práctica en Buenos Aires. Argentina.
** Corregido y autorizado por el autor para su publicación en www.nodopsicoanalitico.com.ar