Adriana Abeles Frente A La Guerra La Hermandad

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NODO PSICOANALÍTICO

FRENTE A LA GUERRA… LA HERMANDAD


Por Adriana Abeles*

Hay ferocidad en nuestra contemporaneidad. El enfrentarnos hoy a tal precisión nos orienta a
considerar la posibilidad de construir una categoría con la hermandad. Ya que quizá frente a la ferocidad
del desorden de lo público, la inclusión de la hermandad como una categoría podría llegar a aportar un
grano de arena y a constituir, en un momento colmado de atrocidades, una oportunidad para un
reordenamiento.
Cuando hablamos de construir una categoría estamos proponiendo la producción de modelos vivos
que estén al servicio de la vida. Pues, a partir de un modelo se produce un saber nuevo, que es el saber
vivir.
Recordemos también que la hermandad en común con el término fraternidad proviene
etimológicamente de la raíz latina frater-ris, donde “hermano” implica poner en juego lo común, desde el
compartir los padres hasta compartir propósitos e ideales. Si bien sabemos que lo que más nos hermana
es el hecho de que todos somos seres hablantes, que todos somos mortales. Y que, frente a esto, las
diferencias de sexo, color, credo o ideológicas sólo pasan a constituir pequeñas diferencias.
Va a ser fundamental entonces, que situemos a la hermandad como una categoría que puede dar
cuenta al mismo tiempo de la fuerza de lo común y de lo distinto. Y cómo, de este modo, podría llegar a
preservarnos de la segregación que exacerba las diferencias y de los fenómenos de masa que, en pos de
lo común, arrasan con las diferencias. La hermandad toma en cuenta lo común y a la vez también la
diferencia de cada uno, es decir atiende a lo común y a la vez da lugar a lo singular: al mismo tiempo
que los hermanos son hermanos, cada uno es uno.

1984, novela de George Orwell


La novela de George Orwell 1984, puede ser pensada como una metáfora de lo contemporáneo.
¿Qué fue lo que realmente sucedió en esa ficción creada por los años 30? La novela plantea la existencia
de una sociedad bajo un estado absolutista, hegemónico con una ideología Ingsoc, que se dirige a
unificar a todos los integrantes hasta el punto de intervenir no sólo sobre su presente y su futuro sino
también sobre su pasado. Esta ideología modifica su pasado ofreciendo alguna nueva significación de la
historia, lo cual es lo mismo que decir que se dirige a cambiar su historia. Una propuesta de máxima
alienación y unificación para los integrantes de esa sociedad, en donde lo singular y el amor son
inoportunos.
El sistema intenta afectar el modo de vínculo entre los hermanos y lo logra óptimamente, ya que el
modo de relación se basa en el sostén de lo común. Todos deben pensar igual al estado siendo todos
hermanos al servicio del big brother, es decir el “gran hermano”. Este gran hermano es una presencia
sostenida pero no verdadera, pues no se sabe si existe, si existió, si está vivo. En el film denominado
también 1984 aparece el gran hermano sosteniendo su presencia a partir de una foto- he ahí la
presencia virtual del big brother.
En la novela el hecho de ser sometidos a confesar crímenes que no han cometido se corresponde con
el olvido de lo singular de cada uno. Aquí todos son hermanos, el sucedáneo paterno es un gran
hermano, por lo tanto aquél quien como padre debería ser un impar también es un par. Si sólo hay
paridad, es decir si todos son iguales el destino es el infierno. Ahora también es un infierno si sólo hay
disparidad, es decir si todos somos absolutamente distintos. En 1984 se trata del fracaso de la
hermandad; todos hermanos, como consecuencia no hay hermandad hay masividad. El aparente triunfo
de la hermandad es su propio fracaso. Ya que en lugar de ponerse en juego lo común y lo distinto a la
vez, sólo se cuenta con lo común: la masa.
La imposición que se plantea en la obra de Orwell va en contra de la propia lectura, en realidad se
trata de que nadie tenga su propia lectura de los hechos, no se lee porque está cortado el acceso
particular, nadie tiene su propio criterio, pues sólo se establece lo impuesto por el otro. Recordemos que
la otra cara de la masividad es la segregación y el enfrentamiento su consecuencia.

Las guerras
¿Qué decir del fracaso de la hermandad en nuestra contemporaneidad? El exceso del individualismo
contemporáneo es un hecho. Los excesos de las guerras contemporáneas también dan cuenta de este
fracaso de la hermandad. Una guerra implica la máxima desarticulación de los vínculos vigentes, no nos
olvidemos que lo que se deshace con la guerra, además de los cuerpos, son los vínculos. O más aun,
podríamos decir que porque los vínculos están rotos hay guerra. La guerra es una ruptura de pactos,
entre nosotros, los seres humanos la palabra pierde su función fundamental, es decir, es un corte con la
posibilidad de disponer de la palabra.
¿A qué da lugar cada guerra? Uno de los problemas de la guerra es la ruptura de los pactos. Esta
ruptura conduce a nuevas formas, siempre se trata de eso, nuevas formas. Hay dos órdenes, por un
lado está la atrocidad de la guerra y por el otro la necesaria interrogación acerca de cuáles son los
nuevos pactos o las nuevas formas que se producen luego de cada guerra. Siempre hubo cambios de
paradigma- recordemos a la primera y la segunda guerra mundial. Y, precisamente, como rasgo propio
de lo contemporáneo en un entorno donde al mismo tiempo se producen guerra y reconstrucción, un
exceso de simultaneidad es lo que se distingue de ambas guerras. Nos encontramos inmersos en una
máxima simultaneidad entre destrucción y reconstrucción, pero nunca se llega a saber adónde apunta
esa hipotética reconstrucción. ¿Qué implicaría, por ejemplo, la presencia de las cámaras en las
trincheras? El hecho de que los acontecimientos son mostrados al mismo tiempo en que se producen,
como en la guerra del Golfo y a partir de allí en adelante.
En la guerra el otro es un ser absolutamente distinto, un prójimo insoportable, las pequeñas
diferencias se transforman en absolutas –es decir en oposiciones no hay ninguna hermandad, por eso el
movimiento es de aniquilación. La categoría de la hermandad es solidaria de la vigencia de la palabra
como pacto; si hay pactos, acuerdos, hay aceptación es decir hay consentimiento con lo común y con lo
distinto entre semejantes. Hay dos opciones para los humanos: pacto o aniquilación.

Exceso televisivo
¿Por qué con la guerra hay exceso televisivo? En nuestra cibernética contemporaneidad la relación al
tiempo y al espacio han cambiado. Alguien que está muy lejos al mismo tiempo está muy cerca; esto
que acontece allá se registra al mismo tiempo acá. El disparo de un misil mostrado veinte veces por
televisión, hace veinte misiles para los espectadores y esto nos afecta de un modo singular. Pero
retomemos la pregunta ¿qué decir de este exceso televisivo, de esta presencia masiva del dolor? En
principio, podemos contestar que es un nuevo producto a consumir. Aunque también tendremos que
contar, en un momento tan deshumanizado, con que existe una necesidad en la civilización de estas
imágenes de destrucción como un modo de hacer entrar lo humano a través del dolor.

Hermandad, una posibilidad


Cada época se ha destacado por sus excesos, su ferocidad propia, su malestar proporcional, aunque
siempre se tienda a pensar que lo que le ha tocado vivir a cada una ha sido lo más difícil. Propongo
entonces a la hermandad como un modo de trabar o de molestar a la ferocidad contemporánea;
propongo a la hermandad no como una idea sino como una categoría que puede dar cuenta al mismo
tiempo de lo común y lo distinto en cada uno de nosotros y, por lo tanto al servicio de vivir mejor.
No basta con festejar el fin de la guerra, es preciso que ubiquemos, con la hermandad, una
posibilidad oportuna hacia una nueva estabilidad. Frente a la ferocidad contemporánea un modo de
apertura para la construcción de una comunidad más humana.
Quizás ustedes se pregunten, ¿qué hace un psicoanalista hablando de la guerra? Se trata del
psicoanalista ocupándose no sólo de lo privado sino también de lo público. Es necesario refundar lo
público más humano entendido en términos de considerar, que lo más humano es la posibilidad de
decidir. En la guerra hay dos bandos peleando por un solo lugar, no hay genuinas decisiones, hay
aniquilación: dos bandos luchando por un lugar, uno debe morir.
La posibilidad de construir consensos –consensuar no es estar todos de acuerdo-, es poner en juego
lo común que tenemos con el otro; sin hermandad no hay consensos. Es un apuesta al amor, a un nuevo
amor que no tiene que ver con lo ideal, no se trata en absoluto de una posición idealista sino de apostar
cada vez a lo real de un nuevo vínculo entre nosotros. Estar separados y juntos al mismo tiempo usando
la potencia de lo común y lo distinto, esa es la hermandad.
Definamos a la hermandad como hacer juntos y cada uno al propio modo, al propio estilo, eso es
saber vivir. La tarea en común, la tarea de la hermandad no es la de morir juntos sino la de aprender a
saber vivir. Esto hace que, por ejemplo, nosotros como pueblo seamos un pueblo, que además de la
igualdad y lo diferente de cada uno, realicemos una tarea en común que es lo que un pueblo debe
aprender a hacer: saber vivir.

* Psicoanalista. Presidente de la “Fundación Campos del Psicoanálisis”. Realiza su práctica en Buenos Aires. Argentina.
** Corregido y autorizado por el autor para su publicación en www.nodopsicoanalitico.com.ar

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