La Pejefobia de Izquierda

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La pejebobia de izquierda

La pejefobia ha sido durante los últimos 20 años un fenómeno de psicología social que ha estado
presente de manera importante en la vida política nacional.

La peje fobia es un trastorno de salud emocional o psicológico que se caracteriza por miedo, odio o
rechazo intenso y desproporcionado al actual presidente de México Andrés Manuel López Obrador.

Podemos decir que en México la Pejefobia es un fenómeno inducido hacia la población en general,
tanto por los medios de comunicación, como por las redes de rumor y tradición oral de las cúpulas
políticas.

Es fácil, y la mayor parte de la población puede identificar en una cuantas frases o renglones las
expresiones de la actual pejefobia de derecha, la que impulsan los sectores más reaccionarios de la
sociedad, el clero reaccionario, los herederos ideológicos de Cristo Rey --esto es de los Cristeros, los
grandes capitalistas, y los pequeños y medianos empresarios que sin entender ni un poquito de política,
confunden el rojo con el morado, como antes confundieron el rojo con el amarillo.

No se necesita un manual ni un curso de capacitación para entender, que no justificar, la peje fobia de
derecha. A pesar del bombardeo diario, durante ya 20 años, de casi todos los medios masivos de
comunicación de mensajes de odio contra López Obrador, el grueso de la población, precisamente
gracias a la intensidad de estos mensajes, logró identificarlos en su justa dimensión y en su propósito
subyacente y a partir de ahí, luego de una profunda reflexión política en los cerebros de casi cada uno
de los mexicanos, se pasaron resueltamente de lado de AMLO.

Lo que resulta más difícil de identificar, o más bien explicar, es la pejefobia de “izquierda”, lo cual
genera graves confusiones en la parte del pueblo que se encuentra en lucha contra la opresión y ha
depositado su confianza en Andrés Manuel López Obrador.

La pejefobia de izquierda no es un fenómeno menor, no se deben desdeñar sus corrosivos efectos en la


organización y proceso de concientización del pueblo, ni enfrentar simplemente metiendo a los
pejefóbicos de izquierda en el mismo costal que los de derecha.

A decir verdad incluso, la misma pejefobia en general, no nació de los sectores de la derecha
reaccionaria, sino de las cúpulas de la llamada “izquierda” de este país, particularmente de la dirección
del PRD.

Antes de 1999 Andrés Manuel López Obrador era conocido como un luchador social en Tabasco que se
había atrevido a desafiar a la cúpula priista en ese Estado y al cual se le había robado en 1994 la
gobernatura en un proceso electoral descaradamente fraudulento. Un actor político más en igualdad de
circunstancias que sus demás compañeros del PRD. Fue su pre candidatura a Jefe de Gobierno por el
PRD lo que desató los primeros ataque de odio en su contra, pero estos no vinieron de la derecha, sino
de sus propios compañeros y en este caso sus competidores por el mismo puesto, quienes tratando de
descarrilar su candidatura lo acusó de no ser elegible al no tener residencia en el Distrito Federal y que
su credencial del IFE se había emitido en el estado de Tabasco.
No era poco lo que se peleaba, apenas 2 años antes, en 1997 el PRD había arrasado en las elecciones
para jefe de gobierno del Distrito Federal con el 48% de los votos y era seguro que ganaría por segunda
ocasión la Jefatura de la Ciudad de Mexico, con amplio margen. Así las cosas quién se quedara
finalmente con la candidatura del PRD, sería, sin dudarlo, el próximo jefe de gobierno de la ciudad más
grande del país. En esta pugna l sarcástico Pablo Gómez, con su basta cultura culinaria y geográfica,
fue probablemente quién puso de moda o generalizó el apodo de Pejelagarto a Andrés Manuel, en
alusión a que su verdadero lugar de origen era Tabasco y no la ciudad de México.

Ya antes, entre abril y agosto de 1996 Andrés Manuel Había competido contra Heberto Castillo y
Amalia García por la presidencia del PRD, derrotando a ambos sin que pasara a mayores, pero tres
años después, no era la dirección de un partido, sino la jefatura de una de las mas grandes ciudades del
mundo lo que estaba en disputa.

Pablo Gómez consideraba que debido a su auto reconocida larga militancia en la “izquierda” tenía
mucho más méritos que el recién (12 años atrás) integrado AMLO. Así que sus denuncias contra
Andrés Manuel fueron jugoso alimento para la prensa burguesa, quien retomaría estas contradicciones
para demostrar la división “legendaria” de la izquierda y, con ello, exaltar su incapacidad para gobernar.
Mas tarde, cuando Andrés Manuel quedó finalmente como candidato oficial del PRD a la Jefatura de
Gobierno del DF estas mismas acusaciones serían retomadas por el PRI y por el PAN, para invalidar
(infructuosamente) ante el Instituto Electoral del Distrito Federal su candidatura.

Pero las elecciones del 2000 habían traído un gran optimismo al pueblo de México, el PRI había sido
expulsado de la presidencia de la república y aunque Cuauhtémoc Cárdenas estuvo muy lejos de ganar
la presidencia en su tercer intento, la ciudad de México fue ganada por la izquierda electoral y Andrés
Manuel quedó como jefe de gobierno. Todo era felicidad para casi todos.

Pero el eufórico Vicente Fox, pronto se convirtió en el infeliz que ahora es, pues previsor como siempre
ha sido, había planeado que quien lo sucediera en su cargo como presidente de la república, y heredara
el indudable prestigio personal obtenido, fuera ni más ni menos que su esposa Martha Sahagún. Sin
embargo sus ilusiones se iban alejando cada vez más de la realidad, debido al crecimiento en los
medios de comunicación de la figura de Andrés Manuel López Obrador, crecimiento, es necesario
recordarlo, obtenido no por una inversión financiera en estos, sino por un mecanismo de comunicación
muy simple: Las conferencias de prensa mañaneras.

Había que “bajar” a López Obrador a como diera lugar en las encuestas. Sin embargo, en esas
circunstancias quién desataría la campaña de odio en serio contra López Obrador sería Rosario Robles
Berlanga, la Presidenta del PRD en funciones. Los video escándalos de Carlos Ahumada no fueron una
iniciativa de Carlos Salinas y del Jefe Diego, ellos los aprovecharon a fondo, pero sólo eso, sino de
Rosario Robles Berlanga. Fue su pejefobia declarada la que daría las principales piezas de artillería que
los medios de comunicación utilizarían para bombardear a Andrés Manuel y deponerlo del puesto de
Jefe de Gobierno de la Ciudad de México.

Pero Salinas de Gortari, el Jefe Diego, Rosario Robles Berlanga, Carlos Ahumada, el CISEN y Brozo,
se la pelaron, como diría este último payaso. López Obrador fue desaforado, pero pronto regresó a su
cargo y si no terminó el periodo para el que fue electo, no fue como resultado de los ataques de odió
recibidos, sino por voluntad propia, para competir por la presidencia de la República.

Una segunda vertiente de pejefobia de izquierda se desataría a partir del 2005 y esta fue desatada por el
autoproclamado difunto, comandante Marcos. Con su “Imposible Geometría del Poder”, Marcos logra
hacer una serie de malabarismos magistrales y termina cargando todas las traiciones de sus antiguos
aliados, la dirección del PRD, a la cuenta personal de AMLO.

En efecto, en un ejemplo de mutuo oportunismo político, en 1994, una vez depuesta la estrategia
armada como principal forma de lucha del EZLN, Marcos inició una alianza con el PRD, quien
funcionalmente estaba a la cabeza de una “sociedad civil”, en ese momento bastante amarilleada. Seis
años después, con la llegada del Fox a la presidencia de la república y su promesa de que en 15 minutos
resolvería el conflicto armado en Chiapas, el PRD fue incapaz, de defender y elevar a rango
constitucional los “Acuerdos de San Andrés” y de hecho votó a favor de la nueva Ley Indígena,
diseñada por Carlos Salinas de Gortari e impulsada en el Congreso de la Unión por Diego Fernandez de
Ceballos, jefe del PAN y el PRI en la cámara de diputados.

Si el difunto Marcos acusara al PRD por votar a favor de la Ley Indígena del PAN y no por los
Acuerdos de San Andrés, su crítica sería verídica, pues las principales voces opositoras a esta Ley
Indígena del PAN provinieron de otros lados, no del PRD. Pero Marcos cobra esta factura a AMLO y
no al PRD, o a los diputados y senadores de carne y hueso que al sumarse a la Ley del PAN,
literalmente traicionaron los Acuerdos de San Andrés y con esto la lucha indígena nacional y al EZLN
en particular.

A partir de ahí la rabia de Marcos se concentra en AMLO, dejando de lado a quienes desde el poder han
asesinado al pueblo de México y mantenido en la miseria y genocidio a los pueblos indígenas y termina
realizando en 2006 una Otra Campaña, donde el principal objetivo es “derrocar a López Obrador”, a
quién ya daban en ese año como presidente de México. En las condiciones de un equilibrio de fuerzas
al final de la contienda electoral del 2006, la pejefobia de Marcos contribuyó en algún punto porcentual,
a romper el equilibrio de fuerzas a favor del PAN, con lo que, agregando el notable fraude electoral,
Marcos contribuyó a que fuera Felipe Calderón el que quedara en la presidencia, con lo cual, México
entró al régimen de terror del crimen organizado del cual aún no podemos salir.

La pejefobia zapaturista no se ha detenido desde entonces, por el contrario, la rabia se ha incrementado,


buscando desde el 2006 nuevos adeptos, cuando no son los científicos, son el movimiento feminista, la
candidatura de Mari Chuy, la lucha contra la guardia nacional, la lucha contra los megaproyectos, en
fin, todo lo que pueda servir para aderezar la campaña de odio y alinear los cañones en contra Andrés
Manuel López Obrador desde el flanco izquierdo.

Una tercera forma de pejefobia de izquierda, es la de intelectuales, muy metidos en la academia, ONGs,
defensores de derechos humanos, exfuncionarios de instituciones gubernamentales y expertos, que han
hecho de sus actividades un modus vivendi, mas que un objetivo a cumplir, un pretexto para recibir
financiamiento, quienes coinciden plena o parcialmente con los argumentos de la pejefobia de derecha
que domina los medios de comunicación, el cuarto poder, en este México casi nuestro.

El vómito que tuvieron que tragarse algunos de ellos cuando Andrés Manuel López Obrador los llamó
“desinformados”, se convirtió en odio jarocho al presidente y se pasaron con armas y bagaje de la
comodidad de la neutralidad a la pejefobia “crítica”. En nombre de pueblos y comunidades a las que no
han consultado metodológicamente hablando, han declarado la guerra a todo programa y toda
determinación que provenga del presidente. Nunca la presunta “neutralidad” de la ciencia o de la
actividad no gubernamental, les había permitido la crítica verdadera a los gobiernos ladrones, asesinos
y depredadores que antecedieron al actual, pero ahora se lanzan indignados, contrariamente a su
formación y metas, al ataque pasional, pasando de la crítica a la grosería.
Y no podría ser de otra manera, “como se atreve el Peje” a llamar a doctores, posdoctores y doctorantes
que durante décadas han medrado de los grandes problemas nacionales --sin que ninguno de estos se
resuelva-- a llamarlos “desinformados”. ¡Que gran pecado de lesa doctorés!

Y no menor es la indignación de Emilio Alvarez Icaza, quién dando un giro a la heroica lucha que
llevara a cabo su padre, como parte de la primera generación de defensores de derechos humanos en
México, ha vivido cómodamente cosechando lo que no sembró, mientras los derechos humanos de la
población en México se han ido, no obstante sus importantes puestos, al carajo. Javier Sicilia no se
queda atrás, aunque la gente del pueblo rápidamente ha llegado a entender que probablemente sea un
buen poeta ¿eso quien lo decide? pero su actividad y proselitismo político es más funcional a los
enemigos del pueblo que a la causa que dice defender.

La pejefobia de izquierda es una instrumento más en los intentos de la derecha por socavar el triunfo
del primero de julio del 2018. En realidad los pejefóbicos de izquierda no son sinceros, ninguno de
ellos, pues analizando la suma de los distintos vectores de fuerza que están en juego en el escenario
salvaje que es este país. Si sus esfuerzos de denostar a AMLO, de pintarlo ante la sociedad como el
peor diablo al que nos enfrentamos, dieran buenos resultado, concatenados con los esfuerzos que hace
la reacción ¿a que nos llevarían?

A un cambio de régimen. Al socavamiento de gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Y el nuevo régimen que quedaría ¿sería más democrático, más de izquierda, más anticapitalista?

De ninguna manera. Así como pasó desde Chile hasta Bolivia, el régimen que quedaría sería de derecha,
un régimen fascista, basta ver las pancartas de las marchas fifi, para comprender esto.

Y si un régimen fascista, de derecha es el que sustituiría al de la 4ta transformación, ¿A quién


perseguiría? ¿Sólo se conformaría con AMLO? ¿O como en Chile y Bolivia perseguiría a todos los
“verdaderos” de izquierda, a todos los “verdaderos” anticapitalistas y anti neoliberales, a todos los que
de “verdad” se oponen a los megaproyectos del gran capital, a todos los que si defienden a los pueblos
indios.

Claro que los pejefóbicos de izquierda, saben que al estar mas a la “izquierda” que AMLO, al ser más
“radicales” o democráticos que este, de ser cierto lo que ellos dicen de si mismos, lo más probables es
que esté régimen fascista los perseguiría y asesinarían más a ellos. Pero en realidad no les importa,
porque saben perfectamente que en el fondo no son lo que dicen ser, o en su defecto, porque en el caso
de si estar sinceramente convencidos, son muy pen... dencieros.

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